1. Cub Dehoniana 121:Cub Dehoniana 120 25/09/12 19:14 Página 1
edición española
Cartas del Superior General y su Consejo en 2011
- Para el 14 de marzo, aniversario del nacimiento
del Padre Dehon.
- Con motivo de la solemnidad del Corazón
de Jesús.
- Para la celebración de la Navidad.
dehoniana
La salvación cristiana, un don de lo alto
- Divagaciones sobre la conciencia y sobre
la pastoral social.
La fuerza de la solidaridad
-Opción por y con los pobres para un buen
ambiente.
1/2012
La identidad no resuelta
- León Dehon, entre mito e historia. ¿Un olvido
de lo social?
La dimensión social del carisma dehoniano
- La reconciliación, como su eje transversal.
LA ECONOMÍA:
PARA LA DIFUSIÓN
DE LA SOLIDARIDAD
Sacerdotes del Sagrado Corazón de Jesús 121
Reparadores | Dehonianos
AÑO XXXIX • Nº 121 • 2012/1
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4. dehoniana edición española
AÑO XXXIX • Nº 121 • 2012/1
LA ECONOMÍA:
PARA LA DIFUSIÓN
DE LA SOLIDARIDAD
Provincia Española SCJ - Balbina Valverde, 5 – 28002 MADRID
2012
5. dehoniana
edición española
AÑO XXXIX • Nº 121 • 2012/1
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[El presente número 121 de la edición española de DEHONIANA (concluido en
Valencia en septiembre de 2012) corresponde al número 16 de la edición típica
romana (año X/2012)].
6. SUMARIO
Presentación: Economía y solidaridad .............................................. 11
CARTAS DEL SUPERIOR GENERAL EN 2011
1. Del 25 de febrero de 2011, con motivo del aniversario
del nacimiento del Padre Dehon ................................................ 17
El 14 de marzo, fecha del nacimiento del P. Dehon, se celebra con
oraciones y acción de gracias por las nuevas vocaciones, religiosas
y laicales, que puedan continuar el carisma que él nos dejó. Con la
carta de 2011 se invita a toda la Familia dehoniana a volver a con-
siderar los aspectos fundamentales del carisma dehoniano: “la
acción social cristiana y la vida de amor, de reparación y de inmo-
lación al Sagrado Corazón de Jesús”. La urgencia, propia del Padre
Dehon, de estar presente entre los hombres de su tiempo, sobre
todo entre los más pobres, viene evidenciada con los pasajes rápi-
dos y eficaces de una entrevista.
Se nos evoca el año 1897 como el más difícil. Las confrontaciones
sobre la dirección y el perfil que había que dar a la Congregación
fueron causa de desilusiones y tuvieron sus consecuencias. Algunos
cohermanos consideraron traicionada por el Fundador la vocación
de los inicios, por el rápido crecimiento de la Congregación, por la
expansión a países lejanos o el compromiso con los problemas
sociales entonces más actuales. Después de diversos momentos
difíciles, sólo en 1912 –treinta y cinco años después de la fundación
de la Congregación– el P. Dehon escribió una carta a todos los
cohermanos en la que una vez más pone de manifiesto que eran los
dos tipos de apostolado los que le agradaban de manera especial:
llevar a los hombres al amor del sagrado Corazón de Jesús y pro-
mover una sociedad más justa, sobre todo para los trabajadores y
los más pequeños.
dehoniana 5
7. 2. Del 5 de junio de 2011, con ocasión de la fiesta
del Sagrado Corazón de Jesús.
“Libres y solidarios en la gestión de los bienes” ....................... 27
El título realza, por sí mismo, las intenciones de esta carta sobre la eco-
nomía: el camino de libertad y de solidaridad que debe guiar a la
Congregación en la gestión de los bienes. La carta, enviada con ocasión
de la fiesta del Sagrado Corazón, recuerda que quien se pone a seguir a
Cristo nutre un comportamiento de libertad, que se convierte en la base
de una nueva relación entre los miembros de la comunidad reunidos en
su nombre. Somos llamados de modo especial a la solidaridad con
quienes están excluidos de los bienes que Dios ha creado para todos.
Estamos llamados a ofrecer a todos unas condiciones de vida dignas y
a asegurar un sentido equilibrado de respeto para con la creación, que
permita la vida a las generaciones futuras. Todo esto comienza por el
cambio de corazón, a ejemplo de Jesucristo que, entregado totalmente
al proyecto del Padre, demostró tener un corazón de pobre. Cuando
falta la presencia del verdadero Señor del universo, aparecen otros
señores, pero no tienen la fuerza, la sabiduría y la bondad de su poder.
En la tercera parte de la carta encontramos las sugerencias para
alcanzar un estilo de libertad. La mera enumeración de los párrafos
deja adivinar la riqueza de las orientaciones que en ella se ofrecen:
“Prestos a pasar del yo al nosotros”; “Corresponsables en la adqui-
sición y en la gestión de los bienes”; “Administradores atentos de
los bienes de la comunidad”.
2b. Del 10 de diciembre de 2011, para las fiestas navideñas.
Navidad, fiesta para todos ........................................................ 45
Dado que la edición española de “Dehoniana” aparece entrado el
año 2012, así como para responder mejor al título de esta sección y
completar en ella la serie de Cartas del Gobierno General a la
Congregación durante el año pasado, publicamos a continuación el
Mensaje para las Fiestas Navideñas del Superior General y su
Consejo, subtitulado: “Navidad, fiesta para todos”, que está fecha-
do en Roma el 10 de diciembre de 2011 y se dirige esta vez “a los
Superiores de las Entidades SCJ”.
6 dehoniana
8. LA SALVACIÓN CRISTIANA, DON DE LO ALTO
3. P. Aimone Gelardi, scj
Divagaciones acerca de la conciencia y de la pastoral social ... 51
Un “fragmento” –así se podría definir el hallado entre los escri-
tos del Padre Dehon–, que define la conciencia de un modo sin-
gularmente moderno y en línea con cuanto se lee en la Gaudium
et Spes, n. 16, es el punto de partida para estas consideraciones
acerca de la pastoral social. El texto, que no se puede decir con
certeza si es de Dehon o solo una simple cita del pensamiento de
otros, dice: “La conscience est la voix intérieure de la rai-
son appliquée aux actes de la vie morale”: La conciencia
es la voz interior de la razón aplicada a los actos de la vida
moral.
A partir de algunas “divagaciones” sobre la conciencia, el artículo
profundiza en el tema de la salvación que se anuncia como el pri-
mero de los elementos en todo discurso de liberación, crecimiento
humano, libertad y justicia, por los que empeñarse con y para los
contemporáneos (Regla de Vida 38). Hacerse una persona libre sig-
nifica principalmente ayudarse a sí mismo en la verdad, conocerse
y actuar con discernimiento.
Para llegar a esto, hace falta superar la pérdida de la capacidad de
hablar de la fe y de los valores, y testimoniar la fe con parresía: que
es auténtica cuando quien la ejercita se compromete y antepone a
todo la verdad consigo mismo y sobre sí mismo.
Finalmente, a propósito del compromiso por la justicia y el des-
arrollo, se recobran algunos pensamientos del Padre Dehon
sobre la moral social y su lugar en el Evangelio, que no es un
catecismo didáctico, pero traza las grandes reglas de la moral
social y privada: “El decálogo es la base de todas las legislacio-
nes humanas y de todas las realidades sociales. Todo el males-
tar social actual proviene de alguna violación del decálogo: el
trabajo servil del domingo, el desprecio de la reglas de respeto
y justicia en la organización industrial o en el contrato de tra-
bajo, etc.”.
dehoniana 7
9. LA FUERZA DE LA SOLIDARIDAD
4. P. Francisco VanderHoff-Boersma, scj
Opción por y con los pobres para un buen ambiente .............. 85
El P. Francisco VanderHoff-Boersma es un sacerdote de la
Congregación que, durante más de treinta años, ha trabajado entre
los poblados indígenas en las montañas de Sierra Juárez de Oaxaca,
en México, con los productores de café de 58 aldeas del Isthmus. En
1982, fue decisivo para crear una cooperativa de café llamado
UCIRI. En unión de Nico Roozen, Francisco fundó la organización
Max Havelaar Fair Trade, que hoy factura millones en todo el
mundo de la economía con ese nombre de “Fair Trade” y es célebre
por su política económica que tiene el aire de la equidad. El Padre
ha recibido numerosos reconocimientos internacionales, así como
doctorados “honoris causa”. En 2007 fue invitado por el Ministerio
de Agricultura y Ambiente de Holanda a pronunciar la conferencia
Groeneveld sobre el desarrollo sostenible. En el presente artículo, el
autor cuenta el camino recorrido hacia el reconocimiento de la dig-
nidad del hombre y de todo hombre.
El texto que presentamos nos ha sido remitido personalmente por
el propio autor, traducido del holandés –sobre un trabajo previo del
P. Egidio Driedonkx– con ocasión de un reciente viaje que ha hecho
a su patria. Le agradecemos vivamente este envío y, en atención a
sus deseos, no hemos introducido sino alguna mínima corrección
de carácter material.
UNA IDENTIDAD NO RESUELTA
5. P. Yves Ledure, scj
León Dehon, entre mito e historia. ¿Un olvido de lo social? ... 113
La doble problemática (historia y mito) a la que alude el título de
esta aportación está presente en todas las grandes fundaciones de
tipo espiritual y religioso. Si es legítimo que una congregación for-
mule aquello que se podría llamar un “mito de fundación”, que
8 dehoniana
10. movilice los entusiasmos de los comienzos, no es menos evidente
que la historia termina reduciendo el mito: si no por contestar su
legitimidad, al menos por limitar su alcance y señalar sus errores.
Nuestra Congregación no está exenta de esta confrontación. En el
presente estudio emerge toda la pasión del Padre Dehon por dar un
sentido a la dimensión social en el marco de de los rápidos cambios
espirituales, culturales y sociales de su tiempo.
La lectura de la historia de aquellos años pone de manifiesto la
interferencia de varias personalidades en los inicios de nuestra
Congregación, con la consecuencia de una interacción no siempre
lograda y clara entre los primeros cohermanos. Las personalidades
distintas sobrecargaron el proceso de los orígenes, el enfoque espi-
ritual contrastó decisivamente con la atención a lo social que ani-
maba la intuición del P. Dehon. Los tres elementos de búsqueda con
los que el artículo concluye están llamados a esclarecer la cuestión
de la identidad de la Congregación.
LA DIMENSIÓN SOCIAL DEL CARISMA DEHONIANO
6. P. Cláudio Weber, scj
La reconciliación, como su eje transversal ............................... 151
La ponencia presentada por el P. Cláudio Weber en Madrid (21-22
de noviembre de 2011) tuvo como tema: “La reconciliación, como
valor presente en toda la misión dehoniana, especialmente en el
compromiso a favor de la justicia y de la paz”.
En el primer punto, el Padre recuerda el itinerario de la dimensión
social como constitutiva del carisma, desde el Padre Dehon hasta
nuestros días. En el segundo, justificando la nueva denominación del
sector de “Justicia, paz y reconciliación”, reflexiona sobre la reconci-
liación espiritual y social a partir de la misión reparadora, que hace de
cada dehoniano un profeta del amor y un servidor de la reconciliación
(cf. Cst 7); e invita a los dehonianos a vivir como reconciliados y a com-
prometerse con la reconciliación de los hombres con Dios y entre sí.
