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PRÓLOGO
Yo soy un cholo chotano, de esos de machete en mano, de aquellos
tiempos de Benel, de Eleodoro Benel; inicio de la letra de un huayno
muy popular entre los Chotanos, la misma que nos lleva a esos tiempos
en que germinaba un levantamiento armado con el propósito de
combatir al dictador gobierno de Augusto B. Leguía.
Eleodoro Benel no fue un “BANDOLERO” que robaba ganado, fue un
gamonal dueño de muchos fundos y gente a su servicio, diestro en los
negocios en la costa. Luchador de las injusticias, con muchos amigos y
por ende muchos enemigos como los “bandoleros” y “cuatreros” y la
rivalidad con otros hacendados que buscaban eliminarlo, por otro lado
al ser partidario de cierto partido político y apoyar sus causas lo llevo a
ganarse muchos detractores y convertirse en enemigo del gobierno.
En su última etapa se unió a la insurrección de Osores y Balcázar cuyo
objetivo era no permitir la reelección de Leguía y acabar con los abusos
y corruptela imperante en Chota, más esta revolución termino sin éxito,
con Alacazar fusilado y Osores en prisión, Benel toma el mando y
continua en esta lucha, liderando exitosas enfrentamientos con las
fuerzas del orden, haciéndose famoso porque nadie lo podía capturar,
pero llega un momento que se siente sitiado ya sin armas ni alimentos
se debilita y llega su final por una traición de su compadre espiritual,
luego de su muerte se convirtió en un personaje de leyenda.
Es de entender por qué el autor de estas Semblanzas decidió el
anonimato, con la muerte de Benel hablar en favor de él era condenado
por el gobierno de ahí que autor haya preferido la firma “Por Un
Chotano”
Un Chotano Cabracanchino
CAPÍTULO I
TRONCOS ILUSTRES
¿Quién es la familia Corvo Zuloeta?
Es la fuente de donde han emanado ramificaciones no menos
ilustres, llenos de marcado orgullo por su abolengo; ramificaciones que
kan ido a enraizarse a distintos lugares de la República, manteniendo
siempre la preponderancia de la estirpe.
Todo el valle de Santa Cruz pertenecía por entonces a la familia
Corvo Zuloeta.
Su casa señorial la tenían establecida en Santa Cruz.
Descienden de este hermoso tronco los Gonzáles, los Burga, los
Orrego, los Ugaz y tantas otras familias de vasta popularidad en las
distintas actividades humanas.
¿Y DON MANUEL ZULOETA?
Un viejo rico, dueño de tas haciendas Polulo, Samana, Uticyacu
y Ninabamba.
Un viejo acostumbrado a la ostentación, a gastar en saraos y
diversiones públicas; en socorrer al indigente y sostener al débil. Su
vida guarda armonía con la usanza de esos caballeros andantes que
luchaban por su Dios, por su Patria y por su Dama.
Se dice que una noche hermosa, al conjuro de un amor platónico,
una señorita recibía como demostración de afecto de manos del amante,
las escrituras correspondientes a la hacienda Uticyacu.
Así eran los hombres de aquellos tiempos...
Así fue el abuelo de Eleodoro Benel Zuloeta...
Esta es la razón por la cual Uticyacu pasó a ser administrado por
los Díaz; descendencia que no ha desaparecido hasta estos días y que
vive en continuas luchas sangrientas con los Vargas de Ninabamba.
CAPITULO II
LIGERA RESEÑA HISTÓRICA ACERCA DE SU NACIMIENTO Y
JUVENTUD
Vivían en el fundo «La Samana» dos consortes en completa
armonía, llenos de inmensa dicha, felices con la cosecha que
anualmente le ofrecían sus tierras exuberantes y de una vegetación
admirable.
La envidiable pareja la componían don Andrés Benel y doña
Mariquita Zuloeta, personas honradas y respetuosas, esclavas del
trabajo y de la perseverancia.
Pasaron algunos años de esa vida metódica y sin las
perturbaciones que siempre ofrecen los campos, cuando en 1870, doña
Mariquita daba a luz, en medio del júbilo de don Andrés, un niño que
vino a completar aquella felicidad y a formar el encanto de sus padres.
Por unanimidad pusiéronle por nombre ELEODORO y como tal
recibió el santo bautizo.
Su infancia no ofrece nada de notable, a no ser su carácter siempre
altivo que revelaba en todos sus actos, algo taciturno y silencioso,
ejecutaba lo que decía; de un aire marcial que casi de continuo ponía en
pugna a las muchachas vecinas.
A la edad de 21 años entra de lleno en sus negocios, viaja a la
costa donde adquiere vastas relaciones políticas y comerciales, merced
a su mano desprendida y franca; y, con instrucción secundaria ( 1 )
incompleta emprende negociados que le representan ganancias
enormes. Así implanta establecimientos comerciales en Chota,
Hualgayoc, Bambamarca y «La Samana». En Cayaltí establece una
contrata de 400 peones, y por último se abre ancho campo en la esfera
económica.
Su predilección por el juego de la pinta es grande; temerario en
escena, se hace temer cuando en medio del fragor del juego, dice:
«treces de a diez mil soles». Sereno en la pérdida, se retira amablemente
como si jamás hubiese perdido un centavo.
1 Cuando cursaba el 2º año de secundaria, abandonó los estudios secundarios en compañía de sus amigos
Celso Guerrero y Crusho Bances y viajaron a Lambayeque, alistándose en las filas del Coronel Teodoro
Seminario (alzado en armas contra Andrés Avelino Cáceres en apoyo a don Nicolás de Piérola)
Sus luchas sangrientas, su vida accidentada, sus cuitas
mitológicas al parecer, comienzan desde el año de 1910, época en que
entran a servirle dos hombres propios, neta y exclusivamente aptos para
ejecutar sus mandatos irrevocables.
Esos hombres responden a los nombres de Misael Vargas y
Catalino Galarreta. (Este último murió en un combate con el Teniente
Montoya). Dos tiradores eximios, de un valor a toda prueba,
atrabiliarios e intrépidos.
Por supuesto también había otros muchachos de no menos coraje,
que nunca se arredraron ante el peligro, al que lo buscaban
intencionalmente por sobresalir el uno al otro. Desde aquel año
comienza los combates entre los benelistas con los Díaz de Uticyacu;
combates que duraban 4 y hasta 5 días cada bando atrincherado era
inexpugnable.
Rara vez la fuerza intervino en perseguirlos, y en cada intento
siempre sacaba la peor parte, y más bien senda de irrisión; esto
envalentonaba más a ambos contendientes quienes se preparaban para
un nuevo encuentro, para darse una visita, o para urdir una sorpresa
trágica.
Desde 1910 vemos a Eleodoro Benel convertido en caudillo;
proclamado por la fuerza el Rey y señor de las provincias contiguas a
su fundo.
Su pasión por las mujeres bonitas fue grande. Santa Cruz, cielo
privilegiado, fue el teatro de sus goces, Hizo hermosas conquistas. Para
él: plaza sitiada, plaza tomada. Todas las batallas de este género las
ganó a costa de su peculio y buen porte. Era entonces un Valentino, ojos
negros, nariz perfilada, boca chica, cutis capulí, pelo crespo, ceja y
barba espesa, alto, delgado, elegante y con dinero, prendas suficientes
que lo llevaron al triunfo y a la meta de sus aspiraciones.
CAPITULO III
ASTUCIA... VENGANZA...
ELEODORO BENEL estaba acostumbrado a mandar
imperativamente y a ser obedecido en el acto. Pobre del que desacatara
sus órdenes. Era calificado como cobarde y no debía existir.
Entre sus colonos había una familia Ramos muy numerosa, vivían
en una sola casa y los tres mocetones Raimundo, Domingo y Baltasar
eran altivos, corpulentos y de malas inclinaciones. Se hacían respetar
con los vecinos y nunca se desapartaban, siempre andaban juntos. Un
día se resistieron a obedecer una orden que Benel había impartido;
fueron despedidos de la hacienda y se refugiaron en la hacienda de
Llaucán desde donde juraron venganza.
Los cholos Ramos, conocidos por este tratamiento, sin hogar,
vivieron desde entonces una vida errante y vegetativa, se entregaron al
pillaje; y merodearon siempre alrededor de «La Samana», tras de Benel
andaban, no lo perdían de vista, sólo esperaban el momento oportuno
para quitarlo de en medio.
Bien pronto los cholos Ramos adquirieron fama de criminales de
alta escuela; donde llegaban eran bien recibidos, hacían lo que les venía
en guisa, y todos callaban por temor a perder la vida.
Así pasaba en la sierra por los lugares de Chota, Hualgayoc,
Santa Cruz y Bambamarca, durante el año de 1913 y siguientes. Ha
terminado octubre, estamos 16 de noviembre, Benel a su regreso de la
capital debía pasar aquel día por las inmensas jalcas de Quilcate y
obligadamente por el sitio donde lo aguardaban los cholos Ramos en
número de 12. El ignoraba la celada que se le había tendido. A cada
instante se aproxima al lugar donde están sus más encarnizados
enemigos; ¿Cuál será la muerte que le tienen reservada esos hombres
sedientos de venganza y llenos de hidrofobia?
Con pistola en mano asoman de vez en cuando la cabeza e
inspeccionan el campo, el menor ruido le atribuyen a la futura presa.
Son las dos de la tarde, tres cóndores cerca hacen su festín, bien
pronto levantan el vuelo como perseguidos por algún transeúnte.
Ahí viene... dice Raimundo, alistarse... En silencio, bien
apostados, en postura de tiradores esperan el momento. Faltan 10 pasos,
uno... y pasó... pasó aquel hombre misterioso y providencial.
Benel al desembarcar en Chilete encomendó la carga a un arriero
y él siguió su camino. Al emprender la jalca desmontóse
repentinamente, dejó su caballo y todas sus comodidades, tomó un viejo
rocinante que por ahí pastaba y montando en pelo, con los pies casi
arrastrándose por el suelo, un enorme poncho y un viejo sombrero pasó
por delante de sus verdugos.
Ante esta silueta los cholos pensaron en que sería algún infeliz y
lo dejaron pasar.
Cansados de esperar, resuelven darle el asalto en su propia casa.
Chacchando coca recorren 12 leguas en toda la noche. A las 4 de la
mañana se apostaban al rededor del castillo de Benel y aguardan las 6,
hora en que se levantaba todos los días, para ejecutar sus planes.
CAPITULO IV
LA CASA HACIENDA
Digna de mención y del estudio arquitectónico ha debido ser la
casa habitación del más célebre de los caudillos de la época. El año
1925 fue demolida desde los cimientos por las tropas del Gobierno, por
haber puesto aquel sus armas al servicio de las tropas revolucionarias
encabezadas por el Dr. Arturo Osores.
Era por aquel entonces un verdadero reducto, una fortaleza al
parecer inexpugnable. El mismo Benel dirigió su construcción sin más
braceros que su propia gente. De 2 pisos: el primero ostentaba un
magnífico salón bien montado, donde pasaban horas de placer los
Subprefectos y los jueces que continuamente lo visitaban, más allá, en
una esquina, se encontraba la bodega y el almacén de mercaderías.
En el interior tenía los cuartos dormitorios para los huéspedes. En
el segundo piso estaba el arsenal, como que ahí también pasaba sus
noches de insomnio con su familia; parecía más bien una torre, llena de
ventanitas semicirculares, trincheras seguras y bien dispuestas desde
donde se dominaban todos los contornos. Tal era la casa de Benel en
1917; a 10 cuadras a la redonda había una serie de casitas, asilo de sus
peones y soldados que lo seguían a todas partes y cuidaban de su vida
más que de la suya misma.
CAPITULO V
EL DESTINO LOS ARRASTRA... ESTABA ESCRITO...
Santa Cruz es una ciudad ideal tanto por su plano, como por sus
bellas mujeres, de clima templado, tiene terrenos exuberantes, sus
habitantes ricos y hospitalarios se dedican al cultivo de la caña de
azúcar. La corriente comercial de este importante distrito es con
Chiclayo, emporio del comercio del norte; después, en lo judicial, como
depende de la provincia de Hualgayoc, tiene vinculaciones estrechas
con esta capital.
Motivos judiciales llevaron a los señores Herminio Segura y
Eladio Estela de Hualgayoc a Santa Cruz. El primero tan conocido
dentro y fuera del departamento, de vastas relaciones sociales, y de justa
fama en las defensas que en él confiaban los litigantes, era defensor de
Benel en los juicios que este tenía. De tránsito llegaron estos caballeros
a «La Samana» la tarde del 28 de noviembre de 1917. Casi al mismo
tiempo llegaba un hombre emponchado y pobremente vestido, montado
en un caballo desprovisto de montura, jergas y freno.
CAPÍTULO VI
EL RECONOCIMIENTO
La familia de Benel tan luego se presentaron los huéspedes
amigos se deshizo en atenciones; haciendo caso omiso y pasando una
mirada despreciativa sobre el hombre desconocido que acababa de
desmontarse y que, apoyado en uno de los pilares de casa, dejando su
cabalgadura a su albedrío, miraba de soslayo la escena familiar. Un
chico travieso y curioso, acostumbrado a jalar del poncho, o a buscar en
los bolsillos de los que por allí tocaban, acercóse a practicar tal
operación con el desconocido, cuando al levantar la vista ve en él la
imagen de su padre y corre dando gritos: «mamá, mi papá, mi papá está
aquí, él es...». El astuto Benel no se dejó esperar, inmediatamente
avanzó hacia ellos y sonriente descubrióse y luego abrazando a todos
los circunstantes, que atónitos lo miraban, les contó el porqué de aquella
transformación.
CAPITULO VII
LA COMIDA
No se puede imaginar el ambiente de cordialidad y verdadera
dicha que en aquel castillo y a esa hora se respiraba. Benel departía
alegremente con su apoderado, sin mencionar el estado de sus juicios,
relataba su estada en Lima, las atenciones de altos personajes políticos,
los paseos, etc., y de vez en cuando, después de cada potaje, empinaban
el codo saboreando un exquisito Bourdeux. La comida terminó a las 9
de la noche.
Levatóse la mesa y pasaron a la sala a jugar un rocambor mientras
llegasen las doce para acostarse. (Así dijo Benel refiriéndose a la hora,
sin tener conocimiento de los doce bandidos que venían en su
búsqueda.)
LLEGA EL ARRIERO
Benel llega a Chilete, entrega su equipaje al arriero y emprendió
viaje solo como ya lo hemos visto.
A las 11 más o menos llegó el arriero; los baúles y maletas se
depositaron en la bodega.
BUENAS NOCHES...
Supongo que ustedes estarán rendidos, es preciso acostarse, ─ dijo
Benel a sus huéspedes ─, ahí tienen sus camas; mañana después de
desayuno seguirán viaje, ¿verdad? Buenas noches. Y subió a los altos,
dejando a sus amigos con quienes no volvería a verse más.
CAPITULO VIII
EL ASALTO
Cuatro de la mañana del 29. La madrugada está penetrante y
ofensiva con su fría escarcha, tupida niebla y horrenda oscuridad.
Grande y profundo el silencio que hay en el interior de las habitaciones.
Los aullidos de los leales se repiten; son las 4 de la mañana, las aves
agoreras desde las alturas de los cerros dejan oír sus lúgubres cantos,
talvez ellas únicamente ven avanzar ese grupo compacto que cada vez
se acerca más a dar fin al dueño y señor de esos lugares. Todo indica el
desarrollo de algo inaudito que la imaginación no alcanza quizá a
concebir; la naturaleza preludia la tragedia, por eso ha enlutado su cielo
y ocultado sus estrellas diamantinas para que no presencien la
inmolación inocente de víctimas inmaculadas.
Los Ramos conocían muy bien las costumbres y usos de Benel; si
habían sido sus colonos y habían frecuentado la casa como semaneros;
en aquel entonces Benel dormitaba con su familia en los pisos bajos; en
el lugar donde hoy están profundamente dormidos nuestros dos
huéspedes. Además, sabían también que el patrón se levantaba
reglamentariamente a las seis en punto y abría inmediatamente la
bodega. Tal el motivo que los obligó a aguardar esa hora para no errar
el golpe, y permanecieron así de barriga tendidos a 5 pasos de las
puertas. Reinaba un silencio de sepulcro. Ni los perros guardianes
denunciaban la presencia de los malhechores.
A medida que se anunciaba el día, que los gallos menudeaban y
que uno que otro pajarito comenzaba a ensayar la oración matinal, los
asesinos se ofuscaron y sin más preámbulos ni divagaciones resolvieron
echar abajo las puertas y coger a la presa tan deseada en su lecho. Como
nunca, Benel habíase quedado adormecido por las fatigas del viaje y
faltaba por vez primera a su horario.
Son las seis de la mañana... Todos a una fuerzan la puerta
designada a culatazos, y, pistola en mano, unos y puñal, otros, penetran
y se dirigen al lugar donde creen encontrar a Benel. A la simple vista
de unos bultos que casi juntos yacían envueltos en grandes sobrecamas,
los atraviesan con sus dagas y los dejan inmóviles... para siempre
muertos sobre un charco rojo de sangre.
CAPITULO IX
LA DEFENSA
Después de consumados estos dos crímenes, los asesinos viendo
truncados sus planes pensaron en el robo y abriendo una puerta que
daba acceso a la bodega y almacén, se posesionaron de todo lo que esos
depósitos contenían. Cada cual despojado de sus viejos harapos tomó
un vestido de Benel, camisa, zapatos y en un instante parecieron
apuestos caballeros. Del cajón sacaron 6,000 soles, en oro dos mil y en
cheques, 4 mil; de lo primero se repartieron, lo demás los regaron por
el suelo.
