Messaggio della Consigliera per le Missioni_14 agosto 2021 por
Jesús promete su presencia
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Lectio Divina, Solemnidad de la Ascensión del Señor, Ciclo ‘A’
“Yo estoy con ustedes”
Mateo 28, 16-20
Al comienzo del Evangelio según Mateo, Jesús fue presentado como el
“Dios-con-nosotros” (1,23), y al finalizarlo, es Jesús mismo quien dice:
“Yo-estoy-con-ustedes” (28,20). ¡En Jesús Dios se hizo visible a nuestros
ojos!
Al regresar a la casa de su Padre, Jesús no nos abandona, sino que nos
da el mandato de integrar en su familia a todos los pueblos de la tierra.
Nos promete su ayuda y su asistencia para que podamos enseñar el
Evangelio a “todas” las naciones, en nombre de aquel que tiene “todo
poder” y que está con nosotros “todos los días hasta el fin del mundo”.
En el espacio y en el tiempo se ejerce el Señorío de Cristo. Es así como la Ascensión de
Jesús no es ausencia del mundo, sino otra manera de estar presente en él. Jesús es para
siempre el “Dios-con-nosotros”.
El evangelio de Mateo termina con el fragmento que leemos hoy. Acaba así su gran proyecto
en el que presenta a Jesús como un maestro que anuncia e inaugura el Reino de Dios.
Mateo ha querido mostrarnos que Jesús viene como enviado de Dios, que fue anunciado
desde antiguo en el judaísmo, aunque la mayoría de los judíos no han sabido reconocerlo, y
que es ahora ofrecido a todos los pueblos, con la esperanza de que algunos lo acojan.
Pero Mateo no lanza su mensaje solo a nuestras cabezas, quiere también tocarnos el
corazón, por eso su final es tan solemne. No quiere que sus lectores dejemos su libro con
melancolía, sino con la inmensa esperanza de que Jesús nos sigue acompañando, y seguirá
con nosotros siempre. Él no ha escrito acerca de un personaje de ficción, ni siquiera sobre
una figura del pasado. Mateo está convencido de que Jesús continúa con nosotros,
resucitado, vivo, actuando, y que nos ha dejado una herencia fascinante y exigente a la vez,
la misión más importante de la historia: anunciar a todos los pueblos el Reino.
SEGUIMIENTO
16. Los once discípulos fueron a Galilea, a la montaña donde Jesús los había citado.
17. Al verlo, lo adoraron; aquellos que habían dudado.
18. Jesús se acercó y se dirigió a ellos con estas palabras: “Dios me ha dado autoridad plena
sobre cielo y tierra.
19. Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos y bautícenlos para consagrarlos al Padre,
al Hijo y al Espíritu Santo,
20. enseñándoles a convertir en obras todo lo que les he mandado. Y sepan que yo estoy
con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo.”
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LEER: entender lo que dice el texto fijándonos cómo lo dice
“Vayan, pues, y hagan discípulos a todas
las gentes”: Ser discípulo no significa lo
mismo que ser alumno. Un discípulo se
relaciona con su maestro. El alumno se
relaciona con su profesor. El discípulo vive
junto al maestro 24 horas al día; el alumno
recibe lecciones del profesor durante
algunas horas, y después se va a su casa.
El discipulado en relación a Cristo pide:
1º. Imitar el ejemplo del Maestro: Jesús era
el modelo que se debía imitar y recrear en
la vida del discípul@ (Jn 13,13-15). La
convivencia diaria permitía una continua
revisión. En esta Escuela de Jesús se
enseñaba solo una materia: ¡el Reino!
2º. Participar en su destino: El que quería
seguir a Jesús, debía comprometerse con
Él: "estar con Él en las tentaciones" (Lc
22,28), e incluso en la persecución (Jn
15,20; Mt 10,24-25). Debía estar por tanto
dispuesto a cargar con la cruz y a morir
con Él (Mc 8,34-35; Jn 11,16).
3º. Poseer en sí mismo la vida de Jesús:
Después de la Pascua, se añadió la
expresión: "Vivo, pero no soy yo quien
vivo, sino que es Cristo que vive en mí"
(Gal 2,20). Los primeros cristianos
intentaron identificarse profundamente con
Jesús. Se trata de la dimensión mística del
seguimiento de Jesús, fruto de la acción
del Espíritu.
