Presentación #1 de la clase de Enseñanza Moral de la Iglesia para el programa de Formación para el MInisterio Cristiano de la Arquidiocesis de Galveston-Houston
1. Enseñanza Moral de la Iglesia
Arquidiócesis de Galveston-Houston
Presentado por Juan Carlos Moreno, MA
2. Oración
Del Libro de Deuteronomio
Este es el mandamiento, y estos son los preceptos y las leyes
que el Señor, su Dios, ordenó que les enseñara a practicar en
el país del que van a tomar posesión, a fin de que temas al
Señor, tu Dios, observando constantemente todos los
preceptos y mandamientos que yo te prescribo, y así tengas
una larga vida, lo mismo que tu hijo y tu nieto. Por
eso, escucha, Israel, y empéñate en cumplirlos. Así gozarás
de bienestar y llegarás a ser muy numeroso en la tierra que
mana leche y miel, como el Señor, tu Dios, te lo ha prometido.
Escucha, Israel: el Señor, nuestro Dios, es el único Señor.
Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu
alma y con todas tus fuerzas. 6Graba en tu corazón estas
palabras que yo te dicto hoy. Incúlcalas a tus hijos, y háblales
de ellas cuando estés en tu casa y cuando vayas de viaje, al
acostarte y al levantarte. Átalas a tu mano como un signo, y
que estén como una marca sobre tu frente. Escríbelas en las
puertas de tu casa y en sus postes.
7. Moral Social y Moral Cristiana
Moral Social basada en las normas y costumbres de
la cultura.
Moral Cristiana: normas morales que seguimos los
Cristianos por estar incorporados a Cristo por
nuestro Bautismo. Esta basada en:
Ley Natural
Escrituras
Sagrada Tradición
Magisterio de la Iglesia
9. Moralidad de los Actos Humanos
3 Componentes:
El objeto
La intención
Las circunstancias
Las tres cosas deben ser buenas para que el acto
sea moralmente licito, la corrupción de cualquiera de
las tres cosas hace al acto moralmente ilícito
10. Trabajo en Grupo Determine en su grupo la
moralidad de los siguientes actos (evaluando el
objeto, la intención y las circunstancias):
-Pasear por un parque para relajarse el domingo por
la tarde
-Pasear por un parque para relajarse a las 3 de la
mañana bajo la nieve
-Comer un helado de vainilla de postre
-Comer un helado de vainilla de postre antes que mi
hermano porque es el ultimo bocado
-Asaltar al banco para hacerme rico
17. El Espiritu Santo y la Vida Moral
La vida moral es sostenida por el Espiritu Santo
Los siete dones del Espiritu Santo:
18. Oración para pedir virtudes
Llégate hasta nosotros, Espíritu de verdad
y llena con el fuego de tu amor
la casa de nuestro corazón.
Tú que en otros tiempos inundaste
con el don inefable de tu grandeza
la casa donde permanecían unidos los
discípulos. Tú que les hiciste contar en diferentes
lenguas las maravillas del Señor,
concédenos las diferentes virtudes
e introdúcenos en los atrios del Cielo.
Amén.
Notas del editor
-El Cristiano debeseruna persona queactuadesde la perspectiva de Cristo, y no de nuestrosdeseosindividuales al hacerdecisiones-en estecursorepasaremos los fundamentos de la Moral Cristiana, con la intencion de elevar la conducta de nosotros los creyentes-no se trataunicamente de vivir la vida moral Cristiana, sinotambien de ofrecer el modelo a la cultura de hoy
-Para poder vivir nuestra vida en plenitud, para ser felices, debemos saber el proposito de nuestra vida.-Consideren la vida con la Metafora de un juego de baseball (o cualquier deporte) que se requiere para poder jugar, ganar, y disfrutar el juego? –Conocer las reglas (y seguirlas) y mucha practica!
