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EL PROBLEMA DE LA DESPOBLACIÓN EN ESPAÑA Y SU TRATAMIENTO DIDÁCTICO
0. Resumen
Esta comunicación trata de explicar el origen, los objetivos y el formato de unos materiales
escolares elaborados para trabajar en el aula, en la materia de Geografía o en cualquier otra
que trabaje el conocimiento del territorio y la inteligencia espacial, con alumnos de 14-18
años, el proceso de despoblación del mundo rural en España (ejemplificado en la comunidad
autónoma de Aragón), sus etapas, características, causas, consecuencias y posibles políticas
para frenarla. Así mismo, se plantea la eficiencia que para los procesos de enseñanza-
aprendizaje tiene el uso de Sistemas de Información Geográfica, cuando se integran en unas
estrategias educativas basadas en formulaciones didácticas.
Esos materiales se encuentran en el siguiente Localizador Uniforme de Recursos:
https://bit.ly/despoblacion_aragon, y se ofrecen para su uso a cualquier profesor o centro
escolar de educación secundaria.
Palabras clave: demography, demografía, population, población, landscape, paisajes,
depopulation, despoblación, rural, Geographic Information Systems, Sistemas de Información
Geográfica, educación, education.
1. CONCEPTO DE DESPOBLACIÓN
1. Despoblación. Por despoblación se viene entendiendo el proceso por el que un territorio va
perdiendo población hasta poder quedar “vacío” o deshabitado. No obstante, esta definición
necesita ser matizada:
Ilustración 1. Variaciones de población 1900-2015. Pulse para acceder al mapa
El descenso en el número de habitantes, incluso el “vaciado”, de un territorio, o espacio
concreto y delimitado, no necesariamente significa que la acción humana ha cesado en él.
Sucede con frecuencia que procesos despobladores son el resultado de cambios en la
localización de las personas, pero no de los espacios de los que se aprovechan para obtener
sus recursos. Analizaremos esto con más detalle.
El proceso de despoblación afecta a dos elementos espaciales:
• El espacio edificado, en el que residen sus habitantes, y donde guardan y mantienen
los utensilios con los que trabajan. También donde realizan ciertos trabajos que no
pueden realizarse con la misma eficiencia “al aire libre” (“parideras”, molinos,
almazaras, silos, estaciones de ferrocarril, ermitas, monasterios, cuarteles, etc.).
• El amplio espacio en el que desarrollan sus aprovechamientos o usos (del suelo), que
generan la mayor parte de los recursos de los que viven. En los espacios rurales, que
son los que vienen al caso, ya que estamos hablando de la despoblación del mundo
rural, se desarrollan usos que requieren grandes superficies, como los que tienen que
ver con las actividades agrarias y las forestales, y otros que necesitan elementos
espaciales más puntuales, como las infraestructuras de transporte.
Como veremos a continuación, la despoblación no siempre afecta por igual a estos dos tipos
de espacios.
Antes de avanzar en esta línea, para cerrar la definición de “despoblación”, cabe apuntar que
estos procesos presentan, al menos en España, una diferenciada tipología que depende
esencialmente de:
• La velocidad a la que se desarrollan: unos más rápidos que otros.
• El grado en el que se producen: unos con mayor intensidad que otros.
Estos dos factores dependen de las circunstancias en las que se dan y de los factores que los
originan. No obstante, y esto es esencial, los procesos de despoblamiento, todos, se definen
por sus resultados:
• Una drástica y duradera disminución de su población. Aquí se hace necesario
remarcar que, en el caso español, esta reducción se realiza en unos espacios rurales,
especialmente los de montaña y los de interior, que, desde el siglo XVII, ya
presentaban bajas densidades de población, lo que va a condicionar los resultados de
los procesos despobladores contemporáneos y, en parte, las diferencias con los de
otros territorios próximos.
• La pérdida de porcentajes importantes de población adulta-joven, lo que determinará
unas estructuras demográficas caracterizadas por un elevado envejecimiento y por
una pérdida de capacidad de reposición que origina tasas de crecimiento de la
población muy bajas o negativas.
2. Los procesos de despoblación y los espacios sobre los que se realiza. Estos procesos no son
sino corrientes emigratorias desde algunos tipos de espacios rurales hacia otros tipos de
espacios, rurales o no. Es importante destacar la importancia de considerar la distancia de los
destinos de esas migraciones:
En primer lugar, las que se realizan hacia espacios lejanos imposibilitan la continuidad de los
aprovechamientos del suelo que se realizaban, al menos por las personas que los
abandonaron, siendo las más habituales dos situaciones:
• El abandono de estos espacios y la no reutilización para los mismos que hasta la hecha
eran los habituales, por otras personas. El resultado es la desaparición de la acción
humana sobre ellos o, al menos, una reducción muy drástica de la intensidad de la
misma, que consiste en el abandono de las actividades agrícolas, la ruina de las
edificaciones, el deterioro de las infraestructuras de transporte, etc. lo que permite
que los elementos físicos de ese medio aumenten su capacidad para conformarlo.
• La sustitución de la intervención humana tradicional por otra diferente, con resultados
que tienen poco que ver con los usos del suelo anteriores. Las transformaciones más
comunes han sido:
• La urbanización de los suelos, bien sea a través de su integración en espacios
urbanos compactos anteriores, bien en espacios urbanos surgidos a partir de
formas de crecimiento “difuso” (dejando espacios rurales intermedios), bien
dando alojamiento a los usos turísticos. En cualquiera de estos casos, la
fragmentación de los espacios y la importancia de los nuevos usos condenan a
desarrollos residuales a las actividades agrarias y forestales.
• La transformación agraria relacionada con la llegada del regadío y de la ganadería
industrial, con sus fuertes impactos sobre el espacio: morfología agraria con
grandes o muy grandes explotaciones y sistemas de cultivo muy intensivos, y una
reducción de la intensidad de la mano de obra, con hábitats de población muy
concentrados, desde los que la mano de obra se traslada a sus lugares de trabajo
(explotaciones, parcelas, etc.) a través de una red de comunicaciones eficiente.
• El desarrollo de usos artificiales relacionados con las actividades del sector
secundario y terciario: suelos industriales, polígonos, áreas comerciales, zonas de
almacenamiento, etc. conectados por infraestructuras de comunicación de altas
capacidades y un elevado nivel de intermodalidad. Como en el primer caso, la
fragmentación del espacio y la priorización de estas otras actividades reducen los
usos agrarios y forestales a un lugar secundario.
En segundo lugar, las migraciones que se realizan hacia espacios próximos, desde los que se
pueden realizar movimientos migratorios pendulares con cierta regularidad (diaria o semanal),
permiten que se puedan mantener los aprovechamientos anteriores, bien en su totalidad bien
parcialmente.
• Totalmente cuando, aunque se hayan abandonado las edificaciones en las que residía
la población, se mantienen los usos tradicionales en forma de “agricultura a tiempo
parcial” o por sistemas de tenencia indirecta que favorecen el incremento del tamaño
de las explotaciones y de las rentas que se obtienen de ellas.
• Parcialmente, cuando se reduce la intensidad en esos usos a la vez que la del tiempo
dedicado a estas actividades secundarias para la renta. En ocasiones, mediante el
incremento de la extensificación; otras, con el abandono de algunos usos
(generalmente los agrícolas) y el mantenimiento de otros (ganaderos, forestales) que
requieren menos tiempo de trabajo; y otras con la introducción de otros usos no
agrarios, como el turismo rural.
Caso aparte es el de los usos del suelo que tienen que ver con el patrimonio histórico e
inmaterial. Nos referimos a iglesias, ermitas, conventos, molinos, almazaras, puentes, etc. que,
habiendo perdido su población y sus funciones productivas originales y, con ello, sus impactos
sobre los espacios en los que se ubicaban, ahora, en función de ser elementos de ese
patrimonio, aunque siguen sin población o con una muy escasa, se restauran sus edificios, pero
con fines culturales, religiosos o, simplemente, turísticos.
El resultado de estos cambios son modificaciones de menor intensidad en los espacios
3. Modelos en los procesos de despoblación del mundo rural. A partir del estudio de estos
procesos en la provincia de Huesca, hemos podido establecer seis modelos o formas de
realizarse el despoblamiento, que dependen sobre todo de factores espaciales.
La más común afecta a los espacios rurales que no presentan características muy específicas
y es extensible a los espacios rurales del interior español. En este modelo se producen dos
procesos simultáneamente:
1. Lo rural entra en competencia con otros espacios en función de:
• Las actividades predominantes que se realizan en cada uno de ellos (agrarias,
en los espacios rurales, y de los sectores secundario y terciario, en los urbanos)
y de los empleos (calidad y salarios) y rentas que ofrecen.
• Simultáneamente, la facilidad o dificultad para acceder a los servicios es
diferente en unos y otros espacios.
• La generalización de una visión o percepción peyorativa de la vida en el mundo
rural, que es tenido como anticuado y poco productivo, haciendo culpables de
ello a sus propios habitantes. Estas concepciones ideológicas, de las que luego
hablaremos con más detalle, no sólo partieron y parten de la población
urbana, sino que también penetraron y siguen penetrando en la misma
sociedad rural.
2. Las actividades agrarias, buscando una mayor productividad y, con ello, mayor
competitividad y mayores rentas, comenzaron un proceso de modernización:
• Introducción de tecnologías que hacen más eficientes los procesos
productivos: mecanización, utilización masiva de fertilizantes y productos
fitosanitarios, aumento del tamaño de las explotaciones, agrupamiento de
parcelas, aumento notable de las superficies en regadío, etc.
• Generalización de la agricultura “de mercado”, lo que implicó una creciente
especialización productiva, que puso en crisis el modelo anterior de
autoconsumo y de aprovechamiento integral de los suelos. En España, esta
generalización se realizó cuando se comenzaron a implantar mercados
internacionales que avanzaban hacia la globalización. En esta situación, las
actividades agrarias, en general, y las que se realizaban en algunos espacios,
en particular, comenzaron a tener problemas de competitividad frente a la
oferta originada en países y zonas en las que los costes de producción eran
menores, y frente a empresas multinacionales que podían realizar una
organización espacial de la producción que les permitía, además de competir
con ventaja por su tamaño, aminorar costes de producción.
El resultado de estos procesos fue una corriente migratoria de población adulta-joven desde lo
rural hacia lo urbano, especialmente hacia las grandes ciudades y su entorno, que afectó muy
especialmente a los núcleos diseminados, a los pequeños núcleos de población, a las zonas
poco productivas en las que era más difícil llevar a cabo la modernización que antes hemos
descrito: los grandes secanos del interior, los suelos poco productivos, los dominios del
minifundismo, etc.
Conforme fue disminuyendo la población rural y aumentó su envejecimiento, se originó un
“círculo vicioso” que ahondó la crisis que se estaba desarrollando en esos espacios: los hábitos
de consumo se fueron adaptando a una población de más edad y menores rentas,
paralelamente el número de consumidores se iba reduciendo. Ante esta situación, la oferta de
servicios no encontraba un “umbral de demanda” que hiciese rentable (en los servicios
públicos, que su prestación fuese mucho más costosa) llevarlos a ese mundo rural y se retiró a
los centros urbanos y, para los de primera necesidad, ofrecidos por las administraciones
públicas, a los centros comarcales. Simultáneamente, ese envejecimiento de la población se
tradujo en un aumento de la que dependía de pensiones de jubilación o de aportaciones
familiares, lo que se tradujo en un descenso en la capacidad de movimiento de la población
hacia esos servicios que se estaban deslocalizando.
Esta disminución de la “accesibilidad” a los servicios implementó la continuación de la
emigración desde los espacios rurales, ahora de una población de mayor edad.
Una segunda forma o modelo es la que se ha dado en zonas desfavorecidas, en las que la
escasa accesibilidad, la lejanía de los espacios en los que se estaba produciendo la
modernización económica, y los condicionantes físicos (suelos, clima, etc.) dificultaban, cuando
no impedían, los cambios que se estaban produciendo en las actividades económicas,
especialmente en las agrarias. Además, estos condicionantes se daban de forma homogénea
en amplios territorios. Por ejemplo, en las zonas de media montaña excluidas de las redes de
transporte principales.
En estas circunstancias, los movimientos migratorios fueron muy potentes, dando lugar al
abandono completo de las edificaciones y de las actividades agrícolas, quedando sus suelos, de
forma residual, para aprovechamientos forestales o de ganadería extensiva bovina y ovina que
realizaba desplazamientos estacionales.
Un tercer modelo es el que se dio en los espacios rurales próximos a otros (de gran tamaño,
como las ciudades, o de un tamaño menor, como algunos municipios) en los que se
desarrollaban procesos de modernización económica, favorecidos por su situación con
respecto a las redes de transporte principales, por la existencia de recursos naturales, por
tener una tradición comercial o por cualquier otro factor.
Según cómo se produjeron los movimientos migratorios (desde los espacios rurales hacia los
nuevos focos de desarrollo o por el avance espacial de estos hacia los primeros), se pueden
identificar dos modelos.
En primer lugar, uno en el que la población de los espacios rurales próximos emigro hacia
esos municipios en los que se estaban desarrollando actividades secundarias y/o terciarias, y
la economía se estaba modernizando, pero la proximidad entre sus lugares de origen y de
destino dio lugar a dinámicas propias: la población abandonó la residencia en sus núcleos de
origen, dando lugar a dos procesos:
• Algunos edificios y conjuntos de ellos quedaron en situación de ruina, pero otros
fueron reaprovechados: algunos lo hicieron como edificios agrarios (almacenes,
silos…), otros como segundas residencias y otros, más recientemente, como
residencias para “turismo rural”.
• Los usos del suelo sufrieron cambios: en la mayor parte de esos espacios se
mantuvieron los aprovechamientos tradicionales (en ocasiones combinándolos con
nuevos aprovechamientos), aunque con una mayor utilización de inputs mecánicos y
químicos, y vinculados, como hemos señalado ya antes, al desarrollo de la agricultura
“a tiempo parcial”.
Un segundo formato de este modelo se produce cuando espacios urbanos o de municipios del
mundo rural que están implementando dinámicas de modernización económica crecen y
avanzan sobre espacios rurales, modificándolos de dos maneras:
• Absorbiendo esos espacios en la red urbana, generalmente como nuevos barrios. Este
proceso supone la transformación de la morfología de esos espacios y de los usos del
suelo que se daban en él, que ahora pasan a ser netamente “artificiales”, en la
terminología CORINE Land Cover. Estos procesos de absorción fueron frecuentes hasta
la década de los ochenta del pasado siglo, cuando las ciudades seguían un modelo de
crecimiento compacto.
• Reutilizando los espacios rurales próximos para formar urbanizaciones, barriadas “en
las afueras”, polígonos de diverso tipo o grandes áreas comerciales, mientras los
espacios residenciales tradicionales van modificando su morfología progresivamente
hacia los modelos urbanos y los espacios dedicados a usos agrarios van sufriendo,
también, un progresivo retroceso.
Un cuarto modelo es el que se da en las zonas en las que en un corto período de tiempo se
generalizaron o se generalizan los sistemas de cultivo de regadío (desde hace dos decenios
esta generalización ha ido acompañada de una fuerte tecnificación y digitalización del trabajo y
la gestión). Es importante destacar que este modelo exige que la mayor parte de los
aprovechamientos agrarios sufran estos cambios; de forma que, en muy poco tiempo la
población tenga que hacer frente a los mismos:
• Reducción de la mano de obra necesaria.