“Yo estoy con ustedes todos los días,
hasta el fin del mundo”: Cuando Moisés
fue enviado a liberar al pueblo de Egipto,
recibió de Dios una certeza, la única
certeza: "Ve, ¡Yo estaré contigo!" (Ex
3,12). Y esta misma certeza les fue dada a
los profetas y a otras personas enviadas
por Dios, para desarrollar una misión
importante en su proyecto (Jer 1,8; Jue
6,16).
María la recibió cuando el ángel le dijo: "El
Señor está contigo" (Lc 1,28). Jesús, en
persona, es la expresión viva de esta
certeza, porque su nombre es Emmanuel,
Dios con nosotros (Mt 1,23). Él estará con
sus discípulos, con todos nosotros, hasta
el final de los tiempos.
Jesús controla el tiempo y la historia. Él es
el primero y el último (Ap 1,17). Antes del
primero no existía nada y después del
último no vendrá nada. Esta certeza es un
apoyo para las personas, alimenta su fe,
sostiene la esperanza y genera amor y
donación de sí mismos.
Juan quería que Jesús fuera sólo el
Maestro del pequeño grupo, de la
comunidad, pero Jesús le aclaro que su
discipulado tendría que abrirse cada vez
más (Mc 9,38-40).
Al finalizar el primer siglo después de
Cristo, las dificultades y las persecuciones
fueron causa de que las comunidades
cristianas perdieran algo de su fuerza
misionera y se cerraran en sí mismas,
como si fueran las únicas que defendían
los valores del Reino; pero el Evangelio de
Mateo, fiel a una larga tradición de
apertura hacia todos los pueblos, les hizo
saber que las comunidades no podían
cerrarse ni pretender el monopolio de la
acción de Dios en el mundo.
Dios no es propiedad de las comunidades,
sino que las comunidades son propiedad
de Yahvé (Ex 19,5).
En medio de la humanidad que lucha y
resiste contra la opresión, las comunidades
deben ser sal y fermento (Mt 5,13; 13,33).
Deben hacer que resuene en el mundo
entero, entre todas las naciones, la Buena
Noticia que Jesús nos ha traído: ¡Dios está
presente en medio de nosotros!
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Es el mismo Dios que, desde el Éxodo, se
empeña en liberar a todos aquellos que
gritan hacia Él (Ex 3,7-12). Esta es su
misión. Si la sal pierde su sabor... ¿para
qué servirá? "¡No sirve ni para la tierra ni
para el estercolero!" (Lc 14,35).
“Y he aquí que yo estoy con vosotros todos
los días hasta el fin del mundo”
Durante su ministerio terreno, la relación
de Jesús con sus discípulos estuvo
caracterizada por su presencia visible y
viva en medio de ellos. A partir de la
Pascua esta presencia no termina sino que
adquiere una nueva modalidad.
Jesús utiliza una expresión conocida en la
Biblia. En el Antiguo Testamento la
expresión “El Señor está contigo”,
aseguraba a la persona que tenía una
misión particular, que Dios la asistiría con
su poder para que la realizara con
eficacia. La expresión era sinónimo de la
presencia de Dios, ya que Él nunca
abandona a la persona a sus propias
fuerzas, sino que a la tarea que le
encomienda, se le suman su presencia y
su ayuda ¡siempre!
Jesús, a quien se le ha dado todo poder,
habló a sus apóstoles con potestad divina,
asegurándoles su presencia y su ayuda.
Quien al principio fue anunciado como el
“Emmanuel”, el “Dios con nosotros” (1,23),
muestra ahora la verdad de esta
expresión: Él es la fidelidad viviente del
Dios de la Alianza; “Dios-con-nosotros” es
una expresión referida al “Yo soy su Dios y
ustedes mi pueblo”, y les dijo con toda
verdad que permanecería a su lado con
todo su poder, interesado en todo lo que
era suyo, asistiéndolos con el correr del
tiempo.
MEDITAR: Aplico lo que dice el texto a mi vida
Jesús dijo a los suyos que ya no estaría de forma visible en medio de ellos, pero les
garantizó su presencia poderosa, “hasta el fin del mundo”, hasta que llegara a plenitud la
obra que el Padre le había confiado. El pasaje comienza con una nota profundamente
humana: ‘la duda’. Los once apóstoles acudieron al monte de Galilea. Ahí había comenzado
Jesús su anuncio, y en esa región, había pasado mucho tiempo. Regresar era volver a los
orígenes, al inicio de la construcción del Reino, para que, junto con Él, siguieran cons-
truyéndolo.
