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Jack Steel
  Tinieblas




   J.P. Abreu
Ladrón, asesino y cazador.




                                        Jack Steel




El tiempo parecía detenerse a aquellas horas de la madrugada. Las farolas arrojaban débiles
luces sobre el frio asfalto volviéndolo todo de un amarillo fantasmagórico. El viento era cortante
y el silencio sobrecogedor. Jack Steel llevaba la capucha subida y varios mechones de su oscuro
pelo negro sobresalían por los bordes. Su rostro era un misterio, solo sus ojos brillaban de
manera inquietante bajo la oscuridad de la capucha. El cigarrillo que llevaba en los labios estaba
a medio consumir, dio una profunda calada y la luz candente del pitillo se volvió de un rojo
intenso en sus pupilas…

De un rojo inquietante.

El repiqueteo de sus pisadas era el único sonido que se empeñaban en romper la quietud de la
noche; una sombra oscura estaba a punto de llegar a su clímax más álgido y solo una persona
estaba dispuesta a terminar con ella. Inexplicablemente la sangre bombeaba y recorrían el
camino de venas muertas y un pecho sin pulso.
Jack avanzo sin mucho entusiasmos por el medio de la solitaria calle, y se detuvo para dar otra
calada. Estaba cerca, lo presentía, aquel olor extraño y dulzón que empezaba a volverse más
fuerte e insoportable y que pretendía volverle loco. Dio otra profunda calada, para que el olor
cargante que se empeñaba en entrar en sus fosas nasales se disipara, luego tiro la colilla al suelo
y lo aplasto con la punta de sus botas. Metió ambas manos en los bolcillos de su chaqueta y
reanudo su caminata sintiendo como el frio de la noche le provocaba escalofríos y le calaba
hasta el tuétano. Se encontraba en una zona residencial al oeste de la capital, donde distinguidos
y elegantes edificios estaban separados por pequeños parques infantiles y jardines muy bien
cuidados. La oscuridad arropaban los balancines, y los columpios se mecían con el viento
provocando chirridos angustiosos. La noche convertía aquellos coloridos parques infantiles, en
lugares tétricos y tristes. La risa se apaga y el olor dulce de los caramelos se convierte en arena.

Jack camino durante un cuarto de hora hasta detenerse nuevamente, cuando por fin pudo
percibir lo que lo había llevado hasta allí. Mecánicamente levanto la vista hasta un balcón a
varios metros sobre su cabeza; en el balcón descansaban varias macetas con flores mustias y
congeladas que ya no verán una nueva primavera, y una ventana cerrada a cal y canto.

Suspiro. Tendría que escalar, y era algo que le desagradaba profundamente. Pero el esfuerzo
valía la pena. Era obvio que la chica tenía contactos, de lo contrario encontrarla no hubiese sido
una odisea, es posible que la policía este detrás de todo. Era una pena que Mancuso estuviera
fuera de la ciudad, pensó Jack.

Antes de ponerse a la faena saco una foto del bolcillo interior de su chaqueta; era poco probable
que pudiese equivocarse, pero Jack nunca dejaba un cabo suelto. En la instantánea, una chica
joven de unos quince años parecía inmersa en su teléfono móvil, mientras unas patatas se
enfriaban encima de una mesa del McDonald. Su pelo rubio caía en cascada sobre sus hombros.
Su rostro era hermoso, redondeado y delicado de ojos verdes y mirada brillante e intensa.
Sonreía y parecía feliz. Jack puso cara de asco y volvió a meterse la foto en el bolsillo.

No se movió.

Saco nuevamente un cigarrillo de su pitillera color plata y lo llevo hasta sus labios, a la par que
suspiraba con desanimo y aburrimiento. A pesar de que en un momento a otro la quietud
desaparecería para dar paso al caos, Jack seguía sintiéndose hastiado. Busco el mechero en el
bolsillo de su chaqueta de cuero, pero el metal frio de su Zippo se le resbalaba de entre los
dedos, entonces, salido de la nada, una luz candente se materializo y se detuvo a apenas unos
centímetros de su cara.

Jack se a apresuro a encender el pitillo. Con parsimonia dio una profunda calada, cerró los ojos
un segundo saboreando el intenso sabor mentolado en su boca, luego y sin mucho entusiasmo
levanto la vista para fijarse en quien tenía justo en frente. Levantó una ceja para luego apartar el
rostro aburrido.

Miro hacia ninguna parte.

    -   Jack Steel. –escucho Jack como pronunciaba su nombre una voz melodiosa y dulce.
    Jack a penas se inmuto. Se bajo la capucha para luego pasarse la mano por la mata de pelo
    oscuro, luego sujeto el cigarrillo, entre el meñique y el anular. Dio otra calada y clavo la
    vista en su interlocutor; de estatura media y de pelo de un inusual color blanco que
    resplandecía bajo una luna casi inexistente. Sus rasgos eran totalmente opuestos al singular
    color de su pelo; era joven y mucho, puede que unos diecisiete años. Su belleza era etérea,
    como la neblina. Su rostro cincelado como una escultura. Piel porcelana y ojos tan azules
    que parecían desaparecer en su esclerótica. Parecían cada vez más joven, pensó Jack.
    Aunque aquel, ya lo había visto en otra ocasión, aunque no lo recordara con exactitud. Le
    pareció una broma cruel la apariencia del chico, porque, al fin y al cabo no era ningún
    ángel. Jack levanto ligeramente el mentón y la oscuridad de sus ojos se clavo en las del
    chico.
    -   ¿Estás solo? -fue la seca pregunta de Jack antes de dar otra calada. El sabor mentolado
        del tabaco le inundo la boca. El chico sonrió y movió la cabeza negativamente. – me lo
        imaginaba. –concluyo.
    -   Cuanto tiempo sin verte, Jack Steel –retumbo una voz autoritaria a su espalda - pensé
        que habías muerto. –concluyo.
    Cuando Jack se giro sobre sus talones, no le sorprendió en absoluto ver la distinguida figura
    de Raven a unos pasos de él. Jack aparto la cara aunque sin brusquedad, para dirigir
    nuevamente su mirada hasta el balcón, y calculo mentalmente cuanto tiempo tardaría en
    llegar hasta aquella altura. Puede que unos veinte segundos, aunque… – esta vez no Steel.
    Esta vez no mataras a nadie. –amenazo Raven ahora con voz más profunda. Jack se volvió
    nuevamente hasta Raven, y su rosto como siempre no tradujo sus pensamientos.

A Jack Steel le pareció gracioso que Raven tuviese tanta seguridad en sus palabras, ya que, al
fin y al cabo, lo había hecho infinidades de veces.

