2. Las estatuas de la Plaza de Oriente
La Plaza de Oriente está poblada con
numerosas esculturas de los reyes godos. En
sus tiempos, esas estatuas estaban colocadas
en la cornisa superior del Palacio Real pero
debido a su peso, Carlos III decidió retirarlas.
En la plaza se quedaron veinte reyes
españoles, correspondientes a cinco
visigodos y a quince monarcas de los
primeros reinos cristianos de la Reconquista.
Algunas de esas estatuas, las que no
parecían peligrosas, se quedaron en su
atalaya palaciega, dos de ellas se encuentran
en el segundo piso de la fachada del palacio
que da a la plaza de la Armería.
3. Fíjate en ellas detenidamente, mira el
tocado de sus cabezas, llevan plumas y
eso no es propio de un godo de pelo en
pecho.
Pues estas dos estatuas son nada más y
nada menos que Moctezuma y Atahualpa.
El motivo por el que estos dos personajes
americanos se encuentren entre la
realeza goda hispánica no es otro que el
deseo de Carlos III por incluirles, ya que el
extinto territorio Inca y Azteca eran
territorios conquistados por España y el
rey quiso tener este detalle con ellos.
4. En este lugar ocurrió un hecho muy curioso en el siglo pasado. En 1910, con la llegada del
cometa Halley, hubo mucho revuelo en todo el mundo, los más agoreros dijeron que el
cometa impactaría con la Tierra provocando su destrucción. Este tipo de anuncios
catastróficos provocó muchos suicidios en todo el mundo.
Las Vistillas
Las Vistillas se
encuentran en una de las
supuestas siete colinas
que tiene Madrid, se
llama así por las bonitas
vistas que desde allí se
divisan.
5. Algunos periódicos madrileños de
la época, de forma jocosa,
propusieron que los madrileños
fuesen a las Vistillas a pasar un día
de fiesta, así si el cometa
impactaba con la Tierra todos
morirían contentos y felices
después de un día de fiesta, si no
pasaba nada, disfrutarían de la
fiesta y del espectáculo en el
firmamento.
No hace falta de decir que los que
asistieron a las Vistillas disfrutaron
de la fiesta y de un momento único
en la vida en un lugar fantástico de
Madrid.
6. El edificio “Metrópolis”
Desde 1911, el edificio Metrópolis nos da la
bienvenida al entrar a la Gran Vía. Es uno de los
edificios más bonitos de la zona pero, es por la
noche, cuando está iluminado, el momento en el
que nos ofrece una imagen realmente bonita.
Actualmente este edificio es propiedad de la
compañía Metrópolis, antaño lo fue de la
compañía de seguros La Unión y el Fénix y en su
cúpula había una escultura que representaba un
ave fénix.
Esta compañía de seguros, tiene en todos sus
edificios una escultura de un ave fénix, podemos
ver algunas en varios puntos de Madrid, como
en la Castellana o en Gran Vía.
Hoy la escultura que corona el edificio
Metrópolis no es un ave fénix, es una victoria
alada que se colocó allí en los años setenta al
cambiar de dueños el edificio.
7. La escultura original, la que coronó el edificio Metrópolis,
la que fue testigo mudo de un Madrid de coches de
caballos, tranvías e incluso fue testigo de los terribles
bombardeos de la aviación fascista durante la Guerra
Civil, sigue en Madrid, ¡por algo es un ave fénix!
La escultura original se encuentra no
muy lejos de su antiguo emplazamiento,
está en uno de los nuevos edificios de la
compañía de seguros en el Paseo de la
Castellana.
Desgraciadamente para la escultura, ya
no disfruta de las estupendas vistas que
tuvo en el pasado, se encuentra a ras del
suelo, oculta entre frondosos árboles.
8. Diego Rodríguez de Silva y Velázquez
Nada o casi nada queda de los lugares
que conoció Velázquez, ni la iglesia de San
Juan donde fue enterrado, ni el Alcázar
que tanto visitaba por ser el pintor de
cámara de los reyes, ni su casa, a pocos
pasos del Alcázar, la Casa del Tesoro, ni el
obrador donde fue pintado el cuadro que
estaba anejo a su casa.
