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Darío Mollá
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DEL «MAGIS» PERSONAL
AL «MAGIS» INSTITUCIONAL
DEL «MAGIS» PERSONAL AL «MAGIS» INSTITUCIONAL
CENTROS EDUCATIVOS CON CALIDAD EVANGÉLICA
Darío Mollá
Introducción: «magis» y calidad evangélica .................................3
1.	 Un centro educativo con un claro horizonte evangelizador .....7
2.	 Un centro educativo donde el discernimiento es el modo
preferente en la toma de decisiones .................................................10
3.	 Un centro educativo cuyas relaciones humanas se viven
en clave de acompañamiento ...............................................................14
4.	 Un centro educativo sensible y activo ante las necesidades
de los más pobres ..................................................................................17
Apéndice 1: «Características de la educación de la Compañía
de Jesús». Capítulo 7 - El «más» ........................................................20
Apéndice 2: Textos significativos ............................................................23
Notas ...........................................................................................................28
Darío Mollá, sj. especialista en espiritualidad ignaciana. Miembro del equipo de Cris-
tianisme i Justícia, ha publicado en esta colección: Cristianos a la intemperie. Encon-
trar a Dios en la vida (núm. 47); Acompañar la tentación (núm. 50); Horizontes de
vida (núm. 54); La espiritualidad ignaciana como ayuda ante la dificultad (núm. 67);
El «más» ignaciano: tópicos, sospechas, deformaciones y verdad (núm. 78) y Pedro
Arrupe, carisma de Ignacio: preguntas y propuestas (núm. 82).
Edita: Cristianisme i Justícia - Roger de Llúria, 13 - 08010 Barcelona
Tel. 93 317 23 38 - E-mail: info@fespinal.com - www.cristianismeijusticia.net
Imprime: Ediciones Rondas S.L. - Depósito Legal: B 4471-2019
ISBN: 978-84-9730-437-5 - ISSN: 2014-654X - ISSN (virtual): 2014-6558
Edición: Santi Torres Rocaginé - Corrección: Cristina Illamola
Maquetación: Pilar Rubio Tugas - Enero 2019
Protección de datos: Los datos de los destinatarios de la presente comunicación provienen de los ficheros históricos de la Base de Datos General de
Administración de la Fundació Lluís Espinal (Cristianisme i Justícia), y se incorporaron con el previo consentimiento de los interesados otorgado, o bien
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3
INTRODUCCIÓN: «MAGIS» Y CALIDAD EVANGÉLICA
El texto que presentamos nació como una reflexión dirigida a respon-
sables de centros educativos vinculados a la Compañía de Jesús. Ello
explica que la mayoría de citas tengan ese carácter «jesuítico». No
obstante, nos ha parecido que sus reflexiones son aplicables a todas
aquellas instituciones que, independientemente de su titularidad, quie-
ran situarse en el horizonte ignaciano del «magis».
En el año 1986, el Gobierno general
de la Compañía de Jesús, por medio de
su Secretariado de Educación, publicó
un importante y excelente documento
cuya finalidad era iluminar la acción
de los centros educativos de la orden, a
la luz de las características fundamen-
tales de la espiritualidad ignaciana: me
refiero al documento «Características
de la educación de la Compañía de Je-
sús».
En él, como no podía ser de otro
modo, se dedica un capítulo1
a la re-
flexión sobre el «más», el magis, ca-
racterístico de la espiritualidad igna-
ciana y su aplicación a las instituciones
educativas de la Compañía. En sus
valiosas reflexiones, el citado docu-
mento explica el «más» en términos de
«excelencia» humana, lo aplica bási-
camente a «todas las tareas de la vida
de la escuela» y, de forma prioritaria
–aunque no de modo exclusivo–, inci-
de en la acción con los alumnos y sus
exigencias para el proyecto educativo
de la escuela.
En las páginas que siguen, nuestro
enfoque complementa al anterior para
cualquier institución educativa que
quiera situarse en la clave del magis
ignaciano. Pretendemos abordar las
aplicaciones de ese «más» a la propia
4
estructura de la escuela, a su finalidad
última, a su funcionamiento, al tipo de
relaciones que se gestan en el seno de la
comunidad educativa y de esta con su
entorno, a cómo se gestiona…
Todos estos aspectos forman parte
también de la fidelidad de una insti-
tución educativa ignaciana al «más»,
propio de su espiritualidad. En definiti-
va, se trata de preguntarse, en clave de
magis, no tanto por el «qué hacemos»
como institución educativa, sino, sobre
todo, por «el qué y cómo somos». Sin
ninguna duda, lo que respondamos a
esta última pregunta suma o resta valor
a lo que hacemos.
La calidad como irrenunciable
La búsqueda de la calidad o de la exce-
lencia es un hecho irrenunciable en las
instituciones educativas de la Compa-
ñía de Jesús, sea cual sea el nivel y el
contexto social en el que se mueven.
Es el magis al que son llamadas no
solo las personas, sino también las ins-
tituciones desde las raíces más hondas
de su espiritualidad.
Esta llamada al magis, a la bús-
queda de la calidad, está presente en
todas las descripciones del «modo de
proceder» de la Compañía de Jesús,
expresión utilizada ya por los prime-
ros jesuitas y que intenta expresar los
modos prácticos y concretos en que
se encarna el carisma ignaciano en la
vida de instituciones y personas. En
nuestros tiempos, el P.  Pedro Arrupe
fue quien la «recuperó» en una famosa
conferencia titulada «El modo nues-
tro de proceder» (1979). En ella, el P.
Arrupe, al señalar los rasgos propios
del magis, afirma:
«Rigor y calidad tienen que ser, de
hecho, características de ese ser-
vicio y modo de proceder. No se
trata de prestigio humano ni de es-
píritu de clase. Es la conciencia de
cuán importante es el mensaje que
traemos entre manos y el respeto y
amor al hombre destinatario de ese
mensaje lo que hace nacer en no-
sotros esa exigencia de calidad en
nuestro servicio…» [50].2
Más recientemente, la 34 Congre-
gación General (1995) sintió la necesi-
dad de «actualizar» las características
del modo de proceder de la Compañía,
partiendo de la intuición del P. Arrupe.
Lo hizo en su decreto núm. 26 y últi-
mo, titulado «Características de nues-
tro modo de proceder», donde, como
su nombre indica, aparecen el magis
ignaciano y sus aplicaciones concretas.
La Congregación señala que estar
«siempre en busca del magis» es algo
propio de la dinámica de personas e
instituciones cuya vida quieren que se
rija por la espiritualidad ignaciana. Y
añade:
«El magis no es simplemente una
más en la lista de características
del jesuita. Las impregna todas.
La vida entera de Ignacio fue la
búsqueda de un peregrino hacia el
magis, la siempre mayor gloria de
Dios, el siempre más cabal servi-
cio de nuestro prójimo, el bien más
universal, los medios apostólicos
más efectivos. La mediocridad no
tenía puesto en la cosmovisión de
Ignacio» (núm. 26).
Notamos que en ambos textos la
búsqueda del magis y de la calidad no
5
se refiere solo a la vida personal del
jesuita o de quien quiere vivir la espi-
ritualidad ignaciana, sino que implica
también el «servicio» que se quiere
prestar y los «medios apostólicos» que
para ello se ponen en juego.
En el texto del P. Arrupe hay una
advertencia que me parece significati-
va e importante: «no se trata de pres-
tigio humano ni de espíritu de clase».
Vivimos en un contexto en el que la
«calidad» se nos exige desde muchos
ámbitos, y es necesaria en un entorno
de fuerte competitividad. Las obras
educativas de la Compañía han vivido
procesos de «certificación de calidad»
–en ocasiones bastante exigentes– y
están permanentemente sometidas a
comparaciones y exigencias respecto
al nivel de calidad de los servicios que
ofrecen. Responder de forma adecuada
a esas demandas exige una buena do-
sis de trabajo, esfuerzo, creatividad…
Pero no se agota en ellas la llamada
a la calidad que deriva del carisma y
de la espiritualidad ignacianos.
Una calidad evangélica
En razón de la vocación más radical de
nuestros centros educativos y de su ob-
jetivo último que es la evangelización,
no podemos quedarnos simplemente
en la calidad que se nos exige desde
fuera ni podemos renunciar a una «ca-
lidad evangélica» o a unos indicado-
res evangélicos de calidad en nuestros
centros educativos. Supuestos los indi-
cadores válidos para todos, aspiramos
y deseamos algo «más» porque nuestro
servicio a los estudiantes que tenemos
y a la sociedad quiere ser el servicio
del evangelio.
La mayoría de las veces esa «cali-
dad evangélica» no consiste en hacer
cosas distintas a las que llevamos a
cabo, ni tampoco en hacer más, sino en
cómo hacemos esas cosas; es decir, en
los procesos por medio de los cuales
tomamos nuestras decisiones, en el cli-
ma que creamos en el centro educati-
vo, en cómo entendemos las relaciones
humanas en la comunidad escolar…
Y, también –¿por qué no?–, en algunas
ofertas formativas específicas.
Evidentemente, los indicadores que
voy a proponer en las páginas que si-
guen no son los únicos posibles, ni son
indiscutibles ni pueden medirse como
los indicadores de calidad técnica o
profesional. Lo que presento a conti-
nuación es una propuesta personal y,
en consecuencia, subjetiva y discuti-
ble. Pero creo que puede ser útil para
iniciar una reflexión sobre un tema tan
decisivo como el magis ignaciano de
nuestras instituciones educativas. Mi
propósito es presentar una propues-
ta de indicadores que pueda servir de
punto de partida y cuya pretensión no
es cerrar el tema, sino abrir la reflexión
y el debate.
Una responsabilidad compartida
Antes de entrar en la enumeración de
dichos indicadores, quiero recordar
algo que ya he afirmado en alguna otra
ocasión:3
el cuidado de la «calidad
evangélica» de un centro educativo es
una tarea importante, si no la principal,
de quienes asumen el liderazgo apos-
tólico en una institución educativa de
la Compañía de Jesús. Dicha tarea no
se puede «delegar» en otras personas,
como otros aspectos de los proyectos y
6
programas de calidad pedagógica u or-
ganizativa a los que antes me refería.4
La responsabilidad sobre la «cali-
dad evangélica» de un centro educativo
tampoco puede –en mi opinión– dele-
garse, ni es responsabilidad única del
delegado o coordinador de Pastoral
–aspecto importante de la evangeliza-
ción y de la vida del centro. La «calidad
evangélica» a la que nos referimos es
un concepto mucho más amplio, que
abarca toda la vida del centro e inclu-
ye aspectos muy determinantes de esa
vida, que no competen al encargado o
coordinador de Pastoral, y sobre los que
el citado pastoralista no tiene autoridad
ni competencias. En realidad, quienes
asumen de forma personal o colegia-
da el liderazgo apostólico son quienes
tienen que animar y cuidar ese objetivo
innegociable que es la «calidad evangé-
lica».
Para empezar, señalo cuatro indica-
dores de esa calidad:
a)	 Un centro educativo con un claro
horizonte evangelizador.
b)	 Un centro educativo en el que el
discernimiento es el modo prefe-
rente de la toma de decisiones.
c)	 Un centro educativo en el que las
relaciones humanas se viven en
clave de acompañamiento.
d)	 Un centro educativo sensible y
comprometido con los más pobres.
Propuestas para la reflexión
y el debate
•	 Releer el capítulo 7 del documento
«Características de la educación de
la Compañía de Jesús». Destacar
y comentar aquellas aportaciones
que os parezcan más sugerentes y
actuales (Apéndice 1, págs. 20-22).
•	 «Preguntarnos no tanto por el qué
hacemos, sino sobre todo por el
qué y cómo somos»: ¿qué impor-
tancia le damos en la vida concreta
de nuestro centro a esta reflexión?,
¿qué espacios encuentra?, ¿reser-
vamos tiempo y espacio para esta
pregunta en nuestras evaluaciones?
Si no lo hacemos, ¿cómo y cuándo
podríamos abordarla?
•	 «El magis al que son llamadas no
solo las personas, sino también las
instituciones»: ¿piensas que esta
afirmación es válida?, ¿por qué?,
¿qué contenido le das desde la es-
piritualidad ignaciana?
•	 El liderazgo de nuestras institucio-
nes y de vuestra institución concre-
ta, ¿es un liderazgo más de gestión
o de misión? ¿En qué medida están
presentes ambos aspectos o cómo
se combinan? ¿Vives el liderazgo
de tu centro como un auténtico li-
derazgo «apostólico»? ¿En qué se
nota que lo es o qué le falta para
serlo?
7
1. UN CENTRO EDUCATIVO CON UN CLARO
HORIZONTE EVANGELIZADOR
El horizonte evangelizador es el que orienta todas las dimensiones
y toda la actividad de un centro educativo de la Compañía de Jesús:
hacer presente en nuestra sociedad el Evangelio de Jesús. Hacerlo
presente y plausible como propuesta de vida para las personas y como
proyecto para la sociedad, y hacerlo presente con convencimiento,
gozo y credibilidad.5
Así formula el documento «Caracte-
rísticas de la educación de la Compa-
ñía de Jesús» (núm. 167) el horizonte
evangelizador como finalidad de la
educación en la Compañía:
«La finalidad de la educación de la
Compañía nunca ha sido exclusi-
vamente la adquisición de un con-
junto de informaciones y técnicas,
o la preparación para una carrera,
aunque todas estas cosas sean en sí
mismas importantes y útiles para
futuros líderes cristianos. El fin
último de la educación Primaria y
Secundaria de la Compañía es, más
bien, el crecimiento global de la
persona, que conduce a la acción,
una acción empapada del espíritu y
la presencia de Jesucristo, el Hom-
bre para los demás».
Este horizonte, como todo buen
«horizonte», debe orientar y llenar de
sentido las propuestas del centro edu-
cativo y ser un criterio básico de dis-
cernimiento en la toma de decisiones.
El horizonte evangelizador no debe ser
una afirmación presente en los docu-
mentos de identidad y olvidada en la
práctica cotidiana, porque, sin su con-
creción cotidiana, las afirmaciones teó-
ricas pierden todo su valor.
Sin comentar en detalle todas las
consecuencias prácticas de tener a
la vista este horizonte evangelizador
8
como horizonte fundamental de senti-
do, quiero señalar cuatro aspectos im-
portantes que tienen que ver con pro-
curar y cuidar la «calidad evangélica»:
1.º	Ser conscientes del horizonte evan-
gelizador de nuestro proyecto edu-
cativo, afirmarlo con claridad y ac-
tuar con ilusión ante él.
Todo esto me parece importante en
momentos difíciles en los que ese
proyecto y nuestra propia existen-
cia como centros pueden ser pues-
tos en tela de juicio. Tenemos una
oferta propia y valiosa que ofrecer
a la sociedad, y estamos convenci-
dos, con humildad y respeto, de que
su pérdida sería una pérdida para la
sociedad, no solo cuantitativa, sino
también cualitativamente. Nuestra
existencia tiene valor no solo por
cuestión de plazas escolares (más o
menos), sino por la necesaria plu-
ralidad de ofertas de sentido en el
ámbito de la educación. Y estamos
bien convencidos del valor de la
nuestra, y, en consecuencia, de lo
que proponen y aportan nuestros
centros educativos.
2.º	Hacer de los valores y las actitudes
que derivan del Evangelio las acti-
tudes y valores propios del centro,
y exigir a toda la comunidad educa-
tiva poner en práctica el respeto, al
menos, no solo verbal, sino prácti-
co de esos valores.
En un centro educativo con hori-
zonte evangelizador no solo hay
palabras u opiniones inadmisibles,
sino acciones y conductas inacep-
tables. El respeto que todos (cre-
yentes o no) deben a esos valores
no ha de ser un respeto solo en las
palabras, sino también en las con-
ductas, porque, en ocasiones, hay
personas que nunca formularán
palabras disonantes sobre el Evan-
gelio, pero muestran conductas cla-
ramente antievangélicas.
Una enumeración básica y funda-
mental de esos valores es la que, por
ejemplo, encontramos en el núm. 96
de las «Características de la educa-
ción de la Compañía de Jesús»:
«La comunidad educativa, basada
en el ejemplo de Cristo –y en el de
María en su respuesta a Cristo– y
reflexionando sobre la cultura ac-
tual, a la luz de las enseñanzas de la
Iglesia, promueve:
•	 La visión espiritual del mundo
frente al materialismo.
•	 La preocupación por los demás
frente al egoísmo.
•	 La austeridad frente al consu-
mismo.
•	 La causa de los pobres frente
a la injusticia social.»
