Análisis de la Implementación de los Servicios Locales de Educación Pública p...
Recuperación primer periodo filosofía grado décimo
1. 1
GIMNASIO LOS ALERCES
P.E.I Por una Comunidad Humana y Humanizante
TALLER DE RECUPERACION FILOSOFIA PRIMER PERIODO
GRADO DECIMO
1. Explique en una página como el hombre crea y usa la filosofía
2. ¿Cuál es la necesidad del mito en el hombre?
3. ¿las primeras manifestaciones filosóficas se dieron gracias a que? Argumente
su respuesta
PREGUNTAS DE SELECCIÓN MULTIPLE
(De la pregunta 4 a la 11 JUSTIFIQUE SU RESPUESTA)
4. Los filósofos presocráticos
parten de un principio básico del
cual se deriva todo lo que
existen en el mundo. Se afirma,
además. Según el tipo de
principio o principios los
filósofos presocráticos pueden
ser clasificados como monistas
que buscaron el arjé en un solo
elemento y los pluralistas cuto
arjé partía de una multiplicidad
de elementos que al combinarse
entre sí dan origen a un universo
múltiple y móvil. Desde esta
perspectiva podríamos afirmar
___________, ___________ y
____________ son filósofos
presocráticos monistas
a) Anaximandro, Anaxágoras y
Pitágoras
b) Tales de Mileto, Anaximandro y
Anaxímenes
c) Tales de Mileto, Anaxágoras y
Parménides
d) Empédocles, Anaxágoras y
Heráclito
5. El Arjé (o también arkhé, del
griego ἀ ρχή, "fuente",
"principio" u "origen") es un
concepto en filosofía de la
antigua Grecia, significando el
comienzo del mundo o el primer
principio de todas las cosas.
También puede significar
sustancia o materia, es decir,
aquello que no necesita de
ninguna otra cosa para existir.
Teniendo en cuenta la definición
anterior podemos concluir que el
concepto de arjé pertenece al
campo de la
a) Filosofía política
b) Fenomenología
c) Cosmología
d) Estética
6. Tales de Mileto afirma que
existe un material originario que
persiste como esencia de todas
las cosas aunque sean
cambiantes, es decir, a pesar de
que éstas tengan accidentes. Lo
anterior quiere decir que cuando
las cosas cambian y perecen, no
desaparecen por completo, sino
que sigue permaneciendo la
esencia de las mismas, que en
2. 2
este caso Tales identifica con lo
húmedo. Según lo expuesto
anteriormente se deduce que
a) la vida está determinada por el
agua que siempre mantiene su
mismo estado
b) el agua es elemento creado por
Dios para formar los objetos
que existen en el universo
c) las cosas del universo son
alteraciones, condensaciones o
dilataciones del agua
d) el agua es el principio inmaterial
que mantiene la vitalidad de
todo lo existente en el cosmos
7. Heráclito planteó que es
imposible que alguien se bañe
dos veces en el mismo río. Esto
implica que
a) el agua cambia constantemente.
b) es imposible hablar de una
identidad definida en el ser
humano.
c) la realidad misma es dinámica.
d) es imposible alcanzar un
conocimiento seguro de la
naturaleza.
8. En la escuela de Mileto,
pensadores como Tales y
Anaxímenes encontraron
elementos naturales que daban
razón de la existencia de la
multiplicidad de fenómenos que
ocurren en el mundo. A partir de
lo anterior, podemos afirmar
que para estos filósofos
a) el estudio del pensamiento era
algo irrelevante.
b) la observación y la reflexión
constituyeron el método de
conocimiento.
c) lo que escapaba a una
explicación física era
considerado como mito.
d) las leyes de la naturaleza tenían
una explicación religiosa.
9. Empédocles habla de dos
fuerzas opuestas, el amor y la
discordia, que tienden a unir y
desunir respectivamente todas
las cosas. Esto ocurre con
alternancia conformando los
ciclos cósmicos. Dichas fuerzas
entonces:
a) Se anulan cada vez que el
cosmos se recrea
b) Regulan en su mutua
dependencia el orden universal
c) Impiden el orden cósmico en su
lucha constante
d) Son independientes para
conformar todas las cosas.
