Unidad V. Disoluciones quimica de las disoluciones
Enseñar matemáticas a un alumno ciego
1. ENSEÑAR MATEMÁTICAS A UN ALUMNO CIEGO
Decidió estudiar pedagogía por “la buena disposición de mi profesor de matemáticas”, en el
Liceo Comercial de Temuco. Nunca imaginó cuán fuerte sería esa marca que terminó por
convertirlo en un inventor casero para vencer la discapacidad visual de un estudiante.
Hoy Hernán Córdoba cursa primer año de Psicología en una universidad de Temuco. La
historia que aquí contamos comienza cuando entró a segundo medio en el Complejo
Educacional B – 29 de Padre las Casas.
En la parte superior de la mesa de trabajo se guardan todos los elementos. Hernán logró
gran rapidez en la manipulación de las piezas. "Él sabía dónde estaban, yo tenía que mirar",
recuerda su profesor.
Francisco Andrade: "Todo estaba muy bien si le planteaba verbalmente una ecuación, en
cambio, cuando yo le dije 'podríamos graficar', él me preguntó qué era un gráfico y me
enfrenté a una situación totalmente nueva".
El año 2003, después de un cuarto de siglo en la docencia, Francisco Desiderio Andrade
Sepúlveda, entonces de 52 años, tuvo ante sí un desafío totalmente nuevo: enseñar
matemáticas a un estudiante ciego.
Al principio, no sabía qué hacer. Era el segundo año que el alumno Hernán Córdoba asistía
al Complejo Educacional B-29 de Padre las Casas, muy cerca de Temuco, y comenzó a
2. trabajar con él, tal como lo había hecho su colega un semestre antes. El problema era que
avanzaba poco. Y Hernán, quien traía una buena base matemática “de memoria” y
desarrollaba problemas recordando cómo los había aprendido, siempre quería saber más.
Todo estaba bien si el profesor le planteaba verbalmente una ecuación pero, recuerda,
“cuando le dije: podríamos graficar, él me preguntó qué era un gráfico y entonces me di
cuenta de que ya no sabía cómo seguir”.
La inspiración le llegó un día en que, haciendo el trámite de la renovación del carné, al
profesor le sacaron una foto con esas pizarritas con números y letras donde se escribe el
nombre y el RUT. “De inmediato pensé en él, dice, fabriqué la pizarra, compré los números
en el comercio y los demás símbolos los hice en cerámica”.
Al presentárselos a Hernán, él los fue identificando por el tacto y los empezó a usar en
ejercicios matemáticos simples, como las operaciones con números enteros. Entusiasmados,
ambos siguieron avanzando: el profesor ideando nuevas estrategias, el alumno ejercitando y
preguntando las materias.
La pizarra milagrosa
Entretanto, la clase de segundo medio debía continuar. Francisco presentaba un contenido
al curso, daba una guía de trabajo, alguna fórmula en la pizarra y empezaba el trabajo.
Mientras tanto, Hernán debía esperar y hacer lo propio. Por ejemplo, con una madera
perforada y luego cubierta de tela negra, podía desplazar las letras y números para que
quedara registro de la resolución de los problemas.
Para ciertas ecuaciones, utilizaba algunas fórmulas, como la cuadrática o la de distancia,
que el profesor le había marcado sobre acrílico. En el caso de graficación de funciones
matemáticas y raíces cuadradas había que recurrir a la cerámica; entonces él hacía los
mismos “dibujos” que el resto de sus compañeros anotaban en el cuaderno…
Hoy Hernán estudia psicología en la Universidad Autónoma de Chile y dista mucho del
estudiante ciego que llegó al liceo de Padre las Casas en primero medio. Su profesor
Francisco Andrade, quien se prepara para integrar a su curso a dos alumnos sordomudos el
año próximo, tampoco es el mismo. “Fue él, que era de nota 6 ó 7 en todas las asignaturas,
quien me llevó a buscar más allá”. Ese aprendizaje es un recuerdo que todavía emociona al
profesor: “Mi alumno era ciego, pero me hizo ver otras formas de enseñanza; que no sólo
es importante dictar una buena clase, sino ponerse del lado de quien la va a comprender”.
3. Con una pizarra perforada y luego cubierta de
tela negra, el alumno podía desplazar las
letras y números para que quedara registro de
la resolución de los problemas matemáticos.
Antes de esto, su fijación era 'de memoria'.
El profesor creó un sistema de coordenadas,
con distancias de 5° de un punto a otro.
Hernán ubicaba los pares ordenados, las
incógnitas y los unía con ligas. Sobre relieve,
hacía los mismos ‘dibujos’ que el resto de sus
compañeros hacía en el cuaderno.
Comenzaron a realizar las actividades en
relieve, donde el alumno iba tocando y
palpando todo. El profesor compró los
numeritos y las letras . Algunas figurillas
como las funciones y las raíces cuadradas las
hizo en cerámica.
Para resolver ciertas ecuaciones, Hernán
podía utilizar algunas fórmulas, como la
cuadrática o la de distancia, que su profesor
le construyó fijándola sobre acrílico. Los
otros alumnos podían leer la misma fórmula
en la pizarra de la sala.
En la parte superior de esta mesa de trabajo se
guardan todos los elementos, cubiertos por las
fórmulas sobre acrílico que servían de tapas.
Hernán logró gran rapidez en la manipulación
de las piezas. 'Él sabía dónde estaban, yo tenía
que mirar', recuerda su profesor.
Hernán iba a la par con sus compañeros,
viendo las mismas unidades, pero no con el
mismo grado de dificultad, básicamente por
un tema de espacio, porque un ejercicio
complejo puede dar para más de media hoja
de cuaderno.
Este año llegaron dos alumnos sordomudos al establecimiento, así que los profesores están
aprendiendo lenguaje de señas. 'Van a ser mis estudiantes en tercero y cuarto medio, por lo
que me estoy preparando, claro que después la práctica me enseñará un poco más', dice
Francisco. Y concluye: 'La experiencia de la integración es buena, es un desafío. Con
Hernán me acostumbré a eso de buscar y buscar'.