Cómo tratar los comportamientos de morder en niños pequeños
1. Cómo tratar los comportamientos de morder
en niños pequeños que asisten a la Guardería
Consejos de Ronald Banks y Sojin Yi
Por Jaime Ernesto Vargas-Mendoza
Asociación Oaxaqueña de Psicología A.C.
2009
2. Los comportamientos de morder en niños pequeños son motivo de
preocupación para padres y cuidadores de niños.
Aunque poca investigación empírica se enfoca específicamente en este
tema (Claffey, Kucharski y Gratz, 1994), hay una variedad de recursos
prácticos que ofrecen algunos consejos a padres y proveedores de
cuidados.
En lo que sigue hablaremos de:
(1) por qué muerden los niños pequeños,
(2) qué tan comunes son los problemas de morder,
(3) las maneras de intervenir que podrían considerarse, y
(4) cómo pueden relacionarse los maestros o cuidadores con los padres e
incluirlos en el tratamiento de los comportamientos de morder de sus hijos.
3. ¿Por qué muerden los niños pequeños?
La literatura sugiere que la fase de morder puede ser una del desarrollo normal
para bebés y niños de hasta dos años de edad, sin casi ninguna importancia
duradera en el desarrollo.
Una vez que cumple un niño los 3 años, sin embargo, el morder podría indicar
otros problemas de comportamiento, especialmente si son frecuentes los
incidentes de morder.
Ya que la mayoría de incidentes de morder se debe a la etapa del desarrollo
del niño, los peritos recalcan que el morder no es motivo de echarle la culpa al
niño, a los padres o a los maestros (Greenman y Stonehouse, 1994).
4. Los bebés
Para los bebés, los teóricos del desarrollo sugieren que el morder
probablemente constituye una forma de exploración-los bebés usan la boca
para explorar porque es una de las partes más desarrolladas de su cuerpo.
Cuando los bebés muerden, también podría ser una forma primitiva de
comunicarse; probablemente el bebé no se da cuenta del lazo entre el morder y
el dolor ajeno (Claffey, Kucharski y Gratz, 1994; Marlowe, 1999; Oesterreich,
1995). Los bebés también actúan por impulso y carecen de autodominio;
algunos bebés tal vez muerdan simplemente porque hay algo allí que pueden
morder; otros muerden cuanto están emocionados o reciben demasiado
estímulo (por ej., la música estimula al bebé, quien entonces muerde a alguien
porque está tan alegre y emocionado) (Greenman y Stonehouse, 1994). De ahí
que la literatura concluya que los bebés muerden porque quieren oler y tocar
objetos, experimentar con la causa y el efecto, o aliviarse el dolor de dentición
(la Asociación Nacional de la Educación de Niños Pequeños, o National
Association for the Education of Young Children [NAEYC, 1996] sugiere ofrecer
a los bebés que pasan por la dentición los juguetes de masticar, roscas de pan
congeladas y otros objetos seguros-véase
http://www.kidsource.com/kidsource/content3/biters.p.t.4.html).
5. Niños de uno a tres años de edad
Oesterreich (1995) y otros teóricos creen que, como en el caso de los bebés,
el morder en los niños entre los 12 y los 36 meses de edad representa una
forma de comunicación (por ej., para comunicar la frustración mientras
aprenden habilidades sociales, lingüísticas y de autodominio). Oesterreich
también postula que los niños de esta edad raramente hacen planes de
antemano, sino que más bien perciben y actúan basado en lo que
experimentan al momento. Los niños de hasta tres años de edad, mantiene
Oesterreich, no disponen del lenguaje necesario para controlar una situación, o
sus intentos de comunicarse no se entienden o no se respetan. El morder llega
a ser un modo poderoso de comunicarse con y controlar a otros y el ambiente.
El morder demuestra la autonomía y es una manera rápida de obtener un
juguete o llamar la atención (Oesterreich, 1995). Muchos niños de esta edad
demuestran gamas extremas de emociones, tanto alegres como tristes, y les
hacen falta las maneras de clasificar y comunicar estas emociones.
