Este documento presenta el número 4 de la revista Culdbura de otoño de 2016. Incluye ilustraciones de Sandra Rilova en la portada y contraportada. También incluye tiras de Luan Mart y una carpeta de José Luis Ramos Tamayo. El contenido incluye artículos, ensayos, relatos y poemas de varios autores.
Infografia de El Minierismo reflejado en la Arquitectura
Culdbura nº 4
1. Otoño 2016 - nº 4
Destacamos en este
número:
Ilustraciones de Sandra
Rilova, incluidas portada
y contraportada
*
Tiras de Luan Mart
Carpeta de JLRT*
*
Además:
Artículos,ensayos,
relatos, poemas...
*
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SUMARIO
Nostra culpa, José María Izarra ......................................................................... Pág. 7
Elogio de la cultura, Carlos de la Sierra ..................................................................... 9
Sobre la revista Artesa y mi supuesta disidencia, Jesús Barriuso................................. 11
Partitura inacabada, Fernando Ortega Barriuso......................................................... 15
Presentanción de “Mi cuerpo, tus Indias”, de Ivelisse Urbán Hernández. Por JMI .......... 19
Carpeta artística de José Luis Ramos Tamayo, José María Izarra................................. 25
Naderías // Anabel, J. A. Martínez Gutiérrez “Guti”.................................................... 33
Nuestra ciudad // Pequeño drama otoñal, Montserrat Díaz Miguel ............................... 37
María Zemanova, Jorge Saiz Mingo......................................................................... 41
El palacio de Celada del Camino. Ecos literarios, Leonardo Romero Tobar..................... 45
Memoria, José Luis Yáñez Ortega ........................................................................... 49
Historias mínimas de 140 caracteres o menos en Twitter, Enrique Angulo Moya ............ 51
Tenebregosa. Eso es todo, y nada más, Jesús Toledano Escribano .............................. 55
La tangente del triángulo, Jerónimo Rodríguez ......................................................... 59
Ocupacción poética, un proyecto de iniciativa ciudadana, Angélica Lafuente Izquierdo ... 63
Antonio de Cabezón y Francisco de Salinas, Alfonso Hernando.................................... 67
Seis de otoño, Soledad Medina .............................................................................. 79
Ausín Sainz nos informa........................................................................................ 81
Tiras, Luan Mart .................................................................................................. 85
SANDRA RILOVA
Nacida en Burgos en 1988.
Después de estudiar el bachillerato artístico en la Escuela de Arte y Superior de Diseño de Burgos, se licencia en
Bellas Artes por la facultad del País Vasco especializándose en la rama de pintura.
Su obra como pintora ha sido expuesta en diferentes ciudades como Madrid, Bilbao, Santander o México D.F.
Después de esta etapa se trasladó a Terrassa a la Escola de Cinema i Audiovisuals de Catalunya (ES- CAC), donde
cursó estudios de Máster en Dirección de Arte Cinematográfica. Habiendo desarrollado varios proyectos como
directora de arte, retoma su actividad pictórica realizando estudios de Ilustración en las escuelas JOSO y EINA de
Barcelona.
Recientemente ha sido seleccionada en el catálogo anual Latin American Ilustración 5 También en el VI Catálogo
Iberoamericano de Ilustración (Fundación SM, El Ilustradero y la Feria Internacional del Libro de Guadalajara) y
en Ilustrarte 2016 (Bienal Internacional de Ilustración para la Infancia).
Actualmente reside y trabaja en la ciudad de Burgos.
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http://www.sandrarilova.com
https://www.facebook.com/sandrarilova/
https://www.instagram.com/sandrarilova/
Sobre su obra:
Siempre me han interesado las imágenes que producen sensación de inquietud; representar lo extraño, el
sentimiento de lo siniestro, es una característica importante en mi obra. Constantemente emergen temas como
la soledad, la crueldad, el miedo o la muerte como preocupaciones constantes.
Creo imágenes entre lo real y lo fantástico y en ellas aparecen mis miedos y deseos más profundos. Cuento
historias desconocidas, ensoñaciones y muchas veces narraciones incomprensibles nada más mirarlas.
Todo esto surge de mi vivencia personal, de mis recuerdos, pero en gran medida se ven influenciadas por la
literatura y el cine.
Lo inquietante en mi obra comienza en los espacios sombríos, casi siempre nocturnos, donde a veces es difícil
decidir que irradia ese espanto: los seres solitarios, las densas sombras, todo ello junto o algo que no se ve pero
se respira tras las imágenes.1988, Burgos.
FORMACIÓN
2015-16 Ilustración para publicaciones infantiles y juveniles. EINA, Centro universitario de Diseño y Arte. Barcelona.
2014-15 Ilustración infantil. Escola Joso. Centre de cómic i arts visuals. Barcelona.
2014-15 Encuadernación y técnicas creativas. Escola Massana. Barcelona.
2014 Máster en dirección Artística cinematográfica ESCAC.
Escola Superior de Cinema i Audiovisuals de Catalunya. Terrassa.
2012 Taller “Maestros de la figuración”, impartido por Antonio López y José María Mezquita. Universidad de
Navarra.
2011 Erasmus Kunstuniversitát Linz, Austria.
2007-12 Licenciatura en Bellas Artes UPV-EHU. Universidad del País Vasco.
EXPOSICIONES INDIVIDUALES
2014 MI MAMÁ NO ME MIMA. Espacio Creativo Alexandra. Santander.
2014 SKINLESS–SIN PIEL. Espacio Creativo Alexandra. Santander.
2012 Exposición de pintura en el Museo municipal de Arte Contemporáneo Ángel Miguel Arce. Sasamón.
EXPOSICIONES COLECTIVAS
2014 La arquitectura en la pintura. Museo municipal de Arte Contemporáneo Ángel Miguel Arce. Sasamón.
2016 Tres+una. Junto a Revilla XII, Juan Mons y Gerardo de Miguel. Teatro Principal de Burgos.
2016 Ilustrarte 2016. Museu da electricidade. Lisboa, Portugal.
2015 VI Catálogo Iberoamericano de Ilustración. FIL Guadalajara, México.
2013 Arquetipos imposibles. Galería Aguafuerte. México D.F.
2013 Arquetipos imposibles. Museo de la Memoria Histórica. Universidad de Puebla, México.
2013 Affordable Art Fair. México D.F
2013 Espejito, espejito. Con Andrea Abalia en Juntas Generales de Bizkaia.
Diputación Foral de Bizkaia. Bilbao
2013 Exposición Espejismos. Con Andrea Abalia y Raquel Asensi. Sala Municipal de exposiciones del
Ayuntamiento de Barakaldo. Bizkaia.
2013 Emerge 2013. Galería Rafael Pérez Hernando. Madrid.
2012 Arteshop 2012. 1° premio en la Exposición de escaparatismo. “La Moderna”. Thate. Bilbao.
2012 Latidos/ Taupadak Exposición con Juanjo Viota en la Diputación Foral de Bizkaia.
Sala de las Juntas Generales de Bizkaia. Bilbao.
2011 Westkunst. Exposición jóvenes artistas. Sala de Cultura. Zarautz. Guipúzcoa.
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2011 Westkunst. Exposición colectiva Galería WINDSOR KULTURGINTZA. Bilbao.
2010 Getxo Arte 2010. Salón de las Artes Emergentes. Areeta
BECAS / PREMIOS
2016 Seleccionada en el catálogo anual Latin American Ilustración 5. 2015 Seleccionada en Ilustrarte 2016.
2015 Seleccionada en el VI Catálogo Iberoamericano de Ilustración. 2012 Arteshop 2012. 1° premio. Bilbao
2011 Beca Erasmus UPV-EHU en Kunstuniversitát Linz, Austria.
OBRAS EN MUSEOS E INSTITUCIONES
Colección Diputación Foral de Bizkaia. Juntas Generales de Bizkaia
Museo municipal de Arte Contemporáneo Ángel Miguel Arce. Sasamón. Burgos.
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Nostra culpa
Siempre ha habido clases, pero, sobre todo, expedidores de los títulos de
pertenencia correspondientes. (Luego se verá por qué decimos esto.)
Sin aparente relación con el primer párrafo (luego podrá verificarse que la tiene),
deseamos manifestar que nos parece bien que existan las asociaciones; bueno, no
estamos seguros de que nos parezca bien ni de que nos parezca mal. Sabemos que hay
cosas que no se pueden conseguir en solitario. Por ejemplo, los patrocinios, subvenciones,
ayudas o cualquier otra fórmula legal o delictiva de compraventa de voluntades destinada
específicamente a ese tipo de agrupamientos humanos reconocidos en el artículo 22 de la
Constitución, y regulados por la Ley Orgánica 1/2002, Real Decreto 1497/2003 y Real
Decreto 397/2008.
La Asociación de Libreros de Burgos, con su presidente a la cabeza (queremos
señalar esta circunstancia, porque nos parece especialmente importante) ha sido
acreedora recientemente de una subvención municipal (al parecer, como viene siendo
costumbre desde hace tiempo), 25000 €, si no recordamos mal, para la realización de
distintas actividades en el ejercicio 2016.
Entre las actividades que recientemente ha puesto en marcha la asociación
referida, está la edición de ocho marcapáginas dedicados a otros tantos poetas
burgaleses, cuatro muertos y cuatro vivos (algunos de estos, demasiado vivos), por
aquello, tal vez, de la simetría de los números, la paridad entre poetas vivientes y difuntos
(por cierto, no se ha respetado la paridad de género; ninguna mujer entre los elegidos) o
la mala y supersticiosa conciencia de quienes han perpetrado el elenco de la discordia.
Consideramos que la selección de que se trata ha sido tan arbitraria como si del
proceso correspondiente hubiera resultado otra parcial o totalmente distinta. Siendo así,
¿por qué lo evidenciamos? Porque sus mentores, a nuestro sectario y pobre entender, han
actuado con premeditación y alevosía según todos los indicios (ahora se entenderá el
significado del primer párrafo), entre los que nos atrevemos a señalar la ausencia de
publicidad, la falta de una convocatoria dirigida al colectivo con obra publicada y la
mezcolanza de criterios a la hora de la escogencia.
Arbitraria hubiera sido igualmente, como adelantábamos, si la nómina hubiese
derivado en otra elaborada por otros, ya que, aun prescindiendo de los indicios señalados,
toda acción respecto de nuestros semejantes inevitablemente está cargada de
subjetivismo y otras pejigueras propias del ser humano, por mucho que se intente la
imparcialidad y la asepsia. Tal ha de quedar muy claro.
Ahora bien, hay que tener en cuenta que si desde el punto de vista gnoseológico
tan arbitrarias son las listas reales como las posibles, desde un punto de vista moral,
solamente a aquellas puede tacharse de arbitrarias; las otras únicamente son susceptibles
de llegar a alcanzar tal categoría, en cuanto que solo posibles.
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Aludíamos, sin descubrir a nadie, a los responsables de tan prejuiciosa actuación.
Entendemos que, además de la asociación mentada (con su presidente a la
cabeza —recuérdese la utilización de tal construcción preposicional en un párrafo
anterior—, presidente de quien, como de todos los que ostentan dicho cargo,
probablemente debido a su eficiencia, dimanante de un sentido práctico basado en la
confianza puesta en él por sus electores, sospechamos adopta decisiones presidencialistas
en lugar de ser portavoz de las adoptadas colegiadamente); además de la asociación de
marras, expresamos a continuación lo que había quedado interrumpido, hay un
cooperador necesario (tal vez dos), encargado por el presidente de aquella, por causa de
amistad, reconocimiento u otra por el estilo, de expedir las credenciales de poeta con
derecho a marcapáginas (hablábamos de la relación entre el primero y el segundo párrafo,
pues hela aquí); un cooperador necesario que, nos maliciamos (el refranero castellano
aconseja urbi et orbi —a autores y vendedores de libros— arrimarse a los árboles buenos,
lamer mejor que morder y llorar para mamar), se encuentra entre los poetas distinguidos.
Los que hacemos Cudbura hemos querido poner de relieve estos hechos por la
mezquina razón de que, antes de que se ideara, acordara y llevase a efecto el trágala de
los marcapáginas, elevamos una petición (informal, eso sí; reiterada en diversas
oportunidades) al presidente de la Asociación de Libreros de Burgos (se entenderá ahora
por qué hemos señalado al principio esta circunstancia como especialmente relevante),
para que nos ayudara, con las contraprestaciones que fuesen necesarias, a editar la
mencionada revista digital en soporte papel, no habiendo recibido como respuesta sino
excusas, a las que, en esta precisa ocasión, bien podría calificarse, nunca mejor dicho, de
pobres, puesto que todas ellas estaban informadas por la falta de dinero.
A lo mejor, si le hubiéramos propuesto la publicación de los marcapáginas, la
respuesta habría sido otra. Pero no, a los de Culdbura (por lo menos, a algunos), de no
habérsenos ocurrido lo de la revista, como mucho, como mucho, se nos habría pasado por
la cabeza la idea de pedirle que nos costeara una colección de pisapapeles… anónimos,
porque si algo tienen de odioso las antologías es que en ellas ni son todos los que están ni
están todos los que son, con lo que, de una sola vez, se premia y se castiga injustamente.