-Consideren la vida con la Metafora de un juego de futbol (o cualquier deporte) que se requiere para poder jugar, ganar, y disfrutar el juego? –Conocer las reglas (y seguirlas) y mucha practica!-Las reglas del juego de la vida es lo que trata la moral cristiana – nuestros libros de reglas: la Biblia y las enseñanzas de la Iglesia-que nos dicen lo que quiere Dios de nosotros-que le pasa a los jugadores que rompen las reglas del juego? Lo mismo nos pasa cuando no seguimos las reglas de la moralidad-no porque Dios nos castige, sino como resultado de nuestra libre eleccion-Como se disfruta mejor el juego?-siguiendo las reglas. Asimismo, siguiendo la ley moral nos hace verdaderament humanos (hacemos lo que fuimos creados para hacer) y nos lleva a la felicidad verdadera
-no podemosperder de vista nuestrocentro: Jesucristo-la vida moral no es el seguir un sistema de reglasarbitrariamente-esnuestrarespuesta a la graciaderramadapor Jesus en la cruz, dondediosuvidaparasalvarnos de la muertequemereciamospor el pecado. Nuestrarespuesta a la invitacion de compartir en suvida, en estemundo y en el siguente-la vida de fe, entonces no esprimariamente un seguirreglas. Se trata de unarelacion: nuestrarelacion con Jesucristo
I. La ley moral natural1954. El hombre participa de la sabiduría y la bondad del Creador que le confiere el dominio de sus actos y la capacidad de gobernarse con miras a la verdad y al bien. La ley natural expresa el sentido moral original que permite al hombre discernir mediante la razón lo que son el bien y el mal, la verdad y la mentira:«La ley natural [...] está inscrita y grabada en el alma de todos y cada uno de los hombres porque es la razón humana que ordena hacer el bien y prohíbe pecar. Pero esta prescripción de la razón humana no podría tener fuerza de ley si no fuese la voz y el intérprete de una razón más alta a la que nuestro espíritu y nuestra libertad deben estar sometidos» (León XIII, Carta enc. Libertas praestantissimum).1955 La ley divina y natural (GS 89) muestra al hombre el camino que debe seguir para practicar el bien y alcanzar su fin. La ley natural contiene los preceptos primeros y esenciales que rigen la vida moral. Tiene por raíz la aspiración y la sumisión a Dios, fuente y juez de todo bien, así como el sentido del prójimo en cuanto igual a sí mismo. Está expuesta, en sus principales preceptos, en el Decálogo. Esta ley se llama natural no por referencia a la naturaleza de los seres irracionales, sino porque la razón que la proclama pertenece propiamente a la naturaleza humana:«¿Dónde, pues, están inscritas [estas normas] sino en el libro de esa luz que se llama la Verdad? Allí está escrita toda ley justa, de allí pasa al corazón del hombre que cumple la justicia; no que ella emigre a él, sino que en él pone su impronta a la manera de un sello que de un anillo pasa a la cera, pero sin dejar el anillo» (San Agustín, De Trinitate, 14, 15, 21).La ley natural «no es otra cosa que la luz de la inteligencia puesta en nosotros por Dios; por ella conocemos lo que es preciso hacer y lo que es preciso evitar. Esta luz o esta ley, Dios la ha dado al hombre en la creación. (Santo Tomás de Aquino, In duopraceptacaritatis et in decemLegispraeceptaexpositio, c. 1).1956 La ley natural, presente en el corazón de todo hombre y establecida por la razón, es universal en sus preceptos, y su autoridad se extiende a todos los hombres. Expresa la dignidad de la persona y determina la base de sus derechos y sus deberes fundamentales:«Existe ciertamente una verdadera ley: la recta razón, conforme a la naturaleza, extendida a todos, inmutable, eterna, que llama a cumplir con la propia obligación y aparta del mal que prohíbe. [...] Esta ley no puede ser contradicha, ni derogada en parte, ni del todo» (Marco Tulio