Los afectos son fundamentales para la comunicación entre el cuerpo y la mente, y entre las personas, guiando nuestras acciones e interacciones. En las primeras etapas de la vida, los afectos como el llanto, la risa y los movimientos son la principal forma de expresión y comunicación antes del lenguaje. A medida que interactuamos, los afectos se vuelven más complejos y dan lugar a emociones como la angustia, la curiosidad y la depresión. Rechazar o esconder sistemáticamente los afectos puede llevar al ais
Los afectos son un puente entre lo físico y lo síquico
1. Los afectos son un puente entre lo físico y lo síquico; entre el
cuerpo y la mente, pero son también el principal motor de
acción que nos impulsa a relacionarnos con los demás de una
manera particular. Los afectos son el primer lenguaje
interpersonal; es lo que las madres y padres observamos tan
claramente en los primeros años de vida de nuestros hijos,
cuando aún no dominan el lenguaje verbal y se manifiestan a
través de sus expresiones de llanto, risa, movimientos, que
nos informan como se encuentran. En esta etapa los hijos
expresan sus afectos básicos (placer, dolor, miedo) con mayor
o menor intensidad, según sus umbrales de excitabilidad
determinados biológicamente.
Los afectos, por lo tanto, son fundamentales para la
sobrevivencia. Pero no están relacionados sólo con la
supervivencia y sistema primitivo mamífero, sino que también
(especialmente en los seres humanos) con la corteza cerebral,
que controla toda la información cognitiva o intelectual. Allí
2. los afectos adquieren gran complejidad y se convierten en
“sentimientos” y emociones cargados de significado cognitivo,
que finalmente nos indican cómo actuar. A medida que
interactuamos y nos comunicamos con nuestros seres
significativos, los afectos se vuelven más complejos, y surgen
la angustia, la curiosidad, la depresión, el disgusto, la
sorpresa, etcétera. Además de comunicarnos desde un
principio con nuestros cuidadores, van también organizando el
mundo, la percepción que tenemos de éste; nos entregan
información interna de cómo actuar, y así nos vamos haciendo
una idea de lo que es importante para sobrevivir: ser queridos
y poder ser entendidos.
Cuando los afectos son rechazados o escondidos en forma
sistemática, se produce algo así como la incomunicación.
Vamos quedando aislados del mundo e incluso de nosotros
mismos, y podemos llegar a sentirnos absolutamente solos.
Erróneamente muchos piensan que los afectos son una parte
poco deseable, inservible, asociada sólo a la sensiblería
manipuladora y exagerada; pero la verdad es que están íntima
y profundamente ligados a nuestra esencia biológica, a
nuestro conocimiento del mundo, a la comunicación básica
con los otros y a la identidad personal. Alejar los afectos es
como negarnos a nosotros mismos.
Artículo escrito por:
Valeria Ortiz y Paula Serrano.
Sicólogas.