Este documento resume la historia de dos adolescentes, Daniel y Abel, que murieron en una pelea entre las bandas latinas Dominican Don't Play y Trinitarios en Madrid. Daniel, de 15 años, se unió a sus amigos Trinitarios y se encontraron con Abel, de 17 años y miembro de DDP, resultando en una pelea con navajas que acabó con la muerte de Daniel y Abel enfrentando cargos de homicidio. El documento explora las circunstancias familiares y sociales que llevaron a los dos chicos a unirse
MANUAL DE DERECHO ROMANO - JUAN CARLOS GHIRARDI - APORTE UEU DERECHO 2020.pdf
Vidas rotas en bandas latinas
1. Vida y muerte en las bandas
latinas
El último homicidio en Madrid por una reyerta entre Dominican
Don´t Play (DDP) y Trinitarios entraña el magma en el que
surgen esos grupos violentos.
Agentes en la Puerta del Sol de Madrid el 7 de marzo, cuando chocaron
dos bandas latinas. CLAUDIO ÁLVAREZ EL PAÍS
2. Esta es una historia de azar y fatalidad. De chicos perdidos y mujeres muy solas.
De dos madres que hoy lloran por un hijo muerto y otro encerrado, aún más
solas. Es la historia de Daniel y Abel, dos adolescentes de 15 y 17 años, español
y dominicano, que se la jugaron a vida o muerte en la Puerta del Sol sin haberse
visto jamás. Este es un pequeño relato de dos hogares mil veces rotos en mil
pedazos, dos familias desconocidas, cada una en una punta de la ciudad y
conectadas por una siniestra lotería el pasado 7 de marzo. Dos crudas realidades
en una, bajo la que se oculta el magma en el que crece y se desarrolla ese
alarmante fenómeno social conocido como “bandas latinas” y que tiene en
España su epicentro en Madrid, donde se concentran el 80% de los
incidentesentre estos grupos juveniles violentos y rivales, versiones
descafeinadas e inmigrantes de las despiadadas maras y pandillas de
Latinoamérica.
Aquella noche Abel llegó a casa tarde. “Llevaba meses diciendo que quería irse a
Santander con su hermano mayor porque aquí no hacía nada y tenía un año que
había dejado de ir al centro de formación profesional de Campamento”, cuenta su
madre desde un pequeño piso del barrio de La Elipa (Carabanchel), donde hasta
entonces vivían los dos con una habitación alquilada a un tercero para poder
pagar el alquiler. Ya bien entrada la madrugada, “hacia las 4.00”, le llegaron
varios mensajes al teléfono. “Ha habido un muerto mami, con un machetazo”, le
dijo a su madre. Al día siguiente compraban un billete para Santander, donde lo
detendrían acusado de homicidio los agentes de la Brigada Provincial de
Información días más tarde.
ENCUENTROS FORTUITOS
P.O.D.
“Los encontronazos entre bandas no se producen por cita, son siempre casuales, en el metro —donde
se cuelan— o en la vía pública, porque entre ellos se conocen perfectamente unos a otros, saben los
parques, las discotecas, las canchas que frecuenta cada grupo y las respetan en una relación de
dominios, que son tan cambiantes y fugaces como sus líderes dentro de una estructura organizativa
piramidal basada en valores de pandilla: el más duro y valeroso es el que más veces ha estado
detenido”, explican fuentes de la investigación. “Un encuentro fortuito es el que desencadena la
pelea, casi siempre violenta porque van armados, pero autor y víctima es un tema aleatorio, no suele
haber relación previa entre muerto y asesino”.
3. Ante la alarma que generan estos enfrentamientos violentos y frente al temor —existente— de una
vendetta entre miembros de las bandas— la policía ha puesto en marcha un plan especial de
prevención con agentes mediadores de la Brigada de Seguridad Ciudadana, según anunció el jefe
superior de policía de Madrid, Alfonso Fernández Díez. Y el grupo socialista en el Congreso ha
solicitado la comparecencia de la Delegada del Gobierno, Concepción Dancausa, para que explique
las medidas adoptadas ante los últimos episodios de muertes y agresiones violentas que se han
sucedido en la capital en las últimas dos semanas
La misma noche de sábado, a eso de las 21.00, Daniel llamó a su madre para
pedirle que le dejara quedarse a dormir en casa de Adrián, un nuevo amigo, que
acababa de cumplir los 18 años, y que había conocido en el centro Ciudad Joven,
un proyecto educativo de Vallecas donde aprendía electricidad. “Iban a ver a la
madre de un amigo que trabaja en un local de la Puerta del Sol, me resistí pero al
final me convenció, era la primera vez que iba a dormir fuera de casa”, relata su
madre, separada y con los cuatro hermanos pequeños de Daniel a su cargo y uno
en camino, desde un piso subvencionado por Cáritas en el barrio de Sinesio
Delgado (Plaza de Castilla), y en el que lo único que hay sobre la mesa son
recibos y cartas que anuncian el corte de todos los suministros.
