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33 y 1/tercio
33 y 1/tercio
”Pero si me pongo de espaldas al mar, sólo veo tierra; camino sin parar y el horizonte de
la tierra se dilata hasta el infinito. Un año, cinco años, diez años y sigo sin ver el mar. Y
me digo: pero ¿qué le ha ocurrido al mar? Y me respondo: el mar está más allá, en los
penetrales de la memoria. El mar es un mito. Nunca ha existido el mar. Y sin embargo sí
ha existido. Puedo afirmarlo porque nací a orillas del mar. ¡Me he bañado en el agua del
mar! Me dio de comer, me proporcionó paz, y sus distancias fabulosas alimentaron mis
fantasías. No, Arturo, el mar no ha existido nunca. Tienes fantasías y deseos, pero sigues
caminando por el desierto. Nunca volverás a ver el mar”.

                                                                          pregúntale al polvo
                                                                                 John Fante




”Ya está aquí el color del verano con sus tonos repentinos y terribles. Los cuerpos
desesperados, en medio de la luz, buscando un consuelo. Los cuerpos que se exhiben,
retuercen, anhelan y se extienden en medio de un verano sin límites ni esperanzas... ¿Y
a quién le importa nuestro verano, ni nuestra prisión marina, ni este tiempo que a la vez
nos excluye y nos fulmina? Fuera de este verano, ¿qué tenemos?... Vendrán los grandes
aguaceros, y una desesperación sin tiempo seguirá germinando en todos nosotros.
Vendrán nuevas oleadas de luz y de humedad y no habrá roca, portal o arbusto que no
sea pasto de nuestra desolación y desamparo. Seremos ese montón de huesos
abandonados pudriéndose al sol en un yerbazal. Un montón de huesos calcinados por el
tedio y la certeza sin concesiones de que no hay escapatorias. Porque es imposible
escapar al color del verano, porque ese color, esa tristeza, esa fuga petrificada, esa
tragedia centelleante –ese reconocimiento– somos nosotros mismos. Oh, Señor, no
permitas que me derrita lentamente en medio de veranos inacabables. Déjame ser sólo
un destello de horror que no se repite. No permitas que el nuevo año, el nuevo verano
(el mismo verano de siempre) prosiga en mí su deterioro, y otra vez me conmine a
lanzarme a la luz, ridículo, arrugado, patético y empapado, buscando”.

                                                                          el color del verano
                                                                             Reinaldo Arenas
33 y 1/tercio

guitarras, bajo, batería, redacción: 33 y 1/tercio
(no usamos sintetizadores, just like…)

                           portada: fotografías de leordanis hernández y
                                          elena v. molina
                           diseño de portada: raúl y damián flores iriarte



                               La publicación no se hace responsable de
                         las opiniones expresadas por los autores. Los
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                       (seguridad de sombras)



                                  fly

lógicamente, la tapa de mi caja privada) hanzmagnusenzensberger

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            el mito del escritor fronterizo) heribertoyépez

foukaka crew / ultrapop) rafasaavedra

             santificarás las fiestas) yordankaalmaguer

 informe ellis: el lado oscuro de la mtv / el escritor que te encanta
                                                       odiar / vintage

                          héjira) davidsedaris

                          el insomnio del Censor) ahmelechevarría

     no quiero ser una chica ahmelóvar) orlandoL

           poemas de fogonero emergente) jorgealbertoaguiardíaz

     el pasado que será) juanvilloro

     copia de seguridad) jorgeenriquelage

                                                          guitar shop
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                                        fly

Ella y yo nos habíamos quedado solos. Pero no como la vez pasada en la ciudad-
completamente-vacía. No. Pero nos habíamos quedado solos. Mira el vino que he
comprado, le dije y ella me miró, me dio las gracias, y habló un poco sobre cine. No
quiero saber de eso, le dije. Bien, asintió ella, y nos quedamos en silencio. ¿Qué
haces?, pregunté, por decir algo (para llenar esos gigantescos huecos
conversacionales), ¿Qué haces en tu tiempo libre? Compongo, dijo ella.
¿Compones? Resultó que escribía poemas. Todo el tiempo. Solo podía pensar en
poemas. Ahora mismo estoy pensando en uno, dijo. Recítamelo, le pedí. Ella dijo
que no. Le daba pena. No hay nadie aquí, le dije, No tiene por que darte pena. El
invierno acababa de empezar y la temperatura había bajado. No mucho, pero sí
algo. Lo suficiente como para que ella pudiera pedirme que la abrazara, pero no. En
vez de eso, hablábamos de poemas. Me da pena, dijo ella. una mosca se posó
entonces sobre su hombro. Me asombró ver una mosca en pleno invierno. Se lo
dije. Apuesto que podrías escribir un poema sobre esa mosca, dije, ¿no es verdad?
No lo sé, dijo ella. Puede que sí, pero también puede que no.

Ella y yo nos habíamos quedado solos. Nos rodeaban las moscas y yo me dije que
raro, porque comenzaba el invierno y entonces me dije Quizás sean mis pasiones
turbias por esta mujer, por esta chica. Mis malos deseos de abrazarla, de besarla,
representados, hechos realidad por este enjambre infernal de malditas moscas. No
había frío, pero había moscas. Estábamos literalmente rodeados por un ejército de
pequeños insectos voladores. Ella y yo, mirándonos, entre el zumbido de todas
aquellas moscas, en silencio. No podíamos decirnos nada. No podíamos hablar. No
obstante, no nos atrevíamos a irnos. Estábamos solos. Quien sabía por cuanto
tiempo. Hasta cuando podríamos estar allí. Irnos. Pero no nos atrevíamos. Se hacía
tarde, nos rodeaban las moscas, se agotaban las posibilidades, y yo quería
abrazarla, pero no sabía como. Pensé en la posibilidad de pedirle que me recitara
un poema (sabía que ella los componía en secreto) pero no me atreví a hacerlo,
con tanto insecto alrededor.

Ella y yo nos habíamos quedado solos. Había comenzado el invierno y ella solo
podía hablar en inglés. Yo hablando en español y ella hablando inglés. ¿Por qué?, le
pregunté y ella se encogió de hombros. I don´t know. Well, le dije, no importa. Y
así estuvimos un rato en silencio. I write poetry, dijo ella y se estremeció, como si
una ráfaga de aire frío la hubiera golpeado. Eso me recordó a Virgilio. No sabía que
escribieras, le dije. Una mosca se posó sobre su hombro y a mi me asombró ver
una mosca en pleno invierno. A fly, she said. Fly, pensé. Como volar, pensé.
Podríamos volar, ella y yo. Podríamos impulsarnos a través de las nubes y volar.
Sería increíble. Pero no tan increíble como ver una mosca en pleno invierno.
Volando, ella y yo. Solos, ella y yo. Pero ella hablaba inglés y yo hablaba español y
por eso no podíamos entendernos, ella y yo.



                                      replay
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                           hans magnus enzensberger
    (baviera, del ´29. Autor de Mausoleo, Poesías para los que no leen poesías, Migajas
políticas, El sacrificio de La Habana. Para mayor información, buscar el expediente #3 de la
       revista digital Cacharro(s). Los siguientes textos han sido tomados de su libro El
                                     hundimiento del Titanic.)

                                                          (traducción de heberto padilla)




       canto v
Tomad lo que os han quitado, / tomad a la fuerza lo que siempre ha sido vuestro, /
gritó, congelándose en su ajustada chaqueta, / su pelo ondeando bajo el
pescante, / soy uno de vosotros, gritó, / ¿que esperáis? Este es el momento, /
echad abajo las barandas, / tirad a esos degenerados por la borda
con todos sus baúles, perros, lacayos, / mujeres, y hasta niños, / usad la fuerza
bruta, los cuchillos, las manos. / Y les mostró el cuchillo, / y les mostró las manos
desnudas.

Pero los pasajeros del entrepuente, / emigrantes, todos a oscuras, / se quitaron las
gorras / y lo escucharon en silencio.

¿Cuando tomaréis la venganza, / si no ahora? ¿O es que no podéis / soportar ver
sangre? / ¿Y la sangre de vuestros hijos? / ¿Y la vuestra? Y se arañó la cara, / y se
cortó las manos, / y les mostró la sangre.

Pero los pasajeros de entrepuente / lo escuchaban inmóviles. / No porque él no
hablara lituano / (no lo hablaba), ni porque estuvieran ebrios / (hacía tiempo que
habían vaciado / sus anticuadas botellas / envueltas en toscos pañuelos), / ni
porque estuvieran hambrientos / (aunque estaban hambrientos):

Era otra cosa. Algo / difícil de explicar. / Entendían bien / lo que él decía, pero no lo
/ entendían a él. Sus frases / no eran las frases de ellos. Golpeados / por otros
miedos y otras esperanzas, / aguardaban allí pacientemente / con sus bolsos, sus
rosarios, / sus raquíticos hijos, recostados / en las barandas, dejaron / pasar a
otros, prestándole atención / respetuosamente, / y esperaron hasta que se
ahogaron.


       el iceberg
El iceberg avanza hacia nosotros / inexorablemente. / Vedlo como se suelta / del
frente del glaciar, / de los pies del glaciar. / Sí, es blanco, / se mueve, / sí, es más
grande, / que todo cuanto avanza / en el mar, / en el aire / o la tierra.

Sueños mortales / que una larga caravana / de icebergs atraviesa. / «A doscientos
cincuenta pies de altura / sobre el nivel del mar, / destellan sus colores / que son
maravillosos / y totalmente diáfanos». / «Como si fuese un sol
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multiplicado / sobre las celosías de cientos de palacios». /

Mejor es no pensar en lo que pesa / un iceberg. / Cuantos lo han visto / no
olvidarán jamás tal espectáculo / aunque vivan cien años.

«Ese espectáculo aguza la imaginación / pero llena el corazón / de un sentimiento
de involuntario horror».

El iceberg carece de futuro. / Flota a la deriva. / No podemos hacer uso de él. /
Existe, sin duda. / No tiene valor. / La confortabilidad / no es su fuerte. / Es mayor
que nosotros. / Siempre y únicamente / vemos su cima.

Es efímero. / No se preocupa. / Nunca progresa, / pero «cuando, parecido
a una inmensa mesa / de mármol blanco, / veteado de azules, / se mueve de
improviso y quiebra en lo profundo, / todo el mar se estremece».

En nada nos concierne, / Sigue su ruta monocorde, / No necesita nada, / No se
reproduce, / Y se derrite. / No deja huellas. / Se disipa perfectamente, / Sí, esa es
la palabra: / perfectamente.


      canto xi
Déjennos salir / Nos estamos asfixiando / Nuestro furgón de ganado se estremece /
Nuestro armario se tambalea / Nuestro ataúd gorgotea / Luchamos en las escaleras
/ Golpeamos los paneles / Forzamos las puertas / Déjennos salir / Somos muchos
aquí / Cada vez somos más / luchando / por una pulgada de espacio / por un
tablón / Estamos demasiado hacinados / para quitarnos los piojos / para cuidarnos
o pelearnos / El carterista no puede levantar / su mano delgada / ni el asesino la
daga / Nos asfixiamos unos a otros / Nuestra furia encerrada / nos levanta la piel /
y expira / De pronto somos / terriblemente muchos / Aplastamos como masa
blanda / a los que ya han sido atropellados
Un pudín de pánico / apestando a miedo / agrio y ratonil / Nos hinchamos y
hundimos fláccidos y suaves


      canto xv
A la hora de la sobremesa le dijimos si no le molestaba
la solemnidad negra como la tinta de sus metáforas,
que tales significados y significantes ya no se llevaban,
que la moda era inexorable, también en el arte,
y que los excesos eran excesos. Tampoco comprendíamos
que tenía que ver Cuba en todo ello, Cuba era una idea fija.
¿Y que quieres decir –literalmente– con tus historias
sobre la pintura, sobre Gordon Pym, Bakunin y Dante?

Sois vosotros, gritó y se puso a lanzar trozos de pan y carne
quienes lo recogéis, lo amalgamáis y lo desmenuzáis todo
33 y 1/tercio
con vuestros cuchillos de trinchar;
yo ciertamente no, continuó irritado, yo me embrollo,
balbuceo, hablo a trompicones, mezclo, contamino,
pero os lo juro:
¡Este barco es un barco! –ahora se mostraba más exasperado–
y la lona rajada en dos –esta parte casi la cantó–
simboliza una lona rajada en dos, ni más ni menos,
¿me entendéis? Os digo que yo soy como este lienzo,
que se tensa hasta no poder más. Y arrebató el mantel de la mesa.

Tonterías, respondimos, puro galimatías. ¡Una locura!
Pero se puso en pie de un salto. No discuto, dijo bajito,
enseño. Se puso en pie y se disponía a marcharse.
Tuvimos la idea de apuñalarlo por la espalda con nuestros cuchillos de pan,
tan airados estábamos. Pero al llegar a la perta se volvió
y empezó otra vez: ¡Olvidáis (dijo en su forma más desdeñosa)
que también yo he comido carne humana, como vosotros y Gordon Pym!
He escuchado los estertores del viejo anarquista
sobre la sucia almohada en la habitación contigua,
mientras yo abrazaba a su esposa, sonriente.
Precisamente vosotros no podéis burlaros de mí. Además
(no acababa de irse), ¿Qué podía hacer yo?
¿Creéis que he sido yo el que inventó este cuento
del barco que se hunde, que es un barco y a la vez no lo es?
El loco que se cree Dante es Dante.
Siempre hay un pasajero a bordo con este nombre.
Las metáforas no existen. No sabéis de lo que estáis hablando.

Mera confusión, gritamos confundidos. Esto no es n poema,
es un embrollo. Al fin se marchó, se fue,
y nos miramos y miramos nuestros cuchillos de fruta,
y nos preguntamos si puede haber metáforas
con tanto filo. Entonces seguimos comiendo peras y albaricoques.


        estableciendo la identidad
Este   no es Dante
Esta   es una fotografía de Dante
Este   es un filme en que actúa un actor que pretende ser Dante
Este   es un filme en el cual Dante hace el papel de Dante
Este   es un hombre que sueña con Dante
Este   es un hombre llamado Dante, pero que no es Dante
Este   es un hombre imitador de Dante
Este   es un hombre que se hace pasar por Dante
Este   es un hombre que sueña que es Dante
Este   es un hombre que es la estampa misma de Dante
Esta   es una figura de cera de Dante
Este   es un doble, un gemelo de Dante
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Este   es   un hombre que se cree Dante
Este   es   un hombre a quien todo el mundo, excepto él, toma por Dante
Este   es   un hombre al que nadie, excepto Dante, considera Dante
Este   es   Dante


       el rapto de Suleika. escuela holandesa, fines del siglo xix
Un hombre pequeño, gris y encorvado, con un vaso en la mano,
se inclina poco antes de Semana Santa sobre la baranda de hierro
de su casa en Prinsengracht, de espaldas a la cale,
como si esta fuera un océano. El aliento de ginebra
flota sobre la escalera también pequeña, gris y encorvada.
Bebe más de lo que conviene a un pintor;
y entre sorbo y sorbo, mirando de soslayo
y haciendo chistes sobre su propia edad, Salomon Pollock
le cuenta a una joven musulmana, sin cuyos ojos entornados
no puede vivir, todo lo relacionado con su cuadro,
al cual, borracho o no, no le quita la vista.

A la izquierda, dice, verás El rapto de Suleika.
Aquí, detrás del alto muro, en el jardín,
bajo palmeras y mimosas, junto a la fuente,
donde lirios enormes despiden su aroma; blanca,
inocente, embriagante, lasciva (es increíble como
han crecido estas flores), aquí, belleza mía,
se recuesta la hija del sultán, engalanada de perlas
y dátiles, adornos propios de la lujuria y la magnificencia.
La oscura mano de un eunuco mueve un abanico. Hasta que,
al fin, polvoriento y errante,
se le presenta un porteador
que se identifica como príncipe
por su talismán de verde jaspe
y su halcón amaestrado que le acompaña.

Los Viejos Maestros… oréeme, no existen.
¡Si lo sabré yo! Durante treinta años
he sido de aquellos que todo lo saben hacer:
mitad alquimista y mitad ebanista.
Nadie me superaba como restaurador.
El mundo es testigo de mi meticulosidad
y mis cuidados, a base de resina, cera y saliva,
en Paraísos Perdidos, Vírgenes, Naufragios, Juicios Finales,
persas, flamencos y florentinos,
recuperando cosas que nunca existieron
con mi lanceta, mi esponja y mi espátula:
fiel falsificador, cuyo pan de cada día
era el pasado, un pasado hecho por mí mismo,
la niña de mis ojos, lo mejor que se puede esperar.
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Ahí está, a la vista de todos, expuesta en el Rijksmuseum,
un fraude sublime y conmovedor, una maravilla
del mundo, piadosa chapucería.

Aquí, en el centro, está La fiesta del beduino.
Noche de desierto, resplandeciente de lanzas
y escopetas y del oropel
de bailarinas orientales, sus aretes de oro tintineando
al compás de tambores y címbalos.
El jinete sobre el pinto corcel
bajo la luz de las antorchas
es el hijo del emir. La mujer que trae en sus brazos
es su presa, semidesnuda, media envuelta en muselinas.
Cuentan que los dientes de ella centellean como granizos,
que sus labios son más rojos que la cornalina,
que su aroma es el del aloe, del ámbar, del nardo
y la canela. Eso es lo que cuentan.
Los caballos relinchan, y se realiza la boda
en medio de los gritos de los guerreros.

Con ojos vendados, palpando la madera de los marcos,
tanteando el barniz, arañando las grietas del lienzo
con mis dedos de rayos X: yo era infalible.
Cuando al fin veas la pieza,
Limpia, rejuvenecida, remendada, resplandeciente
-tras frotarla, enmasillarla, retocarla,
ángel mío, con estas manos- encontrarás
en una esquina un diminuto cuadrado sin retocar,
que exhibe la inmundicia de los siglos,
la confusión, el siempre imperfecto remordimiento
de la posteridad, que no conoce redención.
Solía yo pasar horas y horas
reflexionando sobre este oscuro remanente,
que me delata a mí y a mis manipulaciones.

Y finalmente, a la derecha, está La Venganza.
Observa las largas sombras de los jinetes
a la luz de la mañana, y el pabellón del gran visir
que se destaca contra las almenas de la ciudad.
Contempla los buitres que vuelan en lo alto,
las ratas almizcleras en los matorrales, y los camellos
rumiando serenamente a la orilla del camino.
Contempla al verdugo con un turbante negro,
envainando la espada, y más allá
la cabeza cortada en la empalizada. ¿La ves?
¿No ves al sultán en su palanquín, distraído,
sonriente, abriendo confiado
el libro envenenado?
33 y 1/tercio

Fue así como abandoné el arte de la simulación
y resolví pintar “yo mismo”. ¿Sabes
lo que significa pintar uno por su cuenta? A veces
no me conozco a “mí mismo”. Soy de pacotilla.
Me tiembla la mano. No es la ginebra.
No es la fama. Es la historia.
con su interminable farsa y doblez.
Ella me inventa a mí, y yo a ella.
Es una eterna contienda. Así es.
Yo, Salomon Pollock, decorando las paredes
con un Oriente inventado de la nada.
Un pintor de salón. Sí, mi odalisca,
espero que ahora te percates
de la elocuencia de mis mentiras. La verdad,
esa ventana oscura allá en un rincón,
la verdad es muda.


      canto xxx
Todavía estamos vivos, dijo uno de nosotros, / sentado en la penumbra: / No nos
la darán con queso.

Después de estas palabras / hubo un largo silencio.

En el rincón más distante de la habitación / alguien tosió. Era invierno, / era en
Europa Central, / era una de esas tardes / en que los supervivientes, lenta y
cuidadosamente, / comienzan a percatarse / de que son supervivientes / que
aparecen en las desiertas estaciones / de trenes, en las carboneras, / en los
tabernáculos y en otros sitios.

Eran abiertas las maletas / amarradas con sogas, / repletas de souvenirs.
Alguien encontró unas tazas de aluminio, / unos cuantos pañales sucios, algunos
fósforos, / residuos de las galletas del barco / envueltas en una tela, pizcas de
tabaco. / Afuera aún había / una tenue luz en el cielo.

De una manera extraña, la mayor parte / de todo lo que había existido antes
había desaparecido sin dejar rastro, / como una piedra en el agua. / Un olor a
humedad, como si alguien / hubiera estado planchando sábanas / se esparcía por
la habitación. / Era el pálido aliento de una chica / parada de espaldas a la ventana,
/ robándonos el último vestigio de luz.

Ahora que han desaparecido los helicópteros / y que nada está ardiendo o
aullando, / ahora que lo peor ha quedado atrás / y nada nos importa ya,
todo puede comenzar de nuevo.

Juramentos en lengua extrañas, / turbios y confusos murmullos en el ambiente.
33 y 1/tercio
Ante todo debemos desinfectar, / sanar, curar, y cavar tumbas. / Entonces
podremos pensar en la venganza, / y después de la venganza, en la repetición.

La estufa echaba humo. En la mesa grande / en el centro de la habitación / había
algo extendido, tal vez / un montón de abrigos enrollados / o una tonga de toldos,
sacos de arena / o pacas de papel manila. / Nadie se molestó en mirarlo.

Hemos estado años jugando / con las aflicciones por venir. / Riesgo residual,
solíamos decir, / Filtraciones, les llamábamos, máximo riesgo calculable. / ¡Jesús!,
decíamos, ¡Que tiempos aquellos! / Entonces se intercambiaban dos agujas / por
una pequeña pastilla de jabón. / Un gato huesudo olfateaba / una grieta en la
pared. / Se cambiaban los vendajes.

Uno de los desertores / tenía las glándulas inflamadas / y le quedaba un tenue
resplandor blancuzco / en los ojos, tras sus gruesas gafas, / como si se hubiera
ahogado.

Todo lo que hicimos estaba mal hecho. / De ahí que todo lo que pensáramos /
estuviese mal. ¡Yo estaba allí! / ¡No trates de consolarme, nunca! / Puedo dar
testimonio. Mira, / aquí están mis cicatrices, por si lo dudas. / Las cicatrices son mis
pruebas. / Y nos mostró el brazo, / mordido por dientes desconocidos.

Frente a la puerta / se había formado un charco grande, / y todo el que entraba /
dejaba una huella.

Después de todo, habría sido mejor / luchar. Sí, pero, ¿cuándo? / ¿y cómo? ¿Qué
quieres decir con / oportunamente? ¿Hubo algún momento / oportuno? No tuvimos
alternativa. / Ahora somos pobres, y existe la calma.

Se habían gritado unos a otros. / Se habían mirado. Uno, / que tenía un turbante,
se alejó de nosotros, / encogiendo los hombros. El fogonero, / con su voz
cautelosa, pronunció la última palabra.

Comenzó a nevar fuerte afuera. / El viejo piso de mosaicos / se había rajado hacía
tiempo. / Alrededor de nuestros zapatos / comenzaron a formarse lodazales. / Un
anciano vistiendo un abrigo de marta / comenzó a orar tiernamente.

Una libra de trufas Périgord, / enjuagadas en agua fría, cepilladas, / peladas con
sumo cuidado, / cortadas en rebanadas más finas / que la hoja de un cuchillo, /
bañadas en mantequilla clara / y pasadas por el fuego, / para servirlas con una
pizca / de pechuga de faisán… / no puedo recordar la salsa que lleva.

No le hicimos caso, dejamos que hablara. / Alguien finalmente dijo: Está bien. /
Comencemos.