3.º	Cuidar los procesos de formación
del profesorado en todo aquello
relacionado con nuestra identidad
y misión, tanto en el propio cen-
tro como en actividades comparti-
das con docentes de otras institu-
ciones con las que se comparte esa
identidad y misión.
Debemos estar atentos a que la ne-
cesaria formación en competencias
profesionales no ahogue o deje sin
espacio la formación en cuestiones
de sentido. Darle la importancia de-
9
bida a dicha formación de sentido
es cuidar los tiempos y los espacios
de esa oferta, diseñar procesos de
crecimiento en esta dimensión, ve-
lar por la calidad de lo que se pro-
pone y facilitar que todos partici-
pen en ella.
Para quienes viven desde la espi-
ritualidad ignaciana, la propuesta
formativa y metodológica de los
Ejercicios de San Ignacio sugiere
claves importantes para esta forma-
ción de sentido. Se trata de promo-
ver procesos personales de encuen-
tro con Dios, experiencias de vida
y sentido, discernimiento sobre las
dinámicas de la propia vida. En este
sentido, esta formación tiene sus
características propias y diferencia-
das de la formación en capacidades
y habilidades profesionales.
4.º	Ofrecer una Pastoral de calidad.
La dimensión evangelizadora del
centro no se limita a la oferta pasto-
ral, sino que es mucho más amplia
y abarca todas las dimensiones de
su vida y acción. Pero, en un ho-
rizonte evangelizador de centro, la
oferta pastoral de calidad es nece-
saria e importante, de ahí que haya
que tener muy en cuenta aspectos
como la creatividad, la calidad
de las personas que se dedican a
ella, la buena coordinación de los
equipos, el buen entendimiento y
articulación de la Pastoral con el
resto de propuestas de formación
humana y en valores, la adecuación
de los horarios y espacios dedica-
dos a la Pastoral, la calidad de los
momentos significativos de cele-
bración dentro de la comunidad
educativa…
Propuestas para la reflexión
y el debate
•	 ¿Sientes que el horizonte evangeli-
zador está presente en la vida coti-
diana de tu centro? ¿En qué aspec-
tos?
•	 ¿Se vive con ilusión la propuesta
de sentido que tu centro educativo
ofrece a los estudiantes y a la so-
ciedad en general? ¿La comunidad
educativa valora esa oferta?
•	 El núm. 96 de «Características de
la educación de la Compañía de Je-
sús» señala unos valores para pro-
mover desde el Evangelio. Tenien-
do en cuenta la realidad de vuestro
entorno, ¿añadirías alguno más?,
¿cuál de ellos crees que habría que
cuidar de forma prioritaria?
•	 En vuestro centro, ¿se cuida la
formación en la dimensión de sen-
tido?, ¿hay algo que debería po-
tenciarse en esa línea o en lo que
debería incidirse?
10
2. UN CENTRO EDUCATIVO DONDE
EL DISCERNIMIENTO ES EL MODO PREFERENTE
EN LA TOMA DE DECISIONES
Recurrir a procesos de discernimiento al tomar decisiones es propio
del sistema de gobierno de la Compañía de Jesús a todos los niveles.
El discernimiento es útil y necesario no solo para los procesos de de-
cisión personal, sino también para los colectivos. El alcance y la fina-
lidad de dichos procesos son los mismos, aunque sus procedimientos
son, obviamente, diversos.
¿Qué sentido y alcance tiene el dis-
cernimiento en los centros educativos
de la Compañía de Jesús y por qué es
necesario hablar de «decidir en discer-
nimiento» al hablar de «calidad evan-
gélica» en un centro educativo? ¿Por
qué resulta necesario a la hora de to-
mar decisiones?
En términos generales, el discerni-
miento pretende asegurar que las de-
cisiones concretas que se toman en el
día a día, las prácticas cotidianas, sean
coherentes con los principios genera-
les que se quieren vivir; dicho de otro
modo, el discernimiento pretende bajar
a lo concreto y a lo cotidiano lo que son
convicciones y pretensiones de fondo.
O, expresado en otras palabras, salvar
la distancia que puede darse entre teo-
ría y práctica, entre Ideario y Proyecto
y prácticas cotidianas.
2.1. ¿Por qué es necesario
el discernimiento?
Creo que, al menos, por dos tipos de
motivos:
Primero, porque la mayoría de las
veces las alternativas a la solución de
problemas o conflictos para emprender
y potenciar no son claras, pues cada
una de ellas presenta sus ventajas y sus
inconvenientes, sus luces y sus som-
11
bras. El discernimiento no se da entre
lo blanco y lo negro, entre lo bueno
y lo malo, entre lo indiscutible y lo dis-
cutible, sino entre cosas que son grises,
ambiguas y con variados matices. Se
trata, entonces, de tomar la alternativa
más coherente con los principios que
nos inspiran, de escoger la dirección
que mejor nos conduce hacia el hori-
zonte que nos orienta… y eso pide mi-
rar al horizonte, reflexionar, dialogar,
contrastar…
En segundo lugar, hay que ser ca-
paz de discernir para tomar las deci-
siones con la máxima libertad posible,
libres de presiones exteriores y de pa-
siones interiores. Porque ambas cosas,
presiones y pasiones, pueden llevarnos
a tomar decisiones incoherentes con
nuestros principios e, incluso, contra-
rias a nuestra mejor voluntad.
En nuestros centros educativos, es-
tamos sometidos a cantidad de presio-
nes exteriores que, si no discernimos
correctamente, pueden apartarnos o
desviarnos de nuestros objetivos: pre-
siones de la Administración Pública,
de grupos de familias, de instituciones
o plataformas sociales…
Además de las presiones exterio-
res, hay dinámicas interiores, persona-
les y colectivas, que pueden disminuir
nuestra voluntad e influir en ella hasta
el punto de condicionarla en dirección
opuesta a nuestros principios. A ello
hay que sumarle, intereses particula-
res o colectivos, miedos, cuestiones
de prestigio personal e institucional…
Todo ello puede provocar que nues-
tras decisiones no sean lo «limpias» y
honestas que deberían ser. Cierto que
podremos justificarlas de mil formas,
pero sabremos que no las hemos toma-
do con limpieza.
Por tanto, para mantener nuestro
talante evangélico en un contexto que
muchas veces no lo es, aparece como
imprescindible el discernimiento, so-
bre todo para ver qué sentido y orien-
tación deben tomar nuestras decisiones
cotidianas y si, de verdad, estas van
siendo en clave de Evangelio. Si no ha-
cemos un esfuerzo de discernimiento,
se irá generando una separación entre
lo que decimos ser y lo que somos, que
nos generará descontento y desazón in-
terior, y falta de credibilidad hacia el
exterior, a veces hasta llegar al punto
de que ni nosotros mismos nos cree-
mos lo que decimos.
Evidentemente, no todas las deci-
siones tienen la misma trascendencia
ni suponen, por tanto, la misma nece-
sidad de discernimiento o complejidad
de desarrollo. Parte de la tarea de quien
ejerce el liderazgo apostólico es sope-
sar la importancia de las cuestiones y el
discernimiento necesario para decidir
sobre ellas. Pero las grandes decisiones
que marcan la vida del centro –a veces
durante mucho tiempo– no deberían to-
marse sin un discernimiento adecuado.
Hace poco, un «consultor» de una im-
portante obra apostólica me comentaba
lo siguiente: «Nos consultan las peque-
ñas cosas, minucias, pero las cosas de
envergadura, que suponen cuantiosos
desembolsos económicos y son condi-
cionantes de futuro, no nos las consul-
tan». Puede pasar y pasa.
2.2. ¿Qué exigencias conlleva
ese decidir en un clima de
discernimiento?6
Subrayo brevemente algunas. En pri-
mer lugar, mantener y cuidar la memo-
12
ria y la ilusión por el propio proyecto;
es decir, no perder el horizonte, no per-
der la mirada ni los deseos de seguir
caminando hacia él. Si no cuidamos
esto, corremos el peligro de olvidar,
de distraernos, de hacer caso de can-
tos de sirena o de pactar lo inacepta-
ble. En ese sentido, creo que esa es una
misión primera y principal de quien o
quienes ejercen el liderazgo apostóli-
co: ser las personas que recuerdan y
hacen presente el horizonte para que la
comunidad educativa no lo pierda de
vista. Siempre existe el peligro de que
las personas concretas o los pequeños
grupos limiten su horizonte a su redu-
cido mundo o a sus intereses concre-
tos. Entonces, tanto el proyecto común
como la convivencia en el seno del
centro educativo peligran.
En segundo lugar, cuidar el análisis
de propuestas y posibilidades. Eviden-
temente, tanto más cuanto mayor es la
importancia del tema sobre el que se va
a decidir. El buen discernimiento in-
cluye un buen análisis de la realidad, lo
más completo posible. Sabemos bien
que los datos y las estadísticas pueden
interpretarse en muchos sentidos según
quien los analice, y, en ocasiones, los
mismos datos se interpretan de modo
muy divergente. El discernimiento
busca la honestidad y, a ser posible,
el consenso en la interpretación de los
datos. Una honestidad y un consenso
que tienen que ver con los criterios que
mueven el discernimiento.
2.3. Analizar la realidad y buscar
consenso piden tiempo
Y al hablar de tiempo topamos con una
dificultad real: o no tenemos mucho
tiempo o los tiempos nos vienen exigi-
dos e impuestos desde fuera. También
con respecto a esta cuestión vale lo que
se ha mencionado antes sobre el hecho
de que no todas las decisiones tienen
la misma importancia y, por tanto, no
todas requieren el mismo tiempo.
Pero en este asunto creo que es im-
portante tener en cuenta dos cuestiones:
por un lado, que cuanto más «vivo»
esté el horizonte y cuanta más dinámica
de discernimiento haya en la comuni-
dad educativa, más ágiles pueden ser
los procesos de discernimiento. Por
otro lado, que utilicemos al máximo
nuestra capacidad de intervenir sobre
los tiempos. Me gusta decir que todo
discernimiento pide tiempo y plazo: un
tiempo para ejecutar el proceso y otro
para concluirlo.
Discernir no es nunca una tarea
individual, pide atención, escucha,
diálogo… Evidentemente, no se trata
de un diálogo de todo con todos, pero
tampoco de nada con nadie. Es un mal
planteamiento decidir solos porque las
presiones pueden aplastarnos y las pa-
siones, engañarnos. Los estatutos o el
reglamento interno de la institución in-
dican en cada caso quién debe decidir
y, por lo tanto, discernir sobre una de-
terminada cuestión. Pero el abanico de
personas a las cuales se puede escuchar
o consultar o pedir opinión es mayor y
no hay que tener miedo a consultar. El
discernimiento no cuestiona la autori-
dad, sino el autoritarismo. Generar en el
centro educativo un clima de escucha,
de diálogo, de participación es allanar
el terreno para posibilitar el discerni-
miento cuando sea necesario.
Tan pronto como formemos par-
te de un colectivo más amplio –que
va más allá de nuestro propio centro
13
educativo y con el que compartimos
proyecto y horizonte–, el compartir
problemas y reflexiones de manera fre-
cuente, y en la medida de lo posible,
también ayudará al discernimiento,
aunque las soluciones que podamos
dar cada uno diverjan porque nuestras
circunstancias son distintas. Pero de-
cidir con autonomía no es decidir en
solitario.
2.4. Propuestas para la reflexión
y el debate
•	 ¿Entiendes y compartes las razones
que señala el texto para justificar
la necesidad del discernimiento?
¿Añadirías alguna más?
•	 ¿Has tenido en tu centro educativo
alguna experiencia concreta ante la
que puedas decir: «se decidió en
clima de discernimiento»? Recuér-
dala, compártela y explica por qué
te parece que fue una decisión en
discernimiento.
•	 ¿Cuáles son las principales dificul-
tades que encuentras para practicar
el discernimiento en tu centro edu-
cativo? ¿Qué acciones habría que
llevar a cabo para afrontarlas?
•	 Comenta esta frase y lo que te sugie-
re: «El discernimiento no cuestiona
la autoridad, sino el autoritarismo».
14
3. UN CENTRO EDUCATIVO CUYAS RELACIONES
HUMANAS SE VIVEN EN CLAVE DE ACOMPAÑAMIENTO
En los últimos años, son muchas las ocasiones en las que se me ha
pedido una reflexión sobre el tema del acompañamiento y poco a poco
en ella he ido ampliando la comprensión de lo que supone y significa.7
En su sentido más estricto –¿y también
en el más «estrecho»?–, entendemos el
acompañamiento como el oficio o tarea
de unos acompañantes específicos para
unas personas concretas, en niveles
diversos: tutorial, pastoral, espiritual.
Pero, en la medida en que profundizas
en lo que significa el acompañamiento
ignaciano y su alcance, percibes que es
mucho más, que su significado es más
hondo: es un estilo que puede apli-
carse al cómo la noción ignaciana de
la educación concibe la relación entre
educadores y educandos, en todos los
ámbitos de la vida escolar.
Ese estilo que significa el acompa-
ñamiento puede definir también lo que
sería el horizonte de la relación entre la
dirección del centro y el equipo docen-
te, o incluso dentro del mismo equipo.
No solo hay una dimensión individual
o personalizada del acompañamiento
(de tú a tú), sino que puede hablarse de
una dimensión comunitaria o colecti-
va del acompañamiento, en la que nos
acompañamos unos a otros, en la que
todos somos, a un tiempo, acompañan-
tes y acompañados.
3.1. Un estilo, un talante
«Acompañar», «acompañamiento», es
un estilo, un talante consustancial a la
espiritualidad ignaciana y al modo de
proceder en el que esa espiritualidad se
encarna en lo cotidiano. Esa espiritua-
lidad y ese modo de proceder nacen de
los Ejercicios Espirituales de San Ig-
nacio, en los que el acompañamiento y
el acompañante desempeñan un papel
decisivo. En la medida en que «acom-
15
pañar» y «acompañamiento» vayan
siendo el estilo y el talante de nuestros
centros educativos, su calidad evan-
gélica aumentará sin lugar a dudas. El
talante del acompañamiento mutuo en
el centro potencia la calidad de las re-
laciones personales y, con ello, la cali-
dad evangélica de nuestra institución.
Me atreveré a señalar tres elemen-
tos que forman parte de dicho talante:
el cuidado, la sinceridad y el compartir.
3.2. El cuidado
Antes de hablar del «cuidado» y su
significado, me permito contar una
historia de la primitiva Compañía de
Jesús, allá por el siglo xvi, exactamen-
te en 1539. Ignacio de Loyola y sus
compañeros de París, tras ofrecerse al
papa que iba a dispersarles, hicieron un
serio y largo discernimiento para ver
si mantenían alguna forma de unión
entre ellos, y concluyeron que iban a
mantener esa unión: «agrupándonos en
un cuerpo y teniendo cuidado y com-
prensión los unos de los otros para
mayor fruto de las almas». El cuidar
y el comprender los unos de los otros
es lo que debe caracterizar al cuerpo y
lo que aumentará la eficacia de la tarea
apostólica.
¿Qué contenidos podemos darle
hoy y en nuestros centros educativos a
ese «cuidar y comprender» los unos de
los otros?
Cuidar es estimar y valorar a cada
persona como tal, independientemente
de su función, de su edad, de sus di-
versas circunstancias… Y, por tanto,
prestar atención a la situación concreta
de dicha persona y a las demandas y
necesidades que pueda ir planteando,
de forma explícita o implícita. En defi-
nitiva, algo tan ignaciano como ayudar
a la persona en cuanto persona, como
preocupación básica. El discernimien-
to nos mostrará qué forma concreta de
ayuda requiere en cada momento. To-
dos podemos ayudar y todos necesita-
mos ayuda en algún momento concreto
de nuestra vida y de nuestra actividad
profesional.
Cuidar es ayudar a las personas a
crecer, estar a su lado en los procesos
de crecimiento personales y profesio-
nales, animándolas, sosteniéndolas en
los momentos de duda o dificultad,
orientándolas en los momentos de des-
concierto o desánimo, aportándoles se-
renidad en los momentos de euforia…
Y teniendo paciencia, mucha pacien-
cia, con los procesos personales, que
siempre piden tiempo y nunca son tan
rectilíneos como nos gustaría o como
la teoría los plantea.
Cuidar es ayudar a que las perso-
nas se sientan parte de un grupo más
amplio, de un cuerpo, que los acoge y
acepta. Y de este siempre pueden es-
perar el compartir un horizonte de sen-
tido para su tarea, sentir calor humano
y recibir el intercambio de experiencia
y experiencias que da seguridad en el
caminar.