Tiro la colilla al suelo, y el chico de pelo plateado dio unos pequeños pasos hacia atrás. Ahora
lo recordaba, fue hace seis meses, cuando buscaba a un banquero en Kuala Lumpur, y estuvo a
punto de no terminar con el trabajo por culpa de aquel chico y su aquelarre. Nelka, así lo llamo
uno de los otros, antes de que Jack le atravesase el pecho con su estilete, y antes de sacar el
arma manchada de sangre del cuerpo inerte del muchacho, Nelka ya había desaparecido.
Al recordar aquella pelea Jack sonrió, y como siempre su colmillo izquierdo que era
inusualmente más largo que el derecho, sobresalió en su sonrisa, haciéndola aberrante y extraña.

El pelo blanco de Nelka se agito por el gélido viento que empezó a embravecerse, los sonidos
de la noche escapaban hacia la oscuridad y el porte regio de Nelka empezó a desinflarse. Jack
pudo ver la mirada huidiza del chico. Estaba asustado, y como no, sería algo estúpido no estarlo,
pensó Jack. No iba a permitir que se interpusieran en su camino. Había buscado a aquella chica
durante semanas hasta dar con ella, y estaba más que seguro de que aquella noche llegaría su
hora.

El movimiento de su mano al sacar el estilete fue tan fugaz, que ni siquiera las fuerzas
sobrenaturales de Nelka pudieron percibirlo. Cuando cayó encima del muchacho el estilete se
hundió en el hombro rasgando la carne y rozando los huesos hasta atravesarlo de lado a lado. El
rostro de Nelka se desfiguro hasta mostrar una máscara de terror. Jack se le quedo mirando con
fiereza y sonrisa maniaca, pero antes de poder sacar el arma del cuerpo del chico, Jack sintió
unas manos salvajes que le sujetaron por la espalda y le hicieron levitar casi un metro del suelo,
haciendo que el estilete saliera por pura inercia. Raven sujetaba el cuerpo de Jack como un
juguete y luego lo lanzo a varios metros de ellos.

Jack cayó aturdido sobre el gélido suelo, gruñendo como un animal rabioso.

Raven se acerco hasta Nelka y le toco el hombro. El joven de belleza etérea y pelo plateado,
parecía a punto del colapso mirándose la herida de soslayo. La mano de Raven tapono la herida
y de inmediato empezó a emitir una luz blanca y brillante. Pasaron apenas uno segundo cuando
Raven quito la mano, y la herida emitía la misma luz deslumbrante de antes, pero ahora dicha
luz comenzaba a salir de la profunda laceración, y entonces fue, cuando poco a poco empezó a
cerrarse. Nelka aparto la mirada de la ya inexistente herida, para mirar a Raven de manera
agradecida pero a la vez asustada. Raven le tendió la mano y el chico ya increíblemente
recuperado, se puso de pie con el corazón latiéndole en las sienes.

Jack, ya se había puesto de pie cuando los dos Celestes caminaron en su dirección. Aunque
Nelka estaba curado, no parecía muy seguro de sus pisadas, y a cada paso que daba Raven,
Nelka se rezagaba uno. Entonces Raven al ver el miedo en el rostro de Nelka, no tuvo más
remedio que deshacerse de él.

    -   Márchate –dijo Raven.

    Pero Nelka dudo.
Claro que tenía miedo, pero no le gustaba la idea de dejar a Raven solo con Steel. Conocía
    perfectamente las historias de Jack Steel, y lo acababa de comprobar con horror en su propia
    carne. El chico negó con la cabeza.

    – ¡He dicho que te marches! -fue la férrea respuesta de Raven a la negación del muchacho.

    Nelka no tuvo más remedio que recular y salir corriendo, para luego desaparecer a la luz de
    las fantasmales farolas y el frio asfalto, como un letal espejismo.

Cuando Raven volvió la vista al frente, Jack lo miraba con descaro.

    -   Ese ha sido un buen movimiento, Raven. –dijo Jack, señalando donde minutos antes
        Raven le había empujado con violencia. Raven se encaro con Steel, y descargo en él,
        todo el peso de una mirada inquisitiva, luego levanto el mentón y le miro con el mismo
        descaro que Jack le regalaba.

    -   ¿Por qué solo lo has herido? –pregunto Raven entrecerrando los ojos - no es propio de
        ti. –concluyo.

    -   Parece que me estoy ablandando. –contesto Steel, rascándose la cabeza con la punta
        afilada del estilete.

    -   Eso hará que te mantén, Jack –manifestó Raven – o que te mate yo. -amenazo

    -   Ya lo estas intentando. –le espeto Steel señalándole con el estilete, a la par que le
        obsequiaba una sonrisa socarrona que dejó a entrever su extraño colmillo.

    Entonces Raven se relajo y fijo su atención en su singular canino.

    -   Sabes –dijo señalándose la boca. – esa cosa te la pueden arreglar los humanos.

    -   Bueno… ¿ahora eres dentista? –le pregunto Jack con una sonrisa maniaca. Raven sonrió
        y levanto ambas manos.

    -   No. Solo era una sugerencia. –respondió Raven, luego le miro con profunda curiosidad -
        me habían dicho que estabas muerto.

    -   No me digas que estabas preocupado por mí. –gruño.

    -   Asombrado mas bien.

    -   Qué manía tienes con verme muerto, Raven. –convino Steel en tono gracioso - solo
        tengo veinticinco años.
Unos finísimos copos de nieve empezaron a caer sobre ellos, la noche ahora era más fría que
antes, pero solo Jack sentía el peso de las bajas temperaturas sobre sus huesos. Jack se fijo
intensamente en Raven; como siempre su porte aristocrático era su sello de identidad. Llevaba
puesto una carísima gabardina sobre un traje oscuro hecho a medida. Su corte de pelo era
perfecto, dejando su rostro, más exquisito si puede. Era rubio, como no, y sus ojos intensamente
azules, aunque no como los de Nelka, le daban un aire de seriedad pero no de dureza. Su sonrisa
era perfecta y gentil, pero a veces no lo era, eso lo sabía Jack perfectamente. En su mano
derecha, un elegante bastón con una singular empuñadura esférica de color plata y filigranas del
mismo color, rematado con el exquisito dibujo de unas alas, donde Jack sabía que escondía una
afiladísima espada.

Raven, al fin levanto el rostro hasta el balcón de la quinta planta, y se perdió en sus
pensamientos unos minutos. Luego bajo la cabeza y se aparto con suma elegancia, dejando que
al final Jack prosiguiera su camino.

Cuando Jack pasó por su lado, Raven le susurro.

    -   Esta es solo una pequeñísima victoria Jack Steel. Una pequeña mota en un campo de
        futbol, y no creas ni por un momento que con esto ganas nada.