Demasiados desafíos (de actividades demasiado difíciles), exigencias, deseos
y obstáculos pueden enojar y frustrar a estos niños y tal vez resulten en que
muerden. Muchos niños de esta edad todavía no entienden cómo compartir las
cosas o que el contacto físico puede causar dolor, y necesitan aprender otras
maneras de comunicarse aparte de morder (Claffey, Kucharski y Gratz, 1994).
6. Los cuidadores de niños han señalado que los
niños de hasta tres años de edad quizás muerden
también cuando experimentan un evento que les
causa estrés, una falta de rutina que les agita
particularmente, o interacción inadecuada con
adultos.
Según indican Claffey, Kucharski y Gratz (1994),
los niños de esta edad tal vez son más propensos
a morder si hace más de 5 minutos que no
interactúan con adultos.
Otros niños tal vez muerden como estrategia de
auto-defensa, o tal vez simplemente imitan a otros
niños que muerden (Marlowe, 1999; NAEYC,
1996).
7. Niños de edad preescolar
Si de ocurrencia infrecuente o rara, los niños de edad preescolar tal vez
muerden por algunos de los mismos motivos que tienen los bebés y niños de
hasta tres años de edad-para controlar una situación, para llamar la atención,
como estrategia de auto-defensa, o por extrema frustración o enojo.
No obstante, el que un niño muerda frecuentemente después de cumplir los 3
años podría indicar otros problemas de comportamiento, ya que para esa edad
muchos niños tienen las habilidades de comunicación necesarias para expresar
sus necesidades sin morder.
Kranowitz (1992) especula que el morder también puede ser ocasionado por
una disfunción de integración sensorial en una cantidad menor de niños
pequeños. Ella sugiere que un examen del desarrollo para niños de edad
preescolar tal vez sea útil para identificar a los niños con disfunción táctil.
(Estos niños pueden responder negativamente a sensaciones de toque,
poniéndose ansiosos, hostiles o agresivos. Pueden responder de manera
exagerada o insuficiente al toque, o reaccionar negativamente cuando otros
están cerca. Los toques ligeros desde atrás les podrían ser particularmente
agitantes, resultando, en algunas situaciones, en que muerden.)
8. La incidencia de los
comportamientos de morder
La Asociación Nacional de la Educación de Niños Pequeños (1996) estima que
1 de cada 10 niños de 1 o 2 años de edad demuestra comportamientos de
morder. Garrard, Leland y Smith (1988) examinaron el registro de heridas de un
centro grande (con 224 niños) de la niñez temprana. También estudiaron la
información biográfica acerca de cada niño proveída por los padres a la hora de
admisión y los archivos de datos financieros para documentar el registro.
Determinaron que ocurrieron 347 mordidas durante el año del estudio. Setenta y
dos mordidas se atribuyeron a bebés, 195 a niños de hasta tres años de edad y
80 a niños de edad preescolar.
La incidencia mayor de comportamientos de morder ocurrió en Septiembre, y los
niños varones de hasta tres años de edad iniciaron la mayoría de los episodios.
9. De los 224 niños matriculados en el centro, 29 eran bebés (de 0 a 16
meses de edad), 62 tenían entre 16 y 30 meses y 133 eran de edad
preescolar (de 30 a 72 meses).
Los niños de hasta 30 meses eran los más propensos a morder; cada uno
de éstos inició un promedio de 3,13 mordidas por cada 100 días de
matriculación (la cifra era 3,66 para varones y 2,3 para niñas).
La cifra correspondiente para los bebés era una de 0,7129 mordidas y
para niños preescolares, 0,5611 mordidas. No se notaron diferencias por
género sexual en el grupo de bebés y el preescolar.
Finalmente, ninguna característica demográfica predijo a los niños
mordidos vs. los no mordidos aparte del número de días de matriculación
(era más probable que se mordiera a los niños nuevos)
(Garrard, Leland y Smith, 1988).