3.3. La sinceridad
Por otro lado, citaba la sinceridad de
unos con otros como segundo elemen-
to de ese talante de acompañamiento.
Una sinceridad plena en nuestras rela-
ciones, que permite que nos manifes-
temos tal como somos y pensamos, y
que la verdad presida nuestras mutuas
relaciones. La sinceridad no es agresi-
16
vidad; la sinceridad cuida los tiempos
y las formas porque nace del deseo de
ayudar. Es cierto que no cual quier mo-
mento es idóneo ni cualquier forma es
la adecuada, y menos aún la «explo-
sión» de mi malestar del tipo que sea.
El papa Francisco en una preciosa
homilía sobre la corrección fraterna
evangélica dijo que esta debería tener
tres condiciones: caridad, verdad y hu-
mildad. La primera, se refiere a que la
sinceridad nazca del deseo de ayudar y
no de revanchas, enfados, malhumor o
sentimientos semejantes. El Papa añade
que una corrección fraterna sin caridad
es como una operación sin anestesia, y
que eso es un acto de crueldad. La se-
gunda, la verdad, indica que la sinceri-
dad sea sobre cosas o hechos reales y
comprobados, no sobre rumores, o «me
han dicho que…», «parece que…». Y,
por último, la humildad tiene que ver
con la actitud de nuestra sinceridad: que
no sea prepotente ni muestra de una su-
perioridad falsa, sino de quien se siente
tan necesitado de corrección y ayuda
como aquel a quien corrige.
Sabemos que esa sinceridad no  es
fácil, bien porque preferimos no com-
plicarnos la vida, bien porque no somos
proclives a aceptar lo que nos digan.
Entonces, la reacción es criticar por de-
trás, chismorrear, calumniar o difamar,
acciones que no solo no aportan nada,
sino que son tremendamente destructi-
vas y cuestionan radicalmente nuestro
testimonio del Evangelio.
3.4. El compartir
Finalmente, citaba el «compartir» como
componente de ese talante del acompa-
ñamiento comunitario: la posibilidad
de compartir entre los miembros de la
comunidad educativa experiencias de
vida, más allá de la mera relación pro-
fesional o laboral.
Quizá este sea el elemento más difí-
cil, y no solo por los agobios del vivir y
trabajar cotidiano, sino por las naturales
y lógicas reservas que todos tenemos.
Pero abrir espacios y tiempos donde
podamos compartir algo más perso-
nal –o, al menos, algo más del sentido
desde el que vivimos nuestro trabajo
cotidiano– es una excelente manera
de acompañarnos los unos a los otros
y de crear un ambiente de relaciones no
solo profesionales, sino humanas.
Y, en el clima humano que gene-
ra la actitud y el talante del acompa-
ñamiento, el testimonio del Evangelio
resulta más posible y plausible.
3.5. Propuestas para la reflexión
y el debate
•	 A lo largo de tu vida en el centro
educativo al que perteneces, ¿te has
sentido acompañado por otros? ¿En
qué aspectos? ¿Cómo valoras lo que
ese acompañamiento te ha aportado?
•	 ¿Te sientes acompañante de otras
personas? ¿De qué manera? ¿Qué
es lo que te ha aportado ese «ser
acompañante»?
•	 «Cuidado», «sinceridad», «com-
partir»: ¿cuál te parece más nece-
sario?, ¿qué es lo que te parece más
fácilmente posible?, ¿y lo más difí-
cil?, ¿por qué?
•	 ¿En tu centro educativo hay espa-
cios y tiempos para el encuentro
personal? Si los hay, ¿qué te apor-
tan? Si no los hay, ¿te parece posi-
ble ponerlos en marcha?
17
4. UN CENTRO EDUCATIVO SENSIBLE Y ACTIVO ANTE
LAS NECESIDADES DE LOS MÁS POBRES
Desde la 32 Congregación General (1975) y las frecuentes intervencio-
nes de los padres generales Pedro Arrupe y Peter Hans Kolvenbach
–dirigidas al mundo educativo, tanto en la enseñanza primaria o secun-
daria como universitaria–, los colegios de la Compañía de Jesús tienen
ya muy asimilado en sus planteamientos que la dimensión del com-
promiso por la justicia es inherente a su proyecto evangelizador y, en
consecuencia, un indicador de su «calidad evangélica». Entonces, se
trata únicamente de que esa conciencia sea operativa en el día a día.8
Esta insistencia es coherente con los
planteamientos de la primera Compa-
ñía de Jesús, tanto en sus planteamien-
tos apostólicos generales (tal como
los expone la Fórmula del Instituto
de 1550)9
como cuando se comienzan
a fundar colegios. En realidad fue un
apostolado inicialmente no previsto,
pero que pronto adquirió una dimen-
sión muy importante.
El capítulo III del documento «Mo-
dos de proceder de un centro educativo
de la Compañía de Jesús, inspirado en
Características», dedicado al «Com-
promiso social y atención a los desfa-
vorecidos», da pautas e indicaciones
muy concretas de lo que ese compro-
miso demanda. Al hilo de ese docu-
mento, planteo algunas observaciones
y sugerencias de posicionamiento y
acción.
4.1. Ir a las periferias
El papa Francisco suele hablar de «pe-
riferias existenciales». Entiendo que
esa expresión no habla tanto de «luga-
res» geográficos, sino de situaciones
vitales, de personas que, poco a poco,
y en razón de dinámicas generadas por
el sistema económico vigente en nues-
18
tra sociedad, son expulsadas hacia las
periferias, alejadas del centro, «descar-
tadas», en el lenguaje del Papa. Esta-
mos hablando, por tanto, de dinámicas,
de movimientos vitales, no de situacio-
nes estables ni consolidadas.
En el día a día de nuestros centros
educativos, somos testigos de situacio-
nes de este tipo: hay familias que se
ven expulsadas de una situación eco-
nómica y social más o menos cómoda
o estable hacia la precariedad y la po-
breza, aunque quizá no de forma muy
visible, pues se guardan las formas,
algunas formas; quizá se intenta disi-
mular o guardar apariencias. Sea como
fuere, el deterioro es muy real… Son
situaciones por la que se paga un alto
precio humano y quienes suelen pagar-
lo son los más débiles: los menores.
Por todo ello se nos pide una atención
y un cuidado especiales hacia estas si-
tuaciones.
«Periferias existenciales» nos remi-
te también a otro tipo de marginacio-
nes y exclusiones que se dan muchas
veces entre los propios estudiantes por
diversas razones. Con demasiada fre-
cuencia, nos llegan noticias de casos
de acoso, extorsión y abuso a alumnos
y alumnas física o psicológicamente
más débiles, o «diferentes» a causa de
su origen, religión, identidad sexual…
Y, ante ellas, habrá que estar muy vigi-
lantes, principalmente en razón de una
justicia que se basa en la igual digni-
dad de todas las personas.
4.2. La sensibilidad social
En el documento «Modos de proce-
der», se señala otra línea de ese com-
promiso por la justicia: la educación
para la justicia que, muy acertadamen-
te, se califica como la «formación de la
sensibilidad social». Porque no se trata
de dar contenidos o de llenar la cabe-
za de estadísticas, sino de generar una
sensibilidad que te haga ser capaz de
movilizarte ante las situaciones de in-
justicia con las que te va encontrando
en la vida.
Pienso que esta formación en la
sensibilidad social debe ser un eje
«transversal» de toda la acción educa-
tiva de un centro que busca la calidad
evangélica, y no solo una parte de su
currículum. En todas las materias y
propuestas, escolares y extraescolares,
la sensibilidad social debe ser un crite-
rio de discernimiento de lo que se dice
y de lo que se hace. Así se transmite
sensibilidad social a la comunidad
educativa. Y, en este terreno, a veces
llaman la atención los contrastes entre
lo que se afirma y lo que se practica;
contrastes al fin y al cabo que restan
credibilidad a nuestras declaraciones.
4.3. Formar el compromiso por la
justicia
Por otra parte, están las actividades es-
pecíficas de formación social, a partir
de las cuales habría que examinar la
«calidad» de nuestra educación para
la  justicia y las pedagogías de esta.
Sinceramente, no se trata de agobiar
con imágenes o situaciones negativas
o de inhumanidad, sino más bien de
proponer ejemplos positivos –y, en
la medida de lo posible, cercanos– de
personas comprometidas con los más
pobres. Aún más, se trata de no aso-
ciar la justicia a tiempos o situaciones
extraordinarias, sino de vincularla a la
19
vida cotidiana y a los discursos y prác-
ticas de cada día. Es decir, habría que
evitar tanto una formación social basa-
da en solo discursos o ideas como una
formación social basada únicamente
en experiencias sin evaluarlas ni re-
flexionar sobre ellas. Las experiencias
no evaluadas o no reflexionadas pue-
den quedar en impactos emocionales
pasajeros y superficiales, sin fuerza
para la transformación ni el cambio.
En un momento en que se fortifi-
can fronteras –ya sea con muros, ya
sea con leyes–, el compromiso por la
justicia de nuestros centros educativos
debe concretarse en un compromiso
de acogida y de concienciación a fa-
vor de quienes venidos de otros países
pueden necesitar, en cualquier modo,
nuestro apoyo. Esta acogida llega a la
inclusión cuando es necesaria y posi-
ble, pero siempre es conciencia viva,
atención, sensibilidad y compromiso
social.
4.4. Y predicar con el ejemplo
Ese es un tema…, pero en muchos otros
temas o conflictos de nuestra sociedad
que tienen que ver con la justicia para
todos –especialmente para los que su-
fren la injusticia–, será procedente que
nuestros centros educativos reflexio-
nen, se posicionen y hagan pública su
postura si procede. En determinadas
circunstancias, esto puede ser proble-
mático o conflictivo, pero precisamen-
te para estas cuestiones problemáticas
o conflictivas está el discernimiento.
Un ámbito también especialmente
delicado y sensible en el ámbito de la
justicia social en nuestros centros edu-
cativos es el de las relaciones laborales.
Debería conseguirse que esas relacio-
nes se muevan claramente en paráme-
tros de justicia y eviten prácticas que
suenen a favoritismos, oscurantismos
o desigualdades no justificables.
Seguramente estos no son todos
los capítulos que hay que abordar al
hablar del compromiso con la justicia
de un centro educativo comprometido
con el Evangelio, pero creo que los
enunciados en los párrafos anteriores
son todos dignos de mención y aten-
ción. Según cada contexto social y las
peculiaridades de cada centro, podrán
añadirse otros.
4.5. Propuestas para la reflexión
y el debate
•	 ¿Piensas que tu centro educativo
está comprometido con la justicia?
¿Por qué?
•	 ¿Qué opinión te merecen los pro-
gramas de formación para la justi-
cia de tu centro en el caso de que
haya?
•	 Pensando en el contexto social en
el que está ubicado tu centro, ¿hay
algunas cuestiones o problemas
con los que debería comprometerse
especialmente?
•	 ¿Los estudiantes más débiles o des-
favorecidos de tu centro se sienten
especialmente atendidos y cuida-
dos?
20
APÉNDICE 1: «CARACTERÍSTICAS DE LA EDUCACIÓN
DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS». CAPÍTULO 7 - EL «MÁS»
(105)	 Ignacio insistía repetidas veces
en el magis, el más. Su constante
preocupación fue el mayor ser-
vicio de Dios por medio del más
estrecho seguimiento de Cristo
y aquella preocupación pasó a
toda la acción apostólica de los
primeros compañeros. La res-
puesta concreta a Dios debe ser
«de mayor estima y momento».
(106)	 La educación de la Compañía:
•	 Persigue la excelencia en su
acción formativa.
•	 Da testimonio de excelencia.
Excelencia en la formación
(107)	 En la educación de la Compa-
ñía, el criterio de excelencia se
aplica a todas las tareas de la
vida de la escuela: la intención
es el desarrollo más comple-
to posible de todas las dimen-
siones de la persona, unido al
desarrollo de un sentido de los
valores y de un compromiso al
servicio de los demás, que otor-
ga prioridad a las necesidades
de los pobres y está dispuesto a
sacrificar el propio interés por la
promoción de la justicia.
La búsqueda de la excelencia
académica es propia de una es-
cuela jesuítica, pero solamente
en el contexto más amplio de
excelencia humana.
(108)	 La excelencia, del mismo modo
que los demás criterios ignacia-
nos, viene determinada por «las
circunstancias de lugares y per-
sonas». «El tipo de centro, su
ubicación, su tamaño escolar, la
fijación de objetivos de calidad
de educación o de extensión de
enseñanza, etc. son cosas que
diversifican el instrumento para
adaptarlo a las circunstancias
en que se lo emplea». Buscar
el magis, es, por consiguiente,
proporcionar el tipo y nivel de
educación a cada grupo de estu-
diantes, según su edad, que me-
jor responde a las necesidades
de la región en que la escuela
está localizada.
(109)	 «Más» no implica una compara-
ción con otros ni una medida de
progreso, en relación con un ni-
vel absoluto. Más bien es el de-
sarrollo más completo posible
de las capacidades individua-
les de cada persona en cada eta-
21
pa de su vida, unido a la pron-
titud para continuar este desa-
rrollo, a lo largo de la vida, y
la motivación para emplear al
servicio de los demás las cuali-
dades desarrolladas.
(110)	 Una intención tradicional de la
educación de la Compañía ha
sido formar «líderes»: hombres
y mujeres que asumen posicio-
nes responsables en la sociedad,
por medio de las cuales ejercen
un influjo positivo en otros.
Este objetivo ha conducido, a
veces, a excesos que deben ser
corregidos. Cualquiera que pue-
da haber sido el significado de
esta idea en el pasado, la meta
de la educación de la Compañía
en la comprensión actual de la
visión ignaciana del mundo no
consiste en preparar una elite
socioeconómica, sino más bien
en educar líderes en el servi-
cio. Los centros educativos de
la Compañía, por consiguiente,
ayudarán a sus estudiantes a
desarrollar las cualidades men-
tales y efectivas que les capaci-
ten –en cualquier posición que
asuman en la vida– para trabajar
con otros por el bien de todos al
servicio del Reino de Dios.
(111)	 El servicio está fundamentado
en un compromiso de fe en Dios;
para los cristianos esto se expre-
sa en términos de seguimiento
de Cristo. La decisión de seguir
a Cristo, tomada por amor, con-
duce a un deseo de hacer cada
vez «más», capacitándonos para
convertirnos en agentes multi-
plicadores. A su vez, este deseo
se convierte en la preparación
personal necesaria por la que un
estudiante se dedica al estudio, a
la formación personal, y en últi-
mo término a la acción.
(112)	 La «Ratio Studiorum» reco-
mienda la emulación –normal-
mente entre grupos más bien
que entre individuos– como un
estímulo efectivo para el creci-
miento académico. La educa-
ción jesuítica se enfrenta hoy a
una realidad diferente: un mun-
do de excesiva competitividad,
que se refleja en el individualis-
mo, el consumismo y el afán de
éxito a toda costa. Aunque la es-
cuela jesuítica valora el estímu-
lo de los ejercicios de competi-
ción, pide a sus estudiantes que
se distingan por su capacidad de
trabajar unidos, que sean sensi-
bles unos a otros y se compro-
metan al servicio de los demás,
expresado en la ayuda mutua.
«Ese deseo de testimonio cris-
tiano [...] no se desarrolla con la
emulación académica y la supe-
rioridad de cualidades persona-
les, respecto a los demás, sino
con el aprendizaje de la disponi-
bilidad y la servicialidad».
Testimonio de excelencia
(113)	 Las líneas de acción de la escue-
la serán tales que creen un am-
biente o «clima» que promueva
la excelencia. Esas líneas de
acción incluyen una evaluación
22
continua de las metas, progra-
mas, servicios y métodos de en-
señanza, en un esfuerzo por dar
a la educación de la Compañía
una mayor eficacia en el logro
de sus finalidades.
(114)	 Los miembros adultos de la
comunidad educativa dan tes-
timonio de excelencia, uniendo
el crecimiento en competencia
profesional a su progreso en de-
dicación.
(115)	 Losprofesoresydirectoresdeuna
escuela jesuítica cooperan con
las demás escuelas y organismos
educativos en el descubrimiento
de políticas institucionales más
eficaces, de procedimientos edu-
cativos y de métodos pedagó-
gicos.
23
APÉNDICE 2: TEXTOS SIGNIFICATIVOS
P. Juan Alfonso de Polanco,
«Letra del modo de los colegios
de Italia y utilidades» (1551)
De entrada, San Ignacio y sus prime-
ros compañeros no contemplaban los
colegios en el contexto de su misión.
