El cuento trata sobre Estirada, una jirafa soberbia en el zoológico que creía que por ser alta y bella no necesitaba de la ayuda de los otros animales. Un día se lastimó gravemente y tuvo que pedir ayuda, dándose cuenta de que a pesar de su comportamiento anterior, los demás animales estaban dispuestos a ayudarla. Gracias a esta experiencia, Estirada aprendió que todos merecen y necesitan ayuda, y dejó de lado su actitud soberbia.
1. Una jirafa estirada
Escritora Argentina. Cuentos de animales para niños.
Tema Una jirafa estirada.Escritora Argentina. Cuentos de animales para niños.
Tema del cuento: La soberbia.
En el zoológico de la ciudad, había un animal que llamaba la atención más que cualquiera.
Todo el mundo la miraba porque era muy bella y muy, pero muy alta.
La jirafa -de quien estamos hablando- se llamaba Estirada y ya veremos que su nombre, no
sólo se debía a su largísimo cuello.
Estirada era una jirafa soberbia. Se jactaba de llegar a las copas de los árboles más altos y a
la vez, poder bajar su cuello cómodamente para comer el pasto que tanto le gustaba. Podía
hacer muchas cosas pues era una jirafa muy ágil. Decía no necesitar de nadie, pues
estuviese alto o bajo, podía alcanzar lo que quería.
Como era tan bonita, era la mayor atracción del zoológico. Sus pestañas eran largas y
curvas, parecían muchas letras “c” pegaditas a sus ojos marrones. Su pelaje parecía un
helado de vainilla salpicado con miel o viceversa, como más les guste a ustedes.
Sin embargo, por más bella, atractiva y ágil que fuera, no tenía amigos.
2. Nunca jugaba con los demás animalitos y siempre consideraba a sus compañeros del
zoológico inferiores a ella y no precisamente porque fuera más petizos.
Sin embargo, los animales querían ser amigos de Estirada. Todos menos Biruta y
Chicharrón, dos cotorritas mellizas, verdes y charlatanas. A ellas dos en particular, les dolía
mucho la actitud de la jirafa.
– Te damos una ducha fresquita- le decían los elefantes cuando hacía calor.
– No gracias, yo se refrescarme muy bien solita – contestaba en tono despectivo Estirada.
– ¿Jugamos a quién trepa más alto los árboles? – le preguntaban los inquietos monitos.
– A mi no me hace falta trepar a ningún lado, yo con mi largo cuello llego donde se me da
la gana y sin esfuerzo alguno- respondió la jirafa.
– Déjenla muchachos, no vale la pena- Decía Biruta.
– ¿y cuánto vale la pena? Preguntó Chicharrón que solía hacer preguntas insólitas o de
difícil respuesta.
Estirada creía que todo lo podía. Era bella, ágil, admirada ¿por qué tendría que necesitar de
otro animal?
Sin embargo, la vida muchas veces nos demuestra qué tan equivocados estamos.
No siempre uno se da cuenta solo de sus errores o defectos. A veces tiene que ocurrir algo
que nos haga tomar conciencia de aquello que no estamos haciendo bien.
Eso fue lo que le pasó a Estirada.
Un día caminando en búsqueda de hojas frescas de la copa de un árbol, se raspó el lomo
con una rama muy puntiaguda y comenzó a sangrar. La herida era profunda realmente.
Se asustó mucho, no sólo porque el dolor era muy intenso, sino porque no encontraba la
manera de detener la sangre que seguía saliendo. Quiso curarse sola, como hacía todo
siempre. Fue allí cuando se dio cuenta que muchas, muchísimas veces necesitamos de los
demás.
Trató de girar su largo cuello para lamerse la herida, pero casi se lo quiebra. Restregó su
cuerpo sobre las plantas recién regadas para ver si el dolor cedía, pero minúsculos bichitos
se metían por la herida causándole más dolor aún.
Fue entonces cuando decidió pedir ayuda a los otros animales que sí podían llegar a su
lomo sin esfuerzo y curarle la herida. No es fácil para alguien soberbio pedir ayuda, pero es
bueno aprender a hacerlo.