10. Qué hacer cuando muerden
Responda inmediatamente
Los bebés tal vez todavía no entiendan la diferencia entre morder un juguete
y morder a una persona, de modo que un mensaje repetido en un tono sincero
que comunica el dolor (decirle "¡Huy! Pepe, ¡eso me duele!") puede ayudar a
enseñarles a los bebés a la edad de 4 meses y más a no morder a otros
(Marlowe, 1999).
La literatura avisa enfáticamente que los cuidadores y padres no muerdan al
niño que muerde como castigo o para mostrarle cómo se siente uno cuando
se le muerde. El morder como castigo le comunica al niño que la violencia es
aceptable (Claffey, Kucharski y Gratz, 1994; Garcia, 1999; NAEYC, 1996).
Ya que los teóricos creen que el morder tal vez tenga relación con la etapa del
desarrollo del niño, no se avisa el castigo en general ni en casa ni en un centro
de cuidado infantil (Greenman y Stonehouse, 1994). Más bien, los peritos
recomiendan que se enfoque la atención en la víctima, escudándola del niño
que le mordió, iniciando primeros auxilios como sean necesarios, y consolando
a la víctima (Claffey, Kucharski y Gratz, 1994; Greenman, 1995).
11. Garcia (1999), y Greenman y Stonehouse (1995), sugieren que los niños de 2
años de edad o más que muerden podrían sacar provecho de ayudar en el
proceso de primeros auxilios. El niño que mordió puede ayudar a la víctima
demostrando el "toque suave," hacer que el niño que mordió le frote el brazo a la
víctima y ayuda con el cuidado a la víctima en general para enseñar el
comportamiento de cuidar (sin dejar que estas actividades se hagan un juego).
Otras fuentes de información recomiendan que se aparten a los niños que
muerden de la situación sin movimientos dramáticos, atención ni una respuesta
emotiva que podría darles reforzamiento negativo. Los padres y cuidadores
podrían decirle al niño que muerde que "no está bien morder," "No puedo dejar
que lastimes a tus amigos," etc. Los niños de hasta tres años de edad en
particular tal vez no entiendan un tiempo de "descanso" (time-out) como castigo,
pero los cuidadores tienen que asegurar que el que mordió no esté cerca de
otros niños hasta que él o ella se haya calmado y pueda dirigírsele a otro juego
(Garcia, 1999; Greenman, 1995; NAEYC, 1996).
12. Habilidades de la comunicación del estrés
Greenman (1995) sugiere que se puede enfatizar el enseñar a los niños que
muerden a desarrollar y utilizar sus habilidades de comunicación expresiva en
vez de morder, para que puedan aprender a "usar palabras" para comunicar
sus sentimientos. Los cuidadores hábiles fomentan constantemente el uso del
lenguaje por el niño para mejorar el desarrollo cognitivo, y algunos expertos
creen que fomentar el desarrollo lingüístico de los niños también ayuda a
reducir los comportamientos de morder. Por ejemplo, si otro niño le está
quitando un juguete a un niño que tiene antecedentes de morder, los
cuidadores pueden enseñar al que posiblemente muerda a decir "alto," "mío,"
etc., y decirle al niño "No mordemos a la gente, mordemos la comida" o "Le
duele al que muerdes" (Hewitt, 1995). Claffey, Kucharski y Gratz (1994) y Legg
(1993) sugieren que puede ser una ayuda el uso de lenguaje positivo al decirle
al niño que "toque suavemente" en vez de "no pegues" o "no muerdas."
También sugieren que los cuidadores podrían ayudar a los niños a poner los
sentimientos en palabras al decir "Pedro, me parece que estás enojado.
Dile a Amelia que deje de arrastrarte, que no te gusta." Los cuidadores y
padres deberían intentar usar el lenguaje específico. En vez de decir "Deja de
tratar mal a Pedro," por ejemplo, podrían decir "Pedro está enojado porque le
estás quitando su camión." Los peritos también recomiendan enseñarle
constantemente al niño a decirles "no" a otros niños en vez de morderlos
(Todd, 1996).
