Este documento presenta el programa para la rectoría de la Universidad Nacional de Colombia para el período 2015-2018. Plantea que la universidad está llegando a su límite debido a la insuficiencia de recursos, lo que ha afectado su calidad. Propone repensar la identidad de la universidad para enfocarse en su naturaleza pública, nacional y estatal, promoviendo la democracia, diversidad y autonomía. También busca fortalecer su papel en la construcción de la nación desde las regiones y mejorar su financiamiento por
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Propuesta Rectoria Mario Hernandez
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¡SÍ PODEMOS: UNIVERSIDAD PÚBLICA, NACIONAL Y ESTATAL!
PROGRAMA PARA LA RECTORIA DE LA UNIVERSIDAD NACIONAL
PERÍODO 2015-2018
MARIO HERNÁDEZ ÁLVAREZ
¿CUÁL ES LA SITUACIÓN ACTUAL?
Es claro que la Universidad Nacional está llegando a su límite de exigencia
institucional con los recursos disponibles. Si ha sostenido los indicadores de
productividad y visibilidad internacional no es por una gran gestión institucional
sino por un enorme esfuerzo cotidiano de la comunidad académica sostenida en
medio de la precariedad. Es un hecho que la insuficiencia del financiamiento
estatal ha obligado a la búsqueda desaforada de “recursos propios” por medio de
la venta de servicios académicos, más aún frente a la amenaza de la crisis fiscal
que se avecina. Esta permanente presión está afectando la calidad de lo que
hacemos y no nos permite disfrutar la experiencia de la formación, el conocimiento
y la creación.
El rebusque y la concentración del esfuerzo en los logros personales o del
pequeño grupo está produciendo una gran fragmentación de la comunidad
académica, un serio distanciamiento entre sus miembros y una incapacidad para
tramitar y resolver conflictos, discriminaciones e inequidades crecientes.
Contrastan los muchos acumulados de la Universidad Nacional con su pérdida de
participación y proyección en la vida nacional. El país atraviesa ciertamente por
una coyuntura crítica, pero a la vez cargada de esperanza asociada al empeño de
superación del conflicto armado. Construir una sociedad capaz de tramitar sus
conflictos por una vía pacífica y democrática es un proyecto de mediano y largo
plazo que tiene en la firma de un acuerdo de paz su indispensable comienzo hacia
transformaciones estructurales. Frente a este reto, la Universidad Nacional deberá
tomar alguno de los muchos caminos abiertos en el post-acuerdo. Para ello, como
universidad, y no como otra “institución educativa” más, deberemos asumir a
fondo nuestros propios conflictos, para convertirnos en laboratorio vivo y
paradigmático de construcción de democracia, justicia y paz.
Hoy, la Universidad Nacional se ve abocada a un profundo dilema: o continúa el
camino de la adaptación institucional a las exigencias de la mercantilización global
de la educación, la ciencia y la tecnología, para competir en un mercado abierto en
el que no hay diferenciación alguna; o se concentra en la exploración profunda de
su naturaleza, para reformular una identidad que le permita acopiar su acumulado
y reorientar su trayectoria, de manera democrática y de cara a la sociedad
colombiana.
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Esta aspiración a la rectoría pretende construir sobre lo construido, corregir lo
equivocado y desarrollar iniciativas creativas. Aglutinar a la comunidad
universitaria para transformar rumbo. Es una oportunidad para repensar la
Universidad, la academia y su compromiso con el país.
DESDE LA COMUNIDAD UNIVERSITARIA PODEMOS
Nuestra Universidad es un logro de la nación colombiana y es un resultado de la
labor de sus profesoras, profesores, estudiantes, trabajadoras y trabajadores.
Todos y todas construimos universidad en el día a día, desde la diversidad de las
ciencias, las profesiones y las artes, pero también de las culturas, las regiones, las
religiones, los géneros, las posiciones políticas. Es un poderoso acumulado
académico y cultural que ha formado a miles de profesionales de todas las ramas
del conocimiento y del saber, fundamentales para el crecimiento cultural, científico,
social y económico del país. Hemos sido un baluarte de los valores democráticos
que fundan las aspiraciones de paz de la sociedad colombiana.
Desde el lugar que ocupamos, aún en medio de la dispersión y el individualismo
rampante, no se puede olvidar lo que valoramos como el factor capital: la
Universidad Nacional es una comunidad con historia. Es desde ese alto lugar
común desde donde relanzamos los valores de una verdadera cultura
universitaria de reconocimiento mutuo, de respeto y de construcción colectiva a
partir de reglas claras y escenarios legítimos. Más que expertos con
competencias, somos intelectuales.