Poco a poco, fueron captando su im-
portancia y los colegios se convirtie-
ron en instrumentos esenciales para
la misión apostólica de la Compañía.
San Ignacio no cesó de promoverlos
desde 1548 (año en que se funda en
Mesina el primer colegio de jesuitas
para alumnos externos) hasta su muer-
te, en 1556. Durante esos ocho años,
Ignacio puso en marcha en Europa
treinta y tres colegios para estudiantes
laicos y había dado ya la aprobación de
apertura a otros seis.10
En ese proceso, recogido en la co-
lección de Monumenta Paedagogica I,
se encuentran numerosos documentos
que recopilan la concepción más pri-
migenia de los colegios de la Compa-
ñía y su sentido. Transcribo parte del
documento «Letra del modo de los
colegios de Italia y utilidades», fecha-
do el 1 de diciembre de 1551 y redac-
tado por el secretario de San Ignacio,
el P. Polanco. Resulta iluminador
para nuestra reflexión sobre la calidad
evangélica de los colegios de la Com-
pañía:
«[…] Para los que vienen de fuera
a oír y ayudarse hay las (utilidades)
que se siguen:
»La 5.ª que se les da recado en las
letras muy suficientemente, usando
mucho cuidado en que todos apren-
dan con lecciones y disputaciones
y composiciones; y así se vea que
hacen gran fruto en las letras.
»6. Que los pobres, que no tienen
con qué pagar los maestros ordina-
rios, ni menos los pedagogos do-
mésticos, aquí hallan gratis lo que
con costa mucha apenas podrían
aver para salir con las letras.
»7. Que en las cosas espirituales
se ayuden, aprendiendo la doctri-
na cristiana, y entendiendo en los
sermones y exhortaciones sólitas lo
que conviene para su eterna salud.
»8. En la puridad de la conciencia
se aprovechan, y consiguientemente
en toda virtud, con las confesiones
de cada mes, y con el cuidado que
se tiene de que sean honestos en el
hablar, y virtuosos en su vida toda.
»La 9.ª Que de los estudios sacarán
muy mayor mérito y fruto, usando
de enderezarlos todos al servicio
24
divino desde que los comienzan a
aprender como les es enseñado
»Para los de la tierra o provincia don-
de se hacen estos colegios también
hay las comodidades siguientes:
»La 10.ª En lo temporal, alivián-
dose de costa los padres en tener
maestros para la institución de sus
hijos en letras y virtudes.
»11. Que descargan sus conciencias
en el doctrinar de sus hijos; y los
que difícilmente hallaran de quién
fiarlos, aún a su costa, y en estos co-
legios lo hallan con toda seguridad.
»12. Que tienen, sin las letras, en
los colegios quien predique al pue-
blo y en monasterios, y los ayude
en los sacramentos (como se vea)
con mucho fruto.
»13. Que ellos mismos y sus fami-
lias se tiran a las cosas espirituales
con el ejemplo de sus hijos, y se afi-
cionan al confesarse más a menudo
y vivir como cristianos.
»14. Tienen en los nuestros los de la
tierra quien los anime y ayude para
las obras pías, como hospitales, y
casas de convertidas, y semejantes,
de las cuales también da cuidado la
caridad a los nuestros.
»15. Que de los que solamente son
al presente estudiantes saldrán con
tiempo diversos: quién para predicar
y tener cura de las ánimas, quién para
el gobierno de la tierra y administra-
ción de la justicia, quien para otros
cargos; y finalmente, porque de los
niños se hacen los grandes, la buena
institución en vida y doctrina de es-
tos aprovechará a otros muchos, ex-
tendiéndose cada día más el fruto».
Propuestas para la reflexión
y el debate
•	 Intenta traducir a nuestro tiempo y
lenguaje las intuiciones de este tex-
to. Después, al pensar en la función
de los centros educativos de la Com-
pañía de Jesús, ¿cuáles te parece que
siguen vigentes en la actualidad?
•	 En este texto, ¿qué «horizonte» se
plantea para un centro educativo je-
suita? ¿Se sitúa tu centro en esa cla-
ve? ¿Qué pasos pueden darse para
avanzar en esa dirección?
P. Pedro Arrupe,
«Importancia y fuerza apostólica
de los colegios» (1965)
Cuando se menciona al P. Pedro Arru-
pe en relación con la tarea educativa
de la Compañía de Jesús, se piensa de
inmediato en su profético discurso en
el Congreso de Antiguos Alumnos ce-
lebrado en Valencia en 1973, publica-
do en esta misma colección de EIDES
(núm. 76) y titulado Hombres y muje-
res para los demás. Ciertamente es un
documento indispensable al hablar del
magis en los centros educativos de la
Compañía o de inspiración ignaciana.
Pero el P. Arrupe tiene otros muchos
documentos interesantes al respecto,
aunque hayan tenido una resonancia
menor. A continuación, publicamos
unos párrafos de una carta dirigida a
los jesuitas de Francia sobre la «Impor-
25
tancia y fuerza apostólica de los cole-
gios», fechada en agosto de 1965, muy
pocos meses después de su elección
como general de la Compañía de Jesús.
«[…] Ante todo un colegio que
quiera ser fiel al pensamiento de San
Ignacio debe desempeñar un papel
decisivo allí donde se encuentra
implantado. Y debe desempeñar-
lo con audacia y con una inmensa
confianza, afrontando francamente
los problemas de su tiempo y debe
estar preparado a toda clase de re-
novaciones, aún las más profundas,
a fin de no perder un ápice de su
mordiente apostólico. Dos son las
condiciones que yo veo para esto.
»La primera es que el colegio sea
“abierto”. Abierto ante todo a la
evolución de la Iglesia y a su bús-
queda, de modo que los Padres
estén continuamente atentos a in-
corporar a su enseñanza y a sus
métodos de educación todo aquello
que permita a sus alumnos recibir,
con toda su fuerza la vitalidad de
una Iglesia en renovación. Abierto,
también, sin miedo ninguno, a las
transformaciones psicológicas, cul-
turales y sociales que se están pro-
duciendo hoy a un ritmo acelerado,
siguiendo en esto el ejemplo mismo
de S. Ignacio que estudió los méto-
dos de las grandes Universidades y
de los centros de educación de su
tiempo y los incorporó con agili-
dad a los primeros colegios de la
Compañía. Esto no puede menos
de plantear cantidad de cuestiones,
porque es evidente que hay que sa-
ber discernir los elementos cons-
tructivos de aquellos que no lo son.
Pero nuestro papel de educadores
nos prohíbe quedarnos satisfechos
con métodos que eran excelentes en
otros tiempos; por el contrario, nos
está exigiendo adaptarnos a la si-
tuación actual de las estructuras es-
colares y educativas y situarnos en
estado de continua búsqueda para,
con prudencia pero con realismo,
mostrarnos fieles a la mentalidad de
nuestra generación, aun cuando ello
haga trastocar en nosotros convic-
ciones demasiado arraigadas.
»La segunda condición para la efi-
cacia de un colegio es su valor edu-
cativo. Quiero decir que el nivel de
formación total, y en particular el
de los estudios, tiene que ser tal en
el colegio que los alumnos encuen-
tren un continuo estímulo hacia un
ideal todavía mayor y hacia una
mayor exigencia en su trabajo, ha-
ciéndose de este modo capaces de
engrosar las filas de los más com-
petentes e influyentes de su genera-
ción. Hay que decir una y otra vez
que no debemos tolerar en nuestros
colegios ni estudios mediocres ni
una educación con medios defi-
cientes, porque de esa manera su
mismo valor apostólico se vería
disminuido o quizá anulado».
Propuestas para la reflexión
y el debate
•	 Fíjate en las «dos condiciones» que
señala el P. Arrupe para un colegio
«que quiera ser fiel al pensamiento
de San Ignacio». ¿Qué piensas de
ellas? ¿Cómo las formularías desde
vuestra experiencia concreta?
26
•	 ¿Qué propuestas o preguntas para el
discernimiento de tu propio centro
sugieren estas líneas del P. Arrupe?
¿Cómo crees que es posible llevar a
cabo ese discernimiento?
P. Peter Hans Kolvenbach,
«La Universidad de la Compañía
de Jesús a la luz del carisma
ignaciano» (2001)
Los párrafos que se reproducen a con-
tinuación pertenecen a una iluminado-
ra y extensa conferencia que en 2001
el P. Peter Hans Kolvenbach dirigió
a quienes participaron de la Reunión
Internacional de la Educación Supe-
rior de la Compañía. En el encuentro
celebrado en Monte Cucco (Roma), se
congregaron jesuitas, laicos y laicas
responsables de la educación superior
de la Compañía en todo el mundo.
Los párrafos que hemos seleccio-
nado iluminan muy lúcidamente el
«horizonte» que el magis ignaciano
plantea a los centros de educación de
la Compañía.
«Los objetivos de la educación su-
perior.
»[…] Habrá que esperar hasta fines
del siglo xvi, para que, después de
una prolija encuesta, el jesuita es-
pañol Diego de Ledesma nos pre-
sente las cuatro razones por las que
la Compañía se dedica a la educa-
ción superior.11
Llama la atención
encontrar hoy en las declaraciones
de misión o en las cartas institucio-
nales de muchas universidades de
la Compañía, las mismas caracte-
rísticas enumeradas por Ledesma
hace 400 años, actualizadas de
acuerdo con la situación y el modo
de pensar de nuestros tiempos, y
traducidas a lenguaje moderno. To-
memos las razones de Ledesma y
comparémoslas con la declaración
de un College de los EE. UU., pu-
blicada en noviembre de 1998.
»El primer motivo de Ledesma es
“facilitar a los estudiantes los me-
dios que necesitan para desenvol-
verse en la vida”. Cuatro siglos
más tarde, se expresa de la siguien-
te manera: “la educación jesuita es
eminentemente práctica, y pretende
proporcionar a los estudiantes el
conocimiento y las destrezas nece-
sarias para sobresalir en cualquier
terreno que escojan”. Con otras pa-
labras, la excelencia académica.
»La segunda razón que propone
Ledesma es “el contribuir al recto
gobierno de los asuntos públicos”.
Esta breve frase se convierte en
1998 en lo siguiente: “La educa-
ción jesuita no es meramente prác-
tica, sino que dice relación con la
cuestión de los valores, educando
hombres y mujeres para que lle-
guen a ser buenos ciudadanos y
buenos dirigentes, preocupados por
el bien común y capaces de poner
su educación al servicio de la fe y
la promoción de la justicia”.
»Con un lenguaje barroco, Ledes-
ma formula la tercera dimensión de
la educación superior de la Compa-
ñía: “dar ornato, esplendor y perfec-
ción a la naturaleza racional del ser
humano”. De manera más sobria,
pero en la misma línea, el College
27
americano declara: “la educación
jesuita enaltece las enormes poten-
cialidades y los logros del intelecto
humano, y afirma su confianza en la
razón, no como opuesta a la fe sino
como su complemento necesario”.
»Por último, Ledesma subraya
cómo toda la educación superior
se encamina hacia Dios como “ba-
luarte de la religión que conduce al
hombre con más facilidad y seguri-
dad al cumplimiento de su último
fin”. Con un lenguaje un poco más
inclusivo y una actitud más dialo-
gal, la versión moderna de esta de-
claración sostiene: “la educación
jesuita enfoca claramente todo su
quehacer en la perspectiva cristiana
de la persona humana como criatu-
ra de Dios, cuyo último destino está
más allá de lo humano”.
»[…] una universidad de la Com-
pañía persigue otros objetivos, más
allá de los objetivos obvios de la
misma institución. En una universi-
dad católica, o de inspiración cris-
tiana, bajo la responsabilidad de la
Compañía de Jesús, no existe –no
puede existir– incompatibilidad en-
tre las finalidades propias de la uni-
versidad, y la inspiración cristiana
e ignaciana que debe caracterizar
a toda institución apostólica de la
Compañía. Creer lo contrario, o ac-
tuar en la práctica como si hubiera
que optar entre o ser universidad o
ser de la Compañía, sería caer en un
reduccionismo lamentable.
»Caeríamos en el anacronismo his-
tórico si entendiéramos hoy el “estu-
dio” y la “ayuda de las almas” literal-
mente como los entendieron Ignacio
y los primeros compañeros. Sin em-
bargo, en continuidad con el carisma
ignaciano es necesario preguntarse
cómo hacer hoy realidad y mante-
ner el equilibrio entre la dimensión
académica y la dimensión apostóli-
ca de toda institución de educación
superior de la Compañía. En una
trasposición moderna de la proble-
mática de tiempos pasados, hoy nos
cuestionamos cómo respetar el sus-
tantivo “universidad” y el adjetivo
“católico”, “cristiano” o “ignaciano”
de nuestras instituciones; cómo reco-
nocer la autonomía de las realidades
terrestres y, a la vez, la referencia
de todas las cosas al Creador; cómo
compaginar “el servicio de la fe” con
“la promoción de la justicia”; cómo
volar en la búsqueda de la verdad con
las dos alas de la fe y la razón».
Propuestas para la reflexión
y el debate
•	 Considera las cuatro «razones» de
Ledesma y la traducción que de ellas
recoge el P. Kolvenbach. ¿Te pare-
cen aplicables a tu centro educati-
vo? ¿Todas o solo algunas? ¿Cómo
las denominarías y explicarías en tu
centro?
•	 El último párrafo del texto alude a
una «tensión» muy presente hoy en
los centros educativos de la Com-
pañía e invita a un discernimien-
to: ¿cómo «mantener el equilibrio
entre la dimensión académica y la
dimensión apostólica»? ¿Se está
haciendo ese discernimiento en tu
centro educativo?, ¿con qué dificul-
tades? Y, ¿con qué resultados?
28
NOTAS
1.	 En el apéndice 1, hemos añadido el texto com-
pleto del capítulo 7 (núms. 105-115) al que
hacemos referencia.
2.	 Mollá Llácer, Darío (2015). Pedro Arrupe,
carisma de Ignacio, Bilbao-Santander: Men-
sajero-Sal Terrae, págs. 223-224.
3.	 Véase mi conferencia «La misión apostólica»
del director de un colegio de la Compañía de
Jesús» (2010), en la XVII Asamblea de Di-
rectores Centros SJ, Madrid, 1 de octubre de
2009, publicada en Espiritualidad para edu-
cadores, Bilbao: Mensajero, págs. 125-141.
4.	 Confieso que no entiendo demasiado el con-
cepto de «delegados de identidad y misión»
que se están nombrando en algunas institucio-
nes…, seguramente por mi desconocimiento
sobre sus funciones y estatutos.
5.	 «La propuesta religiosa que ofrecen los Cen-
tros de la Compañía de Jesús es la que pone en
Cristo el modelo de vida humana, y el Evan-
gelio, leído desde la espiritualidad ignaciana,
como un proyecto integral para pueblos, per-
sonas y para esta sociedad global». Fuente:
Plan estratégico 2018-2022, «Samaritanos,
maestros y testigos. La vocación de educar»,
publicado por EDUCSI.
6.	 Véase «La «misión apostólica» del director de
un colegio de la Compañía de Jesús» (2010),
en la XVII Asamblea de Directores Centros
SJ, Madrid, 1 de octubre de 2009, publicada
en Espiritualidad para educadores... Op. cit,
Bilbao: Mensajero, págs. 143-156.
7.	 Véase Mollá Llácer, Darío (2018). De
acompañante a acompañante. Una espiri-
tualidad para el encuentro. Madrid: Narcea
Ediciones.
8.	 «Los propios centros deberían convertirse en
lugares significativos, de incidencia en los
contextos donde están. Espacios de sociedad
civil, donde se potencia la cultura, se genera
y se difunde pensamiento crítico, y donde se
crean oportunidades de encuentro entre dife-
rentes miembros de la sociedad», citación del
documento «Samaritanos, maestros y testi-
gos. La vocación de educar», publicado por
EDUCSI.
9.	 «… reconciliar a los desavenidos, socorrer
misericordiosamente y servir a los que se en-
cuentran en las cárceles o en los hospitales, y
ejercitar todas las demás obras de caridad…».
10.	 Una reflexión sobre este proceso puede en-
contrarse en Mollá Llácer, Darío (1993).
«Evangelización y colegios en Ignacio de Lo-
yola», Manresa núm. 256, julio-septiembre,
págs. 269-282.
11.	 Monumenta Paedagogica II, págs. 528-529.
www.cristianismeijusticia.net/eides
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79. J. M. RAMBLA- SEMINARIO DE EJERCICIOS (EIDES).
