La película de Blake Edwards relata la historia de amor destructiva entre dos alcohólicos, Joe y Kirsten. Ambos se sienten vulnerables y avergonzados por su adicción, por lo que se inducen mutuamente a beber para evitar que el otro permanezca sobrio y los haga sentir expuestos. A medida que su dependencia al alcohol empeora, su relación también se deteriora a pesar de sus sentimientos de amor.
1. DÍAS DE ALCOHOL Y ROSAS Luis Miguel Iruela
El filme de Edwards parte de un guión escrito
para la televisión por J.P. Miller que se pre-
sentó en 1958 en el programa “Playhouse 90”
y relata una historia de amor destruído por el
alcohol. Es una de esas pocas películas que se
atreven a tratar el asunto sin histrionismos, con
una serenidad que permite al espectador des-
cender a los sentimientos más secretos de una
pareja de alcohólicos y entenderlos.
Vergüenza y fragilidad
La vergüenza es una vivencia de inferioridad
ante nosotros mismos de la que son testigos los
E rnest Dowson (1867-1900) fue un poeta
inglés, esteticista y decadente, que perte-
neció a la llamada por Yeats “generación trági-
demás. Nos hace sentirnos transparentes ante
la mirada ajena, sin refugio posible que nos
libre de críticas, menosprecios o sonrisas de
ca”, y que murió como un bohemio a conse- suficiencia. Es algo que, en definitiva, nos deja
cuencia de su alcoholismo y la tisis. De su obra a la intemperie, solos y vulnerables.
ha sobrevivido un pequeño poema sobre el La vergüenza es el sentimiento central de una
paso del tiempo y la fugacidad de la vida. adicción, por eso esta última se vive siempre
Está recogido en el libro “Verses” (1896) con como una condición oculta aunque pueda en-
un título en latín que, a su vez, es uno de los contrarse a la vista de todos. El adicto que be-
más conocidos versos de Horacio: “vitae sum- be a solas lo hace huyendo del exterior, pero
ma brevis spem nos vetat incohare lon- también de la imagen interna de una dignidad
gam” (“la vida, tan breve, no admite esperanza en crisis. Una posición para él insoportable que
larga”—traducción de Manuel Fernández Ga- le lleva a evitar la declaración: “soy alcohóli-
liano), (Libro I, Oda IV). co…” Pronunciar esta palabra en público y en
Dice así la composición de Dowson: voz alta significa exponerse demasiado a un
abrumador sentimiento de derrota, y mostrar
No duran el llanto y la risa, así, en su pura desnudez, una fragilidad cerca-
el amor, el deseo y el odio: na a la tensión del cristal a punto de quebrarse.
creo que no dejan huella en nosotros
después de pasar la puerta. Kirsten y Joe
No son largos los días de vino y rosas: A la exploración de esa fragilidad está dedica-
de un nebuloso sueño da la película de Blake Edwards, que cuenta
surge por un tiempo nuestro camino, luego en una historia de amor entre dos seres vulnera-
un sueño desaparece.(1) bles cuya proximidad temporal les transmite la
ilusión de haber superado sus carencias perso-
Referente cultural nales.
Joe Clay trabaja como técnico en relaciones
Se considera al poema una referencia obligada públicas, pero su cometido real consiste en or-
en el mundo anglosajón culto, en especial, las ganizar fiestas disolutas para los clientes de su
afortunadas palabras “días de vino y rosas”, empresa y conseguir, de esta manera, mejores
que pusieron nombre a una famosa película pedidos y más sustanciosos contratos. Hace ya
de Blake Edwards en 1962. No era esta, sin tiempo que ha renunciado a su orgullo profe-
embargo, la primera vez que el cine hacía una sional y lo ha vendido por este papel de trapi-
mención expresa de las mismas. En el largome- sondista que le reporta la felicitación de sus
traje de Otto Preminger, “Laura” ( 1946 ), el jefes.
