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Promoción y protección de
derechos1
Bienvenidos/as a la clase N° 3. En el desarrollo de este texto, abordaremos en un
primer momento la distinción entre “Promoción” y “Prevención” para luego
plantear una secuencia de trabajo como lo es el Antes, Durante y Después que nos
ayuden a reflexionar y encuadrar nuestras intervenciones a nivel institucional para
la Promoción de los derechos de niños/as y adolescentes. La idea es abordar las
situaciones de la vida escolar en toda la secuencia temporal, actuar previamente,
anticipando (antes), en el transcurso de los acontecimientos (durante) y
posteriormente a lo que sucede (después).
¿Por qué no hablamos exclusivamente de prevención? Porque el término prevenir
remite a preparar, llegar antes de, evitar. Las acciones preventivas tienen como fin
impedir que el daño suceda. Si bien es tarea de la escuela trabajar en la prevención
de la vulneración de derechos o de las violencias, nos interesa también
posicionarnos en la promoción de los derechos, ya que promover implica: dar
impulso, fomentar, facilitar, generar acciones o proyectos que de modo indirecto
influyen positivamente en el clima institucional, en los vínculos intersubjetivos que
se construyen día a día en las aulas.
La escuela es un espacio de encuentro fundamental en la vida de niños y jóvenes
donde ponen en juego todos los aspectos de su trayectoria vital. Entre estos
aspectos, existen los que se presentan como problemáticos o de difícil resolución, y
sabemos que en muchas ocasiones encuentran respuestas que van más allá de la
transmisión de contenidos. La escuela es un espacio público de transmisión de
conocimientos, de construcción de ciudadanía y de socialización.
En este sentido es importante destacar la función indelegable que cumple el
sistema educativo en el marco del Sistema de Promoción y Protección de Derechos
de Niños, Niñas y Adolescentes; función que lleva adelante junto a otros
organismos estatales y de la sociedad civil.
En esta clase les proponemos diversos modos de respuesta ante problemas
complejos que acontecen con cierta excepcionalidad pero que –no obstante– deben
ser pensados, discutidos y trabajados colectivamente en cada escuela y por cada
docente o actor involucrado en la vida escolar.
Brindaremos una serie orientaciones para actuar frente a formas de vulneración de
derechos de niños, niñas y adolescentes y sus posibles abordajes. Favoreciendo una
intervención pedagógica institucional significativa.
Si bien existe un marco legal claro, que aporta seguridad jurídica en lo que se
refiere al respeto y la defensa de los derechos de todo el personal de la escuela, es
importante reconocer que los instrumentos jurídicos por sí solos no resuelven las
situaciones que se presentan en la cotidianeidad. Es tarea de todas las
instituciones y de los actores sociales que se encargan de velar por la protección de
la infancia y la adolescencia trabajar a favor de ese objetivo desde el lugar de cada
uno y cumpliendo con las co-responsabilidades específicas del rol que
desempeñamos.
Se le reconoce a la escuela un rol particular, principalmente por la tarea de educar
a niños, niñas y adolescentes como sujetos de derecho, tanto desde lo curricular
como en la manera de ayudar a transitar la experiencia educativa y en la resolución
de conflictos.
Gracias al contacto cotidiano con niños, niñas, adolescentes y familias, la escuela
tiene la posibilidad de identificar antes que otras instituciones varias de las
situaciones complejas por las que atraviesan sus estudiantes. De allí la importancia
de explorar caminos a fin de hacer efectivos los derechos establecidos y
promoverlos, tanto al interior de la institución como en la sociedad; y también para
restaurar su vigencia cuando éstos son vulnerados.
El antes, el durante y el después en relación a situaciones de
vulneración de derechos de niñas, niños y adolescentes
Pensar juntos el Antes, el Durante y el Después, invita a situarse en una noción de
las prácticas educativas como proceso. Cuando una situación excepcional irrumpe
en nuestro cotidiano podemos interrogarnos acerca de: ¿Qué actividades y/o
estrategias realizamos para promover lo que SI queremos que suceda en la
escuela? ¿Qué acciones, podríamos haber realizado para evitar que pase aquello
que NO queremos que pase? ¿Cómo podría haber contribuido para que las cosas
tengan un desenlace diferente? ¿Cuáles son las estrategias que delineamos
institucionalmente para efectuar un seguimiento de aquellos sucesos que requieren
de nuestro acompañamiento?
Antes
Dado que la escuela ocupa un papel central en la promoción y protección de los
derechos de las infancias y las juventudes, se trata principalmente de brindar
atención a los factores que resguardan a niñas, niños, adolescentes, personal
docente, no docente y a la institución, frente a las problemáticas vinculadas a la
vulneración de los derechos.
Las acciones concretas que la escuela desarrolla en este sentido, se remiten a la
reflexión dentro de las instituciones acerca del enfoque de derechos de las infancias
y las adolescencias, y en relación al ejercicio del rol del adulto en los contextos
presentes. Algunas de las posibles estrategias pedagógicas que los docentes
pueden realizar, son:
 El trabajo curricular en torno a los contenidos referidos a los derechos de la
infancia y la adolescencia, atendiendo en particular a aquellos vinculados
con el cuidado del cuerpo, el derecho al buen trato, a la libertad de
expresión y a ser escuchados en los asuntos que los involucran, entre otros.
 La programación de talleres y de grupos de reflexión entre integrantes de la
comunidad educativa, orientados a las familias, para abordar la problemática
de la vulneración de derechos y la revisión, en esos espacios, de conceptos e
ideas presentes en la sociedad que son directa o indirectamente
propiciadores de esa vulneración.
 El trabajo sobre el vínculo docente-estudiante: especialmente en lo referido
a la consideración de la niña y del niño como sujetos de derecho y a la
construcción de un vínculo democrático, con la asimetría necesaria, en el
que la confianza permite a los y las estudiantes encontrar espacios
significativos de diálogo y de ayuda donde acudir cuando lo necesitan.
 La disposición permanente de las personas adultas a una escucha y una
mirada atentas y cuidadosas de lo que ocurre tanto en el ámbito escolar
como de aquellas situaciones que, llegando de afuera, son comentadas o
difundidas en la escuela por medio de distintos canales de comunicación,
formales o informales.
Veamos este material con actividades para realizar en el aula en dirección
a la promoción de los derechos de niños/as y adolescentes. Mientras vamos
imaginando qué proponer en nuestras escuelas.
http://www.me.gov.ar/construccion/derechos_cuentos.html
http://www.me.gov.ar/construccion/derechos_serie.html
El enfoque del Buen trato
Durante los últimos años ha cobrado relevancia la promoción del término Buen
Trato. La principal característica de este enfoque es hacer hincapié sobre la acción y
no sobre el sujeto. Desde una perspectiva positiva y haciendo foco en las
conductas que hacen a la disciplina necesaria, esta visión prioriza a los niños, niñas
y adolescentes como sujetos de derecho. Hablar de Buen trato es partir de la
premisa de que el maltrato infantil es la consecuencia de conductas interiorizadas
que se replican en la vida adulta. Por ende, el buen trato se enseña y se aprende.
Existe una campaña de concientización pública2
que propone la inclusión en el
diccionario del término “buentrato” focalizando en los aspectos positivos de la
concreción de los derechos a través de la construcción de vínculos de cuidado y
respeto. Se busca poner en cuestión la naturalización del término “maltrato” en
nuestro lenguaje comunicacional y la ausencia de la palabra “buentrato”.
Acciones sencillas para impulsar:
 Acordar las normas del hogar o del aula entre todos y todas.
 Evaluar el cumplimiento de las normas en equipo entre todos/as.
 Tramitar situaciones de agresión sin agresión.
 Tomar conciencia del daño causado y elaborar propuestas de reparación.
 Rechazar y oponerse al daño pero no a los niños/as.
 Generar instancias de diálogo.
 Intentar conocer a los niños, niñas y adolescentes. Saber qué les gusta, qué
motivaciones tienen, qué sienten, por qué actúan como actúan, etc.
Lo importante es que los adultos podamos centrar nuestra atención en las
conductas de reconocimiento y respeto por el otro más que en aquellas que tienen
un carácter negativo. De la misma forma, las normas deben tender a ser claras y
no excesivas.
La ecuación simbólica que propondríamos entonces sería algo así:
Buen trato: reconocimiento, respeto, empatía, comunicación democrática y
solidaridad.