    Jack a penas se inmuto por la amenaza de Raven, ya que estaba sobradamente acostumbrado
    a sus bravuconerías. Siguió su camino hasta el edificio y luego con movimientos felinos,
    comenzó a escalar la pared con la destreza que le ha precedido toda su vida.




Raven observo atentamente la destreza de su enemigo en escalar aquella altura. Le parecía
fascinante que pudiese moverse de aquella manera siendo lo que es. Antes, había visto
perfectamente sus movimientos cuando ataco a Nelka, y podía haberlo evitado, pero no lo hizo.
Como siempre había pensado Raven, Steel era increíblemente interesante. Raven sonrió y negó
con la cabeza, luego murmuro:

    -   Que voy a hacer contigo Jack Steel.




Jack se sujeto con fiereza sobre la cornisa para luego caer sobre el balcón sin apenas hacer
ruido, respiro hondo varias veces y se limpio las manos con su chaqueta. Al ponerse de pie
busco entre la negrura de la noche el rostro Raven, quien le miraba divertido desde la otra acera
de la calle, mientras la luz mortecina de las farolas lo convertían en un espejismo. Jack hizo una
mueca, suspiro y se volvió para mirar a través del cristal de la ventana. No vio nada, la
oscuridad lo envolvía todo, como la misma boca del infierno. No perdió el tiempo. Saco su
estilete y lo metió por la junta de la ventana, trasteo con ella hasta que por fin pudo abrirla. Jack
volvió a suspirar, le había costado mucha más que la última vez ¿acaso estaba envejeciendo? O
¿es que ya había perdido la emoción de los viejos tiempos?

Cuando su vista se hubo acondicionado a la oscuridad de la estancia, comprobó que la
habitación estaba decorada de color rosa, de una manera absurda y recargada. ¿Qué clase de
chica de quince años, tiene su habitación de color rosa? Jack soltó un gruñido cuando vio una
colección de muñecas Barbie en lo alto de un mueble; aunque le hayan puesto monos de trabajo
y dado trabajos de ejecutiva, aquella muñeca seguirá siendo una figura palo inherente a la mujer
florero. Jack no podía entender como seguían fabricándolas. Se acerco al tocador que había en
frente de la cama, y con el silencio de un guepardo rebusco entre los joyeros y cogió todo lo
que podría ser de valor. Dos pulseras de oro blanco con diamantes, pendientes, anillos con
piedras de diferentes colores y un reloj Chopard con diamantes, lo metió todo en una pequeña
mochila que llevaba a la espalda y se dispuso a hacer su otro trabajo.

Con desagrado se volvió hasta la cama donde la muchacha dormía plácidamente, ajena a lo que
estaba a punto de ocurrirle. Le parecía antinatural que tuviese aquel aspecto tan sublime. Saco
una pequeña bolsita de plástico del interior de la chaqueta, luego, cogió un mechón de su
delicado pelo rubio, y lo corto con el estilete, metió el mechón de pelo en la pequeña bolsa y lo
guardo nuevamente en el interior de su chaqueta. Cuando levanto la vista, la chica estaba
despierta y lo miraba con ojos desorbitados. Grito. Pero Jack con una velocidad endiablada supo
taparle la boca cuanto antes. La chica patalea y le lanza fuertes zarpazos con sus largas uñas
pintadas de rosa a la cara, entonces, Jack le clavo el estilete en el pecho y se lo atravesó con
furia sintiendo de inmediato como una corriente eléctrica le atravesaba el brazo y casi lo dejaba
inconsciente. Con lo último que le quedaba en su ser, saco el estilete del cuerpo inerte de la
muchacha y cayó hacia atrás con movimientos felinos sin hacer ruido. Ahogo una imprecación,
y miro hasta la cama con rabia – Maldita mocosa – masculló, mientras se estrujaba la mano.

Después de suspirar con rabia, se levanto con displicencia y camino hasta el balcón, por suerte,
el fuerte olor almizclado comenzaba a diluirse, gracias al gélido viento que se colaba a raudales
a través de la ventana. Hecho un último vistazo a la habitación, apretó los labios y luego empezó
el descenso por las cornisas sintiendo un ardor atroz en su mano izquierda. A unos cuatro
metros del suelo perdió pie y cayó pesadamente sobre el asfalto, dándose fuertemente en la
espalda.
Jack se quedo tendido mirando hasta un cielo oscuro, que daba la impresión que de un momento
a otro se lo tragase. Estrujo con los dedos el estilete que aun tenía en la mano y que fue el
culpable de que se hubiese resbalado de la cornisa. Lo metió dentro de su funda de cuero y lo
guardo en el interior de su chaqueta, luego no hizo ningún movimiento.

Unos finísimos copos de nieve le caían en la cara, Jack se estrujo los ojos con desagrado,
suspiro cansinamente y cuando quito las manos del rostro, vio una sombra posarse a su lado.

Raven le tendía una mano.

Jack no lo pensó mucho antes de tomar la mano de Raven entre la suyas y ponerse de pie a
duras penas, luego soltó su mano con prontitud y se volvió unos segundos hasta el balcón. -
Estaba hecho – dijo para sí con sonrisa gatuna - esa pequeña zorra está muerta.

Raven miraba curioso a su enemigo, parecía satisfecho con lo que había acontecido. Aquello no
era un trabajo para Jack, en realidad era para lo que estaba en el mundo. Raven miro su reloj y
comprobó que falta unos minutos para las seis.

    -   Te invito a un café. Creo que hay una cafetería a unos bloques de aquí. –dijo mientras
        se metía una de las manos en su gabardina, con la otra levantó el bastón y se lo coloco
        en el hombro con chulería. Jack lo miro con una ceja levantada, y se encogió de
        hombros.

    Cuando echaron a caminar calle arriba, Raven se detuvo a penas unos segundos y miro
    hacia el balcón de antes, luego negó con pesadumbres y siguió su camino.




Jack siguió a Raven por unas oscuras callejuelas hasta recorrer una distancia de un kilometro. A
lo lejos se podía ver perfectamente una solitaria cafetería donde un letrero lumínico resplandecía
en medio de la lobreguez. Habían cambiado hacía rato de sector, ahora estaban en una zona más
humilde dentro de la franja exterior. Los edificios no eran tan rimbombantes como los de antes,
habían ropas colgadas en las ventanas, y algún que otro callejo sucio y mal oliente. Una rata se
cruzo en su camino y Jack estuvo a punto de aplastarla con sus gruesas botas moteras, soltó una
imprecación y miro a su acompañante de soslayo.

    -   ¿A esto le llamas cerca? -no habían cruzado una sola palabra en todo el camino; a decir
        verdad Jack lo agradeció.