El tercer punto se concentra más sobre la reconciliación social,
como una tarea dehoniana para asumir, con los pobres y excluidos,
dehoniana 9
11. los conflictos sociales actuales, en cualquier lugar en que seamos
llamados a llevar a cabo nuestro apostolado; propone la organiza-
ción y la formación de las personas más vulnerables, para que ten-
gan la posibilidad de hacerse sujetos de una vida más digna.
El texto termina con un desafío a nuestra formación y organiza-
ción, tanto en el ámbito local como en el de la Congregación, con
vistas a una aportación más competente y eficaz en nuestra misión
por instaurar el Reino del Corazón de Jesús en las almas y en las
sociedades.
N.B. La presente edición española de DEHONIANA 2012 incluye,
como anejo a la ponencia del P. Weber aquí presentada, el comu-
nicado final del Encuentro de Justicia, Paz y Reconciliación cele-
brado en Pozuelo de Alarcón (Madrid) los días 21 y 22 de noviem-
bre de 2011 (cf. pp. 166-168 de la revista).
7. APÉNDICE:
“Colligite tragmenta... ne quid pereat” (Jn 6,12) ..................... 169
Índice .................................................................................................. 175
10 dehoniana
12. PRESENTACIÓN
ECONOMÍA Y SOLIDARIDAD
E n el año en el que la Congregación ha sido invitada y anima-
da a reflexionar sobre la economía como compromiso social,
con vistas una mayor difusión de la solidaridad, hemos preparado
este número de DEHONIANA, poniendo sobre el tapete algunas
cuestiones problemáticas que podrán ayudarnos ulteriormente a
la reflexión sobre ese aspecto que ha de cualificar nuestra vida
religiosa y nuestra relación con el mundo. La educación para la
solidaridad y el compromiso social es una asignatura difícil para
quien la enseña y para el que la aprende. Quizá por eso Jesús,
nuestro Maestro, quiso dedicar a los pobres la primera bienaven-
turanza.
No es verdad que se nazca con ella aprendida, sino que se
llega a la condición de libres y solidarios respecto al dinero des-
pués de largos, costosos y comprometidos deberes o ejercicios.
Debemos convencernos de que este aprendizaje requiere un tiro-
cinio o noviciado difíciles: tan difíciles, que el Señor quiso reser-
varse personalmente la enseñanza de esta disciplina. Y es que en
la solidaridad se educa y se entrena. Consiste en un cambio que
nace de lo profundo del alma, purificando nuestras actitudes
mediante la libertad del corazón, con la ayuda de un régimen
sobrio de vida, compartiendo los bienes y solidarizándonos con
dehoniana 11
13. los más pobres. Solo así se pueden eliminar las injusticias y asu-
mir un estilo de vida que llegue a ser profecía del Reino.
Esperamos que las distintas aportaciones de este número de la
revista contribuyan a caldear progresivamente nuestros desvelos
y motivaciones.
La solidaridad, como anuncio
La primera lección que hay que enseñar a quien quiera apren-
der a vivir la pobreza solidaria es que la riqueza es una cosa buena.
Encontramos esta constatación, muy bien formulada, en la carta
que el Padre General y su Consejo nos enviaron con ocasión de la
fiesta del Sagrado Corazón de Jesús de 2011. Los bienes de la tie-
rra no son realidades malditas, sino todo lo contrario. Tampoco lo
es el dinero. Los bienes terrenos no tienen el estigma de la conde-
na. En todos ellos, al igual que en los seres que durante los días de
la Creación fueron saliendo de las manos de Dios, se puede colo-
car el rótulo: “Cosa en verdad muy buena” (cf. Génesis 1,4 ss).
Para el Padre Dehon, el amor contemplado y vivido en el Corazón
de Cristo desemboca de un modo natural en la vida de los pueblos
y recrea a las personas. Lo divino y lo humano confluyen, y por
ello es preciso tener muy presentes las necesidades del mundo,
aportando actitudes y proyectos en favor de los que lo pasan peor.
Si la riqueza de la tierra es buena, sin embargo existe otra cosa que
es todavía mejor: la riqueza del Reino, de la que la primera es un
signo muy pálido. Nos costará mucho hacerlo entender así, pero
es el núcleo de todo el problema. Hacerse pobre no debe equiva-
ler a despreciar la riqueza, sino a declarar solemnemente, por
medio de la renuncia, que el Señor es la suprema riqueza.
Análogamente, hacerse pobre significa dar testimonio a los
caminantes distraídos de la dimensión “simbólica” de la riqueza,
y hacer que todos tomen conciencia de la realidad significada que
está más allá de ella. Ser pobre quiere decir, en último término,
convertirse en parábola viviente de ese “más allá”. En este senti-
12 dehoniana
14. do, antes que una renuncia, la pobreza es un anuncio: un anuncio
del Reino que vendrá. Dios, el Padre, está en el origen no solo de
los necesarios bienes de esta tierra, sino también de cualquier otro
bien esencial para la vida plena y la felicidad de sus hijos e hijas.
Solidaridad y compromiso social
en perspectiva educativa
La experiencia de la bienaventuranza filial no es connatural a
nuestro ser humano, sino que es un don del Espíritu santo. Por
ello, tenemos necesidad de un camino de educación del corazón,
a la luz que procede del Corazón de Cristo. La aportación del
P. Aimone Gelardi recupera algunas consideraciones del Padre
Dehon sobre el don de consejo, en cuando acto de prudencia y
como luz mediante la cual el Espíritu manifiesta lo que hay que
hacer en una situación concreta. La reflexión se centra después en
torno al conocimiento de sí y del camino para llegar a ser libres en
la observancia de las leyes de la conciencia, así como sobre la
necesidad de la sabiduría y de la vida interior para discernir y
practicar el bien. El mismo Jesús vivió este contacto libre, huma-
no y gozoso con los bienes materiales, y lo propuso a aquellos que
se adhirieron a él. Desde este recorrido se comprende que el reli-
gioso renuncie a esos bienes con el fin de estar más libre para ser-
vir. Así es como se introduce en el discurso la importantísima
categoría del servicio, que debe ser tenida en cuenta por todo
aquel que quiera educarse en la solidaridad. Para lavar los pies es
necesario quitarse ropa, como hizo Jesús que, antes de aquel
“sacramental” lavatorio de pies realizado a los apóstoles, “se quitó
el manto”. El que quiere servir debe renunciar a las cosas; quien
desea estar con los últimos, para animarlos a caminar en el segui-
miento de Cristo, necesariamente debe aligerarse de sus enseres.
Quien quiere invitar a Cristo a su casa debe dejar el árbol,
como Zaqueo, y llevar a cabo aquellas conversiones “verticales”
que concluirán inexorablemente con la expoliación a favor de los
dehoniana 13
15. pobres. Se trata, por tanto, de la alegría, que connota la renuncia
cristiana, el testimonio, no la ostentación. Da luz a este propósito
el relato del P. Francisco VanderHoff-Boersma, que ha trabajado
más de treinta años en los montes de Sierra Juárez (Oaxaca,
México) y fue decisivo en la creación de una cooperativa del café
que ha resultado fundamental para la promoción de su gente.
El compromiso social como opción y como denuncia
Ante las injusticias del mundo, la inicua distribución de las
riquezas, la entronización del lucro en el peldaño más alto de la esca-
la de valores, el dehoniano no puede guardar silencio. Todos estamos
llamados a hacer fructificar aquello que recibimos. El P. Yves Ledure,
en un estructurado excursus histórico, hace ver cómo el Padre
Dehon pretendió dar un sentido a la dimensión social dentro de
los rápidos cambios espirituales, culturales y sociales de su tiem-
po, poniendo de manifiesto las interferencias de otras personali-
dades en los comienzos de la Congregación, con la consecuencia
de una amalgama no siempre lograda y clara.
Pero aún hoy debemos preguntarnos por los servicios concre-
tos que mejor corresponden a las presentes necesidades de los
pobres. El religioso dehoniano no puede callar ante los modelos
del derroche, del acaparamiento codicioso, de la dilapidación de
los recursos ambientales. No puede abandonar a aquellos que tie-
nen mayor necesidad de solidaridad y de presencia evangelizado-
ra. Compartir los bienes propios asume el carácter de una solida-
ridad inmediata, pero es necesario ofrecer también una
solidaridad amplia, capaz de perdurar a lo largo del tiempo y de
renovarse. La aportación del P. Cláudio Weber que publicamos,
pronunciada en el Encuentro de Madrid los días 21 y 22 de
noviembre de 2011 con el título de “Justicia, paz y reconciliación”,
hace ver cómo durante años han existido intentos y desvelos
diversos para que la cuestión social se mantuviese como una rea-
lidad central en la Congregación. Emerge en dicho texto que la
14 dehoniana
16. verdadera profecía se convierte en protesta, estímulo, propuesta,
proyecto; nunca en instrumento para aumentar el propio presti-
gio o, aún peor, para escaladas rampantes. Es una pobreza que se
hace martirio, tanto más digno de crédito cuanto más se está dis-
puesto a pagar por él personalmente. Es lo que hizo Jesucristo,
que no contrató ni pagó salvadores, sino que se hizo él mismo sal-
vación y, para enriquecernos, se hizo pobre hasta el anonada-
miento.
Un verdadero servicio a los pobres debe saber llegar a las cau-
sas de su pobreza; de modo que, además de compartir nuestros
bienes con ellos, exista la denuncia valiente de las injusticias y de
los abusos y se dé la educación en el coraje político en pro de la
justicia y de la solidaridad. Los últimos no han de ser considera-
dos solo como los destinatarios de nuestras exuberancias caritati-
vas o como terminales de nuestras efusiones humanitarias, sino
como los protagonistas de la historia de la salvación que el Señor
sigue queriendo realizar en la tierra a favor de todos.
Rinaldo Paganelli, scj
dehoniana 15
17. El logotipo que tenemos ante nosotros nos recuerda que la educación parte del corazón, de nuestra
espiritualidad, de nuestro modo concreto de educar, de lo que somos. El corazón está abierto y dado
como el Corazón de Jesús. Nuestro trabajo es depositar una semilla. Los frutos y las hojas, que son
las nuevas generaciones, no nos pertenecen. Educar es una forma de “dar la vida porque la tenemos
en abundancia” (cf. Jn 10,10). [De la intervención del P. Jesús Valdezate Soto, scj, Superior provincial español,
al introducir la VIII Conferencia general celebrada en Neustadt en julio de 2012].
18. CARTAS DEL SUPERIOR GENERAL EN 2011
DEL 25 DE FEBRERO, CON MOTIVO
DEL ANIVERSARIO DEL NACIMIENTO
DEL PADRE LEÓN DEHON
Prot. N. P30/2011
Roma, 25 de febrero de 2011
Q ueridos todos:
Celebrar el nacimiento de una persona estimada y venerada
es reconocer que su existencia es para nosotros un don de Dios. El
14 de marzo, día del nacimiento del Padre Dehon, merece cele-
brarse con acción de gracias y con la plegaria por nuevas vocacio-
nes, religiosas y laicales, que puedan llevar hacia adelante el
carisma que él nos transmitió. La fecha es también una buena oca-
sión para conocer mejor la rica personalidad y la profunda expe-
riencia de fe de nuestro Fundador.
Este año invitamos a la Familia Dehoniana a repensar de
nuevo, con la ayuda de una entrevista preparada por el P. Stefan
Tertünte (GER), a quien la hemos pedido y por la que le damos las
gracias cordialmente, un aspecto fundamental del carisma deho-
niano. Sobre este tema, queremos recordar lo que el P. Dehon
escribió en 1910: “Fui guiado por la Providencia para abrir diver-
sos surcos, pero dos sobre todo dejarán una huella profunda: la
acción social cristiana y la vida de amor, de reparación e inmola-
ción al Sagrado Corazón de Jesús. Mis libros, traducidos a varias
dehoniana 17
19. lenguas, hacen llegar a todas partes esta doble corriente que brota
del Corazón de Jesús. ¡Gracias a Dios!” (NQT XXV/1910, 33).
