2. Un buen día, en las afueras de A Coruña, se encontraron
una tortuga y una liebre. La tortuga iba pasito a paso,
movía una pata, después de la otra, iba…a paso de
tortuga.
La liebre por el contrario, iba saltando y corriendo
como una loca.
-¡Hola, buenos días, calmosa! ¿A dónde vas tan
calmada?- dijo la liebre riéndose.
- Voy a Oleiros, a ver a unos amigos.
- ¿A Oleiros? Pues allí iba yo.
- ¿Por qué no me acompañas?- propuso la
tortuga.
- ¡Ni hablar! ¡Tú al paso que vas, no llegarás
nunca! Yo, en cambio, llegaré de una zancada.
- Bueno, bueno- respondió la tortuga- No hace
falta que presumas tanto. Yo no corro ni salto porque mis
patas son cortas y llevo la casa a cuestas, porque si no…
Pero aun así, ya veríamos.
- No me digas, caracol con patas- repuso la liebre-
¿Te crees que llegarías primero?
3. - Quizá sí, quizá no. ¿Lo probamos?
- ¡A que no ganas! ¿Qué te juegas?
- Me juego…una col muy grande que hay a la
entrada de Oleiros.
-¡Muy bien, pues vamos allá!
Y la liebre emprendió carrera por el camino,
mientras la tortuga, paso a paso, hacía lo que podía.
Hacía un buen rato que la liebre corría cuando
paró en seco.
- Pues vaya,-pensó-, ¡qué hambre tengo! Claro,
¡si no he desayunado! Allí veo un plantel de lechugas;
iré a comerme unas cuantas.
Y allí se metió y se despachó a su gusto. De
pronto se dio cuenta de que la tortuga le daba alcance.
De un brinco volvió al camino y otra vez salió
disparada.
4. Era mediodía y el sol pegaba fuerte. Hacía mucho calor.
La liebre, después de correr un rato, cansada y sudando
la gota gorda, se detuvo en una fuente. Y, muerta de
sed, se pudo a beber agua. Luego se sentó al pie de un
gran roble a reposar. Estaba tan a gusto que se quedó
dormida como un lirón.
Mientras tanto, la tortuga seguía andando,
andando sin parar. Vio aquellas lechugas tan tiernas,
pero siguió adelante. Tanto camino que ya se acercaba
a la fuente en la que dormía la liebre. Ésta, de repente,
despertó.
-¡Qué bien he dormido!- decía mientras se
estiraba.- Pero, ¿qué veo? La tortuga ya está aquí. ¡Esto
no puede ser! Y de un salto se puso a correr otra vez.
Ocurría todo esto cerca de El burgo. Al llegar allí
la liebre se dijo:
5. - Ahora ya no hace falta correr. Seguro que la tortuga
se quedará aquí a dormir y ahora como el camino ya
todo es cuesta arriba, mañana andará muy poco. Y
aprovechando que tenía unos parientes por allí se
quedó a cenar y a dormir con ellos.
Por la mañana temprano siguió su camino. De vez
en cuando volvía la cabeza por si veía a la tortuga.
Como no la veía por ningún lado, decía riendo:
-¡Pobrecita tortuga! ¡Mira que quererme ganar a mí!
Al atardecer la liebre llegó a las puertas de Oleiros.
- ¡Madre mía!- se dijo-. ¿Dónde estará aquella col
tan grande? Y empezó a mirar y a mirar y ya no
sabía por dónde buscar cuando oyó una voz que le
decía:
6. - Querida liebre, ¿Has perdido algo?
Era la tortuga que muy tranquila se estaba
comiendo la col, una hoja detrás de otra.
Mientras la liebre cenaba y dormía en casa de
sus parientes, la tortuga había seguido
andando, andando sin parar. Y así fue como
llegó la primera a Oleiros.
FIN