Con todo, los poetas culdburanos no podemos dejar de reconocer que, entre los
motivos (quizá sea el único) que nos han impulsado a escribir este editorial, se encuentra
cierta dosis de envidia (que cada quien estime la cantidad aproximada) hacia los
agraciados (en el caso de los vivos, es posible que autoagraciados). Nostra culpa.
José María Izarra
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Elogio de la cultura
Escucho la voz prodigiosa de Nina Simone cabalgando a lomos de su piano
fantástico. El tema, Sinnerman, denuncia la injusticia de la segregación racial, de la
opresión de la extrema derecha blanca, es decir, de la mayoría racial estadounidense
sobre la creciente población afroamericana. Los esclavos del Ku Klux Klan, para
entendernos. Y es que tienen mucho que ver algunos aspectos de la sociedad
aparentemente dispares: cultura, segregación, servilismo, libertad.
Voy a la cultura. Los medios de comunicación afines a la derecha local anuncian la
celebración del II Foro de la Cultura, a celebrar los días 4, 5 y 6 de noviembre del
presente año. Lema del Congreso: Identidad-Fronteras. Un enunciado apasionante. Un
acontecimiento importante, sin duda, con la presencia de reputadas figuras nacionales e
internacionales de reconocido prestigio en sus distintos campos de estudio. Por ejemplo,
activistas en pro de la libertad de Prensa —me parto de risa—.
Burgos, 2016. La Asociación de la Prensa de Burgos celebra su Centenario (1916-
2016), se les concede un cupón de la ONCE, se publica un libro* y se celebra una
exposición en el monasterio de San Juan. Pues bien, resulta que la Prensa de Burgos
termina en la segunda mitad de los años 80 del siglo XX. Periódicos locales como Diario 16
de Burgos, El Papel Burgalés, 7 Días, Diario XXI o El Correo de Burgos, por citar algunos
de los más conocidos, no existen para esta Asociación. Así, la cultura se convierte en
servilismo y la libertad de expresión en materia destinada a vivir en el territorio de la
segregación.
Todas y cada una de las personalidades invitadas al Congreso aportarían por sí
mismas luz a los más tenebrosos abismos de la estulticia mundial, por no hablar de las
oscuridades de la ignorancia patria, de esta pequeña patria que habitamos. Pero nada es
más importante que el relumbrón, las fanfarrias, las alharacas y los brillos —de pana
vieja y rancia— que resaltan los organizadores del acto: Ministerio de Cultura, Junta de
Castilla y León, Ayuntamiento, Universidad de Burgos, Fundación Caja de Burgos y La
Caixa. Abordarán, dicen, “el papel de la identidad en una sociedad globalizada, que asiste
a grandes cambios y contradicciones como consecuencia del rebrote de los nacionalismos,
el auge de las migraciones, la crisis política, el individualismo, las fronteras físicas y otras
barreras de carácter ideológico, religioso o social”.
Tal vez echo en falta hablar de la corrupción política, del fascismo en España, de la
separación Iglesia-Estado, de la recuperación de la Memoria Histórica y de los cuerpos de
los republicanos asesinados, de la desaparición de los nombres de los asesinos de
callejeros, catedrales y edificios públicos. Pero una vez más la lucha de los segregados, de
los demócratas, de las gentes libres, choca contra la intransigencia del Ku Klux Klan, de la
ultraderecha moderada española.
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Otro efecto de estos Congresos tan importantes, efecto negativo, por supuesto, es
la absoluta falta de sintonía con la sociedad del común, con los ciudadanos que pasean
calles y plazas, con las personas hacia quienes deberían volcarse esfuerzos y resultados, y
nunca les llega nada… la nada. En esta sociedad activa y ciudadana nacen los hijos que
conforman la cultura global de las ciudades, de las naciones y de los pueblos. Una cultura
popular, culta, libre, diversa, imaginativa, desbordante. Este es mi elogio de la cultural, de
la creación, de la imaginación, de la ilimitada capacidad de sorpresa, de búsqueda, de
encuentro, de variedad, de libertad en la mente del artista. Una sombra, sin embargo,
oscurece los campos luminosos y desbordantes de la creación libre y destrabada: el
servilismo, la entrega de talento y obra a manos de ignorantes con despacho, de políticos
estultos, de arribistas analfabetos.
Tal vez en este punto y colofón convenga recordar a los sabios. Escribía Erasmo de
Rotterdam en su célebre Elogio de la locura: “Entre los mortales, los que están más
alejados de la felicidad son los que cultivan el saber, mostrándose por esto mismo
doblemente locos, porque a pesar de haber nacido hombres, se olvidan, sin embargo, de
su condición y quieren elevarse al estado de los dioses inmortales, (…) por lo cual el
mundo considera menos infortunados a los que más se aproximan a la locura y a las
cualidades de los brutos, que a los que estragan las suyas tratando de sacarlas de sus
quicios”. (Cap. XXXV)
* 100 Años contando lo que ocurre en Burgos. Primer Centenario de la Asociación de la Prensa de Burgos
(1916-2016), VV.AA. En el capítulo 5 de dicho libro, bajo el enunciado Cien años de publicaciones en
Burgos. 83 años de ondas en Burgos, firmado por Miguel Calvo Ibáñez, se subsana el olvido cometido en
la exposición, dejando constancia de las cabeceras citadas, de una breve historia de su paso por la
Prensa local, y recordando los nombres de los periodistas que hicieron posible aquella extraordinaria
experiencia de Prensa en libertad. Gracias a todas y a todos.
Carlos de la Sierra
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Sobre la revista Artesa
y mi supuesta disidencia
Ahora mismo no recuerdo si en ese momento Manolo Bouza, —a la sazón tan sólo
y tan tanto primo carnal de Carlos Balbás—, era teniente o ya había ascendido a capitán
de caballería, pero sí recuerdo y con total nitidez, que estábamos de sobremesa en
Miraflores mi hermano Tino, él propio Manolo y yo, hablando de poesía y tratando de
epatarnos, supongo, apabullándonos con exacerbados ejercicios de cultureta y memoria,
cuando decidimos dar el paso de constituir, allí mismo, en Miraflores, una tertulia poética
con los que a tales menesteres se dedicaran en Burgos; una tertulia abierta y sin mucha
más pretensión que a ver qué pasaba y encargándome yo de tal misión, ya que Manolo
aún no se había instalado del todo y apenas si conocía la ciudad y a sus ciudadanos y Tino
estudiaba en Valladolid.
El fervor con el que acogí el encargo sólo era comparable al que sentía por Manolo
Sánchez Dueñas, neurocirujano militar al que había conocido gracias a Bouza y autor de
una de esas segundas oportunidades que a veces nos da la vida y él me la dio, pero esta
es otra historia.
Total que con esa llama encendida de ilusión que os cuento y a través de Juanjo
Ruiz Rojo, el hombre, el amigo y luego compañero, el poeta y culpable de mi clave en
Internet por ejemplo, me acerco a todos y a cada uno de los poetas de Burgos,
organizados como meros supervivientes en pequeños y distintos guetos
irreconciliablemente enfrentados, que tomaron a bien el tomarse unas cañas de clarete
allí, en el Miraflores, donde el Felipe, mi padre y gran avalista en esta aventura ya que no
veían en mí militancia alguna al margen de mi desaforada ilusión y mi proclividad a lo
promiscuo que era bastante celebrada por tirios y troyanas.
Y así surgió, despacito no vayan a creer, hasta que unos meses después, sobre
febrero me parece recordar, casi poníamos falta al que no asistía y allí aparecíamos con
nuestros poemas recién hechos, los míos las más de las veces, balbucientes y siempre
lejanos a la cultura dominante del Garcilasismo y el endecasílabo tonante que se llevaba
en los juegos florales donde la mayoría competían.
Ya habían pasado unos cuantos meses más, cuando aquello comenzó a tomar
cuerpo y adquirir enjundia; ganar en prestancia y potencia los poemas; asistir cada vez
más asiduamente otros poetas y hombres de la escasa cultura de entonces y aún de toda
España, amigos de los de la tertulia, que nos remitían desde los olivos en los que moraban
como mochuelos, poemas corresponsales llenos de emoción y algunos de añoranza; difícil
olvidar el título de “Ultimo Café de Artistas” que al bar de mi padre, al “Miraflores” le
habían otorgado los del Cultural de los jueves del diario verpertino “Informaciones” que
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cerraba magistralmente con su Torre del Aire, el inolvidable Torrente Ballester. Se habían
pulido las escasas aristas diferenciadoras si exceptuamos algunas tocantes al régimen y
las disparidades sobre la forma de morir del cántabro José Luis Hidalgo y alguno de sus
poemas del libro “Los Muertos” o sobre “La palabra” último poema del libro “El Hacha” de
la “Antología Rota” de León Felipe con la que alguno nos amamantábamos, por
blasfemaspara otros y por ejemplo. Pero aquello ya tenía miga y bajo tres miradas
distintas y distantes, la de Bouza, la de Rafael Núñez Rosaenz —nuestro decano
indiscutible— y la de Juanjo Ruiz Rojo ya había logrado consolidarse, se habían
tejidobejucos capaces de unir los palos de totora y plantearnos hacer una Revista.
Hacernos a la mar posiblemente con la intención de dar también nosotros con una isla
llena de Moais o casi, casi, ya que contábamos con la colaboración de alguien tan grande
como Luis Sáez que, para qué nos vamos a engañar, era otro más de los burgaleses, —
antes, entonces y ahora—, que al no estar con el macho dominante de la manada es
solamente tolerado, pese a haber triunfado entonces en dos bienales de Sao Paulo, —ya
digo: antes, entonces y ahora— aunque claro, hay que resaltar la desfachatez del sujeto
al montar una Librería Galería de Arte, ¡en Burgos! y que nos hizo una portada que para
mí siempre será la de la Tertulia Artesa que reivindico, luego diré cual y porqué y el
patrocinio del mecenas Conrado Blanco Plaza, el serrano empresario que nos incluyó en el
programa de “Alforjas para la poesía” que pródigamente financiaba.
Y así comenzó todo, ya os digo que despacito y aún continuó durante unos cuantos
meses y unas cuantas revistas primerizas en las que junto a nuestros poemas y aquí
incluyo los de Carlos Balbás y Gustavo Martín Garzo, ellos en Valladolid pero en Burgos,
publicamos —entonces ejercía yo de director de la misma y luchaba a brazo partido con el
contumaz Fray Valentín de la Cruz, portavoz de la editora y que llevaba mal el que tal
concreción supuestamente cultural y su libelo no fuera liderado por vates de la Iglesia o
conspicuos meapilas que de poetas presumian sin serlo, cuyos nombres omitiré por no
venir a cuento— a poetas como Justo Jorge Padrón o Pureza Canelo, por ejemplo.
Y llegamos al meollo. En la tertulia había una dura corriente Garcilasista —Poesía
Española, Pepe García Nieto, Alforjas para la Poesía, las veladas en la prerrománica de
Venta de Baños, etc—; una no menor academicista, hijos los más de Antonio Machado y
su costumbrismo romántico con sus múltiples secuelas; otra de marcado tinte falangista
reivindicativo —los de Hedilla— con su innegable peso humanista —aquí, Panero, Ridruejo,
Manolo Alcántara, Luis Rosales, etc, con el valor añadido e innegable de ser defectos del
Régimen en el Burgos de entonces— y una última encabezada por mí mismo que no sé si
llamarla radicalmente social y que bebo en Maiakoski, César Vallejo, León Felipe, etc., etc.
y que englobaría en España, desde Miguel Hernández a Blas de Otero, por ejemplo, el
aldabonazo de “Canto Espiritual”, la “Longa Noite de Pedra” o el “Don de la Ebriedad” de
los del cincuenta y valgan como ejemplo de algo tan enorme e impagable, sin olvidar a los
poetas de Espadaña, claro y además.
