El documento presenta tres párrafos sobre Jesús y su relación con Dios y los discípulos. El primer párrafo describe a Jesús orando y expresando gratitud a Dios por revelarse a los humildes. El segundo párrafo habla de la invitación de Jesús a encontrar descanso en él. El tercer párrafo enfatiza la necesidad de escuchar la palabra de Dios y ponerla en práctica, no como los sabios que creen ya saberlo todo.
1. JESUS ORA: "TE DOY GRACIAS, PADRE..."
Jesús es hombre de oración. Y en el evangelio de hoy le
encontramos orando. Esta alabanza agradecida al Padre
expresa una experiencia: ya hace tiempo que el Maestro
evangeliza; y sus discípulos también han sido enviados a
presentar el Reino de Dios; y se han encontrado con todo
tipo de gente, los que acogen y los que rechazan. Jesús
pronto cae en la cuenta de quienes son los unos y quienes
los otros. Y agradece al Padre que le haya parecido mejor
que fueran los pequeños, los sencillos, quienes se abran al
anuncio.
E INVITA AL REPOSO: "VENID A MÍ"
Las llamadas de Jesús formuladas como exigencia -domingo
pasado escuchábamos lo de "El que no coge su cruz y me
sigue no es digno de mí"- encuentran hoy un complemento
importante en ésta que tiene tono de acogida y de descanso.
Una llamada preparada por la primera lectura que presenta
al "rey" que entra en Jerusalén "justo y victorioso, modesto y
cabalgando en un asno".
Otras pistas vienen dadas por los dos temas que
abrían esta página: la oración de Jesús y su
invitación a seguirle en su humildad y
mansedumbre. Ayudar a la gente a contemplar
al Jesús que ora; a ver los motivos de su
oración; a admirarnos de su comunión con el
Padre... A acoger esta página del Evangelio con
sencillez, dispuestos a aprender de él. Pero,
sobre todo, dispuestos a que él, por el Espíritu
que nos da y que "habita en nosotros" (segunda
lectura), nos sitúe en su comunión y nos haga
2. personas agradecidas. Y, si la homilía se centra
más en la invitación de Jesús de ir hacia él,
podemos aportar hechos y situaciones de la vida
de las personas que necesitan un mensaje de
paz y serenidad. No con la finalidad de
presentar un Jesús o una fe que tenga una
función de "adormecer", de anestesiar, de
evadir de los problemas. Sino con el objetivo de
hacer llegar el amor de Dios, que no nos deja
nunca, tampoco cuando parece como si ausente
se hallara.
Lo primero que hace falta para comprender el evangelio es
escucharlo, y lo segundo, semejante a lo primero e
inseparable con lo primero, es ponerlo en práctica. Pues el
que no hace lo que escucha no ha entendido nada. Por eso
dice Jesús: "Dichoso el que escucha la palabra de Dios y la
pone en práctica".
-No "los sabios y entendidos": Pues la capacidad de escuchar
de un hombre cualquiera depende de la necesidad de
preguntar. De modo que el "sabio y el entendido", el que
vive sin problemas y cree que todo lo tiene resuelto, el
satisfecho, el situado en bienes y opiniones, el que se cree
justo y juzga a los demás, el autosuficiente..., no pregunta,
no busca, no escucha ni puede escuchar. Y menos aún
escucha un mensaje como el evangelio que habla de
salvación, de liberación, de perdón. Para él la mejor noticia
no es la Buena Noticia, sino la ausencia de toda noticia y el
parte que diga una y otra vez: "sin novedad".
Mt 11, 25-30
3. En el evangelio de hoy hay tres párrafos bien definidas. El primero se refiere
a Dios. El segundo, a la interdependencia total entre Jesús y Dios. El tercero,
hace referencia a la relación entre nosotros y Jesús. Los tres manifiestan
aspectos esenciales del mensaje de Jesús. Los dos primeras se encuentran
también en Lc, pero en el contexto del éxito de los 72 y la intervención del Espíritu
que llenó de alegría a Jesús. Aunque no sean palabras del mismo Jesús, se trata
de una tradición muy antigua que refleja un conocimiento muy profundo de su
persona. En la primera comunidad cristiana todos eran sencillos. ¿Qué hubiera
dicho Jesús de la Iglesia después de Constantino?
