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INSTITUTO BÍBLICO DEL AIRE 
FASCÍCULO INTERNACIONAL NÚMERO SIETE 
MATRIMONIO Y FAMILIA 
(Segunda parte)
2 
Los siete eslabones de la unidad 
Este es el segundo de dos fascículos con notas que le 
recordarán lo que escuchó en nuestros programas radiales sobre el 
matrimonio y la familia. Si no tiene un ejemplar del primer 
fascículo, trate de obtenerlo antes de leer este número. Usted 
apreciará mucho más este segundo fascículo luego de leer el 
primero. 
Para comprender nuestros programas y estos dos fascículos, 
usted necesita familiarizarse con una ilustración que constituye la 
estructura en que se basaron todos estos estudios. Por lo tanto, debo 
repetir mi descripción de esa ilustración que aparece en mi primer 
fascículo. Una vez que haya descrito nuevamente esta ilustración, 
proseguiré a partir de donde finalizó el primer fascículo. 
Un creyente africano esculpió en madera un hermoso 
símbolo que representa la relación que Dios tenía en mente cuando 
creó a la primera pareja y declaró que ellos dos eran “una sola 
carne”. Cuando este talentoso creyente hizo su obra, estaba 
ilustrando siete maneras en que un hombre y su esposa deben ser 
“una sola carne”. 
La hermosa escultura en madera representa a un hombre y 
una mujer que están unidos por una cadena de cinco eslabones 
dobles. Esta cadena está, a su vez, unida a un eslabón que cada uno 
tiene sobre su cabeza. Cada uno de estos cinco eslabones representa 
una dimensión de la unidad que Dios quiso que ellos tuvieran. Los 
eslabones que están sobre sus cabezas representan la relación 
espiritual que cada uno tiene con Dios. El hecho de que todos los 
demás eslabones están unidos a estos dos indica que su relación 
espiritual es el fundamento de todas las dimensiones de su unidad. 
El primer eslabón doble representa la comunicación, la 
herramienta que les permite cultivar y mantener su unidad. El 
siguiente eslabón es la compatibilidad, que es la evidencia de su 
unidad. El eslabón medio representa el amor, la dinámica de su 
unidad. A este le sigue el eslabón de la comprensión, que 
representa el crecimiento de su unidad. El último de estos 
eslabones dobles que los hace una sola carne es el sexo, que 
constituye la gozosa expresión de su unidad. 
El hecho de que todos estos eslabones sean dobles 
representa la realidad de que todas estas dimensiones de la unidad 
son recíprocas, es decir, que implican un dar y recibir entre ambos. 
Cuando agregamos estos cinco eslabones a los que cada uno tiene 
en su cabeza, tenemos los siete eslabones de la unidad. 
Nuestros programas radiales sobre el matrimonio y la 
familia estaban basados en las siete dimensiones del matrimonio 
que están representadas por los eslabones que hacen de este 
hombre y esta mujer una sola carne. Quisiera resumir, en dos 
fascículos, lo que ustedes han escuchado en esos programas sobre 
la ley del matrimonio y la familia. 
Capítulo 1 
El eslabón de la comprensión 
Al aconsejar a matrimonios durante mis años de ministerio 
pastoral, he oído una queja repetidamente: “Él no me comprende” o 
“Ella no me comprende”. La falta de comprensión era lo que 
motivaba a estas parejas afligidas a hablar de su matrimonio con su 
pastor. Una definición de la comprensión es: ‘acuerdos mutuos que 
resuelven diferencias’. Otra definición es: ‘entendimiento mutuo de 
ideas e intenciones que lleva al discernimiento y la empatía’. 
El apóstol Pedro enseña a los esposos que vivan con sus 
esposas sabiamente, es decir, comprendiéndolas (1 Pedro 3:7). 
Esposo, ¿qué tan bien conoce usted a su esposa? Si ella tuviera un 
accidente automovilístico y los médicos lo llamaran a usted al 
hospital y le pidieran que les diera toda la historia clínica de su 
esposa, ¿podría hacerlo? Si ella tuviera un colapso emocional, 
¿podría dar a los profesionales de la salud su historia social 
completa? Y corresponde hacer las mismas preguntas a las esposas 
respecto de sus esposos. ¿Qué tan bien conoce usted a su esposo? 
¿Qué tan bien se conocen el uno al otro? ¿Se comprenden? 
¿Qué importancia tiene la comprensión en un matrimonio? 
¿Qué importancia tiene en la unidad entre los esposos? No creo que 
pueda exagerar su importancia si las personas que están unidas por
3 
Dios quieren experimentar lo que Dios planeó para ellos en su 
matrimonio. Si ambos integrantes de la pareja, individualmente y 
en conjunto, tienen una relación con Dios; si en su relación mutua 
expresan gozosamente comunicación, compatibilidad, amor y 
comprensión, entonces estos eslabones de la unidad marcarán la 
diferencia entre un acuerdo para vivir juntos y la auténtica relación 
matrimonial que Dios ideó cuando hizo al primer hombre y a la 
primera mujer como una sola carne. 
Tengo décadas de experiencia en evangelizar y aconsejar a 
hombres con valores muy seculares. En muchas ocasiones, les he 
dicho esto: ““Piense en todo lo que su esposa hace por usted. Si 
fuera suficientemente rico, podría comprar esas cosas. Podría 
comprar el sexo. Hasta podría alquilar el vientre de una mujer para 
que tuviera sus hijos y pagarle a una institutriz para criarlos. Pero 
lo único que no podría comprar es la relación que Dios ideó para un 
hombre y su esposa”. 
Como personas espirituales, que están buscando un enfoque 
espiritual y bíblico para el matrimonio y la familia, comenzamos 
por reconocer el hecho que Dios ideó el matrimonio como una 
relación. Al construir esa relación, juntos, la comprensión mutua 
debe ser uno de nuestros bloques constructivos. Nuestra relación 
individual con Dios, junto con la forma en que ella afecta a nuestro 
matrimonio, es el fundamento de nuestra unidad. La comunicación 
es la herramienta con la que cultivamos y mantenemos nuestra 
unidad. La compatibilidad es la evidencia de nuestra unidad. El 
amor divino es la dinámica que impulsa nuestra unidad, y la 
comprensión mutua dará como resultado el crecimiento de nuestra 
unidad. Si nos comprendemos el uno al otro, podemos construir 
nuestra relación y podemos verla crecer. 
Varias décadas atrás, un psiquiatra suizo que era un 
creyente devoto escribió un excelente libro titulado: “To 
Understand Each Other” (Cómo comprenderse mutuamente). En 
los títulos de los capítulos de su libro, el Dr. Paul Tournier nos dice 
que, para comprendernos mutuamente, debemos querer 
comprendernos mutuamente; debemos tener la valentía de 
comunicarnos realmente; debemos entender las diferencias entre 
los sexos; debemos entender la importancia del pasado; y debemos 
tener una dimensión espiritual en nuestro matrimonio. 
Piense en los peligros de no comprenderse mutuamente. En 
la actualidad, en muchas partes del mundo, el divorcio es una 
epidemia. En muchas culturas y en muchos matrimonios, el esposo 
deja el hogar para ir a trabajar, mientras la esposa tiene sus 
responsabilidades en el hogar con los hijos. El esposo, bien vestido 
y atractivo en la oficina, trabaja junto a personas del sexo opuesto 
que también están bien vestidas y son atractivas. A veces, un 
hombre, en este ambiente, tiene más comunicación con su 
secretaria que con su esposa. La conoce mejor, le habla más y pasa 
más tiempo con ella. No es de extrañar que su secretaria, u otras 
mujeres con las que trabaja, comiencen a ocupar el primer lugar en 
su vida, y que su matrimonio termine en divorcio. 
Hay, también, millones de matrimonios en los que tanto el 
esposo como la esposa salen del hogar para trabajar a la mañana. Si 
estas personas casadas que trabajan están demasiado ocupadas para 
ocuparse de su relación y no se comprenden mutuamente, sólo es 
cuestión de tiempo para que otra persona lo haga. Dado que las 
personas tienen una profunda necesidad de ser comprendidas, ese 
hombre – o esa mujer - un día se encontrará con alguien que está 
suficientemente interesado como para darle comprensión. 
Conocí a un hombre que llegó a la fe después de muchos 
años de vivir un estilo de vida muy pecaminoso. Me reuní con él 
tres veces por semana durante tres años para discipularlo. A medida 
que lo iba conociendo, llegué a saber algunas cosas acerca de él. 
Antes de llegar a Cristo tenía la reputación de haberse acostado con 
las esposas de todos menos la suya propia. Era un hombre grande, 
apuesto, encantador, y decía que muchas de estas mujeres lo habían 
perseguido agresivamente. Hizo esta observación: “Las mujeres 
con las que tuve amoríos no se involucraron conmigo porque 
necesitaban una relación sexual. No estaban buscando sexo. Lo que 
realmente necesitaban era alguien con quien hablar. Me decían que 
sus esposos nunca les hablaban, y no las comprendían. Así que me 
hablaban a mí, y creían que yo las comprendía”. 
También conocemos el otro lado de la misma historia. Un 
hombre que no es comprendido por su esposa es vulnerable a
4 
involucrarse en amoríos. Es muy peligroso ignorar la necesidad de 
ser comprendido de nuestro cónyuge. En muchos deportes, la mejor 
defensa es un fuerte ataque. Nuestra mejor defensa para no perder a 
nuestro cónyuge en manos de otra persona es trabajar para 
fortalecer la unidad de nuestra pareja. Una dimensión importante 
de ese crecimiento consiste en que hagamos todo lo posible para 
comprendernos mutuamente. 
Celebrar las diferencias 
Este es un buen punto para comenzar a comprender a su 
cónyuge: El hombre y la mujer son diferentes. Hay diferencias 
biológicas, físicas, intelectuales, emocionales y espirituales entre 
hombres y mujeres. Hay diferencias en la forma en que piensan, 
actúan, sienten y responden a las situaciones. Hasta adoran de 
formas diferentes. 
Hace unos años vi un ejemplo de este hecho, en una forma 
que nunca olvidaré. La esposa de un médico vino a verme. Era una 
persona hermosa, piadosa, muy devota y muy activa en su iglesia, 
donde lideraba grupos de oración y otras actividades. Yo la había 
conocido en el contexto de su trabajo en la iglesia. Su esposo era 
un excelente cirujano, muy exitoso, pero ella me dijo, con lágrimas 
en los ojos: “Estoy muy preocupada por mi esposo. Lo que pasa es 
que no es un hombre espiritual; no es espiritual”. Le dije: “Bueno, 
tenemos que orar por esto, porque sólo Dios puede hacer que sea 
un hombre espiritual”. 
Tres meses después, fui llamado a ministrar en una crisis 
médica de una feligresa que tenía problemas de vesícula y de 
corazón. Había que sacarle la vesícula, pero era una operación 
riesgosa, porque su corazón estaba debilitado. Estaba en el hospital 
con su esposo, hablando con él al lado de la cama de su mujer 
enferma, cuando el cirujano “que no era espiritual” me pidió que 
saliera de la sala. Me dijo: “Es realmente necesario que le 
saquemos esta vesícula, pero es sumamente riesgoso. El hospital 
tiene una pequeña capilla abajo. ¿Por qué no va a la capilla para 
orar hasta que le envíe una enfermera para decirle que hemos 
superado la peor parte?” Le dije: “Por supuesto. Me encantaría 
hacerlo”. 
Así que fui a la capilla para orar. Esa mañana, cuando eran 
las once en punto de la mañana, tuve una experiencia espiritual tan 
fuerte relacionada con esa mujer que supe que Dios había hecho 
algo. Unos quince minutos después, la enfermera se acercó a la 
puerta de la capilla y me dijo: “El médico dice que está todo bien. 
Hemos superado la peor parte”. 
Después de la operación, antes de decirle nada al esposo de 
la paciente, el médico corrió hacia mí, me dio la mano y dijo: 
“Muchas gracias por orar. Muchísimas gracias. Fue un milagro 
haber salido bien de ésta”. 
Ahora bien, este era el médico cuya esposa había dicho que 
no era un hombre espiritual. En la siguiente reunión que tuve con 
ella le dije: “Creo que está equivocada. Su hombre es un hombre 
espiritual”. Lloró cuando le conté lo que él había hecho. Este 
médico era un hombre espiritual, pero no expresaba su 
espiritualidad de la misma forma que su esposa. Para ella, esto 
significaba que él no tenía ninguna vida espiritual. También 
demostraba que, en realidad, no comprendía demasiado a su 
esposo. 
Si queremos comprender al cónyuge con quien convivimos, 
debemos comprender las diferencias entre los sexos. Dios ideó a 
ambos sexos para que fueran diferentes; esas diferencias son las 
que lo atrajeron a usted hacia su cónyuge e hicieron que usted fuera 
atractivo para su cónyuge. Una mujer se ve atraída hacia un 
hombre por su masculinidad. Un hombre se ve atraído hacia una 
mujer por su feminidad. Debemos celebrar estas diferencias en vez 
de “resolverlas”. ¡Qué trágico es cuando se les dice a las mujeres 
que, para que tengan valor como mujeres, deben copiar el rol y la 
función del hombre y competir contra él! Eso no es lo que le da 
valor a una mujer; de hecho, ocurre lo contrario. El rol y la función 
de una mujer, como mujer, son los que le dan valor. Y, por 
supuesto, ocurre lo mismo a la inversa. Los hombres encuentran su 
verdadero valor al cumplir el rol y la función que Dios les asignó 
como hombres. 
Si dos de nosotros fuésemos exactamente iguales, uno de 
nosotros sería innecesario. Dios nos ha hecho diferentes porque, 
como aprendimos en el relato de la creación en el Libro de Génesis,
5 
nuestras diferencias son complementarias y suplementarias, hasta 
que, juntos, formamos un “Adán” entero. (Dios les dio el nombre 
de “Adán”, y no “los Adanes – Génesis 5:1). El plan de Dios para 
hacer de un hombre y una mujer una sola carne fue -y sigue siendo-que 
no es cuestión de “o el uno o el otro” sino de “uno y otro”. 
La importancia del pasado 
Todos nosotros somos modelados por nuestras experiencias 
en la vida. Cada año que vivieron antes de encontrarse, usted y su 
cónyuge estaban siendo modelados por circunstancias e influencias 
familiares que los llevaron a convertirse en las personas que eran 
cuando se conocieron. Si quieren entenderse, simplemente deben 
comprender la importancia de las influencias del pasado que los 
han convertido en las personas que son. Quisiera darles sólo una 
ilustración personal. 
A fines de la década de 1960, mi esposa Ginny se enfermó 
seriamente. De hecho, las personas que nos conocían en ese tiempo 
y vienen a vernos hoy esperan encontrarla en una silla de ruedas. 
Un día, cuando llegué a casa, Ginny tenía una fiebre muy alta y sus 
articulaciones estaban muy hinchadas. Me enojé y me deprimí. 
¡Casi le di un puntapié a la cama! Por supuesto, esa era la última 
clase de respuesta que necesitaba ella de su esposo. ¡Qué esposo 
alentador era yo! Pero luego fue útil para nosotros volver al pasado 
para ver si podíamos descubrir por qué respondí de esa forma a su 
enfermedad. 
Cuando yo era muy joven, mi madre estuvo muy enferma. 
Éramos once hijos, y poco después de nacer su último hijo se le 
diagnosticó cáncer de colon. Luego de una cirugía mayor y de más 
de dos años de estar muy enferma, el Señor se la llevó. Durante 
este tiempo, yo observaba a mi padre. Él tenía una casa llena de 
niños y una esposa enferma. Repartía correspondencia todo el día y 
manejaba un taxi por la noche para mantenernos juntos como 
familia. 
Una idea comenzó a surgir en mi mente: “Las mujeres se 
enferman y te dejan la casa llena de niños”. Cuando Ginny se 
enfermó, teníamos cinco hijos, dos con pañales y tres niños 
pequeños. Cuando llegué a casa ese día y la encontré sufriendo 
tanto, toda la influencia de esos cientos de horas en que vi cómo mi 
madre se moría y mi padre luchaba hizo que respondiera como lo 
hice. Una vez que nos dimos cuenta de esto, no nos costó entender 
por qué me enojé y me deprimí cuando se enfermó mi esposa. 
Era sumamente importante que Ginny comprendiera mi 
pasado. De no haberlo hecho, ¡me podría haber pedido el divorcio! 
En cambio, se tomó el tiempo para entender de dónde provenían 
realmente mi ira y mi depresión. Finalmente tuve que decirme a mí 
mismo: “¡Vamos, hombre! Esta no es tu madre. Esta es tu esposa, y 
necesita de tu ayuda”. Me ha ayudado muchas veces entender todas 
las influencias del pasado que modelaron a mi esposa para que 
fuera quien es hoy. Si usted quiere comprender a la persona con la 
que vive, debe darse comprender cuán importante es su pasado. 
El carácter sagrado de la individualidad 
Dios quiso que cada uno de nosotros fuera único. Él se 
deshace del molde cada vez que hace a uno de nosotros. La palabra 
“yo” se define en el diccionario como ‘el carácter único, la 
individualidad de cualquier persona dada que la hace distinta de 
toda otra persona viviente’. He notado, a lo largo de varias décadas 
como pastor, que una de las principales explicaciones para la 
infelicidad es la realidad de que las personas no son lo que Dios 
quiso que fueran ni están donde Él planeó que estuvieran. Un 
esposo y una esposa pueden ayudarse mutuamente a descubrir su 
individualidad ordenada por Dios y la buena voluntad de Dios, 
agradable y perfecta, para sus vidas (Romanos 12:1, 2). 
Este es un factor clave cuando consideramos la importancia 
de la comprensión en el matrimonio. Alguien ha definido la 
comprensión como ‘acuerdos mutuos que resuelven diferencias’. 
¿No le parece una definición hermosa de la comprensión? Otra 
definición dice: ‘entendimiento mutuo de ideas e intenciones que 
lleva al discernimiento y la empatía’. Ahora bien, para comprender 
a la persona con la que vive, usted tiene que comprender la 
diferencia entre los sexos; tiene que comprender la importancia del 
pasado. 
Para comprender a su cónyuge, usted tiene que querer 
comprenderlo. Hay personas casadas que no quieren invertir el
6 
tiempo ni la energía emocional que se requiere para comprender a 
su pareja. ¿Y usted? ¿Realmente quiere comprender a su 
compañera o compañero? Si contesta que sí, aquí tiene algunas 
sugerencias. 
Primero, para comprender a su cónyuge, debe aplicar la 
Regla de Oro. Jesús dijo: “Todas las cosas que queráis que los 
hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; 
porque esto es la ley y los profetas” (Mateo 7:12). Este es el 
versículo más importante de la Biblia sobre las relaciones humanas. 
Para aplicar esta enseñanza, las mujeres deben preguntarse: “Si yo 
fuera mi esposo, ¿qué me gustaría que hiciera mi esposa?”, y los 
esposos deben preguntarse: “Si yo fuera mi esposa, ¿qué me 
gustaría que hiciera mi esposo?”. Esto va en contra de nuestra 
naturaleza humana egoísta, pero si pedimos a Dios que nos dé 
gracia, podemos centrarnos en nuestro cónyuge y aplicar la Regla 
de Oro de Jesús para tratar de entendernos mutuamente. 
Segundo, debemos escuchar a nuestro cónyuge. Escuchar 
es, verdaderamente, un arte, y muchos de nosotros tenemos mucho 
para aprender al respecto. A veces, es obvio que los esposos no se 
están escuchando el uno al otro. Cuando dicen que se están 
escuchando, lo que quieren decir es, generalmente: “Estoy 
pensando en lo que voy a decir cuando tú te calles”. Jesús dijo: “El 
que tiene oídos para oír, oiga” (Mateo 11:15). ¿Escucha usted 
realmente a su esposa o a su esposo cuando está tratando de 
comunicarse con usted? 
El Evangelio de Lucas relata una historia en la que Jesús 
visita el hogar de un fariseo. Una mujer entra y entra y se pone a 
llorar cuando se da cuenta de que el fariseo no ha lavado los pies de 
Jesús. Esto significa que el fariseo no ha mostrado siquiera la 
hospitalidad más básica a Jesús. Ella deja que las lágrimas caigan a 
los pies de Jesús, y luego las limpia y seca con su cabello. El 
fariseo piensa para sí: “Si Jesús supiera qué tipo de mujer es ésta, 
no dejaría que pasara una cosa así”. 
Sin embargo, mientras el fariseo está pensando estas cosas, 
Jesús le hace una pregunta importante: “Simón, ¿ves a esta 
mujer?”. Hay muchas palabras en el griego original que pueden 
traducirse como “ver”. En este caso, la palabra que usa Jesús 
significa: “¿Realmente la ves?” O, también: “¿Qué ves cuando 
miras a esta mujer?”. Creo que esta es una excelente pregunta para 
los esposos. ¿Realmente ve a la mujer con que se casó? ¿Realmente 
escucha a su mujer cuando ella intenta comunicarse con usted? 
San Francisco de Asís es uno de mis héroes. Cuando entró 
al seminario, era toda una noticia, porque venía de una familia 
importante. Después de pasar por toda la capacitación en el 
seminario (que en esos tiempos significaba pedir limosna con una 
bolsa de arpillera por un par de años simplemente para probar que 
había renunciado al mundo, a la carne y al diablo), en el momento 
de la ordenación era costumbre que el candidato predicara. La 
catedral estaba repleta para la ordenación de San Francisco, porque 
había sido una persona muy famosa antes de entrar en el 
monasterio. Cuando se levantó para predicar lo que todos pensaban 
que sería el más grande sermón de todos los tiempos, dijo: “Dios 
no me ha llamado para predicar, sino para hacer. Oremos”. Y luego 
hizo esta oración: 
“Señor, hazme un instrumento de tu paz. Donde hay odio, 
que pueda sembrar amor; donde hay herida, perdón; donde hay 
duda, fe; donde hay desesperanza, esperanza; donde hay oscuridad, 
luz; y donde hay tristeza, gozo. Oh, Divino Maestro, concédeme 
que no busque tanto ser consolado como consolar; ser comprendido 
como comprender; ser amado como amar. Pues es en el dar que 
recibimos; es en el perdonar que somos perdonados; y es en el 
morir que nacemos a vida eterna”. 
