La vocación sacerdotal, una realidad innegable. cristian camilo cárdenas aguirre.
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Cristian Camilo Cárdenas Aguirre. Seminario MIES. II Teología. 2011
LA VOCACION SACERDOTAL: UNA REALIDAD INNEGABLE
Nos hallamos inmersos en una sociedad post-moderna donde fantasiosamente se
cree que el mundo está avanzando simultáneamente en todas las esferas y
ámbitos de la vida humana, pero cuando me refiero al término fantasioso es
porque ingenuamente se cree que es verdad, pero muchas veces lo que ocurre es
un proceso de involución antropológica, donde lo único que se pretende es sacar
a Dios de la vida de los hombres, es lo que en realidad los gobiernos y la sociedad
secular se proponen, puesto que saben que si dejan al hombre sin Dios, pueden
hacer lo que ellos quieran con él; lo anterior explica meridianamente el porqué de
la persecución que siempre se ha tenido contra la Iglesia Católica,
específicamente con sus ministros, que son los hombres que evocan y provocan la
presencia de Dios en medio de un mundo que busca silenciar toda voz que
susurre transcendencia, en consecuencia, la figura del sacerdote aparece en
muchos ambientes seculares como fastidiosa e incómoda, ya que como hombre
de Dios hace pensar en Dios e impregna todo de Dios.
Una de los grandes artilugios de la post-modernidad es manipular a los jóvenes
con el consumismo, los placeres, la diversión vana, logrando así que éstos no
piensen en Dios, ni busquen la Iglesia Católica porque saben que allí realmente se
les ofrece un proyecto de vida en Cristo obteniendo como resultado la felicidad y la
salvación.
Pero, por más que luchen, son fuerzas que los post-modernos gastarán
vanamente, pues Cristo no se cansa de llamar a sus hijos a la vocación sacerdotal
de forma libre y voluntaria, aunque sea cierto que el auge de vocaciones no es
igual que en los siglos anteriores; pero eso no anquilosa la misión de ver que los
obreros de la mies continúan surgiendo cada día más, pues la Iglesia recuerda
estas palabras de Jesús a Pedro: “y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro y que
sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán
contra ella”1
La vocación no consiste en recibir una llamada telefónica de Dios, sino en
escuchar a Dios cada momento que habla al corazón del hombre como sucedió
con Samuel2
. Por ello, es menester la ayuda de otra persona para descubrir
realmente esa voz que llama. Por lo tanto, si un joven tiene buena salud física y
psíquica (no es necesario ser un supermán), si le gusta el estudio (no es necesario
1
Evangelio de San Mateo 16, 18
2
Libro primero de Samuel 3, 4-18
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ser un genio), si tiene buena intención (no se trata de buscar el modo de ganarse
la vida) puede vivir habitualmente en gracia, con la ayuda de Dios (no hace falta
ser ya un santo), todo con el fin de ir en busca de su propia perfección y la
salvación integral de todos los hombres, llegando a preguntarse si es Dios quien le
llama al sacerdocio,3
por consiguiente, iniciaría un proceso formativo discerniendo
cada día acerca de ese llamado. Y es el Seminario Misionero del Espíritu Santo,
“casa y escuela de comunión”, que, a lo largo de sus 30 años ha acompañado a
los candidatos al sacerdocio, ofreciendo pautas para descubrir en el joven si es
Cristo quien llama, y es así como ha formado y continúa formando sacerdotes
misioneros para que anuncien a todo el mundo que Cristo está vivo.
El Seminario MIES, como todos los seminarios mayores, moldean a los candidatos
al sacerdocio dentro del marco de las cuatro dimensiones de la formación
propuestas por la conferencia episcopal de Colombia:4
la dimensión humana, que
como dice la Pastores dabo vobis permite ser sensible ante el dolor y las alegrías
de la humanidad5
; la dimensión Espiritual, permite tener ese encuentro íntimo y
prolongado con el Señor6
, este encuentro es indispensable para poder recibir la
ordenación, ya que no se entiende un discípulo-misionero sin antes haber vivido
la experiencia del maestro, muestra de ello y necesaria es el encuentro de Pablo
con el maestro camino a Damasco7
pues si esto no acaeciese, nunca hubiese
tenido Pablo el ardor de evangelizar; la dimensión intelectual, importantísima para
enfrentarse a un mundo tan exigente, y es el sacerdote quien debe orientar al
pueblo de Dios al camino de la salvación, es por eso que C.I.C dice: se debe
formar al alumno diligentemente en lo que se refiere al ministerio sagrado, sobre
todo en la práctica del método catequético y homilético y en el trato también con
los no católicos o no creyentes8
, y la dimensión pastoral y misionera, que se
inserta con las otras tres dimensiones, para que pueda desarrollarse con un
verdadero celo pastoral. Tal razón tiene el Beato Juan Pablo II cuando pide que se
aliente en los formandos el Espíritu misionero, para que con nuevo ardor, nuevas
expresiones, y nuevos métodos, se comprometan en la obra de hacer vivir y reinar
a Jesús en el corazón de sus hermanos.9
Esto, para que se lleve a cabo y el formando llegue a convertirse en
“alter christus” se necesita del acompañamiento de personas que ya hayan tenido
3
Encontrado en: http://www.aciprensa.com/sacerdocio/sacerdocio.htm
4
Conferencia Episcopal de Colombia. Normas Básicas para la formación inicial presbiteral en los
seminarios mayores de Colombia; capítulo IV: Dimensiones de la formación. P. 79-143
5
BEATO JUAN PABLO II. Exhortación apostólica postsinodal PASTORES DABO VOBIS N°72
6
Ibíd., N° 42
7
Hechos de los Apóstoles 9, 3-6
8
Código de Derecho Canónico N° 256
9
JUAN PABLO II. Documento de SANTO DOMINGO; IV Conferencia general del Episcopal
Latinoamericano N° 28-30
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la experiencia con el maestro y sean un testimonio preclaro frente aquellos que
buscan configurarse con el Señor, y es aquí donde deseo exaltar la labor de los
padres formadores de distintos seminarios y especialmente a los padres
formadores del Seminario Misionero del Espíritu Santo, aquellos que a lo largo de
30 años de vida del seminario han contribuido con un grano de arena a la
formación sacerdotal, encargo tan delicado que Cristo y la Iglesia les encomienda.
