El autor escribe porque se siente profundamente conectado a la persona a la que se dirige. La describe usando imágenes poéticas que capturan su esencia, incluyendo su risa, piel, tamaño y lenguaje. Escribe para expresar su admiración por cómo ella gobierna su vida y maneja sus emociones.
1. Palabra de cofrade
Año V; N° 01.
William Smith
(chcarmen2010@hotmail.com)
Escribo
Escribo porque las cosas del mundo tienen tu olor, tu color, tus
dimensiones. Por la emoción de tu corazón de fiesta. Por el alboroto feliz
de tu edad de petirrojo. Por la luz de tu mirada tocándome, asilándome,
consintiéndome. Por eso escribo.
Porque me inculcan las cosas con las que vas por la vida y me tocan al final
de la noche. Porque me infunde tu manera de combinar las horas, los días,
las señales, los símbolos, y por darte las artes y el tiempo para (hasta este
tiempo) no dimitir.
Escribo porque para describirte no me bastan los bosques, la lógica, las
montañas, la dialéctica, y las palabras se consumen y restituyen a la hora
de identificarte. Porque tienes de papel en las manos de pianista y de tinta
en el corazón silente. Por esa calidad tuya para gobernar la vida desde tu
perspectiva de fantasma (apareciendo y desapareciendo según las
condiciones del clima, las fases de la luna, el periodo menstrual).
2. Porque escribir es un acto de dogma si es sobre tu nombre. Un silencio
perpetuo de noche si es sobre tus ojos. Por eso escribo desde cualquier
lugar por donde pasas, por donde pisas, por donde posas. Porque tu
complicidad esta a la medida de mi culpa y mi culpa a la medida de tu
acatamiento. Por eso escribo como un condenado, como un alfarero de tu
estructura, de tu locura, de tu ternura. Porque forjas los elementos más
esenciales que instauran las estaciones, que maduran el amor, que
contienen tu propia índole insular y secreta.
Porque asumes tu condición suplementaria de afluente de río ante la mía
accesoria de puente. Por el estilo tuyo de no dejar lugar para las dudas y
manejar las causas y consecuencias de lo que dices o inventas, de lo que
alteras u ocultas. Por tu pelo de sirena dormida. Por tu boca de cigarro
rubio. Por tu sabor de pan recién amanecido. Por eso escribo.
Escribo porque la puerta de tu corazón permanece abierta para pase el
viento de mi regodeo. Porque detrás de la tarde siempre aparece tu risa de
relámpago, tu piel de luna vespertina, tu tamaño de cereza. Porque te
empapas de vino para mi sed de peregrino y salpicas de escarcha para mis
ojos de duende. Porque más allá de la noche tus pies transitan los caminos
que me yerran, que me incitan, que me inciden.
Escribo porque tu lenguaje me envuelve, me rodea, me sitia como a una
isla o como a un adorador solitario y silencioso de tu imagen, de tus ansias,
de tu pasión. Por tus contornos de playa. Por tus ancas de paréntesis. Por
tu vientre de fragua. Porque hundes mi navío en las olas más turbulentas
del océano de tu amor eficiente. Por eso escribo. Por eso.
Escribo, en fin, porque he descubierto que te debes a la lluvia por tu tibieza
nocturna y al mar salado de octubre por el olor de tu respiración cuando
quedas inerte.
Ferreñafe, 18 de marzo del 2012.