Durante
Este tiempo se verifica en el devenir de las prácticas escolares, cuando se
presentan señales de la posible existencia de alguna vulneración de derechos de la
infancia y la adolescencia, y requiere toda la atención de las personas adultas para
su identificación e intervención.
El maltrato infantil puede desarrollarse en contextos privados o públicos, pero
siempre es una cuestión de interés público. (Ley 26.061 artículo 126)
Un ambiente de diálogo y confianza facilita la formulación del pedido de ayuda por
parte de niños, niñas y adolescentes. Es imprescindible respetar el derecho de la o
del estudiante de elegir a quién desea contar su problema.
Otras veces, es necesario prestar atención a señales muy diversas que requieren
intensificar una mirada de cuidados hacia el niño, la niña o la y el adolescente, y
mantenerla en diferentes momentos y situaciones –la clase, el recreo, el comedor,
la entrada y la salida de la escuela–, prestando atención a su aspecto externo
(signos visibles de posible maltrato), las relaciones con sus pares y con otros
adultos, la asistencia al colegio o los contactos con la familia.
En algunos materiales donde se trabajan situaciones referidas a vulneración de
derechos suelen presentarse listados pormenorizados de diferentes indicadores a
nivel físico de la conducta y de la vida escolar. Los indicadores son pistas que nos
orientan para comprender lo que le sucede al alumno o a la alumna. Un solo
indicador o varios, por sí mismos, no evidencian en todos los casos vulneración de
derechos, pero pueden ponernos en alerta. Es decir, ningún indicador de manera
aislada es suficiente prueba de la existencia de una situación preocupante, así como
un mismo indicador puede remitir a problemáticas distintas. Por lo general, se
presentan más de uno; por lo que se requiere una valoración global que incluya
también el contexto.
Es importante tener en cuenta que no es tarea de la o del docente la determinación
cabal de la existencia o no, por ejemplo, del maltrato infantil intrafamiliar. Sí lo es
trabajar en la detección precoz y dar intervención, frente a la presunción, a los
especialistas o equipos profesionales especializados en la problemática.
En esta cadena, el lugar que ocupa el o la docente es fundamental, ya que puede
llegar a ser la llave que permita ver una problemática que permanecía oculta.
Sugerimos la lectura de Maltrato infantil. Orientaciones para actuar desde
la escuela, Programa Nacional por los Derechos de la Niñez y Adolescencia,
Ministerio de Educación, 2010.
Disponible en: http://www.me.gov.ar/construccion/derechos_pub.html
¿Qué hace un docente si identifica que un niño, una niña, adolescente o joven está
siendo vulnerado en sus derechos?
Es importante notificar al equipo directivo de la situación, y en caso de creerlo
necesario dejar un registro escrito. La intención es buscar cooperación, para
trabajar en equipo; en una primera instancia dentro de la institución, pero si se
considera necesario, buscar la colaboración de otras instituciones o profesionales.
Probablemente exista una red de recursos a nuestro alcance a la cual apelar,
siempre con el resguardo que implica el respeto a la privacidad.
Es preciso tener la mirada atenta para no estigmatizar a los y las estudiantes ni a
sus hogares y mantener una actitud comprensiva y solidaria hacia el sufrimiento de
las infancias y juventudes. Tener en cuenta que no se pretende juzgar, sino
protegerlos y orientar a sus familias. Se debe ser consciente de que se trata de una
situación problemática de la que rara vez pueden salir sin ayuda externa.
Recordar que nuestra responsabilidad como docentes es asumir un rol en la
protección de los derechos de la niñez y la adolescencia, y que estamos obligados a
intervenir no solo por razones éticas y sociales, sino también legales. (Ley 26.0614,
artículos 9 y 30)
En la Argentina la legislación es clara y contundente: el maltrato y el abuso
a niñas, niños y jóvenes está penalizado en el marco de la Constitución
Nacional, por leyes nacionales y provinciales.
No es nuestra función verificar la existencia de signos de daño en el cuerpo del
alumno o alumna, pues esta es una tarea del sistema de salud o del organismo
pertinente en cada jurisdicción y porque además, hacerlo llevaría a una innecesaria
doble victimización, o sea: exponerlo una y otra vez a una situación dolorosa.
Al develar este tipo de situaciones, es probable que aparezcan recriminaciones y
amenazas e incluso represalias del agresor o agresora hacia el niño, la niña,
adolescente o joven por haber hecho pública la situación. Los pasos a seguir fuera
de la escuela deben evaluarse institucionalmente para que las decisiones tomadas
reflejen el compromiso de los miembros de la escuela.
Tengamos en cuenta que muchas familias tienden a "cerrarse" al percibir que los
hechos han sido descubiertos. A veces, incluso, para defenderse, hacen que el niño
o a la niña abandonen la escolaridad, o culpan a otras personas por lo ocurrido.
Haciendo memoria:
¿Alguna vez, en tu trayectoria como docente o en otro rol en la vida escolar te
encontraste frente a una situación de maltrato o abuso hacia un niño/a,
adolescente o joven? ¿Cuáles fueron las acciones llevadas a cabo por la
institución? ¿Qué otras acciones propondrías hoy?
¿Cómo conversar con las niñas, los niños y adolescentes?
Es necesario ofrecer un ámbito personalizado que genere confianza mutua para
que el alumno afectado pueda conversar y se sienta protegido y resguardado. Muy
probablemente esté transitando una situación traumática y necesita ser contenido
con calidez y respeto por alguien que acepte sus silencios y el grado de
acercamiento que él o ella quieran.
Junto con su lenguaje verbal, su actitud corporal también nos dará señales acerca
del modo y la proximidad con que desea compartir la información. Teniendo en
cuenta que la emotividad y la afectividad son componentes esenciales en la
constitución de subjetividad infantil y juvenil.
En todo momento se sugiere evitar las manifestaciones de desagrado y de
reprobación que el relato pueda producirle a quien escucha. Es necesario afirmar
que los y las víctimas de malos tratos muy rara vez mienten o inventan. Por ello, es
importante expresarles que creemos en su relato y decirles que es bueno contar las
cosas que nos pasan, porque así se facilita la posibilidad de recibir ayuda. A este
respecto, es un buen acercamiento hablar en primera persona, usando una
expresión como: “A mí también me ayuda conversar acerca de lo que me sucede”.
La importancia de la contención
Diversos sentimientos tales como la vergüenza, la humillación, el sentirse culpables
o la confusión pueden dificultar el diálogo y requieren por parte de quien escucha
una actitud muy comprensiva. Cuando hablamos de la importancia de contener a
un alumno o alumna que atraviesa una situación difícil, nos estamos refiriendo al
hecho de cuidar y sostener a través de nuestras palabras, actitudes y acciones, al
niño o al grupo que confió en nosotros.
No hay una manera ni una fórmula única de lograrlo, pero se pueden señalar
algunas cuestiones que deberían estar presentes. Por ejemplo, brindarle la
seguridad de que no se lo va a dejar solo para afrontar su problema, que se le cree,
que se respetan sus silencios y sus tiempos. Demostrarle empatía con sus
necesidades y, sobre todo, ayudarlo a comprender que no es culpable por lo
sucedido; transmitirle la certeza de que lo vamos a intentar ayudar y que ya no
está solo, que cuenta con nosotros.
Si bien es importante no minimizar lo ocurrido, se debe prestar atención para no
magnificar la gravedad de la situación, sobre todo en presencia del afectado, para
evitar que se angustie más. Es preciso transmitirle que otros niños y otras niñas
atraviesan por situaciones de este tipo.
Por otra parte, es necesario tener presente que dar testimonio de sucedido es
doloroso para quien lo cuenta. También, ser consciente de que puede sentir que
está "delatando a alguien" o revelando un "secreto". Sería importante trabajar con
él o ella en torno a la idea de que, en realidad, al contarlo, está ejerciendo su
derecho a vivir sin violencia; y que, por otra parte, el pedido de ayuda facilita la
intervención externa y de ese modo, contribuye a evitar que el problema se agrave.
Registrar los hechos y actuar siempre en el marco de la normativa vigente nos
protege yevita que el niño o la niña sea sometido a repetir lo sucedido –con el
consiguiente dolor que revivirlo le pudiera provocar, o sea: revictimizarlo– frente a
otras personas (director, directora, supervisor, supervisora, etcétera) o que el
relato se tergiverse.