Ejercicios Espirituales de san Ignacio de Loyola. Una
relectura del texto (5) - 80. C. MARCET - Releyendo
nuestras vidas - 81. J. M. RAMBLA - SEMINARIO DE
EJERCICIOS (EIDES). Ejercicios Espirituales de san
Ignacio de Loyola. Una relectura del texto (6) - 82. D. MOLLÁ.
Pedro Arrupe, carisma de Ignacio: Preguntas y propuestas
- 83. F. RIERA. Inmersión en la Manresa ignaciana - 84.
D. GUINDULAIN. Atraídos por Dios. Cuarenta y nueve
prácticas espirituales - 85. F. JALICS. La fase contemplativa
de los Ejercicios ignacianos - 86. J. RIBALTA. Cartas para
acompañar - 87. C. MARCET. Ignacio de Loyola acompañado,
acompañante, en compañía - 88. D. MOLLÁ. Del «magis»
personal al «magis» institucional
«Ayudar» es el verbo con que Ignacio de Loyola expresó
modestamente su gran deseo de hacer el bien a los otros.
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Del magis personal al magis institucional

  • 1. Darío Mollá 88 DEL «MAGIS» PERSONAL AL «MAGIS» INSTITUCIONAL
  • 2.
  • 3. DEL «MAGIS» PERSONAL AL «MAGIS» INSTITUCIONAL CENTROS EDUCATIVOS CON CALIDAD EVANGÉLICA Darío Mollá Introducción: «magis» y calidad evangélica .................................3 1. Un centro educativo con un claro horizonte evangelizador .....7 2. Un centro educativo donde el discernimiento es el modo preferente en la toma de decisiones .................................................10 3. Un centro educativo cuyas relaciones humanas se viven en clave de acompañamiento ...............................................................14 4. Un centro educativo sensible y activo ante las necesidades de los más pobres ..................................................................................17 Apéndice 1: «Características de la educación de la Compañía de Jesús». Capítulo 7 - El «más» ........................................................20 Apéndice 2: Textos significativos ............................................................23 Notas ...........................................................................................................28
  • 4. Darío Mollá, sj. especialista en espiritualidad ignaciana. Miembro del equipo de Cris- tianisme i Justícia, ha publicado en esta colección: Cristianos a la intemperie. Encon- trar a Dios en la vida (núm. 47); Acompañar la tentación (núm. 50); Horizontes de vida (núm. 54); La espiritualidad ignaciana como ayuda ante la dificultad (núm. 67); El «más» ignaciano: tópicos, sospechas, deformaciones y verdad (núm. 78) y Pedro Arrupe, carisma de Ignacio: preguntas y propuestas (núm. 82). Edita: Cristianisme i Justícia - Roger de Llúria, 13 - 08010 Barcelona Tel. 93 317 23 38 - E-mail: info@fespinal.com - www.cristianismeijusticia.net Imprime: Ediciones Rondas S.L. - Depósito Legal: B 4471-2019 ISBN: 978-84-9730-437-5 - ISSN: 2014-654X - ISSN (virtual): 2014-6558 Edición: Santi Torres Rocaginé - Corrección: Cristina Illamola Maquetación: Pilar Rubio Tugas - Enero 2019 Protección de datos: Los datos de los destinatarios de la presente comunicación provienen de los ficheros históricos de la Base de Datos General de Administración de la Fundació Lluís Espinal (Cristianisme i Justícia), y se incorporaron con el previo consentimiento de los interesados otorgado, o bien directamente o bien a partir de las relaciones jurídicas mantenidas con la fundación, tal y como se dispone en el artículo 6.2 de la LOPD y el artículo 21 de la LSSI. La finalidad de su conservación es mantener informados a nuestros suscriptores e interesados sobre sus servicios y las actividades que organiza y en las cuales participa. Su información no será cedida a nadie, pero sí que puede ser utilizada en plataformas externas a los sistemas de la fundación para facilitar el envío de los correos electrónicos. Puede completar esta información consultando el aviso legal publicado en la web https://www.cristianismeijusticia. net/avis-legal. Por lo que hace referencia a su información, en cualquier momento puede consultar, acceder, rectificar, cancelar, limitar su tratamiento, solicitar la portabilidad de los datos, prohibir las decisiones individuales automatizadas y oponerse, total o parcialmente, a que la Fundació Lluís Espinal conserve los datos, escribiendo al correo electrónico info@fespinal.com, o si lo prefiere, dirigiendo un escrito a la calle Roger de Llúria, n. 13, piso 1º, de Barcelona (08010).
  • 5. 3 INTRODUCCIÓN: «MAGIS» Y CALIDAD EVANGÉLICA El texto que presentamos nació como una reflexión dirigida a respon- sables de centros educativos vinculados a la Compañía de Jesús. Ello explica que la mayoría de citas tengan ese carácter «jesuítico». No obstante, nos ha parecido que sus reflexiones son aplicables a todas aquellas instituciones que, independientemente de su titularidad, quie- ran situarse en el horizonte ignaciano del «magis». En el año 1986, el Gobierno general de la Compañía de Jesús, por medio de su Secretariado de Educación, publicó un importante y excelente documento cuya finalidad era iluminar la acción de los centros educativos de la orden, a la luz de las características fundamen- tales de la espiritualidad ignaciana: me refiero al documento «Características de la educación de la Compañía de Je- sús». En él, como no podía ser de otro modo, se dedica un capítulo1 a la re- flexión sobre el «más», el magis, ca- racterístico de la espiritualidad igna- ciana y su aplicación a las instituciones educativas de la Compañía. En sus valiosas reflexiones, el citado docu- mento explica el «más» en términos de «excelencia» humana, lo aplica bási- camente a «todas las tareas de la vida de la escuela» y, de forma prioritaria –aunque no de modo exclusivo–, inci- de en la acción con los alumnos y sus exigencias para el proyecto educativo de la escuela. En las páginas que siguen, nuestro enfoque complementa al anterior para cualquier institución educativa que quiera situarse en la clave del magis ignaciano. Pretendemos abordar las aplicaciones de ese «más» a la propia
  • 6. 4 estructura de la escuela, a su finalidad última, a su funcionamiento, al tipo de relaciones que se gestan en el seno de la comunidad educativa y de esta con su entorno, a cómo se gestiona… Todos estos aspectos forman parte también de la fidelidad de una insti- tución educativa ignaciana al «más», propio de su espiritualidad. En definiti- va, se trata de preguntarse, en clave de magis, no tanto por el «qué hacemos» como institución educativa, sino, sobre todo, por «el qué y cómo somos». Sin ninguna duda, lo que respondamos a esta última pregunta suma o resta valor a lo que hacemos. La calidad como irrenunciable La búsqueda de la calidad o de la exce- lencia es un hecho irrenunciable en las instituciones educativas de la Compa- ñía de Jesús, sea cual sea el nivel y el contexto social en el que se mueven. Es el magis al que son llamadas no solo las personas, sino también las ins- tituciones desde las raíces más hondas de su espiritualidad. Esta llamada al magis, a la bús- queda de la calidad, está presente en todas las descripciones del «modo de proceder» de la Compañía de Jesús, expresión utilizada ya por los prime- ros jesuitas y que intenta expresar los modos prácticos y concretos en que se encarna el carisma ignaciano en la vida de instituciones y personas. En nuestros tiempos, el P.  Pedro Arrupe fue quien la «recuperó» en una famosa conferencia titulada «El modo nues- tro de proceder» (1979). En ella, el P. Arrupe, al señalar los rasgos propios del magis, afirma: «Rigor y calidad tienen que ser, de hecho, características de ese ser- vicio y modo de proceder. No se trata de prestigio humano ni de es- píritu de clase. Es la conciencia de cuán importante es el mensaje que traemos entre manos y el respeto y amor al hombre destinatario de ese mensaje lo que hace nacer en no- sotros esa exigencia de calidad en nuestro servicio…» [50].2 Más recientemente, la 34 Congre- gación General (1995) sintió la necesi- dad de «actualizar» las características del modo de proceder de la Compañía, partiendo de la intuición del P. Arrupe. Lo hizo en su decreto núm. 26 y últi- mo, titulado «Características de nues- tro modo de proceder», donde, como su nombre indica, aparecen el magis ignaciano y sus aplicaciones concretas. La Congregación señala que estar «siempre en busca del magis» es algo propio de la dinámica de personas e instituciones cuya vida quieren que se rija por la espiritualidad ignaciana. Y añade: «El magis no es simplemente una más en la lista de características del jesuita. Las impregna todas. La vida entera de Ignacio fue la búsqueda de un peregrino hacia el magis, la siempre mayor gloria de Dios, el siempre más cabal servi- cio de nuestro prójimo, el bien más universal, los medios apostólicos más efectivos. La mediocridad no tenía puesto en la cosmovisión de Ignacio» (núm. 26). Notamos que en ambos textos la búsqueda del magis y de la calidad no
  • 7. 5 se refiere solo a la vida personal del jesuita o de quien quiere vivir la espi- ritualidad ignaciana, sino que implica también el «servicio» que se quiere prestar y los «medios apostólicos» que para ello se ponen en juego. En el texto del P. Arrupe hay una advertencia que me parece significati- va e importante: «no se trata de pres- tigio humano ni de espíritu de clase». Vivimos en un contexto en el que la «calidad» se nos exige desde muchos ámbitos, y es necesaria en un entorno de fuerte competitividad. Las obras educativas de la Compañía han vivido procesos de «certificación de calidad» –en ocasiones bastante exigentes– y están permanentemente sometidas a comparaciones y exigencias respecto al nivel de calidad de los servicios que ofrecen. Responder de forma adecuada a esas demandas exige una buena do- sis de trabajo, esfuerzo, creatividad… Pero no se agota en ellas la llamada a la calidad que deriva del carisma y de la espiritualidad ignacianos. Una calidad evangélica En razón de la vocación más radical de nuestros centros educativos y de su ob- jetivo último que es la evangelización, no podemos quedarnos simplemente en la calidad que se nos exige desde fuera ni podemos renunciar a una «ca- lidad evangélica» o a unos indicado- res evangélicos de calidad en nuestros centros educativos. Supuestos los indi- cadores válidos para todos, aspiramos y deseamos algo «más» porque nuestro servicio a los estudiantes que tenemos y a la sociedad quiere ser el servicio del evangelio. La mayoría de las veces esa «cali- dad evangélica» no consiste en hacer cosas distintas a las que llevamos a cabo, ni tampoco en hacer más, sino en cómo hacemos esas cosas; es decir, en los procesos por medio de los cuales tomamos nuestras decisiones, en el cli- ma que creamos en el centro educati- vo, en cómo entendemos las relaciones humanas en la comunidad escolar… Y, también –¿por qué no?–, en algunas ofertas formativas específicas. Evidentemente, los indicadores que voy a proponer en las páginas que si- guen no son los únicos posibles, ni son indiscutibles ni pueden medirse como los indicadores de calidad técnica o profesional. Lo que presento a conti- nuación es una propuesta personal y, en consecuencia, subjetiva y discuti- ble. Pero creo que puede ser útil para iniciar una reflexión sobre un tema tan decisivo como el magis ignaciano de nuestras instituciones educativas. Mi propósito es presentar una propues- ta de indicadores que pueda servir de punto de partida y cuya pretensión no es cerrar el tema, sino abrir la reflexión y el debate. Una responsabilidad compartida Antes de entrar en la enumeración de dichos indicadores, quiero recordar algo que ya he afirmado en alguna otra ocasión:3 el cuidado de la «calidad evangélica» de un centro educativo es una tarea importante, si no la principal, de quienes asumen el liderazgo apos- tólico en una institución educativa de la Compañía de Jesús. Dicha tarea no se puede «delegar» en otras personas, como otros aspectos de los proyectos y
  • 8. 6 programas de calidad pedagógica u or- ganizativa a los que antes me refería.4 La responsabilidad sobre la «cali- dad evangélica» de un centro educativo tampoco puede –en mi opinión– dele- garse, ni es responsabilidad única del delegado o coordinador de Pastoral –aspecto importante de la evangeliza- ción y de la vida del centro. La «calidad evangélica» a la que nos referimos es un concepto mucho más amplio, que abarca toda la vida del centro e inclu- ye aspectos muy determinantes de esa vida, que no competen al encargado o coordinador de Pastoral, y sobre los que el citado pastoralista no tiene autoridad ni competencias. En realidad, quienes asumen de forma personal o colegia- da el liderazgo apostólico son quienes tienen que animar y cuidar ese objetivo innegociable que es la «calidad evangé- lica». Para empezar, señalo cuatro indica- dores de esa calidad: a) Un centro educativo con un claro horizonte evangelizador. b) Un centro educativo en el que el discernimiento es el modo prefe- rente de la toma de decisiones. c) Un centro educativo en el que las relaciones humanas se viven en clave de acompañamiento. d) Un centro educativo sensible y comprometido con los más pobres. Propuestas para la reflexión y el debate • Releer el capítulo 7 del documento «Características de la educación de la Compañía de Jesús». Destacar y comentar aquellas aportaciones que os parezcan más sugerentes y actuales (Apéndice 1, págs. 20-22). • «Preguntarnos no tanto por el qué hacemos, sino sobre todo por el qué y cómo somos»: ¿qué impor- tancia le damos en la vida concreta de nuestro centro a esta reflexión?, ¿qué espacios encuentra?, ¿reser- vamos tiempo y espacio para esta pregunta en nuestras evaluaciones? Si no lo hacemos, ¿cómo y cuándo podríamos abordarla? • «El magis al que son llamadas no solo las personas, sino también las instituciones»: ¿piensas que esta afirmación es válida?, ¿por qué?, ¿qué contenido le das desde la es- piritualidad ignaciana? • El liderazgo de nuestras institucio- nes y de vuestra institución concre- ta, ¿es un liderazgo más de gestión o de misión? ¿En qué medida están presentes ambos aspectos o cómo se combinan? ¿Vives el liderazgo de tu centro como un auténtico li- derazgo «apostólico»? ¿En qué se nota que lo es o qué le falta para serlo?
