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Por las márgenes de la rivera
Alcalaboza
La rivera de la Alcalaboza en el curso alto
2
Introducción
El grupo de amigos serranos -formado por Sebastián Martín Vargas, Pepe
Márquez, Eduardo López Berjano, Antonio Rodríguez Guillén y José Luis
Lobo Moriche-, tras haber recorrido a pie el cauce completo del río Chanza,
nos propusimos el objetivo de recorrer los sesenta y cinco kilómetros del
principal afluente del río Chanza: la rivera de la Alcalaboza o rivera de la
Peramora.
El grupo de serranos en el puerto de las Veredas
La Alcalaboza es la rivera más caudalosa delrío Chanza, ambos pertenecientes
a la cuenca hidrográfica del Guadiana. Nace en el Puerto de las Veredas, muy
cercano a Cortegana. Paralelas a estas primeras aguas, las laderas norte de la
Hondonada (término municipal de Almonaster la Real) van conformando el
llamado barranco de los Alcalabocinos, que se unirá al arroyo Alcalaboza en la
junta de Espejito. Antes de la unión, la Alcalaboza está formada por varios
barraquillos: el propio arroyo Alcalaboza, el barranco del Saúco -que baja por
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el paraje La Gaga- y el barranco del Negro -que discurre cercano al camino que
va desde Aroche a Almonaster-.
No nace, pues, la Alcalaboza en una fuente tal como el río Chanza. El inicio
de su cuenca se debe a la disposición de unos montes que vierten doblemente
hacia el Andévalo (Tres Fuentes, El Saltillo…) o hacia la Sierra (Alcalabocinos,
Estercadillas, Valdipuerca, umbrías del Vínculo, umbrías de la Caldera…). En
este primer tramo, la Alcalaboza baja cercana al Chanza; pero las cumbres de
las Pocitas y de la Castellana impiden que ambas riveras se unan de momento.
Transcurrirán 65 kilómetros hasta que la Alcalaboza se haga Chanza en elbaldío
de Rosal, después de haber recorrido en solitario parte de los términos
municipales de Cortegana, Aroche y Rosal de la Frontera.
Desconocemos sieltopónimo “alcalaboza” procede dellatín -con significado
de prisión- o tiene su origen en la lengua árabe -con significado de castillo o
fortaleza-. Aún hoy se nombra a un cabezo de los Alcalabocinos como “el
castillete”.
La cumbre de las Estercadillas, prolongada en los parajes del Vínculo y la
Caldera, desde sus laderas de solana, conforman la rivera de los Ciríes o
Juanablanca, que también recogerá las aguas del paraje de la Bájena, desde la
Venta de Gil Márquez, el Recio, El Puchero… hasta las cumbres de Mojonato
en Sierra Pelada. Juanablanca y Alcalaboza juntarán sus aguas en el puente de la
Peramora.
Existe escasa documentación bibliográfica sobre la rivera Alcalaboza.
Nuestro interés por recorrer las márgenes de su cauce reside en valorar y dar a
conocer todos los aspectos que nos despierten interés durante elrecorrido. Al
no contar el grupo de caminantes con gentes especialistas, esperamos que
nuestras llamadas de atención sirvan para que geólogos, botánicos, geógrafos,
historiadores, antropólogos… presten atención a los atractivos que encierran
nuestras riveras serranas. Al ser su cauce poco conocido, tampoco existe una
literatura comarcal que cante sus encantos en forma de verso o de prosa.
Hemos dividido el recorrido en cuatro etapas de unos 18 kilómetros:
Puerto de las Veredas-Tronca; Tronca-Madre de Dios; Madre de Dios-
San Isidro; San Isidro-Junta con el Chanza.
Para teneruna visión completa de la rivera Alcalaboza, sería interesante incluir
otra etapa, que recogiera el trayecto completo de la rivera de los Ciríes o
Juanablanca, desde la Venta de Gil Márquez hasta el puente de la Peramora,
lugar de unión de ambas riveras.
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1ª etapa: desde el puerto de las Veredas hasta el paraje de Tronca.
Viernes, día 6 de mayo de 2022. Distancia recorrida: 15 kilómetros.
Son las ocho de la mañana. Puntualmente, la mujer de Sebastián -Loli- tiene
aparcada su furgoneta en la plaza principal de Cortegana. Ella nos acerca al
Puerto de las Veredas,lugar inicial de la primera etapa. Los vecinos del pueblo
están empezando a abrirlas puertas de sus casas, mientras que los cinco futuros
caminantes comentan entre sí las circunstancias físicas personales con que
afrontan la aventura: cientos de años acumulados, artritis, próstata, dolores,
meniscos…; pero también mucha ilusión, experiencia vital, persistencia,
optimismo, compañerismo, fuerza mental…
El declive de los parajes del Arenal y Valderrana nos anuncian que serán los
últimos cabezos de Cortegana en verter sus aguas al río Chanza. Es la Gila,
tierra de nuestro barro alfarero, la que inicia la configuración del valle de los
Alcalabocinos y marca el desliz viajero al arroyo Alcalaboza. A nuestras
espaldas, el cabezo del Cojo se queda altanero con sus maravillosas vistas
panorámicas. Quien no haya subido al Cojo se habrá perdido el placer que
encierra la contemplación conjunta de múltiples estampas singulares del
Andévalo, de Portugal y de la Sierra. Cabezo de hornos ladrilleros convertido
hoy en Príncipe de Cortegana para disfrute de los amantes del turismo rural.
Los Alcalabocinos desde el Príncipe de Cortegana
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En el puerto se entrecruzan la carretera que baja a la aldea de las Veredas, el
camino que lleva a la aldea de Gil Márquez o los parajes de la Bájena y Sierra
Pelada,y la vereda que va desde Arochea Almonaster. Las laderas de los montes
derraman sus aguas bien a la cuenca del río Odiel o bien a la rivera de la
Alcalaboza, para finalmente unirse al río Chanza.
Iniciamos la marcha por el camino de Aroche a Almonaster. Enseguida,
presagiamos la belleza y el cromatismo con que los primeros rayos de luz
impregnan las veras tupidas del camino. ¡Qué mezcolanza de vegetación, de
colores y sonidos! ¡Cómo se estiran los alcornoques hacia un cielo que se les
esconde! ¿Ese cortijillo de quién es?, y decenas de preguntas que tienen fácil
respuesta. Nombres de cabezos y personas que humanizan el paisaje: Castilla,
Ventura, Marcelino, Lorenzo… Ahípermanecen imborrables las huellas de sus
antepasados en forma de albercón, pariera o cercón. ¿Quiénes abrirían este tesoro
vegetal?
Camino abajo
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¿A dónde el camino irá?
Aquí también corresponden los versos del poeta “Caminante no hay camino, se
hace camino al andar”.Talcomo las aguas de los Alcalabocinos salvan los escollos
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que se les van presentando,elcamino parece tallado por singulares orfebres; en
este caso, por mujeres y hombres serranos con manos curtidas por el frío, el
solato, la escarcha, el alpechín, los erizos, el carbón, la miel y la corcha.
El inicio del trayecto emprendido invita al caminantea un acto casi litúrgico,
dar gracias a quienes, hace siglos, sembraron unas minúsculas bellotas e
iniciaron una larga espera, que hoy palpamos milagrosamente en forma de
bosquejo. Camino de vida, de perseverancia y de estética, que nos invita a
cumplir las normas del respeto y veneración a la naturaleza.
Dehesa y alcornocal
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Sobrecogimiento y silencios
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Verdes claros
La rivera se esconde constantementede nosotros. Parece como sidesconfiara
del caminante, por temores muy fundados. Profundiza su diminuto caudal de
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un agua muy clara y transparente, que nos obliga a reflexionar sobre el porqué
de tanta limpieza. Goza la Alcalaboza de la gracia de no tropezarse en su curso
con ningún poblado humano. Sus aguas no conocen los malos olores de la
mierda niel malsaborde los detergentes nimaltrato alguno. Supureza contagia
al medio de una virginidad poco común a nuestro alrededor. En las primeras
horas, los rayos solares que inciden en ella dotan a sus soterrados rinconcillos
de una sorprendente tonalidad verde clara, casi esmeralda. De vez en cuando,
el espacio se abre y nos deja ver los castaños de las umbrías, que luchan por
sobrevivir ante el acoso de enfermedades y el empuje devorador de los
alcornoques. Abajo, el campo se transforma en dehesa de enormes encinas.
Entramos en el paraje del Negro, y nos viene a la memoria el nombre de la
familia corteganesa que nos acogía allí en nuestra infancia, los Delicado. Por
entonces,los montes escupían agua de sobra y la Alcalaboza se hacía mayor con
charcos que albergaban barbos y anguilas.
Castaños
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En el Negro
Montecillo
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Y más profundidades
Salimos del Negro, y la rivera gira en busca de más profundidades. Se
entrecruzan caminos que llevan a fincas adehesadas: Capitán, La Castellana, la
Gaga,Chamorro,Corteganilla… De repente, el barranco de los Alcalabocinos
asoma porla izquierda. Viene con fuerza desde la alta Hondonada, a juntarsus
aguas con la Alcalaboza. Testigo de la unión es el cortijo de Espejito, entrada a
las umbrías de Valera. Los caminantes detienen sus pasos para gozar de un
espacio solitario y virgen. ¡Cuánta belleza y plasticidad conjuntadas en cualquier
de sus rincones! Naturaleza vegetal en movimiento constante, hacia el cielo o
en busca del huequecillo que la maraña ha dejado sin cubrir, y que obliga al
árbol -aprisionado su tronco por la apretada yedra- a tomar inclinaciones
fascinantes, como esta bella estampa impresionista.
