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Notas de Elena - Lección 7 - Vivir como Cristo - Escuela Sabática Tercer trimestre 2014
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III Trimestre de 2014
Las enseñanzas de Jesús
Notas de Elena G. de White
Lección 7
16 de agosto 2014
Vivir como Cristo:
Sábado 9 de agosto
La gloria del evangelio consiste en que se funda en la noción de que
se ha de restaurar la imagen divina en una raza caída por medio de una
constante manifestación de benevolencia. Esta obra comenzó en los
atrios celestiales, cuando Dios dio a los humanos una prueba des-
lumbradora del amor con que los amaba. “Porque de tal manera amó
Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel
que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (S. Juan 3:16). El
don de Cristo revela el corazón del Padre. Nos asegura que, habiendo
emprendido nuestra redención, él no escatimará ninguna cosa necesaria
para terminar su obra, por más que pueda costarle.
La generosidad es el espíritu del cielo. El abnegado amor de Cristo
se reveló en la cruz. El dio todo lo que poseía y se dio a sí mismo para
que el hombre pudiese salvarse. La cruz de Cristo es un llamamiento a
la generosidad de todo discípulo del Salvador. El principio que pro-
clama es de dar, dar siempre. Su realización por la benevolencia y las
buenas obras es el verdadero fruto de la vida cristiana. El principio de la
gente del mundo es: ganar, ganar siempre; y así se imagina alcanzar la
felicidad; pero cuando este principio ha dado todos sus frutos, se ve que
solo engendra la miseria y la muerte.
La luz del evangelio que irradia de la cruz de Cristo condena el
egoísmo y estimula la generosidad y la benevolencia. No debería ser
causa de quejas el hecho de que se nos dirigen cada vez más invitacio-
nes a dar. En su divina providencia Dios llama a su pueblo a salir de su
esfera de acción limitada para emprender cosas mayores. Se nos exige
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un esfuerzo ilimitado en un tiempo como éste, cuando las tinieblas mo-
rales cubren el mundo. Muchos de los hijos de Dios están en peligro de
dejarse prender en la trampa de la mundanalidad y avaricia. Deberían
comprender que es la misericordia divina la que multiplica las solici-
tudes de recursos. Deben serles presentados blancos que despierten su
benevolencia, o no podrán imitar el carácter del gran Modelo (Joyas de
los testimonios, tomo 3, pp. 402, 403).
Domingo 10 de agosto: Cómo vivió Jesús
Jesús, precioso Salvador, nunca parecía cansarse de las impertinen-
cias de las almas enfermas de pecado y de los enfermos de toda suerte
de dolencias. “Y salió Jesús y vio una gran multitud, y tuvo compasión
de ellos” (S. Marcos 6:34). Esto significaba mucho para los dolientes. El
identificó sus intereses con los de ellos. Compartió sus cargas. Sintió sus
temores. Tenía una anhelante compasión que era dolor para el corazón
de Cristo.
Oh, qué amor, qué amor incomparable. Se volvió uno con nosotros
para poder participar con la humanidad en todas sus vicisitudes...
Redención, oh cuánto implica esta palabra. Todos los que consientan
en ser redimidos son elevados y santificados, redimidos por Jesucristo
de toda vulgaridad y mundanalidad y se los capacita para cooperar con
Dios en la gran obra de la salvación. Jesús aceptó a la humanidad y re-
veló en su propia vida y carácter lo que el hombre puede ser, aun cuan-
do en la providencia de Dios, sea colocado en las más pobres circuns-
tancias de la vida. No tenía ni un centavo para pagar el tributo deman-
dado, y obró un milagro para obtener esa pequeña suma.
Jesús, precioso Salvador no tenía hogar y con frecuencia padecía
hambre, no tenía dónde reclinar la cabeza. Con frecuencia estaba can-
sado. La humanidad es honrada porque Jesús asumió la humanidad para
revelar al mundo lo que puede llegar a ser ella. Puede traer a la luz la
vida y la inmortalidad, llenar con luz los propósitos más comunes y
humildes de la vida. Jesús se inclina sobre nosotros y escudriña nuestro
carácter para ver si su propio carácter se refleja en nosotros (A fin de
conocerle, p. 49).
