2. ii
El ojo en la cerradura
La infancia es como esa luz
que llega desde los astros.
Percibimos su delicado brillo
cuando ya ha muerto sin ruido.
A solas con el reloj
El niño que pasa la tarde
moviendo las manecillas
de su reloj descompuesto,
forzando el tictac oxidado…
la hora y los minutos
con precisión esotérica
que sus dedos recitan
para tener, susurra,
una idea de cómo
pasa el tiempo.
Ante el viejo volcán
Entre venerables pinos
un destello rojo
aletea y se esconde
trinando como dios
de una antigua historia.
No sabemos su nombre
dice mi padre evasivo
pero ya no importa
mañana morirá este bosque
y con él estos recuerdos.
3. iii
En el patio, mi prima
Sobre los lunares dulces
en su piel blanca
dejé caer dedos y labios.
Llorona y traidora
pero tan adorable.
Lo que me excitaba
no era jugar, ni besarla...
era mirarla, tan delicada y mía.
Su voz resuena aún
en mi bajo vientre.
Cosas de niños.
Piedras de luz
Tendidas como ofrendas
asintiendo convencidas
y siseando en un idioma
que comprendía entonces.
Pacientes, sigilosas
lagartijas amorosas
con rabos desechables.
A sus moradas secretas
de ladrillo y bugambilias
prometían llevarme
cada tarde ese invierno.
Ahí nos esconderíamos
todos, sin miedo.
4. iv
Jardín vecino
Ni estanque ni pecera
entre hierbas y rosas amarillas
era un rincón de jade
lleno de juegos e historia.
Aventuraba un dedo
en el agua pestilente
arañando otra dimensión
al tratar de acariciarnos.
Pozo encantando y sereno
punto de fuga en otoño
apenas la mano vieja
de la abuela alerta
lo alejaría de nosotros.
De guanábana
Callaba el tiempo del viento
en ese olmo nudoso
en el que se escondía
a suspirar y leer a solas
como un gorrión asustado.
Apenas el viejo heladero
con su campana feliz,
riendo y dispuesto
a jugarse la delicia
en una suerte de níquel,
lo convocaba a tierra.
Descender era nacer de nuevo.
5. v
El cuarto al pardear
Cansado de llorar, desconsolado
ahíto de suspiros y de rabia,
escapaba el día de sus pupilas.
Seco como un pie de rosa
languideciendo sobre la cama,
bañado también de sombras.
Hablando a solas
golpeado y triste
nombrando dolorido
las hechos y los destinos:
habrá venganza
te digo.
Inventario de maravillas
El reloj incansable del comedor
alimentado por mi abuelo
con una llave de bronce.
La moneda con faz de reina
calada y brillante
hallada en un viejo frasco.
Los arabescos negros y dorados
en los que me perdía
adormilado sobre un tapete.
El opaco trozo de olvido
bajo las escaleras que soñé
llevaría a otro reino…
pero el reloj murió
la moneda se ha perdido
y el tapete y yo
nos fuimos de la casa.