• Cambios en la tipología de esa mano de obra: mayor cualificación en algunos grupos,
predominio de asalariados, temporalidad, etc.
• Nuevos modelos de localización de esa mano de obra, tendiendo a concentrarse en
localidades de mayor tamaño, pero que disponen de una red de transporte que les
permite acudir fácil y rápidamente a sus lugares de trabajo.
• Aumento considerable del tamaño de las explotaciones relacionado con la rentabilidad
de las inversiones necesarias para poner en funcionamiento estas “nuevas” empresas
agrarias.
El resultado de estos cambios es una reasignación de recursos:
• Una reducción en el número de habitantes (despoblación).
• La desaparición de antiguos núcleos residenciales (despoblación) que se situaban
donde ahora hay grandes explotaciones agrarias.
• Relocalización de la población que queda en localidades preexistentes o en nuevas,
que ahora ganan tamaño demográfico.
• Rejuvenecimiento de la población.
Otro modelo, el quinto, es el que se produce por la construcción de grandes obras públicas,
especialmente hidráulicas (embalses, pantanos…), cuando tienen fortísimos impactos sobre los
espacios:
• Inundan una parte importante de los suelos en los que se realizaban
aprovechamientos imprescindibles para mantener un nivel de ingresos suficiente.
• Ocupan con otros aprovechamientos (repoblación forestal pata evitar movimientos de
ladera o procesos erosivos en las mismas que supondrían una rápida colmatación de
embalses, por ejemplo) espacios antes utilizados con fines agrarios.
• Inundan espacios residenciales.
• La despoblación, por esos motivos, origina fracturas en las estructuras económicas y
sociales (complementariedad de las economías de los diferentes núcleos de población,
etc.) que articulan los espacios que no se ven afectados directamente por las
construcciones, implementando también en ellos procesos de despoblación.
La construcción de estas grandes obras públicas suelen realizarla las administraciones públicas,
que tienen capacidad para expropiar los suelos y edificaciones a precios bajos a sus habitantes,
que, de esta manera, son desplazados hacia otros lugares.
Por último, cabe incluir como un modelo, aunque no tenga en común otra cosa que las causas
que mueven a la despoblación, el abandono de actividades que han quedado obsoletas y que
antes suponían la residencia de personas en los espacios rurales. Nos referimos a mesones,
fondas, ventas, cuarteles militares o policiales, molinos harineros y almazaras, estaciones de
ferrocarril, etc. que antes jalonaban los espacios rurales, en muchas ocasiones de forma
diseminada, y que ahora la modernización tecnológica, la creación de potentes redes
comerciales o la existencia de eficientes redes de transporte hacen que la residencia de la
población en esos lugares sea prescindible.
Ilustración 2. Superficie Agraria Utilizada. Pulse para acceder al mapa
4. La desaparición de la intervención antrópica en los espacios. La despoblación como un
Ilustración 4. Suelos destinados a prados y pastizales. Pulse para acceder al mapa
Ilustración 3. Suelos forestales arbolados. Pulse para acceder al mapa
problema medioambiental. Hasta aquí hemos venido observando cómo se han dado, y se dan,
procesos de despoblación en los que núcleos de población pierden habitantes o se quedan sin
ellos, pero su término o espacio en el que están ubicados mantienen actividades agrarias o de
cualquier otra índole. De hecho, una parte de los núcleos despoblados lo fueron porque la
población tendía o tiende a agruparse en núcleos mayores, con mayores servicios y mejor
accesibilidad, pero este proceso no puede considerarse despoblación en la medida en que la
intervención humana sigue en él.
Para que un proceso de despoblación sea tal, es necesario que los espacios que pierden su
población tengan una cierta dimensión, unos suelos de difícil aprovechamiento y unas
infraestructuras de transporte tan escasas, que hagan inviable la continuación de la
intervención humana en ellos con una intensidad que permita que esos espacios se conviertan
en los territorios de esas sociedades humanas. Esto puede verse con claridad en la
comparación de las ilustraciones 1, 2, 3 y 4.
Se observa que la redistribución de la población española sobre el territorio se realizó a partir
del éxodo masivo de población del interior hacia las grandes ciudades que, excepto Madrid,
Sevilla, Zaragoza, Pamplona, Valladolid y otras de menores dimensiones, se sitúan en el litoral.
Ilustración 5. Núcleos de población despoblados. Huesca, 2018. Pulse para acceder al mapa
Pero esa despoblación no se traduce en una reducción similar de la SAU, ni de los suelos
aprovechados como pastos o en actividades forestales. Sólo en las zonas en las que los
espacios despoblados se yuxtaponían, alcanzando grandes dimensiones, y la accesibilidad era
muy limitada, se puede observar un abandono de los usos antrópicos de los suelos.
Si analizamos el mapa de la despoblación en Huesca (España) de la ilustración 5, reforzamos
esas conclusiones.
Observemos que hay una fuerte acumulación de núcleos despoblados en el espacio que
corresponde a la depresión media pirenaica, la vertiente meridional de las sierras interiores y
la septentrional de las sierras exteriores. Una zona que tenía una red de carreteras y caminos
compuesta esencialmente por pistas y sendas, como se observa en la ilustración 6.
Ilustración 6. Despoblación y accesibilidad. Pulse para acceder al mapa
El mapa de la ilustración 6 representa, sombreado en gris, los clústeres de despoblamiento. Se
observa perfectamente como esos agrupamientos de núcleos se organizan en torno a pistas,
quedando ajenos a autopistas y carreteras nacionales, y escasamente conectados por
carreteras autonómicas.
Si luego comparamos cómo eran y cómo son hoy esos espacios, los usos que se daban y se
dan, etc. veremos que en esa zona de acumulación se han dado cambios importantes que son
el resultado de una retirada de la intervención humana: se han abandonado, en gran parte, los
usos agrarios del suelo que han sido sustituidos por matorral y arbolado, los antiguos núcleos
de población están en un estado ruinoso, las redes de camino muestran señales de abandono,
etc. Para ello, comparemos las fotografías aéreas del “vuelo americano”, de 1956-1957
(Ilustración 7) y la ortoimagen (Ilustración 8) de los mismos espacios en la actualidad (para
Ilustración 7. Fotografías aéreas de 1956-1957
hacerlo pulse en este enlace) comprobaremos lo que antes anticipábamos sobre la intensidad
de la despoblación y los cambios en los espacios que originan: no es difícil reconocer dónde se
ha producido un vaciado de población y un abandono de los aprovechamientos de los suelos y
dónde ese vaciado de población no ha supuesto cambios drásticos en el espacio.
5. Despoblación y desiertos demográficos. Es importante, para comprender los procesos de
despoblación y sus consecuencias, diferenciar “desiertos demográficos” y “espacios
despoblados”. Los primeros son aquellos espacios en los que, por factores físicos (altitud,
clima, etc.) se han manifestado siempre como anecuménicos y, por ello, siguiendo la
terminología de ELLIS, E. C. y otros (2010), se ha producido una modificación antrópica de los
mismos nula o muy escasa (ilustraciones 9 y 10). De tal forma, que son considerados espacios
naturales o salvajes y no “biomas antropogénicos”. La importancia de esta consideración se
encuentra en el hecho de que los biomas modificados por la acción de las sociedades humanas
Ilustración 8. Ortoimagen 2018
se han conformado por las interrelaciones entre medio físico y estas, generando
interdependencias entre ambas.
¿La salida de población se ha manifestado directamente en un abandono del medio en el que
vivían las personas que han abandonado esos espacios? Si analizamos los cambios en los usos
del suelo ocurridos, podemos obtener respuestas a estas preguntas: los espacios en los que la
acción humana se ha reducido de una forma drástica, generalmente por el abandono de los
suelos agrícolas, de las viviendas y de las infraestructuras de transporte, son escasos y se
concentran en zonas desfavorecidas, en aquellos biomas en los que el clima, los suelos, el
relieve, las comunicaciones, etc. hacen más difícil la práctica de actividades agrarias
competitivas en el mercado. En el resto de los espacios rurales, la salida de población no ha
supuesto el abandono de suelos cultivables, que han pasado a ser explotados por otros
habitantes del núcleo de población o de otros núcleos próximos. Sólo los suelos pobres o
aquellos que seguían sistemas de cultivo hoy obsoletos (usos mixtos forestales-agrarios, por
ejemplo) se han abandonado, en este segundo caso.
De estos planteamientos se pueden deducir tres ideas fundamentales:
• ¿Pueden considerarse despoblados aquellos espacios en los que la acción humana
pervive con cierta intensidad, a pesar de que la población ya no resida en ellos? ¿No
sería más acertado decir que esos espacios han sufrido una reubicación de las
sociedades que los conforman en forma de biomas antropogénicos, y reservar el
Ilustración 9. Biomas antropogénicos. 2000. Pulse para acceder a este mapa
concepto despoblado o “vaciado” para aquellos otros en los que la intervención
humana ha cesado o se produce con una bajísima intensidad?
• ¿Las dimensiones de los espacios que conformaban el territorio en el que vivían las
sociedades preindustriales, y de cuyos aprovechamientos obtenían lo que necesitaban
para vivir, son las mismas a las de los territorios en las que se asientan las sociedades
actuales? La respuesta es negativa: el desarrollo de las infraestructuras y los medios de
transporte y comunicación han posibilitado un crecimiento de esas dimensiones
acorde a las que necesita un sistema económico que ha multiplicado su capacidad de
producir y el tamaño de sus mercados. El concepto que mejor recoge esta idea es el de
“huella ecológica”: la superficie necesaria para abastecer el aparato productivo y para
alojar sus residuos, más, añadimos nosotros, la que es imprescindible para asegurar el
funcionamiento de las ramas económicas vinculadas con la gestión, distribución,
comunicación, transporte, etc. que conforman las economías actuales de mercado.
De esta manera, el abandono de núcleos de población, si estos están ubicados en
zonas próximas, espacial o temporalmente, a espacios en los que se están dando
procesos antropogénicos intensos, no supone, desde nuestro punto de vista, un
abandono o desaparición de la acción humana sobre el espacio que ocupaban, sino
una sustitución de las antiguas formas de intervención en él por otras nuevas y con
más capacidad para organizarlo, modificarlo y darle una morfología determinada.
• Este concepto de despoblación, utilizado en el sentido antes enunciado, plantea temas
muy relevantes sobre la sostenibilidad de estos procesos: la despoblación, en la
medida que minimiza la intervención humana sobre el medio, pone en entredicho la
continuidad de esos biomas, ya que no se puede esperar que los factores naturales
Ilustración 10. Distribución de la población mundial. Pulse aquí para acceder a este mapa
puedan generar biomas naturales (en un sentido climácico o potencial) por sí solos.
Los espacios naturales (salvajes) son el resultado de un larguísimo proceso de
adaptación a los cambios medioambientales ocurridos desde la última glaciación. Por
ello, los biomas antropogénicos, especialmente los que han sido intensamente
modificados por la acción humana (es el caso de los de los países desarrollados, entre
los que se encuentra España, y de los emergentes), cuando esta se reduce
drásticamente, se encuentran en una situación crítica: los factores naturales ya no
pueden recorrer en su formación el largo proceso evolutivo que hemos citado (su
punto de partida es la situación del relieve, el clima, la vegetación, las aguas, etc.
actual y no los factores en los que se produjo su formación) y, además, esos factores
han sufrido modificaciones significativas (eliminación de especies vegetales
potenciales y animales, introducción de otras invasoras, modificación del relieve, etc.)
que limitan su capacidad para reconstruir biomas “salvajes”.
Pero ya no es sólo que el abandono de las sociedades humanas deje a los biomas en
una situación de no retorno, es que esos “andromas” podían hacer frente o minimizar
los efectos de las catástrofes naturales por la colaboración de los factores naturales y
de la acción humana: incendios forestales, movimientos de laderas, fenómenos
meteorológicos, inundaciones, etc. tienen unas consecuencias mucho más dramáticas
cuando esas sociedades ya no habitan en esos espacios y ha cesado su intervención en
ellos: no acuden inmediatamente a apagar los incendios, los abancalamientos que
protegían sus laderas están en un estado ruinoso, sus conducciones de agua se han
abandonado, sus redes de comunicaciones también…
3. CARTOGRAFÍA Y PERCEPCIÓN DE LA DESPOBLACIÓN. ¿Cómo representar la despoblación?
¿Qué tipo de mapas utilizar? ¿Qué escalas? ¿Qué información? No son preguntas fáciles de
responder. De hecho, al estudiar el tema se encuentran diversos formatos cartográficos. El
problema es que de la respuesta a estas preguntas depende cómo se representa el proceso
despoblador y cómo, luego, es, o puede ser, interpretado. Vamos a ver varios formatos:
Los problemas aumentan cuando consideramos que en los “despoblados” no sólo ha perdido
intensidad la acción humana modificadora del medio natural, también se ha reducido la
capacidad de las sociedades para proteger esos biomas antropogénicos: la accesibilidad de las
sociedades a esos medios se ha reducido al alejarse la población de los mismos, han
Ilustración 11. Densidad de población por provincias. España, 2015. Pulse aquí para acceder al mapa
desaparecido o están en fase de hacerlo las infraestructuras tradicionales de transporte, etc.
En esa situación, los desastres naturales (incendios forestales, movimientos de ladera, las
consecuencias de fenómenos meteorológicos, etc.) tienen más probabilidades de ocurrir y sus
consecuencias de ser más graves.
Hasta hace unos años, era frecuente ver mapas que representaban la población provincial
(ilustración 11), dando por cierto que las provincias con menor densidad de población eran las
que habían sufrido un proceso de despoblación más intenso. Varios problemas hacen estos
mapas poco significativos para representar el tema que estamos tratando. En primer lugar,
bastantes provincias de las que tienen bajas densidades vienen sufriendo esa situación desde
hace tres o más siglos, relacionada con su medio físico, con la red de transporte y con el
comienzo de las migraciones del interior al litoral, entre otros factores. No obstante, el
problema más relevante es que el mapa no representa dónde se han dado procesos de
despoblación: en una provincia suelen haberse dado procesos de despoblación localizados,
como hemos visto en el caso de Huesca, en espacios concretos, mientras en otros se han dado
aumentos de población. Una forma de incorporar esa información es utilizar el tamaño
demográfico de los municipios, bien en el mapa, bien en tablas adjuntas (ilustración 12).
De esta forma, se representa la cantidad de municipios que tiene, por ejemplo, menos de 50 o
100 habitantes, que si bien, de esta manera, no se representa la localización de los procesos
despobladores, sí que se hace una aproximación a la importancia que estos han tenido en cada
provincia.
Ilustración 12. Importancia de los procesos despobladores en cada provincia, 2018. Pulse aquí para acceder a esta tabla de datos
No obstante, el método más común es representar la densidad de población por municipios en
un mapa coroplético (ilustración 13), utilizando en la elaboración de los rangos de la leyenda
los índices que se consideran relevantes para comprender el proceso de despoblación. Esta
forma de representación permite localizar con más precisión esos procesos y vincularlos con
los diferentes factores que ha habido detrás de los mismos, pero también presenta algún
problema: la delimitación de los municipios (el tamaño del término de los mismos) no es
homogéneo en todo el territorio; por el contrario, en España, los municipios de la mitad norte
son bastante más pequeños que los de la que se sitúa en el sur, y esta diferencia influye
determinantemente en la representación. Pero, además, la composición administrativa de los
municipios influye también en lo representado: en un municipio nos podemos encontrar con
capital municipal, entidades singulares, núcleos diseminados y no diseminados, y la
importancia de la capital municipal suele alterar la percepción de los procesos despobladores
desarrollados en los núcleos, especialmente en los diseminados. Esta situación es muy
frecuente en los municipios que tienen una capital que ha sido foco de atracción de población
de su propio termino municipal y del de otros municipios, próximos o lejanos.