La iglesia de San Juan fue derribada por
José Bonaparte para construir la Plaza de
Ramales, el Alcázar fue pasto de las
llamas en la Nochebuena de 1734, hoy
sobre sus restos se levanta el Palacio Real.
La Casa del Tesoro y el obrador donde se
pintaron las Meninas también
desaparecieron por obra de José
Bonaparte para construir la actual Plaza
de Oriente.
9. Todo desapareció, incluso los restos mortales del pintor, lo que no ha desaparecido
son sus obras ni el recuerdo de aquellos lugares en el que el pintor vivió.
En la Plaza de Oriente, justo donde se encuentra el Café de Oriente, hay una placa
que recuerda que en ese mismo lugar vivió y trabajó uno de los grandes genios de
la pintura y donde se pintó uno de los cuadros más importantes y más influyentes
de la historia del arte, Las Meninas.
10. La estatua ecuestre de Felipe III
Todo el mundo sabe que los caballos
son herbívoros, todos menos uno, el
caballo que es montado por el rey
Felipe III y que se encuentra en el
centro de la Plaza Mayor.
La escultura fue realizada a principios
del siglo XVII y fue un regalo del Gran
Duque de Florencia al monarca
español.
En un principio la estatua estaba en la
Casa de Campo hasta que en 1848, la
reina Isabel II ordenó el traslado a la
Plaza Mayor.
11. Durante todos estos siglos el
caballo se alimentó de
cientos de gorriones y otros
pajarillos que tuvieron la
desgracia de meterse en su
boca para buscar cobijo, los
incautos pájaros en vez de
cobijo encontraban una
trampa mortal. Los pobres
pájaros quedaban atrapados
en el interior de la estatua,
en la más absoluta oscuridad
y sin escapatoria, esperando
una muerte larga, cruel y
anónima.
12. Obviamente nadie sabía que esto
ocurría hasta que en 1931, unos
exaltados derribaron la estatua y la
hicieron pedazos, descubriendo un
verdadero cementerio de pajarillos en
el interior del caballo.
Cientos y cientos de pequeños
esqueletos y plumas salieron a la luz
para asombro de los que presenciaron
la escena, exaltados incluidos.
Al finalizar la Guerra Civil se restauró la
estatua y aprovecharon para sellar la
boca al caballo impidiendo así que
otros miles de pájaros corrieran la
misma suerte.
13. El púlpito del Arco de Cuchilleros
Pocos, muy pocos recaen en la presencia de una
barandilla metálica en el interior del Arco de
Cuchilleros que vivió en primera persona un
episodio decisivo en nuestra historia reciente.
El arco es una de las nueve puertas que posee la
Plaza Mayor, posiblemente sea la más evocadora
de todas ellas y desemboca en la colorida y
efervescente Cava de San Miguel. Su nombre
oficial es “Calle de la Escalerilla de Piedra”. En el
interior del mismo, antes de dar paso a los
estrechos peldaños de su escalinata existe a
mano derecha una plataforma de piedra
coronada con una barandilla metálica de forma
semicircular y que nos evoca claramente a un
púlpito.
14. Sin embargo, ahí donde lo veis, tuvo un papel decisivo
en la historia de Madrid. Desde esta plataforma,
Antonio, un fraile del Convento de San Gil, arengó y
motivó con su discurso a una importante masa de
madrileños para que se sublevasen contra las fuerzas
invasoras. Hablamos de las tropas francesas y de mayo
de 1808. Así es, en ese punto se originó el germen que
dio lugar a la Guerra de la Independencia. Ahí nació el
espíritu que llevó a alzarse contra los hombres de
Napoleón.