En este maremagnun disiente, tímidamente al principio y parapetado tras esa risa
franca, sonora y llena de bonhomía que lo caracteriza, la voz de Bouza que, con unas
connotaciones cultísimas nos trae como enseñas a Rilke en lo poético y a Jacques Maritain
en lo ideológico —a no olvidar que se le imputa la casi autoría del Vaticano II; me refiero
a Maritain que no a Bouza— y una extrañísima para nosotros corriente de Poesía Visual
que algunos creíamos y de buena fe, resuelta con fracaso suficiente en la Francia “après
les maudites”, con Tristán Tzara a la cabeza y con una mínima implantación en la
Barcelona contraria al “Ciervo” de Alfonso Carlos Comín y Lorenzo Llopis, por ejemplo y en
una Salamanca extraña y rara, tratando de epatar al burgués sin entrar en el sistema,
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que no estaba el horno para bollos o así les parecía, y que tratando de remedar a Moisés,
—y vuelvo a Manolo Bouza— trataba esta vez, no de separar sino de juntar las aguas de
edades difícilmente compatibles, las de los contertulios con sus cargas ideológicas y
sociales distintas y a cuestas y la vertebrada por una insultante juventud para los más de
aquellos, de los miembros de Espiral, con notable fracaso para este desactivador de
remolinos desde luego, mientras el “Tío Ho” se extendía como melaza por Indochina, junto
al “Libro Rojo” y Woostock, por ejemplo, hechos tan lejanos para él... y todos sabemos
que aquello ganó, tuvo más recorrido, se consolidó, desapareció la Tertulia Artesa y
apareció Artesa Literaria; se hizo una editorial con algunas ediciones notables; homenajes
tal que el de Cela y salida a la luz de un grupo supongo que valioso de poetas y pintores y
una página en los libros de Literatura, que no es poco. ¡Ah! Y todo ello ya, con la nueva
carátula de Vallejo, arrumbada como estaba la revista de la Tertulia y la de Luis Sáez,
casi, casi, como reflejan los valiosos cuadros de después de la batalla de este hijo del valle
de Muñó...
Y ya está; esto es todo: sin renunciar a nada de lo que yo sea en parte pequeña o
grande causa, sigo erre que erre reivindicando el hecho eficiente, el grupo humano de la
tertulia que alumbró la Revista sin desmerecer para nada la resultante final y la cara de
estupor sardónico que puso mi hermano Tino cuando, con la mayor seriedad y empaque,
le pedí que cuidara de la Tertulia y de los tertulianos, cuando me fui a Ibiza.
Y es por eso que sigo siendo, también en este caso, un verso suelto que es,
precisamente, el título bajo el que he englobado unos últimos poemas muy recientes.
Terquedad creo que llamaban a esa figura.
Jesús Barriuso
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Partitura inacabada
El Diario de Burgos del lunes 15 de diciembre de 1902, en su sección de Registro
Civil, reseñaba el nacimiento de “Antonio Martínez Palacios”, niño que había nacido el día
12 del mismo mes, en el seno de una familia formada por el matrimonio Ángela Palacios y
Rafael Martínez, que ya tenían a otro niño, Julio, el que sería su hermano y con el que
compartiría muchos momentos de su vida, incluida la trágica muerte de ambos en 1936.
El hogar de la citada familia estaba ubicado en la antigua plaza de Prim, actual
santo Domingo de Guzmán, de donde se trasladarían pronto a la calle Sombrerería. La
familia de Antonio José, pues, vivía en el cogollo de la ciudad. Una ciudad provinciana de
apenas 30.000 habitantes, en su mayoría apiñados en el interior de las históricas
murallas, que había inaugurado el nuevo siglo con importantes novedades: nuevo Teatro,
Audiencia, plaza de toros, estación de ferrocarriles y otras novedades como la llegada del
cine, los primeros coches, el agua corriente, la luz eléctrica y el teléfono. Desarrollo
material que contrastaba con la situación social: uno de cada tres burgaleses figuraba en
el censo como pobre.
Por su cercanía con el domicilio familiar, antes de cumplir los siete años, acudirá a
la escuela municipal de san Lorenzo, donde tiene la gran suerte de conocer a Julián García
Blanco, un seminarista que hacía de catequista y muy aficionado a la música, que muy
pronto descubrirá las dotes musicales de su alumno.
Antonio José, con apenas trece años, compondrá una pieza musical, “Cazadores de
Chiclana”, ya bajo el amparo del célebre músico José Mª Beobide, que le dará lecciones de
armonía y composición. A esa pieza le seguirán otras varias: “Tota Pulchra”, “Hojas
sueltas para piano”…, de tal manera que, cuando en 1920 abandone Burgos, la lista de
sus obras sumarán casi setenta y cinco títulos. Y apenas tiene 18 años.
Sus evidentes capacidades musicales hacen que, en 1920, la Diputación burgalesa
le otorgue una beca de 2.000 pesetas para tres años, que le facilitará trasladarse a
Madrid, donde se relacionará con los más importantes músicos e intelectuales de la época,
entre ellos Jacinto Guerrero, Regino Sainz de la Maza o García Lorca. En 1921 compondrá
la “Sonata castellana” –antecedente de la “Sinfonía castellana” que culminará dos años
después-, y “Poema de juventud”, que le valió un primer premio en un concurso.
Son años de búsqueda, de múltiples lecturas, de experiencias. Como él reconocerá:
“Siento una obsesionante y febril curiosidad hacia el porqué de todas las cosas”. Lee todo
lo que encuentra, se apasiona por la fotografía, le encantan los coches, el cine… Pero,
sobre todo, a años luz, la música.
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En 1924 regresa a Burgos para cumplir con el Servicio Militar, tiempo que
aprovecha para seguir componiendo y asistiendo a conciertos. Comenzará la composición
de “Danza de bufones” y sus “Danzas burgalesas”. Al finalizar su compromiso con el
Ejército, recibe una tentadora oferta para dar clase en un colegio de elite en Málaga y,
después de dudas, cambia la austera ciudad castellana por el color y alegría de la ciudad
mediterránea. Allí, sin embargo, compondrá piezas musicales con ondas raíces
castellanas: “Danza burgalesa nº 4” (1925), “Misa en re” (1925), “Evocaciones para
piano” (1927), etc. En esa etapa, el Ayuntamiento de Burgos le otorgará una beca para
poder viajar a París en los veranos de los años 1925 y 1926. Allí Antonio José se pondrá
en contacto con las nuevas corrientes culturales y musicales que triunfaban en Europa.
Será para él una época muy feliz.
En 1929 el Ateneo de Burgos se plantea impulsar el Orfeón Burgalés y busca un
competente director para ello. Lógicamente, se fijan en Antonio José quien, pese a la
escasa dotación económica del puesto, acepta encantado volver a su querida ciudad,
donde es recibido con cariño y admiración. El joven y flamante director desarrollará con el
renacido Orfeón Burgalés una febril actividad, transformando un coro desorganizado y sin
nivel musical en una masa coral digna de codearse con los mejores orfeones españoles.
Con él realizará numerosos recitales, entre ellos en el Teatro Principal ante el presidente
de la República, Niceto Alcalá Zamora en su visita a Burgos en 1932.
Antonio José no se limitará a dirigir el Orfeón, si no que dedicará tiempo a su
formación musical y al aprendizaje del solfeo por parte de los orfeonistas. Paralelamente
desarrollará un importante trabajo de investigación musical, recorriendo toda la provincia
con el ánimo de recuperar las canciones populares olvidadas para recogerlas y hacerlas
cantar por el Orfeón Burgalés.
En 1929 dará a conocer su célebre “Himno a Castilla”, y en 1931 su “Sonata
gallega” obtendrá el primer premio en un concurso nacional. Un año más tarde conseguirá
el Premio Nacional de Música por su extenso y documentado trabajo “Colección de cantos
populares burgaleses”, trabajo que continúa con pasión y que servirá para que en 1936
presente, en el Congreso organizado por la Sociedad Internacional de Musicología en
Barcelona, una ponencia sobre la canción popular burgalesa, que comienza con estas
significativas palabras: “Recoger canciones populares es tarea penosa en cualquier región;
pero en Burgos el empeño es de dificultades casi insuperables. Porque en Burgos apenas
canta nadie”. Su participación en el citado congreso internacional aumenta, más aún, su
prestigio internacional. En 1932 llevaba ya 150 obras realizadas.
Paralelamente a ese trabajo musical tanto como director del Orfeón Burgalés como
compositor reconocido, Antonio José participará en diferentes eventos culturales: es
miembro de la tertulia El Ciprés, reunión de intelectuales burgaleses de diversa ideología y
del Ateneo de Burgos. Colabora así mismo en la revista “Burgos Gráfico” y en el Boletín de
la Comisión Provincial de Monumentos, donde publicará el famoso texto de “Coplas
sefardíes” (1933), y otro sobre su “Colección de canciones populares burgalesas” (1934).
El 17 de mayo de 1936 se le realiza un homenaje en el Restaurante Arriaga como
reconocimiento al éxito en el Congreso de Musicología de Barcelona. Al final del mismo
pronuncia unas palabras de agradecimiento y aprovecha “estos raros momentos de fervor
por nuestra canción burgalesa” para invitar a romper el pesimismo y la indiferencia que
reina en la ciudad: “¡Nuestro pueblo se durmió llorando al Cid! ¡Dormido sigue todavía!”,
resumirá en su intervención.
17. Página17
Pese a ese ambiente hosco y apático. Él sigue trabajando en la orquestación de su
ópera “El mozo de mulas” y en una “Marcha para soldados de plomo”. Trágicamente esos
soldaditos de plomo –que recrean la colección de su amigo Eduardo de Ontañón- se
convertirán muy pronto en soldados reales que lanzarán el plomo de sus balas contra sus
compatriotas. El mismo 18 de julio se interpretan en el Teatro Principal de la ciudad,
piezas suyas y a los pocos días su hermano Julio –maestro y periodista- será detenido.
Odios, envidias, pasiones… que se desatan y que se pueden resumir en el titular del
periódico El Castellano: “O nosotros acabamos con ellos, o ellos acaban con nosotros”.
Pese a no militar en ningún partido o sindicato, el 6 de agosto Antonio José es detenido
por un grupo de falangistas y conducido al penal. Allí espera confiado la pronta resolución
de su caso, animado por la falta de motivos y por su buena relación con varios de los jefes
que apoyan a los insurrectos entre ellos Martínez Burgos. Pero un cruce de luchas
internas, denuncias falsas, calumnias, envidias y ese momento pasional y desorganizado
de los primeros meses del Golpe de Estado, hacen que, fatalmente, en la noche del 11 de
octubre sea fusilado. Antonio José tenía 33 años. Poco después tendrá el mismo fin su
querido hermano Julio.
“Así paga esta tierra lo que he hecho yo por ella”, había escrito en una carta al ser
detenido. En el aire quedaban flotando los acordes de “El molinero”, “Todo lo cría la
tierra”, “Agudillo” y tantas y tantas coplas inmortales ya gracias a su tesón y amor a la
música popular burgalesa.
Un largo silencio ocultará la importante obra musical e intelectual de Antonio José
Martínez palacios. Años de plomo que sepultarán la riqueza de la canción burgalesa,
rescatada en buena parte por el joven músico. Pasarán muchos años para que,
tímidamente, el nombre del compositor salga a la luz: un artículo de Regino Sainz de la
Maza en ABC, un texto en el Boletín de la Institución Fernán González, un amplio estudio
en la revista Triunfo escrito en 1971 por el burgalés Santiago Rodríguez Santerbás… Gotas
sueltas.
A partir de la muerte de Franco, se inicia un importante trabajo de recuperación de
su memoria y de su obra con la edición de su biografía Antonio José, músico de Castilla,
en 1980 y de sus obras en disco: “Sinfonía castellana”, “Antonio José, integral de su
música para coro”, “Antonio José, obra coral”, “Sinfonía castellana. Evocaciones, El mozo
de mulas”, “El canto del dolor”… y el libro En tinta roja: cartas y otros escritos de Antonio
José, etc., que han culminado con diversos actos en el 80º aniversario de su fusilamiento.
Fernando Ortega Barriuso
19. Página19
Presentación de Mi cuerpo, tus Indias, de Ivelisse
Urbán Hernández // Por José María Izarra
Sala Polisón, 21 de julio de 2016
Mi cuerpo, tus Indias. Ni Mi
cuerpo, tus manos, ni Mi cuerpo, tus
miradas, ni Mi cuerpo, tus caricias, ni Mi
cuerpo, tus besos, ni tampoco Mi cuerpo,
tus vigorizantes, que hasta ahí suele
llegar la enamorada en sus arrobos, a
identificar los envaramientos de su
amante con tales y tan priápicas
sustancias, tan generosa ella que, a la
sazón, se deja sustituir o representar por
su propio cuerpo, desprovisto de cordura,
todo sentidos, para recibir el culto
correspondiente por obra de su galán.
En todos esos negocios
impugnados, los dos sustantivos forman
parte de un binomio, pero conservan su
individualidad; esto es, aunque se omite
la conjunción entre ellos, entiéndase el
signo + como equivalente, nos
encontramos ante dos sumandos que
figuran una operación aritmética que, sin
excepción, a pesar de que uno de ellos
difiere en todos los emparejamientos,
ofrece un resultado idéntico, que, en
general, se omite por consabido. Algunos,
con benevolencia, nos decantamos por
etiquetarlo como estado de
semiestupefacción o de semiestupidez, a
elegir, precisamente por las
circunstancias que lo caracterizan y que
nadie ha enumerado mejor que el gran
Lope de Vega en su poema Qué es el
amor. Citaremos algunas de ellas:
Desmayarse, atreverse, estar furioso,
áspero, tierno, liberal, esquivo…
[…] no hallar fuera del bien centro y reposo,
mostrarse alegre, triste, humilde, altivo…
[…] huir el rostro al claro desengaño,
beber veneno por licor süave,
olvidar el provecho, amar el daño,
creer que un cielo en un infierno cabe,
dar la vida y el alma a un desengaño…
A lo que íbamos, Mi cuerpo, tus
Indias, con tener la misma apariencia
formal que los binomios citados, no es
una suma (esa coma que se interpone
entre ambos sintagmas nominales no es
20. Página20
copulativa, no indica la supresión del
signo + o de la conjunción y, sino la del
signo = o ≈; iguala, identifica o hace
equivaler y es indiciaria de una aposición
explicativa, a la que subyace una oración
adjetiva de relativo: Mi cuerpo, que son
tus Indias).
