Basta... suficiente...

Hay un tiempo en tu vida
en que finalmente lo
consigues...
cuando en medio de todos
tus miedos y locuras
haces un alto en tu camino
y desde alguna parte en tu
interior una voz te grita:
SUFICIENTE !
Basta de luchar y gritar o
pelear para sostenerte.
sonialilianafio@yahoo.com.ar

Y como un niño que
calla después de una
rabieta, tus sollozos
comienzan a
desplomarse,
te estremeces una
o dos veces,
brillas detrás de
tus heridas
y comienzas a mirar
el mundo a través
de ojos nuevos.

Este es tu despertar.
Te das cuenta que es
tiempo de dejar de
quedarte esperando y
aguardando que
cambie algo o tu
felicidad,
que tu salvación y
seguridad vendrá
galopando en el
próximo horizonte.

Te das cuenta
que él no es el príncipe
encantado
y que tu no eres la
cenicienta y que en el
mundo real las cosas
no son como en los
cuentos y que cualquier
garantía de final feliz
debe empezar por ti
y por un proceso de
profunda serenidad
que llega con la
aceptación.

Te das cuenta que no
eres perfecto
y que no todos
amaremos por siempre.
Apreciarás,
o aprobarás quién
o cual de todos eres…
y que es correcto.
(Tienen derecho a sus
propios puntos de vista y
opiniones.)


Y aprendes la importancia
de amar y defenderte tu
mismo y en el proceso de
dar sentido al nuevo
sentimiento llegas a la
auto-aprobación.
Dejas de hablar mal
y de culpar a otras
personas por las cosas que
te han hecho
(o que no te han hecho a ti,)
y aprendes que la única
cosa que realmente importa
es lo inesperado.

Aprendes que la gente no
dice siempre lo que
piensa o hacen lo que
dicen y que no todos
estarán siempre allí
para ti o por ti.
Así pues,
aprendes a valerte solo
y a cuidarte por ti mismo
y en ese proceso de sentir
confianza y seguridad
llegas a tu propia
independencia.

Dejas de juzgar y señalar
con el dedo
y comienzas a aceptar
a la gente por lo
que ella es
y a pasar por alto
sus defectos
y humanas fragilidades
y en ese proceso
de sentimiento de paz
y de alegría llegas al
perdón.

Te desgastas
mucho en tu forma
de ver las cosas
y el mundo que
te rodea,
esto es el resultado
de todos los
mensajes y opiniones
que te han inculcado
en tu inconsciente.



Comienzas a filtrar todo
el cúmulo de cosas
que te han alimentado sobre
cómo debes comportarte,
cómo debes mirar,
cuánto debes pesar,
qué debes usar,
dónde debes hacer compras,
cómo te debes conducir,
cómo y dónde debes vivir,
qué debes hacer con tu vida,
con quién debes dormir,
con quién te debes casar,
qué debes esperar de una unión,
la importancia del tener
y de criar a niños,
o qué le debes a tus padres.

Aprendes a abrirte a los
mundos nuevos y a diversos
puntos de vista.
Y comienzas a valorar de
nuevo y a redefinir quién eres,
para qué existís.
Aprendes la diferencia entre
deseo y necesitar
y tú comienzas a desechar las
doctrinas y los valores que te
han inculcado,
o que nunca debiste
haber comprado
y en este proceso aprendes a
guiarte con tus instintos.

Aprendes en qué consiste en
verdad el dar lo que recibimos.
Y que está allí la energía y la
gloria de crear y contribuir.
Dejas de conducirte por la vida
simplemente como un
“consumidor”.
Aprendes que los principios
tales como honradez e
integridad no son ideales
anticuados a dejar a un costado
sino del mortero
donde preparas la fundición
sobre la cual debes construir
una vida.

Aprendes que no lo
sabes todo,
que no es tu trabajo
salvar al mundo
y que no puedes enseñar
a un cerdo a cantar.
Aprendes a distinguir
entre la culpabilidad
y la responsabilidad
y aprendes la
importancia de fijar límites y
de aprender a decir
NO.

Aprendes que la única
cruz a llevar es la que
eliges llevar
y que los mártires
sólo consiguen ser
quemados en la
hoguera.
Entonces aprendes
sobre el amor:
el Amor romántico
y el Amor familiar.