13. Examine el contexto
Los peritos recomiendan que se hagan esfuerzos por examinar el patrón de
incidentes de morder para cerciorarse si factores tales como demasiados
niños dentro de un espacio, un exceso de estímulos, una falta de juguetes,
de atención o de supervisión u otros factores parecen anteceder los
episodios de morder.
Garcia (1999) sugiere que los cuidadores se hagan adeptos de observar el
estado físico del niño y de notarse de si otros factores como dientes nuevos u
otros tipos de dolor en cierto día parecen tener una asociación con aumentos
de episodios de morder.
Los cuidadores podrían considerar si los niños muerden cuando tienen
hambre o sueño, o alguna irregularidad de los intestinos. Algunos peritos
creen que las emociones y factores que llevan al estrés, como un bebé nuevo
en casa, podrían tener una asociación con un aumento de episodios de
morder para ciertos niños (Garcia, 1999).
14. Cree ambientes físicos y de aprendizaje positivos
Si los cuidadores determinan que un niño muerde más de una vez al día por
más de una semana, los peritos sugieren que probablemente es hora de
desarrollar un plan para disminuir las mordidas.
Recomiendan intentar romper el ciclo con una variación de las actividades y
el horario del niño. Legg (1993) sugiere que podría ser útil bajar el número de
niños de hasta tres años de edad en un salón para mejorar la calidad del
programa (un grupo sale afuera, otro queda en el salón, etc.).
Los peritos sugieren que se lleve la cuenta de estos cambios en un registro
escrito para que ayude a determinar el contexto de los incidentes de morder y
a mostrar los resultados de intervenciones (Claffey, Kucharski y Gratz, 1994;
Hewitt, 1995).
15. Greenman (1995), Hewitt (1995) y NAEYC (1996) sugieren que el intento de
mantener una rutina constante, desarrollar y mantener rituales, y hallar maneras
eficaces de tranquilizar a los niños después de la actividad enérgica o durante
momentos de transición (utilizando música tranquilizadora, contacto físico
relajado/ tranquilizador, etc.) podría aliviar las condiciones que conducen a
episodios de morder. Estos peritos también recomiendan que se evite poner en
el mismo grupo a niños que han mordido y víctimas anteriores al grado que sea
posible.
Varios peritos (por ej., Claffey, Kucharski y Gratz, 1994; Garcia, 1999;
Greenman, 1995) sugieren que los cuidadores examinen el ambiente del centro
e intenten minimizar la densidad de personas, la confusión, la competición por
juguetes y la atención de adultos, la frustración y el aburrimiento. Los niños
pequeños lo pasan mejor en grupos pequeños, según estos peritos, de modo
que esparcir las actividades y el personal podría ayudar a reducir los
comportamientos no deseados.
16. También sugieren las siguientes estrategias para cuidadores:
•Sepa qué juguetes y materiales educativos son los preferidos de los niños y provea
más de una copia (¡ya que el compartir las cosas no siempre es parte del
comportamiento de los niños de esta edad!).
•Provea una variedad de opciones y decisiones motrices y sensorias (por ej., hacer que
los juguetes y estructuras para trepar sean desafiadores pero no tan frustrantes que los
niños se enojen o se aburran).
•Ajuste el horario para que los niños coman y tomen la siesta cuando están
empezando a tener hambre y sueño en vez de cuando estas condiciones lleguen a ser
extremas.
•Encuentre maneras de fortalecer el sentido de seguridad y estabilidad en el ambiente.
•Mantenga una rutina constante que minimice las sorpresas para los niños.
•Asegure que el niño tenga tiempo de calidad con su cuidador principal preferido.
•Crea lugares cómodos y acogedores para pasar un rato.
•Evite cambios innecesarios en el personal.
•Desarrolle y mantenga rituales del grupo.
