1. José Fermín Garralda Arizcun 1
FESTIVIDAD DEL “CORPUS CHRISTI” EN PAMPLONA.
DEL SIGLO XVIII AL HOY 2011
Por José Fermín GARRALDA ARIZCUN
Dr. en Historia
Pamplona, 1 de julio de 2011
SUMARIO: Introducción 1. Hablemos del hoy: el día de 2011 2. Hablemos del ayer
en el espléndido siglo XVIII : 2.1. Las fuentes 2.2. Relación de las celebraciones y festividades
religiosas del ayuntamiento 2.3. ¿Cómo se celebraba el “Corpus Christi”? 2.4. El abanderado del
“Corpus Christi”: 2.4.1. Su importancia 2.4.2. ¿Quiénes llevaban la bandera de Pamplona? 2.4.3.
¿Qué decir de los gastos? 2.4.4. Ampliación de la base social en la elección 2.4.5. El momento de la
elección 2.5. ¿Influencia ilustrada?: 2.5.1. Medidas municipales durante todo el siglo. 2.5.2. Criterios
municipales. 2.5.3. Una reforma en las procesiones 3. Conclusiones. Notas
Hoy como ayer, y recorriendo las hermosas calles del Casco Antiguo de
Pamplona, se celebra una de las festividades cristianas de mayor calado popular, la
fiesta del “Corpus Christi”. Esta secular festividad religiosa se solemniza con la Santa
Misa en la S.I. Catedral, seguida de la procesión por el Casco Viejo de Pamplona.
Hasta hace unos años, esta
festividad también era fiesta civil, y se
celebraba el jueves -pues el Jueves Santo
está empañado por el dolor de la Pasión-
indicándose como festivo en el
calendario laboral. Por decisión de los
poderes civiles esta fiesta se suprimió, y
la Iglesia la trasladó al domingo
siguiente. De mantener la Iglesia la fiesta
el jueves, la Santa Misa y la procesión
sería imposible un día laborable, ya por
Vista del Casco Viejo de Pamplona desde el río Arga. A la
la ausencia de los asistentes -incluida la
izquierda, el museo de Navarra. Foto: JFG2011 Corporación municipal-, ya por el tráfico
de las calles, ya por desmerecer la
dignidad propia de una celebración de --
éste calado e importancia. No obstante, aunque la festividad se celebre el domingo,
también la Corporación municipal festeja el día del Corpus junto a muchísimos
pamploneses, y como desde hace siglos lo ha hecho.
Hay constancia que este día siempre se ha celebrado con mucha alegría y
esmero: procesión general por las calles, presencia de autoridades eclesiásticas y
civiles, asistencia de muchas asociaciones religiosas, colgaduras en los balcones de
las casas –aunque hoy esta expresiva costumbre va a menos-, pétalos de rosa sobre el
ostensorio, templete y carroza del Santísimo, y alfombra verde para adornar y realzar
todo el recorrido de la procesión.
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Diremos algo del hoy, e ilustraremos a los lectores más interesados e inquietos
sobre el ayer, concretamente el que hunde sus páginas en el tranquilo y activo siglo
XVIII. Así se podrán apreciar las continuidades básicas en el tiempo, y los cambios
propios de unas u otras épocas que tienen una diferente intensidad y duración.
Sobre el hoy, la crónica. Sobre el ayer, la disciplina histórica basada en fuentes
documentales primarias. ¿Queda todavía fe católica en Pamplona? Sí, y mucha
aunque se encuentre cubierta por capas de tibieza, falta de formación etc. ¿Desde
cuándo se realizó y cuándo cobró auge esta procesión? Las diferencias entre el ayer y
el hoy las apreciamos al abrir los ojos a los objetos, la estética, y cómo se expresa la
relación que hay entre las personas. Ahora bien y yendo más allá, ¿hay algunas
constantes básicas entre el siglo XVIII y el año 2011? ¿Trajeron o importaron los
aires “ilustrados” –que en sentido general siempre los hubo- de fines del s. XVIII
alguna novedad sobre este tema en la Pamplona dieciochesca?
El auge de esta festividad religiosa está vinculado a los pontífices Juan XXII y
Eugenio IV, que en 1316 y 1443 respectivamente mandaron sacar en procesión a
Santísimo Sacramento. La procesión del Corpus se remonta en Pamplona a
comienzos del siglo XIV, concretamente hacia 1320, siendo obispo el Ilmo. don
Arnaldo Barbazán, el de la capilla “Barbazana” de la catedral.
***
1. HABLEMOS DEL HOY: el día de 2011
En Pamplona se celebra con mucho gusto la festividad religiosa del “Corpus
Christi”. Este año 2011, fue el pasado domingo 26 de junio. Se celebra en las familias
y parroquias, en la catedral y con una procesión general por toda la ciudad antigua,
que simboliza la nueva.
Este año, con 35 grados de temperatura, a
los actos de la catedral y la procesión acudieron
muchos fieles o vecinos, las instituciones
eclesiásticas y autoridades municipales. De
cuando éramos pequeños, recuerdo que a veces
estrenábamos ropa y, sobre todo, calzado.
Veíamos con mucho gusto a los “gastadores” de
la escolta militar, seguramente procedentes del
Regimiento de Infantería “América”, que ya no
asisten. De chavales, era un acontecimiento ver
a soldados “de verdad”. Cuando había balcón en
el primer piso de casa Zozaya –que siempre
había para nosotros-, en la parte de Estafeta,
estábamos puntuales para ver pasar el precioso
cortejo. Era todo un acontecimiento como
también lo es hoy, aunque con el paso de los
El ostensario con templete en su paso años la procesión se hace más familiar y
por Navarrería. Foto:JFG2011
accesible. A veces hasta uno piensa por qué unos
van dentro y otros no. Bromas aparte, los fieles
reciben, adoran y acompañan a la Custodia detrás de las autoridades municipales.
3. José Fermín Garralda Arizcun 3
Que el ayuntamiento vaya a la Santa Misa y en la procesión por la ciudad no es
un asunto únicamente de hoy, sino continuado desde hace muchos siglos, diríamos
que de siempre, a excepción de algunos años de laicismo, vinculado -a pesar de los
intentos conservadores y, hoy día, del calambur sobre la palabreja- a una lastimosa
persecución religiosa.
El centro neurálgico y corazón de la procesión del Corpus es Quien se expone en
el ostensorio –o custodia- de templete. Adelantemos, pues, algunos datos de
historia. El ostensorio es propiedad de la catedral de Pamplona. Es la admiración
de los fieles, y la mirada sobre su cuidadoso modelado -por amor- de materia noble
nos conduce hacia Él. Se trata de dos piezas perfectamente diferenciadas. La
primera es el ostensorio o custodia de estilo plateresco, que se ejecutó en los
talleres de Pamplona hacia 1540-1550. El artista u orfebre del ostensorio o custodia
nos es desconocido, pero la obra se atribuyó a un tal Pedro del Mercado. Para otros
quizás el artista pudiera ser un tal ACHIN, que es el nombre que aparece en una
filacteria que lleva uno de los profetas del remate. Ahora bien, nada de esto no es así.
La tesis doctoral ya publicada de Asunción de Orbe (1) sobre la platería de
Pamplona, afirma que se ignora totalmente quien puede ser el autor del ostensorio o
custodia de plata dorada. Sin embargo, cuando finalizado el Concilio de Trento se
promueve la festividad del Corpus, y en Pamplona se prohíbe que cada parroquia
realice su propia procesión, el Obispo Antonio Zapata y Mendoza encarga una
segunda pieza con sus propios fondos. Se trata de un templete o andas donde
llevar la anterior custodia u ostensorio. El encargo se realiza a José Velázquez de
Medrano, que era un afamado maestro platero y diseñador en Pamplona. Corría el
año 1596-1598. El maravilloso trabajo de Velázquez de Medrano es de plata virgen.
Así, formando una unidad en dos piezas, el precioso ostensorio está cubierto de un
templete o andas, todo lo cual hoy se expone llevándose en una carroza diferente y
más sencilla a la estrenada en 1954, en vez de llevarla en andas como era costumbre.
Este año 2011, la Santa Misa en la S.I. Catedral de Pamplona se ha celebrado a
las 11 horas, y, tras el familiar tañido de las campanas restauradas y reinstaladas, la
procesión por la ciudad comenzaba a las 12 del mediodía. El tiempo, tan inestable en
Pamplona, dejaba lucir con fuerza el sol. Iniciaban el cortejo los gaiteros de San
Lorenzo, con sus tambres y txistus, y el zaldiko, junto al macero de la S.I. catedral.
Trece asociaciones religiosas formadas por hermandades y cofradías con sus
banderas y estandartes, la cofradía del Santísimo Sacramento, ocho cruces
parroquiales más la cruz arzobispal o de la catedral, unos ochenta los niños de
primera comunión –ensimismados aún dentro del bullicio propio de su edad- y los
seises del Corpus, todos ellos precedían al precioso ostensorio de plata labrada como
centro de atención de todas las miradas y corazones, heridos en la actual crisis de las
almas y hasta de los cuerpos. (¿Queríamos sólo cuerpo?, pues ya no tenemos alma
pero… tampoco cuerpo). Tras el ostensorio de templete, iba el Sr. arzobispo de
Pamplona-Tudela, Excmo. Francisco Pérez González, acompañado por el cabildo de
la catedral en pleno, seguidos todos ellos por el M.I. Ayuntamiento pamplonés con
su escolta municipal. Detrás, “La Pamplonesa” o banda de música municipal, que al
son de “vientos, metales, cobres y percusiones” (V. Redín) es querida y aplaudida en
tiempos difíciles por todos los buenos pamploneses.