Esa es una oración magnífica y una actitud maravillosa que 
deberíamos aplicar al desafío de comprender a nuestra pareja en el 
matrimonio. “Concédeme que no busque tanto ser comprendido 
como comprender”. La clave para comprender a la persona con 
quien vive es estar centrado en su cónyuge. Para comprenderlo, 
usted debe “leer entre líneas” y “escuchar entre palabras” las 
necesidades de su cónyuge. 
Como la enseñanza de Jesús, esta oración de San Francisco 
transmite un concepto relativamente simple. Pero esta sencilla 
verdad puede tener un impacto revolucionario cuando la aplica a su 
matrimonio: ponga a su compañera o compañero en el centro, y no 
se preocupe tanto por ser comprendido usted. El tema que debería
7 
preocuparlo no es que su cónyuge lo comprenda a usted, sino que 
usted comprenda a su cónyuge. La pregunta no es si usted está 
recibiendo amor, sino si está dándolo. 
Profundidad en la comunicación 
Para comprender a su cónyuge, usted debe comunicarse en 
un nivel profundo. Hay diferentes niveles de comunicación en el 
matrimonio. Primero, está el nivel de la no comunicación, el nivel 
superficial, donde usted y su cónyuge no hablan de nada 
importante. En un nivel algo más profundo, hablan de lo que 
conocen. Al profundizar más, comienzan a compartir lo que 
piensan, y luego lo que sienten. En el nivel más profundo de 
comunicación, comienzan a hablar acerca de quiénes son, qué son 
y dónde están en sus vidas con relación a quiénes o qué creen que 
Dios quiere que sean, y dónde creen que Dios quiere que estén. 
Obviamente, esto va más allá de la conversación trivial 
(“pásame la sal”, “va a llover hoy”). Cuando se comunican en un 
nivel profundo, están poniendo su corazón en la mano de su 
cónyuge, y él puede hacer lo que quiera con ése corazón. Puede 
estrujarlo. Puede arrojarlo al piso y pisotearlo. Tal vez, lo peor que 
puede hacer al tener su corazón en la mano es ignorarlo. 
La cosa más cruel que escuché decir alguna vez a alguien a 
su cónyuge fue en una sesión de consejería. Él era un hombre muy 
grande y duro. Su esposa se la pasó preguntándole, durante toda la 
sesión: “¿Qué piensas de mí? ¿Qué piensas de mí?”. Finalmente, la 
miró y le dijo: “Tienes un concepto demasiado elevado de ti. Yo no 
pienso en ti para nada”. Lo contrario del amor no es el odio; es la 
indiferencia. Ese esposo estaba comunicando lo contrario al amor 
cuando dijo esas palabras a su esposa. 
Si usted pone su corazón en la mano de su cónyuge, podría 
salir herido. Pero nunca obtendrá comprensión hasta que esté 
dispuesto a ser vulnerable. Comunicarse en un nivel profundo 
significa aprender a manejar los conflictos. Cuando usted entra en 
una comunicación profunda, su cónyuge no siempre va a decirle lo 
que usted quiere oír. Un buen cónyuge que se preocupa por su 
crecimiento dirá lo que usted necesita oír, y tal vez usted no quiera 
oír eso. Por eso el Dr. Tournier escribió un capítulo sobre “la 
valentía de comunicarse”. Cuando su cónyuge dice algo que usted 
necesita, pero que no quiere oír, usted puede replegarse como una 
tortuga en su caparazón o puede aprender a enfrentar el conflicto 
que puede surgir de sus niveles de comunicación profundos. 
Qué hacer con la ira 
Un matrimonio que se comunica en un nivel profundo 
también tendrá que aprender a manejar la ira. Las personas que más 
amamos tienen la mayor capacidad de hacernos enojar. La ira es 
una emoción interesante. ¿Qué piensa usted de la ira en la vida de 
un creyente? ¿Cree que Dios quiere que un seguidor de Cristo lleno 
del Espíritu Santo esté enojado? ¿Es la ira una emoción aceptable 
para un discípulo de Jesús? Preste atención a estas palabras de 
Pablo acerca de la ira en la vida de los creyentes: 
“Si se enojan, no pequen; que el enojo no les dure todo el 
día. No le den oportunidad al diablo… No hagan que se entristezca 
el Espíritu Santo de Dios, con el que ustedes han sido sellados para 
distinguirlos como propiedad de Dios el día en que él les dé la 
liberación definitiva. Alejen de ustedes la amargura, las pasiones, 
los enojos, los gritos, los insultos y toda clase de maldad (Efesios 
4:26,27,30,31 – Dios Habla Hoy). Santiago nos da una observación 
breve y espontánea acerca de la ira, cuando nos dice: “la ira del 
hombre no obra la justicia de Dios” (Santiago 1:20 – Dios Habla 
Hoy). 
Una perspectiva personal 
Cuando me casé, yo era creyente; pero un creyente muy 
irascible. Me decía a mí mismo que era una indignación justa, pero 
claramente no lo era. Tuve que buscar en las Escrituras lo que Dios 
dice acerca de la ira. Una vez, hice un gran agujero en una radio 
portátil de un puñetazo. ¡Parecía como si le hubiera caído una 
bomba encima! Cuando nos mudamos, un par de años después, 
Ginny trajo la radio con nosotros. La puso en un estante cerca de 
nuestra cama, simplemente para que me acordara. Yo traté de 
explicarle que no había estado enojado con ella. Un empleado del 
banco me había humillado cuando solicité un préstamo. En
8 
realidad, estaba enojado conmigo mismo por manejar mal nuestras 
finanzas, así que le di un puñetazo a la radio. 
Hay ciertas preguntas que uno siempre debería formularse 
con relación a la ira. ¿Por qué se enoja? ¿Con quién está enojado? 
¿Cuál es el verdadero objeto de su ira? El origen y el verdadero 
objeto de nuestra ira rara vez es la persona contra quien la 
descargamos. A menudo estamos enojados con nosotros mismos, 
como me pasó a mí. Tal vez usted esté enojado con su jefe y, como 
no puede darle un golpe en la cara, rompe algo cuando llega a su 
casa. Aun cuando parezca que está enojado con su esposa, y ella 
ciertamente lo piense, usted tal vez no esté enojado con ella. Tal 
vez esté enojado con usted mismo. Es importante para usted, y 
también para su pareja, comprender el origen de su ira. 
Es obvio en el pasaje acerca de la ira que citamos 
anteriormente que Dios no quiere que los creyentes llenos del 
Espíritu estén enojados. Leemos en el Nuevo Testamento: “Airaos, 
pero no pequéis” (Efesios 4:26). Algunas personas hacen de la 
primera palabra el versículo lema de su vida: “Airaos”. Pero una 
traducción mejor del versículo sería: “Cuando están enojados, no 
pequen”. Dios es lo suficientemente realista como para saber que 
habrá ocasiones en que nos enojaremos. Pero el mensaje de la 
Biblia para los creyentes que se enojan es: “No permitan que la ira 
termine en pecado, y nunca dejen que el sol se ponga sobre ella”. 
La esencia de lo que la Biblia nos dice acerca de la ira es que 
“desechemos” toda ira y enojo (Efesios 4:26,27). 
Cuando me di cuenta de que Dios me decía en su Palabra 
inspirada que no debía enojarme, que debía “desechar” la ira, mi 
pregunta fue: “¿Cómo?”. Y esta pregunta me llevó a un capítulo de 
Génesis que no sólo me ha dado algunas respuestas a mi pregunta, 
sino que me ha librado de la ira. Se lo recomiendo, si usted está 
tratando con este problema. Es una de las más grandes y más 
conocidas historias de la Biblia: 
“Pasó el tiempo, y un día Caín llevó al Señor una ofrenda 
del producto de su cosecha. También Abel llevó al Señor las 
primeras y mejores crías de sus ovejas. El Señor miró con agrado a 
Abel y a su ofrenda, pero no miró así a Caín ni a su ofrenda, por lo 
que Caín se enojó muchísimo y puso muy mala cara. Entonces el 
Señor le dijo: "¿Por qué te enojas y pones tan mala cara? Si hicieras 
lo bueno, podrías levantar la cara; pero como no lo haces, el pecado 
está esperando el momento de dominarte. Sin embargo, tú puedes 
dominarlo a él. 
“Un día, Caín invitó a su hermano Abel a dar un paseo, y 
cuando los dos estaban ya en el campo, Caín atacó a su hermano 
Abel y lo mató. Entonces el Señor le preguntó a Caín: ¿Dónde está 
tu hermano Abel? Y Caín contestó: No lo sé. ¿Acaso es mi 
obligación cuidar de él? El Señor le dijo: ¿Por qué has hecho esto?” 
(Génesis 4:3-10, Dios Habla Hoy). 
En este pequeño drama, encontramos una gran enseñanza 
acerca de la ira. Tenemos a dos hombres: El Sr. Aceptable (Abel) y 
el Sr. Inaceptable (Caín). Ambos presentan ofrendas a Dios. De 
hecho, la idea de hacerlo es de Caín. Ahora bien, a Dios le agradan 
Abel y su ofrenda, pero no así Caín y su ofrenda. No creo que se 
nos diga qué tenía la ofrenda de Caín que no le agradaba a Dios. Él 
era un agricultor, así que trajo frutos o verduras. La historia no 
sugiere que no trajo sus mejores productos. 
Abel era pastor, así que trajo un animal. Algunas personas 
dicen que el problema fue que la ofrenda de Abel, a diferencia de la 
de Caín, era un sacrificio de sangre, pero aún no había ninguna 
instrucción relacionada con los sacrificios de sangre en la Biblia. 
Creo que el énfasis está en los dos hombres, antes que en sus 
ofrendas. Uno de estos hombres es aceptable, así que Dios acepta 
su ofrenda. El otro hombre no es aceptable, así que Dios no quiere 
aceptar su ofrenda. 
El drama continúa. El Sr. Aceptable pasa al lado del Sr. 
Inaceptable, y éste lo mata a golpes. Dios se acerca a Caín después 
y le pregunta: “¿Por qué estás enojado? ¿Por qué estás deprimido? 
¿Dónde está tu hermano? ¿Qué has hecho? Si haces lo correcto, 
¿no serás aceptado? Si no lo haces, ¡esta ira es un pecado que te 
destruirá!”. 
Esta es una gran lección sobre la ira. En el incidente con la 
radio, yo no estaba enojado con mi esposa. Estaba enojado 
conmigo mismo porque yo era el “Sr. Inaceptable”. Como había 
manejado mal nuestras finanzas, estaba enojado conmigo mismo. 
Dios tuvo que preguntarme: “¿Por qué estás enojado? ¿Por qué
9 
rompiste esa pequeña radio?”. La lección más importante para mí 
fue: “Arregla tu situación con Dios. Aprende a manejar tus finanzas 
y no serás tan inaceptable para ti y para todos los demás. Si no 
resuelves tu ira haciéndote aceptable, vas a pasarte la vida 
rompiendo radios o ‘golpeando a Abeles’, ¡y eso te destruirá a ti!”. 
El apóstol Pablo tiene otra perspectiva importante sobre 
este tema, más adelante en Efesios. Escribe: “El que ama a su 
mujer, a sí mismo se ama” (5:28). Lo que ocurre es que si me 
hubiera amado a mí mismo en ese episodio con la radio, habría 
tenido la capacidad de amar a mi esposa. Pero, como estaba mal 
conmigo mismo, estaba expresando rabia e ira contra ella. 
Mientras intentaba solucionar mi problema con la ira, se me 
ocurrió que yo amaba a mi esposa y a mis hijos. Pero no siempre 
les expresaba mi amor, especialmente cuando no “me amaba a mí 
mismo”. Cuando estaba mal conmigo mismo, por cualquier motivo, 
tenía una menor capacidad para expresar amor. Lo que necesitaba 
desarrollar era un sentido legítimo de autorrespeto y verme como 
Dios me ve. 
En el evangelio de Mateo, un abogado le pregunta a Jesús: 
“Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley?” (22:36). Y 
Jesús le contesta: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y 
con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande 
mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo 
como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y 
los profetas” (22:37-40). 
En este pasaje, Jesús dice que debemos dominar tres 
perspectivas en la vida para tener lo que describió como “vida 
eterna” o “vivir más abundantemente”. Debemos mirar hacia arriba 
y ser todo lo que necesitamos ser en nuestra relación con Dios; 
debemos mirar hacia adentro, y ser todo lo que Dios quiere que 
seamos; y debemos mirar a nuestro alrededor y ser todo lo que 
Dios nos dice en su Palabra que debemos ser en nuestras relaciones 
con los demás. Jesús resume esas tres perspectivas al enseñar que 
debemos mirar hacia arriba y amar a Dios completamente. 
Debemos mirar hacia adentro y amarnos correctamente. Y debemos 
mirar a nuestro alrededor y amar a los demás incondicionalmente. 
Ahora bien, amarnos a nosotros mismos no significa que 
nos detengamos a adorarnos cada vez que pasamos frente a un 
espejo. Esto es lo que algunas personas piensan que significa. Pero 
un amigo mío, un alcohólico y drogadicto en recuperación, lo 
resume de esta forma: “Ama a Dios completamente, ámate a ti 
mismo correctamente, y ama a los demás incondicionalmente”. Mi 
amigo creció espiritualmente cuando pudo comprender cada uno de 
los tres aspectos y, como consecuencia, ha estado sobrio por 
diecisiete años, y es el presidente de los ancianos de nuestra iglesia. 
Cuando Pablo dice: “El que ama a su mujer, a sí mismo se 
ama”, nos está revelando un secreto. Si usted no ama cuando mira 
adentro, si está enojado consigo mismo al punto de despreciarse y 
destruirse, no se va a llevar bien con nadie, especialmente su 
cónyuge. 
Si quiere compartir su vida con otra persona en una relación 
matrimonial, debe comprender a esa persona. No podemos separar 
nuestra comprensión mutua de nuestra comunicación mutua y con 
Dios. 
¿Cómo podemos comprendernos mutuamente? 
Lo cierto es que no nos comprendemos a nosotros mismos 
totalmente, y mucho menos a nuestras parejas. Jeremías dijo: 
“Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; 
¿quién lo conocerá?” (Jeremías 17:9). En el versículo siguiente, la 
voz de Dios contesta la pregunta de Jeremías: “Yo Jehová, que 
escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno 
según su camino” (10). En vista de esta verdad, entonces 
deberíamos mirar hacia arriba y decir, como David: “Examíname, 
oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis 
pensamientos” (Salmos 139:23). Ese tipo de comunicación con 
Dios es, en realidad, la única forma en que podemos 
comprendernos a nosotros mismos y comprendernos mutuamente 
en el matrimonio. Si uno de los cónyuges, o ambos, no tiene 
ninguna comunicación con Dios, entonces no van a comprenderse 
mutuamente. 
Santiago nos enseña: “Si alguno de vosotros tiene falta de 
sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin
10 
reproche, y le será dada” (Santiago 1:5). En otras palabras, tal vez 
usted no comprenda a su cónyuge, pero Dios sí. Cuando se da 
cuenta de que no puede comprender a su pareja sin la ayuda de 
Dios, pídale la sabiduría que usted reconoce no tener. 
Capítulo 2 
Una brújula espiritual 
El Libro de Génesis es un libro de comienzos. Eso es lo que 
significa la palabra “génesis”. En este libro, Dios nos habla de los 
comienzos de muchas cosas, porque quiere que las comprendamos 
como Él quiso que fueran. El primer diálogo de Dios con el hombre 
del que tenemos registro se encuentra en el tercer capítulo de 
Génesis, justo después de que Adán y Eva comieron del fruto que 
su Creador les había prohibido. A causa de su desobediencia, 
obtuvieron el conocimiento del bien y del mal, así que se 
escondieron, porque sentían culpa y vergüenza. 
Leemos que Dios buscó a sus criaturas rebeldes en el 
huerto, y cuando los encontró les hizo preguntas. Ahora bien, 
cuando el Creador hace preguntas a sus criaturas no es porque no 
conozca las respuestas. El propósito de Dios, al hacer preguntas, es 
hacer que el hombre piense. He descubierto que estas preguntas de 
Dios son como una “brújula espiritual”. Dado que la estrategia 
bíblica para trabajar en nuestro matrimonio es comenzar con las 
dos personas que lo conforman, quiero compartir ocho preguntas 
que Dios nos hace en la Biblia que pueden ayudar a las personas 
que forman un matrimonio a comprenderse mutuamente. 
Las primeras palabras de Dios al hombre caído que registra 
la Biblia son preguntas. Su primera pregunta es: “¿Dónde estás tú?” 
(Génesis 3:9). La idea es la siguiente: “Se supone que deberías 
estar en algún lado, y no estás ahí. Entonces, ¿dónde estás tú?”. En 
esencia, la pregunta era: “Piensa dónde estás, porque no estás 
donde deberías estar”. 
Adán contestó: “Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, 
porque estaba desnudo; y me escondí” (10). En otras palabras: 
“Cuando oigo tu voz me da miedo. Sé que va a exponer mi 
desnudez, y no quiero quedar expuesto”. 
Esta es una descripción muy precisa de la naturaleza 
humana, en el pasado y en la actualidad. ¿Tiene usted a veces la 
convicción de que debería estar en algún lugar y no está allí? 
Piense que es posible que esa convicción surja de que Dios le está 
preguntando: “¿Dónde estás tú?”. ¿Será que lo que llamamos 
“crisis de identidad” es aquello de lo que Dios nos habla en el 
tercer capítulo de Génesis? ¿Es posible que Dios quiera que 
comprendamos, como en el pasado, el milagro de que nuestro 
Creador nos busca hoy con preguntas inquietantes acerca de dónde 
estamos, porque no estamos donde Él quiere que estemos? 
La segunda pregunta que Dios hace al hombre es: “¿Quién 
te enseñó?” (11). En el original hebreo dice, literalmente: “¿Quién 
te hizo saber que estabas desnudo?”. Esta segunda pregunta de 
Dios lleva a Adán y Eva al momento en que comieron del árbol 
prohibido. Cuando comieron del árbol equivocado, leemos: 
“Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que 
estaban desnudos; entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron 
delantales” (7). 
Ahora Dios pregunta: “Cuando supieron que estaban 
desnudos, ¿quién les hizo saber que estaban desnudos?”. La 
respuesta es que Dios mismo les hizo saber que están desnudos, 
porque los ama. Este diálogo que Dios tiene con Adán y Eva es una 
descripción hermosa del amor de Dios, en el pasado y en el 
presente. Fue Dios quien les abrió los ojos, porque quería que sus 
criaturas comprendieran lo que habían hecho y que hicieran algo 
con relación al hecho de que no estaban donde se suponía que 
deberían estar. Dios expresa su amor por nosotros de la misma 
forma hoy. 
La tercera y la cuarta pregunta de Dios los llevan a una 
confesión. La tercera pregunta fue: “¿Has comido del árbol de que 
yo te mandé no comieses?” (11). Yo creo que estos árboles son 
alegóricos. No quiero decir que sean un mito, o ficticios, o que no 
tengan ningún significado. Una alegoría es una historia en la que
11 
las personas, los lugares y las cosas tienen sentidos más profundos, 
a menudo sentidos moralmente o espiritualmente significativos. 
¿Ha visto alguna vez un árbol del conocimiento? ¿Ha visto alguna 
vez un árbol de la vida? ¿Alguna vez ha visto u oído caminar a una 
voz? Esto tiene que ser un lenguaje alegórico, pero ¿qué verdad 
está enseñando? 
En la alegoría es estos árboles, Dios dice simplemente esto: 
“Yo te puse en este mundo y sé cuáles son tus necesidades mejor 
que tú. Puedo suplir todas tus necesidades a través de estos árboles 
si comes de ellos precisamente como yo te lo indico para suplir tus 
necesidades a través de ellos”. 
Leemos que Dios plantó estos árboles en un orden de 
prioridad (Génesis 2:8,9). Primero, los árboles debían suplir la 
necesidad de los ojos. En la Biblia, los ojos suelen representar la 
mente, o cómo uno ve las cosas. Jesús nos dijo, básicamente: “La 
lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu 
cuerpo estará lleno de luz; pero si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo 
estará en tinieblas” (Mateo 6:22,23). Es importante la forma en que 
vemos las cosas. Según Jesús, la forma de ver las cosas es la 
diferencia entre un cuerpo lleno de luz y un cuerpo lleno de 
tinieblas. Aquí, en Génesis, Dios está diciendo alegóricamente: “La 
mayor necesidad que ustedes tienen es que yo les muestre cómo ver 
las cosas”. 
Dios dijo que los árboles del huerto suplirían su necesidad 
de alimento. Eso representa todas las cosas que un ser humano 
necesita o siquiera desea. Alegóricamente, esto representa lo que 
Jesús diría siglos después: “No sólo de pan vivirá el hombre, sino 
de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mateo 4:4). Lo que 
ocurre es que, cuando primero permitimos que Dios nos muestre 
cómo ver las cosas, todas nuestras otras necesidades son suplidas a 
través de lo que representan estos árboles. 