Otra fecha importante para este escurridizo rincón fue
el 1978, aunque por otros motivos. Durante aquel año
parece que los vándalos de Madrid la tomaron con él ya
que hasta en dos ocasiones, la segunda un once de
noviembre, la barandilla fue robada por lo que el
Ayuntamiento tuvo que reponerla.
Como una última curiosidad indicar que junto al púlpito podemos ver el acceso a un portal, a
una casa de vecinos. En ese bloque fue donde Benito Pérez Galdós ubicó la vivienda de
Fortunata, una de las dos protagonistas de su novela “Fortunata y Jacinta”
15. El cocodrilo de la Iglesia de San Ginés
¿Qué pensaríais si entraseis a una iglesia y
os encontraseis un cocodrilo disecado de
cerca de dos metros de largo? Esta pregunta
que suena a chiste no hace mucho lo vivían
en primera persona todos aquellos que se
acercaban a una céntrica iglesia de Madrid,
¿a cuál?
La respuesta la hallamos en la Calle Arenal,
nº13, en la peculiar Iglesia de San Ginés.
Sin ser una de las más bonitas de Madrid, las
historias que en torno a ella perduran, como
la del fantasma sin cabeza, siempre la han
puesto en el disparadero.
Hoy vamos con otra curiosidad, esta mucho más real y tangible que la del espectro aunque
también con su parte de leyenda. Hasta hace recientemente poco, en una de las capillas del
templo, la Capilla de la Virgen de los Remedios, los fieles y los visitantes no podían evitar poner
una cara de asombro al observar a los pies de la virgen un cocodrilo disecado de grandes
dimensiones pero, ¿cómo llegó el reptil a ese sagrado lugar?
16. El culpable de esta exótica presencia fue Alonso
de Montalbán, Comisionado de los Reyes
Católicos quien en uno de sus viajes por
América fue perseguido por un grupo de
cocodrilos, seguramente con no muy buenas
intenciones.
Tras lograr ponerse a salvo en una isla, de
nuevo, tanto él como su familia, se vieron
amenazados por otro gran cocodrilo. Para salir
vivos de aquella tesitura, Alonso se encomendó
a la Virgen de los Remedios. Tras escapar sano y
salvo de la persecución del reptil, a su regreso a
Madrid, mandó esculpir la imagen de la Virgen
y a sus pies, ordenó colocar al cocodrilo
disecado, en recuerdo de aquella milagrosa
hazaña.
El animal estuvo a la vista de todos, feligreses y curiosos, desde 1522 hasta hace poco tiempo,
cuando un día, misteriosamente, desapareció de su sitio. Según se cuenta, el párroco estaba ya
cansado de las visitas a la “capilla del lagarto”, que poco tenían que ver con la fe y que sólo iban
en busca del animal, así que optó por retirarlo de la “vida pública”, alejado de las miradas
curiosas.
17. El Palacio de Liria
El Palacio de Liria, residencia de la
Casa de Alba en la capital fue
promovido por el Tercer Duque de
Liria a finales del Siglo XVIII quien
quería un flamante palacio para su
dinastía.
El Duque le dio una orden clara y
concisa al arquitecto del proyecto,
Gilbert, el palacio debía levantarse
sobre el lugar más sano y
saludable de toda la ciudad. Fue
entonces cuando el francés echó
mano de un método tan sencillo
como primitivo.
Colocó varias tiras de carne de ternera al aire libre, repartidas por toda la ciudad, y volvió tras
varias semanas a ver en qué estado de encontraban. Su sorpresa fue comprobar que casi
todas estaban en avanzado estado de putrefacción menos una que se conservaba mucho
mejor. Ésta, situada al final de la Calle de los Afligidos (actual Calle Princesa) se beneficiaba
de los aires procedentes de la sierra y mostraba un aspecto más saludable, una pieza de
carne que marcó la ubicación exacta donde se debería levantar el futuro Palacio de Liria.
18. El alumbrado público de Madrid
El primer alumbrado público lo impuso Felipe II, quien obligó a los habitantes de la villa a «encender,
limpiar y conservar las farolas de aceite en las fachadas.