Cicerón, De republica, 3, 22, 33).1957 La aplicación de la ley natural varía mucho; puede exigir una reflexión adaptada a la multiplicidad de las condiciones de vida según los lugares, las épocas y las circunstancias. Sin embargo, en la diversidad de culturas, la ley natural permanece como una norma que une entre sí a los hombres y les impone, por encima de las diferencias inevitables, principios comunes.1958 La ley natural es inmutable (cfGS 10) y permanente a través de las variaciones de la historia; subsiste bajo el flujo de ideas y costumbres y sostiene su progreso. Las normas que la expresan permanecen substancialmente valederas. Incluso cuando se llega a renegar de sus principios, no se la puede destruir ni arrancar del corazón del hombre. Resurge siempre en la vida de individuos y sociedades:«El robo está ciertamente sancionado por tu ley, Señor, y por la ley que está escrita en el corazón del hombre, y que la misma iniquidad no puede borrar» (San Agustín, Confessiones, 2, 4, 9).1959 La ley natural, obra maravillosa del Creador, proporciona los fundamentos sólidos sobre los que el hombre puede construir el edificio de las normas morales que guían sus decisiones. Establece también la base moral indispensable para la edificación de la comunidad de los hombres. Finalmente proporciona la base necesaria a la ley civil que se adhiere a ella, bien mediante una reflexión que extrae las conclusiones de sus principios, bien mediante adiciones de naturaleza positiva y jurídica.1960 Los preceptos de la ley natural no son percibidos por todos, sin dificultad, con firme certeza y sin mezcla alguna de error. En la situación actual, la gracia y la revelación son necesarias al hombre pecador para que las verdades religiosas y morales puedan ser conocidas “de todos y sin dificultad, con una firme certeza y sin mezcla de error” (Concilio Vaticano I: DS 3005; Pío XII, enc. Humani generis: DS 3876). La ley natural proporciona a la Ley revelada y a la gracia un cimiento preparado por Dios y armonizado con la obra del Espíritu. Sagrada Tradicion77 «Para que este Evangelio se conservara siempre vivo y entero en la Iglesia, los Apóstoles nombraron como sucesores a los obispos, "dejándoles su cargo en el magisterio"» (DV 7). En efecto, «la predicación apostólica, expresada de un modo especial en los libros sagrados, se ha de conservar por transmisión continua hasta el fin de los tiempos» (DV 8).78 Esta transmisión viva, llevada a cabo en el Espíritu Santo, es llamada la Tradición en cuanto distinta de la sagrada Escritura, aunque estrechamente ligada a ella. Por ella, "la Iglesia con su enseñanza, su vida, su culto, conserva y transmite a todas las edades lo que es y lo que cree" (DV 8). "Las palabras de los santos Padres atestiguan la presencia viva de esta Tradición, cuyas riquezas van pasando a la práctica y a la vida de la Iglesia que cree y ora" (DV 8).El Magisterio de la Iglesia85 "El oficio de interpretar auténticamente la palabra de Dios, oral o escrita, ha sido encomendado sólo al Magisterio vivo de la Iglesia, el cual lo ejercita en nombre de Jesucristo" (DV 10), es decir, a los obispos en comunión con el sucesor de Pedro, el obispo de Roma.86 "El Magisterio no está por encima de la palabra de Dios, sino a su servicio, para enseñar puramente lo transmitido, pues por mandato divino y con la asistencia del Espíritu Santo, lo escucha devotamente, lo custodia celosamente, lo explica fielmente; y de este único depósito de la fe saca todo lo que propone como revelado por Dios para ser creído" (DV 10).87 Los fieles, recordando la palabra de Cristo a sus Apóstoles: "El que a vosotros escucha a mí me escucha" (Lc 10,16; cf. LG 20), reciben con docilidad las enseñanzas y directrices que sus pastores les dan de diferentes formas.