Cuando Adán y Eva pecaron, violaron la prioridad de estos 
árboles. Comieron del árbol prohibido, primero, porque era bueno 
para comer, y luego porque era agradable a los ojos (Génesis 3:6). 
Esta violación de las prioridades de Dios finalmente llevó a su 
expulsión del huerto. Si rehusamos ser gobernados y guiados por la 
Palabra de Dios, que nos muestra cómo convivir en las relaciones, 
nuestra violación de esas prioridades hoy podría llevarnos al uso de 
armas termonucleares, y hasta un escalamiento de la guerra 
termonuclear y nuestra expulsión del planeta. 
En esta profunda e inspirada alegoría, Dios nos dice: “Yo 
puse al hombre en este mundo, y no lo he dejado para que ande a 
tientas en la oscuridad. Le he dado mi Palabra, pero cuando él 
escuche mi voz a través de mi Palabra, mi voz hará que se sienta 
incómodo. Se va a ocultar de ella, porque expondrá su desnudez, o 
su necesidad. Si no aplica mi Palabra a su necesidad, pasará toda su 
vida escondiéndose de mí y de la verdad de mi Palabra”. La 
pregunta de Dios era, en esencia: “¿Has comido del árbol 
equivocado?”, que significa: “¿Estás buscando las respuestas en los 
lugares equivocados?”. 
Tal vez usted se pregunte: “¿Qué tiene que ver esto con el 
matrimonio?”. Esto se aplica directamente a nuestra discusión 
sobre el matrimonio bíblico. Tal vez recuerde que al principio de 
esta serie de estudios sobre el matrimonio y la familia, señalé los 
cuatro problemas de todo matrimonio: 
¾ El problema número uno es el esposo; 
¾ El problema número dos es la esposa; 
¾ El problema número tres es el hombre y su 
esposa, y 
¾ El problema número cuatro son los hijos. 
También destaqué que el lugar por donde debemos 
comenzar a trabajar en nuestro matrimonio es con las dos personas 
que lo constituyen, especialmente la persona por la que puede 
hacer algo y por quien es responsable: usted mismo. 
Las respuestas correctas a estas preguntas las convierten a 
en “una brújula espiritual” que puede ayudar al esposo y a la 
esposa a estar donde deberían estar como personas, y esto agregará 
salud, fortaleza y estabilidad a su relación como compañeros en el 
matrimonio. 
Antes de considerar la próxima pregunta, me gustaría 
hacerle una pregunta acerca de su matrimonio y su familia: “¿De 
dónde obtiene usted las pautas para su matrimonio: de la cultura o 
de las Escrituras?”. Otra forma de plantear la pregunta es: “¿Está 
usted comiendo de los árboles correctos o de los incorrectos, al
12 
buscar el plan para su matrimonio?”. Otra pregunta sería: “Si usted 
obtiene su plan para el matrimonio de la cultura, ¿cuán saludable es 
su matrimonio y su familia?”. 
El Salmo 1 describe lo que la Biblia llama “el hombre 
bienaventurado”. La palabra “bienaventurado” significa “feliz”. 
Una de las primeras cosas que se nos dice del hombre feliz es que 
es un hombre bienaventurado porque “no anda en consejo de 
malos” (1). ¿Anda usted en consejo de malos? Por ejemplo, cuando 
tiene un problema, ¿pide el consejo de Dios a su pastor o a algún 
líder espiritual de su iglesia, una persona piadosa que conoce las 
Escrituras? ¿O acude a una persona secular, que no conoce a Dios? 
Mientras estaba en el seminario, varias veces tuve que sacar 
préstamos para estudiantes. En el banco donde pedía prestado había 
un pequeño cartel que preguntaba: “Si eres tan listo, ¿por qué no 
eres rico?”. Nosotros, los estudiantes del seminario, ¡pensábamos 
que lo sabíamos todo! Pero ese cartel nos confrontaba. ¿Por qué 
éramos tan pobres si éramos tan listos? 
Muchos de nosotros tenemos que pensar en una pregunta 
parecida: Si somos tan listos, ¿por qué no somos felices? ¿Por qué 
no tenemos un matrimonio y una familia más feliz? Tal vez no 
entendemos tan bien la Biblia. Si somos felices, y tenemos la 
familia feliz y ejemplar, entonces por la gracia de Dios somos el 
hombre y la mujer bienaventurados, y tenemos un matrimonio y 
una familia bienaventurados. Si ésta no es nuestra experiencia, 
entonces debemos acudir individualmente a la Palabra de Dios y 
dejar que Dios nos haga estas preguntas. 
Tal vez nuestro matrimonio y nuestra familia no son 
bienaventurados porque estamos andando en consejo de los impíos, 
y tenemos que volver a esos principios básicos del matrimonio y la 
familia que se presentan en las Escrituras. Si seguimos “comiendo 
de los árboles equivocados” nuestro matrimonio y nuestra familia 
nunca serán bendecidos por Dios. 
Ahora, volvamos a estas grandes preguntas. La cuarta 
pregunta que hizo Dios, y con la que se aclara la confesión que 
obtuvo de Adán y Eva mediante su tercera pregunta, fue: “¿Qué es 
lo que has hecho?” (Génesis 3:13). La palabra “confesar” en las 
Escrituras es compuesta, y combina términos que indican “hablar” 
y “lo mismo”. El significado básico es: ‘decir lo mismo que dice 
Dios sobre nuestro pecado’ o ‘estar de acuerdo con Dios’. Esto es 
lo que hace Dios cuando pregunta a Adán y Eva: “¿Qué han 
hecho?” Él sabe exactamente lo que han hecho, pero quiere 
escucharlos decir lo que Él ya sabe. Obviamente, esto no es para 
beneficio de Él, sino de ellos. 
Cuando confesamos nuestros pecados a Dios, no le decimos 
nada que Él no sepa. No los confesamos por el bien de Dios, sino 
para nuestra salvación. Nadie es perfecto, y no existen matrimonios 
perfectos. Individualmente y juntos, como matrimonio, 
necesitamos que Dios nos pregunte: “¿Qué han hecho?”. Y luego 
debemos decir lo mismo que Dios acerca de lo que hemos hecho. 
Tenemos la promesa de Dios de que, si confesamos nuestros 
pecados, Él es fiel a su Palabra y perdonará lo que hayamos hecho 
y lo que no hayamos hecho en nuestro matrimonio (1 Juan 1:9). 
Encontramos una quinta pregunta profunda más adelante en 
el Libro de Génesis, cuando el ángel del Señor busca a Agar, la 
criada fugitiva de Abram y Sarai. El ángel le pregunta: “¿De dónde 
vienes tú, y a dónde vas?” (Génesis 16:8). 
No sé si usted piensa mucho en la voluntad de Dios para su 
vida y su matrimonio pero, si lo hace, esta es una buena pregunta 
para que Dios le haga periódicamente. Es el tipo de pregunta que 
deberíamos permitir que Dios nos haga en los últimos días de un 
año viejo, antes de comenzar el año nuevo. En el contexto de 
nuestro matrimonio, esta es una buena pregunta para comenzar 
nuestro tiempo tranquilo de diálogo con Dios en un aniversario de 
casamiento. 
La esencia de la pregunta es que, a menos que tengamos 
una crisis que nos haya llevado a un cambio, vamos hacia el lugar 
de donde vinimos. Vamos a experimentar más de lo mismo a 
menos que pase alguna otra cosa. ¿Ha llegado usted a un punto en 
su vida en que pensar en más de lo mismo se le hacía insoportable? 
La Biblia nunca nos pide que cambiemos nosotros mismos, 
sino que nos dice que cumplamos algunas condiciones y luego 
dejemos que Dios nos cambie. Jesús nos dice que debemos nacer 
de nuevo (Juan 3:3-5). Pero no se nos dice que nos demos a luz 
espiritualmente nosotros mismos. El nacimiento es una experiencia
13 
pasiva. Nacimos cierto día en cierto año. Nuestro nacimiento nos 
sucedió. Lo mismo ocurre con el nacimiento espiritual. Somos 
dados a luz de nuevo. Somos transformados mediante la 
renovación de nuestra mente (Romanos 12:1,2). 
Los seguidores de Cristo que han nacido de nuevo son 
personas cambiadas, personas que están cambiando mientras 
avanzan hacia el estado eterno en que serán cambiadas para 
siempre (2 Corintios 5:17; 3:18; 1 Corintios 15:51). El hecho de 
que podamos ser cambiados significa que no tenemos que ir hacia 
el lugar de donde vinimos en nuestro viaje de vida y fe. Nuestro 
pasado no hace que nuestro presente y nuestro futuro sean 
predecibles. No tenemos que vivir con más de lo mismo, año tras 
año. Si no puede soportar el pensamiento de tener diez años más 
como los diez años que ha vivido en su matrimonio o en su 
experiencia de vida, dígaselo a Dios y pídale que haga los cambios 
que llenarán su presente y su futuro con esperanza y un optimismo 
inextinguible. 
Hay una sexta pregunta profunda en el Libro de Génesis 
que tenemos que contestar ante Dios, individualmente y como 
pareja. Esa pregunta es: “¿Quién eres tú?” (Génesis 27:18,32). En 
otra profunda alegoría, se les hace esta pregunta tanto a Jacob 
como a Esaú. Jacob miente, y Esaú exclama a gran voz cuando se 
le pregunta: “¿Quién eres tú?” 
Esta pregunta se hace varias veces en la Biblia. En el primer 
capítulo del Evangelio de Juan, se le formula la pregunta a Juan el 
Bautista, el antecesor de Cristo en la tierra. Los líderes religiosos le 
preguntaron: “¿Pues quién eres? para que demos respuesta a los 
que nos enviaron. ¿Qué dices de ti mismo?” (Juan 1:22). 
Juan contestó con palabras del profeta Isaías: “Yo soy la 
voz de uno que clama en el desierto: Enderezad el camino del 
Señor” (23). Era una respuesta simple y directa. Podría haber 
agregado: “Eso es quien soy, lo que soy, donde estoy. Es imposible 
que yo sea más que eso. No pensaría en ser nada menos que eso. 
Soy quien debo ser, lo que debo ser y estoy donde debo estar”. 
Jesús dijo que Juan el Bautista fue el mayor hombre que 
haya vivido jamás. ¿Qué tenía de especial? Muy simplemente, 
sabía quién era, y sabía quién no era. Aceptó la responsabilidad de 
sus habilidades dadas por Dios, y de su tarea en el plan de Dios. 
Pero también aceptó sus limitaciones. Sabía la respuesta correcta 
cuando le preguntaron: “¿Quién eres tú?”. 
¿Sabe usted quién es usted? ¿Qué tiene que decir acerca de 
usted? Cuando dos personas que tienen un matrimonio a los ojos de 
Dios quieren construir y fortalecer su matrimonio, deberían 
comenzar con ellos mismos. Su matrimonio tendrá tanta felicidad y 
satisfacción como tengan ellos como individuos delante de Dios. 
Cuando cada persona pueda decir lo que dijo Juan el Bautista sobre 
quién es, tiene los bloques constructivos fundamentales para un 
buen matrimonio y una familia feliz. 
Una vez que descubra que a Dios le gusta hacerle preguntas 
a su pueblo, verá que lo hace en todo el Antiguo y el Nuevo 
Testamento. Jesús hace ochenta y tres preguntas en el Evangelio de 
Mateo. A medida que crezca en su andar individual con Dios, 
permita que le haga esas preguntas mientras lee su Biblia. 
Una séptima pregunta profunda: “¿Qué eres tú”, está 
implícita en las palabras del apóstol Pablo: “Por la gracia de Dios 
soy lo que soy” (1 Corintios 15:10). También escribió a los 
corintios: “Porque ¿quién te distingue? ¿o qué tienes que no hayas 
recibido? Y si lo recibiste, ¿por qué te glorías como si no lo 
hubieras recibido?” (1 Corintios 4:7) Lo que somos se relaciona 
con nuestras capacidades, dones y talentos espirituales, y tiene que 
ver con nuestra vocación. Todas estas cosas provienen de Dios para 
equiparnos para ser quienes Él quiere que seamos, lo que quiere 
que seamos y estar donde Él quiere que estemos. 
Al comienzo del Antiguo Testamento, Dios pregunta: 
“¿Dónde estás tú?”. Al principio del Nuevo Testamento, los sabios 
preguntan: “¿Dónde está Él?” (Mateo 2:2). El Evangelio de Juan 
comienza una profunda octava pregunta de Jesús: “¿Qué buscáis?” 
o “¿Qué queréis?” (38). Cuando Jesús hizo esta octava pregunta, 
planteó dos preguntas que debemos contestar cada uno de nosotros: 
¿Queremos ser lo que Dios quiere que seamos, quien Él quiere que 
seamos y estar donde Él quiere que estemos? y ¿hasta qué punto 
queremos recibir las respuestas correctas a estas preguntas? 
Una magnífica obsesión
14 
Estas ocho preguntas de las Escrituras nos señalan una 
realidad espiritual. Hay un lugar donde Dios quiere que estemos en 
esta vida. Hay alguien que Él quiere que seamos. Hay algo que 
quiere que seamos, y algo que quiere que hagamos en este mundo. 
Cuando el Cristo resucitado y vivo entra en nuestras vidas, como el 
apóstol Pablo, nuestra magnífica obsesión debería ser capturar el 
propósito para el cual Él nos capturó. La pregunta que deberíamos 
hacerle a diario es: “Señor, ¿qué quieres que haga?”. El único lugar 
donde encontraremos la felicidad es en lo que Pablo llama “la 
buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Romanos 12:2). En 
la perfecta voluntad de Dios encontramos nuestro lugar, nuestra 
identidad y nuestro llamado único. 
Una brújula espiritual 
Así como hay ocho puntos en una brújula, las ocho 
preguntas que hemos visto constituyen mi brújula espiritual. Las 
considero a menudo. Las preguntas no cambian, pero las respuestas 
cambian constantemente. Hay respuestas correctas a las preguntas, 
y ni usted ni la persona con la que vive serán felices hasta que las 
encuentren. Discuta las preguntas con su cónyuge, y compartan el 
uno con el otro lo que sienten acerca de las respuestas para ustedes 
como creyentes individuales, para su matrimonio y para su familia. 
Mi observación, basándome en cinco décadas de 
experiencia en consejería de parejas piadosas, es que si un esposo o 
una esposa es una persona infeliz, su pareja va a ser infeliz. La 
mayor causa individual de infelicidad entre creyentes es no tener 
las respuestas correctas para estas grandes preguntas de Dios y 
otras similares. 
Quisiera desafiarlos, como matrimonio, a buscar un nivel de 
comunicación más profundo, contestando estas preguntas ante Dios 
y discutiéndolas entre ustedes. Luego escuchen realmente las 
respuestas de su cónyuge. Si hacen esto, se asombrarán de lo que 
Dios podrá hacer en sus vidas. 
Es trágico que una pareja devota pase por la vida sin pensar 
en estas cosas. Muchos creyentes están viviendo vidas derrotadas y 
ni siquiera lo saben. Si usted no está satisfecho con la calidad de su 
vida espiritual, piense seriamente en estas preguntas, como si Dios 
se las estuviera haciendo. Estas preguntas y sus respuestas pueden 
cambiarle la vida. Cuando esto le ocurre a un esposo o a una esposa 
devotos, su plenitud personal en Cristo puede transformarlos e 
infundir vida a su matrimonio. 
Capítulo 3 
La gozosa expresión de la unidad 
Leemos en el relato de la creación, en el Libro de Génesis, 
que Dios vio todo lo que creó y dijo: “¡Es bueno!”. Pero luego 
observó algo que “no es bueno”. Dijo: “No es bueno que el hombre 
esté solo” (Génesis 2:18). Así que Dios creó una compañera para 
Adán, y los dos pasaron a ser “una sola carne”. 
Una de las primeras cosas que debemos notar acerca de la 
creación de la relación sexual es que Dios quiso que fuera para la 
procreación. “Fructificad y multiplicaos” fue lo que ordenó a Adán 
y Eva (Génesis 1:28). Hemos aprendido que el matrimonio es el 
plan de Dios para poblar la tierra con buenas personas. Dios no 
quiere simplemente poblar la tierra con personas, sino con buenas 
personas. Para que ocurra esto, los padres deben ser personas 
sólidas y maduras. También deben ser fuertes como pareja para 
poder ser fuertes como padres y producir personas fuertes a través 
de su matrimonio y su familia. Así que, obviamente, Dios quiso 
que el sexo funcionara dentro del contexto del matrimonio y la 
familia, y quiso que tuviera como fin la procreación. 
Más allá de la procreación, Dios quiso que el sexo fuera un 
medio de expresión para el matrimonio. Cuando las parejas tienen 
problemas sexuales, antes de fijarse en los detalles de estos 
problemas deberían analizar su unidad espiritual. Deberían pensar 
en su comunicación y sus demás áreas de compatibilidad. Deberían 
pensar en las cualidades del verdadero amor como el de Cristo, y 
todo lo que implica su comprensión mutua. Sólo entonces deberían 
confrontar sus problemas sexuales.
15 
No es ningún secreto que el sexo, que Dios ideó para que 
sea la expresión gozosa de nuestra unidad, puede convertirse en un 
obstáculo para ella. Si la expresión física de nuestra unidad es lo 
que Dios quiso que fuera, tal vez sea el diez por ciento de la 
relación. Pero si la relación física no es aquello para lo cual fue 
creada, puede ser el noventa por ciento del problema. Hay 
matrimonios que se terminan a causa del sexo, porque cuando un 
compañero no está satisfecho sólo es cuestión de tiempo antes que 
se encuentre con alguien que le ofrezca esa satisfacción. 
Irónicamente, lo que Dios ideó para que fuera un medio 
gozoso de expresar nuestra unidad puede convertirse en uno de los 
mayores obstáculos para esa unidad. Sólo el maligno podría tomar 
lo que Dios ideó para que fuera la expresión gozosa de nuestra 
unidad y convertirlo en uno de los mayores obstáculos para ella. 
Cuando el sexo es el noventa por ciento del problema entre 
un esposo y una esposa, su primera preocupación debería ser: ¿Qué 
están expresando cuando tienen relaciones? Si no hay ninguna 
unidad espiritual, ninguna comunicación, ningún amor, ninguna 
comprensión, ¿qué pueden estar expresando? Si no tienen ninguno 
de los niveles más profundos de la relación, ¿cómo puede su 
relación sexual ser lo que Dios quiso que fuera? Si no tienen 
ninguna unidad para expresar, su relación sexual es como el 
apareamiento entre animales. 
Cuando usted realiza el acto sexual, ¿está comprometido 
totalmente con la gratificación de la otra persona? Ese es el tipo de 
compromiso que hace del sexo lo que Dios quiso que fuera. En 
otras palabras, sin comunicar el “vínculo de amor” que Dios ideó 
para su matrimonio, nunca tendrá la relación sexual que Dios 
declaró que era “muy buena. Dicho de otra forma, su grado de 
unidad espiritual determinará la calidad de la unidad física que 
tienen en su matrimonio. 
Dios quiso que el sexo fuera para la procreación y como 
vehículo de la expresión para un matrimonio, pero también quiso 
que el sexo fuera para el placer. No sé dónde comenzó la idea. 
Muchos creen que fue durante la era victoriana. Pero, mucho 
tiempo atrás, los cristianos empezaron a pensar que el placer sexual 
no era bueno. Según su punto de vista, Dios nunca podría tener 
nada que ver con el sexo. 
No puedo enfatizar demasiado cuán importante es vencer 
este concepto tan contrario a la Biblia. Cuando un hombre o una 
mujer realmente creen que el sexo no es bueno, o aun que es 
incorrecto, pueden ser impotentes o frígidos en el matrimonio. El 
sexo es sagrado. Es santo. Nunca debemos creer otra cosa ni dar a 
nuestros hijos otra impresión. Esto, por supuesto, es un desafío. Si 
usted quiere que sus hijos y sus hijas sean vírgenes cuando se 
casen, es difícil alentarlos a practicar la abstinencia sin darles la 
impresión de que el sexo tiene algo de malo. 
Desde el relato de la creación, la Biblia nos dice que el sexo 
es bueno. El Cantar de los Cantares, por ejemplo, es uno de los 
libros más maravillosos de la Biblia. A mi juicio, su propósito 
dentro del canon de las Escrituras es mostrarnos que el sexo es 
hermoso y creado por Dios. Es algo maravilloso tener una relación 
sexual como la que se describe en el Cantar de los Cantares. Hay, 
también, una alegoría aquí. Retrata el amor de Cristo por la Iglesia, 
y de Jehová por Israel. Pero esa es una aplicación secundaria. La 
aplicación primaria del libro es mostrarnos que el sexo es bueno. 
El sexo es hermoso. Fue ideado por Dios para ser santo, 
sagrado, bueno, y una gozosa expresión de amor entre un esposo y 
su esposa. Todo concepto del sexo en el contexto del matrimonio 
que no alcanza estas descripciones del amor sexual no viene de 
Dios, sino del maligno. 
¿Cuáles son sus expectativas y actitudes en lo que se refiere 
a la unidad física en el matrimonio? Deuteronomio 24:5 describe 
una ley judía que ordenaba un período de dicha especial para la 
pareja recién casada: “Cuando alguno fuere recién casado, no 
saldrá a la guerra, ni en ninguna cosa se le ocupará; libre estará en 
su casa por un año, para alegrar a la mujer que tomó”. 
La mayoría de los eruditos dicen que la frase “alegrar” 
significa que se esperaba que el esposo hiciera a su esposa feliz 
sexualmente, que le diera placer sexual. En otras palabras, la ley 
exigía una luna de miel de un año. ¿Piensa que esta es una 
declaración de lo que Dios piensa acerca del sexo?
