2. Ben Said el zapatero era un musulmán creyente y practicante. Un día por la
tarde entró en la mezquita con la intención de orar, como era su costumbre.
Después de hacer sus oraciones, se sentó sobre sus piernas .
3. Se preparaba para invocar a Alá, cuando vio una lechuza que estaba parada sobre el muro y
parecía ignorar a la gente. Ben Said la miró un largo rato con curiosidad. Al día siguiente, a la
misma hora, regresó a la mezquita y el mochuelo estaba allí, parado sobre el muro. El tercer día la
vio todavía en el mismo lugar; no se había movido. Cada tarde, Ben Said encontraba al mochuelo
inmóvil en el mismo sitio.
4. Decidió acercarse y se dio cuenta de que el mochuelo era ciego. Ahora ya sabía por qué el
pequeño mochuelo no abandonaba aquel lugar.
¿Cómo podrá comer si no puede ver? – se preguntó Ben Said.
5. Entonces llegó un halcón con una serpiente en la boca y se la dio al mochuelo para que se
alimentara. Al ver aquella escena, Ben Said empezó a pensar y razonar y se dijo:
6. No hay fuerza ni poder que no emane de Dios. El halcón con su ayuda impide que el mochuelo se
muera de hambre. Y decir que yo, pobre Ben Said, tengo que esforzarme para vivir y tengo que
trabajar para juntar unas pocas monedas. ¿Está mal levantarse tan pronto y trabajar con afán
todo el día? ¿No tengo el mismo valor que un mochuelo a los ojos de Dios?
7. En fin, Ben Said decidió cerrar su negocio. Desde aquel día abandonó su tienda y se fue a sentar
delante del portal de la mezquita. Estaba contento y orgulloso de sí mismo (foto cambiada).
8. “Ahora sí que me asemejo al viejo mochuelo”. Y esperaba a que alguien pasara delante de él y le
diera alguna limosna. Un día pasó un amigo, lo miró y al reconocerlo le preguntó qué hacía
pidiendo limosna.
9. El zapatero le contó toda la historia del mochuelo y el halcón. ¿No debería haber sido aquello
una enseñanza? A lo que el amigo respondió:
Querido amigo: Dios no te hizo esa señal para que te comportaras como el mochuelo, sino para
que imitaras al halcón que ayudó a un amigo necesitado. Dios solo quiere que seas bondadoso y
caritativo.
10. Ben Said comprendió la enseñanza y regresó al trabajo para ganar más dinero y ayudar
a los más pobres que él.
11.
12. Cuando nací y los médicos me pusieron en brazos de mi madre, supe que en ese
momento empezaba mi vida.
13. Era pequeñito, con poco pelo, pero enseguida fui creciendo con la leche del pecho de
mi madre y con su cariño.
14. Mis ojos se parecían a los de mi madre, mi nariz y mi boca a los de mi padre y la forma
de mi cara, según mi abuelo a la de mi abuela.
15. Las madres nos hacen reír, pasar buenos ratos juntos, nos contagian con sus abrazos, nos llevan a sitios y
lugares nuevos y extraños para pasárnoslo bien, nos compran ropa nueva, nos compran nuestros caprichos, nos
ayudan a encontrar buenos amigos y a convivir con el resto de las personas, nos aconsejan frente a decisiones
difíciles y nos hacen elegir la correcta, pero sobre todo nos hacen pasar ratos divertidos, porque al fin y al cabo,
la vida existe para que uno se divierta.
Y, cuando nos hacen esas cosas, los días se convierten en días felices y muy especiales; días que, con el tiempo,
nos convierten a nuestra madre y a nosotros en una buena pareja.
16. Nos hacen reír, pero también nos hacen llorar. Nos hacen pasar ratos felices, pero también nos
los hacen pasar malos: cuando nos castigan, cuando nos regañan, pero siempre cuando hace
falta.
17. Lo peor es que ella también se siente mal cuando lo hace: no le gusta ver a sus hijos sufrir. Pero a
nosotros menos, que somos los que llevamos las de perder. No nos gusta no poder hacer lo que
queramos cuando ellas sí pueden, o porque esto es cosa de mayores, o porque es incorrecto.
18. Pero lo hacen por nuestro bien, para que aprendamos lo que es correcto y lo que no. Tenemos
que comprender que eso es así y hay que aceptarlo. Pero no por eso nuestra madre deja de ser
buena; todo lo contrario, eso la convierte en una madre todavía mejor, porque hagamos lo que
hagamos, ella nos quiere.
NOS QUIERE…