  • 9. 7 1. UN CENTRO EDUCATIVO CON UN CLARO HORIZONTE EVANGELIZADOR El horizonte evangelizador es el que orienta todas las dimensiones y toda la actividad de un centro educativo de la Compañía de Jesús: hacer presente en nuestra sociedad el Evangelio de Jesús. Hacerlo presente y plausible como propuesta de vida para las personas y como proyecto para la sociedad, y hacerlo presente con convencimiento, gozo y credibilidad.5 Así formula el documento «Caracte- rísticas de la educación de la Compa- ñía de Jesús» (núm. 167) el horizonte evangelizador como finalidad de la educación en la Compañía: «La finalidad de la educación de la Compañía nunca ha sido exclusi- vamente la adquisición de un con- junto de informaciones y técnicas, o la preparación para una carrera, aunque todas estas cosas sean en sí mismas importantes y útiles para futuros líderes cristianos. El fin último de la educación Primaria y Secundaria de la Compañía es, más bien, el crecimiento global de la persona, que conduce a la acción, una acción empapada del espíritu y la presencia de Jesucristo, el Hom- bre para los demás». Este horizonte, como todo buen «horizonte», debe orientar y llenar de sentido las propuestas del centro edu- cativo y ser un criterio básico de dis- cernimiento en la toma de decisiones. El horizonte evangelizador no debe ser una afirmación presente en los docu- mentos de identidad y olvidada en la práctica cotidiana, porque, sin su con- creción cotidiana, las afirmaciones teó- ricas pierden todo su valor. Sin comentar en detalle todas las consecuencias prácticas de tener a la vista este horizonte evangelizador
  • 10. 8 como horizonte fundamental de senti- do, quiero señalar cuatro aspectos im- portantes que tienen que ver con pro- curar y cuidar la «calidad evangélica»: 1.º Ser conscientes del horizonte evan- gelizador de nuestro proyecto edu- cativo, afirmarlo con claridad y ac- tuar con ilusión ante él. Todo esto me parece importante en momentos difíciles en los que ese proyecto y nuestra propia existen- cia como centros pueden ser pues- tos en tela de juicio. Tenemos una oferta propia y valiosa que ofrecer a la sociedad, y estamos convenci- dos, con humildad y respeto, de que su pérdida sería una pérdida para la sociedad, no solo cuantitativa, sino también cualitativamente. Nuestra existencia tiene valor no solo por cuestión de plazas escolares (más o menos), sino por la necesaria plu- ralidad de ofertas de sentido en el ámbito de la educación. Y estamos bien convencidos del valor de la nuestra, y, en consecuencia, de lo que proponen y aportan nuestros centros educativos. 2.º Hacer de los valores y las actitudes que derivan del Evangelio las acti- tudes y valores propios del centro, y exigir a toda la comunidad educa- tiva poner en práctica el respeto, al menos, no solo verbal, sino prácti- co de esos valores. En un centro educativo con hori- zonte evangelizador no solo hay palabras u opiniones inadmisibles, sino acciones y conductas inacep- tables. El respeto que todos (cre- yentes o no) deben a esos valores no ha de ser un respeto solo en las palabras, sino también en las con- ductas, porque, en ocasiones, hay personas que nunca formularán palabras disonantes sobre el Evan- gelio, pero muestran conductas cla- ramente antievangélicas. Una enumeración básica y funda- mental de esos valores es la que, por ejemplo, encontramos en el núm. 96 de las «Características de la educa- ción de la Compañía de Jesús»: «La comunidad educativa, basada en el ejemplo de Cristo –y en el de María en su respuesta a Cristo– y reflexionando sobre la cultura ac- tual, a la luz de las enseñanzas de la Iglesia, promueve: • La visión espiritual del mundo frente al materialismo. • La preocupación por los demás frente al egoísmo. • La austeridad frente al consu- mismo. • La causa de los pobres frente a la injusticia social.» 3.º Cuidar los procesos de formación del profesorado en todo aquello relacionado con nuestra identidad y misión, tanto en el propio cen- tro como en actividades comparti- das con docentes de otras institu- ciones con las que se comparte esa identidad y misión. Debemos estar atentos a que la ne- cesaria formación en competencias profesionales no ahogue o deje sin espacio la formación en cuestiones de sentido. Darle la importancia de-
  • 11. 9 bida a dicha formación de sentido es cuidar los tiempos y los espacios de esa oferta, diseñar procesos de crecimiento en esta dimensión, ve- lar por la calidad de lo que se pro- pone y facilitar que todos partici- pen en ella. Para quienes viven desde la espi- ritualidad ignaciana, la propuesta formativa y metodológica de los Ejercicios de San Ignacio sugiere claves importantes para esta forma- ción de sentido. Se trata de promo- ver procesos personales de encuen- tro con Dios, experiencias de vida y sentido, discernimiento sobre las dinámicas de la propia vida. En este sentido, esta formación tiene sus características propias y diferencia- das de la formación en capacidades y habilidades profesionales. 4.º Ofrecer una Pastoral de calidad. La dimensión evangelizadora del centro no se limita a la oferta pasto- ral, sino que es mucho más amplia y abarca todas las dimensiones de su vida y acción. Pero, en un ho- rizonte evangelizador de centro, la oferta pastoral de calidad es nece- saria e importante, de ahí que haya que tener muy en cuenta aspectos como la creatividad, la calidad de las personas que se dedican a ella, la buena coordinación de los equipos, el buen entendimiento y articulación de la Pastoral con el resto de propuestas de formación humana y en valores, la adecuación de los horarios y espacios dedica- dos a la Pastoral, la calidad de los momentos significativos de cele- bración dentro de la comunidad educativa… Propuestas para la reflexión y el debate • ¿Sientes que el horizonte evangeli- zador está presente en la vida coti- diana de tu centro? ¿En qué aspec- tos? • ¿Se vive con ilusión la propuesta de sentido que tu centro educativo ofrece a los estudiantes y a la so- ciedad en general? ¿La comunidad educativa valora esa oferta? • El núm. 96 de «Características de la educación de la Compañía de Je- sús» señala unos valores para pro- mover desde el Evangelio. Tenien- do en cuenta la realidad de vuestro entorno, ¿añadirías alguno más?, ¿cuál de ellos crees que habría que cuidar de forma prioritaria? • En vuestro centro, ¿se cuida la formación en la dimensión de sen- tido?, ¿hay algo que debería po- tenciarse en esa línea o en lo que debería incidirse?
  • 12. 10 2. UN CENTRO EDUCATIVO DONDE EL DISCERNIMIENTO ES EL MODO PREFERENTE EN LA TOMA DE DECISIONES Recurrir a procesos de discernimiento al tomar decisiones es propio del sistema de gobierno de la Compañía de Jesús a todos los niveles. El discernimiento es útil y necesario no solo para los procesos de de- cisión personal, sino también para los colectivos. El alcance y la fina- lidad de dichos procesos son los mismos, aunque sus procedimientos son, obviamente, diversos. ¿Qué sentido y alcance tiene el dis- cernimiento en los centros educativos de la Compañía de Jesús y por qué es necesario hablar de «decidir en discer- nimiento» al hablar de «calidad evan- gélica» en un centro educativo? ¿Por qué resulta necesario a la hora de to- mar decisiones? En términos generales, el discerni- miento pretende asegurar que las de- cisiones concretas que se toman en el día a día, las prácticas cotidianas, sean coherentes con los principios genera- les que se quieren vivir; dicho de otro modo, el discernimiento pretende bajar a lo concreto y a lo cotidiano lo que son convicciones y pretensiones de fondo. O, expresado en otras palabras, salvar la distancia que puede darse entre teo- ría y práctica, entre Ideario y Proyecto y prácticas cotidianas. 2.1. ¿Por qué es necesario el discernimiento? Creo que, al menos, por dos tipos de motivos: Primero, porque la mayoría de las veces las alternativas a la solución de problemas o conflictos para emprender y potenciar no son claras, pues cada una de ellas presenta sus ventajas y sus inconvenientes, sus luces y sus som-
  • 13. 11 bras. El discernimiento no se da entre lo blanco y lo negro, entre lo bueno y lo malo, entre lo indiscutible y lo dis- cutible, sino entre cosas que son grises, ambiguas y con variados matices. Se trata, entonces, de tomar la alternativa más coherente con los principios que nos inspiran, de escoger la dirección que mejor nos conduce hacia el hori- zonte que nos orienta… y eso pide mi- rar al horizonte, reflexionar, dialogar, contrastar… En segundo lugar, hay que ser ca- paz de discernir para tomar las deci- siones con la máxima libertad posible, libres de presiones exteriores y de pa- siones interiores. Porque ambas cosas, presiones y pasiones, pueden llevarnos a tomar decisiones incoherentes con nuestros principios e, incluso, contra- rias a nuestra mejor voluntad. En nuestros centros educativos, es- tamos sometidos a cantidad de presio- nes exteriores que, si no discernimos correctamente, pueden apartarnos o desviarnos de nuestros objetivos: pre- siones de la Administración Pública, de grupos de familias, de instituciones o plataformas sociales… Además de las presiones exterio- res, hay dinámicas interiores, persona- les y colectivas, que pueden disminuir nuestra voluntad e influir en ella hasta el punto de condicionarla en dirección opuesta a nuestros principios. A ello hay que sumarle, intereses particula- res o colectivos, miedos, cuestiones de prestigio personal e institucional… Todo ello puede provocar que nues- tras decisiones no sean lo «limpias» y honestas que deberían ser. Cierto que podremos justificarlas de mil formas, pero sabremos que no las hemos toma- do con limpieza. Por tanto, para mantener nuestro talante evangélico en un contexto que muchas veces no lo es, aparece como imprescindible el discernimiento, so- bre todo para ver qué sentido y orien- tación deben tomar nuestras decisiones cotidianas y si, de verdad, estas van siendo en clave de Evangelio. Si no ha- cemos un esfuerzo de discernimiento, se irá generando una separación entre lo que decimos ser y lo que somos, que nos generará descontento y desazón in- terior, y falta de credibilidad hacia el exterior, a veces hasta llegar al punto de que ni nosotros mismos nos cree- mos lo que decimos. Evidentemente, no todas las deci- siones tienen la misma trascendencia ni suponen, por tanto, la misma nece- sidad de discernimiento o complejidad de desarrollo. Parte de la tarea de quien ejerce el liderazgo apostólico es sope- sar la importancia de las cuestiones y el discernimiento necesario para decidir sobre ellas. Pero las grandes decisiones que marcan la vida del centro –a veces durante mucho tiempo– no deberían to- marse sin un discernimiento adecuado. Hace poco, un «consultor» de una im- portante obra apostólica me comentaba lo siguiente: «Nos consultan las peque- ñas cosas, minucias, pero las cosas de envergadura, que suponen cuantiosos desembolsos económicos y son condi- cionantes de futuro, no nos las consul- tan». Puede pasar y pasa. 2.2. ¿Qué exigencias conlleva ese decidir en un clima de discernimiento?6 Subrayo brevemente algunas. En pri- mer lugar, mantener y cuidar la memo-
  • 14. 12 ria y la ilusión por el propio proyecto; es decir, no perder el horizonte, no per- der la mirada ni los deseos de seguir caminando hacia él. Si no cuidamos esto, corremos el peligro de olvidar, de distraernos, de hacer caso de can- tos de sirena o de pactar lo inacepta- ble. En ese sentido, creo que esa es una misión primera y principal de quien o quienes ejercen el liderazgo apostóli- co: ser las personas que recuerdan y hacen presente el horizonte para que la comunidad educativa no lo pierda de vista. Siempre existe el peligro de que las personas concretas o los pequeños grupos limiten su horizonte a su redu- cido mundo o a sus intereses concre- tos. Entonces, tanto el proyecto común como la convivencia en el seno del centro educativo peligran. En segundo lugar, cuidar el análisis de propuestas y posibilidades. Eviden- temente, tanto más cuanto mayor es la importancia del tema sobre el que se va a decidir. El buen discernimiento in- cluye un buen análisis de la realidad, lo más completo posible. Sabemos bien que los datos y las estadísticas pueden interpretarse en muchos sentidos según quien los analice, y, en ocasiones, los mismos datos se interpretan de modo muy divergente. El discernimiento busca la honestidad y, a ser posible, el consenso en la interpretación de los datos. Una honestidad y un consenso que tienen que ver con los criterios que mueven el discernimiento. 2.3. Analizar la realidad y buscar consenso piden tiempo Y al hablar de tiempo topamos con una dificultad real: o no tenemos mucho tiempo o los tiempos nos vienen exigi- dos e impuestos desde fuera. También con respecto a esta cuestión vale lo que se ha mencionado antes sobre el hecho de que no todas las decisiones tienen la misma importancia y, por tanto, no todas requieren el mismo tiempo. Pero en este asunto creo que es im- portante tener en cuenta dos cuestiones: por un lado, que cuanto más «vivo» esté el horizonte y cuanta más dinámica de discernimiento haya en la comuni- dad educativa, más ágiles pueden ser los procesos de discernimiento. Por otro lado, que utilicemos al máximo nuestra capacidad de intervenir sobre los tiempos. Me gusta decir que todo discernimiento pide tiempo y plazo: un tiempo para ejecutar el proceso y otro para concluirlo. Discernir no es nunca una tarea individual, pide atención, escucha, diálogo… Evidentemente, no se trata de un diálogo de todo con todos, pero tampoco de nada con nadie. Es un mal planteamiento decidir solos porque las presiones pueden aplastarnos y las pa- siones, engañarnos. Los estatutos o el reglamento interno de la institución in- dican en cada caso quién debe decidir y, por lo tanto, discernir sobre una de- terminada cuestión. Pero el abanico de personas a las cuales se puede escuchar o consultar o pedir opinión es mayor y no hay que tener miedo a consultar. El discernimiento no cuestiona la autori- dad, sino el autoritarismo. Generar en el centro educativo un clima de escucha, de diálogo, de participación es allanar el terreno para posibilitar el discerni- miento cuando sea necesario. Tan pronto como formemos par- te de un colectivo más amplio –que va más allá de nuestro propio centro
  • 15. 13 educativo y con el que compartimos proyecto y horizonte–, el compartir problemas y reflexiones de manera fre- cuente, y en la medida de lo posible, también ayudará al discernimiento, aunque las soluciones que podamos dar cada uno diverjan porque nuestras circunstancias son distintas. Pero de- cidir con autonomía no es decidir en solitario. 2.4. Propuestas para la reflexión y el debate • ¿Entiendes y compartes las razones que señala el texto para justificar la necesidad del discernimiento? ¿Añadirías alguna más? • ¿Has tenido en tu centro educativo alguna experiencia concreta ante la que puedas decir: «se decidió en clima de discernimiento»? Recuér- dala, compártela y explica por qué te parece que fue una decisión en discernimiento. • ¿Cuáles son las principales dificul- tades que encuentras para practicar el discernimiento en tu centro edu- cativo? ¿Qué acciones habría que llevar a cabo para afrontarlas? • Comenta esta frase y lo que te sugie- re: «El discernimiento no cuestiona la autoridad, sino el autoritarismo».
  • 16. 14 3. UN CENTRO EDUCATIVO CUYAS RELACIONES HUMANAS SE VIVEN EN CLAVE DE ACOMPAÑAMIENTO En los últimos años, son muchas las ocasiones en las que se me ha pedido una reflexión sobre el tema del acompañamiento y poco a poco en ella he ido ampliando la comprensión de lo que supone y significa.7 En su sentido más estricto –¿y también en el más «estrecho»?–, entendemos el acompañamiento como el oficio o tarea de unos acompañantes específicos para unas personas concretas, en niveles diversos: tutorial, pastoral, espiritual. Pero, en la medida en que profundizas en lo que significa el acompañamiento ignaciano y su alcance, percibes que es mucho más, que su significado es más hondo: es un estilo que puede apli- carse al cómo la noción ignaciana de la educación concibe la relación entre educadores y educandos, en todos los ámbitos de la vida escolar. Ese estilo que significa el acompa- ñamiento puede definir también lo que sería el horizonte de la relación entre la dirección del centro y el equipo docen- te, o incluso dentro del mismo equipo. No solo hay una dimensión individual o personalizada del acompañamiento (de tú a tú), sino que puede hablarse de una dimensión comunitaria o colecti- va del acompañamiento, en la que nos acompañamos unos a otros, en la que todos somos, a un tiempo, acompañan- tes y acompañados. 3.1. Un estilo, un talante «Acompañar», «acompañamiento», es un estilo, un talante consustancial a la espiritualidad ignaciana y al modo de proceder en el que esa espiritualidad se encarna en lo cotidiano. Esa espiritua- lidad y ese modo de proceder nacen de los Ejercicios Espirituales de San Ig- nacio, en los que el acompañamiento y el acompañante desempeñan un papel decisivo. En la medida en que «acom-
  • 17. 15 pañar» y «acompañamiento» vayan siendo el estilo y el talante de nuestros centros educativos, su calidad evan- gélica aumentará sin lugar a dudas. El talante del acompañamiento mutuo en el centro potencia la calidad de las re- laciones personales y, con ello, la cali- dad evangélica de nuestra institución. Me atreveré a señalar tres elemen- tos que forman parte de dicho talante: el cuidado, la sinceridad y el compartir. 3.2. El cuidado Antes de hablar del «cuidado» y su significado, me permito contar una historia de la primitiva Compañía de Jesús, allá por el siglo xvi, exactamen- te en 1539. Ignacio de Loyola y sus compañeros de París, tras ofrecerse al papa que iba a dispersarles, hicieron un serio y largo discernimiento para ver si mantenían alguna forma de unión entre ellos, y concluyeron que iban a mantener esa unión: «agrupándonos en un cuerpo y teniendo cuidado y com- prensión los unos de los otros para mayor fruto de las almas». El cuidar y el comprender los unos de los otros es lo que debe caracterizar al cuerpo y lo que aumentará la eficacia de la tarea apostólica. ¿Qué contenidos podemos darle hoy y en nuestros centros educativos a ese «cuidar y comprender» los unos de los otros? Cuidar es estimar y valorar a cada persona como tal, independientemente de su función, de su edad, de sus di- versas circunstancias… Y, por tanto, prestar atención a la situación concreta de dicha persona y a las demandas y necesidades que pueda ir planteando, de forma explícita o implícita. En defi- nitiva, algo tan ignaciano como ayudar a la persona en cuanto persona, como preocupación básica. El discernimien- to nos mostrará qué forma concreta de ayuda requiere en cada momento. To- dos podemos ayudar y todos necesita- mos ayuda en algún momento concreto de nuestra vida y de nuestra actividad profesional. Cuidar es ayudar a las personas a crecer, estar a su lado en los procesos de crecimiento personales y profesio- nales, animándolas, sosteniéndolas en los momentos de duda o dificultad, orientándolas en los momentos de des- concierto o desánimo, aportándoles se- renidad en los momentos de euforia… Y teniendo paciencia, mucha pacien- cia, con los procesos personales, que siempre piden tiempo y nunca son tan rectilíneos como nos gustaría o como la teoría los plantea. Cuidar es ayudar a que las perso- nas se sientan parte de un grupo más amplio, de un cuerpo, que los acoge y acepta. Y de este siempre pueden es- perar el compartir un horizonte de sen- tido para su tarea, sentir calor humano y recibir el intercambio de experiencia y experiencias que da seguridad en el caminar. 3.3. La sinceridad Por otro lado, citaba la sinceridad de unos con otros como segundo elemen- to de ese talante de acompañamiento. Una sinceridad plena en nuestras rela- ciones, que permite que nos manifes- temos tal como somos y pensamos, y que la verdad presida nuestras mutuas relaciones. La sinceridad no es agresi-
  • 18. 16 vidad; la sinceridad cuida los tiempos y las formas porque nace del deseo de ayudar. Es cierto que no cual quier mo- mento es idóneo ni cualquier forma es la adecuada, y menos aún la «explo- sión» de mi malestar del tipo que sea. El papa Francisco en una preciosa homilía sobre la corrección fraterna evangélica dijo que esta debería tener tres condiciones: caridad, verdad y hu- mildad. La primera, se refiere a que la sinceridad nazca del deseo de ayudar y no de revanchas, enfados, malhumor o sentimientos semejantes. El Papa añade que una corrección fraterna sin caridad es como una operación sin anestesia, y que eso es un acto de crueldad. La se- gunda, la verdad, indica que la sinceri- dad sea sobre cosas o hechos reales y comprobados, no sobre rumores, o «me han dicho que…», «parece que…». Y, por último, la humildad tiene que ver con la actitud de nuestra sinceridad: que no sea prepotente ni muestra de una su- perioridad falsa, sino de quien se siente tan necesitado de corrección y ayuda como aquel a quien corrige. Sabemos que esa sinceridad no  es fácil, bien porque preferimos no com- plicarnos la vida, bien porque no somos proclives a aceptar lo que nos digan. Entonces, la reacción es criticar por de- trás, chismorrear, calumniar o difamar, acciones que no solo no aportan nada, sino que son tremendamente destructi- vas y cuestionan radicalmente nuestro testimonio del Evangelio. 3.4. El compartir Finalmente, citaba el «compartir» como componente de ese talante del acompa- ñamiento comunitario: la posibilidad de compartir entre los miembros de la comunidad educativa experiencias de vida, más allá de la mera relación pro- fesional o laboral. Quizá este sea el elemento más difí- cil, y no solo por los agobios del vivir y trabajar cotidiano, sino por las naturales y lógicas reservas que todos tenemos. Pero abrir espacios y tiempos donde podamos compartir algo más perso- nal –o, al menos, algo más del sentido desde el que vivimos nuestro trabajo cotidiano– es una excelente manera de acompañarnos los unos a los otros y de crear un ambiente de relaciones no solo profesionales, sino humanas. Y, en el clima humano que gene- ra la actitud y el talante del acompa- ñamiento, el testimonio del Evangelio resulta más posible y plausible. 3.5. Propuestas para la reflexión y el debate • A lo largo de tu vida en el centro educativo al que perteneces, ¿te has sentido acompañado por otros? ¿En qué aspectos? ¿Cómo valoras lo que ese acompañamiento te ha aportado? • ¿Te sientes acompañante de otras personas? ¿De qué manera? ¿Qué es lo que te ha aportado ese «ser acompañante»? • «Cuidado», «sinceridad», «com- partir»: ¿cuál te parece más nece- sario?, ¿qué es lo que te parece más fácilmente posible?, ¿y lo más difí- cil?, ¿por qué? • ¿En tu centro educativo hay espa- cios y tiempos para el encuentro personal? Si los hay, ¿qué te apor- tan? Si no los hay, ¿te parece posi- ble ponerlos en marcha?