PREGUNTAS DE SELECCIÓN
MÚLTIPLE CON RESPUESTA TIPO IV
Si 1 y 2 son correctas, marque A
Si 2 y 3 son correctas, marque B
Si 3 y 4 son correctas, marque C
Si 2 y 4 son correctas, marque
D
10. Pitágoras considera que los
números son la clave para
entender el orden que existe en
el universo entero.
Precisamente, cuando el hombre
observa las diversas apariencias
encontradas en el cosmos
descubre que la naturaleza de
todo lo que existe es de tipo
numérico y no de otra clase. Por
ello, el orden cósmico viene dado
3. 3
por las relaciones numéricas que
constituyen el fondo real de las
cosas. La anterior propuesta
desemboca en una metafísica
cuando el filósofo
1- se plantea que el número crea la
realidad y por tanto es su
esencia
2- determina que el Uno es el
número que rige el mundo entero
3- explica la esencia de los objetos
con una realidad que carece de
materia alguna
4- se propone como alternativa
material el número que es de lo
que está compuesto el mundo
11. Si quisiéramos refutar la
postura de Heráclito que
sostiene que todo está en
movimiento y que por lo tanto,
nunca nos podemos bañar dos
veces en el mismo río,
afirmaríamos desde la visión
racionalista de Parménides que
1- la experiencia hace evidente que
el río siempre está en el mismo
2- lugar y que por lo tanto sigue
siendo el mismo.
3- es imposible saber si algo
realmente se mueve o está
quieto porque movimiento y
quietud son sólo conceptos.
4- plantear que todo es un
constante cambio, es dejarse
guiar por los sentidos y por lo
tanto por las apariencias.
5- decir que no nos podemos bañar
dos veces en el mismo río es
afirmar que el río es y no es la
vez, lo cual es imposible
12. Realice la siguiente lectura y elabore un cuadro comparativo entre la postura
ética de Sócrates, Platón y Aristóteles
CONCEPTUALIZACIÓN DE ÉTICA: SÓCRATES, PLATÓN Y ARISTÓTELES
- ÉTICA PARA SÓCRATES
La virtud es un bien absoluto
Anteriormente el concepto de la “virtud” fue comprendido, entre los griegos, de
una manera muy amplia: significaba el vigor, la bravura, la habilidad de hacer los
ejercicios. Por esa razón, fácilmente se demostraba, como lo hacían los sofistas,
que la virtud era relativa, pues era distinta para cada ser humano. En vez de eso,
Sócrates llamó “virtud” aquello que era común para toda la raza humana y en todas
las circunstancias, por ejemplo, la justicia, la valentía o el autocontrol. De esta
manera no sólo se opuso al relativismo de los sofistas, sino que extrajo de todas las
virtudes aquellas que hoy llamaríamos “virtudes morales”. Por esa razón a Sócrates se
le considera como el fundador de la ética.
- ÉTICA PARA PLATÓN
4. 4
La Ética según el filósofo Platón está fundamentada en la socrática que propone
como fin supremo la contemplación de la idea del bien, a la cual ha de llegar el
hombre por medio de la educación, que le permite desembarazarse de los errores
del conocimiento sensorial.
Descansa en la suposición de que la virtud es conocimiento y que éste puede ser
aprendido. Dicha doctrina debe entenderse en el conjunto de su teoría de las
ideas. Como ya se ha dicho, la idea última para Platón es la idea de Dios, y el
conocimiento de esa idea es la guía en el trance de adoptar una decisión moral.
Mantenía que conocer a Dios es hacer el bien. La consecuencia de esto es que aquel
que se comporta de forma inmoral lo hace desde la ignorancia. Esta conclusión se
deriva de su certidumbre de que una persona virtuosa es realmente feliz y como los
individuos siempre desean su propia felicidad, siempre ansían hacer aquello que es
moral.