Nadie se movió. / Un sonido de la estufa tal vez, / un chillido, el sonido de algo
hirviendo, / atravesó la oscura estancia.
33 y 1/tercio




replay
33 y 1/tercio

                                    ricardo piglia
     (buenos aires, del ´40. Aficionado a las novelas policíacas y de ciencia–ficción.)




             la isla
                                                           (Tomado de: La ciudad ausente)

                                                                                   1
Añoramos un lenguaje más primitivo que el nuestro. Los antepasados hablan de
una época donde las palabras se extendían con la serenidad de la llanura. Era
posible seguir el rumbo y vagar durante horas sin perder el sentido porque el
lenguaje no se bifurcaba y se expandía y se ramificaba hasta convertirse en este río
donde están todos los cauces y donde nadie puede vivir porque nadie tiene patria.
El insomnio es la gran enfermedad de la nación. El rumor de las voces es continuo
y sus cambios suenan noche y día. Parece una turbina que marcha con el alma de
los muertos dice el viejo Berenson. No hay lamentos, sólo mutaciones interminables
y significaciones perdidas. Virajes microscópicos en el corazón de las palabras. La
memoria está vacía porque uno olvida siempre la lengua en la que ha fijado los
recuerdos.

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Cuando decimos que el lenguaje es inestable no estamos hablando de una
conciencia de esa modificación. Es necesario salir de allá para percibir el cambio. Si
uno está adentro cree que el lenguaje es siempre el mismo, una especie de
organismo vivo que sufre metamorfosis periódicas. La imagen más divulgada es la
de un pájaro blanco que en el vuelo va cambiando de color. El aletear profundo del
pájaro en la transparencia del aire da una falsa ilusión de unidad en el pasaje de los
tonos. El dicho dice que el pájaro vuela interminablemente y en círculos porque le
han vaciado el ojo izquierdo y busca ver la otra mitad del mundo. Por eso nunca va
a poder aterrizar, dice el viejo Berenson y se ríe con la jarra de cerveza otra vez
contra los bigotes, porque no encuentra un pedazo de tierra donde apoyar la pata
derecha. Tuerto habría de ser el tero dijo después, para perderse en el aire y venir
a parar a esta isla de mierda. No empieces, Shem, le dice Teynneson tratando de
hacerse oír en el barullo del bar, entre los acordes del piano y las voces de los que
cantan Three quarks for Muster Mark!, todavía tenemos que ir al entierro de Pat
Duncan y no quiero tener que llevarte en carretilla. Ese es el sentido del diálogo,
que se repite como un chiste privado cada vez que están por irse, pero no siempre
usan el mismo lenguaje. Se sostienen del brazo y cruzan muy erguidos el salón
para salir. La escena se repite, pero sin saberlo hablan del pájaro tuerto y del
entierro de Pat a veces en ruso, a veces en un francés del siglo XVIII. Dicen lo que
quieren y lo vuelven a decir pero ni sueñan que a lo largo de los años han usado
cerca de siete leguas para reírse del mismo chiste. Así son las cosas en la isla.

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33 y 1/tercio
«El lenguaje se transforma según ciclos discontinuos que reproducen la mayoría de
los idiomas conocidos (registra Turnbull). Los habitantes hablan y comprenden
instantáneamente la nueva lengua pero olvidan la anterior. Los idiomas que se han
podido identificar son el inglés, el alemán, el danés, el español, el noruego, el
italiano, el francés, el griego, el sánscrito, el gaélico, el latín, el sajón, el ruso, el
flamenco, el polaco, el esloveno, el húngaro. Dos de las lenguas usadas son
desconocidas. Pasan de una a otra pero no las pueden concebir como idiomas
distintos sino como etapas sucesivas de una lengua única». Los ritmos son
variables, a veces un idioma permanece semanas, a veces un día. Se recuerda el
caso de una lengua que se mantuvo quieta durante dos años. Después se
sucedieron quince modificaciones en doce días. Habíamos olvidado las letras de
todas las canciones, dijo Berenson, pero no la melodía y no hubo modo de cantar
una canción. Se veía a la gente en los pubs silbando a coro como guardias
escoceses, todos borrachos y alegres, marcando el ritmo con las jarras de cerveza
mientras buscaban en la memoria alguna letra que coincidiera con la música. La
melodía persiste y es un aire que cruza la isla desde el principio de los tiempos pero
de qué nos sirve la música si no podemos cantar, un sábado a la noche, en el bar
de Humphery Chimden Earwicker cuando todos estamos borrachos y ya nos
olvidamos de que el lunes hay que volver al trabajo.

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En la isla se cree que los ancianos se encarnan al morir en los nietos, razón por la
que no pueden encontrarse los dos vivos al mismo tiempo. Como ocurre a pesar de
todo algunas veces, cuando un anciano se encuentra con su nieto, antes de poder
hablar con él, debe darle una moneda. En esa teoría de las reencarnaciones se ha
fundado la lingüística histórica. La lengua es como es porque acumula los residuos
del pasado en cada generación y renueva el recuerdo de todas las lenguas muertas
y de todas las lenguas perdidas y el que recibe esa herencia ya no puede olvidar el
sentido que esas palabras tuvieron en los días de los antepasados. La explicación es
simple pero no resuelve los problemas que plantea la realidad.

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El carácter inestable del lenguaje define la vida en la isla. Nunca se sabe con qué
palabras serán nombrados en el futuro los estados presentes. A veces llegan cartas
escritas con signos que ya no se comprenden. A veces un hombre y una mujer son
amantes apasionados en una lengua y en otra son hostiles y casi desconocidos.
Grandes poetas dejan de serlo y se convierten en nada y en vida ven surgir otros
clásicos (que también son olvidados). Todas las obras maestras duran lo que dura
la lengua en la que fueron escritas. Sólo el silencio persiste, claro como el agua,
siempre igual a sí mismo.

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La vida del día empieza al amanecer y si ha habido luna hasta el alba los gritos de
los jóvenes en la ladera pueden oírse ya antes de la aurora. Inquietos en la noche
poblada de espíritus, se gritan unos a otros tratando de adivinar qué sucederá con
el sol alto. La tradición dice que el lenguaje se modifica en las noches de luna llena
pero ésa es una creencia desmentida por los hechos. La lingüística científica no
33 y 1/tercio
acepta ninguna relación entre los fenómenos naturales como las mareas o los
vientos y las mutaciones del lenguaje. Los hombres del pueblo siguen sin embargo
acatando los viejos rituales y cada noche de luna esperan que llegue por fin la
lengua de su madre.

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En la isla no conocen la imagen de lo que está afuera y la categoría de extranjero
no es estable. Piensan a la patria según la lengua. («La nación es un concepto
lingüístico».) Los individuos pertenecen a la lengua que todos hablaban en el
momento de nacer, pero ninguno sabe cuándo volverá a estar ahí. «Así surge en el
mundo (le han dicho a Boas) algo que a todos se nos aparece en la infancia y
donde todavía no ha estado nadie: la patria». Definen el espacio en relación con el
río Liffey que atraviesa la isla de norte a sur. Pero Liffey es también el nombre que
designa al lenguaje y en el río Liffey están todos los ríos del mundo. El concepto de
frontera es temporal y sus límites se conjugan como los tiempos de un verbo.

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Nos encontramos en Edemberry Dubblenn DC, dijo el guía, la capital que combina
tres ciudades. En el presente la ciudad cruza de Este a Oeste siguiendo la margen
izquierda del Liffey por los barrios y los ghettos japoneses y antillanos, desde el
nacimiento del río en Wiclow hasta Island Bridge, un poco más abajo de
Chapelizod, donde sigue su curso. La ciudad próxima se va abriendo, como si
estuviera construida en potencial, siempre futura, con calles de fierro y lámparas de
luz solar y androides desactivados en los galpones de la Scotland Yard. Los edificios
surgen de la niebla, sin forma fija, nítidos, cambiantes, casi exclusivamente
poblados por mujeres y mutantes.
Del otro lado, hacia el Oeste, subiendo por la zona del puerto, está la ciudad vieja.
Al mirar el mapa hay que tener en cuenta que la escala está construida a la
velocidad media de un kilómetro y medio por hora de marcha. Un hombre sale de 7
Eccles Street a las ocho de la mañana y sube por Westland Row y a cada lado del
empedrado están las acequias que llegan hasta la orilla del río por donde sube el
canto de las lavanderas. El que avanza por la calle empinada hacia la taberna de
Baerney Kiernam trata de no oír el canto y golpea con el bastón el enrejado de los
sótanos. Cada vez que entra en una calle nueva las voces envejecen, las palabras
antiguas están como grabadas en las paredes de los edificios en ruinas. La
mutación ha ganado las formas exteriores de la realidad. «Lo que todavía no es
define la arquitectura del mundo», piensa el hombre y desciende a la playa que
rodea la bahía. «Se ve ahí, en el borde del lenguaje, como la casa de la infancia en
la memoria».

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La lingüística es la ciencia más desarrollada en la isla. Durante generaciones los
investigadores han trabajado en el proyecto de fijar un diccionario que incorpore las
variantes futuras de las palabras conocidas. Necesitan fijar un léxico bilingüe que
permita comparar una lengua con otra. Imagínense (dice el informe de Boas) a un
viajero inglés que llega a un país extranjero y en el hall de la estación de ferrocarril,
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perdido en medio de una multitud desconocida, se detiene a revisar un pequeño
diccionario de bolsillo buscando una expresión correcta. Pero la traducción es
imposible porque sólo el uso define el sentido y en la isla conocen siempre una
lengua por vez. Los que persisten en la elaboración del diccionario lo consideran ya
un manual de adivinación. Un nuevo Libro de las Mutaciones concebido, explicó
Boas, como un diccionario etimológico que hace la historia del porvenir del
lenguaje.
Hubo un solo caso en la historia de la isla de un hombre que conoció dos idiomas al
mismo tiempo. Se llamaba Bob Mulligan y decía que soñaba con palabras
incomprensibles que tenían para él un sentido transparente. Hablaba como un
místico y escribía frases desconocidas y decía que ésas eran las palabras del
porvenir. En los Archivos de la Academia han quedado algunos fragmentos de los
textos que escribió e incluso se puede oír la grabación de la voz aguda y lunática de
Mulligan que cuenta un relato que empieza así: «Oh New York city, sí, sí, la ciudad
de Nueva York, la familia entera se fue para allá. El barco se había llenado de
piojos y hubo que quemar las sábanas y bañar a los chicos con agua mezclada con
acaroína. Cada bebé tenía que estar separado de los otros porque el olor los hacía
llorar si estaban cerca. Las mujeres usaban un pañuelo de seda en la cara igual que
damas beduinas, aunque todas tenían el pelo colorado. El abuelo del abuelo fue
policeman en Brooklyn y una vez mató de un tiro a un rengo que estaba por
degollar a la cajera de un supermarket». Nadie sabía lo que estaba diciendo y
Mulligan escribió ese relato y otros relatos en esa lengua nueva y después un día
dijo que la había dejado de oír. Venía al bar y se sentaba en esa punta del
mostrador a tomar cerveza, sordo como una tapia, y se emborrachaba despacio,
con la cara avergonzada de un hombre arrepentido de haberse hecho notar. Nunca
más quiso hablar de lo que había dicho y vivió siempre un poco apartado hasta que
murió de cáncer a los cincuenta años. Pobre Bob Mulligan, dijo Berenson, de joven
era un tipo expansivo y muy popular y se casó con la Belle Blue Boylan y al año la
mujer se murió ahogada en el río y su cuerpo desnudo apareció en la ribera del
este del Liffey, en la otra orilla. Mulligan nunca se repuso, ni volvió a casarse y vivió
solo toda la vida. Trabajaba de linotipista en la imprenta del Congreso y venía con
nosotros al bar y le gustaba apostar a los caballos hasta que una tarde empezó a
contar esas historias que nadie entendía. Yo creo, dijo el viejo Berenson, que la
Belle Blue Boylan fue la mujer más hermosa de Dublin.
Todos los intentos de construir una lengua artificial se han visto perturbados por
una experiencia temporal de la estructura. No han podido construir un lenguaje
exterior al lenguaje de la isla porque no pueden imaginar un sistema de signos que
persista sin mutaciones. Si a + b es igual a c, esa certidumbre sólo sirve un tiempo
porque en un espacio irregular de dos segundos ya a es –a y la ecuación es otra.
La evidencia vale lo que tarda una proposición en ser formulada. En la isla ser
rápido es una categoría de la verdad. En esas condiciones los lingüistas del Area–
Beta del Trinity College alcanzaron lo que parece imposible: casi fijan en un
paradigma lógico la forma incierta de la realidad. Definieron un sistema de signos
cuya notación se transforma con el tiempo. Hemos logrado establecer un campo
unificado, le han dicho a Boas, ahora sólo nos falta que la realidad incorpore al
lenguaje alguna de nuestras hipótesis. Hasta el momento saben que han
transcurrido diez y siete ciclos, pero suponen que existe una potencialidad casi
infinita, calculada en ochocientos tres (porque ochocientas tres son las lenguas
33 y 1/tercio
conocidas en el mundo). Si en casi cien años, desde que en 1939 empezó el
registro de los cambios, se han detectado diecisiete formas distintas, los más
optimistas imaginan que el círculo puede completarse en otros cien años. Ningún
cálculo es seguro, porque la duración irregular de los ciclos forma parte de la
estructura de la lengua. Existen tiempos lentos y tiempos rápidos, como el cauce
del Liffey. Los más afortunados, dice el proverbio, navegan en aguas tranquilas, los
mejores viven en tiempos veloces, donde el sentido dura lo que dura la cólera de
un gallo. Los jóvenes más radicalizados del grupo Trickster del Area–Beta del
Trinity College se ríen de esos proverbios idiotas. Piensan que, mientras el lenguaje
no encuentre su borde final, el mundo será sólo un conjunto de ruinas y que la
verdad es como los peces que boquean en el barro hasta morir cuando el caudal
del Liffey baja con la sequía del verano, hasta transformarse en un riacho de aguas
oscuras.

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He dicho que la tradición dice que los antepasados hablan de un tiempo en el que
la lengua era un llano por el que se podía andar sin sorpresa. Las generaciones,
afirman los antiguos, heredaban los mismos nombres para las mismas cosas y
podían legarse documentos escritos con la certeza de que todo lo que escribían
sería legible en los tiempos futuros. Algunos repiten (sin comprenderlo) un
fragmento de aquella lengua original que ha sobrevivido a lo largo de los años.
Boas dice que los escuchó recitar ese texto como si fuera un chiste de borrachos,
de modo que la vocalización era pastosa y las palabras estaban cortadas por risas y
expresiones que nadie sabía ya si formaban o no parte del antiguo sentido. El
fragmento llamado Sobre la serpiente, dice Boas que era así: «Empezó la época de
los grandes vientos. Ella siente que le arrancan el cerebro y dice que su cuerpo está
hecho de tubos y conexiones eléctricas. Habla sin parar y a veces canta y dice que
me lee el pensamiento y sólo pide que yo esté cerca y que no la abandone en la
arena. Dice que es Eva y que la serpiente es Eva y que nadie en los siglos de los
siglos se ha atrevido a decir esa verdad tan pura y que sólo María Magdalena se lo
dijo al Cristo antes de lavarle los pies. Eva es la serpiente, la mutación interminable,
y Adán está solo, siempre ha estado solo. Dice que Dios es la mujer y que Eva es la
serpiente. Que el árbol del bien y del mal es el árbol del lenguaje. Recién cuando se
comen la manzana empiezan a hablar. Eso dice ella cuando no canta». Para
muchos es un texto religioso, un fragmento del génesis. Para otros se trata
sencillamente de un rezo que persistió en la memoria a la permutación de las
lenguas y que fue recordado como un juego adivinatorio. (Los historiadores afirman
que se trata de un párrafo de la carta que Nolan dejó antes de matarse.)

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Algunas sectas genealógicas aseguran que los primeros habitantes de la isla son
desterrados, que fueron enviados hacia aquí remontando el río. La tradición habla
de doscientas familias confinadas en un campo multirracial en los arrabales de
Dalkey, al Norte de Dublín, detenidos en una redada en los barrios y los suburbios
anarquistas de Trieste, Tokyo, México DF y Petrogrado.
33 y 1/tercio
Embarcados en el Rosevean, un tres palos, con hélice Pohl–A, en la bahía del norte,
fueron enviados por el río hacia atrás en el tiempo, según Teynneson, bajo las
ráfagas heladas del viento de enero.
El experimento de confinar exiliados en la isla ya había sido utilizado otras veces
para enfrentar rebeliones políticas, pero siempre se usó con individuos aislados, en
especial para reprimir a los líderes. El caso más recordado fue el de Nolan, un
militante del grupo de resistencia gaélico–celta que se infiltró en el gabinete de la
reina y llegó a ser el hombre de confianza de Möller en el comando de planificación
propagandística. Lo descubrieron porque usaba los informes meteorológicos para
cifrar mensajes destinados a los pobladores de los ghettos irlandeses de Oslo y de
Copenhague. La historia cuenta que Nolan fue descubierto por azar, cuando un
investigador del MIT de Boston procesó en una computadora los mensajes emitidos
durante un año por la oficina meteorológica, con la intención de estudiar las
modificaciones infinitesimales del clima en el Este de Europa. Nolan fue desterrado
y llegó a la isla después de navegar cerca de seis días a la deriva y vivió
absolutamente solo casi cinco años, hasta que se suicidó. Su odisea es una de las
grandes leyendas en la historia de la isla. Sólo un hijo de puta empecinado irlandés
pudo sobrevivir todo ese tiempo aislado como una rata en esta inmensidad y
cantando contra las olas, Three quarks for Muster mark, a los gritos, en la playa,
buscando siempre la huella de una pata humana en la arena, dijo el viejo Berenson.
Sólo alguien como Jim pudo fabricarse una mujer con la que hablar en esos años
interminables de soledad.
El mito dice que con los restos del naufragio construyó un grabador de doble
entrada, con el que era posible improvisar conversaciones usando el sistema de los
juegos lingüísticos de Wittgenstein. Sus propias palabras eran almacenadas por las
cintas y reelaboradas como respuestas a preguntas puntuales. Lo programó para
hablar con una mujer y le habló en todas las lenguas que sabía y al final era posible
pensar que la mujer había llegado a amar a Nolan. (Por su parte él la quiso desde
el primer día porque pensaba que ella era la mujer de su amigo Italo Svevo, Livia
Anna, la más bella de las madonas de Trieste, con ese hermosísimo pelo colorado
que hacía pensar en todos los ríos del mundo.)
A los tres años de estar solo en la isla, las conversaciones se repetían cíclicamente
y Nolan se aburria y la grabadora empezó a mezclar las palabras («Heremon,
nolens, nolens, brood our pensies, brume in brume», le decía por ejemplo) y Nolan
le preguntaba «¿Cómo?» «¿Qué? » y en esa época empezó a llamarla Anna Livia
Plurabelle. Al final del sexto año de exilio, Nolan perdió las esperanzas de ser
rescatado y empezó a no dormir y a tener alucinaciones y a soñar que se pasaba la
noche en vela escuchando el susurro inalámbrico y la dulce voz de Anna Livia.
Tenía un gato y cuando el gato se metió una tarde en el monte y no volvió más,
Nolan escribió una carta de despedida, apoyó el codo derecho en la mesa para que
no le temblara el pulso, y se pegó un tiro en la cabeza. Los primeros que
desembarcaron del Rosevean se encontraron con la voz de la mujer que seguía
hablando en el grabador bifocal. Apenas si mezclaba las lenguas, según Boas, y era
posible comprender perfectamente la desesperación que le había producido el
suicidio de Nolan. Estaba sobre una piedra, frente a la bahía, hecha de alambres y
de cintas rojas y se lamentaba con un suave murmullo metálico.
33 y 1/tercio
He tejido y destejido la trama del tiempo, decía, pero él se ha ido y ya no va a
volver. Un cuerpo es un cuerpo, sólo las voces sirven para amar. Desde hace años
estoy sola aquí, en la ribera de todos los ríos y espero que llegue la noche. Siempre
es de día, en esta latitud todo es tan lento, nunca llega la noche, siempre es de día,
el atardecer tarda tanto, estoy ciega, al sol, quiero arrancar «la venda de hierro»
que me ciñe la frente, quiero traer aquí «la oscuridad concentrada del África». La
vida está siempre amenazada por los cazadores (ha dicho Nolan), instintivamente
hay que fabricar, como las abejas sus alvéolos, un sentido. Incapaz de considerar
mi propio enigma, digo: no es su propio yo el que cuenta, sino su Musa, su canto
universal.

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Si la leyenda es cierta la isla ha sido un gran asentamiento de exiliados en la época
de la represión política que siguió a la contraofensiva del IRA y a la caída del Pulp–
KO. Pero ninguno de los historiadores tiene el menor vestigio de ese pasado o del
tiempo en que Anna Livia estuvo sola en la ribera o de la época en que llegaron las
doscientas familias y no se encuentra ningún rastro que atestigüe los hechos. La
única fuente escrita en la isla es el Finnegans Wake al que todos consideran un
libro sagrado porque siempre pueden leerlo sea cual sea el estado de la lengua en
que se encuentren.
En realidad el único libro que dura en esta lengua es el Finnegans, dijo Boas,
porque está escrito en todos los idiomas. Reproduce las permutaciones del lenguaje
en escala microscópica. Parece un modelo en miniatura del mundo. A lo largo del
tiempo lo han leído como un texto mágico que encierra las claves del universo y
también como una historia del origen y la evolución de la vida en la isla.
Nadie sabe quién lo escribió, ni cómo llegó hasta aquí. Nadie recuerda si fue escrito
en la isla o si estaba en el equipaje de los primeros exiliados. Boas vió el ejemplar
que se conserva en el Museo, encerrado en una caja de vidrio y como suspendido
en una luz nuclear. Es una viejísima edición numerada de Faber and Faber, que
tiene más de cien años y en la que hay notas manuscritas y un calendario con la
lista de los muertos de una familia irlandesa del siglo XX. Ese ejemplar sirvió para
hacer todas las copias que circulan en la isla.
Muchos creen que el Finnegans es un libro de ceremonias fúnebres y lo estudian
como el texto que funda la religión en la isla. El Finnegans es leído en las iglesias
como una Biblia y es usado para predicar en todas las lenguas por los pastores
presbiterianos y por los sacerdotes católicos. En el Génesis se habla de una
maldición de Dios que provocó la Caída y transformó el lenguaje en el paisaje
abrupto que es hoy. Borracho, Tim Finnegan se cayó al sótano por una escalera,
que inmediatamente pasó de ladder a latter y de latter salió litter y del desorden la
letter, el mensaje divino. La carta es encontrada en un vaciadero de basura por una
gallina que picotea. Está firmada con una mancha de té y la prolongada
permanencia en el basurero ha dañado el texto. Tiene agujeros y borrones y es tan
difícil de interpretar, que los eruditos y los sacerdotes conjeturan en vano sobre el
sentido verdadero de la Palabra de Dios. La carta parece escrita en todas las
lenguas y cambia continuamente bajo los ojos de los hombres. Ese es el Evangelio
y el basurero de donde viene el mundo.
33 y 1/tercio
Los comentarios del Finnegans definen la tradición ideológica de la isla. El libro es
un mapa y la historia se transforma según el recorrido que se elija. Las
interpretaciones se multiplican y el Finnegans cambia como cambia el mundo y
nadie imagina que la vida del libro se pueda detener. Sin embargo en el fluir del
Liffey hay una recurrencia hacia Jim Nolan y Anna Livia, solos en la isla, antes de la
carta final. Ese es el primer núcleo, el mito de origen tal cual lo transmiten los
informantes (según Boas).
En otras versiones el libro es la transcripción del mensaje de Anna Livia Plurabelle,
que lee los pensamientos de su marido (Nolan) y le habla después que él está
muerto (o dormido), única en la isla durante años, abandonada en una piedra, con
las cintas rojas y los cables y el armazón metálico al sol, murmurando en la playa
vacía hasta que llegan las doscientas familias.