  • 19. 17 4. UN CENTRO EDUCATIVO SENSIBLE Y ACTIVO ANTE LAS NECESIDADES DE LOS MÁS POBRES Desde la 32 Congregación General (1975) y las frecuentes intervencio- nes de los padres generales Pedro Arrupe y Peter Hans Kolvenbach –dirigidas al mundo educativo, tanto en la enseñanza primaria o secun- daria como universitaria–, los colegios de la Compañía de Jesús tienen ya muy asimilado en sus planteamientos que la dimensión del com- promiso por la justicia es inherente a su proyecto evangelizador y, en consecuencia, un indicador de su «calidad evangélica». Entonces, se trata únicamente de que esa conciencia sea operativa en el día a día.8 Esta insistencia es coherente con los planteamientos de la primera Compa- ñía de Jesús, tanto en sus planteamien- tos apostólicos generales (tal como los expone la Fórmula del Instituto de 1550)9 como cuando se comienzan a fundar colegios. En realidad fue un apostolado inicialmente no previsto, pero que pronto adquirió una dimen- sión muy importante. El capítulo III del documento «Mo- dos de proceder de un centro educativo de la Compañía de Jesús, inspirado en Características», dedicado al «Com- promiso social y atención a los desfa- vorecidos», da pautas e indicaciones muy concretas de lo que ese compro- miso demanda. Al hilo de ese docu- mento, planteo algunas observaciones y sugerencias de posicionamiento y acción. 4.1. Ir a las periferias El papa Francisco suele hablar de «pe- riferias existenciales». Entiendo que esa expresión no habla tanto de «luga- res» geográficos, sino de situaciones vitales, de personas que, poco a poco, y en razón de dinámicas generadas por el sistema económico vigente en nues-
  • 20. 18 tra sociedad, son expulsadas hacia las periferias, alejadas del centro, «descar- tadas», en el lenguaje del Papa. Esta- mos hablando, por tanto, de dinámicas, de movimientos vitales, no de situacio- nes estables ni consolidadas. En el día a día de nuestros centros educativos, somos testigos de situacio- nes de este tipo: hay familias que se ven expulsadas de una situación eco- nómica y social más o menos cómoda o estable hacia la precariedad y la po- breza, aunque quizá no de forma muy visible, pues se guardan las formas, algunas formas; quizá se intenta disi- mular o guardar apariencias. Sea como fuere, el deterioro es muy real… Son situaciones por la que se paga un alto precio humano y quienes suelen pagar- lo son los más débiles: los menores. Por todo ello se nos pide una atención y un cuidado especiales hacia estas si- tuaciones. «Periferias existenciales» nos remi- te también a otro tipo de marginacio- nes y exclusiones que se dan muchas veces entre los propios estudiantes por diversas razones. Con demasiada fre- cuencia, nos llegan noticias de casos de acoso, extorsión y abuso a alumnos y alumnas física o psicológicamente más débiles, o «diferentes» a causa de su origen, religión, identidad sexual… Y, ante ellas, habrá que estar muy vigi- lantes, principalmente en razón de una justicia que se basa en la igual digni- dad de todas las personas. 4.2. La sensibilidad social En el documento «Modos de proce- der», se señala otra línea de ese com- promiso por la justicia: la educación para la justicia que, muy acertadamen- te, se califica como la «formación de la sensibilidad social». Porque no se trata de dar contenidos o de llenar la cabe- za de estadísticas, sino de generar una sensibilidad que te haga ser capaz de movilizarte ante las situaciones de in- justicia con las que te va encontrando en la vida. Pienso que esta formación en la sensibilidad social debe ser un eje «transversal» de toda la acción educa- tiva de un centro que busca la calidad evangélica, y no solo una parte de su currículum. En todas las materias y propuestas, escolares y extraescolares, la sensibilidad social debe ser un crite- rio de discernimiento de lo que se dice y de lo que se hace. Así se transmite sensibilidad social a la comunidad educativa. Y, en este terreno, a veces llaman la atención los contrastes entre lo que se afirma y lo que se practica; contrastes al fin y al cabo que restan credibilidad a nuestras declaraciones. 4.3. Formar el compromiso por la justicia Por otra parte, están las actividades es- pecíficas de formación social, a partir de las cuales habría que examinar la «calidad» de nuestra educación para la  justicia y las pedagogías de esta. Sinceramente, no se trata de agobiar con imágenes o situaciones negativas o de inhumanidad, sino más bien de proponer ejemplos positivos –y, en la medida de lo posible, cercanos– de personas comprometidas con los más pobres. Aún más, se trata de no aso- ciar la justicia a tiempos o situaciones extraordinarias, sino de vincularla a la
  • 21. 19 vida cotidiana y a los discursos y prác- ticas de cada día. Es decir, habría que evitar tanto una formación social basa- da en solo discursos o ideas como una formación social basada únicamente en experiencias sin evaluarlas ni re- flexionar sobre ellas. Las experiencias no evaluadas o no reflexionadas pue- den quedar en impactos emocionales pasajeros y superficiales, sin fuerza para la transformación ni el cambio. En un momento en que se fortifi- can fronteras –ya sea con muros, ya sea con leyes–, el compromiso por la justicia de nuestros centros educativos debe concretarse en un compromiso de acogida y de concienciación a fa- vor de quienes venidos de otros países pueden necesitar, en cualquier modo, nuestro apoyo. Esta acogida llega a la inclusión cuando es necesaria y posi- ble, pero siempre es conciencia viva, atención, sensibilidad y compromiso social. 4.4. Y predicar con el ejemplo Ese es un tema…, pero en muchos otros temas o conflictos de nuestra sociedad que tienen que ver con la justicia para todos –especialmente para los que su- fren la injusticia–, será procedente que nuestros centros educativos reflexio- nen, se posicionen y hagan pública su postura si procede. En determinadas circunstancias, esto puede ser proble- mático o conflictivo, pero precisamen- te para estas cuestiones problemáticas o conflictivas está el discernimiento. Un ámbito también especialmente delicado y sensible en el ámbito de la justicia social en nuestros centros edu- cativos es el de las relaciones laborales. Debería conseguirse que esas relacio- nes se muevan claramente en paráme- tros de justicia y eviten prácticas que suenen a favoritismos, oscurantismos o desigualdades no justificables. Seguramente estos no son todos los capítulos que hay que abordar al hablar del compromiso con la justicia de un centro educativo comprometido con el Evangelio, pero creo que los enunciados en los párrafos anteriores son todos dignos de mención y aten- ción. Según cada contexto social y las peculiaridades de cada centro, podrán añadirse otros. 4.5. Propuestas para la reflexión y el debate • ¿Piensas que tu centro educativo está comprometido con la justicia? ¿Por qué? • ¿Qué opinión te merecen los pro- gramas de formación para la justi- cia de tu centro en el caso de que haya? • Pensando en el contexto social en el que está ubicado tu centro, ¿hay algunas cuestiones o problemas con los que debería comprometerse especialmente? • ¿Los estudiantes más débiles o des- favorecidos de tu centro se sienten especialmente atendidos y cuida- dos?
  • 22. 20 APÉNDICE 1: «CARACTERÍSTICAS DE LA EDUCACIÓN DE LA COMPAÑÍA DE JESÚS». CAPÍTULO 7 - EL «MÁS» (105) Ignacio insistía repetidas veces en el magis, el más. Su constante preocupación fue el mayor ser- vicio de Dios por medio del más estrecho seguimiento de Cristo y aquella preocupación pasó a toda la acción apostólica de los primeros compañeros. La res- puesta concreta a Dios debe ser «de mayor estima y momento». (106) La educación de la Compañía: • Persigue la excelencia en su acción formativa. • Da testimonio de excelencia. Excelencia en la formación (107) En la educación de la Compa- ñía, el criterio de excelencia se aplica a todas las tareas de la vida de la escuela: la intención es el desarrollo más comple- to posible de todas las dimen- siones de la persona, unido al desarrollo de un sentido de los valores y de un compromiso al servicio de los demás, que otor- ga prioridad a las necesidades de los pobres y está dispuesto a sacrificar el propio interés por la promoción de la justicia. La búsqueda de la excelencia académica es propia de una es- cuela jesuítica, pero solamente en el contexto más amplio de excelencia humana. (108) La excelencia, del mismo modo que los demás criterios ignacia- nos, viene determinada por «las circunstancias de lugares y per- sonas». «El tipo de centro, su ubicación, su tamaño escolar, la fijación de objetivos de calidad de educación o de extensión de enseñanza, etc. son cosas que diversifican el instrumento para adaptarlo a las circunstancias en que se lo emplea». Buscar el magis, es, por consiguiente, proporcionar el tipo y nivel de educación a cada grupo de estu- diantes, según su edad, que me- jor responde a las necesidades de la región en que la escuela está localizada. (109) «Más» no implica una compara- ción con otros ni una medida de progreso, en relación con un ni- vel absoluto. Más bien es el de- sarrollo más completo posible de las capacidades individua- les de cada persona en cada eta-
  • 23. 21 pa de su vida, unido a la pron- titud para continuar este desa- rrollo, a lo largo de la vida, y la motivación para emplear al servicio de los demás las cuali- dades desarrolladas. (110) Una intención tradicional de la educación de la Compañía ha sido formar «líderes»: hombres y mujeres que asumen posicio- nes responsables en la sociedad, por medio de las cuales ejercen un influjo positivo en otros. Este objetivo ha conducido, a veces, a excesos que deben ser corregidos. Cualquiera que pue- da haber sido el significado de esta idea en el pasado, la meta de la educación de la Compañía en la comprensión actual de la visión ignaciana del mundo no consiste en preparar una elite socioeconómica, sino más bien en educar líderes en el servi- cio. Los centros educativos de la Compañía, por consiguiente, ayudarán a sus estudiantes a desarrollar las cualidades men- tales y efectivas que les capaci- ten –en cualquier posición que asuman en la vida– para trabajar con otros por el bien de todos al servicio del Reino de Dios. (111) El servicio está fundamentado en un compromiso de fe en Dios; para los cristianos esto se expre- sa en términos de seguimiento de Cristo. La decisión de seguir a Cristo, tomada por amor, con- duce a un deseo de hacer cada vez «más», capacitándonos para convertirnos en agentes multi- plicadores. A su vez, este deseo se convierte en la preparación personal necesaria por la que un estudiante se dedica al estudio, a la formación personal, y en últi- mo término a la acción. (112) La «Ratio Studiorum» reco- mienda la emulación –normal- mente entre grupos más bien que entre individuos– como un estímulo efectivo para el creci- miento académico. La educa- ción jesuítica se enfrenta hoy a una realidad diferente: un mun- do de excesiva competitividad, que se refleja en el individualis- mo, el consumismo y el afán de éxito a toda costa. Aunque la es- cuela jesuítica valora el estímu- lo de los ejercicios de competi- ción, pide a sus estudiantes que se distingan por su capacidad de trabajar unidos, que sean sensi- bles unos a otros y se compro- metan al servicio de los demás, expresado en la ayuda mutua. «Ese deseo de testimonio cris- tiano [...] no se desarrolla con la emulación académica y la supe- rioridad de cualidades persona- les, respecto a los demás, sino con el aprendizaje de la disponi- bilidad y la servicialidad». Testimonio de excelencia (113) Las líneas de acción de la escue- la serán tales que creen un am- biente o «clima» que promueva la excelencia. Esas líneas de acción incluyen una evaluación
  • 24. 22 continua de las metas, progra- mas, servicios y métodos de en- señanza, en un esfuerzo por dar a la educación de la Compañía una mayor eficacia en el logro de sus finalidades. (114) Los miembros adultos de la comunidad educativa dan tes- timonio de excelencia, uniendo el crecimiento en competencia profesional a su progreso en de- dicación. (115) Losprofesoresydirectoresdeuna escuela jesuítica cooperan con las demás escuelas y organismos educativos en el descubrimiento de políticas institucionales más eficaces, de procedimientos edu- cativos y de métodos pedagó- gicos.