Es necesario que se deje constancia por escrito de los datos que puedan ayudar en
decisiones futuras. Por supuesto con la intención de poder buscar respuestas e
intervenciones significativas. Esto, independientemente de que exista en la
normativa institucional una indicación acerca de cómo documentar esta clase de
hechos en un acta. En tal caso, el acta deberá registrar la información sin
profundizar en pormenores colaterales, como una medida de precaución tendiente a
cuidar el derecho a la intimidad de la alumna o alumno.
Se sugiere registrar el testimonio ofrecido por el alumno en una situación dialógica
de confianza, palabra por palabra, con exactitud, de manera tal que no se
incorporen al registro interpretaciones de quien escribe que puedan modificar los
hechos relatados. Producir buenas descripciones de la situación relatada por el
alumno recuperando el punto de vista expresado a través de su voz, en primera
persona del singular. Cada uno de nosotros vivimos las situaciones desde la
singularidad, en virtud de la condición biográfica y la experiencia social que nos
atraviesa.
Para reflexionar en nuestras instituciones:
A lo largo de tu experiencia como docente, probablemente hayas vivenciado
situaciones de maltrato familiar padecidas por tus alumnos/as.
Te proponemos un ejercicio personal -que te ayudará a vincularte con tu manera de
sentir, pensar y actuar-por lo cual no es preciso que lo compartas.
Lo importante es que la actividad te permita recuperar y reflexionar sobre
momentos de tu práctica profesional relacionados con la temática.
¿Cómo concibo el maltrato? ¿Qué signos me llevaron a pensar que ese alumno o
alumna podría estar siendo víctima de maltrato? ¿Tuve dificultades para identificar
la situación? ¿Cuáles? ¿Qué sentí en ese momento? ¿Cuál fue mi reacción al percibir
esos signos? ¿Pude compartirlo en mi escuela? ¿A quiénes recurrí? ¿Qué siento
actualmente respecto de lo que pasó? ¿Estoy conforme con la manera en que
actué? ¿Hay algo más que hubiera querido hacer? ¿Hoy, lo hubiera hecho de otra
manera?
Acerca de “la denuncia”
Cuando la problemática es grave, la denuncia judicial es una estrategia de
intervención necesaria.
El acto de exposición o denuncia –ya sea ante la Autoridad de Aplicación de la Ley
26.961 o ante estamentos judiciales– tiene como objetivo detener y reparar la
vulneración de derechos que pudiera estar sufriendo el niño o la niña.
Es necesario saber que la exposición o denuncia debe hacerse en forma simultánea
ante la autoridad de aplicación de la Ley de Promoción y Protección Integral de
Derechos y ante la Justicia. Si el alumno o la alumna explicita quien es el autor o la
autora del hecho puede mencionarse diciendo algo así como: “El alumno o la
alumna dice que”.
En algunas jurisdicciones existen normativas o protocolos de actuación que
establecen que, una vez que la institución escolar informa a las autoridades
educativas acerca de una supuesta vulneración de derechos, las denuncias las
realizan las autoridades o los equipos técnicos del propio sistema educativo.
Ante la posibilidad de una contradenuncia, es importante recordar, en función del
cuidado de la persona adulta denunciante, que no se puede ejercer acciones legales
sobre alguien por hacer aquello a lo que está obligado jurídicamente. Esto se aplica
en el caso del docente que interviene cuando una niña, un niño, adolescente o
joven está sufriendo vulneración de sus derechos.
Después
La intervención en situaciones de vulneración de derechos requiere de un proceso y
un compromiso permanente.
El problema no se soluciona mediante una sola intervención: es necesario que la
institución acompañe la etapa posterior, es decir, que se involucre en el
seguimiento tanto del o la estudiante a quien se le han vulnerado sus derechos,
como de sus compañeros y compañeras (que se sentirán movilizados si el tema se
hizo público). También hay que considerar especialmente el apoyo y
acompañamiento que se le debe brindar al o la docente que tomó la iniciativa. Por
otra parte, debemos decir que no es necesario que toda la institución (alumnas,
alumnos, docentes y no docentes) estén al tanto de los detalles de la situación, ya
que muchos aspectos pertenecen a la intimidad de la persona afectada.
El criterio básico es el de tomar siempre en cuenta el carácter indivisible e integral
de los derechos de la infancia y la adolescencia para pensar las acciones que se van
a emprender. Es decir, para preservar un derecho no se puede vulnerar otro. En
otras palabras, para evitar el daño producido por el maltrato no se puede atentar
contra la privacidad.
Lo qué sí, hacer público lo que se pueda, implica considerar que, a partir de esta
situación puntual, la misma puede transformarse en una experiencia de aprendizaje
para todos los actores de la vida escolar: “a cualquiera nos puede pasar”.
Actuar en red
En esta etapa de la intervención, ante este tipo de hechos, el trabajo en red es
fundamental ya que a través de las articulaciones con otros organismos
gubernamentales y no gubernamentales se garantiza el abordaje integral de esta
compleja problemática y su acompañamiento en el tiempo. Por ejemplo, si al niño,
la niña o adolescente herido (física o simbólicamente) lo atienden en el sistema de
salud, es importante que exista un trabajo articulado con el equipo de profesionales
de áreas vinculadas con el tema (psicólogos, equipos de orientación, tutores, etc.).
De esa manera, se da curso al seguimiento y se evita que la derivación se traduzca
en un "desentenderse" del problema. Las instituciones de los ámbitos de Salud,
Infancia, Juventud y Justicia deben ser aliadas imprescindibles a la hora de pensar
abordajes integrales.
¿Y si la vulneración de derechos ocurre en la escuela?
Al igual que con el maltrato intrafamiliar, si el maltrato o abuso es padecido dentro
de la escuela, puede ser que se conozca a través del niño, la niña, adolescente o
joven. En ocasiones, las señales –como cambios de conductas, aislamiento– son
percibidas en el hogar por las familias. En otras, los mismos docentes pueden notar
señales inquietantes.
¿Alguna vez sucedió esto en tu escuela? ¿Qué acciones institucionales se
llevaron a cabo? ¿Cuál fue el rol del equipo directivo? ¿Harías otras propuestas
para actuar?
¿Qué puede hacer la escuela?
Partiendo de la premisa de que cada caso es particular, se debe considerar que hay
principios generales que pueden orientar las acciones con el fin de garantizar el
cuidado de los intereses de la infancia y la juventud. Basándonos en esos
principios, se sugieren algunos caminos.
Ante la sospecha de maltrato o abuso dentro de la escuela, es importante tener en
claro que se trata de un problema del cual los directivos de inmediato deben haber
sido informados acerca del hecho; y que la primera cuestión es cómo garantizar el
cuidado de todas y todos, en especial, de niñas, niños y jóvenes de la institución.
En caso de que la inquietud o acusación por parte de la familia se haga
personalmente al docente acusado, éste debe hacer explícita la situación de
inmediato al equipo directivo. Es imprescindible llevar a cabo la entrevista frente a
un tercero.
Ocultar la inquietud o la acusación por temor, vergüenza o miedo, agrava el
conflicto.
Si se evidencia una inquietud o sospecha y no se tiene constancia de la existencia
de la situación de maltrato o abuso, una manera de cuidar la integridad de niñas,
niños y jóvenes es a través de la inclusión de la figura de un tercero en los espacios
y tiempos de trabajo del posible agresor con los alumnos. De este modo –hasta
tanto se aclare si la situación ha existido– se preserva también al docente del que
se sospecha, ya que acusar equivocadamente de una conducta a una persona que
no la ha cometido puede provocar un daño de difícil reparación.
De confirmarse la sospecha, además de tomarse las medidas necesarias para la
exclusión del o la agresora del contacto con el alumnado, sugerimos abordar la
situación en una reunión especialmente programada para ese fin con el personal de
la institución. Se trata de abrir canales de información y espacios de reflexión,
formales y confiables, que contrarresten las informaciones "de pasillo", que dan
lugar a versiones distintas. Este marco es el que permitirá diseñar estrategias a
nivel institucional.
El equipo de conducción, será el encargado de notificar la situación a las
autoridades superiores correspondientes (inspectores, supervisores). Otro paso
importante será comunicar a las familias que la escuela aceptará lo que la Justicia y
los actos administrativos determinen, incluso si esto implica la separación del cargo
de la persona acusada si los hechos así lo prueban.