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Todos los mitos terminan ahí y también este informe. Hace dos meses que salí de
la isla, dijo Boas, y todavía resuena en mí la música de esa lengua que es como un
río. El que oiga el canto de las lavanderas en las orillas del Liffey no se podrá ir,
dicen allá, y yo no he podido resistir la dulzura de la voz de Anna Livia. Por eso he
de volver a la ciudad de los tres tiempos y a la bahía donde reposa la mujer de Bob
Mulligan y al Museo de la Novela donde está el Finnegans, solo en la sala, en una
caja negra de cristal. También yo voy a cantar en la taberna de Humphery
Earwicker, golpeando el puño contra la madera de la mesa y tomando cerveza, una
canción que habla del pájaro tuerto que vuela sin parar sobre la isla.




                                      replay
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                                   heriberto yépez
(tijuana, del ´74. Fundador de dos revistas y dos editoriales independientes. Dos títulos de
su aburtada bibliografía: Escritos heteróclitos (2002), y Todo es otro. A la caza del lenguaje
   en tiempos light (2002). Pone en su blog: «Soy un ser inmoral. Todo lo que digo me lo
  dictan los dioses que me protegen, que son dioses cretinos, divinidades canallas, dioses
 más allá de todo, pues son dioses de culturas muertas, son dioses derrotados por dioses
            apoyados por mayores masas de fieles y por Estados más militares».)




       el mito del escritor fronterizo
Existe la literatura del norte de México. Es otra la duda: ¿dónde está el norte? El
norte mexicano siempre ha sido fantasmático. Fue inventado en 1848, cuando la
separación con Estados Unidos fue trazada en el nuevo dibujo político. Algo de lo
que ahora es el norte fue, en un momento, parte del centro. La Historia nos
reubica. El norte es el cuerpo tajado del país o un reacomodo óseo, lo que hemos
reprimido para no memorizar la herida. El norte, en sí mismo, es un silencio.
Los escritores del norte gozan y abusan esa condición de espejismos. Son a la vez
oportunistas, portadores y víctimas del mito del escritor fronterizo. El mito fue
conformado diluyendo en una sola figura una serie de expectativas: el escritor del
norte debe ser elusivo, debe ser distinto al escritor del centro (Mesoamérica vs.
Aridoamérica), debe tener final prematuro. El mito sigue vivo. He notado, por
ejemplo, la tendencia reciente a declarar finalizada la «literatura fronteriza», una
moda que ya pasó, y en esa aseveración ya está implícita la idea: la literatura del
norte siempre desaparece. Actualmente debe desaparecer por varios submitos,
entre ellos el principal cuajó para quitarles atención a los autores que se
beneficiaron del auge comercial o la curiosidad crítica que se originó en los años 90,
como fenómeno concomitante a la consciencia de que el norte es cada vez una
zona estratégica de la mexicanidad. «La literatura fronteriza ya se acabó». La
periferia volvió a hacerse invisible.
Eso especulan, por ejemplo, los autores de La generación de los enterradores II.
Una nueva expedición a la narrativa mexicana del tercer milenio, donde al analizar
narradores norteños, se arguye que seguramente emigrarán o se rejuntarán a la
Ciudad de México. Según ellos sólo hay un camino, y ese es el del Crack, lo cual
deja claro que el Crack no es más que Canon. La firma fotográfica o la eñe que
después del cañonazo perdió el peluquín.
Se argumenta, pues, que el auge de la literatura del norte está a punto de acabarse
o la literatura fronteriza es una moda, para obligar al escritor de esta región a
reunirse al otro mito: la República de las Letras. Evitar la subdivisión, y conservar
intacta la benemérita Unidad de Nuestra Literatura. «La Tradición».
Pero el mito dicta escisión. El mito reza: hay que resistirse al centro, hay que
oponérsele, como se le opuso Jesús Gardea en Chihuahua o Abigael Bohórquez en
Sonora. El mito del escritor fronterizo deriva del mito del profeta en el desierto. El
escritor del norte debe ser un extranjero. Debe estar aislado. Eso dice el mito. Eso
desempeñan los sujetos que lo interpretan. Debe morir en su desgarramiento,
como Robert L. Jones, el escritor gringocano de San Diego-Tijuana, muerto de
33 y 1/tercio
alcoholismo en un motel. O Juan Martínez, el poeta gurú de toda una generación,
trabajando en las calles de Tijuana, dice la leyenda, viviendo en una cueva. O Horst
Matthai, el filósofo alemán refugiado en esta misma ciudad, para escribir sus libros
de retraducción de los presocráticos y sus alucinantes teorías metafísicas-
anarquistas. Todos estos escritores/personajes se vuelven modelo de las siguientes
generaciones y así el mito se perpetúa. ¿Un mito masculino? El mito continúa hasta
el presente, como un eterno retorno de lo norteño, una tradición maldita o una
mala película.
El norte posee un regionalismo acendrado. Un mandato que es a la vez agresivo
separatismo («haz patria, mata un chilango») y reconocimiento de su otredad. No
olvidemos que Fernando Jordán llamaba a la península de Baja California «el Otro
México», y que aquí Flores Magón hizo un territorio anarquista al inicio de la
Revolución. No olvidemos, tampoco, que California comenzó siendo un isla
imaginaria.
El escritor del norte usa el mito, lo encarna, pero también se deshace de él, como
Daniel Sada, que ya declaró cerrado su ciclo norteño para huir de los estereotipos y
darle otra vuelta a su obra. El norte no es una fijeza sino un moméntum o una
etapa de la metamorfosis. Para muchos, el norte está en el pasado o en el futuro,
porque —muertas de Juárez, maquilas, narco, muertos del Bordo— el norte en el
presente duele demasiado.
Ese es otro enredo del mito: ¿quiénes son los norteños? ¿Los que ahí nacieron pero
ya se fueron? ¿Federico Campbell es un escritor norteño? ¿Lo fue Gilberto Owen?
¿Lo fue Alfonso Reyes? O un caso más reciente: Cristina Rivera Garza, nacida en
Matamoros, radicada en San Diego, ahora en el centro. ¿Es La cresta de Ilión una
novela sobre San Diego y Tijuana? ¿Dónde están los escritores norteños? ¿En el
DeFe? No importa dónde estén los escritores del norte porque el norte no es una
geografía estable sino una condición volátil, una diáspora. El norte es esporádico:
desaparece y/o se esparce como las esporas. Esto es también parte del mito: un
mito ambivalente, un mito autodestructivo. La luz se niega a sí misma.
El mito del escritor del norte es severo. Él o ella debe permanecer en su sitio, dice.
Debe hacer ese sacrificio, rehusar los beneficios de la Ciudad de México. Todos los
que debieron irse, ya se fueron: tales bárbaros fundaron Tenochtitlan. Hay que
escribir desde aquí. Crosthwaite dixit. No venderse al centro jamás. Aquí morirás.
¿Dónde está la nueva literatura del norte del país? En el Internet. En las páginas de
autopublicación (blogs) de la nueva generación, de Dolores Dorantes a un servidor.
El Internet ayudó a que los escritores aislados a través de todo el norte se
comunicarán entre sí, pero a la vez hizo que el norte se hiciera aún menos tangible.
El norte es cada vez más utópico. El norte es un no-lugar.
¿Alguna vez existió Rafa Saavedra? No se sabe si de verdad es un escritor-dj o es
simplemente una página electrónica: www.rafadro.blogspot.com
Lo cierto es que Saavedra continúa, a su modo, la función mítica del escritor
norteño como outsider, marginal, alternativo, descentrado, antiliterario, periférico,
barbárico, ausente en el mapa canónico, mitad por el defederalismo, mitad porque
así lo quiere él mismo. Encarna el mito. No te unirás a la Capital. Serás un
beyondeado: always allende. Para eso, por cierto, se puede utilizar el inglés: para
huir del nosotros emocional o nacional, del aquí territorial y existencial. Now we are
nowhere. My way? Away. Never here.
33 y 1/tercio
Por eso Tijuana es cada vez menos real, cada vez más imaginaria, porque en esta
ciudad se ha concentrado el mito en los últimos años. No sería raro que Tijuana
desapareciera del mapa. No sería nada alarmante: estamos acostumbrados a no
existir.
El escritor del norte es fugaz. Lo es porque las oportunidades de desarrollo son
todavía menores que en el centro o sur del país. Así sucede por el centralismo
verídico y por otros mitos, como aquel que inspiró Vasconcelos al decir que en el
norte no había más cultura que la carne asada.
Por eso el escritor del norte se ve a sí mismo como parte de una resistencia, de una
fuerza centrífuga. Esta actitud lo mismo se escucha en Monterrey que en Ciudad
Juárez.
Por eso también existe la charlatanería. Cada editorial quiere su escritor fronterizo o
norteño, y con uno es suficiente, porque para la visión general este sujeto no se
trata más que de un puesto. Por eso hay muchos libros sobre el norte o la frontera,
el neohíbrido, ya sea el fiasco de Pérez Reverte, imitando a Élmer Mendoza, o el
último pastiche norteamericano sobre la vida south of the border. El mito lo dice:
en algún momento de nuestra vida todos seremos un escritor fronterizo, ya que así
como tiene su cruel verdad trágica (el aislamiento), el mito también tiene sus
chistes (la sobreactuación). Como el norte es intermitente un día tiene cara de
drama, otro de comedia.
Ser escritor del norte es piel que se pierde. O máscara que se usa. Por eso es una
definición difícil o un performance propagandístico o de veras metafísico. Una
postura o comercial o política. ¿Quiénes son, entonces, los escritores del norte?
Todos los que lo deseen, sin diferencias, porque si algo nos enseña el norte es que
la geografía es harto relativa y no existen las esencias, por lo tanto, todos somos
simulacros. El escritor del norte es aquel que conoce su función mítica, y por ella
vive y perece. De cierto modo, el norte: un desierto. Sólo fuimos humo.




                                       replay
33 y 1/tercio

                                    rafa saavedra
   (tijuana, del ´67. Escritor y DJ, más conocido como «Rafa Dro, el escritor increíble».
   Algunos de sus títulos: Esto no es una salida. Postcards de ocio y odio (1996), Buten
                         Smileys (1997), y Lejos del Noise (2003)).




      foukaka crew
Algunos mensajes antiguos en el tag-board arrojaban pistas. Tan sólo un eco de lo
que otros, mejor informados, intuían de lo nuestro como algo posible, algo que
sucedería. En cualquier sitio, una noche cualquiera, estaba presente esa locura con
cero estadísticas, puro estímulo frío.
Lo que quedaba de la experiencia sería un afiche de juventud perdida,
conversaciones para fiestas futuras, un cúmulo de citas signadas por el fracaso, la
historia sesgada en poses ambiguas que alguien, algún día, trataría de armar sin
considerar que le faltarían piezas (la más importante, lo esencial, the easter egg).
La realidad era, everybody knows, algo que sucedía. Una puta cosa sensible.
Encendí el auto y, tras ponerle play a la banda sonora escogida, me dispuse a la
labor. Algo glam casi post punk. Tanto por hacer en tan poco tiempo, lograrlo era
mi mejor apuesta. Cumplir es una promesa, la excusa perfecta para el idealista que
todos llevamos a cuestas. Eso lo supe desde el inicio. Por eso, con afán divertido,
imaginé un sinfín de escenarios posibles (la parte alta de la city, la danger zone del
junkie-art, bajo aquella banderota zedillista) para el encuentro de un grupo
desconocido sin las excusas propias de un modo de producción avasallado por la
tendencia neoliberal, la paranoia por la economía de conocimiento o los intentos
histéricos de un stand-up comedian para trivializar una tragedia que, a pesar de lo
que se proclame, cada cierto tiempo se repetirá: nuestra tambaleante torre
existencial, nuestra ola de pasiones mutiladas, nuestra indolente tempestad.
L'indifférence.
Qué historia contar si no había historia, sólo retazos de sit-coms, still lives de clase
media en deriva situacionista ante el influjo de realidades periféricas, amplificadas y
sedadas por el anonimato. A veces, cuando la gente observa una pintura vulgar, se
reconoce a sí misma; son simples sujetos de la primera hora, con un valor
coreográfico que valida ese realismo neurótico en dosis de galería. Todo era
cuestión de suerte o que algo hiciera clic para recordar aquellos quejiditos de placer
rizomático que sirvieron de enganche a una postura política como premio de
consolación. We're all pretenders.
Recogí a Boo en la central de autobuses. La reconocí de inmediato. Súper skinny,
tras capas y capas de ropa. Algo tímida, barely legal. Con el feeling ultra cute, más
cerca del pop luminoso de Shibuya que de la teatralidad gótica que hacía estragos
en Los Ángeles. Subió al auto y, antes de saludar, lo primero que dijo fue: Im
losing my edge. Entendí de inmediato el sentido de la contradicción. Nos hicimos
cómplices.
Ander fue el siguiente en abordar. Había quedado en verlo en un café del
downtown. Puntual as fuck. De apariencia taciturna, gafas protectoras, un dejo
intelectual. Horas después, tras una conversación en escalones, descubriríamos que
33 y 1/tercio
había sido profesor universitario, que abandonó su puesto porque no quería
pasarse el resto de sus días tratando de conseguir aquellos pantalones de tweed
que celebrarían su llegada a la Academia de puertas cerradas y que, cosas del
pragmatismo mal aplicado, siempre hablaba en plural cuando mencionaba el libro
que había escrito. Se volvió focata, vivía pegado al desvarío que le proporcionaba
una pequeña línea delgada. Lo que había que oír.
Puse otro cd, remezclas fortuitas del futuro reciente en mash up. Observé de reojo
a mis pasajeros: un borderline, una chica sin fuero. Me sentí boy-scout haciendo
obras buenas que le harían ganar una estrellita. Sin embargo, lo mío era otra cosa.
Nunca estuve desesperado; nunca demasiado triste; nunca fui hermano gemelo de
la angustia y otros problemas existenciales; nunca imaginé la posibilidad de sufrir
esa crisis de mediana edad que, señalan los tests en las revistas de tendencias, te
mastica y traga; nunca sentí esa envidia envasada en frascos importados. La
felicidad llegaba a borbotones, me hacia sudar en espiral. Era, puedo decirlo, un
sujeto duty free.
Boo lo tenía clarísimo. Nada de enfoques subversivos o pintas con motivos
partidistas. Odiaba a la prensa sensacionalista, a la virulencia propulsada por un
tipo de acné severo y al sentir carioca de los que apoyan la instalación de las
regasificadoras en desarrollos turísticos. Una chica wi fi, conectada con todo, que
dedicaba versos on-line al hombre que se fuma la vida en el bar de los rostros
cansados o a ese perfil desdibujado, casi humano, que moría solitario de sida. Ella
sabía bien lo que quería. Lo tenía planeado hasta en los detalles ultra específicos.
Pero lo nuestro era cosa de cinco, teníamos que ponernos de acuerdo (eso, ella lo
desconocía).
Enfilé a un bar alejado del circuito de los chicos felices. Un sitio trendy a la inversa,
música selecta y ese 2x1 toda la noche. Estuvimos tranquilos, bebiendo cerveza y
hablando de cosas inciertas: el nuevo ansiolítico que se podía comprar sin receta,
del sexo sin juego ni riesgo, del amor fou e insípidos intentos de ligar la belleza en
forma exacta y neutral. Boo era graciosa, pasaba de los gags a los gadgets o al
trick or threat sin pudor alguno; Ander, algo nervioso, mencionaba a cada instante
que traía un gift para nosotros; y yo, sonriendo, confesaba que nunca había tocado
unas tetas de silicona mientras presumía mi chapita de Deleuze. Afuera, sin que
nos enteráramos, un grupo radical de chicas gordas tiraba piedras a modelos que lo
único que hacían era protegerse la cara y correr hacia la puerta del club. No las
dejaron entrar.
Tamborine llegó con Nanilkah. Se conocían de nada pero, a nuestros ojos, parecían
grandes amigos. De esos imposibles, ridículos. La frase «The suffering's going to
come to everyone someday», impresa en la t-shirt de Tamborine (alto, pelo largo,
rubio, algo fornido) reafirmaba la estética death metalera que (re)cargaba en forma
simbólica; ella, por su parte, encajaba en nuestra idealización de las amas de casas
que vimos en la pasada temporada televisiva: puro deseo insatisfecho, una
provocación aletargada. Ya de cerca, en el trato íntimo, Nanilkah era un 4
queriendo ser 9, alguien que pedía a gritos un poquito de atención, que pretendía
escapar a una estrategia familiar hegemónica con el firme propósito de la
individualidad en dosis freak. Lo consiguió a medias.
Con el brío que nos dio el cristal que Ander extrajo de unas bolsitas de plástico y
que compartimos en el baño, hicimos una fiesta. En ese estado saludé a Hache que
33 y 1/tercio
no entendía el motivo de nuestra euforia pero brindaba por ella, a Monique que
insistió en tomarnos fotos de baja resolución con su celular para «postearlas
mañana, amigos», a un eléctrico Matt que externó sincero un «Los hombres son
unos pendejos. Éste es mi último año como gay», antes de perderse en la pista de
baile con Melissa, la chica con los hombros más sexys en la city. Todos reímos y,
por un largo instante, aquélla fue la noche ideal: the perfect choice, the perfect
drug, the perfect people. Falling and laughing, dancing and drinking, fotos y risas:
nuestra gran noche.
En ese momento, antes del grito «Last call for drinks» del mesero en turno,
olvidamos que un día la violencia cotidiana y su entorno desencantado nos atrapó
con su carga sin sentido para, mejor opción, concentrar nuestra atención en ver a
una pareja borracha haciéndolo en el ala izquierda del minúsculo dancefloor o
contar nuestros hábitos de consumo cultural. ¿Cuándo empezamos a ser sólo
siluetas? inquirió sin resultado Tamborine antes de exigirle al dj que pusiera un
tema de Iggy Pop. Era obvia su selección: «Lust for life». En la mesa, medio
acalorados por tanto derroche de emotividad, brindamos por ello.
Horas después, ya en otro sitio, mirando de frente a la ciudad y su amanecer aún
pude escuchar los primeros acordes de «Magic», mi canción favorita. Segundos
después, un ligero olor a gas hizo que perdiera el sentido. Los demás ya habían
partido.



                                       ●●●



      ultrapop
Ultrapop registra con su cámara nuestro furor en carrusel. Cada vez que nos mira,
habla el demoledor deseo de imprimirse big star, en decenas repetidas, colores
primarios y ampliaciones bancarias. Es un héroe de ocaso y sentimiento, uniforme
501 y grandes agujeros que se reconforta en el desliz de una chica: mi chica cuya
sonrisa, subrayada como fuerza de oposición, me escandaliza a las cinco en punto y
que, sin exageraciones, borda en mí cicatrices antiguas.
Mi chica es toda lluvia dorada, prime choice, reportaje nickel de portada y páginas
interiores, divino lustre que besa mis heridas sin demasiado artificio. Ultrapop la
capta abierta, emergiendo en super slow motion con su cara de discordia; me capta
en buenas vibraciones, buscando un show de talento tendido en la cama. Es ella,
mi chica de calma rota; soy yo, una sierra, apenas desajustes al enchufar una
armonía que hace ver el fracaso como algo positivo. Somos dos disparando vagas
cenizas en dirección a un vencimiento logrado a priori. Juntos, mi chica y yo, damos
vida o idea de una mentira como veleta que no deja de girar: somos un fomento de
fondo diverso, el reflejo de unos cursos con diplomas y medallitas, una maniobra de
17 años que hasta ayer fue fiel a sí misma como el funk diabolum en los ochenta
[Una voz en off que no reconocemos se sitúa inquieta en la escena como rayo de
luz].
Ultrapop nos absuelve con movimientos rápidos y el fulgor de su flash, vitaminado
hasta la última fila por nuestra dicha de sal, nos envuelve en crudo efecto celofán.
33 y 1/tercio
Es caribe tornasol y suicida. Mi chica y yo no paramos de fornicar al lente de garage
interior, mi chica moderna devora todo lo que poseo, le saca jugo a mis entrañas
en un tilt up; cree que soy un ticket premiado, un disco de doce pulgadas. Yo le
hago sentir desdichada, boxeo, muerdo sus pechos de bronceado veraniego y
trapeo todos sus temores en víspera de terapia antes de girar en dirección a su culo
ye-yé. Me enciendo, la enciendo fácilmente, soy tan violento y simple como tambor
de contingencia urbana, el disparo inocente que inició nuestra plegaria en delay.
Ultrapop nos amenaza con su armada de cables y micrófonos, su aullido es la señal
de corte. Al escapar del encuadre, siento la presión legal de ser protagonista con el
uno por ciento de probabilidades y el escote triangular de mi chica, empapado,
sudoroso, pegado como pesadilla a mi piel calamar. We’re bumpos, estamos
encandilados por el último secuestro, semilla de noche vieja y triste cuarto de hotel
sin estrellas. Imaginándonos, sensibles, la muerte de Poch; en el escaparate,
saludando a Balthus; en Nueva York, desnudos tomando el sol; aquí, rompiendo
números sin suerte.
Ultrapop sigue en marcha, el close up de nuestros periféricos lo recrea en stamina,
respira profundo y grita: «¡Sois perfectos! » [La voz, cada vez más próxima, enlista
sus cosas favoritas]. Mi chica se ríe, yo pongo mis cojones candado en el piso.
Ultrapop quiere diálogos calientes, oraciones a María, desatinos azules. Yo quiero
beber y mi chica se divierte al decir palabrejas en francés. «Don’t fuck me with your
cultura de barrio fino», le contesto. Si somos idénticos; que más da hacerlo o no.
—Detesto el cierre de tu boca, qué pálida luz.
—Inserta esquizo, edema de Kostabi —grita mi chica pegada al estéreo.
—Pelea o finge. Give me good clean fun.
Nos separamos muertos de risa. Mi chica y yo. Ella, transgresora como ensueño, se
levanta y camina segura, desnuda noticia que carcome, con destino a la mesa. Yo
la sustituyo con la firmeza del puño de dios. Enfermo de monotonía, Ultrapop nos
pide más. Una pelea de fondo, algo que explote en el momento justo, bofetadas o
sangre, otras sonrisas que destruyan el optimismo. Ultrapop es experto en su
negocio. Nada de tomas aburridas, paisajes muertos o pirotécnicos dobles de tinte
fluorescente. No, Ultrapop quiere nuestra cercanía entablada en el frenopático y
puesta al día. Apasionada e irritada, dolorosa y punzante, coloquial y certera como
poema de Panero; lo demás, asegura, siempre serán filtros de azar que no sirven
de nada.
—¿No te parece que ya fue suficiente? —inquiere mi chica.
Voy por ella. Sin tropiezos, erecto, ruidoso como libido chupa-chup. Ultrapop tira
otra cinta por uno de sus agujeros. Me emociona su dirty entusiasmo. Mi chica
atrapada en la mesa, en pose cautiva, se dispone a decidir su tragedia carcelera;
mi chica es una diosa clavada a punta de martillo; mojada en espíritu y con mis
dedos incrustrados hasta el fondo de su pubis indigente. Otra vez, soy yo el
rimadero 280 en sintonía tóxica.
—¡Qué bonitas lágrimas vierten tus nalgas! —le dice Ultrapop a mi chica.
Ella responde con el timbre de fax japonés y yo, congelado underground, no sé si
creérmelo o no. Un descuido placentero para decir: «Some things come from
nothing», modifica nuestra situación.
33 y 1/tercio
Ahora es ella, en primer plano, el ángel que domina las esposas y juguetes de
amarre esperanto. Es un feeling tan divertido ver a mi chica perturbada,
deleitándose en los afeites, veloz y sensual en el propósito de malas maneras. She
bangs the drums y yo, como James a los quince, pido más tensión, más smog. Una
bendición industrial; soy powderkex de mi placer calabozo. [La voz desconocida
aplaude primero luego, al sentirse comprimida, siente el peligro]. Ultrapop sigue
diciendo: «¡Sois perfectos!». Los golpes no ahogan mil atracos citadinos, soy un
tipo sencillo con sólo un vicio: mi chica alias galore toda agujas, que persigue el
bienestar social en un lugar equivocado.
—Baby, you’re the best...
Poco a poco nos hacemos viejos reciclando impulsos. Predicamos nuestra urgencia
de cambio trenzados como parias. Un dolor pequeño de bolas chinas en camino al
orificio. ¡Qué sorpresa!, mi chica envuelta en fuego encontró en mí su punto G y la
salida de emergencia. Nada la detiene, se consume a cachitos. Ultrapop nos mira al
revés por el monitor, no puede contenernos. Somos cerdos de museo interactivo,
somos historia viva, somos algo más que stills hechos de frío. Ultrapop se lanza al
ruedo sin idea, tartamudo e infantil. Ya nadie nos dirige, sowing seeds.
Encarnizados, perdiendo el equilibrio por las fuertes quemaduras e iluminados en el
ajetreo manual de 100 dólares por hora, escribimos la nueva historia. Un plus de
autoenfoque visceral que mejor nos retrata en perspectiva hardcore. Ponemos la
marca, creamos un mosaico de oportunidades, anotamos al instante, un pedazo de
onda.
Ultrapop no es como nosotros, es débil piel blanca, tierna y nerviosa. Alguien que
nunca se había puesto en línea de combate. Ingenuo jail bait de cadencia sin
sentido, un noble candidato al date rape de música disco. Ya nos cansamos de
tatuarlo, de mandarlo sin lubricación por los extremos, de convertirlo en nuestra
mascota y joven bidet. Exige, reclama, suplica su año sabático. [La voz se aleja,
camina presurosa hacia la salida, sus ojos expresan cierto miedo y no poca
repulsión]. Pero no, nosotros le administramos disciplina inglesa al 100%,
reconocemos sus espacios de saliva, lo conectamos con su inner-self más deep y lo
encerramos por ahí para que muerda fuerte la oscuridad. Como debería ser.
Mi chica y yo volvemos a la colección de juegos e ítems opuestos, rellenamos otra
hora en referencia y agonía estética que nos muestra un poco vulnerables.
Vibramos, hacemos un squish que nos sale perfecto, estrenamos servicios que
reciclan viejos placeres y celebrando la diferencia que nos une, oprimimos el botón
de STOP antes que el dolor llegue sin explicación. Después ya recuperados de
pelear con rubios insectos, mi chica y yo nos ponemos la camiseta de Juventus
Laika para tratar de resolver el crucigrama del periódico de hoy. Es tan complicado
que en ello se nos va el resto del día.