El 15 de octubre de 1765 se inauguró un nuevo sistema de alumbrado consistente un unos faroles de
algodón empapados en aceite y protegidos con cristales, sujetos a la pared con palomillas de hierro.
Se instalaron 4.408 atendidos por 100 faroleros.
19. El primer teléfono en Madrid
El primer teléfono que funcionó en Madrid fue el que se utilizó, con carácter privado, por
Alfonso XII en 1879 para unir el Palacio Real con el Palacio de El Pardo.
En 1885 se abrió el servicio a abonados, contando con tan solo 49 debido a su alto precio: 600
pesetas.
Primer teléfono inventado por Graham Bell
20. Hubo dos. Uno situado a las afueras de la puerta de Fuencarral, en la actual glorieta de Ruiz
Jiménez desaparecido en el primer tercio del siglo XIX y dando lugar al Hospital de la Princesa.
El otro se hallaba a la entrada de la calle Serrano, entre la de Claudio Coello.
Desapareció sobre 1734, cuando se construyó la plaza de toros de la Puerta de Alcalá, narra
María Isabel Gea Ortigas.
Quemaderos de la Inquisición
21. La Calle del León
La Calle del León es una calle de simple
trazado, recta y estrecha a la que sin embargo,
se le percibe una personalidad diferente.
Nace en la Calle del Prado y desemboca en
Atocha, muy cerca de la estación de metro de
Antón Martin, apenas unos 250 metros que
nos llevan desde las edificaciones típicas del
Siglo de Oro español hasta la segunda mitad
del Siglo XX. Una travesía de varios siglos que
se puede realizar a pie, en pocos minutos.
En la placa de la Calle del León se resume
perfectamente la anécdota que originó su
nombre. Según cuenta la tradición hubo en
esta calle un indio que tenía un león dentro de
la jaula y que, a modo de espectáculo, lo
enseñaba a la gente a un precio de dos
maravedíes. La presencia de esta curiosa
atracción terminó por bautizar la calle.
22. En esta breve pero intensa vía vivió durante varias temporadas nuestro escritor más universal,
Miguel de Cervantes, exactamente en el edificio que hace esquina con la calle que lleva su
nombre, Calle de Cervantes. Además la Calle del León, antes de denominarse así se llamaba Calle
del Mentidero pues fue aquí donde estuvo uno de los mentideros más importantes de la Villa, el
de los Cómicos. (Los mentideros eran los puntos de encuentro en los cuales, durante el Siglo de
Oro, la gente de Madrid se reunía para hablar y conversar de cualquier tema).
El idilio de la Calle del León con la literatura no termina aquí y es que en el número 27 nació todo
un Premio Nobel como Jacinto Benavente.
23. Se trata de la fuente de los Caños del Peral, un pequeño monumento del siglo XVII que está
situado bajo la plaza de Isabel II. En sus orígenes, formaba parte de unos baños árabes y pasa por
ser una de las primeras fuentes de la ciudad.Junto a ella había un acueducto, llamado de Amaniel,
que suministraba agua hasta el cercano Palacio Real. Al realizar obras en la zona a principios del
siglo XIX, se decidió ‘enterrar’ la fuente, que ha permanecido oculta durante casi 200 años hasta
que a principios del s. XXI unas reformas en el suburbano madrileño la volvieron a descubrir.
Ahora forma parte de un reducido museo arqueológico de 200 metros cuadrados que bien
merece una visita si las prisas por coger el metro lo permiten.
Una fuente monumental en el
metro
Antes de coger el metro en la
céntrica estación de Ópera hay
que acercarse a una joya
escondida hasta hace muy
poco en Madrid.
24. De paseo por la calle Mayor, en pleno centro de Madrid, el número 61 esconde un edificio que
suele pasar desapercibido por la mayoría de los transeúntes. Se trata de la considerada como
‘casa más estrecha’ de la capital. Con poco más de cuatro metros de ancho, este inmueble
antiguo se ha conservado gracias a que entre sus paredes vivió y murió, en 1681, una leyenda
de la literatura española como Calderón de la Barca. Tan ilustre habitante hizo que se quisiera
mantener en pie un edificio que, de otra forma, no hubiera resistido a la modernización de la
ciudad llevada a cabo a lo largo de los siglos posteriores.