refinado personaje de Waldo Lydecker da En dichas celebraciones abunda el alcohol, y
rienda suelta a su desesperada nostalgia acu- Joe se sumerge en él diluyendo así todo senti-
diendo también a ellas miento de fracaso. En cierta ocasión, confunde
a Kirsten (una secretaria de su empresa) con
2. DÍAS DE ALCOHOL Y ROSAS Luis Miguel Iruela
una de las imprescindibles animadoras de la instante, descubre Kirsten la dulzura del alco-
noche. El rechazo de ella, al afearle su conduc- hol y emprende con Joe un descenso a los in-
ta de alcahuete, le confronta bruscamente con fiernos para ella devastador.
la vergüenza acallada. La fragilidad de los dos personajes se va mani-
A partir de entonces, Joe tratará de conquistar festando a lo largo de la narración con escenas
a la mujer que le ha hecho sentirse inadecuado impresionantes como aquella que nos muestra
como una forma de restañar esa herida profun- a Kirsten viendo unos dibujos animados en la
da en su amor propio y de sobreponerse al bo- televisión mientras se emborracha a solas, ex-
chorno que le quema. Al fin y al cabo, la opi- presión de su naturaleza de “niña emocional”
nión de los demás sobre nosotros mismos es carente de defensas psicológicas maduras.
siempre un espejo en el que nos miramos. Los sentimientos primordiales en la relación de
El idilio comienza durante un paseo nocturno esta pareja de alcohólicos son el amor y la ver-
en el que Kirsten Arnesen recita los versos de güenza. Ninguno de ellos puede soportar que
Dowson, contemplando la sucia bahía, como el otro sea abstemio y se inducen mutuamente
una premonición de lo que va a ser en el futu- a beber sin descanso. Por amor recae un Joe
ro la relación entre ambos. recuperado al ver a su mujer ebria en una des-
Joe ha carecido de un calor de hogar en la in- cuidada habitación de motel, conmovido por el
fancia y recuerda esos años de esta manera: abandono de Kirsten, que llena de irritabilidad
“arrastrado por el cogote, a varios grados bajo y vergüenza le exige que la acompañe en su
cero, alimentado con mantequilla de cacahue- descenso particular.
te…” No es de extrañar que el primer regalo
que ofrezca a su novia sea precisamente éste, Luz de bar
mantequilla de cacahuete, es decir, aquello que
lo ha nutrido, lo ha consolado y lo ha sacado Es, en definitiva, esta vivencia de indefensión,
de una infancia al descubierto. Se trata de un este pudor de las emociones negativas lo que
gesto simbólico que ella no puede entender y, impide que ella pueda convivir con un Joe abs-
sin embargo, tiene el valor, para él, de una temio a pesar de su desesperada soledad.
confidencia jamás antes hecha. Nunca el cine, ni antes ni después de este fil-
Kirsten, hija única de inmigrantes noruegos, ha me, había mostrado con tan preciso detalle la
vivido sus años primeros de un modo aparen- interacción psicológica de una pareja atrapada
temente feliz; educada en un ambiente serio, por el alcohol en la que el fenómeno funda-
algo adusto quizá, por unos padres que se que- mental consiste en que cada uno impide salir al
rían casi con exclusividad. Al punto de que el otro de la adicción a causa del insoportable
brindis selecto de ambos era “juntos en el pa- sentimiento de fragilidad que genera la presen-
raíso”. La madre representaba para el marido cia del compañero sobrio.
el límite de la perfección. La niña, al parecer, Y así, en el último plano, nos presenta la pelí-
se habría sentido siempre a las puertas de aquel cula el reflejo luminoso de la palabra “bar”
paraíso. sobre el rostro triste de un Joe que ha elegido
Cuando Joe aparece en su vida, intuye que al la curación, mientras ve cómo Kirsten, surgida
fin despierta en alguien un afecto no comparti- de un nebuloso sueño se pierde en otro sue-
do y se deja arrastrar dócilmente al alcohol. ño…al final de la calle.
Algo bueno como el amor encierra a Kirsten en
una trampa etílica de la que ya no podrá salir.
Brandy Alexander
Un momento decisivo en la historia es la se-
cuencia en la que Joe invita a beber a su ama-
da. Ella le confiesa su debilidad por el chocola-
te y su aborrecimiento del licor ; entonces él
pide al camarero que le sirvan “algo especial”:
un combinado de coñac con crema de cacao
llamado “brandy Alexander”. En ese preciso (1) La traducción es del autor.