La oración de santa Luisa de Marillac por el P. Corpus Juan Delgado CM
TRATADO EL MAESTRO SILENCIOSO "DRAMA DE LA JUVENTUD" No. 202
1. Drama De La Juventud
Asombra el comprobar en las páginas de los
diarios de todo el mundo, la cantidad de dramas
diarios donde se involucran jóvenes, adolescentes y
niños. En U.S.A. varios hechos sangrientos se han
vivido en el pasado reciente, con niños y
adolescentes que ingresan a los colegios donde
estudian, portando armas de fuego y disparando
sobre condiscípulos y maestros, con el consabido
saldo de muertes y tristezas. El horror se repite en
las naciones desarrolladas de Europa, con
centenares de jóvenes esclavizados por el consumo
de drogas, o en un degradante libertinaje sexual.
Hay promiscuidad, suicidios, violencia callejera,
racismo en grupos juveniles, delincuencia por
Internet, pornografía infantil y cosas semejantes. En
el Medio Oriente, África y América Latina, niños y
adolescentes en actos terroristas, combatientes en
ejércitos guerrilleros, prostitución y drogas que
diezman la población infantil. En el Asia la
situación no mejora, al ver tantos muchachos
padeciendo hambre, otros luchan enardecidos por el
radicalismo religioso. Ya no se ven aquellas
conocidas rebeldías juveniles que pasaban cuando
llegaba la edad adulta; muchos no llegan a esa etapa
de la vida.
Realmente el mundo contempla con asombro un verdadero drama en la juventud de hoy.
¿Qué está ocurriendo? Cada vez más se aprecia decepción e insatisfacción en nuestros jóvenes.
Pareciera que la búsqueda de un futuro mejor de décadas pasadas, ha sido sustituida por la
frustración, y una actitud de abandono y desidia está llenando los corazones de la generación de
mañana.
Lo que ocurre, amable lector, es que se están agotando las ofertas que el mundo ha
presentado a los jóvenes a través de los años para tenerlos entretenidos. Este mundo se acerca
vertiginosamente hacia el final de los tiempos, cuando han de desencadenarse acontecimientos
predichos en la Biblia, la infalible Palabra Divina, cuando después de muchos dolores el hombre
llegue a su inevitable encuentro con Dios, y esos jóvenes, que cada vez están mejor preparados
en el camino del saber, que cada vez tiene mayor acceso a la tecnología y conocen cosas que una
generación atrás ni siquiera soñaba, no están satisfechos. Sus almas vislumbran que no tienen
nada para ese momento en la eternidad. Sólo la muerte pareciera ser un destino seguro para ellos.
Y después de una vida llena de insatisfacciones ¿Qué les espera? Dios nos dice en Su preciosa
palabra que... “como todos pecaron, todos están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos
3:23). Como el alma tiene conocimiento, percepción de la comunión con su Creador, mientras no
2. exista esa relación y comunión con Él, no tendrá satisfacción, tranquilidad ni paz. “No hay paz,
dijo mi Dios, para el impío” (Isaías 57:21).
Usted que lee; tal vez ya pasada su juventud, entenderá que ese es el origen de todo el
dolor que hay en su alma hoy. El mal de la juventud crece hasta proporciones verdaderamente
alarmante en la edad madura, y sólo Jesucristo, el Hijo de Dios, puede dar paz al alma. Su muerte
vicaria y expiatoria en el calvario, arregló para siempre la cuenta pendiente del pecador con
Dios. Somos hechos justos delante de Él por la fe en Cristo. El mismo Señor nos advierte:
“Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción;
pero confiad, yo he vencido al mundo” (Juan 16:33).
Aunque muchos lo nieguen y otros procuren encontrar vías de escape para las
frustraciones humanas, el drama existencial de la humanidad no tiene solución fuera del amor de
Dios mostrado a través de Jesucristo. Él mismo manifestó: “Yo soy el camino, la verdad, y la
vida; nadie viene al Padre, sino es por mí” (Juan 14:6). Sólo Cristo trae comunión con Dios al
hacer la reconciliación del pecador con Él (2ª Corintios 5:18); “y a vosotros también, que eráis
en otro tiempo extraños y enemigos en vuestra mente, haciendo malas obras, os ha
reconciliado” (Colosenses 1:21). Y esto se puede explicar de manera sencilla amigo lector.
Cuando Cristo murió, estaba sufriendo en Su carne, el castigo que merecíamos por el pecado, de
manera que Dios no imputa más culpa a quien cree en Su amado Hijo. Y “la sangre de
Jesucristo, el Hijo de Dios, nos limpia de todo pecado” (1ª Juan 1:7). Pero debe usted tener
claridad, “el que en Él cree (en Jesucristo), no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido
condenado, porque no ha creído en el unigénito Hijo de Dios. El que cree en el Hijo tiene
vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está
sobre él” (Juan 3:18, 36). Por todo esto le invito apreciado lector, joven o edad madura, a creer
en Cristo como único Salvador personal, para que encuentre la paz de Dios, una razón de vivir,
tranquilidad y gozo para la eternidad.
Lic. Carlos Fariñas