También nosotros damos gracias a Dios por el nacimiento del
P. Dehon, por su vocación y su misión. Y damos gracias al Señor
por la gracia de poder ser discípulos de un maestro y pastor “que
siempre ha estado atento a estar presente entre los hombres de su
tiempo, sobre todo entre los más pobres, entre los que carecían de
recursos, de razones para seguir viviendo, sin esperanza alguna”.
Gracias también por la Iglesia, que continúa proponiendo su
misión en formas nuevas, tal como hace 40 años se decía en el
Sínodo de los Obispos de 1971: “Trabajar por la justicia y partici-
par en la transformación del mundo, aparece claramente como la
dimensión constitutiva del Evangelio” (Justicia en el mundo, 6).
Reverendo Padre Dehon, dentro de poco celebraremos
el 168º aniversario de su nacimiento. Acaso sería un buen
momento para considerar, desde una cierta distancia,
algunos temas que usted, como Fundador, tenía muy pre-
sentes en su tiempo.
–Querido hermano, mis años no me permiten ya largas
entrevistas, si fuera tan amable como para limitarse a algu-
nos temas centrales…, se lo agradecería.
Comencemos, pues, con una pregunta muy sencilla:
¿qué año fue para usted, en cuanto Fundador de una con-
gregación, el más difícil?
–Debe saber que, como Fundador de una Congregación
religiosa, estaba continuamente enfrentándome a muchos
problemas: salvaguardar la independencia de la Congregación
ante la Diócesis era una lucha continua; los problemas econó-
micos me acompañaron hasta el final de mi vida; el reconoci-
miento por parte de Roma fue extremadamente difícil; la cali-
dad de los nuevos religiosos dejaba mucho que desear. Todos
estos son problemas que forman parte de una nueva congre-
gación –y creo que todos los afrontamos y resolvimos bien–.
18 dehoniana
20. Pero el enfrentamiento con motivo del perfil y de la dirección
que había que dar a la Congregación fue causa de desilusiones
y tuvo sus consecuencias. En este sentido, el año 1897 fue el
más difícil.
Pero, ¡1897 fue también un año grande para usted!: las
conferencias de Roma sobre la visión cristiana de la socie-
dad, que tuvieron un eco incluso en Francia; su compromi-
so en favor de la Democracia cristiana y de su aceptación
por parte de los católicos franceses en congresos, artículos
y muchos encuentros con exponentes del catolicismo galo;
su elección al Consejo nacional de la Democracia Cristiana,
el Congreso de Lyon; la publicación de sus libros “Nos
Congrés” y “Les Directions Pontificales…” [NT.: es decir,
“Nuestros Congresos” y “Orientaciones pontificias, políticas
y sociales”].
–Sí, sí, todo esto es verdad. Pero usted me ha preguntado
por un año difícil como fundador de una congregación. Está
claro que se puede decir que, para mí, 1897 fue un año rico de
éxitos. Me encontré efectivamente a mi gusto. Como fundador,
era mi deseo que la Congregación participara y se implicase
más intensamente en los desafíos de entonces, referidos al
campo social, a la sociedad en su conjunto. La pastoral de los
obreros, alrededor de la figura del P. Charcosset en Val-des-
Bois, formaba parte de nuestras primeras actividades y el
P. Rasset se había ocupado en San Quintín durante muchos
años de los jóvenes obreros. Es más, en 1891 dirigí una carta al
Papa León XIII y le informé del proyecto que la nueva congre-
gación tenía sobre la preparación y formación, ante todo, de reli-
giosos destinados al apostolado específico en las grandes fábri-
cas y barriadas obreras, y de cómo debían seguir su formación
tanto en la universidad como en las fábricas de Val-des-Bois.
Aún antes, en 1895, conversando con el Papa, le hablé de
la Congregación, de una congregación que tenía como prio-
ridad el anuncio en el campo social, el apostolado de los
dehoniana 19
21. obreros y la misión. Pero en 1897, no mucho más tarde, pude
constatar que la mayor parte de nuestros religiosos no com-
partían este planteamiento, y es posible que no pudieran
siquiera compartirlo.
Ya se habían manifestado antes resistencias contra
usted, como Superior General, por ejemplo, al principio de
los años noventa.
–Sí, es verdad. Ya en el Capítulo general de 1893 algu-
nos religiosos intentaron que no se me reeligiera como
Superior general. Me echaban en cara entonces un gobierno
defectuoso de la Congregación. No lograron su intento por
poco, pero las tensiones dentro de la Congregación persis-
tieron. En 1897 hubo otro intento de escisión, que no fue
adelante. Pero aquella vez quedó como cosa evidente que no
se cuestionaba la calidad de mi gobierno. Estaba claro que se
trataba del “perfil” de nuestra Congregación, se puede decir,
de nuestro carisma.
¿Se refiere usted a la carta del P. Blancal y de otros
cinco religiosos?
–Exacto. En realidad, era más un manifiesto que una
carta. En el fondo, era un escrito muy honesto, en el que se
ponía toda la carne en el asador respecto a los problemas.
Para los autores, estaba en juego la pregunta sobre la verda-
dera vocación de nuestra congregación. Habían ingresado en
una comunidad que, a su parecer, estaba consagrada sobre
todo a la santificación personal mediante la devoción al
Corazón de Jesús en la perspectiva de la reparación por las
numerosas ingratitudes, sobre todo de los sacerdotes y reli-
giosos, hacia el Amor divino. Con respecto al apostolado pri-
vilegiaban la adoración eucarística perpetua, las misiones en
las comunidades parroquiales y los ejercicios espirituales.
Todo lo demás era, según sus palabras, algo secundario, de
lo que se podía prescindir.
20 dehoniana
22. Ellos vieron esta vocación traicionada por mí, por el
rápido crecimiento de la Congregación, por la expansión en
países lejanos, por el compromiso con los problemas socia-
les más actuales del momento. Por tanto, lógicamente, exigían
una separación.
Este intento de escisión también fracasó, a pesar de todo.
Muy pronto alguno de los firmantes presentó sus excusas. Al
final, venció usted el desafío, ¿no es verdad, P. Dehon?
–No se trató de una victoria o de una derrota. Se trata-
ba más bien de cómo definir el modo específico en que nues-
tra Congregación debía servir a la Iglesia y al mundo. En los
primeros años de la fundación, probablemente, yo habría
dado mi aprobación incondicional a la descripción de la
vocación hecha por el P. Blancal y los otros religiosos. Pero
creo que todavía no habíamos entendido entonces lo que
Dios quería con la Congregación y mediante ésta.
Después de la carta del P. Blancal, ¿estaba más claro lo
que usted pensaba sobre cuál era el carisma de la
Congregación?
–Con esta carta caí en la cuenta de que éstos y muchos
otros cohermanos no habían entendido mi camino y no que-
rían seguirlo como camino de la Congregación. Y esto tiene
motivaciones que ahondan sus profundas raíces en la espiri-
tualidad, en la experiencia de fe –esto me resulta hoy mucho
más claro que entonces–. Para mí, la implicación en la polí-
tica, el compromiso en favor de una sociedad más justa y la
voluntad de promover sacerdotes dedicados al mundo del
trabajo no eran solo accesorios que se pudieran poner o qui-
tar, sin tocar el núcleo de nuestra vocación.
Pero, quizás, muchos religiosos pensaban que este com-
promiso social y político era, por decirlo de algún modo, su
pasión personal, pero no algo específico de la Congregación.
dehoniana 21
23. –La carta del P. Blancal –repito– demuestra que aquellos
religiosos habían entendido muy bien que este compromiso
debería haber caracterizado también a nuestra Congregación.
Después de 1897, guardé silencio. Únicamente en 1912, trein-
ta y cinco años después de la fundación de la Congregación,
escribí una carta a todos los cohermanos, por decirlo de algún
modo, como testamento espiritual, en la que ponía una vez
más a las claras que esas dos formas de apostolado estaban
particularmente en mi corazón: llevar a los hombres al Amor
del Corazón de Jesús y promover una sociedad más justa,
especialmente para los obreros y los pequeños. Hasta qué
punto ambas realidades eran parte de mí y hasta qué otro
eran inseparables una de otra, lo he podido formular solo más
tarde durante mi vida, aunque lo viví ya en los años noventa,
para mí de mucha actividad. No obstante, muchos religiosos
olvidaron una corta palabra en aquellas frases.
¿De qué palabra se trataba?
–De la conjunción “y”. Muchos hermanos de Congregación
son piadosos y activos en la acción pastoral; en el decurso de
nuestra historia, algunos se han entregado con mucha gene-
rosidad al servicio de los pequeños y de los oprimidos;
poquísimos se han dedicado de modo competente a la pro-
fundización de la doctrina social, al análisis de los caminos
de la sociedad. Frecuentemente los religiosos se deciden por
uno u otro apostolado... Para mí, los dos caminan juntos.
Muchas personas –y, también, religiosos– se pregun-
tarán todavía qué tienen en común el compromiso social y
la piedad.
–Mi convicción y experiencia siempre me decían que el
Amor de Cristo quiere cambiar el mundo, tanto el reducido,
el privado, como las realidades más amplias, sociales…
Ciertamente, hubiera sido más sencillo limitarse a la pasto-
ral parroquial y a las misiones populares. Hubiera sido tam-
22 dehoniana
24. bién más simple decir: la sociedad va por derroteros equivo-
cados, pero nosotros no participamos en ello. Actuando de
este modo, ¿hubiéramos respondido a las esperanzas y a la
dinámica de Cristo? Yo no lo creo.
Durante mucho tiempo, usted apostó por una sociedad
guiada por un monarca cristiano, tal como lo habían pedi-
do las visiones de Santa Margarita María de Alacoque.
–Durante mucho tiempo, yo mismo soñé con cosas que
ya estaban superadas, pensé con nostalgia en aquellos buenos
tiempos pasados en los que el cristianismo condicionaba cada
fibra de la vida social. Sí, este pensamiento todavía conserva
en mí una cierta fascinación. Y durante mucho tiempo cami-
né junto a católicos que se implicaron en un retorno a la
sociedad de otros tiempos. Los llamaban contrarrevoluciona-
rios. Pero Cristo vivió el presente, lo cambió, lo mejoró.
En 1900 pregunté a los sacerdotes participantes en un
congreso en Bourges: ¿Hemos amado suficientemente a la
sociedad actual, o nos hemos echado para atrás ante sus des-
afíos, temiendo quedar mal? La pregunta sigue abierta en
nuestros días.
Parece que en el curso de su vida vivió usted una evo-
lución muy notable.
