2. Los Apóstoles realizan el encargo de transmitir el
Evangelio de un doble modo: por la predicación oral y por
medio de sus escritos (cfr. DV 7). Esta doble manera oral
y escrita de transmitir, no responde a un plan de
selección de contenidos, como si se escogieran algunos de
ellos para darlos a conocer a todos por medio de la
escritura, y otros se reservaran para una transmisión
exclusivamente oral y destinada sólo a un grupo de
personas, como pretendían algunos (por ejemplo, los
gnósticos en el siglo II).
3. Escritura y Tradición. La transmisión oral y escrita
responde en realidad a la dinámica de la vida corriente. Lo
mismo que Jesús enseñó de palabra, la predicación
apostólica fue desde el principio oral, y esa predicación
era la que daba testimonio de Cristo y convertía a la fe en
El (cfr. Hch 2 y 3). Esto supone que durante un tiempo la
Iglesia vivió sin escritos del Nuevo Testamento, y sólo con
la acción y predicación apostólica.
4. La transmisión de la fe es, por tanto, inicialmente por la
predicación oral y, como añade el Concilio Vaticano II «in
exemplis et institutionibus», es decir a través de la propia
vida de los Apóstoles identificada con la del Señor (cfr. 1 Co
4, 16: «sed imitadores míos como yo lo soy de Cristo»), y de
las instituciones (ritos sacramentales y formas de
organización, etc.) que en ellos tienen su origen.
5. Los mismos Apóstoles, junto con varones
apostólicos pusieron por escrito, en un segundo
momento, el mensaje de la salvación. En ellos, bajo
la inspiración del Espíritu Santo, se fija por escrito
la misma predicación apostólica, la memoria Christi
de los Doce que ellos habían entregado, y
continuaban haciéndolo, a la Iglesia.
6. Al poner por escrito la predicación oral, los Apóstoles actuaban en
línea de continuidad con el Antiguo Testamento. Desde el
principio, los Apóstoles se preocuparon de confirmar la misión, la
vida y la obra de Cristo con los textos del Antiguo Testamento, el
cual no es anulado, sino llevado a término por Cristo (cfr. Mt 5,17-
18). Y así como los profetas, por medio de los cuales Dios habló,
anunciaron la palabra de Dios preferentemente por la predicación
que, sólo en un segundo momento fue puesta por escrito, así
también los Apóstoles primero predicaron y después dejaron la
predicación por escrito.
7. La íntima relación entre Escritura y Tradición se manifiesta en dos
principios:
1) La Escritura necesita complementarse con la Tradición para su
recta inteligencia; es decir, la lectura e interpretación de la
Escritura debe hacerse en la comunidad de fe de la Iglesia. «La
Iglesia, afirma el Concilio Vaticano II, no saca exclusivamente de
la Escritura la certeza de todo lo revelado» (DV 9).
2) La Escritura tiene una importancia singular en el proceso de la
Tradición por ser «palabra de Dios en cuanto que, por inspiración
del Espirito divino, se consignó por escrito». La Tradición
transmite, conserva y explica la palabra de Dios.