LA PARÁBOLA DEL HIJO PRÓDIGO: CLAVES PARA LA REFLEXIÓN.pptx
La Cruz de Lampedusa: un llamado a la acogida de migrantes
1. Roma, 14 de setiembre de 2018
Queridas Hermanas,
En este día en el cual celebramos la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz,
os saludo con afecto y gratitud, de modo particular porque habéis dado
vuestra adhesión a la inauguración del 50esimo del nacimiento al cielo de la
Beata María Troncatti, el 25 de agosto pasado.
Un gracias grande también a la Inspectoría “Sagrado Corazón” del Ecuador por el trabajo en
sinergia con el Ámbito Misiones.
El entusiasmo misionero va alimentado cada día, y todas nosotras podemos inflamar nuestras
realidades con el “fuego” y el deseo de llevar el Evangelio a todos y a todas partes.
Aprovecho la ocasión para comunicaros que las neo-misioneras 2018-2019 están por concluir el
curso intensivo de italiano y, cuando leáis este mensaje, ellas estarán preparándose a partir para
vivir la Experiencia carismática-misionera en Mornés-Nizza-Turín.
En Turín, en la Basílica de María Auxiliadora, el 30 de setiembre, recibirán el envío y el crucifijo
misionero. Os pedimos sostenerlas con la cercanía, el afecto y, sobre todo, con la oración, para que
estén disponibles a vivir intensamente este año de preparación a la misión ad gentes que es también
“misión global”, porque abraza todas las realidades, todos los pueblos y culturas, todos los
hermanos y hermanas, “huéspedes” de la misma “casa común”.
Con respecto a la “casa común”, proseguimos nuestro camino con la mirada, la mente y el corazón
fijos en el proyecto “Para una casa común en la diversidad de los pueblos”. Digo “fijos” porque,
como FMA, no podemos vivir desconectadas del grito de nuestros hermanos y hermanas migrantes,
de modo particular, de los jóvenes y de los menores no acompañados, forzados a dejar su casa,
tierra, familia… en busca de vida, de dignidad, de paz con el sueño de realizar la construcción del
propio futuro.
Al regreso de su viaje a Irlanda (26.08.2018), durante la Conferencia de Prensa, el Papa Francisco
ha afirmado que «Acoger a los migrantes es una cosa antigua como la Biblia. En el Deuteronomio,
en los mandamientos, Dios manda: acoger al migrante, “al extranjero”. Es una cosa antigua, que
está en el espíritu de la revelación divina y también en el espíritu del cristianismo. Es un principio
moral».
También el Evangelio de Mateo (cap. 25) es muy preciso al respecto cuando dice: «Venid, benditos
de mi Padre, recibid en herencia el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo.
Porque […] era forastero y me habéis hospedado».
Queridas hermanas,
A veces, tantos de nuestros hermanos y hermanas migrantes son etiquetados por prejuicios, por
condenas… y mirados con desprecio, considerados lo descartable de nuestro tiempo. ¡Sean nuestros
gestos siempre más marcados por la acogida y por la fraternidad! Busquemos de mirar siempre más
a los migrantes como hijos amados de Dios, como hermanos nuestros, como personas y no como
números. ¡También por ellos Jesús ha entregado la vida en la Cruz!
2. Os invito en este día 14 a tener un gesto concreto en comunidad: preparad una cruz de madera y
ponedla en la capilla, delante del altar. Sobre esta cruz, escribid el nombre de algunas personas
migrantes que conocéis o con quienes estáis en contacto; o bien, el nombre de las naciones donde
más grande es el flujo migratorio, es decir, donde más personas huyen, donde más personas arriban.
Contemplad esta cruz y rezad: «Jesús, eres todavía forastero y deseamos hospedarte en nuestro
corazón. Estás verdaderamente presente en el rostro de cada migrante y deseamos hospedarte en
nuestro corazón».
Además, os pido depositar cerca de esta cruz, el nombre de las neo-misioneras 2018-2019, pidiendo
a la Virgen por estas hermanas, por su sí a la vocación misionera ad gentes, por su fidelidad y
adhesión al proyecto de Dios. Puedan hacerse disponibles a cruzar las fronteras del mundo para
llevar a todos el Evangelio de la alegría y de la esperanza. Sean capaces de transformar en vida
cuanto Dios ha dicho a Abram: «Sal de tu tierra, de tu patria y de la casa de tu padre, hacia el país
que yo te indicaré».
Puedan “dejar su casa” (nación, cultura, inspectoría…) y comenzar el viaje, “ligeras”, sin tanto
equipaje, hacia otra tierra, como respuesta gozosa a la llamada del Señor.
Podamos nosotras abrir, con renovado compromiso misionero, nuestro corazón y también nuestras
casas para acoger a quien camina hacia otra tierra: el migrante, el extranjero, el refugiado…
«Venid... era forastero y me habéis hospedado».
En comunión, por las calles del mundo, un abrazo fraterno y una oración de intercesión por vuestras
intenciones.
Consejera para las misiones
Mc 16, 15
La Cruz de Lampedusa