Desde el primer momento Benel y los suyos se dieron cuenta que
se trataba de un asalto, y lejos de trastornarse, precipitarse o
confundirse, se vistió con la tranquilidad de costumbre, ídem su mujer,
hijos e hijas, bien pertrechados cada cual fue a ocupar su lugar en una
ventana o trinchera.
Como los bandidos al entrar no habían hecho un solo disparo, e
hicieron uso solamente de arma blanca, los peones de Benel no podían
acudir en su auxilio; comprendiéndolo así Benel hizo una serie de
disparos al aire porque no veía al enemigo, pues éstos, no sabemos la
causa, se encerraron completamente con las puertas bien trancadas.
Al oír la gente de Benel los disparos; comprendió el peligro en
que se hallaba su patrón, y acudieron en son de combate todos a una.
Cual galgos se descolgaban por esas abruptas peñas. Tan luego llegaron
cerca de la casa invadida, la rodearon formando un círculo a fin de que
ninguno de los asaltantes pudiese escapar. Tan próximos al jefe estaban
que podían oírle la voz que les decía «No hagan fuego, esperen ya
saldrán... entonces sí. Ellos están abajo. Estoy salvo, no tengan cuidado.
Es preciso que den aviso a Hualgayoc, que manden la fuerza» Veloz
como el rayo partió el expreso y en breves instantes se conocía en
Hualgayoc los graves sucesos de «La Samana». La noticia cundió por
todo el departamento.
CAPÍTULO X
MUERA SANSÓN CON TODOS SUS FILISTEOS
Los cholos Ramos se encontraban trastornados sin saber lo que
debían hacer; más parece que buscaban la manera de evadirse y poner
el pellejo a salvo. Bien sabían que estaban rodeados por los leones de
Benel; además habían oído la orden dada para que demanden el auxilio
de la gendarmería de Hualgayoc, de modo que esperaban de un
momento a otro ser capturados o muertos. Subir a los altos era
materialmente imposible, allí les aguardaba una muerte próxima y
segura.
Doce hombres con vestidos a la moda actual, con ricas telas, se
paseaban atropelladamente, con las corbatas mal puestas y los zapatos
cambiados. Uno de ellos, Raimundo, el más astuto, tuvo una idea
salvaje, propia de esos seres que no sienten ni quieren; tal era el deseo
de exterminar a Benel que reunió a sus compañeros y les dijo:
Dentro de dos o tres horas estaremos cercados por la fuerza
pública y por nuestros enemigos. No nos dejarán por ningún motivo con
vida. Si en este rato abrimos la puerta nuestros cuerpos serán blanco
seguro de las balas de los que nos tienen rodeados. En uno u otro caso,
moriremos, cobardemente, sin matar a nadie He pensado una cosa: ahí
tenemos un cajón de dinamita, prendamos la mecha, la explosión echará
la casa abajo desde los cimientos sepultándonos a nosotros junto con
Benel y todos los que arriba le hagan compañía. Así moriremos
gustosos. Y... ¿qué dicen?
A la obra, a la obra dijeron todos, está muy bien, así debe ser. Y
sin perder tiempo cogieron el cajón y lo colocaron en una excavación
que luego hicieron bajo de la puerta que dividía la bodega de la sala de
recibo. Raimundo, él mismo se eligió para encender la mecha; antes les
dijo: «muchachos los que aún quedasen con vida y puedan escapar,
háganlo, en buena hora. Vamos, acomodarse, es la hora».
Cobardemente se agazaparon los asesinos en un rincón distante de aquel
fatídico cajón. Raimundo con un cigarro en la boca se acerca, toma la
mecha, la prende y se retira diciendo en voz atrevida y resuelta: «Muera
Sansón con todos sus Filisteos».
CAPITULO XI
EN LAS GARRAS DE LA MUERTE
Por ser la mecha demasiada larga demoró la explosión todavía 5
minutos. Mientras los cholos pensaban en huir si salían ilesos de
semejante aventura, Benel y su familia pensaban en la venida de la
tropa, en la prisión de los cholos, y una mirada de satisfacción surgía en
toda la aguerrida familia. Ignoraban, el cataclismo que iba a realizarse
a sus pies, al conjuro de una mecha. En tales circunstancias explosionó
la dinamita, una nube espesa de polvo se levanta densamente sobre la
casa y los lugares cercanos, mientras desaparecía la violenta sacudida
terráquea. Los bandidos vieron caer la pared del frente y aprovechando
la oscuridad, la confusión entre la gente de Benel y sintiéndose aptos
para huir, salieron vertiginosamente en distintas direcciones. Benel que
jamás perdía la serenidad soportó la detonación con un estoicismo
admirable, y así que divisó un grupo que corría a cierta distancia,
dispara su carabina y hace blanco en el cuerpo del famoso criminal
apellidado Uriarte. Los 11 restantes salváronse dejando los cuerpos de
los infortunados Segura y Estela bajo los escombros de una pared.
CAPITULO XII
LOS COMENTARIOS
Diversos eran alrededor de asalto tan sonado; más se aseguraba
que de los 12 asaltantes ninguno había escapado que habían sido
carbonizados y reducidos a cenizas.
Los periódicos llamaron la atención de las autoridades y pedían
se constituyera el Juez de Primera Instancia a instaurar el sumario
respectivo. Si vamos al fondo del asunto; casi todos los espíritus estaban
predispuestos contra Benel; la política sobre todo le hizo mucho daño.
Desde Cajamarca se le tramó la red, y aprovechando de los sucesos del
28 de noviembre la Corte comisionó a un Juez adoc que ejecutara sus
planes.
DESPUÉS DE LA HUIDA
Benel con los suyos bajaron inmediatamente y se unieron a su
gente procediendo en seguida a desenterrar los cadáveres del
infortunado Segura y del joven Estela. Luego se dirigieron al lugar
donde había caído Uriarte, se encontraba muerto bajo un cerco de
piedras.
LLEGADA DEL JUEZ Y LA TROPA
Pasaron todavía más de ocho días para que se constituyera el juez
de Primera Instancia de Cajamarca Dr. José del Carmen Gallardo y la
fuerza pública que en número de 25 estaban comandados por el teniente
Coimeras, el Comisario de Santa Cruz Julio Vargas con 10 gendarmes
y un alférez de Hualgayoc con 15. Cincuenta hombres debían ejecutar
el plan de capturar a Benel. Una vez en «La Samana» el juez Gallardo
acompañado del Escribano Temístocles Montoya y del médico titular
de Chota y Hualgayoc Dr. Hermógenes Coronado Vigil levantaban el
sumario con la autopsia de los tres cadáveres y demás diligencias del
caso.
CAPÍTULO XIII
LA PRISIÓN DE BENEL
Este se deshizo en atender a los ilustres huéspedes, haciéndoles
pasar dulces momentos y colmándoles de obsequios y mil atenciones.
Pero nunca se imaginó que estaba ya decretada su prisión. La víspera el
Juez dispuso que el Teniente Contreras invitara a Benel en el momento
de partir para que los acompañara. Al siguiente día llegada la hora se
despidieron los huéspedes de toda la familia inclusive de Benel;
Contreras que había quedado al último también hizo lo mismo y al
llegar a Benel, éste le tendió los brazos como para estrecharlo en señal
de agradecimiento, pero cuál sería su extrañeza al oír que le decía
«señor Benel tenga la bondad de acompañarnos». Desde ese instante
comprendió de lo que se trataba y sin titubear le contestó:
«precisamente, mi caballo está listo» y ordenando a su familia que no
hiciera nada por quitárselo, montó con agilidad y siguió en medio de
los viajeros.
Cuando llegó a Hualgayoc encontró 50 hombres más que habían
destacado de Cajamarca temerosos de que su gente lo arrebatara en la
solitaria jalca de Yanacancha.
CAPITULO XIV
BENEL EN LA CÁRCEL DE CAJAMARCA
El 15 de diciembre de 1917 entraba por la calle real el célebre
Eleodoro Benel Zuloeta, en medio de 100 hombres y de la admiración
de la gente que quería conocerlo. Vestía saco azul, pantalón blanco de
montar y de lana abatanada; bota granadera de cuero ruso; llevaba sendo
pañuelo de seda fina al cuello y un enorme sombrero alón. Sonriente y
sereno atravesó la calle real. Conducido a la cárcel se desmontó e
ingresó sin dar muestra de disgusto. Entre la gente del pueblo se dejaron
oír algunas vivas a Benel, muchos le tocaron palmas y le sacaban el
sombrero. En verdad que no sabemos por qué Benel era tan querido y
como subyugaba con su mirada y su espeso mostacho retorcido hacia
arriba a lo Kaiser; a pesar de que su voz era de tiple, muy fina.
Benel recibía visitas diariamente de lo mejor de la sociedad
cajamarquina, todos le ofrecían sus servicios y se ponían a sus órdenes.
Aunque carecía del don de gentes, en cambio tenía una peculiaridad que
en sus actos y palabras revelaba franqueza, sinceridad. Él era extremo,
no medio en sus mandatos o destruía o edificaba. “Todo o nada”, era su
vocablo. Fundido en un solo molde era temible como enemigo; él a
nadie le reconocía superioridad en lo relativo a su valor; miraba a sus
enemigos como seres diminutos e inútiles; él no los discutía, más bien
los miraba con desprecio.
La cárcel no me amedrenta, decía, sino la forma solapada como
me han capturado; mañana cuando esté libre tendré cuidado especial de
llevar a mi hacienda a Gallardo para que hile un poco de lana.
CAPITULO XV
DE CÓMO EN LA PRISIÓN PIERDE OCHO MIL SOLES EN DINERO Y
ALHAJAS
El señor Lusiche tan conocido en la provincia de Pacasmayo es
un hombre inteligentísimo, alto, erguido y grueso, muy aficionado al
estudio de la Astronomía, como que pasa noches enteras en convivencia
con las estrellas. Sobresale y es docto en el juego de la pinta, decente
en su proceder, ha derrochado unas cuantas decenas de miles de soles.
Antes de entrar en materia permítasenos el lector dar a conocer
una emocionante anécdota que se relaciona con este caballero. En el
año de 1916 paseaba por Sudamérica; al llegar a Chile, una noche de
mayo le sonrió la fortuna jugando al póker con unos millonarios
santiaguinos, al cabo de dos horas había ganado 300 mil pesos, siguió
jugando hasta alcanzar a la considerable suma de 2 millones y medio,
eran las 4 de la mañana y ya pensaba en pedir un extra hasta Buenos
Aires y de allí pasaría a la Europa, pasearía Monte Carlo, y... la mar.
No había transcurrido una hora de haber levantado tan gigantescos
castillos que el infortunado Lusiche no contaba ni con un peso suyo. A
las 6 se retiraba con un estoicismo admirable. Quien quiera que conozca
a este caballero que reside en Pacasmayo; no dejará de encontrar un
temple y sangre fría dignas de simpatías y respeto. Así es el personaje
que, como ya veremos, persigue a Benel y lo coge en la prisión.
CAPITULO XVI
PINTA: 8 MIL SOLES...
El sonido monótono y descompasado de los silbatos de los
celadores causaba fastidio; pasar por la calle real era imponerse un
castigo, los cachacos celosos por el cumplimiento de sus deberes no
cesaban un minuto de comunicarse simultáneamente. Serían las 7 de la
noche, por media calle ─diremos─ avanza un cuerpo casi inanimado,
haciendo zig zag y describiendo miles de formas geométricas. Va en
son de combate buscando camorra con todo el que por su lado pasa,
también dirige sátiras a los cachacos y les ofrece una gran paliza. Al oír
tanto improperio un guardia de sangre ardiente le aplicó
matemáticamente la cadena de la ley y se lo llevó a guardarlo al cuartel.
Al llegar al mencionado lugar el jefe de la guardia y el Alcaide le
pidieron su nombre para pasarlo a lista. «Me llamo Germán Lusiche»,
contestó ásperamente y con los ojos que se le cerraban, «yo soy muy
hombre y cuidado... ».
«Está mareado», dijeron, y luego lo dejaron solo en el patio de la
cárcel.
Lusiche esperó que todo se asilenciara a fin de llevar adelante su
plan preconcebido. Una vez que así fue avanzó donde el aposento de
Benel quien dormía tranquilamente, levantóse a la llamada y ante la
presencia de Lusiche, al oír su fino trato, y demás ritos de un hombre
educado y de mácula, no hay duda que simpatizó muchísimo. Después
de una hora de tocar diversos puntos llegaron al de la pinta y sin
presentar inconveniente ninguno de los dos, se propusieron centavear
como por pasar la noche. Digno espectáculo cómico: dos hombres a
través de una reja haciendo rodar los dados sobre un poncho tendido en
el suelo. Algunos meses hacían que Benel estaba preso y no había
agarrado el dado que era su hábito. Ya es de imaginarse el gusto con
que ahora estaría nuestro célebre caudillo. Tenía alrededor de 5 mil
soles en dinero y anillos de brillantes. Así pasaron la noche estos ases
del juego sin hacerse mella; al día siguiente Benel salió de las rejas y
entonces buscaron un sitio apropiado y más cómodo para el juego,
mientras se le cumplieran las 24 horas reglamentarias a Lusiche.
Casi al atardecer Benel llegó sin un chico, echó mano a sus
prendas de valor, también las perdió. Cuando ya no tuvo que jugar,
levantaron la mesa y tanto uno como otro no hicieron más alusión del
juego, ni de la pérdida, ni de la ganancia, tanto les da tener 8 mil soles
como también no, estos hombres no se impresionan, no sufren, no se
arredran... Son seres superiores. Son raros.
Cumplida la pena impuesta don Germán salía después de
estrechar la generosa mano de su ya camarada y amigo.
Hasta otra oportunidad don Eleodoro, le dijo al despedirse ya
presto le romperé a un cachaco el bautisterio para venir a hacerle
compañía algunos días...
Este asunto fue muy comentado en Cajamarca y en los pueblos
vecinos, y siempre que lo recuerda Lusiche, piensa y sin duda sufre la
eterna ausencia a quien en un segundo le consagró su amistad noble y
sincera, sin dobleces...
EN LA PRISIÓN...
Aunque Benel gozaba de atenciones y cuidados de todos,
inclusive de sus mismos custodios, siempre extrañaba el hogar, el aire
puro de sus montes. Más de una vez corrió peligro su vida a manos de
sus eternos, irreconciliables y temibles enemigos. Con gran
coincidencia cayó prisionero Domingo Ramos y después Raimundo y
con tal motivo conducidos a la cárcel de Cajamarca pasaron a hacerle
compañía. Pero Benel nunca se cuidó, ni tomó precauciones, el destino
más bien lo salvó de las manos de Raimundo y de Domingo que con
chaveta quisieron en tres ocasiones quitarlo de en medio. Pero tal vez
se quejaría íntimamente, había encanecido sin perder en sus ojos ese
brillo fascinante y sugestivo que le daba cierta marcialidad respetuosa.
CAPITULO XVII
SALE DE LA PRISIÓN
Convencidos sus abogados de que la salida se hacía cada vez más
dificultosa por los juicios que diariamente le iniciaban sus enemigos,
optaron por aconsejarle la fuga.
La opinión de los abogados era lo único que aguardaba, si antes
la hubiese sabido ya no estaría hasta entonces en el presidio.
Por cualquier medio Benel hubiera salido, tenía carácter,
intrepidez, dinero, amigos y gente; y sobretodo: fama, lo que lo hacía
presentarse en forma de un león invencible.
El 30 de enero de 1919 en la tarde llamó al Alcaide y en voz queda
y convincente le dijo: «aquí tiene la orden para que se me dé la libertad,
fíjese bien, es del Presidente de la Corte Dr. Lorenzo García; pero debo
advertirle que no quiero salir ahora, sino mañana; también quiero que
mis enemigos no se percaten de esto, pues se apresurarían a matarme,
y, para evitar es menester que mejor no lo sepa nadie mientras no llegue
la hora, sabe que debo darles una impresión cuando me vean pasear por
las calles...». Y tomando un cheque de 10 libras lo colocó en manos del
Alcaide, quien se deshizo en mil felicitaciones con él y prometió no
comunicar tan fausta noticia ni al mejor amigo. En efecto lo cumplió.
Tal forma de Benel no dejaba ver al astuto Alcaide ni visos de
malicia; éste decía: si fuera falsa esta orden Benel se apresuraría a salir;
no, es la pura verdad y, no hay más que cumplirla.
A una señal convenida con Benel, el Alcaide se presentó a las 4
de la tarde del siguiente día en compañía de un alférez y le dijo
presentándole la orden: Está Ud. libre señor Benel.
Muchas gracias amigos, contestó, y luego dio el primer paso fuera
de las rejas que se abrieron. Cerca de la cárcel hay una bodega de la
firma comercial «Neira y Chávarry», el alférez que sinceramente tenía
gusto por la salida lo invitó a tomar una cerveza por tal motivo, pero
Benel abrazándolo rehusó, cinco minutos más estaría perdido. No
puedo mi Alférez, le dijo, estoy impaciente por ver a mi familia y me
voy precipitado, y alcanzándole un cheque de otras 10 libras que era
para que tomase a su nombre la cerveza, se alejó.... se perdió por el
majestuoso «Cumbe».
LA NOTICIA
Eléctricamente cundió por la ciudad tan inesperada nueva. Las
autoridades andaban por acá y más acullá sin saber qué hacer. La voz
de que la Corte lo había puesto en libertad, alarmó a los señores vocales
que eran ajenos a la referida orden. Pues según versiones se dice que
uno de los hijos de Benel mandó confeccionar el sello en la ciudad de
Chiclayo, también que en nada se diferenciaba del de la Corte. La Firma
del Dr. García la habían imitado. Si hemos decir verdad, la ciudad de
Cajamarca vio con agrado y contento esta evasión. El Prefecto dio por
teléfono orden de captura a todos los gobernadores de los distritos, los
cuales se pusieron a la pista no sin temblarles un poquito las piernas
pues no iban a entendérselas con un cordero.