Muchos fieles, mucho recogimiento y respeto en la procesión, aunque los de
Pamplona siempre echemos en falta un buen coro que entone los debidos cantos.
4. José Fermín Garralda Arizcun 4
Porque, voces, no nos faltan. Bellos cantos, tampoco. Y ganas, menos…. Digo esto
porque este es un día de alegría, un día para cantar. Creo que esta procesión “pre
veraniega” –calor y brillo al sol-, no puede ser como la procesión del silencio de
viernes santo. Aquí somos muy serios y nos guardamos el canto, que en estas y otras
ocasiones deberíamos exteriorizar. En el Corpus hay que adelantarse a San Fermín,
nuestro patrono “morenico”, en la manifestación de la alegría, aunque sea de otro
modo, una alegría más serena, pausada y contemplativa, ¿no?
La procesión del Corpus de este 2011 cruzó la castiza Navarrería hacia abajo, la
calle del Mentidero (actual Mercaderes), dobla la Plaza Consistorial, y, enfila
Pozoblanco y Comedias (donde en el s. XVIII ahí estaba su teatro municipal, cuyos
ingresos iban a la casa de los Niños Expósitos o Doctrinos), y llega hasta la basílica
de San Ignacio, que acoge la adoración perpetua abierta por nuestro Sr. arzobispo.
De vuelta, se pasea al Santísimo por la ancha calle de García Castañón, parte del
Paseo de Sarasate y un ladillo de la Plaza del Castillo, se sigue la larga y emblemática
calle Estafeta y, de nuevo, Navarrería “p’arriba” hasta la S.I. Catedral.
Como otros años y antaño, acompañan a la
procesión una hermandad con sus graciosos y
esmerados bailes de gala, esta vez con zaldiko, y
algunos cabezudos. Unos pocos años atrás vi, en
Navarrería, hasta un imponente dragón de piel
verdusca y casi de verdad, siempre a una
prudente distancia de la procesión. Así se han
distinguido los actos religiosos de otros actos
folclóricos no exentos a su vez de matices
religiosos. El siglo XVIII, como diremos, sería
algo parecido, pues el folclore se sumaba a la
fiesta religiosa, pero sin confundirse. Siempre
que haya respeto, todo enriquece. No obstante,
quizás en las procesiones de la Pamplona
antigua -como en otros lugares- hubiese cierta
mezcla de elementos serios y folclóricos, pues
La procesión en su entrada a la plaza
el ayuntamiento aceptó la Real Cédula de 1780,
consistorial. Al fondo la hermosa torre de la que prohibía las danzas, gigantones, gigantillas
parroquia de San Cernin. etc. Otra cuestión es si tal mandato fue aquí con
Foto:JFG2011
o sin necesidad. Por aceptarlo, que no quedase.
Avanzado el siglo XX llegarán tiempos “puristas” y un tanto “fríos”, cuando se
echaban las manos a la cabeza si junto a la procesión veían elementos folclóricos que
en otros tiempos se podían juzgar siempre prudentes y contenidos. ¿Cómo si no?
Díganselo a la chiquillería, que además por esos días iniciaba el período estival. Por
otros motivos, es decir, por los ramalazos contrarios a la piedad popular y a las
manifestaciones externas de religiosidad –tan “puros” y “modernos” íbamos a
quedar-, y no sólo por los actos religiosos demasiado “serios”, se despoblaron
muchas procesiones, que ahora queremos recuperar con esmero e ilusión.
***
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2. HABLEMOS DEL AYER EN EL ESPLÉNDIDO SIGLO
XVIII
2.1. LAS FUENTES
Muchos iruñenses han dejado razón escrita de la celebración de esta festividad.
Hace unos años, Valentín Redín escribió con acierto un librito titulado Usos y
costumbres del ayuntamiento de Pamplona (2). Sin embargo, pocos han
investigado sobre el siglo XVIII. Quien esto escribe, lo hizo con mucha paciencia y
sin ayuda alguna (al final todo hay que decirlo) aunque sí con reconocimiento
académico, en su tesis doctoral sobre “La administración municipal de Pamplona en
el siglo XVIII” (Universidad de Navarra, 1986), y en otros trabajos sobre “La vida
religiosa del Ayuntamiento de Pamplona. Siglo XVIII y XIX” (3). (Pues bien, ya
hemos llegado hasta aquí).
La vida religiosa del siglo XVIII en Pamplona era muy activa. La Ciudad (o
ayuntamiento) asistía a muchas funciones de Iglesia, “ya por voto ya por costumbre”
(4). ¿Cómo eran los festejos religiosos? ¿Trajeron los ilustrados de fines del s. XVIII
algunas novedades sobre este tema en Pamplona?
El ayuntamiento de Pamplona del siglo XVIII era muy tradicional, amigo
siempre de las mejoras y el progreso, de sus derechos y tradiciones municipales -
especialmente las religiosas-, así como de sus propias formas de hacer. Como las
épocas dejan su huella, los nuevos tiempos matizarán y modificarán hasta hoy
algunas cuestiones relativas a la procesión del Corpus, por lo que al final de estas
páginas ofrecemos nuestras conclusiones.
Pamplona era sus vecinos, organizados familiar, laboral y socialmente, en el
ámbito religioso (parroquias y cofradías), en los 20 y luego 18 barrios, y también
políticamente. Políticamente, su ayuntamiento o “regimiento” municipal era la parte
esencial de la ciudad. Quizás por eso éste último se llamaba “la Ciudad”, con
mayúscula para diferenciarla de la urbe. Pamplona tenía un altísimo grado de
autogobierno desde 1423, y la corporación municipal será muy celosa siempre de él y
singularmente con el absolutismo (despotismo ilustrado) de finales del siglo XVIII.
Este ayuntamiento, por si y por sus vecinos, celebraba numerosas fiestas religiosas,
esto es, de forma positiva, como profesión religiosa y no sólo con un carácter
sociológico. La corporación profesaba una confesión religiosa, a la que le animaba –y
en parte hacía posible- el que todos los vecinos fuesen católicos, entre los que sin
duda habría muchos más buenos que tibios. Hoy no se si podríamos decir lo mismo.
Varias de estas celebraciones eran fiestas votivas del ayuntamiento, al establecerse
en acción de gracias por haberse salvado la ciudad de diferentes pestes y epidemias.
Las fuentes utilizadas para escribir estas páginas se encuentran básicamente en
el Archivo Municipal de Pamplona (AMP), sobre todo en su sección de Consultas,
actas o acuerdos municipales, pero también en las secciones de asuntos eclesiásticos,
propios y rentas, correspondencia municipal, libranzas (pagos), el Libro de Oro etc.
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2.2. RELACIÓN DE LAS CELEBRACIONES Y FESTIVIDADES
RELIGIOSAS DEL AYUNTAMIENTO.
Como visión global para enmarcar la asistencia del ayuntamiento en la
festividad del Corpus, digamos que este asistía “ya por voto ya por costumbre” a
numerosas celebraciones. Ofrecemos una extensa relación de ellas aunque
intentemos abreviarla.
Se trata, cronológicamente, de las
fiestas siguientes: Santos Fabián y Sebastián
(20-I, votiva desde 1599), los sermones de
cuaresma pronunciados por el predicador
nombrado al efecto por el ayuntamiento, el
Jubileo de las 40 horas de Ntra. Sra. de la
Soledad (3er domingo de cuaresma, durante
tres días que varían la semana y el mes), San
Jorge (23-IV, votiva), San Marcos (25-IV, día
de letanías mayores), las procesiones de
Jueves y Viernes Santo (abril), la Santa Cruz
de mayo con el Paso de las Cinco Llagas de la
Cofradía Vera Cruz (3-V, votiva desde 1599),
San Gregorio Ostiense (9-V, votiva), las cuatro
Rogaciones o Letanías en diferente semana y
mes (a finales de mayo, el lunes, martes y
miércoles antes de la Ascensión), las Reliquias
Fachada de la casas consistorial engalanada en el
de San Fco. Xavier (dos días, a finales de mayo
paso de la procesión del Corpus. Foto:JFG2011 o domingo infraoctavo de la Ascensión, o bien
a comienzo de junio, el domingo inmediato a
la octava de Ntra. Sra. del Camino), la fiesta
del Corpus a finales de junio, San Fermín de Julio (la víspera día 6, la fiesta del 7 y el
sermón del 8, que es votiva, con su novenario), San Abdón y San Senén (30-VII,
votiva), San Roque (16-VIII, votiva), dos días de San Fermín de septiembre o
martirologio de San Fermín (24 y 25-IX), la Oración de San Lucas al inaugurar las
aulas públicas municipales de gramática (18-X), San Martín (11-XI, votiva), San
Saturnino (28 y 29-XI) como “fundador de la Fe en esta capital”, San Francisco
Xavier (4-XII), San Nicasio (14-XII, votiva), la Inmaculada Concepción (víspera, día
8-XII y su octava, tres días), la función de Desagravios al Santísimo Sacramento el
domingo infraoctavo de la Concepción con motivo de los sacrilegios ocurridos en
España durante la guerra de Sucesión, la Bula de la Santa Cruzada (domingo de
septuagésima).