En términos estilísticos, nos
encontramos ante una metáfora, en la
que se relaciona un plano real, mi
cuerpo, con otro figurado, tus Indias.
Esta metáfora se prolongará a lo largo de
todo el poemario, constituyéndose este
en una alegoría, en la que mi cuerpo (la
enamorada) es, además, las Indias
Occidentales, las tierras colonizadas por
quien, merced a su apellido, podía
hacerlo por partida doble, y el amante,
elidido en el epígrafe, además de
ostentartal condición, es el reino de
Castilla, tantas veces nombrado y
reconocido luego en los poemas que
conforman la publicación.
Así pues, tenemos que el trasunto
de Castilla (reino de Castilla, para hacerlo
masculino) es un apuesto varón (Castilla,
/ ahora renacida en hombre, se nos dice
en el poema titulado Atada); el de las
Indias, una bella dama. Y viceversa. Esta
correspondencia entre los planos real e
imaginado, conlleva asimismo otra de
carácter temporal: la que se establece
entre el momento actual, en que tiene
lugar la historia de amor entre una
hispanoamericana y un castellano,
sustanciada líricamente, y un
acontecimiento histórico, en el que el
reino de Castilla descubre, explora,
conquista y coloniza los territorios del
Nuevo Mundo.
(A propósito de los verbos
utilizados para describir las acciones
llevadas a cabo por el reino de Castilla en
el Nuevo Mundo, conviene aclarar que
todos, excepto el primero, están
empleados con absoluta propiedad. El
primero no, porque hay datos y vestigios
suficientes para poder afirmar que el
pueblo vikingo arribó a las playas del
continente americano en el siglo X, y si
prestamos atención a Juan José Benítez,
antes que los vikingos, fenicios, griegos,
romanos, bereberes, árabes, mandingas
y otros, de tal suerte que, según
manifestara en su día —por supuesto,
con una pizca de sarcasmo—, Cristóbal
Colón no solo no fue un adelantado en
llegar al otro lado del Atlántico, sino que
habría sido el último en hacerlo.)
Mi cuerpo, tus Indias
Adoro cada error
que ostenta mi cara,
cada centímetro de esta tierra accidentada
que es mi cuerpo,
porque presentarlos a mis ojos
y quedarte
son dos maneras de amarme.
Como austero conquistador
con las Indias fascinado,
por este Mundo Nuevo
que nunca vislumbrara dislocado,
fuera de sí,
perdidamente deslumbrado,
anhelas mis montes salvajemente verdes
y sin querer te pierdes en mis húmedas colinas,
y yo te sigo porque quiero,
porque tus ojos son mi norte,
porque hay que amar
para mirar así,
porque es una travesía trasatlántica
la de tus ojos por mi cuerpo
(acompañados de tus manos)
y son como pequeñas islas
las que encuentras
cada vez que te detienes.
Y yo te sigo adonde quieras,
a sentarnos, por ejemplo,
bajo dorada lámpara de hotel,
de esas que asumen
que uno lee,
o cavila,
de esas que asumen
un gran día de trabajo;
te sigo cuando quieras,
a desdecir lámparas
y escritorios y butacas,
a darles nombres nuevos
como abrazo, sonrisa,
o el placer de ser los dos
y uno en un beso.
Te sigo y voy contigo
a descubrir
mil islas nuevas en mi océano,
mil montes verdes nuevos,
a que las puebles,
las habites
y las llenes de tu savia.
21. Página21
Aun cabe señalar otra relación
entre los elementos de los planos real y
figurado: la establecida como
consecuencia de la cosificación de los dos
amantes en las Indias y Castilla
respectivamente, y, de modo simultáneo,
la personificación de ambos territorios,
generándose así una rueda de
transformaciones.
Alejado de las pautas normativas
de rima y metro, Mi cuerpo, tus Indias
está escrito en primera persona, desde la
perspectiva de una mujer enamorada, su
propia causante, que, para alejar
cualquier sombra de duda, delata su
filiación en la página 40 al confesar
compartir patronímico con Miguel
Hernández; la poeta imbuida del paisaje
y el clima del Caribe, que, en su visita a
España, compara el verdor y los céfiros
propios de aquellos con la aridez y el
cierzo que entendía característicos,
respectivamente, del paisaje y el clima
castellanos y que, tamizados por el filtro
del amor, no solo no le parecen tan
adversos como se los habían pintado,
sino que los juzga incluso sugestivos,
coyunturalmente al menos, al reputar
incierta la sequía y evocador el cierzo.
La obra en cuestión podría situarse
dentro del concepto literario del amor
cortés, entre otras razones, para no
contradecir a su autora, que por dos
veces se pronuncia concernida por tal
modalidad de cortejo, pero también y
fundamentalmente, porque en ella se
entiende el amor de manera noble y
sincera, con la fidelidad como principal
valor, todo de acuerdo con los cánones
teóricos, a excepción de la relación de
vasallaje, que en este caso, al contrario
de lo que ocurre en la literatura medieval,
se cifra en el sometimiento de la dama al
caballero.
Dos versos confirman punto por
punto nuestra última afirmación:
Malinche me he vuelto / siguiendo a mi
Cortés; dos versos en los que también es
apreciable el cambio del plano figurado
en que se sustenta la alegoría,
equiparándose el caballero amante, el
reino de Castilla, con Hernán Cortés, y su
dama, las Indias occidentales, con la
indígena Malinche.
Ni que decir tiene que se trata de
la versión amable tanto del uno como de
la otra: el gran conquistador, intrépido,
victorioso, generoso para los suyos y
magnánimo para los vencidos; la
indígena que, sin dejar de servir al
invasor, intercede por los nativos y
consigue para ellos un trato favorable. La
versión amable decíamos, como no podía
ser de otra manera, porque todos
tenemos el mejor concepto de nosotros
mismos. Sin embargo, no podemos dejar
de mencionar que tanto Hernán Cortés
como Malinche tienen, además y por el
contrario, muy mala prensa. La leyenda
negra acuñada contra lo español a finales
del siglo XIX ha hecho de Hernán Cortés
un conquistador sin escrúpulos, avaro y
sanguinario, y de Malinche, una
colaboracionista traidora a los suyos.
El amor es el amor y la guerra es
la guerra, y, según el refrán, todo vale en
ambas vicisitudes. La protagonista y
narradora (quizá fuera más apropiado
decir versificadora o poetizadora) del libro
que nos traemos entre manos, se permite
el lujo de ser acrítica con ella misma y
con su señor, como lo llama alguna vez,
porque está enamorada; mejor aún,
porque se encuentra en ese estadio de
enquillotramiento en que no es
mentalmente posible dejar de permitirse
el lujo referido, de la misma forma que
en la guerra todos los atropellos, abusos
y bajas son achacados al bando contrario,
porque si se tuviera la capacidad de
admitir los propios, no solo se acabaría
de inmediato la guerra, sino que es muy
posible que ni siquiera llegara a
declararse.
Hemos hablado de que Mi cuerpo,
tus Indias se ciñe a esa etapa del
enamoramiento, la inicial, en que los
amantes, contradiciendo o negando a
Copérnico y Galileo Galilei, se comportan
como si el sol no fuera el centro del
sistema por él regido (algunos se
comportan como si no existiera el sistema
en sí, incluso como si no existiera el
22. Página22
universo), cuando no se conducen como
si todas las galaxias giraran alrededor
suyo.
El amor es así; pero, como todo lo
bueno o presuntamente bueno, dura
poco. Es efímero. Por eso, a la etapa
inicial señalada, la única verdaderamente
amorosa, indefectiblemente, siguen la del
cansancio y desengaño y la de la
separación, ruptura y tal vez odio;
aunque estas dos últimas bien podrían
resumirse en una sola, la del desamor.
Bien, pues en el poemario que nos
ocupa no es posible rastrear tan
compendiosa etapa. No hay desamor en
la casuística del amor cortés. Hay
fidelidad y deseos de perpetuación en el
vínculo amoroso. Pero, algo atípico en
esa fórmula, en Mi cuerpo, tus Indias,
además de cortesía, hay carnalidad, lo
cual es más propio del código de
comportamiento propugnado por el buen
amor del Arcipreste. Después sería él
mismo / quien me surcara / como quien
surca un río, podemos leer en el poema
titulado Áncora. O también, […] mañana
de domingo, / transeúntes en retorno de
la iglesia, / nosotros de otro templo, / el
de la divina carne, en el poema de la
página 33.
No hay desamor, decíamos; pero
hay obstáculos que dificultan la
realización de la plena felicidad. Tres,
fundamentalmente. El primero de ellos, la
distancia. Castilla y las Indias están
separadas por todo un océano. […] pero
¿cómo se le engaña a la distancia?,
replica la dama a la propuesta en tal
sentido que, inferimos, le hace su señor
en la página 48. […] Yo sé jugar al
tiempo, se queja amargamente, pero no
al espacio, todavía… Para rematar el
poema, exhorta a su amado: […]
Enséñame a nadar en el océano / de
nuestra nueva historia / sílaba a sílaba.
Nos atrevemos a aventurar que el
segundo inconveniente (no hemos
encontrado referencias precisas que nos
permitan asegurarlo) viene dado por un
cúmulo de factores: la falta de noticias, la
tardanza (apreciación subjetiva de la
protagonista) en recibirlas, el temor a
envejecer esperando, los pensamientos
negativos… La fuente primorosa / de
aguas claras / que yo tan mal creía cierta
/ se concreta ahora en espejo, / en
espejo del más seco de los barros,
describe así en la página 60 su quebranto
anímico, provocado por las causas
aducidas como posibles por nosotros, y
tal vez por alguna más. […] Era esta la
sequía de Castilla / que trataras de
decirme, / esta su sequedad / que yo
negaba ilusamente, incide sobre la
imagen, en tono de lamento, unos versos
más abajo. Y continúa más adelante
dando gracias (esquinadas, subrayamos
nosotros) al espejo ahora de barro / que
no miente, / que recrea lo que soy, / la
que he de ser… Finalmente, se resigna
humilde a esperar a una nube piadosa de
tus labios / que atraviese el cielo mismo
de Castilla / y desdiga su sequía / y
transforme tu palabra en vida nueva.
El tercer obstáculo, quizá el más
importante, es el del egoísmo; un
egoísmo cargado de reproches que le
genera frustración. Hemos espigado para
ilustrarlo los siguientes versos del poema
que cierra el volumen: […] En cada verso
un anhelo, / […] un ansia en convivencia
con la desesperanza; / en cada verso tú,
/ […] que me has mostrado / un mundo
nuevo, / con horas diferentes / y
calendarios que responden / a no verte /
o cuando al fin te veo / […] y siempre es
cuando tú lo dices, / y ayer cuando tú
quieres…
Hasta donde este poemario dice, la
historia de amor en forma de alegoría
que en él se poetiza tiene un final sin
final, un final abierto, y aunque,
estadísticamente, un porcentaje muy
elevado de idilios terminan en desencanto
cuando no en desastre, en desamor
hemos apuntado aquí, no tenemos por
qué pensar, pese a los obstáculos
señalados, no demasiado importantes y
por tanto fácilmente sorteables, que esta
vaya a concluir como la mayoría; en
absoluto, máxime habiendo tenido su
comienzo en Burgos, no en París, sin
aguacero (que nos conste, no se hace
mención a él), pero a orillas del Arlanzón,
23. Página23
si bien todavía en época de estiaje, en el
mes de septiembre, prácticamente en el
otoño, un jueves como es hoy, un día del
cual muchos tenemos ya el recuerdo.
Afortunadamente, no somos
supersticiosos. Además, no es mal
augurio que algo, y menos el amor, se
origine bajo unas circunstancias en parte
análogas a las que ambientan el presagio,
traducido en soneto, de César Abraham
Vallejo Mendoza para su propia muerte,
que prefiguran una atmósfera llena de
belleza y melancolía, cualidades que
también adornan a Mi cuerpo, tus Indias.
Parafraseando, subvirtiendo, y refutando
a Fernando Pessoa, porque no todos los
libros de amor son ridículos.
Ivelisse Urbán Hernández (San
Juan, Puerto Rico, 1963) creció en San
Juan, Puerto Rico. Ha vivido en los estados
de Nueva York, Maryland, Nueva Jersey y
Texas, donde ejerce en la actualidad como
catedrática de lengua y literatura
españolas.