En la Universidad se ha expandido la sensación de una aberrante paradoja: cada
vez hay menos tiempo para la actividad académica. Si nos vinculamos a esta
universidad fue con la expectativa de poder hacer buena docencia, investigar o
crear. Poder dedicarse a esas actividades con la concentración que ellas exigen
es una aspiración central en la vida de los académicos. La falta de condiciones
materiales y la proliferación de arbitrarias exigencias burocráticas están asfixiando
la vocación por el conocimiento y el ambiente intelectual que se requiere.
Desde la comunidad universitaria podemos repensar y reorientar la Universidad,
para desarrollar su naturaleza institucional y proyectarla en el largo plazo. Para
ello, debemos entrar en la preparación y realización de un Congreso
Universitario, aspiración de muchos de sus miembros, como escenario legítimo
para revisar las reformas institucionales recientes, ponernos de cara a la sociedad
colombiana y al mundo, desde la diversidad regional, y construir pactos sobre lo
común. El Congreso será un proceso de construcción autónoma de decisiones,
con la participación amplia y democrática de los tres estamentos universitarios.
Desde el comienzo mismo de mi gestión pondré el Congreso en el orden de lo
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urgente. Su realización se programará para un tiempo anterior a la terminación del
presente año.
UNIVERSIDAD PÚBLICA
¿Qué significa el carácter público de la Universidad? Nada menos que diversidad,
pluralismo y democracia. Diversidad plena, no confesionalidad disfrazada de
modernización y eficiencia. No existe un “bien público” abstracto. Existimos
públicos, que construimos identidades y proyectos colectivos. Por eso, lo público
es una construcción permanente, que parte del reconocimiento de las diferencias y
encuentra caminos solidarios para reconocer aquello que compartimos y podemos
reconocer como común.
La naturaleza pública está atada al concepto de autonomía universitaria, tanto
académica, como administrativa y de gobierno. Pero el ejercicio de autonomía no
puede hacerse sin democracia. Se requieren nuevas formas de gobierno
universitario, basado en la ampliación de los cuerpos colegiados y la elección
directa de sus directivas, que permitan garantizar decisiones colegiadas y
transparencia plena, sin cajas negras en la administración de los recursos. Esta
democratización permitirá mejorar superar la sensación de despilfarro y corrupción
que nos invade.
Democracia significa reconocimiento y ejercicio pleno de los derechos
humanos, libertad de expresión, de asociación, organización y movilización,
derechos sindicales y derecho a la negociación colectiva. Los conflictos laborales
no pueden seguir aplazándose hasta llegar a las vías de hecho. Si se construyen
pactos, hay que honrarlos y cumplirlos.
Construir lo público significa reconocer y fortalecer la diversidad cultural y de
etnia, dar cumplimiento y mejorar la política de equidad de género y avanzar
seriamente en la política integral para la población en situación de discapacidad.
La calidad académica no puede seguir asimilándose al cumplimiento de
requisitos de acreditación. Calidad implica la articulación cuidadosa entre
formación, investigación y extensión con el reconocimiento de las especificidades
disciplinarias, profesionales, de las artes y los nexos transdisciplinarios. La
reforma académica y las reglas para la extensión y la investigación requieren un
análisis detallado para adoptar concertadamente los cambios necesarios.
El Bienestar universitario debe ser concebido no como un conjunto de subsidios
para estudiantes pobres, sino como una organización de los recursos para generar
las condiciones que demanda el trabajo académico. Sin ellas no hay calidad
académica posible, más allá de los sellos de acreditación que tanto confunden.
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El carácter público nos obliga a recuperar el liderazgo en el sistema de educación
superior, en especial, en el Sistema de Universidades Estatales (SUE) para
valorar con otros ojos el papel de estas universidades en la reorganización de un
verdadero sistema de educación superior, donde el mercado y la competencia
individualista no predomine, sino que avancemos hacia la complementariedad y la
colaboración para afrontar problemas nacionales desde las regiones.
Desarrollar el carácter público implica pensar en la manera como participamos en
la construcción de lo público en el país, desde sus muy diversos públicos y
regiones; un compromiso con la solidaridad, el respeto y la identificación de los
asuntos comunes y prioritarios, para salir de la violencia, el “sálvese quien pueda”
y la impunidad cotidiana.