- ÉTICA PARA ARISTÓTELES
Existen tres grandes obras sobre ética atribuidas a Aristóteles: la Ética nicomaquea
, que consta de diez libros; la Ética a Eudemo , que consta de cuatro libros, y la
Magna Moralia (Gran Ética) , de la cual todavía se duda si fue escrita por él o
por un recopilador posterior. Según el filósofo, toda actividad humana tiende hacia
algún bien. Así, se da un teleologismo, identificando el fin con el bien. La ética de
Aristóteles es una ética de bienes porque él supone que cada vez que el hombre
actúa lo hace en búsqueda de un determinado bien. El bien supremo es la felicidad
(eudemonismo), y la felicidad es la sabiduría (el desarrollo de las virtudes, en
particular la razón).
Fin: La finalidad o motivo de una acción.
Fin Medio o Imperfecto: Es aquel fin que se quiere por otra cosa y no por sí
mismo.
Fin Final o Perfecto: Es aquél fin que se quiere por sí mismo y no por otra
cosa.
Felicidad o eudaimonía: Es el Bien Supremo del ser humano.
La actividad contemplativa es la más alta de todas, puesto que la inteligencia es lo
más alto de cuanto hay en nosotros, y además, la más continua, porque podemos
contemplar con mayor continuidad que cualquier otra acción. Aristóteles creía que
la libertad de elección del individuo hacía imposible un análisis preciso y completo
de las cuestiones humanas, con lo que las «ciencias prácticas», como la política o la
ética, se llamaban ciencias sólo por cortesía y analogía. Las limitaciones inherentes
a las ciencias prácticas quedan aclaradas en los conceptos aristotélicos de
naturaleza humana y autorrealización. La naturaleza humana implica, para todos,
5. 5
una capacidad para formar hábitos, pero los hábitos formados por un individuo en
concreto dependen de la cultura y de las opciones personales repetidas de ese
individuo. Todos los seres humanos anhelan la «felicidad», es decir, una realización
activa y comprometida de sus capacidades innatas, aunque este objetivo puede ser
alcanzado por muchos caminos.
La Ética nicomaquea es un análisis de la relación del carácter y la inteligencia con
la felicidad. Aristóteles distinguía dos tipos de «virtud» o excelencia humana:
moral e intelectual. La virtud moral es una expresión del carácter, producto de
los hábitos que reflejan opciones repetidas. Una virtud moral siempre es el
punto medio entre dos extremos menos deseables. El valor, por ejemplo, es el
punto intermedio entre la cobardía y la impetuosidad irreflexiva; la generosidad,
por su parte, constituiría el punto intermedio entre el derroche y la tacañería. Las
virtudes intelectuales, sin embargo, no están sujetas a estas doctrinas de punto
intermedio. La ética aristotélica es una ética elitista: para él, la plena excelencia
sólo puede ser alcanzada por el varón adulto y maduro perteneciente a la clase
alta y no por las mujeres, los niños, los «bárbaros» (literalmente, 'balbuceantes':
significando los no-griegos) o «mecánicos» asalariados (trabajadores manuales, a
los cuales negaba el derecho al voto).
13. Teniendo en cuenta la lectura del libro VII de la Republica de Platón (El mito
de la caverna) elabore un ensayo explicando la teoría epistemológica en Platón
relatando la forma en la que se puede acceder al conocimiento
El mito de la caverna
I - Y a continuación -seguí-, compara con la siguiente escena el estado en que, con
respecto a la educación o a la falta de ella, se halla nuestra naturaleza.
Imagina una especie de cavernosa vivienda subterránea provista de una larga entrada,
abierta a la luz, que se extiende a lo ancho de toda la caverna, y unos hombres que
están en ella desde niños, atados por las piernas y el cuello, de modo que tengan que
estarse quietos y mirar únicamente hacia adelante, pues las ligaduras les impiden
volver la cabeza; detrás de ellos, la luz de un fuego que arde algo lejos y en plano
superior, y entre el fuego y los encadenados, un camino situado en alto, a lo largo del
cual suponte que ha sido construido un tabiquillo parecido a las mamparas que se alzan
entre los titiriteros y el público, por encima de las cuales exhiben aquellos sus
maravillas.