16 
En el Nuevo Testamento, hay un desafío para honrar el 
matrimonio y guardar el carácter sagrado de la intimidad sexual 
entre un esposo y su esposa. “Honroso sea en todos el matrimonio, 
y el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los adúlteros los 
juzgará Dios” (Hebreos 13:4). Aquí, Dios traza una línea con 
relación al sexo casual, pero insiste en que el matrimonio es 
honroso, y que la relación sexual matrimonial es algo de pureza 
sagrada. 
También le resultará beneficioso estudiar 1 Corintios 7:1-7 
y Proverbios 5:15-20, así como el Cantar de los Cantares. Piense en 
estos pasajes de las Escrituras, y luego pregúntese cuáles deberían 
ser sus actitudes y expectativas con relación al sexo. La actitud es 
vitalmente importante en una relación sexual. Hay quienes han 
señalado que el órgano sexual más importante que tenemos es 
nuestro cerebro. 
Podemos aplicar a la relación sexual la alegoría de los 
árboles en el tercer capítulo del Libro de Génesis que describí en 
nuestro capítulo anterior. Usted fue creado con un impulso sexual, 
pero su mayor necesidad es pedir a Dios que supla la necesidad de 
sus ojos, es decir que le muestre el propósito, el lugar y la función 
del sexo. Si pone esta necesidad en primer lugar, entonces no 
perderá todo lo que Dios tenía en mente cuando les dio a usted y a 
su cónyuge los medios de expresar gozosamente su amor mutuo. 
Pero si pone la gratificación de su impulso sexual en primer lugar, 
especialmente fuera del contexto del matrimonio, usted sufrirá las 
consecuencias. 
Es a través de las Escrituras que Dios nos muestra cómo 
debemos ver las cosas. Si permitimos que la Palabra de Dios nos 
muestre cuáles deberían ser nuestras actitudes y expectativas acerca 
del sexo, descubriremos que el sexo fue ideado por Dios para ser 
expresado en el contexto de las instituciones del matrimonio y de la 
familia, que fueron ordenadas por Dios. 
¿Dónde obtiene usted su información sobre el sexo? Si 
obtiene sus señales de la cultura, no tendrá información que le 
ayude a crear un matrimonio feliz y una familia cristiana. Entonces, 
¿de dónde debería obtener las pautas que seguirá en cuanto al sexo? 
¿De su médico? ¿Del gobierno? Hay quienes dicen que el hogar es 
donde debería definirse el rol de la sexualidad. Pero, ¿quién 
instruye a las personas que forman esos hogares? ¿Dónde se les 
dice a los matrimonios cuál es el plan de Dios para el sexo? 
He llegado a la conclusión de que si la iglesia no se lo dice 
nadie más lo hará, y nadie más debería hacerlo, en realidad. A decir 
verdad, ¿dónde puede usted aprender acerca del verdadero lugar y 
propósito del sexo si no en la iglesia? El matrimonio es idea de 
Dios, y esto está documentado en la Biblia. Lo mismo ocurre con el 
sexo. Cuando leemos pasajes como el Cantar de los Cantares, nos 
damos cuenta de que Dios no se calla en cuanto al sexo. Así que los 
predicadores tampoco deberían hacerlo. 
He dicho a menudo que antes de que uno pueda predicar 
sobre el Cantar de los Cantares debería tener canas. Cuando era un 
joven estudiante en el ministerio, vino un hombre mayor, canoso, 
para hablarnos sobre el sexo. Luego de su charla, que fue muy 
informativa y útil, le pregunté: “¿Cuándo comienza a disminuir el 
impulso sexual? ¿Cuándo empieza a reducirse la llama?”. Se sonrió 
de oreja a oreja y me dijo: “¡No tengo la menor idea!”. ¡Y tenía 
ochenta y dos años! Así que podemos ver que no hace falta ser 
joven para disfrutar de la gozosa expresión de la unidad. 
La relación sexual fue ideada por Dios para brindar 
satisfacción sexual al esposo y a la esposa. Pero, según diferentes 
investigaciones, hay muchas mujeres que nunca experimentan esa 
satisfacción. Creo que dos de las principales razones de esa falta de 
satisfacción son el egoísmo y la ignorancia de los esposos. 
Las quince virtudes del amor de 1 Corintios 13 –que yo 
describí en el primero de estos dos fascículos- son todas 
“excéntricas”, una palabra que significa ‘tener otro centro’. Dado 
que todos somos pecadores, nuestro centro antes de llegar a la fe 
era nuestro yo. Pero, cuando nacemos de nuevo, nuestro centro 
pasa a ser Cristo, y luego todas las personas que se cruzan con 
nuestras vidas. Cuando nos casamos, la “otra persona” más 
importante es nuestro cónyuge. Para que el hombre y la mujer 
experimenten satisfacción sexual, el esposo tiene que estar centrado 
en la otra persona, a fin de ser el amante que Dios quiso que fuera. 
Sólo las personas que han cambiado su centro tendrán la 
relación sexual satisfactoria que Dios quiere que tengan. Esto
17 
significa que los esposos deben comunicarse. El hombre podría 
pensar que lo que está haciendo lleva a su esposa a la liberación y a 
la satisfacción, pero tal vez esté teniendo el efecto contrario. Ella 
tiene que hablarle, decirle, comunicarle lo que quiere y necesita. 
Muchas personas arrastran experiencias sexuales negativas, y esto 
puede significar que les cueste mucho experimentar la realización 
en su unión sexual. Estas cosas necesitan ser sacadas a la luz para 
alcanzar la sanidad interior, y entonces será posible la satisfacción 
sexual. 
Capítulo 4 
El capítulo sobre el matrimonio en la Biblia 
El séptimo capítulo de 1 Corintios es uno de los mejores 
pasajes de las Escrituras sobre la intimidad del matrimonio. Pablo 
toca el tema al contestar preguntas que le hace la iglesia de Corinto 
en una carta. Al estudiar sus respuestas, uno se da cuenta de cuáles 
tienen que haber sido las preguntas. 
En el versículo 26, Pablo escribe: “Tengo, pues, esto por 
bueno a causa de la necesidad que apremia”. ¿Cuál era “la 
necesidad que apremia”?. Aparentemente, era la persecución. Los 
primeros cristianos vivían bajo la amenaza de la persecución gran 
parte del tiempo, y tiene sentido que, si uno es perseguido, 
encarcelado o entregado como alimento a los leones, sería mejor 
que no tuviera una esposa e hijos. En muchas generaciones y en 
muchas culturas, parejas piadosas han postergado sus planes de 
casamiento hasta la finalización de una guerra. 
Los corintios habían preguntado a Pablo cosas como: 
“¿Deberían casarse hoy nuestros hijos, como lo harían en 
circunstancias normales?”. Pablo contesta “no”. Varias veces en el 
capítulo, dice: “Mejor permanecer soltero”, queriendo decir: “a la 
luz de la necesidad que apremia”. Luego preguntaron: “Si deciden 
mantenerse solteros, ¿podrían entonces tener algún contacto 
físico?”. Y Pablo contesta, básicamente: “No. Y si no van a 
casarse, si no van a consumar esta relación sexualmente, entonces 
no es sabio arder de pasión”. 
Pablo escribe que, a la luz de la necesidad que apremia, 
sería mejor que estos jóvenes no se casaran y que, de no casarse, 
que no tuvieran ninguna interacción sexual. Esto explica su 
declaración inicial de que es bueno no tocar mujer. ¡Qué forma de 
empezar un capítulo sobre el matrimonio! Pablo acepta que, si no 
pueden controlar sus pasiones, deberían casarse, porque es mejor 
casarse que consumirse arder de pasión. 
Pero, ¿qué pasa con los que ya están casados? ¿Deberían 
tener una vida sexual normal? Pablo contesta en un gran pasaje 
sobre la relación sexual entre dos creyentes: “En cuanto a las cosas 
de que me escribisteis, bueno le sería al hombre no tocar mujer; 
pero a causa de las fornicaciones, cada uno tenga su propia mujer, 
y cada una tenga su propio marido. El marido cumpla con la mujer 
el deber conyugal, y asimismo la mujer con el marido. La mujer no 
tiene potestad sobre su propio cuerpo, sino el marido; ni tampoco 
tiene el marido potestad sobre su propio cuerpo, sino la mujer. No 
os neguéis el uno al otro, a no ser por algún tiempo de mutuo 
consentimiento, para ocuparos sosegadamente en la oración; y 
volved a juntaros en uno, para que no os tiente Satanás a causa de 
vuestra incontinencia. Mas esto digo por vía de concesión, no por 
mandamiento” (1 Corintios 7:1-6). 
Este es un magnífico ejemplo de consejería matrimonial 
sobre la unión física de una pareja cristiana. Contiene algunas 
observaciones resumidas de lo que Pablo está escribiendo con 
relación a la gozosa expresión de unidad en una relación que es un 
matrimonio a los ojos de Dios. 
Los impulsos sexuales son fuertes, pero el matrimonio es lo 
suficientemente fuerte como para contenerlos y brindar una vida 
sexual equilibrada y satisfactoria que protegerá a la pareja de las 
tentaciones de la cultura decadente en la que vivían las parejas de 
Corinto. 
Su énfasis es que el esposo debe buscar satisfacer a su 
esposa, mientras que la esposa debe buscar satisfacer a su esposo. 
En otras palabras, el esposo debe estar centrado en su esposa y la 
esposa debe estar centrada en su esposo.
18 
La abstinencia sexual es admisible, pero sólo por un tiempo, 
y para acercarse a Dios a través de la oración y el ayuno. (El 
famoso “dolor de cabeza” no es motivo de abstinencia.) El 
principio importante aquí es que su relación con Dios sigue siendo 
privada y separada. Aun cuando compartan esta relación en 
muchos aspectos y aunque su relación con Dios es el fundamento 
de su unidad, no se les dice que busquen la intimidad con Dios 
juntos, como pareja. 
El concepto de la reciprocidad es muy importante. Una 
pregunta sobre el sexo que surge frecuentemente al aconsejar a 
personas que han estado casadas mucho tiempo es: “¿Hay cosas 
que son pervertidas o malas?”. Creo que la respuesta es que no hay 
nada malo entre un esposo y una esposa si es placentero para 
ambos. La pregunta correcta no es: “¿Qué es lo correcto?” sino 
“¿Qué es lo recíproco?”. Las personas preguntan acerca de la 
frecuencia de la unión sexual, sobre lo que es normal, o promedio. 
Pero la cuestión más importante es la reciprocidad. 
Fíjese que Pablo dice que el sexo involucra una elección. Es 
una decisión de dar placer o de servir al otro cónyuge. Cuando 
usted asume el compromiso de amar a una persona, se compromete 
a una relación física. Dios ha ideado el compromiso de forma tal 
que sea recíproco, volitivo e incondicional. Si cada integrante de la 
pareja está totalmente comprometido con el placer o la satisfacción 
del otro, tienen la clave que hará que funcione la relación sexual. 
Los esposos suelen decir a los consejeros: “A mi esposa no 
le interesa nada el sexo. ¿Qué puedo hacer para que le interese?”. 
Escuchamos a menudo la misma queja del otro lado: “A mi esposo 
no le interesa el sexo”. La falta de interés sexual suele ser 
consecuencia de que uno o ambos integrantes de la pareja no están 
centrados en el otro. 
Ya he señalado que es muy importante que un hombre esté 
centrado en la otra persona en esta dimensión del matrimonio. Si 
usted es un hombre que debe enfrentar el problema de que su 
esposa no siente gran interés sexual, asegúrese de tener una buena 
educación en lo que se refiere al sexo. A pesar de todas las 
conversaciones machistas sobre el sexo que tienen los hombres, 
muchos de ellos, lamentablemente, ignoran la anatomía sexual de 
la mujer. ¿Alcanza su esposa la satisfacción o la liberación cuando 
tienen una unión física? Si lo logra pocas veces o nunca, quiero 
hacerle una pregunta: Si usted nunca experimentara un clímax, 
¿cómo afectaría eso su actitud hacia la unión física con su esposa? 
Creo que es una pregunta justa. 
La Regla de Oro es efectiva aquí: “Todas las cosas que 
queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced 
vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas” (Mateo 
7:12). El desafío de la Regla de Oro es colocarse uno en el lugar 
del otro. Si usted fuera el cónyuge que no está interesado en la 
relación física, ¿qué le gustaría que hiciera su cónyuge? Cuando 
encuentre la respuesta a esta pregunta, hágalo, por esa es la Regla 
de Oro de la gozosa expresión de la unidad. 
Se dice que, en las epístolas de Pedro y de Pablo, el modelo 
para el matrimonio es Cristo y la Iglesia. Se supone que debe ser 
una comunión total de dos personalidades completas, y eso se 
muestra en la comunión entre Cristo y su Esposa, la Iglesia. Es una 
unidad espiritual. Así que, mientras que la unidad física es 
recíproca e incondicional, también debe haber una cualidad 
espiritual en la relación. Esa cualidad espiritual es el amor 
abnegado y centrado en los demás del Cristo resucitado y viviente. 
Capítulo 5 
Las siete maravillas espirituales del mundo 
Hace unos años, yo estaba almorzando con un hombre que 
me dijo que su iglesia lo había designado anciano y presidente de la 
junta de la iglesia. Y luego me dijo: “¡Imagínese! ¡Yo ni siquiera 
soy cristiano!”. 
Otro hombre que estaba almorzando con nosotros le dijo: 
“Usted no sería un anciano en la iglesia de este hombre si no fuera 
un cristiano”. A lo cual el otro contestó: “Entonces usted es el 
hombre que hace tiempo deseo conocer. Quiero hacerle una 
pregunta: ¿Qué es un cristiano?”.
19 
Cuando hacía cinco minutos que yo estaba hablando, el 
hombre miró su reloj y me dijo: “Oiga, solo le pedí la hora, y usted 
me está explicando cómo hacer un reloj. ¿No hay una manera más 
simple de responder mi pregunta?”. 
El Señor usó a ese hombre para mostrarme que necesitaba 
estar mucho más preparado para contestar esa pregunta. Así que 
escribí un pequeño folleto llamado: “Las siete maravillas 
espirituales del mundo”. Mi objetivo era decir a una persona 
secular lo que necesita saber y conocer para experimentar la 
salvación. 
Como he compartido esta perspectiva bíblica del 
matrimonio con usted, se me ocurre que todo lo que he compartido 
es imposible si no es un discípulo de Jesucristo que ha nacido de 
nuevo. Jesús nos dijo que nunca seremos cónyuges adecuados sin 
la ayuda de Dios (Mateo 19:3-11). Salomón nos dijo que nunca 
seríamos padres adecuados sin la ayuda de Dios (Salmo 127). El 
mensaje de toda la Biblia, enfatizado por Jesús, es que no podemos 
ser personas adecuadas sin la ayuda de Dios (Juan 3:6,7). No puedo 
finalizar este estudio sin decirle lo que necesita saber para nacer de 
nuevo. Por lo tanto, concluyo con “Las siete maravillas espirituales 
del mundo”. 
La primera espiritual es lo que llamo: “el mayor diseño del 
mundo”. Si uno mira este mundo a través de un telescopio o un 
microscopio, no puede evitar quedar impresionado por el diseño 
que ve. Pero para usted y para mí, el diseño más importante y 
hermoso de este mundo es el plan especial que Dios tiene para todo 
ser humano que nace en este mundo (Romanos 12:1,2; Salmos 
139:16). 
Toda persona creada por Dios es única e individual. ¿No es 
asombroso que haya más de sesenta mil millones de dedos en este 
mundo, y que no haya dos de ellos que tengan las mismas huellas 
digitales? Ahora tenemos equipos electrónicos sofisticados que 
pueden identificar sus “huellas vocales”, porque nadie habla 
exactamente como usted. Ahora, con la tecnología del ADN, la 
estructura física única de cada ser humano sobre la tierra puede ser 
identificada y probada en un tribunal en cualquier lugar del mundo. 
Si el milagro de nuestra individualidad única puede ser demostrado 
tan claramente, ¿es realmente difícil creer que el Dios que nos creó 
como individuos únicos físicamente tenga un plan único para cada 
una de nuestras vidas? Según la Biblia, Dios tiene dicho plan, y ese 
plan es una de las maravillas espirituales del mundo. 
Tal vez se pregunte: “Si Dios tiene un plan para cada vida 
humana, ¿por qué la gente es tan infeliz, y por qué nuestro mundo 
está lleno de disturbios, guerras y tremendos problemas sociales?”. 
La respuesta a su pregunta es la segunda maravilla espiritual del 
mundo, que yo llamo “el mayor divorcio del mundo”. El divorcio 
es una epidemia en muchas culturas hoy, pero el mayor divorcio de 
este mundo es el divorcio entre Dios y el hombre. 
La Biblia nos dice que Dios creó al hombre como una 
criatura que puede elegir. Le dio a esta criatura la posibilidad de 
decir a su Creador: “Tú me creaste con este gran diseño, pero no 
quiero formar parte de él. Voy a vivir mi vida a mi manera”. La 
Biblia nos dice que esto es lo que todos le dicen a Dios. La Biblia 
lo llama pecado. Por su rebelión pecaminosa, las personas se 
divorcian de Dios, y Él se lo permite. Este divorcio es la causa de 
todo el caos que vemos en el mundo hoy. El hecho de que Dios nos 
crea con la capacidad de divorciarnos de Él es otra maravilla 
espiritual del mundo. 
A la tercera maravilla espiritual yo la llamo “el mayor 
dilema del mundo”. Como resultado del mayor divorcio del mundo, 
Dios enfrentó el mismo dilema que enfrentamos nosotros como 
padres. Amamos a nuestros hijos, y hay ciertos comportamientos y 
actitudes que nos gustaría ver en sus vidas. Pero, para nuestro 
desconcierto, hacen cosas que nos desagradan. Nos destrozan el 
corazón con las cosas que hacen. ¿Cómo deberíamos responder 
cuando ocurren estas cosas? Queremos expresar nuestro amor por 
nuestros hijos, pero no queremos hacer la vista gorda a estas 
acciones dañinas. Ese es un dilema que enfrentan todos los padres. 
En un sentido, Dios tiene el mismo dilema (aunque en 
realidad nunca se ve enfrentado a un problema que considere 
insoluble). Ve que sus criaturas se divorcian de su Creador y hacen 
cosas abominables que nunca quiso que hicieran. El mayor dilema 
del mundo es el que tiene que enfrentar Dios día y noche con la 
familia humana.
20 
Este, el mayor dilema del mundo, se resuelve con lo que 
descubrimos en la cuarta maravilla espiritual: “la mayor 
declaración del mundo”. Esta declaración no es un documento del 
gobierno, sino que se encuentra en la Biblia, y se llama 
“Evangelio”, o “Buenas Noticias”: que Dios ha enviado a su único 
Hijo al mundo para morir en una cruz por usted y por mí. Al 
hacerlo, Dios hizo todo lo que debía hacerse para resolver el mayor 
dilema y reconciliar el mayor divorcio del mundo. Cuando usted 
comprende esta gran declaración, se da cuenta de que la cruz de 
Jesucristo es verdaderamente una de las maravillas espirituales del 
mundo. 
Esto nos lleva a la quinta maravilla espiritual, que yo llamo 
“la mayor decisión del mundo”. Cuando Jesús estuvo en la tierra, 
se quedó levantado hasta tarde una noche hablando con un rabino 
llamado Nicodemo (Juan 3:1-21). En esencia, Jesús le dijo: “Yo 
voy a la cruz porque soy el único Hijo de Dios, soy la única 
solución de Dios al problema del pecado, y soy el único Salvador 
provisto por Dios. Si crees esto, no serás condenado. Pero si no lo 
crees serás condenado, no por tu pecado, sino porque no crees en 
mí”. 
Es como que Dios ha ofrecido al mundo un contrato para 
salvar su vida. Jesús firmó ese contrato con su sangre, pero hay un 
lugar ahí para que usted y yo lo “firmemos” con fe. Esto convierte 
a la decisión de creer lo que dijo Jesús acerca de sí mismo en la 
mayor decisión del mundo, y una de las maravillas espirituales del 
mundo. 
¿Cómo sabe uno cuándo ha tomado la decisión que 
determina su destino eterno? En las Escrituras, la palabra utilizada 
en el original griego que se traduce como “creer” no significa estar 
de acuerdo intelectualmente. No es cuestión de simplemente asentir 
con la cabeza y decir: “Creo esto”. Una vez escuché una ilustración 
al respecto. Un hombre extendió una cuerda sobre las cataratas más 
grandes de Estados Unidos y cruzó de un lado a otro con una 
bicicleta. El público que miraba lo aplaudió y lo aclamó. El hombre 
les preguntó: “¿Cuántos de ustedes creen que puedo volver a hacer 
esto con un pasajero en la bicicleta?”. Varios levantaron sus manos. 
Entonces él señaló a una persona que tenía la mano levantada y le 
dijo: “¡Súbase al manubrio!”. El espectador dijo: “¡Yo no!”. El 
hombre le contestó: “Entonces no cree, realmente”. 
La palabra que se utiliza en el original griego para referirse 
a “creer” significa, en esencia, “subirse a la bicicleta”. Si usted 
fuera un inválido y su casa se estuviera incendiando, y alguien 
viniera a su dormitorio ofreciéndole sacarlo de la casa incendiada, 
usted tendría que apoyar todo el peso de su cuerpo sobre la persona 
que lo rescata para salir de la casa. Una traducción del Nuevo 
Testamento usa este concepto en el versículo dieciséis del tercer 
capítulo del Evangelio de Juan: “Todo el que apoya todo su peso en 
Jesús no perecerá, sino tendrá vida eterna”. Usted cree cuando 
confía plenamente para su salvación en la veracidad de las 
afirmaciones de Jesús de que era el único Hijo de Dios, su única 
Solución y su único Salvador. 