Un mensaje central en esta intervención de la escuela es actuar demostrando que
ese es un espacio confiable, capaz de cuidar a niñas, niños y adolescentes, más aun
cuando las conductas individuales de alguna persona adulta hayan vulnerado
derechos. Podrán preguntarse en este punto cómo poder hacerlo. En primer
término, diferenciarse del supuesto agresor, escuchar al niño o a la niña y a su
familia, desarrollar estrategias para que no se vuelvan a producir hechos similares
y, sobre todo, eliminar el silencio encubridor y reemplazarlo por propuestas
educativas que aporten herramientas para reflexionar.
Es importante no negar ni encubrir la situación, minimizando la posibilidad de la
realidad del hecho. Si se sostiene una conducta de estas características se estaría
incumpliendo con la obligación del funcionario público (Ley 24.417).
Algunas sugerencias:
 No confrontar al niño o niña con el supuesto agresor para que ratifique su
denuncia ni para que acepte sus disculpas. Actuar así puede generar un
daño adicional porque estaríamos confrontándolo con un adulto –peor aún
si es un docente o un familiar allegado que tienen poder– que va a saber
defenderse con más habilidad; y frente a quien la niña, el niño o el joven
está y se sentirá en inferiores condiciones.
 Las situaciones de maltrato o abuso son un delito de gravedad; por lo tanto,
no corresponde mediar.
Una de las características de la mayoría de las formas del maltrato infantil es el
ocultamiento de los hechos, donde la niña, el niño, la niña o adolescente queda
atrapado en pactos de silencio. Incluso, puede creer que los abusos son prácticas
normales por tenerlas muy naturalizadas.
Frente a esto, la escuela en tanto lugar en el que se establecen vínculos estables y
cotidianos, puede generar la condición de intimidad y confianza que un niño, una
niña o adolescente requiere para que una persona adulta, externa a la familia, se
convierta en alguien al que confiarle. El o la docente no puede actuar en soledad, y
es el equipo de supervisión, el equipo directivo, y los equipos de apoyo y
orientación los que deben ofrecer el respaldo y la contención para las
intervenciones.
Esta actividad quizás la puedas realizar en alguna reunión de personal o
Jornada Pedagógica.
Observemos esta situación:
Leticia y Sofía
Luis, el maestro de tercer grado, vuelve a mirar consternado los moretones en el
brazo de Leticia. Piensa que es inútil preguntarle de nuevo. La niña volverá a
relatar que se ha caído, que se ha golpeado peleando con su hermana, en fin…
alguna otra historia difícil de creer.
Sofía, la hermana de Leticia que está en séptimo grado, no presenta signos de
maltrato físico. Pero, como es más grande y se expresa mejor, le ha dicho a su
maestra que a veces el papá se pone nervioso por problemas en su empresa, que
todo le molesta y le pega mucho a su hermanita. La mamá mira y llora, pero no
hace nada.
Intervenciones
Luis presume que a Leticia le pegan en su casa. Siente que ya es tiempo de
compartir su preocupación y lo primero que hace es hablar con Amanda, la docente
de la hermana de Leticia.
Luis y Amanda entienden que se trata de un caso de maltrato grave. Cada vez con
más frecuencia la niña viene golpeada a la escuela. A pesar de que recuerdan
algunas situaciones en que otros docentes han intervenido y la cosa quedó en la
nada, consideran que algo tienen que hacer.
Muy presente está aún entre los que trabajan en la institución la historia de Matías.
Sus padres lo retiraron de la escuela luego de ser llamados por la directora para
conversar sobre los evidentes síntomas de maltrato que presentaba. Y el caso de
Alcira, la maestra de primer grado, que se enfrentó al papá de uno de sus alumnos
y salió tan perjudicada que decidió cambiarse ella de escuela.
Los docentes empiezan a sentir que poco o nada se puede hacer en estos casos, y
que a veces, “es peor el remedio que la enfermedad...” A pesar de ello, deciden
juntarse con la directora y ponerla al tanto de la situación, como así también de sus
dudas y sentimientos encontrados sobre cómo proceder.
Marta, la directora de la escuela es muy clara. Tienen que actuar y cuanto antes.
¿Cómo hacer para no agravar la situación, proteger a las niñas y no perjudicarse
ellos ni sentirse impotentes? Marta les dice que la ley obliga a denunciar la
situación a los organismos especiales. Teniendo en cuenta las frustrantes
experiencias anteriores, y para que no les suceda lo mismo, deciden esta vez no
actuar solos. Piensan con quiénes, por fuera del sistema educativo, pueden
compartir el problema buscando una intervención más eficaz. Manejan varias
alternativas: está el Servicio de Salud Infantil más próximo a la escuela y el equipo
de un Centro de Protección de Derechos de Infancia en una ciudad cercana. Eligen
este último para que los ayude y oriente. Se comunican con la supervisión del
distrito, informan sobre los hechos y evalúan las acciones a desarrollar.
Mientras tanto, en otro plano, sienten que tal vez sea necesario volver a conversar
con la niña. Se dan un tiempo para pensar la mejor manera de hacerlo ya que
cuando Luis le preguntó obtuvo siempre respuestas evasivas. Amanda sugiere
preguntarle a Marcela, la profesora de Educación Física, que también está
preocupada por el caso, si no quisiera ser ella la que se acerque a la niña, porque
tal vez para Leticia sea más fácil hablar con una mujer. Marcela busca un lugar
apartado, en el que no haya ruidos ni interrupciones. A pesar de estos recaudos, la
niña repite la historia de que los moretones se los ha hecho al caerse. Los docentes
y la directora piensan que ha llegado el momento de entrevistar a los padres. Por
algunos indicios piensan que es el padre quien ejerce la violencia y por ello el
equipo de protección de derechos les sugiere hablar con cada uno por separado. En
la primera entrevista citan a la mamá. Deciden no dejar solo a Luis en esta
oportunidad. Lo acompañará la directora. En la entrevista, la mamá corrobora el
relato de la hermana mayor de Leticia.
Efectivamente, su esposo suele golpear a la niña, y en ocasiones, también a ella. La
entrevista es muy tensa y todos se quedan muy angustiados. Le proponen a la
mamá visitar juntos a los profesionales del Centro de Protección de Derechos que
podrán orientarla para protegerse y proteger a sus hijas.
Luego de la visita de los distintos profesionales a la escuela y de encaminar la
situación, Luis, sus compañeras y Marta, la directora, opinan que la intervención no
se agota allí ya que ahora empieza otra historia: acompañar a las niñas en la
escuela, contenerlas, pues seguramente lo necesitarán. Al mismo tiempo, se ponen
en contacto con el Centro de Protección de Derechos para estar al tanto de cómo
continúa la situación.
Aún no es tiempo para trabajar el tema con el resto de los compañeros del aula. No
se trata de contarles lo sucedido si no preguntan puntualmente, pero más adelante
verán la forma de trabajar con toda la clase el derecho de niños y niñas al buen
trato. Por ejemplo, la importancia de comunicar a otros adultos cuando alguien les
hace daño, ya sea en la casa, en la escuela o en el barrio, el derecho a vivir sin
violencia, en fin, integrar estos temas y otros posibles a las clases de todos los
días.
Para poder hacer todo esto, deben contar ellos a su vez con los apoyos y sostenes
necesarios. Deciden continuar el contacto con la gente del Centro de Protección de
Derechos para juntarse periódicamente aunque sea un rato breve y así comentarse
cómo se van sintiendo y ver qué pasos es necesario seguir dando a medida que
transcurre el desarrollo de la situación. Están contentos por el trabajo en equipo
que han podido desarrollar ante el problema.
Para pensar:
A- ¿Qué opinión te merece el relato? ¿Se te ocurren otras formas de
intervención? ¿Qué acciones llevarías a cabo en tu escuela para trabajar el Antes
y el Después?
B- Anticipándonos a la clase 4 de este curso donde trabajaremos las posibles
redes entre la escuela y la comunidad, e pedimos que busques cuáles pueden ser
los organismos estatales, centros de salud, organizaciones barriales u otras
asociaciones cercanas a tu escuela, con las cuales podemos hacer red para
intervenir en estas problemáticas.