Por suerte los demás animalitos no eran rencorosos y se apresuraron a ver qué podían hacer
por Estirada.
– Hay que sanar esa herida cueste lo que cueste – dijo Biruta.
– ¿Costará muy caro? – Preguntó Chicharrón.
– No hay tiempo para preguntas tontas amigos- intervino
el elefante y alzando su trompa echó un chorro gigante de agua para lavar la herida de la
jirafa.
Hecho esto, un monito tití trepó al lomo de Estirada y la vendó con una red que ellos tenían
para treparse, no sin antes pedirle al elefante que la lavara muy bien.
– ¡Quedó una pinturita! – Exclamó contento el monito.
– ¿Pinturita o crayón? – Preguntó Chicharrón. Demás está decir que nadie contestó.
Estirada realmente parecía un dibujo, no se si de pinturita o crayón, pero se quedó quieta,
inmóvil mirando a todos los animales que la habían ayudado.
No era el dolor lo que la inmovilizaba y la dejaba muda, sino la vergüenza, el pensar cómo
se había comportado ella con sus compañeros y cómo, a pesar de eso, todos la habían
3. ayudado.
– No merezco tanta ayuda- dijo triste Estirada.
– Todos merecemos ayuda- contestó el elefante- Aún cuando algunos consideren que son
más que otros. Creo que es hora que entiendas que tener el cuello más largo del zoológico
no te hacer mejor que nadie ¿verdad?
– ¿Y qué tiene nadie para ser peor que una jirafa? es más… ¿quién es Nadie? Preguntó
Chicharrón.
– Nada hermanito, nada – contestó Biruta – nos harías un gran favor si te callaras la boca.
– Yo pregunté por Nadie, no por nada- insistió Chicharrón.
Por suerte Chicharrón se calló la boca.
Estirada aprendió la lección, ayudó y se dejó ayudar por los demás. Una cicatriz quedó en
su lomo. A Estirada no le molestaba, por el contrario, no dejaba de mirarla. Sentía que de
ese modo, jamás olvidaría lo que había vivido y no volvería a ser soberbia nunca más.
Fin
el cuento: La soberbia.
Para pensar un poquito:
- A través de este cuentito ¿aprendiste que es la soberbia?
- ¿Tenés actitudes soberbias?
- ¿Podés darte cuenta que no es bueno ser soberbio y creer que uno es más que los demás?
- ¿No pensás que es mejor ser humilde a valorar a todos, que creer que somos mejores que
el resto de las personas que nos rodean?
4. En el zoológico de la ciudad, había un animal que llamaba la atención más que cualquiera. Todo
el mundo la miraba porque era muy bella y muy, pero muy alta.
La jirafa -de quien estamos hablando- se llamaba Estirada y ya veremos que su nombre, no sólo
se debía a su largísimo cuello.
Estirada era una jirafa soberbia. Se jactaba de llegar a las copas de los árboles más altos y a la
vez, poder bajar su cuello cómodamente para comer el pasto que tanto le gustaba. Podía hacer
muchas cosas pues era una jirafa muy ágil. Decía no necesitar de nadie, pues estuviese alto o bajo,
podía alcanzar lo que quería.
Como era tan bonita, era la mayor atracción del zoológico. Sus pestañas eran largas y curvas,
parecían muchas letras “c” pegaditas a sus ojos marrones. Su pelaje parecía un helado de vainilla
salpicado con miel o viceversa, como más les guste a ustedes.
Sin embargo, por más bella, atractiva y ágil que fuera, no tenía amigos.
Nunca jugaba con los demás animalitos y siempre consideraba a sus compañeros del zoológico
inferiores a ella y no precisamente porque fuera más petizos.
Sin embargo, los animales querían ser amigos de Estirada. Todos menos Biruta y Chicharrón, dos
cotorritas mellizas, verdes y charlatanas. A ellas dos en particular, les dolía mucho la actitud de la
jirafa.
– Te damos una ducha fresquita- le decían los elefantes cuando hacía calor.
