EL QUIJOTE.pdf Libro adaptado de la edicion vicens vives de clasicos hispanicoss
La fogata
1. LA FOGATA
26 diciembre de 2013
A pesar de que en el noticiero de la televisión dijeron que el día empezaría a las 6:45 am,
para aquél cansado hombre empezó a las 5:00 am, cuando se levantó de su fría cama
después de otra noche más a medio dormir, no recordaba ya él cuando había sido la última
noche en la cual durmió bien, soñó y descansó; ahora solo eran noches a medio dormir,
esperando otro reclamo, otra crisis, otra discusión sin fin…
Caminó a su obra social del día, aprovechaba para relajarse con el fresco aire de las
mañanas llenas de neblina, veía el amanecer en las calles de la ciudad de Salvatierra
observando el ir y venir de los madrugadores quienes se dirigían rumbo a las escuelas y
trabajos respectivos, así como el regresar lento de los trasnochados.
Las panaderías ya abrían para dejar escapar el seductor aroma a pan recién salido del
horno.
De regreso a casa, empezaba el dolor ese en los pies, ese que él achacaba al peso de
medio siglo sobre su espalda, sentía también el dolor en el pecho que le hacía recordar que
estaba vivo. Abre la puerta de la casa resignado a saber que algo ha de haber hecho mal,
abre el buzón del correo y extrae las cartas, cruza el jardín, un suspiro es el comentario al
ver sus sueños arrumbados, descuidados y maltratados; entra lentamente a la sala, y antes
de cruzar las primeras palabras con su pareja, se llena de paciencia y resignación, sabe que
ya una de sus hijas se fue a la escuela, que pronto la otra se irá a trabajar, sabe también que
no debe abrazarlas ni besarlas para no despertar los celos rutinarios en su esposa.
Suspira de nuevo y piensa en la fogata, esa fogata que ha planeado por tanto tiempo, la
fogata de año nuevo. Empieza la rutina del maltrato diario, la humillación velada es el
desayuno, y un recordatorio de que sin ella él no sería nada es el almuerzo.
La esposa sale no sin antes gritar desde la puerta varias órdenes para que los vecinos
sepan quién es quién manda en ese “hogar”. El hombre de medio siglo se va al trabajo, a
escuchar los reproches de cada día de parte del patrón, está acostumbrado a saber que no se
le reconocen sus esfuerzos, pero ese día será especial porque tendrá su fogata, nadie se lo
arruinaría; dio su mejor sonrisa al patrón y dio su mayor esfuerzo como siempre.
2. De regreso, por la tarde, abrazó a su hija quien todavía llevaba el uniforme escolar, ella le
regresó un frio abrazo, a pesar de que aquel hombre daría su vida por ella sin titubear, sin
preguntar; aún así, no hubo un “te quiero” porque eso es tan cursi y pasado de moda.
El dilema en su cabeza se ilumina con la esperanza de su fogata, por fin era la hora, tomó
lo poco que era de él, cupo en una vieja maleta, salió rumbo al Este, caminó decidido,
callado y planeando su fogata.
Había escrito una carta llena de insultos, diciendo que se había escapado con una mujer
mucho más joven y hermosa, para que los vecinos y familiares no culparan a su esposa, fue
su último regalo.
Una cajetilla de cigarros dejó en el suelo, un viejo encendedor en su mano, con su acta de
nacimiento encendió la fogata, miró fijamente al fuego azul, vio cómo su acta se tornaba
cenizas, ya no tenía nombre. Quemó su ropa, una a una, reciclando sus posesiones para
regresarle al mundo lo que tomó del mundo; quemó su música, así se quedó sin gustos,
quemó sus escritos, así se quedó sin metas; se recargó en el viejo árbol, cerró los ojos y
comenzó a orar a su manera, en silencio, convencido, el fuego fue consumiendo las fotos y
se quedó sin recuerdos, las llamas se propagaron en torno al árbol, el destino le alcanzó,
deteniendo el latir de su corazón, y así se consumió en su propia fogata, esa última voluntad
nadie se la pudo negar.
Y se dice que desde esa noche de año nuevo se escucha a un hombre recitar sus versos
entre esos árboles de aquel cerro tan cercano a Salvatierra.