2. Cuentan que a la localidad de Salies-de-Béarn, en los Pirineos franceses, llegó un día un
mendigo anciano cubierto de harapos, hambriento y muy cansado por el largo camino.
3. Era el día de la fiesta del santo patrón y las gentes habían comido y bailado, y
luego, al caer la noche, habían vuelto a sus casas.
4. El mendigo fue casa por casa pidiendo por caridad algo que comer, pero
nadie se apiadó de su vejez, de su miseria, de su hambre, ni de su cansancio.
5. Tan duro era su corazón que ni siquiera le dieron un mendrugo de pan duro como a las
gallinas. Tampoco permitieron que pasara la helada noche en sus cuadras. Más estimaban
sus cochinos que la vida de un desconocido que vete tú a saber si no le haría daño al
ganado.
6. A la salida del pueblo, el mendigo vio dos casas con luz. Llamó a una de ellas y
salieron a la puerta tres mujeres. Eran tres costureras, una madre y dos hijas,
que vivían con bastante desahogo porque no les faltaba trabajo a ninguna de las
tres. En cuanto vieron al mendigo, las tres comenzaron a burlarse de sus años y
de sus ropas:
- Miren el harapiento. Váyase de aquí, que no queremos pulgas en nuestra casa.
7. El mendigo llamó sin muchas esperanzas a la casa vecina, la
última del pueblo, y en seguida le abrieron:
-Pase usted a nuestra humilde casa, dormirá en la cadiera de
la cocina, que aunque es un banco de madera, con un cojín
en la cabeza podrá servirle de lecho. Y tenga una manta que
lo abrigue cuando el fuego del hogar se apague.
8. A la mañana siguiente, cuando el mendigo
salió de la casa donde le habían dado cobijo,
allí estaban las tres costureras, haciéndole
burla y metiéndose con él desde la puerta de
su casa. El anciano murmuró una maldición
y siguió su camino. Pero antes de perderse de
vista por el sendero, se volvió hacia las
costureras y les dijo:
- Por vuestro bien, no miréis tras de vosotras,
hacia el pueblo, aunque escuchéis un ruido
ensordecedor.
El mendigo sabía que bastaba que él lo dijera
para que ellas hicieran lo contrario.
- Miren el profeta, pero si habla como en la
Biblia -se burlaron ellas.
9. Las tres mujeres, atónitas y asustadas, olvidaron el consejo del mendigo y miraron
atrás. Ojalá nunca lo hubiesen hecho. Pues en ese momento quedaron, como la mujer de
Lot, convertidas en estatuas de sal.
La tierra comenzó a temblar como
si quisiese sacudirse de su
superficie a aquella gente sin
caridad y un horrible estruendo
comenzó a oírse allá en el pueblo.
10. La tierra se abrió y engulló aquel pueblo, que,
como Sodoma y Gomorra, desapareció de la
faz de la tierra por su maldad.
De la grieta que se abrió manó agua,
mucha agua salada, que llegó justo
hasta la última casa, la casa donde el
mendigo había pasado la noche.
11. Dice la gente del lugar que aquel mendigo era el mismo Dios, que,
sabiendo de la ruindad de aquellos hombres, había llegado el día de la
fiesta del pueblo para hacer justicia.
12. La casa que se salvó de la
inundación existe todavía. Las
estatuas de sal las deshizo el
tiempo.
El pueblo fue reconstruido años
más tarde junto a los cuatro
lagos salados -Mirail, Barou,
Labourdele y la Pounte-, cuatro
mares muertos.