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¿Y el cielo dónde está?
Luces y reflejos
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¿Cómo no detenerse en los Alcalabocinos?
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Pero… ¿es verdad tan mágico paraje?
Entramos en uno de los parajes con más riqueza cinegética de la Sierra
occidental.Desde la salida del puerto de las Veredas, el grupo ha caminado por
tierras del municipio de Cortegana. Ahora, las umbrías de Valera serán las
últimas sierras corteganesas, antes de que la Alcalaboza se haga arochena. A la
izquierda, altas y apretadas manchas que dan cobijo a las piaras de jabalíes que
bajan a los higuerales, alcornocales y encinares cercanos a la rivera. ¡Cuántas
señales de braveza se agolpan par del camino! ¡Qué delicia haber sido recechero!
Gozar durante la noche y la madrugada de los silencios o de los sonidos bajos
de la naturaleza. Mantenerse impasible ante los miedos, pero con respeto a la
soledad que nos envuelve.
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¿A quién no le gustaría descansar en este lugar?
Son las diez y media de la mañana; y con tantas emociones acumuladas,
Sebastián y José Luis se detienen y tiran de sus mochilas. Es hora de retomarla
fuerza física necesaria. El lugar de descanso elegido tiene como topónimo
Antón Pérez, una pequeña solana que se descuelga desde los altos de Capitán
hasta la rivera. Varios cortijillos derrumbados testimonian que hubo vida
humana en el valle. Allí vivieron hombres de briega como Camilo, José Lunar
y la familia Belloto. A los dos primeros recordamos con el mismo afecto con
que ellos nos acogían. Recuerdo que a José le nombraban como el alcalde de
los Alcalabocinos. Camilo nos hizo llegar muchos testimonios de corteganeses
que permanecieron huidos durante la guerra civil.
Álvaro Fernández García, Belloto, estaba casado con Matilde Martín. Vivían
en Antón Pérez, como jornaleros. Sus hijos Domingo y Antonio Gregorio
sufrieron, en 1949, el acoso del capitán de Cortegana, Juan Ruiz Calderón,
adscrito al Servicio de Persecución de Huidos. Es interesantísimo el estudio de
J. Antonio Jiménez Cubero La guerrilla que nunca existió: Cortegana(Huelva), 1949-
1950.
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Restos del cortijo de Belloto
Desde el cortijo de Belloto
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Entramos en el término municipal de Aroche
Frente a Antón Pérez, se inicia el término municipal de Aroche. Un raspadero
forestal separa ambos municipios: las umbrías de Valera y las Estercadillas.
Fueron estas última un lugar de amparo para numerosos huidos y escenario de
muchas batidas contra humanos.
Al fondo, las Estercadillas
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Bajos de las Estercadillas
La solana de Antón Pérez finaliza con el barranco de la Peñita, y se prolonga
con la sierra delmismo nombre. Tras ella se alzan los restos de la aldea arochena
de Montes delHurón, bárbaramente destruida porlos propietarios de las fincas
aledañas a la aldea. El autor de esta memoria mantiene tan buenos recuerdos
del Hurón, que no se resiste a recordarel texto literario que recientemente le ha
dedicado:
¿Por qué sucumbimos, los serranos, ante la soberbia de quienes
mandaron a tus puertas -abiertas de par en par- gigantescos monstruos
de acero y hierro, con el bárbaro propósito de hacer de ti un erial? ¿Por
qué no hermanamos -aquella maldita mañana- los cuerpos pasivos y
agarrotados, extendimos los brazos encogidos y encendimos nuestros
candiles, a la espera de que clareasen la oscuridad que sólo proyectaba
la mancha de la sinrazón?
Hoy, he vuelto a ti, Hurón de miinfancia, a este solaz de majanos y cal
desmoronada. ¡Cuánto dolor no haber escuchado las voces rebeldes de
los Terreros que gritaban“no”! Sólo me acompañalatriste memoria. Ni
necesidad de paseo ni plaza pública, tu calle, Hurón, se alargaba
verticalmente -como untodo armonioso-haciaLas Pocitas, abiertaaque
entrarael viento norteño que curalas heridas. Olor a zahurdón, a corral
y a poleo. Ahí, tío Julián amarra su burrillo en una argolla; en frente, la
sombra espigada de Mateos se dobla en el pajar; allá, mujeres resueltas
limpian de sangre cuajadalos lebrillos o sueltan sus polluelos y gallinas.
¡Perros campanilleados y acollados, trasiego de mozos con zahones,
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escopetas, tazones de café en los umbrales… y el Hurón se vacía de
hombres que van a la caza del fantasma jabalí que ha marcado sus
pezuñas en el lodazal de la vega del Vínculo!
¡Qué soledad más sobrecogedora muere en el horcajo de la fuente de
la solana!, únicamente reconozco las mismas aulagas y los eternos tojos,
que ya no muestran siquiera un mordisco de cabra. ¿Qué fue del horno
de arriba? ¿Ydel cañamar del puente?Me cuestamirar hacialas umbrías
de los Alcalabocinos, y no escuchar la voz perdida del alcalde huronero
en su olivar, ajeno a los vendavales del tiempo. Resiste el callejón que
lleva al huerto de Belloto, donde escribía coplas de amores y quejas de
carnaval. Pero ¿quién mima ahora su higueral?
Cuando el atardecer regale las primeras luces de estrellas escondidas,
nadie irá a sentarse cerca de la chimenea de la casa de Mateos ni
escuchará historias fabuladas de las eras de Tío Félix y de Prieto. Y sin
en ellas no ocurrió nada, contarán otra vez los secretos del riscal del
Cabezo o del misterioso roquedal de la Mujer. ¿Quién responde de la
muerte salvaje de los montes del Hurón? Haber consentido que
derribasenel nido de la solidaridad es hacernos culpables de un crimen
contra la humanidad.
Escena de El Hurón
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Matanza en El Hurón
Aún resisten al abandono el higueral de El Hurón, el callejón que lleva a
Aroche, los zahurdones, los huertos de Romanero con sus altos cerezos y la
misma belleza de antaño.
Por Romanero
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Hacia El Vínculo
La aliseda del Vínculo
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Singular aliseda de El Vínculo
El Vínculo -también nombradoen plural- fue un paraíso de la caza menory
actualmente es zona de abundante caza mayor. Ya, en 1865, el político
corteganés Miguel Casimiro Sánchez y Salazar acotó para la caza y pesca la
dehesa de tierras de encinas,chaparral, alcornocal, calma y montuosas los sitios
Monte Alto y elVínculo, término de la villa de Aroche. Desde Valdipuerca hasta
el Higueral, con la Vieja y las Tórtolas incluidas, se extienden escenarios
sorprendentes para la caza del jabalí y del ciervo.
Aparte de los valores cinegéticos que conserva el Vínculo, merece destacarla
gran masa arbórea formada por una numerosa formación de alisos, que
constituyen una aliseda singular, digna de conocerse, protegery conservar. Las
tierras llanas por donde discurre la Alcalaboza facilita el estancamiento de las
aguas y que se formen charcas.En sus orillas, crecen centenares de alisos (alnus
glutinosa), árbol caducifolio, acidófilo, de rápido crecimiento y que necesita
humedad permanente en sus raíces. Yesta rivera mantiene un curso permanente
durante todo el año y recibe la influencia atlántica necesaria para el desarrollo
de los alisos.
Los cinco caminantes quedamos extasiados ante la belleza natural de la
prolongada aliseda. Observamos sus hojas caducas, simples, alternas,
redondeadas,oblongas e incluso acorazonada. Y otra vez, nos preguntamos ¿a
qué viene tanta claridad de las aguas y tanta limpieza? Y de nuevo la misma
respuesta: la Alcalaboza no tropieza con ninguna aldea ni caserío. La
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contestación también la dan los amacollados que crecen bajo los alisos y que
indican la calidad del agua y el escaso grado de la alteración humana.
Aliseda
Aliseda para engrandecer nuestro espíritu
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Agua clara para calmar la sed
Abandonamos el Vínculo, lamentando no habernos acercado a ver el bello
cortijo y las dos villas romanas que Antonio tiene marcadas en su plano
topográfico. Colindante con el Vínculo está la dehesa de Tronca, nombre que
toma el paraje del barranco de la Tronca. Sobrecoge la sierra de la umbría de la
Caldera, exenta casi de arbolado, pero con espesas masas de arbustos
mediterráneos. En la solana cierran el espacio los montes de Puerto Cañón; y
de trasfondo, se alza el cabezo Borrero. Por primera vez durante el trayecto
topamos con dos cabreros. Pasado el barranco Rioja, buscamos acomodo para
el descanso.
Rematando la primera etapa
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Merecido descanso
Cabrero
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Y a Sebastián le llegó el sueño
Tras el merecido descanso y haber comido unos bocadillos, nos despedimos
de los dos cabreros con que nos habíamos topado a la entrada de la finca
Tronca.Ellos van en busca de la piara de cabras que pastan en la serranía de la
Caldera. Se pierden portandoun grueso palo que llevan encajado en un enorme
hueso de vaca. Nosotros nos colgamos la mochila y emprendemos el último
kilómetro de la etapa.Nos espera elcortijo de Tronca, donde tenemos aparcado
un coche desde la tarde anterior.