Significa construir relaciones estratégicas internacionales para recuperar la
naturaleza pública del conocimiento, superar la lógica monopólica de las normas
de propiedad intelectual, y exigir equidad en la producción y el acceso a la ciencia
y la tecnología, con perspectiva latinoamericana y de colaboración Sur-Sur.
UNIVERSIDAD NACIONAL
¿Qué significa nacional, en el nombre mismo de esta Universidad? Sin duda
alguna, el acumulado institucional y el compromiso con la construcción de
nación desde las regiones, desde la diversidad cultural, étnica y de género.
Significa un intenso esfuerzo por repensar la actividad académica que realizamos,
la docencia, la investigación, la innovación, la creación artística, la extensión
universitaria, en relación, interacción y compromiso con la sociedad que somos
y que quisiéramos ser, en medio de la geopolítica dominante a la que llamamos
eufemísticamente “globalización”.
El carácter nacional implica repensar el valor patrimonial de esta Universidad,
que tanto en Bogotá como en las demás sedes hace parte de la identidad de las
ciudades, las regiones y el país. Reconocer el patrimonio intangible significa
retomar la obra de distintas generaciones de rectores, decanos, decanas,
profesoras, profesores, estudiantes, trabajadoras y trabajadores, egresadas y
egresados. No podemos entrar en la lógica de un proyecto inmobiliario en
expansión. Por el contrario, es necesario rediseñar un genuino sistema combinado
de formación, investigación, extensión y educación cultural, que fortalezca el
Sistema Nacional de Patrimonio y Museos, que resignifique los espacios
culturales de los campus y los articule a las ciudades y las regiones.
De ninguna manera es posible vender un centímetro del campus ampliado de la
sede Bogotá en el proyecto de renovación del CAN. Por el contrario, es necesario
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proteger y renovar la Unidad Camilo Torres y el Edificio Uriel Gutiérrez, y proponer
el desarrollo bien financiado del Hospital Universitario en articulación con un
“centro hospitalario de occidente” que la ciudad y el país requieren. Al mismo
tiempo, nacional significa reconocer el aporte que la Universidad tuvo en la
profesionalización en salud en el Hospital San Juan de Dios, y contribuir a su
reapertura con prudencia pero con decisión, iniciativa y presencia de su
comunidad universitaria.
Reconocer el patrimonio tangible e intangible pasa por valorar seriamente la
posibilidad de declarar el campus de Bogotá un Bien de Interés Cultural (BIC) y
recurrir a su historia, al proyecto bauhaus que Leopoldo Rother imaginó, para
obtener recursos nacionales e internacionales para su restauración y ampliación
inteligente. Un bien común, un espacio público agradable, sustentable, peatonal
y con transporte interno colectivo, abierto todos los días -incluido viernes, fines de
semana y noche- para el goce pleno de la vida académica.
Una nueva organización intersedes es necesaria en la Universidad. Las
relaciones entre la Universidad y la sociedad tienen profundas particularidades en
las regiones que no son percibidas desde el centro. La autonomía deberá
ejercerse en las sedes, y desde ellas, generar el los pactos sobre la identidad y la
unidad institucional desde la diversidad territorial.
Lo anterior supone una revisión atenta de los proyectos de inversión que se
vienen proponiendo desde las necesidades de las sedes y facultades, para
construir acuerdos sobre un esquema de prioridades en la perspectiva de lo que
significa campus universitario en todas las sedes. Más aún si se tienen en cuenta
los bajos recaudos por el impuesto de la “estampilla UN” y la imposibilidad de
respaldar cualquier empréstito sin contar con respaldo, pero disfrazado de
“subsidio a la oferta” mientras engorda las arcas del sector financiero.
UNIVERSIDAD ESTATAL
La Universidad Nacional hace parte del Estado pero no es propiedad de ningún
gobierno, instancia u organización política. Es una institución estatal de
naturaleza constitucional especial, precisamente porque de otra forma la
autonomía se convierte en autosostenibilidad en un mercado abierto. Es necesario
que la sociedad, el Estado y quienes la constituimos entendamos esta dimensión
plenamente para exigir a los poderes del Estado un inaplazable nuevo trato para
la Universidad Nacional.
Este nuevo trato se debe traducir en financiamiento estable y suficiente, a partir
del pago de la deuda acumulada con las universidades públicas por parte del
Estado, acorde con la expansión que ha tenido la Universidad y con la que podría
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tener. Una ampliación responsable de la cobertura, desde el reconocimiento del
carácter estatal, pasa por un incremento sostenido del presupuesto nacional y no
por la disputa por los cupos de subsidio a la demanda para pobres. Universalidad
en el acceso, más que focalización, es lo que realmente construye equidad y
reconocimiento. “Ser pilo paga” es el comienzo de la transformación del
financiamiento de la oferta (presupuesto) hacia el subsidio a la demanda de los
pobres (pago por cupos), como el régimen subsidiado en salud, para retirar de una
vez por todas las diferencias entre lo público y lo privado en educación superior.