Notas
[1] La presente clase fue elaborada en base al documento “Maltrato Infantil: Orientaciones para actuar
desde la escuela-1ª ed- Buenos Aires: Ministerio de Educación de la Nación, 2010.
[2] En internet se ha lanzando la campaña a través del Ministerio de Desarrollo Social de Nación para
promover el trato respetuoso hacia los chicos y chicas, y concientizar e involucrar a la ciudadanía en el
cumplimiento y promoción de sus derechos. Para mayor información sugerimos ingresar al siguiente sitio
web:
http://www.desarrollosocial.gob.ar/buentrato/3587

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Promoción DDNN

  • 1. Promoción y protección de derechos1 Bienvenidos/as a la clase N° 3. En el desarrollo de este texto, abordaremos en un primer momento la distinción entre “Promoción” y “Prevención” para luego plantear una secuencia de trabajo como lo es el Antes, Durante y Después que nos ayuden a reflexionar y encuadrar nuestras intervenciones a nivel institucional para la Promoción de los derechos de niños/as y adolescentes. La idea es abordar las situaciones de la vida escolar en toda la secuencia temporal, actuar previamente, anticipando (antes), en el transcurso de los acontecimientos (durante) y posteriormente a lo que sucede (después). ¿Por qué no hablamos exclusivamente de prevención? Porque el término prevenir remite a preparar, llegar antes de, evitar. Las acciones preventivas tienen como fin impedir que el daño suceda. Si bien es tarea de la escuela trabajar en la prevención de la vulneración de derechos o de las violencias, nos interesa también posicionarnos en la promoción de los derechos, ya que promover implica: dar impulso, fomentar, facilitar, generar acciones o proyectos que de modo indirecto influyen positivamente en el clima institucional, en los vínculos intersubjetivos que se construyen día a día en las aulas. La escuela es un espacio de encuentro fundamental en la vida de niños y jóvenes donde ponen en juego todos los aspectos de su trayectoria vital. Entre estos aspectos, existen los que se presentan como problemáticos o de difícil resolución, y sabemos que en muchas ocasiones encuentran respuestas que van más allá de la transmisión de contenidos. La escuela es un espacio público de transmisión de conocimientos, de construcción de ciudadanía y de socialización. En este sentido es importante destacar la función indelegable que cumple el sistema educativo en el marco del Sistema de Promoción y Protección de Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes; función que lleva adelante junto a otros organismos estatales y de la sociedad civil. En esta clase les proponemos diversos modos de respuesta ante problemas complejos que acontecen con cierta excepcionalidad pero que –no obstante– deben ser pensados, discutidos y trabajados colectivamente en cada escuela y por cada docente o actor involucrado en la vida escolar. Brindaremos una serie orientaciones para actuar frente a formas de vulneración de derechos de niños, niñas y adolescentes y sus posibles abordajes. Favoreciendo una intervención pedagógica institucional significativa. Si bien existe un marco legal claro, que aporta seguridad jurídica en lo que se refiere al respeto y la defensa de los derechos de todo el personal de la escuela, es importante reconocer que los instrumentos jurídicos por sí solos no resuelven las situaciones que se presentan en la cotidianeidad. Es tarea de todas las instituciones y de los actores sociales que se encargan de velar por la protección de la infancia y la adolescencia trabajar a favor de ese objetivo desde el lugar de cada uno y cumpliendo con las co-responsabilidades específicas del rol que desempeñamos. Se le reconoce a la escuela un rol particular, principalmente por la tarea de educar a niños, niñas y adolescentes como sujetos de derecho, tanto desde lo curricular
  • 2. como en la manera de ayudar a transitar la experiencia educativa y en la resolución de conflictos. Gracias al contacto cotidiano con niños, niñas, adolescentes y familias, la escuela tiene la posibilidad de identificar antes que otras instituciones varias de las situaciones complejas por las que atraviesan sus estudiantes. De allí la importancia de explorar caminos a fin de hacer efectivos los derechos establecidos y promoverlos, tanto al interior de la institución como en la sociedad; y también para restaurar su vigencia cuando éstos son vulnerados. El antes, el durante y el después en relación a situaciones de vulneración de derechos de niñas, niños y adolescentes Pensar juntos el Antes, el Durante y el Después, invita a situarse en una noción de las prácticas educativas como proceso. Cuando una situación excepcional irrumpe en nuestro cotidiano podemos interrogarnos acerca de: ¿Qué actividades y/o estrategias realizamos para promover lo que SI queremos que suceda en la escuela? ¿Qué acciones, podríamos haber realizado para evitar que pase aquello que NO queremos que pase? ¿Cómo podría haber contribuido para que las cosas tengan un desenlace diferente? ¿Cuáles son las estrategias que delineamos institucionalmente para efectuar un seguimiento de aquellos sucesos que requieren de nuestro acompañamiento? Antes Dado que la escuela ocupa un papel central en la promoción y protección de los derechos de las infancias y las juventudes, se trata principalmente de brindar atención a los factores que resguardan a niñas, niños, adolescentes, personal docente, no docente y a la institución, frente a las problemáticas vinculadas a la vulneración de los derechos. Las acciones concretas que la escuela desarrolla en este sentido, se remiten a la reflexión dentro de las instituciones acerca del enfoque de derechos de las infancias y las adolescencias, y en relación al ejercicio del rol del adulto en los contextos presentes. Algunas de las posibles estrategias pedagógicas que los docentes pueden realizar, son:  El trabajo curricular en torno a los contenidos referidos a los derechos de la infancia y la adolescencia, atendiendo en particular a aquellos vinculados con el cuidado del cuerpo, el derecho al buen trato, a la libertad de expresión y a ser escuchados en los asuntos que los involucran, entre otros.  La programación de talleres y de grupos de reflexión entre integrantes de la comunidad educativa, orientados a las familias, para abordar la problemática de la vulneración de derechos y la revisión, en esos espacios, de conceptos e ideas presentes en la sociedad que son directa o indirectamente propiciadores de esa vulneración.  El trabajo sobre el vínculo docente-estudiante: especialmente en lo referido a la consideración de la niña y del niño como sujetos de derecho y a la construcción de un vínculo democrático, con la asimetría necesaria, en el
  • 3. que la confianza permite a los y las estudiantes encontrar espacios significativos de diálogo y de ayuda donde acudir cuando lo necesitan.  La disposición permanente de las personas adultas a una escucha y una mirada atentas y cuidadosas de lo que ocurre tanto en el ámbito escolar como de aquellas situaciones que, llegando de afuera, son comentadas o difundidas en la escuela por medio de distintos canales de comunicación, formales o informales. Veamos este material con actividades para realizar en el aula en dirección a la promoción de los derechos de niños/as y adolescentes. Mientras vamos imaginando qué proponer en nuestras escuelas. http://www.me.gov.ar/construccion/derechos_cuentos.html http://www.me.gov.ar/construccion/derechos_serie.html El enfoque del Buen trato Durante los últimos años ha cobrado relevancia la promoción del término Buen Trato. La principal característica de este enfoque es hacer hincapié sobre la acción y no sobre el sujeto. Desde una perspectiva positiva y haciendo foco en las conductas que hacen a la disciplina necesaria, esta visión prioriza a los niños, niñas y adolescentes como sujetos de derecho. Hablar de Buen trato es partir de la premisa de que el maltrato infantil es la consecuencia de conductas interiorizadas que se replican en la vida adulta. Por ende, el buen trato se enseña y se aprende. Existe una campaña de concientización pública2 que propone la inclusión en el diccionario del término “buentrato” focalizando en los aspectos positivos de la concreción de los derechos a través de la construcción de vínculos de cuidado y respeto. Se busca poner en cuestión la naturalización del término “maltrato” en nuestro lenguaje comunicacional y la ausencia de la palabra “buentrato”. Acciones sencillas para impulsar:  Acordar las normas del hogar o del aula entre todos y todas.  Evaluar el cumplimiento de las normas en equipo entre todos/as.  Tramitar situaciones de agresión sin agresión.  Tomar conciencia del daño causado y elaborar propuestas de reparación.  Rechazar y oponerse al daño pero no a los niños/as.  Generar instancias de diálogo.  Intentar conocer a los niños, niñas y adolescentes. Saber qué les gusta, qué motivaciones tienen, qué sienten, por qué actúan como actúan, etc. Lo importante es que los adultos podamos centrar nuestra atención en las conductas de reconocimiento y respeto por el otro más que en aquellas que tienen un carácter negativo. De la misma forma, las normas deben tender a ser claras y no excesivas.