Ciertamente, sí. De estudiante y joven sacerdote fui un
ardiente defensor de la monarquía. Pero el precio de ello
hubiera resultado alto y, con el tiempo, me clarifiqué. No
importa tanto que un país sea gobernado por un monarca,
un presidente o un parlamento. Lo importante es si la justi-
cia y la solidaridad aseguran a todos los hombres una vida
digna. En Francia el pueblo quería la república: mi objetivo
era luchar para que la república llevara en sí, lo más posible,
un sello cristiano: que en ella la Iglesia fuera reconocida
como aliada de los débiles, sobre todo, de los trabajadores y
de su esperanza de justicia.
dehoniana 23
25. Si he entendido bien, tuvo que pagar un alto precio por
este compromiso: amigos que lo abandonaron, religiosos
que no le entendieron…
–Cuando era joven estudiante y sacerdote, no me hubie-
ra imaginado que llegase el día en que un obispo me critica-
se y rechazase por “republicano recalcitrante”. Sí, sacerdotes
como Lemire, Naudet, Six, yo mismo y algunos otros, no éra-
mos bien vistos en muchas partes del mundo católico fran-
cés. Incluso los contactos con hombres como La Tour du Pin,
de quien era amigo, disminuyeron progresivamente, porque
seguían siendo monárquicos y no querían mancharse las
manos con la nueva sociedad. Cuando releo lo que escribí en
artículos, cartas y libros en los años noventa, me sorprendo
yo mismo de mi evolución y de la claridad de mis posiciones.
Vuelvo a repetirlo: Cristo no se retiró nunca a un ghetto
social para poner mala cara –porque entonces hubiera teni-
do que renunciar de inmediato a la encarnación–. Se puso al
lado de la gente sencilla, de los despreciados y marginados.
Intenté hacer lo mismo.
Con su “sí” comprometido a la república francesa, y su
atención a la Democracia Cristiana, en el fondo, ¿traicionó
usted el espíritu de Paray-le-Monial y de Margarita María
de Alacoque?
–El mensaje de Paray-le-Monial era desde el principio
muy político. En su carta al rey de Francia, Margarita María
de Alacoque habla muy claramente de una devoción al
Sagrado Corazón que sea relevante y efectiva para la socie-
dad. Sin ninguna señal de reducción a la esfera privada,
Margarita María no se había enfrentado aún con una socie-
dad en la que el acceso al poder y su ejercicio funcionasen
totalmente separados de la Iglesia, y en la que los monarcas
no desempeñasen ningún papel. Para mí, la cuestión estaba
muy clara: solo al lado del pueblo, solo en una república
deseada por el pueblo, sería posible permanecer fiel a la rele-
24 dehoniana
26. vancia social de la devoción al Sagrado Corazón, tal como lo
había pedido Santa Margarita María de Alacoque. No, cier-
tamente, no traicioné a Margarita María, si acaso, di un paso
adelante; pero, ¿había otra posibilidad, cuando el mundo ha
dado tantos pasos hacia adelante desde los tiempos de
Margarita María?
Queridos hermanos y hermanas en la Familia Dehoniana, es
cierto que el mundo continúa cambiando. También nosotros
debemos dar nuevos pasos poniéndonos, como el P. Dehon, al ser-
vicio de una sociedad según el Corazón de Cristo.
Rezamos y pedimos la oración de los demás por esto, para
crecer en la fidelidad al carisma dehoniano. El Señor de la mies
suscite nuevas vocaciones en nuestras familias y comunidades.
En comunión con Cristo.
P. José Ornelas Carvalho, scj,
Superior General, y su Consejo
dehoniana 25
27.
28. CARTAS DEL SUPERIOR GENERAL EN 2011
DEL 5 DE JUNIO, CON OCASIÓN DE LA FIESTA
DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
“LIBRES Y SOLIDARIOS EN LA GESTIÓN
DE LOS BIENES”
Prot. N. 105/2011
Roma, 5 de junio de 2011
Introducción
C on su atención y Providencia, Dios nos da el regalo de los bienes
necesarios para la vida y la misión. Acoger agradecidos estos
bienes y utilizarlos según su proyecto es importante para nuestra
vida. Se nos pide una reflexión constante, una revisión personal y
comunitaria, para poder vivir nuestro voto de pobreza en la alegría
fraterna y en la solidaridad con los más necesitados. Continuando
la reflexión sobre el camino del corazón de la carta del año pasado,
nos dejamos guiar por las orientaciones de la Congregación sobre
este tema, que se encuentran especialmente en nuestra Regla de
Vida, en las Normas para la administración de bienes (NAB), en los
documentos del último Capítulo general y de la Conferencia general
de Recife sobre la Economía y Reino de Dios del año 20001.
1
Además de estos documentos, que han sido publicados en distintas lenguas, se
pueden añadir, entre otras reflexiones, la carta del Superior General P. Antonio
Panteghini del 4 de marzo de 1981.
NT.: Se puede encontrar esta carta en Lettere circolari VII, pp. 81-133.
dehoniana 27
29. La economía es una dimensión fundamental en la
vida de toda persona. No puede ser ignorada ni afrontada
superficialmente, como si se tratara de una realidad indepen-
diente de nuestras opciones fundamentales como creyentes y
consagrados. La actividad económica forma parte del proyecto
de Dios, que ha confiado al hombre la tierra para trabajarla y
conservarla (Gén 2,15), llegando a ser así el continuador de su
obra creadora. Del esfuerzo de ganarse el pan con el sudor de su
frente (Gén 3,19), que encuentra su explicitación en la actividad
económica correctamente ordenada, depende en gran parte la
felicidad, la justicia y la paz de las personas, así como la de las
familias, comunidades y la sociedad entera. Por eso, en la ple-
garia de Jesús, la primera petición concreta sobre la existencia
humana que se presenta al Padre del cielo es la de darnos el don
del pan de cada día (Mt 6,11).
También en nuestra vida de consagrados la relación
con los bienes juega una importancia de primer orden. Nos sitúa
en el seguimiento de Cristo, madura una actitud de libertad que
se convierte en la base de una nueva relación entre los miembros
de la comunidad reunida en su nombre. Con Él hemos aprendido
a vivir como hijos de Dios, compartiendo con los hermanos y her-
manas los bienes que recibimos de nuestro Padre del cielo. El voto
de pobreza no nos quita ni la fatiga, ni la alegría de poder ganar-
nos el pan para nosotros y para nuestros hermanos y de colaborar
al bien de toda la humanidad con solidaridad generosa. Nos lleva
a mirar y usar los bienes de un modo nuevo, es decir, siguiendo la
invitación y el ejemplo de Jesús que, siendo rico, se hizo pobre por
nosotros para que nos hiciéramos ricos en su pobreza (2 Cor 8,9).
1. Gratuitamente habéis recibido…
Atentos al clamor de los pobres
1.1. Partícipes del drama y de la esperanza de nuestro tiempo
La economía divina es muy diferente de la economía
humana. Lo experimentamos en la vida cotidiana, en el mundo
28 dehoniana
30. de los negocios y en la gestión de los recursos del planeta. La per-
cepción de esta diferencia nos permite observar con interés y com-
promiso la actividad económica. Al mismo tiempo, guiados por el
proyecto de la creación y del espíritu del Evangelio, podemos
tener con respecto a ella una mirada libre y crítica.
Las crisis periódicas y crecientes de la economía mundial, de las
que ahora estamos experimentando sus dramáticas consecuencias,
ponen en evidencia el resultado catastrófico para millones de per-
sonas de una actividad económica separada de la dimen-
sión ética y solidaria, tal como ha subrayado el Papa
Benedicto XVI en sus recientes encíclicas2. Sin referencias éticas y
trascendentes, el hombre trabajador cae fácilmente presa de la ava-
ricia, de la avidez y del egoísmo que destruyen los fundamentos del
poder vivir juntos. Nos encontramos así ante la paradoja de una
sociedad que es capaz de impresionantes realizaciones científicas y
tecnológicas, pero que crea al mismo tiempo inmensas muchedum-
bres de miserables y excluidos. Además, compromete el futuro
mismo con una desconsiderada explotación de los recursos del pla-
neta. La actividad económica, cuando pierde la referencia al fin de
servir al proyecto integrado de la creación y de la humanización soli-
daria, se convierte en una maquinaria sin freno. Solo hace referen-
cia a su gran fuerza interna, sin más fin que el de alimentar la carre-
ra desenfrenada hacia la ganancia, la explotación y el dominio.
Comprometiéndonos en vivir la opción de la pobreza evangé-
lica estamos particularmente llamados a la solidaridad con los
que son excluidos de los bienes que Dios ha creado para
todos. Escuchar el clamor y la protesta de los pobres debe con-
ducirnos a revisar nuestro modo de vida y a participar en la bús-
queda de toda la sociedad humana para erradicar la pobreza. Se
nos urge a ofrecer a todos condiciones de vida dignas, y asegurar
un equilibrado sentido del respeto a la creación que permita la
vida de las futuras generaciones.
2
Véase sobre todo Deus caritas est, 26-29 y Caritas in veritate, 34 ss.
dehoniana 29
31. Estamos convencidos de que este fin no puede alcanzarse solo
con maniobras tecnológicas y económicas, sino que empieza
con el cambio del corazón, que establece nuevas relaciones
entre las personas. Sentimos la necesidad de purificar nuestras
posturas mediante la libertad del corazón, el estilo de vida sobrio,
la coparticipación de los bienes y la solidaridad con los más
pobres. Queremos eliminar la injusticia de esta sociedad, asumir
un estilo de vida que pueda ser profecía del Reino de Dios.
1.2. Fieles a nuestras raíces carismáticas
Siguiendo las huellas de nuestro Fundador descubrimos que la
sensibilidad a las consecuencias sociales de la actividad económica es
una dimensión estructurante de nuestra vocación en la
Iglesia. Atraído y modelado por el corazón de Cristo, expresión del
inmenso amor de Dios por el hombre, el P. Dehon desarrolla una
profunda comunión con el Señor que se une a una aguda sensibili-
dad por el compromiso social. En él, estos dos aspectos están intrín-
secamente unidos. Por esto debió soportar críticas y acusaciones por
parte de muchos, incluso dentro de la Congregación misma, porque
consideraban su actividad social como una traición a la dimensión
especialmente mística y contemplativa que, tradicionalmente, había
caracterizado la espiritualidad del Sagrado Corazón. Para el P. Dehon
“es necesario que el culto del Corazón de Jesús comience en la vida
mística de las almas para después descender y penetrar en la vida
social de los pueblos”3. El amor contemplado y vivido en el Corazón
de Jesús se hace ver naturalmente en una fuerza que recrea la per-
sona, pero también el conjunto de sus relaciones, como energía de
transformación social: “La caridad de Cristo debería expandirse
como una energía nueva capaz de renovar la sociedad”4.
3
“Il faut que le culte du Sacré-Cœur commence dans la vie mystique des âmes,
descende et pénètre dans la vie sociale des peuples” (Œuvres sociales, vol I, p, 3).
4
“La charité du Christ devait se répandre avec une puissance nouvelle, capable de
renouveler la société” (La démocratie et le Sacré-Cœur, Œuvres sociales, vol I, p. 30).
30 dehoniana
32. Esta profunda y fecunda relación entre espirituali-
dad y compromiso social es una constante en la vida y misión
del P. Dehon. La encontramos en las obras directamente dirigidas
a los más necesitados y a las víctimas del sistema económico explo-
tador en los comienzos de la industrialización. Tenemos señales
concretas de su participación activa en el movimiento de transfor-
mación de las mentalidades y estructuras políticas y económicas
que están en la base de estos problemas. El Colegio San Juan y el
Oratorio para la formación y acogida de jóvenes, las numerosas
publicaciones periódicas y escritos sociales, la difusión de las encí-
clicas sociales, la participación en los Congresos y movimientos
político-sociales de su tiempo son testimonios claros de las conse-
cuencias sociales y políticas que el Fundador sacaba de la profun-
da contemplación del amor del Corazón de Cristo. En la lógica uni-
taria del camino del corazón no es posible separar lo sagrado de lo
profano, lo espiritual de lo material. Nuestra fe en Dios y la trans-
formación obrada por el Espíritu en nosotros están llamadas a
penetrar todos los aspectos de la vida personal y social. La econo-
mía humana no puede estar separada de la economía de Dios.