Ilustración 13. Distribución de la población española por municipios, 2018. Pulse aquí para acceder al mapa
Ilustración 14. Distribución de la población en una rejilla de cuadrados de 1 km de lado. España, 2011. Pulse aquí para acceder al mapa
Por otro lado, las formas de constituir municipios han sido diferentes según los lugares en los
que se han realizado y las administraciones que lo han hecho. Así, en espacios en los que se
han sufrido graves procesos de despoblación, nos podemos encontrar con el mantenimiento
de pequeños municipios, que acogen algunos núcleos despoblados, pero se asocian en
entidades colectivas, como parroquias, pedanías o concejos, pero en otras zonas, donde
predominan las entidades singulares, se han creado municipios más grandes, que pueden
incluir o no núcleos despoblados.
Por ello, pensamos que este tipo cartográfico se aproxima a mostrar la intensidad de la
despoblación en los diferentes territorios, pero no permite un grado suficiente de precisión en
ello. Por ejemplo ¿Puede reconocerse en estos mapas los procesos de población relacionados
con la crisis de los hábitats dispersos, o pueden diferenciarse las bajas densidades relacionadas
con condicionantes físicos con las debidas a la despoblación?
En los últimos años, se ha comenzado a utilizar de forma intensa la representación del reparto
de la población a partir de una rejilla de cuadrados (de diverso tamaño según la escala del
mapa) en cada uno de los cuales se representa el número de habitantes o la densidad
demográfica (ilustraciones 14 y 15). Estos mapas hacen muy visual el reparto de la población,
al hacer patente los amplios espacios sin población del territorio español. No obstante, estos
mapas tampoco reflejan la localización de los procesos de vaciado de población sucedidos en
España desde finales del siglo XIX. Además, como ya se ha comentado antes, ese vacío de
población no supone necesariamente que en esos espacios haya cesado la acción humana.
Basta comparar ese mapa con la ilustración 16 para concluir que la localización de esas
ausencias de población no se refleja en un cese similar de actividades agrarias o en el
desarrollo de usos del suelo naturales. La realidad es que esos cambios tienen un reflejo en
espacios de dimensiones mucho menores.
Por otro lado, sobre todo en cartografía escolar, es frecuente representar la distribución de la
despoblación a partir de la de algunas de sus consecuencias demográficas: envejecimiento,
crecimiento demográfico, etc. Resultan evidentes las relaciones entre esos procesos, y sobre
ellos es más fácil encontrar datos objetivos, pero eso no significa que no sea imprescindible
cartografiar los procesos de despoblación ocurridos, aunque, para hacerlo, haya que hacer un
ingente trabajo previo de investigación sobre la localización de los mismos. Esta tarea requiere
fijar previamente qué entidades de población se consideran sujetos de esos procesos.
Nosotros pensamos (ver ilustración 5), como ya hemos afirmado antes, que deben ser los
núcleos de población (diseminados y no diseminados, porque son entidades que pueden
relacionarse con antiguas figuras administrativas de los censos, como aldeas, villas, caseríos,
municipios, etc. y porque han dejado huellas en el territorio en forma de ruinas, etc.
De igual forma, se hace necesario estimar qué núcleos están despoblados, pero también cuáles
están en riesgo de serlo de forma inminente. Nosotros hemos establecido (siguiendo el criterio
de la Comisión Europea) que un núcleo que tenga 10 o menos habitantes está en ese riesgo.
Concretamente que los que tienen de 2 a 5 habitantes se encuentran en un riesgo muy alto, y
los que tienen de 6 a 10, en un riesgo alto, dadas las características demográficas de esas
poblaciones: su grado de envejecimiento y sus cifras negativas de crecimiento en el número de
habitantes.
Ilustración 15. Reparto de la población, 2015. Mapa elaborado por SEDAC- Universidad de Columbia. Pulse aquí para
acceder al mapa
2. FACTORES
La despoblación del mundo rural (ilustración 17) fue el resultado de la reasignación de
recursos, en este caso humano, que llevó consigo el mercado para implementar la
modernización económica, en la que las prácticas agrarias de subsistencia, que hasta la fecha
predominaban en él, no tenían cabida, al no poder competir en el mismo con las de
agriculturas más avanzadas, orientadas a producir para ese mercado.
Si bien este proceso fue común a todos los espacios en los que predominaban las actividades
agrarias, en aquellos que aprovechaban de forma integral el territorio, combinando
actividades agrarias, ganaderas y forestales orientadas al autoconsumo, se mostraron
inviables, al no poder integrarse en un mercado donde lo que primaba era lo intensivo y la
producción en masa (Laguna, 2004). Una parte importante del territorio aragonés,
especialmente el de los espacios pirenaicos y de la Cordillera Ibérica, constituye un ejemplo
relevante de este abandono de los usos tradicionales del suelo y sus consecuencias, así como
de la introducción de las actividades terciarias en el territorio (García Ruíz y Lasanta, 1990).
Esta población, que veía como una profunda crisis hacía inviables las actividades que hasta la
fecha le habían aportado recursos suficientes para vivir, encontraba ahora nuevos focos de
atracción en:
• Las grandes ciudades (posteriormente en espacios próximos o bien comunicados con
las mismas) y los municipios próximos que acogían las nuevas actividades industriales y
a los prestadores de los servicios, tanto públicos como privados, que ahora se estaban
implantando. Por otro lado, este desarrollo económico les permitía ofrecer niveles de
renta y de oferta de servicios superiores a los que se daban en un mundo rural en el
Ilustración 16. Cambios en los usos del suelo (CORINE Land Cover), 1990-2012
Ilustración 17. Cambios en las densidades de población municipales. 1900-2015. Pulse aquí para acceder al mapa
que las actividades agrarias eran predominantes. La progresiva liberalización de los
mercados, paralela a la implantación de los mercados globales, desde el final de la
Segunda Guerra Mundial, acentuaba la crisis de las actividades agrarias, que se
encontraban con serios problemas para competir con los precios y productos de las
empresas multinacionales de los países “en desarrollo”, que tenían costes de
producción más bajos.
Por otro lado, los procesos de despoblación más agudos se dieron en zonas de
transición (border zones) entre las economías de montaña, donde el medio físico
actuaba como factor anecuménico y, paralelamente, favorecía el desarrollo de una
economía ganadera extensiva y forestal que ofrecía recursos a esas reducidas
poblaciones, y las desarrolladas en los litorales y los grandes valles, donde se
implantaban los nuevos sistemas de comunicación, las industrias y la “modernización
económica”. En estas zonas de transición, situadas en el caso aragonés entre los 700 y
los 1.400 metros de altitud, se había practicado una economía de autoconsumo, en la
que los recursos provenían de un aprovechamiento integral del espacio, que ahora se
hacía inviable.
• La implantación de esa economía de mercado vino acompañada del desarrollo de
nuevas y más eficientes infraestructuras de transporte que conectaban los centros de
gestión (las grandes ciudades), convirtiéndose en la red por la que circulaban las
actividades económicas, sociales, administrativas y políticas. Gran parte de los
espacios rurales quedaron ajenos a esta nueva organización del espacio. Así, la
accesibilidad a las infraestructuras de transporte y a las grandes ciudades sirvió de
atractivo para los movimientos migratorios.
• La construcción de embalses, que anegaban zonas de cultivo, cuando no inundaban
núcleos de población, fue un factor determinante para ciertos movimientos
migratorios en aquellas poblaciones que estaban perdiendo sus fuentes de recursos.
De nuevo, este proceso se hacía más acusado en las zonas de media montaña, donde
se construyeron las mayores obras hidráulicas.
• Este vaciado demográfico se tradujo en una “desestructuración” espacial y social: la
salida de un importante porcentaje de población puso en situación de crisis esas
sociedades tradicionales, y les restó capacidad de respuesta, haciéndoles asistir
indefensas a un proceso de pérdida de instituciones, costumbres y normas que hasta
la fecha habían servido para organizar y aprovechar el espacio que habitaban (Lasanta
y Errea, 2001). Resulta de especial importancia el abandono de las costumbres
solidarias y los valores tradicionales que, hasta la fecha, habían permitido hacer frente
a las crisis y problemas que periódicamente afectaban a esas sociedades.
• Este proceso de desruralización de las formas de organización social y de sus valores,
de la estructura económica, de la organización del espacio, etc. favorecieron, como ya
hemos comentado antes y desarrollaremos a continuación, la implementación de una
idiosincrasia proclive a lo urbano, que predisponía a la población del mundo rural,
especialmente de los espacios con mayores problemas, a migrar buscando los
ingresos, los servicios y las oportunidades que las ciudades y las actividades que en
ellos se desarrollaban supuestamente ofrecían.
El resultado fue un proceso que presenta tres fases diferenciadas:
• Desde finales del siglo XIX hasta 1936, la salida de población fue lenta y reducida. Se
trataba de mujeres y hombres que migraban, durante unos meses o años, para buscar
unos ingresos que completaban las rentas familiares.
• De 1950 a 1975, se intensificó el proceso y se asistió al vaciado de la mayor parte de
los núcleos de población hoy despoblados. En este caso se trataba de una emigración
definitiva que buscaba acomodo en las grandes ciudades españolas y, si no lo
encontraba, en la emigración a otros países europeos y, en menor medida,
latinoamericanos.
• Desde 1976 comenzó una ralentización en la salida de población, que tenía que ver
con una notable reducción de la población en los espacios rurales y con un importante
envejecimiento de la misma.
especialmente el de los espacios pirenaicos y de la Cordillera Ibérica, constituye un ejemplo
relevante de este abandono de los usos tradicionales del suelo y sus consecuencias, así como
de la introducción de las actividades terciarias en el territorio (García Ruíz y Lasanta, 1990).
Esta población, que veía como una profunda crisis hacía inviables las actividades que hasta la
fecha le habían aportado recursos suficientes para vivir, encontraba ahora nuevos focos de
atracción en:
● Las grandes ciudades (posteriormente en espacios próximos o bien comunicados con
las mismas) y los municipios próximos que acogían las nuevas actividades industriales y
a los prestadores de los servicios, tanto públicos como privados, que ahora se estaban
implantando. Por otro lado, este desarrollo económico les permitía ofrecer niveles de
renta y de oferta de servicios superiores a los que se daban en un mundo rural en el
que las actividades agrarias eran predominantes. La progresiva liberalización de los
mercados, paralela a la implantación de los mercados globales, desde el final de la
Segunda Guerra Mundial, acentuaba la crisis de las actividades agrarias, que se
encontraban con serios problemas para competir con los precios y productos de las
empresas multinacionales de los países “en desarrollo”, que tenían costes de
producción más bajos.
Por otro lado, los procesos de despoblación más agudos se dieron en zonas de
transición (border zones) entre las economías de montaña, donde el medio físico
actuaba como factor anecuménico y, paralelamente, favorecía el desarrollo de una
economía ganadera extensiva y forestal que ofrecía recursos a esas reducidas
poblaciones, y las desarrolladas en los litorales y los grandes valles, donde se
implantaban los nuevos sistemas de comunicación, las industrias y la “modernización
económica”. En estas zonas de transición, situadas en el caso aragonés entre los 700 y
los 1.400 metros de altitud, se había practicado una economía de autoconsumo, en la
que los recursos provenían de un aprovechamiento integral del espacio, que ahora se
hacía inviable.
● La implantación de esa economía de mercado vino acompañada del desarrollo de
nuevas y más eficientes infraestructuras de transporte que conectaban los centros de
gestión (las grandes ciudades), convirtiéndose en la red por la que circulaban las
actividades económicas, sociales, administrativas y políticas. Gran parte de los
espacios rurales quedaron ajenos a esta nueva organización del espacio. Así, la
accesibilidad a las infraestructuras de transporte y a las grandes ciudades sirvió de
atractivo para los movimientos migratorios.
● La construcción de embalses, que anegaban zonas de cultivo, cuando no inundaban
núcleos de población, fue un factor determinante para ciertos movimientos
migratorios en aquellas poblaciones que estaban perdiendo sus fuentes de recursos.
De nuevo, este proceso se hacía más acusado en las zonas de media montaña, donde
se construyeron las mayores obras hidráulicas.
● Este vaciado demográfico se tradujo en una “desestructuración” espacial y social: la
salida de un importante porcentaje de población puso en situación de crisis esas
sociedades tradicionales, y les restó capacidad de respuesta, haciéndoles asistir
indefensas a un proceso de pérdida de instituciones, costumbres y normas que hasta
la fecha habían servido para organizar y aprovechar el espacio que habitaban (Lasanta
y Errea, 2001). Resulta de especial importancia el abandono de las costumbres
solidarias y los valores tradicionales que, hasta la fecha, habían permitido hacer frente
a las crisis y problemas que periódicamente afectaban a esas sociedades.
● Este proceso de desruralización de las formas de organización social y de sus valores,
de la estructura económica, de la organización del espacio, etc. favorecieron, como ya
hemos comentado antes y desarrollaremos a continuación, la implementación de una
idiosincrasia proclive a lo urbano, que predisponía a la población del mundo rural,
especialmente de los espacios con mayores problemas, a migrar buscando los
ingresos, los servicios y las oportunidades que las ciudades y las actividades que en
ellos se desarrollaban supuestamente ofrecían.
El resultado fue un proceso que presenta tres fases diferenciadas:
● Desde finales del siglo XIX hasta 1936, la salida de población fue lenta y reducida. Se
trataba de mujeres y hombres que migraban, durante unos meses o años, para buscar
unos ingresos que completaban las rentas familiares.
● De 1950 a 1975, se intensificó el proceso y se asistió al vaciado de la mayor parte de
los núcleos de población hoy despoblados. En este caso se trataba de una emigración
Ilustración 18. Desigual reparto de la población y envejecimiento. Pulse aquí para acceder a la tabla
definitiva que buscaba acomodo en las grandes ciudades españolas y, si no lo
encontraba, en la emigración a otros países europeos y, en menor medida,
latinoamericanos.
● Desde 1976 comenzó una ralentización en la salida de población, que tenía que ver
con una notable reducción de la población en los espacios rurales y con un importante
envejecimiento de la misma.
Los resultados territoriales de este proceso han sido:
1. La aparición de dos espacios claramente diferenciados: los pequeños, en términos relativos,
espacios urbanos (en los 145 municipios de más de 50.000 habitantes) que concentran el 52,7
% de la población española, mientras el resto de los municipios (7.979), están ocupados por el
47,3 % restante. Naturalmente, esto da lugar a dos Españas: una muy densamente poblada, la
urbana, y otra con densidades muy bajas, especialmente las de montaña o las que tienen una
accesibilidad muy reducida. El envejecimiento de la población y el crecimiento demográfico
negativo de la mayor parte de los espacios rurales son consecuencias de esas corrientes
migratorias, y acentúan aún más las diferencias entre ambos espacios.
El despoblamiento ha ido acompañado del envejecimiento de la población (ilustración 19). La
emigración de la población impide las posibilidades biológicas de renovación de la misma,
reduce el número de miembros por familia y el porcentaje de personas en edad joven (pulse
aquí para acceder al mapa), favorece un crecimiento natural negativo (ilustración 20) y,
somete al territorio a un círculo vicioso de la despoblación, del que es difícil salir (Laguna,
2004): no crece de forma natural la población, pero la emigración hace disminuir su número.