Son ellos, escogidos dentro de un presbiterio, sacrifican muchas cosas de su vida,
como el querer estar en una parroquia, congregado con muchos fieles de la grey
del Señor, mueren a sus propios deseos que por esencia son buenos, no
obstante, Dios confía en ellos para que den vida por medio del ministerio
presbiteral a aquellos elegidos por Dios a realizar una sola tarea: la salvación. Al
referir el verbo morir, quiero decir con ello, que todo sacerdote formador renuncia
a la posibilidad de realizarse en una vida parroquial para convertirse como un
candidato más, ofreciendo testimonio de vida, de oración, de sacrificio y de amor
fiel a lo que se le ha confiado: ser escultor del sacerdocio de Cristo, teniendo como
fin último la configuración total con el Maestro: “hasta ver a Cristo formado en
vosotros”10
Venero la labor de todos los formadores, (una misión sublime y silenciosa que
muchas veces no se percibe) quienes además de morir a su propio “yo”, deben
poseer una formación Intelectual profunda y sólida, puesto que los jóvenes que
ingresan a los seminarios son hijos de la post-modernidad, y como tales han
internalizado los valores y antivalores propios de la sociedad post-moderna con el
que libremente expresan sus ideas y sentimientos, ahora bien, sin entrar a
recriminar a los jóvenes por lo que son y por lo que la sociedad actual ha hecho de
ellos, tendríamos que anotar que uno de los desafíos más grandes que ellos
plantean a la Iglesia en el momento de direccionar una proceso de discernimiento
y acompañamiento vocacional, es precisamente el hecho de corroborar que estos
han recibido una formación cristiana superficial y débil, en pocas palabras este es
el prototipo de vocacionados a los que el Señor llama y que no es cuestión de
alarma, puesto que Dios se fija en lo débil, lo que no vale para mostrar a los
soberbios su gloria. En efecto, como aduce San Pio de Pietrelcina son estos
piedras preciosas en bruto a quienes se les dirige una ardua y exigente labor de
filigrana a través de las manos sacerdotales de los padres formadores y por medio
del fuego ardiente del Espíritu Santo (primer protagonista de la formación) quien
es el encargado de llevar a feliz término este loable proyecto de vida que Dios ha
iniciado en sus elegidos.
10
Epístola a los Gálatas 4, 19
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Cristian Camilo Cárdenas Aguirre. Seminario MIES. II Teología. 2011
Por eso ser sacerdote en los tiempos post-modernos, no es fácil pero no imposible
ni tampoco innegable ya que si se cuenta con la protección del Altísimo a nada se
debe temer, pues es Dios quien llama y no abandona a quien elige.
Como corolario, traigo a colación una frase del Pbro. Fabio de Jesús Arcila, rector
del Seminario Misionero del Espíritu Santo quién nos dice en muchas de sus
reuniones: “la gente vive sufriendo por que el sacerdote es célibe, y nosotros
felices de la vida” y es precisamente, el hombre post-moderno quien se angustia
ante los dones que Dios concede y que su razón no le deja entender, por eso no
hay porqué dejarse llevar por ideas de unos cuantos que piensan
infructuosamente en cosas que no a todos se les concede por la fe y que por un
mero racionalismo jamás comprenderán, por eso San Pablo dice: “mirad que nadie
os esclavice mediante la vana falacia de una filosofía fundada en tradiciones
humanas, según los elementos del mundo y no según Cristo”11
Seminarista: Cristian Camilo Cárdenas Aguirre
Seminario Misionero del Espíritu Santo
La Ceja Antioquia
III Filosofía
2011
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Epístola a los Colosenses 2, 8