A la luz de esta impregnación del amor, simbolizado en el
Corazón de Cristo, estamos llamados a reflexionar en nuestra rela-
ción con los bienes, tanto en el ámbito interno de nuestras comu-
nidades como en el de la Congregación. Nuestras necesidades, los
proyectos económicos y la coparticipación de bienes deben tener
muy presente la situación del mundo en que nos encontramos y
orientarse según el proyecto de Dios. Es preciso ponerlos al servi-
cio de la construcción de la fraternidad, de la justicia y de la dig-
nidad que Él quiere para cada hombre y mujer en esta tierra.
2. No acumuléis tesoros… Un corazón de pobre
2.1. Abiertos al tesoro del amor del Padre
La vida económica de nuestros días, con sus potencialidades
y dificultades, constituye sustancialmente un campo para ser con-
dehoniana 31
33. frontado y discernido desde nuestra fe y compromiso como per-
sonas y comunidades. Jesús mismo se confrontó con esta
realidad esencial de la vida humana. Conocía la fatiga del traba-
jo del carpintero, del sembrador y de las mujeres en la casa; el
drama de perder una moneda valiosa o una oveja y la alegría de
encontrarlas; la esperanza y la satisfacción por una buena cosecha
y la neurótica y vana sed por acumular riquezas; el buen trabajo
de los administradores honestos y la corrupción de la administra-
ción y los encargados de recoger los impuestos; el don genuino de
la viuda con su monedita y la venalidad blasfema de los que usan
las cosas santas para enriquecerse; el don generoso de los panes y
peces de un muchacho y la insensibilidad del rico ante el hambre
del mendigo que llama a su puerta; la preocupación de poder
encontrar alimento para la muchedumbre que lo sigue y la con-
fianza incondicional en la bondad providente del Padre que da de
comer a las aves del cielo… Sobre todas estas cosas él tiene una
mirada crítica y libre, fruto de su íntima comunión con el Padre y
Señor del universo, así como de su propuesta de un nuevo orden
de relaciones entre los hombres de esta tierra.
Jesús no tiene un discurso específicamente dedicado a la eco-
nomía, pero ve siempre los bienes de este mundo en su rela-
ción con las personas y el proyecto del Padre. De hecho,
éste es el primer cambio de perspectiva que se nos sugiere: la acti-
vidad económica no es un fin en sí misma. Debe ser reconducida
a su fin original de servicio a las personas, según el proyecto
creador de Dios. Los relatos de la multiplicación de los panes cla-
rifican esta doble referencia en los gestos de Jesús. Toma el pan,
bendice a Dios alzando los ojos al cielo, y después lo distribuye a
los comensales (cf. Mt 14,19). Alzar los ojos al cielo y bendecir
manifiestan el reconocimiento gozoso de que el pan es un don de
Dios puesto en nuestras manos. Más aún, representa la gratitud
consciente por el amor del Padre y Creador que provee de ali-
mento a todas sus criaturas. Partiendo de esta mirada sobre la
bondad providente de Dios, la distribución del pan aparece como
lo natural y coherente con su origen y finalidad. El que comparte
32 dehoniana
34. no aparece como dueño del pan, sino como quien está al servicio
de Dios y provee a cada uno con los bienes creados por Él para
bien de todos. Estos gestos contienen el principio de la revolución
social del Evangelio. El uso de esta misma formulación en los rela-
tos de la Eucaristía viene a decirnos que el compartir fraterno de
los bienes es la expresión elemental de la actitud global de la vida.
A la luz de todo esto se entiende la proclamación de la bien-
aventuranza de los pobres a partir de su espíritu, que da
el tono y, en cierto modo, contiene el discurso de la montaña (Mt
5,1 ss). Con ella, Jesús no nos ofrece una visión escéptica acerca de
los bienes creados por Dios. No se trata tampoco de un consejo de
resignación para los pobres o de una rencorosa victoria sobre los
ricos. Sino que proclama felices a aquellos que conscientemente
(desde su espíritu/corazón) han entendido y aceptado en su vida el
poder y el amor del Padre del cielo. Él está en el origen no solo de
los bienes necesarios de esta tierra sino de todos los bienes esen-
ciales para la plenitud de vida y felicidad de sus hijos e hijas.
Una perspectiva evangélica sobre el mundo económico en el
ámbito personal, familiar, comunitario o social no puede prescin-
dir de esta mirada sobre la totalidad y trascendencia del proyecto
de Dios para cada persona y para toda la humanidad. Conocemos
la alternativa al proyecto de bienaventuranza de los pobres
hijos/hijas de Dios. Sin la presencia del verdadero Señor
del universo otros señores se presentan, pero no tienen la
fuerza, la sabiduría y la bondad de su poder. Sintiendo el peso de
la propia limitación, buscan apropiarse de los bienes del mundo
para acceder a un poder ilusorio que no poseen. A su imagen, pro-
ponen la bienaventuranza del poseer, gozar y dominar. En sus
manos, los bienes y riquezas de este mundo, además de no dar la
felicidad que las personas esperan en sus corazones, frecuente-
mente se convierten en motivo de altercados y violencia. Son uti-
lizados como medios de corrupción, ostentación y fuerza, des-
viándolos de su finalidad fundamental de promover una vida
digna de las personas y destruyendo el equilibrio ecológico que
permite la vida en nuestro planeta.
dehoniana 33
35. Dentro de cada uno de nosotros se encuentra el instinto de
poseer-dominar y el germen de la experiencia de hijo de
Dios. Como todos los seres vivos, también sentimos el impulso
natural por la supervivencia y la continuidad de la especie. Como
seres racionales, dotados de inmensas posibilidades científicas y
técnicas, cada vez nos damos mayor cuenta de nuestras capacidades
formidables de desarrollo y de destrucción. Conocemos, además, la
enorme responsabilidad de usarlas para evitar la catástrofe y ase-
gurar un futuro para todos. En esta humanidad se inserta la bien-
aventuranza de los pobres, promovidos a ser hijos de Dios en el
Espíritu. Abriendo los horizontes del destino humano a la omnipo-
tencia y al amor eterno de Dios, la existencia humana y los medios
que la hacen posible aparecen redimensionados y revalorizados.
La experiencia de esta bienaventuranza filial no es connatural a
nuestro ser humano: es don del Espíritu. Por esto tenemos necesidad
de un camino de educación del corazón a la luz del Corazón de
Cristo. Los que lo siguen son capaces de usar con alegría y agradeci-
miento los bienes de Dios sin llegar a ser sus esclavos; de conside-
rarse administradores del Creador para que todos puedan benefi-
ciarse de sus dones; de no perderse nunca entre las migas de
felicidad encontradas a lo largo del camino, sino de utilizar todos los
medios a disposición para gozar, con los hermanos y hermanas, de
la casa que el Padre, en su amor, ha preparado para ellos.
Jesús mismo ha vivido esta relación libre, humana y feliz con
los bienes de la creación y la ha propuesto a cuantos se adhieren
a su Evangelio, según la condición de vida de cada uno. Dentro de
la Iglesia, la vida consagrada se empeña en acoger esta
llamada como signo profético del mundo nuevo en el Espíritu.
Lo vive como base de las nuevas relaciones de solidaridad y copar-
ticipación entre las personas, como participación en el proyecto
creador y providente de Dios y testimonio de la prioridad de su
Reino, que incluye todos los demás bienes. La vida consagrada
pretende vivir y testimoniar la libertad, la alegría y la solidaridad
fraterna con respecto a los bienes de este mundo tal como Jesús
mismo las propone con su palabra y ejemplo.
34 dehoniana
36. 2.2. Llamados a la libertad y a la alegría
de un corazón solidario
La bienaventuranza de los pobres/hijos de Dios es manan-
tial de una gran libertad y alegría existenciales. Todos los
que se proponen seguir a Cristo están llamados a recibirlo como
un don y a desarrollarlo según la propia condición de vida, tanto
en el ámbito de una familia como en el de una comunidad religio-
sa o en cualquier servicio a los demás. Esta gozosa libertad va cre-
ciendo en la medida en que se es capaz de despojarse de sí mismo,
de la dependencia de los bienes y del poder, renunciando a sí
mismo hasta el don de la propia vida. Presentándose a los que
pedían seguirlo como alguien que “que no tiene donde reclinar la
cabeza” (Lc 9,58), Jesús se convierte en el modelo y el camino de
esta emancipación de los hijos/hijas de Dios. Este anonadamien-
to no causa vacío existencial, anulación de la persona o apaga-
miento de la energía creativa del deseo. Sino que crea el espacio
en el que se vive una pasión nueva, una vida a la sombra de la
mano del Padre. Engendra un nuevo proyecto que absorbe todas
las energías y recursos: el Reino de Dios.
En la vida consagrada estamos llamados a vivir de un
modo especial esta invitación a la alegría y a la liber-
tad. No se trata, por tanto, del modo de ser ligero y despreocu-
pado de quien tiene asegurado un techo y una cama, una vida
cómoda y tranquila, indiferente a las necesidades de los demás.
Semejante vida nos llevaría solo al aburrimiento perezoso y esté-
ril, a una negación del proyecto evangélico. Los frutos de la pobre-
za evangélica, en cambio, nacen en el terreno de una vida sencilla,
según el ambiente en que se vive; en la liberación personal y
comunitaria de lo que no es necesario para la vida y la misión; en
el renunciar a los privilegios que derivan de los bienes y del poder;
en el desapego en relación a proyectos, carreras, instrumentos,
lugares y personas, que nos permite ir allí donde nos llaman las
urgencias del Reino. Este desapego necesario permite liberar
medios, tiempos y energías para consagrarlos a la escucha de
dehoniana 35
37. Dios, a la humanización de las relaciones a nuestro alrededor, a la
colaboración activa en la construcción de un mundo nuevo según
el proyecto del Evangelio.
Como iluminación de este camino podemos referirnos a dos
figuras típicas muy conocidas. Una es, negativamente, el joven
rico del Evangelio (cf. Mc 10,17 ss), imagen de una persona seria,
que tenía un sueño y aspiraba a una vida mejor. Se aleja triste por-
que no se sentía en condiciones de abandonar sus riquezas.
Positivamente, continúa hablando a la Iglesia la elección radical de
Francisco de Asís. Teniendo que elegir entre la herencia del patri-
monio familiar y la llamada a la pobreza de Cristo, se despoja
públicamente. Entrega sus vestiduras a su padre diciendo: “Ahora
puedo decir en verdad: ‘¡Padre nuestro, que estás en el cielo!’”.
2.3. Administradores diligentes de los dones de Dios
Según la lógica de las bienaventuranzas la libertad con res-
pecto a los bienes está al servicio de la coparticipación,
así como el espíritu de hijos engendra la fraternidad. Por esto, el
camino de la pobreza evangélica no produce miseria, sino más bien
abundancia, comunión, paz y verdadero desarrollo. Normalmente,
las luchas por el control de los bienes engendran tensiones, violen-
cia y destrucción. Desencadenan el instinto de posesión personal o
de grupo y acaban creando nuevas clases de ricos y de excluidos. La
revolución del Evangelio, en cambio, pretende multiplicar el pan a
partir del cambio del corazón que conduce a la coparticipación
generosa, a la transformación de las estructuras que provocan la
exclusión y a la creación de comunidades solidarias.
