1. La Consciencia y la incógnita de la existencia
Entrando a una estación del metro o al ir a la universidad durante pequeños
instantes y de manera continua me pregunto: ¿por qué estoy haciendo esto?,
¿quién me dice que es lo que debo y no debo hacer?, imagino que eso mismo
fue lo que se preguntaban las antiguas civilizaciones, y quizá por eso siempre
se han escudado en la idea de la existencia de un ser supremo que nos “creó”.
Para intentar dar respuesta a la pregunta sobre: ¿cuáles son las
consecuencias que se derivan de nuestras acciones?, pero aún continua la
incógnita de: ¿cómo debemos organizarnos?, ¿cuál debería ser nuestra
organización como seres sociales?, ¿qué reglas debemos seguir?, y a partir
de allí quizá por ensayo y error de quienes nos antecedieron se originaron
códigos de ética, moral, normas de convivencia, como tal es el ejemplo del
código de Hammurabi, la Biblia entre otros.
Al transcurrir aquello que denominamos tiempo uno como ser humano
observa lo que va pasando alrededor nuestro, y de esa interacción
reflexionamos sobre las causas y los efectos de nuestras acciones, derivado de
esas vivencias nos convertimos en seres conocedores de nuestra existencia,
como decía Descartes “pienso luego existo”, allí es donde empieza el
verdadero significado de existir, ya que los objetos no existen, solamente son,
pero nosotros que podemos pensar por qué sucedió tal o cual cosa le damos
sentido a esa premisa.
Pero al originarse la idea de la existencia de los objetos y de sí mismo que
es lo que conocemos como consciencia, es lo que nos permite hacer juicios
sobre nuestras acciones y las de los demás, Jean Paul Sartre decía: “la
conciencia sólo puede existir de una manera, y es teniendo conciencia de que
existe". De las vivencias se origina nuestra visión sobre aquello que llamamos
los valores morales. Aún cuando ninguna persona puede decir qué está bien o
mal, a partir de lo que vivimos tendremos una forma diferente de concebir al
mundo, por ejemplo: alguien que se ha desarrollado y formado en un ambiente
hostil y violento tendrá una forma diferente de comportarse ante la sociedad en
comparación a aquel que se crió en un ambiente familiar normal. También está
el ejemplo de aquel individuo que se formó en un ambiente delictivo, de
acuerdo con su concepción de la realidad estará de acuerdo con realizar
acciones delictivas debido a la influencia que el ambiente tuvo en la formación
de su consciencia. En la consciencia moral es donde reside la aceptación o la
aversión hacia ciertas conductas, pero esta puede llevar a diferentes personas
a actuar de modo distinto al que dicta sus principios el dramaturgo Eugene
2. Ionesco ha escrito una frase que explica bien esta paradoja: “Si matamos con
el consentimiento colectivo, no nos remuerde la conciencia. Las guerras se
inventaron para matar con la conciencia limpia”.
Claro está que todo individuo en algún momento se hará esa gran
interrogante: ¿qué hago aquí?, y ¿por qué estoy aquí?. Siempre habrá
religiones, cultos, sectas e incluso investigaciones científicas para tratar de
dilucidarlo, tal como siempre observamos que hay estudios sobre el origen del
universo, si estamos solos en él, si existe o no un ser supremo y también
encontraremos filósofos tratando de descifrar esa, nuestra eterna pregunta.