Su tesis doctoral estudia el espacio
lírico centrado en el poeta cubano
modernista Julián del Casal. Su interés por
la poesía la ha llevado a escribir sobre Sor
Juana Inés de la Cruz, José Martí, José
Asunción Silva, y otros poetas modernistas.
Al presente su interés literario se
concentra en Miguel Hernández y Pedro
Salinas.
25. Página25
17 de septiembre de 2016. Nos
acercamos hasta el número 163 del
paseo de los Pisones, en nuestra ciudad.
No es la primera vez que hacemos este
recorrido para visitar a José Luis y
Raquel, y como siempre, nos reciben con
los brazos y las puertas abiertos.
Saludos. Nos hacen pasar a su casa y,
enseguida, tras declinar nosotros
amablemente los ofrecimientos de una
hospitalidad sincera, nos conducen, a
través del patio, al estudio-taller o taller-
estudio, tanto da, situado en la planta
baja del edificio anejo. Amplitud de
espacio. Luminosidad. Estanterías,
tableros, máquinas, bocetos, maquetas,
piezas en restauración y acabadas… Para
perderse, embelesarse, durante horas.
—Si te parece —le sugerimos a
José Luis; Raquel ha desaparecido—,
vamos a hacerte una serie de preguntas
para referenciar tu evolución como
ceramista. —Y sin darle tiempo a
respirar, le formulamos la primera—:
¿Cuándo, cómo y dónde empezaste?
Se desentiende del todo. No lo
manifiesta expresamente, mas, por
ciertos detalles, nos hace comprender
que a él no le atrae una entrevista al uso;
se nos antoja que José Luis desea hablar
de su oficio, de su arte, sin un orden
determinado, a salto de mata y a ser
posible sin interrupciones, pero sobre
todo sin tener que prestar atención a
preguntas estúpidas o socorridas. Nos
toca, pues, ser precavidos y escuchar.
Aun así, nos responde que lleva en lo
suyo desde 1980.
[Carpeta de JLRT // José Luis Ramos Tamayo]
Por José María Izarra
*
26. Página26
Metidos en materia, él hablando a
su sabor y nosotros escuchando
gustosos, aprovechamos un carraspeo
suyo, para intimarle a que nos descubra
las piezas más representativas de su
itinerario artístico, para fotografiarlas.
Sin pronunciarse de acuerdo ni en
desacuerdo, de nuevo nos hace ver que
nuestro planteamiento es erróneo o no le
agrada. Nos habla de lo que le ha tocado
luchar para abrirse paso, de las
relaciones con las instituciones, de los
encargos que éstas le han hecho, del
intrusismo diletante; de que, para
combatir esa lacra, un grupo de artistas
plásticos de Burgos estaban en la idea y
en el proceso de constituirse en
asociación profesional. Como decíamos, a
salto de mata y sin prestar atención a
peguntas estúpidas. ¡Como para
interpelarlo por exposiciones, ferias,
premios y otros adornos que embellecen
la peana pero no hacen al santo! “Mucho
de todo”, podríamos responder por él
(grosso modo para no extendernos en
una inacabable relación), porque nos
consta.
—Quiero mostraros mi último
trabajo —se postula de golpe—: “Los
milagros de las piedras”. Es una serie de
treinta o treinta y tantas piezas inspirada
por Quevedo —y coge de un estante un
rectangulito de papel que viene a resumir
la concepción del proyecto y su posterior
desarrollo.
Lo reproducimos a continuación:
Al propio tiempo, nos enseña
algunas muestras; las que tiene más a
mano: un pan, unas sardinas, unos
langostinos que brotan de la piedra. Ni la
piedra es piedra, ni las sardinas son
sardinas ni los langostinos son
langostinos. Nos lo dicta la razón, pero
los sentidos nos dicen otra cosa: nuestro
estómago ha empezado a segregar jugos
gástricos y nuestras glándulas salivales a
salivar.
27. Página27
—Vamos arriba. Hay más luz —nos
requiere.
Subimos. Es la planta dedicada a
exposición permanente. Aquí no son los
árboles los que nos impiden ver el
bosque, sino el bosque el que nos impide
contemplar los árboles. Nos sentimos
cohibidos, apabullados, ante las
innumerables piezas que asaltan nuestros
ojos. Cuántas horas de trabajo, de
estudio y experimentación. Así se lo
hacemos ver.
—Bueno —le quitan importancia
Raquel, que ha vuelto a aparecer, y José
Luis—. Son muchos años.
José Luis levanta las persianas
para que los enormes ventanales vomiten
luz natural a raudales.
—Vamos a bajarlas un poco —le
avisamos, y procedemos al pie de la
letra—. Tanta luz no nos deja enmarcar la
imagen en la pantalla.
Lo ayudamos a preparar un
pedestal blanco para ir situando sobre él,
una a una, todas las piezas de la serie.
No quiere sombras. Odia las sombras.
—Buscad el ángulo —nos conmina,
y se arma con un escudo de porexpán
blanco, colocándose detrás de la pieza
erigida para iluminar y quitar reflejos a la
naturaleza muerta.
Salmonetes, más sardinas,
bogavantes, puerros, berenjenas… Y
mientras quita y pone, habla, habla y nos
ilustra.
28. Página28
—O sea, que Los milagros de las
piedras —reiteramos el título, a ver si le
hacemos morder el anzuelo de una
pregunta—: ¿Has agotado la serie o vas a
darle continuidad?
No responde, pero ahonda en sus
comentarios sobre su producción más
reciente.
—¿Esa pregunta y esa respuesta,
tan retóricas ambas, son las que, a la
sazón, te impulsan a actuar con las
armas de que dispones?
Besugos, cabrachos, panes,
pimientos…
29. Página29
—Buenos y sencillos alimentos
—glosa, como si me hubiera leído la
mente.
—Buenos sí, pero de sencillos no
tienen nada; por lo menos por lo que se
refiere a besugos y cabrachos —lo
apostrofo.
Chocolate, plátanos, membrillos,
cebolletas, bueyes de mar, más pan…
30. Página30
—Nada de carne, nada de caza…
Frutas, verduras, pan y chocolate —dejamos
caer—. Te gustaría dar de comer al
hambriento, pero, además, de una forma
sana, cardiosaludable…
Tanto José Luis como Raquel, que
ha vuelto a hacer acto de aparición, se
encogen de hombros, seguramente para
evitar desairarnos la gracia. En cualquier
caso, José Luis nos replica:
—También hay marisco.
Casi simultáneamente, Raquel, a
cuento de un friso que va a servirnos de
soporte para fotografiar una hogaza de
pan hueco (barro puro), pronuncia la
palabra mágica: Rakú. A José Luis se le
enciende la mirada. También a Raquel. Es
una técnica que trabajan en equipo. Su
dificultad así lo requiere.
—Data del siglo XVI y es originaria
de Japón —nos ubica en el tiempo y en el
espacio José Luis…
—Está ligada a la ceremonia del té,
y la palabra significa alegría, placer,
satisfacción —le toma el relevo Raquel, a
la que le faltan palabras para expresar la
emoción que siente—. A grandes rasgos
—se adelanta a responder la pregunta
que íbamos a formularle—, consiste en
una cocción rápida de la pieza,
previamente bizcochada en una primera
cocción, tras la cual se decora con
vidriados, óxidos, pigmentos… Una vez
maqueada, se introduce en un horno
pequeño hasta alcanzar unos 1000
grados centígrados, momento en el cual
se extrae con unas tenazas para
introducirla (enterrarla) de inmediato en
materia orgánica combustible (serrín,
paja, pinocha…). La combustión
producida, pobre en oxígeno, confiere a
la pieza un acabado único e irrepetible.
Después de varios minutos, el proceso
químico se corta bajando bruscamente la
temperatura con agua.
Raquel se empeña en mostrarnos
en qué consiste ese acabado. Toma el
friso entre las manos, pero lo deja por no
mostrar lo que pretende enseñarnos; lo
cambia por una vasija, sobre la que
empieza a señalar con el dedo.
—Mira —nos dice—, la marca de
las tenazas, y las grietas del craquelado,
ennegrecidas por el humo, y el brillo
metálico, con tornasoles, y —dando
media vuelta a la pieza— nacarado por
esta parte.
(Ya que no podemos incluir la foto
de la vasija —se nos olvidó hacerla—,
sígase el siguiente enlace para visionar
una demostración completa de la técnica
en cuestión:
https://www.youtube.com/watch?v=PIq1
EX-xXF4)
—Todo lo hace el fuego —
sentencia José Luis—. Podría decirse,
aunque los historiadores lo consideren un
pecado, que la historia de la cerámica es
la misma historia del fuego…
—¿Y no te parece que estamos
acabando por donde deberíamos haber
empezado? —inquirimos con sorna.
31. Página31
Sonríe y se encoge de hombros.
Busca a Raquel con la mirada, y Raquel
sonríe y se encoge de hombros,
solidarizándose con él.
De repente, dejando la última
pieza que hemos fotografiado en el suelo,
un hermoso racimo de uvas (de la
variedad tempranillo si no nos
equivocamos) brotando de un pedrusco,
coge un rotulador azul de un bote posado
sobre el tablero y saca un folio en blanco
de una carpeta.
—¿Tenéis diez minutos? —nos
pregunta.
Antes de que se cumplieran, nos
hace entrega del esquema que figura a
continuación.
32. Página32
—¿Y no te parece que este final
hubiera sido un buen principio? —volvemos
a la carga para distender la despedida, un
segundo antes de cruzar el umbral de la
puerta del número 163 del paseo de los
Pisones, hacia la calle.
Lloviznaba.
¿Se puede pescar en las piedras?
¿Puede haber algo
que estos peces
de barro?
más vivo
33. Página33
Naderías // Anabel
El azar ha puesto en mis manos un
ejemplar del informativo semanal gratuito
Gente. Recoge diversas secciones,
sembradas de anuncios: “relaciones
personales”, “contactos”, “ofertas de
trabajo”, etc. Encuentro uno que retiene
mi atención, despierta mi curiosidad y me
invita a actuar, Leo, “Anabel, 36 años,
vidente y astróloga. Doy respuesta a tus
preguntas. 15 euros. C/ Trinas nº 3, 2º.
Atrévete! Y me atrevo.
Se abre la puerta, y aparece una
mujer alta, esbelta, la melena negra, cae
como una cascada sobre su hombro.
Sígueme, dice. Detrás de ella, atravieso
un pasillo, casi en penumbra, con tan
solo un leve destello de luz que se
enciende y apaga.
Al final, abre la puerta de un
cuarto. Es entonces cuando se gira, me
mira y veo su rostro: frente ancha,
despejada, ojos negros, el perfil del
rostro ovalado y la boca sin pintar, de
labios llenos. Viste una bata de color
violeta que la llega hasta los pies, parece
un kimono japonés, incluso lleva bordado
un escorpión dorado, delante y detrás.
Se sienta y me invita a hacer lo
mismo. Nos separa la mesa camilla,
cubierta con una falda del color de la
bata; sobre ella, el tapete verde y las
cartas del tarot. En una esquina del
cuarto, sobre un velador, arde una vela.
Huele a incienso y el olor denso penetra
en mí con un suave dulzor. Un sendero
de luz azulado, desvanecido, que parece
temblar, crea un ambiente casi irreal, que
me hace sentir como si estuviera en un
club de alterne. Escucho su voz. Bueno,
¿qué quieres conocer de tu vida?: amor,
amistad, enfermedades, sexo… Ahora, te
miro Anabel y lo poco que me enseñas,
me lleva a pensar que eres una mujer
entera, bien hecha, no sé si de la materia
de la que están hechos los sueños. Sonríe
al tiempo que baraja las cartas. Detrás de
ella, cuelga en la pared una fotografía en
blanco y negro de Marilyn Monroe. Sale
del mar, sonriente, luminosa, como una
diosa, llena de gracia, de salud y belleza.
Veo la espuma de las olas acariciando sus
pies. Y me llega el final de la espléndida
entrevista que le hizo Truman Capote y
que aparece en su libro de relatos Música
para camaleones: “La luz se iba, Marilyn
parecía esfumarse con ella, mezclada con
el cielo y las nubes y alejarse más allá de
ellas. ¡Marilyn! ¿Por qué todo tuvo que
acabar así, Marilyn? ¿Por qué la vida
tiene que ser tan jodidamente podrida?”.
—Truman qué dirías de mí… No te
oigo.
—Diría que eres una hermosa
criatura.
¡Corta!, me pide Anabel. Saca una
carta y déjala sobre el tapete. En la mesa
se ha posado un tridente, de cada una de
las puntas brota una llama. ¡Joder!,
exclamo: la muerte. No, nada de eso.
Pregunta, ahora es el momento. De la
vida me acuerdo, pero, ¿dónde está?, le
contesto. Hijo mío, eres un tipo de los
que yo llamo asteroide. Mitad nube,
mitad humo. Sí, respondo, algo parecido.