                                     replay
33 y 1/tercio

                             yordanka almaguer
                                 (la habana, del ´75)




      santificarás las fiestas
                                            Ningún trabajo de ciervo haréis, y ofreceréis
                                                           ofrenda encendida a Jehová.
                                                                          Levítico 23-25

Esta es una ciudad alcohólica. Está en coma… ño, qué risa te da.
Ahora es mejor que todo te provoque risa, pero bajito, no sea que alguien se
percate de tu alegría. La gente de esta ciudad no debe enterarse de la alegría del
otro. Enseguida se ponen a averiguar los motivos siniestros que provocan esa
alegría individual.
La alegría debe ser colectiva.
Igual al coma.
Por eso es común encontrar tumultos alegres, alrededor de pequeñas naves
cósmicas que contienen líquido para hacer volar unos 100 metros, hacia arriba, casi
cerca de las nubes; pero volar no es asunto de líquidos y el aterrizaje es forzoso,
sin previo aviso. Los alegres, entonces, van de cabeza contra el primero o la
primera que esté tan volador como él, o no lo esté. Da igual. Lo importante es
demostrar la frustración por lo corto del viaje.
Pero para ese entonces ya se habrán retirado las cámaras, ya habrán guardado las
banderas, los micrófonos, y al otro día, cuando los barrenderos recojan los vasos de
cartón, jabas de nylon, cucuruchos de papel, cigarros a medio fumar, banderitas de
colores, cornetas de lata, monedas de a peso y 20 centavos, mierda, aretes de
fantasía, íntimas usadas, vidrios de botellas de ron, caramelos a medio chupar,
restos de vómito; justo un poco después, cuando la pequeña plaza esté
completamente limpia, la gente volverá a tener la sensación de que todo marcha a
las mil maravillas. Y olvidarán su rabia contenida la noche anterior, al descubrir la
estafa, el engaño del corto vuelo, el estrepitoso aterrizaje.
Todo está bien, se dirán en sus camas, saboreando el sorbo de chícharo con café
que no cambiarían por el mejor Cubita o Serrano.
 –Everything is fine.
 Te repite ahora que ya tienes los pies dentro de la cesta enorme.
 Eres una muda de ropa recién lavada y el cesto es de mimbre y te guardará hasta
 que una mano te saque para planchar todas tus arrugas, tus miserias de ropa
 demasiado usada, de aquí para allá. El cesto de mimbre te guardará hasta que
 todo marche un poco mejor, de verdad.
 Pero no eres una muda de ropa y el cesto no es para guardarte. El cesto se aferra
 con más de tres brazos al globo.
 Qué globo más lindo… ño, qué risa te da, y dejas caer sobre la azotea dos o tres
 lastres para comenzar a volar, de verdad.
33 y 1/tercio
 Volar de verdad. Como si fueras un pájaro gordo y lleno de colores y de fuego.
 Volar como si fueras una estrella fugaz, y allá abajo quedan todos los alcohólicos
 mirándote y pidiendo 134 mil deseos, porque no se atreven a ser estrellas fugaces
 ellos mismos.
 –¡Borrachos fugaces!
 Les gritas cuando el globo pasa por encima de las azoteas y casi te enredas con
 una antena de televisor. Los televisores están apagados.
 No hay nada que ver.
 No hay nada que celebrar.
 En un día como hoy no murió nadie. A nadie se le ocurrió nacer si asaltar ningún
 lugar ni dar una carga al machete ni redactar ningún documento importante que
 haga celebrar al tumulto.
 No hay fiestas.
 Algunas botellas de ron, particulares, es lo único que venden en las cafeterías;
 pero solo las acompañan músicas románticas o de tristes mensajes.
 Eres el centro de todas las aburridas miradas.
 Debes tener cuidado.
 Si descubren tu sonrisa podrían sospechar, avisar al Jefe de Sector, a cualquier
 otro con un cargo importante en la policía.
 –Every thing is fine.
Repites y enseñas tus dientes al cielo estrellado, es el único que no te traicionaría.
Pero el viento sí.
Te da empujones como si fueras una brizna de trigo. Como si ya no se pudiera
sacar nada bueno de ti. Quieres ir más suave, saborear el escape como si fueras
aquel conde vengativo. Pero no quieres vengarte de nadie, solo quieres que nadie
se percate de tu alegría, de tu escape.
Estar alegres y escapar son actos sumamente peligrosos en esta ciudad.
Las ciudades comatosas suelen ser mucho más vengativas que el conde francés.
Tienes derecho a estar bien, pero tu deber es estar mal.
¿Cómo lo entiendes?
No estás aquí para entender. Solo para ocultar tu risa. La de verdad.
La risa de mentiras es la única autorizada para salir a la calle. Nadie sabe de qué
sería capaz una risa sin educación, sin principios, desbocada como los caballos que
recuerdan de repente su naturaleza.
Allá abajo hay un pueblito y no es una ciudad que conoces.
Quizá has volado demasiado al oeste.
A lo mejor debías haber ido más al sur o al norte o al sureste, pero el oeste
siempre ha sido un lugar a respetar.
Nadie sabe si en el oeste de Cuba existan cowboys o gangters del desierto.
La gente no suele hablar de cosas tan interesantes y peligrosas.
A no ser que comiencen a repartir cowboys y gangsters por la Libreta de
Abastecimientos o Maité Vera escriba una telenovela sobre ellos.
Pero eso debe de resultar un poco caro.
33 y 1/tercio
Qué risa. ¿Qué harías con cinco gángters al mes? O un cowboy por núcleo familiar.
¿Lo revenderías para comprar alegría?
Qué risa. Lo revenderías para comprar más risa.
No caben dudas. Cada vez vuelas más al oeste. ¿Y si un disparo convierte tu globo
en un pedo enorme?
Eres un pedo enorme, descolorido, aterrizando cada vez con menos control. ¿De
dónde vendría el disparo? ¿De la Ley Seca o de las Minas de Oro?
Seguro fue un sioux.
Pero los siouxs viven más al norte. ¿En Dakota?
¿Un apache?
Esas gentes son pacíficas.
¿Un guardafronteras?
¡Dios tuyo, un guardafronteras te ha disparado!
Vas camino a estrellarte contra los arrecifes por causa de un guardafronteras que
vendrá pronto a recoger lo que quede de ti para guardarte en una bolsa verde.
¿Qué importancia tiene el origen de la bala?
Quizá solo sea que el globo se cansó de volar.
O el Destino.
–Ño, every thing is fine.
Y vas a dar con los codos contra la arena blanca y llena de piedras dóciles, cobos,
nidos de tortugas.
–Esta es la tierra más hermosa que he osado pisar.
Está amaneciendo. Es la primera vez que vez salir el sol por el lado contrario. En el
malecón lo ves nacer desde los edificios. Pero verlo salir del mar y a la izquierda es
distinto. Eso no te da tanta risa. Casi te provoca deseos de llorar.
¿Llorar?
¿En este lugar estará permitido llorar?
Los guardafronteras deben de estar por llegar. No puedes perder tiempo con las
lágrimas. Debes reír lo antes posible. Si descubren que estás alegre a pesar de la
caída, podrían sospechar. Si sospechan descubren, revisarán los bolsillos y
descubrirán el resto de tu alegría.
 –Every thing is fine.
Dirás la contraseña, para que sepan que eres de los de su bando y no confundan
tus buenas intenciones.
¿Por qué se demoran en llegar?
¿Dónde estás?
¿En una tierra exenta de guardafronteras?
El color del cielo anuncia que no has salido de Cuba, podrías estar en Las Bahamas,
pero sabes que viajaste al oeste, y las Bahamas están al noreste, eso no has
podido olvidarlo ni con toda tu alegría voladora.
Enciendes un cigarro. Los policías de la costa no te lo permitirían. Absorbes con
pasión, como si nunca más volvieran a verse. Caminas.
Al pie de una palma de corcho encuentras una iguana.
La iguana te mira de medio lado, como si pensara muy mal de ti.
33 y 1/tercio
Estás cansado de que siempre sospechen de ti, estás cansado de sospechar de los
demás. También esta iguana podría ser una de ellos, los dueños de las banderas,
las pipas de cerveza, los doctores que no logran sacar del coma a la ciudad que
dejaste atrás.
 –Hola.
La iguana te ha saludado.
Al parecer venció sus dudas o su timidez de reptil fosilizado.
Quizá se anime a decirte dónde estás.
¿Las iguanas saben de geografía?
En este país todo el mundo sabe de todo. Hasta los animales. Para eso somos parte
de la ciudad más culta del globo terráqueo, ¿no?
 –Guanahacabibes.
Qué risa. La iguana sabe de geografía.
 –¿Guanahacabibes? ¿Y eso está…
 –¿Te suena el Cabo de San Antonio?
Con tanta risa has olvidado tú la geografía. Te pones a caminar al lado de la
iguana, es un poco difícil seguirla. Se va a la orilla del mar.
 –¿Y no hay guardafronteras?
 –¿Dónde no?
También sabe de política.
Y de religión, economía, historia, botánica; agrega la iguana exponiendo su panza
al sol.
–¿Botánica?
–¿Plantas para la alegría?
Qué risa. La iguana te muestra el camino de su plantación. Es una iguana muy
competente, y muy servicial.
 –¿Te gusta?
 –¡Qué verdeee!
 –¿Quieres probar?
 –¿Y los guardafronteras?
 –No hablo con ellos.
 –¿Por qué?
 –No hablo con lo que no existe.
 –¿Y yo? ¿Existo?
 –Por lo menos existes hoy, necesitaba hablar con alguien.
 –¿Existo solo porque te sentías sola?
Es una iguana muy existencialista además. Y un poco adicta, porque no hay que ser
tan exagerados, con dos o tres plantitas tendría para todo un año. No te confíes de
la iguana. Cambia de color. Podrías dejar de existir cuando abandone el verde.
 –¿Y los otros?
Te has puesto sentimental. Te lo advertí. ¿De qué vale preocuparse por un montón
de adictos? La iguana te contestará que solo existen mientras tú existas y tú existes
porque existe su pensamiento y su pensamiento existe porque ella, la iguana, se las
arregló para sembrar más de cien metros de esas plantas alegres y prohibidas.
33 y 1/tercio
 –Porque son de verdad. Son lo único real.
 –No puede ser. Every thing is fine.
 –Oh, yeah, every thing is fine mientras existan ellas, prueba a desaparecerlas y
 conocerás la nada.
 –¿La nada tiene que ver con el coma?
La iguana vuelve a mirarte de medio lado. Quizá ha comenzado a desconfiar
nuevamente. Podría cambiar de color. Aléjate, si es una trampa no te salvará ni que
digas la contraseña a los guardafronteras.
 –Pero, ellos…
¿Por qué no te subes a esa palma de corcho? Quizá allá arriba estés un poco
seguro. Seguro de ellos, de la iguana, de las Plantas.
 –¿De mí?, yo soy todos ellos.
Estás en lo alto de la palma y ves llegar a los guardafronteras con sus motos
amarillas corriendo por la arena. La iguana está asoleándose sobre una gran piedra
y ni siquiera se fija en ellos.
El guardafrontera 1 detiene la moto y mira alrededor.
El guardafrontera 2 se baja y se acerca al cesto de mimbre y el globo desinflado.
El guardafrontera 1 y el guardafrontera 2 se miran. Otean el horizonte. El enemigo
podría estar acechando.
Una risa estrepitosa, de novelita de terror, se asienta en la playa.
Los guardafronteras miran asustados al cielo.
Miras asustado a la iguana. ¿También se ríe? ¿Y sin temor?
Pero la iguana está panzas arriba, conversando con un sol verde claro que acaba de
crear en su imaginación. No tiene deseos de reírse.
Entonces recuerdas al conjunto de plantas verdes y alegres. Sientes los tambores a
tus espaldas. Presientes que los guardafronteras están a punto de dejar de ser.
Las alegres Plantas lo han decidido.
Qué risa.
Así podrás quedarte todo el tiempo que quieras. Reír lo que te plazca sin temor a
ninguna mirada. Conversar con la iguana sobre la existencia del hombre sin temor
de que te acusen de algo terrible. Te quedarás hasta que la ciudad comatosa
decida cambiar de adictos, de falsas risas, de contraseñas. Every thing is fine. O
hasta que alguien decida desconectarle la respiración artificial.




                                     replay
33 y 1/tercio

      Bret Easton Ellis: el lado oscuro de la mtv
                                                                   (picado de Babab)

Para entender bien los 80 hay que conocer un poco los 60 y los 70. Todos hemos
oído hablar de «los veranos del amor», la paz de pelos largos y tardes en la cama.
Fraternidad, solidaridad y rebeldía. (…) La utopía realizada en las granjas de
California. California. En los 70 un actor de segunda fila conseguiría alcanzar el
gobierno del estado. Se trataba, evidentemente, de Ronald Reagan. Con una
política populista, reaccionaria, propugnadora del liberalismo más ingenuo y a la
vez voraz, llegaría a la presidencia de los Estados Unidos en 1980. Justo ese año
John Lennon moriría asesinado. (…) Al año siguiente The Buggles publicarían uno
de los estandartes de la nueva época: el legendario videoclip «Video killed the radio
star». Con ellos empezaba su andadura la cadena MTV. Bret Easton Ellis tenía
quince años.
Entramos en la cultura del éxito, de los pelotazos económicos, los brokers de la
bolsa se convierten en los nuevos héroes: la gomina, los trajes, los patines para ir
al trabajo. (…) Conducir rápido, beber rápido, vivir rápido, llegar lo más lejos.
Triunfar. Cualquier cosa sirve para elevar los pies del suelo. La sociedad en las
grandes ciudades (Chicago, Los Ángeles, Nueva York) se divide en dos. De un lado
quedan los que pueden seguir el ritmo, del otro los que no. Estos abismos quedan
reflejados, como no, en las manifestaciones culturales de la época: Michael Douglas
gana el Oscar por Wall Street, Tom Wolfe triunfa con La hoguera de las vanidades y
los videoclips se llenan de modelos famélicas que simbolizan la fama, la belleza, el
dinero...
Bret Easton Ellis (Los Ángeles, 1964) formaba parte del grupo de los triunfadores:
los «niños bien» crecidos al amparo de las criadas mexicanas, pasando las horas
delante de la MTV. Su afición por la música le hizo participar en varias bandas de
new–wave antes de publicar su primera novela con sólo 21 años, Less than zero
(1985). En ella se presentan las constantes de la obra de Ellis y de la sociedad que
retrata con una crudeza y un cinismo espeluznantes. (…) La moral ha muerto. En
su lugar quedan un puñado de canciones y de imágenes. (…) No sólo es que el
mundo se haya reducido a su versión estética sino que esa propia estética es
engañadora. (…)
Less than zero fue descrita en su momento como The catcher in the rye de los 80.
Puede que Clay, su protagonista, un chico que vuelve a Beverly Hills para pasar las
vacaciones de navidad, tenga algo que ver con Holden Caulfield y su mirada
perpleja ante el mundo que le rodea. Incluso Blair, su novia ocasional, tiene algo de
Phoebe, la hermana pequeña de Holden, por lo menos en lo que respecta al
sentimiento de protección que él tiene hacia ella. (…) Pero Clay no tiene ningún
interés en los niños que juegan en el trigal. Su entorno no puede ser más perverso
ni menos ingenuo: los amigos de Clay son una pandilla de nihilistas borrachos y
adormecidos que se dedican a acostarse los unos con los otros sin hacer
distinciones. Habitan un mundo en el que los padres siempre están de viaje por
Japón, Europa, de compras en Nueva York... y en el que tu mejor amigo es tu
dealer. Música, televisión, sexo, drogas y una violencia contenida que lo envuelve
todo apunto de estallar.
33 y 1/tercio
Esta violencia estallaría años después en la renombrada American Psycho (1991),
pero mencionemos antes una obra poco conocida: The rules of attraction (1987).
Aunque Ellis todavía era un chico de veintitrés años, en ella ya se aprecia cierta
madurez en la narración: un brillante uso de la perspectiva individual aderezado por
cambios sorprendentes de espacio y tiempo, en una estructura parecida a la de un
puzzle cuyos espacios vacíos quedan a la interpretación del lector. En esta novela
los adolescentes se han convertido en universitarios pero no dejan sus manías:
sexo a discreción, fiestas, alcohol, música por todas partes. La vida como un
videoclip a la manera de un paseo con walkman.
En este libro aparece por primera vez uno de los personajes más siniestros de la
literatura contemporánea: Patrick Bateman, cuyo hermano Sean es el centro de la
mayoría de los triángulos que se entrecruzan a lo largo de sus páginas. También
aparece Lauren Hynde, una atractiva e inteligente compañera de universidad que
luego reaparecerá en Glamourama (1999) junto a otros compañeros de Camden
como Paul Denton o Victor Ward. Este es el doble juego de Ellis: no sólo sus obras
son por sí mismas laberintos en los que cada personaje es intercambiable por otro,
en el que todo son apariencias que confunden, sino que a su vez los personajes de
un libro van apareciendo en otro, las referencias se entremezclan y muchas veces
da la sensación de que cualquiera podría ser el protagonista de la historia de otro.
Llegamos, pues, al punto culminante de la carrera de Bret Easton Ellis. Seamos
sinceros, posiblemente nadie le conocería si no hubiera escrito American Psycho,
uno de esos éxitos provocados por una polémica exagerada. (…) Lo que distinguió
a esta novela fue la explosión indiscriminada de violencia. (…) Un anticipo de lo que
serían las películas snuff de principios de los 90. Sólo que Patrick Bateman, este
misterioso psicópata obsesionado con la moda, la música, la televisión y, sobre
todo, el reconocimiento exterior en forma de mujeres, rivales de trabajo, músculos,
marcas de ropa... no utiliza la cámara en sus matanzas. Queda todo para su deleite
personal. (…)
Pero lo que más impactó de American Psycho no fue la minuciosidad en el relato
(hasta hacerse prácticamente repulsivo) sino la fabulosa atonía con la que todo
estaba narrado. Como si no estuviera pasando nada. Frases cortas, descriptivas,
pinceladas en el cuadro más horroroso combinadas con largas conversaciones,
parrafadas sin sentido y situaciones irrespirables. (…) Con American Psycho, Bret
Easton Ellis llega al estrellato y culmina con tan sólo veintisiete años una propuesta
estilística.
Lo que viene después, en la más sosegada década de los 90, tiene mucha menor
relevancia. Entre otras cosas, porque será la música la que se encargue de sacar a
la luz las miserias de la sociedad americana. En concreto, el movimiento grunge
auspiciado, cómo no, por la propia MTV, que dio a conocer a Nirvana, Pearl Jam,
Soundgarden, Alice in Chains y ese largo etcétera de «perdedores», según los
parámetros del reaganismo. En 1992 llegan los demócratas al poder y hasta la
rabia se institucionaliza, con lo que Ellis se queda algo perdido. En años siguientes
publica dos obras: un libro de relatos titulado The informers (1994, el año del
suicidio de Kurt Cobain) y Glamourama (1999), posiblemente su novela más
ambiciosa pero a la vez más confusa y cercana al solipsismo. Sólo Ellis puede saber
exactamente qué demonios nos quiere contar.
33 y 1/tercio
En The informers nos encontramos un estilo mucho más intimista, sosegado y lleno
de tristeza. Recuerda un poco al Clay de Less than zero y entronca de nuevo con el
estilo «a la Salinger»: una especie de pesimismo envuelto de peterpanismo
resacoso. Estrellas del rock venidas a menos, adolescentes metidos en mundos
paralelos. (…) En Glamourama tenemos algunas de las páginas más brillantes de
Ellis. Ni su más avispado lector puede saber a qué se está refiriendo en cada
momento. Tenemos moda, sexo, belleza, poder, dinero, música, video... y sobre
todo apariencia, un mundo de apariencias en el que todo se confunde. (…)



                                       ●●●



      Bret Easton Ellis: el escritor que te encanta odiar
                                                                (picado de Insomnia)