La casa más estrecha,
hogar de Calderón de la Barca
25. La capital alemana y Madrid están hermanadas –sus escudos incluso están protagonizados por un
oso- y esa unión hizo que tres bloques del muro fueran trasladados a la urbe española para que
sus habitantes pudieran recordar este episodio negro de la historia. Incluso estos fragmentos
cuentan con sus pinturas originales, aunque estuvieron a punto de ser borradas por un
funcionario despistado. Están instalados en el parque de Berlín, entre las calles de Príncipe de
Vergara y Ramón y Cajal, en pleno Chamartín. Casi cinco hectáreas de verde que acogen, entre
otros elementos, una estatua de Beethoven y otra del oso berlinés. Un rincón muy alemán
idóneo para disfrutar de un buen paseo.
El muro de la vergüenza… en Madrid
Durante gran parte del siglo XX un
muro separó una ciudad, un país y el
mundo entero. Berlín vivió durante
años dividida por un bloque de
hormigón y cemento de más de 150
kilómetros y 3,5 metros de altura que,
hasta su caída el 9 de noviembre de
1989, avergonzó a la humanidad.
26. La plaza más pequeña y la calle más corta
Más céntrica, imposible... En pleno Madrid de los
Austrias. No en vano, la atraviesa la diminuta calle del
Conde y, un poco más allá, aparece la calle Segovia.
Allí se sitúa la plaza más pequeña de la capital, la
Plazuela de San Javier, presente ya en los planos de la
urbe del siglo XVIII. Un flamante palacete rojo con
título nobiliario incluido en su escudo se erige como
epicentro. Un lugar en el que perderse, desde luego.
El lugar es el escenario, además, de la mítica zarzuela
de Luisa Fernanda, estrenada en el año 1932.
Mientras la calle más corta de Madrid está en pleno
centro y por ella pasan al día miles de personas.
Se trata de la calle Rompelanzas, de apenas unos
metros entre las calles de Preciados y del Carmen. Se
tarda pocos segundos en cruzarla.
La vía más larga de la ciudad es, por cierto, la calle de
Alcalá, que cuenta con más de 10 kilómetros de
longitud.
27. El Cementerio de los Ingleses
Por no ser católicos se les impedía ser
enterrados en un cementerio al uso.
De ahí que éste asentado en el barrio de
Carabanchel (actual calle Comandante
Fontanes) diera cobijo a los cuerpos de los
extranjeros. Y de ahí también el nombre,
Cementerio Británico, aunque no todos los
inquilinos tienen esa nacionalidad.
Y es que el primer enterramiento fue el del
señor Arthur Thorold en 1854, inglés de pura
cepa. Luego llegarían los Bauer, Parish
(fundadores del Circo Price) y hasta miembros
de la familia Loewe.
Ya no suelen celebrarse actos funerarios, pero
sí es posible enterrar cenizas.
28. En 1796 se compraron unos terrenos cerca de la
actual plaza de Colón, pero al no obtener el
permiso para realizar enterramientos allí, debido a
que por el crecimiento urbanístico ya se
encontraban en el centro de la ciudad, nunca se
usaron para este fin; en esta ubicación se
encuentra actualmente el consulado británico.
Posteriormente hubo un intercambio de terrenos
entre los dos gobiernos y la correspondencia oficial
ya nombra el actual emplazamiento en 1850, «a la
derecha de la carretera de Carabanchel, más allá
del Puente de San Dámaso», cuyas escrituras datan
del 17 de agosto de 1853.
El gobierno español presionó para que los
enterramientos se hiciesen «sin culto, ritual,
pompa, ni publicidad», aunque la revista Illustrated
London News, recogió un enterramiento en el que
participó «una carroza fúnebre de cuatro caballos,
seguida de ocho carruajes».