Cristo realizó milagro tras milagro cuando estuvo en esta tierra. Por
medio de esta obra manifestó lo que Dios puede hacer por los cuerpos y
almas afligidos... Constantemente sirvió a los demás, aprovechando toda
oportunidad que se le ofrecía. Aun en su infancia dirigió palabras de
consuelo y ternura a jóvenes y ancianos... Fue un ejemplo de lo que los
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niños debieran tratar de ser... En sus palabras y sus actos manifestó tier-
na simpatía por todos. Su compañerismo era un bálsamo curativo y sua-
vizante para el descorazonado y deprimido.
Poseía una paciencia que nada podía vencer, y una veracidad de la
cual nadie podía apartarlo. Sus manos y sus pies voluntarios siempre
estaban listos para servir a los demás y alivianar las cargas de sus pa-
dres.
En todo nuestro derredor se oye el llanto de un mundo afligido. Por
todos lados hay menesterosos y angustiados. Nos incumbe aliviar y
suavizar las asperezas y miserias de la vida. Solo el amor de Cristo pue-
de satisfacer las necesidades del alma. Si Cristo mora en nosotros, nues-
tro corazón rebosará de simpatía divina. Se abrirán los manantiales se-
llados de un amor ferviente como el de Cristo.
Son muchos los que han quedado sin esperanza. Devolvámosles la
alegría. Muchos se han desanimado... Roguemos por estas almas. Lle-
vémoslas a Jesús. Digámosles que en Galaad hay bálsamo y Médico
(Hijos e hijas de Dios, p. 153).
Lunes 11 de agosto: Ama a tu prójimo
El samaritano cumplió su deber hacia su prójimo, mientras que el sa-
cerdote y el levita, en cuyo corazón reinaba el egoísmo, probaron estar
faltos de misericordia y compasión. El yo es un tirano, y mientras su
poder rige la vida, no podemos hacer a otros lo que quisiéramos que nos
hagan a nosotros. Para cumplir la regla de oro la vida debe ser trans-
formada y la naturaleza humana debe participar de la divina...
La parábola del buen samaritano señala la verdadera obra misionera
que el pueblo de Dios debe realizar. Nadie está excusado de descuidar
su deber hacia sus prójimos, porque esta obra es el cumplimiento de la
ley que requiere amar a Dios sobre todas las cosas y a nuestros prójimos
como a nosotros mismos.
Lo que es de valor ante Dios no son las palabras elocuentes ni la pro-
fesión de piedad y santidad, sino las obras de justicia que revelan un
carácter como el de Cristo. Obedecer la ley significa ser rápidos para ver
las necesidades de nuestros prójimos, y rápidos para ayudarlos sin dete-
nemos a preguntar si ellos creen en las mismas doctrinas que nosotros.
Obedecer la ley significa ser la mano ayudadora de Dios para aliviar las
necesidades de la sufriente humanidad sin importar las creencias religio-
sas de los que están en necesidad. Los que hacen esta obra son leales a
la verdad de Dios y están viviendo el evangelio.
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El Señor toma nota de cada acto de compasión y misericordia mos-
trado hacia el prójimo, y los escribe en su Libro de memorias: “Y serán
para mí especial tesoro, ha dicho Jehová de los ejércitos, en el día en que
yo actúe; y los perdonaré, como el hombre que perdona a su hijo que le
sirve” (Malaquías 3:17).
El Salvador dedicó más tiempo y trabajos a sanar a los afligidos por
enfermedades que a predicar. Su última orden a sus apóstoles, represen-
tantes suyos en la tierra, era que impusieran las manos a los enfermos
para que sanasen. Cuando venga el Maestro, elogiará a aquellos que
hayan visitado a los enfermos y aliviado las necesidades de los afligidos:
“Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de
beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis;
enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí... De cierto os
digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más peque-
ños, a mí lo hicisteis” (Mateo 25:35, 40) (Review and Herald, 9 de abril
de 1908).
“A tu prójimo como a ti mismo”. Surge la pregunta: “¿Quién es mi
prójimo?” Su respuesta es la parábola del buen samaritano, la cual nos
enseña que cualquier ser humano que necesita nuestra simpatía y nues-
tros buenos servicios, es nuestro prójimo. Los dolientes e indigentes de
todas clases son nuestros prójimos; y cuando llegamos a conocer sus
necesidades, es nuestro deber aliviarlas en cuanto sea posible. En esta
parábola se saca a luz un principio que todos los que siguen a Cristo
debieran adoptar. Suplid primero las necesidades temporales de los me-
nesterosos, aliviad sus menesteres y sufrimientos físicos, y luego halla-
réis abierta la puerta del corazón, donde podréis implantar las buenas
semillas de virtud y religión (Testimonios selectos, tomo 3, p. 269).