¿Y cómo sabe cuándo cree realmente? La sexta maravilla 
espiritual es lo que llamo “la mayor dirección del mundo”. En los 
Evangelios, leemos que cada vez que alguien decía a Jesús: “Creo 
en ti”, Él les decía una sola palabra: “Sígueme”. Cuando oían esa 
palabra, se daban cuenta de que, para seguirlo, debían apartarse de 
la forma en que estaban viviendo sus vidas. La mayoría de ellos no 
quería hacerlo, así que no lo siguieron. Descubrieron que, en 
realidad, no creían. 
Sin embargo, hubo una minoría comprometida de personas 
que sí creyeron y lo siguieron. Descubrieron que la dirección de 
seguir a Jesús era la mayor dirección del mundo. Él estableció un 
pacto con ellos, que era, esencialmente: “Síganme y los haré” 
(Mateo 4:19). Cuando asumieron el compromiso de seguirlo, y al 
seguirlo, los convirtió en lo que Él quería que fueran. Sesenta años 
después, uno de ellos dedicó el último libro de la Biblia a Jesús con 
estas palabras: “Al que nos amó… y nos hizo reyes y sacerdotes…” 
(Apocalipsis 1:5,6). Para el apóstol Juan, la dirección de seguir a 
Jesús era otra maravilla espiritual del mundo. 
Yo llamo a la séptima maravilla espiritual “la mayor 
dinámica del mundo”. No lo comprendemos plenamente, pero 
Jesús enseñó que, cuando tomamos la decisión de seguirlo, 
experimentamos un cambio dinámico que es como si naciéramos 
de nuevo. A través de un milagro, su Espíritu Santo fija su
21 
residencia en nuestro cuerpo, y experimentamos la mayor dinámica 
del mundo. Este nuevo nacimiento –el hecho de que Cristo viva en 
nosotros- nos da el poder que necesitamos para seguir a Cristo. 
Estas son las siete cosas más maravillosas que conozco. El 
mayor diseño del mundo, el mayor divorcio del mundo, el mayor 
dilema del mundo, la mayor declaración del mundo, la mayor 
decisión del mundo, la mayor dirección del mundo y la mayor 
dinámica del mundo. Las llamo “Las siete maravillas espirituales 
del mundo”. 
Usted puede tomar la decisión de avanzar en la dirección de 
seguir a Jesucristo y recibir del Cristo resucitado la dinámica para 
nacer de nuevo. El milagro del nuevo nacimiento comienza con la 
decisión de creer realmente. ¿Quiere usted tomar esa decisión 
ahora mismo? 
Creer en estas siete maravillas espirituales le dará el 
fundamento espiritual que hará posible que usted tenga un 
verdadero matrimonio a los ojos de Dios. Es necesario que usted 
experimente la gracia salvadora y el amor de Cristo en sí mismo, 
como individuo, antes que pueda relacionarse con su cónyuge con 
un amor semejante al de Cristo en todas las formas que he descrito 
en este estudio. Sin este fundamento espiritual, su matrimonio 
nunca será lo que Dios quiso que fuera. 
Mi oración y mi deseo es que Dios lo ayude a aplicar estos 
principios a su matrimonio y a su familia, comenzando por su 
salvación y su relación espiritual personal con Dios.

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  • 1. INSTITUTO BÍBLICO DEL AIRE FASCÍCULO INTERNACIONAL NÚMERO SIETE MATRIMONIO Y FAMILIA (Segunda parte)
  • 2. 2 Los siete eslabones de la unidad Este es el segundo de dos fascículos con notas que le recordarán lo que escuchó en nuestros programas radiales sobre el matrimonio y la familia. Si no tiene un ejemplar del primer fascículo, trate de obtenerlo antes de leer este número. Usted apreciará mucho más este segundo fascículo luego de leer el primero. Para comprender nuestros programas y estos dos fascículos, usted necesita familiarizarse con una ilustración que constituye la estructura en que se basaron todos estos estudios. Por lo tanto, debo repetir mi descripción de esa ilustración que aparece en mi primer fascículo. Una vez que haya descrito nuevamente esta ilustración, proseguiré a partir de donde finalizó el primer fascículo. Un creyente africano esculpió en madera un hermoso símbolo que representa la relación que Dios tenía en mente cuando creó a la primera pareja y declaró que ellos dos eran “una sola carne”. Cuando este talentoso creyente hizo su obra, estaba ilustrando siete maneras en que un hombre y su esposa deben ser “una sola carne”. La hermosa escultura en madera representa a un hombre y una mujer que están unidos por una cadena de cinco eslabones dobles. Esta cadena está, a su vez, unida a un eslabón que cada uno tiene sobre su cabeza. Cada uno de estos cinco eslabones representa una dimensión de la unidad que Dios quiso que ellos tuvieran. Los eslabones que están sobre sus cabezas representan la relación espiritual que cada uno tiene con Dios. El hecho de que todos los demás eslabones están unidos a estos dos indica que su relación espiritual es el fundamento de todas las dimensiones de su unidad. El primer eslabón doble representa la comunicación, la herramienta que les permite cultivar y mantener su unidad. El siguiente eslabón es la compatibilidad, que es la evidencia de su unidad. El eslabón medio representa el amor, la dinámica de su unidad. A este le sigue el eslabón de la comprensión, que representa el crecimiento de su unidad. El último de estos eslabones dobles que los hace una sola carne es el sexo, que constituye la gozosa expresión de su unidad. El hecho de que todos estos eslabones sean dobles representa la realidad de que todas estas dimensiones de la unidad son recíprocas, es decir, que implican un dar y recibir entre ambos. Cuando agregamos estos cinco eslabones a los que cada uno tiene en su cabeza, tenemos los siete eslabones de la unidad. Nuestros programas radiales sobre el matrimonio y la familia estaban basados en las siete dimensiones del matrimonio que están representadas por los eslabones que hacen de este hombre y esta mujer una sola carne. Quisiera resumir, en dos fascículos, lo que ustedes han escuchado en esos programas sobre la ley del matrimonio y la familia. Capítulo 1 El eslabón de la comprensión Al aconsejar a matrimonios durante mis años de ministerio pastoral, he oído una queja repetidamente: “Él no me comprende” o “Ella no me comprende”. La falta de comprensión era lo que motivaba a estas parejas afligidas a hablar de su matrimonio con su pastor. Una definición de la comprensión es: ‘acuerdos mutuos que resuelven diferencias’. Otra definición es: ‘entendimiento mutuo de ideas e intenciones que lleva al discernimiento y la empatía’. El apóstol Pedro enseña a los esposos que vivan con sus esposas sabiamente, es decir, comprendiéndolas (1 Pedro 3:7). Esposo, ¿qué tan bien conoce usted a su esposa? Si ella tuviera un accidente automovilístico y los médicos lo llamaran a usted al hospital y le pidieran que les diera toda la historia clínica de su esposa, ¿podría hacerlo? Si ella tuviera un colapso emocional, ¿podría dar a los profesionales de la salud su historia social completa? Y corresponde hacer las mismas preguntas a las esposas respecto de sus esposos. ¿Qué tan bien conoce usted a su esposo? ¿Qué tan bien se conocen el uno al otro? ¿Se comprenden? ¿Qué importancia tiene la comprensión en un matrimonio? ¿Qué importancia tiene en la unidad entre los esposos? No creo que pueda exagerar su importancia si las personas que están unidas por
  • 3. 3 Dios quieren experimentar lo que Dios planeó para ellos en su matrimonio. Si ambos integrantes de la pareja, individualmente y en conjunto, tienen una relación con Dios; si en su relación mutua expresan gozosamente comunicación, compatibilidad, amor y comprensión, entonces estos eslabones de la unidad marcarán la diferencia entre un acuerdo para vivir juntos y la auténtica relación matrimonial que Dios ideó cuando hizo al primer hombre y a la primera mujer como una sola carne. Tengo décadas de experiencia en evangelizar y aconsejar a hombres con valores muy seculares. En muchas ocasiones, les he dicho esto: ““Piense en todo lo que su esposa hace por usted. Si fuera suficientemente rico, podría comprar esas cosas. Podría comprar el sexo. Hasta podría alquilar el vientre de una mujer para que tuviera sus hijos y pagarle a una institutriz para criarlos. Pero lo único que no podría comprar es la relación que Dios ideó para un hombre y su esposa”. Como personas espirituales, que están buscando un enfoque espiritual y bíblico para el matrimonio y la familia, comenzamos por reconocer el hecho que Dios ideó el matrimonio como una relación. Al construir esa relación, juntos, la comprensión mutua debe ser uno de nuestros bloques constructivos. Nuestra relación individual con Dios, junto con la forma en que ella afecta a nuestro matrimonio, es el fundamento de nuestra unidad. La comunicación es la herramienta con la que cultivamos y mantenemos nuestra unidad. La compatibilidad es la evidencia de nuestra unidad. El amor divino es la dinámica que impulsa nuestra unidad, y la comprensión mutua dará como resultado el crecimiento de nuestra unidad. Si nos comprendemos el uno al otro, podemos construir nuestra relación y podemos verla crecer. Varias décadas atrás, un psiquiatra suizo que era un creyente devoto escribió un excelente libro titulado: “To Understand Each Other” (Cómo comprenderse mutuamente). En los títulos de los capítulos de su libro, el Dr. Paul Tournier nos dice que, para comprendernos mutuamente, debemos querer comprendernos mutuamente; debemos tener la valentía de comunicarnos realmente; debemos entender las diferencias entre los sexos; debemos entender la importancia del pasado; y debemos tener una dimensión espiritual en nuestro matrimonio. Piense en los peligros de no comprenderse mutuamente. En la actualidad, en muchas partes del mundo, el divorcio es una epidemia. En muchas culturas y en muchos matrimonios, el esposo deja el hogar para ir a trabajar, mientras la esposa tiene sus responsabilidades en el hogar con los hijos. El esposo, bien vestido y atractivo en la oficina, trabaja junto a personas del sexo opuesto que también están bien vestidas y son atractivas. A veces, un hombre, en este ambiente, tiene más comunicación con su secretaria que con su esposa. La conoce mejor, le habla más y pasa más tiempo con ella. No es de extrañar que su secretaria, u otras mujeres con las que trabaja, comiencen a ocupar el primer lugar en su vida, y que su matrimonio termine en divorcio. Hay, también, millones de matrimonios en los que tanto el esposo como la esposa salen del hogar para trabajar a la mañana. Si estas personas casadas que trabajan están demasiado ocupadas para ocuparse de su relación y no se comprenden mutuamente, sólo es cuestión de tiempo para que otra persona lo haga. Dado que las personas tienen una profunda necesidad de ser comprendidas, ese hombre – o esa mujer - un día se encontrará con alguien que está suficientemente interesado como para darle comprensión. Conocí a un hombre que llegó a la fe después de muchos años de vivir un estilo de vida muy pecaminoso. Me reuní con él tres veces por semana durante tres años para discipularlo. A medida que lo iba conociendo, llegué a saber algunas cosas acerca de él. Antes de llegar a Cristo tenía la reputación de haberse acostado con las esposas de todos menos la suya propia. Era un hombre grande, apuesto, encantador, y decía que muchas de estas mujeres lo habían perseguido agresivamente. Hizo esta observación: “Las mujeres con las que tuve amoríos no se involucraron conmigo porque necesitaban una relación sexual. No estaban buscando sexo. Lo que realmente necesitaban era alguien con quien hablar. Me decían que sus esposos nunca les hablaban, y no las comprendían. Así que me hablaban a mí, y creían que yo las comprendía”. También conocemos el otro lado de la misma historia. Un hombre que no es comprendido por su esposa es vulnerable a
  • 4. 4 involucrarse en amoríos. Es muy peligroso ignorar la necesidad de ser comprendido de nuestro cónyuge. En muchos deportes, la mejor defensa es un fuerte ataque. Nuestra mejor defensa para no perder a nuestro cónyuge en manos de otra persona es trabajar para fortalecer la unidad de nuestra pareja. Una dimensión importante de ese crecimiento consiste en que hagamos todo lo posible para comprendernos mutuamente. Celebrar las diferencias Este es un buen punto para comenzar a comprender a su cónyuge: El hombre y la mujer son diferentes. Hay diferencias biológicas, físicas, intelectuales, emocionales y espirituales entre hombres y mujeres. Hay diferencias en la forma en que piensan, actúan, sienten y responden a las situaciones. Hasta adoran de formas diferentes. Hace unos años vi un ejemplo de este hecho, en una forma que nunca olvidaré. La esposa de un médico vino a verme. Era una persona hermosa, piadosa, muy devota y muy activa en su iglesia, donde lideraba grupos de oración y otras actividades. Yo la había conocido en el contexto de su trabajo en la iglesia. Su esposo era un excelente cirujano, muy exitoso, pero ella me dijo, con lágrimas en los ojos: “Estoy muy preocupada por mi esposo. Lo que pasa es que no es un hombre espiritual; no es espiritual”. Le dije: “Bueno, tenemos que orar por esto, porque sólo Dios puede hacer que sea un hombre espiritual”. Tres meses después, fui llamado a ministrar en una crisis médica de una feligresa que tenía problemas de vesícula y de corazón. Había que sacarle la vesícula, pero era una operación riesgosa, porque su corazón estaba debilitado. Estaba en el hospital con su esposo, hablando con él al lado de la cama de su mujer enferma, cuando el cirujano “que no era espiritual” me pidió que saliera de la sala. Me dijo: “Es realmente necesario que le saquemos esta vesícula, pero es sumamente riesgoso. El hospital tiene una pequeña capilla abajo. ¿Por qué no va a la capilla para orar hasta que le envíe una enfermera para decirle que hemos superado la peor parte?” Le dije: “Por supuesto. Me encantaría hacerlo”. Así que fui a la capilla para orar. Esa mañana, cuando eran las once en punto de la mañana, tuve una experiencia espiritual tan fuerte relacionada con esa mujer que supe que Dios había hecho algo. Unos quince minutos después, la enfermera se acercó a la puerta de la capilla y me dijo: “El médico dice que está todo bien. Hemos superado la peor parte”. Después de la operación, antes de decirle nada al esposo de la paciente, el médico corrió hacia mí, me dio la mano y dijo: “Muchas gracias por orar. Muchísimas gracias. Fue un milagro haber salido bien de ésta”. Ahora bien, este era el médico cuya esposa había dicho que no era un hombre espiritual. En la siguiente reunión que tuve con ella le dije: “Creo que está equivocada. Su hombre es un hombre espiritual”. Lloró cuando le conté lo que él había hecho. Este médico era un hombre espiritual, pero no expresaba su espiritualidad de la misma forma que su esposa. Para ella, esto significaba que él no tenía ninguna vida espiritual. También demostraba que, en realidad, no comprendía demasiado a su esposo. Si queremos comprender al cónyuge con quien convivimos, debemos comprender las diferencias entre los sexos. Dios ideó a ambos sexos para que fueran diferentes; esas diferencias son las que lo atrajeron a usted hacia su cónyuge e hicieron que usted fuera atractivo para su cónyuge. Una mujer se ve atraída hacia un hombre por su masculinidad. Un hombre se ve atraído hacia una mujer por su feminidad. Debemos celebrar estas diferencias en vez de “resolverlas”. ¡Qué trágico es cuando se les dice a las mujeres que, para que tengan valor como mujeres, deben copiar el rol y la función del hombre y competir contra él! Eso no es lo que le da valor a una mujer; de hecho, ocurre lo contrario. El rol y la función de una mujer, como mujer, son los que le dan valor. Y, por supuesto, ocurre lo mismo a la inversa. Los hombres encuentran su verdadero valor al cumplir el rol y la función que Dios les asignó como hombres. Si dos de nosotros fuésemos exactamente iguales, uno de nosotros sería innecesario. Dios nos ha hecho diferentes porque, como aprendimos en el relato de la creación en el Libro de Génesis,
  • 5. 5 nuestras diferencias son complementarias y suplementarias, hasta que, juntos, formamos un “Adán” entero. (Dios les dio el nombre de “Adán”, y no “los Adanes – Génesis 5:1). El plan de Dios para hacer de un hombre y una mujer una sola carne fue -y sigue siendo-que no es cuestión de “o el uno o el otro” sino de “uno y otro”. La importancia del pasado Todos nosotros somos modelados por nuestras experiencias en la vida. Cada año que vivieron antes de encontrarse, usted y su cónyuge estaban siendo modelados por circunstancias e influencias familiares que los llevaron a convertirse en las personas que eran cuando se conocieron. Si quieren entenderse, simplemente deben comprender la importancia de las influencias del pasado que los han convertido en las personas que son. Quisiera darles sólo una ilustración personal. A fines de la década de 1960, mi esposa Ginny se enfermó seriamente. De hecho, las personas que nos conocían en ese tiempo y vienen a vernos hoy esperan encontrarla en una silla de ruedas. Un día, cuando llegué a casa, Ginny tenía una fiebre muy alta y sus articulaciones estaban muy hinchadas. Me enojé y me deprimí. ¡Casi le di un puntapié a la cama! Por supuesto, esa era la última clase de respuesta que necesitaba ella de su esposo. ¡Qué esposo alentador era yo! Pero luego fue útil para nosotros volver al pasado para ver si podíamos descubrir por qué respondí de esa forma a su enfermedad. Cuando yo era muy joven, mi madre estuvo muy enferma. Éramos once hijos, y poco después de nacer su último hijo se le diagnosticó cáncer de colon. Luego de una cirugía mayor y de más de dos años de estar muy enferma, el Señor se la llevó. Durante este tiempo, yo observaba a mi padre. Él tenía una casa llena de niños y una esposa enferma. Repartía correspondencia todo el día y manejaba un taxi por la noche para mantenernos juntos como familia. Una idea comenzó a surgir en mi mente: “Las mujeres se enferman y te dejan la casa llena de niños”. Cuando Ginny se enfermó, teníamos cinco hijos, dos con pañales y tres niños pequeños. Cuando llegué a casa ese día y la encontré sufriendo tanto, toda la influencia de esos cientos de horas en que vi cómo mi madre se moría y mi padre luchaba hizo que respondiera como lo hice. Una vez que nos dimos cuenta de esto, no nos costó entender por qué me enojé y me deprimí cuando se enfermó mi esposa. Era sumamente importante que Ginny comprendiera mi pasado. De no haberlo hecho, ¡me podría haber pedido el divorcio! En cambio, se tomó el tiempo para entender de dónde provenían realmente mi ira y mi depresión. Finalmente tuve que decirme a mí mismo: “¡Vamos, hombre! Esta no es tu madre. Esta es tu esposa, y necesita de tu ayuda”. Me ha ayudado muchas veces entender todas las influencias del pasado que modelaron a mi esposa para que fuera quien es hoy. Si usted quiere comprender a la persona con la que vive, debe darse comprender cuán importante es su pasado. El carácter sagrado de la individualidad Dios quiso que cada uno de nosotros fuera único. Él se deshace del molde cada vez que hace a uno de nosotros. La palabra “yo” se define en el diccionario como ‘el carácter único, la individualidad de cualquier persona dada que la hace distinta de toda otra persona viviente’. He notado, a lo largo de varias décadas como pastor, que una de las principales explicaciones para la infelicidad es la realidad de que las personas no son lo que Dios quiso que fueran ni están donde Él planeó que estuvieran. Un esposo y una esposa pueden ayudarse mutuamente a descubrir su individualidad ordenada por Dios y la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta, para sus vidas (Romanos 12:1, 2). Este es un factor clave cuando consideramos la importancia de la comprensión en el matrimonio. Alguien ha definido la comprensión como ‘acuerdos mutuos que resuelven diferencias’. ¿No le parece una definición hermosa de la comprensión? Otra definición dice: ‘entendimiento mutuo de ideas e intenciones que lleva al discernimiento y la empatía’. Ahora bien, para comprender a la persona con la que vive, usted tiene que comprender la diferencia entre los sexos; tiene que comprender la importancia del pasado. Para comprender a su cónyuge, usted tiene que querer comprenderlo. Hay personas casadas que no quieren invertir el