    -   A esto le llamo un buen café. –le respondió Raven sujetando la puerta para que Steel
        pasase.
Jack le miro con dureza y luego cruzo la entrada echándole miradas interrogativas. El
    caldeado ambiente le reconforto de inmediato, y el intenso aroma del café, hizo que se
    relajara. Luego comprobó que el pequeño café estaba desierto.

Jack se encamino a una de las mesas mas apartada al final de la pequeña y poca iluminada
estancia, mientras miraba a un chico que hojeaba un comic detrás de la barra, quien ni siquiera
había levantado la vista al verlos entrar. Raven le seguía con paso lento y sofisticado, al
momento que saludaba al chico que ahora había levantado la vista; el chico le saludo sin mucho
entusiasmo y volvió a clavar la vista en su lectura grafica a la par que unos mechones de su
grasiento pelo castaño le caía sobre la frente.

Jack se quito primero la mochila y luego la chaqueta con un evidente gesto de dolor, la coloco
justo a su lado y se echó hacia atrás en el cómodo asiento con arrogancia, intentando dar a entre
ver que aquella estrepitosa caída no había hecho mella en él y deseando en su fuero interno que
Raven no se diera cuenta de lo magullado que estaba. Pero Raven a penas le miraba, el elegante
hombre no tenía intención de quitarse su gabardina, así que, se sentó sin más justo en frente de
su enemigo regalándole una sonrisa educada. Jack le corto la mirada con desdén. Raven sonrió y
luego se volvió hasta el chico de la barra que ahora les miraba con curiosidad. Raven levanto
dos dedos y parecía que el chico entendiera el gesto, puesto que de inmediato se acerco hasta
una vieja máquina de café y cogió dos tazas.

Jack y Raven se miraron intensamente durante unos minutos. Hacía más de un año que no se
habían visto las caras, y aquella vez, Jack casi no lo cuenta. Era curiosa, ya que la última vez
también estaban compartiendo una mesa en un bar de mala muerte de Brisa.

Raven se volvió hasta el chico que había llegado hasta ellos y que había puesto el humeante café
sobre la mesa.

    -   Gracias - agradeció Raven con una sonrisa en los labios. El chico no dijo nada y se
        marcho sin siquiera responder. Raven se volvió hasta Jack y con rostro malhumorado le
        dijo: – estos mocosos son más impertinentes cada día. –Jack sonrió, pero no dijo nada. –
        desapareciste de Brisa, pensé que Macon había acabado contigo. – comento Raven.

    -   No me jodas Raven, ese negro seboso que iba a acabar conmigo. –espeto Jack, antes de
        dar un sorbo.

    Raven sonrió.

    -   Ahhhh... ese cabrón de Loti. La próxima vez que le vea, le romperé la cara.

    -   ¿Aun sigues usando a Loti? - pregunto Jack curioso.
-   Es idiota, eso lo sabemos tú y yo. Pero a veces, solo a veces, es eficiente.

-   Ya bueno, supongo que tienes algo que contarme, o de verdad, estas contento de verme.
    –le pregunto con sorna.

Raven levanto una ceja con disgusto y tomo un sorbo de café.

-   No seas chulo Steel. –dijo saboreando intensamente el oscuro liquido - sabes muy bien,
    que a nadie le importas una mierda. – concluyo.

-   Entonces ¿a qué debo esta invitación?

-   La verdad es que no termino de entenderte. –le corto Raven, esquivando su pregunta.

-   ¿a qué te refieres? –pregunto sin mucho entusiasmo.

-   Te has pasados décadas masacrando a esta gente sabiendo que no dará resultado.
    Además no es algo extraño que mates a tu propia gente ¿no sientes nada?... Ahhhh pero
    que digo, eres un demonio, y los demonios no sienten nada ¿o sí? –expuso con una
    sonrisa siniestra.

-   No es mi gente. –le censuro Jack con dureza. – además, ¿no es más extraño lo que
    haces tú?

-   No. – fue la rotunda y rápida respuesta de Raven.

Jack Steel soltó una profunda carcajada.

-   ¿Que no lo es? –le pregunto divertido.

Raven le miro con suspicacia.

-   Todo tiene su final Steel, y el de esta gente, ha llegado.

-   Interesante. Entonces dime ¿Quién me quiero muerto esta vez? – pregunto curioso.

-   No, no, no. – contesto Raven moviendo la cabeza con negatividad - sabes, la curiosidad
    mato al ratón. –concluyo divertido.

-   Querrás decir al gato. –le corrigió Jack.

-   ¿Gato? –pregunto Raven con rostro confuso.

-   Si. La curiosidad mato al gato. –le aclaro.

Raven movió las manos con aspaviento y sonrió.
-   Gato, ratón. Qué más da. Los dos están muerto.

Jack puso los ojos en blanco y cambio de tema.

-   Sabes –dijo Steel con la taza en alto - es un buen café, no como aquel de Brisa.

-   Me alegro que te guste. ¡Oh! Brisa -dijo con añoranza recostado su espalda. – Brisa
    pronto será mía, y ni siquiera tú podrás evitarlo. Y no solo eso Steel, se acercan buenos
    tiempos –soltó una sonrisilla siniestra – no para ti por supuesto. Pero si te puedo decir,
    que se acerca algo grande.

-   Eso ya lo veremos –concluyo Jack con dureza, dando un último sorbo.

Raven cambio su semblante.

-   Ya te lo pregunte en Brisa, tienes las puertas abiertas y puedes venir cuando quieras.
    Sería una lástima que alguien como tú desapareciera. –le dijo con profunda seriedad -
    Lo sabes ¿no? alguien muy importante te tiene en su punto de mira y llegado el
    momento no podre interceder por ti. –concluyo.

-   Me encanta cuando te pones en plan diplomático. –le espeto Jack con disgusto - Que te
    quede muy claro Raven, no necesito tu compasión y mucho menos pertenecer a esa
    banda de maricas oxigenados, así que ahórrate tu palabrería.

-   No seas maleducado Steel. –asevero Raven con elegancia, luego miro a Jack con
    suspicacia – has cambiado, antes no eras tan quisquilloso con mi propuesta. – lo escruto
    atentamente – Ya veo, te estás cansado ¿verdad? estas harto de intentar enmendar algo
    que no tiene remedio. De esa cascara vacía que llamas cuerpo – le sonrió con malicia -
    lo puedo ver, estas harto de esa apariencia inalterable, de esa cara tan bien esculpida, de
    no tener defectos.

-   Por favor Raven, no me trates como uno de ellos, no soy una marioneta.

-   Por supuesto que no. –respondió Raven con rapidez

-   Sabes, me encantan estas charlas tan amenas, pero tu compañía ya me está hartando –le
    soltó Jack mientras se ponía de pie y recogía su chaqueta y su mochila.

Raven sonrió.