17. Claffey, Kucharski y Gratz (1994) detallan otros factores del ambiente que
considerar, como crear un equilibrio de espacios abiertos y cerrados para que
los niños puedan desplazarse libremente pero también sentirse protegidos y no
abrumados. Sugieren que las estanterías y mesas sean bajas para que los
niños siempre estén a la vista. Los colores deberían escogerse con cuidado
para que el ambiente general de los colores no sea demasiado estimulador.
Se deberían utilizar materiales que absorben los ruidos para que el ambiente
comunique un sentido de calor emocional y seguridad. Los materiales pueden
ser de uso flexible para que puedan usarse en muchas maneras distintas y
acomodar habilidades diferentes (escoger bloques que se pueden amontonar,
ordenar, clasificar, etc.).
El sitio Web del Children's Environments Research and Design Group (Grupo de
Investigación y Diseño de Ambientes para Niños) en la University of Wisconsin-
Milwaukee ofrece consejos adicionales en cuanto al diseño de ambientes para
niños pequeños [véase http://www.uwm.edu/Dept/cerdg/].
18. La educación de maestros y cuidadores
Legg (1993) sugiere que los maestros y cuidadores necesitan entender por qué muerden
los niños y la gama de cuestiones de desarrollo que entran en juego cuando los niños de
hasta tres años de edad reciben el cuidado grupal. Deberían entender que los niños muy
pequeños no tienen el desarrollo suficiente para compartir, y que los niños de esta edad se
comunican físicamente antes que estén listos para utilizar el lenguaje. Ya que son
limitadas sus habilidades de comunicación expresiva y conciencia social, los niños de esta
edad tal vez tiendan a dar empujones y morder a otros. Claffey, Kucharski y Gratz (1994)
notan que los cuidadores apropiadamente capacitados podrán guiarles de manera positiva
para enseñar a los niños en su cuidado cómo jugar seguramente y ser corteses con los
demás. Los cuidadores también tienen que hacerse adeptos en mediar las disputas.
Deberían anticipar las situaciones problemáticas y mantenerse alertas. Si un niño en
particular tiene dificultades con las transiciones, por ejemplo, el cuidador debería quedarse
cerca del niño y alabar el comportamiento positivo, especialmente para niños que
muerden. Los cuidadores pueden enseñar a los niños unas maneras apropiadas para su
edad de controlar a sí mismos, lo cual fomentará su sentido de confianza y guiará a los
niños que muerden hacia el autodominio mientras los aparta de morder. NAEYC (1996)
sugiere que la clave para el manejo exitoso del morder es la comprensión-tanto para los
niños como para los adultos. El personal de programas en centros necesita reconocer que
el morder es tan normal y natural como los berrinches y aprender a usar el excusado, a la
vez de aceptar su responsabilidad de proveer y mantener un ambiente seguro (Greenman
y Stonehouse, 1994).
19. Sepa qué hacer ante una "epidemia“ de mordidas.
Cuando ocurre una proliferación de incidentes de morder en una Guardería,
Greenman (1995), Legg (1993) y Hewitt (1995) sugieren que se tomen las
siguientes medidas:
• Programe una reunión con el director y el personal del salón.
• Registre cada ocurrencia e indique el lugar, la hora, los comportamientos de los
participantes, etc.
• Evalúe la respuesta inmediata del personal para asegurar que fue apropiada
(consolar al niño mordido y tratar la herida, darle una respuesta calma y firme de
desaprobación al niño que mordió de una manera que no refuerce el
comportamiento sin querer).
• Determine el contexto de los incidentes de morder : analice, haga una tabla y
extraiga conclusiones.
20. • Siga de cerca de los niños que tienden a morder-anticipe situaciones de
morder y enseñe respuestas que excluyen el morder, adaptando el programa
como sea necesario. El personal podría seguir de cerca por 2 semanas a un
niño con un problema severo de morder para impedir este comportamiento, ya
que hay alguna evidencia de que si el personal puede impedir el morder
durante este plazo, el comportamiento se disminuirá.