A la luz de todo esto se entiende que la opción por la pobreza
evangélica en la vida consagrada no dispensa a ninguno del deber
de contribuir, según las propias posibilidades, a las exigen-
cias de la comunidad y de cuantos tienen necesidad. Dios espera que
cada uno, como buen administrador, desarrolle sus propias posibi-
lidades y haga fructificar lo que ha recibido, no considerando los
bienes como algo exclusivamente suyo. Se presenta como Señor que
36 dehoniana
38. se alegra por la creatividad e iniciativa de sus siervos. No puede,
pues, apoyar a quienes por miedo, egoísmo o pereza esconden y
hacen estériles los dones que han recibido para hacerlos fructificar
(cf. Lc 19,12 ss). En este camino, más que la cantidad de bienes, cuen-
ta la actitud ante la vida. La solución para el hambre de una multi-
tud hambrienta comienza con el pequeño, pero generoso y total, don
de un muchacho (Jn 6,9); y la monedilla insignificante de la pobre
viuda –que representa todos sus medios de vida– vale mucho más
que la ostentosa contribución de muchos ricos (Mc 12,41 ss).
Estas figuras evangélicas ilustran bien la libertad generosa y
fraterna ante los bienes. Caracterizan una existencia totalmente
consagrada a Dios para el servicio a los demás, en todas las etapas
de la vida. Nuestros hermanos ancianos están llamados a vivir
plenamente la propia donación, aun cuando la falta de energías
pueda impedirles la participación en todas las dimensiones de las
actividades comunitarias. No son un peso que hay que soportar,
sino expresión viva de la entrega total al Reino, que nos lleva a
consumirnos por amor a Cristo a los hermanos. Éste es el tesoro
más grande que podemos ofrecer. Ellos (los mayores) continúan
contribuyendo a la vida y a la misión de los hermanos con la fide-
lidad, con la oración y, frecuentemente, con cuanto reciben de sus
pensiones y servicios y que, generosamente, ponen a disposición
de todos, para que no falten a la comunidad y al mundo, el pan, la
alegría, la justicia y la paz.
3. Tenían todo en común…
la coparticipación de los bienes en comunidad
3.1. Prestos a pasar del yo al nosotros y del mío al vuestro
Inspirada en la vida del Señor Jesús, la coparticipación de
bienes en la Congregación toma como modelo las primeras
comunidades cristianas. Según los testimonios de los Hechos
de los Apóstoles, éstas tenían un solo corazón y un alma sola, que
dehoniana 37
39. se manifestaba también en el poseer los bienes en común.
Obraban de tal modo que no había pobres entre ellos y creaban
una relación de comunión y solidariedad que hacía creíble el
Evangelio anunciado por los Apóstoles (cf. Hch 4,32 ss).
Poner todo a disposición de la comunidad nace de la
conciencia de haberlo recibido todo de Dios, mediante el propio
trabajo o la donación generosa de otros hermanos y hermanas.
Esta actitud fundamental crea un nuevo sentido de comunión
donde cada uno se confía en las manos de los hermanos y al
mismo tiempo cuida de ellos. De este modo, los bienes, así como
el tiempo, las capacidades y el proyecto de vida no son solo míos,
sino que se convierten en nuestros. Evidentemente, una relación
así solo se entiende con un espíritu de confianza y de entendi-
miento sobre los valores comunes. Proviene del sentirnos unidos
como discípulos en el seguimiento del Señor Jesús. Sin esta libe-
ración de los bienes y sin su coparticipación no tiene ningún sen-
tido hablar de vida religiosa y comunidad fraterna.
Por esta razón se comprende la gravedad del engaño en la
gestión de los bienes en la comunidad, que el libro de Hechos
hace bien explícita en la historia de Ananías y Safira (cf. Hch 5,1 ss).
No se trata sólo de fraude o de aprovecharse económicamente con
daño para los hermanos, sino de traicionar la confianza, de la falta
de honestidad y verdad fundamentales, de un atentado que destru-
ye las raíces de la comunión; es la negación radical de la opción
evangélica manifestada en la profesión religiosa.
Los principios fundamentales de la coparticipación
de bienes entre nosotros son muy sencillos. Se fundamentan en
la libertad, la alegría y la solidaridad que provienen de un corazón
agradecido a Dios por sus dones y abierto a los hermanos para
construir un estilo nuevo de relaciones, inspiradas en el segui-
miento de Cristo.
Para cada uno de nosotros, esto se manifiesta concreta-
mente en:
• mantener un estilo de vida simple y sobrio, señal de liber-
tad, generosidad y solidaridad, a ejemplo de Cristo;
38 dehoniana
40. • entregar efectivamente a la comunidad todo cuanto posee-
mos, ganamos o se nos regala, con sinceridad, trasparencia
y fraternidad;
• depender de la comunidad en todo lo necesario para la pro-
pia vida y misión, teniendo en cuenta el ambiente en que se
vive y el trabajo que se desarrolla;
• colaborar activamente, según la propia condición y función,
en la consecución y gestión de los bienes que pertenecen a
todos.
La caja común no es, por tanto, una opción posible para
algunas Entidades o para los más generosos entre nosotros, sino
una de las bases esenciales de la vida religiosa en nuestro
Instituto. En ella no se deposita solo una parte de lo que posee-
mos o recibimos, sino absolutamente todo, con honestidad y con
transparencia. De la caja común recibimos cuanto se necesita
para las necesidades de cada uno y las exigencias del propio
ministerio, buscando observar un estilo de vida sencillo y libre.
En ella se incluyen los proyectos promovidos por la comunidad,
aunque sean financiados por otros, de tal modo que la dimensión
comunitaria esté siempre presente en el modo de proyectar y rea-
lizar la misión.
La Caja común se realiza en distintos ámbitos de la vida
de la Congregación:
• Tiene su primera y fundamental realización en cada comu-
nidad local. Es donde tiene lugar la efectiva coparticipación
de bienes entre los hermanos y la participación de todos en
las decisiones, bajo la dirección del Superior y la gestión del
Ecónomo.
• Se manifiesta, también, entre las diferentes comunidades
de cada Entidad, para hacer posible la comunión y el pro-
yecto apostólico común. Aun respetando la gestión local
dentro de los límites de las normas establecidas, los bienes
de las comunidades deben considerarse conjuntamente,
bajo el Superior de la Entidad, de modo que no sobre a
unos lo que falta a los demás.
dehoniana 39
41. • La solidaridad de esta coparticipación se abre, además, a
toda la Congregación, como expresión de la comunión que
nos une, más allá de las nacionalidades y las culturas, como
participación en la misión común universal y como sensibi-
lidad hacia los más necesitados de la humanidad.
Las Normas para la administración de los bienes
(NAB) pretenden especificar estos principios y orientarnos a cada
uno de nosotros y a nuestras comunidades en el camino de la
coparticipación de bienes, teniendo en cuenta el contexto cada vez
más complejo de la vida económica de nuestro tiempo. Conocerlas
y observarlas constituye un deber para todos. Establecen bases
importantes para la justicia, la solidaridad y la comunión entre
nosotros. Quieren evitar desviaciones y daños y hacer más eficien-
te y transparente la caridad que debe presidir todos estos procesos.
3.2. Corresponsables en la búsqueda y gestión de los bienes
En la lógica de la creación, del don de Cristo y de nuestra con-
sagración, la cuestión de los bienes y las actividades económicas
nunca es un asunto privado, sino que siempre tiene una
dimensión relacional que implica a otras personas. Por eso, tam-
poco la gestión de los bienes puestos en común es un hecho per-
sonal, sino que debe implicar a la comunidad entera, sea en la
búsqueda de recursos, sea en el discernimiento y en las decisiones
que se han de tomar en la gestión.
Esta corresponsabilidad se manifiesta de diferentes
modos:
• en el esfuerzo consciente de cada uno por buscar los recur-
sos necesarios y por usar responsablemente los medios a
disposición de todos;
• en la correcta presentación a la comunidad del balance de
gastos e ingresos;
• en la participación de toda la comunidad en el discerni-
miento y la programación económica, según el grado de
integración y responsabilidad de cada uno;
40 dehoniana
42. • en el oficio de los consejeros locales y los de las Entidades,
además de las Comisiones económicas, que deben ser
siempre escuchados antes de tomar decisiones en el campo
económico.
En el discernimiento en el campo económico, todos
deben tener en cuenta no solo las condiciones financieras de la
propia comunidad o Entidad, sino también cuanto se puede hacer
con los recursos disponibles. A nivel personal y comunitario, es
preciso tener siempre presente un estilo de vida sencillo que
acompañe nuestra elección evangélica, para responder a la misión
de toda la Congregación. Tenemos que escuchar el grito de los
pobres, estén cercanos o lejanos.
3.3. Administradores atentos de los bienes de la Comunidad
En la Congregación, la administración de los bienes
está confiada a los Ecónomos, bajo la guía de los
Superiores. Pero no son ellos los dueños de los bienes, sino que
administran lo que pertenece a toda la comunidad o Entidad. Por
eso, éstas deben ser siempre escuchadas en sus órganos compe-
tentes en vista a las orientaciones respecto a la vida ordinaria y a
las decisiones extraordinarias. La fraterna complementariedad de
los oficios de Ecónomo y Superior, en el respeto de las funciones
de cada uno y de la voz de toda la comunidad, es fundamental
para la armonía y fidelidad solidaria de todos los hermanos.
El Ecónomo se ocupa de la gestión de la vida económica de
la comunidad, Entidad o Congregación, según nuestras finalida-
des o normas. Mantiene con exactitud y transparencia la contabi-
lidad, presentando el estado de cuentas y presupuestos. A él se le
confía la administración directa de los recursos. No obstante, debe
recordar que, para las orientaciones y decisiones, depende del
Superior, quien a su vez debe consultar o pedir el consentimiento
de su consejo. Particularmente, en el servicio del Ecónomo se
manifiesta la imagen del hermano atento y diligente, que admi-
nistra los bienes de Dios, Padre Providente para con todos, de
dehoniana 41
43. modo que a ninguno le falte lo necesario. El suyo no es un servi-
cio secundario, sino un elemento esencial para la vida y la misión
de toda comunidad. Además de proveer lo necesario para la vida
de los cohermanos, debe ayudarles a vivir el espíritu de sobriedad,
coparticipación y solidaridad, que caracteriza nuestra relación con
las realidades económicas.
En estos tiempos, las cuestiones de naturaleza económica exi-
gen cada vez más competencia y preparación específica. Se
está haciendo un gran esfuerzo para preparar personas para este
servicio. El curso previsto para el año 2012 es un ejemplo de ello.
Somos conscientes de la necesidad de intensificar este proceso de
especialización de nuestros hermanos, tanto en el ámbito de las
Entidades como en el de la Congregación. Paralelamente, se sien-
te la necesidad de recurrir a la colaboración de profesionales en
este campo, sobre todo cuando se trata de administrar institucio-
nes dependientes de nosotros o de responder a las normas espe-
cíficas de cada país.
El desafío de la formación, que hemos asumido como
una de las grandes prioridades de la Congregación, tiene un
campo peculiar en el sector económico y debe tomarse muy en
serio en cada una de nuestras Entidades. Comprende la adquisi-
ción de capacidades técnicas específicas y también una profundi-
zación humana, social y espiritual. Este esfuerzo formativo puede
ayudarnos a entender los problemas de nuestro tiempo y a vivir,
a nivel individual y comunitario, la libertad, la solidaridad y la
comunión como consecuencia del voto de pobreza.
