1. La Alpujarra: El tiempo de las ayozas
Yolanda Pérez Fernández, desde Cádiar
Hemos visto las nieves (aún ahora, subiendo o alargando la mirada) bajo nuestros pies y un año
más, con un frío que olía a leña y unas noches, a poco más de las siete, oscuras a fuerza de
apagones y desiertas, nos ha sorprendido la natural valentía con que los almendros, con esa
fragilidad desafiante en la que encuentro su mayor belleza, han vestido los campos de blancos y
rosas haciendo travesuras con las predicciones, riéndose de puentes milenarios y montañas que han
sucumbido a las lluvias y a las tempestades, y animando a los frioleros a ir dejando atrás el sayo.
Por aquí y por allá, retomando viejos cauces o abriendo nuevos caminos, corren ahora aguas
alegres, suspendidas, tendidas al sol, juguetonas, que a veces no asoman para ser sonido, y que han
ido recogiendo a su paso las estaciones.
Un año más, se va sucediendo aquello que se espera y aún así viene de nuevas. Este invierno, por
las nieves, que querían primavera. (Los mayores lo decían). Esta otra por los cientos de trinos
olvidados que la vuelan…
Ya se va anunciando, pueblo tras pueblo, fiesta tras fiesta. Recuerdo ahora una, que está al caer,
que me llamó bastante la atención. (En todas ellas, cuando las compartes, siempre hay quien te
menciona las de años atrás, ya sea para bien, ya sea para mal). Ésta es en Bérchules. Con los
santos, procesionaban los animales del lugar, muchos de ellos adornados, agrupados por categorías.
Una chica joven, a primera hora de la mañana, paseaba su trajín por la calle principal preparando los
avíos del burro… Hasta ese día, yo no había visto nunca ni había pasado por mi imaginación, un
desfile de gallinas.
2. Cada día, La Alpujarra, es una vida abierta.
La otra tarde, en Lobras, pueblo bonito donde los haya, poco transitado, pero lo justo para recibir
saludo, mientras dos hermanos, charlando y bromeando sin soltar pala, hablaban de las papas de la
costa, que cómo están ya, que allí se siembran antes, pero que nos ha pillao el toro, que como
mucho el 19 de marzo y ya estamos en abril…, llegó un hombre de edad, que seguro que también
habrá laborao a más de una bulla, y respondió, tan rotundo como parsimonioso, a un amistoso “qué
pasa”: “tiempo”.
“Mira cómo están los cerezos, que no se me han helao”…
Un año más, se va sucediendo aquello que se espera y aún así viene de nuevas… Y siguiendo el
paseo, se acercará el verano