Este documento describe el proceso de fractura hidráulica (fracking) para extraer petróleo y gas no convencionales, una técnica controvertida que causa daños ambientales. Explica que aunque originalmente se asociaba con el sur global, ahora el fracking se está expandiendo en el norte global también, incluyendo países como Estados Unidos, Canadá, y varios países europeos. Finalmente, señala que la Argentina se ha convertido en un laboratorio a gran escala para esta técnica, a pesar de las crecientes resistencias locales de las comun
"Cien Días vistos por Cinep n.° 93: el campo de la paz"
Fracking: expansión global del extractivismo
1. El desierto perpetuo que deja el fracking
Vaca Muerta (Neuquén). Equipos de fracking en acción para la
extracción de shale gas.
En el sur y el norte globales se practica un controvertido método de
extracción de gas y petróleo, catastrófico para el ambiente. Argentina
es hoy un laboratorio piloto para esta técnica.
POR MARISTELLA SVAMPA
CLARIN.COM
El extractivismo es una categoría de gran actualidad y capacidad
analítica que recorre las ciencias sociales críticas en América Latina,
así como también la gramática política de diferentes movimientos
socioterritoriales y organizaciones indígeno-campesinas. Hace
referencia a la sobreexplotación y exportación a gran escala de bienes
primarios ( commodities ) hacia países considerados más
desarrollados y potencias emergentes. Más allá de las ventajas
comparativas (los altos precios internacionales), esta dinámica
inserta a nuestros países en el marco de la globalización como
proveedores de materias primas, reproduciendo una vez más las
históricas asimetrías entre el centro y la periferia, tal como aparece
reflejado en la distribución desigual de los conflictos socioambientales
y en la reprimarización de las economías.
Sin embargo, cabe preguntarse si en la actualidad el extractivismo es
una categoría aplicable exclusivamente al sur global. En mi opinión,
los cambios en la geografía de la extracción son tales, que hoy
advertimos el avance de una dinámica territorial extractivista en el
norte global, donde ya se creía que estaba en franco retroceso. El
2. ejemplo elocuente es la vertiginosa expansión de la frontera petrolera
y energética, mediante la explotación de gas y petróleo no
convencional, con la tan cuestionada metodología de la fractura
hidráulica o fracking.
A pesar de que se conocen desde hace tiempo, no es sino con la
expansión de la frontera tecnológica y ante la inminencia del
agotamiento de los hidrocarburos convencionales, que los llamados
hidrocarburos no convencionales comenzaron a ser vistos como una
alternativa “viable”, pese al mayor coste económico, mayor
contaminación y daño ambiental, y el menor rendimiento energético
que éstos tienen. El shale gas, que existe en depósitos de esquisto,
el tight gas o gas de arenas compactas, el gas de mantos de carbón y
los crudos pesados, están entre los hidrocarburos no convencionales.
Su extracción requiere la fractura hidráulica o fracking, técnica
experimental que consiste en la inyección a altas presiones de agua,
arena y productos químicos a las formaciones rocosas ricas en
hidrocarburos, a fin de incrementar su permeabilidad.
La apuesta por el fracking implica la profundización de la matriz
energética actual, basada en los combustibles fósiles y, en
consecuencia, un fuerte retroceso en términos de escenarios
alternativos o de transición hacia energías limpias y renovables. La
vía del fracking fue decidida por EE.UU., en nombre del
autoabastecimiento y de la soberanía hidrocarburífera. La historia de
su desarrollo, a partir del año 2000, y la serie de exenciones
ambientales y económicas que requirió, el rol crucial del poderoso
lobby petrolero, figuran entre las páginas más sórdidas de su política
interna reciente. Ciertamente, en la última década el fracking
transformó la realidad energética de EE.UU., otorgándole mayor
autonomía respecto de las importaciones, pero también lo convirtió
en el territorio en el cual pueden comprobarse los verdaderos
impactos del fracking: contaminación de acuíferos, daños en la salud
de personas y animales, terremotos, mayores emisiones de gas
metano, entre otros.