Martes 12 de agosto: servicio abnegado
Cualquier descuido de parte de los que pretenden ser seguidores de
Cristo, una omisión en aliviar las necesidades de un hermano o una her-
mana que está llevando el yugo de la pobreza o de la opresión, se regis-
tran en los libros del cielo como manifestados a Cristo en las personas
de sus santos. Qué cuenta tendrá el Señor con muchos, muchísimos, que
presentan las palabras de Cristo a otros pero omiten manifestar tierna
simpatía y consideración por un hermano en la fe que es menos afortu-
nado y tiene menos éxito que ellos mismos...
Cristo se hizo pobre por nosotros para que pudiéramos ser hechos ri-
cos con su pobreza. Hizo un sacrificio para poder proveer un hogar a los
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peregrinos y extranjeros del mundo que buscaran una patria mejor, la
celestial. Los que son súbditos de la gracia de Dios, que esperan ser
herederos de la inmortalidad, ¿rehusarán, o aun sentirán repugnancia a
compartir sus hogares con los que no los tienen y los necesitados? Los
que somos discípulos de Jesús, ¿rehusaremos la entrada en nuestra casa
a los extraños porque no pueden alegar familiaridad con los de casa?
La orden del apóstol ¿no tiene validez en este siglo: “No olvidéis la
hospitalidad, porque por ésta algunos, sin saberlo, hospedaron ánge-
les”?...
Nuestro Padre celestial coloca bendiciones disfrazadas en nuestro
sendero, pero algunos no las tocan por temor de que perturben su gozo.
Hay ángeles que están esperando para ver si aprovechamos las oportu-
nidades de hacer bien que están dentro de nuestro alcance. Están espe-
rando para ver si bendeciremos a otros, para que ellos a su vez puedan
bendecimos (El ministerio de la bondad, pp. 220-222).
Debido a su egoísmo, algunos que muestran una elevada profesión
de religiosidad no aprecian los generosos principios de la religión cris-
tiana. Como han vivido sus vidas solamente para sí mismos, el hacer un
sacrificio para beneficiar a otros está fuera de sus planes. Las semanas,
los meses y los años pasan a la eternidad sin que en los libros celestiales
se registren actos de abnegación, como alimentar a los hambrientos,
cubrir a los que no tienen ropa, o invitar a los extraños...
Cuando el Rey haga su investigación, aquellos que nunca hicieron
nada por otros, que no fueron liberales ni generosos, comprenderán que
el cielo es para aquellos que se negaron a sí mismos para beneficiar a
sus prójimos, y no para aquellos que solamente buscaron beneficiarse a
sí mismos. El terrible castigo que el Rey impondrá a los que están a su
izquierda no será dado debido a grandes crímenes; no serán condenados
por lo que hicieron sino por lo que dejaron de hacer; no hicieron lo que
el cielo les había asignado que hicieran; se agradaron a sí mismos y
tendrán su parte con los egoístas (Signs of the Times, 17 de febrero de
1887).
Miércoles 13 de agosto: Amarás a tus enemigos
“Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os
maldicen, haced bien a los que os aborrecen, y orad por los que os ultra-
jan y os persiguen” (Mateo 5:44).
Nuestra vida debe estar de tal modo oculta con Cristo en Dios, que
cuando hagamos frente a amargos discursos y palabras burlonas y mira-
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das perversas, no permitiremos que nuestros sentimientos se agiten con-
tra nuestros adversarios, sino que sentiremos profunda simpatía por
ellos, porque no saben nada del precioso Salvador a quien pretenden
conocer. Debemos recordar que están al servicio del más acérrimo ene-
migo de Jesucristo, y que al paso que todo el cielo está abierto a los
hijos e hijas de Dios, ellos no tienen ese privilegio. Debéis sentiros co-
mo el pueblo más feliz que mora en la tierra. Sin embargo, como repre-
sentantes de Cristo, sois como corderos en medio de lobos, tenéis a Al-
guien que puede ayudaros en todas las circunstancias, y no seréis devo-
rados por esos lobos, si os mantenéis cerca de Jesús. ¡Cuán cuidadosos
debéis ser de representar a Jesús en cada palabra y acción! Cuando os
levantáis por la mañana, cuando vais a la calle, cuando volvéis, debéis
sentir que Jesús os ama, que está a vuestro lado, y que no debéis fomen-
tar pensamientos que ofendan a vuestro Salvador (A fin de conocerle, p.