DEFINICION DEL ACTO HUMANO Los actos humanos son aquellos que proceden de la voluntad deliberada del hombre; es decir, los que realiza con conocimiento y libre voluntad (cfr. S.Th., I-II, q.1, a.1,c.) En ellos interviene primero el entendimiento, porque no se puede querer o desear lo que no se conoce: con el entendimiento el hombre advierte el objeto y delibera si puede y debe tender a él, o no. Una vez conocido el objeto, la voluntad se inclina hacia ‚l porque lo desea, o se aparta de él, rechazándolo. Sólo en este caso cuando intervienen entendimiento y voluntad el hombre es dueño de sus actos, y por tanto, plenamente responsable de ellos. Y sólo en los actos humanos puede darse valoración moral. No todos los actos que realiza el hombre son propiamente humanos, ya que como hemos señalado antes, pueden ser también:1) meramente naturales: los que proceden de las potencias vegetativas y sensitivas, sobre las que el hombre no tiene control voluntario alguno, y son comunes con los animales: p. ej., la nutrición, circulación de la sangre, respiración, la percepción visual o auditiva, el sentir dolor o placer, etc.;2) actos del hombre: los que proceden del hombre, pero faltando ya la advertencia (locos, niños pequeños, distracción total), ya la voluntariedad (por coacción física, p. ej.), ya ambas (p. ej., en el que duerme). DIVISION DEL ACTO HUMANO Por su relación con la moralidad, el acto humano puede ser:1) bueno o lícito, si es conforme con la ley moral (p. ej., el dar limosna);2) malo o ilícito, si le es contrario (p. ej., mentir);3) indiferente, cuando ni le es contrario ni conforme (p.ej., el caminar; cfr.2.6.1).EL OBJETO El objeto constituye el dato fundamental: es la acción misma del sujeto, pero tomada bajo su consideración moral. Nótese que el objeto no es el acto sin más, sino que es el acto de acuerdo a su calificativo moral. Un mismo acto físico puede tener objetos muy diversos, como se aprecia en los ejemplos siguientes:ACTO OBJETOS DIVERSOSmatar asesinatodefensa propiaabortopena de muertehablar mentirrezarinsultaradularbendecirdifamarjurarblasfemar La moralidad de un acto depende principalmente del objeto: si el objeto es malo, el acto ser necesariamente malo; si el objeto es bueno, el acto ser bueno si lo son las circunstancias y la finalidad. Por ejemplo, nunca es lícito blasfemar, perjurar, calumniar, etc., por más que las circunstancias o la finalidad sean muy buenas. Si el objeto del acto no tiene en sí mismo moralidad alguna (p. ej., pasear), la recibe de la finalidad que se intente (p. ej., para descansar y conservar la salud), o de las circunstancias que lo acompañan (p. ej., con una mala compañía). La Teología Moral enseña que, aun cuando pueden darse objetos morales indiferentes en sí mismos ni buenos ni malos, sin embargo, en la práctica no existen acciones indiferentes (su calificativo moral procede en este caso del fin o de las circunstancias). De ahí que en concreto toda acción o es buena o es mala. LAS CIRCUNSTANCIASA. Noción Las circunstancias (circum-stare = hallarse alrededor) son diversos factores o modificaciones que afectan al acto humano. Se pueden considerar en concreto las siguientes (cfr. S. Th. I-II, q. 7, a. 3):1) quién realiza la acción (p. ej., peca más gravemente quien teniendo autoridad da mal ejemplo);2) las consecuencias o efectos que se siguen de la acción (un leve descuido del médico puede ocasionar la muerte del paciente);3) qué cosa: designa la cualidad de un objeto (p. ej., el robo de una cosa sagrada) o su cantidad (p. ej., el monto de lo robado);4) dónde: el lugar donde se realiza la acción (p. ej., un pecado cometido en público es más grave, por el escándalo que supone);5) con qué medios se realizó la acción (p. ej., si hubo fraude o engaño, o si se utilizó la violencia);6) el modo como se realizó el acto (p. ej., rezar con atención o distraídamente, castigar a los hijos