  • 6. 6 tiempo ni la energía emocional que se requiere para comprender a su pareja. ¿Y usted? ¿Realmente quiere comprender a su compañera o compañero? Si contesta que sí, aquí tiene algunas sugerencias. Primero, para comprender a su cónyuge, debe aplicar la Regla de Oro. Jesús dijo: “Todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas” (Mateo 7:12). Este es el versículo más importante de la Biblia sobre las relaciones humanas. Para aplicar esta enseñanza, las mujeres deben preguntarse: “Si yo fuera mi esposo, ¿qué me gustaría que hiciera mi esposa?”, y los esposos deben preguntarse: “Si yo fuera mi esposa, ¿qué me gustaría que hiciera mi esposo?”. Esto va en contra de nuestra naturaleza humana egoísta, pero si pedimos a Dios que nos dé gracia, podemos centrarnos en nuestro cónyuge y aplicar la Regla de Oro de Jesús para tratar de entendernos mutuamente. Segundo, debemos escuchar a nuestro cónyuge. Escuchar es, verdaderamente, un arte, y muchos de nosotros tenemos mucho para aprender al respecto. A veces, es obvio que los esposos no se están escuchando el uno al otro. Cuando dicen que se están escuchando, lo que quieren decir es, generalmente: “Estoy pensando en lo que voy a decir cuando tú te calles”. Jesús dijo: “El que tiene oídos para oír, oiga” (Mateo 11:15). ¿Escucha usted realmente a su esposa o a su esposo cuando está tratando de comunicarse con usted? El Evangelio de Lucas relata una historia en la que Jesús visita el hogar de un fariseo. Una mujer entra y entra y se pone a llorar cuando se da cuenta de que el fariseo no ha lavado los pies de Jesús. Esto significa que el fariseo no ha mostrado siquiera la hospitalidad más básica a Jesús. Ella deja que las lágrimas caigan a los pies de Jesús, y luego las limpia y seca con su cabello. El fariseo piensa para sí: “Si Jesús supiera qué tipo de mujer es ésta, no dejaría que pasara una cosa así”. Sin embargo, mientras el fariseo está pensando estas cosas, Jesús le hace una pregunta importante: “Simón, ¿ves a esta mujer?”. Hay muchas palabras en el griego original que pueden traducirse como “ver”. En este caso, la palabra que usa Jesús significa: “¿Realmente la ves?” O, también: “¿Qué ves cuando miras a esta mujer?”. Creo que esta es una excelente pregunta para los esposos. ¿Realmente ve a la mujer con que se casó? ¿Realmente escucha a su mujer cuando ella intenta comunicarse con usted? San Francisco de Asís es uno de mis héroes. Cuando entró al seminario, era toda una noticia, porque venía de una familia importante. Después de pasar por toda la capacitación en el seminario (que en esos tiempos significaba pedir limosna con una bolsa de arpillera por un par de años simplemente para probar que había renunciado al mundo, a la carne y al diablo), en el momento de la ordenación era costumbre que el candidato predicara. La catedral estaba repleta para la ordenación de San Francisco, porque había sido una persona muy famosa antes de entrar en el monasterio. Cuando se levantó para predicar lo que todos pensaban que sería el más grande sermón de todos los tiempos, dijo: “Dios no me ha llamado para predicar, sino para hacer. Oremos”. Y luego hizo esta oración: “Señor, hazme un instrumento de tu paz. Donde hay odio, que pueda sembrar amor; donde hay herida, perdón; donde hay duda, fe; donde hay desesperanza, esperanza; donde hay oscuridad, luz; y donde hay tristeza, gozo. Oh, Divino Maestro, concédeme que no busque tanto ser consolado como consolar; ser comprendido como comprender; ser amado como amar. Pues es en el dar que recibimos; es en el perdonar que somos perdonados; y es en el morir que nacemos a vida eterna”. Esa es una oración magnífica y una actitud maravillosa que deberíamos aplicar al desafío de comprender a nuestra pareja en el matrimonio. “Concédeme que no busque tanto ser comprendido como comprender”. La clave para comprender a la persona con quien vive es estar centrado en su cónyuge. Para comprenderlo, usted debe “leer entre líneas” y “escuchar entre palabras” las necesidades de su cónyuge. Como la enseñanza de Jesús, esta oración de San Francisco transmite un concepto relativamente simple. Pero esta sencilla verdad puede tener un impacto revolucionario cuando la aplica a su matrimonio: ponga a su compañera o compañero en el centro, y no se preocupe tanto por ser comprendido usted. El tema que debería
  • 7. 7 preocuparlo no es que su cónyuge lo comprenda a usted, sino que usted comprenda a su cónyuge. La pregunta no es si usted está recibiendo amor, sino si está dándolo. Profundidad en la comunicación Para comprender a su cónyuge, usted debe comunicarse en un nivel profundo. Hay diferentes niveles de comunicación en el matrimonio. Primero, está el nivel de la no comunicación, el nivel superficial, donde usted y su cónyuge no hablan de nada importante. En un nivel algo más profundo, hablan de lo que conocen. Al profundizar más, comienzan a compartir lo que piensan, y luego lo que sienten. En el nivel más profundo de comunicación, comienzan a hablar acerca de quiénes son, qué son y dónde están en sus vidas con relación a quiénes o qué creen que Dios quiere que sean, y dónde creen que Dios quiere que estén. Obviamente, esto va más allá de la conversación trivial (“pásame la sal”, “va a llover hoy”). Cuando se comunican en un nivel profundo, están poniendo su corazón en la mano de su cónyuge, y él puede hacer lo que quiera con ése corazón. Puede estrujarlo. Puede arrojarlo al piso y pisotearlo. Tal vez, lo peor que puede hacer al tener su corazón en la mano es ignorarlo. La cosa más cruel que escuché decir alguna vez a alguien a su cónyuge fue en una sesión de consejería. Él era un hombre muy grande y duro. Su esposa se la pasó preguntándole, durante toda la sesión: “¿Qué piensas de mí? ¿Qué piensas de mí?”. Finalmente, la miró y le dijo: “Tienes un concepto demasiado elevado de ti. Yo no pienso en ti para nada”. Lo contrario del amor no es el odio; es la indiferencia. Ese esposo estaba comunicando lo contrario al amor cuando dijo esas palabras a su esposa. Si usted pone su corazón en la mano de su cónyuge, podría salir herido. Pero nunca obtendrá comprensión hasta que esté dispuesto a ser vulnerable. Comunicarse en un nivel profundo significa aprender a manejar los conflictos. Cuando usted entra en una comunicación profunda, su cónyuge no siempre va a decirle lo que usted quiere oír. Un buen cónyuge que se preocupa por su crecimiento dirá lo que usted necesita oír, y tal vez usted no quiera oír eso. Por eso el Dr. Tournier escribió un capítulo sobre “la valentía de comunicarse”. Cuando su cónyuge dice algo que usted necesita, pero que no quiere oír, usted puede replegarse como una tortuga en su caparazón o puede aprender a enfrentar el conflicto que puede surgir de sus niveles de comunicación profundos. Qué hacer con la ira Un matrimonio que se comunica en un nivel profundo también tendrá que aprender a manejar la ira. Las personas que más amamos tienen la mayor capacidad de hacernos enojar. La ira es una emoción interesante. ¿Qué piensa usted de la ira en la vida de un creyente? ¿Cree que Dios quiere que un seguidor de Cristo lleno del Espíritu Santo esté enojado? ¿Es la ira una emoción aceptable para un discípulo de Jesús? Preste atención a estas palabras de Pablo acerca de la ira en la vida de los creyentes: “Si se enojan, no pequen; que el enojo no les dure todo el día. No le den oportunidad al diablo… No hagan que se entristezca el Espíritu Santo de Dios, con el que ustedes han sido sellados para distinguirlos como propiedad de Dios el día en que él les dé la liberación definitiva. Alejen de ustedes la amargura, las pasiones, los enojos, los gritos, los insultos y toda clase de maldad (Efesios 4:26,27,30,31 – Dios Habla Hoy). Santiago nos da una observación breve y espontánea acerca de la ira, cuando nos dice: “la ira del hombre no obra la justicia de Dios” (Santiago 1:20 – Dios Habla Hoy). Una perspectiva personal Cuando me casé, yo era creyente; pero un creyente muy irascible. Me decía a mí mismo que era una indignación justa, pero claramente no lo era. Tuve que buscar en las Escrituras lo que Dios dice acerca de la ira. Una vez, hice un gran agujero en una radio portátil de un puñetazo. ¡Parecía como si le hubiera caído una bomba encima! Cuando nos mudamos, un par de años después, Ginny trajo la radio con nosotros. La puso en un estante cerca de nuestra cama, simplemente para que me acordara. Yo traté de explicarle que no había estado enojado con ella. Un empleado del banco me había humillado cuando solicité un préstamo. En
  • 8. 8 realidad, estaba enojado conmigo mismo por manejar mal nuestras finanzas, así que le di un puñetazo a la radio. Hay ciertas preguntas que uno siempre debería formularse con relación a la ira. ¿Por qué se enoja? ¿Con quién está enojado? ¿Cuál es el verdadero objeto de su ira? El origen y el verdadero objeto de nuestra ira rara vez es la persona contra quien la descargamos. A menudo estamos enojados con nosotros mismos, como me pasó a mí. Tal vez usted esté enojado con su jefe y, como no puede darle un golpe en la cara, rompe algo cuando llega a su casa. Aun cuando parezca que está enojado con su esposa, y ella ciertamente lo piense, usted tal vez no esté enojado con ella. Tal vez esté enojado con usted mismo. Es importante para usted, y también para su pareja, comprender el origen de su ira. Es obvio en el pasaje acerca de la ira que citamos anteriormente que Dios no quiere que los creyentes llenos del Espíritu estén enojados. Leemos en el Nuevo Testamento: “Airaos, pero no pequéis” (Efesios 4:26). Algunas personas hacen de la primera palabra el versículo lema de su vida: “Airaos”. Pero una traducción mejor del versículo sería: “Cuando están enojados, no pequen”. Dios es lo suficientemente realista como para saber que habrá ocasiones en que nos enojaremos. Pero el mensaje de la Biblia para los creyentes que se enojan es: “No permitan que la ira termine en pecado, y nunca dejen que el sol se ponga sobre ella”. La esencia de lo que la Biblia nos dice acerca de la ira es que “desechemos” toda ira y enojo (Efesios 4:26,27). Cuando me di cuenta de que Dios me decía en su Palabra inspirada que no debía enojarme, que debía “desechar” la ira, mi pregunta fue: “¿Cómo?”. Y esta pregunta me llevó a un capítulo de Génesis que no sólo me ha dado algunas respuestas a mi pregunta, sino que me ha librado de la ira. Se lo recomiendo, si usted está tratando con este problema. Es una de las más grandes y más conocidas historias de la Biblia: “Pasó el tiempo, y un día Caín llevó al Señor una ofrenda del producto de su cosecha. También Abel llevó al Señor las primeras y mejores crías de sus ovejas. El Señor miró con agrado a Abel y a su ofrenda, pero no miró así a Caín ni a su ofrenda, por lo que Caín se enojó muchísimo y puso muy mala cara. Entonces el Señor le dijo: "¿Por qué te enojas y pones tan mala cara? Si hicieras lo bueno, podrías levantar la cara; pero como no lo haces, el pecado está esperando el momento de dominarte. Sin embargo, tú puedes dominarlo a él. “Un día, Caín invitó a su hermano Abel a dar un paseo, y cuando los dos estaban ya en el campo, Caín atacó a su hermano Abel y lo mató. Entonces el Señor le preguntó a Caín: ¿Dónde está tu hermano Abel? Y Caín contestó: No lo sé. ¿Acaso es mi obligación cuidar de él? El Señor le dijo: ¿Por qué has hecho esto?” (Génesis 4:3-10, Dios Habla Hoy). En este pequeño drama, encontramos una gran enseñanza acerca de la ira. Tenemos a dos hombres: El Sr. Aceptable (Abel) y el Sr. Inaceptable (Caín). Ambos presentan ofrendas a Dios. De hecho, la idea de hacerlo es de Caín. Ahora bien, a Dios le agradan Abel y su ofrenda, pero no así Caín y su ofrenda. No creo que se nos diga qué tenía la ofrenda de Caín que no le agradaba a Dios. Él era un agricultor, así que trajo frutos o verduras. La historia no sugiere que no trajo sus mejores productos. Abel era pastor, así que trajo un animal. Algunas personas dicen que el problema fue que la ofrenda de Abel, a diferencia de la de Caín, era un sacrificio de sangre, pero aún no había ninguna instrucción relacionada con los sacrificios de sangre en la Biblia. Creo que el énfasis está en los dos hombres, antes que en sus ofrendas. Uno de estos hombres es aceptable, así que Dios acepta su ofrenda. El otro hombre no es aceptable, así que Dios no quiere aceptar su ofrenda. El drama continúa. El Sr. Aceptable pasa al lado del Sr. Inaceptable, y éste lo mata a golpes. Dios se acerca a Caín después y le pregunta: “¿Por qué estás enojado? ¿Por qué estás deprimido? ¿Dónde está tu hermano? ¿Qué has hecho? Si haces lo correcto, ¿no serás aceptado? Si no lo haces, ¡esta ira es un pecado que te destruirá!”. Esta es una gran lección sobre la ira. En el incidente con la radio, yo no estaba enojado con mi esposa. Estaba enojado conmigo mismo porque yo era el “Sr. Inaceptable”. Como había manejado mal nuestras finanzas, estaba enojado conmigo mismo. Dios tuvo que preguntarme: “¿Por qué estás enojado? ¿Por qué
  • 9. 9 rompiste esa pequeña radio?”. La lección más importante para mí fue: “Arregla tu situación con Dios. Aprende a manejar tus finanzas y no serás tan inaceptable para ti y para todos los demás. Si no resuelves tu ira haciéndote aceptable, vas a pasarte la vida rompiendo radios o ‘golpeando a Abeles’, ¡y eso te destruirá a ti!”. El apóstol Pablo tiene otra perspectiva importante sobre este tema, más adelante en Efesios. Escribe: “El que ama a su mujer, a sí mismo se ama” (5:28). Lo que ocurre es que si me hubiera amado a mí mismo en ese episodio con la radio, habría tenido la capacidad de amar a mi esposa. Pero, como estaba mal conmigo mismo, estaba expresando rabia e ira contra ella. Mientras intentaba solucionar mi problema con la ira, se me ocurrió que yo amaba a mi esposa y a mis hijos. Pero no siempre les expresaba mi amor, especialmente cuando no “me amaba a mí mismo”. Cuando estaba mal conmigo mismo, por cualquier motivo, tenía una menor capacidad para expresar amor. Lo que necesitaba desarrollar era un sentido legítimo de autorrespeto y verme como Dios me ve. En el evangelio de Mateo, un abogado le pregunta a Jesús: “Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley?” (22:36). Y Jesús le contesta: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas” (22:37-40). En este pasaje, Jesús dice que debemos dominar tres perspectivas en la vida para tener lo que describió como “vida eterna” o “vivir más abundantemente”. Debemos mirar hacia arriba y ser todo lo que necesitamos ser en nuestra relación con Dios; debemos mirar hacia adentro, y ser todo lo que Dios quiere que seamos; y debemos mirar a nuestro alrededor y ser todo lo que Dios nos dice en su Palabra que debemos ser en nuestras relaciones con los demás. Jesús resume esas tres perspectivas al enseñar que debemos mirar hacia arriba y amar a Dios completamente. Debemos mirar hacia adentro y amarnos correctamente. Y debemos mirar a nuestro alrededor y amar a los demás incondicionalmente. Ahora bien, amarnos a nosotros mismos no significa que nos detengamos a adorarnos cada vez que pasamos frente a un espejo. Esto es lo que algunas personas piensan que significa. Pero un amigo mío, un alcohólico y drogadicto en recuperación, lo resume de esta forma: “Ama a Dios completamente, ámate a ti mismo correctamente, y ama a los demás incondicionalmente”. Mi amigo creció espiritualmente cuando pudo comprender cada uno de los tres aspectos y, como consecuencia, ha estado sobrio por diecisiete años, y es el presidente de los ancianos de nuestra iglesia. Cuando Pablo dice: “El que ama a su mujer, a sí mismo se ama”, nos está revelando un secreto. Si usted no ama cuando mira adentro, si está enojado consigo mismo al punto de despreciarse y destruirse, no se va a llevar bien con nadie, especialmente su cónyuge. Si quiere compartir su vida con otra persona en una relación matrimonial, debe comprender a esa persona. No podemos separar nuestra comprensión mutua de nuestra comunicación mutua y con Dios. ¿Cómo podemos comprendernos mutuamente? Lo cierto es que no nos comprendemos a nosotros mismos totalmente, y mucho menos a nuestras parejas. Jeremías dijo: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?” (Jeremías 17:9). En el versículo siguiente, la voz de Dios contesta la pregunta de Jeremías: “Yo Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino” (10). En vista de esta verdad, entonces deberíamos mirar hacia arriba y decir, como David: “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos” (Salmos 139:23). Ese tipo de comunicación con Dios es, en realidad, la única forma en que podemos comprendernos a nosotros mismos y comprendernos mutuamente en el matrimonio. Si uno de los cónyuges, o ambos, no tiene ninguna comunicación con Dios, entonces no van a comprenderse mutuamente. Santiago nos enseña: “Si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin
  • 10. 10 reproche, y le será dada” (Santiago 1:5). En otras palabras, tal vez usted no comprenda a su cónyuge, pero Dios sí. Cuando se da cuenta de que no puede comprender a su pareja sin la ayuda de Dios, pídale la sabiduría que usted reconoce no tener. Capítulo 2 Una brújula espiritual El Libro de Génesis es un libro de comienzos. Eso es lo que significa la palabra “génesis”. En este libro, Dios nos habla de los comienzos de muchas cosas, porque quiere que las comprendamos como Él quiso que fueran. El primer diálogo de Dios con el hombre del que tenemos registro se encuentra en el tercer capítulo de Génesis, justo después de que Adán y Eva comieron del fruto que su Creador les había prohibido. A causa de su desobediencia, obtuvieron el conocimiento del bien y del mal, así que se escondieron, porque sentían culpa y vergüenza. Leemos que Dios buscó a sus criaturas rebeldes en el huerto, y cuando los encontró les hizo preguntas. Ahora bien, cuando el Creador hace preguntas a sus criaturas no es porque no conozca las respuestas. El propósito de Dios, al hacer preguntas, es hacer que el hombre piense. He descubierto que estas preguntas de Dios son como una “brújula espiritual”. Dado que la estrategia bíblica para trabajar en nuestro matrimonio es comenzar con las dos personas que lo conforman, quiero compartir ocho preguntas que Dios nos hace en la Biblia que pueden ayudar a las personas que forman un matrimonio a comprenderse mutuamente. Las primeras palabras de Dios al hombre caído que registra la Biblia son preguntas. Su primera pregunta es: “¿Dónde estás tú?” (Génesis 3:9). La idea es la siguiente: “Se supone que deberías estar en algún lado, y no estás ahí. Entonces, ¿dónde estás tú?”. En esencia, la pregunta era: “Piensa dónde estás, porque no estás donde deberías estar”. Adán contestó: “Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí” (10). En otras palabras: “Cuando oigo tu voz me da miedo. Sé que va a exponer mi desnudez, y no quiero quedar expuesto”. Esta es una descripción muy precisa de la naturaleza humana, en el pasado y en la actualidad. ¿Tiene usted a veces la convicción de que debería estar en algún lugar y no está allí? Piense que es posible que esa convicción surja de que Dios le está preguntando: “¿Dónde estás tú?”. ¿Será que lo que llamamos “crisis de identidad” es aquello de lo que Dios nos habla en el tercer capítulo de Génesis? ¿Es posible que Dios quiera que comprendamos, como en el pasado, el milagro de que nuestro Creador nos busca hoy con preguntas inquietantes acerca de dónde estamos, porque no estamos donde Él quiere que estemos? La segunda pregunta que Dios hace al hombre es: “¿Quién te enseñó?” (11). En el original hebreo dice, literalmente: “¿Quién te hizo saber que estabas desnudo?”. Esta segunda pregunta de Dios lleva a Adán y Eva al momento en que comieron del árbol prohibido. Cuando comieron del árbol equivocado, leemos: “Entonces fueron abiertos los ojos de ambos, y conocieron que estaban desnudos; entonces cosieron hojas de higuera, y se hicieron delantales” (7). Ahora Dios pregunta: “Cuando supieron que estaban desnudos, ¿quién les hizo saber que estaban desnudos?”. La respuesta es que Dios mismo les hizo saber que están desnudos, porque los ama. Este diálogo que Dios tiene con Adán y Eva es una descripción hermosa del amor de Dios, en el pasado y en el presente. Fue Dios quien les abrió los ojos, porque quería que sus criaturas comprendieran lo que habían hecho y que hicieran algo con relación al hecho de que no estaban donde se suponía que deberían estar. Dios expresa su amor por nosotros de la misma forma hoy. La tercera y la cuarta pregunta de Dios los llevan a una confesión. La tercera pregunta fue: “¿Has comido del árbol de que yo te mandé no comieses?” (11). Yo creo que estos árboles son alegóricos. No quiero decir que sean un mito, o ficticios, o que no tengan ningún significado. Una alegoría es una historia en la que