Un día de la semana, acudo a la vieja
estación, me siento en un banco y espero
34. Página34
a que llegue el tren donde viaja el deseo
de mi vida, pero no termina de llegar. En
mi interior oigo la voz: ten paciencia, me
dice, llegará. ¿Pero qué es lo que tiene
que llegar?, me pregunta impaciente
Anabel. Lolita contesto. “La luz de mi
vida, fuego de mis entrañas. Era Lo por la
mañana. Lola con pantalones. Pero en
mis brazos era siempre Lolita”.
¡Corazón! ¡Qué cosas dices! Estás
chiflado pero eres divertido. No he
conocido un cliente como tú.
Está bien, dejemos las bromas, le
digo. ¿Puedes ver en la carta que está
sobre el tapete, qué ensombrece mi vida,
no se concede un momento de tregua, de
reposo, me persigue desde la mañana a
la noche? Pienso en el acúfeno, claro. Sí,
lo veo, la carta no miente. Una mujer. Te
ha dejado… La corto de repente, y sigo el
engaño, cómplice de su juego. Cierto, así
es, me oye decir. ¿Cómo es posible que lo
hayas adivinado? Eres una visionaria
acojonante. Sí, es una mujer. Hace dos
meses salió de casa. Me dijo que iba a la
farmacia a comprar aspirinas y todavía no
ha vuelto. Pero yo sé que anda liada,
perdida, por un tipo llamado Ulises. Un
jovencito en paro, un gigoló, corrupto y
desalmado, que lo único que busca es
dejar su cartilla de ahorros vacía.
Anabel, tienes que recibir variedad
de clientes. ¿Qué tiempo hace que estás
en Burgos? Mes y medio. ¿Y te va bien?
No me quejo. Tres, cuatro clientes cada
día. Los fines de semana mejora. ¿Y qué
buscan, qué desean conocer? De todo un
poco, me responde. El porvenir que les
espera, posibles separaciones, si el amor
va a durar mucho o poco, si van a
encontrar trabajo o seguir cobrando del
paro. ¿Y para todo encuentras respuesta?
Sí, y si no la encuentro, la invento. Sí,
pienso, ya lo has probado conmigo, pero
lo dice con una seriedad que apabulla.
¿Nadie te pregunta por Mariano, el
del PP? ¿Si va a durar otros cuatro años,
o por fin se produce el milagro, se retira
y comienza a fraguar una venganza
parecida a la de Don Mendo?
Me mira sorprendida de ver una
oveja descarriada, desprendida del
rebaño que anda perdido.
Es el momento en el que deposito
20 euros en la mesa. Su mirada emite
destellos de luz, sus labios entreabiertos
parecen decir, tiéntame. Eso pienso. Los
pensamientos giran como una veleta…
Tienes unos pechos hermosos, seguro.
¿Me permites comprobarlo? Con uno me
basta; y sin pensarlo más, alargo la mano
que penetra debajo de la bata y con
etérea suavidad acaricio la teta derecha.
No se inmuta. No se aparta. Yo,
sorprendido, prosigo… ¡Basta ya!,
exclama. Se levanta, camina unos pasos,
se apoya en la pared y me mira. No
observo rechazo, ni agravio, más bien en
sus ojos encuentro una expresión que no
es de desagrado.
¿Te das cuenta?, le digo. Soy un
viejo que se ahoga en busca de un poco
de aliento. A mi edad no tengo porvenir,
ni futuro, sólo me queda esperar, pues.
“Ha pasado el tiempo y la verdad
desagradable asoma: envejecer, morir es
el único argumento de la obra”.
¡Chico! ¡Qué cosas dices! ¿Eres
poeta? No. Soy un gramo de amor y un
mar de olvido. Y tengo la impresión de
que tú y yo hemos formalizado un
contrato de tristeza con la vida, y una
impenetrable oscuridad nos rodea.
No te entiendo, me dice, pero
gusta oírte. Creo que te has equivocado
de visita. Donde debes acudir es a la
consulta de mi amiga Dorotea, te
facilitará un elixir para cuidar tus excesos
de rareza y melancolía. Durante unos
instantes que se me hacen eternos un
profundo silencio ha penetrado en el
cuarto y nos rodea. Anabel, es la hora de
partir. Encuentra la carta que recuerda
que la vida no reside en el éxito, sino en
la dignidad…
Es agradable y sentimental la luz
que me recibe en la calle san Pablo. La
luz, que en la tarde cálida y serena
35. Página35
recorta las sombras, se degrada poco a
poco en muchas partes y se desnuda en
plenitud frente al Museo de la Evolución
Humana. Llego a casa, y sin dudarlo, me
coloco de rodillas en medio del “estudio”,
por llamarlo de alguna manera, miro el
cuadro que está sobre el caballete, en el
que trabajo desde hace días sin encontrar
la respuesta que me pide, y exclamo:
“Oh, dioses, aquí tenéis a un viejo con
tantas penas como años”. Y el eco que
despiertan las palabras del rey Lear vaga
por las paredes desnudas de la casa.
J. A. Martínez Gutiérrez “Guti”
37. Página37
Nuestra ciudad
Pequeño drama otoñal
“…toma este vals que se muere en mi boca”.
Si desde los altos prados del
castillo, o desde los barrios más alejados,
unos reducidos, otros populosos, que
conforman la ciudad; si desde cualquier
calle transversal decides acercarte a las
del centro, puedes observar en ellas
muchas escenas interesantes.
Pintemos una mañana de sábado,
recién comenzado el otoño, una mañana
soleada, dorada como un pan tierno,
repleta de fragancias, en la que las
gentes disfrutan de cuanto la ciudad
ofrece: mercado, música, exposiciones,
paseo bajo castaños y plataneros…
Cuando amanece un día como el
señalado, a todo el mundo le entra un
ansia febril de salir de casa y encontrarse
con conocidos, de pelo lustroso y ropas
decorosas. Se diría que pasea la viva
imagen de la felicidad. Y, si no es
felicidad, será, simplemente, satisfacción.
Las calles son un hervidero y las puertas
de los bares sostienen un tumulto. No es
extraño escuchar conversaciones
divertidas, saludos efusivos, etc, etc…
Cerca de la Plaza Mayor, en un
cruce con la calle Laín Calvo, junto al
Arco del Pilar y frente a la Plaza de la
Flora, se dan todas las circunstancias
descritas hasta este momento: gente,
trasiego, bullicio, bares, tiendas… Como
la zona es peatonal, los transeúntes se
demoran en la calzada, disfrutando del
calorcito agradable del luminoso día. Al
fondo, sobre los edificios antiguos, las
casas remozadas, los miradores de
madera repintados, se asoman, curiosas,
las agujas de la catedral, como un sueño
convertido en piedra.
Junto a la puerta de un mesón de
renombre y categoría, justo frente a la
entrada de una de las mejores tiendas de
ropa, se desarrolla la siguiente escena.
Deberemos contar cada detalle, pues, si
no, será imposible entenderla en toda su
profundidad.
Hay allí una mujer de tez clara y
textura exquisita, pelo largo, ondulado de
un cálido color castaño y unos llamativos
ojos verdes. Sonríe mostrando unos
dientes blancos, grandes, tras unos labios
carnosos, bien maquillados. Se podría
decir de ella que es la “Kim Bassinger” de
una provincia española. Alta, esbelta,
bien vestida… Aparenta seguridad en sí
misma, y habla con propiedad, aunque
sin demasiada cultura ni ecuanimidad. Se
puede adivinar que es una oficinista bien
considerada, a la que la vida no ha
puesto en demasiados aprietos. Es, en
fin, una mujer bastante satisfecha,
aunque en cierto modo insaciable.
Lleva de la mano a una niña de,
aproximadamente, cinco años, muy
rubia, muy linda, con unos preciosos ojos
azules, gritona, un poco revoltosa,
vestida con un abriguito de cuadros que
deja al descubierto sus delicadas rodillas,
38. Página38
prenda de diseño exclusivo, se ve a la
legua, igual que el traje de su mamá,no
en vano su esposo y papá es el dueño de
la tienda de ropa que queda a unos cinco
metros de donde se encuentran. La niña
se muestra desinhibida y traviesa, y se
suelta de la mano para acercarse más a
la pared. La mamá, que charla muy
animada con otra pareja, ríe
abiertamente, segura de que todo está
bajo control.
Han decidido lo que quieren pedir,
y se internan en el mesón, después de
comprobar que la niña, fuera, está
entretenida.
Explicaremos con brevedad qué
hacen en ese lugar. Son las dos menos
cuarto del mediodía, y los comercios se
cerrarán en poco tiempo. La mujer, que
no trabaja los sábados, espera a su
marido, que a las dos en punto echará el
cerrojo del comercio, despedirá a los
empleados, y, junto a una pareja amiga,
perteneciente al grupo funcionarial, se
acercarán a comer a un restaurante.
Ahora bien, hemos dejado a la
mamá entrando en el bar, al papá en su
tienda y a la niña metiendo los deditos en
un agujero de la pared, con la intención
de hacerlo más grande.
En ese momento, y todo lo que
ocurra será lo declarado por testigos,
sucedió lo siguiente.
Según dicen, un tipo estrafalario,
mal peinado, vestido de negro, que
parecía acechar desde la esquina, aunque
esto no es seguro, se aproximó a la niña
y dijo algo muy cerca de su carita, para
que ella pudiera entenderle con claridad.
Un segundo después, la niña lanzó un
grito tan espeluznante que hizo volverse
a las más de cincuenta personas que se
hallaban en ese lugar. La frase había
sido: “TU PAPÁ ES UN HIJO DE PUTA”.
Para quien todavía albergue dudas
sobre la literalidad de la frase, piense que
escuchó mal o que la criatura no se había
enterado, siendo tan pequeña, se
recuerda que, preguntada más tarde por
ello, repitió fielmente la frase: “me ha
dicho TU PAPÁ ES UN HIJO DE PUTA”.
Imagínense el drama. La mujer
agarró a su niña y le cubrió el rostro,
mientras buscaba con la vista la sombría
figura que se escapaba entre la gente.
Todos los presentes volvieron la cabeza
para observar al delincuente, que,
después de su fechoría, y riendo por lo
bajo, caminaba rectamente, casi
corriendo. Cuentan los testigos que no
miró atrás. Uno tras otro fueron
pormenorizando su recorrido: ascendió
hacia San Gil hasta el cruce entre la calle
de los Avellanos y la de Fernán González,
en la cual se internó a buen paso,
recorriéndola entera y dejando la catedral
a su izquierda; hizo una parada en lo más
alto de la calle para, detrás de una fuente
apartada, orinar durante un rato; cruzó
después el Arco de San Martín, y se
perdió finalmente en las callejuelas del
barrio de San Pedro de la Fuente, donde
nadie pudo, o quiso, dar más información
sobre su trayecto, cosa que se
comprende, ya que en dicho barrio
situaron los testigos su domicilio.
Completamente de negro, vestía
camisa, chaleco, y un pantalón ancho
pasado de moda, de cuyo cinturón pendía
un llavero repleto de llaves, colgando
como el que lleva una pistola al cinto. En
el brazo tenía un tatuaje descolorido,
recuerdo, sin duda, de viejas batallas.
Quienes lo conocían personalmente
indican cierta dificultad ostensible en el
habla, lo cual no exime de la posibilidad
de pronunciar perfectamente la frase
susodicha, que no es necesario repetir.
Parece claro que el individuo no se
atrevió a decírselo directamente al papá,
lo cual demuestra hasta qué punto se
puede ser cobarde. Sin embargo, cabe la
posibilidad de que el hombre pretendiera
hacer comprender a la chiquilla una
realidad que le era absolutamente
desconocida, y que hubiera tardado años
en descubrir por sí misma, en el caso de
que le hubiera interesado. Así que pudo
querer hacerle un favor.
Quien le conocía le puso nombre.
Mejor dicho, dijo en voz alta su apodo, ya
que el nombre propio era ignorado por la
generalidad. Se supo que era “Tornillos”,
así, a secas, sin determinante y en plural.
También se desconoce el origen del
39. Página39
apodo. Al respecto, se especula tanto
sobre la afición del individuo a llevar
chatarra colgada del cinto, como a un
antiguo oficio, al que haremos referencia
más adelante. Lo que sí podemos
asegurar es que al hombre le agrada
mucho su apodo, ya que, en su vida
cotidiana, no soporta que le llamen de
otra manera; quizás se deba a que
aprecia en el mismo connotaciones
positivas, además de prácticas, tales
como fortaleza, resistencia, cualidad
metálica, etc… A medida que se iba
descubriendo la identidad, se conocieron
más detalles de su vida, lo que nos va
explicando tanto el drama como su
relación con los otros protagonistas.
Se sabe ciertamente que
“Tornillos” está soltero, sin otro oficio que
el de deambular por los bares; que vive
con su madre en un piso de alquiler,
subsistiendo gracias a la pensión de
viudedad de la mujer. Sin embargo,
también se sabe que no siempre fue así,
y que antaño era un empleado casi
modélico de una tienda-almacén almacén
de telas en el que se encargaba del
orden y mantenimiento del género.
