38. Ser testigo del Consejo de amor
que los Tres celebran en tu alma.
39. ¡Qué grandeza de vocación ser una cosa con Ellos!
¡Qué gran Misterio en los adentros!
40. Cada mañana inicias, presurosa,
el coloquio de la gracia.
Con todos compartes tu secreto.
41. También tu hermana, con dos hijas en su regazo,
puede retirarse a la soledad habitada.
42. Le dices que, también ella,
puede entregarse a la acción creadora
y amorosa del Espíritu,
el que imprime Belleza en lo interior.
43. Le susurras, bajito,
que también ella, en sus quehaceres,
puede ser mirada por el Padre y escuchar su emoción:
“Esta es mi hija amada, en quien me complazco”
44. ¿Y con tu madre? Todo.
Para despertar, también en ella,
toda la belleza del Misterio,
te haces confidente de los caminos de la gracia.
45. En el silencio te brota la alabanza.
Desde la soledad eres bendición para todos.
46. En el silencio te entregas cada día.
Todo está lleno de una Presencia.
47. Con tu mirada sencilla a los Tres
lo miras y embelleces todo.
48. Tu amor es palpable en cada gesto,
en cada palabra, en cada consejo,
en cada silencio, en cada ofrecimiento.
49. Y cuando nos atrevemos a querernos,
cuando nos damos la mano, dos o más,
cuando somos un corazón y un alma sola…
entonces, nos dices: el Misterio se repite,
se hace presente aquí en la tierra.
50. ¿Y la cruz?
¡Qué forma la tuya de vivirla!
Tu cuerpo joven, tan aniquilado…