CAPITULO XVIII
LA FUGA...
Voy a transcribir las palabras textuales del hijo de Benel, con
quien me unieron los lazos de condiscípulo y amigo.
Era el año de 1923, en marzo me vi con Castinaldo en Pacasmayo,
y refiriéndose al caso que nos ocupa, decía:
«Mucho temíamos fracasara nuestro plan, urdido en uno de sus
momentos que tiene mi padre, la tarde del día designado yo y un
muchacho, cada uno con un máuser y bien montados, más una carabina
y un caballo bien aperado, aguardábamos la llegada del hombre... A las
4 y media, más o menos, llegó mi padre, recuerdo que todavía nos
abrazó, prendió un cigarro, alistó su carabina, montó y seguimos rumbo
al distrito de Llapa. Lo célebre fue cuando aquí nos recibió el
Gobernador en tono amenazante. Llegamos a una bodega y a poco se
presenta un señor acompañado de varios paisanos y pregunta por el
señor Benel.
Mi padre no se dejó aguardar:
- El mismo, ¿qué deseaba Ud. con él?
- Tengo esta orden de tomarlo preso, ─contestó el Gobernador, y
le presentó un telefonema del Prefecto.
- Perfectamente, ─contestó mi padre─, lo hará Ud. después de
tomar un vaso de cerveza.
-No tomo señor Benel, ─repuso el Gobernador.
- Sabe que Ud. ahora toma, ¿entendido?
Y tomó hasta las heces el vaso de cerveza. Una vez que hubimos
terminado, mi padre le dijo: vamos, aquí me tiene. Proceda...
Después de una pausa prolongada, todo indeciso, el Gobernador
manifestó que no lo haría nunca, le ofreció más bien sus servicios y se
puso a sus órdenes. Gran coincidencia, esa misma hora llegaban 15
hombres bien armados, mi madre al saber la salida, precavida había
destacado esa gente. Con tal motivo avanzamos bien acompañados, sin
temor alguno, sólo con el deseo vivo de mi padre de ver a los suyos».
Así lo decía el infortunado Castinaldo, asesinado cobardemente
en 1923 en el mismo pueblo de Santa Cruz, en momentos que se
acercaba a la Iglesia en busca de su novia. Mataron al inocente Abel;
porque Castinaldo fue un hombre, un caballero y un verdadero amigo.
CAPITULO XIX
SE FUERON POR LANA Y REGRESARON TRASQUILADOS
Benel vivía entregado a la agricultura, pero con el arma al brazo,
y era necesario este procedimiento porque sus enemigos en gran
número trataban de eliminarlo. Su sobrino Misael Vargas estaba de
Comisario en el novísimo distrito de «La Esperanza», Provincia de
Hualgayoc, corría el año 1920, cuando ciertas indisposiciones políticas
fruto del miedo que inspiraba la presencia del tigre, hicieron que el
Subprefecto de Chota destacase 30 hombres de la guarnición
acantonada en aquella ciudad.
No fueron solos estos 30 gendarmes, sino que los acompañó
Anselmo Díaz con su gente.
Al saber Benel la aproximación de sus intempestivos visitantes,
dispuso en el acto su plan de combate, ordenó rápido, distribuyó su
gente y montado en brioso caballo, con su hermosa Sábache 2
y sus
lentes cruzados en el pecho, salió al encuentro. Como era de esperar el
ataque fue rudo; durante 5 horas las balas silbaban por el aire, hicieron
varias bajas en los atacantes, y poco después el MAGO desarmaba
personalmente a cada uno de los soldados.
Los Díaz huyeron velozmente abandonando a la tropa.
Al día siguiente el MAGO remitió a todos los soldados sin que
faltase uno, y en un papel le decía al Subprefecto: ... «Ocho de mis
muchachos conducen a esa ciudad en calidad de presos a 30 gendarmes
que han venido a atacarme en mi casa; tienen orden de dejarlos en el
suburbio de la población; remito también las armas y demás dotación
que corresponde a cada uno; mucho estimaré que no se me vuelva a
molestar...»
Este hombre fue Eleodoro Benel.
A veces rayo, cuando se le ofende.
Amigo servidor, cuando penetra en un corazón como el suyo.
Caritativo con el que lo necesita; nadie que entrara a su casa en
pos de socorro salió desconsolado.
2 Carabina que lo acompañó en todas sus aventuras hasta su muerte.
Humilde con el desgraciado.
Vivió como hombre.
Sufrió como un héroe y
Sucumbió como mártir...
CAPÍTULO XX
UNA VIDA AZAROSA
Víctima de una cruel y tenaz persecución, se redujo a vivir y
trabajar exclusivamente en su hacienda.
Por un lado, la fuerza pública continuamente lo visitaba por ver
si le daba caza; pero Benel los burlaba y a la vez los trataba con mucha
consideración, sus muchachos tenían orden de asustar a los soldados
quemándoles el kepí únicamente.
Por otro lado, los continuos y feroces ataques de los célebres Díaz
de Uticyacu, enemigos irreconciliables y que tenían reciprocidad en los
ataques.
Cada cual se vigilaba, esperando agarrar o coger de improviso al
otro bando. Y siempre vemos que en estos combates se hacen bajas por
ambas partes, conocedores del terreno ninguno lleva ventaja, un ataque
es cuestión de suerte, ambos tienen buenos tiradores y se juran guerra a
muerte.
Pocas veces se ha visto, diremos, dos ejércitos tan bien armados,
municionados y disciplinados, formados de jóvenes bien robustos y
trejos, no huyen jamás del peligro, para ellos la muerte es necesaria y
se creen ir allá a pasar mejor vida; por eso es quizá que se disputan el
puesto más peligroso.
Hemos conocido a Gervasio y Tomás Díaz, dos hombres fieras y,
de una fuerza prodigiosa, sucumbieron luchando contra Benel el año de
1923. Sólo ha quedado el otro hermano Anselmo, el que actualmente
tiene una partida de bandoleros que merodean por los alrededores de
Chota, Santa Cruz y Hualgayoc.
Hemos recurrido a hacer esta historia para mejor darse cuenta de
la vida tan azarosa que llevaba Benel, unas veces atendiendo a las tropas
militares, otras a las tropas civiles, y en ambos casos atendiendo sus
negocios que jamás los descuidó. Así lo vemos que continuamente
manda ganado vacuno y cerdo al distrito de Chepén, manteca en
cantidad y toda clase de cereales.
Mucho se le ha recriminado; esto envuelve una injusticia.
Amenazado por todas partes y de casi todo el mundo, era natural que
contemplase a su gente que lo salvaba de los conflictos, que sacrificaba
su vida por servirlo, en fin, que eran sus peones y sus soldados.
Entre su gente había muchos aficionados al robo, de ahí que las
inculpaciones hayan recaído sobre él que en la mayoría de los casos
ignoraba los abusos que en su nombre cometía gente ignorante y sin
responsabilidad. Benel no ha sido un santo, pero tampoco ha podido ser
un Judas; su lema favorito de exterminar al enemigo, no puede ser más
justo, de lo contrario se le atildaría de candorosidad.
CAPITULO XXI
SE UNIÓ CON WENCESLAO VILLACORTA Y PELEÓ EN CHOTA...
Sin duda alguna que esto ha de interesar más al lector por tratarse
de uno de los combates más rudos y contundentes que se registran en la
historia de estos últimos tiempos.
Villacorta dragoneaba la diputación para su hijo Leoncio que no
tenía absolutamente ni visos de popularidad en aquella provincia, por
antecedentes nada decorosos que no es posible señalarlos; y a fin de
frustrar la reunión de los mayores contribuyentes próximos a reunirse
el 28 de febrero de 1919, solicitó suplicatoriamente el apoyo de Benel.
Quien generosamente lo atendió ocupando Chota con 100 hombres la
noche del 26.
Los señores Hoyos y Montoya, candidatos oposicionistas, puesto
que gozaban de una mayoría abrumadora, de que estaban rodeados por
gente de bien y de orden, no podían haber pensado jamás en rodearse
de gente maleante para contrarrestar el golpe que Villacorta tenía
proyectado y de que se venía hablando con insistencia. El Subprefecto
Sr. José Domingo Merino no contaba sino con 30 hombres, de modo
que se hacía difícil castigar cualquier movimiento subversivo de los
Villacortistas que en número de 200 estaban distribuidos en distintas
casas; Villacorta agregó a la gente de Benel 100 peones de su hacienda
«Chetilla», toda gente salvaje diestra en el arte del robo y el asesinato.
El día 28 cuando los contribuyentes comenzaban a reunirse en el
local del Concejo, fueron atrasados a balazos, dos cayeron muertos;
eran las 3 de la tarde. Desde ese momento se produjo el cierra-puertas,
y en un instante la ciudad quedó solitaria; sólo se oía el silbido de las
balas y se olía pólvora. Todos los buenos chotanos, viendo el peligro
que les amenazaba, se parapetaron en sus casas y se alistaron a la
defensa. El infortunado Subprefecto Merino que quiso reducirlos al
orden, cayó luchando en la plaza principal victimado por una decena de
proyectiles. Muerto el jefe, la tropa se reconcentró en el cuartel, guardó
las armas e hizo el papel de espectador.
Así, durante 3 días no cesaron los fuegos. Solamente la noche era
la tregua para reparar los daños y alistarse para el día siguiente. Lucha
desigual aquella: 200 hombres sin honor, sin responsabilidad, sedientos
de sangre humana, contra una pléyade de jóvenes ilustres que hicieron
sus casas inexpugnables merced a su valor y a la convicción con que
luchaban. En la contienda perecieron hombres, mujeres y niños. No
hubo vencedores ni vencidos; a los 3 días un escuadrón de caballería al
mando del Comandante Gómez puso fin a la lucha, dio garantías a todos
los ciudadanos y persiguió a los culpables.
Benel se retiró a su hacienda tranquilamente, dándole el triunfo a
Villacorta; había conseguido su propósito, cual es de impedir la reunión
de la asamblea que no se verificó como hemos visto.
Oh ironías del destino... Quien hubiera podido imaginar que más
tarde Villacorta había de contribuir en la desaparición del brazo fuerte
que le prestara apoyo siempre que lo solicitaba.
Benel jamás tuvo en vida procedimientos de ingratitud e
inconsecuencia.
Benel era gran amigo. También fue gran enemigo.
CAPITULO XXII
ACOMPAÑA AL DR. OSORES EN LA REBELIÓN DEL 20 DE
NOVIEMBRE DE 1924
Todos sabemos la forma como se desarrollaron los sucesos
acaecidos en la provincia de Chota con motivo de haberse levantado en
armas el Dr. Arturo Osores contra el Gobierno del Sr. Leguía.
Es por lo tanto inoficioso tocar este punto, y pasando por alto
bástenos relatar algunas anécdotas que nos ofrece Eleodoro Benel,
personaje que nos ocupa en borronear estas líneas y cuyo nombre ha
pasado por los límites de nuestra Nación; en el extranjero se le ha
conocido como el «Rey del Bosque»
Benel con la precisión que siempre acostumbra en sus actos, toma
el cuartel donde está la tropa, la que desmoralizada desde el primer
momento permaneció encerrada en el cuartel durante 4 horas, hasta que
al fin se rindió y depuso sus armas. Sesenta gendarmes y 3 oficiales se
rindieron.
Benel había recibido el título de Comandante; el jefe de la
montonera era el Coronel Alcázar.
Sería las 7 de la noche cuando el Comandante se dirige al lugar
donde están los presos; seguíanlo detrás 10 cholos emponchados, ya
cerca, ordena y manda que los prisioneros deben ser fusilados
inmediatamente en media plaza y que por consiguiente se procediese a
la ejecución. Ya comenzaban los cholos a tomar del brazo al Alférez
Vargas, uno de los prisioneros, citando la intervención eficaz y
oportuna de Fermín Arrascue y del Coronel Alcázar salvó sesenta y
tantas vidas; mientras el uno le hacía ver a Benel que no era lícita ni
correcta esa orden, el otro hacía escapar a todos los sentenciados.
Cuando lo supo, dijo: Bueno, está bien; ojalá que con ustedes hagan lo
mismo en caso semejante. Se disgustó mucho y permaneció alejado de
todos, si no se retiró a «La Samana» fue por el Dr. Osores a quien tanto
apreciaba. Lo cierto es que Benel desde entonces acompañó, pero ya no
luchó. No estaba con las doctrinas de Alcázar, contemporizadoras.
Como el rayo, quería fulminar y que no quedara huella del enemigo, ni
el recuerdo.
CAPITULO XXIII
SILUGÁN
Hacienda propiedad de Eleodoro Benel, situada al N. de Cutervo,
es un lugar montañoso y despoblado; produce cacao, café, yucas, su
único camino que lo atraviesa es sinuoso, lleno de fango, angosto y casi
intransitable a caballo. La casa hacienda estuvo situada entre inmensos
cerros estratégicos, fortalezas que la naturaleza creó para que allí
viviera y muriera el más célebre de los hombres en cuanto a su valentía
y las aventuras que pasó.
SU SALIDA DE LA SAMANA
Víctima de una tenaz persecución, aunque infructuosa, vióse
obligado a desocupar «La Samana». Una mañana de abril de 1923 salía
de su terruño que lo vio nacer, de ese terruño acostumbrado a sentir sus
pisadas y sus inquietudes, salía con toda su familia y con todos sus
tesoros, quizá para no volver jamás; quien sabe esa fue la única hora en
que la tristeza lo invadía. ¿Protestaría contra el destino? No sabemos;
lo cierto es que se alejó y se perdió entre la montaña de Silugán. Ahí
estableció la casa solariega.
Qué semejanza con Pancho Villa, Benel con su gente comenzó a
labrar la tierra y hasta, parece que olvidó su pasado trágico y agitado.
Sólo recordaba cuando recibía el aviso de que alguna comisión iba en
su persecución. No me dejan tranquilo, decía, es preciso defenderse
hasta morir.
Aquí hemos de aclarar un punto de suyo importante. Pequeñas
bandas de bandoleros se levantaban por todos los alrededores de
Cutervo, Chota y Jaén invocando el nombre de Benel, y así cometían
toda clase de impunidades y latrocinios que el infortunado Benel era
ajeno.
Pasan los tiempos y la leyenda se trasmite de generación en
generación. Ya que Benel no se defendió de las recriminaciones,
hagámoslo nosotros sin apasionamientos y sin venganzas. La hora es
propicia, el Pancho Villa del Perú ya no existe, respetemos sus restos y
recapitulemos sus hechos y hagámosle su apoteosis llena de episodios
sublimes y sin encarrujamientos, frutos de una rebeldía poca habida en
este comenzar de siglo.
Las noticias que tenía el Gobierno de los abusos de Benel eran
tales que resolvió exterminarlo.
QUE VEAN SU ESPEJO...
Cuando el capitán Padrón penetró en Silugán en pos de Benel, éste
salió a recibirlo. Como era de esperar la tropa del orden no pudo avanzar
más y dio media vuelta de regreso, pero Benel lo siguió de cerca
haciéndole cinco bajas que pertenecían al N° 3 de caballería y que
fueron recogidos por su gente. Una vez que cesó de perseguirlos hizo
colocar los 5 cuerpos de los soldados en el punto más alto de la montaña
y los mandó prender fuego para que los que huían «vieran su espejo».
CAPITULO XXIV
SEÑOR SUBPREFECTO YO SOY ELEODORO BENEL...
Una tarde salió Benel de Silugán acompañado de cinco hombres
escogidos, iban bien montados, él, como siempre bien vestido; llevaba
la intención de tomar un llonque con la autoridad política de Cutervo
que diariamente lo tenía en asecho.
Serían las 12 de la noche y el Subprefecto paseaba en su despacho
bastante fatigado de un baile de donde acababa de salir; cuando de
pronto se presenta el ordenanza y le dice «señor, un caballero dice que
salga Ud. que quiere hablarle una palabra». El Subprefecto se inmutó y
trató de castigar semejante atrevimiento; pues no era procedente aquello
de que una persona a esas horas se atreviese a mandar recados de tal
naturaleza a toda una autoridad. Salió como repetimos muy injuriado y
arrugando el ceño abrió la portada y dijo: «¿Quién es el que me hace
llamar acá a la puerta?» Instantáneamente una vocecita bien fina le
contesta: Eleodoro Benel Sr. Subprefecto, he sabido que me busca Ud.
con insistencia y deseando ahorrarle trabajo he venido personalmente a
verlo, pero antes quiero tomar, aquí, una copa de llonque con Ud.
Nuestra autoridad creíamos habíase quedado dormida, no se
movía, después de una pausa notoria aceptó gustosísimo. Benel sacó
una botella llena de aguardiente de caña, luego un vaso grande, lo llenó
y tomó con él. Antes de alzar el vaso oyó que le decía palabras muy
encomiosas y de satisfacción que lo obligaron a arrojar el vaso con el
contenido y a invitarle una copa de champang en una bodega vecina. El
ordenanza que escuchaba todo esto habíase quedado petrificado. Bien
pronto salía el Subprefecto del brazo con Benel, hicieron abrir una
tienda y allí bebieron casi hasta el amanecer, hora en que el hombre
nocturno se alejaba después de haber dado una sorpresa mayúscula.
