Priscila y Aquila fueron una pareja cristiana ejemplar descrita en el Nuevo Testamento. Eran judíos que habían sido expulsados de Roma y se establecieron en Corinto, donde acogieron a Pablo en su casa. Compartían su fe cristiana enseñando a otros como Apolo, y formaron una iglesia en su propio hogar que daba la bienvenida a todos. Sirvieron juntos como colaboradores de Pablo, arriesgando sus vidas por él y el evangelio.