Por esta vía, las universidades públicas pronto nos veremos sometidas a la
competencia voraz por los recursos públicos, pero con el lastre de una deuda
acumulada. Como los hospitales, esta ruta conduce al callejón sin salida del ajuste
por lo bajo o a la quiebra.
El sistema de admisión vigente debe ser revisado. Es inequitativo porque
discrimina entre disciplinas, profesiones y artes. Ha causado sensibles
traumatismos en los programas de sedes como Palmira, Manizales y Medellín, y
preocupa la disminución de la admisión de estudiantes mujeres, que en el primer
semestre de 2014 apenas alcanzó el 36%.
Un nuevo trato del Estado pasa por reconocer la actividad académica en todas sus
dimensiones, revalorar el papel de la docencia, su calidad y la innovación
pedagógica, para superar el sesgo hacia cierto tipo de publicaciones, reconocer y
superar los abusos. Implica la reformulación, desde las comunidades académicas,
de la política de ciencia, tecnología e innovación, que supere el pragmatismo
de la supuesta innovación tecnológica y el disfraz de competencia en que han
caído las convocatorias de Colciencias. Esta tendencia burocrática subordina,
minimiza y oculta el papel de las ciencias humanas y sociales, las artes y las
profesiones como la arquitectura, el derecho y otras más. Se requiere respetar la
autonomía académica y afianzar la construcción colectiva de conocimiento, la
creación y la innovación desde los grupos, con equidad y reconocimiento de sus
especificidades, y reorientar la inversión de los recursos de las regalías en las
regiones hacia sus verdaderas necesidades y prioridades regionales y nacionales.
Pero para recibir ese nuevo trato, se requiere un liderazgo de la Universidad en la
formulación de políticas públicas de Estado, comenzando por una nueva ley de
educación superior, necesidad que eludió el actual gobierno para construir un
supuesto acuerdo que profundiza la mercantilización y el subsidio a la demanda.
Se requiere una vocería que exprese las propuestas alternativas al Acuerdo por lo
Superior 2034. El conocimiento debe ser entendido como un bien público de
acceso universal y la educación superior como un derecho fundamental. Para su
garantía, se requiere un nuevo pacto político que ponga en el centro la educación
como derecho universal y no como servicio obtenido en el mercado de manera
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diferencial e inequitativa según la capacidad de pago de las familias. El subsidio a
la demanda no hace más que reproducir las desigualdades existentes y concentrar
los recursos públicos en unos pocos, como lo ha demostrado el sistema de salud.
Es necesario comprometernos con la formulación democrática de una política de
Estado para construir la paz que asuma el reto de transformaciones
estructurales. En su seno deberá estar un nuevo sistema de salud y seguridad
social, que supere la obcecada defensa de la intermediación financiera por parte
de todos los gobernantes; políticas de sustentabilidad ambiental, de tierras, de
soberanía alimentaria, que ceden abiertamente frente a las urgencias de la
dependencia derivada de la reprimarización de la economía nacional, entre otras.
En síntesis, propongo:
1. Desde el reconocimiento de la comunidad universitaria, entrar en un
proceso de organización y realización de un Congreso Universitario para
transformar el rumbo institucional con visión de largo plazo.
2. Desarrollar la naturaleza pública de la Universidad a través de su
democratización para el ejercicio pleno de la autonomía, desde la garantía
de derechos y la redefinición de nuestras reglas y políticas institucionales.
3. Participar decididamente en la construcción de nación desde el vínculo
profundo con las realidades regionales y la diversidad.
4. Hacer valer la naturaleza estatal de la Universidad, para demandar un
nuevo trato del estado, al tiempo que nos comprometemos con la
construcción de políticas de Estado para la construcción de la paz.
Miembros de esta comunidad universitaria: he conocido en detalle el proceso de
deterioro de nuestras relaciones, bajo el manto de la supuesta “universidad de
talla mundial”. Es el momento de reorientar nuestro camino, de cara al país y al
mundo, con autonomía, inteligencia, creatividad, solidaridad y amor por la
academia y el país.
¡SÍ PODEMOS: UNIVERSIDAD PÚBLICA, NACIONAL Y ESTATAL!