Montado en un brioso caballo, vestido de lana abatanada, brillantes
escarpines, espuelas de plata, enorme sombrero fino y con su Sábache
al anca, seguido de cinco jinetes se perdió complaciente en la montaña.
CAPITULO XXV
ULTIMAS GUERRILLAS
Las continuas hazañas de los bandoleros que se levantaban por
todas partes y que, como dejamos dicho, robaba, mataban, etc. tomando
el nombre del infortunado Benel, dio por resultado que el Gobierno
tomara el asunto en serio y resuelto a perder cualquier número de
soldados mandó en su persecución 250 hombres al mando del Coronel
Herrera, quien comenzó a trazar el plan de atacarlo en el mes de julio
del presente año (1927).
Después de algunos meses de preparativos, las tropas del
Gobierno atacaron Silugán por diversos puntos en los que tuvieron
lugar grandes combates. Benel tuvo que cederles terreno; la falta de
víveres y pertrechos influyeron poderosamente en su retirada; así pues,
buscó asilo en la montaña en compañía de su familia, toda su gente lo
abandonó en vista de que no tenían qué comer. En la dispersión
perecieron la mayor parte.
Desde el mes de setiembre contemplamos a Benel vegetando por
la montaña, durmiendo acá... y siempre burlando a sus tenaces
perseguidores, formados la mayoría de civiles, que no dormían
pensando en que Benel aún subsistía; la pesadilla se erguía en medio de
las sombras y les apuntaba con su fiel y legítima Sábache, carabina que
lo acompañó en todas sus aventuras y dio cuenta de algunas decenas de
vidas enemigas. Se erguía entre sombras de la espesa montaña y los
civiles gritaban «ahí está...» y nadie osaba arremeterle un tiro, todos
temblaban.
Sitiado por todas partes, estrechado por los alimentos, víctima de
las inclemencias del tiempo jamás de sus labios sale una queja, ni una
súplica... En esto no desdice la pujanza de nuestros antepasados, tiene
la sangre de Cahuide, el corazón de Luís Pardo y el temple y alma de
Pancho Villa.
No queriendo soportar tales inclemencias en compañía de su
familia resolvió una noche alejarla. Estratégicamente la traslada a la
hacienda «Juncos», bien distante del teatro de persecución, y luego
regresa a unirse sólo con sus 2 hijos y a continuar su vida azarosa y
llena de peligros.
Pero lo que no lo dijeron sus labios, lo divulgaban sus gestos, su
cabello. Cómo había encanecido y las arrugas surcaban sus mejillas. A
pie, entre las espinas caminaba sin zapatos, dormía entre las hojas secas
debajo de inmensos árboles y cerca de las fieras que en vez de atacarlo
le temían y hasta le habían cobrado simpatía.
Benel quiere cumplir los designios providenciales y sigue su
camino entre las sombras; no ceja atrás, ni ruega a nadie, ni se humilla,
ni llora. Como el junco se hace un arco y no se rompe, a veces
destrozado por los montes cae al pie de un árbol, descansa y sigue.
No reniega contra nadie. Bien podía estar también en Europa
paseando por cuenta del Gobierno, en caso de que hubiese claudicado,
y así lo veríamos tal y conforme lo vemos ahora: sonriente, la melena
enrizada, caballero con daga al cinto y su inseparable Sábache cruzada
sobre el pecho; verdad descalzo, por las inclemencias del tiempo, por
las circunstancias fortuitas.
Digno hijo de los Andes, supo vivir para dar una enseñanza de
rebeldía, y presto a morir, para hacerles recordar las lecciones de
nuestros antepasados...
CAPÍTULO XXVI
SUENA LA HORA FATAL
Claro que Benel no había nacido para ser eterno, su día está
señalado y la hora se aproxima; la parca con su guadaña filuda y en tono
de súplica y regocijo lo abraza, lo besa y lo lleva consigo.
Copiamos fielmente la versión verídica acerca de su muerte dada
por la viuda y que no hay por qué dudar de la autenticidad de ella.
Tantos comentarios hay, pero ninguno de ellos tiene visos de verdad,
son inventados a manera de fábula y que cada cual lo relata a su antojo
agregando o quitando la parte que mejor le conviene.
«Cerca de Silugán, en un sitio denominado “Arenal”, tenía un
amigo de mucha confianza que vivía allí en una chocita con su mujer e
hijos. Un día, 28 de noviembre, se le apareció Benel y esto dio lugar a
una manifestación de cariño por parte del amigo, quien le presentó
comida abundante y bebida. Como Benel no tomara de ese alimento
algunos días, le vino aquello de perlas, a poco llegaron sus hijos con
quienes dio fin a semejante banquete.
El amigo éste tenía compromiso y hasta había ofrecido su
pescuezo en caso de no entregar a Benel. La ocasión se presentaba
favorable para dar cumplimiento a su traidora y cobarde oferta.
Simulando hipócritamente tener que hacer en cierto lugar, pidió
permiso y se alejó, recomendando antes a su mujer que no lo dejase ir
mientras él iba a dar parte al teniente Temoche de la presencia de Benel.
Aunque la mujer al principio se opuso a semejante felonía, tuvo que
ceder ante las amenazas del marido.
Una vez que el indio se alejó, Benel se internó en la montaña sin
presentir el pensamiento del amigo. Sus hijos tomaron otro camino,
pues casi nunca estaban juntos, siempre distribuidos procurando sí
guardar cierta distancia que los favoreciera en el momento de peligro.
Benel se quedó solo.
Mientras el Judas llegaba al sitio donde estaba acantonada la
tropa, la cual se divertía alegremente por tratarse del cumpleaños de un
sargento. Al oír la noticia judaica, no le dieron importancia, tan
cansados estaban de esta clase de avisos, y siguieron bailando. Tantos
eran los juramentos y a la voz de «está en mi casa, mi vida si acaso
miento, esta vez no escapará, Teniente deme siquiera dos gendarmes»,
dispuso éste que fueran cuatro. El cholo llevaba la delantera y antes de
ir a la caza del tigre, creyó indispensable aumentar el número de
perseguidores, se dirige al Comisario y le da la nueva. Era éste el
famoso indio Altamirano, (a) Molocho, compadre espiritual de Benel,
se había pasado a las tropas, por lo que lo revistieron con el manto del
Comisariato que lo envaneció muchísimo. Benel en sus combates
procuraba no herir al compadre, hasta parece lo protegía no obstante la
villanía que había cometido. Inmediatamente se puso en marcha
también el Comisario y fue quien desplegó más interés. Adelantóse en
compañía de otro cholo apellidado Bustamante y estos fueron los
primeros que llegaron a la choza donde pensaron encontrarlo.
La mujercita que allí estaba les dijo que acababa de internarse en
la montaña y les indicó el sitio; cholos diestros en seguir el rastro, no lo
perdieron de vista y continuaron hasta que al fin lo encontraron.
Estaba solo reposando la comida, separado de sus hijos por unas
cuantas cuadras que en lugar escabroso equivalen a kilómetros.
CAPITULO XXVII
CONTINÚA EL RELATO LA VIUDA
Estaba solo y como nunca descuidado cuando oyó un ruido
precipitado a sus espaldas y al volver la cabeza vio que se le acercaba
vertiginosamente su compadre Altamirano y otro cholo en guisa de
tomarlo preso.
En un segundo Altamirano al verse descubierto por el hombre a
quien tanto temía le disparó con una carabina que llevaba preparada y
lo hirió en la pierna.
Ha llegado la hora fatal, Benel al sentirse herido cae al suelo,
levanta su Sábache, corresponde al compadre, con la misma moneda;
otro tiro, cae el otro cholo; los dos traidores yacen tendidos, sin
movimiento, muertos; a veinte pasos Benel con la pierna destrozada que
se arrastra con intenciones de ocultarse y las voces que desde lejos
gritaban sus hijos: papá escápese por acá... por acá. Estos al oír los
disparos salieron a la parte más alta y avisaron a la fuerza que avanzaba
hacia donde se encontraba su padre, para entretenerlos, mientras
escapara Benel, los hijos hacían fuego.
La fuerza guiada por el Judas llegó al lugar de los sucesos,
encontró a los dos cholos que no podían pararse, pues cuando se
sintieron heridos fingieron aparecer como muertos a fin de librarse que
Benel los ultimara, los rastreros siguieron las huellas de sangre que en
su fuga iba dejando Benel, lo siguieron, y bien pronto dieron con él que
apenas podía arrastrarse.
Benel en un momento midió su situación, penetró en la magnitud
del caso, adivinó la intención de sus numerosos perseguidores, y
haciendo un supremo esfuerzo colocóse el cañon de su amada Sábache
en el pómulo derecho, y dice:
«En poder de ustedes, vivo, jamás .... eso nunca». Y se disparó la
Sábache, la única que lo acompañó hasta el postrer momento.
Cuando los eternos perseguidores llegaron, Benel había dejado de
ser, había pasado a mejor vida. Habíase quedado con su Sábache
cruzada sobre el pecho, la tenía asida con las dos manos en aptitud de
besarla, habíase quedado aquel hombre tan discutido y tan temido.
Luchador infatigable. Guerrillero indomable. Símbolo del
verdadero empuje y carácter peruanos. Su rebeldía lo hace más digno
aún y bien merece que se le tribute homenaje de admiración y respeto
al varón representativo de nuestra raza.
CAPÍTULO XXVIII
BENEL «EL REBELDE»
El amor se inspira, jamás se busca. El carácter se forja, el genio
se hereda, lo mismo que la rebeldía.
El Perú encontrábase agitadísimo allá por aquellos años del 95,
con motivo de las luchas políticas suscitadas entre Piérola y Cáceres.
Seminario en el Norte habíase levantado en Armas proclamando la
bandera pierolista. Todo era confusión, terror, sangre.
Benel entonces encontrábase en el Colegio, tenía apenas 19 años,
desde el primer momento simpatizó con [Ricardo] Seminario y dejando
sus estudios y las comodidades del hogar se unió a él y lo acompañó en
toda su carrera de triunfo, de luchas y de gloria que el caudillo piurano
supo saborear.
Seminario aquilató en un instante el valor moral del joven soldado
y por eso siempre lo quiso.
Benel odiaba los entronizamientos, impulsado por este
sentimiento, sin vacilar, se unió a Seminario y lo acompañó en toda esa
carrera triunfal a través de los inmensos picachos que ofrece nuestra
cordillera.
Ahí, en esa jornada, estuvo Eleodoro Benel, el más joven entre
todos los soldados, el primero en la avanzada y en el peligro, el primero
en brindar su pecho a las balas enemigas que siempre lo respetaron.
Sin duda alguna que estudió a Seminario, lo admiró y hasta soñó
en un mañana venturoso cuyo teatro sería el Norte del Perú, donde
habían de realizarse sus aventuras y tragedias, sus glorias y sus
infortunios.
BENEL AGRICULTOR
Desde muy tierno llamó la atención de sus padres el hábito que
tenía Eleodoro de levantarse a las cinco de la mañana, cogía sus
herramientas de labranza e iba al monte a trabajar, descalzo y alegre.
Así regresaba al desayuno de las 8, para enseguida regresar a emprender
su tarea.
Dada la posesión económica de sus padres, Benel no necesitaba
llevar esta vida tan ruda y constante, lejos de los deleites apetecidos en
todo tiempo por los muchachos ricos.
Solo así se explica el adelanto que llegó a tener «La Samana». Su
montaña admirable y extensa ofrece maderas de excelente calidad que
se emplean en toda clase de construcciones. Especialmente en la
ebanistería.
Benel la invadió abriendo caminos, mostróse activo y enérgico;
luego se conoció la bondad de sus maderas en Chota, Hualgayoc,
Bambamarca, Santa Cruz, Cajamarca, Celendín y demás pueblos
vecinos, y de aquí data la riqueza de Benel, el poderío de Benel, la
dadivosidad de Benel. Tan agricultor era, que basta ver su obra fresca y
patente en Silugán. Lugar impenetrable e incultivable, desprovista de
todo género de recursos para llevar a cabo tal o cual sembrío; es decir:
sin caminos, sin chácras, sin nada; todo monte espeso, todo terreno
fangoso. Pues Benel, el batallador incansable, se establece en 1923 y en
poco tiempo transforma a Silugán en un edén, rodeado de hermosas
huertas, ricos y abundantes cafetales y cacaotales, y en suma aumenta
su fortuna y fama, a la vez también crece la envidia y el odio,
BENEL POLÍTICO
Mucho de notable nos ofrece la vida de este hombre original.
Rebelde desde su infancia; perseverante en el trabajo; sincero en la
amistad, lo fue también en su pasión política.
Indudablemente que erró en ser así; pues, la vida de los tiempos
pasados y presentes nos enseña, nos muestra al político revestido de
hipocresía, de pura mentira y verdadera farsa.
Si Benel hubiera profesado este credo, si hubiese seguido esta
senda, claro que hubiese escalado altos puestos, que hubiese obtenido
grandes prebendas.
Pero, no, él estaba fundido en el crisol de la sinceridad; sus labios
estuvieron acostumbrados a decir SÍ o NO; sus sentencias fueron
inapelables; no tuvieron reconsideración.
Cosas del destino... Fue consumado leguiísta.
La figura del actual mandatario don Augusto B. Leguía era su
idolatría. Después de Piérola no ha habido más gobernante en el Perú
que don Augusto, así decía.
Como leguiísta ayudó en Chota a Wenceslao Villacorta.
Como leguiísta destruyó las pretensiones a la diputación por
Hualgayoc de don Demetrio Miranda.
Y como leguiísta comisionó a su primo el Dr. Britaldo Orrego y a
su yerno Juan Fernández Zuloeta se constituyeran en la capital
metropolitana y en su nombre le ofrecieran sus servicios personales, su
apoyo material -en caso necesario- su adhesión incondicional al
Presidente de la República don Augusto B. Leguía.
Están en un grave error los que hayan supuesto lo contrario. Si
Benel actuó con Osores, fue después de muchos vejámenes y
desengaños que sufrió.
El asesinato de su hijo Castinaldo lo obligó a pedir sanción para
los sindicados en este crimen.
No consiguió nada; pues mientras las autoridades superiores así
lo ordenaban desde Lima, las demás de Provincias hacían todo lo
contrario y más bien protegían a los enemigos de Benel e informaban
siempre en su contra.
Si protegió al Dr. Osores fue por hallar el castigo para los que
mataron cobardemente a su hijo Castinaldo.
Sí protegió al Dr. Osores; fue por encontrar descanso que hace
fecha no lo tenía, porque constantemente los destacamentos
provincianos lo perseguían.
Santa Cruz fue su tierra predilecta. Cuantas sumas de dinero
gastaba cada y cuando visitaba su paraíso. Por Santa Cruz, mi vida,
exclamaba con vehemencia.
Una ocasión lo demostró. Se trataba de las elecciones
municipales; habían dos candidatos a la Alcaldía: un tal Alvarado y el
conocido y filántropo Alberto Burga, persona de vastas relaciones
sociales y de reconocida caballerosidad y demás dones morales. Benel
lo apoyó incondicionalmente, gastó dinero sin medida, y, venciendo a
la farsa y mil obstáculos sacó avante su ideal.
Desde entonces los Alvarado convirtiéronse en eternos y
encarnizados enemigos.
EL SEGURO
Benel previendo lo futuro, situándose en un plano superior que
quizá nadie lo imaginó, se aseguró en la compañía de seguros «El
Porvenir,» por la suma de cincuenta mil soles, dejando su póliza
completamente saneada.
Lo que nos demuestra su previsión profunda y su acendrado amor
a su familia, de la que ni un momento se separó, y sólo sí para obedecer
un designio providencial.
Entre sus hijos, bien es digno de mención, Segundo, educado en
Lima y diplomado en la comercial.
SU ENTIERRO
Se efectuó el 30 de noviembre en la provincia de Cutervo, en
medio de un profundo silencio y gran admiración al contemplar el
cuerpo del viejo caudillo que tanto diera que decir por sus hechos y
aptitudes; ese cuerpo cubierto de harapos y coronado de espinas.
Tendido frente a la Iglesia... se ostentaba su cuerpo, la imagen de
Eleodoro Benel. Todos acudieron; a conocerlo, unos; a reconocerlo,
otros; a saludarlo, los más, y a darle la despedida eterna, todos.
POCO DESPUÉS
Muerto Benel, las tropas del Gobierno se han retirado del campo
de persecución dejando pequeños destacamentos en algunos puntos de
importancia.
Las bandas de bandoleros, que merodeaban por aquellos lugares;
han desaparecido totalmente al conjuro de la eficaz acción desplegada
por la guardia civil, adoc para estos casos, y compuesta en su mayor
parte por jóvenes educados, conscientes y bien preparados.
Pudiendo asegurarse que el ambiente de las referidas regiones;
ahora, es tranquilo y vuelve a entrar en el periodo de paz y de trabajo.
El Gobierno, comprendiéndolo así, ha otorgado amplias garantías
a la viuda e hijos de Eleodoro Benel, quienes pueden establecerse donde
mejor les plazca y continuar su desarrollo en las actividades humanas
dentro del marco constitucional.
CHICLAYO, DICIEMBRE 28 DE 1927.