La umbría de la Caldera desde el cortijo de Tronca
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La Caldera
Parideras de Tronca
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Cortijo de Tronca
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Aún no habíamos asimilado tanto cúmulo de emociones vividas, cuandohemos
recibido el golpe duro de que la zona recorrida durante esta primera etapa será
objeto de un proyecto de investigación minero, que afectará a los términos
municipales de Almonasterla Real, Cortegana y Aroche. Hemos dado un grito
de miedo ante el peligro de que la rivera de la Alcalaboza no sea legada a
nuestros hijos e hijas con la misma limpieza y virginidad con que nosotros la
hemos recorrido. ¿Y qué buscan en el cauce de los maravillosos alisos y
sorprendentesfresnos? Grafito. Y si sale oro y plata los arrebañarán también.
El permiso de investigación minera “Valdegrama”, otorgado por la Junta de
Andalucía a la empresa Geoland Services Sl., tiene una vigencia de tres años. ¿Y
a qué viene esta fiebre minera a interesarse por una de las zonas más bellas y
sorprendentesde nuestra Sierra? Coincidiendo con la 1ª Guerra Mundial, en la
zona de los Acebuches y la Fuente de la Gila, se hicieron perforaciones,
registros y comercialización del grafito extraído para la fabricación de crisoles.
Luego, los propietarios dejaron ambas zonas regadas de escorias y socavones.
Huellas más profundas que las dejadas anteriormente por el pueblo romano,
cuando buscaban óxido de hierro en Corteganilla, la Gaga o los Andrinos.
En la actualépoca de guerras internacionales, los buscadores de minas aluden
a que en las escombreras de entonces aparecen grandes concentraciones de
grafito; y que, por tanto, la rivera de la Alcalaboza es zona de interés minero.
Nos preguntamos, ¿y no es zona ya de un alto interés medioambiental? ¡Si los
serranos ya gozamos de la belleza de sus campos y riberas húmedas y repletas
de un mineral vegetativo exuberante! Las administraciones (local, provincial,
autonómica y nacional) deben concienciarse de que la mina física y ambiental
ya está descubierta para el disfrute de todos. Ellas deben facilitar las ayudas y
medios necesarios para que el maravilloso espacio medioambiental redunde
beneficios económicos a los serranos, con actuaciones que favorezcan que la
Sierra deje de vaciarse. ¿O es mejor agujerearnuestros campos y que luego nos
llenen -otra vez más- de basura metálica nuestro tesoro ambiental de la rivera
de la Alcalaboza?
Durante los tres años de actuación de Geoland Services SL. sondearán cuatro
mil metros,comprendidosen 20 pozos de 200 metroscadauno de profundidad.
Y dirán que la zona no verá alterada su riqueza hidráulica ni ambiental. Claro,
son los decires de un coro que sólo busca el enriquecimiento rápido, sin
importarle las graves consecuencias de que la belleza del paraje se esfume para
siempre.
Y no digamos si por suerte para Geoland (y por desgracia para los serranos)
explotaran los previsibles yacimientos de la rivera Alcalaboza. Entonces, la
destrucción será total. Sabemos que nuestros suelos son meta-sedimentos
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terrígenos, donde suele esconderse los agregados cristalinos del grafito, que se
formaron por alta temperatura y baja presión. Los niveles de grafito son
milimétricos. Imaginemos, pues, cómo quedaría nuestra morfología alomada.
Decimos que la Alcalaboza tiene vida, que baja hacia los campos de
Cortegana, Aroche y Rosal regalando parte de su vida y enriqueciendo las
riberas de unos parajes bellísimos. Sabemos que las aguas se rebelan cuando
tratamos de coartar la libertad de su fluir, pero no pueden gritar ante la
descomunalmaquinaria que perforará sus entrañas. Corresponde a los serranos
alzar los brazos y el corazón para evitar un posible desaguisado en la rivera de
la Alcalaboza. Nuestros hijos nos lo agradecerían, como nosotros reconocemos
los esfuerzos de nuestros antepasados.
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2ª Etapa: desde Tronca hasta la Madre de Dios. Viernes, día 13 de mayo
de 2022. Distancia recorrida: 17 kilómetros
33
Los pronósticos indican que las temperaturas serán altas durante la jornada.
El grupo ha tomado las precauciones necesarias para mitigar en lo posible los
inconvenientesque se vayan presentando. Hemos adelantado la salida a las 7 de
la mañana,y puntualmente salimos desde Corteganaen dirección a Aroche. Allí,
recogemos a Antonio y Eduardo. En el coche de José Luis, partimos hacia
Tronca. Lo aparcamos junto a la portera de la finca, nos hacemos una fotografía
y, sin pausa alguna, tomamos a pie el camino que baja hasta la rivera. Son las
7:40 horas de la mañana.
Como es habitual, los cinco miembros del grupo nos mostramos alegres y
optimistas, conductas que favorecen un feliz desarrollo de cada etapa
emprendida. Durante la bajada, nuestras miradas topan contra la gran barrera
montuosa de la umbría de la Caldera. La robustez del matorral mediterráneo
nos contagia de fortaleza y ánimo. Mientras damos nuestros primeros pasos,
caemos la mirada hacia una vegetación de ribera que nos sensibiliza de
inmediato.En frente,chocan entre sí luces que iluminan el campo de múltiples
contrastes.
34
Bajando por Tronca. De frente, la Caldera
Por Tronca
35
La luz matinal, aún no encendida plenamente, nos señala que el horizonte
montuoso está cambiando, ha perdido la braveza inicial que exhalan las
umbrías. La Caldera nos despide y nos acoge la Huerta de Zarza. Sin embargo,
la línea del bosque de ribera se mantiene sin haber agotado su halo de
continuidad.Es la montaña la que cambia de vestido, pero debajo de ella se nos
descubre la belleza vegetal que ofrecen los fresnos (fraxinus excelsior). Han
cambiado el otoñaltono amarillo. Ahora, en las bajuras de las riberas, resaltan
manchas de un verde muy fuerte. ¡Qué juego vegetal tan atractivo es la
alternancia de alisos y fresnos!Y cada uno de ellos nos aporta la misma sombra
y la madera dura, fuerte y flexible. Es el fresno un árbol de propiedades
medicinales: varices, fiebre, dolores, hipertensión, cálculos e, incluso, se usa
como depurador de la sangre. ¡Cuánto secreto reposado en las riberas del
camino!
Vamos dejando atrás a la Caldera
En la umbría varios bosquejos de encinas y alcornoques tratan de vencer a una
mancha apretada que los oprime. En cambio, en la solana, el campo aparece
más adehesado.
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Con la compañía de soberbios fresnos
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En busca de la Alcalaboza de don Daniel
Haber penetrado en el paraje de la Alcalaboza nos retrae a la figura de don
DanielCaballero, tanto padre como hijo, anteriorespropietarios delespacio por
donde caminamos.Ambos forman parte de la historia social, cultural y médica
de Cortegana. Destaca en ellugar un menhir, de la época calcolítica, en torno al
2500-1700 a.n.e. Lo dio a conocerPiñón Varela en la década de 1980, junto con
el menhir de Monte Chico. Está situado en las inmediaciones del cortijo del
Huerto, en la margen derecha de la rivera de la Alcalaboza. Es un bloque de
granito de forma globular, 2 metros de longitud, 1,25 metros de anchura y 0,45
metros de grosor. La parte superior presenta una forma redondeada, mientras
que la inferior es plana. Se encuentra tumbado en el suelo.
Atrás va quedando la Caldera
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Fresnos enmarañados
Dejamos la Caldera y entramos en un paraje adehesadoen la solana, mientras
que en la cara de umbría resaltan los eucaliptales. El grupo abre camino con sus
pisadas. Un caminar lento y precavido, atentos a los malos pasos que se nos
avecinan.Los mapas nos anuncian que la Alcalaboza, antes de dar la cara en el
carril que va desde Aroche al Mustio, tendrá que sortear altos cabezos con una
decena de pronunciadasrevueltas, algunas de casi 360 grados, que acrecentarán
nuestra fatiga y cansancio. Mientras tanto, agradecemos que la dehesa de la
Alcalaboza de don DanielCaballero esté labrada.Pero lo que esperábamos con
temor llegó. Es momento de no perder los nervios ni la paciencia, saber de
sobra que ahora costará avanzar.
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¿Dónde se esconden las revueltas?
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No es momento de desfallecer
¡Vamos, vamos!
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¡Adelante, aunque sea con improvisados bastones!
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Revueltas de casi 360 º
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Y más revueltas
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¡Cuánta belleza escondida!
Esfuerzos
Tras el agobio que supone seguir la corriente del agua en cada revuelta que la
rivera da y saberque has avanzadopocosmetros, elgrupo de caminantes realiza
los últimos esfuerzos para salir dellaberíntico espacio. Tenemos a manoelcarril
45
que une Aroche con el antiguo poblado forestaldel Mustio; y que tiene salida a
la Fresneda, al abandonado poblado minero de El Carpio, San Telmo y al
Andévalo.
Al lugar los lugareños lo llaman “Pasos de Juan Gordo”, un angosto
desfiladero motivo de leyendas e historias de la caza del lobo. Una culebrilla
atraviesa el carril al par que nosotros, pero en sentido contrario. ¿A dónde irá a
pararla joven reptil? ¿Y nosotros llegaremos alfinal de la etapa? Se nos presenta
la duda de qué senda tomar. Cabe la posibilidad de coger el carril que va
directamente a la Madre de Dios o bajar al puente de la Peramora y seguir el
cauce de la rivera por la margen izquierda, paralelo al camino que conduce a
Monterrey. Descartamos elcamino de la Madre de Dios poralejarse en demasía
de la rivera. Así que seguimos el carril de la Peramora hasta caer en el puente
de su mismo nombre.