2.3. ¿CÓMO SE CELEBRABA EL “CORPUS CHRISTI”?
Queda dicho que la fiesta del Corpus, que data en Pamplona hacia 1320, se
celebraba por todo lo alto. Era el jueves de la copla: “Tres jueves hay en el año que
lucen más que el sol: jueves santo, Corpus Christi y el día de la ascensión”. Según
Martinena, las primeras referencias documentales son de 25-V-1559 y están
recogidas en las actas municipales, cuyo texto ofrece el autor (5).
7. José Fermín Garralda Arizcun 7
Debía de ser la del Corpus una procesión importantísima, porque nada menos
que el capítulo V del privilegio de la Unión (1423), de los 29 que tiene este
importantísimo documento jurídico, trata “De cómo y por qué personas se debe
llevar el palio” municipal que se utilizaba en las procesiones. El palio los llevaban el
alcalde, los regidores cabo –o primeros- de los tres burgos de San Cernin, La
Población o San Nicolás, y Navarrería, y otros regidores. Desde 1559 la Ciudad invitó
–con éxito- al regente del Consejo Real y al propio Virrey, que también llevarán el
palio.
Así se mancomunaban el ayuntamiento, el obispo y el rey. En realidad, quien
aprobó el privilegio de la Unión de 1423 era el rey, con quien el ayuntamiento tendrá
una relación bastante directa. Por ejemplo, el virrey será quien cada año elija al
alcalde ordinario entre la terna propuesta por el ayuntamiento. Quizás por eso no era
necesario invitar a la procesión al Reino, representado en la Diputación. Creo que la
interpretación de Martinena de que la invitación al regente y al virrey se debía a
conveniencias políticas, no comprende el todo la mentalidad de la época.
Nada más contemplar el actual ostensorio con templete, podemos advertir algo
de la grandeza de esta festividad. No es extraño que, debido al mal estado del antiguo
palio municipal, en 1848 el alcalde marqués de Rozalejo encargase rápidamente otro
previo acuerdo municipal. En efecto, según las actas municipales: “Hallandose en
mal estado el palio propio de la Corporación que se usa en las procesiones del
Corpus, acuerda S.S. que se construya otro nuevo, y se encomienda la ejecucion al Sr.
alcalde” (6). Precisamente este es el palio de la pintura de Sanz de Benito de 1849
que se encuentra en el Ayuntamiento de Pamplona, y que se utilizó hasta 1953.
Omitimos otros elementos actuales ya descritos por Martinena Ruiz (7).
En aquella época, las formas sociales y la cuestión de etiqueta eran mucho más
importantes que hoy. Por ejemplo, de 1751 se conserva un formulario de lo que debía
realizar el ayuntamiento en sus relaciones con el cabildo catedralicio en relación con
las rogativas y procesiones. Algo de ello afectaba a la procesión del Corpus, aunque
su formulario no mencione expresamente esta festividad (8). También se conserva
un “Ceremonial para las festividades que asiste la Ciudad y otros actos publicos”, sin
fecha, pero debiera de estar datado entre 1766 y 1772 (9). En esto, como en todo, si
las cuestiones no se regulaban por la costumbre y hasta se escribían como se hacía
con todo esmero en las actas municipales de todo el siglo XVIII –y a medida que
avanza el tiempo con más extensión y detalle-, sería un desorden, ya por surgir
iniciativas muy saludables pero siempre nuevas, ya –en el caso extremo- por
evidente dejadez lo cual era, por otra parte, impensable.
Cuando la Ciudad estaba de luto por el fallecimiento de alguna persona de la
familia real, los regidores acudían con traje de luto, y no había danzas ni juglares.
Otras veces se suspendió el luto por ese día (v. gr. 26-V-1712), o se decidió el medio
luto (31-V-1714). Este último exigía que los regidores fuesen sin joyas o bien con
joyas pero sin cordoncillos ni cadenas, en las trompetas se quitaban los colgantes
negros, había danzas en la procesión pero no por las calles, el abanderado iba vestido
de riguroso negro, los fieles -empleados municipales- utilizaban gramellas coloradas,
y las pesadas mazas de plata que porteaban los maceros iban al descubierto.
8. José Fermín Garralda Arizcun 8
Cuando había mala suerte porque llovía, no se tenía más remedio que disolver
la procesión. Así ocurrió el 22-V-1704 y 30-V-1709. Otras veces la lluvia afectó a un
tramo de la procesión como en 15-VI-1713 y 16-VI-1718.
No siempre todos los regidores asistieron a la procesión. En este caso les
sustituían los consultores (los regidores del año anterior) (4-VI-1711). Ya hemos
dicho que, desde 1559, el ayuntamiento también invitaba al obispo y al virrey,
aunque no pocas veces durante el siglo XVIII estas autoridades, que eran las
máximas del Reino, estaban ausentes. En tal caso les representaban el prior de la
catedral y el regente de los tribunales reales respectivamente. El obispo podía estar
en Madrid, o de visita pastoral, y virrey a veces no había tomado posesión de su
cargo. También se invitaba a los miembros de los tribunales del Consejo Real y de la
Cámara de Comptos, y, por carta, a los consultores municipales, aunque consta que
estos últimos faltaban muchas veces (10). El problema surgiría si, en este último
caso, también faltaba el regidor correspondiente en el orden de Ciudad, de lo que no
hay constancia que ocurriese. No tenemos razón de que se invitase a la Diputación
del Reino, quizás porque la relación era entre el ayuntamiento, el rey y el obispo, y
no con el Reino representado en la Diputación. Quizás hubiese también alguna
dificultad para que los siete diputados estuviesen en Pamplona, ya que seguramente
su presidente, que era un alto eclesiástico, no pocas veces el abad de algún
monasterio, quería celebrar la festividad del Corpus en su monasterio de origen. Por
último, la Ciudad invitaba a las parroquias, conventos, y a los gremios que acudían
con sus flamantes estandartes.
Unifiquemos todas las fuentes documentales en el acuerdo municipal del 16-VI-
1808 (11), aunque aportemos otros datos.
En primer lugar, dos regidores más los tenientes de justicia municipales, los
maceros, clarineros y danzas, iban a buscar al abanderado que iba a llevar la
bandera o estandarte de la Ciudad en la procesión. La comitiva procedía desde la
casa consistorial hasta el domicilio del abanderado para luego conducirlo al
ayuntamiento. También llegaban los borlistas que iban a acompañar al abanderado.
Una vez en la casa consistorial, todos ellos permanecían en su secretaría.
A continuación, la Ciudad asistía a la Santa Misa que celebraba su capellán en el
oratorio de la casa consistorial, a la que acudían los diez regidores (5 del burgo de
San Cernin, 3 de La Población o San Nicolás, y 2 por Navarrería), el alcalde
ordinario, y los diez consultores (regidores del año anterior). Al parecer, no acudían
ni el abanderado ni los borlistas porque el ejercicio de tales no eran parte de la
corporación municipal.
Entre las 9 y 10 de la mañana, el ayuntamiento, en “Cuerpo de Ciudad”, iniciaba
su marcha hacia la catedral, formando un desfile solemne acompañado de sus mazas
y maceros, tenientes justicia, clarines, timbales y ministros. Seguía un orden
acostumbrado por filas. En la primera fila iba el abanderado con el estandarte verde
y el escudo bordado de la Ciudad, acompañado de cuatro borlistas: dos, el alcalde
ordinario y el regidor preeminente, más los otros dos borlistas invitados. Siempre les
acompañan un “gran número de ciudadanos y caballeros” a quienes se invitaba
previamente por Bando, así como juglares y danzas, que en 1808 procedían de la
villa de Aoiz.
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Una vez en la catedral, las actas municipales del 16-VI-1808 (de las que respeto
la grafía) dicen así:
“entro la Ciudad en la capilla Mayor a una con el abanderado quedando fuera de ella el
estandarte y los laderos y ocupó los bancos de entre el organillo y el trono, y a breve rato
entraron también en la misma capilla el Preste, Diacono y subdiacono, con el Cabildo mayor, el
señor virrey y los tribunales, que todos se colocaron en sus respectivos puestos, y despues de
haberse dado velas al sr. virrey y a los tribunales por los uixeres y a la ciudad por sus tenientes
de justicia, mientras se cantaba por la capilla de musica, una area o villancico, correspondiente
a la festividad del dia salio el abanderado de la capilla, sin hacer reverencia mas que al
Sacramento y tomando el estandarte, fuera de ella con el y los laderos, llevando los clarines
delante y una maza detrás, se colocó en la Procesión que a ese tiempo hiba (sic.) desfilando por
la puerta llamada de San Josef con asistencia de los Cabildos de las Parroquias, las
comunidades regulares, los gremios con sus banderas, toda la clerecía y mucho número de
vecindario, y a su tiempo salieron tambien de la capilla los señores del Ayuntamiento con las
velas encendidas, y fuera de ella se colocaron a alumbrar al Santísimo hasta fuera de dicha
puerta y delante de la ciudad estaban preparados con achas encendidas dispuestas por la ciudad
los señores consultores que acudieron mediante convite por carta a alumbrar al Sacramento”.