  • 25. 23 APÉNDICE 2: TEXTOS SIGNIFICATIVOS P. Juan Alfonso de Polanco, «Letra del modo de los colegios de Italia y utilidades» (1551) De entrada, San Ignacio y sus prime- ros compañeros no contemplaban los colegios en el contexto de su misión. Poco a poco, fueron captando su im- portancia y los colegios se convirtie- ron en instrumentos esenciales para la misión apostólica de la Compañía. San Ignacio no cesó de promoverlos desde 1548 (año en que se funda en Mesina el primer colegio de jesuitas para alumnos externos) hasta su muer- te, en 1556. Durante esos ocho años, Ignacio puso en marcha en Europa treinta y tres colegios para estudiantes laicos y había dado ya la aprobación de apertura a otros seis.10 En ese proceso, recogido en la co- lección de Monumenta Paedagogica I, se encuentran numerosos documentos que recopilan la concepción más pri- migenia de los colegios de la Compa- ñía y su sentido. Transcribo parte del documento «Letra del modo de los colegios de Italia y utilidades», fecha- do el 1 de diciembre de 1551 y redac- tado por el secretario de San Ignacio, el P. Polanco. Resulta iluminador para nuestra reflexión sobre la calidad evangélica de los colegios de la Com- pañía: «[…] Para los que vienen de fuera a oír y ayudarse hay las (utilidades) que se siguen: »La 5.ª que se les da recado en las letras muy suficientemente, usando mucho cuidado en que todos apren- dan con lecciones y disputaciones y composiciones; y así se vea que hacen gran fruto en las letras. »6. Que los pobres, que no tienen con qué pagar los maestros ordina- rios, ni menos los pedagogos do- mésticos, aquí hallan gratis lo que con costa mucha apenas podrían aver para salir con las letras. »7. Que en las cosas espirituales se ayuden, aprendiendo la doctri- na cristiana, y entendiendo en los sermones y exhortaciones sólitas lo que conviene para su eterna salud. »8. En la puridad de la conciencia se aprovechan, y consiguientemente en toda virtud, con las confesiones de cada mes, y con el cuidado que se tiene de que sean honestos en el hablar, y virtuosos en su vida toda. »La 9.ª Que de los estudios sacarán muy mayor mérito y fruto, usando de enderezarlos todos al servicio
  • 26. 24 divino desde que los comienzan a aprender como les es enseñado »Para los de la tierra o provincia don- de se hacen estos colegios también hay las comodidades siguientes: »La 10.ª En lo temporal, alivián- dose de costa los padres en tener maestros para la institución de sus hijos en letras y virtudes. »11. Que descargan sus conciencias en el doctrinar de sus hijos; y los que difícilmente hallaran de quién fiarlos, aún a su costa, y en estos co- legios lo hallan con toda seguridad. »12. Que tienen, sin las letras, en los colegios quien predique al pue- blo y en monasterios, y los ayude en los sacramentos (como se vea) con mucho fruto. »13. Que ellos mismos y sus fami- lias se tiran a las cosas espirituales con el ejemplo de sus hijos, y se afi- cionan al confesarse más a menudo y vivir como cristianos. »14. Tienen en los nuestros los de la tierra quien los anime y ayude para las obras pías, como hospitales, y casas de convertidas, y semejantes, de las cuales también da cuidado la caridad a los nuestros. »15. Que de los que solamente son al presente estudiantes saldrán con tiempo diversos: quién para predicar y tener cura de las ánimas, quién para el gobierno de la tierra y administra- ción de la justicia, quien para otros cargos; y finalmente, porque de los niños se hacen los grandes, la buena institución en vida y doctrina de es- tos aprovechará a otros muchos, ex- tendiéndose cada día más el fruto». Propuestas para la reflexión y el debate • Intenta traducir a nuestro tiempo y lenguaje las intuiciones de este tex- to. Después, al pensar en la función de los centros educativos de la Com- pañía de Jesús, ¿cuáles te parece que siguen vigentes en la actualidad? • En este texto, ¿qué «horizonte» se plantea para un centro educativo je- suita? ¿Se sitúa tu centro en esa cla- ve? ¿Qué pasos pueden darse para avanzar en esa dirección? P. Pedro Arrupe, «Importancia y fuerza apostólica de los colegios» (1965) Cuando se menciona al P. Pedro Arru- pe en relación con la tarea educativa de la Compañía de Jesús, se piensa de inmediato en su profético discurso en el Congreso de Antiguos Alumnos ce- lebrado en Valencia en 1973, publica- do en esta misma colección de EIDES (núm. 76) y titulado Hombres y muje- res para los demás. Ciertamente es un documento indispensable al hablar del magis en los centros educativos de la Compañía o de inspiración ignaciana. Pero el P. Arrupe tiene otros muchos documentos interesantes al respecto, aunque hayan tenido una resonancia menor. A continuación, publicamos unos párrafos de una carta dirigida a los jesuitas de Francia sobre la «Impor-
  • 27. 25 tancia y fuerza apostólica de los cole- gios», fechada en agosto de 1965, muy pocos meses después de su elección como general de la Compañía de Jesús. «[…] Ante todo un colegio que quiera ser fiel al pensamiento de San Ignacio debe desempeñar un papel decisivo allí donde se encuentra implantado. Y debe desempeñar- lo con audacia y con una inmensa confianza, afrontando francamente los problemas de su tiempo y debe estar preparado a toda clase de re- novaciones, aún las más profundas, a fin de no perder un ápice de su mordiente apostólico. Dos son las condiciones que yo veo para esto. »La primera es que el colegio sea “abierto”. Abierto ante todo a la evolución de la Iglesia y a su bús- queda, de modo que los Padres estén continuamente atentos a in- corporar a su enseñanza y a sus métodos de educación todo aquello que permita a sus alumnos recibir, con toda su fuerza la vitalidad de una Iglesia en renovación. Abierto, también, sin miedo ninguno, a las transformaciones psicológicas, cul- turales y sociales que se están pro- duciendo hoy a un ritmo acelerado, siguiendo en esto el ejemplo mismo de S. Ignacio que estudió los méto- dos de las grandes Universidades y de los centros de educación de su tiempo y los incorporó con agili- dad a los primeros colegios de la Compañía. Esto no puede menos de plantear cantidad de cuestiones, porque es evidente que hay que sa- ber discernir los elementos cons- tructivos de aquellos que no lo son. Pero nuestro papel de educadores nos prohíbe quedarnos satisfechos con métodos que eran excelentes en otros tiempos; por el contrario, nos está exigiendo adaptarnos a la si- tuación actual de las estructuras es- colares y educativas y situarnos en estado de continua búsqueda para, con prudencia pero con realismo, mostrarnos fieles a la mentalidad de nuestra generación, aun cuando ello haga trastocar en nosotros convic- ciones demasiado arraigadas. »La segunda condición para la efi- cacia de un colegio es su valor edu- cativo. Quiero decir que el nivel de formación total, y en particular el de los estudios, tiene que ser tal en el colegio que los alumnos encuen- tren un continuo estímulo hacia un ideal todavía mayor y hacia una mayor exigencia en su trabajo, ha- ciéndose de este modo capaces de engrosar las filas de los más com- petentes e influyentes de su genera- ción. Hay que decir una y otra vez que no debemos tolerar en nuestros colegios ni estudios mediocres ni una educación con medios defi- cientes, porque de esa manera su mismo valor apostólico se vería disminuido o quizá anulado». Propuestas para la reflexión y el debate • Fíjate en las «dos condiciones» que señala el P. Arrupe para un colegio «que quiera ser fiel al pensamiento de San Ignacio». ¿Qué piensas de ellas? ¿Cómo las formularías desde vuestra experiencia concreta?
  • 28. 26 • ¿Qué propuestas o preguntas para el discernimiento de tu propio centro sugieren estas líneas del P. Arrupe? ¿Cómo crees que es posible llevar a cabo ese discernimiento? P. Peter Hans Kolvenbach, «La Universidad de la Compañía de Jesús a la luz del carisma ignaciano» (2001) Los párrafos que se reproducen a con- tinuación pertenecen a una iluminado- ra y extensa conferencia que en 2001 el P. Peter Hans Kolvenbach dirigió a quienes participaron de la Reunión Internacional de la Educación Supe- rior de la Compañía. En el encuentro celebrado en Monte Cucco (Roma), se congregaron jesuitas, laicos y laicas responsables de la educación superior de la Compañía en todo el mundo. Los párrafos que hemos seleccio- nado iluminan muy lúcidamente el «horizonte» que el magis ignaciano plantea a los centros de educación de la Compañía. «Los objetivos de la educación su- perior. »[…] Habrá que esperar hasta fines del siglo xvi, para que, después de una prolija encuesta, el jesuita es- pañol Diego de Ledesma nos pre- sente las cuatro razones por las que la Compañía se dedica a la educa- ción superior.11 Llama la atención encontrar hoy en las declaraciones de misión o en las cartas institucio- nales de muchas universidades de la Compañía, las mismas caracte- rísticas enumeradas por Ledesma hace 400 años, actualizadas de acuerdo con la situación y el modo de pensar de nuestros tiempos, y traducidas a lenguaje moderno. To- memos las razones de Ledesma y comparémoslas con la declaración de un College de los EE. UU., pu- blicada en noviembre de 1998. »El primer motivo de Ledesma es “facilitar a los estudiantes los me- dios que necesitan para desenvol- verse en la vida”. Cuatro siglos más tarde, se expresa de la siguien- te manera: “la educación jesuita es eminentemente práctica, y pretende proporcionar a los estudiantes el conocimiento y las destrezas nece- sarias para sobresalir en cualquier terreno que escojan”. Con otras pa- labras, la excelencia académica. »La segunda razón que propone Ledesma es “el contribuir al recto gobierno de los asuntos públicos”. Esta breve frase se convierte en 1998 en lo siguiente: “La educa- ción jesuita no es meramente prác- tica, sino que dice relación con la cuestión de los valores, educando hombres y mujeres para que lle- guen a ser buenos ciudadanos y buenos dirigentes, preocupados por el bien común y capaces de poner su educación al servicio de la fe y la promoción de la justicia”. »Con un lenguaje barroco, Ledes- ma formula la tercera dimensión de la educación superior de la Compa- ñía: “dar ornato, esplendor y perfec- ción a la naturaleza racional del ser humano”. De manera más sobria, pero en la misma línea, el College
  • 29. 27 americano declara: “la educación jesuita enaltece las enormes poten- cialidades y los logros del intelecto humano, y afirma su confianza en la razón, no como opuesta a la fe sino como su complemento necesario”. »Por último, Ledesma subraya cómo toda la educación superior se encamina hacia Dios como “ba- luarte de la religión que conduce al hombre con más facilidad y seguri- dad al cumplimiento de su último fin”. Con un lenguaje un poco más inclusivo y una actitud más dialo- gal, la versión moderna de esta de- claración sostiene: “la educación jesuita enfoca claramente todo su quehacer en la perspectiva cristiana de la persona humana como criatu- ra de Dios, cuyo último destino está más allá de lo humano”. »[…] una universidad de la Com- pañía persigue otros objetivos, más allá de los objetivos obvios de la misma institución. En una universi- dad católica, o de inspiración cris- tiana, bajo la responsabilidad de la Compañía de Jesús, no existe –no puede existir– incompatibilidad en- tre las finalidades propias de la uni- versidad, y la inspiración cristiana e ignaciana que debe caracterizar a toda institución apostólica de la Compañía. Creer lo contrario, o ac- tuar en la práctica como si hubiera que optar entre o ser universidad o ser de la Compañía, sería caer en un reduccionismo lamentable. »Caeríamos en el anacronismo his- tórico si entendiéramos hoy el “estu- dio” y la “ayuda de las almas” literal- mente como los entendieron Ignacio y los primeros compañeros. Sin em- bargo, en continuidad con el carisma ignaciano es necesario preguntarse cómo hacer hoy realidad y mante- ner el equilibrio entre la dimensión académica y la dimensión apostóli- ca de toda institución de educación superior de la Compañía. En una trasposición moderna de la proble- mática de tiempos pasados, hoy nos cuestionamos cómo respetar el sus- tantivo “universidad” y el adjetivo “católico”, “cristiano” o “ignaciano” de nuestras instituciones; cómo reco- nocer la autonomía de las realidades terrestres y, a la vez, la referencia de todas las cosas al Creador; cómo compaginar “el servicio de la fe” con “la promoción de la justicia”; cómo volar en la búsqueda de la verdad con las dos alas de la fe y la razón». Propuestas para la reflexión y el debate • Considera las cuatro «razones» de Ledesma y la traducción que de ellas recoge el P. Kolvenbach. ¿Te pare- cen aplicables a tu centro educati- vo? ¿Todas o solo algunas? ¿Cómo las denominarías y explicarías en tu centro? • El último párrafo del texto alude a una «tensión» muy presente hoy en los centros educativos de la Com- pañía e invita a un discernimien- to: ¿cómo «mantener el equilibrio entre la dimensión académica y la dimensión apostólica»? ¿Se está haciendo ese discernimiento en tu centro educativo?, ¿con qué dificul- tades? Y, ¿con qué resultados?
  • 30. 28 NOTAS 1. En el apéndice 1, hemos añadido el texto com- pleto del capítulo 7 (núms. 105-115) al que hacemos referencia. 2. Mollá Llácer, Darío (2015). Pedro Arrupe, carisma de Ignacio, Bilbao-Santander: Men- sajero-Sal Terrae, págs. 223-224. 3. Véase mi conferencia «La misión apostólica» del director de un colegio de la Compañía de Jesús» (2010), en la XVII Asamblea de Di- rectores Centros SJ, Madrid, 1 de octubre de 2009, publicada en Espiritualidad para edu- cadores, Bilbao: Mensajero, págs. 125-141. 4. Confieso que no entiendo demasiado el con- cepto de «delegados de identidad y misión» que se están nombrando en algunas institucio- nes…, seguramente por mi desconocimiento sobre sus funciones y estatutos. 5. «La propuesta religiosa que ofrecen los Cen- tros de la Compañía de Jesús es la que pone en Cristo el modelo de vida humana, y el Evan- gelio, leído desde la espiritualidad ignaciana, como un proyecto integral para pueblos, per- sonas y para esta sociedad global». Fuente: Plan estratégico 2018-2022, «Samaritanos, maestros y testigos. La vocación de educar», publicado por EDUCSI. 6. Véase «La «misión apostólica» del director de un colegio de la Compañía de Jesús» (2010), en la XVII Asamblea de Directores Centros SJ, Madrid, 1 de octubre de 2009, publicada en Espiritualidad para educadores... Op. cit, Bilbao: Mensajero, págs. 143-156. 7. Véase Mollá Llácer, Darío (2018). De acompañante a acompañante. Una espiri- tualidad para el encuentro. Madrid: Narcea Ediciones. 8. «Los propios centros deberían convertirse en lugares significativos, de incidencia en los contextos donde están. Espacios de sociedad civil, donde se potencia la cultura, se genera y se difunde pensamiento crítico, y donde se crean oportunidades de encuentro entre dife- rentes miembros de la sociedad», citación del documento «Samaritanos, maestros y testi- gos. La vocación de educar», publicado por EDUCSI. 9. «… reconciliar a los desavenidos, socorrer misericordiosamente y servir a los que se en- cuentran en las cárceles o en los hospitales, y ejercitar todas las demás obras de caridad…». 10. Una reflexión sobre este proceso puede en- contrarse en Mollá Llácer, Darío (1993). «Evangelización y colegios en Ignacio de Lo- yola», Manresa núm. 256, julio-septiembre, págs. 269-282. 11. Monumenta Paedagogica II, págs. 528-529.
  • 31.
  • 32. www.cristianismeijusticia.net/eides Escola Ignasiana d’Espiritualitat (EIDES) Colección «Ayudar» 79. J. M. RAMBLA- SEMINARIO DE EJERCICIOS (EIDES). Ejercicios Espirituales de san Ignacio de Loyola. Una relectura del texto (5) - 80. C. MARCET - Releyendo nuestras vidas - 81. J. M. RAMBLA - SEMINARIO DE EJERCICIOS (EIDES). Ejercicios Espirituales de san Ignacio de Loyola. Una relectura del texto (6) - 82. D. MOLLÁ. Pedro Arrupe, carisma de Ignacio: Preguntas y propuestas - 83. F. RIERA. Inmersión en la Manresa ignaciana - 84. D. GUINDULAIN. Atraídos por Dios. Cuarenta y nueve prácticas espirituales - 85. F. JALICS. La fase contemplativa de los Ejercicios ignacianos - 86. J. RIBALTA. Cartas para acompañar - 87. C. MARCET. Ignacio de Loyola acompañado, acompañante, en compañía - 88. D. MOLLÁ. Del «magis» personal al «magis» institucional «Ayudar» es el verbo con que Ignacio de Loyola expresó modestamente su gran deseo de hacer el bien a los otros. Bajo este lema de servicio y sencillez, la Escola Ignasiana d’Espiritualidad (EIDES) ofrece esta serie de materiales ignacianos. Los títulos de esta colección se pueden descargar de internet en: www.cristianismeijusticia.net/es/eides La Fundación Lluís Espinal envía gratuitamente los cuadernos EIDES a quien los solicite. Si usted desea recibirlos, pídalos a Cristianisme i Justícia. Cristianisme i Justícia Roger de Llúria 13 - 08010 Barcelona 93 317 23 38 - info@fespinal.com www.cristianismeijusticia.net cristianismeijusticia fespinal89cijusticia