• Si es necesario, coloque por plazos breves a niños pequeños que muerden
en una cuna o un corralito para contener al niño que muerde frecuentemente,
si el maestro que lo sigue tiene que hacer otra cosa.
• Siga de cerca de los niños que suelen ser mordidos y anticipe posibles
situaciones de morder; enséñeles respuestas que minimizarán la posibilidad
de que lleguen a ser víctimas.
• Considere una transición anticipada a otro salón para los niños que muerden
frecuentemente, ya que los niños mayores son más capaces de defenderse.
• Las epidemias extremas de mordidas tal vez exijan ayuda adicional de un
consultante, educador de padres o consejero, especialmente si el
comportamiento ocurre diariamente o si persiste.
21. La comunicación con los padres
Mucho de la literatura enfocada en cuestiones relacionadas con el morder
también trata la comunicación y la colaboración con los padres. La mayoría de
los peritos recalca la confidencialidad; recomiendan que los maestros o
directores NO revelen a los padres de otros niños la identidad del niño que
muerde. En vez de esto, los peritos sugieren que los cuidadores de niños les
aseguren a los padres de que están concientes del problema y están
esforzándose por hallar soluciones, pero que todos los niños son capaces de
tener problemas con el morder. Los padres deberían saber que el morder es
una ocurrencia normal para muchos niños en situaciones de cuidado grupal,
particularmente en la etapa entre 1 año de edad y el 3º cumpleaños
(Greenman y Stonehouse, 1994; Legg, 1993; Todd, 1996). Estos autores
también recomiendan que se informe a los padres de la posibilidad de
incidentes de morder durante el proceso inicial de matriculación, o cuando los
bebés hacen la transición al salón de los niños de 1-3 años de edad.
22. Legg (1993) también recomienda que no es una estrategia eficaz pedirle
disculpas a los familiares, ya que una disculpa implica que hay un modo
absolutamente garantizado para prevenir los incidentes. En vez de esto,
ella sugiere que se cuente a los padres lo que se va haciendo para asegurar
la seguridad de todos los niños. También recomienda enfocarse en los
tratamientos de primeros auxilios que se utilizan cuando ocurren los
incidentes y qué se hace además para ayudar a los niños mordidos.
Como explican Greenman y Stonehouse (1994), en casos extremos la
terminación o suspensión del centro del niño que muerde tal vez se haga
necesario. El centro debería tener una política que ofrezca información
acerca del plazo de tiempo en que se puede permitir que continúe un
problema severo de morder. Es importante que se informe oportunamente a
los padres de un niño que muerde para que comiencen a investigar unos
arreglos alternativos de cuidado infantil. Legg (1993) sugiere que en muchos
casos se necesita solamente suspender temporalmente la asistencia hasta
que el niño mejore sus habilidades de comunicación.
23. Claffey, Kucharski y Gratz (1994) y NAEYC (1996) recomiendan que los
cuidadores intenten determinar si el niño muerde en casa. Será difícil romper
el patrón de morder en un centro de la niñez temprana si se permite que el
niño muerda en casa sin las mismas intervenciones formales que se utilizan
en el centro. Marlowe (1999) aboga por enseñar a los padres a ofrecerle
opciones al niño de modo que se le dé el poder y el control al menos unas
cuantas veces al día. Los cuidadores podrían mantener al día a los padres
sobre el juguete preferido de su hijo, lo que pasó durante el día escolar, etc.
En todo, los peritos notan que es esencial mantener relaciones positivas con
los padres durante brotes de morder, para mantener al día a los padres de las
estrategias que se utilizan, para mostrar empatía para con los padres tanto de
niños que muerden como de víctimas respecto a sus sentimientos de
impotencia relacionados con la seguridad de sus hijos, y para informar a los
padres de la capacitación al personal y los esfuerzos de intervención que se
hacen para remediar el problema (Greenman, 1995; Greenman y Stonehouse,
1994; Legg, 1993).