El palio utilizado para el Santísimo era de la Ciudad. El que ésta tenía era de
seis varas, aunque en 1598 la corporación municipal dispuso la construcción de otro
con ocho varas, quedando las dos terceras para el virrey y regente por ser las que
estaban más próximas a la custodia. A la vez, gracias al obispo Zapata, se inauguraba
el templete o andas para cobijar el ostensorio o custodia. Eran estos unos años en
los que la reforma católica (contrarreforma la llaman) quería realzar la procesión
del Corpus, cuyo dogma de la transubstanciación era negado por Lutero.
Ya al salir de la catedral, y en la puerta de San José situada al Oeste del ábside
poligonal, los canónigos que llevaban el palio dentro del templo, lo entregaban a los
regidores. El Santísimo no tenía escolta militar en el siglo XVIII ya que no hay
mención alguna a ella, pero sí la tendrá después como muestra el citado cuadro de
Sanz de Benito fechado en 1849.
Comenzaba la procesión general, a la que asistían todas las instituciones
religiosas y civiles, mientras que hoy asisten bastantes instituciones religiosas y,
como institución civil, sólo el ayuntamiento. Por entonces, delante del Santísimo
iban las autoridades civiles. Asistían también los muchos gremios del mundo
preindustrial, y lo hacían siguiendo el orden establecido en 1610. Iban las cofradías,
los ocho conventos de la ciudad, las cuatro parroquias (San Juan Bautista, San
Cernin, San Nicolás y San Lorenzo), y el cabildo catedralicio presidido por el obispo.
El recorrido estaba marcado por la costumbre, recogida en las Actas
municipales del siglo XVIII. En algunas ocasiones se modificaba el rumbo (2-VI-
1703). El mismo recorrido se mantuvo hasta 1973, y es el siguiente: se inicia en la
puerta de San José de la catedral, bajada por Navarrería, Mercaderes, Plaza
consistorial, calle Mayor, Bosquecillo de la Taconera, San Antón (donde al pasar por
“el árbol grande de -la calle- San Antón”, el cuerpo de artillería de la ciudadela
disparaba una salva de respeto), Zapatería y Pozoblanco, plaza del Castillo siendo
atravesada por su mitad, Estafeta, de nuevo Mercaderes y calle Curia hacia arriba
para entrar en la catedral por su puerta principal, al son del siempre alegre y
solemne tañer de las campanas. Como la procesión finalizaba en la S. I. catedral, el
ayuntamiento regresaba en “Cuerpo de Ciudad” hasta la casa consistorial.
10. José Fermín Garralda Arizcun 10
Según Martinena, de vuelta la corporación municipal al ayuntamiento, “dos de
los gremios batían las banderas en la plaza consistorial y el regidor abanderado
ponía por encima la de la ciudad, formando una cruz”. Luego venían las despedidas
entre el ayuntamiento, los gremios y los vecinos.
El mismo día, entre las 4 y 6 de la tarde, el ayuntamiento acudía a la bellísima
iglesia del Hospital General, del que era patrono, a la función de “reserva” o
exposición al Santísimo. Los regidores llevaban el palio, y también asistía el
abanderado. En el templo de dicho hospital, el cabildo de esta iglesia recibía y
bendecía al ayuntamiento. Realizada la “reserva”, los corporativos acudían a la casa
consistorial a tomar un refresco que lógicamente se sufragaba con los fondos
municipales. ¿Quiénes eran invitados a la “reserva”? Se invitaba al capellán
municipal, al tesorero de los propios y rentas municipales, a los dos consultores que
habían hecho de borlistas del abanderado por la mañana, y al consultor (en ausencia
de algún regidor) que había llevado el palio por la mañana y la tarde.
2.4. EL ABANDERADO DEL “CORPUS CRHISTI”
Cada año, la corporación municipal elegía sistemáticamente al abanderado de
las procesiones del Corpus, San Fermín y la bula de la Santa Cruzada. En cada
festividad el abanderado era un vecino diferente.
Hoy día nos puede parecer irrelevante lo mucho que el ejercicio del empleo de
abanderado o portaestandarte ocupó al ayuntamiento. Sin embargo, no era culpa del
cargo mismo sino de las circunstancias sociales de la época. Desde luego, todo ello
reflejaba la importancia de este empleo y la complejidad social de aquellos siglos.
En nuestros días, todo esto se ha simplificando mucho, porque las condiciones
de vida han cambiado profundamente. A ningún abanderado se le ocurriría hoy
invitar a los vecinos a su domicilio particular para festejar el honor de realizar este
servicio.
2.4.1. Su importancia
La bandera o estandarte de la Ciudad
de Pamplona era la muestra visible del
ayuntamiento y de los vecinos. El
abanderado y la Corporación, formada por
sus diez regidores más el alcalde ordinario
municipal que la presidía, desfilaba en
“Cuerpo de Ciudad” para festejar el día del
Corpus. Por eso, la elección del abanderado
del Corpus y San Fermín era
importantísima. El ayuntamiento elegía es-
te cargo, y lo hacía en diferentes fechas y
Casa Baleztena el día del Corpus. Se aprecian las
colgaduras y ser casa abierta el día de esta festividad. meses, tal como reflejan puntualmente las
Foto:JFG2011 actas municipales.
La importancia del cargo estuvo unida a las dificultades para que el servicio se
hiciera como la corporación deseaba. Así, el cargo supuso al ayuntamiento
continuas dificultades durante la primera parte del siglo, quizás por la
11. José Fermín Garralda Arizcun 11
importancia de la etiqueta en una época de intensa sociabilidad, por cuidarse mucho
cómo la persona se presentaba y situaba en público debido a la profunda unión entre
lo privado y lo público, por la importancia que se daba a las formas externas, y quizás
por los respetos sociales y “el qué dirán”. A esto se sumaba el que no pocas veces los
propios abanderados ocupaban –o podían ocupar- cargos concejiles de regidor, el
alcalde mercado (que era un regidor) y, sobre todo, el alcalde ordinario, que era
miembro de la nobleza, titulada o no. De esta manera, si el abanderado era influido
por el ayuntamiento también influía de alguna manera en él.
2.4.2. ¿Quiénes llevaban la bandera de Pamplona?
Al contrario de lo que pudiera pensarse, el abanderado o protoestandarte –
ahora diremos portaestandarte- no era un regidor cabo, sino los últimos regidores de
los burgos, que solían ser comerciantes. El del Corpus solía ser del burgo de San
Cernin y el de San Fermín el de San Nicolás o Navarrería. En alguna ocasión como
en 11-IX-1750 ambos son de San Cernin. Creo interesante intentar comprender el
sentido de la realidad de las pequeñas decisiones municipales, porque la elección de
los últimas regidores en vez de los de mayor prestigio social (los regidores cabos)
significaba que todos los regidores tenían la máxima representación, que la bandera
de Pamplona no dependía de la posición social del que la llevaba, y que la Ciudad era
la que utilizaba sus servicios. Podemos preguntarnos si fue la pertenencia a los
últimos puertos de los Burgos, y la profesión de comerciantes con medios
económicos, lo que inclinó a los abanderados a realizar unos gastos excesivos, quizás
para compensar su escasa relevancia social, estar a la altura del servicio y hasta por
psicología social.
Siempre que las actas municipales recogen la elección del abanderado, se
precisa que éste, una vez informado, daba las gracias por la honra de tal servicio.
Pues bien, esto y la prohibición de realizar gastos, hacía que la Ciudad se curase en
salud de todo tipo de problemas que luego diremos, y evitaba para un futuro la
posibilidad de que las rentas municipales pagasen o debiesen pagar a los
abanderados unos gastos innecesarios, realizados más por su mismo prestigio
personal que por exigencias del servicio.
El abanderado llevaba dos borlistas a ambos lados. ¿Quiénes los nombraban, el
ayuntamiento o el abanderado? En 1738 (15-I), y aunque había constancia de
haberse practicado ambas formas de elección, se acuerda que sean nombrados por
los abanderados.
Debido a las circunstancias, el 27-VI-1703 don Martín Joseph de Garzaron
(regidor 5º de San Cernin) se excusó por dos veces seguidas del ejercicio de
abanderado por tener un brazo en mal estado y no poder vestir de golilla (12). En
este caso, se obligó a don Pedro de Gastea López (regidor 3º de San Nicolás) llevar el
estandarte, y además bajo la pena de 2.000 libras. Efectivamente, Gastea López no
quería hacerlo, porque según él había otros capitulares que también podían hacer el
servicio. La Ciudad le respondió que era ella –y no él- quien tenía derecho a elegir a
cualquier regidor según el orden establecido. Más tarde, también se excusó Pedro de
Ibero (regidor 5º de San Cernin) el 13-IX-1712, aunque tampoco se le admitió la
excusa porque a decir de los regidores sí era hábil para otros ejercicios violentos
(13).
12. José Fermín Garralda Arizcun 12
2.4.3. ¿Qué decir de los gastos?
Este fue uno de los principales problemas del ayuntamiento en relación con las
procesiones para las que elegía al abanderado.
El abanderado iba vestido de golilla o traje “normal”, es decir, el
universalmente estipulado para ello. Ahora bien, debido a la importancia social del
desempeño de esta función, los abanderados realizaban otros gastos con su dinero
particular en vestuario y joyas para su adorno personal, en comidas y refrigerios
(tengamos presente que el Corpus se celebra al comenzar el verano), en hogueras y
cohetes lanzados en la puerta de sus casas etc. Esto ocasionaba un elevado perjuicio
económico a sus familias y, por qué no -aunque el ayuntamiento no lo diga- que los
abanderados se adornasen personalmente por un cargo público que debiera ser
totalmente desinteresado, sobe todo si era con ocasión del culto a Dios.