Aprendes cómo amar,
cuánto dar por amor,
cuándo dejar de dar y
cuándo alejarte.
Aprendes a no proyectar
tus necesidades o tus
sensaciones sobre
una relación.
Aprendes que no serás
más hermoso,
mas inteligente,
más amado o importante
debido al hombre o la mujer
que llevas del brazo o por el
niño que lleva tu nombre.

Aprendes a ver tus
relaciones por lo que son
y no como tu quisieras
que fueran.
Dejas de intentar controlar
situaciones y resultados
con la gente.
Aprendes que la gente
crece y cambia con amor.
Y aprendes que no tienes el
derecho de exigir amor en
tus términos.
Y aprendes que “sólo”
no significa “solitario”.

Y al mirarte en el espejo
te das cuenta que nunca
serás un 10 perfecto
y dejas de intentar
competir con la imagen
que existe de ti dentro
de tu cabeza.
También dejas el
trabajar tan duro
poniendo tus sentimientos
de lado,
haciendo la vista gorda e
ignorando tus necesidades.

Aprendes que el derecho de
tus sentimientos son
perfectamente ACEPTABLES
y aprendes que es correcto
desear cosas
y preguntarte qué cosas son
las que deseas
y a veces es necesario
crearse demandas.
Te das cuenta que mereces
ser tratado con amor,
amabilidad,
con sensibilidad y con respeto
y tú decides no
menospreciarlo.

Y solamente permites que
las manos de un amante te
acaricien para glorificarte
con su tacto…
y en ese proceso internalizas
el significado del amor propio.
Y aprendes que tu cuerpo
realmente es tu templo.
Y comienzas a cuidar de él y a
tratarlo con respeto.
Comienzas a comer una dieta
equilibrada, bebiendo más
agua y tomándote más tiempo
para ejercitar. Tomas más
tiempo para descansar.

Y así como el alimento
aprovisiona de combustible
el cuerpo, la risa
aprovisiona de combustible
nuestra alma.
Tomas más tiempo para
reír y para jugar.
Aprendes que eso
es para la mayor parte
de tu vida, consigues lo que
crees que mereces…y que
mucho de la vida es verdad,
una profecía que uno
mismo debe satisfacer.

Aprendes que vale la pena
trabajar por cualquier cosa
digna de realización,
y para que pueda suceder
algo diferente
trabajando para que suceda.
Lo más importante,
es que aprendes que para
alcanzar el éxito necesitas
una dirección, disciplina y
perseverancia.
También aprendes que nadie
puede hacerlo todo solo
y que es ACEPTABLE
arriesgarse a pedir ayuda.

Aprendes que la única cosa
que debes temer en verdad
es al gran ladrón de todos los
tiempos:
el MIEDO en sí mismo.
Aprendes a caminar
correctamente con tus miedos,
porque sabes que lo que
sucede puedes dirigirlo
y aceptas que el miedo es
a vivir correctamente la vida
en tus términos.
Y aprendes a luchar
para tu vida y no malgastarla
pensando en lo que vendrá.


Aprendes que la vida no es
siempre justa,
que no se consigue
siempre lo que uno quiere
y que las cosas a veces
“malas” suceden a pesar
de ser buena gente.
En estas ocasiones
aprendes a no
personalizar las cosas.
Aprendes que Dios no te
está castigando y que no
está pudiendo contestar
a tus rezos.


Es que está sucediendo
la vida.
Y aprendes a ocuparte
de tu principal mal:
TU EGO.
Aprendes que las
sensaciones negativas tales
como cólera,
la envidia y el resentimiento
deben ser entendidos y ser
redirigidos o sofocarán la
vida fuera de ti
y envenenará el universo
que te rodea.


Aprendes a admitir cuando
estás equivocado y a crear
puentes en vez de paredes.
Aprendes a ser agradecido
y a recapacitar en la
comodidad de las muchas
cosas simples que tenemos,
cosas sobre las cuales
millones de gente sobre la
tierra sólo pueden soñar:
un refrigerador lleno,
lavar con agua corriente,
una cama confortable,
una ducha de agua caliente.

Lentamente,
comienzas a tomar la
responsabilidad de ser
como eres y te haces la
promesa de nunca
traicionarte,
dejando de lado los
deseos de tu corazón.
Y haces un punto de
inflexión para guardar la
sonrisa, para guardar la
confianza, y para
permanecer abierto a cada
posibilidad maravillosa.

Finalmente,
con valor en tu
corazón, respiras
profundamente y
comienzas a diseñar
la vida que
deseas vivir,
como mejor puedas.

Desconozco al autor del texto.

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