Desde principios del siglo XX se permite el enterramiento de miembros de otras confesiones,
aunque no sean cristianos, por lo que también hay una parte judía e incluso una tumba musulmana.
29. Una bodega de cine:
Se celebran presentaciones, se ruedan películas y anuncios,
se organizan cócteles... Todo cabe en la Antigua Bodega San
Blas (Bodega de los Secretos), un fascinante enclave de 360
metros cuadrados esculpido a base de arcadas de piedra
originales. Se levantó en el siglo XVIII para la elaboración y
conservación de tinajas de vino, siendo una de las bodegas
con más solera de la capital. Su ubicación: a apenas unos
pasos de la estación de Atocha, en la calle San Blas, 4, como
su propio nombre indica. Es decir, el Barrio de las Letras.
30. El origen árabe de Madrid, o Magrit / Mayrit, aún sigue presente en la capital.
Poco queda de la presencia musulmana en la ciudad, pero quien quiera descubrirla debe
acercarse a la Cuesta de la Vega (cerca de la Catedral de la Almudena). Allí podrá ver los restos
de la antigua muralla que rodeaba la ciudad allá por el siglo IX.
Pasa por ser la construcción aún en pie más antigua de Madrid, si se tiene en cuenta que el
Templo de Debod (cerca de la plaza de España) fue traído piedra a piedra desde Egipto y, por
tanto, su antiguo origen está en el país africano.
La muralla árabe de Madrid
31. Muchas ciudades europeas cuentan
con carrillones centenarios que atraen
a multitudes. Praga o Múnich tienen
buenos ejemplos. Madrid no tiene uno
tan popular, pero sí compite en
encanto. Se trata del carrillón situado
desde principios de los 90 en el número
8 de la plaza de las Cortes, junto al
hotel Palace.
El carrillón de las Cortes
Conocido como el carrillón de Groupama, por la marca de seguros alojada en el inmueble,
dispone de cinco alegres figuras, creadas a tamaño natural por el dibujante de culto Antonio
Mingote, que salen al exterior puntuales a las doce del mediodía y a las ocho de la tarde para
saludar a los presentes. En fechas especiales o en Navidad, los autómatas amplían el horario y
ofrecen su espectáculo a las 12, 19, 20 y 21 horas. ¿A quién representan las figuras? Son el
pintor Francisco de Goya, el rey Carlos III, la duquesa de Alba, el torero Pedro Romero y una
‘manola’, la típica mujer castiza de Madrid.
32. Pocas esculturas al aire libre hay
dedicadas a Lucifer en el mundo
y una de ellas está en Madrid. El
imprescindible Parque del Retiro
esconde esta joya de Ricardo
Bellver, instalada para ser
admirada por los viandantes
desde 1885. ¿Un homenaje al
ángel caído o una lección de las
consecuencias de la soberbia?
Los ángeles caídos de Madrid
La controversia siempre ha acompañado a esta imagen que, además, está situada a una
altitud topográfica oficial de 666 (el número de Satanás) metros sobre el nivel del mar. Una
réplica de la misma está situada en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (calle de
Alcalá, 13).
La capital cuenta con otro ‘ángel caído’, aunque oficialmente no representa a Lucifer, en el
tejado del edificio que hace esquina entre la calle Mayor y la calle Milaneses.
33. El reloj mas grande de Madrid
Algunos relojes tienen una función meramente
práctica, la de informar al peatón, entre sus
habituales prisas, de la hora en la que vive. Otros
aparecen más por una función estética.
Espolvoreados por Madrid habitan un buen
número de relojes. Los hay famosos, como el de
la Puerta del Sol, solares, como por ejemplo en la
Plaza del Rey, o articulados, como el de la Calle
de la Sal pero ¿cuál es el más grande de todos?
Resulta que éste lo encontramos en el exterior de
la Estación de Atocha, coronando una torre
cuadrada de ladrillo.