Así, el ayuntamiento prohibió realizar gastos de almuerzos y refrescos, decisión
que reafirmó el 17-IX-1701 (14) y en otras muchas ocasiones. El 5-IX-1703, de
nuevo el ayuntamiento prohibirá, bajo una multa de 200 ducados, que los
abanderados llevasen joyas de oro o plata en el ejercicio de este servicio (15), y que
realizasen otros gastos. Como, anteriormente, algunos de los gastos realizados se
cubrían con lo recogido en una caja (“cageta” “cesto o bulla”) colocada al efecto, el 7-
IX-1704 hubo un sonado conflicto cuando el Ayuntamiento se vio obligado a apresar
al regidor Juan Martín de Olleta (regidor 5º de San Cernin) en la casa consistorial
porque había tomado –seguramente era la costumbre- la mitad de lo producido en la
caja (16).
No fue fácil evitar los gastos de los abanderados, aunque al final se logró
recordando con frecuencia las decisiones municipales. Por ejemplo, en algunos
casos, el propio ayuntamiento incumplió lo establecido antes por él. Así, el 7-IX-1722
decidió entregar una cantidad a Mathías de Lanz (regidor 2º de Navarrería)por los
gastos realizados como abanderado de San Fermín (17). No sólo eso, sino que, en
esta ocasión, se recordaba la existencia de “el producto de los cestos y leña que
regularmente se aplica por la Ciudad para los abanderados de Corpus y San Fermín
para subvenir aparte los gastos que les ocurre en semejantes funciones”. Sin
embargo, la tendencia estaba clara: ni se admitían gastos ni la Ciudad debía ayudar a
sufragarlos como si fuesen exigidos por el cargo. Los acuerdos municipales a los que
siempre se referían las actas municipales, y que recordaban las penas –“recuerda”
desde todos los puntos de vista comprensible-, fueron los de 1726 (15-V), 1732 (7-VI),
1768 (3-IX) y 1775 (8-XI). Es esta última fecha, se realizaron algunas pequeñas
reformas que incidían en las tendencias anteriores del ayuntamiento (18),
aconsejadas en la Instrucción del ayuntamiento de 1774-1775, que decía:
“(…) para que de esta suerte haya quien sufra los crecidos gastos de dichas banderas
dejando acaso por este motivo fuera de la elección a otros cuya experiencia y aptitud tenia
pruebas la Ciudad y resultando después de la elección bastante repugnancia en algunos para
admitirlas, en grave perjuicio de otros que llevados de su propio pundonor las admitirían aun
con mayor detrimento (…)”.
Sin relación o quizás adelantándose al futuro talante algo racionalizador,
organizativo y simplificador de fines del siglo XVIII, el 13-IX-1766, con el objeto de
evitar gastos, el ayuntamiento prohibió a los abanderados hacer hogueras y echar
cohetes en las puestas de sus casas, a la vez que de nuevo les prohibía ofrecer
13. José Fermín Garralda Arizcun 13
refrescos en ellas u otra parte. Como la forma de festejar con cohetes, por otra parte
muy mediterránea, pudo considerarse una buena costumbre, y quizás los
particulares la realizaban porque nadie más se ofrecía a hacerlo, el ayuntamiento
acordó que tales cohetes y hogueras se hicieran en la plaza consistorial, y no en las
casas de los abanderados, bajo la pena de 50 libras. Así, el ayuntamiento trasladó el
gasto y la iniciativa a la comunidad cívica (19).
Lo que se decidía para el abanderado del Corpus y San Fermín, también se
decidió para los priores de las cofradías de Ntra. Sra. de la Soledad. En los
casos en los que se relajaba la observancia de los estatutos, el ayuntamiento tan sólo
tenía que recordarlos. Así, se conservan las disposiciones del 16-I-1709 y del 13-IX-
1735. En esta última se recordaba la prohibición de dar banquetes no sólo a los
mayordomos de la cofradía sino también a muchos religiosos y vecinos que acudían,
pues además esto hacía que los priores ocupasen el cargo con “tedio y horror
originándose en los nombramientos algunos disturbios y disensiones”. ¿En qué se
realizaban los dispendios? En el crecidísimo gasto de cera en hachas y velas, música
de clarines y otros instrumentos, aceite de las lámparas, sermones, misas cantadas,
misereres de cuaresma (aunque consta que iba poca gente), comidas y refrescos en
las funciones religiosas, o bien con ocasión de la Demanda General por la ciudad,
tras la cual se gastaban buen parte de lo recogido (20). A pesar de este último
acuerdo, y por continuar los abusos, el 27-IV-1743 el ayuntamiento precisó, todavía
más, cómo se debían de realizar las cosas y las anteriores prohibiciones. Como el
cargo exigía a los priores algunos gastos, que se identifican y limitan, se estipula:
“En atención a los gastos que se ofrecen a dichos priores y deseando en cuanto fuese
posible igualarlos, se aplica al de la Veracruz los derechos de argolla, de la leña de rio por entero
y al de la Soledad el producto de los cestos de pescado fresco de mar” (21).
De nuevo 1766, 1775 y 1793, 1805 y 1806 se modificaron los gastos de los
priores, al suprimirse unos, moderarse otros, y distribuir de otra manera los ingresos
aplicados a los priores de la Soledad y Veracruz, cuyo patrono era el ayuntamiento
(22). A pesar de todo, los abusos continuaban, como se mostraba en 1781 (23).
Lo mismo diremos de la limitación de gastos de los gremios, de los priores de
barrio, cofradías y hermandades, aunque de ellas sólo hay constancia en Pamplona
en 1706- 1707, 1734-1735 y 1744.
De esta manera, la Real Orden del Conde Aranda para evitar gastos, publicada
en 1770, no era nada nuevo, ni tan necesaria. Eso sí, expresaba cierta desconfianza
hacia los ayuntamientos. Desde luego, en la ciudad de Pamplona las infracciones
tampoco es que fuesen escandalosas. No por repetirse desde palacio las
disposiciones municipales, los ayuntamientos iban a tener más autoridad. De todas
maneras, esta cuestión parecía carecer de importancia como para estar en la mesa
de un primer ministro.
14. José Fermín Garralda Arizcun 14
2.4.4. Ampliación de la base social en la elección
El ayuntamiento buscó ampliar el número
de los que podían llevar el estandarte. Así, a
comienzos del siglo XVIII, acordó nombrar como
abanderados del Corpus y San Fermín, y como
priores de las cofradías de Veracruz y Soledad, a
personas que no hubiesen ocupado dichos cargos.
Así evitaba las reelecciones, y las excusas por el
motivo que fuere. O bien los enfados ante
reelecciones injustificadas. Así ocurrió el 4-VIII-
1728, acuerdo revocado el 23-X, y que se renovó el
18-IV-1731 (24). Esto distribuía mejor el servicio
del abanderado entre los vecinos de significación
social, y si por ventura de hecho alguien mantenía
algún gasto, se disminuía el gravamen que
importaba ejercer el cargo. Como se ve, todo esta-
La procesión al enfilar hacia la calle
ba dirigido a asegurar que las personas relevantes
Mercaderes (antigua del “Mentidero”). socialmente ocupasen sin problema alguno este
Foto:JFG2011 servicio tan necesario.
2.4.5. El momento de la elección
Con voluntad expresa para evitar gastos inútiles a los abanderados, el
ayuntamiento decidió que este cargo se eligiese la víspera de la festividad en
cuestión. La realidad mostraba sus propias exigencias, y los regidores se amoldaban
a ella, aunque no siempre lo hicieron toda vez que a veces cambiaron de práctica.
Puede observarse dos momentos. En un primer momento, se optó por realizar
el nombramiento la víspera. Es el caso de las actas del 27-I, y 5-IX-1703, renovado el
30-V-1714 (25), el 10-VI y 12-IX-1716 (26), el 4-II-1728 (27) etc. Si el 12-IX-1716 se
adelantó la fecha de elección muchos meses, sin embargo el 19-VI-1726 se decidió
mantener el acuerdo de elegir la víspera.
En un segundo momento, la elección se realizó cuando parecía más oportuno.
En efecto, en las actas del 14-V-1704, 1706 y otras muchas, se eligió los abanderados
del Corpus y San Fermín simultáneamente en cualquier fecha del año. Es más, el 4-II
y 4-VIII-1728, y esto fue definitivo para marcar una línea a seguir, el ayuntamiento
señaló expresamente el inconveniente que había en dilatar los nombramientos de los
abanderados de Corpus y San Fermín, por lo que se acordó realizar el nombramiento
una vez que los regidores tomasen posesión de los cargos municipales (28). Al fin,
desde 1743 la elección de ambos abanderados se estabilizará en el mes de
septiembre.
15. José Fermín Garralda Arizcun 15
2.5. ¿INFLUENCIA ILUSTRADA?
2.5.1. Medidas municipales durante todo el siglo.
El gobierno municipal durante todo el siglo XVIII estaba muy atento a sus
obligaciones, a la costumbres y precedentes en general, y mantenía una continuidad
que favorecía, aseguraba y simplificaba sus actuaciones. Ello no impidió que también
fuese muy práctico, y resolviese los problemas que surgían en cada momento,
siempre con unos criterios de sentido común.