De esta forma, la edad media de la población está entre los 52,6 y los 57,8 años en los
municipios de menos de 500 habitantes, y entre los 41,6 y los 43,4 en los que tienen más de
50.000. Estos datos ponen de manifiesto las dificultades que los espacios rurales tienen para
poder alcanzar un “índice de reposición” que les permita prever abandonar las cifras negativas
de crecimiento.
Ilustración 99. Tasa de envejecimiento (porcentaje de población que tiene 65 años o más), 2018. Pulse aquí para acceder al mapa
1. LAS PERCEPCIONES DEL DESPOBLAMIENTO DEL MUNDO RURAL.
En 1951, cuando comenzaba a acelerarse el éxodo rural en España, veía la luz la película
“Surcos”, dirigida por José Antonio Nieves Conde y basada en un guion de Eugenio Montes
readaptado por Gonzalo Torrente Ballester. Tras los créditos, los primeros veinte segundos de
la película ofrecen una declaración de intenciones, que merece la pena reproducir aquí:
“Hasta las últimas aldeas llegan las sugestiones de la ciudad, convidando a los labradores a
desertar del terruño, con promesas de fáciles riquezas. Recibiendo de la urbe tentaciones,
sin preparación para resistirlas y conducirlas, estos campesinos que han perdido el campo y
no han ganado la muy difícil civilización, son árboles sin raíces, astillas de suburbio que la
vida destroza y corrompe. Esto constituye el más doloroso problema de nuestro tiempo. Esto
no es símbolo, pero sí un caso, por desgracia, demasiado frecuente en la vida actual”.
En los procesos sociales las ideologías juegan un papel determinante, tanto porque influyen en
la forma de interpretarlos, como porque actúan como factores en su desarrollo. Estos
procesos, como lo es la despoblación del mundo rural, son percibidos, mientras se producen y
después, según el sistema de valores generado por el grupo social dominante, aquel que acaba
consolidando su posición. No es de extrañar, pues, que la extraordinaria transferencia de
población desde el mundo rural al de las grandes ciudades españolas fuese acompañado por la
instalación en el imaginario colectivo, tanto de los habitantes del mundo rural, como del
urbano, de una visión negativa de aquel, como algo obsoleto, inculto, trasnochado y abocado
al fracaso, mientras este último era visto como el motor del desarrollo, de la innovación y de la
riqueza. De ahí a considerar que las sociedades rurales, sus formas de vida y sus economías
sólo eran un lastre para las modernas y dinámicas sociedades urbanas.
Aún hoy, el diccionario de la
RAE da tres definiciones de
rústico muy significativas:
“perteneciente o relativo al
campo, tosco (poco trabajado,
sin pulimentar), y hombre del
campo”. Por el contrario,
urbano se define como
“perteneciente o relativo a la
ciudad, y cortés, atento y de
buen modo”. En la misma
línea, pueblerino se define
como “natural o habitante de
un pueblo” y, utilizado como
peyorativo, “dicho de una
persona poco refinada en sus
modales o en sus gustos, o carente de amplitud de ideas o puntos de vista”.
Esta percepción, producto de las posiciones ideológicas que implementaban el modelo
desarrollista español, se manifestaba en la información que vertían los medios de
comunicación, el cine, etc. de forma que servía tanto para interpretar y justificar el proceso
mientras se producía, como para crear en el imaginario de los habitantes menos favorecidos
del mundo rural la idea de que en la ciudad les iba a esperar un “dorado” en el que podrían
abandonar la miseria en la que vivían.
Con la excepción de algunas excepciones, como la de “Surcos” y alguna otra, muy pocas voces
se alzaron contra las humillaciones, el desencanto y el desarraigo de aquellos que
abandonaban sus formas de organización social y sus modelos económicos, para incorporarse
a unos nuevos, en los que eran discriminados y en los que se sentían ajenos. Habrá que
esperar hasta los años ochenta para que comiencen a aparecer otras formas de ver el proceso
de despoblación del mundo rural, y las primeras críticas a las formas en que se produjo. Serán,
entre otros, Miguel Delibes, con sus “Los santos inocentes”, de 1981 y su “Castilla Habla”, de
1882, o Julio Llamazares, con su “Lluvia amarilla”, de 1988, los primeros en reclamar una
revisión a esos valores en los que se basaban las formulaciones ideológicas anteriores.
No parece casualidad que estas revisiones se diesen a la par que se ralentizaba la salida de
población desde el mundo rural a las ciudades y comenzaba el crecimiento difuso de las
ciudades: la salida de población y las actividades de los sectores secundario y terciario hacia los
espacios rurales próximos o bien comunicados con ellas. El progresivo avance de la percepción
de lo urbano como un espacio en el que la vida era más incómoda, insegura e insana que en
los espacios rurales, a los que se asociaba con ideas de calidad medioambiental, de valores
solidarios (en ocasiones, como hace el “neorruralismo” actual, como una alternativa a la
sociedad capitalista), de seguridad, etc. acompañaba la salida de esa población que buscaba,
entre otras cosas, un lugar en el que vivir a un precio que pudiese pagar, aunque eso fuese a
costa de perder “accesibilidad” a los lugares de trabajo o a los prestadores de servicios o de
unos impactos medioambientales muy negativos.
Es interesante remarcar que estas formulaciones no se deben a la casualidad o a la “moda”,
sino que se dan en un contexto que explican, para justificarlo. Si, desde finales del siglo XIX, se
Ilustración 20 Fotograma de la película Surcos
extendió la percepción del éxodo rural, y del vaciado de las regiones de la España interior,
como algo necesario y sinónimo del progreso, desde los años ochenta del siglo veinte, la
invasión de los espacios rurales por la población y actividades urbanas, con sus
consecuencias sociales y medioambientales, se está viendo como la llegada del progreso a
esos espacios y la mejora de la calidad de vida de esos nuevos emigrantes.
¿Dónde está el origen de esas formulaciones? No se trata de buscar intereses económicos de
una forma simplista, sino de identificar cómo se justifican las consecuencias del
funcionamiento de un “mercado”, que primero reasignó recursos desde las actividades
agrarias y el mundo rural hacia las actividades de los sectores secundario y terciario y los
espacios de las grandes urbes en los que se localizaban, y después, cuando el modelo anterior
ya estaba maduro, por el crecimiento desaforado de esas grandes ciudades, el encarecimiento
del suelo, la necesidad de buscar nuevas formas de abaratamiento de costes para competir en
un mercado global, etc. planteó una nueva reasignación, esta vez desde esas ciudades hacia el
antes denostado espacio rural. En ambos casos, lo que se justifica es el funcionamiento del
“libre mercado”, más que el éxodo rural o el crecimiento difuso de las ciudades, para lo que se
extiende la percepción de que es el motor del desarrollo económico y social, aunque orille del
mismo a algunos sectores sociales, que más tarde serán absorbidos por el sistema.
3. EL DESPOBLAMIENTO UN PROBLEMA GEOGRÁFICO
En los últimos meses, el problema de la despoblación de amplios territorios rurales está
ocupando un creciente espacio en los medios de comunicación y, por ello, en la opinión
pública y en las iniciativas de las administraciones; sin embargo, en los currículos de geografía,
al menos en enseñanza preuniversitaria, tan apenas tiene tratamiento y, cuando lo tiene,
siempre es asociado al éxodo rural, como un proceso histórico (en el sentido literal: articuló
realidades del presente, pero ya acabó), ignorando que es una realidad con la que los
ciudadanos de hoy en día conviven.
Pero ¿por qué la geografía, y no otras materias, deben hacerse cargo de la enseñanza-
aprendizaje del conjunto de contenidos asociados con el problema de la despoblación? Porque
La geografía es el saber que tiene como objetivo el conocimiento del territorio; esto es, de
las
interrelaciones
entre las
sociedades y los
espacios en los
que habitan y
transforman en
su territorio, y
los procesos de
despoblación y
repoblación,
según el caso,
son
especialmente
relevantes en la
conformación
Imagen 1. Crecimiento demográfico, 2016
de los territorios.
Hay otro argumento a tener en cuenta: identificar, comprender y analizar el problema del
despoblamiento (y los de la repoblación) requiere recurrir a aprendizajes relacionados con el
relieve, la climatología, los recursos naturales, las dinámicas demográficas, las actividades
económicas y sus plasmaciones espaciales, etc. En resumen, los problemas de
despoblamiento del mundo rural pueden, perfectamente, ser un eje articulador de los
contenidos curriculares de los procesos de enseñanza-aprendizaje geográficos, y hacerlo a
partir del estudio de lo cercano: del contexto en el que desarrolla su vida el alumno, de
procesos del pasado reciente que han conformado su forma de ser y pensar, y de problemas
con los que va a convivir en el futuro. ¿Acaso el envejecimiento, los problemas de
conservación del medio y los desequilibrios territoriales en el reparto de recursos no tienen
una relación íntima con la despoblación? Además, estos problemas tienen un importante valor
añadido, de singular interés formativo, ya que plantea el conocimiento del contexto espacial
como algo que no es neutro: trabajar la despoblación/repoblación no es sólo conocerla es
asumir que los recursos no se reparten de una forma homogénea o según criterios de igualdad
social o de calidad ambiental.
4. LA DESPOBLACIÓN EN ESPAÑA. PROYECTO ESCOLAR (ALUMNOS 14-18 AÑOS) PARA
TRABAJAR EL PROCESO DE DESPOBLACIÓN EN ESPAÑA.
Los materiales curriculares (se encuentran en: https://arcg.is/0mGizD) que presentamos se
articulan en torno a los contenidos relacionados con los procesos de despoblamiento y
repoblación, y persiguen una formación competencial utilizando herramientas SIG y, en
general, las ofrecidas por las nuevas tecnologías, estrategias que implementen la participación
y colaboración del alumno/a en la construcción de sus aprendizajes, el desarrollo de
actividades con cierto contenido lúdico, y el potenciamiento del empoderamiento en el
alumnado (única herramienta para poder aprender a aprender y a tomar decisiones adecuadas
ante los problemas).
Este conjunto de materiales ha sido elaborado, por los autores de este artículo, con la
colaboración de un “grupo de trabajo” de profesores de Educación Secundaria articulados en
torno al uso de cartografía digital para conseguir aprendizajes competenciales. El formato es el
de un libro digital en el que se desgranan los contenidos a partir del siguiente índice:
● Instrucciones de uso en un breve capítulo introductorio.
● Localización y descripción de Ainielle (Huesca), un pueblo abandonado, haciendo
hincapié en los cambios espaciales ocurridos desde de despoblación hasta la
actualidad.
● Concepto de despoblación y diferencias con el de “desierto demográfico”, y su
plasmación en España: los pueblos abandonados españoles.
● Relaciones entre despoblación, crecimiento vegetativo negativo y envejecimiento.
● La situación y problemática de las actividades agrarias en España, y su relación con el
vaciado demográfico de algunos espacios y pueblos.
● La calidad de vida en el mundo rural, evaluada a partir de dos criterios: servicios
disponibles y accesibilidad, y su relación con los procesos de despoblación y los
(recientes) de repoblación.
● Conceptos de “desequilibrios territoriales” y “ordenación territorial”. Problemas
asociados a la despoblación y políticas e iniciativas tomadas frente a ese proceso,
tanto por la Unión Europea como por las administraciones españolas, incluso por la
propia sociedad afectada.
● Un ejemplo de repoblación: Granadilla, Cáceres.
El modelo didáctico del que partimos en el del “currículo bimodal” (MARQUÉS, P. y ÁLVAREZ
CÁNOVAS, I, 2014): clasificamos los materiales en dos tipos: por un lado, identificamos y
ofrecemos explicados los conceptos básicos y esenciales para realizar los aprendizajes, y, por
otro, planteamos un conjunto de actividades “por proyectos” encaminadas a la construcción
del conocimiento de quien las realiza. Se trata, en definitiva, de que incomprensión de alguno
de esos conceptos básicos no impida la realización de tareas y, por el contrario, que la
realización de esas tareas refuerce la construcción del conocimiento y la comprensión de los
pilares conceptuales en los que se sustenta.
El profesor que utilice estos materiales puede optar entre tres formas de utilizarlos:
1. Utilizar sólo los mapas ya elaborados (más la información en otros formatos que va
apareciendo, para guiar el descubrimiento) para la resolución del problema planteado
en cada uno de esos mapas.
2. Utilizar únicamente las aplicaciones que llevan consigo un conjunto de herramientas
orientadas a que el alumno/a usuario/a realice tareas con el mapa, sus capas, etc.
buscando la realización de aprendizajes activos, en los que priman los relacionados
con las destrezas de análisis espacial y la construcción de conocimientos. Un ejemplo
de estas aplicaciones puede ser este: https://arcg.is/1mG1XP, sobre la agricultura a
“tiempo parcial”.
3. Una tercera opción es utilizar el conjunto de materiales, tanto los orientados a
enseñar, como los que lo hacen hacia aprender.
El uso de las herramientas SIG se dirige a tres objetivos:
1. La identificación de los elementos que configuran ese espacio y las relaciones que
mantienen entre sí y que dan lugar al territorio, y su manifestación más evidente en el
paisaje.
2. La utilización de estrategias que implementen el trabajo de los alumnos/as con SIG,
pero sin que las dificultades devenidas de los aprendizajes de su uso se conviertan en
un obstáculo o en contenido esencial de los aprendizajes.
Por otro lado, los SIG han avanzado mucho en los últimos años en su empeño por ofrecer
nuevas y más eficientes formas de comunicación en temas espaciales: a partir del mapa o
mapas, como elemento de representación del espacio o de lo que ocurre en él, se pueden
articular diferentes formatos de comunicación, como imágenes, vídeos, textos, gráficos, tablas
de datos, etc. que complementan el proceso comunicativo dando lugar a una información más
clara y evidente. En la actualidad, el lenguaje HyperText Markup Language, en su versión 5,
permite articular conjuntos de contenidos, a modo de libros digitales o Story Maps, que
resulten “inmersivos”; esto es, que atraigan al lector y lo conduzcan en el recorrido por los
contenidos y aprendizajes planteados, apoyándole allí donde pueda tener dificultades o
implementado que tenga que tomar decisiones, cuando se trate de avanzar en el discurso
planteado.
BIBLIOGRAFÍA
ELLIS, E. C., K., GOLDEWIJK, K.,SIEBERT, S., LIGHTMAN, D, y RAMANKUTTY, N. 2010.
Anthropogenic transformation of the biomes, 1700 to 2000. Global Ecology and Biogeography
19(5):589-606.
GARCÍA RUIZ, J.M y LASANTA, T. 1990. Land use changes in the Spanish Pyrenees Mountain
Research and Development, 10 (3):267-279.
LAGUNA, M. 2004. Variabilidad espacial de las políticas de desarrollo rural y de protección
ambiental en la gestión del territorio del Pirineo Aragonés, Universidad de Zaragoza,
Departamento de Geografía y Ordenación de Territorio, 553 pp.
LASANTA, T. y ERREA, M.P. 2001. Despoblación y marginación en la Sierra riojana. Instituto de
Estudios Riojanos, Logroño, 181 pp.
