2. Una vez terminada la predicación
apostólica, ésta adquiere en la
Iglesia el carácter de un depósito,
el depositum fidei. Esta es la idea
recogida por el Vaticano II en
continuidad con el Vaticano I: «La
Sagrada Tradición y la Sagrada
Escritura constituyen un solo
depósito sagrado de la palabra de
3. Aunque el término depósito aparece sólo en 1 Tim 6,20 y
en 2 Tim 1, 12.14, la idea que encierra está presente de
diversas maneras en las Cartas Pastorales. La noción de
depósito tiene origen jurídico, y subraya en el
depositario el deber de conservar intacto, para
entregarlo o transmitirlo, el depósito que se le ha
confiado. El depósito que se ha de conservar en la Iglesia
es el de la fe, es decir, la predicación apostólica que es
norma de fe y fuente de vida, que ha sido recibida de una
vez para siempre y que ha de ser transmitida fielmente.
Este depósito no contiene solamente verdades de fe, sino
también dones divinos. Lo que los Apóstoles
transmitieron, afirma la Constitución Dei Verbum,
«comprende todo lo necesario para una vida santa y para
4. Por ser norma de fe, es esencial al depósito la función de
ofrecer la «regla de fe» con la que juzgar la autenticidad
de una enseñanza en la Iglesia. La idea de «regla de fe»
fue desarrollada por San Ireneo en el contexto de la lucha
contra los gnósticos32 . Frente a doctrinas gnósticas muy
extendidas, Ireneo apela a la regla de fe recibida de los
apóstoles de Cristo y accesible en la profesión de fe
bautismal de las iglesias de fundación apostólica. Las
doctrinas gnósticas son ajenas a esa regla de fe y están
desvinculadas de las iglesias apostólicas, y por eso son
falsas. En el siglo IV, Vicente de Lerins ofrece los criterios
clásicos para comprobar si una doctrina pertenece a la
verdad revelada: «En la Iglesia católica debe ponerse todo
cuidado en sostener firmemente lo que ha sido creído en
5. Si se entiende correctamente, el
«depósito» no implica presentar la
revelación como algo estático e inerte,
donde no cabrían realidades vivas o
progreso de ningún tipo. Ciertamente el
depósito de la fe, conlleva exclusividad en
cuanto contiene todo y sólo aquello que la
Iglesia ha recibido de la predicación
apostólica. En este sentido, la alteración
del depósito, las novitates de que hablan
los Padres, supone una falta de fidelidad ya
6. Pero la custodia y la fidelidad al depósito
de la fe no excluyen un auténtico progreso,
no en la extensión del contenido, sino en la
inteligencia del inagotable misterio de
Cristo. El depósito de la fe es una realidad
viva, tanto por lo que encierra, que es la
Palabra «viva y eficaz» (Heb 4,12) de Dios,
como por el lugar donde se halla y es
custodiado: la conciencia de la Iglesia que
vive de la verdad de Dios y da a conocer,