Luisa de Marillac y cuidado de las personas ancianas
El Diezmo - Folleto #4
1. EL DIEZMO
SERMÓN NO. 4
El creyente es exhortado a dar no por
una norma impuesta, sino presentán-
dole el ejemplo de gracia del mismo
Señor Jesucristo, «que por amor a voso-
tros se hizo pobre, siendo rico» (2 Co.
8:9).
No es el diezmo del cristiano lo que co-
rresponde al Señor, sino todo su ser,
puesto que ha sido comprado «por pre-
cio» (1 Co. 6:20; 7:23), y debe así venir a
ser eficaz administrador de todo lo que
el Señor ha puesto en sus manos para la
gloria de Dios.
Pro 3:9 Honra al Señor con tus riquezas
y con los primeros frutos de tus cose-
chas;
IglesiaAdventista
/leydominical
Lev. 27:30 “Una décima parte de
todos los productos de la tierra
pertenece al Señor, tanto de semi-
llas como de árboles frutales, pues
están consagrados al Señor”.
Mal 3:8 ¿Robará el hombre a Dios? Pues vo-
sotros me habéis robado. Y dijisteis: ¿En qué
te hemos robado? Los diezmos y las primi-
cias.
...al tratar de defraudar a Dios, solamente
nos defraudamos a nosotros mismos. El
águila que robó al altar puso fuego a su nido
por el carbón encendido que se adhirió a la
carne robada. Así los hombres que retienen
para sí el dinero de Dios en sus tesoros, ha-
llarán que es una posesión que se pierde.
Jamás perdió nada hombre alguno por servir
a Dios con todo el corazón; ni ganó nada con
servirle con la mitad del corazón. Nosotros
podemos transigir con la conciencia por la
mitad del precio, pero Dios no endosará el
arreglo; y, como Ananías y Safira nosotros
perderemos (Hechos 5:1-11), no solamente
lo que pensamos haber comprado a tan bajo
precio, sino también el precio que por ello
pagamos. Si queremos que Dios “abra” su
tesoro, debemos abrir los nuestros. Una de
las causas de la infecundidad de la Iglesia es
la mezquindad de sus miembros.
Tema de mayordomía cristiana
2. culto. El diezmo era usado para sus-
tentar el ministerio del Santuario
realizado por los sacerdotes y los
levitas.
En 2 Crón. 31; Neh. 12, 13; Mal. 3,
en estos pasajes el verdadero moti-
vo siempre es el culto; es la forma
en que reconocemos nuestra rela-
ción con Dios como nuestro Propie-
tario y Redentor.
Comentario:
El pago de diezmos continuaba en
tiempo de Cristo (Lc. 11:42; 18:12;
He. 7:5), pero no fue prescrito a los
cristianos ni por Cristo ni por los
apóstoles.
Bajo la economía de la gracia se
espera de todo creyente que apor-
te con corazón bien dispuesto
«como propuso en su corazón: no
con tristeza, ni por necesidad, por-
que Dios ama al dador alegre» (2
Co. 9:7).
Pero el hombre, particularmente en su
estado pecaminoso, tiene una necesidad
urgente y constante de recordar que Dios
es la fuente de "toda buena dádiva y todo
don perfecto" (Stg. 1:17).
¿Por qué devolver los diezmos?
La historia de Abram y Melquisedec
(Génesis 14:20) es la primera referencia
bíblica al diezmo. El segundo ejemplo
aparece cuando Jacob asume el compro-
miso de devolver el diezmo en respuesta
a las bendiciones de Dios (Génesis 28:22).
Ninguno de esos ejemplos es la respuesta
a una nueva orden de Dios. Es simple-
mente la continuidad del estilo normal
del culto practicado por ellos. Por medio
de los diezmos, esos hombres reconocían
la mano de Dios en el aspecto material de
sus vidas. No estaban sustentando a la
iglesia; no existía iglesia. Estaban simple-
mente adorando a Dios.
En Deuteronomio 12:5; Dios le dio a Israel
instrucción directa sobre el diezmo y fue
nuevamente recordado en el contexto de
El Diezmo
El diezmo, de una u otra forma, era
practicado entre diversos pueblos
de la antigüedad, tanto para propó-
sitos religiosos como seculares, y
por los adoradores del verdadero
Dios en una época muy temprana.
Una vez que el hombre pecó, fue
sentenciado a ganar su sustento
mediante el sudor de su frente (Gn.
3:17-19), con el peligro de que dije-
ra en su corazón: "Mi poder y la
fuerza de mi mano me han traído
esta riqueza" (Dt. 8:17), cuando en
realidad era Dios quien se los daba
para conseguirlos (v 18). De acuer-
do con ello, cuando los israelitas
estaban por entrar en Canaán, Dios
les advirtió que al obtener cierto
grado de prosperidad debían ser
cuidadosos en no olvidarlo (Rom.
1:19-22). Devolviendo el diezmo, el
hombre reconoce que es un mayor-
domo de Dios, el dueño de todo. El
Señor no necesita el apoyo financie-
ro del hombre, porque de él es el
mundo y su plenitud (véase Sal.
50:10-12).