El carácter controvertido del fracking aparece ilustrado por una
profusa y móvil cartografía global del conflicto, que arrancó en el
corazón del norte imperial, tal como lo refleja la prohibición en
Vermont y la moratoria en estados como en Nueva York y Los
Angeles. En Quebec (Canadá) las luchas desembocaron en la
prohibición del fracking, mientras que en Columbia británica
(provincia canadiense) hoy se desarrollan resistencias indígenas-
3. urbanas, a raíz del oleoducto de 1.100 km que llega desde la región
de Alberta.
En Europa el escenario también es muy móvil. Francia y Bulgaria
prohibieron el fracking, mientras que otros países impulsaron
moratorias. Entre 2013 y 2014 varios de ellos abrieron sus puertas al
fracking. En Inglaterra se levantó la moratoria y el gobierno de
Cameron prometió ventajas fiscales a los municipios que acepten el
fracking, al tiempo que busca habilitarlo incluso en áreas naturales
protegidas. Otro escenario conflictivo es Rumania. Allí no se respetó
la moratoria y el gobierno dio permisos de exploración a Chevron. En
España la puja entre gobierno y resistencias sociales son
importantes, pero la noticia más reciente proviene de Alemania,
donde se aprobó una moratoria que frena el fracking por ocho años.
Como ha sido ampliamente publicitado, la Argentina es uno de los
países que cuenta con el segundo o tercer potencial en hidrocarburos
no convencionales a nivel mundial. Aunque no se habla de fracking
(palabra temida), sino de “estimulación hidráulica” que avanza
aceleradamente en Neuquén (en Vaca Muerta hay shale gas), y en
Río Negro (en Allen se extrae tight gas entre plantaciones de peras y
manzanas). El contexto de déficit energético como la intensa
campaña comunicacional realizada por YPF, asociando empresa
nacional, soberanía energética y defensa de los hidrocarburos no
convencionales, facilitaron su instalación y fueron cerrando los
caminos a un verdadero debate. Al igual que con la soja y la
megaminería, nuestro país se perfila como un laboratorio a gran
escala en la implementación de una de las técnicas de extracción de
hidrocarburos más controvertidas a nivel global, amparado por un
marco regulatorio cada vez más propicio para las inversiones
extranjeras. Asimismo, la estigmatización de los sectores
ambientalistas, el encapsulamiento en lo local y el silenciamiento de
los accidentes (en los últimos cuatro meses hubo dos explosiones en
pozos de fracking en Allen y la pérdida de dos pastillas radiactivas en
Neuquén), hace que las voces disidentes tengan cada vez menos
espacios dónde expresar sus posturas.
Las resistencias en las provincias, sin embargo, fueron creciendo. La
Patagonia es una de las regiones de expansión de colectivos
asamblearios y multisectoriales, entre ellas, en ciudades de Neuquén,
Allen, Río Gallegos y Zapala. Las comunidades indígenas, a través de
las representaciones zonales de la Confederación Mapuche del
Neuquén, colocó el tema en el marco de la memoria larga de la
4. expoliación y de la contaminación de sus territorios. Pero al igual que
con la megaminería, la lucha es local y muy asimétrica, lejos de las
grandes urbes, que viven ajenas y desconectadas a esta gran
problemática global. Por ejemplo, pocos argentinos saben que entre
diciembre de 2012 y mayo de 2014, se sancionaron treinta y cinco
ordenanzas municipales que prohíben el fracking en distintas
localidades del país, que incluyen 6 provincias, con Entre Ríos y
Buenos Aires a la cabeza, seguidas de Mendoza, Río Negro, Chubut y
Neuquén.
El fracking constituye una vuelta de tuerca del extractivismo que
tiene enormes consecuencias a nivel local y global. Mientras en el sur
se amplían las resistencias sociales, en el norte emergen nuevas
luchas en torno a los bienes naturales, algo que hasta ayer se creía
cada vez más lejano o exclusivo de los países periféricos. En suma, el
relativo quiebre de la geografía neocolonial clásica nos obliga a
complejizar las relaciones entre norte y sur. Esto no significa que las
asimetrías entre unos y otros no se hayan amplificado, pero esta
nueva configuración geopolítica nos lleva a pensar la problemática en
clave civilizatoria, al tiempo que plantea la posibilidad de crear otros
puentes y lazos de solidaridad a escala global en el marco de la
nueva cartografía de las resistencias.
*Doctora en sociologia, ensayista y novelista. Su último libro es “El
muro” (Edhasa).