MARQUÉS, P. y ÁLVAREZ CÁNOVAS, I. El currículo bimodal como marco metodológico para la
evaluación. Principios básicos y mejoras obtenidas en aprendizajes y rendimientos de los
estudiantes. Barcelona, Universidad Autónoma de Barcelona, 2014. [En línea] Disponible en: <
http://www.redalyc.org/html/3421/342130842008/> [Consulta diciembre 2018]
NOTAS:
Imágenes:
Fotograma de la película Surcos, obtenida de la Web de RTVE del programa Historia de
Nuestro Cine, dedicado a la película “Surcos”, emitido “en abierto”, el 15 de mayo de 2015. [En
línea] Disponible en: http://www.rtve.es/alacarta/videos/historia-de-nuestro-cine/historia-
nuestro-cine-surcos/3126543/ [Consulta febrero 2019]
Todos los mapas y la barra de herramientas son de elaboración propia y de dominio público.
Imagen 2. Barra de herramientas tipo en las aplicaciones del SIG utilizado
Todos los mapas se pueden reeditar para acentuar el tono o el contraste de los colores. Se
envían en formato PNG para poder modificar la distribución y tamaño en la edición.

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Los procesos de despoblación en Aragón, España

  • 1. EL PROBLEMA DE LA DESPOBLACIÓN EN ESPAÑA Y SU TRATAMIENTO DIDÁCTICO 0. Resumen Esta comunicación trata de explicar el origen, los objetivos y el formato de unos materiales escolares elaborados para trabajar en el aula, en la materia de Geografía o en cualquier otra que trabaje el conocimiento del territorio y la inteligencia espacial, con alumnos de 14-18 años, el proceso de despoblación del mundo rural en España (ejemplificado en la comunidad autónoma de Aragón), sus etapas, características, causas, consecuencias y posibles políticas para frenarla. Así mismo, se plantea la eficiencia que para los procesos de enseñanza- aprendizaje tiene el uso de Sistemas de Información Geográfica, cuando se integran en unas estrategias educativas basadas en formulaciones didácticas. Esos materiales se encuentran en el siguiente Localizador Uniforme de Recursos: https://bit.ly/despoblacion_aragon, y se ofrecen para su uso a cualquier profesor o centro escolar de educación secundaria. Palabras clave: demography, demografía, population, población, landscape, paisajes, depopulation, despoblación, rural, Geographic Information Systems, Sistemas de Información Geográfica, educación, education. 1. CONCEPTO DE DESPOBLACIÓN 1. Despoblación. Por despoblación se viene entendiendo el proceso por el que un territorio va perdiendo población hasta poder quedar “vacío” o deshabitado. No obstante, esta definición necesita ser matizada: Ilustración 1. Variaciones de población 1900-2015. Pulse para acceder al mapa
  • 2. El descenso en el número de habitantes, incluso el “vaciado”, de un territorio, o espacio concreto y delimitado, no necesariamente significa que la acción humana ha cesado en él. Sucede con frecuencia que procesos despobladores son el resultado de cambios en la localización de las personas, pero no de los espacios de los que se aprovechan para obtener sus recursos. Analizaremos esto con más detalle. El proceso de despoblación afecta a dos elementos espaciales: • El espacio edificado, en el que residen sus habitantes, y donde guardan y mantienen los utensilios con los que trabajan. También donde realizan ciertos trabajos que no pueden realizarse con la misma eficiencia “al aire libre” (“parideras”, molinos, almazaras, silos, estaciones de ferrocarril, ermitas, monasterios, cuarteles, etc.). • El amplio espacio en el que desarrollan sus aprovechamientos o usos (del suelo), que generan la mayor parte de los recursos de los que viven. En los espacios rurales, que son los que vienen al caso, ya que estamos hablando de la despoblación del mundo rural, se desarrollan usos que requieren grandes superficies, como los que tienen que ver con las actividades agrarias y las forestales, y otros que necesitan elementos espaciales más puntuales, como las infraestructuras de transporte. Como veremos a continuación, la despoblación no siempre afecta por igual a estos dos tipos de espacios. Antes de avanzar en esta línea, para cerrar la definición de “despoblación”, cabe apuntar que estos procesos presentan, al menos en España, una diferenciada tipología que depende esencialmente de: • La velocidad a la que se desarrollan: unos más rápidos que otros. • El grado en el que se producen: unos con mayor intensidad que otros. Estos dos factores dependen de las circunstancias en las que se dan y de los factores que los originan. No obstante, y esto es esencial, los procesos de despoblamiento, todos, se definen por sus resultados: • Una drástica y duradera disminución de su población. Aquí se hace necesario remarcar que, en el caso español, esta reducción se realiza en unos espacios rurales, especialmente los de montaña y los de interior, que, desde el siglo XVII, ya presentaban bajas densidades de población, lo que va a condicionar los resultados de los procesos despobladores contemporáneos y, en parte, las diferencias con los de otros territorios próximos. • La pérdida de porcentajes importantes de población adulta-joven, lo que determinará unas estructuras demográficas caracterizadas por un elevado envejecimiento y por una pérdida de capacidad de reposición que origina tasas de crecimiento de la población muy bajas o negativas. 2. Los procesos de despoblación y los espacios sobre los que se realiza. Estos procesos no son sino corrientes emigratorias desde algunos tipos de espacios rurales hacia otros tipos de espacios, rurales o no. Es importante destacar la importancia de considerar la distancia de los destinos de esas migraciones: En primer lugar, las que se realizan hacia espacios lejanos imposibilitan la continuidad de los aprovechamientos del suelo que se realizaban, al menos por las personas que los abandonaron, siendo las más habituales dos situaciones:
  • 3. • El abandono de estos espacios y la no reutilización para los mismos que hasta la hecha eran los habituales, por otras personas. El resultado es la desaparición de la acción humana sobre ellos o, al menos, una reducción muy drástica de la intensidad de la misma, que consiste en el abandono de las actividades agrícolas, la ruina de las edificaciones, el deterioro de las infraestructuras de transporte, etc. lo que permite que los elementos físicos de ese medio aumenten su capacidad para conformarlo. • La sustitución de la intervención humana tradicional por otra diferente, con resultados que tienen poco que ver con los usos del suelo anteriores. Las transformaciones más comunes han sido: • La urbanización de los suelos, bien sea a través de su integración en espacios urbanos compactos anteriores, bien en espacios urbanos surgidos a partir de formas de crecimiento “difuso” (dejando espacios rurales intermedios), bien dando alojamiento a los usos turísticos. En cualquiera de estos casos, la fragmentación de los espacios y la importancia de los nuevos usos condenan a desarrollos residuales a las actividades agrarias y forestales. • La transformación agraria relacionada con la llegada del regadío y de la ganadería industrial, con sus fuertes impactos sobre el espacio: morfología agraria con grandes o muy grandes explotaciones y sistemas de cultivo muy intensivos, y una reducción de la intensidad de la mano de obra, con hábitats de población muy concentrados, desde los que la mano de obra se traslada a sus lugares de trabajo (explotaciones, parcelas, etc.) a través de una red de comunicaciones eficiente. • El desarrollo de usos artificiales relacionados con las actividades del sector secundario y terciario: suelos industriales, polígonos, áreas comerciales, zonas de almacenamiento, etc. conectados por infraestructuras de comunicación de altas capacidades y un elevado nivel de intermodalidad. Como en el primer caso, la fragmentación del espacio y la priorización de estas otras actividades reducen los usos agrarios y forestales a un lugar secundario. En segundo lugar, las migraciones que se realizan hacia espacios próximos, desde los que se pueden realizar movimientos migratorios pendulares con cierta regularidad (diaria o semanal), permiten que se puedan mantener los aprovechamientos anteriores, bien en su totalidad bien parcialmente. • Totalmente cuando, aunque se hayan abandonado las edificaciones en las que residía la población, se mantienen los usos tradicionales en forma de “agricultura a tiempo parcial” o por sistemas de tenencia indirecta que favorecen el incremento del tamaño de las explotaciones y de las rentas que se obtienen de ellas. • Parcialmente, cuando se reduce la intensidad en esos usos a la vez que la del tiempo dedicado a estas actividades secundarias para la renta. En ocasiones, mediante el incremento de la extensificación; otras, con el abandono de algunos usos (generalmente los agrícolas) y el mantenimiento de otros (ganaderos, forestales) que requieren menos tiempo de trabajo; y otras con la introducción de otros usos no agrarios, como el turismo rural. Caso aparte es el de los usos del suelo que tienen que ver con el patrimonio histórico e inmaterial. Nos referimos a iglesias, ermitas, conventos, molinos, almazaras, puentes, etc. que, habiendo perdido su población y sus funciones productivas originales y, con ello, sus impactos sobre los espacios en los que se ubicaban, ahora, en función de ser elementos de ese
  • 4. patrimonio, aunque siguen sin población o con una muy escasa, se restauran sus edificios, pero con fines culturales, religiosos o, simplemente, turísticos. El resultado de estos cambios son modificaciones de menor intensidad en los espacios 3. Modelos en los procesos de despoblación del mundo rural. A partir del estudio de estos procesos en la provincia de Huesca, hemos podido establecer seis modelos o formas de realizarse el despoblamiento, que dependen sobre todo de factores espaciales. La más común afecta a los espacios rurales que no presentan características muy específicas y es extensible a los espacios rurales del interior español. En este modelo se producen dos procesos simultáneamente: 1. Lo rural entra en competencia con otros espacios en función de: • Las actividades predominantes que se realizan en cada uno de ellos (agrarias, en los espacios rurales, y de los sectores secundario y terciario, en los urbanos) y de los empleos (calidad y salarios) y rentas que ofrecen. • Simultáneamente, la facilidad o dificultad para acceder a los servicios es diferente en unos y otros espacios. • La generalización de una visión o percepción peyorativa de la vida en el mundo rural, que es tenido como anticuado y poco productivo, haciendo culpables de ello a sus propios habitantes. Estas concepciones ideológicas, de las que luego hablaremos con más detalle, no sólo partieron y parten de la población urbana, sino que también penetraron y siguen penetrando en la misma sociedad rural. 2. Las actividades agrarias, buscando una mayor productividad y, con ello, mayor competitividad y mayores rentas, comenzaron un proceso de modernización: • Introducción de tecnologías que hacen más eficientes los procesos productivos: mecanización, utilización masiva de fertilizantes y productos fitosanitarios, aumento del tamaño de las explotaciones, agrupamiento de parcelas, aumento notable de las superficies en regadío, etc. • Generalización de la agricultura “de mercado”, lo que implicó una creciente especialización productiva, que puso en crisis el modelo anterior de autoconsumo y de aprovechamiento integral de los suelos. En España, esta generalización se realizó cuando se comenzaron a implantar mercados internacionales que avanzaban hacia la globalización. En esta situación, las actividades agrarias, en general, y las que se realizaban en algunos espacios, en particular, comenzaron a tener problemas de competitividad frente a la oferta originada en países y zonas en las que los costes de producción eran menores, y frente a empresas multinacionales que podían realizar una organización espacial de la producción que les permitía, además de competir con ventaja por su tamaño, aminorar costes de producción. El resultado de estos procesos fue una corriente migratoria de población adulta-joven desde lo rural hacia lo urbano, especialmente hacia las grandes ciudades y su entorno, que afectó muy especialmente a los núcleos diseminados, a los pequeños núcleos de población, a las zonas poco productivas en las que era más difícil llevar a cabo la modernización que antes hemos descrito: los grandes secanos del interior, los suelos poco productivos, los dominios del minifundismo, etc.
  • 5. Conforme fue disminuyendo la población rural y aumentó su envejecimiento, se originó un “círculo vicioso” que ahondó la crisis que se estaba desarrollando en esos espacios: los hábitos de consumo se fueron adaptando a una población de más edad y menores rentas, paralelamente el número de consumidores se iba reduciendo. Ante esta situación, la oferta de servicios no encontraba un “umbral de demanda” que hiciese rentable (en los servicios públicos, que su prestación fuese mucho más costosa) llevarlos a ese mundo rural y se retiró a los centros urbanos y, para los de primera necesidad, ofrecidos por las administraciones públicas, a los centros comarcales. Simultáneamente, ese envejecimiento de la población se tradujo en un aumento de la que dependía de pensiones de jubilación o de aportaciones familiares, lo que se tradujo en un descenso en la capacidad de movimiento de la población hacia esos servicios que se estaban deslocalizando. Esta disminución de la “accesibilidad” a los servicios implementó la continuación de la emigración desde los espacios rurales, ahora de una población de mayor edad. Una segunda forma o modelo es la que se ha dado en zonas desfavorecidas, en las que la escasa accesibilidad, la lejanía de los espacios en los que se estaba produciendo la modernización económica, y los condicionantes físicos (suelos, clima, etc.) dificultaban, cuando no impedían, los cambios que se estaban produciendo en las actividades económicas, especialmente en las agrarias. Además, estos condicionantes se daban de forma homogénea en amplios territorios. Por ejemplo, en las zonas de media montaña excluidas de las redes de transporte principales. En estas circunstancias, los movimientos migratorios fueron muy potentes, dando lugar al abandono completo de las edificaciones y de las actividades agrícolas, quedando sus suelos, de forma residual, para aprovechamientos forestales o de ganadería extensiva bovina y ovina que realizaba desplazamientos estacionales. Un tercer modelo es el que se dio en los espacios rurales próximos a otros (de gran tamaño, como las ciudades, o de un tamaño menor, como algunos municipios) en los que se desarrollaban procesos de modernización económica, favorecidos por su situación con respecto a las redes de transporte principales, por la existencia de recursos naturales, por tener una tradición comercial o por cualquier otro factor. Según cómo se produjeron los movimientos migratorios (desde los espacios rurales hacia los nuevos focos de desarrollo o por el avance espacial de estos hacia los primeros), se pueden identificar dos modelos. En primer lugar, uno en el que la población de los espacios rurales próximos emigro hacia esos municipios en los que se estaban desarrollando actividades secundarias y/o terciarias, y la economía se estaba modernizando, pero la proximidad entre sus lugares de origen y de destino dio lugar a dinámicas propias: la población abandonó la residencia en sus núcleos de origen, dando lugar a dos procesos: • Algunos edificios y conjuntos de ellos quedaron en situación de ruina, pero otros fueron reaprovechados: algunos lo hicieron como edificios agrarios (almacenes, silos…), otros como segundas residencias y otros, más recientemente, como residencias para “turismo rural”. • Los usos del suelo sufrieron cambios: en la mayor parte de esos espacios se mantuvieron los aprovechamientos tradicionales (en ocasiones combinándolos con nuevos aprovechamientos), aunque con una mayor utilización de inputs mecánicos y
  • 6. químicos, y vinculados, como hemos señalado ya antes, al desarrollo de la agricultura “a tiempo parcial”. Un segundo formato de este modelo se produce cuando espacios urbanos o de municipios del mundo rural que están implementando dinámicas de modernización económica crecen y avanzan sobre espacios rurales, modificándolos de dos maneras: • Absorbiendo esos espacios en la red urbana, generalmente como nuevos barrios. Este proceso supone la transformación de la morfología de esos espacios y de los usos del suelo que se daban en él, que ahora pasan a ser netamente “artificiales”, en la terminología CORINE Land Cover. Estos procesos de absorción fueron frecuentes hasta la década de los ochenta del pasado siglo, cuando las ciudades seguían un modelo de crecimiento compacto. • Reutilizando los espacios rurales próximos para formar urbanizaciones, barriadas “en las afueras”, polígonos de diverso tipo o grandes áreas comerciales, mientras los espacios residenciales tradicionales van modificando su morfología progresivamente hacia los modelos urbanos y los espacios dedicados a usos agrarios van sufriendo, también, un progresivo retroceso. Un cuarto modelo es el que se da en las zonas en las que en un corto período de tiempo se generalizaron o se generalizan los sistemas de cultivo de regadío (desde hace dos decenios esta generalización ha ido acompañada de una fuerte tecnificación y digitalización del trabajo y la gestión). Es importante destacar que este modelo exige que la mayor parte de los aprovechamientos agrarios sufran estos cambios; de forma que, en muy poco tiempo la población tenga que hacer frente a los mismos: • Reducción de la mano de obra necesaria. • Cambios en la tipología de esa mano de obra: mayor cualificación en algunos grupos, predominio de asalariados, temporalidad, etc. • Nuevos modelos de localización de esa mano de obra, tendiendo a concentrarse en localidades de mayor tamaño, pero que disponen de una red de transporte que les permite acudir fácil y rápidamente a sus lugares de trabajo. • Aumento considerable del tamaño de las explotaciones relacionado con la rentabilidad de las inversiones necesarias para poner en funcionamiento estas “nuevas” empresas agrarias. El resultado de estos cambios es una reasignación de recursos: • Una reducción en el número de habitantes (despoblación). • La desaparición de antiguos núcleos residenciales (despoblación) que se situaban donde ahora hay grandes explotaciones agrarias. • Relocalización de la población que queda en localidades preexistentes o en nuevas, que ahora ganan tamaño demográfico. • Rejuvenecimiento de la población. Otro modelo, el quinto, es el que se produce por la construcción de grandes obras públicas, especialmente hidráulicas (embalses, pantanos…), cuando tienen fortísimos impactos sobre los espacios: • Inundan una parte importante de los suelos en los que se realizaban aprovechamientos imprescindibles para mantener un nivel de ingresos suficiente.