El monte, en la Biblia, es símbolo del encuentro con Dios. Fue en un monte donde Moisés
recibió la Ley y la misión; fue en el monte Tabor donde Jesús se manifestó como el Hijo de
Dios a Pedro, a Santiago y a Juan. El monte es sinónimo de la cercanía de Dios.
Jesús atraviesa el tiempo hablando del pasado, del presente y del futuro. Del pasado porque
recuerda que Dios le ha dado todo poder sobre el cielo, sobre la tierra y sobre el universo.
¿Por qué? Porque ha sido capaz de entregarse totalmente, dando su vida hasta la última
gota. No hay triunfalismos en esta expresión. Los apóstoles no eran perfectos, y nunca lo
habían sido, solo eran personas que se animaron a seguir a Jesús a pesar de sus dudas y Él
quiso que dentro de sus límites, contaran con su presencia.
La celebración de la Ascensión nos coloca ante Jesús, como sus discípulos. Él se
acerca a ellos, como se acerca a nosotros para dirigirnos también sus palabras. Nosotros
entendemos el poder como dominación y opresión, Dios lo vive como amor gratuito y
como donación. Nos pide que lo vivamos siguiendo sus pasos, haciendo lo que Él hizo.
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¿Hemos comprendido qué nos quiere pedir en este domingo, al haber caminado con Él
estos domingos de Pascua?
Jesús dejó a los suyos una misión sencilla y complicada a la vez. «Hagan discípulos a todos
los pueblos. Propongan mi camino y mi mensaje en el mundo entero, en la historia entera,
para que, quien quiera, me siga» Jesús mismo indica tres pasos a vivir para ser discípul@s
misioner@s; el primero es fácil de entender y difícil de cumplir: “Vayan”. Salgan de su tierra,
de su comodidad, de sus esquemas, de sus ideas, de sus templos. Sean capaces de ir a
sitios distintos, con personas distintas y hablen lenguas nuevas. Dejen lo que creen y saben
y empápense de todas las culturas; descubran en ellas sus riquezas y sus sombras,
ayúdenlas desde dentro a crecer, a purificarse, a ser cada vez más humanas, y por ello
también, más evangélicas.
¿Qué necesitamos para vivir este primer paso: ¡Vayan!?
El segundo es: ¡Bauticen! Los seres humanos hablamos con símbolos, con ritos que
significan mucho. Los primeros cristianos tenían gestos que significaban para ellos mucho,
porque les hablaban de la presencia de Dios. Los sacramentos han sido siempre para la
comunidad cristiana signos de esta presencia; por más de dos mil años, han sido para la
Iglesia caudal de gracia divina.
¿Qué valor le damos hoy a los sacramentos y cómo son aprovechados por quiénes los
recibimos? ¿Qué significa para nosotros esa expresión: ¡Bauticen! ?
Y el tercer paso es enseñar a vivir como Jesús vivió. Éste es el más difícil, porque no solo se
enseña con las palabras, sino con el ejemplo, con la vida, con la coherencia. No somos
mejores que los otros, pero nuestra misión es vivir como Él.
¿Soy consciente de lo que me pide ‘ser como Jesús’?
ORAMOS nuestra vida desde este texto
Dios bueno, el Evangelio de Mateo termina, pero nos toca a nosotros
seguir escribiéndolo. Tenemos la hoja en blanco; nos espera el
futuro; ese tiempo que nos has dado para que seamos capaces
continuar la extensión de tu Reino. Tú ya hiciste lo que tenías que
hacer, nos regalaste a tu Hijo, nos enviaste a tu Espíritu, formaste tu
familia, ‘la Iglesia’.
Haz que seamos valientes para seguir tu obra, con María, tu madre, la Madre de tu Hijo y
nuestra Madre. Que no nos quedemos mirando al cielo. Que venzamos nuestros miedos.
Que comprendamos cómo se construye tu Reino, y que la evangelización y la liturgia, nos
hagan verdader@s discípul@s misioner@s, ahora y siempre. ¡Así sea!