Sobre un fondo blanco, desde la distancia es
imposible hacerse a la idea de que sus manecillas
miden 5 y 7 metros respectivamente, aunque en
esta foto, si las comparamos con el tamaño de la
puerta y el de la barandilla ya vamos asimilando
su descomunal talla.
34. La Iglesia de San Pedro el Viejo no
es una de las más bellas y
espectaculares sin embargo es,
junto a la Iglesia de San Nicolás de
los Servitas, uno de los templos
más antiguos de Madrid puesto
que ambas aparecen ya
mencionadas en el Fuero de
Madrid 1202.
¿Por qué la Iglesia de San
Pedro el Viejo se llama así?
Resulta que originalmente el nombre de esta iglesia era “San Pedro el Real”, y así lo fue
durante siglos, hasta el año 1891 cuando dejó de ser parroquia en favor de la actual Iglesia de
la Paloma, cuyo nombre oficial resulta que es precisamente ese “San Pedro el Real”.
Fue entonces cuando los madrileños buscaron una nueva denominación para la iglesia original
ya que la existencia de dos templos con el mismo nombre podía dar lugar a equivocaciones.
Pronto optaron por rebautizar al vetusto templo con el nombre de “San Pedro el Viejo” para
honrar así su dilatada veteranía. Dicho y hecho. Desde entonces, todo el mundo que quería
referirse al templo ubicado en la Calle del Nuncio lo hacía refiriéndose a él como San Pedro el
Viejo. en el tejado del edificio que hace esquina entre la calle Mayor y la calle Milaneses.
35. Es posiblemente la única fuente en chaflán que tiene Madrid. Una
discreta obra que resulta prácticamente invisible a los ojos de quien
pasa a su lado. Aún así, es otro de los cientos de detalles que
salpican la ciudad con curiosidades que merecen ser atendidas,
quizás así la miremos con otros ojos.
Ella es, la Fuente de los Delfines.
La fuente que siempre estuvo ahí. La Fuente de los Delfines
La antiguas Escuelas Pías, hoy Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid, ocupa
una gran manzana que rodean las calles de Farmacia, Hortaleza y Santa
Brígida. Es precisamente en el cruce de estas dos últimas donde vive, con más
pena que gloria, una misteriosa y discreta obra conocida como la Fuente de
los Delfines, que antaño brilló mucho más, con otro nombre y otro aspecto.
Su diseño original corresponde a Ventura Rodríguez, uno de los arquitectos
más brillantes de la época, autor en Madrid de edificios como el Palacio de
Liria o la Iglesia de la Encarnación. Él ostentaba el cargo de Maestro Mayor de
la Villa y de sus Fuentes y Viajes de Agua por lo que recibió el encargo de
‘adecentar’ una fuente que ya existía en ese mismo espacio mucho tiempo
atrás y que aparece en el genial plano de Texeira, la Fuente de las Recogidas
llamada así por estar junto al Convento de las Recogidas (o Arrepentidas).
36. Las fuentes de Cibeles y Neptuno son
hermanas, ese es un dato que algunos ya
conocen, lo que menos gente sabe es que en
realidad son trillizas ya que tienen una última
familiar, menos conocida y afamada.
Semioculta entre árboles, la fuente de Apolo
completa esta particular familia de piedra.
Fue durante el reinado de Carlos III cuando el
Paseo del Prado sufrió una profunda reforma.
Bajo el nombre de Salón del Prado se pone en
marcha un ambicioso proyecto que arrancaba
en la Glorieta de Atocha (o del Emperador
Carlos V) hasta la mencionada Cibeles y que
buscó acondicionar y embellecer una zona
que, con el paso de los años, se había sumido
en el abandono.
La hermana secreta de Cibeles
y Neptuno
37. Dentro de este lavado de cara, Ventura
Rodríguez recibió el encargo de diseñar tres
conjuntos escultóricos relacionados con la
mitología. Así surgieron las famosas fuentes
vecinas de Cibeles y Neptuno pero como digo,
existe una tercera en la que menos gente
repara, dedicada a Apolo. Si caminamos por la
zona central del Paseo del Prado, a la altura del
Número 6, nos encontraremos con nuestro
escurridizo e inmóvil protagonista.