No es coincidencia que dicho
comercio estuviera situado en el
emplazamiento donde ahora se muestra
la rutilante tienda de moda. Los lazos que
le unen al lugar son aún más largos y
fuertes, ya que su padre, fallecido ya,
estuvo trabajando en el mismo comercio
a las órdenes del padre del hombre de
ojos azules que ahora mantiene la
titularidad del local, y que ambos,
“Tornillos” y “el Rubio”, al igual que sus
respectivos padres, fueron en un
momento de su vida jefe y empleado.
Poco se sabe de la relación, aunque, por
ciertos comentarios de “Tornillos”, se
deduce que se le despidió de mala
manera, con engaños, e incluso algún
insulto, de tal forma que no le quedó
ningún derecho social. No es de extrañar,
entonces, el rencor acumulado hacia el
otro, ya que, aunque hubiesen pasado
casi diez años y pareciese una historia
antigua, “Tornillos”, poco preparado para
desenvolverse en la sociedad, no había
sido capaz de reconducir su vida y,
consecuentemente, olvidar la afrenta.
Quizás todo estuviera escrito de en el
libro del destino, pero, con su ignorancia,
estaba seguro de que allí habían
comenzado sus desdichas. Él no se
consideraba torpe ni zafio, si le
suponemos capaz de hacer un análisis
personal profundo. Habría estado
dispuesto a mejorar en todos los
aspectos, pues aún no se había
abandonado completamente a la desidia,
y en cierto modo era fiel y disciplinado.
Así que ese pobre hombre había sentido
herido su amor propio.
Su adversario, según sabemos, no
se creía culpable de su deriva, de sus
errores, o su naufragio. Aliviado por
haberse desembarazado de un elemento
tan incómodo, de un personaje tan poco
decoroso para su proyecto empresarial,
se había olvidado pronto del asunto. En
muy pocas ocasiones hablaba de él, a lo
sumo, había hecho algún comentario
sarcástico cuando se lo nombraban
mientras desayunaba en la cafetería, un
encogimiento de hombros despreciativo o
alguna risita, disimulada enseguida tras
un rostro serio y formal. Sin
remordimientos, su vida había seguido
una trayectoria intachable. Nada de
traspiés, veleidades o tormentos,
pasiones o vicios, búsquedas o hallazgos,
salvo aquellos permitidos por la sociedad
y bien vistos por sus familias. Eran gente
de orden. A esos consejos atendían, esa
era su filosofía, que obviaba, en cierto
modo, los principios de la ética, pues no
hacían objeciones a pisar al prójimo,
siempre, claro está, en beneficio de
intereses más elevados. No es que
juzguemos mala dicha consigna, pero
creemos ver en ella cierto poso de
mezquindad.
¿Cómo supo “Tornillos” que esa
niña era la hija de su enemigo? Pues
bien, había reconocido a la hermosa
mamá, que ya entonces, hacía diez años,
era novia del antes nombrado. Sabía que
la pareja de enamorados había seguido
las pautas establecidas: una boda
pomposa con muchos invitados, la
40. Página40
adquisición de un hogar confortable y que
después, en el momento adecuado,
habían traído al mundo a esa niña
preciosa que les colmaba de orgullo.
¡Cuán diferente era la vida de
“Tornillos”, inculto, estrambótico, sin otra
meta que la de llegar a la puerta del
próximo bar y buscar a alguien conocido
al que dar “la brasa”, como se dice
vulgarmente! Sin embargo, este
desarrapado había sido capaz de albergar
en su corazón un rencor enorme.
También él podría haber tenido ese sitio
ideal que llamamos “hogar”. La
permanente sonrisa que se veía en su
boca disimulaba un rictus amargo, sin
lograr borrarlo del todo.
Esta historia demuestra cómo
hasta las personas más insignificantes
están sujetas a pasiones, que todos,
ignorantes o inteligentes, nos movemos
por los mismos patrones; que en todos
los corazones anidan ansias y deseos
similares, hasta en el de los seres más
despreciables. Esta, creemos, es la
moraleja del cuento.
Regresamos, finalmente, al
principio de la historia y nos situamos
otra vez en las cercanías del Arco del
Pilar, pues debemos entender del todo la
escena. “Tornillos” accedía a la Plaza de
la Flora, cuando se percató de la
presencia de la mujer, con la niña
agarrada de la mano. Lo demás fue un
cúmulo de casualidades: la niña se soltó,
y la mujer, junto a sus amigos,
desapareció dentro del bar. “Tornillos”,
mientras tanto, seguía caminando. ¿En
qué momento decidió realizar su
fechoría? No lo sabemos. Hay que
reconocer que fue perspicaz, para sus
menguadas facultades. Tardó sólo un
instante en asimilar la situación, y como
el rayo que cruza el firmamento, viendo a
la niña sola, comprendió que era el
momento de vengarse, se acercó a ella y
soltó la frase monstruosa.
¿Está justificada, después de lo
sabido, semejante acción? De ninguna de
las maneras. No hay argumento posible a
su favor. A todas luces, no.
Aunque es posible que no entendamos
cuanto la luz ofrece, su diferente
intensidad, tono, fuerza, cromatismo, etc.
Las hay fulgurantes, mortecinas,
esplendorosas o tenues. Naturales y de
artificio. Ignoraos muchas de sus
cualidades y desconocemos los íntimos
secretos que han llegado a alumbrar. En
pintura, son capaces de resaltar detalles
impensables, y, aliándose con las
sombras, contener todos los colores
complementarios.
Así pues, es posible que en
Burgos, como si fuera en un cuadro,
ciertas mañanas de otoño, en las que el
sol envuelve las calles como en papel de
celofán y acaricia de manera agradable la
piel de los paseantes, bajo esa luz tan
dulce, puedan desarrollarse multitud de
pequeños dramas.
Y, estamos seguros, de que
también sucederán otros más grandes.
“…toma este vals del Te quiero siempre”.
Pequeño vals vienés. Federico García
Lorca
Montserrat Díaz Miguel
41. Página41
María Zemanova
Ahora es una diosa que, alzada en
unos tacones de aguja de ensueño, se
apoya contra el coche y muestra unas
nalgas esponjosas que arrasarían el
decoro concienzudo de un millón de
castos. Posee una cara vikinga
espectacular y su epidermis destella más
que el brillo de un rubí. Sus pantorrillas,
decoradas con unas ligas finas y una
minúscula cenefa bordada en blanco,
fragmentan la quietud del escenario. Se
abre las interioridades de par de par, con
unas uñas pintadas de rojo cereza,
apoyada en la virginidad cérea de los
muslos. La locura desfila entre el orden
natural de sus dedos y la vulva, vista por
delante y por detrás cuando se ladea, se
asemeja a una piña tan dulce como la
miel. El pelo rubio platino le roza el confín
de la rabadilla y en los hombros se
vislumbra un tatuaje anaranjado que
representa a una mariposa de cosquillas
fidedignas. Entonces una baba de silicona
se derrama lentamente por el tobogán de
mi mentón con el balanceo de sus
glúteos.
Ahora es una doncella eslava de
lengua rosada y ojos azules reconciliada
con el nudismo, ruborizada al margen del
pundonor y dotada de unas pestañas
sibilinas que incitan a un asalto a sangre
y fuego. Se agacha, al acecho,
asilvestrada, acicalada por una
barbaridad de detalles mezclados con el
garbo de su silueta. Bambolea el ombligo
con vaivén de cierva y los pechos,
piriformes, insobornables, enaltecen la
autenticidad de las venas de su cuello. El
pincel de su dentadura ebúrnea bosqueja
un ardor procaz, de gata en celo, de
yegua empeñada en calentar a la
caballada, de diva de espectáculo
pornográfico que se descerraja los labios
vaginales con el pulgar y el cordial.
Parece una heroína rusa, una mezcla de
vodka y naranja, un apetitoso plato de
caviar o una fuente de placeres expertos
en embotar la razón. Transforma la
frescura de las rodillas en dos ángulos
rectos exactos y adopta, arriesgada,
viciosa, fuera de serie, el aplomo de
quien está por encima del bien y del mal.
Entonces anhelo tocar el hechizo de sus
curvas, acariciar ese cuerpo de bombas
macizas y colonizar su monte de Venus
con el ejército envalentonado de mi
instinto.
Ahora es la sobrina de la vecina y
quiero ser su marido, su hermano o su
tío, cualquier parentesco que me permita
espiarla en directo tras la cortina del
baño. Veo cómo se inclina al igualarse las
uñas de los pies tras la ducha y cómo se
le dibujan las costillas en una partitura de
ópera orgiástica. En ese contexto de vaho
libidinoso, las bragas negras que se pone
destacan con luz propia en la
magnificencia de su antifonario. Los
caracolillos del vello púbico, recortados
con precisión y aliados en torno al socaire
de la picardía, muestran al mundo una
lascivia sin parangón afincada en sus
caderas de guitarra embrujada. En el
reloj de un vecino suenan las
campanadas de las cuatro de la
42. Página42
madrugada y el tiempo, manipulado a
conciencia por sus manos de
cortesana,exprime el jugo de los
segundos. Entonces mis palmas devienen
lagos de sudor en un pispás de castañeta
y la lista de los piropos, carnal hasta la
médula, larga como un camino, se deleita
con la exquisitez torneada de sus piernas.
Ahora es una colegiala peinada con
dos coletas de lazo malva, provista de
una falda corta sobre las medias del
uniforme de las sacramentinas y de una
blusa transparente que insinúa la
perfección juguetona de su figura. Se
abre los botones adrede y, aprovechando
que es la hora de la merienda, se unta los
pezones con mermelada de frutas del
bosque. Tras convertirse en una
educanda hambrienta y sicalíptica, se
chupa los restos azucarados de los dedos
mientras la órbita de las areolas,
barnizada de un violeta glorioso, aviva la
burbuja de la vehemencia. Entonces
fantaseo con ser su tutor para poder
reprender su descaro con la regla, azotar
sin excesiva severidad el perfil de su
trasero empinado, echarle una regañina
por ser una infanta consentida y
concederle, al postre, una nota de
sobresaliente en geografía gracias a la
cordillera cuajada de cimas y cuencas de
su talle.
Ahora es una hembra de jaguar
que se estira como la goma de un
tirachinas, presta para un desenlace de
garras a flor de piel, y el absolutismo de
los gestos felinos, encorvado, ferozmente
salaz, entrega el homenaje del cóccix con
una elegancia innata de condesa.
Mimetizada con la selva que rodea sus
músculos fibrosos de gata, se lanza en
pos del premio de la rijosidad con una
fruición de mamífera carnicera. Al cabo,
tras la exhibición ardiente y perversa de
un sujetador de encajes asalmonados, el
lunar afrodisíaco de la ingle, junto al
triángulo definido del pubis, se confabula
con el rosicler de su clítoris y hachea el
tronco de un árbol cuadragenario que,
por hache o por be, ya no me pertenece.
Entonces una ola tórrida anega lo que
queda de mi estoicismo y un ahogo
arraigado, tajante, ajeno a la disciplina,
apuntilla las terminaciones nerviosas de
mi cerebro en la gruta del deseo.
Ahora es una novicia de mirada
angelical vuelta del revés y el punto de
mira de las posaderas se aproxima al
colmo inefable del entusiasmo. Sueño con
ser el padre salesiano que, merced a una
penitencia sencilla consistente en un
revolcón de órdago, perdonará sin duda
sus pecados de mantis religiosa mientras
ella, bella como nunca, entregada en
cuerpo y alma, manosea las cuentas del
rosario con fervor de neófita. En ese
ambiente sagrado, concentrado en el
silencio triunfal del conticinio, el amo de
la pasión se envalentona en un instante
de estallido porque ya es hora de la
comunión. El onanismo se ensambla con
el destino en el pórtico del templo, sin
confetis de novios ni murmullos de
celestinas, y las huestes de la lujuria, a
pendón herido, se apropian del devaneo
de la ilusión. La pujanza de un huracán,
endiabladamente fogosa, desmantela el
armazón del bajo vientre y una singular
reserva de fluidos se dispone a salir a la
luz sin más preámbulos. Entonces, a
voluntad, con la desenvoltura serpentina
de mi índice, amplio la crica de María
Zemanova para la batalla final.
Ahora, como entre sueños, oigo mi
nombre antiguo y giro la cabeza hacia la
puerta de la habitación. Allí, con ojeras
purpurinas de desvelo, está la santa de
mi madre, frustrando con su presencia el
frufrú de mi eclosión delante de la
pantalla del ordenador. A pesar de que ya
hace más de doce años de la operación,
sigue sin asumir que en la actualidad soy
Andrés, un atareado profesor de
literatura que suda la gota gorda hasta
las tantas, y que, por ende, ya no soy
Andrea, la hijita rubicunda y cándida que
alumbró hace más de cuatro décadas.
Jorge Saiz Mingo
45. Página45
El palacio de Celada del Camino.
