Seis días después, toma Jesús consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los lleva aparte, a un monte alto. Y se transfiguró delante de ellos: su rostro se puso brillante como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. En esto, se les aparecieron Moisés y Elías que conversaban con él. Tomando Pedro la palabra, dijo a Jesús: «Señor, bueno es estarnos aquí. Si quieres, haré aquí tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.» Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y de la nube salía una voz que decía: «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco; escuchadle.» Al oír esto los discípulos cayeron rostro en tierra llenos de miedo. Mas Jesús, acercándose a ellos, los tocó y dijo: «Levantaos, no tengáis miedo.» Ellos alzaron sus ojos y ya no vieron a nadie más que a Jesús solo. Y cuando bajaban del monte, Jesús les ordenó: «No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre haya resucitado de entre los muertos.»
En el Evangelio del domingo I Cuaresma, hemos meditado la humanidad de Jesús puesta a prueba; en el Evangelio de este domingo, contemplamos la Persona divina de Jesús transfigurada, en su naturaleza humana y divina.
Encontramos en el Evangelio, elementos propios de una teofanía: la luz, la nube, la voz, la montaña, que nos reflejan a un Jesús que se manifiesta por el momento solo a tres de sus Apóstoles: Pedro, Santiago y Juan; luego se manifestará plenamente a todos. ¿Por qué sólo a unos? Precisamente el Evangelio inicia diciendo: “Seis días después” lo que quiere decir que, luego de la confesión de fe de Pedro y el anuncio del seguimiento a Jesús de tomar su cruz y seguirlo, sigue el relato de la transfiguración que lo indica con el número seis, significando con ello algo por faltar. El Séptimo día, conocido como día pleno, es la pascua, en la que Cristo resucitado hace cumplir todas las Escrituras. También encontramos que se encuentra al lado de Moisés y Elías, signo de la ley y los profetas; Jesús en medio de ellos quiere mostrarnos que, en Él, se cumple la ley y los profetas; es por eso que San Mateo 5, 17 afirma: “no he venido a abolir la ley y los profetas, sino a dar cumplimiento”. Ahora Moisés y Elías se convierten en testigos oculares, sobre aquello que habían anunciado.
"Vivir nuestra realidad transfigurados". San mateo 17, 1-9. Autor. Diácono. Cristian Camilo Cárdenas Aguirre.
1. “VIVIR NUESTRA REALIDAD TRANSFIGURADOS”
Reflexión del Evangelio San Mateo 17, 1-9
Domingo II Cuaresma
Marzo 12 2017
Seis días después, toma Jesús consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los lleva aparte, a un monte alto. Y se transfiguró
delante de ellos: su rostro se puso brillante como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. En esto, se les aparecieron Moisés
y Elías que conversaban con él. Tomando Pedro la palabra, dijo a Jesús: «Señor, bueno es estarnos aquí. Si quieres, haré aquí tres tiendas,
una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.» Todavía estaba hablando, cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra y de la
nube salía una voz que decía: «Este es mi Hijo amado, en quien me complazco; escuchadle.» Al oír esto los discípulos cayeron rostro en
tierra llenos de miedo. Mas Jesús, acercándose a ellos, los tocó y dijo: «Levantaos, no tengáis miedo.» Ellos alzaron sus ojos y ya no
vieron a nadie más que a Jesús solo. Y cuando bajaban del monte, Jesús les ordenó: «No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del
hombre haya resucitado de entre los muertos.»
En el Evangelio del domingo I Cuaresma, hemos meditado la humanidad de Jesús puesta a prueba; en el Evangelio
de este domingo, contemplamos la Persona divina de Jesús transfigurada, en su naturaleza humana y divina.
Encontramos en el Evangelio, elementos propios de una teofanía: la luz, la nube, la voz, la montaña, que nos reflejan
a un Jesús que se manifiesta por el momento solo a tres de sus Apóstoles: Pedro, Santiago y Juan; luego se manifestará
plenamente a todos. ¿Por qué sólo a unos? Precisamente el Evangelio inicia diciendo: “Seis días después” lo que
quiere decir que, luego de la confesión de fe de Pedro y el anuncio del seguimiento a Jesús de tomar su cruz y
seguirlo, sigue el relato de la transfiguración que lo indica con el número seis, significando con ello algo por faltar.
El Séptimo día, conocido como día pleno, es la pascua, en la que Cristo resucitado hace cumplir todas las Escrituras.
También encontramos que se encuentra al lado de Moisés y Elías, signo de la ley y los profetas; Jesús en medio de
ellos quiere mostrarnos que, en Él, se cumple la ley y los profetas; es por eso que San Mateo 5, 17 afirma: “no he
venido a abolir la ley y los profetas, sino a dar cumplimiento”. Ahora Moisés y Elías se convierten en testigos
oculares, sobre aquello que habían anunciado.
Hoy el Señor nos quiere hacer partícipes de su gloria, quiere transfigurar nuestra vida, llenarla de gozo y esperanza,
a pesar de las dificultades de la vida. Pedro el más impulsado a hablar, quiso quedarse en el lugar, hasta tal de querer
hacer tres tiendas; pero es Jesús quien le hace ver el camino de la cruz y el sacrificio. Que en nuestra vida no le
huyamos al dolor y al sufrimiento, aunque es humano querer evitarlos, pero son estos los que nos ayudan a seguir
luchando y a tener la esperanza en el encuentro con Cristo. Los placeres y deseos nos hacen mecer en nuestro yo y
nos alejan poco a poco del encuentro con Dios; en cambio fortalecer nuestra voluntad y gobernándola, nos permiten
hacer lo que Dios quiere y no lo que queramos hacer. Estamos, por lo tanto, llamados a vivir cada día el momento
de la transfiguración, sin olvidar nuestra cotidianidad. No seamos el Pedro que busquemos la comodidad y nos
escondamos al dolor. Hay que vivir la realidad cotidiana unida a la Pasión, muerte y Resurrección de Cristo. San
Jerónimo, aludiendo a este contexto le hace una pregunta a Pedro: “¿Eras tú quien querías hacer tres tiendas, Pedro?
A lo que San Jerónimo le responde: Mira, hay sólo una tienda del Espíritu bajo la cual también nosotros
encontramos igual protección. Si tú hubieras hecho tres tiendas, las habrías hecho con medios humanos; y
ciertamente que las habrías construido de manera que abrigaran de la luz para hacer sombra en ellas. Esta nube,
por el contrario, es al mismo tiempo luminosa y capaz de envolver con su sombra. Quiero decir, en fin, que esta
única tienda no excluye el sol de la justicia, sino que lo incluye. El Padre podría decirte: ¿para qué quieres hacer
tres tiendas? Mira que tengas el verdadero tabernáculo”. Que este tiempo de cuaresma, sea un espacio propicio
para prepararnos al encuentro con Cristo, venciendo todo gusto, por bueno que sea, pero que, mortificándonos,
podamos compartir un poco los sufrimientos de Cristo, y llegar a vivir en nuestra existencia a Cristo transfigurado,
el séptimo día, siendo nosotros transfigurado por Él.
Autor: Diácono. Cristian Camilo Cárdenas Aguirre.
Parroquia María Rosa Mística