Repasando reseñas de Glamourama, una de las cosas que llama inmediatamente la
atención es que inclusive las que defienden al libro abren el paraguas
inmediatamente con respecto a los aspectos controversiales de su obra y no tienen
el menor reparo en insultar tanto al libro como al autor, demostrando que incluso la
aprobación de su obra es vista como algo vergonzante. Así es que el New York
Times puede calificar a Glamourama (en la primera reseña favorable que el diario le
dedica a Ellis) como un libro «estúpido» o que en la New York Magazine aparezca
una frase tan curiosa como «Bret Easton Ellis no reconocería una buena novela
aunque la escribiera él mismo. Prueba de ello es que la ha escrito él mismo».
¿Cuál es el motivo de que este escritor produzca reacciones tan encontradas aún
dentro una misma opinión? La explicación simple vendría por el lado de las
enormes cantidades de violencia, drogas y sexo (ese sería el orden correcto)
presentes en su obra, pero en un siglo que consiguió asimilar los excesos de
autores como Louis Ferdinand Céline, William Burroughs, George Bataille, Hubert
Selby Jr., J. G. Ballard y James Ellroy, por nombrar solo a algunos de los grandes
transgresores contemporáneos, no parece una explicación muy completa.
El problema es más complejo y parte de las múltiples contradicciones del concepto
de «políticamente correcto» y de la autoridad moral que se autoasignan los grupos
identificados con dicho concepto; las reservas con las que los críticos se mueven al
tratar la obra de Ellis es causada en su mayor parte por el hecho de que quienes
han propulsado una fanática campaña de rechazo a dicha obra no son los
acostumbrados grupos moralistas religiosos (…) sino los grupos feministas
norteamericanos, genuinos aspirantes a tomar la bandera del puritanismo y la
censura, pero partiendo desde un punto que aparentemente no se afianza en los
prejuicios de antaño sino en la lucha contra esos mismos prejuicios.
El escándalo que produjo con la publicación de American Psycho solo es
comparable en los tiempos modernos (aunque por motivos diametralmente
opuestos) al de Los versos satánicos de Salman Rushdie, centrando sobre sí un
rechazo que no sufrieron obras coetáneas similares como la del convulsivo y
generalmente desagradable Dennis Cooper. Hasta un escritor tan amigo de las
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  • 2. 33 y 1/tercio ”Pero si me pongo de espaldas al mar, sólo veo tierra; camino sin parar y el horizonte de la tierra se dilata hasta el infinito. Un año, cinco años, diez años y sigo sin ver el mar. Y me digo: pero ¿qué le ha ocurrido al mar? Y me respondo: el mar está más allá, en los penetrales de la memoria. El mar es un mito. Nunca ha existido el mar. Y sin embargo sí ha existido. Puedo afirmarlo porque nací a orillas del mar. ¡Me he bañado en el agua del mar! Me dio de comer, me proporcionó paz, y sus distancias fabulosas alimentaron mis fantasías. No, Arturo, el mar no ha existido nunca. Tienes fantasías y deseos, pero sigues caminando por el desierto. Nunca volverás a ver el mar”. pregúntale al polvo John Fante ”Ya está aquí el color del verano con sus tonos repentinos y terribles. Los cuerpos desesperados, en medio de la luz, buscando un consuelo. Los cuerpos que se exhiben, retuercen, anhelan y se extienden en medio de un verano sin límites ni esperanzas... ¿Y a quién le importa nuestro verano, ni nuestra prisión marina, ni este tiempo que a la vez nos excluye y nos fulmina? Fuera de este verano, ¿qué tenemos?... Vendrán los grandes aguaceros, y una desesperación sin tiempo seguirá germinando en todos nosotros. Vendrán nuevas oleadas de luz y de humedad y no habrá roca, portal o arbusto que no sea pasto de nuestra desolación y desamparo. Seremos ese montón de huesos abandonados pudriéndose al sol en un yerbazal. Un montón de huesos calcinados por el tedio y la certeza sin concesiones de que no hay escapatorias. Porque es imposible escapar al color del verano, porque ese color, esa tristeza, esa fuga petrificada, esa tragedia centelleante –ese reconocimiento– somos nosotros mismos. Oh, Señor, no permitas que me derrita lentamente en medio de veranos inacabables. Déjame ser sólo un destello de horror que no se repite. No permitas que el nuevo año, el nuevo verano (el mismo verano de siempre) prosiga en mí su deterioro, y otra vez me conmine a lanzarme a la luz, ridículo, arrugado, patético y empapado, buscando”. el color del verano Reinaldo Arenas
  • 3. 33 y 1/tercio guitarras, bajo, batería, redacción: 33 y 1/tercio (no usamos sintetizadores, just like…) portada: fotografías de leordanis hernández y elena v. molina diseño de portada: raúl y damián flores iriarte La publicación no se hace responsable de las opiniones expresadas por los autores. Los autores no nos hacemos responsables de las opiniones de la publicación. Los responsables de los autores no expresarán opiniones en público. Las opiniones que usted se haga no son responsabilidad de los autores y menos si las expresa públicamente. All lyrics ©2006 33y1/tercio Productions Reprinted by permission si deseas contactar, opinar, donar textos (sin compromisos de publicación) escribe a: 33y1tercio@gmail.com Sitio web: revista33y1tercio.blogspot.com si no tienes el (los) 33 y 1/3 anterior(es) solicítalo a la misma dirección
  • 4. 33 y 1/tercio siluetas (seguridad de sombras) fly lógicamente, la tapa de mi caja privada) hanzmagnusenzensberger la isla) ricardopiglia el mito del escritor fronterizo) heribertoyépez foukaka crew / ultrapop) rafasaavedra santificarás las fiestas) yordankaalmaguer informe ellis: el lado oscuro de la mtv / el escritor que te encanta odiar / vintage héjira) davidsedaris el insomnio del Censor) ahmelechevarría no quiero ser una chica ahmelóvar) orlandoL poemas de fogonero emergente) jorgealbertoaguiardíaz el pasado que será) juanvilloro copia de seguridad) jorgeenriquelage guitar shop
  • 5. 33 y 1/tercio fly Ella y yo nos habíamos quedado solos. Pero no como la vez pasada en la ciudad- completamente-vacía. No. Pero nos habíamos quedado solos. Mira el vino que he comprado, le dije y ella me miró, me dio las gracias, y habló un poco sobre cine. No quiero saber de eso, le dije. Bien, asintió ella, y nos quedamos en silencio. ¿Qué haces?, pregunté, por decir algo (para llenar esos gigantescos huecos conversacionales), ¿Qué haces en tu tiempo libre? Compongo, dijo ella. ¿Compones? Resultó que escribía poemas. Todo el tiempo. Solo podía pensar en poemas. Ahora mismo estoy pensando en uno, dijo. Recítamelo, le pedí. Ella dijo que no. Le daba pena. No hay nadie aquí, le dije, No tiene por que darte pena. El invierno acababa de empezar y la temperatura había bajado. No mucho, pero sí algo. Lo suficiente como para que ella pudiera pedirme que la abrazara, pero no. En vez de eso, hablábamos de poemas. Me da pena, dijo ella. una mosca se posó entonces sobre su hombro. Me asombró ver una mosca en pleno invierno. Se lo dije. Apuesto que podrías escribir un poema sobre esa mosca, dije, ¿no es verdad? No lo sé, dijo ella. Puede que sí, pero también puede que no. Ella y yo nos habíamos quedado solos. Nos rodeaban las moscas y yo me dije que raro, porque comenzaba el invierno y entonces me dije Quizás sean mis pasiones turbias por esta mujer, por esta chica. Mis malos deseos de abrazarla, de besarla, representados, hechos realidad por este enjambre infernal de malditas moscas. No había frío, pero había moscas. Estábamos literalmente rodeados por un ejército de pequeños insectos voladores. Ella y yo, mirándonos, entre el zumbido de todas aquellas moscas, en silencio. No podíamos decirnos nada. No podíamos hablar. No obstante, no nos atrevíamos a irnos. Estábamos solos. Quien sabía por cuanto tiempo. Hasta cuando podríamos estar allí. Irnos. Pero no nos atrevíamos. Se hacía tarde, nos rodeaban las moscas, se agotaban las posibilidades, y yo quería abrazarla, pero no sabía como. Pensé en la posibilidad de pedirle que me recitara un poema (sabía que ella los componía en secreto) pero no me atreví a hacerlo, con tanto insecto alrededor. Ella y yo nos habíamos quedado solos. Había comenzado el invierno y ella solo podía hablar en inglés. Yo hablando en español y ella hablando inglés. ¿Por qué?, le pregunté y ella se encogió de hombros. I don´t know. Well, le dije, no importa. Y así estuvimos un rato en silencio. I write poetry, dijo ella y se estremeció, como si una ráfaga de aire frío la hubiera golpeado. Eso me recordó a Virgilio. No sabía que escribieras, le dije. Una mosca se posó sobre su hombro y a mi me asombró ver una mosca en pleno invierno. A fly, she said. Fly, pensé. Como volar, pensé. Podríamos volar, ella y yo. Podríamos impulsarnos a través de las nubes y volar. Sería increíble. Pero no tan increíble como ver una mosca en pleno invierno. Volando, ella y yo. Solos, ella y yo. Pero ella hablaba inglés y yo hablaba español y por eso no podíamos entendernos, ella y yo. replay
  • 6. 33 y 1/tercio hans magnus enzensberger (baviera, del ´29. Autor de Mausoleo, Poesías para los que no leen poesías, Migajas políticas, El sacrificio de La Habana. Para mayor información, buscar el expediente #3 de la revista digital Cacharro(s). Los siguientes textos han sido tomados de su libro El hundimiento del Titanic.) (traducción de heberto padilla) canto v Tomad lo que os han quitado, / tomad a la fuerza lo que siempre ha sido vuestro, / gritó, congelándose en su ajustada chaqueta, / su pelo ondeando bajo el pescante, / soy uno de vosotros, gritó, / ¿que esperáis? Este es el momento, / echad abajo las barandas, / tirad a esos degenerados por la borda con todos sus baúles, perros, lacayos, / mujeres, y hasta niños, / usad la fuerza bruta, los cuchillos, las manos. / Y les mostró el cuchillo, / y les mostró las manos desnudas. Pero los pasajeros del entrepuente, / emigrantes, todos a oscuras, / se quitaron las gorras / y lo escucharon en silencio. ¿Cuando tomaréis la venganza, / si no ahora? ¿O es que no podéis / soportar ver sangre? / ¿Y la sangre de vuestros hijos? / ¿Y la vuestra? Y se arañó la cara, / y se cortó las manos, / y les mostró la sangre. Pero los pasajeros de entrepuente / lo escuchaban inmóviles. / No porque él no hablara lituano / (no lo hablaba), ni porque estuvieran ebrios / (hacía tiempo que habían vaciado / sus anticuadas botellas / envueltas en toscos pañuelos), / ni porque estuvieran hambrientos / (aunque estaban hambrientos): Era otra cosa. Algo / difícil de explicar. / Entendían bien / lo que él decía, pero no lo / entendían a él. Sus frases / no eran las frases de ellos. Golpeados / por otros miedos y otras esperanzas, / aguardaban allí pacientemente / con sus bolsos, sus rosarios, / sus raquíticos hijos, recostados / en las barandas, dejaron / pasar a otros, prestándole atención / respetuosamente, / y esperaron hasta que se ahogaron. el iceberg El iceberg avanza hacia nosotros / inexorablemente. / Vedlo como se suelta / del frente del glaciar, / de los pies del glaciar. / Sí, es blanco, / se mueve, / sí, es más grande, / que todo cuanto avanza / en el mar, / en el aire / o la tierra. Sueños mortales / que una larga caravana / de icebergs atraviesa. / «A doscientos cincuenta pies de altura / sobre el nivel del mar, / destellan sus colores / que son maravillosos / y totalmente diáfanos». / «Como si fuese un sol
  • 7. 33 y 1/tercio multiplicado / sobre las celosías de cientos de palacios». / Mejor es no pensar en lo que pesa / un iceberg. / Cuantos lo han visto / no olvidarán jamás tal espectáculo / aunque vivan cien años. «Ese espectáculo aguza la imaginación / pero llena el corazón / de un sentimiento de involuntario horror». El iceberg carece de futuro. / Flota a la deriva. / No podemos hacer uso de él. / Existe, sin duda. / No tiene valor. / La confortabilidad / no es su fuerte. / Es mayor que nosotros. / Siempre y únicamente / vemos su cima. Es efímero. / No se preocupa. / Nunca progresa, / pero «cuando, parecido a una inmensa mesa / de mármol blanco, / veteado de azules, / se mueve de improviso y quiebra en lo profundo, / todo el mar se estremece». En nada nos concierne, / Sigue su ruta monocorde, / No necesita nada, / No se reproduce, / Y se derrite. / No deja huellas. / Se disipa perfectamente, / Sí, esa es la palabra: / perfectamente. canto xi Déjennos salir / Nos estamos asfixiando / Nuestro furgón de ganado se estremece / Nuestro armario se tambalea / Nuestro ataúd gorgotea / Luchamos en las escaleras / Golpeamos los paneles / Forzamos las puertas / Déjennos salir / Somos muchos aquí / Cada vez somos más / luchando / por una pulgada de espacio / por un tablón / Estamos demasiado hacinados / para quitarnos los piojos / para cuidarnos o pelearnos / El carterista no puede levantar / su mano delgada / ni el asesino la daga / Nos asfixiamos unos a otros / Nuestra furia encerrada / nos levanta la piel / y expira / De pronto somos / terriblemente muchos / Aplastamos como masa blanda / a los que ya han sido atropellados Un pudín de pánico / apestando a miedo / agrio y ratonil / Nos hinchamos y hundimos fláccidos y suaves canto xv A la hora de la sobremesa le dijimos si no le molestaba la solemnidad negra como la tinta de sus metáforas, que tales significados y significantes ya no se llevaban, que la moda era inexorable, también en el arte, y que los excesos eran excesos. Tampoco comprendíamos que tenía que ver Cuba en todo ello, Cuba era una idea fija. ¿Y que quieres decir –literalmente– con tus historias sobre la pintura, sobre Gordon Pym, Bakunin y Dante? Sois vosotros, gritó y se puso a lanzar trozos de pan y carne quienes lo recogéis, lo amalgamáis y lo desmenuzáis todo
  • 8. 33 y 1/tercio con vuestros cuchillos de trinchar; yo ciertamente no, continuó irritado, yo me embrollo, balbuceo, hablo a trompicones, mezclo, contamino, pero os lo juro: ¡Este barco es un barco! –ahora se mostraba más exasperado– y la lona rajada en dos –esta parte casi la cantó– simboliza una lona rajada en dos, ni más ni menos, ¿me entendéis? Os digo que yo soy como este lienzo, que se tensa hasta no poder más. Y arrebató el mantel de la mesa. Tonterías, respondimos, puro galimatías. ¡Una locura! Pero se puso en pie de un salto. No discuto, dijo bajito, enseño. Se puso en pie y se disponía a marcharse. Tuvimos la idea de apuñalarlo por la espalda con nuestros cuchillos de pan, tan airados estábamos. Pero al llegar a la perta se volvió y empezó otra vez: ¡Olvidáis (dijo en su forma más desdeñosa) que también yo he comido carne humana, como vosotros y Gordon Pym! He escuchado los estertores del viejo anarquista sobre la sucia almohada en la habitación contigua, mientras yo abrazaba a su esposa, sonriente. Precisamente vosotros no podéis burlaros de mí. Además (no acababa de irse), ¿Qué podía hacer yo? ¿Creéis que he sido yo el que inventó este cuento del barco que se hunde, que es un barco y a la vez no lo es? El loco que se cree Dante es Dante. Siempre hay un pasajero a bordo con este nombre. Las metáforas no existen. No sabéis de lo que estáis hablando. Mera confusión, gritamos confundidos. Esto no es n poema, es un embrollo. Al fin se marchó, se fue, y nos miramos y miramos nuestros cuchillos de fruta, y nos preguntamos si puede haber metáforas con tanto filo. Entonces seguimos comiendo peras y albaricoques. estableciendo la identidad Este no es Dante Esta es una fotografía de Dante Este es un filme en que actúa un actor que pretende ser Dante Este es un filme en el cual Dante hace el papel de Dante Este es un hombre que sueña con Dante Este es un hombre llamado Dante, pero que no es Dante Este es un hombre imitador de Dante Este es un hombre que se hace pasar por Dante Este es un hombre que sueña que es Dante Este es un hombre que es la estampa misma de Dante Esta es una figura de cera de Dante Este es un doble, un gemelo de Dante
  • 9. 33 y 1/tercio Este es un hombre que se cree Dante Este es un hombre a quien todo el mundo, excepto él, toma por Dante Este es un hombre al que nadie, excepto Dante, considera Dante Este es Dante el rapto de Suleika. escuela holandesa, fines del siglo xix Un hombre pequeño, gris y encorvado, con un vaso en la mano, se inclina poco antes de Semana Santa sobre la baranda de hierro de su casa en Prinsengracht, de espaldas a la cale, como si esta fuera un océano. El aliento de ginebra flota sobre la escalera también pequeña, gris y encorvada. Bebe más de lo que conviene a un pintor; y entre sorbo y sorbo, mirando de soslayo y haciendo chistes sobre su propia edad, Salomon Pollock le cuenta a una joven musulmana, sin cuyos ojos entornados no puede vivir, todo lo relacionado con su cuadro, al cual, borracho o no, no le quita la vista. A la izquierda, dice, verás El rapto de Suleika. Aquí, detrás del alto muro, en el jardín, bajo palmeras y mimosas, junto a la fuente, donde lirios enormes despiden su aroma; blanca, inocente, embriagante, lasciva (es increíble como han crecido estas flores), aquí, belleza mía, se recuesta la hija del sultán, engalanada de perlas y dátiles, adornos propios de la lujuria y la magnificencia. La oscura mano de un eunuco mueve un abanico. Hasta que, al fin, polvoriento y errante, se le presenta un porteador que se identifica como príncipe por su talismán de verde jaspe y su halcón amaestrado que le acompaña. Los Viejos Maestros… oréeme, no existen. ¡Si lo sabré yo! Durante treinta años he sido de aquellos que todo lo saben hacer: mitad alquimista y mitad ebanista. Nadie me superaba como restaurador. El mundo es testigo de mi meticulosidad y mis cuidados, a base de resina, cera y saliva, en Paraísos Perdidos, Vírgenes, Naufragios, Juicios Finales, persas, flamencos y florentinos, recuperando cosas que nunca existieron con mi lanceta, mi esponja y mi espátula: fiel falsificador, cuyo pan de cada día era el pasado, un pasado hecho por mí mismo, la niña de mis ojos, lo mejor que se puede esperar.
  • 10. 33 y 1/tercio Ahí está, a la vista de todos, expuesta en el Rijksmuseum, un fraude sublime y conmovedor, una maravilla del mundo, piadosa chapucería. Aquí, en el centro, está La fiesta del beduino. Noche de desierto, resplandeciente de lanzas y escopetas y del oropel de bailarinas orientales, sus aretes de oro tintineando al compás de tambores y címbalos. El jinete sobre el pinto corcel bajo la luz de las antorchas es el hijo del emir. La mujer que trae en sus brazos es su presa, semidesnuda, media envuelta en muselinas. Cuentan que los dientes de ella centellean como granizos, que sus labios son más rojos que la cornalina, que su aroma es el del aloe, del ámbar, del nardo y la canela. Eso es lo que cuentan. Los caballos relinchan, y se realiza la boda en medio de los gritos de los guerreros. Con ojos vendados, palpando la madera de los marcos, tanteando el barniz, arañando las grietas del lienzo con mis dedos de rayos X: yo era infalible. Cuando al fin veas la pieza, Limpia, rejuvenecida, remendada, resplandeciente -tras frotarla, enmasillarla, retocarla, ángel mío, con estas manos- encontrarás en una esquina un diminuto cuadrado sin retocar, que exhibe la inmundicia de los siglos, la confusión, el siempre imperfecto remordimiento de la posteridad, que no conoce redención. Solía yo pasar horas y horas reflexionando sobre este oscuro remanente, que me delata a mí y a mis manipulaciones. Y finalmente, a la derecha, está La Venganza. Observa las largas sombras de los jinetes a la luz de la mañana, y el pabellón del gran visir que se destaca contra las almenas de la ciudad. Contempla los buitres que vuelan en lo alto, las ratas almizcleras en los matorrales, y los camellos rumiando serenamente a la orilla del camino. Contempla al verdugo con un turbante negro, envainando la espada, y más allá la cabeza cortada en la empalizada. ¿La ves? ¿No ves al sultán en su palanquín, distraído, sonriente, abriendo confiado el libro envenenado?
  • 11. 33 y 1/tercio Fue así como abandoné el arte de la simulación y resolví pintar “yo mismo”. ¿Sabes lo que significa pintar uno por su cuenta? A veces no me conozco a “mí mismo”. Soy de pacotilla. Me tiembla la mano. No es la ginebra. No es la fama. Es la historia. con su interminable farsa y doblez. Ella me inventa a mí, y yo a ella. Es una eterna contienda. Así es. Yo, Salomon Pollock, decorando las paredes con un Oriente inventado de la nada. Un pintor de salón. Sí, mi odalisca, espero que ahora te percates de la elocuencia de mis mentiras. La verdad, esa ventana oscura allá en un rincón, la verdad es muda. canto xxx Todavía estamos vivos, dijo uno de nosotros, / sentado en la penumbra: / No nos la darán con queso. Después de estas palabras / hubo un largo silencio. En el rincón más distante de la habitación / alguien tosió. Era invierno, / era en Europa Central, / era una de esas tardes / en que los supervivientes, lenta y cuidadosamente, / comienzan a percatarse / de que son supervivientes / que aparecen en las desiertas estaciones / de trenes, en las carboneras, / en los tabernáculos y en otros sitios. Eran abiertas las maletas / amarradas con sogas, / repletas de souvenirs. Alguien encontró unas tazas de aluminio, / unos cuantos pañales sucios, algunos fósforos, / residuos de las galletas del barco / envueltas en una tela, pizcas de tabaco. / Afuera aún había / una tenue luz en el cielo. De una manera extraña, la mayor parte / de todo lo que había existido antes había desaparecido sin dejar rastro, / como una piedra en el agua. / Un olor a humedad, como si alguien / hubiera estado planchando sábanas / se esparcía por la habitación. / Era el pálido aliento de una chica / parada de espaldas a la ventana, / robándonos el último vestigio de luz. Ahora que han desaparecido los helicópteros / y que nada está ardiendo o aullando, / ahora que lo peor ha quedado atrás / y nada nos importa ya, todo puede comenzar de nuevo. Juramentos en lengua extrañas, / turbios y confusos murmullos en el ambiente.
  • 12. 33 y 1/tercio Ante todo debemos desinfectar, / sanar, curar, y cavar tumbas. / Entonces podremos pensar en la venganza, / y después de la venganza, en la repetición. La estufa echaba humo. En la mesa grande / en el centro de la habitación / había algo extendido, tal vez / un montón de abrigos enrollados / o una tonga de toldos, sacos de arena / o pacas de papel manila. / Nadie se molestó en mirarlo. Hemos estado años jugando / con las aflicciones por venir. / Riesgo residual, solíamos decir, / Filtraciones, les llamábamos, máximo riesgo calculable. / ¡Jesús!, decíamos, ¡Que tiempos aquellos! / Entonces se intercambiaban dos agujas / por una pequeña pastilla de jabón. / Un gato huesudo olfateaba / una grieta en la pared. / Se cambiaban los vendajes. Uno de los desertores / tenía las glándulas inflamadas / y le quedaba un tenue resplandor blancuzco / en los ojos, tras sus gruesas gafas, / como si se hubiera ahogado. Todo lo que hicimos estaba mal hecho. / De ahí que todo lo que pensáramos / estuviese mal. ¡Yo estaba allí! / ¡No trates de consolarme, nunca! / Puedo dar testimonio. Mira, / aquí están mis cicatrices, por si lo dudas. / Las cicatrices son mis pruebas. / Y nos mostró el brazo, / mordido por dientes desconocidos. Frente a la puerta / se había formado un charco grande, / y todo el que entraba / dejaba una huella. Después de todo, habría sido mejor / luchar. Sí, pero, ¿cuándo? / ¿y cómo? ¿Qué quieres decir con / oportunamente? ¿Hubo algún momento / oportuno? No tuvimos alternativa. / Ahora somos pobres, y existe la calma. Se habían gritado unos a otros. / Se habían mirado. Uno, / que tenía un turbante, se alejó de nosotros, / encogiendo los hombros. El fogonero, / con su voz cautelosa, pronunció la última palabra. Comenzó a nevar fuerte afuera. / El viejo piso de mosaicos / se había rajado hacía tiempo. / Alrededor de nuestros zapatos / comenzaron a formarse lodazales. / Un anciano vistiendo un abrigo de marta / comenzó a orar tiernamente. Una libra de trufas Périgord, / enjuagadas en agua fría, cepilladas, / peladas con sumo cuidado, / cortadas en rebanadas más finas / que la hoja de un cuchillo, / bañadas en mantequilla clara / y pasadas por el fuego, / para servirlas con una pizca / de pechuga de faisán… / no puedo recordar la salsa que lleva. No le hicimos caso, dejamos que hablara. / Alguien finalmente dijo: Está bien. / Comencemos. Nadie se movió. / Un sonido de la estufa tal vez, / un chillido, el sonido de algo hirviendo, / atravesó la oscura estancia.