  • 4. La ecuación simbólica que propondríamos entonces sería algo así: Buen trato: reconocimiento, respeto, empatía, comunicación democrática y solidaridad. Durante Este tiempo se verifica en el devenir de las prácticas escolares, cuando se presentan señales de la posible existencia de alguna vulneración de derechos de la infancia y la adolescencia, y requiere toda la atención de las personas adultas para su identificación e intervención. El maltrato infantil puede desarrollarse en contextos privados o públicos, pero siempre es una cuestión de interés público. (Ley 26.061 artículo 126) Un ambiente de diálogo y confianza facilita la formulación del pedido de ayuda por parte de niños, niñas y adolescentes. Es imprescindible respetar el derecho de la o del estudiante de elegir a quién desea contar su problema. Otras veces, es necesario prestar atención a señales muy diversas que requieren intensificar una mirada de cuidados hacia el niño, la niña o la y el adolescente, y mantenerla en diferentes momentos y situaciones –la clase, el recreo, el comedor, la entrada y la salida de la escuela–, prestando atención a su aspecto externo (signos visibles de posible maltrato), las relaciones con sus pares y con otros adultos, la asistencia al colegio o los contactos con la familia. En algunos materiales donde se trabajan situaciones referidas a vulneración de derechos suelen presentarse listados pormenorizados de diferentes indicadores a nivel físico de la conducta y de la vida escolar. Los indicadores son pistas que nos orientan para comprender lo que le sucede al alumno o a la alumna. Un solo indicador o varios, por sí mismos, no evidencian en todos los casos vulneración de derechos, pero pueden ponernos en alerta. Es decir, ningún indicador de manera aislada es suficiente prueba de la existencia de una situación preocupante, así como un mismo indicador puede remitir a problemáticas distintas. Por lo general, se presentan más de uno; por lo que se requiere una valoración global que incluya también el contexto. Es importante tener en cuenta que no es tarea de la o del docente la determinación cabal de la existencia o no, por ejemplo, del maltrato infantil intrafamiliar. Sí lo es trabajar en la detección precoz y dar intervención, frente a la presunción, a los especialistas o equipos profesionales especializados en la problemática. En esta cadena, el lugar que ocupa el o la docente es fundamental, ya que puede llegar a ser la llave que permita ver una problemática que permanecía oculta.
  • 5. Sugerimos la lectura de Maltrato infantil. Orientaciones para actuar desde la escuela, Programa Nacional por los Derechos de la Niñez y Adolescencia, Ministerio de Educación, 2010. Disponible en: http://www.me.gov.ar/construccion/derechos_pub.html ¿Qué hace un docente si identifica que un niño, una niña, adolescente o joven está siendo vulnerado en sus derechos? Es importante notificar al equipo directivo de la situación, y en caso de creerlo necesario dejar un registro escrito. La intención es buscar cooperación, para trabajar en equipo; en una primera instancia dentro de la institución, pero si se considera necesario, buscar la colaboración de otras instituciones o profesionales. Probablemente exista una red de recursos a nuestro alcance a la cual apelar, siempre con el resguardo que implica el respeto a la privacidad. Es preciso tener la mirada atenta para no estigmatizar a los y las estudiantes ni a sus hogares y mantener una actitud comprensiva y solidaria hacia el sufrimiento de las infancias y juventudes. Tener en cuenta que no se pretende juzgar, sino protegerlos y orientar a sus familias. Se debe ser consciente de que se trata de una situación problemática de la que rara vez pueden salir sin ayuda externa. Recordar que nuestra responsabilidad como docentes es asumir un rol en la protección de los derechos de la niñez y la adolescencia, y que estamos obligados a intervenir no solo por razones éticas y sociales, sino también legales. (Ley 26.0614, artículos 9 y 30) En la Argentina la legislación es clara y contundente: el maltrato y el abuso a niñas, niños y jóvenes está penalizado en el marco de la Constitución Nacional, por leyes nacionales y provinciales. No es nuestra función verificar la existencia de signos de daño en el cuerpo del alumno o alumna, pues esta es una tarea del sistema de salud o del organismo pertinente en cada jurisdicción y porque además, hacerlo llevaría a una innecesaria doble victimización, o sea: exponerlo una y otra vez a una situación dolorosa. Al develar este tipo de situaciones, es probable que aparezcan recriminaciones y amenazas e incluso represalias del agresor o agresora hacia el niño, la niña, adolescente o joven por haber hecho pública la situación. Los pasos a seguir fuera de la escuela deben evaluarse institucionalmente para que las decisiones tomadas reflejen el compromiso de los miembros de la escuela. Tengamos en cuenta que muchas familias tienden a "cerrarse" al percibir que los hechos han sido descubiertos. A veces, incluso, para defenderse, hacen que el niño o a la niña abandonen la escolaridad, o culpan a otras personas por lo ocurrido.
  • 6. Haciendo memoria: ¿Alguna vez, en tu trayectoria como docente o en otro rol en la vida escolar te encontraste frente a una situación de maltrato o abuso hacia un niño/a, adolescente o joven? ¿Cuáles fueron las acciones llevadas a cabo por la institución? ¿Qué otras acciones propondrías hoy? ¿Cómo conversar con las niñas, los niños y adolescentes? Es necesario ofrecer un ámbito personalizado que genere confianza mutua para que el alumno afectado pueda conversar y se sienta protegido y resguardado. Muy probablemente esté transitando una situación traumática y necesita ser contenido con calidez y respeto por alguien que acepte sus silencios y el grado de acercamiento que él o ella quieran. Junto con su lenguaje verbal, su actitud corporal también nos dará señales acerca del modo y la proximidad con que desea compartir la información. Teniendo en cuenta que la emotividad y la afectividad son componentes esenciales en la constitución de subjetividad infantil y juvenil. En todo momento se sugiere evitar las manifestaciones de desagrado y de reprobación que el relato pueda producirle a quien escucha. Es necesario afirmar que los y las víctimas de malos tratos muy rara vez mienten o inventan. Por ello, es importante expresarles que creemos en su relato y decirles que es bueno contar las cosas que nos pasan, porque así se facilita la posibilidad de recibir ayuda. A este respecto, es un buen acercamiento hablar en primera persona, usando una expresión como: “A mí también me ayuda conversar acerca de lo que me sucede”. La importancia de la contención Diversos sentimientos tales como la vergüenza, la humillación, el sentirse culpables o la confusión pueden dificultar el diálogo y requieren por parte de quien escucha una actitud muy comprensiva. Cuando hablamos de la importancia de contener a un alumno o alumna que atraviesa una situación difícil, nos estamos refiriendo al hecho de cuidar y sostener a través de nuestras palabras, actitudes y acciones, al niño o al grupo que confió en nosotros. No hay una manera ni una fórmula única de lograrlo, pero se pueden señalar algunas cuestiones que deberían estar presentes. Por ejemplo, brindarle la seguridad de que no se lo va a dejar solo para afrontar su problema, que se le cree, que se respetan sus silencios y sus tiempos. Demostrarle empatía con sus necesidades y, sobre todo, ayudarlo a comprender que no es culpable por lo sucedido; transmitirle la certeza de que lo vamos a intentar ayudar y que ya no está solo, que cuenta con nosotros.