A modo de conclusión
Acercándonos a la fiesta del Sagrado Corazón, queremos
aprender de Él, de modo particular, el amor que se ha hecho soli-
daridad con la humanidad, ofreciendo toda su vida a los hombres,
como signo del amor del Padre: “Él, siendo rico, se ha hecho pobre
por vosotros, para enriqueceros con su pobreza” (2 Cor 8,9).
42 dehoniana
44. De Él aprendemos un estilo de vida sencillo y libre, fruto de
la confianza en la generosidad y en la bondad del Padre del Cielo,
que crea en nosotros comunión y fraternidad.
Transformados por el Espíritu, ponemos en comunión los
dones de Dios para proveer a la vida y a la misión de nuestros her-
manos y poder abrir el corazón a los necesitados.
Siguiéndolo, somos activamente solidarios con los que buscan
reparar la injusticia y la explotación de los más débiles, multipli-
car el pan para los hambrientos y promover un desarrollo armó-
nico que preserve para las generaciones futuras la obra maravillo-
sa de Dios Creador.
¡Os deseamos una buena fiesta del Corazón de Jesús!
P. José Ornelas Carvalho, scj,
Superior General, y su Consejo
dehoniana 43
45.
46. CARTAS DEL SUPERIOR GENERAL EN 2011
DEL 10 DE DICIEMBRE,
PARA LAS FIESTAS NAVIDEÑAS
NAVIDAD, FIESTA PARA TODOS
Prot. N. 224/2011
Roma, 10 de diciembre de 2011
A los Superiores de las Entidades SCJ
“Me formaste un cuerpo... Entonces yo dije:
He aquí que vengo para hacer, oh Dios, tu voluntad”
(Heb 10,5-7, passim)
C on la Navidad, el plan de salvación de Dios en la historia nos
muestra una inaudita novedad. Dios no se limita sólo a bende-
cir, desde fuera, otra etapa del tiempo, sino que se presenta en per-
sona en medio de las calles de nuestro mundo. De ahora en adelan-
te Dios hará historia con nosotros: “Aquí estoy, yo vengo”, y viene
para todos, ricos y pobres. Viene para nosotros, viene en el contex-
to histórico, cultural y en este momento concreto de la vida de cada
uno de nosotros.
Navidad es un tiempo para relatar nuestra vida con todo deta-
lle, tal como es, hecha de acontecimientos importantes y otros tri-
viales, de dolores y fatigas, de sufrimientos y desilusiones, pero
dehoniana 45
47. también de experiencias alegres derivadas de las uniones y los
encuentros que la existencia nos ofrece y que reconocemos como
regalos de la mano de Dios. Con actitud de gratitud queremos rele-
er algunas iniciativas y experiencias vividas en el año que termina.
La Navidad es la fiesta de la Encarnación, manifestación por
excelencia de la dignidad de la pequeñez humana, hecha solidari-
dad y don, imagen perfecta de nuestra pobreza asumida como
signo de adhesión al Reino de Dios sobre esta tierra. En esta línea,
el tema de la carta por la fiesta del Sagrado Corazón, “Libres y
solidarios en la gestión de los bienes”, nos ha ayudado a
entender que Dios nos regala los bienes necesarios para la vida y
la misión. La economía es una dimensión fundamental en nuestra
vida. No la podemos ignorar o afrontar superficialmente. El pro-
pio Jesús se ha enfrentado con esta realidad, siempre ha visto los
bienes de este mundo en relación con las personas y el proyecto
del Padre.
La encarnación del Hijo de Dios en la cotidianidad y en el
proceso de crecimiento y maduración de cada persona es una invi-
tación a acoger con responsabilidad los procesos formativos de
nuestra vida. El curso para los formadores, organizado en el
año 2010-2011 en el Colegio Internacional de Roma, dio a un
grupo de nuestros cohermanos la posibilidad de vivir un camino
de maduración del corazón a la luz del Corazón de Cristo, para ser,
dentro de las realidades formativas, personas capaces de preparar
corazones solidarios. El curso para los ecónomos, que está
iniciándose también en el Colegio Internacional de Roma, se pro-
pone alcanzar los mismos objetivos. La mayor parte de los parti-
cipantes son jóvenes. Los jóvenes, como los magos de Oriente,
miran al cielo, buscan la felicidad, sueñan con una estrella, expre-
san un deseo y con su camino construyen el futuro. Las convoca-
torias dirigidas a nuestros jóvenes, incluidos los días de la JMJ
de Madrid, nos permiten recuperar una vida contemplada desde
la lógica de la gratuidad. Todos buscamos el sentido de la vida y
descubrimos que la humanidad, con su pobreza, espera a Aquel
que viene a visitarnos de lo alto.
46 dehoniana
48. En este horizonte recordamos dos encuentros que han carac-
terizado amplias áreas de nuestra presencia: las Conferencias
de Asia y Europa, celebradas al final de las respectivas visitas
hechas por el Gobierno General a aquellos continentes. Mundos
lejanos entre sí, profundamente diferentes, rico en perspectivas
uno, cargado de memoria y de historia el otro, pero ambos llenos
de desafíos y signos de pobreza que no pueden ser pospuestos. La
Palabra que se ha hecho carne nos señala el camino del encuentro
y el diálogo para la construcción de la familia de Dios. Para
Europa, el tema de la secularización se ha mostrado como el resul-
tado de un proceso en el que la comunidad cristiana gradualmen-
te ha perdido la capacidad de dialogar con muchos contemporá-
neos nuestros que han acabado olvidando la referencia a Dios. La
cosa más urgente es que aprendamos a escuchar lo humano que
aspira a Dios, aunque no siempre sea consciente de ello, aprender
a escucharnos recíprocamente como dehonianos en Europa para
abrir caminos de solidaridad que orientan hacia un camino de
colaboración entre las Entidades. Nuestras pobrezas se convierten
en oportunidad para ampliar los espacios de encuentro y de
ayuda. En este sentido nos ayuda pensar, junto a nuestros coher-
manos de Asia, en el valor del diálogo con las otras religiones, con
las culturas, con los pobres. En su Conferencia ellos han expresa-
do esta necesidad y empeño con la expresión “triple diálogo”.
Con la Navidad cada realidad parece hablar de renovación.
También nuestra Congregación vive este desafío. Se han nombra-
do nuevos Consejos en las Entidades, y queremos acordar-
nos de todos con profunda estima y gratitud. Pero no puede pasar
inadvertida la orientación profundamente nueva de la provincia
de Camerún y del distrito de la India. Los Consejos de ambas
Entidades están compuestos por cohermanos que han crecido y
madurado en esos mismos lugares. El misterio de la Encarnación,
por el que Dios asume en su Hijo la carne humana para hacernos
partícipes de su vida, también se manifiesta en estos cambios que,
desde una mirada superficial, podrían parecer sólo cuestiones
organizativas.
dehoniana 47
49. La Navidad no es sólo vitalidad y novedad, es también refle-
xión e interioridad. Algunos Comités, en particular el de los
Laicos Dehonianos, reunido en Roma en octubre pasado, y el
grupo de Justicia, Paz y Reconciliación, reunido en Madrid,
han trabajado con este espíritu. Este año también se ha puesto en
marcha una iniciativa para atender a nuestros cohermanos
ancianos con un comité que busca las formas adecuadas de
acompañar el envejecimiento de personas y comunidades, inicia-
do ya en varias Provincias de la Congregación. La edad obliga a
abandonar algunas actividades, pero se abren posibilidades de
mayor donación y reflexión. Los ancianos son nuestros hermanos
mayores que, en Navidad, junto a Jesús que viene entre nosotros,
regalan el clima de familia a nuestras comunidades y nos enraízan
en nuestra historia en la que el Señor siempre ha estado presen-
te como pastor atento.
Hay otra señal que se hace novedad y regalo en esta Navidad
y año nuevo: es la VIII Conferencia General, que tendrá lugar
en Neustadt del 16 al 21 de julio de 2012, y que se centrará en el
tema: “Educar” como dehonianos a las jóvenes genera-
ciones. Estamos invitados a tomar conciencia de que a nuestra
misión apostólica se le confía la tarea de acompañar a los más
jóvenes en su maduración en la vida de fe. En la misma línea de
acción se inserta la revisión de la Ratio Formationis
Generalis, en la que se está trabajando. Éste no es un ejercicio
más para producir un nuevo documento que confiar a los exper-
tos en este campo, sino una ocasión para dar identidad a la for-
mación del religioso dehoniano de nuestro tiempo.
Queremos también compartir con vosotros la satisfacción que
hemos encontrado en la semana de ejercicios espirituales que,
como Curia General, hemos hecho. Reflexionando y meditando
sobre algunos temas importantes de nuestra espiritualidad, con la
contribución de cada uno de nosotros, hemos recibido el valor y la
fuerza que esos temas tienen, orientados al servicio que, como
Administración General, estamos llamados a prestar a la
48 dehoniana
50. Congregación y al mundo. En la diversidad de las propuestas y las
competencias hemos captado una vez más el valor que cada uno
tiene para el otro. Todos juntos nos hemos puesto en búsqueda
para dar vida nueva a cosas vividas desde hace tiempo, sin miedo
a mostrar nuestra fe, aunque sea pobre.
Dentro de estos mismos temas, dan los primeros pasos los
jóvenes que han iniciado su camino dentro de nuestra
Congregación con su primera profesión. Por esto damos gra-
cias al Señor que continúa llamando y regalándonos incorporacio-
nes importantes, para que el carisma del P. Dehon siga donándose
a este nuestro tiempo. En la misma línea los cohermanos falle-
cidos durante este año los viven en la paz del Dios y, estamos
seguros, nos ayudarán en la fidelidad al don recibido.
En Navidad, con su Ecce venio, Jesús ha entrelazado la vida
de Dios con la nuestra. Gracias a esta acción, los hechos, las acti-
vidades y los programas que marcan la existencia de la
Congregación, de cada miembro y de cada persona se convierten
en lugares de encuentro con el Señor de la Historia. Deseamos
para todos vosotros que podáis captar la presencia de Dios en la
cotidianidad, una presencia tan íntima que os haga decir como el
P. Dehon con las palabras de san Pablo: “Esta vida en la carne, yo
la vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó y se entregó por mí”
(Gál 2,20). Que esta comunión con Aquél que ha asumido la
pobreza y la fragilidad de nuestra condición nos haga crecer en la
libertad y en la solidaridad, y la Navidad sea ocasión de gratitud y
de renovación del don de nosotros mismos para todos.
Feliz Navidad de 2011.
P. José Ornelas Carvalho, scj,
Superior General, y su Consejo
dehoniana 49
51.
52. LA SALVACIÓN CRISTIANA, DON DE LO ALTO
DIVAGACIONES ACERCA DE LA CONCIENCIA
Y DE LA PASTORAL SOCIAL
P. Aimone Gelardi, scj
P or si tuviesen que buscarlo, recuerden que su número de inven-
tario en los Archives dehoniennes del Centro General de
Estudios de Roma, es el 13.53 correspondiente a la Boite nº 3. No, no
se trata de un tomo de moral social o fundamental, aun cuando la
materia sobre la que versa remite a ambos ámbitos de la teología
moral. No es un volumen, ni tampoco un opúsculo: es solamente una
octavilla, y en los Archives figura solo una fotocopia del original.
La grafía es, con seguridad, del P. Dehon, pero no sabemos nada
de la paternidad de esa octavilla. Con todo, este escrito de poco más
de tres líneas se encontraba entre “sus cosas” y si, como nos inclina-
mos a creer, es algo que él simplemente ha leído y transcrito, no obs-
tante debe haber sintonizado con su pensamiento, que se ha apro-
piado de alguna manera, puesto que la ha conservado. Nadie copia
un pensamiento con el que se encuentra al leer un libro, si no es para
él interesante, merecedor de recuerdo, de mantenerlo a mano.
