2. ¿Papi, ¿Cuánto ganas por hora?
Con voz tímida y ojos de admiración, un pequeño recibía así a su padre al
término de su trabajo.
El padre dirigió un gesto severo al niño y repuso:
- Mira niño, esos informes ni tu madre los conoce. No me molestes, que
estoy cansado, y no tengo tiempo para tus boberías.
- Pero papi, -insistía- dime por favor cuánto ganas por hora.
Ante la insistencia del niño, la reacción del padre fue menos severa. Sólo
contestó:
- Cuatrocientos Pesos por hora.
El niño pensó un instante, y luego dijo:
-Papi, ¿Me podrías prestar ciento cincuenta Pesos?
El padre entró en cólera, y tratando con brusquedad al niño le dijo:
3. Así que esa era la razón de saber lo que gano. Vete a dormir y
no me molestes, muchacho aprovechado!!!
Había caído la noche.
El padre había meditado lo sucedido y se sentía culpable. Tal
vez su hijo quería comprar algo. En fin, queriendo descargar
su conciencia dolida, se asomó al cuarto de su hijo y con voz
baja preguntó:
-¿Duermes hijo?
-Dime, papi. –respondió entre sueños-.
-Aquí tienes el dinero que me pediste.
- Gracias papi !!!. –contestó el pequeño-. Metiendo su manita
bajo la almohada, sacó unas monedas.
-Ahora ya completé. Tengo cuatrocientos Pesos. ¿Me podrías
vender una hora de tu tiempo? –preguntó el niño...
4. “No hay riqueza más
grande, que compart ir
con las personas que
amamos”