1. Margarita Hernando de Larramendi, “L'esultanza della serenitá (soggiorno pisano)”.
Edizioni ETS, Colección Hesperiae, Pisa (Italia), 2010 127 pp.
http://www.edizioniets.com/Scheda.asp?N=9788846726933
El poemario de Margarita de Larramendi es una reivindicación de la alegría serena, de
la grandeza escondida tras el goce sosegado de los sentidos, de la aceptación tranquila
de cualquier experiencia física y, a veces, de su transformación en breves instantes de
felicidad. Estas pinceladas felices componen un cuadro de plenitud interior que no es
resultado de afanes o enfrentamientos, sino que es producto de haber recorrido el
camino que se ha presentado cuando se ha presentado y de querer que la paciencia filtre
nuestra percepción sin apriorismos, como un hilo conductor continuo que dotará
nuestras vidas de una cohesión de obra circular.
En su estructura, se trata de una secuencia de ideas poéticas cuya lectura ordenada lleva
al lector a recorrer un camino en el que creará los ambientes y sentimientos propicios
para avanzar hasta el estado cómplice en el que la autora quiere colocar su mensaje, si
bien no sabemos si este efecto ha sido buscado por la autora conscientemente o surge de
forma natural como consecuencia de la cronología de su creación.
Yo diría que para ser captada en su exacta dimensión, la alegre serenidad que la autora
transmite necesita un estado de ánimo que el poemario va creando a través de su lectura
ordenada. Comienza por crear la conciencia de la conquista del espacio íntimo, esa
soledad enriquecedora llena de añoranzas y recuentos, quitando todo aquello que distrae
nuestro pensamiento (“Las paredes vacías/ el alma llena”). Silencio, vacío, aire,
belleza, aromas, ausencias, presencias, matices, derrotas, quietud y vértigos. Nos
queremos observar a nosotros mismos en un esfuerzo por descubrirnos plenamente,
acallando el yo interior (“Qué difícil / olvidar la primera persona de todos los verbos /
seguir adelante en la conjugación / y adentrarse en la profundidad del océano”). A
continuación, en el poema “Ataraxia” la autora nos dice: “No hay ningún mal / que yo
no haya previsto / ...”, y se abre paso la conciencia de que existe esperanza pues “Me
expongo a la vida / rotas ya las corazas de la falsa ingenuidad”, donde ya aparecen
palabras de “sosiego”, “tranquilidad”, “paz”.
Al final de este lienzo escrito, la sensación de aire, de espacio vital conquistado tras las
experiencias de la vida (“Ligera (pero cauta) / atraviesa desiertos / temiendo el
desplome de tanto cartón piedra / pero no / vuelve a casa y / -tranquila- / acaricia las
sólidas paredes”). Sin saber más, cierro los ojos y pienso también que “las campanas me
anuncian / -lentamente- / llegada de la serenidad”.
María Méndez