Es verdad que mientras Cibeles y Neptuno ocupan la posición central de una plaza, a la vista de
cualquiera, el Dios de las Artes, habita en un lugar mucho menos visible, lo que hace que sea
un relativo desconocido tanto para la gente que vive en Madrid como para los visitantes. Se
empezó a construir en 1780 y se inauguró en 1803.
También es conocida como la Fuente de las Cuatro Estaciones ya que en el pedestal sobre el
que se erige Apolo encontramos, en las esquinas, alegorías de los cuatro periodos que
componen el año. También aparecen en la fuente, en los dos laterales, las cabezas de Medusa
y de Circe, que mucho más inofensivas que en la mitología se dedican a lanzar agua desde sus
bocas. Coronando la fuente, está el Dios Apolo sujetando una lira, instrumento que utilizaba
para dirigir el coro de las nueve musas, y aplastando con su pie a una serpiente.
38. Desde 1919 Francisco Goya, autor de cuadros
como ‘Los fusilamientos del 3 de mayo’ o ‘Los
caprichos’ descansa en Madrid, más
concretamente en la Ermita de San Antonio de
la Florida, acompañado de una de sus más
geniales obras. Sin embargo, lo hace bajo una
misteriosa circunstancia, sus cuerpo reposa
decapitado.
¿Dónde está la cabeza de Goya?
Toda la rocambolesca historia que rodea a los restos mortales de Goya comenzó de una forma
arbitraria y casual. Estaba en 1880 el cónsul español en Burdeos, Joaquín Pereyra visitando la
tumba de su mujer en el cementerio de la ciudad francesa cuando descubrió, con asombro,
que allí mismo, a no muchos metros, descansaba el ilustre artista aragonés, fallecido
precisamente en Burdeos en 1828.
Ya resulta insólito que durante esos 52 años a nadie le hubiese dado por cuestionarse el
paradero del autor de cuadros como ‘La maja vestida’. El caso es que una vez realizado el
descubrimiento, Pereyra comenzó el correspondiente trajín burocrático para devolver los
restos a España, un tedioso proyecto que se alargó durante varios años y que reportó una
intrigante sorpresa al exhumar el cadáver. Allí estaban los restos del pintor pero con una
ausencia significativa, faltaba su cabeza.
39. La estupefacción de los presentes no se hizo esperar. De
nuevo ajetreo burocráctico y ante las dudas que
amenazaban con paralizar el proceso, un tajante telegrama
llegado de España: “Envíe Goya, con cráneo o sin él”. Y así
fue, los restos del aragonés abandonaban Francia en junio
de 1899 para ir a parar a la sacramental de San Isidro.
Penúltima parada de Goya ya que, en 1919, sus restos eran
reubicados, de forma definitiva, en la Ermita de San
Antonio de la Florida, donde aún podemos visitarlos.
La pregunta es obvia y necesaria ¿qué sucedió con la cabeza del pintor? cabeza del pintor?
Aquí surgen muchas teorías, algunas más infundadas que otras. La primera dice que, aún en
vida, Goya le dio permiso a su amigo el Doctor Laffargue para que, una vez muerto le cortase la
cabeza y procediese a un estudio frenológico. En aquel momento la frenología (una
pseudociencia que se apoyaba en la forma del cráneo para trazar nexos con los rasgos de la
personalidad de la gente) estaba muy de moda, así que es posible que su decapitación se
realizase para tal efecto.
Otras voces dicen que el cadáver de Goya fue profanado y su cabeza cortada, con el mismo
objetivo que en la anterior hipótesis, un estudio frenológico, pero añadiendo la variante de que
sin su consentimiento. Otra teoría apunta a que fue el artista quien pidió que su cabeza fuese
llevaba a Madrid para ser enterrada junto a la Duquesa de Alba.