  • 7. Si bien es importante no minimizar lo ocurrido, se debe prestar atención para no magnificar la gravedad de la situación, sobre todo en presencia del afectado, para evitar que se angustie más. Es preciso transmitirle que otros niños y otras niñas atraviesan por situaciones de este tipo. Por otra parte, es necesario tener presente que dar testimonio de sucedido es doloroso para quien lo cuenta. También, ser consciente de que puede sentir que está "delatando a alguien" o revelando un "secreto". Sería importante trabajar con él o ella en torno a la idea de que, en realidad, al contarlo, está ejerciendo su derecho a vivir sin violencia; y que, por otra parte, el pedido de ayuda facilita la intervención externa y de ese modo, contribuye a evitar que el problema se agrave. Registrar los hechos y actuar siempre en el marco de la normativa vigente nos protege yevita que el niño o la niña sea sometido a repetir lo sucedido –con el consiguiente dolor que revivirlo le pudiera provocar, o sea: revictimizarlo– frente a otras personas (director, directora, supervisor, supervisora, etcétera) o que el relato se tergiverse. Es necesario que se deje constancia por escrito de los datos que puedan ayudar en decisiones futuras. Por supuesto con la intención de poder buscar respuestas e intervenciones significativas. Esto, independientemente de que exista en la normativa institucional una indicación acerca de cómo documentar esta clase de hechos en un acta. En tal caso, el acta deberá registrar la información sin profundizar en pormenores colaterales, como una medida de precaución tendiente a cuidar el derecho a la intimidad de la alumna o alumno. Se sugiere registrar el testimonio ofrecido por el alumno en una situación dialógica de confianza, palabra por palabra, con exactitud, de manera tal que no se incorporen al registro interpretaciones de quien escribe que puedan modificar los hechos relatados. Producir buenas descripciones de la situación relatada por el alumno recuperando el punto de vista expresado a través de su voz, en primera persona del singular. Cada uno de nosotros vivimos las situaciones desde la singularidad, en virtud de la condición biográfica y la experiencia social que nos atraviesa. Para reflexionar en nuestras instituciones: A lo largo de tu experiencia como docente, probablemente hayas vivenciado situaciones de maltrato familiar padecidas por tus alumnos/as. Te proponemos un ejercicio personal -que te ayudará a vincularte con tu manera de sentir, pensar y actuar-por lo cual no es preciso que lo compartas. Lo importante es que la actividad te permita recuperar y reflexionar sobre momentos de tu práctica profesional relacionados con la temática. ¿Cómo concibo el maltrato? ¿Qué signos me llevaron a pensar que ese alumno o alumna podría estar siendo víctima de maltrato? ¿Tuve dificultades para identificar la situación? ¿Cuáles? ¿Qué sentí en ese momento? ¿Cuál fue mi reacción al percibir esos signos? ¿Pude compartirlo en mi escuela? ¿A quiénes recurrí? ¿Qué siento actualmente respecto de lo que pasó? ¿Estoy conforme con la manera en que actué? ¿Hay algo más que hubiera querido hacer? ¿Hoy, lo hubiera hecho de otra manera?
  • 8. Acerca de “la denuncia” Cuando la problemática es grave, la denuncia judicial es una estrategia de intervención necesaria. El acto de exposición o denuncia –ya sea ante la Autoridad de Aplicación de la Ley 26.961 o ante estamentos judiciales– tiene como objetivo detener y reparar la vulneración de derechos que pudiera estar sufriendo el niño o la niña. Es necesario saber que la exposición o denuncia debe hacerse en forma simultánea ante la autoridad de aplicación de la Ley de Promoción y Protección Integral de Derechos y ante la Justicia. Si el alumno o la alumna explicita quien es el autor o la autora del hecho puede mencionarse diciendo algo así como: “El alumno o la alumna dice que”. En algunas jurisdicciones existen normativas o protocolos de actuación que establecen que, una vez que la institución escolar informa a las autoridades educativas acerca de una supuesta vulneración de derechos, las denuncias las realizan las autoridades o los equipos técnicos del propio sistema educativo. Ante la posibilidad de una contradenuncia, es importante recordar, en función del cuidado de la persona adulta denunciante, que no se puede ejercer acciones legales sobre alguien por hacer aquello a lo que está obligado jurídicamente. Esto se aplica en el caso del docente que interviene cuando una niña, un niño, adolescente o joven está sufriendo vulneración de sus derechos. Después La intervención en situaciones de vulneración de derechos requiere de un proceso y un compromiso permanente. El problema no se soluciona mediante una sola intervención: es necesario que la institución acompañe la etapa posterior, es decir, que se involucre en el seguimiento tanto del o la estudiante a quien se le han vulnerado sus derechos, como de sus compañeros y compañeras (que se sentirán movilizados si el tema se hizo público). También hay que considerar especialmente el apoyo y acompañamiento que se le debe brindar al o la docente que tomó la iniciativa. Por otra parte, debemos decir que no es necesario que toda la institución (alumnas, alumnos, docentes y no docentes) estén al tanto de los detalles de la situación, ya que muchos aspectos pertenecen a la intimidad de la persona afectada. El criterio básico es el de tomar siempre en cuenta el carácter indivisible e integral de los derechos de la infancia y la adolescencia para pensar las acciones que se van a emprender. Es decir, para preservar un derecho no se puede vulnerar otro. En otras palabras, para evitar el daño producido por el maltrato no se puede atentar contra la privacidad. Lo qué sí, hacer público lo que se pueda, implica considerar que, a partir de esta situación puntual, la misma puede transformarse en una experiencia de aprendizaje
  • 9. para todos los actores de la vida escolar: “a cualquiera nos puede pasar”. Actuar en red En esta etapa de la intervención, ante este tipo de hechos, el trabajo en red es fundamental ya que a través de las articulaciones con otros organismos gubernamentales y no gubernamentales se garantiza el abordaje integral de esta compleja problemática y su acompañamiento en el tiempo. Por ejemplo, si al niño, la niña o adolescente herido (física o simbólicamente) lo atienden en el sistema de salud, es importante que exista un trabajo articulado con el equipo de profesionales de áreas vinculadas con el tema (psicólogos, equipos de orientación, tutores, etc.). De esa manera, se da curso al seguimiento y se evita que la derivación se traduzca en un "desentenderse" del problema. Las instituciones de los ámbitos de Salud, Infancia, Juventud y Justicia deben ser aliadas imprescindibles a la hora de pensar abordajes integrales. ¿Y si la vulneración de derechos ocurre en la escuela? Al igual que con el maltrato intrafamiliar, si el maltrato o abuso es padecido dentro de la escuela, puede ser que se conozca a través del niño, la niña, adolescente o joven. En ocasiones, las señales –como cambios de conductas, aislamiento– son percibidas en el hogar por las familias. En otras, los mismos docentes pueden notar señales inquietantes. ¿Alguna vez sucedió esto en tu escuela? ¿Qué acciones institucionales se llevaron a cabo? ¿Cuál fue el rol del equipo directivo? ¿Harías otras propuestas para actuar? ¿Qué puede hacer la escuela? Partiendo de la premisa de que cada caso es particular, se debe considerar que hay principios generales que pueden orientar las acciones con el fin de garantizar el cuidado de los intereses de la infancia y la juventud. Basándonos en esos principios, se sugieren algunos caminos. Ante la sospecha de maltrato o abuso dentro de la escuela, es importante tener en claro que se trata de un problema del cual los directivos de inmediato deben haber sido informados acerca del hecho; y que la primera cuestión es cómo garantizar el cuidado de todas y todos, en especial, de niñas, niños y jóvenes de la institución. En caso de que la inquietud o acusación por parte de la familia se haga personalmente al docente acusado, éste debe hacer explícita la situación de inmediato al equipo directivo. Es imprescindible llevar a cabo la entrevista frente a un tercero.
  • 10. Ocultar la inquietud o la acusación por temor, vergüenza o miedo, agrava el conflicto. Si se evidencia una inquietud o sospecha y no se tiene constancia de la existencia de la situación de maltrato o abuso, una manera de cuidar la integridad de niñas, niños y jóvenes es a través de la inclusión de la figura de un tercero en los espacios y tiempos de trabajo del posible agresor con los alumnos. De este modo –hasta tanto se aclare si la situación ha existido– se preserva también al docente del que se sospecha, ya que acusar equivocadamente de una conducta a una persona que no la ha cometido puede provocar un daño de difícil reparación. De confirmarse la sospecha, además de tomarse las medidas necesarias para la exclusión del o la agresora del contacto con el alumnado, sugerimos abordar la situación en una reunión especialmente programada para ese fin con el personal de la institución. Se trata de abrir canales de información y espacios de reflexión, formales y confiables, que contrarresten las informaciones "de pasillo", que dan lugar a versiones distintas. Este marco es el que permitirá diseñar estrategias a nivel institucional. El equipo de conducción, será el encargado de notificar la situación a las autoridades superiores correspondientes (inspectores, supervisores). Otro paso importante será comunicar a las familias que la escuela aceptará lo que la Justicia y los actos administrativos determinen, incluso si esto implica la separación del cargo de la persona acusada si los hechos así lo prueban. Un mensaje central en esta intervención de la escuela es actuar demostrando que ese es un espacio confiable, capaz de cuidar a niñas, niños y adolescentes, más aun cuando las conductas individuales de alguna persona adulta hayan vulnerado derechos. Podrán preguntarse en este punto cómo poder hacerlo. En primer término, diferenciarse del supuesto agresor, escuchar al niño o a la niña y a su familia, desarrollar estrategias para que no se vuelvan a producir hechos similares y, sobre todo, eliminar el silencio encubridor y reemplazarlo por propuestas educativas que aporten herramientas para reflexionar. Es importante no negar ni encubrir la situación, minimizando la posibilidad de la realidad del hecho. Si se sostiene una conducta de estas características se estaría incumpliendo con la obligación del funcionario público (Ley 24.417). Algunas sugerencias:  No confrontar al niño o niña con el supuesto agresor para que ratifique su denuncia ni para que acepte sus disculpas. Actuar así puede generar un daño adicional porque estaríamos confrontándolo con un adulto –peor aún si es un docente o un familiar allegado que tienen poder– que va a saber defenderse con más habilidad; y frente a quien la niña, el niño o el joven está y se sentirá en inferiores condiciones.  Las situaciones de maltrato o abuso son un delito de gravedad; por lo tanto, no corresponde mediar.