Por el carril, en dirección al puente de la Peramora
46
¿A dónde irá la joven culebrilla?
Momentos de respiro
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Paisaje de la Peramora
En la Peramora se unen las riveras de la Alcalaboza y Juanablanca, deno-
minadas también rivera de la Peramora y rivera de los Ciríes. El puente es testigo
de tan fecunda unión. Allí, las sierras y las dehesas conforman un paisaje
singular y humanizado.Desde siempre hubo vida en ellugar. Buena tierra, valle
y agua en abundancia mantuvieron desde siglos la actividad humana. Dicen que
por ella pasaba la cañada real para facilitar la trashumancia del ganado ovino
hasta llegar alAndévalo.Antonio disiente de la señalización oficial de la cañada.
¡Y él sabrá!, porque nuestro arocheno compañero alberga en sí un baúl de
documentos.
Del puente, destaca la altura y precipicio a ambas riveras, los arcos y la
envergadura de los mismos. Un cartel del Medio Ambiente nos indica que
estamos en el paraje natural de Sierra Pelada y Rivera del Aserrador, en los
términos municipales de Almonaster, Cortegana, Aroche y Rosalde la Frontera.
El paraje natural alberga una gran colonia del buitre negro. En la última etapa,
el grupo pasará porellugar donde la rivera delAserrador se une a la Alcalaboza.
Junto al cauce, a la orilla de una de las charcas frecuentadas por los bañistas,
descolgamos nuestras mochilas y reponemos las fuerzas necesarias para
proseguir la marcha. Una botella de vino tinto pasa de mano en mano.
48
En el puente de la Peramora
Un alto en el camino
49
Puente de la Peramora
Paraje natural
50
¡Cuán lejos se divisa el final de etapa!
Atrás quedó el puente y la junta de las dos riveras. Una Alcalaboza más
caudalosa nos acompaña. Seguimos la margen izquierda, en dirección a
Monterrey, por un espacio adehesado. Testigos de tan extensa dehesa de
encinares son los cortijillos que se asientan a la vera del camino. Algunos de
ellos se han incorporado a la red de casas rurales. El campo se llena de ganado,
de paz y de calma.
Cortijillo
51
Camino de Monterrey
Camino y casas de turismo rural
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Alojamiento rural
El grupo de caminantes agradece la visión delcortijo de Monterrey, un espacio
singular, que los propietarios han destinadoalturismo rural. Si alguien necesita
un lugar mágico de descanso,Monterrey es eso: el rey de los montes. ¿Quién se
resiste a recorrervisualmente el tesoro pétreo y vegetalque ofrecen los Puntales
de las Peñas? Es el inicio del paraje natural de las Peñas, más de setecientas
hectáreas de media montaña,donde nidificanel buitre negro, el milano real, el
águila real, el águila culebrera, el águila calzada, y donde se cobijan múltiples
especies de mamíferos. El paraje es Zona Especial de Protección y Zona
Especial de Protección y Conservación.
La morfología geológica de las Peñas está formada porbarranqueras y grandes
formaciones de granito que adquieren muy diversas formas caprichosas al ser
desgastados los bloques graníticos por la fuerza de la erosión. Si enormes son
los bloques pétreos, colosal es el bosque de vegetación que, a veces, oculta la
masa granítica.Brezos, jaras, madroñeras, coscojas, charnecas, retamas arropan
de monte mediterráneo albatolito. Un puntogeodésicomarca538 metros sobre
el nivel del mar.
Las Peñas estuvieron pobladas por el ser humano desde el Neolítico. Se han
encontradorestos prehistóricos, célticos, romanos, medievales… Los Puntales
nos serenan y situamos al final de ellos a la cueva del Monje.
Nuestro amigo Pepe Castilla nos da la bienvenida y nos ofrece su exquisita
cordialidad, acompañada de un aromático café preparado para los cinco
caminantes.
53
Cortijo de Monterrey
Los Puntales de las Peñas desde Monterrey
54
Los caminantes en Monterrey
Patios del cortijo de Monterrey
55
Un descanso, con café incluido, en Monterrey
A los Puntales les sigue un bello cabezo que esconde la cueva del Monje,
refugio de los primeros habitantes del contorno y que, durante la guerra civil,
sirvió de refugio a muchos de los fugitivos republicanos. Hay constancia de que
un grupo de unos ciento cincuenta hombres deambularon por las Peñas.
En la ladera sur del cabezo del Monje, en la veguilla por donde discurren las
primeras aguas del barranco de las Peñas existen aún un par de cortijillos
habitados. Allí, conocí a la familia del Estanquero, a tío Marcelino, al
picapedrero Manso y a Juan Rizo y su compañera Florentina.
Cabezo del Monje
56
Me es imposible no dedicarles una oración poética a aquellos hombres y
mujeres que tanto me ofrecían, cuando llegaba a sus cortijillos en busca de
remanso y caza. Para muchos serranos, las Peñas se identifican con los
recuerdos de aquellas familias. En voz baja interior, desgrano una de mis
estampas literarias,dedicada a aquelhombre bonachón que me embelesaba con
sus sabias palabras entrecortadas. Él vivirá eternamente enriscado en las Peñas.
Tú, Juan Rizo, al igual que antaño, seguirás enriscado en Las Peñas,
en el cabezo alto del marco topográfico, ¿no? Imagino que, cuando la
tormenta ennegrece, acá sobre el oriente, el castillo de Cortegana,
buscarás refugio en la cueva del Monje, que siempre fue una extensión
de tu cortijillo par del barranco. Eres lamúsicacalladade Las Peñas, sin
ti serían sólo un desparrame de gigantesca masa pétrea sin vida, una
retahílade nombres sin almanadamás. El Castillo, laVíbora, los Praítos,
los Puntales o las Pesebreras¿qué serían sin el monte tronchadopor tus
pasos encaminados hacia Monterrey o hasta la Madre de Dios?
Hoy he llegado a la esplanada a la que Florentina y tú llenabais de
hermosurahumana. Caído sigue el menhir que nos servíade sentadero;
y derrumbado, el árbol medio secodel que tu compañeraretirabalaseñal
convenida y avisadora de la visita inoportuna de una pareja de guardias
civiles. Mientras unos buitres sobrevuelan los salvajes collados de la
fuente del Loro, he vuelto a escuchar tus sabias palabras envueltas en
serenidades, a embelesarme de cómo las impregnas de dulzura tras
sorber el buche de café que huele a torrefacto.
Siéntate a mi lado, y compartamos del porrón tragos de Salas, hasta
que trabes lalenguay tropieces porlas cerradas trochas que nos llevaban
hasta la umbría de Teodora. Cuéntame historias del Estanquero y de
Marcelino, aunque las hayamos vivido juntos más de diez lunas. No
importa, porque las escenas sencillas de tus vecinos se convertirán de
nuevo en transcendentescon las palabras ahumadas que se te escaparán
entre caladay calada. Enséñame el muestrario de huesos queguardas en
tu peculiar museo. Quiero volver a ver ese extraño animal prehistórico
que enseguida ensamblas con tus manos.
No temas hurto alguno del maldito mandamás de El Mustio, que
delante de míno osaráarrancartetu perdigónamigo. ¡Sácalo alafachada
paraque sus reclamosy cuchicheos inundende primaveralos ancestrales
charnecales! Quiero oler los mismos néctares, polen, semillas, hojas y
frutos que dilatan tus sentidos. Quiero ser el Juan Rizo que desde estos
cotorros aireade ánimo las calles de Aroche. Tú, autárquico soñador, que
nuncaalteras tu interior. Tú, hijo de las flores y de los pedregales, dime
57
cuál es el secreto de tu disfrute estético. Déjame compartir contigo tu
vida salvaje en este apartado paraje de Las Peñas, hundirme en el
pantanal de tus cañadas con el deseo de marcar con mis pisadas este
maravilloso paisaje tuyo. Y cuando llegue el instante de nuestra
despedida, aguantaré con rabiatu embestidafraternal y te dejaré a solas
con tu Florentina, en este paraísosin vallar desdedonde engendras tanto
amor.
En marcha otra vez
Cara norte de las Peñas
58
Y más Peñas
La caída del terreno de Monterrey nos ayuda a encontrar el camino hecho
carrilillo que nos llevará de nuevo a la Alcalaboza. Caminamos por los pies de
la cara norte de las Peñas, orillada a la rivera. Resulta fascinante sortear los
escollos salvajes que se nos van presentando. No se ven huellas recientes de
seres humanos,sólo pisadas de jabalíes y una calma que asusta. El sol aprieta y
nuestros pasos se van haciendo cada vez más cansinos.
Zona adehesada
59
Cruzar la Alcalaboza
Solanilla
60
Por la cara norte
Equilibrio
61
Cabezo
Rivera
62
Y de nuevo cruzar
La maraña vegetalque cubre los pies de la cara norte de las Peñas nos obliga
a cruzar repetidamentela rivera y buscarlas trochas que los grandes mamíferos
han abierto entre el barbasco. Es un bello juego, pero que conlleva un desgaste
acumulado a tanto aplomo con que nos castiga elsol. Tenemos previsto elfinal
de etapa en el cortijo de la Madre de Dios, a donde llegan las últimas rodadas
del carril que va desde Aroche. Antonio nos indica que tendremos que dejar
definitivamente los pies de las Peñas y tomarla solanilla adehesa que nos ofrece
la margen derecha de la Alcalaboza. Un rosario de cabezos graníticos se nos
pierde en la lontananza.Será parte de la tercera etapa.Alcanzamos los últimos
suspiros del carril, pero seguimos flanqueados por la gran cara norte de las
maravillosas Peñas.