  • 7. • Ocupan con otros aprovechamientos (repoblación forestal pata evitar movimientos de ladera o procesos erosivos en las mismas que supondrían una rápida colmatación de embalses, por ejemplo) espacios antes utilizados con fines agrarios. • Inundan espacios residenciales. • La despoblación, por esos motivos, origina fracturas en las estructuras económicas y sociales (complementariedad de las economías de los diferentes núcleos de población, etc.) que articulan los espacios que no se ven afectados directamente por las construcciones, implementando también en ellos procesos de despoblación. La construcción de estas grandes obras públicas suelen realizarla las administraciones públicas, que tienen capacidad para expropiar los suelos y edificaciones a precios bajos a sus habitantes, que, de esta manera, son desplazados hacia otros lugares. Por último, cabe incluir como un modelo, aunque no tenga en común otra cosa que las causas que mueven a la despoblación, el abandono de actividades que han quedado obsoletas y que antes suponían la residencia de personas en los espacios rurales. Nos referimos a mesones, fondas, ventas, cuarteles militares o policiales, molinos harineros y almazaras, estaciones de ferrocarril, etc. que antes jalonaban los espacios rurales, en muchas ocasiones de forma diseminada, y que ahora la modernización tecnológica, la creación de potentes redes comerciales o la existencia de eficientes redes de transporte hacen que la residencia de la población en esos lugares sea prescindible. Ilustración 2. Superficie Agraria Utilizada. Pulse para acceder al mapa
  • 8. 4. La desaparición de la intervención antrópica en los espacios. La despoblación como un Ilustración 4. Suelos destinados a prados y pastizales. Pulse para acceder al mapa Ilustración 3. Suelos forestales arbolados. Pulse para acceder al mapa
  • 9. problema medioambiental. Hasta aquí hemos venido observando cómo se han dado, y se dan, procesos de despoblación en los que núcleos de población pierden habitantes o se quedan sin ellos, pero su término o espacio en el que están ubicados mantienen actividades agrarias o de cualquier otra índole. De hecho, una parte de los núcleos despoblados lo fueron porque la población tendía o tiende a agruparse en núcleos mayores, con mayores servicios y mejor accesibilidad, pero este proceso no puede considerarse despoblación en la medida en que la intervención humana sigue en él. Para que un proceso de despoblación sea tal, es necesario que los espacios que pierden su población tengan una cierta dimensión, unos suelos de difícil aprovechamiento y unas infraestructuras de transporte tan escasas, que hagan inviable la continuación de la intervención humana en ellos con una intensidad que permita que esos espacios se conviertan en los territorios de esas sociedades humanas. Esto puede verse con claridad en la comparación de las ilustraciones 1, 2, 3 y 4. Se observa que la redistribución de la población española sobre el territorio se realizó a partir del éxodo masivo de población del interior hacia las grandes ciudades que, excepto Madrid, Sevilla, Zaragoza, Pamplona, Valladolid y otras de menores dimensiones, se sitúan en el litoral. Ilustración 5. Núcleos de población despoblados. Huesca, 2018. Pulse para acceder al mapa
  • 10. Pero esa despoblación no se traduce en una reducción similar de la SAU, ni de los suelos aprovechados como pastos o en actividades forestales. Sólo en las zonas en las que los espacios despoblados se yuxtaponían, alcanzando grandes dimensiones, y la accesibilidad era muy limitada, se puede observar un abandono de los usos antrópicos de los suelos. Si analizamos el mapa de la despoblación en Huesca (España) de la ilustración 5, reforzamos esas conclusiones. Observemos que hay una fuerte acumulación de núcleos despoblados en el espacio que corresponde a la depresión media pirenaica, la vertiente meridional de las sierras interiores y la septentrional de las sierras exteriores. Una zona que tenía una red de carreteras y caminos compuesta esencialmente por pistas y sendas, como se observa en la ilustración 6. Ilustración 6. Despoblación y accesibilidad. Pulse para acceder al mapa
  • 11. El mapa de la ilustración 6 representa, sombreado en gris, los clústeres de despoblamiento. Se observa perfectamente como esos agrupamientos de núcleos se organizan en torno a pistas, quedando ajenos a autopistas y carreteras nacionales, y escasamente conectados por carreteras autonómicas. Si luego comparamos cómo eran y cómo son hoy esos espacios, los usos que se daban y se dan, etc. veremos que en esa zona de acumulación se han dado cambios importantes que son el resultado de una retirada de la intervención humana: se han abandonado, en gran parte, los usos agrarios del suelo que han sido sustituidos por matorral y arbolado, los antiguos núcleos de población están en un estado ruinoso, las redes de camino muestran señales de abandono, etc. Para ello, comparemos las fotografías aéreas del “vuelo americano”, de 1956-1957 (Ilustración 7) y la ortoimagen (Ilustración 8) de los mismos espacios en la actualidad (para Ilustración 7. Fotografías aéreas de 1956-1957
  • 12. hacerlo pulse en este enlace) comprobaremos lo que antes anticipábamos sobre la intensidad de la despoblación y los cambios en los espacios que originan: no es difícil reconocer dónde se ha producido un vaciado de población y un abandono de los aprovechamientos de los suelos y dónde ese vaciado de población no ha supuesto cambios drásticos en el espacio. 5. Despoblación y desiertos demográficos. Es importante, para comprender los procesos de despoblación y sus consecuencias, diferenciar “desiertos demográficos” y “espacios despoblados”. Los primeros son aquellos espacios en los que, por factores físicos (altitud, clima, etc.) se han manifestado siempre como anecuménicos y, por ello, siguiendo la terminología de ELLIS, E. C. y otros (2010), se ha producido una modificación antrópica de los mismos nula o muy escasa (ilustraciones 9 y 10). De tal forma, que son considerados espacios naturales o salvajes y no “biomas antropogénicos”. La importancia de esta consideración se encuentra en el hecho de que los biomas modificados por la acción de las sociedades humanas Ilustración 8. Ortoimagen 2018
  • 13. se han conformado por las interrelaciones entre medio físico y estas, generando interdependencias entre ambas. ¿La salida de población se ha manifestado directamente en un abandono del medio en el que vivían las personas que han abandonado esos espacios? Si analizamos los cambios en los usos del suelo ocurridos, podemos obtener respuestas a estas preguntas: los espacios en los que la acción humana se ha reducido de una forma drástica, generalmente por el abandono de los suelos agrícolas, de las viviendas y de las infraestructuras de transporte, son escasos y se concentran en zonas desfavorecidas, en aquellos biomas en los que el clima, los suelos, el relieve, las comunicaciones, etc. hacen más difícil la práctica de actividades agrarias competitivas en el mercado. En el resto de los espacios rurales, la salida de población no ha supuesto el abandono de suelos cultivables, que han pasado a ser explotados por otros habitantes del núcleo de población o de otros núcleos próximos. Sólo los suelos pobres o aquellos que seguían sistemas de cultivo hoy obsoletos (usos mixtos forestales-agrarios, por ejemplo) se han abandonado, en este segundo caso. De estos planteamientos se pueden deducir tres ideas fundamentales: • ¿Pueden considerarse despoblados aquellos espacios en los que la acción humana pervive con cierta intensidad, a pesar de que la población ya no resida en ellos? ¿No sería más acertado decir que esos espacios han sufrido una reubicación de las sociedades que los conforman en forma de biomas antropogénicos, y reservar el Ilustración 9. Biomas antropogénicos. 2000. Pulse para acceder a este mapa
  • 14. concepto despoblado o “vaciado” para aquellos otros en los que la intervención humana ha cesado o se produce con una bajísima intensidad? • ¿Las dimensiones de los espacios que conformaban el territorio en el que vivían las sociedades preindustriales, y de cuyos aprovechamientos obtenían lo que necesitaban para vivir, son las mismas a las de los territorios en las que se asientan las sociedades actuales? La respuesta es negativa: el desarrollo de las infraestructuras y los medios de transporte y comunicación han posibilitado un crecimiento de esas dimensiones acorde a las que necesita un sistema económico que ha multiplicado su capacidad de producir y el tamaño de sus mercados. El concepto que mejor recoge esta idea es el de “huella ecológica”: la superficie necesaria para abastecer el aparato productivo y para alojar sus residuos, más, añadimos nosotros, la que es imprescindible para asegurar el funcionamiento de las ramas económicas vinculadas con la gestión, distribución, comunicación, transporte, etc. que conforman las economías actuales de mercado. De esta manera, el abandono de núcleos de población, si estos están ubicados en zonas próximas, espacial o temporalmente, a espacios en los que se están dando procesos antropogénicos intensos, no supone, desde nuestro punto de vista, un abandono o desaparición de la acción humana sobre el espacio que ocupaban, sino una sustitución de las antiguas formas de intervención en él por otras nuevas y con más capacidad para organizarlo, modificarlo y darle una morfología determinada. • Este concepto de despoblación, utilizado en el sentido antes enunciado, plantea temas muy relevantes sobre la sostenibilidad de estos procesos: la despoblación, en la medida que minimiza la intervención humana sobre el medio, pone en entredicho la continuidad de esos biomas, ya que no se puede esperar que los factores naturales Ilustración 10. Distribución de la población mundial. Pulse aquí para acceder a este mapa
  • 15. puedan generar biomas naturales (en un sentido climácico o potencial) por sí solos. Los espacios naturales (salvajes) son el resultado de un larguísimo proceso de adaptación a los cambios medioambientales ocurridos desde la última glaciación. Por ello, los biomas antropogénicos, especialmente los que han sido intensamente modificados por la acción humana (es el caso de los de los países desarrollados, entre los que se encuentra España, y de los emergentes), cuando esta se reduce drásticamente, se encuentran en una situación crítica: los factores naturales ya no pueden recorrer en su formación el largo proceso evolutivo que hemos citado (su punto de partida es la situación del relieve, el clima, la vegetación, las aguas, etc. actual y no los factores en los que se produjo su formación) y, además, esos factores han sufrido modificaciones significativas (eliminación de especies vegetales potenciales y animales, introducción de otras invasoras, modificación del relieve, etc.) que limitan su capacidad para reconstruir biomas “salvajes”. Pero ya no es sólo que el abandono de las sociedades humanas deje a los biomas en una situación de no retorno, es que esos “andromas” podían hacer frente o minimizar los efectos de las catástrofes naturales por la colaboración de los factores naturales y de la acción humana: incendios forestales, movimientos de laderas, fenómenos meteorológicos, inundaciones, etc. tienen unas consecuencias mucho más dramáticas cuando esas sociedades ya no habitan en esos espacios y ha cesado su intervención en ellos: no acuden inmediatamente a apagar los incendios, los abancalamientos que protegían sus laderas están en un estado ruinoso, sus conducciones de agua se han abandonado, sus redes de comunicaciones también… 3. CARTOGRAFÍA Y PERCEPCIÓN DE LA DESPOBLACIÓN. ¿Cómo representar la despoblación? ¿Qué tipo de mapas utilizar? ¿Qué escalas? ¿Qué información? No son preguntas fáciles de responder. De hecho, al estudiar el tema se encuentran diversos formatos cartográficos. El problema es que de la respuesta a estas preguntas depende cómo se representa el proceso despoblador y cómo, luego, es, o puede ser, interpretado. Vamos a ver varios formatos: Los problemas aumentan cuando consideramos que en los “despoblados” no sólo ha perdido intensidad la acción humana modificadora del medio natural, también se ha reducido la capacidad de las sociedades para proteger esos biomas antropogénicos: la accesibilidad de las sociedades a esos medios se ha reducido al alejarse la población de los mismos, han Ilustración 11. Densidad de población por provincias. España, 2015. Pulse aquí para acceder al mapa
  • 16. desaparecido o están en fase de hacerlo las infraestructuras tradicionales de transporte, etc. En esa situación, los desastres naturales (incendios forestales, movimientos de ladera, las consecuencias de fenómenos meteorológicos, etc.) tienen más probabilidades de ocurrir y sus consecuencias de ser más graves.