24. Conclusión
La comprensión de los factores de desarrollo que contribuyen a
comportamientos de morder puede ayudar a los padres y cuidadores a hacer los
cambios necesarios en el ambiente o la programación a fin de minimizar el
comportamiento; los cuidadores han de proveer información exacta a los padres
(Reguero de Atiles, Stegelin y Long, 1997).
Se debería proveer dirección a los niños que muerden con el objetivo de
ayudarles a desarrollar el control interno de sus emociones y acciones.
Una respuesta rápida y consecuente en casa y en el centro de cuidado puede
ayudar a los niños que muerden a aprender a expresar sus sentimientos
mediante las palabras, de modo que lleguen a ser más capaces de controlar su
comportamiento (Claffey, Kucharski y Gratz, 1994; Garcia, 1999).
25. Referencias
Claffey, Anne E.; Kucharski, Laura J. y Gratz, Rene R. (1994). Managing
the biting child. Early Child Development and Care, 99, 93-101. (Revista
de ERIC No. EJ486889)
Garcia, Veronica. (1999). Understanding and preventing toddler biting.
Texas Child Care, 23(1), 12-15. (Revista de ERIC No. EJ606990)
Garrard, J.; Leland, N. y Smith, D. K. (1988). Epidemiology of human
bites to children in a day-care center. American Journal of Diseases in
Children, 142(6), 643-650.
Greenman, Jim. (1995). Reality bites (frequently): Biting at the center--
Part 2. Child Care Information Exchange, 101, 65-67. (Revista de ERIC
No. EJ503564)
Greenman, Jim y Stonehouse, Anne Willis. (1994). Reality bites: Biting at
the center--Part 1. Child Care Information Exchange, 99, 85-88. (Revista
de ERIC No. EJ489936)
Hewitt, Deborah. (1995). So this is normal too? Teachers and parents
working out developmental issues in young children. St. Paul, MN:
Redleaf Press. (Documento de ERIC No ED391589).
26. Kranowitz, Carol Stock. (1992). Catching preschoolers before they fall: A
developmental screening. Child Care Information Exchange, 84, 25-29.
(Revista de ERIC No. EJ443462)
Legg, Jackie. (1993). "What's a little bite among friends?" Child Care
Information Exchange, 92, 41-43. (Revista de ERIC No. EJ467457).
Marlowe, Dana. (1999). The stages of biting. Montessori Life, 11(2), 33-34.
(Revista de ERIC No. EJ584452).
National Association for the Education of Young Children. (1996). Biters: Why
they do it and what to do about it [En línea]. Washington, DC: Author.
Disponible: http://www.kidsource.com/kidsource/content3/biters.p.t.4.html.
Oesterreich, Lesia. (1995). Biting hurts [En línea]. En L. Oesterreich, Bess
Gene Holt y Shirley Karas, Iowa family child care handbook (pp. 239-242).
Ames: Iowa State University Extension. Disponible:
http://www.nncc.org/Guidance/bit.hurt.html.
Reguero de Atiles, Julia T.; Stegelin, Delores A. y Long, Janie K. (1997). Biting
behaviors among preschoolers: A review of the literature and a survey of
practitioners. Early Childhood Education Journal, 25(2), 101-105. (Revista de
ERIC No. EJ558652)
Todd, Christine M. (1996). When children bite. Day care center connections
[En línea], 1(6), 3-4. Urbana-Champaign: University of Illinois Cooperative
Extension Service. Disponible:
http://www.nncc.org/Guidance/dc16_children.bite.html.
27. • En caso de citar este documento por
favor utiliza la siguiente referencia:
• Vargas-Mendoza, J. E. (2009) Como
tratar los comportamientos de morder en
niños pequeños que asisten a la
guardería. México: Asociación Oaxaqueña
de Psicología A.C. En
http://www.conductitlan.net/mordidas_niños_guarderia.ppt