¡Adiós, rivera y matracales!
63
¡Adiós, Peñas bravía!
Carril a la Madre de Dios
64
Desde la Madre de Dios
Cortijo de la Madre de Dios
65

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  • 1. 1 Por las márgenes de la rivera Alcalaboza La rivera de la Alcalaboza en el curso alto
  • 2. 2 Introducción El grupo de amigos serranos -formado por Sebastián Martín Vargas, Pepe Márquez, Eduardo López Berjano, Antonio Rodríguez Guillén y José Luis Lobo Moriche-, tras haber recorrido a pie el cauce completo del río Chanza, nos propusimos el objetivo de recorrer los sesenta y cinco kilómetros del principal afluente del río Chanza: la rivera de la Alcalaboza o rivera de la Peramora. El grupo de serranos en el puerto de las Veredas La Alcalaboza es la rivera más caudalosa delrío Chanza, ambos pertenecientes a la cuenca hidrográfica del Guadiana. Nace en el Puerto de las Veredas, muy cercano a Cortegana. Paralelas a estas primeras aguas, las laderas norte de la Hondonada (término municipal de Almonaster la Real) van conformando el llamado barranco de los Alcalabocinos, que se unirá al arroyo Alcalaboza en la junta de Espejito. Antes de la unión, la Alcalaboza está formada por varios barraquillos: el propio arroyo Alcalaboza, el barranco del Saúco -que baja por
  • 3. 3 el paraje La Gaga- y el barranco del Negro -que discurre cercano al camino que va desde Aroche a Almonaster-. No nace, pues, la Alcalaboza en una fuente tal como el río Chanza. El inicio de su cuenca se debe a la disposición de unos montes que vierten doblemente hacia el Andévalo (Tres Fuentes, El Saltillo…) o hacia la Sierra (Alcalabocinos, Estercadillas, Valdipuerca, umbrías del Vínculo, umbrías de la Caldera…). En este primer tramo, la Alcalaboza baja cercana al Chanza; pero las cumbres de las Pocitas y de la Castellana impiden que ambas riveras se unan de momento. Transcurrirán 65 kilómetros hasta que la Alcalaboza se haga Chanza en elbaldío de Rosal, después de haber recorrido en solitario parte de los términos municipales de Cortegana, Aroche y Rosal de la Frontera. Desconocemos sieltopónimo “alcalaboza” procede dellatín -con significado de prisión- o tiene su origen en la lengua árabe -con significado de castillo o fortaleza-. Aún hoy se nombra a un cabezo de los Alcalabocinos como “el castillete”. La cumbre de las Estercadillas, prolongada en los parajes del Vínculo y la Caldera, desde sus laderas de solana, conforman la rivera de los Ciríes o Juanablanca, que también recogerá las aguas del paraje de la Bájena, desde la Venta de Gil Márquez, el Recio, El Puchero… hasta las cumbres de Mojonato en Sierra Pelada. Juanablanca y Alcalaboza juntarán sus aguas en el puente de la Peramora. Existe escasa documentación bibliográfica sobre la rivera Alcalaboza. Nuestro interés por recorrer las márgenes de su cauce reside en valorar y dar a conocer todos los aspectos que nos despierten interés durante elrecorrido. Al no contar el grupo de caminantes con gentes especialistas, esperamos que nuestras llamadas de atención sirvan para que geólogos, botánicos, geógrafos, historiadores, antropólogos… presten atención a los atractivos que encierran nuestras riveras serranas. Al ser su cauce poco conocido, tampoco existe una literatura comarcal que cante sus encantos en forma de verso o de prosa. Hemos dividido el recorrido en cuatro etapas de unos 18 kilómetros: Puerto de las Veredas-Tronca; Tronca-Madre de Dios; Madre de Dios- San Isidro; San Isidro-Junta con el Chanza. Para teneruna visión completa de la rivera Alcalaboza, sería interesante incluir otra etapa, que recogiera el trayecto completo de la rivera de los Ciríes o Juanablanca, desde la Venta de Gil Márquez hasta el puente de la Peramora, lugar de unión de ambas riveras.
  • 4. 4 1ª etapa: desde el puerto de las Veredas hasta el paraje de Tronca. Viernes, día 6 de mayo de 2022. Distancia recorrida: 15 kilómetros. Son las ocho de la mañana. Puntualmente, la mujer de Sebastián -Loli- tiene aparcada su furgoneta en la plaza principal de Cortegana. Ella nos acerca al Puerto de las Veredas,lugar inicial de la primera etapa. Los vecinos del pueblo están empezando a abrirlas puertas de sus casas, mientras que los cinco futuros caminantes comentan entre sí las circunstancias físicas personales con que afrontan la aventura: cientos de años acumulados, artritis, próstata, dolores, meniscos…; pero también mucha ilusión, experiencia vital, persistencia, optimismo, compañerismo, fuerza mental… El declive de los parajes del Arenal y Valderrana nos anuncian que serán los últimos cabezos de Cortegana en verter sus aguas al río Chanza. Es la Gila, tierra de nuestro barro alfarero, la que inicia la configuración del valle de los Alcalabocinos y marca el desliz viajero al arroyo Alcalaboza. A nuestras espaldas, el cabezo del Cojo se queda altanero con sus maravillosas vistas panorámicas. Quien no haya subido al Cojo se habrá perdido el placer que encierra la contemplación conjunta de múltiples estampas singulares del Andévalo, de Portugal y de la Sierra. Cabezo de hornos ladrilleros convertido hoy en Príncipe de Cortegana para disfrute de los amantes del turismo rural. Los Alcalabocinos desde el Príncipe de Cortegana
  • 5. 5 En el puerto se entrecruzan la carretera que baja a la aldea de las Veredas, el camino que lleva a la aldea de Gil Márquez o los parajes de la Bájena y Sierra Pelada,y la vereda que va desde Arochea Almonaster. Las laderas de los montes derraman sus aguas bien a la cuenca del río Odiel o bien a la rivera de la Alcalaboza, para finalmente unirse al río Chanza. Iniciamos la marcha por el camino de Aroche a Almonaster. Enseguida, presagiamos la belleza y el cromatismo con que los primeros rayos de luz impregnan las veras tupidas del camino. ¡Qué mezcolanza de vegetación, de colores y sonidos! ¡Cómo se estiran los alcornoques hacia un cielo que se les esconde! ¿Ese cortijillo de quién es?, y decenas de preguntas que tienen fácil respuesta. Nombres de cabezos y personas que humanizan el paisaje: Castilla, Ventura, Marcelino, Lorenzo… Ahípermanecen imborrables las huellas de sus antepasados en forma de albercón, pariera o cercón. ¿Quiénes abrirían este tesoro vegetal? Camino abajo
  • 6. 6 ¿A dónde el camino irá? Aquí también corresponden los versos del poeta “Caminante no hay camino, se hace camino al andar”.Talcomo las aguas de los Alcalabocinos salvan los escollos
  • 7. 7 que se les van presentando,elcamino parece tallado por singulares orfebres; en este caso, por mujeres y hombres serranos con manos curtidas por el frío, el solato, la escarcha, el alpechín, los erizos, el carbón, la miel y la corcha. El inicio del trayecto emprendido invita al caminantea un acto casi litúrgico, dar gracias a quienes, hace siglos, sembraron unas minúsculas bellotas e iniciaron una larga espera, que hoy palpamos milagrosamente en forma de bosquejo. Camino de vida, de perseverancia y de estética, que nos invita a cumplir las normas del respeto y veneración a la naturaleza. Dehesa y alcornocal
  • 9. 9 Verdes claros La rivera se esconde constantementede nosotros. Parece como sidesconfiara del caminante, por temores muy fundados. Profundiza su diminuto caudal de
  • 10. 10 un agua muy clara y transparente, que nos obliga a reflexionar sobre el porqué de tanta limpieza. Goza la Alcalaboza de la gracia de no tropezarse en su curso con ningún poblado humano. Sus aguas no conocen los malos olores de la mierda niel malsaborde los detergentes nimaltrato alguno. Supureza contagia al medio de una virginidad poco común a nuestro alrededor. En las primeras horas, los rayos solares que inciden en ella dotan a sus soterrados rinconcillos de una sorprendente tonalidad verde clara, casi esmeralda. De vez en cuando, el espacio se abre y nos deja ver los castaños de las umbrías, que luchan por sobrevivir ante el acoso de enfermedades y el empuje devorador de los alcornoques. Abajo, el campo se transforma en dehesa de enormes encinas. Entramos en el paraje del Negro, y nos viene a la memoria el nombre de la familia corteganesa que nos acogía allí en nuestra infancia, los Delicado. Por entonces,los montes escupían agua de sobra y la Alcalaboza se hacía mayor con charcos que albergaban barbos y anguilas. Castaños
  • 12. 12 Y más profundidades Salimos del Negro, y la rivera gira en busca de más profundidades. Se entrecruzan caminos que llevan a fincas adehesadas: Capitán, La Castellana, la Gaga,Chamorro,Corteganilla… De repente, el barranco de los Alcalabocinos asoma porla izquierda. Viene con fuerza desde la alta Hondonada, a juntarsus aguas con la Alcalaboza. Testigo de la unión es el cortijo de Espejito, entrada a las umbrías de Valera. Los caminantes detienen sus pasos para gozar de un espacio solitario y virgen. ¡Cuánta belleza y plasticidad conjuntadas en cualquier de sus rincones! Naturaleza vegetal en movimiento constante, hacia el cielo o en busca del huequecillo que la maraña ha dejado sin cubrir, y que obliga al árbol -aprisionado su tronco por la apretada yedra- a tomar inclinaciones fascinantes, como esta bella estampa impresionista.