Es posible que tan solo un consultor del Índice de aquella
época hubiera podido copiar un pensamiento cuyo contenido no
compartía, quizá para reparar en el autor y preparar un votum que
someter al “iluminado” parecer de los “eminentísimos Padres”
antes de despedirse de ellos con el beso a la sagrada púrpura y la
forma de adiós precedida del “devotísimo y humildísimo siervo”,
como leemos en los vota del P. Dehon, informatizados en el
Centro de Estudios durante los primeros meses del año 2011.
dehoniana 51
53. Es verdad que el P. Dehon fue también consultor del Índice.
Cuando se leen sus vota a un siglo de distancia, quedamos grata-
mente sorprendidos por el equilibrio, el sentido común y la man-
sedumbre de sus valoraciones, así como por la perspicacia de sus
aportaciones críticas.
Por lo que toca al escrito concreto indicado, se puede descar-
tar que sin estar de acuerdo con el contenido, lo haya transcrito
para prepararse a rebatirlo en los ámbitos oportunos. En ese caso,
habría anotado al menos los datos de la obra en que lo leyó, aun-
que fuera de modo elemental –como a veces sucede en sus citas–
si hubiese tenido la idea de servirse de él, y en estos casos no siem-
pre alude a la paternidad de quien ha formulado un determinado
escrito. Alguno ha hecho notar que ésta era una costumbre de la
época; pero puede añadirse que no lo era en todos los autores.
Que el P. Dehon se identificase con el meollo de este escrito
autoriza a decirlo, sobre todo, como veremos, otro texto –de
1919–, en el que sus consideraciones sobre el tema se refieren pre-
cisamente a las mismas posturas.
1. Sobre la conciencia
El autor de estas líneas ha tratado de hurgar en sus recuerdos
universitarios, ha consultado a algún colega y ha utilizado los
medios modernos de investigación para superar la duda sobre si
ese corto texto era del fundador o solo una apropiación... indebi-
da, pues no lo ofrece entre comillas, no lo acompaña de referen-
cia bibliográfica alguna ni cita al posible autor.
El Padre lo ha encerrado sencillamente entre guiones, dejan-
do a la posteridad la sorpresa y el embarazo en el lector que qui-
siera saber más de él. Sorpresa, porque se trata de un dulce ape-
titoso, al menos para quien está interesado, estudia, enseña o ha
enseñado teología moral. Embarazo porque, en su anonimato, la
interesante definición en cuestión habla de un concreto modo,
singularmente moderno, de entender la interioridad del hombre y
su vida moral y, por tanto, gustaría saber que fuera suya propia.
52 dehoniana
54. Se trata, como se ha dicho, de una definición, y de una defi-
nición sobre la conciencia:
– La conscience est la voix intérieure de la raison
appliquée aux actes de la vie morale.
– La conciencia es la voz interior de la razón aplicada a los
actos de la vida moral.
Han transcurrido más de sesenta años entre esa transcripción
del P. Dehon y la formulación de la definición y de los dinamis-
mos propios de la conciencia que ofrece la Constitución pastoral
Gaudium et Spes del Vaticano II cuando habla de la Dignidad de
la conciencia moral (1965):
“En lo más profundo de su conciencia descubre el hombre la
existencia de una ley que él no se dicta a sí mismo, pero a la cual debe
obedecer, y cuya voz resuena, cuando es necesario, en los oídos de
su corazón, en cuya obediencia consiste la dignidad humana y por
la cual será juzgado personalmente. La conciencia es el núcleo más
secreto y el sagrario del hombre, en el que éste se siente a solas con
Dios, cuya voz resuena en el recinto más íntimo de aquélla. Es la
conciencia la que de modo admirable da a conocer esa ley cuyo cum-
plimiento consiste en el amor de Dios y del prójimo. La fidelidad a
esta conciencia une a los cristianos con los demás hombres para bus-
car la verdad y resolver con acierto los numerosos problemas mora-
les que se presentan al individuo y a la sociedad. Cuanto mayor es
el predomino de la recta conciencia, tanta mayor seguridad tienen
las personas y las sociedades para apartarse del ciego capricho y
para someterse a las normas objetivas de la moralidad (...)” 1.
Ha pasado más tiempo aún entre la apropiación de estas indi-
caciones conciliares por parte del Catecismo de la Iglesia Católica
(1992) y de la enciclica Veritatis Splendor (1993) y el breve escri-
to “del” P. Dehon. Éste concedió una preocupada atención a la for-
mación de la conciencia, como lo prueba una advertencia que
extraemos de la correspondencia con el entonces maestro de novi-
1
Gaudium et Spes, n. 16.
dehoniana 53
55. cios, el P. André Prévot: “Dé una base sólida a los novicios, no
excesivo misticismo. Los cimientos deben ser colocados antes que
el tejado. Sea sencillo, práctico. Respecto a la fe no hay suficien-
te formación religiosa. Desde el principio y durante todo el año
se habla de la vida de amor... Los novicios salen sin instrucción
religiosa fundamental. En cuanto a la conciencia, su direc-
ción espiritual no es la que debería ser. Está formando
a hipócritas. Es preciso formar la conciencia. Y perdóne-
me si le hago sufrir un poco. Viendo el número de los que dejan
la Congregación, y tanta vileza, muchos dicen: algo no funciona
en el noviciado.” (B 18. 5/2).
2. Sobre la promoción humana y la salvación
La primera cita (la de Gaudium et Spes incorporada al
Catecismo), si la leemos teniendo presente la definición “del”
P. Dehon, nos confirma respecto a la modernidad de su aten-
ción a este tema. La segunda (la de Veritatis Splendor), com-
parando la misma “definición” con el texto de una meditación
suya que traeremos a colación más adelante, demuestra la ver-
dad de que el Espíritu sopla donde quiere (cf. Jn 3,8) y “cuan-
do quiere”. El Espíritu lleva a un obrar que se encuentra con el
mundo y lo transforma, si es cierto que no hay que confundir la
espiritualidad con el solipsismo espiritual autogratificante, sino
que ha de constituirse alma de un empeño para que el mundo
crea (cf. Jn 17,21), los hombres se salven y lleguen al conoci-
miento de la verdad (cf. 1 Tim 2,4).
Pensándolo bien, cuando nos comprometemos en la acción
social y, coherentemente con la Regla de Vida [RV], lo hacemos
y sufrimos todo por el servicio al Evangelio, participando en la
obra de la reconciliación para resanar a la humanidad, reunificar-
la en el cuerpo de Cristo y consagrarla a Dios (cf. RV 25), identi-
ficándonos a nuestra vez como Cristo con los pequeños y los
pobres (cf. RV 29); cualquier cosa que hagamos o digamos la
54 dehoniana
56. hacemos y decimos no primariamente como sociólogos, psicólo-
gos, terapeutas o profesores, sino como anunciadores de la nove-
dad del Evangelio, al servicio de la misión salvífica del Pueblo de
Dios en el mundo de hoy (RV 28).
Es, ya, la salvación. Otros, mejor que nosotros, saben hacer y
hacen política, economía, sociología, terapia, docencia e incluso
música. En cambio, nadie mejor que nosotros debería saber anun-
ciar la salvación y trabajar por su consecución. Para ello hemos
sido elegidos y mandados (cf. Jn 15,16). Decir qué sea la “salva-
ción cristiana”, qué significa que el Señor nos ha dado, nos da y
nos dará la salvación y si ésta será el paraíso en el más allá, o el
perdón de los pecados aquí, o la posibilidad de nuevas relaciones
con él y entre nosotros: se nos pide esto, esto es lo que se espera
sobre todo de nosotros.
Un nuevo recurso a la RV, sin forzarla, pero igualmente sin
lecturas reductivas, podría ofrecer alguna cosa que decirnos:
Habla de una búsqueda cada vez más fiel de la voluntad del Padre
sobre nosotros y sobre el mundo; de atención a las llamadas que
nos llegan por medio de los acontecimientos pequeños y grandes
y en las esperanzas y relaciones humanas; de consciencia del
intenso esfuerzo de liberación que atormenta al mundo de hoy; de
liberación de cuanto hiere la dignidad del hombre y amenaza sus
aspiraciones más profundas de verdad, justicia, amor, libertad; de
testimonio. Y, todo esto, empeñándonos con nuestro modo de ver
y de obrar en la participación de la construcción de la ciudad
terrena y en la edificación del cuerpo de Cristo, conscientes de que
el Reino de Dios y su justicia deben ser buscados ante todo y por
medio de todo (cf. RV 35 ss).
La situación de la Iglesia ha cambiado respecto del tiempo del
P. Dehon y del Vaticano II. O, a lo mejor, no ha cambiado nada,
pero sí el modo con que las cosas se ponen de manifiesto a nuestra
manera de ver y en la conciencia de las personas. Como ha escrito
Enzo Bianchi, prior de la comunidad de Bose, hoy “el sentido cris-
tiano de la palabra “salvación” es cada vez más desconocido”.
Pero la demanda de salvación emerge en la necesidad de sentido,
dehoniana 55
57. de liberación de las alienaciones, de la muerte, de las esclavitudes
y del mal de cualquier hombre o mujer de nuestro tiempo.2
Lo mismo que en los tiempos del P. Dehon y en los del Concilio,
parece que la gente no se pregunte ya explícitamente sobre la sal-
vación o, si lo hace, siguiendo también cierta predicación nuestra,
no parece que haya comprendido aún que no hay más allá y más
acá para la fe y la salvación. O, para decirlo mejor, se cree en el aquí,
se ve el allá: aquí la salvación es cuestión de fe y de obras, es decir
“sustancia de cosas esperadas” (como dice Dante Alighieri en La
divina comedia, Paraíso XXIV, 64); allí es cuestión de visión, es
más, de vida. Puede parecer una banalidad, pero es, en cambio, una
cosa importante ayudar a comprender que la salvación cristiana no
es una cuestión de “geografía” (… aquí, allá), sino de historia. De
hecho, “es acción de Dios en la historia, desde aquel “en el prin-
cipio” hasta que la historia misma encuentre su cumplimiento...”
(E. Bianchi). En definitiva, es una historia que comienza con la
creación, tropieza con el pecado, ve la promesa de la Redención, la
alianza, a Dios que envía a su Hijo a traer una buena noticia, a sal-
var a los que estaban perdidos, muriendo en la cruz y que, con el sol
deslumbrante de un domingo destinado a permanecer en la histo-
ria, resurge venciendo a la muerte; la suya, y la de todos.
Aquello a lo que, hace muchos años, en un congreso de teólo-
gos italianos, empujaba al decano, Luigi Sartori, a declarar urgen-
te que la teología definiese mejor la “salvación cristiana” y su rela-
ción con las preguntas alternativas de “salvación humana”, sigue
siendo urgente en las Iglesias de todos los continentes. La gente
de todas partes quisiera comprender, tener respuestas. El proble-
ma de la salvación reaparece en el momento de la verdad, escon-
dido en tres o cuatro deseos difusos: realizarse, ser felices, ver que
no se acaba todo en dos metros cuadrados de tierra. Y retornan
entre líneas algunas preguntas: ¿Qué sentido tiene la vida? ¿Y...
después? ¿Por qué? ¿El bien? ¿El mal? ¿La injusticia? ¿Dios?
¿Jesucristo?
2
Cf. “La Stampa”, 3 de mayo de 2009.
56 dehoniana