Daniel, con Adrián y sus amigos dominicanos Trinitarios se encontraron en el
metro con Abel y sus colegas de los Dominican Don´t Play, conocidos como
DDP. Reconocieron a Adrián y comenzaron los insultos, las carreras, las
persecuciones y a los navajazos. “Cinco contra 20 ó 21, armados con navajas
mariposa, estiletes, bolomachetes, y cuchillos de cocina, que son las armas
habituales de estos grupos”, según la versión de la policía, que esta semana
detuvo a siete de los participantes en la reyerta —cinco menores de edad y dos
mayores— pero mantiene la operación abierta para atrapar al resto mientras
prevalece el secreto del sumario.
Daniel murió porque un cuchillo le atravesó el corazón. Adrián resultó
gravemente herido de varias puñaladas, una en el hígado que le mantiene en el
hospital, aunque ya está en planta. Abel huyó y hoy llama por teléfono a su
madre desde un centro de menores, en el que permanecerá —de momento— tres
meses hasta que se celebre el juicio, en el que él es el principal acusado del
homicidio.
4. 200 detenciones al año
La rivalidad entre DDP y Trinitarios, las dos bandas más numerosas en la
ciudadcon un total de 80 miembros activos cada una, según datos policiales, “no
está ni más ni menos recrudecida que antes”, aseguran fuentes de la
investigación. El último enfrentamiento entre bandas rivales —
Ñetas contra Latin Kings— con resultado de muerte se produjo en febrero de
2013 en Madrid y ha habido 11 asesinatos de esta índole desde el 2004, todos
resueltos, según fuentes policiales. Las aproximadamente 200 detenciones —el
35% de menores— por pertenencia a bandas, posesión ilícita de armas, lesiones o
amenazas que se producen cada año en Madrid relacionadas con los pandilleros
(198 en 2015) permiten un riguroso control de sus miembros, sus
incorporaciones, y sus deserciones (muy pocas por estar sometidas al castigo del
grupo). Abel estaba fichado como DDP. Daniel no existía en los archivos
policiales.
En estos momentos la policía calcula que puede haber unos 300 miembros
actuando, contando a Latin Kings y Ñetas, de ascendencia ecuatoriana y los
primeros en asentarse en la ciudad hacia el año 2001. Y entre todos se reparten
por los distritos de Tetuán (“el pequeño Caribe”), Carabanchel, Vallecas, Usera y
Villaverde.
Abel, a quien su madre —trabajadora doméstica desde hace cinco años en
España— se trajo desde la ciudad de Nagua (República Dominicana) hace tres
“porque allá no le estaban vigilando bien”, se ganó la chapa (apodo dentro de la
pandilla) de “Fresquito” en ese centro educativo de Campamento al que acudía
en turno de tarde. “Al principio no quería ir, decía que había chicos de bandas y
más de un día vino con los pantalones cagados”, recuerda esta mujer, “testigo de
Jehová desde hace 21 años”, que asegura trabajar de la mañana a la noche de
lunes a viernes en casa de una familia y que le dejaba la comida preparada los
fines de semana. Hace un año dejó de ir, pero mantuvo su chapa. “Se pasaba el
día en la calle cuando no me hacía a mi los recados, yo trataba de hacerle
razonar…”. Dos fotos en su teléfono móvil hablan del antes y el después. En una,
Abel en su actitud más chulesca, hace un gesto obsceno hacia la cámara. En la
5. otra, sentado en una silla, derrotado, espera a ser atendido por una psicóloga en el
juzgado.
“Daniel pensaba ponerse a trabajar en cuanto cumpliese los 16 para ayudar en
casa. Él realmente no sabía nada de bandas, estaba despertando al mundo, se fue
con un amigo y pagó el pato”, cuenta su madre, con una nómina de 240 euros
mensuales y ahogada entre deudas de la tarjeta del Carrefour y recibos de la luz.
Dos madres incrédulas y muy solas lloran en dos pisos en extremos opuestos de
la ciudad. “Yo sé que él no ha elegido buenas compañías pero no es capaz de
matar una mosca, no puedo creerlo, Jehová no deja sin castigo a nadie, si hizo
algo mal va a sufrir con dolor”, dice una. “Mi vida hace tiempo que es un
desastre, puedo aguantarlo todo, pedir por las parroquias, coger comida de la
basura, pero no vivir sin mi hijo porque no tiene sentido”, dice otra. Hay una
terceramujer. Vive en Santander y lleva en su vientre una semilla de Abel.