- Ya lo veo-dijo.
- Pues bien, ve ahora, a lo largo de esa paredilla, unos hombres que transportan toda
clase de objetos, cuya altura sobrepasa la de la pared, y estatuas de hombres o
animales hechas de piedra y de madera y de toda clase de materias; entre estos
6. 6
portadores habrá, como es natural, unos que vayan hablando y otros que estén
callados.
- ¡Qué extraña escena describes -dijo- y qué extraños prisioneros!
- Iguales que nosotros-dije-, porque en primer lugar, ¿crees que los que están así han
visto otra cosa de sí mismos o de sus compañeros sino las sombras proyectadas por el
fuego sobre la parte de la caverna que está frente a ellos?
- ¿Cómo--dijo-, si durante toda su vida han sido obligados a mantener inmóviles las
cabezas?
- ¿Y de los objetos transportados? ¿No habrán visto lo mismo?
- ¿Qué otra cosa van a ver?
- Y si pudieran hablar los unos con los otros, ¿no piensas que creerían estar
refiriéndose a aquellas sombras que veían pasar ante ellos?
- Forzosamente.
- ¿Y si la prisión tuviese un eco que viniera de la parte de enfrente? ¿Piensas que, cada
vez que hablara alguno de los que pasaban, creerían ellos que lo que hablaba era otra
cosa sino la sombra que veían pasar?
- No, ¡por Zeus!- dijo.
- Entonces no hay duda-dije yo-de que los tales no tendrán por real ninguna otra cosa
más que las sombras de los objetos fabricados.
- Es enteramente forzoso-dijo.
- Examina, pues -dije-, qué pasaría si fueran liberados de sus cadenas y curados de su
ignorancia, y si, conforme a naturaleza, les ocurriera lo siguiente. Cuando uno de ellos
fuera desatado y obligado a levantarse súbitamente y a volver el cuello y a andar y a
mirar a la luz, y cuando, al hacer todo esto, sintiera dolor y, por causa de las
chiribitas, no fuera capaz de ver aquellos objetos cuyas sombras veía antes, ¿qué
crees que contestaría si le dijera d alguien que antes no veía más que sombras inanes y
que es ahora cuando, hallándose más cerca de la realidad y vuelto de cara a objetos
más reales, goza de una visión más verdadera, y si fuera mostrándole los objetos que
pasan y obligándole a contestar a sus preguntas acerca de qué es cada uno de ellos?
¿No crees que estaría perplejo y que lo que antes había contemplado le parecería más
verdadero que lo que entonces se le mostraba?
- Mucho más-dijo.
II. -Y si se le obligara a fijar su vista en la luz misma, ¿no crees que le dolerían los
ojos y que se escaparía, volviéndose hacia aquellos objetos que puede contemplar, y
que consideraría qué éstos, son realmente más claros que los que le muestra .?
- Así es -dijo.
- Y si se lo llevaran de allí a la fuerza--dije-, obligándole a recorrer la áspera y
escarpada subida, y no le dejaran antes de haberle arrastrado hasta la luz del sol, ¿no
crees que sufriría y llevaría a mal el ser arrastrado, y que, una vez llegado a la luz,
tendría los ojos tan llenos de ella que no sería capaz de ver ni una sola de las cosas a
las que ahora llamamos verdaderas?
- No, no sería capaz -dijo-, al menos por el momento.
7. 7
- Necesitaría acostumbrarse, creo yo, para poder llegar a ver las cosas de arriba. Lo
que vería más fácilmente serían, ante todo, las sombras; luego, las imágenes de
hombres y de otros objetos reflejados en las aguas, y más tarde, los objetos mismos.
Y después de esto le sería más fácil el contemplar de noche las cosas del cielo y el
cielo mismo, fijando su vista en la luz de las estrellas y la luna, que el ver de día el sol
y lo que le es propio.