F I N
Contenido
PRÓLOGO ....................................................................................................................... 4
CAPÍTULO I.................................................................................................................... 5
CAPITULO II................................................................................................................... 6
CAPITULO III ................................................................................................................. 8
CAPITULO IV ............................................................................................................... 10
CAPITULO V ................................................................................................................ 11
CAPÍTULO VI ............................................................................................................... 12
CAPITULO VII.............................................................................................................. 13
CAPITULO VIII ............................................................................................................ 14
CAPITULO IX ............................................................................................................... 15
CAPÍTULO X ................................................................................................................ 16
CAPITULO XI ............................................................................................................... 17
CAPITULO XII.............................................................................................................. 18
CAPÍTULO XIII ............................................................................................................ 19
CAPITULO XIV ............................................................................................................ 20
CAPITULO XV.............................................................................................................. 21
CAPITULO XVI ............................................................................................................ 22
CAPITULO XVII........................................................................................................... 24
CAPITULO XVIII.......................................................................................................... 26
CAPITULO XIX ............................................................................................................ 28
CAPÍTULO XX.............................................................................................................. 30
CAPITULO XXI ............................................................................................................ 32
CAPITULO XXII........................................................................................................... 34
CAPITULO XXIII.......................................................................................................... 35
CAPITULO XXIV ......................................................................................................... 37
CAPITULO XXV........................................................................................................... 38
CAPÍTULO XXVI ......................................................................................................... 40
CAPITULO XXVII........................................................................................................ 42
CAPÍTULO XXVIII....................................................................................................... 44
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Semblanzas de Eleodoro Benel

  • 1.
  • 2.
  • 3.
  • 4. PRÓLOGO Yo soy un cholo chotano, de esos de machete en mano, de aquellos tiempos de Benel, de Eleodoro Benel; inicio de la letra de un huayno muy popular entre los Chotanos, la misma que nos lleva a esos tiempos en que germinaba un levantamiento armado con el propósito de combatir al dictador gobierno de Augusto B. Leguía. Eleodoro Benel no fue un “BANDOLERO” que robaba ganado, fue un gamonal dueño de muchos fundos y gente a su servicio, diestro en los negocios en la costa. Luchador de las injusticias, con muchos amigos y por ende muchos enemigos como los “bandoleros” y “cuatreros” y la rivalidad con otros hacendados que buscaban eliminarlo, por otro lado al ser partidario de cierto partido político y apoyar sus causas lo llevo a ganarse muchos detractores y convertirse en enemigo del gobierno. En su última etapa se unió a la insurrección de Osores y Balcázar cuyo objetivo era no permitir la reelección de Leguía y acabar con los abusos y corruptela imperante en Chota, más esta revolución termino sin éxito, con Alacazar fusilado y Osores en prisión, Benel toma el mando y continua en esta lucha, liderando exitosas enfrentamientos con las fuerzas del orden, haciéndose famoso porque nadie lo podía capturar, pero llega un momento que se siente sitiado ya sin armas ni alimentos se debilita y llega su final por una traición de su compadre espiritual, luego de su muerte se convirtió en un personaje de leyenda. Es de entender por qué el autor de estas Semblanzas decidió el anonimato, con la muerte de Benel hablar en favor de él era condenado por el gobierno de ahí que autor haya preferido la firma “Por Un Chotano” Un Chotano Cabracanchino
  • 5. CAPÍTULO I TRONCOS ILUSTRES ¿Quién es la familia Corvo Zuloeta? Es la fuente de donde han emanado ramificaciones no menos ilustres, llenos de marcado orgullo por su abolengo; ramificaciones que kan ido a enraizarse a distintos lugares de la República, manteniendo siempre la preponderancia de la estirpe. Todo el valle de Santa Cruz pertenecía por entonces a la familia Corvo Zuloeta. Su casa señorial la tenían establecida en Santa Cruz. Descienden de este hermoso tronco los Gonzáles, los Burga, los Orrego, los Ugaz y tantas otras familias de vasta popularidad en las distintas actividades humanas. ¿Y DON MANUEL ZULOETA? Un viejo rico, dueño de tas haciendas Polulo, Samana, Uticyacu y Ninabamba. Un viejo acostumbrado a la ostentación, a gastar en saraos y diversiones públicas; en socorrer al indigente y sostener al débil. Su vida guarda armonía con la usanza de esos caballeros andantes que luchaban por su Dios, por su Patria y por su Dama. Se dice que una noche hermosa, al conjuro de un amor platónico, una señorita recibía como demostración de afecto de manos del amante, las escrituras correspondientes a la hacienda Uticyacu. Así eran los hombres de aquellos tiempos... Así fue el abuelo de Eleodoro Benel Zuloeta... Esta es la razón por la cual Uticyacu pasó a ser administrado por los Díaz; descendencia que no ha desaparecido hasta estos días y que vive en continuas luchas sangrientas con los Vargas de Ninabamba.
  • 6. CAPITULO II LIGERA RESEÑA HISTÓRICA ACERCA DE SU NACIMIENTO Y JUVENTUD Vivían en el fundo «La Samana» dos consortes en completa armonía, llenos de inmensa dicha, felices con la cosecha que anualmente le ofrecían sus tierras exuberantes y de una vegetación admirable. La envidiable pareja la componían don Andrés Benel y doña Mariquita Zuloeta, personas honradas y respetuosas, esclavas del trabajo y de la perseverancia. Pasaron algunos años de esa vida metódica y sin las perturbaciones que siempre ofrecen los campos, cuando en 1870, doña Mariquita daba a luz, en medio del júbilo de don Andrés, un niño que vino a completar aquella felicidad y a formar el encanto de sus padres. Por unanimidad pusiéronle por nombre ELEODORO y como tal recibió el santo bautizo. Su infancia no ofrece nada de notable, a no ser su carácter siempre altivo que revelaba en todos sus actos, algo taciturno y silencioso, ejecutaba lo que decía; de un aire marcial que casi de continuo ponía en pugna a las muchachas vecinas. A la edad de 21 años entra de lleno en sus negocios, viaja a la costa donde adquiere vastas relaciones políticas y comerciales, merced a su mano desprendida y franca; y, con instrucción secundaria ( 1 ) incompleta emprende negociados que le representan ganancias enormes. Así implanta establecimientos comerciales en Chota, Hualgayoc, Bambamarca y «La Samana». En Cayaltí establece una contrata de 400 peones, y por último se abre ancho campo en la esfera económica. Su predilección por el juego de la pinta es grande; temerario en escena, se hace temer cuando en medio del fragor del juego, dice: «treces de a diez mil soles». Sereno en la pérdida, se retira amablemente como si jamás hubiese perdido un centavo. 1 Cuando cursaba el 2º año de secundaria, abandonó los estudios secundarios en compañía de sus amigos Celso Guerrero y Crusho Bances y viajaron a Lambayeque, alistándose en las filas del Coronel Teodoro Seminario (alzado en armas contra Andrés Avelino Cáceres en apoyo a don Nicolás de Piérola)
  • 7. Sus luchas sangrientas, su vida accidentada, sus cuitas mitológicas al parecer, comienzan desde el año de 1910, época en que entran a servirle dos hombres propios, neta y exclusivamente aptos para ejecutar sus mandatos irrevocables. Esos hombres responden a los nombres de Misael Vargas y Catalino Galarreta. (Este último murió en un combate con el Teniente Montoya). Dos tiradores eximios, de un valor a toda prueba, atrabiliarios e intrépidos. Por supuesto también había otros muchachos de no menos coraje, que nunca se arredraron ante el peligro, al que lo buscaban intencionalmente por sobresalir el uno al otro. Desde aquel año comienza los combates entre los benelistas con los Díaz de Uticyacu; combates que duraban 4 y hasta 5 días cada bando atrincherado era inexpugnable. Rara vez la fuerza intervino en perseguirlos, y en cada intento siempre sacaba la peor parte, y más bien senda de irrisión; esto envalentonaba más a ambos contendientes quienes se preparaban para un nuevo encuentro, para darse una visita, o para urdir una sorpresa trágica. Desde 1910 vemos a Eleodoro Benel convertido en caudillo; proclamado por la fuerza el Rey y señor de las provincias contiguas a su fundo. Su pasión por las mujeres bonitas fue grande. Santa Cruz, cielo privilegiado, fue el teatro de sus goces, Hizo hermosas conquistas. Para él: plaza sitiada, plaza tomada. Todas las batallas de este género las ganó a costa de su peculio y buen porte. Era entonces un Valentino, ojos negros, nariz perfilada, boca chica, cutis capulí, pelo crespo, ceja y barba espesa, alto, delgado, elegante y con dinero, prendas suficientes que lo llevaron al triunfo y a la meta de sus aspiraciones.
  • 8. CAPITULO III ASTUCIA... VENGANZA... ELEODORO BENEL estaba acostumbrado a mandar imperativamente y a ser obedecido en el acto. Pobre del que desacatara sus órdenes. Era calificado como cobarde y no debía existir. Entre sus colonos había una familia Ramos muy numerosa, vivían en una sola casa y los tres mocetones Raimundo, Domingo y Baltasar eran altivos, corpulentos y de malas inclinaciones. Se hacían respetar con los vecinos y nunca se desapartaban, siempre andaban juntos. Un día se resistieron a obedecer una orden que Benel había impartido; fueron despedidos de la hacienda y se refugiaron en la hacienda de Llaucán desde donde juraron venganza. Los cholos Ramos, conocidos por este tratamiento, sin hogar, vivieron desde entonces una vida errante y vegetativa, se entregaron al pillaje; y merodearon siempre alrededor de «La Samana», tras de Benel andaban, no lo perdían de vista, sólo esperaban el momento oportuno para quitarlo de en medio. Bien pronto los cholos Ramos adquirieron fama de criminales de alta escuela; donde llegaban eran bien recibidos, hacían lo que les venía en guisa, y todos callaban por temor a perder la vida. Así pasaba en la sierra por los lugares de Chota, Hualgayoc, Santa Cruz y Bambamarca, durante el año de 1913 y siguientes. Ha terminado octubre, estamos 16 de noviembre, Benel a su regreso de la capital debía pasar aquel día por las inmensas jalcas de Quilcate y obligadamente por el sitio donde lo aguardaban los cholos Ramos en número de 12. El ignoraba la celada que se le había tendido. A cada instante se aproxima al lugar donde están sus más encarnizados enemigos; ¿Cuál será la muerte que le tienen reservada esos hombres sedientos de venganza y llenos de hidrofobia? Con pistola en mano asoman de vez en cuando la cabeza e inspeccionan el campo, el menor ruido le atribuyen a la futura presa. Son las dos de la tarde, tres cóndores cerca hacen su festín, bien pronto levantan el vuelo como perseguidos por algún transeúnte. Ahí viene... dice Raimundo, alistarse... En silencio, bien apostados, en postura de tiradores esperan el momento. Faltan 10 pasos,
  • 9. uno... y pasó... pasó aquel hombre misterioso y providencial. Benel al desembarcar en Chilete encomendó la carga a un arriero y él siguió su camino. Al emprender la jalca desmontóse repentinamente, dejó su caballo y todas sus comodidades, tomó un viejo rocinante que por ahí pastaba y montando en pelo, con los pies casi arrastrándose por el suelo, un enorme poncho y un viejo sombrero pasó por delante de sus verdugos. Ante esta silueta los cholos pensaron en que sería algún infeliz y lo dejaron pasar. Cansados de esperar, resuelven darle el asalto en su propia casa. Chacchando coca recorren 12 leguas en toda la noche. A las 4 de la mañana se apostaban al rededor del castillo de Benel y aguardan las 6, hora en que se levantaba todos los días, para ejecutar sus planes.
  • 10. CAPITULO IV LA CASA HACIENDA Digna de mención y del estudio arquitectónico ha debido ser la casa habitación del más célebre de los caudillos de la época. El año 1925 fue demolida desde los cimientos por las tropas del Gobierno, por haber puesto aquel sus armas al servicio de las tropas revolucionarias encabezadas por el Dr. Arturo Osores. Era por aquel entonces un verdadero reducto, una fortaleza al parecer inexpugnable. El mismo Benel dirigió su construcción sin más braceros que su propia gente. De 2 pisos: el primero ostentaba un magnífico salón bien montado, donde pasaban horas de placer los Subprefectos y los jueces que continuamente lo visitaban, más allá, en una esquina, se encontraba la bodega y el almacén de mercaderías. En el interior tenía los cuartos dormitorios para los huéspedes. En el segundo piso estaba el arsenal, como que ahí también pasaba sus noches de insomnio con su familia; parecía más bien una torre, llena de ventanitas semicirculares, trincheras seguras y bien dispuestas desde donde se dominaban todos los contornos. Tal era la casa de Benel en 1917; a 10 cuadras a la redonda había una serie de casitas, asilo de sus peones y soldados que lo seguían a todas partes y cuidaban de su vida más que de la suya misma.
  • 11. CAPITULO V EL DESTINO LOS ARRASTRA... ESTABA ESCRITO... Santa Cruz es una ciudad ideal tanto por su plano, como por sus bellas mujeres, de clima templado, tiene terrenos exuberantes, sus habitantes ricos y hospitalarios se dedican al cultivo de la caña de azúcar. La corriente comercial de este importante distrito es con Chiclayo, emporio del comercio del norte; después, en lo judicial, como depende de la provincia de Hualgayoc, tiene vinculaciones estrechas con esta capital. Motivos judiciales llevaron a los señores Herminio Segura y Eladio Estela de Hualgayoc a Santa Cruz. El primero tan conocido dentro y fuera del departamento, de vastas relaciones sociales, y de justa fama en las defensas que en él confiaban los litigantes, era defensor de Benel en los juicios que este tenía. De tránsito llegaron estos caballeros a «La Samana» la tarde del 28 de noviembre de 1917. Casi al mismo tiempo llegaba un hombre emponchado y pobremente vestido, montado en un caballo desprovisto de montura, jergas y freno.
  • 12. CAPÍTULO VI EL RECONOCIMIENTO La familia de Benel tan luego se presentaron los huéspedes amigos se deshizo en atenciones; haciendo caso omiso y pasando una mirada despreciativa sobre el hombre desconocido que acababa de desmontarse y que, apoyado en uno de los pilares de casa, dejando su cabalgadura a su albedrío, miraba de soslayo la escena familiar. Un chico travieso y curioso, acostumbrado a jalar del poncho, o a buscar en los bolsillos de los que por allí tocaban, acercóse a practicar tal operación con el desconocido, cuando al levantar la vista ve en él la imagen de su padre y corre dando gritos: «mamá, mi papá, mi papá está aquí, él es...». El astuto Benel no se dejó esperar, inmediatamente avanzó hacia ellos y sonriente descubrióse y luego abrazando a todos los circunstantes, que atónitos lo miraban, les contó el porqué de aquella transformación.
  • 13. CAPITULO VII LA COMIDA No se puede imaginar el ambiente de cordialidad y verdadera dicha que en aquel castillo y a esa hora se respiraba. Benel departía alegremente con su apoderado, sin mencionar el estado de sus juicios, relataba su estada en Lima, las atenciones de altos personajes políticos, los paseos, etc., y de vez en cuando, después de cada potaje, empinaban el codo saboreando un exquisito Bourdeux. La comida terminó a las 9 de la noche. Levatóse la mesa y pasaron a la sala a jugar un rocambor mientras llegasen las doce para acostarse. (Así dijo Benel refiriéndose a la hora, sin tener conocimiento de los doce bandidos que venían en su búsqueda.) LLEGA EL ARRIERO Benel llega a Chilete, entrega su equipaje al arriero y emprendió viaje solo como ya lo hemos visto. A las 11 más o menos llegó el arriero; los baúles y maletas se depositaron en la bodega. BUENAS NOCHES... Supongo que ustedes estarán rendidos, es preciso acostarse, ─ dijo Benel a sus huéspedes ─, ahí tienen sus camas; mañana después de desayuno seguirán viaje, ¿verdad? Buenas noches. Y subió a los altos, dejando a sus amigos con quienes no volvería a verse más.
  • 14. CAPITULO VIII EL ASALTO Cuatro de la mañana del 29. La madrugada está penetrante y ofensiva con su fría escarcha, tupida niebla y horrenda oscuridad. Grande y profundo el silencio que hay en el interior de las habitaciones. Los aullidos de los leales se repiten; son las 4 de la mañana, las aves agoreras desde las alturas de los cerros dejan oír sus lúgubres cantos, talvez ellas únicamente ven avanzar ese grupo compacto que cada vez se acerca más a dar fin al dueño y señor de esos lugares. Todo indica el desarrollo de algo inaudito que la imaginación no alcanza quizá a concebir; la naturaleza preludia la tragedia, por eso ha enlutado su cielo y ocultado sus estrellas diamantinas para que no presencien la inmolación inocente de víctimas inmaculadas. Los Ramos conocían muy bien las costumbres y usos de Benel; si habían sido sus colonos y habían frecuentado la casa como semaneros; en aquel entonces Benel dormitaba con su familia en los pisos bajos; en el lugar donde hoy están profundamente dormidos nuestros dos huéspedes. Además, sabían también que el patrón se levantaba reglamentariamente a las seis en punto y abría inmediatamente la bodega. Tal el motivo que los obligó a aguardar esa hora para no errar el golpe, y permanecieron así de barriga tendidos a 5 pasos de las puertas. Reinaba un silencio de sepulcro. Ni los perros guardianes denunciaban la presencia de los malhechores. A medida que se anunciaba el día, que los gallos menudeaban y que uno que otro pajarito comenzaba a ensayar la oración matinal, los asesinos se ofuscaron y sin más preámbulos ni divagaciones resolvieron echar abajo las puertas y coger a la presa tan deseada en su lecho. Como nunca, Benel habíase quedado adormecido por las fatigas del viaje y faltaba por vez primera a su horario. Son las seis de la mañana... Todos a una fuerzan la puerta designada a culatazos, y, pistola en mano, unos y puñal, otros, penetran y se dirigen al lugar donde creen encontrar a Benel. A la simple vista de unos bultos que casi juntos yacían envueltos en grandes sobrecamas, los atraviesan con sus dagas y los dejan inmóviles... para siempre muertos sobre un charco rojo de sangre.
