3. Anaxímenes afirmó que el principio material y primero, el origen de todas las cosas (arché) era el aire,
sustancia sensible, pero que raya en lo incorpóreo. Explica el origen de todas las cosas a partir de un doble
proceso por el que el aire se modifica: rarefacción, que da origen al fuego, y condensación, del que se derivan
las nubes, el agua, la tierra y las rocas.
Con estas dos nociones, Anaxímenes explica los cambios de la naturaleza, o lo que es lo mismo, dos
modalidades de movimiento: cuantitativa y cualitativa. El mundo entero está envuelto en el aire como en su
propia alma. La misma alma humana, fundida en el alma del mundo, es también aire. De esta manera concibió
el mundo como un ser vivo, análogamente a como concebía el alma de los hombres: «De la misma manera que
nuestra alma, que es aire, nos sostiene, igualmente un soplo y el aire envuelven el mundo entero.» En su
concepción, la Tierra es plana y flota, pero no ya sobre el agua, como quería Tales, sino en el aire; sostuvo
también que los astros no se mueven bajo la Tierra sino en torno a ella.
5. Aristóteles estuvo veinte años en la Academia de Platón, de modo que su opinión es más que autorizada
como para descartarla como hipótesis.
Él consideraba que a Sócrates se le pueden atribuir dos adelantos científicos, el empleo de los
razonamientos inductivos y de la definición universal. De modo que Sócrates se ocupó de la posibilidad de
alcanzar los conceptos precisos y fijos a diferencia de los sofistas que tenían teorías relativistas.
Para Sócrates, el concepto universal siempre es el mismo, lo que varía son los ejemplos concretos.
Sócrates consideraba de importancia a las definiciones universales porque se interesaba principalmente en
la conducta ética, porque éstas representaban la base sólida para que los hombres pudieran salir del
relativismo de las doctrinas sofistas.
Para los sofistas, la justicia, por ejemplo, es diferente de una ciudad a otra, en cambio si se logra una
definición universal de lo que significa la justicia para que sea válida para todos lo hombres, se podrá tener
algo seguro sobre lo cual construir y se podrán juzgar las acciones individuales con códigos comunes a todos
los estados.
Según Aristóteles, Sócrates utilizaba el razonamiento inductivo, pero no desde el punto de vista de un lógico
sino en el plano de la dialéctica o conversación, guiando a su interlocutor a arriesgar definiciones hasta
llegar a la más precisa, o sea a una definición universal y válida, procediendo de lo particular o menos
perfecto a lo universal o más perfecto.
Sócrates llamó a este método “mayéutica” (obstetricia) haciendo referencia a su madre que era partera,
como un símbolo de su intención de que los demás diesen a luz ideas verdaderas.
Así Sócrates se ocupó principalmente por la ética y por las virtudes del carácter; y en virtud de este interés
fue el primero que se ocupó del problema de las definiciones universales.
7. Metafísica y física
Frente al idealismo de su maestro Platón, Aristóteles es realista: no existen dos mundos separados, uno
sensible y otro inteligible, sino un único mundo, formado por objetos individuales: las sustancias.
Cualquier sustancia es un compuesto hilemórfico; es decir, un combinado de materia y forma. La forma es
la idea platónica unida indivisiblemente a la materia a la que configura. Las formas son universales, y la
lógica se encarga de estudiar sus relaciones.
La metafísica, filosofía primera o sabiduría, se ocupa, en cambio, de estudiar las primeras causas y los
primeros principios de la realidad. El ser, según Aristóteles, aunque es único, se manifiesta de diez
maneras diferentes, denominadas categorías: la primera es la sustancia, que es la categoría fundamental, y
las nueve restantes (cantidad, cualidad, relación, lugar, tiempo, situación, posesión, acción y pasión) son
accidentes o modificaciones que se predican de la sustancia.
En su física, Aristóteles define los seres naturales como aquellos que tienen en sí mismos el principio del
movimiento y del reposo. El movimiento se explica como el paso del ser en potencia al ser en acto: un ser
que está privado de cierta forma, pero puede tenerla, pasa a adquirirla efectivamente.
Como todo movimiento requiere un ser en acto previo que actúe como causa eficiente o motor del cambio
y además siempre se dirige hacia una meta, que actúa como causa final del movimiento; habida cuenta,
asimismo, de que resulta imposible la existencia de una serie infinita de motores y de móviles en la
naturaleza, es necesario admitir la existencia de un primer motor inmóvil, acto puro, que es causa y fin úl
timo de todos los movimientos del universo.
9. Demòcrito perteneció a las escuelas pluralistas, es decir, aquellas las cuales sostienen que el origen
de todo cuanto existe no hay que buscarlo en un solo elemento sino en múltiples. Particularmente,
es el iniciador del atomismo: los atomistas intentan una solución rigurosamente "materialista" a
partir de las nociones de átomo, entendiendo por éste, conjunto de unidades finitas e indivisibles; y
vacío. Los àtomos no son sino el ser homogèneo de Parmènides multiplicado al infinito, y el vacío, el
no-ser que sin embargo es lógicamente algo: el intersticio o hueco entre dos unidades discretas de
materia que permite explicar racionalmente el funcionamiento de la Physis como unión y
disgregación de àtomos dotados de un movimiento original azaroso que se resuelve en movimientos
derivados de "mutua ligazón", origen de los cuerpos tal y como los captamos por los sentidos, y "de
dispersión" de los àtomos, cuando éstos no son afines.
11. Heráclito tenía fe en lo que captaba por los sentidos. De hecho, para él lo característico del mundo
es que todo cambia, que no hay nada eterno. Nadie puede bañarse dos veces en el mismo río
porque la segunda vez que lo hace, tanto él como el río ya no son los mismos. Así pues, para
Heráclito, “todo fluye”.
Precisamente, el mundo es comprensible porque existe un continuo cambio, un continuo juego
entre contrastes. Si los hombres viviéramos siempre sanos no podríamos entender lo que es la
salud; sólo al experimentar la enfermedad es cuando podemos apreciar ese concepto. De igual
manera, el Mal debe existir en el mundo porque si no, no podríamos tener noción de lo que es el
Bien.
Como el resto de los presocráticos, Heráclito también se preguntaba si en este mundo en
constante cambio había algo común, un arjé. Su respuesta es que existía una “razón universal”
(similar a lo que hoy llamamos “ley natural”) que lo dirige todo y por la que todos debemos
guiarnos. El problema de la mayoría de la gente es que se guía por su razón particular, por las
meras opiniones, mientras que el filósofo está para descubrir esa ley común, a la que llamó “Dios”
o “logos”.