Hemos señalado que la importancia del cargo del abanderado estuvo unida a las
dificultades que éste tuvo para realizar el servicio como lo deseaba la corporación.
Como la Ciudad tuvo muy presente la necesidad de asegurar el buen ejercicio de este
importante empleo, se adelantó a varias disposiciones que podían haberse realizado
de la mano del nuevo espíritu ilustrado. Utilizamos este término a sabiendas que
tiene un amplio y algo vago contenido, que admite una diversidad de
interpretaciones incluida el mantenimiento y profunda vinculación a la tradición. De
esta manera, algunos contenidos de la ilustración en estos temas son, en Pamplona,
anteriores a ella, lo que no impide que el nuevo talante de fin de siglo pudiese
reafirmar lo que ya se realizaba durante todo el siglo.
La diferencia era que, al parecer, lo que quizás en la época de la ilustración
fuese insistente y premeditado, presentándose como un modelo “para siempre” (es
decir, como una incipiente ideología), anteriormente no era premeditado y además
respondía a otros motivos como el cumplimiento de las propias obligaciones, el
sentido común, la costumbre, las decisiones municipales previas, las nuevas
necesidades… aunque el resultado fuese puntualmente el mismo.
La imagen más antigua de la procesión del “Corpus Christi” en Pamplona. Óleo de Miguel Sanz y Benito
(1849). En el centro, la custodia sin el templete de Velázquez de Medrano, bajo el palio de ocho varas. Los
soldados rinden armas y los ciudadanos se postran en acto de adoración. El lugar es la actual plaza del
Castillo, con el antiguo teatro Gayarre (trasladado después a donde se encuentra hoy ) y los soportales de
la Diputación Foral. Se conserva en el Ayuntamiento de Pamplona.
16. José Fermín Garralda Arizcun 16
2.5.2. Criterios municipales.
¿Qué criterios manifestó el ayuntamiento en este tema durante todo el siglo
adelantándose a las posibles aportaciones de la “ilustración” de finales de siglo
XVIII?
Primero. En las procesiones del Corpus, San Fermín y Bula de la Santa Cruzada,
lo que el ayuntamiento deseaba era garantizar el servicio de llevar la bandera de la
M.I. y M.L. Ciudad de Pamplona, Cabeza del Reino de Navarra (en 1823 se le suma el
título de Muy Heroica), y que dicho servicio -que para el abanderado era
personalmente importantísimo- se realizase con la máxima dignidad.
Segundo. En función de lo anterior, el ayuntamiento deseaba evitar
inconvenientes a los particulares que ejercían este cargo, relativos al gasto. Para ello,
además de prohibirse los gastos, era muy útil evitar la repetición de este servicio,
aunque todos los vecinos concebían este cargo como un gran honor e incluso dos
vecinos lo solicitaron previamente.
Tercero. El ayuntamiento puso mucha atención en evitar el desorden, la
suciedad, y el excesivo bullicio de las aglomeraciones. Por ejemplo, y por su
expresivo carácter, mencionemos el acuerdo municipal de 1770, tomado para recibir
de la debida forma la imagen del “portentoso arcángel” San Miguel de Excelsis, a
cuyos actos la ciudad fue invitada por el obispo de la diócesis:
“(…) se observaban muchas y graves irreverencias en la conducción de dicha santa
imagen y en el culto que aquí se le daba por la confusión, tropelía e incomodidades nada
compatibles con la veneración sagrada a que en algun modo precisaba la cortedad del tiempo
que se concedía para la conducción y detencion de la San Imagen en esta ciudad, hasta este
presente año” (respetamos la grafía) (29).
También, y por lo temprano de la fecha, tenemos delante el acuerdo del 21-III-
1761, relativo a las procesiones del Jueves y Viernes Santo, que dice:
“(…) se siguen algunos incombenientes (sic.) y desordenes dignos de particular remedio
porque con el motivo de ser mucha la multitud de gentes patrienses, y forenses que de ambos
sexos concurren llevados de la devocion o acaso de la curiosidad de ver la magnificencia con que
se hacen dichas procesiones se amontonan todos en las Iglesias y bocacalles con mezcla de
hombres y mujeres causando bastante irreverencia y algunas veces alborotos que privan la
attenta devoción que piden los pasas de tanta compunción” (se respeta la grafía) (30).
Para preparar bien procesiones, el ayuntamiento emitía un bando a los vecinos,
obligándoles a cerrar las tiendas, limpiar su zona y los frontis de las casas, y para que
asistiesen a los actos (31). Otro modo de mantener el buen desarrollo de la
procesión fue prohibir, el 10-VI-1699, que los gremios se detuvieran durante la
procesión para tomar el almuerzo o bien refrescos, para lo cual se alegaba la
“indecencia” y “grande nota y descomodidad” que esto suponía (32).
Cuarto. En relación con la decencia pública de los mismos cargos concejiles,
esta no sólo fue una preocupación de la nueva corriente ilustrada, sino que el 6-XI-
1711, 19-VI-1726 y de nuevo el 4-II y 23-X-1728, se acordó que el abanderado de San
Fermín no entrase “con los toros la mañana de la corrida por no ser esta acto
decoroso ni correspondiente a su empleo de regidor y contra todo lo que se practica
en todas las republicas de España”, bajo la multa de dos mil libras, es decir, 500
17. José Fermín Garralda Arizcun 17
ducados. En 1711, además de reconocer lo indecoroso que era el que “un regidor haga
de baquero” (sic.), se declaraba que siempre se había considerado así en Pamplona y
en todas “las ciudades de España”, valorándose también los riesgos propios de esta
acción, “sin que el valor e inteligencia los remedie”. Dicha multa sin duda disuadía
fácilmente a cualquiera (33). No obstante, en 1752 el ayuntamiento hizo una
excepción, lo que indica lo difícil que era no reincidir en costumbres que se tomaban
por inadecuadas (34).
Quinto. La Ciudad toma muchas disposiciones sobre el cuidado de la limpieza,
la moral y el orden de los lugares públicos y los vecinos, es decir, sobre todo lo
relativo a la policía pública. Lo hace por iniciativa propia o bien en aplicación de
diferentes leyes de Cortes. De su aplicación se encargaba la policía de la plaza, que
era a modo de una superintendencia del ayuntamiento, o bien los priores de barrios.
Así, la corporación cuida, con un gran esmero y durante todo el siglo,
numerosas las costumbres sociales. Omitiremos su relación documental por la
brevedad. Nos referimos a la prohibición del excesivo gasto en los trajes y lutos, al
decoro en los bailes y el hablar, a evitar el ruido y alborotos, músicas, danzas y bailes,
y a la prohibición de llevar armas blancas y de fuego (pistolas). El ayuntamiento
evitaba los duelos, y perseguía todo tipos de juegos de suerte, azar y envite como los
naipes, tablas, cubiletes, dedales, nueces, correguela, descarga, la burra, banca,
zacarrete, parar, dados. Súmense a ello diferentes medidas para mantener la
honestidad de las lavanderas del río, y la prohibición de que se bañasen en él. Se
evitaba a los buhoneros, sospechosos y malhechores, a los contrabandistas y
desertores, a los vagos, ociosos y mendigos, gitanos, fingidos estudiantes y
malentretenidos. También se insiste en perseguir los robos, insultos y asesinatos
(como los ocurridos en 1750-1751), y aquellos ejemplos escandalosos de vida de los
vecinos. Las cantinas se debían cerrar a una hora aconsejable, y se debía guardar las
fiestas religiosas. El ayuntamiento atiende estas y otras cuestiones durante todo el
siglo, y no sólo al final del mismo, y además por iniciativa propia o bien –avanzado el
tiempo- siguiendo las disposiciones de las Cortes del Reino.
Es algo propio de la moda ilustrada dejar constancia escrita de todas las
celebraciones realizadas. Sin embargo, así observamos que se hacía en el
ayuntamiento de todo el siglo XVIII, aunque a medida que avanza el siglo se realiza
de forma más amplia y detallista, fruto de la sistematización observada en el
quehacer del secretario municipal.
Así, las cuestiones que suelen aducirse para mostrar la influencia de la
ilustración, el ayuntamiento de Pamplona las vivió durante todo el siglo XVIII,
aunque es cierto que se intensifican a finales del mismo. Ello nos lleva a matizar y
aún corregir algunas afirmaciones que se realizan sobre los “nuevos” aires y luces,
que pretenden mostrar una separación y aún ruptura entre la tradición y la
ilustración en general, como si la primera no condujese a la segunda en no pocas
cuestiones, o bien la segunda no implicase la primera. Carlos Corona Baratech no
aceptó semejante concepción, al afirmar que tan renovadores eran los tradicionales
como lo que decían de sí los progresistas, mientras que no pocas veces los
progresistas, más que reformas saludables a la vida cotidiana, buscaban otra cosa,
esto es, modificar sustancialmente el espíritu de la nación. De todas maneras, en
Pamplona todavía no se encontraban estos perfiles.