  • 17. Hasta hace unos años, era frecuente ver mapas que representaban la población provincial (ilustración 11), dando por cierto que las provincias con menor densidad de población eran las que habían sufrido un proceso de despoblación más intenso. Varios problemas hacen estos mapas poco significativos para representar el tema que estamos tratando. En primer lugar, bastantes provincias de las que tienen bajas densidades vienen sufriendo esa situación desde hace tres o más siglos, relacionada con su medio físico, con la red de transporte y con el comienzo de las migraciones del interior al litoral, entre otros factores. No obstante, el problema más relevante es que el mapa no representa dónde se han dado procesos de despoblación: en una provincia suelen haberse dado procesos de despoblación localizados,
  • 18. como hemos visto en el caso de Huesca, en espacios concretos, mientras en otros se han dado aumentos de población. Una forma de incorporar esa información es utilizar el tamaño demográfico de los municipios, bien en el mapa, bien en tablas adjuntas (ilustración 12). De esta forma, se representa la cantidad de municipios que tiene, por ejemplo, menos de 50 o 100 habitantes, que si bien, de esta manera, no se representa la localización de los procesos despobladores, sí que se hace una aproximación a la importancia que estos han tenido en cada provincia. Ilustración 12. Importancia de los procesos despobladores en cada provincia, 2018. Pulse aquí para acceder a esta tabla de datos
  • 19. No obstante, el método más común es representar la densidad de población por municipios en un mapa coroplético (ilustración 13), utilizando en la elaboración de los rangos de la leyenda los índices que se consideran relevantes para comprender el proceso de despoblación. Esta forma de representación permite localizar con más precisión esos procesos y vincularlos con los diferentes factores que ha habido detrás de los mismos, pero también presenta algún problema: la delimitación de los municipios (el tamaño del término de los mismos) no es homogéneo en todo el territorio; por el contrario, en España, los municipios de la mitad norte son bastante más pequeños que los de la que se sitúa en el sur, y esta diferencia influye determinantemente en la representación. Pero, además, la composición administrativa de los municipios influye también en lo representado: en un municipio nos podemos encontrar con capital municipal, entidades singulares, núcleos diseminados y no diseminados, y la importancia de la capital municipal suele alterar la percepción de los procesos despobladores desarrollados en los núcleos, especialmente en los diseminados. Esta situación es muy frecuente en los municipios que tienen una capital que ha sido foco de atracción de población de su propio termino municipal y del de otros municipios, próximos o lejanos. Ilustración 13. Distribución de la población española por municipios, 2018. Pulse aquí para acceder al mapa
  • 20. Ilustración 14. Distribución de la población en una rejilla de cuadrados de 1 km de lado. España, 2011. Pulse aquí para acceder al mapa Por otro lado, las formas de constituir municipios han sido diferentes según los lugares en los que se han realizado y las administraciones que lo han hecho. Así, en espacios en los que se han sufrido graves procesos de despoblación, nos podemos encontrar con el mantenimiento de pequeños municipios, que acogen algunos núcleos despoblados, pero se asocian en entidades colectivas, como parroquias, pedanías o concejos, pero en otras zonas, donde predominan las entidades singulares, se han creado municipios más grandes, que pueden incluir o no núcleos despoblados. Por ello, pensamos que este tipo cartográfico se aproxima a mostrar la intensidad de la despoblación en los diferentes territorios, pero no permite un grado suficiente de precisión en ello. Por ejemplo ¿Puede reconocerse en estos mapas los procesos de población relacionados con la crisis de los hábitats dispersos, o pueden diferenciarse las bajas densidades relacionadas con condicionantes físicos con las debidas a la despoblación? En los últimos años, se ha comenzado a utilizar de forma intensa la representación del reparto de la población a partir de una rejilla de cuadrados (de diverso tamaño según la escala del mapa) en cada uno de los cuales se representa el número de habitantes o la densidad demográfica (ilustraciones 14 y 15). Estos mapas hacen muy visual el reparto de la población, al hacer patente los amplios espacios sin población del territorio español. No obstante, estos mapas tampoco reflejan la localización de los procesos de vaciado de población sucedidos en España desde finales del siglo XIX. Además, como ya se ha comentado antes, ese vacío de
  • 21. población no supone necesariamente que en esos espacios haya cesado la acción humana. Basta comparar ese mapa con la ilustración 16 para concluir que la localización de esas ausencias de población no se refleja en un cese similar de actividades agrarias o en el desarrollo de usos del suelo naturales. La realidad es que esos cambios tienen un reflejo en espacios de dimensiones mucho menores. Por otro lado, sobre todo en cartografía escolar, es frecuente representar la distribución de la despoblación a partir de la de algunas de sus consecuencias demográficas: envejecimiento, crecimiento demográfico, etc. Resultan evidentes las relaciones entre esos procesos, y sobre ellos es más fácil encontrar datos objetivos, pero eso no significa que no sea imprescindible cartografiar los procesos de despoblación ocurridos, aunque, para hacerlo, haya que hacer un ingente trabajo previo de investigación sobre la localización de los mismos. Esta tarea requiere fijar previamente qué entidades de población se consideran sujetos de esos procesos. Nosotros pensamos (ver ilustración 5), como ya hemos afirmado antes, que deben ser los núcleos de población (diseminados y no diseminados, porque son entidades que pueden relacionarse con antiguas figuras administrativas de los censos, como aldeas, villas, caseríos, municipios, etc. y porque han dejado huellas en el territorio en forma de ruinas, etc. De igual forma, se hace necesario estimar qué núcleos están despoblados, pero también cuáles están en riesgo de serlo de forma inminente. Nosotros hemos establecido (siguiendo el criterio de la Comisión Europea) que un núcleo que tenga 10 o menos habitantes está en ese riesgo. Concretamente que los que tienen de 2 a 5 habitantes se encuentran en un riesgo muy alto, y los que tienen de 6 a 10, en un riesgo alto, dadas las características demográficas de esas poblaciones: su grado de envejecimiento y sus cifras negativas de crecimiento en el número de habitantes. Ilustración 15. Reparto de la población, 2015. Mapa elaborado por SEDAC- Universidad de Columbia. Pulse aquí para acceder al mapa
  • 22. 2. FACTORES La despoblación del mundo rural (ilustración 17) fue el resultado de la reasignación de recursos, en este caso humano, que llevó consigo el mercado para implementar la modernización económica, en la que las prácticas agrarias de subsistencia, que hasta la fecha predominaban en él, no tenían cabida, al no poder competir en el mismo con las de agriculturas más avanzadas, orientadas a producir para ese mercado. Si bien este proceso fue común a todos los espacios en los que predominaban las actividades agrarias, en aquellos que aprovechaban de forma integral el territorio, combinando actividades agrarias, ganaderas y forestales orientadas al autoconsumo, se mostraron inviables, al no poder integrarse en un mercado donde lo que primaba era lo intensivo y la producción en masa (Laguna, 2004). Una parte importante del territorio aragonés, especialmente el de los espacios pirenaicos y de la Cordillera Ibérica, constituye un ejemplo relevante de este abandono de los usos tradicionales del suelo y sus consecuencias, así como de la introducción de las actividades terciarias en el territorio (García Ruíz y Lasanta, 1990). Esta población, que veía como una profunda crisis hacía inviables las actividades que hasta la fecha le habían aportado recursos suficientes para vivir, encontraba ahora nuevos focos de atracción en: • Las grandes ciudades (posteriormente en espacios próximos o bien comunicados con las mismas) y los municipios próximos que acogían las nuevas actividades industriales y a los prestadores de los servicios, tanto públicos como privados, que ahora se estaban implantando. Por otro lado, este desarrollo económico les permitía ofrecer niveles de renta y de oferta de servicios superiores a los que se daban en un mundo rural en el Ilustración 16. Cambios en los usos del suelo (CORINE Land Cover), 1990-2012
  • 23. Ilustración 17. Cambios en las densidades de población municipales. 1900-2015. Pulse aquí para acceder al mapa que las actividades agrarias eran predominantes. La progresiva liberalización de los mercados, paralela a la implantación de los mercados globales, desde el final de la Segunda Guerra Mundial, acentuaba la crisis de las actividades agrarias, que se encontraban con serios problemas para competir con los precios y productos de las empresas multinacionales de los países “en desarrollo”, que tenían costes de producción más bajos. Por otro lado, los procesos de despoblación más agudos se dieron en zonas de transición (border zones) entre las economías de montaña, donde el medio físico actuaba como factor anecuménico y, paralelamente, favorecía el desarrollo de una economía ganadera extensiva y forestal que ofrecía recursos a esas reducidas poblaciones, y las desarrolladas en los litorales y los grandes valles, donde se implantaban los nuevos sistemas de comunicación, las industrias y la “modernización económica”. En estas zonas de transición, situadas en el caso aragonés entre los 700 y los 1.400 metros de altitud, se había practicado una economía de autoconsumo, en la que los recursos provenían de un aprovechamiento integral del espacio, que ahora se hacía inviable. • La implantación de esa economía de mercado vino acompañada del desarrollo de nuevas y más eficientes infraestructuras de transporte que conectaban los centros de gestión (las grandes ciudades), convirtiéndose en la red por la que circulaban las actividades económicas, sociales, administrativas y políticas. Gran parte de los espacios rurales quedaron ajenos a esta nueva organización del espacio. Así, la
  • 24. accesibilidad a las infraestructuras de transporte y a las grandes ciudades sirvió de atractivo para los movimientos migratorios. • La construcción de embalses, que anegaban zonas de cultivo, cuando no inundaban núcleos de población, fue un factor determinante para ciertos movimientos migratorios en aquellas poblaciones que estaban perdiendo sus fuentes de recursos. De nuevo, este proceso se hacía más acusado en las zonas de media montaña, donde se construyeron las mayores obras hidráulicas. • Este vaciado demográfico se tradujo en una “desestructuración” espacial y social: la salida de un importante porcentaje de población puso en situación de crisis esas sociedades tradicionales, y les restó capacidad de respuesta, haciéndoles asistir indefensas a un proceso de pérdida de instituciones, costumbres y normas que hasta la fecha habían servido para organizar y aprovechar el espacio que habitaban (Lasanta y Errea, 2001). Resulta de especial importancia el abandono de las costumbres solidarias y los valores tradicionales que, hasta la fecha, habían permitido hacer frente a las crisis y problemas que periódicamente afectaban a esas sociedades. • Este proceso de desruralización de las formas de organización social y de sus valores, de la estructura económica, de la organización del espacio, etc. favorecieron, como ya hemos comentado antes y desarrollaremos a continuación, la implementación de una idiosincrasia proclive a lo urbano, que predisponía a la población del mundo rural, especialmente de los espacios con mayores problemas, a migrar buscando los ingresos, los servicios y las oportunidades que las ciudades y las actividades que en ellos se desarrollaban supuestamente ofrecían. El resultado fue un proceso que presenta tres fases diferenciadas: • Desde finales del siglo XIX hasta 1936, la salida de población fue lenta y reducida. Se trataba de mujeres y hombres que migraban, durante unos meses o años, para buscar unos ingresos que completaban las rentas familiares. • De 1950 a 1975, se intensificó el proceso y se asistió al vaciado de la mayor parte de los núcleos de población hoy despoblados. En este caso se trataba de una emigración definitiva que buscaba acomodo en las grandes ciudades españolas y, si no lo encontraba, en la emigración a otros países europeos y, en menor medida, latinoamericanos. • Desde 1976 comenzó una ralentización en la salida de población, que tenía que ver con una notable reducción de la población en los espacios rurales y con un importante envejecimiento de la misma. especialmente el de los espacios pirenaicos y de la Cordillera Ibérica, constituye un ejemplo relevante de este abandono de los usos tradicionales del suelo y sus consecuencias, así como de la introducción de las actividades terciarias en el territorio (García Ruíz y Lasanta, 1990). Esta población, que veía como una profunda crisis hacía inviables las actividades que hasta la fecha le habían aportado recursos suficientes para vivir, encontraba ahora nuevos focos de atracción en: ● Las grandes ciudades (posteriormente en espacios próximos o bien comunicados con las mismas) y los municipios próximos que acogían las nuevas actividades industriales y a los prestadores de los servicios, tanto públicos como privados, que ahora se estaban implantando. Por otro lado, este desarrollo económico les permitía ofrecer niveles de renta y de oferta de servicios superiores a los que se daban en un mundo rural en el
  • 25. que las actividades agrarias eran predominantes. La progresiva liberalización de los mercados, paralela a la implantación de los mercados globales, desde el final de la Segunda Guerra Mundial, acentuaba la crisis de las actividades agrarias, que se encontraban con serios problemas para competir con los precios y productos de las empresas multinacionales de los países “en desarrollo”, que tenían costes de producción más bajos. Por otro lado, los procesos de despoblación más agudos se dieron en zonas de transición (border zones) entre las economías de montaña, donde el medio físico actuaba como factor anecuménico y, paralelamente, favorecía el desarrollo de una economía ganadera extensiva y forestal que ofrecía recursos a esas reducidas poblaciones, y las desarrolladas en los litorales y los grandes valles, donde se implantaban los nuevos sistemas de comunicación, las industrias y la “modernización económica”. En estas zonas de transición, situadas en el caso aragonés entre los 700 y los 1.400 metros de altitud, se había practicado una economía de autoconsumo, en la que los recursos provenían de un aprovechamiento integral del espacio, que ahora se hacía inviable. ● La implantación de esa economía de mercado vino acompañada del desarrollo de nuevas y más eficientes infraestructuras de transporte que conectaban los centros de gestión (las grandes ciudades), convirtiéndose en la red por la que circulaban las actividades económicas, sociales, administrativas y políticas. Gran parte de los espacios rurales quedaron ajenos a esta nueva organización del espacio. Así, la accesibilidad a las infraestructuras de transporte y a las grandes ciudades sirvió de atractivo para los movimientos migratorios. ● La construcción de embalses, que anegaban zonas de cultivo, cuando no inundaban núcleos de población, fue un factor determinante para ciertos movimientos migratorios en aquellas poblaciones que estaban perdiendo sus fuentes de recursos. De nuevo, este proceso se hacía más acusado en las zonas de media montaña, donde se construyeron las mayores obras hidráulicas. ● Este vaciado demográfico se tradujo en una “desestructuración” espacial y social: la salida de un importante porcentaje de población puso en situación de crisis esas sociedades tradicionales, y les restó capacidad de respuesta, haciéndoles asistir indefensas a un proceso de pérdida de instituciones, costumbres y normas que hasta la fecha habían servido para organizar y aprovechar el espacio que habitaban (Lasanta y Errea, 2001). Resulta de especial importancia el abandono de las costumbres solidarias y los valores tradicionales que, hasta la fecha, habían permitido hacer frente a las crisis y problemas que periódicamente afectaban a esas sociedades. ● Este proceso de desruralización de las formas de organización social y de sus valores, de la estructura económica, de la organización del espacio, etc. favorecieron, como ya hemos comentado antes y desarrollaremos a continuación, la implementación de una idiosincrasia proclive a lo urbano, que predisponía a la población del mundo rural, especialmente de los espacios con mayores problemas, a migrar buscando los ingresos, los servicios y las oportunidades que las ciudades y las actividades que en ellos se desarrollaban supuestamente ofrecían. El resultado fue un proceso que presenta tres fases diferenciadas: ● Desde finales del siglo XIX hasta 1936, la salida de población fue lenta y reducida. Se trataba de mujeres y hombres que migraban, durante unos meses o años, para buscar unos ingresos que completaban las rentas familiares. ● De 1950 a 1975, se intensificó el proceso y se asistió al vaciado de la mayor parte de los núcleos de población hoy despoblados. En este caso se trataba de una emigración
  • 26. Ilustración 18. Desigual reparto de la población y envejecimiento. Pulse aquí para acceder a la tabla definitiva que buscaba acomodo en las grandes ciudades españolas y, si no lo encontraba, en la emigración a otros países europeos y, en menor medida, latinoamericanos. ● Desde 1976 comenzó una ralentización en la salida de población, que tenía que ver con una notable reducción de la población en los espacios rurales y con un importante envejecimiento de la misma. Los resultados territoriales de este proceso han sido: 1. La aparición de dos espacios claramente diferenciados: los pequeños, en términos relativos, espacios urbanos (en los 145 municipios de más de 50.000 habitantes) que concentran el 52,7 % de la población española, mientras el resto de los municipios (7.979), están ocupados por el 47,3 % restante. Naturalmente, esto da lugar a dos Españas: una muy densamente poblada, la urbana, y otra con densidades muy bajas, especialmente las de montaña o las que tienen una accesibilidad muy reducida. El envejecimiento de la población y el crecimiento demográfico negativo de la mayor parte de los espacios rurales son consecuencias de esas corrientes migratorias, y acentúan aún más las diferencias entre ambos espacios. El despoblamiento ha ido acompañado del envejecimiento de la población (ilustración 19). La emigración de la población impide las posibilidades biológicas de renovación de la misma, reduce el número de miembros por familia y el porcentaje de personas en edad joven (pulse aquí para acceder al mapa), favorece un crecimiento natural negativo (ilustración 20) y, somete al territorio a un círculo vicioso de la despoblación, del que es difícil salir (Laguna, 2004): no crece de forma natural la población, pero la emigración hace disminuir su número. De esta forma, la edad media de la población está entre los 52,6 y los 57,8 años en los municipios de menos de 500 habitantes, y entre los 41,6 y los 43,4 en los que tienen más de 50.000. Estos datos ponen de manifiesto las dificultades que los espacios rurales tienen para poder alcanzar un “índice de reposición” que les permita prever abandonar las cifras negativas de crecimiento.