  • 13. 13 ¿Y el cielo dónde está? Luces y reflejos
  • 14. 14 ¿Cómo no detenerse en los Alcalabocinos?
  • 15. 15 Pero… ¿es verdad tan mágico paraje? Entramos en uno de los parajes con más riqueza cinegética de la Sierra occidental.Desde la salida del puerto de las Veredas, el grupo ha caminado por tierras del municipio de Cortegana. Ahora, las umbrías de Valera serán las últimas sierras corteganesas, antes de que la Alcalaboza se haga arochena. A la izquierda, altas y apretadas manchas que dan cobijo a las piaras de jabalíes que bajan a los higuerales, alcornocales y encinares cercanos a la rivera. ¡Cuántas señales de braveza se agolpan par del camino! ¡Qué delicia haber sido recechero! Gozar durante la noche y la madrugada de los silencios o de los sonidos bajos de la naturaleza. Mantenerse impasible ante los miedos, pero con respeto a la soledad que nos envuelve.
  • 16. 16 ¿A quién no le gustaría descansar en este lugar? Son las diez y media de la mañana; y con tantas emociones acumuladas, Sebastián y José Luis se detienen y tiran de sus mochilas. Es hora de retomarla fuerza física necesaria. El lugar de descanso elegido tiene como topónimo Antón Pérez, una pequeña solana que se descuelga desde los altos de Capitán hasta la rivera. Varios cortijillos derrumbados testimonian que hubo vida humana en el valle. Allí vivieron hombres de briega como Camilo, José Lunar y la familia Belloto. A los dos primeros recordamos con el mismo afecto con que ellos nos acogían. Recuerdo que a José le nombraban como el alcalde de los Alcalabocinos. Camilo nos hizo llegar muchos testimonios de corteganeses que permanecieron huidos durante la guerra civil. Álvaro Fernández García, Belloto, estaba casado con Matilde Martín. Vivían en Antón Pérez, como jornaleros. Sus hijos Domingo y Antonio Gregorio sufrieron, en 1949, el acoso del capitán de Cortegana, Juan Ruiz Calderón, adscrito al Servicio de Persecución de Huidos. Es interesantísimo el estudio de J. Antonio Jiménez Cubero La guerrilla que nunca existió: Cortegana(Huelva), 1949- 1950.
  • 17. 17 Restos del cortijo de Belloto Desde el cortijo de Belloto
  • 18. 18 Entramos en el término municipal de Aroche Frente a Antón Pérez, se inicia el término municipal de Aroche. Un raspadero forestal separa ambos municipios: las umbrías de Valera y las Estercadillas. Fueron estas última un lugar de amparo para numerosos huidos y escenario de muchas batidas contra humanos. Al fondo, las Estercadillas
  • 19. 19 Bajos de las Estercadillas La solana de Antón Pérez finaliza con el barranco de la Peñita, y se prolonga con la sierra delmismo nombre. Tras ella se alzan los restos de la aldea arochena de Montes delHurón, bárbaramente destruida porlos propietarios de las fincas aledañas a la aldea. El autor de esta memoria mantiene tan buenos recuerdos del Hurón, que no se resiste a recordarel texto literario que recientemente le ha dedicado: ¿Por qué sucumbimos, los serranos, ante la soberbia de quienes mandaron a tus puertas -abiertas de par en par- gigantescos monstruos de acero y hierro, con el bárbaro propósito de hacer de ti un erial? ¿Por qué no hermanamos -aquella maldita mañana- los cuerpos pasivos y agarrotados, extendimos los brazos encogidos y encendimos nuestros candiles, a la espera de que clareasen la oscuridad que sólo proyectaba la mancha de la sinrazón? Hoy, he vuelto a ti, Hurón de miinfancia, a este solaz de majanos y cal desmoronada. ¡Cuánto dolor no haber escuchado las voces rebeldes de los Terreros que gritaban“no”! Sólo me acompañalatriste memoria. Ni necesidad de paseo ni plaza pública, tu calle, Hurón, se alargaba verticalmente -como untodo armonioso-haciaLas Pocitas, abiertaaque entrarael viento norteño que curalas heridas. Olor a zahurdón, a corral y a poleo. Ahí, tío Julián amarra su burrillo en una argolla; en frente, la sombra espigada de Mateos se dobla en el pajar; allá, mujeres resueltas limpian de sangre cuajadalos lebrillos o sueltan sus polluelos y gallinas. ¡Perros campanilleados y acollados, trasiego de mozos con zahones,
  • 20. 20 escopetas, tazones de café en los umbrales… y el Hurón se vacía de hombres que van a la caza del fantasma jabalí que ha marcado sus pezuñas en el lodazal de la vega del Vínculo! ¡Qué soledad más sobrecogedora muere en el horcajo de la fuente de la solana!, únicamente reconozco las mismas aulagas y los eternos tojos, que ya no muestran siquiera un mordisco de cabra. ¿Qué fue del horno de arriba? ¿Ydel cañamar del puente?Me cuestamirar hacialas umbrías de los Alcalabocinos, y no escuchar la voz perdida del alcalde huronero en su olivar, ajeno a los vendavales del tiempo. Resiste el callejón que lleva al huerto de Belloto, donde escribía coplas de amores y quejas de carnaval. Pero ¿quién mima ahora su higueral? Cuando el atardecer regale las primeras luces de estrellas escondidas, nadie irá a sentarse cerca de la chimenea de la casa de Mateos ni escuchará historias fabuladas de las eras de Tío Félix y de Prieto. Y sin en ellas no ocurrió nada, contarán otra vez los secretos del riscal del Cabezo o del misterioso roquedal de la Mujer. ¿Quién responde de la muerte salvaje de los montes del Hurón? Haber consentido que derribasenel nido de la solidaridad es hacernos culpables de un crimen contra la humanidad. Escena de El Hurón
  • 21. 21 Matanza en El Hurón Aún resisten al abandono el higueral de El Hurón, el callejón que lleva a Aroche, los zahurdones, los huertos de Romanero con sus altos cerezos y la misma belleza de antaño. Por Romanero
  • 22. 22 Hacia El Vínculo La aliseda del Vínculo
  • 23. 23 Singular aliseda de El Vínculo El Vínculo -también nombradoen plural- fue un paraíso de la caza menory actualmente es zona de abundante caza mayor. Ya, en 1865, el político corteganés Miguel Casimiro Sánchez y Salazar acotó para la caza y pesca la dehesa de tierras de encinas,chaparral, alcornocal, calma y montuosas los sitios Monte Alto y elVínculo, término de la villa de Aroche. Desde Valdipuerca hasta el Higueral, con la Vieja y las Tórtolas incluidas, se extienden escenarios sorprendentes para la caza del jabalí y del ciervo. Aparte de los valores cinegéticos que conserva el Vínculo, merece destacarla gran masa arbórea formada por una numerosa formación de alisos, que constituyen una aliseda singular, digna de conocerse, protegery conservar. Las tierras llanas por donde discurre la Alcalaboza facilita el estancamiento de las aguas y que se formen charcas.En sus orillas, crecen centenares de alisos (alnus glutinosa), árbol caducifolio, acidófilo, de rápido crecimiento y que necesita humedad permanente en sus raíces. Yesta rivera mantiene un curso permanente durante todo el año y recibe la influencia atlántica necesaria para el desarrollo de los alisos. Los cinco caminantes quedamos extasiados ante la belleza natural de la prolongada aliseda. Observamos sus hojas caducas, simples, alternas, redondeadas,oblongas e incluso acorazonada. Y otra vez, nos preguntamos ¿a qué viene tanta claridad de las aguas y tanta limpieza? Y de nuevo la misma respuesta: la Alcalaboza no tropieza con ninguna aldea ni caserío. La
  • 24. 24 contestación también la dan los amacollados que crecen bajo los alisos y que indican la calidad del agua y el escaso grado de la alteración humana. Aliseda Aliseda para engrandecer nuestro espíritu
  • 25. 25 Agua clara para calmar la sed Abandonamos el Vínculo, lamentando no habernos acercado a ver el bello cortijo y las dos villas romanas que Antonio tiene marcadas en su plano topográfico. Colindante con el Vínculo está la dehesa de Tronca, nombre que toma el paraje del barranco de la Tronca. Sobrecoge la sierra de la umbría de la Caldera, exenta casi de arbolado, pero con espesas masas de arbustos mediterráneos. En la solana cierran el espacio los montes de Puerto Cañón; y de trasfondo, se alza el cabezo Borrero. Por primera vez durante el trayecto topamos con dos cabreros. Pasado el barranco Rioja, buscamos acomodo para el descanso. Rematando la primera etapa
