El cuento trata sobre Julia, una niña que ayuda a su madre a hacer pasteles de nube de algodón para la visita de los abuelos. Al día siguiente, Julia se come los pasteles que sobraron junto a su perro Pluto y culpa al perro cuando su madre pregunta por los pasteles. Julia se siente triste por mentir y finalmente le cuenta la verdad a su madre, aprendiendo una lección sobre la honestidad.
Cuando el pastel desapareció: La lección de Julia sobre la honestidad
1. CUANDO EL PASTEL DESAPARECIÓ
El pastel de chocolate recubierto de nube de algodón era el que más le gustaba a Julia.
También le gustaba a Pluto, su perrito, al que quería tanto que siempre compartía con él,
su pastel.
Madre: - Hoy tengo que hacer pasteles – dijo la mama de julia, - porque van a venir los
abuelitos a comer.
Julia: - ¡Oh mamá! ¿Harás el pastel que más me gusta?
Madre: - Sí, tendremos los pasteles de nube de algodón, y puedes ayudarme a
prepararlos.
Julia corrió a buscar su delantal verde y se lo puso sobre el vestido. Se subió a la silla
más alta de la cocina y dijo:
Julia: - Ahora estoy lista para ayudarte.
Se divertía mucho ayudando a su madre dándole las cosas que necesitaba y mirando
como mezclaba y batía la masa. La mamá le dio un bol amarillo grande hacia donde
estaba Julia, después de haber dejado caer los huevos en ella a medida que los rompía,
le dio la batidora y dijo:
Madre: - Ahora ten cuidado de no salpicar nada.
Los pasteles tenían muy buen aspecto, estaban recubiertos de nube de algodón y una
cereza encima.
Durante el almuerzo, Julia dijo:
Julia: - Abuelita, yo ayudé a hacer los pasteles.
Abuela: - Son los mejores pasteles que he comido en mi vida – contestó el abuelita
Y el abuelo añadió:
2. Abuelo: - Yo sé, Julia que vas a ser una buena cocinera, como lo son tu mamá y tu
abuelita. ¿Me dais otro trocito por favor?
Terminada la comida, sobraban tres pasteles. La mamá envolvió cuidadosamente en
papel los pasteles y dijo:
Madre: - Daremos uno a papá para que almuerce mañana, y Julia, tú y yo tendremos uno
para cada una.
Al día siguiente, Julia entró en la cocina donde la mamá estaba preparando el almuerzo.
Julia vio los pasteles que sobraron ayer. De repente sonó el teléfono, y mientras se
dirigía a contestarlo, su madre le dijo:
Madre: - Julia dentro de un rato vamos a comer, no te entretengas.
La niña cogió el pastel i dijo:
Julia: -Mmmm que ricooo, este trocito Pluto es para ti y otro para mi… corre pluto que
viene mamá.
Después de comerse los dos pasteles sin darse cuenta subieron a la habitación
cuidadosamente. Al instante la madre la llamó.
Madre: -Julia venga vamos a comer!
Julia: -voy mama que estaba jugando con Pluto.
Cuando comieron la madre fue a coger los pasteles para el postre y dijo:
Madre: -¿Julia sabes dónde están los pasteles?
Julia: - creo que Pluto se los ha comido. – Ya sabes cómo le gustan los pasteles.
Madre: - Yo no sabía que Pluto podía subir i coger cosas de la mesa – dijo la mamá. –
tranquila cariño tú te comes este pastel que queda.
A Julia le resultó difícil aceptar esto. Comió algunos bocados, pero luego dijo:
Julia: - Mama no tengo hambre. Acábatelo tu porfa
3. Fue un alivio para ella, levantarse de la mesa e irse a jugar fuera. ¡Qué triste se sentía!
Se acordaba de los momentos felices que había pasado mezclando y batiendo la masa
con su mamá y de lo bondadosa que había sido ésta al darle su propio trocito. Pero
sobre todo recordaba cómo había comido el pastel y había echado la culpa al perro.
La cosa era, que Julia no estaba feliz. La tarde parecía larga y aburrida. Quiso jugar con
sus muñecas; jugó con Pluto; pero no hallaba placer en nada. Se iba sintiendo cada vez
más triste. Finalmente decidió ir a contárselo todo a su mamá. Entró corriendo en la
casa y llamó:
Julia: - Mamá, ¿dónde estás?
Madre: - Aquí en el salón, viendo la televisión
Julia se abalanzó hacia ella y, abrazando a su madre dijo:
Julia: - Mamá, no fue Pluto el que se comió los pasteles- dijo. – me los comí yo. Siento
mucho haberlo hecho, y siento mucho no haberte dicho la verdad.
Su mamá contestó bondadosamente:
Madre: - Yo sabía que te los habías comido, cariño. Pero estaba segura que me lo
contarías.
Julia: - No había estado nunca tan triste como esta tarde – dijo la niña. – Nunca volveré
a coger algo que no me pertenezca, ni a decir algo que no sea verdad. He aprendido que
cuando uno hace mal no puede sentirse feliz.
Madre: - Así es – dijo la madre. – Me alegro que hayas aprendido esta lección.