  • 14. 33 y 1/tercio ricardo piglia (buenos aires, del ´40. Aficionado a las novelas policíacas y de ciencia–ficción.) la isla (Tomado de: La ciudad ausente) 1 Añoramos un lenguaje más primitivo que el nuestro. Los antepasados hablan de una época donde las palabras se extendían con la serenidad de la llanura. Era posible seguir el rumbo y vagar durante horas sin perder el sentido porque el lenguaje no se bifurcaba y se expandía y se ramificaba hasta convertirse en este río donde están todos los cauces y donde nadie puede vivir porque nadie tiene patria. El insomnio es la gran enfermedad de la nación. El rumor de las voces es continuo y sus cambios suenan noche y día. Parece una turbina que marcha con el alma de los muertos dice el viejo Berenson. No hay lamentos, sólo mutaciones interminables y significaciones perdidas. Virajes microscópicos en el corazón de las palabras. La memoria está vacía porque uno olvida siempre la lengua en la que ha fijado los recuerdos. 2 Cuando decimos que el lenguaje es inestable no estamos hablando de una conciencia de esa modificación. Es necesario salir de allá para percibir el cambio. Si uno está adentro cree que el lenguaje es siempre el mismo, una especie de organismo vivo que sufre metamorfosis periódicas. La imagen más divulgada es la de un pájaro blanco que en el vuelo va cambiando de color. El aletear profundo del pájaro en la transparencia del aire da una falsa ilusión de unidad en el pasaje de los tonos. El dicho dice que el pájaro vuela interminablemente y en círculos porque le han vaciado el ojo izquierdo y busca ver la otra mitad del mundo. Por eso nunca va a poder aterrizar, dice el viejo Berenson y se ríe con la jarra de cerveza otra vez contra los bigotes, porque no encuentra un pedazo de tierra donde apoyar la pata derecha. Tuerto habría de ser el tero dijo después, para perderse en el aire y venir a parar a esta isla de mierda. No empieces, Shem, le dice Teynneson tratando de hacerse oír en el barullo del bar, entre los acordes del piano y las voces de los que cantan Three quarks for Muster Mark!, todavía tenemos que ir al entierro de Pat Duncan y no quiero tener que llevarte en carretilla. Ese es el sentido del diálogo, que se repite como un chiste privado cada vez que están por irse, pero no siempre usan el mismo lenguaje. Se sostienen del brazo y cruzan muy erguidos el salón para salir. La escena se repite, pero sin saberlo hablan del pájaro tuerto y del entierro de Pat a veces en ruso, a veces en un francés del siglo XVIII. Dicen lo que quieren y lo vuelven a decir pero ni sueñan que a lo largo de los años han usado cerca de siete leguas para reírse del mismo chiste. Así son las cosas en la isla. 3
  • 15. 33 y 1/tercio «El lenguaje se transforma según ciclos discontinuos que reproducen la mayoría de los idiomas conocidos (registra Turnbull). Los habitantes hablan y comprenden instantáneamente la nueva lengua pero olvidan la anterior. Los idiomas que se han podido identificar son el inglés, el alemán, el danés, el español, el noruego, el italiano, el francés, el griego, el sánscrito, el gaélico, el latín, el sajón, el ruso, el flamenco, el polaco, el esloveno, el húngaro. Dos de las lenguas usadas son desconocidas. Pasan de una a otra pero no las pueden concebir como idiomas distintos sino como etapas sucesivas de una lengua única». Los ritmos son variables, a veces un idioma permanece semanas, a veces un día. Se recuerda el caso de una lengua que se mantuvo quieta durante dos años. Después se sucedieron quince modificaciones en doce días. Habíamos olvidado las letras de todas las canciones, dijo Berenson, pero no la melodía y no hubo modo de cantar una canción. Se veía a la gente en los pubs silbando a coro como guardias escoceses, todos borrachos y alegres, marcando el ritmo con las jarras de cerveza mientras buscaban en la memoria alguna letra que coincidiera con la música. La melodía persiste y es un aire que cruza la isla desde el principio de los tiempos pero de qué nos sirve la música si no podemos cantar, un sábado a la noche, en el bar de Humphery Chimden Earwicker cuando todos estamos borrachos y ya nos olvidamos de que el lunes hay que volver al trabajo. 4 En la isla se cree que los ancianos se encarnan al morir en los nietos, razón por la que no pueden encontrarse los dos vivos al mismo tiempo. Como ocurre a pesar de todo algunas veces, cuando un anciano se encuentra con su nieto, antes de poder hablar con él, debe darle una moneda. En esa teoría de las reencarnaciones se ha fundado la lingüística histórica. La lengua es como es porque acumula los residuos del pasado en cada generación y renueva el recuerdo de todas las lenguas muertas y de todas las lenguas perdidas y el que recibe esa herencia ya no puede olvidar el sentido que esas palabras tuvieron en los días de los antepasados. La explicación es simple pero no resuelve los problemas que plantea la realidad. 5 El carácter inestable del lenguaje define la vida en la isla. Nunca se sabe con qué palabras serán nombrados en el futuro los estados presentes. A veces llegan cartas escritas con signos que ya no se comprenden. A veces un hombre y una mujer son amantes apasionados en una lengua y en otra son hostiles y casi desconocidos. Grandes poetas dejan de serlo y se convierten en nada y en vida ven surgir otros clásicos (que también son olvidados). Todas las obras maestras duran lo que dura la lengua en la que fueron escritas. Sólo el silencio persiste, claro como el agua, siempre igual a sí mismo. 6 La vida del día empieza al amanecer y si ha habido luna hasta el alba los gritos de los jóvenes en la ladera pueden oírse ya antes de la aurora. Inquietos en la noche poblada de espíritus, se gritan unos a otros tratando de adivinar qué sucederá con el sol alto. La tradición dice que el lenguaje se modifica en las noches de luna llena pero ésa es una creencia desmentida por los hechos. La lingüística científica no
  • 16. 33 y 1/tercio acepta ninguna relación entre los fenómenos naturales como las mareas o los vientos y las mutaciones del lenguaje. Los hombres del pueblo siguen sin embargo acatando los viejos rituales y cada noche de luna esperan que llegue por fin la lengua de su madre. 7 En la isla no conocen la imagen de lo que está afuera y la categoría de extranjero no es estable. Piensan a la patria según la lengua. («La nación es un concepto lingüístico».) Los individuos pertenecen a la lengua que todos hablaban en el momento de nacer, pero ninguno sabe cuándo volverá a estar ahí. «Así surge en el mundo (le han dicho a Boas) algo que a todos se nos aparece en la infancia y donde todavía no ha estado nadie: la patria». Definen el espacio en relación con el río Liffey que atraviesa la isla de norte a sur. Pero Liffey es también el nombre que designa al lenguaje y en el río Liffey están todos los ríos del mundo. El concepto de frontera es temporal y sus límites se conjugan como los tiempos de un verbo. 8 Nos encontramos en Edemberry Dubblenn DC, dijo el guía, la capital que combina tres ciudades. En el presente la ciudad cruza de Este a Oeste siguiendo la margen izquierda del Liffey por los barrios y los ghettos japoneses y antillanos, desde el nacimiento del río en Wiclow hasta Island Bridge, un poco más abajo de Chapelizod, donde sigue su curso. La ciudad próxima se va abriendo, como si estuviera construida en potencial, siempre futura, con calles de fierro y lámparas de luz solar y androides desactivados en los galpones de la Scotland Yard. Los edificios surgen de la niebla, sin forma fija, nítidos, cambiantes, casi exclusivamente poblados por mujeres y mutantes. Del otro lado, hacia el Oeste, subiendo por la zona del puerto, está la ciudad vieja. Al mirar el mapa hay que tener en cuenta que la escala está construida a la velocidad media de un kilómetro y medio por hora de marcha. Un hombre sale de 7 Eccles Street a las ocho de la mañana y sube por Westland Row y a cada lado del empedrado están las acequias que llegan hasta la orilla del río por donde sube el canto de las lavanderas. El que avanza por la calle empinada hacia la taberna de Baerney Kiernam trata de no oír el canto y golpea con el bastón el enrejado de los sótanos. Cada vez que entra en una calle nueva las voces envejecen, las palabras antiguas están como grabadas en las paredes de los edificios en ruinas. La mutación ha ganado las formas exteriores de la realidad. «Lo que todavía no es define la arquitectura del mundo», piensa el hombre y desciende a la playa que rodea la bahía. «Se ve ahí, en el borde del lenguaje, como la casa de la infancia en la memoria». 9 La lingüística es la ciencia más desarrollada en la isla. Durante generaciones los investigadores han trabajado en el proyecto de fijar un diccionario que incorpore las variantes futuras de las palabras conocidas. Necesitan fijar un léxico bilingüe que permita comparar una lengua con otra. Imagínense (dice el informe de Boas) a un viajero inglés que llega a un país extranjero y en el hall de la estación de ferrocarril,
  • 17. 33 y 1/tercio perdido en medio de una multitud desconocida, se detiene a revisar un pequeño diccionario de bolsillo buscando una expresión correcta. Pero la traducción es imposible porque sólo el uso define el sentido y en la isla conocen siempre una lengua por vez. Los que persisten en la elaboración del diccionario lo consideran ya un manual de adivinación. Un nuevo Libro de las Mutaciones concebido, explicó Boas, como un diccionario etimológico que hace la historia del porvenir del lenguaje. Hubo un solo caso en la historia de la isla de un hombre que conoció dos idiomas al mismo tiempo. Se llamaba Bob Mulligan y decía que soñaba con palabras incomprensibles que tenían para él un sentido transparente. Hablaba como un místico y escribía frases desconocidas y decía que ésas eran las palabras del porvenir. En los Archivos de la Academia han quedado algunos fragmentos de los textos que escribió e incluso se puede oír la grabación de la voz aguda y lunática de Mulligan que cuenta un relato que empieza así: «Oh New York city, sí, sí, la ciudad de Nueva York, la familia entera se fue para allá. El barco se había llenado de piojos y hubo que quemar las sábanas y bañar a los chicos con agua mezclada con acaroína. Cada bebé tenía que estar separado de los otros porque el olor los hacía llorar si estaban cerca. Las mujeres usaban un pañuelo de seda en la cara igual que damas beduinas, aunque todas tenían el pelo colorado. El abuelo del abuelo fue policeman en Brooklyn y una vez mató de un tiro a un rengo que estaba por degollar a la cajera de un supermarket». Nadie sabía lo que estaba diciendo y Mulligan escribió ese relato y otros relatos en esa lengua nueva y después un día dijo que la había dejado de oír. Venía al bar y se sentaba en esa punta del mostrador a tomar cerveza, sordo como una tapia, y se emborrachaba despacio, con la cara avergonzada de un hombre arrepentido de haberse hecho notar. Nunca más quiso hablar de lo que había dicho y vivió siempre un poco apartado hasta que murió de cáncer a los cincuenta años. Pobre Bob Mulligan, dijo Berenson, de joven era un tipo expansivo y muy popular y se casó con la Belle Blue Boylan y al año la mujer se murió ahogada en el río y su cuerpo desnudo apareció en la ribera del este del Liffey, en la otra orilla. Mulligan nunca se repuso, ni volvió a casarse y vivió solo toda la vida. Trabajaba de linotipista en la imprenta del Congreso y venía con nosotros al bar y le gustaba apostar a los caballos hasta que una tarde empezó a contar esas historias que nadie entendía. Yo creo, dijo el viejo Berenson, que la Belle Blue Boylan fue la mujer más hermosa de Dublin. Todos los intentos de construir una lengua artificial se han visto perturbados por una experiencia temporal de la estructura. No han podido construir un lenguaje exterior al lenguaje de la isla porque no pueden imaginar un sistema de signos que persista sin mutaciones. Si a + b es igual a c, esa certidumbre sólo sirve un tiempo porque en un espacio irregular de dos segundos ya a es –a y la ecuación es otra. La evidencia vale lo que tarda una proposición en ser formulada. En la isla ser rápido es una categoría de la verdad. En esas condiciones los lingüistas del Area– Beta del Trinity College alcanzaron lo que parece imposible: casi fijan en un paradigma lógico la forma incierta de la realidad. Definieron un sistema de signos cuya notación se transforma con el tiempo. Hemos logrado establecer un campo unificado, le han dicho a Boas, ahora sólo nos falta que la realidad incorpore al lenguaje alguna de nuestras hipótesis. Hasta el momento saben que han transcurrido diez y siete ciclos, pero suponen que existe una potencialidad casi infinita, calculada en ochocientos tres (porque ochocientas tres son las lenguas
  • 18. 33 y 1/tercio conocidas en el mundo). Si en casi cien años, desde que en 1939 empezó el registro de los cambios, se han detectado diecisiete formas distintas, los más optimistas imaginan que el círculo puede completarse en otros cien años. Ningún cálculo es seguro, porque la duración irregular de los ciclos forma parte de la estructura de la lengua. Existen tiempos lentos y tiempos rápidos, como el cauce del Liffey. Los más afortunados, dice el proverbio, navegan en aguas tranquilas, los mejores viven en tiempos veloces, donde el sentido dura lo que dura la cólera de un gallo. Los jóvenes más radicalizados del grupo Trickster del Area–Beta del Trinity College se ríen de esos proverbios idiotas. Piensan que, mientras el lenguaje no encuentre su borde final, el mundo será sólo un conjunto de ruinas y que la verdad es como los peces que boquean en el barro hasta morir cuando el caudal del Liffey baja con la sequía del verano, hasta transformarse en un riacho de aguas oscuras. 10 He dicho que la tradición dice que los antepasados hablan de un tiempo en el que la lengua era un llano por el que se podía andar sin sorpresa. Las generaciones, afirman los antiguos, heredaban los mismos nombres para las mismas cosas y podían legarse documentos escritos con la certeza de que todo lo que escribían sería legible en los tiempos futuros. Algunos repiten (sin comprenderlo) un fragmento de aquella lengua original que ha sobrevivido a lo largo de los años. Boas dice que los escuchó recitar ese texto como si fuera un chiste de borrachos, de modo que la vocalización era pastosa y las palabras estaban cortadas por risas y expresiones que nadie sabía ya si formaban o no parte del antiguo sentido. El fragmento llamado Sobre la serpiente, dice Boas que era así: «Empezó la época de los grandes vientos. Ella siente que le arrancan el cerebro y dice que su cuerpo está hecho de tubos y conexiones eléctricas. Habla sin parar y a veces canta y dice que me lee el pensamiento y sólo pide que yo esté cerca y que no la abandone en la arena. Dice que es Eva y que la serpiente es Eva y que nadie en los siglos de los siglos se ha atrevido a decir esa verdad tan pura y que sólo María Magdalena se lo dijo al Cristo antes de lavarle los pies. Eva es la serpiente, la mutación interminable, y Adán está solo, siempre ha estado solo. Dice que Dios es la mujer y que Eva es la serpiente. Que el árbol del bien y del mal es el árbol del lenguaje. Recién cuando se comen la manzana empiezan a hablar. Eso dice ella cuando no canta». Para muchos es un texto religioso, un fragmento del génesis. Para otros se trata sencillamente de un rezo que persistió en la memoria a la permutación de las lenguas y que fue recordado como un juego adivinatorio. (Los historiadores afirman que se trata de un párrafo de la carta que Nolan dejó antes de matarse.) 11 Algunas sectas genealógicas aseguran que los primeros habitantes de la isla son desterrados, que fueron enviados hacia aquí remontando el río. La tradición habla de doscientas familias confinadas en un campo multirracial en los arrabales de Dalkey, al Norte de Dublín, detenidos en una redada en los barrios y los suburbios anarquistas de Trieste, Tokyo, México DF y Petrogrado.
  • 19. 33 y 1/tercio Embarcados en el Rosevean, un tres palos, con hélice Pohl–A, en la bahía del norte, fueron enviados por el río hacia atrás en el tiempo, según Teynneson, bajo las ráfagas heladas del viento de enero. El experimento de confinar exiliados en la isla ya había sido utilizado otras veces para enfrentar rebeliones políticas, pero siempre se usó con individuos aislados, en especial para reprimir a los líderes. El caso más recordado fue el de Nolan, un militante del grupo de resistencia gaélico–celta que se infiltró en el gabinete de la reina y llegó a ser el hombre de confianza de Möller en el comando de planificación propagandística. Lo descubrieron porque usaba los informes meteorológicos para cifrar mensajes destinados a los pobladores de los ghettos irlandeses de Oslo y de Copenhague. La historia cuenta que Nolan fue descubierto por azar, cuando un investigador del MIT de Boston procesó en una computadora los mensajes emitidos durante un año por la oficina meteorológica, con la intención de estudiar las modificaciones infinitesimales del clima en el Este de Europa. Nolan fue desterrado y llegó a la isla después de navegar cerca de seis días a la deriva y vivió absolutamente solo casi cinco años, hasta que se suicidó. Su odisea es una de las grandes leyendas en la historia de la isla. Sólo un hijo de puta empecinado irlandés pudo sobrevivir todo ese tiempo aislado como una rata en esta inmensidad y cantando contra las olas, Three quarks for Muster mark, a los gritos, en la playa, buscando siempre la huella de una pata humana en la arena, dijo el viejo Berenson. Sólo alguien como Jim pudo fabricarse una mujer con la que hablar en esos años interminables de soledad. El mito dice que con los restos del naufragio construyó un grabador de doble entrada, con el que era posible improvisar conversaciones usando el sistema de los juegos lingüísticos de Wittgenstein. Sus propias palabras eran almacenadas por las cintas y reelaboradas como respuestas a preguntas puntuales. Lo programó para hablar con una mujer y le habló en todas las lenguas que sabía y al final era posible pensar que la mujer había llegado a amar a Nolan. (Por su parte él la quiso desde el primer día porque pensaba que ella era la mujer de su amigo Italo Svevo, Livia Anna, la más bella de las madonas de Trieste, con ese hermosísimo pelo colorado que hacía pensar en todos los ríos del mundo.) A los tres años de estar solo en la isla, las conversaciones se repetían cíclicamente y Nolan se aburria y la grabadora empezó a mezclar las palabras («Heremon, nolens, nolens, brood our pensies, brume in brume», le decía por ejemplo) y Nolan le preguntaba «¿Cómo?» «¿Qué? » y en esa época empezó a llamarla Anna Livia Plurabelle. Al final del sexto año de exilio, Nolan perdió las esperanzas de ser rescatado y empezó a no dormir y a tener alucinaciones y a soñar que se pasaba la noche en vela escuchando el susurro inalámbrico y la dulce voz de Anna Livia. Tenía un gato y cuando el gato se metió una tarde en el monte y no volvió más, Nolan escribió una carta de despedida, apoyó el codo derecho en la mesa para que no le temblara el pulso, y se pegó un tiro en la cabeza. Los primeros que desembarcaron del Rosevean se encontraron con la voz de la mujer que seguía hablando en el grabador bifocal. Apenas si mezclaba las lenguas, según Boas, y era posible comprender perfectamente la desesperación que le había producido el suicidio de Nolan. Estaba sobre una piedra, frente a la bahía, hecha de alambres y de cintas rojas y se lamentaba con un suave murmullo metálico.
  • 20. 33 y 1/tercio He tejido y destejido la trama del tiempo, decía, pero él se ha ido y ya no va a volver. Un cuerpo es un cuerpo, sólo las voces sirven para amar. Desde hace años estoy sola aquí, en la ribera de todos los ríos y espero que llegue la noche. Siempre es de día, en esta latitud todo es tan lento, nunca llega la noche, siempre es de día, el atardecer tarda tanto, estoy ciega, al sol, quiero arrancar «la venda de hierro» que me ciñe la frente, quiero traer aquí «la oscuridad concentrada del África». La vida está siempre amenazada por los cazadores (ha dicho Nolan), instintivamente hay que fabricar, como las abejas sus alvéolos, un sentido. Incapaz de considerar mi propio enigma, digo: no es su propio yo el que cuenta, sino su Musa, su canto universal. 12 Si la leyenda es cierta la isla ha sido un gran asentamiento de exiliados en la época de la represión política que siguió a la contraofensiva del IRA y a la caída del Pulp– KO. Pero ninguno de los historiadores tiene el menor vestigio de ese pasado o del tiempo en que Anna Livia estuvo sola en la ribera o de la época en que llegaron las doscientas familias y no se encuentra ningún rastro que atestigüe los hechos. La única fuente escrita en la isla es el Finnegans Wake al que todos consideran un libro sagrado porque siempre pueden leerlo sea cual sea el estado de la lengua en que se encuentren. En realidad el único libro que dura en esta lengua es el Finnegans, dijo Boas, porque está escrito en todos los idiomas. Reproduce las permutaciones del lenguaje en escala microscópica. Parece un modelo en miniatura del mundo. A lo largo del tiempo lo han leído como un texto mágico que encierra las claves del universo y también como una historia del origen y la evolución de la vida en la isla. Nadie sabe quién lo escribió, ni cómo llegó hasta aquí. Nadie recuerda si fue escrito en la isla o si estaba en el equipaje de los primeros exiliados. Boas vió el ejemplar que se conserva en el Museo, encerrado en una caja de vidrio y como suspendido en una luz nuclear. Es una viejísima edición numerada de Faber and Faber, que tiene más de cien años y en la que hay notas manuscritas y un calendario con la lista de los muertos de una familia irlandesa del siglo XX. Ese ejemplar sirvió para hacer todas las copias que circulan en la isla. Muchos creen que el Finnegans es un libro de ceremonias fúnebres y lo estudian como el texto que funda la religión en la isla. El Finnegans es leído en las iglesias como una Biblia y es usado para predicar en todas las lenguas por los pastores presbiterianos y por los sacerdotes católicos. En el Génesis se habla de una maldición de Dios que provocó la Caída y transformó el lenguaje en el paisaje abrupto que es hoy. Borracho, Tim Finnegan se cayó al sótano por una escalera, que inmediatamente pasó de ladder a latter y de latter salió litter y del desorden la letter, el mensaje divino. La carta es encontrada en un vaciadero de basura por una gallina que picotea. Está firmada con una mancha de té y la prolongada permanencia en el basurero ha dañado el texto. Tiene agujeros y borrones y es tan difícil de interpretar, que los eruditos y los sacerdotes conjeturan en vano sobre el sentido verdadero de la Palabra de Dios. La carta parece escrita en todas las lenguas y cambia continuamente bajo los ojos de los hombres. Ese es el Evangelio y el basurero de donde viene el mundo.