con exceso de crueldad);7) cuándo se realizó la acción, ya que en ocasiones el tiempo influye en la moralidad (p. ej., comer carne en día de vigilia).B. Influjo de las circunstancias en la moralidad Hay circunstancias que atenúan la moralidad del acto, circunstancias que la agravan y, finalmente, circunstancias que añaden otras connotaciones morales a ese acto. Por ejemplo, actuar a impulso de una pasión puede -según los casos- atenuar o agravar la culpabilidad. Insultar es siempre malo: pero insultar a un semejante es mucho menos grave que insultar a una persona enferma. Es claro que en el examen de los actos morales sólo deben tenerse en cuenta aquellas circunstancias que posean un influjo moral. Así, p. ej., en el caso del robo, da lo mismo que haya sido en martes o en jueves, etc.1) Circunstancias que añaden connotación moral al pecado, haciendo que en un solo acto se cometan dos o m s pecados específicamente distintos (p. ej., el que roba un cáliz bendecido comete dos pecados: hurto y sacrilegio). La circunstancia que añade nueva connotación moral es la circunstancia “qué cosa”, en este caso la cualidad del cáliz, que estaba consagrado (de robo se muda en robo y en sacrilegio).2) Circunstancias que cambian la especie teológica del pecado haciendo que un pecado pase de mortal a venial o al contrario (p. ej., el monto de lo robado indica si un pecado es venial o mortal).3) Circunstancias que agravan o disminuyen el pecado sin cambiar su especie (p. ej., es más grave dar mal ejemplo a los niños que a los adultos; es menos grave la ofensa que procede de un brote repentino de ira al hacer deporte, etc.). LA FINALIDAD La finalidad es la intención que tiene el hombre al realizar un acto, y puede coincidir o no con el objeto de la acción. No coincide, p. ej., cuando camino por el campo (objeto) para recuperar la salud (fin). Si coincide, en cambio, en aquel que se emborracha (objeto) con el deseo de emborracharse (fin).En relación a la moralidad, el fin del que actúa puede influir de modos diversos:a) si el fin es bueno, agrega al acto bueno una nueva bondad (p. ej., oír Misa -objeto bueno- en reparación por los pecados -fin bueno-);b) si el fin es malo, vicia por completo la bondad de un acto (p. ej., ir a Misa -objeto bueno- sólo para criticar a los asistentes -fin malo-);c) cuando el acto es de suyo indiferente el fin lo convierte en bueno o en malo (p. ej., pasear frente al banco -objeto indiferente- para preparar el próximo robo -fin malo-);d) si el fin es malo, agrega una nueva malicia a un acto de suyo malo (p. ej., robar -objeto malo- para después embriagarse -fin malo-);e) el fin bueno del que actúa nunca puede convertir en buena una acción de suyo mala. Dice San Pablo: no deben hacerse cosas malas para que resulten bienes (cfr. Rom. 8,3); (p. ej., no se puede jurar en falso -objeto malo- para salvar a un inocente -fin bueno-, o dar muerte a alguien para liberarlo de sus dolores, o robar al rico para dar a los pobres, etc.).
El concepto de la libertades de sumaimportanciapara la moralidad-Dios noshizolibresparaamarle o pararechazarle-sin libertad no podemosamar a Dios-no significalibertadparahacer lo que se nos de la gana, sinolibertadparaobedecer a Dios, parahacer lo quenos llama a hacer-el seguir la ley moral, los mandamientos, noshace MAS libres, no menoslibres
-un factor muyimportante en nuestraresponsabilidad moral de nuestrasaccioneses el conocimiento-un adultoes mas culpable cuandomienteque un niño de 6 años-la persona queactuapormedio de unaignorianciainvencible no esmoralmente culpable
BreveDiscusion engrupo-siguiente slide da la respuesta
