4. “Porque yo soy Jehová vuestro
Dios; vosotros por tanto os
santificaréis, y seréis santos,
porque yo soy santo” (Levítico
11:44). Dios es santo y quiere
que sus hijos también lo sean.
¿Cómo conseguirlo? ¿Qué
papel juega el Espíritu Santo a
la hora de ayudarnos a
alcanzar la santidad?
5. “Y el uno al otro daba voces, diciendo: Santo, santo, santo, Jehová
de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria” (Isaías 6:3)
Dios es Santo. Él es puro,
perfecto, justo, bueno,
apartado completamente
del mal.
Su santidad nos da la
seguridad de que su poder y
sabiduría absolutas están
regidas por un carácter que
desea solo el bien.
Cuando los autores bíblicos querían llamar la atención a
algún aspecto concreto, usaban la repetición. Por
ejemplo, Jesús hacía declaraciones importantes
precedidas por “de cierto, de cierto”, “Jerusalén,
Jerusalén”, “Marta, Marta”.
Así, la triple repetición angélica: “Santo, santo, santo”,
enfatiza que la santidad es inherente al carácter de Dios.
6. “Seguid la paz con todos, y la santidad, sin
la cual nadie verá al Señor” (Hebreos 12:14)
Si la santidad es un requisito imprescindible para ver al Señor, deberíamos
preguntarnos, en primer lugar, qué es la santidad.
La santidad es estar continuamente pareciéndonos más a Jesús. Es un estado que
se logra diariamente por medio del poder del Espíritu Santo, al relacionarnos con
Dios en oración y por medio de su Palabra. La santidad es el resultado de
contemplar la belleza del carácter de Cristo.
A diferencia de la santidad divina (que
es intrínseca a su propio carácter),
nuestra santificación es un proceso que
dura toda la vida.
7. “Pero nosotros debemos dar siempre gracias a Dios respecto a vosotros,
hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido desde el
principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe
en la verdad” (2ª de Tesalonicenses 2:13)
Justificados por la fe en la sangre de Cristo, el
Espíritu Santo comienza su obra santificadora
en nosotros: “somos transformados de gloria
en gloria en la misma imagen, como por el
Espíritu del Señor” (2ª de Corintios 3:18).
La santidad crea en nosotros un conflicto con
nuestra naturaleza pecaminosa. ¿Cómo
podemos andar en el Espíritu y no satisfacer
nuestros propios deseos pecaminosos
(Gálatas 5:16-17)?
Nuestra vista no debe fijarse en nosotros,
sino en Jesús, “el autor y consumador de la
fe” (Hebreos 12:2). Al contemplar a Jesús,
encontraremos fortaleza para vivir
victoriosamente.
8. ¿Cómo puedo saber si soy santo? Si reflejo el
carácter de Dios.
SANTA
(Romanos 7:12)
JUSTA
(Romanos 7:12)
BUENA
(Romanos 7:12)
AMOR
(Romanos 13:10)
SANTO
(Isaías 6:3)
JUSTO
(1ª de Juan 1:9)
BUENO
(Salmo 25:8)
AMOR
(1ª de Juan 4:8)
¿Cómo puedo saber
que reflejo el carácter
de Dios? Si cumplo la
Ley, pues la Ley es el
reflejo de su carácter.
Observa las
características de la Ley
y compáralas con el
carácter de Dios.
9. “Jehová, ¿quién habitará en tu tabernáculo? ¿Quién
morará en tu monte santo? El que anda en integridad y
hace justicia, Y habla verdad en su corazón […] El que
hace estas cosas, no resbalará jamás” (Salmos 15:1-2, 5)
Vivir una vida santa es el fruto de un carácter
transformado por el Espíritu Santo (Gálatas 5:22).
¿Cómo actúa el Espíritu Santo para conseguir esta
transformación?
Crea en nosotros hábitos de comunión con Dios,
guiándonos a pasar tiempo escuchando su voz en
oración y estudiando su Palabra. Estos hábitos forman
en nosotros un carácter que nos lleva a amar a Dios y a
aborrecer el pecado.
Pero es importante recordar que esta obra, aunque
requiere esfuerzo y voluntad por nuestra parte, es obra
del Espíritu, y no nuestra: “el que comenzó en vosotros
la buena obra, la perfeccionará hasta el día de
Jesucristo” (Filipenses 1:6).
10. “El Señor purifica el corazón en una forma muy
similar a la que empleamos para ventilar una
habitación. No cerramos las puertas y ventanas e
introducimos alguna sustancia purificadora, sino que
abrimos las puertas y las ventanas de par en par y
dejamos que penetre la atmósfera purificadora del
cielo. Dice el Señor: "El que practica la verdad viene a
la luz". Las ventanas del impulso, del sentimiento,
deben ser bien abiertas hacia el cielo, y debe
expulsarse el polvo del egoísmo y de la mundanalidad.
La gracia de Dios debe barrer las cámaras de la mente,
la imaginación debe tener temas celestiales para su
contemplación, y cada elemento de la naturaleza debe
ser purificado y vitalizado por el Espíritu de Dios”
E.G.W. (Notas del CBA sobre 1ª de Pedro 1:22)
11. El Espíritu Santo
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cada una de las 13
lecciones que tratan sobre
el tema:
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