-   Adiós Jack Steel. Ya nos volveremos a ver. –se despidió Raven mientras se llevaba
    nuevamente la taza a los labios y le despedía delicadamente con una mano.
-   Desearía que no. –fue la seca respuesta de Steel – gracias por el café. –concluyo
    dándole de espalda y encaminándose hasta la salida. Y cuando hubo atravesado las
    puertas por completo, escucho el susurro de Raven muy cerca de su oreja.

-   Todo lo contrario, Jack. Gracias a ti.

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Jack Steel

  • 1. Jack Steel Tinieblas J.P. Abreu
  • 2. Ladrón, asesino y cazador. Jack Steel El tiempo parecía detenerse a aquellas horas de la madrugada. Las farolas arrojaban débiles luces sobre el frio asfalto volviéndolo todo de un amarillo fantasmagórico. El viento era cortante y el silencio sobrecogedor. Jack Steel llevaba la capucha subida y varios mechones de su oscuro pelo negro sobresalían por los bordes. Su rostro era un misterio, solo sus ojos brillaban de manera inquietante bajo la oscuridad de la capucha. El cigarrillo que llevaba en los labios estaba a medio consumir, dio una profunda calada y la luz candente del pitillo se volvió de un rojo intenso en sus pupilas… De un rojo inquietante. El repiqueteo de sus pisadas era el único sonido que se empeñaban en romper la quietud de la noche; una sombra oscura estaba a punto de llegar a su clímax más álgido y solo una persona estaba dispuesta a terminar con ella. Inexplicablemente la sangre bombeaba y recorrían el camino de venas muertas y un pecho sin pulso.
  • 3. Jack avanzo sin mucho entusiasmos por el medio de la solitaria calle, y se detuvo para dar otra calada. Estaba cerca, lo presentía, aquel olor extraño y dulzón que empezaba a volverse más fuerte e insoportable y que pretendía volverle loco. Dio otra profunda calada, para que el olor cargante que se empeñaba en entrar en sus fosas nasales se disipara, luego tiro la colilla al suelo y lo aplasto con la punta de sus botas. Metió ambas manos en los bolcillos de su chaqueta y reanudo su caminata sintiendo como el frio de la noche le provocaba escalofríos y le calaba hasta el tuétano. Se encontraba en una zona residencial al oeste de la capital, donde distinguidos y elegantes edificios estaban separados por pequeños parques infantiles y jardines muy bien cuidados. La oscuridad arropaban los balancines, y los columpios se mecían con el viento provocando chirridos angustiosos. La noche convertía aquellos coloridos parques infantiles, en lugares tétricos y tristes. La risa se apaga y el olor dulce de los caramelos se convierte en arena. Jack camino durante un cuarto de hora hasta detenerse nuevamente, cuando por fin pudo percibir lo que lo había llevado hasta allí. Mecánicamente levanto la vista hasta un balcón a varios metros sobre su cabeza; en el balcón descansaban varias macetas con flores mustias y congeladas que ya no verán una nueva primavera, y una ventana cerrada a cal y canto. Suspiro. Tendría que escalar, y era algo que le desagradaba profundamente. Pero el esfuerzo valía la pena. Era obvio que la chica tenía contactos, de lo contrario encontrarla no hubiese sido una odisea, es posible que la policía este detrás de todo. Era una pena que Mancuso estuviera fuera de la ciudad, pensó Jack. Antes de ponerse a la faena saco una foto del bolcillo interior de su chaqueta; era poco probable que pudiese equivocarse, pero Jack nunca dejaba un cabo suelto. En la instantánea, una chica joven de unos quince años parecía inmersa en su teléfono móvil, mientras unas patatas se enfriaban encima de una mesa del McDonald. Su pelo rubio caía en cascada sobre sus hombros. Su rostro era hermoso, redondeado y delicado de ojos verdes y mirada brillante e intensa. Sonreía y parecía feliz. Jack puso cara de asco y volvió a meterse la foto en el bolsillo. No se movió. Saco nuevamente un cigarrillo de su pitillera color plata y lo llevo hasta sus labios, a la par que suspiraba con desanimo y aburrimiento. A pesar de que en un momento a otro la quietud desaparecería para dar paso al caos, Jack seguía sintiéndose hastiado. Busco el mechero en el bolsillo de su chaqueta de cuero, pero el metal frio de su Zippo se le resbalaba de entre los dedos, entonces, salido de la nada, una luz candente se materializo y se detuvo a apenas unos centímetros de su cara. Jack se a apresuro a encender el pitillo. Con parsimonia dio una profunda calada, cerró los ojos un segundo saboreando el intenso sabor mentolado en su boca, luego y sin mucho entusiasmo
  • 4. levanto la vista para fijarse en quien tenía justo en frente. Levantó una ceja para luego apartar el rostro aburrido. Miro hacia ninguna parte. - Jack Steel. –escucho Jack como pronunciaba su nombre una voz melodiosa y dulce. Jack a penas se inmuto. Se bajo la capucha para luego pasarse la mano por la mata de pelo oscuro, luego sujeto el cigarrillo, entre el meñique y el anular. Dio otra calada y clavo la vista en su interlocutor; de estatura media y de pelo de un inusual color blanco que resplandecía bajo una luna casi inexistente. Sus rasgos eran totalmente opuestos al singular color de su pelo; era joven y mucho, puede que unos diecisiete años. Su belleza era etérea, como la neblina. Su rostro cincelado como una escultura. Piel porcelana y ojos tan azules que parecían desaparecer en su esclerótica. Parecían cada vez más joven, pensó Jack. Aunque aquel, ya lo había visto en otra ocasión, aunque no lo recordara con exactitud. Le pareció una broma cruel la apariencia del chico, porque, al fin y al cabo no era ningún ángel. Jack levanto ligeramente el mentón y la oscuridad de sus ojos se clavo en las del chico. - ¿Estás solo? -fue la seca pregunta de Jack antes de dar otra calada. El sabor mentolado del tabaco le inundo la boca. El chico sonrió y movió la cabeza negativamente. – me lo imaginaba. –concluyo. - Cuanto tiempo sin verte, Jack Steel –retumbo una voz autoritaria a su espalda - pensé que habías muerto. –concluyo. Cuando Jack se giro sobre sus talones, no le sorprendió en absoluto ver la distinguida figura de Raven a unos pasos de él. Jack aparto la cara aunque sin brusquedad, para dirigir nuevamente su mirada hasta el balcón, y calculo mentalmente cuanto tiempo tardaría en llegar hasta aquella altura. Puede que unos veinte segundos, aunque… – esta vez no Steel. Esta vez no mataras a nadie. –amenazo Raven ahora con voz más profunda. Jack se volvió nuevamente hasta Raven, y su rosto como siempre no tradujo sus pensamientos. A Jack Steel le pareció gracioso que Raven tuviese tanta seguridad en sus palabras, ya que, al fin y al cabo, lo había hecho infinidades de veces. Tiro la colilla al suelo, y el chico de pelo plateado dio unos pequeños pasos hacia atrás. Ahora lo recordaba, fue hace seis meses, cuando buscaba a un banquero en Kuala Lumpur, y estuvo a punto de no terminar con el trabajo por culpa de aquel chico y su aquelarre. Nelka, así lo llamo uno de los otros, antes de que Jack le atravesase el pecho con su estilete, y antes de sacar el arma manchada de sangre del cuerpo inerte del muchacho, Nelka ya había desaparecido.
