1. “La Ascensión del Señor”. Evangelio (Mateo 28, 16-20). 1 de junio 2014.
Publicado por LMV en http://erealcala.blogspot.com por el Departamento de Jóvenes de Cáritas Diocesana de Alcalá de Henares.
LA PALABRA ES VIDA
La vida que nace del Evangelio para cada semana …
CÁRITAS DIOCESANA DE ALCALÁ DE HENARES
Los Once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se
postraron, pero algunos vacilaban. Acercándose a ellos, Jesús les dijo: “Se me ha dado pleno
poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos en todos los pueblos bautizándolos en el
nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he
mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”.
Es mejor que Jesús se vaya
Todo educador debe saber desaparecer a tiempo. La pregunta es: ¿cuándo? ¿Cuándo
exactamente su presencia deja de ser cauce y estímulo, para convertirse en freno?
No estaban muy maduros los apóstoles, es la pura verdad, cuando Jesús decidió que había
llegado el momento de dejarlos y volver junto al Padre.
Toda despedida tiene un cierto parentesco con la muerte; algo, ciertamente, se nos muere en
el alma cuando un amigo se va. Por eso intentamos a toda costa amortiguar el golpe, apuntalar
todo lo que pueda prolongar la presencia: el recuerdo, el intercambio de noticias, la promesa
de que quizás algún día…
Hoy, día de la Ascensión, Jesús invierte los papeles: asesta a su propia despedida un golpe tal,
que le quita todo parecido con la muerte: no solamente nos promete que volverá, ni se
contenta con decirnos que se acordará mucho de nosotros, que nos espera; su promesa es
tajante: “Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”.
“Yo estoy con vosotros”. No dice que va a venir, sino que ya está, que se ha quedado para
siempre.
Y este nuevo “estar con nosotros” de Jesús es, precisamente, el que fundamenta la vida y
misión de la Iglesia. Está con nosotros dando sentido y valor a cuanto hagamos en su nombre:
metido en nuestro pobre esfuerzo humano –pan y vino-, para transformarlo en Palabra suya,
en Amor suyo, en Salvación suya –“haced discípulos…, enseñándoles…”-. Está con nosotros
dándonos una fuerza y un poder que jamás podríamos haber soñado –“cuando el Espíritu Santo
descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos…”-.
Bendita despedida de Jesús, que ha hecho posible esta manera nueva –más rica, más cercana,
más eficaz- de “estar con nosotros”.
“Id”. Es el otro aspecto de la despedida. La Ascensión desemboca, para nosotros, en la Misión.
Si Él se echa a un lado, es para darnos paso. Es como si dijera: Ahora, ¡seguid vosotros! Y
pensamos: ¿Acaso somos necesarios? No; ha sido Él quien ha querido necesitarnos. Así como
Él fue para nosotros en rostro humano del Padre, así ha querido que nosotros seamos para el
mundo como la imagen viva de Él, de Jesús. Deberemos traslucir de tal modo su presencia,
que, viéndonos, la gente pueda hacerse una idea de cómo es Jesús, de cómo nos ama, de
cómo la esperanza es ya un derecho para todos.
“Id”, es el “punto final” de los evangelios: ahí acaban los relatos sobre la vida de Jesús. Pero, al
mismo tiempo, es el “punto y seguido” del “Evangelio”: hay que extender por todo el mundo
esa Buena Noticia.
“Id”, es el eco que queda flotando en el aire cuando se ha desvanecido la presencia visible de
Jesús.
PARA TU REFLEXIÓN Y COLOQUIO:
- Hay una vocación y una misión para ti. ¿Las has encontrado?
¿La vocación cristiana de amistad te compromete con los demás ?
¿El modo de vivir de algún cristiano te ha dado testimonio de esto mismo?