  • 11. Una de las características de la mayoría de las formas del maltrato infantil es el ocultamiento de los hechos, donde la niña, el niño, la niña o adolescente queda atrapado en pactos de silencio. Incluso, puede creer que los abusos son prácticas normales por tenerlas muy naturalizadas. Frente a esto, la escuela en tanto lugar en el que se establecen vínculos estables y cotidianos, puede generar la condición de intimidad y confianza que un niño, una niña o adolescente requiere para que una persona adulta, externa a la familia, se convierta en alguien al que confiarle. El o la docente no puede actuar en soledad, y es el equipo de supervisión, el equipo directivo, y los equipos de apoyo y orientación los que deben ofrecer el respaldo y la contención para las intervenciones. Esta actividad quizás la puedas realizar en alguna reunión de personal o Jornada Pedagógica. Observemos esta situación: Leticia y Sofía Luis, el maestro de tercer grado, vuelve a mirar consternado los moretones en el brazo de Leticia. Piensa que es inútil preguntarle de nuevo. La niña volverá a relatar que se ha caído, que se ha golpeado peleando con su hermana, en fin… alguna otra historia difícil de creer. Sofía, la hermana de Leticia que está en séptimo grado, no presenta signos de maltrato físico. Pero, como es más grande y se expresa mejor, le ha dicho a su maestra que a veces el papá se pone nervioso por problemas en su empresa, que todo le molesta y le pega mucho a su hermanita. La mamá mira y llora, pero no hace nada. Intervenciones Luis presume que a Leticia le pegan en su casa. Siente que ya es tiempo de compartir su preocupación y lo primero que hace es hablar con Amanda, la docente de la hermana de Leticia. Luis y Amanda entienden que se trata de un caso de maltrato grave. Cada vez con más frecuencia la niña viene golpeada a la escuela. A pesar de que recuerdan algunas situaciones en que otros docentes han intervenido y la cosa quedó en la nada, consideran que algo tienen que hacer. Muy presente está aún entre los que trabajan en la institución la historia de Matías. Sus padres lo retiraron de la escuela luego de ser llamados por la directora para conversar sobre los evidentes síntomas de maltrato que presentaba. Y el caso de Alcira, la maestra de primer grado, que se enfrentó al papá de uno de sus alumnos y salió tan perjudicada que decidió cambiarse ella de escuela. Los docentes empiezan a sentir que poco o nada se puede hacer en estos casos, y que a veces, “es peor el remedio que la enfermedad...” A pesar de ello, deciden juntarse con la directora y ponerla al tanto de la situación, como así también de sus dudas y sentimientos encontrados sobre cómo proceder.
  • 12. Marta, la directora de la escuela es muy clara. Tienen que actuar y cuanto antes. ¿Cómo hacer para no agravar la situación, proteger a las niñas y no perjudicarse ellos ni sentirse impotentes? Marta les dice que la ley obliga a denunciar la situación a los organismos especiales. Teniendo en cuenta las frustrantes experiencias anteriores, y para que no les suceda lo mismo, deciden esta vez no actuar solos. Piensan con quiénes, por fuera del sistema educativo, pueden compartir el problema buscando una intervención más eficaz. Manejan varias alternativas: está el Servicio de Salud Infantil más próximo a la escuela y el equipo de un Centro de Protección de Derechos de Infancia en una ciudad cercana. Eligen este último para que los ayude y oriente. Se comunican con la supervisión del distrito, informan sobre los hechos y evalúan las acciones a desarrollar. Mientras tanto, en otro plano, sienten que tal vez sea necesario volver a conversar con la niña. Se dan un tiempo para pensar la mejor manera de hacerlo ya que cuando Luis le preguntó obtuvo siempre respuestas evasivas. Amanda sugiere preguntarle a Marcela, la profesora de Educación Física, que también está preocupada por el caso, si no quisiera ser ella la que se acerque a la niña, porque tal vez para Leticia sea más fácil hablar con una mujer. Marcela busca un lugar apartado, en el que no haya ruidos ni interrupciones. A pesar de estos recaudos, la niña repite la historia de que los moretones se los ha hecho al caerse. Los docentes y la directora piensan que ha llegado el momento de entrevistar a los padres. Por algunos indicios piensan que es el padre quien ejerce la violencia y por ello el equipo de protección de derechos les sugiere hablar con cada uno por separado. En la primera entrevista citan a la mamá. Deciden no dejar solo a Luis en esta oportunidad. Lo acompañará la directora. En la entrevista, la mamá corrobora el relato de la hermana mayor de Leticia. Efectivamente, su esposo suele golpear a la niña, y en ocasiones, también a ella. La entrevista es muy tensa y todos se quedan muy angustiados. Le proponen a la mamá visitar juntos a los profesionales del Centro de Protección de Derechos que podrán orientarla para protegerse y proteger a sus hijas. Luego de la visita de los distintos profesionales a la escuela y de encaminar la situación, Luis, sus compañeras y Marta, la directora, opinan que la intervención no se agota allí ya que ahora empieza otra historia: acompañar a las niñas en la escuela, contenerlas, pues seguramente lo necesitarán. Al mismo tiempo, se ponen en contacto con el Centro de Protección de Derechos para estar al tanto de cómo continúa la situación. Aún no es tiempo para trabajar el tema con el resto de los compañeros del aula. No se trata de contarles lo sucedido si no preguntan puntualmente, pero más adelante verán la forma de trabajar con toda la clase el derecho de niños y niñas al buen trato. Por ejemplo, la importancia de comunicar a otros adultos cuando alguien les hace daño, ya sea en la casa, en la escuela o en el barrio, el derecho a vivir sin violencia, en fin, integrar estos temas y otros posibles a las clases de todos los días. Para poder hacer todo esto, deben contar ellos a su vez con los apoyos y sostenes necesarios. Deciden continuar el contacto con la gente del Centro de Protección de Derechos para juntarse periódicamente aunque sea un rato breve y así comentarse cómo se van sintiendo y ver qué pasos es necesario seguir dando a medida que transcurre el desarrollo de la situación. Están contentos por el trabajo en equipo que han podido desarrollar ante el problema.
  • 13. Para pensar: A- ¿Qué opinión te merece el relato? ¿Se te ocurren otras formas de intervención? ¿Qué acciones llevarías a cabo en tu escuela para trabajar el Antes y el Después? B- Anticipándonos a la clase 4 de este curso donde trabajaremos las posibles redes entre la escuela y la comunidad, e pedimos que busques cuáles pueden ser los organismos estatales, centros de salud, organizaciones barriales u otras asociaciones cercanas a tu escuela, con las cuales podemos hacer red para intervenir en estas problemáticas. Notas [1] La presente clase fue elaborada en base al documento “Maltrato Infantil: Orientaciones para actuar desde la escuela-1ª ed- Buenos Aires: Ministerio de Educación de la Nación, 2010. [2] En internet se ha lanzando la campaña a través del Ministerio de Desarrollo Social de Nación para promover el trato respetuoso hacia los chicos y chicas, y concientizar e involucrar a la ciudadanía en el cumplimiento y promoción de sus derechos. Para mayor información sugerimos ingresar al siguiente sitio web: http://www.desarrollosocial.gob.ar/buentrato/3587