- ¿Cómo no?
- Y por último, creo yo, sería el sol, pero no sus imágenes reflejadas en las aguas ni en
otro lugar ajeno a él, sino el propio sol en su propio dominio y tal cual es en sí mismo, lo
que. Él estaría en condiciones de mirar y contemplar.
- Necesariamente -dijo.
- Y después de esto, colegiría ya con respecto al sol que es él quien produce las
estaciones y los años y gobierna todo lo de la región visible, y que es, en cierto modo,
el autor de todas aquellas cosas que ellos veían.
- Es evidente -dijo- que después de aquello vendría a pensar en eso otro.
- ¿Y qué? Cuando se acordara de su anterior habitación y de la ciencia de allí y de sus
antiguos compañeros de cárcel, ¿no crees que se consideraría feliz por haber
cambiado y que les compadecería a ellos?
- Efectivamente.
- Y si hubiese habido entre ellos algunos honores o alabanzas o recompensas que
concedieran los unos a aquellos otros que, por discernir con mayor penetración las
sombras que pasaban y acordarse mejor de cuáles de entre ellas eran las que solían
pasar delante o detrás o junto con otras, fuesen más capaces que nadie de profetizar,
basados en ello, lo que iba a suceder, ¿crees que sentiría aquél nostalgia de estas
cosas o que envidiaría a quienes gozaran de honores y poderes entre aquellos, o bien
que le ocurriría lo de Homero, es decir, que preferiría decididamente "trabajar la
tierra al servicio de otro hombre sin patrimonio" o sufrir cualquier otro destino antes
que vivir en aquel mundo de lo opinable?
- Eso es lo que creo yo -dijo -: que preferiría cualquier otro destino antes que aquella
vida.
- Ahora fíjate en esto -dije-: si, vuelto el tal allá abajo, ocupase de nuevo el mismo
asiento, ¿no crees que se le llenarían los ojos de tinieblas, como a quien deja
súbitamente la luz del sol?
- Ciertamente -dijo.
- Y si tuviese que competir de nuevo con los que habían permanecido constantemente
encadenados, opinando acerca de las sombras aquellas que, por no habérsele asentado
todavía los ojos, ve con dificultad -y no sería muy corto el tiempo que necesitara para
acostumbrarse-, ¿no daría que reír y no se diría de él que, por haber subido arriba, ha
vuelto con los ojos estropeados, y que no vale la pena ni aun de intentar una semejante
ascensión? ¿Y no matarían; si encontraban manera de echarle mano y matarle, a quien
intentara desatarles y hacerles subir?
- Claro que sí -dijo.
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III. -Pues bien -dije-, esta imagen hay que aplicarla toda ella, ¡oh amigo Glaucón!, a lo
que se ha dicho antes; hay que comparar la región revelada por medio de la vista con la
vivienda-prisión, y la luz del fuego que hay en ella, con el poder del sol. En cuanto a la
subida al mundo de arriba y a la contemplación de las cosas de éste, si las comparas
con la ascensión del alma hasta la región inteligible no errarás con respecto a mi
vislumbre, que es lo que tú deseas conocer, y que sólo la divinidad sabe si por acaso
está en lo cierto. En fin, he aquí lo que a mí me parece: en el mundo inteligible lo último
que se percibe, y con trabajo, es la idea del bien, pero, una vez percibida, hay que
colegir que ella es la causa de todo lo recto y lo bello que hay en todas las cosas; que,
mientras en el mundo visible ha engendrado la luz y al soberano de ésta, en el
inteligible es ella la soberana y productora de verdad y conocimiento, y que tiene por
fuerza que verla quien quiera proceder sabiamente en su vida privada o pública.
- También yo estoy de acuerdo -dijo-, en el grado en que puedo estarlo.
(Según la versión de J.M. Pabón y M. Fernández Galiano, Instituto de Estudios
Políticos, Madrid, 1981 (3ª edición))