Ecos literarios
¿Y el abuelo? El abuelo se fue solo a vivir a Celada del Camino, ese
pueblecito de Burgos donde sus campesinos le bailaban las entradillas y le
cantaban algún domingo. Era todo su entretenimiento. ¿Solo, solo? Con sus
vinos especiales, con sus botellas de marca (…). Dicen que los domingos
atravesaba el arco que pasaba sobre la calle desde su casa al altar mayor, y
allí, donde junto a él había siempre un reclinatorio vacío, el de su abuela, oía
la misa. No se arrodillaba nunca (…).
¿Dónde lo enterraron? ¿Lo volvieron a Celada del Camino? Creo que
quisieron olvidarlo pronto, más por francmasón que por mujeriego. Cuando
yo de mayor fui a ver la casona de Celada, me sorprendió encontrar en una
galería muchos cuadros de la guerra de la Independencia. ¿Y esto? Esto, me
dijeron, es que el señor que vivía aquí fue el que dio al Empecinado los
caballos para que reclutasen los voluntarios de Burgos contra los franceses.
Más tarde, y con cierta emoción, leí que los había dado el marqués de
Barriolucio y que este señor se había casado con una baronesa de Aragón
(…) que ahora resulta que es mi bisabuela.
Este texto evocativo corresponde a las páginas en las que María Teresa León Goyri
reconstruye una conversación suya con su madre Oliva Goyri y en las que ésta le va
dando cuenta de los acaeceres de distintos miembros de su familia, entre los que destaca
a María Goyri, de la que la niña María Teresa espetó a las monjas que la atosigaban: “Mi
tía fue la primera mujer de España que estudió en una universidad” 1
. Pero los
emocionados recuerdos de la escritora registran también en el blanco de las páginas la
presencia del edificio palacial que se levanta a la entrada del citado pueblo en frente de
la iglesia de San Miguel que se levanta al otro lado de la calle principal2
.
1
.- María Teresa León, Memoria de la melancolía, cito por ed. de Barcelona, ed. Bruguera, 1979, pp. 72-73 y 66.
2 .- El árbol genealógico que conduce desde el vizcaíno Bartolomé Goyri Barrenechea (Deusto, 1821- Celada del Camino, 1899)
hasta María Teresa León se inicia en el matrimonio de Bartolomé y Oliva Erruz (nacida en la aragonesa localidad de Ateca) y
viuda del IV marqués de Barriolucio, propietario a la sazón del palacio. Me parece ilustrativo de esta sucesión de propietarios
un párrafo de las Memorias de la burgalesa María Cruz Ebro: “Rosario (Llera) casó con Hipólito Goyri. Era descendientes del
marqués de Barriolucio y en Celada del Camino tenía hermosa posesión. En París montó una bodega de vinos españoles. Su
hija Oliva contrajo matrimonio con el coronel de Caballería León Lores. Su hijo, Ángel León, teniente coronel de Estado Mayor,
está casado con una hija de D. Ignacio Albarellos. Una Goyri, María, casó con D. Ramón Menéndez Pidal “ (Juan Sierra y Gil de
la Cuesta, Burgos entre dos siglos a través de la vida y obra de María Cruz Ebro, Burgos, Diputación Provincial, 1987, p.57)
46. Página46
El citado pueblo es y era enclave preciso en el camino de Santiago y en la ruta que
conduce desde Irún hasta Valladolid, circunstancia que explica su función de receptáculo
de viajeros y comitivas. La tradición oral mantiene que fue punto de descanso en la
comitiva fúnebre en la que la reina Juana conducía el cadáver de su esposo Felipe el
Hermoso, en crónicas o textos de impresiones viajeras se sostiene que por allí pasó el
abdicado Carlos V en su camino desde Laredo a Yuste y, sin referencia expresa al pueblo
o al palacio, se han aducido pasajes de escritos de Santa Teresa de Jesús como alusiones
referidas a la zona 3
.
Estos viajeros pudieron contemplar el palacio de los Castro en la construcción
gótica del XV que siglos más tarde sería ampliado con edificios adjuntos. Por la puerta
construida en el siglo XVII debieron de acceder al palacio el rey Felipe IV y la corte que lo
acompañaba en su regreso desde San Juan de Luz donde había depositado a la infanta
María Teresa para su matrimonio con el monarca francés Luis XIV. El cronista de la época
Leonardo del Castillo da noticia del acontecimiento:
El miércoles (16 de junio de 1660), dejando Su Majestad cuatro
leguas atrás a Burgos, vino a comer a Celada (población de cuarenta casas)
y habiendo andado cinco por la tarde, llegó a dormir a Palenzuela4
.
También pasó por Celada del Camino el que sería presidente de los Estados Unidos,
John Quincey Adams, que antes de llegar a Burgos el día 11 de enero de 1780 se refiere
en una página de su Diario (libro I, p. 40) a las dificultades que él y sus acompañantes
vivieron entre el lugar antes de llegar a Burgos. Y algunos escritores del siglo XIX no
dejarían de referirse a Celada. Es el caso del niño Victor Hugo en su viaje desde París a
Madrid en 18115
para reunirse con su padre el general napoleónico que combatía
ferozmente a los guerrilleros. O del español José Zorrilla, cuya madre había nacido en el
cercano pueblo de Quintanilla Somuñó, que debió de visitar en algunas ocasiones los
alrededores de Celada en los tiempos de su infancia en que estuvo alojado en pueblos de
la comarca. El nombre de Celada aparece citado en sus quintillas “Un recuerdo del
Arlanza” y en estos versos de su poema El drama del alma, evocador del Méjico que él
había conocido y que se publicó en 1874 impreso en la burgalesa imprenta de Arnáiz:
Aquí la vieja Celada
a cuyos pies agua corre
del Arlanza descauzado;
y allá Torre la almenada
y allí Santiuste sin torre6
.
3 .- En el capítulo 31 de las Fundaciones recuerda la santa las dificultades que había tenido en su acceso a Burgos (donde
llegó el 26 de enero de 1582): “los grandes trabajos y peligros que nos vimos, en especial un paso que hay cerca de Burgos,
que llaman unos pontones”, dificultades a las que también se refiere en carta de 6 de febrero a la madre María de San José:
”En el camino se nos ofrecieron hartos peligros, porque hacía el tiempo tan recio, que iban los y ríos que es temeridad”.
4 .- Leonardo del Castillo, Viaje del Rey Nuestro Señor don Felipe Quarto el Grande a la frontera de Francia, Madrid, Imprenta
Real, 1667, p. 272); la boda se había celebrado el seis de junio de 1660. El escudo de armas de la puerta tiene adjunta la
siguiente inscripción: “AQUI SE AN APOSENTADO SIEMPRE LOS REYES i EL AÑO DE MIL Y SEISCIENTOS I SESENTA SE A
APOSENTADO LA MAGESTAD DE PHELIPE QUARTO EL GRANDE QVUANDO PASO A YR A CASAR SU HIXA LA SERENISSIMA
YNFANTA MARIA TERESA CON EL REY DE FRANCIA LUDOVICO DECIMO QVUARTO”.
5 .- “En jouant avec ses frères dans les ruines de Saladas (sic), Victor s´ouvre le front et perd connaissance; il gardera cette
cicatrice toute sa vie, comme un stigme de sa fièvre espagnole” (Jean-Marc Hovasse, Victor Hugo I. Avat l´exil (1802-1851),
Paris, Fayard, 2001, p.97).
6
.- El poeta denomina Arlanza al río Arlanzón.
47. Página47
De los escritores que pasaron más tarde por el lugar y que recogieron en sus
anotaciones la referencia a la casa-palacio es imprescindible recordar los Diarios de
Gaspar Melchor de Jovellanos que entre los días veintiocho de marzo y trece de abril de
1801 y antes de llegar a Burgos hace las siguientes observaciones, que nos sirven para
entender las dificultades de acceso al pueblo que habían experimentado otros viajeros:
Entre este pueblo (Villanueva de las Carretas) y Celada hay un
malísimo paso al del arroyo de Villardemiro, que inunda aquellos grandes
barrizales, y los hace intransitables, sobre los cuales estaban mejor
empleados algunos de los trozos de camino que hallamos construídos sobre
terreno firme.
Lugar de Celada y aquí me parece que vimos una pequeña casa-fuerte
con torre, muro y merloncillos pequeños y al parecer modernos. Aquí vuelve
la carretera de la misma buena forma que la descrita ayer tarde, aunque
donde bajan las tierras de la misma buena enorme altura que notamos ayer
mañana, y ora se le diese para conservar el nivel ora para librarle de las
aguas, pudiendo bastar la mitad de altura, no es excusable el desperdicio. Al
lado izquierdo la siguiente inscripción: Majestati Car. IV regnante. Anno
MDCCLXXXXII, y, más abajo, en letras pequeñas, tendrá el nombre del
Director o Arquitecto que no leímos 7
.
El ilustrado asturiano ya pudo contemplar los añadidos barrocos a los que se
añadirían los elementos de la fachada actual que mira a la calle principal del pueblo
Escritores del siglo XX registrarían también sus impresiones sobre el pueblo y el palacio,
como hemos visto que efectuaba María Teresa León, pero la evocación de las páginas de
estos autores nos sitúan ante la fragmentación de la literatura experimental del siglo XX,
fragmentación paralela a la que sufrieron las partes del edificio palacial al ser dividido
entre varios propietarios, cuestiones todas que deben quedar para otras páginas.
Leonardo Romero Tobar
7
.- Melchor Gaspar de Jovellanos, Diarios, en Obras, vol. 86 de Biblioteca de Autores Españolas, Madrid, 1956, p.42.
49. Página49
Memoria
Desde el mismo momento en el que la viuda, Mercedes Romo Santamaría, perdiera
la razón, no pasó ni un solo día sin que la mujer dejara de escudriñar el cielo. Por las
mañanas se plantaba a la puerta de su casa, tiesa como un estafermo, se llevaba las
manos a la frente, y elevaba su mirada errante hacia el cielo como una planta sedienta de
luz. Así cada día, ya fuera bajo el sol tórrido del estío, ya fuese bajo los aguaceros de
abril. Y emulando a los girasoles, enamorados de su estrella, la mujer demente, guiada
por la veleta de la sinrazón, se pasaba las horas vivas persiguiendo en el horizonte sus
recuerdos muertos. De vez en cuando, a ráfagas, hilvanaba con el hilo dorado y refulgente
de la lucidez la mortaja de sus sueños: se veía allá, en el monte, serena, acariciada por la
dulce brisa del mediodía en un día de canícula y por el rostro bruñido de su esposo, quien
la abrazaba entre besos y caricias mientras las ovejas pastaban indiferentes y los canes
parecían asentir, con una mirada de ensueño, como de ojitos brillantes, aquel encuentro
abrasador. Hasta que un mal día del invierno la mujer desmemoriada se perdió por el
camino postrero de la Encina Grande: huyó bien de mañana en busca de sepultura.
Anduvo por sendas de barro y veredas encharcadas; primero, con pasos torpes, enterró
los zapatos y, a los pocos metros, junto a un enebro, hundió su cuerpo en el lecho
húmedo de aquel monte que otrora había sido su refugio amoroso. La estuvimos buscando
todo un día de niebla. La encontramos al amanecer, junto al tronco de aquél árbol. En él
han clavado una tabla: “ME... MO… RIA" y una fecha de diciembre parece leerse en
aquel epitafio fragmentado, despintado, deslucido...
José Luis Yáñez Ortega
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“Tengo miedo a volar”, le dijo aquella avispa a su psicólogo.
Al muerto le gustó que le aplaudiesen durante su entierro, así que levantó la tapa
de su féretro y se incorporó para saludar.
Nada más que abrieron el banco lo atracó el Tempranillo.
Conversación entre amigos: —Me voy a la cama, a ver si caigo en los brazos de
Morfeo. —No sabía que eras gay.
“Va a caer sobre ti todo el peso de la ley”, le dijo el policía obeso al delincuente
escuchimizado antes de tirarse encima de él.
52. Página52
El pintor se puso ante el lienzo hecho un pincel y acabó hecho un cuadro.
“Cuesta morirse, pero luego es como mejor se está”, dijo aquel cadáver.
A Tarzán le regalaron una caja de botellas de güisqui, y dejó de ser Tarzán de los
monos para convertirse en Tarzán de las monas.
El recluso se durmió y soñó que estaba en la cárcel.
El artista y el político se abrazaron en la fiesta. El político pensó del artista que era
un payaso, y este del político que era un inculto.
• Al loro, su dueño le enseñó a decir libertad, pero nunca lo sacó de la jaula.
• El gobierno a los jóvenes que no encontraban trabajo les regalaba un libro de
pensamiento positivo.
“No solo de paz vive el hombre”, dijo el traficante de armas.
Cuando Robinson estaba en la isla algunas noches soñaba con su patria, cuando
retornó a su patria algunas noches soñaba con la isla.
La sentencia se ajustó a derecho, pero fue un disparate.
Después de asistir en el circo al mayor espectáculo del mundo, salió a la calle y la
realidad le pareció miserable y aburrida.