185).
Cuando nuestro carácter no conocía el amor y éramos “aborrecibles”
y nos aborrecíamos “unos a otros”, nuestro Padre celestial tuvo compa-
sión de nosotros. “Cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Sal-
vador, y su amor para con los hombres, nos salvó, no por obras de justi-
cia que nosotros habíamos hecho, sino por su misericordia”. Si recibi-
mos su amor, nos hará igualmente tiernos y bondadosos, no solo con
quienes nos agradan, sino también con los más defectuosos, errantes y
pecaminosos.
Los hijos de Dios son aquellos que participan de su naturaleza. No es
la posición mundanal, ni el nacimiento, ni la nacionalidad, ni los privile-
gios religiosos, lo que prueba que somos miembros de la familia de
Dios; es el amor, un amor que abarca a toda la humanidad. Aun los pe-
cadores cuyos corazones no estén herméticamente cerrados al Espíritu
de Dios responden a la bondad. Así como pueden responder al odio con
el odio, también corresponderán al amor con el amor. Solamente el Es-
píritu de Dios devuelve el amor por odio. El ser bondadoso con los in-
gratos y los malos, el hacer lo bueno sin esperar recompensa, es la in-
signia de la realeza del cielo, la señal segura mediante la cual los hijos
del Altísimo revelan su elevada vocación (El discurso maestro de Jesu-
cristo, pp. 65, 66).
Jueves 14 de agosto: Cómo vivir como Jesús
“Ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor”. ¿Cómo se hace
esto? Se hace cuando se teme agregar en la tela de la salvación algunas
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hebras propias; se hace cuando se teme agregar materiales humanos al
edificar el carácter. Solo Dios puede proveer el material adecuado. Que
los seres mortales tengan miedo de agregar sus miserables tendencias
heredadas y cultivadas en su propio carácter. Que tiemblen al pensar que
pueden dejar de someter alguna cosa a Aquel que desea obrar en su
favor. Dios les da la bienvenida a todos los que se acercan a él, tal como
son, sin intentar justificarse a sí mismos, sin reclamar méritos por sus
buenas acciones, sin presentar su propia justicia con orgullo. Para poder
sentamos en lugares celestiales junto con Cristo, debemos desprende-
mos de nuestras vestimentas comunes y recibir el vestido de bodas.
Mientras se camina con humildad y mansedumbre, Dios hace una
obra que solo él puede hacer, porque él es el único que “produce el que-
rer como el hacer, por su buena voluntad”. Y su buena voluntad es que
permanezcamos en Cristo y que descansemos en su amor; que nadie nos
robe la paz, el descanso y la seguridad que tenemos en él. El secreto del
perfecto descanso en su amor es rendirle nuestros caminos y aceptar los
suyos. Lo más sabio que podemos hacer es colocar nuestra vida en sus
manos, apropiamos de cada promesa, y cumplir con las condiciones que
Dios nos pide. Entonces hallaremos descanso para nuestras almas. Al
aprender los hábitos de Cristo, al imitar su humildad y mansedumbre, al
tomar su yugo, el ser se transforma. Y todos tenemos que aprender;
todos tenemos que ser entrenados por Cristo. Y cuando caigamos sobre
la Roca, todas las tendencias heredadas y cultivadas, que limitan nuestro
crecimiento, serán quitadas y participaremos de la naturaleza divina.
Cuando muere el yo, Cristo vive en su lugar; el ser humano permanece
en Cristo, y Cristo en él.
Cristo desea que todos lleguemos a ser estudiantes en su escuela para
ser entrenados a fin de ir alcanzando mayores grados de conocimiento.
Desea imprimir su vida, su paciencia, su mansedumbre, su humildad, en
nuestro carácter. Nos dice: “Aprended de mí, que soy manso y humilde
de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas”.
Dios nos llama a rendirle nuestro ser entero. Entonces, nuestros de-
fectos de carácter, que nos esclavizan y no nos permiten llevar el yugo
de Cristo, serán cambiados por obra del Espíritu Santo; toda justifica-
ción propia y toda acción egoísta desaparecerán, y desearemos perma-
necer en Cristo, y que él permanezca en nosotros (Bible Training
School, 1º de agosto de 1903).
Los que son participantes de la naturaleza divina llegan a ser uno con
Dios en Cristo; y esa unidad se manifiesta hacia los demás en obras de
misericordia y tierna compasión. La misericordia de Dios nos ha salva-