  • 15. CAPITULO IX LA DEFENSA Después de consumados estos dos crímenes, los asesinos viendo truncados sus planes pensaron en el robo y abriendo una puerta que daba acceso a la bodega y almacén, se posesionaron de todo lo que esos depósitos contenían. Cada cual despojado de sus viejos harapos tomó un vestido de Benel, camisa, zapatos y en un instante parecieron apuestos caballeros. Del cajón sacaron 6,000 soles, en oro dos mil y en cheques, 4 mil; de lo primero se repartieron, lo demás los regaron por el suelo. Desde el primer momento Benel y los suyos se dieron cuenta que se trataba de un asalto, y lejos de trastornarse, precipitarse o confundirse, se vistió con la tranquilidad de costumbre, ídem su mujer, hijos e hijas, bien pertrechados cada cual fue a ocupar su lugar en una ventana o trinchera. Como los bandidos al entrar no habían hecho un solo disparo, e hicieron uso solamente de arma blanca, los peones de Benel no podían acudir en su auxilio; comprendiéndolo así Benel hizo una serie de disparos al aire porque no veía al enemigo, pues éstos, no sabemos la causa, se encerraron completamente con las puertas bien trancadas. Al oír la gente de Benel los disparos; comprendió el peligro en que se hallaba su patrón, y acudieron en son de combate todos a una. Cual galgos se descolgaban por esas abruptas peñas. Tan luego llegaron cerca de la casa invadida, la rodearon formando un círculo a fin de que ninguno de los asaltantes pudiese escapar. Tan próximos al jefe estaban que podían oírle la voz que les decía «No hagan fuego, esperen ya saldrán... entonces sí. Ellos están abajo. Estoy salvo, no tengan cuidado. Es preciso que den aviso a Hualgayoc, que manden la fuerza» Veloz como el rayo partió el expreso y en breves instantes se conocía en Hualgayoc los graves sucesos de «La Samana». La noticia cundió por todo el departamento.
  • 16. CAPÍTULO X MUERA SANSÓN CON TODOS SUS FILISTEOS Los cholos Ramos se encontraban trastornados sin saber lo que debían hacer; más parece que buscaban la manera de evadirse y poner el pellejo a salvo. Bien sabían que estaban rodeados por los leones de Benel; además habían oído la orden dada para que demanden el auxilio de la gendarmería de Hualgayoc, de modo que esperaban de un momento a otro ser capturados o muertos. Subir a los altos era materialmente imposible, allí les aguardaba una muerte próxima y segura. Doce hombres con vestidos a la moda actual, con ricas telas, se paseaban atropelladamente, con las corbatas mal puestas y los zapatos cambiados. Uno de ellos, Raimundo, el más astuto, tuvo una idea salvaje, propia de esos seres que no sienten ni quieren; tal era el deseo de exterminar a Benel que reunió a sus compañeros y les dijo: Dentro de dos o tres horas estaremos cercados por la fuerza pública y por nuestros enemigos. No nos dejarán por ningún motivo con vida. Si en este rato abrimos la puerta nuestros cuerpos serán blanco seguro de las balas de los que nos tienen rodeados. En uno u otro caso, moriremos, cobardemente, sin matar a nadie He pensado una cosa: ahí tenemos un cajón de dinamita, prendamos la mecha, la explosión echará la casa abajo desde los cimientos sepultándonos a nosotros junto con Benel y todos los que arriba le hagan compañía. Así moriremos gustosos. Y... ¿qué dicen? A la obra, a la obra dijeron todos, está muy bien, así debe ser. Y sin perder tiempo cogieron el cajón y lo colocaron en una excavación que luego hicieron bajo de la puerta que dividía la bodega de la sala de recibo. Raimundo, él mismo se eligió para encender la mecha; antes les dijo: «muchachos los que aún quedasen con vida y puedan escapar, háganlo, en buena hora. Vamos, acomodarse, es la hora». Cobardemente se agazaparon los asesinos en un rincón distante de aquel fatídico cajón. Raimundo con un cigarro en la boca se acerca, toma la mecha, la prende y se retira diciendo en voz atrevida y resuelta: «Muera Sansón con todos sus Filisteos».
  • 17. CAPITULO XI EN LAS GARRAS DE LA MUERTE Por ser la mecha demasiada larga demoró la explosión todavía 5 minutos. Mientras los cholos pensaban en huir si salían ilesos de semejante aventura, Benel y su familia pensaban en la venida de la tropa, en la prisión de los cholos, y una mirada de satisfacción surgía en toda la aguerrida familia. Ignoraban, el cataclismo que iba a realizarse a sus pies, al conjuro de una mecha. En tales circunstancias explosionó la dinamita, una nube espesa de polvo se levanta densamente sobre la casa y los lugares cercanos, mientras desaparecía la violenta sacudida terráquea. Los bandidos vieron caer la pared del frente y aprovechando la oscuridad, la confusión entre la gente de Benel y sintiéndose aptos para huir, salieron vertiginosamente en distintas direcciones. Benel que jamás perdía la serenidad soportó la detonación con un estoicismo admirable, y así que divisó un grupo que corría a cierta distancia, dispara su carabina y hace blanco en el cuerpo del famoso criminal apellidado Uriarte. Los 11 restantes salváronse dejando los cuerpos de los infortunados Segura y Estela bajo los escombros de una pared.
  • 18. CAPITULO XII LOS COMENTARIOS Diversos eran alrededor de asalto tan sonado; más se aseguraba que de los 12 asaltantes ninguno había escapado que habían sido carbonizados y reducidos a cenizas. Los periódicos llamaron la atención de las autoridades y pedían se constituyera el Juez de Primera Instancia a instaurar el sumario respectivo. Si vamos al fondo del asunto; casi todos los espíritus estaban predispuestos contra Benel; la política sobre todo le hizo mucho daño. Desde Cajamarca se le tramó la red, y aprovechando de los sucesos del 28 de noviembre la Corte comisionó a un Juez adoc que ejecutara sus planes. DESPUÉS DE LA HUIDA Benel con los suyos bajaron inmediatamente y se unieron a su gente procediendo en seguida a desenterrar los cadáveres del infortunado Segura y del joven Estela. Luego se dirigieron al lugar donde había caído Uriarte, se encontraba muerto bajo un cerco de piedras. LLEGADA DEL JUEZ Y LA TROPA Pasaron todavía más de ocho días para que se constituyera el juez de Primera Instancia de Cajamarca Dr. José del Carmen Gallardo y la fuerza pública que en número de 25 estaban comandados por el teniente Coimeras, el Comisario de Santa Cruz Julio Vargas con 10 gendarmes y un alférez de Hualgayoc con 15. Cincuenta hombres debían ejecutar el plan de capturar a Benel. Una vez en «La Samana» el juez Gallardo acompañado del Escribano Temístocles Montoya y del médico titular de Chota y Hualgayoc Dr. Hermógenes Coronado Vigil levantaban el sumario con la autopsia de los tres cadáveres y demás diligencias del caso.
  • 19. CAPÍTULO XIII LA PRISIÓN DE BENEL Este se deshizo en atender a los ilustres huéspedes, haciéndoles pasar dulces momentos y colmándoles de obsequios y mil atenciones. Pero nunca se imaginó que estaba ya decretada su prisión. La víspera el Juez dispuso que el Teniente Contreras invitara a Benel en el momento de partir para que los acompañara. Al siguiente día llegada la hora se despidieron los huéspedes de toda la familia inclusive de Benel; Contreras que había quedado al último también hizo lo mismo y al llegar a Benel, éste le tendió los brazos como para estrecharlo en señal de agradecimiento, pero cuál sería su extrañeza al oír que le decía «señor Benel tenga la bondad de acompañarnos». Desde ese instante comprendió de lo que se trataba y sin titubear le contestó: «precisamente, mi caballo está listo» y ordenando a su familia que no hiciera nada por quitárselo, montó con agilidad y siguió en medio de los viajeros. Cuando llegó a Hualgayoc encontró 50 hombres más que habían destacado de Cajamarca temerosos de que su gente lo arrebatara en la solitaria jalca de Yanacancha.
  • 20. CAPITULO XIV BENEL EN LA CÁRCEL DE CAJAMARCA El 15 de diciembre de 1917 entraba por la calle real el célebre Eleodoro Benel Zuloeta, en medio de 100 hombres y de la admiración de la gente que quería conocerlo. Vestía saco azul, pantalón blanco de montar y de lana abatanada; bota granadera de cuero ruso; llevaba sendo pañuelo de seda fina al cuello y un enorme sombrero alón. Sonriente y sereno atravesó la calle real. Conducido a la cárcel se desmontó e ingresó sin dar muestra de disgusto. Entre la gente del pueblo se dejaron oír algunas vivas a Benel, muchos le tocaron palmas y le sacaban el sombrero. En verdad que no sabemos por qué Benel era tan querido y como subyugaba con su mirada y su espeso mostacho retorcido hacia arriba a lo Kaiser; a pesar de que su voz era de tiple, muy fina. Benel recibía visitas diariamente de lo mejor de la sociedad cajamarquina, todos le ofrecían sus servicios y se ponían a sus órdenes. Aunque carecía del don de gentes, en cambio tenía una peculiaridad que en sus actos y palabras revelaba franqueza, sinceridad. Él era extremo, no medio en sus mandatos o destruía o edificaba. “Todo o nada”, era su vocablo. Fundido en un solo molde era temible como enemigo; él a nadie le reconocía superioridad en lo relativo a su valor; miraba a sus enemigos como seres diminutos e inútiles; él no los discutía, más bien los miraba con desprecio. La cárcel no me amedrenta, decía, sino la forma solapada como me han capturado; mañana cuando esté libre tendré cuidado especial de llevar a mi hacienda a Gallardo para que hile un poco de lana.
  • 21. CAPITULO XV DE CÓMO EN LA PRISIÓN PIERDE OCHO MIL SOLES EN DINERO Y ALHAJAS El señor Lusiche tan conocido en la provincia de Pacasmayo es un hombre inteligentísimo, alto, erguido y grueso, muy aficionado al estudio de la Astronomía, como que pasa noches enteras en convivencia con las estrellas. Sobresale y es docto en el juego de la pinta, decente en su proceder, ha derrochado unas cuantas decenas de miles de soles. Antes de entrar en materia permítasenos el lector dar a conocer una emocionante anécdota que se relaciona con este caballero. En el año de 1916 paseaba por Sudamérica; al llegar a Chile, una noche de mayo le sonrió la fortuna jugando al póker con unos millonarios santiaguinos, al cabo de dos horas había ganado 300 mil pesos, siguió jugando hasta alcanzar a la considerable suma de 2 millones y medio, eran las 4 de la mañana y ya pensaba en pedir un extra hasta Buenos Aires y de allí pasaría a la Europa, pasearía Monte Carlo, y... la mar. No había transcurrido una hora de haber levantado tan gigantescos castillos que el infortunado Lusiche no contaba ni con un peso suyo. A las 6 se retiraba con un estoicismo admirable. Quien quiera que conozca a este caballero que reside en Pacasmayo; no dejará de encontrar un temple y sangre fría dignas de simpatías y respeto. Así es el personaje que, como ya veremos, persigue a Benel y lo coge en la prisión.
  • 22. CAPITULO XVI PINTA: 8 MIL SOLES... El sonido monótono y descompasado de los silbatos de los celadores causaba fastidio; pasar por la calle real era imponerse un castigo, los cachacos celosos por el cumplimiento de sus deberes no cesaban un minuto de comunicarse simultáneamente. Serían las 7 de la noche, por media calle ─diremos─ avanza un cuerpo casi inanimado, haciendo zig zag y describiendo miles de formas geométricas. Va en son de combate buscando camorra con todo el que por su lado pasa, también dirige sátiras a los cachacos y les ofrece una gran paliza. Al oír tanto improperio un guardia de sangre ardiente le aplicó matemáticamente la cadena de la ley y se lo llevó a guardarlo al cuartel. Al llegar al mencionado lugar el jefe de la guardia y el Alcaide le pidieron su nombre para pasarlo a lista. «Me llamo Germán Lusiche», contestó ásperamente y con los ojos que se le cerraban, «yo soy muy hombre y cuidado... ». «Está mareado», dijeron, y luego lo dejaron solo en el patio de la cárcel. Lusiche esperó que todo se asilenciara a fin de llevar adelante su plan preconcebido. Una vez que así fue avanzó donde el aposento de Benel quien dormía tranquilamente, levantóse a la llamada y ante la presencia de Lusiche, al oír su fino trato, y demás ritos de un hombre educado y de mácula, no hay duda que simpatizó muchísimo. Después de una hora de tocar diversos puntos llegaron al de la pinta y sin presentar inconveniente ninguno de los dos, se propusieron centavear como por pasar la noche. Digno espectáculo cómico: dos hombres a través de una reja haciendo rodar los dados sobre un poncho tendido en el suelo. Algunos meses hacían que Benel estaba preso y no había agarrado el dado que era su hábito. Ya es de imaginarse el gusto con que ahora estaría nuestro célebre caudillo. Tenía alrededor de 5 mil soles en dinero y anillos de brillantes. Así pasaron la noche estos ases del juego sin hacerse mella; al día siguiente Benel salió de las rejas y entonces buscaron un sitio apropiado y más cómodo para el juego, mientras se le cumplieran las 24 horas reglamentarias a Lusiche. Casi al atardecer Benel llegó sin un chico, echó mano a sus prendas de valor, también las perdió. Cuando ya no tuvo que jugar, levantaron la mesa y tanto uno como otro no hicieron más alusión del
  • 23. juego, ni de la pérdida, ni de la ganancia, tanto les da tener 8 mil soles como también no, estos hombres no se impresionan, no sufren, no se arredran... Son seres superiores. Son raros. Cumplida la pena impuesta don Germán salía después de estrechar la generosa mano de su ya camarada y amigo. Hasta otra oportunidad don Eleodoro, le dijo al despedirse ya presto le romperé a un cachaco el bautisterio para venir a hacerle compañía algunos días... Este asunto fue muy comentado en Cajamarca y en los pueblos vecinos, y siempre que lo recuerda Lusiche, piensa y sin duda sufre la eterna ausencia a quien en un segundo le consagró su amistad noble y sincera, sin dobleces... EN LA PRISIÓN... Aunque Benel gozaba de atenciones y cuidados de todos, inclusive de sus mismos custodios, siempre extrañaba el hogar, el aire puro de sus montes. Más de una vez corrió peligro su vida a manos de sus eternos, irreconciliables y temibles enemigos. Con gran coincidencia cayó prisionero Domingo Ramos y después Raimundo y con tal motivo conducidos a la cárcel de Cajamarca pasaron a hacerle compañía. Pero Benel nunca se cuidó, ni tomó precauciones, el destino más bien lo salvó de las manos de Raimundo y de Domingo que con chaveta quisieron en tres ocasiones quitarlo de en medio. Pero tal vez se quejaría íntimamente, había encanecido sin perder en sus ojos ese brillo fascinante y sugestivo que le daba cierta marcialidad respetuosa.
  • 24. CAPITULO XVII SALE DE LA PRISIÓN Convencidos sus abogados de que la salida se hacía cada vez más dificultosa por los juicios que diariamente le iniciaban sus enemigos, optaron por aconsejarle la fuga. La opinión de los abogados era lo único que aguardaba, si antes la hubiese sabido ya no estaría hasta entonces en el presidio. Por cualquier medio Benel hubiera salido, tenía carácter, intrepidez, dinero, amigos y gente; y sobretodo: fama, lo que lo hacía presentarse en forma de un león invencible. El 30 de enero de 1919 en la tarde llamó al Alcaide y en voz queda y convincente le dijo: «aquí tiene la orden para que se me dé la libertad, fíjese bien, es del Presidente de la Corte Dr. Lorenzo García; pero debo advertirle que no quiero salir ahora, sino mañana; también quiero que mis enemigos no se percaten de esto, pues se apresurarían a matarme, y, para evitar es menester que mejor no lo sepa nadie mientras no llegue la hora, sabe que debo darles una impresión cuando me vean pasear por las calles...». Y tomando un cheque de 10 libras lo colocó en manos del Alcaide, quien se deshizo en mil felicitaciones con él y prometió no comunicar tan fausta noticia ni al mejor amigo. En efecto lo cumplió. Tal forma de Benel no dejaba ver al astuto Alcaide ni visos de malicia; éste decía: si fuera falsa esta orden Benel se apresuraría a salir; no, es la pura verdad y, no hay más que cumplirla. A una señal convenida con Benel, el Alcaide se presentó a las 4 de la tarde del siguiente día en compañía de un alférez y le dijo presentándole la orden: Está Ud. libre señor Benel. Muchas gracias amigos, contestó, y luego dio el primer paso fuera de las rejas que se abrieron. Cerca de la cárcel hay una bodega de la firma comercial «Neira y Chávarry», el alférez que sinceramente tenía gusto por la salida lo invitó a tomar una cerveza por tal motivo, pero Benel abrazándolo rehusó, cinco minutos más estaría perdido. No puedo mi Alférez, le dijo, estoy impaciente por ver a mi familia y me voy precipitado, y alcanzándole un cheque de otras 10 libras que era para que tomase a su nombre la cerveza, se alejó.... se perdió por el
  • 25. majestuoso «Cumbe». LA NOTICIA Eléctricamente cundió por la ciudad tan inesperada nueva. Las autoridades andaban por acá y más acullá sin saber qué hacer. La voz de que la Corte lo había puesto en libertad, alarmó a los señores vocales que eran ajenos a la referida orden. Pues según versiones se dice que uno de los hijos de Benel mandó confeccionar el sello en la ciudad de Chiclayo, también que en nada se diferenciaba del de la Corte. La Firma del Dr. García la habían imitado. Si hemos decir verdad, la ciudad de Cajamarca vio con agrado y contento esta evasión. El Prefecto dio por teléfono orden de captura a todos los gobernadores de los distritos, los cuales se pusieron a la pista no sin temblarles un poquito las piernas pues no iban a entendérselas con un cordero.