  • 5. Al recordar aquella pelea Jack sonrió, y como siempre su colmillo izquierdo que era inusualmente más largo que el derecho, sobresalió en su sonrisa, haciéndola aberrante y extraña. El pelo blanco de Nelka se agito por el gélido viento que empezó a embravecerse, los sonidos de la noche escapaban hacia la oscuridad y el porte regio de Nelka empezó a desinflarse. Jack pudo ver la mirada huidiza del chico. Estaba asustado, y como no, sería algo estúpido no estarlo, pensó Jack. No iba a permitir que se interpusieran en su camino. Había buscado a aquella chica durante semanas hasta dar con ella, y estaba más que seguro de que aquella noche llegaría su hora. El movimiento de su mano al sacar el estilete fue tan fugaz, que ni siquiera las fuerzas sobrenaturales de Nelka pudieron percibirlo. Cuando cayó encima del muchacho el estilete se hundió en el hombro rasgando la carne y rozando los huesos hasta atravesarlo de lado a lado. El rostro de Nelka se desfiguro hasta mostrar una máscara de terror. Jack se le quedo mirando con fiereza y sonrisa maniaca, pero antes de poder sacar el arma del cuerpo del chico, Jack sintió unas manos salvajes que le sujetaron por la espalda y le hicieron levitar casi un metro del suelo, haciendo que el estilete saliera por pura inercia. Raven sujetaba el cuerpo de Jack como un juguete y luego lo lanzo a varios metros de ellos. Jack cayó aturdido sobre el gélido suelo, gruñendo como un animal rabioso. Raven se acerco hasta Nelka y le toco el hombro. El joven de belleza etérea y pelo plateado, parecía a punto del colapso mirándose la herida de soslayo. La mano de Raven tapono la herida y de inmediato empezó a emitir una luz blanca y brillante. Pasaron apenas uno segundo cuando Raven quito la mano, y la herida emitía la misma luz deslumbrante de antes, pero ahora dicha luz comenzaba a salir de la profunda laceración, y entonces fue, cuando poco a poco empezó a cerrarse. Nelka aparto la mirada de la ya inexistente herida, para mirar a Raven de manera agradecida pero a la vez asustada. Raven le tendió la mano y el chico ya increíblemente recuperado, se puso de pie con el corazón latiéndole en las sienes. Jack, ya se había puesto de pie cuando los dos Celestes caminaron en su dirección. Aunque Nelka estaba curado, no parecía muy seguro de sus pisadas, y a cada paso que daba Raven, Nelka se rezagaba uno. Entonces Raven al ver el miedo en el rostro de Nelka, no tuvo más remedio que deshacerse de él. - Márchate –dijo Raven. Pero Nelka dudo.
  • 6. Claro que tenía miedo, pero no le gustaba la idea de dejar a Raven solo con Steel. Conocía perfectamente las historias de Jack Steel, y lo acababa de comprobar con horror en su propia carne. El chico negó con la cabeza. – ¡He dicho que te marches! -fue la férrea respuesta de Raven a la negación del muchacho. Nelka no tuvo más remedio que recular y salir corriendo, para luego desaparecer a la luz de las fantasmales farolas y el frio asfalto, como un letal espejismo. Cuando Raven volvió la vista al frente, Jack lo miraba con descaro. - Ese ha sido un buen movimiento, Raven. –dijo Jack, señalando donde minutos antes Raven le había empujado con violencia. Raven se encaro con Steel, y descargo en él, todo el peso de una mirada inquisitiva, luego levanto el mentón y le miro con el mismo descaro que Jack le regalaba. - ¿Por qué solo lo has herido? –pregunto Raven entrecerrando los ojos - no es propio de ti. –concluyo. - Parece que me estoy ablandando. –contesto Steel, rascándose la cabeza con la punta afilada del estilete. - Eso hará que te mantén, Jack –manifestó Raven – o que te mate yo. -amenazo - Ya lo estas intentando. –le espeto Steel señalándole con el estilete, a la par que le obsequiaba una sonrisa socarrona que dejó a entrever su extraño colmillo. Entonces Raven se relajo y fijo su atención en su singular canino. - Sabes –dijo señalándose la boca. – esa cosa te la pueden arreglar los humanos. - Bueno… ¿ahora eres dentista? –le pregunto Jack con una sonrisa maniaca. Raven sonrió y levanto ambas manos. - No. Solo era una sugerencia. –respondió Raven, luego le miro con profunda curiosidad - me habían dicho que estabas muerto. - No me digas que estabas preocupado por mí. –gruño. - Asombrado mas bien. - Qué manía tienes con verme muerto, Raven. –convino Steel en tono gracioso - solo tengo veinticinco años.
  • 7. Unos finísimos copos de nieve empezaron a caer sobre ellos, la noche ahora era más fría que antes, pero solo Jack sentía el peso de las bajas temperaturas sobre sus huesos. Jack se fijo intensamente en Raven; como siempre su porte aristocrático era su sello de identidad. Llevaba puesto una carísima gabardina sobre un traje oscuro hecho a medida. Su corte de pelo era perfecto, dejando su rostro, más exquisito si puede. Era rubio, como no, y sus ojos intensamente azules, aunque no como los de Nelka, le daban un aire de seriedad pero no de dureza. Su sonrisa era perfecta y gentil, pero a veces no lo era, eso lo sabía Jack perfectamente. En su mano derecha, un elegante bastón con una singular empuñadura esférica de color plata y filigranas del mismo color, rematado con el exquisito dibujo de unas alas, donde Jack sabía que escondía una afiladísima espada. Raven, al fin levanto el rostro hasta el balcón de la quinta planta, y se perdió en sus pensamientos unos minutos. Luego bajo la cabeza y se aparto con suma elegancia, dejando que al final Jack prosiguiera su camino. Cuando Jack pasó por su lado, Raven le susurro. - Esta es solo una pequeñísima victoria Jack Steel. Una pequeña mota en un campo de futbol, y no creas ni por un momento que con esto ganas