  • 21. 33 y 1/tercio Los comentarios del Finnegans definen la tradición ideológica de la isla. El libro es un mapa y la historia se transforma según el recorrido que se elija. Las interpretaciones se multiplican y el Finnegans cambia como cambia el mundo y nadie imagina que la vida del libro se pueda detener. Sin embargo en el fluir del Liffey hay una recurrencia hacia Jim Nolan y Anna Livia, solos en la isla, antes de la carta final. Ese es el primer núcleo, el mito de origen tal cual lo transmiten los informantes (según Boas). En otras versiones el libro es la transcripción del mensaje de Anna Livia Plurabelle, que lee los pensamientos de su marido (Nolan) y le habla después que él está muerto (o dormido), única en la isla durante años, abandonada en una piedra, con las cintas rojas y los cables y el armazón metálico al sol, murmurando en la playa vacía hasta que llegan las doscientas familias. 13 Todos los mitos terminan ahí y también este informe. Hace dos meses que salí de la isla, dijo Boas, y todavía resuena en mí la música de esa lengua que es como un río. El que oiga el canto de las lavanderas en las orillas del Liffey no se podrá ir, dicen allá, y yo no he podido resistir la dulzura de la voz de Anna Livia. Por eso he de volver a la ciudad de los tres tiempos y a la bahía donde reposa la mujer de Bob Mulligan y al Museo de la Novela donde está el Finnegans, solo en la sala, en una caja negra de cristal. También yo voy a cantar en la taberna de Humphery Earwicker, golpeando el puño contra la madera de la mesa y tomando cerveza, una canción que habla del pájaro tuerto que vuela sin parar sobre la isla. replay
  • 22. 33 y 1/tercio heriberto yépez (tijuana, del ´74. Fundador de dos revistas y dos editoriales independientes. Dos títulos de su aburtada bibliografía: Escritos heteróclitos (2002), y Todo es otro. A la caza del lenguaje en tiempos light (2002). Pone en su blog: «Soy un ser inmoral. Todo lo que digo me lo dictan los dioses que me protegen, que son dioses cretinos, divinidades canallas, dioses más allá de todo, pues son dioses de culturas muertas, son dioses derrotados por dioses apoyados por mayores masas de fieles y por Estados más militares».) el mito del escritor fronterizo Existe la literatura del norte de México. Es otra la duda: ¿dónde está el norte? El norte mexicano siempre ha sido fantasmático. Fue inventado en 1848, cuando la separación con Estados Unidos fue trazada en el nuevo dibujo político. Algo de lo que ahora es el norte fue, en un momento, parte del centro. La Historia nos reubica. El norte es el cuerpo tajado del país o un reacomodo óseo, lo que hemos reprimido para no memorizar la herida. El norte, en sí mismo, es un silencio. Los escritores del norte gozan y abusan esa condición de espejismos. Son a la vez oportunistas, portadores y víctimas del mito del escritor fronterizo. El mito fue conformado diluyendo en una sola figura una serie de expectativas: el escritor del norte debe ser elusivo, debe ser distinto al escritor del centro (Mesoamérica vs. Aridoamérica), debe tener final prematuro. El mito sigue vivo. He notado, por ejemplo, la tendencia reciente a declarar finalizada la «literatura fronteriza», una moda que ya pasó, y en esa aseveración ya está implícita la idea: la literatura del norte siempre desaparece. Actualmente debe desaparecer por varios submitos, entre ellos el principal cuajó para quitarles atención a los autores que se beneficiaron del auge comercial o la curiosidad crítica que se originó en los años 90, como fenómeno concomitante a la consciencia de que el norte es cada vez una zona estratégica de la mexicanidad. «La literatura fronteriza ya se acabó». La periferia volvió a hacerse invisible. Eso especulan, por ejemplo, los autores de La generación de los enterradores II. Una nueva expedición a la narrativa mexicana del tercer milenio, donde al analizar narradores norteños, se arguye que seguramente emigrarán o se rejuntarán a la Ciudad de México. Según ellos sólo hay un camino, y ese es el del Crack, lo cual deja claro que el Crack no es más que Canon. La firma fotográfica o la eñe que después del cañonazo perdió el peluquín. Se argumenta, pues, que el auge de la literatura del norte está a punto de acabarse o la literatura fronteriza es una moda, para obligar al escritor de esta región a reunirse al otro mito: la República de las Letras. Evitar la subdivisión, y conservar intacta la benemérita Unidad de Nuestra Literatura. «La Tradición». Pero el mito dicta escisión. El mito reza: hay que resistirse al centro, hay que oponérsele, como se le opuso Jesús Gardea en Chihuahua o Abigael Bohórquez en Sonora. El mito del escritor fronterizo deriva del mito del profeta en el desierto. El escritor del norte debe ser un extranjero. Debe estar aislado. Eso dice el mito. Eso desempeñan los sujetos que lo interpretan. Debe morir en su desgarramiento, como Robert L. Jones, el escritor gringocano de San Diego-Tijuana, muerto de
  • 23. 33 y 1/tercio alcoholismo en un motel. O Juan Martínez, el poeta gurú de toda una generación, trabajando en las calles de Tijuana, dice la leyenda, viviendo en una cueva. O Horst Matthai, el filósofo alemán refugiado en esta misma ciudad, para escribir sus libros de retraducción de los presocráticos y sus alucinantes teorías metafísicas- anarquistas. Todos estos escritores/personajes se vuelven modelo de las siguientes generaciones y así el mito se perpetúa. ¿Un mito masculino? El mito continúa hasta el presente, como un eterno retorno de lo norteño, una tradición maldita o una mala película. El norte posee un regionalismo acendrado. Un mandato que es a la vez agresivo separatismo («haz patria, mata un chilango») y reconocimiento de su otredad. No olvidemos que Fernando Jordán llamaba a la península de Baja California «el Otro México», y que aquí Flores Magón hizo un territorio anarquista al inicio de la Revolución. No olvidemos, tampoco, que California comenzó siendo un isla imaginaria. El escritor del norte usa el mito, lo encarna, pero también se deshace de él, como Daniel Sada, que ya declaró cerrado su ciclo norteño para huir de los estereotipos y darle otra vuelta a su obra. El norte no es una fijeza sino un moméntum o una etapa de la metamorfosis. Para muchos, el norte está en el pasado o en el futuro, porque —muertas de Juárez, maquilas, narco, muertos del Bordo— el norte en el presente duele demasiado. Ese es otro enredo del mito: ¿quiénes son los norteños? ¿Los que ahí nacieron pero ya se fueron? ¿Federico Campbell es un escritor norteño? ¿Lo fue Gilberto Owen? ¿Lo fue Alfonso Reyes? O un caso más reciente: Cristina Rivera Garza, nacida en Matamoros, radicada en San Diego, ahora en el centro. ¿Es La cresta de Ilión una novela sobre San Diego y Tijuana? ¿Dónde están los escritores norteños? ¿En el DeFe? No importa dónde estén los escritores del norte porque el norte no es una geografía estable sino una condición volátil, una diáspora. El norte es esporádico: desaparece y/o se esparce como las esporas. Esto es también parte del mito: un mito ambivalente, un mito autodestructivo. La luz se niega a sí misma. El mito del escritor del norte es severo. Él o ella debe permanecer en su sitio, dice. Debe hacer ese sacrificio, rehusar los beneficios de la Ciudad de México. Todos los que debieron irse, ya se fueron: tales bárbaros fundaron Tenochtitlan. Hay que escribir desde aquí. Crosthwaite dixit. No venderse al centro jamás. Aquí morirás. ¿Dónde está la nueva literatura del norte del país? En el Internet. En las páginas de autopublicación (blogs) de la nueva generación, de Dolores Dorantes a un servidor. El Internet ayudó a que los escritores aislados a través de todo el norte se comunicarán entre sí, pero a la vez hizo que el norte se hiciera aún menos tangible. El norte es cada vez más utópico. El norte es un no-lugar. ¿Alguna vez existió Rafa Saavedra? No se sabe si de verdad es un escritor-dj o es simplemente una página electrónica: www.rafadro.blogspot.com Lo cierto es que Saavedra continúa, a su modo, la función mítica del escritor norteño como outsider, marginal, alternativo, descentrado, antiliterario, periférico, barbárico, ausente en el mapa canónico, mitad por el defederalismo, mitad porque así lo quiere él mismo. Encarna el mito. No te unirás a la Capital. Serás un beyondeado: always allende. Para eso, por cierto, se puede utilizar el inglés: para huir del nosotros emocional o nacional, del aquí territorial y existencial. Now we are nowhere. My way? Away. Never here.
  • 24. 33 y 1/tercio Por eso Tijuana es cada vez menos real, cada vez más imaginaria, porque en esta ciudad se ha concentrado el mito en los últimos años. No sería raro que Tijuana desapareciera del mapa. No sería nada alarmante: estamos acostumbrados a no existir. El escritor del norte es fugaz. Lo es porque las oportunidades de desarrollo son todavía menores que en el centro o sur del país. Así sucede por el centralismo verídico y por otros mitos, como aquel que inspiró Vasconcelos al decir que en el norte no había más cultura que la carne asada. Por eso el escritor del norte se ve a sí mismo como parte de una resistencia, de una fuerza centrífuga. Esta actitud lo mismo se escucha en Monterrey que en Ciudad Juárez. Por eso también existe la charlatanería. Cada editorial quiere su escritor fronterizo o norteño, y con uno es suficiente, porque para la visión general este sujeto no se trata más que de un puesto. Por eso hay muchos libros sobre el norte o la frontera, el neohíbrido, ya sea el fiasco de Pérez Reverte, imitando a Élmer Mendoza, o el último pastiche norteamericano sobre la vida south of the border. El mito lo dice: en algún momento de nuestra vida todos seremos un escritor fronterizo, ya que así como tiene su cruel verdad trágica (el aislamiento), el mito también tiene sus chistes (la sobreactuación). Como el norte es intermitente un día tiene cara de drama, otro de comedia. Ser escritor del norte es piel que se pierde. O máscara que se usa. Por eso es una definición difícil o un performance propagandístico o de veras metafísico. Una postura o comercial o política. ¿Quiénes son, entonces, los escritores del norte? Todos los que lo deseen, sin diferencias, porque si algo nos enseña el norte es que la geografía es harto relativa y no existen las esencias, por lo tanto, todos somos simulacros. El escritor del norte es aquel que conoce su función mítica, y por ella vive y perece. De cierto modo, el norte: un desierto. Sólo fuimos humo. replay
  • 25. 33 y 1/tercio rafa saavedra (tijuana, del ´67. Escritor y DJ, más conocido como «Rafa Dro, el escritor increíble». Algunos de sus títulos: Esto no es una salida. Postcards de ocio y odio (1996), Buten Smileys (1997), y Lejos del Noise (2003)). foukaka crew Algunos mensajes antiguos en el tag-board arrojaban pistas. Tan sólo un eco de lo que otros, mejor informados, intuían de lo nuestro como algo posible, algo que sucedería. En cualquier sitio, una noche cualquiera, estaba presente esa locura con cero estadísticas, puro estímulo frío. Lo que quedaba de la experiencia sería un afiche de juventud perdida, conversaciones para fiestas futuras, un cúmulo de citas signadas por el fracaso, la historia sesgada en poses ambiguas que alguien, algún día, trataría de armar sin considerar que le faltarían piezas (la más importante, lo esencial, the easter egg). La realidad era, everybody knows, algo que sucedía. Una puta cosa sensible. Encendí el auto y, tras ponerle play a la banda sonora escogida, me dispuse a la labor. Algo glam casi post punk. Tanto por hacer en tan poco tiempo, lograrlo era mi mejor apuesta. Cumplir es una promesa, la excusa perfecta para el idealista que todos llevamos a cuestas. Eso lo supe desde el inicio. Por eso, con afán divertido, imaginé un sinfín de escenarios posibles (la parte alta de la city, la danger zone del junkie-art, bajo aquella banderota zedillista) para el encuentro de un grupo desconocido sin las excusas propias de un modo de producción avasallado por la tendencia neoliberal, la paranoia por la economía de conocimiento o los intentos histéricos de un stand-up comedian para trivializar una tragedia que, a pesar de lo que se proclame, cada cierto tiempo se repetirá: nuestra tambaleante torre existencial, nuestra ola de pasiones mutiladas, nuestra indolente tempestad. L'indifférence. Qué historia contar si no había historia, sólo retazos de sit-coms, still lives de clase media en deriva situacionista ante el influjo de realidades periféricas, amplificadas y sedadas por el anonimato. A veces, cuando la gente observa una pintura vulgar, se reconoce a sí misma; son simples sujetos de la primera hora, con un valor coreográfico que valida ese realismo neurótico en dosis de galería. Todo era cuestión de suerte o que algo hiciera clic para recordar aquellos quejiditos de placer rizomático que sirvieron de enganche a una postura política como premio de consolación. We're all pretenders. Recogí a Boo en la central de autobuses. La reconocí de inmediato. Súper skinny, tras capas y capas de ropa. Algo tímida, barely legal. Con el feeling ultra cute, más cerca del pop luminoso de Shibuya que de la teatralidad gótica que hacía estragos en Los Ángeles. Subió al auto y, antes de saludar, lo primero que dijo fue: Im losing my edge. Entendí de inmediato el sentido de la contradicción. Nos hicimos cómplices. Ander fue el siguiente en abordar. Había quedado en verlo en un café del downtown. Puntual as fuck. De apariencia taciturna, gafas protectoras, un dejo intelectual. Horas después, tras una conversación en escalones, descubriríamos que
  • 26. 33 y 1/tercio había sido profesor universitario, que abandonó su puesto porque no quería pasarse el resto de sus días tratando de conseguir aquellos pantalones de tweed que celebrarían su llegada a la Academia de puertas cerradas y que, cosas del pragmatismo mal aplicado, siempre hablaba en plural cuando mencionaba el libro que había escrito. Se volvió focata, vivía pegado al desvarío que le proporcionaba una pequeña línea delgada. Lo que había que oír. Puse otro cd, remezclas fortuitas del futuro reciente en mash up. Observé de reojo a mis pasajeros: un borderline, una chica sin fuero. Me sentí boy-scout haciendo obras buenas que le harían ganar una estrellita. Sin embargo, lo mío era otra cosa. Nunca estuve desesperado; nunca demasiado triste; nunca fui hermano gemelo de la angustia y otros problemas existenciales; nunca imaginé la posibilidad de sufrir esa crisis de mediana edad que, señalan los tests en las revistas de tendencias, te mastica y traga; nunca sentí esa envidia envasada en frascos importados. La felicidad llegaba a borbotones, me hacia sudar en espiral. Era, puedo decirlo, un sujeto duty free. Boo lo tenía clarísimo. Nada de enfoques subversivos o pintas con motivos partidistas. Odiaba a la prensa sensacionalista, a la virulencia propulsada por un tipo de acné severo y al sentir carioca de los que apoyan la instalación de las regasificadoras en desarrollos turísticos. Una chica wi fi, conectada con todo, que dedicaba versos on-line al hombre que se fuma la vida en el bar de los rostros cansados o a ese perfil desdibujado, casi humano, que moría solitario de sida. Ella sabía bien lo que quería. Lo tenía planeado hasta en los detalles ultra específicos. Pero lo nuestro era cosa de cinco, teníamos que ponernos de acuerdo (eso, ella lo desconocía). Enfilé a un bar alejado del circuito de los chicos felices. Un sitio trendy a la inversa, música selecta y ese 2x1 toda la noche. Estuvimos tranquilos, bebiendo cerveza y hablando de cosas inciertas: el nuevo ansiolítico que se podía comprar sin receta, del sexo sin juego ni riesgo, del amor fou e insípidos intentos de ligar la belleza en forma exacta y neutral. Boo era graciosa, pasaba de los gags a los gadgets o al trick or threat sin pudor alguno; Ander, algo nervioso, mencionaba a cada instante que traía un gift para nosotros; y yo, sonriendo, confesaba que nunca había tocado unas tetas de silicona mientras presumía mi chapita de Deleuze. Afuera, sin que nos enteráramos, un grupo radical de chicas gordas tiraba piedras a modelos que lo único que hacían era protegerse la cara y correr hacia la puerta del club. No las dejaron entrar. Tamborine llegó con Nanilkah. Se conocían de nada pero, a nuestros ojos, parecían grandes amigos. De esos imposibles, ridículos. La frase «The suffering's going to come to everyone someday», impresa en la t-shirt de Tamborine (alto, pelo largo, rubio, algo fornido) reafirmaba la estética death metalera que (re)cargaba en forma simbólica; ella, por su parte, encajaba en nuestra idealización de las amas de casas que vimos en la pasada temporada televisiva: puro deseo insatisfecho, una provocación aletargada. Ya de cerca, en el trato íntimo, Nanilkah era un 4 queriendo ser 9, alguien que pedía a gritos un poquito de atención, que pretendía escapar a una estrategia familiar hegemónica con el firme propósito de la individualidad en dosis freak. Lo consiguió a medias. Con el brío que nos dio el cristal que Ander extrajo de unas bolsitas de plástico y que compartimos en el baño, hicimos una fiesta. En ese estado saludé a Hache que
  • 27. 33 y 1/tercio no entendía el motivo de nuestra euforia pero brindaba por ella, a Monique que insistió en tomarnos fotos de baja resolución con su celular para «postearlas mañana, amigos», a un eléctrico Matt que externó sincero un «Los hombres son unos pendejos. Éste es mi último año como gay», antes de perderse en la pista de baile con Melissa, la chica con los hombros más sexys en la city. Todos reímos y, por un largo instante, aquélla fue la noche ideal: the perfect choice, the perfect drug, the perfect people. Falling and laughing, dancing and drinking, fotos y risas: nuestra gran noche. En ese momento, antes del grito «Last call for drinks» del mesero en turno, olvidamos que un día la violencia cotidiana y su entorno desencantado nos atrapó con su carga sin sentido para, mejor opción, concentrar nuestra atención en ver a una pareja borracha haciéndolo en el ala izquierda del minúsculo dancefloor o contar nuestros hábitos de consumo cultural. ¿Cuándo empezamos a ser sólo siluetas? inquirió sin resultado Tamborine antes de exigirle al dj que pusiera un tema de Iggy Pop. Era obvia su selección: «Lust for life». En la mesa, medio acalorados por tanto derroche de emotividad, brindamos por ello. Horas después, ya en otro sitio, mirando de frente a la ciudad y su amanecer aún pude escuchar los primeros acordes de «Magic», mi canción favorita. Segundos después, un ligero olor a gas hizo que perdiera el sentido. Los demás ya habían partido. ●●● ultrapop Ultrapop registra con su cámara nuestro furor en carrusel. Cada vez que nos mira, habla el demoledor deseo de imprimirse big star, en decenas repetidas, colores primarios y ampliaciones bancarias. Es un héroe de ocaso y sentimiento, uniforme 501 y grandes agujeros que se reconforta en el desliz de una chica: mi chica cuya sonrisa, subrayada como fuerza de oposición, me escandaliza a las cinco en punto y que, sin exageraciones, borda en mí cicatrices antiguas. Mi chica es toda lluvia dorada, prime choice, reportaje nickel de portada y páginas interiores, divino lustre que besa mis heridas sin demasiado artificio. Ultrapop la capta abierta, emergiendo en super slow motion con su cara de discordia; me capta en buenas vibraciones, buscando un show de talento tendido en la cama. Es ella, mi chica de calma rota; soy yo, una sierra, apenas desajustes al enchufar una armonía que hace ver el fracaso como algo positivo. Somos dos disparando vagas cenizas en dirección a un vencimiento logrado a priori. Juntos, mi chica y yo, damos vida o idea de una mentira como veleta que no deja de girar: somos un fomento de fondo diverso, el reflejo de unos cursos con diplomas y medallitas, una maniobra de 17 años que hasta ayer fue fiel a sí misma como el funk diabolum en los ochenta [Una voz en off que no reconocemos se sitúa inquieta en la escena como rayo de luz]. Ultrapop nos absuelve con movimientos rápidos y el fulgor de su flash, vitaminado hasta la última fila por nuestra dicha de sal, nos envuelve en crudo efecto celofán.
  • 28. 33 y 1/tercio Es caribe tornasol y suicida. Mi chica y yo no paramos de fornicar al lente de garage interior, mi chica moderna devora todo lo que poseo, le saca jugo a mis entrañas en un tilt up; cree que soy un ticket premiado, un disco de doce pulgadas. Yo le hago sentir desdichada, boxeo, muerdo sus pechos de bronceado veraniego y trapeo todos sus temores en víspera de terapia antes de girar en dirección a su culo ye-yé. Me enciendo, la enciendo fácilmente, soy tan violento y simple como tambor de contingencia urbana, el disparo inocente que inició nuestra plegaria en delay. Ultrapop nos amenaza con su armada de cables y micrófonos, su aullido es la señal de corte. Al escapar del encuadre, siento la presión legal de ser protagonista con el uno por ciento de probabilidades y el escote triangular de mi chica, empapado, sudoroso, pegado como pesadilla a mi piel calamar. We’re bumpos, estamos encandilados por el último secuestro, semilla de noche vieja y triste cuarto de hotel sin estrellas. Imaginándonos, sensibles, la muerte de Poch; en el escaparate, saludando a Balthus; en Nueva York, desnudos tomando el sol; aquí, rompiendo números sin suerte. Ultrapop sigue en marcha, el close up de nuestros periféricos lo recrea en stamina, respira profundo y grita: «¡Sois perfectos! » [La voz, cada vez más próxima, enlista sus cosas favoritas]. Mi chica se ríe, yo pongo mis cojones candado en el piso. Ultrapop quiere diálogos calientes, oraciones a María, desatinos azules. Yo quiero beber y mi chica se divierte al decir palabrejas en francés. «Don’t fuck me with your cultura de barrio fino», le contesto. Si somos idénticos; que más da hacerlo o no. —Detesto el cierre de tu boca, qué pálida luz. —Inserta esquizo, edema de Kostabi —grita mi chica pegada al estéreo. —Pelea o finge. Give me good clean fun. Nos separamos muertos de risa. Mi chica y yo. Ella, transgresora como ensueño, se levanta y camina segura, desnuda noticia que carcome, con destino a la mesa. Yo la sustituyo con la firmeza del puño de dios. Enfermo de monotonía, Ultrapop nos pide más. Una pelea de fondo, algo que explote en el momento justo, bofetadas o sangre, otras sonrisas que destruyan el optimismo. Ultrapop es experto en su negocio. Nada de tomas aburridas, paisajes muertos o pirotécnicos dobles de tinte fluorescente. No, Ultrapop quiere nuestra cercanía entablada en el frenopático y puesta al día. Apasionada e irritada, dolorosa y punzante, coloquial y certera como poema de Panero; lo demás, asegura, siempre serán filtros de azar que no sirven de nada. —¿No te parece que ya fue suficiente? —inquiere mi chica. Voy por ella. Sin tropiezos, erecto, ruidoso como libido chupa-chup. Ultrapop tira otra cinta por uno de sus agujeros. Me emociona su dirty entusiasmo. Mi chica atrapada en la mesa, en pose cautiva, se dispone a decidir su tragedia carcelera; mi chica es una diosa clavada a punta de martillo; mojada en espíritu y con mis dedos incrustrados hasta el fondo de su pubis indigente. Otra vez, soy yo el rimadero 280 en sintonía tóxica. —¡Qué bonitas lágrimas vierten tus nalgas! —le dice Ultrapop a mi chica. Ella responde con el timbre de fax japonés y yo, congelado underground, no sé si creérmelo o no. Un descuido placentero para decir: «Some things come from nothing», modifica nuestra situación.