1805 Cuatro virtudes desempeñan un papel fundamental. Por eso se las llama “cardinales”; todas las demás se agrupan en torno a ellas. 1806 La prudencia es la virtud que dispone la razón práctica a discernir en toda circunstancia nuestro verdadero bien y a elegir los medios rectos para realizarlo. “El hombre cauto medita sus pasos” (Pr 14, 15). “Sed sensatos y sobrios para daros a la oración” (1 P 4, 7). La prudencia es la “regla recta de la acción”, escribe santo Tomás (Summatheologiae, 2-2, q. 47, a. 2, sed contra), siguiendo a Aristóteles. No se confunde ni con la timidez o el temor, ni con la doblez o la disimulación. Es llamada auriga virtutum: conduce las otras virtudes indicándoles regla y medida. Es la prudencia quien guía directamente el juicio de conciencia. El hombre prudente decide y ordena su conducta según este juicio. Gracias a esta virtud aplicamos sin error los principios morales a los casos particulares y superamos las dudas sobre el bien que debemos hacer y el mal que debemos evitar.1807 La justicia es la virtud moral que consiste en la constante y firme voluntad de dar a Dios y al prójimo lo que les es debido. La justicia para con Dios es llamada “la virtud de la religión”. Para con los hombres, la justicia dispone a respetar los derechos de cada uno y a establecer en las relaciones humanas la armonía que promueve la equidad respecto a las personas y al bien común. El hombre justo, evocado con frecuencia en las Sagradas Escrituras, se distingue por la rectitud habitual de sus pensamientos y de su conducta con el prójimo. “Siendo juez no hagas injusticia, ni por favor del pobre, ni por respeto al grande: con justicia juzgarás a tu prójimo” (Lv 19, 15). “Amos, dad a vuestros esclavos lo que es justo y equitativo, teniendo presente que también vosotros tenéis un Amo en el cielo” (Col 4, 1).1808 La fortaleza es la virtud moral que asegura en las dificultades la firmeza y la constancia en la búsqueda del bien. Reafirma la resolución de resistir a las tentaciones y de superar los obstáculos en la vida moral. La virtud de la fortaleza hace capaz de vencer el temor, incluso a la muerte, y de hacer frente a las pruebas y a las persecuciones. Capacita para ir hasta la renuncia y el sacrificio de la propia vida por defender una causa justa. “Mi fuerza y mi cántico es el Señor” (Sal 118, 14). “En el mundo tendréis tribulación. Pero ¡ánimo!: Yo he vencido al mundo” (Jn 16, 33).1809 La templanza es la virtud moral que modera la atracción de los placeres y procura el equilibrio en el uso de los bienes creados. Asegura el dominio de la voluntad sobre los instintos y mantiene los deseos en los límites de la honestidad. La persona moderada orienta hacia el bien sus apetitos sensibles, guarda una sana discreción y no se deja arrastrar “para seguir la pasión de su corazón” (cf Si 5,2; 37, 27-31). La templanza es a menudo alabada en el Antiguo Testamento: “No vayas detrás de tus pasiones, tus deseos refrena” (Si 18, 30). En el Nuevo Testamento es llamada “moderación” o “sobriedad”. Debemos “vivir con moderación, justicia y piedad en el siglo presente” (Tt 2, 12).
-Provienen de Dios y tienen a Dios comosuobjetivo finalLa fe1814 La fe es la virtud teologal por la que creemos en Dios y en todo lo que Él nos ha dicho y revelado, y que la Santa Iglesia nos propone, porque Él es la verdad misma. Por la fe “el hombre se entrega entera y libremente a Dios” (DV 5). Por eso el creyente se esfuerza por conocer y hacer la voluntad de Dios. “El justo [...] vivirá por la fe” (Rm 1, 17). La fe viva “actúa por la caridad” (Ga 5, 6).1815 El don de la fe permanece en el que no ha pecado contra ella (cf Concilio de Trento: DS 1545). Pero, “la fe sin obras está muerta” (St 2, 26): privada de la esperanza y de la caridad, la fe no une plenamente el fiel a Cristo ni hace de él un miembro vivo de su Cuerpo.1816 El discípulo de Cristo no debe sólo guardar la fe y vivir de ella sino también profesarla, testimoniarla con firmeza y difundirla: “Todos [...] vivan preparados para confesar a Cristo ante los hombres y a seguirle por el camino de la cruz en medio de las persecuciones que nunca faltan a la Iglesia” (LG 