"Te doy gracias, Padre, porque..." Lo importante no es la acción de gracias en
sí sino el motivo. Los radicales contrastes del lenguaje semítico nos despistan.
Jesús no puede afirmar que Dios da a algunos lo que niega a otros. Lo que quiere
decir es que, el Dios de Jesús no puede ser aceptado más que por la gente sencilla
y sin prejuicios. Los engreídos, los soberbios, los sabios tienen capacidad para
crearse su propio Dios. Los "sabios y entendidos" eran los especialistas de la Ley.
Su pretendido conocimiento de Dios les daba derecho a sentirse seguros,
poseedores de la verdad. No tenían nada que aprender, pero eran los únicos que
podían enseñar. Con prepotencia imponían toda clase de normas y preceptos
insoportables para la gente normal.
¿Quiénes eran los sencillos? "El "nepios" griego tiene muchos significados, pero
todos van en la misma dirección: infantil, niño, menor de edad, incapaz de hablar;
y también: tonto, infeliz, ingenuo, débil. En todos descubrimos la ausencia de
cálculo, la falta de doblez o segundas intenciones. Para la élite religiosa, los
sencillos eran unos malditos, porque no conocían la Ley, y por lo tanto no podían
cumplirla. Los sencillos eran los "sin voz", "la gente de la tierra" a quienes los
rabinos despreciaban. En tiempo de Jesús, solo los dirigentes podían opinar, los
demás tenían la obligación de escuchar.
Estas cosas son las experiencias de Dios que Jesús vivió y que les quiere
transmitir. No se trata de conocimiento sino de experiencia profunda. "Todo me lo
ha entregado mi Padre..." Ese conocimiento de Dios no es fruto del esfuerzo
humano, sino puro don; aunque no se niegue a nadie. El error de nuestra teología,
fue creer que conocíamos a Jesús porque conocíamos a Dios; si Jesús era Dios, ya
sabíamos lo que era Jesús. El texto nos dice que la única manera de conocer a
Dios es aproximarnos a Jesús.
Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados que yo os aliviaré.
La imagen del yugo se aplicaba a la Ley, que, tal como la imponían los fariseos,
era ciertamente insoportable. El hombre desaparecía bajo el peso de más de 600
preceptos y 5.000 prescripciones. Para los fariseos, la Ley era lo único absoluto.
Jesús dice lo contrario: "El sábado está hecho para el hombre, no el hombre para
el sábado". La principal tarea de Jesús es liberar al hombre de las ataduras
religiosas; de las que sufrían los judíos de su tiempo y de las que sufren hoy los
cristianos.
4. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera. Jesús libera de los yugos y las
cargas que oprimen al hombre y le impiden ser Él. No propone una vida sin
esfuerzo; eso sería engañar al ser humano que tiene experiencia de lo difícil que
es la existencia. Sin esfuerzo no hay verdadera vida humana. Si desaparecieran
todas las dificultades, no podríamos avanzar hacia ninguna meta. No es el trabajo
exigente lo que malogra una vida, sino los esfuerzos que no llevan a ninguna
plenitud. Todo lo que hagamos a favor del hombre se convertirá en felicidad
porque traerá plenitud y felicidad.
Jesús propone un "yugo" pero no de opresión que vaya contra el hombre, sino
para desplegar todas sus posibilidades de ser más humano. Jesús quiere ayudar al
ser humano a desplegar su ser sin opresiones. El yugo y la carga serían, como el
peso de las alas para el ave. Claro que las alas tienen su peso, pero si se lo quitas,
¿con qué volará? El motor de un avión es una tremenda carga, pero gracias a ese
peso el avión vuela. Nuestras limitaciones son las que nos permiten avanzar en el
camino hacia una meta que está más allá de lo que somos como simples animales.