  • 11. 11 las personas, los lugares y las cosas tienen sentidos más profundos, a menudo sentidos moralmente o espiritualmente significativos. ¿Ha visto alguna vez un árbol del conocimiento? ¿Ha visto alguna vez un árbol de la vida? ¿Alguna vez ha visto u oído caminar a una voz? Esto tiene que ser un lenguaje alegórico, pero ¿qué verdad está enseñando? En la alegoría es estos árboles, Dios dice simplemente esto: “Yo te puse en este mundo y sé cuáles son tus necesidades mejor que tú. Puedo suplir todas tus necesidades a través de estos árboles si comes de ellos precisamente como yo te lo indico para suplir tus necesidades a través de ellos”. Leemos que Dios plantó estos árboles en un orden de prioridad (Génesis 2:8,9). Primero, los árboles debían suplir la necesidad de los ojos. En la Biblia, los ojos suelen representar la mente, o cómo uno ve las cosas. Jesús nos dijo, básicamente: “La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz; pero si tu ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas” (Mateo 6:22,23). Es importante la forma en que vemos las cosas. Según Jesús, la forma de ver las cosas es la diferencia entre un cuerpo lleno de luz y un cuerpo lleno de tinieblas. Aquí, en Génesis, Dios está diciendo alegóricamente: “La mayor necesidad que ustedes tienen es que yo les muestre cómo ver las cosas”. Dios dijo que los árboles del huerto suplirían su necesidad de alimento. Eso representa todas las cosas que un ser humano necesita o siquiera desea. Alegóricamente, esto representa lo que Jesús diría siglos después: “No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mateo 4:4). Lo que ocurre es que, cuando primero permitimos que Dios nos muestre cómo ver las cosas, todas nuestras otras necesidades son suplidas a través de lo que representan estos árboles. Cuando Adán y Eva pecaron, violaron la prioridad de estos árboles. Comieron del árbol prohibido, primero, porque era bueno para comer, y luego porque era agradable a los ojos (Génesis 3:6). Esta violación de las prioridades de Dios finalmente llevó a su expulsión del huerto. Si rehusamos ser gobernados y guiados por la Palabra de Dios, que nos muestra cómo convivir en las relaciones, nuestra violación de esas prioridades hoy podría llevarnos al uso de armas termonucleares, y hasta un escalamiento de la guerra termonuclear y nuestra expulsión del planeta. En esta profunda e inspirada alegoría, Dios nos dice: “Yo puse al hombre en este mundo, y no lo he dejado para que ande a tientas en la oscuridad. Le he dado mi Palabra, pero cuando él escuche mi voz a través de mi Palabra, mi voz hará que se sienta incómodo. Se va a ocultar de ella, porque expondrá su desnudez, o su necesidad. Si no aplica mi Palabra a su necesidad, pasará toda su vida escondiéndose de mí y de la verdad de mi Palabra”. La pregunta de Dios era, en esencia: “¿Has comido del árbol equivocado?”, que significa: “¿Estás buscando las respuestas en los lugares equivocados?”. Tal vez usted se pregunte: “¿Qué tiene que ver esto con el matrimonio?”. Esto se aplica directamente a nuestra discusión sobre el matrimonio bíblico. Tal vez recuerde que al principio de esta serie de estudios sobre el matrimonio y la familia, señalé los cuatro problemas de todo matrimonio: ¾ El problema número uno es el esposo; ¾ El problema número dos es la esposa; ¾ El problema número tres es el hombre y su esposa, y ¾ El problema número cuatro son los hijos. También destaqué que el lugar por donde debemos comenzar a trabajar en nuestro matrimonio es con las dos personas que lo constituyen, especialmente la persona por la que puede hacer algo y por quien es responsable: usted mismo. Las respuestas correctas a estas preguntas las convierten a en “una brújula espiritual” que puede ayudar al esposo y a la esposa a estar donde deberían estar como personas, y esto agregará salud, fortaleza y estabilidad a su relación como compañeros en el matrimonio. Antes de considerar la próxima pregunta, me gustaría hacerle una pregunta acerca de su matrimonio y su familia: “¿De dónde obtiene usted las pautas para su matrimonio: de la cultura o de las Escrituras?”. Otra forma de plantear la pregunta es: “¿Está usted comiendo de los árboles correctos o de los incorrectos, al
  • 12. 12 buscar el plan para su matrimonio?”. Otra pregunta sería: “Si usted obtiene su plan para el matrimonio de la cultura, ¿cuán saludable es su matrimonio y su familia?”. El Salmo 1 describe lo que la Biblia llama “el hombre bienaventurado”. La palabra “bienaventurado” significa “feliz”. Una de las primeras cosas que se nos dice del hombre feliz es que es un hombre bienaventurado porque “no anda en consejo de malos” (1). ¿Anda usted en consejo de malos? Por ejemplo, cuando tiene un problema, ¿pide el consejo de Dios a su pastor o a algún líder espiritual de su iglesia, una persona piadosa que conoce las Escrituras? ¿O acude a una persona secular, que no conoce a Dios? Mientras estaba en el seminario, varias veces tuve que sacar préstamos para estudiantes. En el banco donde pedía prestado había un pequeño cartel que preguntaba: “Si eres tan listo, ¿por qué no eres rico?”. Nosotros, los estudiantes del seminario, ¡pensábamos que lo sabíamos todo! Pero ese cartel nos confrontaba. ¿Por qué éramos tan pobres si éramos tan listos? Muchos de nosotros tenemos que pensar en una pregunta parecida: Si somos tan listos, ¿por qué no somos felices? ¿Por qué no tenemos un matrimonio y una familia más feliz? Tal vez no entendemos tan bien la Biblia. Si somos felices, y tenemos la familia feliz y ejemplar, entonces por la gracia de Dios somos el hombre y la mujer bienaventurados, y tenemos un matrimonio y una familia bienaventurados. Si ésta no es nuestra experiencia, entonces debemos acudir individualmente a la Palabra de Dios y dejar que Dios nos haga estas preguntas. Tal vez nuestro matrimonio y nuestra familia no son bienaventurados porque estamos andando en consejo de los impíos, y tenemos que volver a esos principios básicos del matrimonio y la familia que se presentan en las Escrituras. Si seguimos “comiendo de los árboles equivocados” nuestro matrimonio y nuestra familia nunca serán bendecidos por Dios. Ahora, volvamos a estas grandes preguntas. La cuarta pregunta que hizo Dios, y con la que se aclara la confesión que obtuvo de Adán y Eva mediante su tercera pregunta, fue: “¿Qué es lo que has hecho?” (Génesis 3:13). La palabra “confesar” en las Escrituras es compuesta, y combina términos que indican “hablar” y “lo mismo”. El significado básico es: ‘decir lo mismo que dice Dios sobre nuestro pecado’ o ‘estar de acuerdo con Dios’. Esto es lo que hace Dios cuando pregunta a Adán y Eva: “¿Qué han hecho?” Él sabe exactamente lo que han hecho, pero quiere escucharlos decir lo que Él ya sabe. Obviamente, esto no es para beneficio de Él, sino de ellos. Cuando confesamos nuestros pecados a Dios, no le decimos nada que Él no sepa. No los confesamos por el bien de Dios, sino para nuestra salvación. Nadie es perfecto, y no existen matrimonios perfectos. Individualmente y juntos, como matrimonio, necesitamos que Dios nos pregunte: “¿Qué han hecho?”. Y luego debemos decir lo mismo que Dios acerca de lo que hemos hecho. Tenemos la promesa de Dios de que, si confesamos nuestros pecados, Él es fiel a su Palabra y perdonará lo que hayamos hecho y lo que no hayamos hecho en nuestro matrimonio (1 Juan 1:9). Encontramos una quinta pregunta profunda más adelante en el Libro de Génesis, cuando el ángel del Señor busca a Agar, la criada fugitiva de Abram y Sarai. El ángel le pregunta: “¿De dónde vienes tú, y a dónde vas?” (Génesis 16:8). No sé si usted piensa mucho en la voluntad de Dios para su vida y su matrimonio pero, si lo hace, esta es una buena pregunta para que Dios le haga periódicamente. Es el tipo de pregunta que deberíamos permitir que Dios nos haga en los últimos días de un año viejo, antes de comenzar el año nuevo. En el contexto de nuestro matrimonio, esta es una buena pregunta para comenzar nuestro tiempo tranquilo de diálogo con Dios en un aniversario de casamiento. La esencia de la pregunta es que, a menos que tengamos una crisis que nos haya llevado a un cambio, vamos hacia el lugar de donde vinimos. Vamos a experimentar más de lo mismo a menos que pase alguna otra cosa. ¿Ha llegado usted a un punto en su vida en que pensar en más de lo mismo se le hacía insoportable? La Biblia nunca nos pide que cambiemos nosotros mismos, sino que nos dice que cumplamos algunas condiciones y luego dejemos que Dios nos cambie. Jesús nos dice que debemos nacer de nuevo (Juan 3:3-5). Pero no se nos dice que nos demos a luz espiritualmente nosotros mismos. El nacimiento es una experiencia
  • 13. 13 pasiva. Nacimos cierto día en cierto año. Nuestro nacimiento nos sucedió. Lo mismo ocurre con el nacimiento espiritual. Somos dados a luz de nuevo. Somos transformados mediante la renovación de nuestra mente (Romanos 12:1,2). Los seguidores de Cristo que han nacido de nuevo son personas cambiadas, personas que están cambiando mientras avanzan hacia el estado eterno en que serán cambiadas para siempre (2 Corintios 5:17; 3:18; 1 Corintios 15:51). El hecho de que podamos ser cambiados significa que no tenemos que ir hacia el lugar de donde vinimos en nuestro viaje de vida y fe. Nuestro pasado no hace que nuestro presente y nuestro futuro sean predecibles. No tenemos que vivir con más de lo mismo, año tras año. Si no puede soportar el pensamiento de tener diez años más como los diez años que ha vivido en su matrimonio o en su experiencia de vida, dígaselo a Dios y pídale que haga los cambios que llenarán su presente y su futuro con esperanza y un optimismo inextinguible. Hay una sexta pregunta profunda en el Libro de Génesis que tenemos que contestar ante Dios, individualmente y como pareja. Esa pregunta es: “¿Quién eres tú?” (Génesis 27:18,32). En otra profunda alegoría, se les hace esta pregunta tanto a Jacob como a Esaú. Jacob miente, y Esaú exclama a gran voz cuando se le pregunta: “¿Quién eres tú?” Esta pregunta se hace varias veces en la Biblia. En el primer capítulo del Evangelio de Juan, se le formula la pregunta a Juan el Bautista, el antecesor de Cristo en la tierra. Los líderes religiosos le preguntaron: “¿Pues quién eres? para que demos respuesta a los que nos enviaron. ¿Qué dices de ti mismo?” (Juan 1:22). Juan contestó con palabras del profeta Isaías: “Yo soy la voz de uno que clama en el desierto: Enderezad el camino del Señor” (23). Era una respuesta simple y directa. Podría haber agregado: “Eso es quien soy, lo que soy, donde estoy. Es imposible que yo sea más que eso. No pensaría en ser nada menos que eso. Soy quien debo ser, lo que debo ser y estoy donde debo estar”. Jesús dijo que Juan el Bautista fue el mayor hombre que haya vivido jamás. ¿Qué tenía de especial? Muy simplemente, sabía quién era, y sabía quién no era. Aceptó la responsabilidad de sus habilidades dadas por Dios, y de su tarea en el plan de Dios. Pero también aceptó sus limitaciones. Sabía la respuesta correcta cuando le preguntaron: “¿Quién eres tú?”. ¿Sabe usted quién es usted? ¿Qué tiene que decir acerca de usted? Cuando dos personas que tienen un matrimonio a los ojos de Dios quieren construir y fortalecer su matrimonio, deberían comenzar con ellos mismos. Su matrimonio tendrá tanta felicidad y satisfacción como tengan ellos como individuos delante de Dios. Cuando cada persona pueda decir lo que dijo Juan el Bautista sobre quién es, tiene los bloques constructivos fundamentales para un buen matrimonio y una familia feliz. Una vez que descubra que a Dios le gusta hacerle preguntas a su pueblo, verá que lo hace en todo el Antiguo y el Nuevo Testamento. Jesús hace ochenta y tres preguntas en el Evangelio de Mateo. A medida que crezca en su andar individual con Dios, permita que le haga esas preguntas mientras lee su Biblia. Una séptima pregunta profunda: “¿Qué eres tú”, está implícita en las palabras del apóstol Pablo: “Por la gracia de Dios soy lo que soy” (1 Corintios 15:10). También escribió a los corintios: “Porque ¿quién te distingue? ¿o qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿por qué te glorías como si no lo hubieras recibido?” (1 Corintios 4:7) Lo que somos se relaciona con nuestras capacidades, dones y talentos espirituales, y tiene que ver con nuestra vocación. Todas estas cosas provienen de Dios para equiparnos para ser quienes Él quiere que seamos, lo que quiere que seamos y estar donde Él quiere que estemos. Al comienzo del Antiguo Testamento, Dios pregunta: “¿Dónde estás tú?”. Al principio del Nuevo Testamento, los sabios preguntan: “¿Dónde está Él?” (Mateo 2:2). El Evangelio de Juan comienza una profunda octava pregunta de Jesús: “¿Qué buscáis?” o “¿Qué queréis?” (38). Cuando Jesús hizo esta octava pregunta, planteó dos preguntas que debemos contestar cada uno de nosotros: ¿Queremos ser lo que Dios quiere que seamos, quien Él quiere que seamos y estar donde Él quiere que estemos? y ¿hasta qué punto queremos recibir las respuestas correctas a estas preguntas? Una magnífica obsesión
  • 14. 14 Estas ocho preguntas de las Escrituras nos señalan una realidad espiritual. Hay un lugar donde Dios quiere que estemos en esta vida. Hay alguien que Él quiere que seamos. Hay algo que quiere que seamos, y algo que quiere que hagamos en este mundo. Cuando el Cristo resucitado y vivo entra en nuestras vidas, como el apóstol Pablo, nuestra magnífica obsesión debería ser capturar el propósito para el cual Él nos capturó. La pregunta que deberíamos hacerle a diario es: “Señor, ¿qué quieres que haga?”. El único lugar donde encontraremos la felicidad es en lo que Pablo llama “la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Romanos 12:2). En la perfecta voluntad de Dios encontramos nuestro lugar, nuestra identidad y nuestro llamado único. Una brújula espiritual Así como hay ocho puntos en una brújula, las ocho preguntas que hemos visto constituyen mi brújula espiritual. Las considero a menudo. Las preguntas no cambian, pero las respuestas cambian constantemente. Hay respuestas correctas a las preguntas, y ni usted ni la persona con la que vive serán felices hasta que las encuentren. Discuta las preguntas con su cónyuge, y compartan el uno con el otro lo que sienten acerca de las respuestas para ustedes como creyentes individuales, para su matrimonio y para su familia. Mi observación, basándome en cinco décadas de experiencia en consejería de parejas piadosas, es que si un esposo o una esposa es una persona infeliz, su pareja va a ser infeliz. La mayor causa individual de infelicidad entre creyentes es no tener las respuestas correctas para estas grandes preguntas de Dios y otras similares. Quisiera desafiarlos, como matrimonio, a buscar un nivel de comunicación más profundo, contestando estas preguntas ante Dios y discutiéndolas entre ustedes. Luego escuchen realmente las respuestas de su cónyuge. Si hacen esto, se asombrarán de lo que Dios podrá hacer en sus vidas. Es trágico que una pareja devota pase por la vida sin pensar en estas cosas. Muchos creyentes están viviendo vidas derrotadas y ni siquiera lo saben. Si usted no está satisfecho con la calidad de su vida espiritual, piense seriamente en estas preguntas, como si Dios se las estuviera haciendo. Estas preguntas y sus respuestas pueden cambiarle la vida. Cuando esto le ocurre a un esposo o a una esposa devotos, su plenitud personal en Cristo puede transformarlos e infundir vida a su matrimonio. Capítulo 3 La gozosa expresión de la unidad Leemos en el relato de la creación, en el Libro de Génesis, que Dios vio todo lo que creó y dijo: “¡Es bueno!”. Pero luego observó algo que “no es bueno”. Dijo: “No es bueno que el hombre esté solo” (Génesis 2:18). Así que Dios creó una compañera para Adán, y los dos pasaron a ser “una sola carne”. Una de las primeras cosas que debemos notar acerca de la creación de la relación sexual es que Dios quiso que fuera para la procreación. “Fructificad y multiplicaos” fue lo que ordenó a Adán y Eva (Génesis 1:28). Hemos aprendido que el matrimonio es el plan de Dios para poblar la tierra con buenas personas. Dios no quiere simplemente poblar la tierra con personas, sino con buenas personas. Para que ocurra esto, los padres deben ser personas sólidas y maduras. También deben ser fuertes como pareja para poder ser fuertes como padres y producir personas fuertes a través de su matrimonio y su familia. Así que, obviamente, Dios quiso que el sexo funcionara dentro del contexto del matrimonio y la familia, y quiso que tuviera como fin la procreación. Más allá de la procreación, Dios quiso que el sexo fuera un medio de expresión para el matrimonio. Cuando las parejas tienen problemas sexuales, antes de fijarse en los detalles de estos problemas deberían analizar su unidad espiritual. Deberían pensar en su comunicación y sus demás áreas de compatibilidad. Deberían pensar en las cualidades del verdadero amor como el de Cristo, y todo lo que implica su comprensión mutua. Sólo entonces deberían confrontar sus problemas sexuales.
  • 15. 15 No es ningún secreto que el sexo, que Dios ideó para que sea la expresión gozosa de nuestra unidad, puede convertirse en un obstáculo para ella. Si la expresión física de nuestra unidad es lo que Dios quiso que fuera, tal vez sea el diez por ciento de la relación. Pero si la relación física no es aquello para lo cual fue creada, puede ser el noventa por ciento del problema. Hay matrimonios que se terminan a causa del sexo, porque cuando un compañero no está satisfecho sólo es cuestión de tiempo antes que se encuentre con alguien que le ofrezca esa satisfacción. Irónicamente, lo que Dios ideó para que fuera un medio gozoso de expresar nuestra unidad puede convertirse en uno de los mayores obstáculos para esa unidad. Sólo el maligno podría tomar lo que Dios ideó para que fuera la expresión gozosa de nuestra unidad y convertirlo en uno de los mayores obstáculos para ella. Cuando el sexo es el noventa por ciento del problema entre un esposo y una esposa, su primera preocupación debería ser: ¿Qué están expresando cuando tienen relaciones? Si no hay ninguna unidad espiritual, ninguna comunicación, ningún amor, ninguna comprensión, ¿qué pueden estar expresando? Si no tienen ninguno de los niveles más profundos de la relación, ¿cómo puede su relación sexual ser lo que Dios quiso que fuera? Si no tienen ninguna unidad para expresar, su relación sexual es como el apareamiento entre animales. Cuando usted realiza el acto sexual, ¿está comprometido totalmente con la gratificación de la otra persona? Ese es el tipo de compromiso que hace del sexo lo que Dios quiso que fuera. En otras palabras, sin comunicar el “vínculo de amor” que Dios ideó para su matrimonio, nunca tendrá la relación sexual que Dios declaró que era “muy buena. Dicho de otra forma, su grado de unidad espiritual determinará la calidad de la unidad física que tienen en su matrimonio. Dios quiso que el sexo fuera para la procreación y como vehículo de la expresión para un matrimonio, pero también quiso que el sexo fuera para el placer. No sé dónde comenzó la idea. Muchos creen que fue durante la era victoriana. Pero, mucho tiempo atrás, los cristianos empezaron a pensar que el placer sexual no era bueno. Según su punto de vista, Dios nunca podría tener nada que ver con el sexo. No puedo enfatizar demasiado cuán importante es vencer este concepto tan contrario a la Biblia. Cuando un hombre o una mujer realmente creen que el sexo no es bueno, o aun que es incorrecto, pueden ser impotentes o frígidos en el matrimonio. El sexo es sagrado. Es santo. Nunca debemos creer otra cosa ni dar a nuestros hijos otra impresión. Esto, por supuesto, es un desafío. Si usted quiere que sus hijos y sus hijas sean vírgenes cuando se casen, es difícil alentarlos a practicar la abstinencia sin darles la impresión de que el sexo tiene algo de malo. Desde el relato de la creación, la Biblia nos dice que el sexo es bueno. El Cantar de los Cantares, por ejemplo, es uno de los libros más maravillosos de la Biblia. A mi juicio, su propósito dentro del canon de las Escrituras es mostrarnos que el sexo es hermoso y creado por Dios. Es algo maravilloso tener una relación sexual como la que se describe en el Cantar de los Cantares. Hay, también, una alegoría aquí. Retrata el amor de Cristo por la Iglesia, y de Jehová por Israel. Pero esa es una aplicación secundaria. La aplicación primaria del libro es mostrarnos que el sexo es bueno. El sexo es hermoso. Fue ideado por Dios para ser santo, sagrado, bueno, y una gozosa expresión de amor entre un esposo y su esposa. Todo concepto del sexo en el contexto del matrimonio que no alcanza estas descripciones del amor sexual no viene de Dios, sino del maligno. ¿Cuáles son sus expectativas y actitudes en lo que se refiere a la unidad física en el matrimonio? Deuteronomio 24:5 describe una ley judía que ordenaba un período de dicha especial para la pareja recién casada: “Cuando alguno fuere recién casado, no saldrá a la guerra, ni en ninguna cosa se le ocupará; libre estará en su casa por un año, para alegrar a la mujer que tomó”. La mayoría de los eruditos dicen que la frase “alegrar” significa que se esperaba que el esposo hiciera a su esposa feliz sexualmente, que le diera placer sexual. En otras palabras, la ley exigía una luna de miel de un año. ¿Piensa que esta es una declaración de lo que Dios piensa acerca del sexo?