18. José Fermín Garralda Arizcun 18
2.5.3. Una reforma en las procesiones
Hemos señalado la política general del ayuntamiento en relación con las
festividades religiosas y la del Corpus en particular. También se ha indicado la
modificación que este hizo de alguna de sus decisiones anteriores conforme a las
circunstancias. Si hubo algunos cambios a finales de siglo en materia de procesiones
y otras celebraciones religiosas en Pamplona, fueron muy escasos, y mantuvieron la
política municipal. En realidad, tan sólo se insiste en cuestiones ya existentes.
Sin embargo, hubo un aspecto nuevo. No nos referimos a las prohibiciones, en
1769 y 1770, realizadas por el obispo Juan Lorenzo de Irigoyen y Dutari, de los
disciplinantes con sangre según era costumbre en la procesión de viernes Santo
(35), o bien a esa otra prohibición que durante las procesiones impedía que los
estandartes y banderas rindiesen honores a personas distinguidas en vez de sólo a
Dios, santos y mártires. Tampoco nos referimos a la Real Cédula del 22-X-1783 para
que se moderasen los gastos en cera, música, luminarias, inserta en las actas
municipales de 1784 (36).
El aspecto nuevo era el deseo de “purificar” los actos de piedad de elementos
populares, barrocos, y tradicionales, recogido en la Real Cédula de Carlos III,
fechada el 21-VII-1780, que si afectó a Navarra fue porque nada indicaba en contra
en el Fuero del Reino o bien municipal. La Real Cédula disponía lo siguiente:
“Que en ninguna Iglesia de estos Reynos, haya en adelante danzas, ni gigantones, sino
que cese del todo esta práctica en las procesiones y demás funciones eclesiásticas como poco
conveniente a la gravedad, y decoro que en ellas se requiere” (37).
Los términos “decoro” y “gravedad” no eran nuevos, pues se utilizaban
habitualmente en el ayuntamiento pamplonés del s. XVIII. Para lograr este
ambiente, muy pronto la corporación municipal había tomado sus ya mencionadas
disposiciones. Además las decisiones las había tomado él mismo y por sí, por tener
facultades en primer lugar. Sin embargo, ahora la orden venía del monarca –o sus
ministros-, y era sobrecarteada por el tribunal del Consejo Real. Según la citada Real
Cédula, se había decidido suprimir los gigantones, gigantillas, danzas y Tarasca en
Madrid, debido a los abusos e irreverencias cometidas en otros lugares. Esta medida
se apoyaba también en que tales elementos no se usaban en Roma ni en muchas de
las principales ciudades de España. En realidad, habría que examinar cuáles eran
dichos abusos, y si indicarlos no era más que un pretexto para invadir jurisdicciones
civiles y religiosas que no eran propias de los ministros del monarca. Según Pérez
Goyena, “todas esas danzas, gigantones, gigantillas, etc. se introdujeron en la
procesión del Corpus recordando sucesos escriturísticos”, que el autor cita con
esmero destacando su bella significación. Al parecer, resultaba muy natural que esta
fiesta religiosa tuviese una proyección civil, sin que hayamos encontrado dato alguno
en la documentación municipal de Pamplona que indique alguna costumbre de este
tipo digna de censura.
Sea lo que fuere, el 15-VI-1781 el Ayuntamiento acordó aplicar esta R.C. en la
fiesta del Corpus y de San Fermín, disposición que se mantuvo en adelante. Las
danzas, juglares y gigantes no se mezclarán con la procesión, aunque sí
acompañarán al ayuntamiento tanto por la mañana como por la tarde. Hoy día
hemos visto que una danza, el dragón, el zaldiko y algunos cabezudos, separados de
la procesión pero en su entorno, dan lustre a la celebración, al día, a la fiesta religiosa
19. José Fermín Garralda Arizcun 19
hecha también civil. Habrá que investigar con detalle y exactitud como discurrían las
celebraciones en el pasado, que como todo lo humano tiene interés, y no sólo
proyección histórica.
Estamos ante un ayuntamiento tradicional -¿quién dijo que tradición y
progreso se oponen?- con un sentido de autoperfeccionamiento y de servicio,
utilizando para ello el sentido común, no sobrepasar la propia jurisdicción, las
costumbres y acuerdos anteriores, y las nuevas necesidades. Un Ayuntamiento con
luces y alegría, que sabía festejar, sobre todo hacer fiesta al Rey de reyes.
***
3. CONCLUSIONES
No cabe duda que cada época tiene su estilo. Si en el siglo XVIII el estilo no
varió, recientemente ha variado en diferentes ocasiones. En realidad, y en relación
con al celebración del Corpus Christi, todas las épocas de la vida pamplonesa tienen
algo esencial y en común. Me refiero a la gran importancia que esta festividad tenía
en Pamplona, a la gran significación de la catedral y su cabildo, a los actos religiosos
con Santa Misa y una única procesión por toda la ciudad, a la asistencia del obispo y
del ayuntamiento, y a la numerosa y recogida presencia del pueblo fiel.
Al parecer, hoy existe una menor asistencia de fieles porque muchos se van de
la ciudad durante el fin de semana, o viven en las afueras de una población muy
extendida por su hinterland inmediato. Por otra parte, el recorrido procesional se ha
reducido, no asisten instituciones civiles salvo el ayuntamiento, y los vecinos
preparan menos las calles –seguramente porque es competencia municipal- y sobre
todo las casas –ventanas abiertas, colgaduras, y pétalos de rosa sobre el Santísimo-.
La corporación municipal va al final del cortejo y no delante como en el siglo XVIII,
se ha simplificado mucho la etiqueta social, y el servicio del abanderado no origina
gastos, y por ello tampoco las advertencias de antaño. Quizás hoy la procesión ocupe
un lugar menos central en las familias, debido a la actual costumbre de salir de fin de
semana y, sobre todo, a la disminución de pulso religioso en nuestra sociedad.
Hoy, el ayuntamiento simplifica sus actuaciones. No asiste a la “reserva” o
exposición al Santísimo por la tarde, la celebración es el domingo siguiente en vez
del jueves tradicional, debido a los más que discutibles afanes del laicismo, lo que
hace que la fiesta no esté en la conciencia popular tanto como antes.
Ahora bien, es muy probable que la procesión haya ganado en el compromiso
de los asistentes, el cortejo es absolutamente respetado en su desfile por toda la zona
antigua de la ciudad, y ahora se detiene en la capilla de la Adoración perpetua abierta
por el señor arzobispo , acompañándole el ayuntamiento en todo momento.
20. José Fermín Garralda Arizcun 20
Inscripción que recuerda dónde, según la tradición, San Saturnino bautizó a los
primeros cristianos de Pompaelo.
En las actas municipales del 17-VI-1857, el ayuntamiento acuerda lo siguiente:
“que sobre la bomba que se construya en sustitución del pozo de San Saturnino
se coloque una lápida ó inscripción que perpetúe la memoria de la existencia del
mismo”. Diez días después se acuerda: “que la piedra que se quite de la parte
exterior del pozo de San Saturnino se de parte y guarde por el Ayuntamiento en
un lugar decoroso” (38). Foto: JFG2011
NOTAS:
(1) ORBE Y SIVATTE, Asunción de, HEREDIA MORENO, Mª del Carmen, Biografías de los
plateros navarros del siglo XVI, Pamplona, Gobierno de Navarra, 1998, 333 pp. Según de Orbe,
Velázquez de Medrano nace en Logroño en 1561 y fallece en Pamplona en 1622. Comenzó a labrar el
templete eucarístico de la catedral de Pamplona en 1596-1598, para terminarlo en 1599. Obtuvo la
carta de naturaleza en las Cortes de Navarra de 1596. Fue regidor de Pamplona en 1614-1617 y alcalde
ordinario de la ciudad en 1612. Esto último es significativo porque si bien entre los regidores había
comerciantes en los últimos cargos de cada uno de los tres Burgos, el cargo del alcalde se reservaba
para personas de la nobleza.
(2) REDÍN Valentín, Usos y costumbres del ayuntamiento de Pamplona, Pamplona,
Ayuntamiento de Pamplona, 1987, 238 pp. (Col. Temas Pamploneses nº 10).
(3) GARRALDA ARIZCUN J. F., en VV.AA. 1887-1987. Centenario Hermandad de la Pasión del
Señor, Pamplona, CAN, 1987, 165 pp., vid. pág. 111-163, concretamente p. 125. Sumemos este otro
trabajo del mismo autor: “Revolución liberal y secularización. El Ayuntamiento de Pamplona como
ejemplo”, Madrid, Ed. Speiro, Rev. “Verbo” (marzo-abril 1987), nº 253-254, pág. 411-444.
(4) AMP Libro de Oro, redactado por el secretario municipal don Luis Serafín López y Pérez de
Urrelo, hacia 1833, voz “Funciones”. Este secretario ejerció su cargo de 1811 a 1834, y fue expulsado
del mismo por su fidelidad a don Carlos V de Castilla. Algunas noticias sobre su persona y sobre todo
su descripción de la ciudad de Pamplona entregada al Diccionario Geográfico-Histórico de España
(1801), están publicadas por MARTINENA RUIZ, Juan José, “Pamplona en 1800”, Pamplona,
Diputación de Navarra, 1984, 27 pp. col. Temas de Cultura Popular nº 309. Martinena copia y
comenta con detalle dicha descripción en notas a pie de página. No obstante, el secretario sólo
describe cómo es externamente la ciudad. El documento original se encuentra en AMP Sec.