  • 27. 27 Y a Sebastián le llegó el sueño Tras el merecido descanso y haber comido unos bocadillos, nos despedimos de los dos cabreros con que nos habíamos topado a la entrada de la finca Tronca.Ellos van en busca de la piara de cabras que pastan en la serranía de la Caldera. Se pierden portandoun grueso palo que llevan encajado en un enorme hueso de vaca. Nosotros nos colgamos la mochila y emprendemos el último kilómetro de la etapa.Nos espera elcortijo de Tronca, donde tenemos aparcado un coche desde la tarde anterior. La umbría de la Caldera desde el cortijo de Tronca
  • 30. 30 Aún no habíamos asimilado tanto cúmulo de emociones vividas, cuandohemos recibido el golpe duro de que la zona recorrida durante esta primera etapa será objeto de un proyecto de investigación minero, que afectará a los términos municipales de Almonasterla Real, Cortegana y Aroche. Hemos dado un grito de miedo ante el peligro de que la rivera de la Alcalaboza no sea legada a nuestros hijos e hijas con la misma limpieza y virginidad con que nosotros la hemos recorrido. ¿Y qué buscan en el cauce de los maravillosos alisos y sorprendentesfresnos? Grafito. Y si sale oro y plata los arrebañarán también. El permiso de investigación minera “Valdegrama”, otorgado por la Junta de Andalucía a la empresa Geoland Services Sl., tiene una vigencia de tres años. ¿Y a qué viene esta fiebre minera a interesarse por una de las zonas más bellas y sorprendentesde nuestra Sierra? Coincidiendo con la 1ª Guerra Mundial, en la zona de los Acebuches y la Fuente de la Gila, se hicieron perforaciones, registros y comercialización del grafito extraído para la fabricación de crisoles. Luego, los propietarios dejaron ambas zonas regadas de escorias y socavones. Huellas más profundas que las dejadas anteriormente por el pueblo romano, cuando buscaban óxido de hierro en Corteganilla, la Gaga o los Andrinos. En la actualépoca de guerras internacionales, los buscadores de minas aluden a que en las escombreras de entonces aparecen grandes concentraciones de grafito; y que, por tanto, la rivera de la Alcalaboza es zona de interés minero. Nos preguntamos, ¿y no es zona ya de un alto interés medioambiental? ¡Si los serranos ya gozamos de la belleza de sus campos y riberas húmedas y repletas de un mineral vegetativo exuberante! Las administraciones (local, provincial, autonómica y nacional) deben concienciarse de que la mina física y ambiental ya está descubierta para el disfrute de todos. Ellas deben facilitar las ayudas y medios necesarios para que el maravilloso espacio medioambiental redunde beneficios económicos a los serranos, con actuaciones que favorezcan que la Sierra deje de vaciarse. ¿O es mejor agujerearnuestros campos y que luego nos llenen -otra vez más- de basura metálica nuestro tesoro ambiental de la rivera de la Alcalaboza? Durante los tres años de actuación de Geoland Services SL. sondearán cuatro mil metros,comprendidosen 20 pozos de 200 metroscadauno de profundidad. Y dirán que la zona no verá alterada su riqueza hidráulica ni ambiental. Claro, son los decires de un coro que sólo busca el enriquecimiento rápido, sin importarle las graves consecuencias de que la belleza del paraje se esfume para siempre. Y no digamos si por suerte para Geoland (y por desgracia para los serranos) explotaran los previsibles yacimientos de la rivera Alcalaboza. Entonces, la destrucción será total. Sabemos que nuestros suelos son meta-sedimentos
  • 31. 31 terrígenos, donde suele esconderse los agregados cristalinos del grafito, que se formaron por alta temperatura y baja presión. Los niveles de grafito son milimétricos. Imaginemos, pues, cómo quedaría nuestra morfología alomada. Decimos que la Alcalaboza tiene vida, que baja hacia los campos de Cortegana, Aroche y Rosal regalando parte de su vida y enriqueciendo las riberas de unos parajes bellísimos. Sabemos que las aguas se rebelan cuando tratamos de coartar la libertad de su fluir, pero no pueden gritar ante la descomunalmaquinaria que perforará sus entrañas. Corresponde a los serranos alzar los brazos y el corazón para evitar un posible desaguisado en la rivera de la Alcalaboza. Nuestros hijos nos lo agradecerían, como nosotros reconocemos los esfuerzos de nuestros antepasados.
  • 32. 32 2ª Etapa: desde Tronca hasta la Madre de Dios. Viernes, día 13 de mayo de 2022. Distancia recorrida: 17 kilómetros
  • 33. 33 Los pronósticos indican que las temperaturas serán altas durante la jornada. El grupo ha tomado las precauciones necesarias para mitigar en lo posible los inconvenientesque se vayan presentando. Hemos adelantado la salida a las 7 de la mañana,y puntualmente salimos desde Corteganaen dirección a Aroche. Allí, recogemos a Antonio y Eduardo. En el coche de José Luis, partimos hacia Tronca. Lo aparcamos junto a la portera de la finca, nos hacemos una fotografía y, sin pausa alguna, tomamos a pie el camino que baja hasta la rivera. Son las 7:40 horas de la mañana. Como es habitual, los cinco miembros del grupo nos mostramos alegres y optimistas, conductas que favorecen un feliz desarrollo de cada etapa emprendida. Durante la bajada, nuestras miradas topan contra la gran barrera montuosa de la umbría de la Caldera. La robustez del matorral mediterráneo nos contagia de fortaleza y ánimo. Mientras damos nuestros primeros pasos, caemos la mirada hacia una vegetación de ribera que nos sensibiliza de inmediato.En frente,chocan entre sí luces que iluminan el campo de múltiples contrastes.
  • 34. 34 Bajando por Tronca. De frente, la Caldera Por Tronca
  • 35. 35 La luz matinal, aún no encendida plenamente, nos señala que el horizonte montuoso está cambiando, ha perdido la braveza inicial que exhalan las umbrías. La Caldera nos despide y nos acoge la Huerta de Zarza. Sin embargo, la línea del bosque de ribera se mantiene sin haber agotado su halo de continuidad.Es la montaña la que cambia de vestido, pero debajo de ella se nos descubre la belleza vegetal que ofrecen los fresnos (fraxinus excelsior). Han cambiado el otoñaltono amarillo. Ahora, en las bajuras de las riberas, resaltan manchas de un verde muy fuerte. ¡Qué juego vegetal tan atractivo es la alternancia de alisos y fresnos!Y cada uno de ellos nos aporta la misma sombra y la madera dura, fuerte y flexible. Es el fresno un árbol de propiedades medicinales: varices, fiebre, dolores, hipertensión, cálculos e, incluso, se usa como depurador de la sangre. ¡Cuánto secreto reposado en las riberas del camino! Vamos dejando atrás a la Caldera En la umbría varios bosquejos de encinas y alcornoques tratan de vencer a una mancha apretada que los oprime. En cambio, en la solana, el campo aparece más adehesado.
  • 36. 36 Con la compañía de soberbios fresnos
  • 37. 37 En busca de la Alcalaboza de don Daniel Haber penetrado en el paraje de la Alcalaboza nos retrae a la figura de don DanielCaballero, tanto padre como hijo, anteriorespropietarios delespacio por donde caminamos.Ambos forman parte de la historia social, cultural y médica de Cortegana. Destaca en ellugar un menhir, de la época calcolítica, en torno al 2500-1700 a.n.e. Lo dio a conocerPiñón Varela en la década de 1980, junto con el menhir de Monte Chico. Está situado en las inmediaciones del cortijo del Huerto, en la margen derecha de la rivera de la Alcalaboza. Es un bloque de granito de forma globular, 2 metros de longitud, 1,25 metros de anchura y 0,45 metros de grosor. La parte superior presenta una forma redondeada, mientras que la inferior es plana. Se encuentra tumbado en el suelo. Atrás va quedando la Caldera
  • 38. 38 Fresnos enmarañados Dejamos la Caldera y entramos en un paraje adehesadoen la solana, mientras que en la cara de umbría resaltan los eucaliptales. El grupo abre camino con sus pisadas. Un caminar lento y precavido, atentos a los malos pasos que se nos avecinan.Los mapas nos anuncian que la Alcalaboza, antes de dar la cara en el carril que va desde Aroche al Mustio, tendrá que sortear altos cabezos con una decena de pronunciadasrevueltas, algunas de casi 360 grados, que acrecentarán nuestra fatiga y cansancio. Mientras tanto, agradecemos que la dehesa de la Alcalaboza de don DanielCaballero esté labrada.Pero lo que esperábamos con temor llegó. Es momento de no perder los nervios ni la paciencia, saber de sobra que ahora costará avanzar.
  • 39. 39 ¿Dónde se esconden las revueltas?
  • 40. 40 No es momento de desfallecer ¡Vamos, vamos!
  • 41. 41 ¡Adelante, aunque sea con improvisados bastones!