  • 16. 16 En el Nuevo Testamento, hay un desafío para honrar el matrimonio y guardar el carácter sagrado de la intimidad sexual entre un esposo y su esposa. “Honroso sea en todos el matrimonio, y el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios” (Hebreos 13:4). Aquí, Dios traza una línea con relación al sexo casual, pero insiste en que el matrimonio es honroso, y que la relación sexual matrimonial es algo de pureza sagrada. También le resultará beneficioso estudiar 1 Corintios 7:1-7 y Proverbios 5:15-20, así como el Cantar de los Cantares. Piense en estos pasajes de las Escrituras, y luego pregúntese cuáles deberían ser sus actitudes y expectativas con relación al sexo. La actitud es vitalmente importante en una relación sexual. Hay quienes han señalado que el órgano sexual más importante que tenemos es nuestro cerebro. Podemos aplicar a la relación sexual la alegoría de los árboles en el tercer capítulo del Libro de Génesis que describí en nuestro capítulo anterior. Usted fue creado con un impulso sexual, pero su mayor necesidad es pedir a Dios que supla la necesidad de sus ojos, es decir que le muestre el propósito, el lugar y la función del sexo. Si pone esta necesidad en primer lugar, entonces no perderá todo lo que Dios tenía en mente cuando les dio a usted y a su cónyuge los medios de expresar gozosamente su amor mutuo. Pero si pone la gratificación de su impulso sexual en primer lugar, especialmente fuera del contexto del matrimonio, usted sufrirá las consecuencias. Es a través de las Escrituras que Dios nos muestra cómo debemos ver las cosas. Si permitimos que la Palabra de Dios nos muestre cuáles deberían ser nuestras actitudes y expectativas acerca del sexo, descubriremos que el sexo fue ideado por Dios para ser expresado en el contexto de las instituciones del matrimonio y de la familia, que fueron ordenadas por Dios. ¿Dónde obtiene usted su información sobre el sexo? Si obtiene sus señales de la cultura, no tendrá información que le ayude a crear un matrimonio feliz y una familia cristiana. Entonces, ¿de dónde debería obtener las pautas que seguirá en cuanto al sexo? ¿De su médico? ¿Del gobierno? Hay quienes dicen que el hogar es donde debería definirse el rol de la sexualidad. Pero, ¿quién instruye a las personas que forman esos hogares? ¿Dónde se les dice a los matrimonios cuál es el plan de Dios para el sexo? He llegado a la conclusión de que si la iglesia no se lo dice nadie más lo hará, y nadie más debería hacerlo, en realidad. A decir verdad, ¿dónde puede usted aprender acerca del verdadero lugar y propósito del sexo si no en la iglesia? El matrimonio es idea de Dios, y esto está documentado en la Biblia. Lo mismo ocurre con el sexo. Cuando leemos pasajes como el Cantar de los Cantares, nos damos cuenta de que Dios no se calla en cuanto al sexo. Así que los predicadores tampoco deberían hacerlo. He dicho a menudo que antes de que uno pueda predicar sobre el Cantar de los Cantares debería tener canas. Cuando era un joven estudiante en el ministerio, vino un hombre mayor, canoso, para hablarnos sobre el sexo. Luego de su charla, que fue muy informativa y útil, le pregunté: “¿Cuándo comienza a disminuir el impulso sexual? ¿Cuándo empieza a reducirse la llama?”. Se sonrió de oreja a oreja y me dijo: “¡No tengo la menor idea!”. ¡Y tenía ochenta y dos años! Así que podemos ver que no hace falta ser joven para disfrutar de la gozosa expresión de la unidad. La relación sexual fue ideada por Dios para brindar satisfacción sexual al esposo y a la esposa. Pero, según diferentes investigaciones, hay muchas mujeres que nunca experimentan esa satisfacción. Creo que dos de las principales razones de esa falta de satisfacción son el egoísmo y la ignorancia de los esposos. Las quince virtudes del amor de 1 Corintios 13 –que yo describí en el primero de estos dos fascículos- son todas “excéntricas”, una palabra que significa ‘tener otro centro’. Dado que todos somos pecadores, nuestro centro antes de llegar a la fe era nuestro yo. Pero, cuando nacemos de nuevo, nuestro centro pasa a ser Cristo, y luego todas las personas que se cruzan con nuestras vidas. Cuando nos casamos, la “otra persona” más importante es nuestro cónyuge. Para que el hombre y la mujer experimenten satisfacción sexual, el esposo tiene que estar centrado en la otra persona, a fin de ser el amante que Dios quiso que fuera. Sólo las personas que han cambiado su centro tendrán la relación sexual satisfactoria que Dios quiere que tengan. Esto
  • 17. 17 significa que los esposos deben comunicarse. El hombre podría pensar que lo que está haciendo lleva a su esposa a la liberación y a la satisfacción, pero tal vez esté teniendo el efecto contrario. Ella tiene que hablarle, decirle, comunicarle lo que quiere y necesita. Muchas personas arrastran experiencias sexuales negativas, y esto puede significar que les cueste mucho experimentar la realización en su unión sexual. Estas cosas necesitan ser sacadas a la luz para alcanzar la sanidad interior, y entonces será posible la satisfacción sexual. Capítulo 4 El capítulo sobre el matrimonio en la Biblia El séptimo capítulo de 1 Corintios es uno de los mejores pasajes de las Escrituras sobre la intimidad del matrimonio. Pablo toca el tema al contestar preguntas que le hace la iglesia de Corinto en una carta. Al estudiar sus respuestas, uno se da cuenta de cuáles tienen que haber sido las preguntas. En el versículo 26, Pablo escribe: “Tengo, pues, esto por bueno a causa de la necesidad que apremia”. ¿Cuál era “la necesidad que apremia”?. Aparentemente, era la persecución. Los primeros cristianos vivían bajo la amenaza de la persecución gran parte del tiempo, y tiene sentido que, si uno es perseguido, encarcelado o entregado como alimento a los leones, sería mejor que no tuviera una esposa e hijos. En muchas generaciones y en muchas culturas, parejas piadosas han postergado sus planes de casamiento hasta la finalización de una guerra. Los corintios habían preguntado a Pablo cosas como: “¿Deberían casarse hoy nuestros hijos, como lo harían en circunstancias normales?”. Pablo contesta “no”. Varias veces en el capítulo, dice: “Mejor permanecer soltero”, queriendo decir: “a la luz de la necesidad que apremia”. Luego preguntaron: “Si deciden mantenerse solteros, ¿podrían entonces tener algún contacto físico?”. Y Pablo contesta, básicamente: “No. Y si no van a casarse, si no van a consumar esta relación sexualmente, entonces no es sabio arder de pasión”. Pablo escribe que, a la luz de la necesidad que apremia, sería mejor que estos jóvenes no se casaran y que, de no casarse, que no tuvieran ninguna interacción sexual. Esto explica su declaración inicial de que es bueno no tocar mujer. ¡Qué forma de empezar un capítulo sobre el matrimonio! Pablo acepta que, si no pueden controlar sus pasiones, deberían casarse, porque es mejor casarse que consumirse arder de pasión. Pero, ¿qué pasa con los que ya están casados? ¿Deberían tener una vida sexual normal? Pablo contesta en un gran pasaje sobre la relación sexual entre dos creyentes: “En cuanto a las cosas de que me escribisteis, bueno le sería al hombre no tocar mujer; pero a causa de las fornicaciones, cada uno tenga su propia mujer, y cada una tenga su propio marido. El marido cumpla con la mujer el deber conyugal, y asimismo la mujer con el marido. La mujer no tiene potestad sobre su propio cuerpo, sino el marido; ni tampoco tiene el marido potestad sobre su propio cuerpo, sino la mujer. No os neguéis el uno al otro, a no ser por algún tiempo de mutuo consentimiento, para ocuparos sosegadamente en la oración; y volved a juntaros en uno, para que no os tiente Satanás a causa de vuestra incontinencia. Mas esto digo por vía de concesión, no por mandamiento” (1 Corintios 7:1-6). Este es un magnífico ejemplo de consejería matrimonial sobre la unión física de una pareja cristiana. Contiene algunas observaciones resumidas de lo que Pablo está escribiendo con relación a la gozosa expresión de unidad en una relación que es un matrimonio a los ojos de Dios. Los impulsos sexuales son fuertes, pero el matrimonio es lo suficientemente fuerte como para contenerlos y brindar una vida sexual equilibrada y satisfactoria que protegerá a la pareja de las tentaciones de la cultura decadente en la que vivían las parejas de Corinto. Su énfasis es que el esposo debe buscar satisfacer a su esposa, mientras que la esposa debe buscar satisfacer a su esposo. En otras palabras, el esposo debe estar centrado en su esposa y la esposa debe estar centrada en su esposo.
  • 18. 18 La abstinencia sexual es admisible, pero sólo por un tiempo, y para acercarse a Dios a través de la oración y el ayuno. (El famoso “dolor de cabeza” no es motivo de abstinencia.) El principio importante aquí es que su relación con Dios sigue siendo privada y separada. Aun cuando compartan esta relación en muchos aspectos y aunque su relación con Dios es el fundamento de su unidad, no se les dice que busquen la intimidad con Dios juntos, como pareja. El concepto de la reciprocidad es muy importante. Una pregunta sobre el sexo que surge frecuentemente al aconsejar a personas que han estado casadas mucho tiempo es: “¿Hay cosas que son pervertidas o malas?”. Creo que la respuesta es que no hay nada malo entre un esposo y una esposa si es placentero para ambos. La pregunta correcta no es: “¿Qué es lo correcto?” sino “¿Qué es lo recíproco?”. Las personas preguntan acerca de la frecuencia de la unión sexual, sobre lo que es normal, o promedio. Pero la cuestión más importante es la reciprocidad. Fíjese que Pablo dice que el sexo involucra una elección. Es una decisión de dar placer o de servir al otro cónyuge. Cuando usted asume el compromiso de amar a una persona, se compromete a una relación física. Dios ha ideado el compromiso de forma tal que sea recíproco, volitivo e incondicional. Si cada integrante de la pareja está totalmente comprometido con el placer o la satisfacción del otro, tienen la clave que hará que funcione la relación sexual. Los esposos suelen decir a los consejeros: “A mi esposa no le interesa nada el sexo. ¿Qué puedo hacer para que le interese?”. Escuchamos a menudo la misma queja del otro lado: “A mi esposo no le interesa el sexo”. La falta de interés sexual suele ser consecuencia de que uno o ambos integrantes de la pareja no están centrados en el otro. Ya he señalado que es muy importante que un hombre esté centrado en la otra persona en esta dimensión del matrimonio. Si usted es un hombre que debe enfrentar el problema de que su esposa no siente gran interés sexual, asegúrese de tener una buena educación en lo que se refiere al sexo. A pesar de todas las conversaciones machistas sobre el sexo que tienen los hombres, muchos de ellos, lamentablemente, ignoran la anatomía sexual de la mujer. ¿Alcanza su esposa la satisfacción o la liberación cuando tienen una unión física? Si lo logra pocas veces o nunca, quiero hacerle una pregunta: Si usted nunca experimentara un clímax, ¿cómo afectaría eso su actitud hacia la unión física con su esposa? Creo que es una pregunta justa. La Regla de Oro es efectiva aquí: “Todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas” (Mateo 7:12). El desafío de la Regla de Oro es colocarse uno en el lugar del otro. Si usted fuera el cónyuge que no está interesado en la relación física, ¿qué le gustaría que hiciera su cónyuge? Cuando encuentre la respuesta a esta pregunta, hágalo, por esa es la Regla de Oro de la gozosa expresión de la unidad. Se dice que, en las epístolas de Pedro y de Pablo, el modelo para el matrimonio es Cristo y la Iglesia. Se supone que debe ser una comunión total de dos personalidades completas, y eso se muestra en la comunión entre Cristo y su Esposa, la Iglesia. Es una unidad espiritual. Así que, mientras que la unidad física es recíproca e incondicional, también debe haber una cualidad espiritual en la relación. Esa cualidad espiritual es el amor abnegado y centrado en los demás del Cristo resucitado y viviente. Capítulo 5 Las siete maravillas espirituales del mundo Hace unos años, yo estaba almorzando con un hombre que me dijo que su iglesia lo había designado anciano y presidente de la junta de la iglesia. Y luego me dijo: “¡Imagínese! ¡Yo ni siquiera soy cristiano!”. Otro hombre que estaba almorzando con nosotros le dijo: “Usted no sería un anciano en la iglesia de este hombre si no fuera un cristiano”. A lo cual el otro contestó: “Entonces usted es el hombre que hace tiempo deseo conocer. Quiero hacerle una pregunta: ¿Qué es un cristiano?”.
  • 19. 19 Cuando hacía cinco minutos que yo estaba hablando, el hombre miró su reloj y me dijo: “Oiga, solo le pedí la hora, y usted me está explicando cómo hacer un reloj. ¿No hay una manera más simple de responder mi pregunta?”. El Señor usó a ese hombre para mostrarme que necesitaba estar mucho más preparado para contestar esa pregunta. Así que escribí un pequeño folleto llamado: “Las siete maravillas espirituales del mundo”. Mi objetivo era decir a una persona secular lo que necesita saber y conocer para experimentar la salvación. Como he compartido esta perspectiva bíblica del matrimonio con usted, se me ocurre que todo lo que he compartido es imposible si no es un discípulo de Jesucristo que ha nacido de nuevo. Jesús nos dijo que nunca seremos cónyuges adecuados sin la ayuda de Dios (Mateo 19:3-11). Salomón nos dijo que nunca seríamos padres adecuados sin la ayuda de Dios (Salmo 127). El mensaje de toda la Biblia, enfatizado por Jesús, es que no podemos ser personas adecuadas sin la ayuda de Dios (Juan 3:6,7). No puedo finalizar este estudio sin decirle lo que necesita saber para nacer de nuevo. Por lo tanto, concluyo con “Las siete maravillas espirituales del mundo”. La primera espiritual es lo que llamo: “el mayor diseño del mundo”. Si uno mira este mundo a través de un telescopio o un microscopio, no puede evitar quedar impresionado por el diseño que ve. Pero para usted y para mí, el diseño más importante y hermoso de este mundo es el plan especial que Dios tiene para todo ser humano que nace en este mundo (Romanos 12:1,2; Salmos 139:16). Toda persona creada por Dios es única e individual. ¿No es asombroso que haya más de sesenta mil millones de dedos en este mundo, y que no haya dos de ellos que tengan las mismas huellas digitales? Ahora tenemos equipos electrónicos sofisticados que pueden identificar sus “huellas vocales”, porque nadie habla exactamente como usted. Ahora, con la tecnología del ADN, la estructura física única de cada ser humano sobre la tierra puede ser identificada y probada en un tribunal en cualquier lugar del mundo. Si el milagro de nuestra individualidad única puede ser demostrado tan claramente, ¿es realmente difícil creer que el Dios que nos creó como individuos únicos físicamente tenga un plan único para cada una de nuestras vidas? Según la Biblia, Dios tiene dicho plan, y ese plan es una de las maravillas espirituales del mundo. Tal vez se pregunte: “Si Dios tiene un plan para cada vida humana, ¿por qué la gente es tan infeliz, y por qué nuestro mundo está lleno de disturbios, guerras y tremendos problemas sociales?”. La respuesta a su pregunta es la segunda maravilla espiritual del mundo, que yo llamo “el mayor divorcio del mundo”. El divorcio es una epidemia en muchas culturas hoy, pero el mayor divorcio de este mundo es el divorcio entre Dios y el hombre. La Biblia nos dice que Dios creó al hombre como una criatura que puede elegir. Le dio a esta criatura la posibilidad de decir a su Creador: “Tú me creaste con este gran diseño, pero no quiero formar parte de él. Voy a vivir mi vida a mi manera”. La Biblia nos dice que esto es lo que todos le dicen a Dios. La Biblia lo llama pecado. Por su rebelión pecaminosa, las personas se divorcian de Dios, y Él se lo permite. Este divorcio es la causa de todo el caos que vemos en el mundo hoy. El hecho de que Dios nos crea con la capacidad de divorciarnos de Él es otra maravilla espiritual del mundo. A la tercera maravilla espiritual yo la llamo “el mayor dilema del mundo”. Como resultado del mayor divorcio del mundo, Dios enfrentó el mismo dilema que enfrentamos nosotros como padres. Amamos a nuestros hijos, y hay ciertos comportamientos y actitudes que nos gustaría ver en sus vidas. Pero, para nuestro desconcierto, hacen cosas que nos desagradan. Nos destrozan el corazón con las cosas que hacen. ¿Cómo deberíamos responder cuando ocurren estas cosas? Queremos expresar nuestro amor por nuestros hijos, pero no queremos hacer la vista gorda a estas acciones dañinas. Ese es un dilema que enfrentan todos los padres. En un sentido, Dios tiene el mismo dilema (aunque en realidad nunca se ve enfrentado a un problema que considere insoluble). Ve que sus criaturas se divorcian de su Creador y hacen cosas abominables que nunca quiso que hicieran. El mayor dilema del mundo es el que tiene que enfrentar Dios día y noche con la familia humana.
  • 20. 20 Este, el mayor dilema del mundo, se resuelve con lo que descubrimos en la cuarta maravilla espiritual: “la mayor declaración del mundo”. Esta declaración no es un documento del gobierno, sino que se encuentra en la Biblia, y se llama “Evangelio”, o “Buenas Noticias”: que Dios ha enviado a su único Hijo al mundo para morir en una cruz por usted y por mí. Al hacerlo, Dios hizo todo lo que debía hacerse para resolver el mayor dilema y reconciliar el mayor divorcio del mundo. Cuando usted comprende esta gran declaración, se da cuenta de que la cruz de Jesucristo es verdaderamente una de las maravillas espirituales del mundo. Esto nos lleva a la quinta maravilla espiritual, que yo llamo “la mayor decisión del mundo”. Cuando Jesús estuvo en la tierra, se quedó levantado hasta tarde una noche hablando con un rabino llamado Nicodemo (Juan 3:1-21). En esencia, Jesús le dijo: “Yo voy a la cruz porque soy el único Hijo de Dios, soy la única solución de Dios al problema del pecado, y soy el único Salvador provisto por Dios. Si crees esto, no serás condenado. Pero si no lo crees serás condenado, no por tu pecado, sino porque no crees en mí”. Es como que Dios ha ofrecido al mundo un contrato para salvar su vida. Jesús firmó ese contrato con su sangre, pero hay un lugar ahí para que usted y yo lo “firmemos” con fe. Esto convierte a la decisión de creer lo que dijo Jesús acerca de sí mismo en la mayor decisión del mundo, y una de las maravillas espirituales del mundo. ¿Cómo sabe uno cuándo ha tomado la decisión que determina su destino eterno? En las Escrituras, la palabra utilizada en el original griego que se traduce como “creer” no significa estar de acuerdo intelectualmente. No es cuestión de simplemente asentir con la cabeza y decir: “Creo esto”. Una vez escuché una ilustración al respecto. Un hombre extendió una cuerda sobre las cataratas más grandes de Estados Unidos y cruzó de un lado a otro con una bicicleta. El público que miraba lo aplaudió y lo aclamó. El hombre les preguntó: “¿Cuántos de ustedes creen que puedo volver a hacer esto con un pasajero en la bicicleta?”. Varios levantaron sus manos. Entonces él señaló a una persona que tenía la mano levantada y le dijo: “¡Súbase al manubrio!”. El espectador dijo: “¡Yo no!”. El hombre le contestó: “Entonces no cree, realmente”. La palabra que se utiliza en el original griego para referirse a “creer” significa, en esencia, “subirse a la bicicleta”. Si usted fuera un inválido y su casa se estuviera incendiando, y alguien viniera a su dormitorio ofreciéndole sacarlo de la casa incendiada, usted tendría que apoyar todo el peso de su cuerpo sobre la persona que lo rescata para salir de la casa. Una traducción del Nuevo Testamento usa este concepto en el versículo dieciséis del tercer capítulo del Evangelio de Juan: “Todo el que apoya todo su peso en Jesús no perecerá, sino tendrá vida eterna”. Usted cree cuando confía plenamente para su salvación en la veracidad de las afirmaciones de Jesús de que era el único Hijo de Dios, su única Solución y su único Salvador. ¿Y cómo sabe cuándo cree realmente? La sexta maravilla espiritual es lo que llamo “la mayor dirección del mundo”. En los Evangelios, leemos que cada vez que alguien decía a Jesús: “Creo en ti”, Él les decía una sola palabra: “Sígueme”. Cuando oían esa palabra, se daban cuenta de que, para seguirlo, debían apartarse de la forma en que estaban viviendo sus vidas. La mayoría de ellos no quería hacerlo, así que no lo siguieron. Descubrieron que, en realidad, no creían. Sin embargo, hubo una minoría comprometida de personas que sí creyeron y lo siguieron. Descubrieron que la dirección de seguir a Jesús era la mayor dirección del mundo. Él estableció un pacto con ellos, que era, esencialmente: “Síganme y los haré” (Mateo 4:19). Cuando asumieron el compromiso de seguirlo, y al seguirlo, los convirtió en lo que Él quería que fueran. Sesenta años después, uno de ellos dedicó el último libro de la Biblia a Jesús con estas palabras: “Al que nos amó… y nos hizo reyes y sacerdotes…” (Apocalipsis 1:5,6). Para el apóstol Juan, la dirección de seguir a Jesús era otra maravilla espiritual del mundo. Yo llamo a la séptima maravilla espiritual “la mayor dinámica del mundo”. No lo comprendemos plenamente, pero Jesús enseñó que, cuando tomamos la decisión de seguirlo, experimentamos un cambio dinámico que es como si naciéramos de nuevo. A través de un milagro, su Espíritu Santo fija su
  • 21. 21 residencia en nuestro cuerpo, y experimentamos la mayor dinámica del mundo. Este nuevo nacimiento –el hecho de que Cristo viva en nosotros- nos da el poder que necesitamos para seguir a Cristo. Estas son las siete cosas más maravillosas que conozco. El mayor diseño del mundo, el mayor divorcio del mundo, el mayor dilema del mundo, la mayor declaración del mundo, la mayor decisión del mundo, la mayor dirección del mundo y la mayor dinámica del mundo. Las llamo “Las siete maravillas espirituales del mundo”. Usted puede tomar la decisión de avanzar en la dirección de seguir a Jesucristo y recibir del Cristo resucitado la dinámica para nacer de nuevo. El milagro del nuevo nacimiento comienza con la decisión de creer realmente. ¿Quiere usted tomar esa decisión ahora mismo? Creer en estas siete maravillas espirituales le dará el fundamento espiritual que hará posible que usted tenga un verdadero matrimonio a los ojos de Dios. Es necesario que usted experimente la gracia salvadora y el amor de Cristo en sí mismo, como individuo, antes que pueda relacionarse con su cónyuge con un amor semejante al de Cristo en todas las formas que he descrito en este estudio. Sin este fundamento espiritual, su matrimonio nunca será lo que Dios quiso que fuera. Mi oración y mi deseo es que Dios lo ayude a aplicar estos principios a su matrimonio y a su familia, comenzando por su salvación y su relación espiritual personal con Dios.