– No gracias, yo se refrescarme muy bien solita – contestaba en tono despectivo Estirada.
– ¿Jugamos a quién trepa más alto los árboles? – le preguntaban los inquietos monitos.
– A mi no me hace falta trepar a ningún lado, yo con mi largo cuello llego donde se me da la
gana y sin esfuerzo alguno- respondió la jirafa.
– Déjenla muchachos, no vale la pena- Decía Biruta.
– ¿y cuánto vale la pena? Preguntó Chicharrón que solía hacer preguntas insólitas o de difícil
respuesta.
Estirada creía que todo lo podía. Era bella, ágil, admirada ¿por qué tendría que necesitar de otro
animal?
Sin embargo, la vida muchas veces nos demuestra qué tan equivocados estamos.
No siempre uno se da cuenta solo de sus errores o defectos. A veces tiene que ocurrir algo que
nos haga tomar conciencia de aquello que no estamos haciendo bien.
5. Eso fue lo que le pasó a Estirada.
Un día caminando en búsqueda de hojas frescas de la copa de un árbol, se raspó el lomo con
una rama muy puntiaguda y comenzó a sangrar. La herida era profunda realmente.
Se asustó mucho, no sólo porque el dolor era muy intenso, sino porque no encontraba la
manera de detener la sangre que seguía saliendo. Quiso curarse sola, como hacía todo siempre.
Fue allí cuando se dio cuenta que muchas, muchísimas veces necesitamos de los demás.
Trató de girar su largo cuello para lamerse la herida, pero casi se lo quiebra. Restregó su cuerpo
sobre las plantas recién regadas para ver si el dolor cedía, pero minúsculos bichitos se metían por
la herida causándole más dolor aún.
Fue entonces cuando decidió pedir ayuda a los otros animales que sí podían llegar a su lomo sin
esfuerzo y curarle la herida. No es fácil para alguien soberbio pedir ayuda, pero es bueno aprender
a hacerlo.
Por suerte los demás animalitos no eran rencorosos y se apresuraron a ver qué podían hacer por
Estirada.
– Hay que sanar esa herida cueste lo que cueste – dijo Biruta.
– ¿Costará muy caro? – Preguntó Chicharrón.
– No hay tiempo para preguntas tontas amigos- intervino
el elefante y alzando su trompa echó un chorro gigante de agua para lavar la herida de la jirafa.
Hecho esto, un monito tití trepó al lomo de Estirada y la vendó con una red que ellos tenían para
treparse, no sin antes pedirle al elefante que la lavara muy bien.
– ¡Quedó una pinturita! – Exclamó contento el monito.
– ¿Pinturita o crayón? – Preguntó Chicharrón. Demás está decir que nadie contestó.
Estirada realmente parecía un dibujo, no se si de pinturita o crayón, pero se quedó quieta,
inmóvil mirando a todos los animales que la habían ayudado.
No era el dolor lo que la inmovilizaba y la dejaba muda, sino la vergüenza, el pensar cómo se
había comportado ella con sus compañeros y cómo, a pesar de eso, todos la habían ayudado.
– No merezco tanta ayuda- dijo triste Estirada.
– Todos merecemos ayuda- contestó el elefante- Aún cuando algunos consideren que son más
que otros. Creo que es hora que entiendas que tener el cuello más largo del zoológico no te hacer
mejor que nadie ¿verdad?
6. – ¿Y qué tiene nadie para ser peor que una jirafa? es más… ¿quién es Nadie? Preguntó
Chicharrón.
– Nada hermanito, nada – contestó Biruta – nos harías un gran favor si te callaras la boca.
– Yo pregunté por Nadie, no por nada- insistió Chicharrón.
Por suerte Chicharrón se calló la boca.
Estirada aprendió la lección, ayudó y se dejó ayudar por los demás. Una cicatriz quedó en su
lomo. A Estirada no le molestaba, por el contrario, no dejaba de mirarla. Sentía que de ese modo,
jamás olvidaría lo que había vivido y no volvería a ser soberbia nunca más.
Fin