Lo que acabamos de leer es, sin duda, evangelio (buena noticia). No hemos hecho
mucho caso a este mensaje. En cuanto pasaron los primeros siglos de cristianismo,
se olvidó totalmente este evangelio, y se recuperó "el sentido común". Nunca más
se ha reconocido que Dios se pueda revelar a la gente sencilla. Es tan
sorprendente lo que nos acaba de decir Jesús, que no nos lo hemos creído nunca.
¡Qué sabe Jesús de lo que significa ser cristiano! Sin embargo, Dios no comparte
con el hombre los secretos del conocimiento, sino su misma Vida. La revelación no
consiste en más conocimiento, sino en más Vida.
Si Dios se revela a la gente sencilla, ¿Qué cauces encontramos en nuestra
institución para que esa revelación sea escuchada? ¿No estamos haciendo el
ridículo cuando seguimos siendo guiados por los "sabios y entendidos" que se
escuchan más a sí mismos que a Dios? A todos los niveles estamos en manos de
expertos. En religión la dependencia es absoluta, hasta el punto de prohibirnos
pensar por nuestra cuenta. Recordad la frase del catecismo: "doctores tiene la
Iglesia que os sabrán responder".
Jesús no propone una religión menos exigente. Esto sería tergiversar el mensaje.
Jesús no quiere saber nada de religiones. Propone una manera de vivir la cercanía
de Dios, tal como él la vivió. Esa Vida profunda, es la que puede dar sentido a la
existencia, tanto del listo como del tonto, tanto del sabio como del ignorante, tanto
del rico como del pobre. Todo lo que nos lleve a plenitud, será ligero. Este camino
de sencillez no es fácil.
Los cansados y agobiados eran los que intentaban cumplir la Ley, pero fracasaban
en el intento. De esas conciencias atormentadas abusaban los eruditos para
someterlos y oprimirlos. Nada ha cambiado desde entonces. Los entendidos de
todos los tiempos siguen abusando de los que no lo son y tratando de
convencerles de que tienen que hacerles caso en nombre de Dios. Pío IX dijo:
5. "solo hay dos clases de cristianos, los que tienen el derecho de mandar y los que
tienen la obligación de obedecer". Hoy ningún jerarca repetiría esas palabras, pero
en la práctica, todos actúan desde esa perspectiva.
Ahora solo nos queda revisar nuestra religión y ver en qué medida separamos la fe
de la vida, la experiencia del conocimiento, el amor del culto, la conciencia de la
moralidad, y así sucesivamente. Los predicadores seguimos imponiendo pesadas
fardos sobre las espaldas de los fieles. Nuestro anuncio no es liberador. Seguimos
confiando más en los conocimientos teológicos, en el cumplimiento de unas
normas morales y en la práctica de unos ritos, que en la sencillez de sabernos en
Dios. Seguimos proponiendo como meta, la "Ley" de Dios, no la Vida de Dios.
Hace décadas que se está hablando de la crisis de nuestras instituciones. Pero la
crisis de la Iglesia no es una crisis doctrinal. Es una crisis de vivencia. La gran
carencia de nuestra comunidad hoy es la falta de experiencia interior. Por eso
nunca se podrá superar insistiendo en la doctrina, por medio de la condena a los
que se atreven a discrepar de la doctrina oficial o con documentos que tratan de
zanjar cuestiones discutidas. Lo que hay que enseñar a los cristianos es a vivir la
experiencia del Dios de Jesús. Solo ahí encontraremos la liberación de toda
opresión. Solo teniendo la misma vivencia de Jesús, descubriremos la libertad
necesaria para ser nosotros mismos.
Meditación-contemplación
Venid a mí todos, dice Jesús.
Él conoce a Dios y él nos lo puede revelar.
Debemos superar todo prejuicio
y aceptar ese Dios como el único que puede liberarnos.
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Todo dios, que venga de otra parte
o que nos hayamos fabricado nosotros, será opresor.
Mientras más agobiados nos sintamos,
más necesitaremos al Dios de Jesús.
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Ese Dios de Jesús, sencillo y cercano
solo puede ser aceptado desde la sencillez.
Dios solo se puede dar como simplicidad.
Dios solo cabe en un corazón simple y sencillo.
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