nada. Jack a penas se inmuto por la amenaza de Raven, ya que estaba sobradamente acostumbrado a sus bravuconerías. Siguió su camino hasta el edificio y luego con movimientos felinos, comenzó a escalar la pared con la destreza que le ha precedido toda su vida. Raven observo atentamente la destreza de su enemigo en escalar aquella altura. Le parecía fascinante que pudiese moverse de aquella manera siendo lo que es. Antes, había visto perfectamente sus movimientos cuando ataco a Nelka, y podía haberlo evitado, pero no lo hizo. Como siempre había pensado Raven, Steel era increíblemente interesante. Raven sonrió y negó con la cabeza, luego murmuro: - Que voy a hacer contigo Jack Steel. Jack se sujeto con fiereza sobre la cornisa para luego caer sobre el balcón sin apenas hacer ruido, respiro hondo varias veces y se limpio las manos con su chaqueta. Al ponerse de pie busco entre la negrura de la noche el rostro Raven, quien le miraba divertido desde la otra acera
  • 8. de la calle, mientras la luz mortecina de las farolas lo convertían en un espejismo. Jack hizo una mueca, suspiro y se volvió para mirar a través del cristal de la ventana. No vio nada, la oscuridad lo envolvía todo, como la misma boca del infierno. No perdió el tiempo. Saco su estilete y lo metió por la junta de la ventana, trasteo con ella hasta que por fin pudo abrirla. Jack volvió a suspirar, le había costado mucha más que la última vez ¿acaso estaba envejeciendo? O ¿es que ya había perdido la emoción de los viejos tiempos? Cuando su vista se hubo acondicionado a la oscuridad de la estancia, comprobó que la habitación estaba decorada de color rosa, de una manera absurda y recargada. ¿Qué clase de chica de quince años, tiene su habitación de color rosa? Jack soltó un gruñido cuando vio una colección de muñecas Barbie en lo alto de un mueble; aunque le hayan puesto monos de trabajo y dado trabajos de ejecutiva, aquella muñeca seguirá siendo una figura palo inherente a la mujer florero. Jack no podía entender como seguían fabricándolas. Se acerco al tocador que había en frente de la cama, y con el silencio de un guepardo rebusco entre los joyeros y cogió todo lo que podría ser de valor. Dos pulseras de oro blanco con diamantes, pendientes, anillos con piedras de diferentes colores y un reloj Chopard con diamantes, lo metió todo en una pequeña mochila que llevaba a la espalda y se dispuso a hacer su otro trabajo. Con desagrado se volvió hasta la cama donde la muchacha dormía plácidamente, ajena a lo que estaba a punto de ocurrirle. Le parecía antinatural que tuviese aquel aspecto tan sublime. Saco una pequeña bolsita de plástico del interior de la chaqueta, luego, cogió un mechón de su delicado pelo rubio, y lo corto con el estilete, metió el mechón de pelo en la pequeña bolsa y lo guardo nuevamente en el interior de su chaqueta. Cuando levanto la vista, la chica estaba despierta y lo miraba con ojos desorbitados. Grito. Pero Jack con una velocidad endiablada supo taparle la boca cuanto antes. La chica patalea y le lanza fuertes zarpazos con sus largas uñas pintadas de rosa a la cara, entonces, Jack le clavo el estilete en el pecho y se lo atravesó con furia sintiendo de inmediato como una corriente eléctrica le atravesaba el brazo y casi lo dejaba inconsciente. Con lo último que le quedaba en su ser, saco el estilete del cuerpo inerte de la muchacha y cayó hacia atrás con movimientos felinos sin hacer ruido. Ahogo una imprecación, y miro hasta la cama con rabia – Maldita mocosa – masculló, mientras se estrujaba la mano. Después de suspirar con rabia, se levanto con displicencia y camino hasta el balcón, por suerte, el fuerte olor almizclado comenzaba a diluirse, gracias al gélido viento que se colaba a raudales a través de la ventana. Hecho un último vistazo a la habitación, apretó los labios y luego empezó el descenso por las cornisas sintiendo un ardor atroz en su mano izquierda. A unos cuatro metros del suelo perdió pie y cayó pesadamente sobre el asfalto, dándose fuertemente en la espalda.
  • 9. Jack se quedo tendido mirando hasta un cielo oscuro, que daba la impresión que de un momento a otro se lo tragase. Estrujo con los dedos el estilete que aun tenía en la mano y que fue el culpable de que se hubiese resbalado de la cornisa. Lo metió dentro de su funda de cuero y lo guardo en el interior de su chaqueta, luego no hizo ningún movimiento. Unos finísimos copos de nieve le caían en la cara, Jack se estrujo los ojos con desagrado, suspiro cansinamente y cuando quito las manos del rostro, vio una sombra posarse a su lado. Raven le tendía una mano. Jack no lo pensó mucho antes de tomar la mano de Raven entre la suyas y ponerse de pie a duras penas, luego soltó su mano con prontitud y se volvió unos segundos hasta el balcón. - Estaba hecho – dijo para sí con sonrisa gatuna - esa pequeña zorra está muerta. Raven miraba curioso a su enemigo, parecía satisfecho con lo que había acontecido. Aquello no era un trabajo para Jack, en realidad era para lo que estaba en el mundo. Raven miro su reloj y comprobó que falta unos minutos para las seis. - Te invito a un café. Creo que hay una cafetería a unos bloques de aquí. –dijo mientras se metía una de las manos en su gabardina, con la otra levantó el bastón y se lo coloco en el hombro con chulería. Jack lo miro con una ceja levantada, y se encogió de hombros. Cuando echaron a caminar calle arriba, Raven se detuvo a penas unos segundos y miro hacia el balcón de antes, luego negó con pesadumbres y siguió su camino. Jack siguió a Raven por unas oscuras callejuelas hasta recorrer una distancia de un kilometro. A lo lejos se podía ver perfectamente una solitaria cafetería donde un letrero lumínico resplandecía en medio de la lobreguez. Habían cambiado hacía rato de sector, ahora estaban en una zona más humilde dentro de la franja exterior. Los edificios no eran tan rimbombantes como los de antes, habían ropas colgadas en las ventanas, y algún que otro callejo sucio y mal oliente. Una rata se cruzo en su camino y Jack estuvo a punto de aplastarla con sus gruesas botas moteras, soltó una imprecación y miro a su acompañante de soslayo. - ¿A esto le llamas cerca? -no habían cruzado una sola palabra en todo el camino; a decir verdad Jack lo agradeció. - A esto le llamo un buen café. –le respondió Raven sujetando la puerta para que Steel pasase.