  • 26. CAPITULO XVIII LA FUGA... Voy a transcribir las palabras textuales del hijo de Benel, con quien me unieron los lazos de condiscípulo y amigo. Era el año de 1923, en marzo me vi con Castinaldo en Pacasmayo, y refiriéndose al caso que nos ocupa, decía: «Mucho temíamos fracasara nuestro plan, urdido en uno de sus momentos que tiene mi padre, la tarde del día designado yo y un muchacho, cada uno con un máuser y bien montados, más una carabina y un caballo bien aperado, aguardábamos la llegada del hombre... A las 4 y media, más o menos, llegó mi padre, recuerdo que todavía nos abrazó, prendió un cigarro, alistó su carabina, montó y seguimos rumbo al distrito de Llapa. Lo célebre fue cuando aquí nos recibió el Gobernador en tono amenazante. Llegamos a una bodega y a poco se presenta un señor acompañado de varios paisanos y pregunta por el señor Benel. Mi padre no se dejó aguardar: - El mismo, ¿qué deseaba Ud. con él? - Tengo esta orden de tomarlo preso, ─contestó el Gobernador, y le presentó un telefonema del Prefecto. - Perfectamente, ─contestó mi padre─, lo hará Ud. después de tomar un vaso de cerveza. -No tomo señor Benel, ─repuso el Gobernador. - Sabe que Ud. ahora toma, ¿entendido? Y tomó hasta las heces el vaso de cerveza. Una vez que hubimos terminado, mi padre le dijo: vamos, aquí me tiene. Proceda... Después de una pausa prolongada, todo indeciso, el Gobernador manifestó que no lo haría nunca, le ofreció más bien sus servicios y se puso a sus órdenes. Gran coincidencia, esa misma hora llegaban 15 hombres bien armados, mi madre al saber la salida, precavida había destacado esa gente. Con tal motivo avanzamos bien acompañados, sin temor alguno, sólo con el deseo vivo de mi padre de ver a los suyos». Así lo decía el infortunado Castinaldo, asesinado cobardemente en 1923 en el mismo pueblo de Santa Cruz, en momentos que se
  • 27. acercaba a la Iglesia en busca de su novia. Mataron al inocente Abel; porque Castinaldo fue un hombre, un caballero y un verdadero amigo.
  • 28. CAPITULO XIX SE FUERON POR LANA Y REGRESARON TRASQUILADOS Benel vivía entregado a la agricultura, pero con el arma al brazo, y era necesario este procedimiento porque sus enemigos en gran número trataban de eliminarlo. Su sobrino Misael Vargas estaba de Comisario en el novísimo distrito de «La Esperanza», Provincia de Hualgayoc, corría el año 1920, cuando ciertas indisposiciones políticas fruto del miedo que inspiraba la presencia del tigre, hicieron que el Subprefecto de Chota destacase 30 hombres de la guarnición acantonada en aquella ciudad. No fueron solos estos 30 gendarmes, sino que los acompañó Anselmo Díaz con su gente. Al saber Benel la aproximación de sus intempestivos visitantes, dispuso en el acto su plan de combate, ordenó rápido, distribuyó su gente y montado en brioso caballo, con su hermosa Sábache 2 y sus lentes cruzados en el pecho, salió al encuentro. Como era de esperar el ataque fue rudo; durante 5 horas las balas silbaban por el aire, hicieron varias bajas en los atacantes, y poco después el MAGO desarmaba personalmente a cada uno de los soldados. Los Díaz huyeron velozmente abandonando a la tropa. Al día siguiente el MAGO remitió a todos los soldados sin que faltase uno, y en un papel le decía al Subprefecto: ... «Ocho de mis muchachos conducen a esa ciudad en calidad de presos a 30 gendarmes que han venido a atacarme en mi casa; tienen orden de dejarlos en el suburbio de la población; remito también las armas y demás dotación que corresponde a cada uno; mucho estimaré que no se me vuelva a molestar...» Este hombre fue Eleodoro Benel. A veces rayo, cuando se le ofende. Amigo servidor, cuando penetra en un corazón como el suyo. Caritativo con el que lo necesita; nadie que entrara a su casa en pos de socorro salió desconsolado. 2 Carabina que lo acompañó en todas sus aventuras hasta su muerte.
  • 29. Humilde con el desgraciado. Vivió como hombre. Sufrió como un héroe y Sucumbió como mártir...
  • 30. CAPÍTULO XX UNA VIDA AZAROSA Víctima de una cruel y tenaz persecución, se redujo a vivir y trabajar exclusivamente en su hacienda. Por un lado, la fuerza pública continuamente lo visitaba por ver si le daba caza; pero Benel los burlaba y a la vez los trataba con mucha consideración, sus muchachos tenían orden de asustar a los soldados quemándoles el kepí únicamente. Por otro lado, los continuos y feroces ataques de los célebres Díaz de Uticyacu, enemigos irreconciliables y que tenían reciprocidad en los ataques. Cada cual se vigilaba, esperando agarrar o coger de improviso al otro bando. Y siempre vemos que en estos combates se hacen bajas por ambas partes, conocedores del terreno ninguno lleva ventaja, un ataque es cuestión de suerte, ambos tienen buenos tiradores y se juran guerra a muerte. Pocas veces se ha visto, diremos, dos ejércitos tan bien armados, municionados y disciplinados, formados de jóvenes bien robustos y trejos, no huyen jamás del peligro, para ellos la muerte es necesaria y se creen ir allá a pasar mejor vida; por eso es quizá que se disputan el puesto más peligroso. Hemos conocido a Gervasio y Tomás Díaz, dos hombres fieras y, de una fuerza prodigiosa, sucumbieron luchando contra Benel el año de 1923. Sólo ha quedado el otro hermano Anselmo, el que actualmente tiene una partida de bandoleros que merodean por los alrededores de Chota, Santa Cruz y Hualgayoc. Hemos recurrido a hacer esta historia para mejor darse cuenta de la vida tan azarosa que llevaba Benel, unas veces atendiendo a las tropas militares, otras a las tropas civiles, y en ambos casos atendiendo sus negocios que jamás los descuidó. Así lo vemos que continuamente manda ganado vacuno y cerdo al distrito de Chepén, manteca en cantidad y toda clase de cereales. Mucho se le ha recriminado; esto envuelve una injusticia. Amenazado por todas partes y de casi todo el mundo, era natural que contemplase a su gente que lo salvaba de los conflictos, que sacrificaba
  • 31. su vida por servirlo, en fin, que eran sus peones y sus soldados. Entre su gente había muchos aficionados al robo, de ahí que las inculpaciones hayan recaído sobre él que en la mayoría de los casos ignoraba los abusos que en su nombre cometía gente ignorante y sin responsabilidad. Benel no ha sido un santo, pero tampoco ha podido ser un Judas; su lema favorito de exterminar al enemigo, no puede ser más justo, de lo contrario se le atildaría de candorosidad.
  • 32. CAPITULO XXI SE UNIÓ CON WENCESLAO VILLACORTA Y PELEÓ EN CHOTA... Sin duda alguna que esto ha de interesar más al lector por tratarse de uno de los combates más rudos y contundentes que se registran en la historia de estos últimos tiempos. Villacorta dragoneaba la diputación para su hijo Leoncio que no tenía absolutamente ni visos de popularidad en aquella provincia, por antecedentes nada decorosos que no es posible señalarlos; y a fin de frustrar la reunión de los mayores contribuyentes próximos a reunirse el 28 de febrero de 1919, solicitó suplicatoriamente el apoyo de Benel. Quien generosamente lo atendió ocupando Chota con 100 hombres la noche del 26. Los señores Hoyos y Montoya, candidatos oposicionistas, puesto que gozaban de una mayoría abrumadora, de que estaban rodeados por gente de bien y de orden, no podían haber pensado jamás en rodearse de gente maleante para contrarrestar el golpe que Villacorta tenía proyectado y de que se venía hablando con insistencia. El Subprefecto Sr. José Domingo Merino no contaba sino con 30 hombres, de modo que se hacía difícil castigar cualquier movimiento subversivo de los Villacortistas que en número de 200 estaban distribuidos en distintas casas; Villacorta agregó a la gente de Benel 100 peones de su hacienda «Chetilla», toda gente salvaje diestra en el arte del robo y el asesinato. El día 28 cuando los contribuyentes comenzaban a reunirse en el local del Concejo, fueron atrasados a balazos, dos cayeron muertos; eran las 3 de la tarde. Desde ese momento se produjo el cierra-puertas, y en un instante la ciudad quedó solitaria; sólo se oía el silbido de las balas y se olía pólvora. Todos los buenos chotanos, viendo el peligro que les amenazaba, se parapetaron en sus casas y se alistaron a la defensa. El infortunado Subprefecto Merino que quiso reducirlos al orden, cayó luchando en la plaza principal victimado por una decena de proyectiles. Muerto el jefe, la tropa se reconcentró en el cuartel, guardó las armas e hizo el papel de espectador. Así, durante 3 días no cesaron los fuegos. Solamente la noche era la tregua para reparar los daños y alistarse para el día siguiente. Lucha desigual aquella: 200 hombres sin honor, sin responsabilidad, sedientos de sangre humana, contra una pléyade de jóvenes ilustres que hicieron sus casas inexpugnables merced a su valor y a la convicción con que
  • 33. luchaban. En la contienda perecieron hombres, mujeres y niños. No hubo vencedores ni vencidos; a los 3 días un escuadrón de caballería al mando del Comandante Gómez puso fin a la lucha, dio garantías a todos los ciudadanos y persiguió a los culpables. Benel se retiró a su hacienda tranquilamente, dándole el triunfo a Villacorta; había conseguido su propósito, cual es de impedir la reunión de la asamblea que no se verificó como hemos visto. Oh ironías del destino... Quien hubiera podido imaginar que más tarde Villacorta había de contribuir en la desaparición del brazo fuerte que le prestara apoyo siempre que lo solicitaba. Benel jamás tuvo en vida procedimientos de ingratitud e inconsecuencia. Benel era gran amigo. También fue gran enemigo.
  • 34. CAPITULO XXII ACOMPAÑA AL DR. OSORES EN LA REBELIÓN DEL 20 DE NOVIEMBRE DE 1924 Todos sabemos la forma como se desarrollaron los sucesos acaecidos en la provincia de Chota con motivo de haberse levantado en armas el Dr. Arturo Osores contra el Gobierno del Sr. Leguía. Es por lo tanto inoficioso tocar este punto, y pasando por alto bástenos relatar algunas anécdotas que nos ofrece Eleodoro Benel, personaje que nos ocupa en borronear estas líneas y cuyo nombre ha pasado por los límites de nuestra Nación; en el extranjero se le ha conocido como el «Rey del Bosque» Benel con la precisión que siempre acostumbra en sus actos, toma el cuartel donde está la tropa, la que desmoralizada desde el primer momento permaneció encerrada en el cuartel durante 4 horas, hasta que al fin se rindió y depuso sus armas. Sesenta gendarmes y 3 oficiales se rindieron. Benel había recibido el título de Comandante; el jefe de la montonera era el Coronel Alcázar. Sería las 7 de la noche cuando el Comandante se dirige al lugar donde están los presos; seguíanlo detrás 10 cholos emponchados, ya cerca, ordena y manda que los prisioneros deben ser fusilados inmediatamente en media plaza y que por consiguiente se procediese a la ejecución. Ya comenzaban los cholos a tomar del brazo al Alférez Vargas, uno de los prisioneros, citando la intervención eficaz y oportuna de Fermín Arrascue y del Coronel Alcázar salvó sesenta y tantas vidas; mientras el uno le hacía ver a Benel que no era lícita ni correcta esa orden, el otro hacía escapar a todos los sentenciados. Cuando lo supo, dijo: Bueno, está bien; ojalá que con ustedes hagan lo mismo en caso semejante. Se disgustó mucho y permaneció alejado de todos, si no se retiró a «La Samana» fue por el Dr. Osores a quien tanto apreciaba. Lo cierto es que Benel desde entonces acompañó, pero ya no luchó. No estaba con las doctrinas de Alcázar, contemporizadoras. Como el rayo, quería fulminar y que no quedara huella del enemigo, ni el recuerdo.
  • 35. CAPITULO XXIII SILUGÁN Hacienda propiedad de Eleodoro Benel, situada al N. de Cutervo, es un lugar montañoso y despoblado; produce cacao, café, yucas, su único camino que lo atraviesa es sinuoso, lleno de fango, angosto y casi intransitable a caballo. La casa hacienda estuvo situada entre inmensos cerros estratégicos, fortalezas que la naturaleza creó para que allí viviera y muriera el más célebre de los hombres en cuanto a su valentía y las aventuras que pasó. SU SALIDA DE LA SAMANA Víctima de una tenaz persecución, aunque infructuosa, vióse obligado a desocupar «La Samana». Una mañana de abril de 1923 salía de su terruño que lo vio nacer, de ese terruño acostumbrado a sentir sus pisadas y sus inquietudes, salía con toda su familia y con todos sus tesoros, quizá para no volver jamás; quien sabe esa fue la única hora en que la tristeza lo invadía. ¿Protestaría contra el destino? No sabemos; lo cierto es que se alejó y se perdió entre la montaña de Silugán. Ahí estableció la casa solariega. Qué semejanza con Pancho Villa, Benel con su gente comenzó a labrar la tierra y hasta, parece que olvidó su pasado trágico y agitado. Sólo recordaba cuando recibía el aviso de que alguna comisión iba en su persecución. No me dejan tranquilo, decía, es preciso defenderse hasta morir. Aquí hemos de aclarar un punto de suyo importante. Pequeñas bandas de bandoleros se levantaban por todos los alrededores de Cutervo, Chota y Jaén invocando el nombre de Benel, y así cometían toda clase de impunidades y latrocinios que el infortunado Benel era ajeno. Pasan los tiempos y la leyenda se trasmite de generación en generación. Ya que Benel no se defendió de las recriminaciones, hagámoslo nosotros sin apasionamientos y sin venganzas. La hora es propicia, el Pancho Villa del Perú ya no existe, respetemos sus restos y recapitulemos sus hechos y hagámosle su apoteosis llena de episodios sublimes y sin encarrujamientos, frutos de una rebeldía poca habida en este comenzar de siglo. Las noticias que tenía el Gobierno de los abusos de Benel eran
  • 36. tales que resolvió exterminarlo. QUE VEAN SU ESPEJO... Cuando el capitán Padrón penetró en Silugán en pos de Benel, éste salió a recibirlo. Como era de esperar la tropa del orden no pudo avanzar más y dio media vuelta de regreso, pero Benel lo siguió de cerca haciéndole cinco bajas que pertenecían al N° 3 de caballería y que fueron recogidos por su gente. Una vez que cesó de perseguirlos hizo colocar los 5 cuerpos de los soldados en el punto más alto de la montaña y los mandó prender fuego para que los que huían «vieran su espejo».
  • 37. CAPITULO XXIV SEÑOR SUBPREFECTO YO SOY ELEODORO BENEL... Una tarde salió Benel de Silugán acompañado de cinco hombres escogidos, iban bien montados, él, como siempre bien vestido; llevaba la intención de tomar un llonque con la autoridad política de Cutervo que diariamente lo tenía en asecho. Serían las 12 de la noche y el Subprefecto paseaba en su despacho bastante fatigado de un baile de donde acababa de salir; cuando de pronto se presenta el ordenanza y le dice «señor, un caballero dice que salga Ud. que quiere hablarle una palabra». El Subprefecto se inmutó y trató de castigar semejante atrevimiento; pues no era procedente aquello de que una persona a esas horas se atreviese a mandar recados de tal naturaleza a toda una autoridad. Salió como repetimos muy injuriado y arrugando el ceño abrió la portada y dijo: «¿Quién es el que me hace llamar acá a la puerta?» Instantáneamente una vocecita bien fina le contesta: Eleodoro Benel Sr. Subprefecto, he sabido que me busca Ud. con insistencia y deseando ahorrarle trabajo he venido personalmente a verlo, pero antes quiero tomar, aquí, una copa de llonque con Ud. Nuestra autoridad creíamos habíase quedado dormida, no se movía, después de una pausa notoria aceptó gustosísimo. Benel sacó una botella llena de aguardiente de caña, luego un vaso grande, lo llenó y tomó con él. Antes de alzar el vaso oyó que le decía palabras muy encomiosas y de satisfacción que lo obligaron a arrojar el vaso con el contenido y a invitarle una copa de champang en una bodega vecina. El ordenanza que escuchaba todo esto habíase quedado petrificado. Bien pronto salía el Subprefecto del brazo con Benel, hicieron abrir una tienda y allí bebieron casi hasta el amanecer, hora en que el hombre nocturno se alejaba después de haber dado una sorpresa mayúscula. Montado en un brioso caballo, vestido de lana abatanada, brillantes escarpines, espuelas de plata, enorme sombrero fino y con su Sábache al anca, seguido de cinco jinetes se perdió complaciente en la montaña.