  • 27. Ilustración 99. Tasa de envejecimiento (porcentaje de población que tiene 65 años o más), 2018. Pulse aquí para acceder al mapa 1. LAS PERCEPCIONES DEL DESPOBLAMIENTO DEL MUNDO RURAL. En 1951, cuando comenzaba a acelerarse el éxodo rural en España, veía la luz la película “Surcos”, dirigida por José Antonio Nieves Conde y basada en un guion de Eugenio Montes readaptado por Gonzalo Torrente Ballester. Tras los créditos, los primeros veinte segundos de la película ofrecen una declaración de intenciones, que merece la pena reproducir aquí: “Hasta las últimas aldeas llegan las sugestiones de la ciudad, convidando a los labradores a desertar del terruño, con promesas de fáciles riquezas. Recibiendo de la urbe tentaciones, sin preparación para resistirlas y conducirlas, estos campesinos que han perdido el campo y no han ganado la muy difícil civilización, son árboles sin raíces, astillas de suburbio que la vida destroza y corrompe. Esto constituye el más doloroso problema de nuestro tiempo. Esto no es símbolo, pero sí un caso, por desgracia, demasiado frecuente en la vida actual”. En los procesos sociales las ideologías juegan un papel determinante, tanto porque influyen en la forma de interpretarlos, como porque actúan como factores en su desarrollo. Estos procesos, como lo es la despoblación del mundo rural, son percibidos, mientras se producen y después, según el sistema de valores generado por el grupo social dominante, aquel que acaba consolidando su posición. No es de extrañar, pues, que la extraordinaria transferencia de población desde el mundo rural al de las grandes ciudades españolas fuese acompañado por la instalación en el imaginario colectivo, tanto de los habitantes del mundo rural, como del urbano, de una visión negativa de aquel, como algo obsoleto, inculto, trasnochado y abocado al fracaso, mientras este último era visto como el motor del desarrollo, de la innovación y de la riqueza. De ahí a considerar que las sociedades rurales, sus formas de vida y sus economías sólo eran un lastre para las modernas y dinámicas sociedades urbanas.
  • 28. Aún hoy, el diccionario de la RAE da tres definiciones de rústico muy significativas: “perteneciente o relativo al campo, tosco (poco trabajado, sin pulimentar), y hombre del campo”. Por el contrario, urbano se define como “perteneciente o relativo a la ciudad, y cortés, atento y de buen modo”. En la misma línea, pueblerino se define como “natural o habitante de un pueblo” y, utilizado como peyorativo, “dicho de una persona poco refinada en sus modales o en sus gustos, o carente de amplitud de ideas o puntos de vista”. Esta percepción, producto de las posiciones ideológicas que implementaban el modelo desarrollista español, se manifestaba en la información que vertían los medios de comunicación, el cine, etc. de forma que servía tanto para interpretar y justificar el proceso mientras se producía, como para crear en el imaginario de los habitantes menos favorecidos del mundo rural la idea de que en la ciudad les iba a esperar un “dorado” en el que podrían abandonar la miseria en la que vivían. Con la excepción de algunas excepciones, como la de “Surcos” y alguna otra, muy pocas voces se alzaron contra las humillaciones, el desencanto y el desarraigo de aquellos que abandonaban sus formas de organización social y sus modelos económicos, para incorporarse a unos nuevos, en los que eran discriminados y en los que se sentían ajenos. Habrá que esperar hasta los años ochenta para que comiencen a aparecer otras formas de ver el proceso de despoblación del mundo rural, y las primeras críticas a las formas en que se produjo. Serán, entre otros, Miguel Delibes, con sus “Los santos inocentes”, de 1981 y su “Castilla Habla”, de 1882, o Julio Llamazares, con su “Lluvia amarilla”, de 1988, los primeros en reclamar una revisión a esos valores en los que se basaban las formulaciones ideológicas anteriores. No parece casualidad que estas revisiones se diesen a la par que se ralentizaba la salida de población desde el mundo rural a las ciudades y comenzaba el crecimiento difuso de las ciudades: la salida de población y las actividades de los sectores secundario y terciario hacia los espacios rurales próximos o bien comunicados con ellas. El progresivo avance de la percepción de lo urbano como un espacio en el que la vida era más incómoda, insegura e insana que en los espacios rurales, a los que se asociaba con ideas de calidad medioambiental, de valores solidarios (en ocasiones, como hace el “neorruralismo” actual, como una alternativa a la sociedad capitalista), de seguridad, etc. acompañaba la salida de esa población que buscaba, entre otras cosas, un lugar en el que vivir a un precio que pudiese pagar, aunque eso fuese a costa de perder “accesibilidad” a los lugares de trabajo o a los prestadores de servicios o de unos impactos medioambientales muy negativos. Es interesante remarcar que estas formulaciones no se deben a la casualidad o a la “moda”, sino que se dan en un contexto que explican, para justificarlo. Si, desde finales del siglo XIX, se Ilustración 20 Fotograma de la película Surcos
  • 29. extendió la percepción del éxodo rural, y del vaciado de las regiones de la España interior, como algo necesario y sinónimo del progreso, desde los años ochenta del siglo veinte, la invasión de los espacios rurales por la población y actividades urbanas, con sus consecuencias sociales y medioambientales, se está viendo como la llegada del progreso a esos espacios y la mejora de la calidad de vida de esos nuevos emigrantes. ¿Dónde está el origen de esas formulaciones? No se trata de buscar intereses económicos de una forma simplista, sino de identificar cómo se justifican las consecuencias del funcionamiento de un “mercado”, que primero reasignó recursos desde las actividades agrarias y el mundo rural hacia las actividades de los sectores secundario y terciario y los espacios de las grandes urbes en los que se localizaban, y después, cuando el modelo anterior ya estaba maduro, por el crecimiento desaforado de esas grandes ciudades, el encarecimiento del suelo, la necesidad de buscar nuevas formas de abaratamiento de costes para competir en un mercado global, etc. planteó una nueva reasignación, esta vez desde esas ciudades hacia el antes denostado espacio rural. En ambos casos, lo que se justifica es el funcionamiento del “libre mercado”, más que el éxodo rural o el crecimiento difuso de las ciudades, para lo que se extiende la percepción de que es el motor del desarrollo económico y social, aunque orille del mismo a algunos sectores sociales, que más tarde serán absorbidos por el sistema. 3. EL DESPOBLAMIENTO UN PROBLEMA GEOGRÁFICO En los últimos meses, el problema de la despoblación de amplios territorios rurales está ocupando un creciente espacio en los medios de comunicación y, por ello, en la opinión pública y en las iniciativas de las administraciones; sin embargo, en los currículos de geografía, al menos en enseñanza preuniversitaria, tan apenas tiene tratamiento y, cuando lo tiene, siempre es asociado al éxodo rural, como un proceso histórico (en el sentido literal: articuló realidades del presente, pero ya acabó), ignorando que es una realidad con la que los ciudadanos de hoy en día conviven. Pero ¿por qué la geografía, y no otras materias, deben hacerse cargo de la enseñanza- aprendizaje del conjunto de contenidos asociados con el problema de la despoblación? Porque La geografía es el saber que tiene como objetivo el conocimiento del territorio; esto es, de las interrelaciones entre las sociedades y los espacios en los que habitan y transforman en su territorio, y los procesos de despoblación y repoblación, según el caso, son especialmente relevantes en la conformación Imagen 1. Crecimiento demográfico, 2016
  • 30. de los territorios. Hay otro argumento a tener en cuenta: identificar, comprender y analizar el problema del despoblamiento (y los de la repoblación) requiere recurrir a aprendizajes relacionados con el relieve, la climatología, los recursos naturales, las dinámicas demográficas, las actividades económicas y sus plasmaciones espaciales, etc. En resumen, los problemas de despoblamiento del mundo rural pueden, perfectamente, ser un eje articulador de los contenidos curriculares de los procesos de enseñanza-aprendizaje geográficos, y hacerlo a partir del estudio de lo cercano: del contexto en el que desarrolla su vida el alumno, de procesos del pasado reciente que han conformado su forma de ser y pensar, y de problemas con los que va a convivir en el futuro. ¿Acaso el envejecimiento, los problemas de conservación del medio y los desequilibrios territoriales en el reparto de recursos no tienen una relación íntima con la despoblación? Además, estos problemas tienen un importante valor añadido, de singular interés formativo, ya que plantea el conocimiento del contexto espacial como algo que no es neutro: trabajar la despoblación/repoblación no es sólo conocerla es asumir que los recursos no se reparten de una forma homogénea o según criterios de igualdad social o de calidad ambiental. 4. LA DESPOBLACIÓN EN ESPAÑA. PROYECTO ESCOLAR (ALUMNOS 14-18 AÑOS) PARA TRABAJAR EL PROCESO DE DESPOBLACIÓN EN ESPAÑA. Los materiales curriculares (se encuentran en: https://arcg.is/0mGizD) que presentamos se articulan en torno a los contenidos relacionados con los procesos de despoblamiento y repoblación, y persiguen una formación competencial utilizando herramientas SIG y, en general, las ofrecidas por las nuevas tecnologías, estrategias que implementen la participación y colaboración del alumno/a en la construcción de sus aprendizajes, el desarrollo de actividades con cierto contenido lúdico, y el potenciamiento del empoderamiento en el alumnado (única herramienta para poder aprender a aprender y a tomar decisiones adecuadas ante los problemas). Este conjunto de materiales ha sido elaborado, por los autores de este artículo, con la colaboración de un “grupo de trabajo” de profesores de Educación Secundaria articulados en torno al uso de cartografía digital para conseguir aprendizajes competenciales. El formato es el de un libro digital en el que se desgranan los contenidos a partir del siguiente índice: ● Instrucciones de uso en un breve capítulo introductorio. ● Localización y descripción de Ainielle (Huesca), un pueblo abandonado, haciendo hincapié en los cambios espaciales ocurridos desde de despoblación hasta la actualidad. ● Concepto de despoblación y diferencias con el de “desierto demográfico”, y su plasmación en España: los pueblos abandonados españoles. ● Relaciones entre despoblación, crecimiento vegetativo negativo y envejecimiento. ● La situación y problemática de las actividades agrarias en España, y su relación con el vaciado demográfico de algunos espacios y pueblos. ● La calidad de vida en el mundo rural, evaluada a partir de dos criterios: servicios disponibles y accesibilidad, y su relación con los procesos de despoblación y los (recientes) de repoblación. ● Conceptos de “desequilibrios territoriales” y “ordenación territorial”. Problemas asociados a la despoblación y políticas e iniciativas tomadas frente a ese proceso, tanto por la Unión Europea como por las administraciones españolas, incluso por la
  • 31. propia sociedad afectada. ● Un ejemplo de repoblación: Granadilla, Cáceres. El modelo didáctico del que partimos en el del “currículo bimodal” (MARQUÉS, P. y ÁLVAREZ CÁNOVAS, I, 2014): clasificamos los materiales en dos tipos: por un lado, identificamos y ofrecemos explicados los conceptos básicos y esenciales para realizar los aprendizajes, y, por otro, planteamos un conjunto de actividades “por proyectos” encaminadas a la construcción del conocimiento de quien las realiza. Se trata, en definitiva, de que incomprensión de alguno de esos conceptos básicos no impida la realización de tareas y, por el contrario, que la realización de esas tareas refuerce la construcción del conocimiento y la comprensión de los pilares conceptuales en los que se sustenta. El profesor que utilice estos materiales puede optar entre tres formas de utilizarlos: 1. Utilizar sólo los mapas ya elaborados (más la información en otros formatos que va apareciendo, para guiar el descubrimiento) para la resolución del problema planteado en cada uno de esos mapas. 2. Utilizar únicamente las aplicaciones que llevan consigo un conjunto de herramientas orientadas a que el alumno/a usuario/a realice tareas con el mapa, sus capas, etc. buscando la realización de aprendizajes activos, en los que priman los relacionados con las destrezas de análisis espacial y la construcción de conocimientos. Un ejemplo de estas aplicaciones puede ser este: https://arcg.is/1mG1XP, sobre la agricultura a “tiempo parcial”. 3. Una tercera opción es utilizar el conjunto de materiales, tanto los orientados a enseñar, como los que lo hacen hacia aprender. El uso de las herramientas SIG se dirige a tres objetivos: 1. La identificación de los elementos que configuran ese espacio y las relaciones que mantienen entre sí y que dan lugar al territorio, y su manifestación más evidente en el paisaje. 2. La utilización de estrategias que implementen el trabajo de los alumnos/as con SIG, pero sin que las dificultades devenidas de los aprendizajes de su uso se conviertan en un obstáculo o en contenido esencial de los aprendizajes.
  • 32. Por otro lado, los SIG han avanzado mucho en los últimos años en su empeño por ofrecer nuevas y más eficientes formas de comunicación en temas espaciales: a partir del mapa o mapas, como elemento de representación del espacio o de lo que ocurre en él, se pueden articular diferentes formatos de comunicación, como imágenes, vídeos, textos, gráficos, tablas de datos, etc. que complementan el proceso comunicativo dando lugar a una información más clara y evidente. En la actualidad, el lenguaje HyperText Markup Language, en su versión 5, permite articular conjuntos de contenidos, a modo de libros digitales o Story Maps, que resulten “inmersivos”; esto es, que atraigan al lector y lo conduzcan en el recorrido por los contenidos y aprendizajes planteados, apoyándole allí donde pueda tener dificultades o implementado que tenga que tomar decisiones, cuando se trate de avanzar en el discurso planteado. BIBLIOGRAFÍA ELLIS, E. C., K., GOLDEWIJK, K.,SIEBERT, S., LIGHTMAN, D, y RAMANKUTTY, N. 2010. Anthropogenic transformation of the biomes, 1700 to 2000. Global Ecology and Biogeography 19(5):589-606. GARCÍA RUIZ, J.M y LASANTA, T. 1990. Land use changes in the Spanish Pyrenees Mountain Research and Development, 10 (3):267-279. LAGUNA, M. 2004. Variabilidad espacial de las políticas de desarrollo rural y de protección ambiental en la gestión del territorio del Pirineo Aragonés, Universidad de Zaragoza, Departamento de Geografía y Ordenación de Territorio, 553 pp. LASANTA, T. y ERREA, M.P. 2001. Despoblación y marginación en la Sierra riojana. Instituto de Estudios Riojanos, Logroño, 181 pp. MARQUÉS, P. y ÁLVAREZ CÁNOVAS, I. El currículo bimodal como marco metodológico para la evaluación. Principios básicos y mejoras obtenidas en aprendizajes y rendimientos de los estudiantes. Barcelona, Universidad Autónoma de Barcelona, 2014. [En línea] Disponible en: < http://www.redalyc.org/html/3421/342130842008/> [Consulta diciembre 2018] NOTAS: Imágenes: Fotograma de la película Surcos, obtenida de la Web de RTVE del programa Historia de Nuestro Cine, dedicado a la película “Surcos”, emitido “en abierto”, el 15 de mayo de 2015. [En línea] Disponible en: http://www.rtve.es/alacarta/videos/historia-de-nuestro-cine/historia- nuestro-cine-surcos/3126543/ [Consulta febrero 2019] Todos los mapas y la barra de herramientas son de elaboración propia y de dominio público. Imagen 2. Barra de herramientas tipo en las aplicaciones del SIG utilizado
  • 33. Todos los mapas se pueden reeditar para acentuar el tono o el contraste de los colores. Se envían en formato PNG para poder modificar la distribución y tamaño en la edición.