  • 29. 33 y 1/tercio Ahora es ella, en primer plano, el ángel que domina las esposas y juguetes de amarre esperanto. Es un feeling tan divertido ver a mi chica perturbada, deleitándose en los afeites, veloz y sensual en el propósito de malas maneras. She bangs the drums y yo, como James a los quince, pido más tensión, más smog. Una bendición industrial; soy powderkex de mi placer calabozo. [La voz desconocida aplaude primero luego, al sentirse comprimida, siente el peligro]. Ultrapop sigue diciendo: «¡Sois perfectos!». Los golpes no ahogan mil atracos citadinos, soy un tipo sencillo con sólo un vicio: mi chica alias galore toda agujas, que persigue el bienestar social en un lugar equivocado. —Baby, you’re the best... Poco a poco nos hacemos viejos reciclando impulsos. Predicamos nuestra urgencia de cambio trenzados como parias. Un dolor pequeño de bolas chinas en camino al orificio. ¡Qué sorpresa!, mi chica envuelta en fuego encontró en mí su punto G y la salida de emergencia. Nada la detiene, se consume a cachitos. Ultrapop nos mira al revés por el monitor, no puede contenernos. Somos cerdos de museo interactivo, somos historia viva, somos algo más que stills hechos de frío. Ultrapop se lanza al ruedo sin idea, tartamudo e infantil. Ya nadie nos dirige, sowing seeds. Encarnizados, perdiendo el equilibrio por las fuertes quemaduras e iluminados en el ajetreo manual de 100 dólares por hora, escribimos la nueva historia. Un plus de autoenfoque visceral que mejor nos retrata en perspectiva hardcore. Ponemos la marca, creamos un mosaico de oportunidades, anotamos al instante, un pedazo de onda. Ultrapop no es como nosotros, es débil piel blanca, tierna y nerviosa. Alguien que nunca se había puesto en línea de combate. Ingenuo jail bait de cadencia sin sentido, un noble candidato al date rape de música disco. Ya nos cansamos de tatuarlo, de mandarlo sin lubricación por los extremos, de convertirlo en nuestra mascota y joven bidet. Exige, reclama, suplica su año sabático. [La voz se aleja, camina presurosa hacia la salida, sus ojos expresan cierto miedo y no poca repulsión]. Pero no, nosotros le administramos disciplina inglesa al 100%, reconocemos sus espacios de saliva, lo conectamos con su inner-self más deep y lo encerramos por ahí para que muerda fuerte la oscuridad. Como debería ser. Mi chica y yo volvemos a la colección de juegos e ítems opuestos, rellenamos otra hora en referencia y agonía estética que nos muestra un poco vulnerables. Vibramos, hacemos un squish que nos sale perfecto, estrenamos servicios que reciclan viejos placeres y celebrando la diferencia que nos une, oprimimos el botón de STOP antes que el dolor llegue sin explicación. Después ya recuperados de pelear con rubios insectos, mi chica y yo nos ponemos la camiseta de Juventus Laika para tratar de resolver el crucigrama del periódico de hoy. Es tan complicado que en ello se nos va el resto del día. replay
  • 30. 33 y 1/tercio yordanka almaguer (la habana, del ´75) santificarás las fiestas Ningún trabajo de ciervo haréis, y ofreceréis ofrenda encendida a Jehová. Levítico 23-25 Esta es una ciudad alcohólica. Está en coma… ño, qué risa te da. Ahora es mejor que todo te provoque risa, pero bajito, no sea que alguien se percate de tu alegría. La gente de esta ciudad no debe enterarse de la alegría del otro. Enseguida se ponen a averiguar los motivos siniestros que provocan esa alegría individual. La alegría debe ser colectiva. Igual al coma. Por eso es común encontrar tumultos alegres, alrededor de pequeñas naves cósmicas que contienen líquido para hacer volar unos 100 metros, hacia arriba, casi cerca de las nubes; pero volar no es asunto de líquidos y el aterrizaje es forzoso, sin previo aviso. Los alegres, entonces, van de cabeza contra el primero o la primera que esté tan volador como él, o no lo esté. Da igual. Lo importante es demostrar la frustración por lo corto del viaje. Pero para ese entonces ya se habrán retirado las cámaras, ya habrán guardado las banderas, los micrófonos, y al otro día, cuando los barrenderos recojan los vasos de cartón, jabas de nylon, cucuruchos de papel, cigarros a medio fumar, banderitas de colores, cornetas de lata, monedas de a peso y 20 centavos, mierda, aretes de fantasía, íntimas usadas, vidrios de botellas de ron, caramelos a medio chupar, restos de vómito; justo un poco después, cuando la pequeña plaza esté completamente limpia, la gente volverá a tener la sensación de que todo marcha a las mil maravillas. Y olvidarán su rabia contenida la noche anterior, al descubrir la estafa, el engaño del corto vuelo, el estrepitoso aterrizaje. Todo está bien, se dirán en sus camas, saboreando el sorbo de chícharo con café que no cambiarían por el mejor Cubita o Serrano. –Everything is fine. Te repite ahora que ya tienes los pies dentro de la cesta enorme. Eres una muda de ropa recién lavada y el cesto es de mimbre y te guardará hasta que una mano te saque para planchar todas tus arrugas, tus miserias de ropa demasiado usada, de aquí para allá. El cesto de mimbre te guardará hasta que todo marche un poco mejor, de verdad. Pero no eres una muda de ropa y el cesto no es para guardarte. El cesto se aferra con más de tres brazos al globo. Qué globo más lindo… ño, qué risa te da, y dejas caer sobre la azotea dos o tres lastres para comenzar a volar, de verdad.
  • 31. 33 y 1/tercio Volar de verdad. Como si fueras un pájaro gordo y lleno de colores y de fuego. Volar como si fueras una estrella fugaz, y allá abajo quedan todos los alcohólicos mirándote y pidiendo 134 mil deseos, porque no se atreven a ser estrellas fugaces ellos mismos. –¡Borrachos fugaces! Les gritas cuando el globo pasa por encima de las azoteas y casi te enredas con una antena de televisor. Los televisores están apagados. No hay nada que ver. No hay nada que celebrar. En un día como hoy no murió nadie. A nadie se le ocurrió nacer si asaltar ningún lugar ni dar una carga al machete ni redactar ningún documento importante que haga celebrar al tumulto. No hay fiestas. Algunas botellas de ron, particulares, es lo único que venden en las cafeterías; pero solo las acompañan músicas románticas o de tristes mensajes. Eres el centro de todas las aburridas miradas. Debes tener cuidado. Si descubren tu sonrisa podrían sospechar, avisar al Jefe de Sector, a cualquier otro con un cargo importante en la policía. –Every thing is fine. Repites y enseñas tus dientes al cielo estrellado, es el único que no te traicionaría. Pero el viento sí. Te da empujones como si fueras una brizna de trigo. Como si ya no se pudiera sacar nada bueno de ti. Quieres ir más suave, saborear el escape como si fueras aquel conde vengativo. Pero no quieres vengarte de nadie, solo quieres que nadie se percate de tu alegría, de tu escape. Estar alegres y escapar son actos sumamente peligrosos en esta ciudad. Las ciudades comatosas suelen ser mucho más vengativas que el conde francés. Tienes derecho a estar bien, pero tu deber es estar mal. ¿Cómo lo entiendes? No estás aquí para entender. Solo para ocultar tu risa. La de verdad. La risa de mentiras es la única autorizada para salir a la calle. Nadie sabe de qué sería capaz una risa sin educación, sin principios, desbocada como los caballos que recuerdan de repente su naturaleza. Allá abajo hay un pueblito y no es una ciudad que conoces. Quizá has volado demasiado al oeste. A lo mejor debías haber ido más al sur o al norte o al sureste, pero el oeste siempre ha sido un lugar a respetar. Nadie sabe si en el oeste de Cuba existan cowboys o gangters del desierto. La gente no suele hablar de cosas tan interesantes y peligrosas. A no ser que comiencen a repartir cowboys y gangsters por la Libreta de Abastecimientos o Maité Vera escriba una telenovela sobre ellos. Pero eso debe de resultar un poco caro.
  • 32. 33 y 1/tercio Qué risa. ¿Qué harías con cinco gángters al mes? O un cowboy por núcleo familiar. ¿Lo revenderías para comprar alegría? Qué risa. Lo revenderías para comprar más risa. No caben dudas. Cada vez vuelas más al oeste. ¿Y si un disparo convierte tu globo en un pedo enorme? Eres un pedo enorme, descolorido, aterrizando cada vez con menos control. ¿De dónde vendría el disparo? ¿De la Ley Seca o de las Minas de Oro? Seguro fue un sioux. Pero los siouxs viven más al norte. ¿En Dakota? ¿Un apache? Esas gentes son pacíficas. ¿Un guardafronteras? ¡Dios tuyo, un guardafronteras te ha disparado! Vas camino a estrellarte contra los arrecifes por causa de un guardafronteras que vendrá pronto a recoger lo que quede de ti para guardarte en una bolsa verde. ¿Qué importancia tiene el origen de la bala? Quizá solo sea que el globo se cansó de volar. O el Destino. –Ño, every thing is fine. Y vas a dar con los codos contra la arena blanca y llena de piedras dóciles, cobos, nidos de tortugas. –Esta es la tierra más hermosa que he osado pisar. Está amaneciendo. Es la primera vez que vez salir el sol por el lado contrario. En el malecón lo ves nacer desde los edificios. Pero verlo salir del mar y a la izquierda es distinto. Eso no te da tanta risa. Casi te provoca deseos de llorar. ¿Llorar? ¿En este lugar estará permitido llorar? Los guardafronteras deben de estar por llegar. No puedes perder tiempo con las lágrimas. Debes reír lo antes posible. Si descubren que estás alegre a pesar de la caída, podrían sospechar. Si sospechan descubren, revisarán los bolsillos y descubrirán el resto de tu alegría. –Every thing is fine. Dirás la contraseña, para que sepan que eres de los de su bando y no confundan tus buenas intenciones. ¿Por qué se demoran en llegar? ¿Dónde estás? ¿En una tierra exenta de guardafronteras? El color del cielo anuncia que no has salido de Cuba, podrías estar en Las Bahamas, pero sabes que viajaste al oeste, y las Bahamas están al noreste, eso no has podido olvidarlo ni con toda tu alegría voladora. Enciendes un cigarro. Los policías de la costa no te lo permitirían. Absorbes con pasión, como si nunca más volvieran a verse. Caminas. Al pie de una palma de corcho encuentras una iguana. La iguana te mira de medio lado, como si pensara muy mal de ti.
  • 33. 33 y 1/tercio Estás cansado de que siempre sospechen de ti, estás cansado de sospechar de los demás. También esta iguana podría ser una de ellos, los dueños de las banderas, las pipas de cerveza, los doctores que no logran sacar del coma a la ciudad que dejaste atrás. –Hola. La iguana te ha saludado. Al parecer venció sus dudas o su timidez de reptil fosilizado. Quizá se anime a decirte dónde estás. ¿Las iguanas saben de geografía? En este país todo el mundo sabe de todo. Hasta los animales. Para eso somos parte de la ciudad más culta del globo terráqueo, ¿no? –Guanahacabibes. Qué risa. La iguana sabe de geografía. –¿Guanahacabibes? ¿Y eso está… –¿Te suena el Cabo de San Antonio? Con tanta risa has olvidado tú la geografía. Te pones a caminar al lado de la iguana, es un poco difícil seguirla. Se va a la orilla del mar. –¿Y no hay guardafronteras? –¿Dónde no? También sabe de política. Y de religión, economía, historia, botánica; agrega la iguana exponiendo su panza al sol. –¿Botánica? –¿Plantas para la alegría? Qué risa. La iguana te muestra el camino de su plantación. Es una iguana muy competente, y muy servicial. –¿Te gusta? –¡Qué verdeee! –¿Quieres probar? –¿Y los guardafronteras? –No hablo con ellos. –¿Por qué? –No hablo con lo que no existe. –¿Y yo? ¿Existo? –Por lo menos existes hoy, necesitaba hablar con alguien. –¿Existo solo porque te sentías sola? Es una iguana muy existencialista además. Y un poco adicta, porque no hay que ser tan exagerados, con dos o tres plantitas tendría para todo un año. No te confíes de la iguana. Cambia de color. Podrías dejar de existir cuando abandone el verde. –¿Y los otros? Te has puesto sentimental. Te lo advertí. ¿De qué vale preocuparse por un montón de adictos? La iguana te contestará que solo existen mientras tú existas y tú existes porque existe su pensamiento y su pensamiento existe porque ella, la iguana, se las arregló para sembrar más de cien metros de esas plantas alegres y prohibidas.
  • 34. 33 y 1/tercio –Porque son de verdad. Son lo único real. –No puede ser. Every thing is fine. –Oh, yeah, every thing is fine mientras existan ellas, prueba a desaparecerlas y conocerás la nada. –¿La nada tiene que ver con el coma? La iguana vuelve a mirarte de medio lado. Quizá ha comenzado a desconfiar nuevamente. Podría cambiar de color. Aléjate, si es una trampa no te salvará ni que digas la contraseña a los guardafronteras. –Pero, ellos… ¿Por qué no te subes a esa palma de corcho? Quizá allá arriba estés un poco seguro. Seguro de ellos, de la iguana, de las Plantas. –¿De mí?, yo soy todos ellos. Estás en lo alto de la palma y ves llegar a los guardafronteras con sus motos amarillas corriendo por la arena. La iguana está asoleándose sobre una gran piedra y ni siquiera se fija en ellos. El guardafrontera 1 detiene la moto y mira alrededor. El guardafrontera 2 se baja y se acerca al cesto de mimbre y el globo desinflado. El guardafrontera 1 y el guardafrontera 2 se miran. Otean el horizonte. El enemigo podría estar acechando. Una risa estrepitosa, de novelita de terror, se asienta en la playa. Los guardafronteras miran asustados al cielo. Miras asustado a la iguana. ¿También se ríe? ¿Y sin temor? Pero la iguana está panzas arriba, conversando con un sol verde claro que acaba de crear en su imaginación. No tiene deseos de reírse. Entonces recuerdas al conjunto de plantas verdes y alegres. Sientes los tambores a tus espaldas. Presientes que los guardafronteras están a punto de dejar de ser. Las alegres Plantas lo han decidido. Qué risa. Así podrás quedarte todo el tiempo que quieras. Reír lo que te plazca sin temor a ninguna mirada. Conversar con la iguana sobre la existencia del hombre sin temor de que te acusen de algo terrible. Te quedarás hasta que la ciudad comatosa decida cambiar de adictos, de falsas risas, de contraseñas. Every thing is fine. O hasta que alguien decida desconectarle la respiración artificial. replay
  • 35. 33 y 1/tercio Bret Easton Ellis: el lado oscuro de la mtv (picado de Babab) Para entender bien los 80 hay que conocer un poco los 60 y los 70. Todos hemos oído hablar de «los veranos del amor», la paz de pelos largos y tardes en la cama. Fraternidad, solidaridad y rebeldía. (…) La utopía realizada en las granjas de California. California. En los 70 un actor de segunda fila conseguiría alcanzar el gobierno del estado. Se trataba, evidentemente, de Ronald Reagan. Con una política populista, reaccionaria, propugnadora del liberalismo más ingenuo y a la vez voraz, llegaría a la presidencia de los Estados Unidos en 1980. Justo ese año John Lennon moriría asesinado. (…) Al año siguiente The Buggles publicarían uno de los estandartes de la nueva época: el legendario videoclip «Video killed the radio star». Con ellos empezaba su andadura la cadena MTV. Bret Easton Ellis tenía quince años. Entramos en la cultura del éxito, de los pelotazos económicos, los brokers de la bolsa se convierten en los nuevos héroes: la gomina, los trajes, los patines para ir al trabajo. (…) Conducir rápido, beber rápido, vivir rápido, llegar lo más lejos. Triunfar. Cualquier cosa sirve para elevar los pies del suelo. La sociedad en las grandes ciudades (Chicago, Los Ángeles, Nueva York) se divide en dos. De un lado quedan los que pueden seguir el ritmo, del otro los que no. Estos abismos quedan reflejados, como no, en las manifestaciones culturales de la época: Michael Douglas gana el Oscar por Wall Street, Tom Wolfe triunfa con La hoguera de las vanidades y los videoclips se llenan de modelos famélicas que simbolizan la fama, la belleza, el dinero... Bret Easton Ellis (Los Ángeles, 1964) formaba parte del grupo de los triunfadores: los «niños bien» crecidos al amparo de las criadas mexicanas, pasando las horas delante de la MTV. Su afición por la música le hizo participar en varias bandas de new–wave antes de publicar su primera novela con sólo 21 años, Less than zero (1985). En ella se presentan las constantes de la obra de Ellis y de la sociedad que retrata con una crudeza y un cinismo espeluznantes. (…) La moral ha muerto. En su lugar quedan un puñado de canciones y de imágenes. (…) No sólo es que el mundo se haya reducido a su versión estética sino que esa propia estética es engañadora. (…) Less than zero fue descrita en su momento como The catcher in the rye de los 80. Puede que Clay, su protagonista, un chico que vuelve a Beverly Hills para pasar las vacaciones de navidad, tenga algo que ver con Holden Caulfield y su mirada perpleja ante el mundo que le rodea. Incluso Blair, su novia ocasional, tiene algo de Phoebe, la hermana pequeña de Holden, por lo menos en lo que respecta al sentimiento de protección que él tiene hacia ella. (…) Pero Clay no tiene ningún interés en los niños que juegan en el trigal. Su entorno no puede ser más perverso ni menos ingenuo: los amigos de Clay son una pandilla de nihilistas borrachos y adormecidos que se dedican a acostarse los unos con los otros sin hacer distinciones. Habitan un mundo en el que los padres siempre están de viaje por Japón, Europa, de compras en Nueva York... y en el que tu mejor amigo es tu dealer. Música, televisión, sexo, drogas y una violencia contenida que lo envuelve todo apunto de estallar.
  • 36. 33 y 1/tercio Esta violencia estallaría años después en la renombrada American Psycho (1991), pero mencionemos antes una obra poco conocida: The rules of attraction (1987). Aunque Ellis todavía era un chico de veintitrés años, en ella ya se aprecia cierta madurez en la narración: un brillante uso de la perspectiva individual aderezado por cambios sorprendentes de espacio y tiempo, en una estructura parecida a la de un puzzle cuyos espacios vacíos quedan a la interpretación del lector. En esta novela los adolescentes se han convertido en universitarios pero no dejan sus manías: sexo a discreción, fiestas, alcohol, música por todas partes. La vida como un videoclip a la manera de un paseo con walkman. En este libro aparece por primera vez uno de los personajes más siniestros de la literatura contemporánea: Patrick Bateman, cuyo hermano Sean es el centro de la mayoría de los triángulos que se entrecruzan a lo largo de sus páginas. También aparece Lauren Hynde, una atractiva e inteligente compañera de universidad que luego reaparecerá en Glamourama (1999) junto a otros compañeros de Camden como Paul Denton o Victor Ward. Este es el doble juego de Ellis: no sólo sus obras son por sí mismas laberintos en los que cada personaje es intercambiable por otro, en el que todo son apariencias que confunden, sino que a su vez los personajes de un libro van apareciendo en otro, las referencias se entremezclan y muchas veces da la sensación de que cualquiera podría ser el protagonista de la historia de otro. Llegamos, pues, al punto culminante de la carrera de Bret Easton Ellis. Seamos sinceros, posiblemente nadie le conocería si no hubiera escrito American Psycho, uno de esos éxitos provocados por una polémica exagerada. (…) Lo que distinguió a esta novela fue la explosión indiscriminada de violencia. (…) Un anticipo de lo que serían las películas snuff de principios de los 90. Sólo que Patrick Bateman, este misterioso psicópata obsesionado con la moda, la música, la televisión y, sobre todo, el reconocimiento exterior en forma de mujeres, rivales de trabajo, músculos, marcas de ropa... no utiliza la cámara en sus matanzas. Queda todo para su deleite personal. (…) Pero lo que más impactó de American Psycho no fue la minuciosidad en el relato (hasta hacerse prácticamente repulsivo) sino la fabulosa atonía con la que todo estaba narrado. Como si no estuviera pasando nada. Frases cortas, descriptivas, pinceladas en el cuadro más horroroso combinadas con largas conversaciones, parrafadas sin sentido y situaciones irrespirables. (…) Con American Psycho, Bret Easton Ellis llega al estrellato y culmina con tan sólo veintisiete años una propuesta estilística. Lo que viene después, en la más sosegada década de los 90, tiene mucha menor relevancia. Entre otras cosas, porque será la música la que se encargue de sacar a la luz las miserias de la sociedad americana. En concreto, el movimiento grunge auspiciado, cómo no, por la propia MTV, que dio a conocer a Nirvana, Pearl Jam, Soundgarden, Alice in Chains y ese largo etcétera de «perdedores», según los parámetros del reaganismo. En 1992 llegan los demócratas al poder y hasta la rabia se institucionaliza, con lo que Ellis se queda algo perdido. En años siguientes publica dos obras: un libro de relatos titulado The informers (1994, el año del suicidio de Kurt Cobain) y Glamourama (1999), posiblemente su novela más ambiciosa pero a la vez más confusa y cercana al solipsismo. Sólo Ellis puede saber exactamente qué demonios nos quiere contar.
  • 37. 33 y 1/tercio En The informers nos encontramos un estilo mucho más intimista, sosegado y lleno de tristeza. Recuerda un poco al Clay de Less than zero y entronca de nuevo con el estilo «a la Salinger»: una especie de pesimismo envuelto de peterpanismo resacoso. Estrellas del rock venidas a menos, adolescentes metidos en mundos paralelos. (…) En Glamourama tenemos algunas de las páginas más brillantes de Ellis. Ni su más avispado lector puede saber a qué se está refiriendo en cada momento. Tenemos moda, sexo, belleza, poder, dinero, música, video... y sobre todo apariencia, un mundo de apariencias en el que todo se confunde. (…) ●●● Bret Easton Ellis: el escritor que te encanta odiar (picado de Insomnia) Repasando reseñas de Glamourama, una de las cosas que llama inmediatamente la atención es que inclusive las que defienden al libro abren el paraguas inmediatamente con respecto a los aspectos controversiales de su obra y no tienen el menor reparo en insultar tanto al libro como al autor, demostrando que incluso la aprobación de su obra es vista como algo vergonzante. Así es que el New York Times puede calificar a Glamourama (en la primera reseña favorable que el diario le dedica a Ellis) como un libro «estúpido» o que en la New York Magazine aparezca una frase tan curiosa como «Bret Easton Ellis no reconocería una buena novela aunque la escribiera él mismo. Prueba de ello es que la ha escrito él mismo». ¿Cuál es el motivo de que este escritor produzca reacciones tan encontradas aún dentro una misma opinión? La explicación simple vendría por el lado de las enormes cantidades de violencia, drogas y sexo (ese sería el orden correcto) presentes en su obra, pero en un siglo que consiguió asimilar los excesos de autores como Louis Ferdinand Céline, William Burroughs, George Bataille, Hubert Selby Jr., J. G. Ballard y James Ellroy, por nombrar solo a algunos de los grandes transgresores contemporáneos, no parece una explicación muy completa. El problema es más complejo y parte de las múltiples contradicciones del concepto de «políticamente correcto» y de la autoridad moral que se autoasignan los grupos identificados con dicho concepto; las reservas con las que los críticos se mueven al tratar la obra de Ellis es causada en su mayor parte por el hecho de que quienes han propulsado una fanática campaña de rechazo a dicha obra no son los acostumbrados grupos moralistas religiosos (…) sino los grupos feministas norteamericanos, genuinos aspirantes a tomar la bandera del puritanismo y la censura, pero partiendo desde un punto que aparentemente no se afianza en los prejuicios de antaño sino en la lucha contra esos mismos prejuicios. El escándalo que produjo con la publicación de American Psycho solo es comparable en los tiempos modernos (aunque por motivos diametralmente opuestos) al de Los versos satánicos de Salman Rushdie, centrando sobre sí un rechazo que no sufrieron obras coetáneas similares como la del convulsivo y generalmente desagradable Dennis Cooper. Hasta un escritor tan amigo de las