  • 38. CAPITULO XXV ULTIMAS GUERRILLAS Las continuas hazañas de los bandoleros que se levantaban por todas partes y que, como dejamos dicho, robaba, mataban, etc. tomando el nombre del infortunado Benel, dio por resultado que el Gobierno tomara el asunto en serio y resuelto a perder cualquier número de soldados mandó en su persecución 250 hombres al mando del Coronel Herrera, quien comenzó a trazar el plan de atacarlo en el mes de julio del presente año (1927). Después de algunos meses de preparativos, las tropas del Gobierno atacaron Silugán por diversos puntos en los que tuvieron lugar grandes combates. Benel tuvo que cederles terreno; la falta de víveres y pertrechos influyeron poderosamente en su retirada; así pues, buscó asilo en la montaña en compañía de su familia, toda su gente lo abandonó en vista de que no tenían qué comer. En la dispersión perecieron la mayor parte. Desde el mes de setiembre contemplamos a Benel vegetando por la montaña, durmiendo acá... y siempre burlando a sus tenaces perseguidores, formados la mayoría de civiles, que no dormían pensando en que Benel aún subsistía; la pesadilla se erguía en medio de las sombras y les apuntaba con su fiel y legítima Sábache, carabina que lo acompañó en todas sus aventuras y dio cuenta de algunas decenas de vidas enemigas. Se erguía entre sombras de la espesa montaña y los civiles gritaban «ahí está...» y nadie osaba arremeterle un tiro, todos temblaban. Sitiado por todas partes, estrechado por los alimentos, víctima de las inclemencias del tiempo jamás de sus labios sale una queja, ni una súplica... En esto no desdice la pujanza de nuestros antepasados, tiene la sangre de Cahuide, el corazón de Luís Pardo y el temple y alma de Pancho Villa. No queriendo soportar tales inclemencias en compañía de su familia resolvió una noche alejarla. Estratégicamente la traslada a la hacienda «Juncos», bien distante del teatro de persecución, y luego regresa a unirse sólo con sus 2 hijos y a continuar su vida azarosa y llena de peligros. Pero lo que no lo dijeron sus labios, lo divulgaban sus gestos, su
  • 39. cabello. Cómo había encanecido y las arrugas surcaban sus mejillas. A pie, entre las espinas caminaba sin zapatos, dormía entre las hojas secas debajo de inmensos árboles y cerca de las fieras que en vez de atacarlo le temían y hasta le habían cobrado simpatía. Benel quiere cumplir los designios providenciales y sigue su camino entre las sombras; no ceja atrás, ni ruega a nadie, ni se humilla, ni llora. Como el junco se hace un arco y no se rompe, a veces destrozado por los montes cae al pie de un árbol, descansa y sigue. No reniega contra nadie. Bien podía estar también en Europa paseando por cuenta del Gobierno, en caso de que hubiese claudicado, y así lo veríamos tal y conforme lo vemos ahora: sonriente, la melena enrizada, caballero con daga al cinto y su inseparable Sábache cruzada sobre el pecho; verdad descalzo, por las inclemencias del tiempo, por las circunstancias fortuitas. Digno hijo de los Andes, supo vivir para dar una enseñanza de rebeldía, y presto a morir, para hacerles recordar las lecciones de nuestros antepasados...
  • 40. CAPÍTULO XXVI SUENA LA HORA FATAL Claro que Benel no había nacido para ser eterno, su día está señalado y la hora se aproxima; la parca con su guadaña filuda y en tono de súplica y regocijo lo abraza, lo besa y lo lleva consigo. Copiamos fielmente la versión verídica acerca de su muerte dada por la viuda y que no hay por qué dudar de la autenticidad de ella. Tantos comentarios hay, pero ninguno de ellos tiene visos de verdad, son inventados a manera de fábula y que cada cual lo relata a su antojo agregando o quitando la parte que mejor le conviene. «Cerca de Silugán, en un sitio denominado “Arenal”, tenía un amigo de mucha confianza que vivía allí en una chocita con su mujer e hijos. Un día, 28 de noviembre, se le apareció Benel y esto dio lugar a una manifestación de cariño por parte del amigo, quien le presentó comida abundante y bebida. Como Benel no tomara de ese alimento algunos días, le vino aquello de perlas, a poco llegaron sus hijos con quienes dio fin a semejante banquete. El amigo éste tenía compromiso y hasta había ofrecido su pescuezo en caso de no entregar a Benel. La ocasión se presentaba favorable para dar cumplimiento a su traidora y cobarde oferta. Simulando hipócritamente tener que hacer en cierto lugar, pidió permiso y se alejó, recomendando antes a su mujer que no lo dejase ir mientras él iba a dar parte al teniente Temoche de la presencia de Benel. Aunque la mujer al principio se opuso a semejante felonía, tuvo que ceder ante las amenazas del marido. Una vez que el indio se alejó, Benel se internó en la montaña sin presentir el pensamiento del amigo. Sus hijos tomaron otro camino, pues casi nunca estaban juntos, siempre distribuidos procurando sí guardar cierta distancia que los favoreciera en el momento de peligro. Benel se quedó solo. Mientras el Judas llegaba al sitio donde estaba acantonada la tropa, la cual se divertía alegremente por tratarse del cumpleaños de un sargento. Al oír la noticia judaica, no le dieron importancia, tan cansados estaban de esta clase de avisos, y siguieron bailando. Tantos eran los juramentos y a la voz de «está en mi casa, mi vida si acaso miento, esta vez no escapará, Teniente deme siquiera dos gendarmes»,
  • 41. dispuso éste que fueran cuatro. El cholo llevaba la delantera y antes de ir a la caza del tigre, creyó indispensable aumentar el número de perseguidores, se dirige al Comisario y le da la nueva. Era éste el famoso indio Altamirano, (a) Molocho, compadre espiritual de Benel, se había pasado a las tropas, por lo que lo revistieron con el manto del Comisariato que lo envaneció muchísimo. Benel en sus combates procuraba no herir al compadre, hasta parece lo protegía no obstante la villanía que había cometido. Inmediatamente se puso en marcha también el Comisario y fue quien desplegó más interés. Adelantóse en compañía de otro cholo apellidado Bustamante y estos fueron los primeros que llegaron a la choza donde pensaron encontrarlo. La mujercita que allí estaba les dijo que acababa de internarse en la montaña y les indicó el sitio; cholos diestros en seguir el rastro, no lo perdieron de vista y continuaron hasta que al fin lo encontraron. Estaba solo reposando la comida, separado de sus hijos por unas cuantas cuadras que en lugar escabroso equivalen a kilómetros.
  • 42. CAPITULO XXVII CONTINÚA EL RELATO LA VIUDA Estaba solo y como nunca descuidado cuando oyó un ruido precipitado a sus espaldas y al volver la cabeza vio que se le acercaba vertiginosamente su compadre Altamirano y otro cholo en guisa de tomarlo preso. En un segundo Altamirano al verse descubierto por el hombre a quien tanto temía le disparó con una carabina que llevaba preparada y lo hirió en la pierna. Ha llegado la hora fatal, Benel al sentirse herido cae al suelo, levanta su Sábache, corresponde al compadre, con la misma moneda; otro tiro, cae el otro cholo; los dos traidores yacen tendidos, sin movimiento, muertos; a veinte pasos Benel con la pierna destrozada que se arrastra con intenciones de ocultarse y las voces que desde lejos gritaban sus hijos: papá escápese por acá... por acá. Estos al oír los disparos salieron a la parte más alta y avisaron a la fuerza que avanzaba hacia donde se encontraba su padre, para entretenerlos, mientras escapara Benel, los hijos hacían fuego. La fuerza guiada por el Judas llegó al lugar de los sucesos, encontró a los dos cholos que no podían pararse, pues cuando se sintieron heridos fingieron aparecer como muertos a fin de librarse que Benel los ultimara, los rastreros siguieron las huellas de sangre que en su fuga iba dejando Benel, lo siguieron, y bien pronto dieron con él que apenas podía arrastrarse. Benel en un momento midió su situación, penetró en la magnitud del caso, adivinó la intención de sus numerosos perseguidores, y haciendo un supremo esfuerzo colocóse el cañon de su amada Sábache en el pómulo derecho, y dice: «En poder de ustedes, vivo, jamás .... eso nunca». Y se disparó la Sábache, la única que lo acompañó hasta el postrer momento. Cuando los eternos perseguidores llegaron, Benel había dejado de ser, había pasado a mejor vida. Habíase quedado con su Sábache cruzada sobre el pecho, la tenía asida con las dos manos en aptitud de besarla, habíase quedado aquel hombre tan discutido y tan temido. Luchador infatigable. Guerrillero indomable. Símbolo del
  • 43. verdadero empuje y carácter peruanos. Su rebeldía lo hace más digno aún y bien merece que se le tribute homenaje de admiración y respeto al varón representativo de nuestra raza.
  • 44. CAPÍTULO XXVIII BENEL «EL REBELDE» El amor se inspira, jamás se busca. El carácter se forja, el genio se hereda, lo mismo que la rebeldía. El Perú encontrábase agitadísimo allá por aquellos años del 95, con motivo de las luchas políticas suscitadas entre Piérola y Cáceres. Seminario en el Norte habíase levantado en Armas proclamando la bandera pierolista. Todo era confusión, terror, sangre. Benel entonces encontrábase en el Colegio, tenía apenas 19 años, desde el primer momento simpatizó con [Ricardo] Seminario y dejando sus estudios y las comodidades del hogar se unió a él y lo acompañó en toda su carrera de triunfo, de luchas y de gloria que el caudillo piurano supo saborear. Seminario aquilató en un instante el valor moral del joven soldado y por eso siempre lo quiso. Benel odiaba los entronizamientos, impulsado por este sentimiento, sin vacilar, se unió a Seminario y lo acompañó en toda esa carrera triunfal a través de los inmensos picachos que ofrece nuestra cordillera. Ahí, en esa jornada, estuvo Eleodoro Benel, el más joven entre todos los soldados, el primero en la avanzada y en el peligro, el primero en brindar su pecho a las balas enemigas que siempre lo respetaron. Sin duda alguna que estudió a Seminario, lo admiró y hasta soñó en un mañana venturoso cuyo teatro sería el Norte del Perú, donde habían de realizarse sus aventuras y tragedias, sus glorias y sus infortunios. BENEL AGRICULTOR Desde muy tierno llamó la atención de sus padres el hábito que tenía Eleodoro de levantarse a las cinco de la mañana, cogía sus herramientas de labranza e iba al monte a trabajar, descalzo y alegre. Así regresaba al desayuno de las 8, para enseguida regresar a emprender su tarea. Dada la posesión económica de sus padres, Benel no necesitaba llevar esta vida tan ruda y constante, lejos de los deleites apetecidos en todo tiempo por los muchachos ricos.
  • 45. Solo así se explica el adelanto que llegó a tener «La Samana». Su montaña admirable y extensa ofrece maderas de excelente calidad que se emplean en toda clase de construcciones. Especialmente en la ebanistería. Benel la invadió abriendo caminos, mostróse activo y enérgico; luego se conoció la bondad de sus maderas en Chota, Hualgayoc, Bambamarca, Santa Cruz, Cajamarca, Celendín y demás pueblos vecinos, y de aquí data la riqueza de Benel, el poderío de Benel, la dadivosidad de Benel. Tan agricultor era, que basta ver su obra fresca y patente en Silugán. Lugar impenetrable e incultivable, desprovista de todo género de recursos para llevar a cabo tal o cual sembrío; es decir: sin caminos, sin chácras, sin nada; todo monte espeso, todo terreno fangoso. Pues Benel, el batallador incansable, se establece en 1923 y en poco tiempo transforma a Silugán en un edén, rodeado de hermosas huertas, ricos y abundantes cafetales y cacaotales, y en suma aumenta su fortuna y fama, a la vez también crece la envidia y el odio, BENEL POLÍTICO Mucho de notable nos ofrece la vida de este hombre original. Rebelde desde su infancia; perseverante en el trabajo; sincero en la amistad, lo fue también en su pasión política. Indudablemente que erró en ser así; pues, la vida de los tiempos pasados y presentes nos enseña, nos muestra al político revestido de hipocresía, de pura mentira y verdadera farsa. Si Benel hubiera profesado este credo, si hubiese seguido esta senda, claro que hubiese escalado altos puestos, que hubiese obtenido grandes prebendas. Pero, no, él estaba fundido en el crisol de la sinceridad; sus labios estuvieron acostumbrados a decir SÍ o NO; sus sentencias fueron inapelables; no tuvieron reconsideración. Cosas del destino... Fue consumado leguiísta. La figura del actual mandatario don Augusto B. Leguía era su idolatría. Después de Piérola no ha habido más gobernante en el Perú que don Augusto, así decía. Como leguiísta ayudó en Chota a Wenceslao Villacorta. Como leguiísta destruyó las pretensiones a la diputación por Hualgayoc de don Demetrio Miranda.
  • 46. Y como leguiísta comisionó a su primo el Dr. Britaldo Orrego y a su yerno Juan Fernández Zuloeta se constituyeran en la capital metropolitana y en su nombre le ofrecieran sus servicios personales, su apoyo material -en caso necesario- su adhesión incondicional al Presidente de la República don Augusto B. Leguía. Están en un grave error los que hayan supuesto lo contrario. Si Benel actuó con Osores, fue después de muchos vejámenes y desengaños que sufrió. El asesinato de su hijo Castinaldo lo obligó a pedir sanción para los sindicados en este crimen. No consiguió nada; pues mientras las autoridades superiores así lo ordenaban desde Lima, las demás de Provincias hacían todo lo contrario y más bien protegían a los enemigos de Benel e informaban siempre en su contra. Si protegió al Dr. Osores fue por hallar el castigo para los que mataron cobardemente a su hijo Castinaldo. Sí protegió al Dr. Osores; fue por encontrar descanso que hace fecha no lo tenía, porque constantemente los destacamentos provincianos lo perseguían. Santa Cruz fue su tierra predilecta. Cuantas sumas de dinero gastaba cada y cuando visitaba su paraíso. Por Santa Cruz, mi vida, exclamaba con vehemencia. Una ocasión lo demostró. Se trataba de las elecciones municipales; habían dos candidatos a la Alcaldía: un tal Alvarado y el conocido y filántropo Alberto Burga, persona de vastas relaciones sociales y de reconocida caballerosidad y demás dones morales. Benel lo apoyó incondicionalmente, gastó dinero sin medida, y, venciendo a la farsa y mil obstáculos sacó avante su ideal. Desde entonces los Alvarado convirtiéronse en eternos y encarnizados enemigos. EL SEGURO Benel previendo lo futuro, situándose en un plano superior que quizá nadie lo imaginó, se aseguró en la compañía de seguros «El Porvenir,» por la suma de cincuenta mil soles, dejando su póliza completamente saneada.
  • 47. Lo que nos demuestra su previsión profunda y su acendrado amor a su familia, de la que ni un momento se separó, y sólo sí para obedecer un designio providencial. Entre sus hijos, bien es digno de mención, Segundo, educado en Lima y diplomado en la comercial. SU ENTIERRO Se efectuó el 30 de noviembre en la provincia de Cutervo, en medio de un profundo silencio y gran admiración al contemplar el cuerpo del viejo caudillo que tanto diera que decir por sus hechos y aptitudes; ese cuerpo cubierto de harapos y coronado de espinas. Tendido frente a la Iglesia... se ostentaba su cuerpo, la imagen de Eleodoro Benel. Todos acudieron; a conocerlo, unos; a reconocerlo, otros; a saludarlo, los más, y a darle la despedida eterna, todos. POCO DESPUÉS Muerto Benel, las tropas del Gobierno se han retirado del campo de persecución dejando pequeños destacamentos en algunos puntos de importancia. Las bandas de bandoleros, que merodeaban por aquellos lugares; han desaparecido totalmente al conjuro de la eficaz acción desplegada por la guardia civil, adoc para estos casos, y compuesta en su mayor parte por jóvenes educados, conscientes y bien preparados. Pudiendo asegurarse que el ambiente de las referidas regiones; ahora, es tranquilo y vuelve a entrar en el periodo de paz y de trabajo. El Gobierno, comprendiéndolo así, ha otorgado amplias garantías a la viuda e hijos de Eleodoro Benel, quienes pueden establecerse donde mejor les plazca y continuar su desarrollo en las actividades humanas dentro del marco constitucional. CHICLAYO, DICIEMBRE 28 DE 1927. F I N
  • 48. Contenido PRÓLOGO ....................................................................................................................... 4 CAPÍTULO I.................................................................................................................... 5 CAPITULO II................................................................................................................... 6 CAPITULO III ................................................................................................................. 8 CAPITULO IV ............................................................................................................... 10 CAPITULO V ................................................................................................................ 11 CAPÍTULO VI ............................................................................................................... 12 CAPITULO VII.............................................................................................................. 13 CAPITULO VIII ............................................................................................................ 14 CAPITULO IX ............................................................................................................... 15 CAPÍTULO X ................................................................................................................ 16 CAPITULO XI ............................................................................................................... 17 CAPITULO XII.............................................................................................................. 18 CAPÍTULO XIII ............................................................................................................ 19 CAPITULO XIV ............................................................................................................ 20 CAPITULO XV.............................................................................................................. 21 CAPITULO XVI ............................................................................................................ 22 CAPITULO XVII........................................................................................................... 24 CAPITULO XVIII.......................................................................................................... 26 CAPITULO XIX ............................................................................................................ 28 CAPÍTULO XX.............................................................................................................. 30 CAPITULO XXI ............................................................................................................ 32 CAPITULO XXII........................................................................................................... 34 CAPITULO XXIII.......................................................................................................... 35 CAPITULO XXIV ......................................................................................................... 37 CAPITULO XXV........................................................................................................... 38 CAPÍTULO XXVI ......................................................................................................... 40 CAPITULO XXVII........................................................................................................ 42 CAPÍTULO XXVIII....................................................................................................... 44 Digitalizado por un Chotano Cabracanchino – octubre 2016 Formato PDF y ePub v1.0