42; cfDH 14). El servicio y el testimonio de la fe son requeridos para la salvación: “Todo [...] aquel que se declare por mí ante los hombres, yo también me declararé por él ante mi Padre que está en los cielos; pero a quien me niegue ante los hombres, le negaré yo también ante mi Padre que está en los cielos” (Mt 10, 32-33).La esperanza1817. La esperanza es la virtud teologal por la que aspiramos al Reino de los cielos y a la vida eterna como felicidad nuestra, poniendo nuestra confianza en las promesas de Cristo y apoyándonos no en nuestras fuerzas, sino en los auxilios de la gracia del Espíritu Santo. “Mantengamos firme la confesión de la esperanza, pues fiel es el autor de la promesa” (Hb 10,23). “El Espíritu Santo que Él derramó sobre nosotros con largueza por medio de Jesucristo nuestro Salvador para que, justificados por su gracia, fuésemos constituidos herederos, en esperanza, de vida eterna” (Tt 3, 6-7).1818 La virtud de la esperanza corresponde al anhelo de felicidad puesto por Dios en el corazón de todo hombre; asume las esperanzas que inspiran las actividades de los hombres; las purifica para ordenarlas al Reino de los cielos; protege del desaliento; sostiene en todo desfallecimiento; dilata el corazón en la espera de la bienaventuranza eterna. El impulso de la esperanza preserva del egoísmo y conduce a la dicha de la caridad.1819 La esperanza cristiana recoge y perfecciona la esperanza del pueblo elegido que tiene su origen y su modelo en la esperanza de Abraham en las promesas de Dios; esperanza colmada en Isaac y purificada por la prueba del sacrificio (cfGn 17, 4-8; 22, 1-18). “Esperando contra toda esperanza, creyó y fue hecho padre de muchas naciones” (Rm 4, 18).1820 La esperanza cristiana se manifiesta desde el comienzo de la predicación de Jesús en la proclamación de las bienaventuranzas. Las bienaventuranzas elevan nuestra esperanza hacia el cielo como hacia la nueva tierra prometida; trazan el camino hacia ella a través de las pruebas que esperan a los discípulos de Jesús. Pero por los méritos de Jesucristo y de su pasión, Dios nos guarda en “la esperanza que no falla” (Rm 5, 5). La esperanza es “el ancla del alma”, segura y firme, que penetra... “a donde entró por nosotros como precursor Jesús” (Hb 6, 19-20). Es también un arma que nos protege en el combate de la salvación: “Revistamos la coraza de la fe y de la caridad, con el yelmo de la esperanza de salvación” (1 Ts 5, 8). Nos procura el gozo en la prueba misma: “Con la alegría de la esperanza; constantes en la tribulación” (Rm 12, 12). Se expresa y se alimenta en la oración, particularmente en la del Padre Nuestro, resumen de todo lo que la esperanza nos hace desear.1821 Podemos, por tanto, esperar la gloria del cielo prometida por Dios a los que le aman (cfRm 8, 28-30) y hacen su voluntad (cfMt 7, 21). En toda circunstancia, cada uno debe esperar, con la gracia de Dios, “perseverar hasta el fin” (cfMt 10, 22; cf Concilio de Trento: DS 1541) y obtener el gozo del cielo, como eterna recompensa de Dios por las obras buenas realizadas con la gracia de Cristo. En la esperanza, la Iglesia implora que “todos los hombres [...] se salven” (1Tm 2, 4). Espera estar en la gloria del cielo unida a Cristo, su esposo:«Espera, espera, que no sabes cuándo vendrá el día ni la hora. Vela con cuidado, que todo se pasa con brevedad, aunque tu deseo hace lo cierto dudoso, y el tiempo breve largo. Mira que mientras más peleares, más mostrarás el amor que tienes a tu Dios y más te gozarás con tu Amado con gozo y deleite que no puede tener fin» (Santa Teresa de Jesús, Exclamaciones del alma a Dios, 15, 3)La caridad1822 La caridad es la virtud teologal por la cual amamos a Dios sobre todas las cosas por Él mismo y a nuestro prójimo como a nosotros mismos por amor de Dios.1823 Jesús hace de la caridad el mandamiento nuevo (cfJn 13, 34). Amando a los suyos “hasta el fin” (Jn 