Correspondencia leg. 25, nº 40, y se dirige a la Real Academia Matritense de la Historia, ubicación
que Martinena no recoge.
(5) MARTINENA Juan José, “Primeras noticias de la procesión del Corpus en Pamplona”, en
“Diario de Navarra”, sábado, 5-VI-2010, pág. 31
(6) AMP Sec. Consultas, lib. 91, f. 33 (29-IV-1848)
(7) MARTINENA RUIZ, Juan José, Historias del viejo Pamplona, Pamplona, Ayuntamiento de
Pamplona, 2001, 430 pp., vid. art. “Del palio a la carroza en la procesión del Corpus”, en pág. 255-
258; ÍDEM., Historia y rincones de Pamplona, Pamplona, Ayuntamiento de Pamplona, 2011, 420
pp.. vid. artículo sobre la inauguración del palio del Corpus, en pág. 129-132
(8) AMP Sec. Asuntos eclesiásticos. Procesiones, leg. 27, nº 30 (15-IX-1751); AMP idem. Leg. 35
(27-VIII-1790).
21. José Fermín Garralda Arizcun 21
(9) AMP Sec. Escrituras, leg. 39 (1766-1772) nº 7, 10 pág. Se trata de actos religiosos o bien solo
civiles como el cumplimentar al virrey el día de la toma de posesión y las Pascuas de Navidad
(10) AMP Sec. Asuntos eclesiásticos. Procesiones, leg. 35 carp. sin ordenar.
(11) AMP Sec. Consultas lib. 69, f. 116 (16-VI-1808)
(12) AMP Sec. Consultas, lib. 24, f. 89-92 (27-VI y 4-VII-1703)
(13) AMP Sec. Consultas lib. 27, f. 76 (13-IX-1712)
(14) AMP Sec. Consultas lib. 23, f. 335-336 (17-IX-1701)
(15) AMP Sec. Consultas, lib. 24, f. 133 (5-IX-1703)
(16) AMP Sec. Consultas, lib. 24, f. 263-266 (7 y 8-IX-1704)
(17) AMP Sec. Consultas lib. 29 f. 218 (7-IX-1722)
(18) AMP Sec. Consultas, lib. 30, f. 161-162 (15-V-1726), AMP Sec. Consultas lib. 45 f. 95 (8-XI-
1775). En relación con el acuerdo de 1775, como se reconoce que subsistían “graves perjuicios” en
materia de abanderados, recordemos que se estipuló, previa aprobación del obispo, que el
ayuntamiento variase las personas nombradas como abanderados, que los dos borlistas fuesen
elegidos al arbitrio de los abanderados entre los diez consultores, y que los abanderados y borlistas
fuesen vestidos de golilla y sin los distintivos acostumbrados. Al margen de esto, y aunque
relacionado con ello, la corporación municipal, siguiendo el parecer de las Instrucciones de los
ayuntamientos de 1772-1773 (nº 91) y 1774-1775 (nº65), prohibió realizar gastos a los abanderados del
Corpus y San Fermín, suprimió adornos en los trajes (franjas, cabos y plumajes, blancos y amarillos),
prohibió que los abanderados tuviesen preferencias en materia de puestos o asientos, y mantuvo la
ceremonia de acompañamiento desde su casa a la del ayuntamiento realizada antes de los actos, y de
ésta a aquella una vez finalizados. Algún consumo se hacía, porque se acordó que el gasto del refresco
y de los fuegos efectuado por los abanderados, los pagasen las rentas municipales. El 6-VI-1776 se
recordaba que se habían “suprimido todas las preferencias que los abanderado de Corpus y San
Fermín solían gozar en sus días y el segundo en la víspera”, ya en relación con su posición en el banco
de la capilla de la casa consistorial ya en el traje, como consta el 8-XI-1776, 18-VI-1778 y en adelante
hasta el 23-V-1799. AMP Sec. Consultas, lib. 46 f. 36 (6-VI-1776) y f. 42 (6-VII-1776).
(19) AMP Sec. Consultas lib. 43 f. 11 (13-IX-1766). Este acuerdo se renueva posteriormente
hasta 1769 inclusive.
(20) AMP Sec. Consultas, lib. 32 f. 187-188 (13-IX-1735)
(21) AMP Sec. Consultas, lib. 35 fol. 36-39 (27-IV-1743)
(22) AMP Sec. Consultas, lib. 43 f. 10-11 (13-IX-1766); lib. 45 fol. 96-97 (8-XI-1775); lib. 56 f.
81-82 (25-V-1793), lib. 67 f. 131-132 (1-IX-1805); lib. 67 f. 139 (13-IX-1805); y lib. 67 f. 180 (23-VII-
1806).
(23) AMP Consultas lib. 47 f. 186 (14-III-1781)
(24) AMP Sec. Consultas lib. 31 f. 80-81 (18-IV-1731)
(25) AMP Sec. Consultas lib. 27, f. 209-210 (30-V-1714)
(26) AMP Sec. Consultas lib. 28, f. 88 (12-IX-1716). Cuando dos vecinos, Pedro Miguel Zurbano
(regidor 3º de San Nicolás) y Moreno Gastón –seguramente ambos comerciantes-, solicitaron ser
abanderados de San Fermín y Corpus respectivamente, el ayuntamiento les dio el empleo o servicio
pero recordándoles que se mantenía el acuerdo municipal del 30-V-1714, por el cual la elección debía
hacerse la víspera de las fiestas. También les advertía que no realizasen gastos para no sufrir así las
multas establecidas. Esto no era nuevo, porque el 6-VII-1714 fue don Pedro Castillo (regidor 2º de
Navarrería) quien pidió al ayuntamiento en encargo de abanderado para el día de San Fermín; su
propuesta tuvo éxito pero se le exigió que no hiciera gasto alguno. AMP Sec. Consultas lib. 27 f. 228-
229 (6-VII-1714). Efectivamente, el cargo era una honra y así lo dicen todos los abanderados del
Corpus y San Fermín.
(27) AMP Sec. Consultas lib. 30 f. 283 (4-II-1728)
(28) AMP Sec. Consultas lib. 24 f. 234-235 (14-V-1704), lib. 25 f. 154-156 (15 y 22-V-1706) etc. ;
y lib. 30, f. 283 (4-II-1728), 304-305 (4-VIII-1728)
(29) AMP Sec. Consultas lib. 43, f. 305-306 (1770)
(30) AMP Sec. Consultas lib. 41, f. 83-84 (21-III-1761)
(31)AMP Sec. Asuntos eclesiásticos. Procesiones, leg. 32 (s. XVIII), leg. 35
(32) AMP Sec. Consultas lib. 23 f. 1 (10-VI-1699)
(33) Sea lo que fuere, tanta insistencia resulta significativa de la tendencia que había entre
algunos regidores a correr delante de los toros. AMP Sec. Consultas lib. 38 f. 136 y 183 (17-V y 13-IX-
1752). AMP Sec. Consultas lib. 30 f. 170 (19-VI-1826), lib. 30 f. 283 (4-II-1728) y lib. 31, f. 9-10 (23-X-
1728)
(34) Así, el 17-V-1752 el ayuntamiento acuerda que el abanderado de San Fermín pudiese entrar
con los toros de la corrida sin incurrir en pena alguna, sólo por este año y sin que crease precedente .
El motivo fue simplemente la petición del abanderado de San Fermín. Así ocurrió dicho año, de modo
22. José Fermín Garralda Arizcun 22
que el 13-IX-1752 el nuevo ayuntamiento reafirmó la prohibición, tanto por el decoro como por el
peligro al que se exponía dicho vecino.
(35) AMP Sec. Consultas lib. 43, f. 247-248 (17-V-1769) y sobre todo f. 303-304 (31-III-1770). El
obispo de Pamplona señalaba a las cofradías de Veracruz y Soledad, ambas del patronato municipal,
que la desnudez era reprobable, « causando con este traje (unos calzones) a más de la ridiculez y
estorbos de la devoción no pequeño escándalo y ruina espiritual al innumerable concurso de gentes de
ambos sexos (…)”. También señala la “suma irreverencia con que se profana la grave y majestuosa
solemnidad”, “el estrépito de cadenas y barras”, y recordaba que “mucho tiempo ha que nos
condolíamos de estos desórdenes”, por lo que decretaba la excomunión mayor para los que hicieran
“disciplina de sangre, barras, espadas, cadenas ni otras cosas semejantes, permitiendo como
permitimos tan solamente disciplina en seco y sin efusión de sangre y la penitencia de llevar al
hombro alguna cruz o andar con los brazos extendidos o en otra forma decente, honesta, y edificativa
de los fieles, con tal que anden vestidos y con las caras cubiertas”.
(36) AMP Sec. Consultas lib. 50, f. 9-12 (4-IX-1784)
(37) Archivo General de Navarra (AGN), Sec. Consejo Real, tit. 8 fajo 3 nº 14 (21-VI-1780);
AMP Sec. Papeles sueltos. AMP Sec. Consultas lib. 48 f. 7 (15-VI-1781), f. 14 (7-VII-1781).
(38) AMP Sec. Consultas, lib. 96 f. 77-78 (17 y 27-VI-1847)
La fotografía (salvo el óleo de Miguel Sanz y Benito) es del autor JFG, y ha sido realizada en el
año 2011.
José Fermín GARRALDA ARIZCUN
Dr. en historia
Pamplona, 1-VII-2011
LAUS DEO