  • 10. Jack le miro con dureza y luego cruzo la entrada echándole miradas interrogativas. El caldeado ambiente le reconforto de inmediato, y el intenso aroma del café, hizo que se relajara. Luego comprobó que el pequeño café estaba desierto. Jack se encamino a una de las mesas mas apartada al final de la pequeña y poca iluminada estancia, mientras miraba a un chico que hojeaba un comic detrás de la barra, quien ni siquiera había levantado la vista al verlos entrar. Raven le seguía con paso lento y sofisticado, al momento que saludaba al chico que ahora había levantado la vista; el chico le saludo sin mucho entusiasmo y volvió a clavar la vista en su lectura grafica a la par que unos mechones de su grasiento pelo castaño le caía sobre la frente. Jack se quito primero la mochila y luego la chaqueta con un evidente gesto de dolor, la coloco justo a su lado y se echó hacia atrás en el cómodo asiento con arrogancia, intentando dar a entre ver que aquella estrepitosa caída no había hecho mella en él y deseando en su fuero interno que Raven no se diera cuenta de lo magullado que estaba. Pero Raven a penas le miraba, el elegante hombre no tenía intención de quitarse su gabardina, así que, se sentó sin más justo en frente de su enemigo regalándole una sonrisa educada. Jack le corto la mirada con desdén. Raven sonrió y luego se volvió hasta el chico de la barra que ahora les miraba con curiosidad. Raven levanto dos dedos y parecía que el chico entendiera el gesto, puesto que de inmediato se acerco hasta una vieja máquina de café y cogió dos tazas. Jack y Raven se miraron intensamente durante unos minutos. Hacía más de un año que no se habían visto las caras, y aquella vez, Jack casi no lo cuenta. Era curiosa, ya que la última vez también estaban compartiendo una mesa en un bar de mala muerte de Brisa. Raven se volvió hasta el chico que había llegado hasta ellos y que había puesto el humeante café sobre la mesa. - Gracias - agradeció Raven con una sonrisa en los labios. El chico no dijo nada y se marcho sin siquiera responder. Raven se volvió hasta Jack y con rostro malhumorado le dijo: – estos mocosos son más impertinentes cada día. –Jack sonrió, pero no dijo nada. – desapareciste de Brisa, pensé que Macon había acabado contigo. – comento Raven. - No me jodas Raven, ese negro seboso que iba a acabar conmigo. –espeto Jack, antes de dar un sorbo. Raven sonrió. - Ahhhh... ese cabrón de Loti. La próxima vez que le vea, le romperé la cara. - ¿Aun sigues usando a Loti? - pregunto Jack curioso.
  • 11. - Es idiota, eso lo sabemos tú y yo. Pero a veces, solo a veces, es eficiente. - Ya bueno, supongo que tienes algo que contarme, o de verdad, estas contento de verme. –le pregunto con sorna. Raven levanto una ceja con disgusto y tomo un sorbo de café. - No seas chulo Steel. –dijo saboreando intensamente el oscuro liquido - sabes muy bien, que a nadie le importas una mierda. – concluyo. - Entonces ¿a qué debo esta invitación? - La verdad es que no termino de entenderte. –le corto Raven, esquivando su pregunta. - ¿a qué te refieres? –pregunto sin mucho entusiasmo. - Te has pasados décadas masacrando a esta gente sabiendo que no dará resultado. Además no es algo extraño que mates a tu propia gente ¿no sientes nada?... Ahhhh pero que digo, eres un demonio, y los demonios no sienten nada ¿o sí? –expuso con una sonrisa siniestra. - No es mi gente. –le censuro Jack con dureza. – además, ¿no es más extraño lo que haces tú? - No. – fue la rotunda y rápida respuesta de Raven. Jack Steel soltó una profunda carcajada. - ¿Que no lo es? –le pregunto divertido. Raven le miro con suspicacia. - Todo tiene su final Steel, y el de esta gente, ha llegado. - Interesante. Entonces dime ¿Quién me quiero muerto esta vez? – pregunto curioso. - No, no, no. – contesto Raven moviendo la cabeza con negatividad - sabes, la curiosidad mato al ratón. –concluyo divertido. - Querrás decir al gato. –le corrigió Jack. - ¿Gato? –pregunto Raven con rostro confuso. - Si. La curiosidad mato al gato. –le aclaro. Raven movió las manos con aspaviento y sonrió.
  • 12. - Gato, ratón. Qué más da. Los dos están muerto. Jack puso los ojos en blanco y cambio de tema. - Sabes –dijo Steel con la taza en alto - es un buen café, no como aquel de Brisa. - Me alegro que te guste. ¡Oh! Brisa -dijo con añoranza recostado su espalda. – Brisa pronto será mía, y ni siquiera tú podrás evitarlo. Y no solo eso Steel, se acercan buenos tiempos –soltó una sonrisilla siniestra – no para ti por supuesto. Pero si te puedo decir, que se acerca algo grande. - Eso ya lo veremos –concluyo Jack con dureza, dando un último sorbo. Raven cambio su semblante. - Ya te lo pregunte en Brisa, tienes las puertas abiertas y puedes venir cuando quieras. Sería una lástima que alguien como tú desapareciera. –le dijo con profunda seriedad - Lo sabes ¿no? alguien muy importante te tiene en su punto de mira y llegado el momento no podre interceder por ti. –concluyo. - Me encanta cuando te pones en plan diplomático. –le espeto Jack con disgusto - Que te quede muy claro Raven, no necesito tu compasión y mucho menos pertenecer a esa banda de maricas oxigenados, así que ahórrate tu palabrería. - No seas maleducado Steel. –asevero Raven con elegancia, luego miro a Jack con suspicacia – has cambiado, antes no eras tan quisquilloso con mi propuesta. – lo escruto atentamente – Ya veo, te estás cansado ¿verdad? estas harto de intentar enmendar algo que no tiene remedio. De esa cascara vacía que llamas cuerpo – le sonrió con malicia - lo puedo ver, estas harto de esa apariencia inalterable, de esa cara tan bien esculpida, de no tener defectos. - Por favor Raven, no me trates como uno de ellos, no soy una marioneta. - Por supuesto que no. –respondió Raven con rapidez - Sabes, me encantan estas charlas tan amenas, pero tu compañía ya me está hartando –le soltó Jack mientras se ponía de pie y recogía su chaqueta y su mochila. Raven sonrió. - Adiós Jack Steel. Ya nos volveremos a ver. –se despidió Raven mientras se llevaba nuevamente la taza a los labios y le despedía delicadamente con una mano.
  • 13. - Desearía que no. –fue la seca respuesta de Steel – gracias por el café. –concluyo dándole de espalda y encaminándose hasta la salida. Y cuando hubo atravesado las puertas por completo, escucho el susurro de Raven muy cerca de su oreja. - Todo lo contrario, Jack. Gracias a ti.