13, 1), manifiesta el amor del Padre que ha recibido. Amándose unos a otros, los discípulos imitan el amor de Jesús que reciben también en ellos. Por eso Jesús dice: “Como el Padre me amó, yo también os he amado a vosotros; permaneced en mi amor” (Jn 15, 9). Y también: “Este es el mandamiento mío: que os améis unos a otros como yo os he amado” (Jn 15, 12).1824 Fruto del Espíritu y plenitud de la ley, la caridad guarda los mandamientos de Dios y de Cristo: “Permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor” (Jn 15, 9-10; cfMt 22, 40; Rm 13, 8-10).1825 Cristo murió por amor a nosotros cuando éramos todavía “enemigos” (Rm 5, 10). El Señor nos pide que amemos como Él hasta a nuestros enemigos (cfMt 5, 44), que nos hagamos prójimos del más lejano (cfLc 10, 27-37), que amemos a los niños (cfMc 9, 37) y a los pobres como a Él mismo (cfMt 25, 40.45).El apóstol san Pablo ofrece una descripción incomparable de la caridad: «La caridad es paciente, es servicial; la caridad no es envidiosa, no es jactanciosa, no se engríe; es decorosa; no busca su interés; no se irrita; no toma en cuenta el mal; no se alegra de la injusticia; se alegra con la verdad. Todo lo excusa. Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta» (1 Co 13, 4-7).1826 Si no tengo caridad —dice también el apóstol— “nada soy...”. Y todo lo que es privilegio, servicio, virtud misma... si no tengo caridad, “nada me aprovecha” (1 Co 13, 1-4). La caridad es superior a todas las virtudes. Es la primera de las virtudes teologales: “Ahora subsisten la fe, la esperanza y la caridad, estas tres. Pero la mayor de todas ellas es la caridad” (1 Co 13,13).1827 El ejercicio de todas las virtudes está animado e inspirado por la caridad. Esta es “el vínculo de la perfección” (Col 3, 14); es la forma de las virtudes; las articula y las ordena entre sí; es fuente y término de su práctica cristiana. La caridad asegura y purifica nuestra facultad humana de amar. La eleva a la perfección sobrenatural del amor divino.1828 La práctica de la vida moral animada por la caridad da al cristiano la libertad espiritual de los hijos de Dios. Este no se halla ante Dios como un esclavo, en el temor servil, ni como el mercenario en busca de un jornal, sino como un hijo que responde al amor del “que nos amó primero” (1 Jn 4,19):«O nos apartamos del mal por temor del castigo y estamos en la disposición del esclavo, o buscamos el incentivo de la recompensa y nos parecemos a mercenarios, o finalmente obedecemos por el bien mismo del amor del que manda [...] y entonces estamos en la disposición de hijos» (San Basilio Magno, Regulaefusiustractataeprol. 3).1829 La caridad tiene por frutos el gozo, la paz y la misericordia. Exige la práctica del bien y la corrección fraterna; es benevolencia; suscita la reciprocidad; es siempre desinteresada y generosa; es amistad y comunión:«La culminación de todas nuestras obras es el amor. Ese es el fin; para conseguirlo, corremos; hacia él corremos; una vez llegados, en él reposamos» (San Agustín, In epistulamIoannistractatus, 10, 4).
831 Los siete dones del Espíritu Santo son: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios. Pertenecen en plenitud a Cristo, Hijo de David (cfIs 11, 1-2). Completan y llevan a su perfección las virtudes de quienes los reciben. Hacen a los fieles dóciles para obedecer con prontitud a las inspiraciones divinas.«Tu espíritu bueno me guíe por una tierra llana» (Sal 143,10).«Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios [...] Y, si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos de Cristo» (Rm 8, 14.17)1832 Los frutos del Espíritu son perfecciones que forma en nosotros el Espíritu Santo como primicias de la gloria eterna. La tradición de la Iglesia enumera doce: “caridad, gozo, paz, paciencia, longanimidad, bondad, benignidad, mansedumbre, fidelidad, modestia, continencia, castidad” (Ga 5,22-23, vulg.).