  • 44. 44 ¡Cuánta belleza escondida! Esfuerzos Tras el agobio que supone seguir la corriente del agua en cada revuelta que la rivera da y saberque has avanzadopocosmetros, elgrupo de caminantes realiza los últimos esfuerzos para salir dellaberíntico espacio. Tenemos a manoelcarril
  • 45. 45 que une Aroche con el antiguo poblado forestaldel Mustio; y que tiene salida a la Fresneda, al abandonado poblado minero de El Carpio, San Telmo y al Andévalo. Al lugar los lugareños lo llaman “Pasos de Juan Gordo”, un angosto desfiladero motivo de leyendas e historias de la caza del lobo. Una culebrilla atraviesa el carril al par que nosotros, pero en sentido contrario. ¿A dónde irá a pararla joven reptil? ¿Y nosotros llegaremos alfinal de la etapa? Se nos presenta la duda de qué senda tomar. Cabe la posibilidad de coger el carril que va directamente a la Madre de Dios o bajar al puente de la Peramora y seguir el cauce de la rivera por la margen izquierda, paralelo al camino que conduce a Monterrey. Descartamos elcamino de la Madre de Dios poralejarse en demasía de la rivera. Así que seguimos el carril de la Peramora hasta caer en el puente de su mismo nombre. Por el carril, en dirección al puente de la Peramora
  • 46. 46 ¿A dónde irá la joven culebrilla? Momentos de respiro
  • 47. 47 Paisaje de la Peramora En la Peramora se unen las riveras de la Alcalaboza y Juanablanca, deno- minadas también rivera de la Peramora y rivera de los Ciríes. El puente es testigo de tan fecunda unión. Allí, las sierras y las dehesas conforman un paisaje singular y humanizado.Desde siempre hubo vida en ellugar. Buena tierra, valle y agua en abundancia mantuvieron desde siglos la actividad humana. Dicen que por ella pasaba la cañada real para facilitar la trashumancia del ganado ovino hasta llegar alAndévalo.Antonio disiente de la señalización oficial de la cañada. ¡Y él sabrá!, porque nuestro arocheno compañero alberga en sí un baúl de documentos. Del puente, destaca la altura y precipicio a ambas riveras, los arcos y la envergadura de los mismos. Un cartel del Medio Ambiente nos indica que estamos en el paraje natural de Sierra Pelada y Rivera del Aserrador, en los términos municipales de Almonaster, Cortegana, Aroche y Rosalde la Frontera. El paraje natural alberga una gran colonia del buitre negro. En la última etapa, el grupo pasará porellugar donde la rivera delAserrador se une a la Alcalaboza. Junto al cauce, a la orilla de una de las charcas frecuentadas por los bañistas, descolgamos nuestras mochilas y reponemos las fuerzas necesarias para proseguir la marcha. Una botella de vino tinto pasa de mano en mano.
  • 48. 48 En el puente de la Peramora Un alto en el camino
  • 49. 49 Puente de la Peramora Paraje natural
  • 50. 50 ¡Cuán lejos se divisa el final de etapa! Atrás quedó el puente y la junta de las dos riveras. Una Alcalaboza más caudalosa nos acompaña. Seguimos la margen izquierda, en dirección a Monterrey, por un espacio adehesado. Testigos de tan extensa dehesa de encinares son los cortijillos que se asientan a la vera del camino. Algunos de ellos se han incorporado a la red de casas rurales. El campo se llena de ganado, de paz y de calma. Cortijillo
  • 51. 51 Camino de Monterrey Camino y casas de turismo rural
  • 52. 52 Alojamiento rural El grupo de caminantes agradece la visión delcortijo de Monterrey, un espacio singular, que los propietarios han destinadoalturismo rural. Si alguien necesita un lugar mágico de descanso,Monterrey es eso: el rey de los montes. ¿Quién se resiste a recorrervisualmente el tesoro pétreo y vegetalque ofrecen los Puntales de las Peñas? Es el inicio del paraje natural de las Peñas, más de setecientas hectáreas de media montaña,donde nidificanel buitre negro, el milano real, el águila real, el águila culebrera, el águila calzada, y donde se cobijan múltiples especies de mamíferos. El paraje es Zona Especial de Protección y Zona Especial de Protección y Conservación. La morfología geológica de las Peñas está formada porbarranqueras y grandes formaciones de granito que adquieren muy diversas formas caprichosas al ser desgastados los bloques graníticos por la fuerza de la erosión. Si enormes son los bloques pétreos, colosal es el bosque de vegetación que, a veces, oculta la masa granítica.Brezos, jaras, madroñeras, coscojas, charnecas, retamas arropan de monte mediterráneo albatolito. Un puntogeodésicomarca538 metros sobre el nivel del mar. Las Peñas estuvieron pobladas por el ser humano desde el Neolítico. Se han encontradorestos prehistóricos, célticos, romanos, medievales… Los Puntales nos serenan y situamos al final de ellos a la cueva del Monje. Nuestro amigo Pepe Castilla nos da la bienvenida y nos ofrece su exquisita cordialidad, acompañada de un aromático café preparado para los cinco caminantes.
  • 53. 53 Cortijo de Monterrey Los Puntales de las Peñas desde Monterrey
  • 54. 54 Los caminantes en Monterrey Patios del cortijo de Monterrey
  • 55. 55 Un descanso, con café incluido, en Monterrey A los Puntales les sigue un bello cabezo que esconde la cueva del Monje, refugio de los primeros habitantes del contorno y que, durante la guerra civil, sirvió de refugio a muchos de los fugitivos republicanos. Hay constancia de que un grupo de unos ciento cincuenta hombres deambularon por las Peñas. En la ladera sur del cabezo del Monje, en la veguilla por donde discurren las primeras aguas del barranco de las Peñas existen aún un par de cortijillos habitados. Allí, conocí a la familia del Estanquero, a tío Marcelino, al picapedrero Manso y a Juan Rizo y su compañera Florentina. Cabezo del Monje
  • 56. 56 Me es imposible no dedicarles una oración poética a aquellos hombres y mujeres que tanto me ofrecían, cuando llegaba a sus cortijillos en busca de remanso y caza. Para muchos serranos, las Peñas se identifican con los recuerdos de aquellas familias. En voz baja interior, desgrano una de mis estampas literarias,dedicada a aquelhombre bonachón que me embelesaba con sus sabias palabras entrecortadas. Él vivirá eternamente enriscado en las Peñas. Tú, Juan Rizo, al igual que antaño, seguirás enriscado en Las Peñas, en el cabezo alto del marco topográfico, ¿no? Imagino que, cuando la tormenta ennegrece, acá sobre el oriente, el castillo de Cortegana, buscarás refugio en la cueva del Monje, que siempre fue una extensión de tu cortijillo par del barranco. Eres lamúsicacalladade Las Peñas, sin ti serían sólo un desparrame de gigantesca masa pétrea sin vida, una retahílade nombres sin almanadamás. El Castillo, laVíbora, los Praítos, los Puntales o las Pesebreras¿qué serían sin el monte tronchadopor tus pasos encaminados hacia Monterrey o hasta la Madre de Dios? Hoy he llegado a la esplanada a la que Florentina y tú llenabais de hermosurahumana. Caído sigue el menhir que nos servíade sentadero; y derrumbado, el árbol medio secodel que tu compañeraretirabalaseñal convenida y avisadora de la visita inoportuna de una pareja de guardias civiles. Mientras unos buitres sobrevuelan los salvajes collados de la fuente del Loro, he vuelto a escuchar tus sabias palabras envueltas en serenidades, a embelesarme de cómo las impregnas de dulzura tras sorber el buche de café que huele a torrefacto. Siéntate a mi lado, y compartamos del porrón tragos de Salas, hasta que trabes lalenguay tropieces porlas cerradas trochas que nos llevaban hasta la umbría de Teodora. Cuéntame historias del Estanquero y de Marcelino, aunque las hayamos vivido juntos más de diez lunas. No importa, porque las escenas sencillas de tus vecinos se convertirán de nuevo en transcendentescon las palabras ahumadas que se te escaparán entre caladay calada. Enséñame el muestrario de huesos queguardas en tu peculiar museo. Quiero volver a ver ese extraño animal prehistórico que enseguida ensamblas con tus manos. No temas hurto alguno del maldito mandamás de El Mustio, que delante de míno osaráarrancartetu perdigónamigo. ¡Sácalo alafachada paraque sus reclamosy cuchicheos inundende primaveralos ancestrales charnecales! Quiero oler los mismos néctares, polen, semillas, hojas y frutos que dilatan tus sentidos. Quiero ser el Juan Rizo que desde estos cotorros aireade ánimo las calles de Aroche. Tú, autárquico soñador, que nuncaalteras tu interior. Tú, hijo de las flores y de los pedregales, dime
  • 57. 57 cuál es el secreto de tu disfrute estético. Déjame compartir contigo tu vida salvaje en este apartado paraje de Las Peñas, hundirme en el pantanal de tus cañadas con el deseo de marcar con mis pisadas este maravilloso paisaje tuyo. Y cuando llegue el instante de nuestra despedida, aguantaré con rabiatu embestidafraternal y te dejaré a solas con tu Florentina, en este paraísosin vallar desdedonde engendras tanto amor. En marcha otra vez Cara norte de las Peñas
  • 58. 58 Y más Peñas La caída del terreno de Monterrey nos ayuda a encontrar el camino hecho carrilillo que nos llevará de nuevo a la Alcalaboza. Caminamos por los pies de la cara norte de las Peñas, orillada a la rivera. Resulta fascinante sortear los escollos salvajes que se nos van presentando. No se ven huellas recientes de seres humanos,sólo pisadas de jabalíes y una calma que asusta. El sol aprieta y nuestros pasos se van haciendo cada vez más cansinos. Zona adehesada
  • 60. 60 Por la cara norte Equilibrio
  • 62. 62 Y de nuevo cruzar La maraña vegetalque cubre los pies de la cara norte de las Peñas nos obliga a cruzar repetidamentela rivera y buscarlas trochas que los grandes mamíferos han abierto entre el barbasco. Es un bello juego, pero que conlleva un desgaste acumulado a tanto aplomo con que nos castiga elsol. Tenemos previsto elfinal de etapa en el cortijo de la Madre de Dios, a donde llegan las últimas rodadas del carril que va desde Aroche. Antonio nos indica que tendremos que dejar definitivamente los pies de las Peñas y tomarla solanilla adehesa que nos ofrece la margen derecha de la Alcalaboza. Un rosario de cabezos graníticos se nos pierde en la lontananza.Será parte de la tercera etapa.Alcanzamos los últimos suspiros del carril, pero seguimos flanqueados por la gran cara norte de las maravillosas Peñas. ¡Adiós, rivera y matracales!
  • 64. 64 Desde la Madre de Dios Cortijo de la Madre de Dios
  • 65. 65