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Egiptología 2.0 | 1
Nº7– Abril de 2017 / Revista online gratuita. www.egiptologia20.es
LA GÉNESIS
DE KEMET
El templo de Seti I
y el Osireion de Abydos
Animales sagrados
del Antiguo Egipto
La música
en el Antiguo Egipto
Las reinas
de la tierra negra
Los orígenes del
poder político del faraón
2 | Egiptología 2.0
Os presentamos la séptima entrega de la Revista Egiptolo-
gía 2.0, correspondiente al mes de abril de 2017.
Abrimos este número, con un artículo de Hipólito Pecci Ten-
rero: ‘‘La Génesis de Kemet’’. El texto aborda una serie de
testimonios que constituyen el eco del tránsito de diferen-
tes culturas, pueblos que tras recorrer un largo camino de-
cidieron hacer del Valle del Nilo su hogar, crear una nuevo
mundo, vastísimo en el tiempo, que sería, posteriormente,
el reflejo de una historia enterrada durante mucho tiempo,
que, paulatinamente, iría saliendo a la luz para dar a cono-
cer un país, un territorio, que en algún momento llegó a ser
antiguo para sus propios habitantes.
Sin embargo, para alcanzar este esplendor, esta magnifi-
cencia, y al igual que todo ser vivo, obtener y lograr esta
madurez, para, posteriormente, sumirse en un invierno que
conduciría a un final inevitable, de la misma forma, es ne-
cesario un origen, un principio que asiente gradualmente,
lentamente, las bases de esta futura suntuosidad, de la fas-
tuosidad del arte egipcio, y, aunque no tan deslumbrante
en lozanía, no por ello menos interesante, y no por ello hay
que dejarlo de lado, ya que estos comienzos supondrían el
germen de lo que más tarde sería el grandioso Egipto.
En nuestra sección de entrevistas, hablaremos de arqueo-
logía, con Marcela Zapata Meza. Licenciada en arqueolo-
gía, Doctora en filosofía en la especialidad de filosofía y
fenomenología en las religiones y pluralismo religioso, Ca-
tedrática de la Universidad Anáhuac (México) y diplomada
en escritura y lectura jeroglífica.
Antía Martínez Abal y Alberto Fernández Boo, nos habla-
rán de los orígenes del poder político del faraón y el lugar
que ocupaban las mujeres, conoceremos los referentes
geográficos en la mitología egipcia, Sandra Pajares nos
mostrará los rincones menos conocidos del templo de Seti
I y el Osireion de Abydos, nos deleitaremos con la músi-
ca del Antiguo Egipto, María Isabel Cubas nos hablará de
las reinas de la tierra Negra, conoceremos el papel de las
reinas de la XVIIª y XVIIIª dinastías, Gerardo P. Taber nos
hablará de la ocupación de los Hycksos y la apropiación
del carro de guerra, recorreremos Egipto durante el periodo
ptolemaico, de la mano de Lucía Inés Merino, hablaremos
de Hatshepsut, La faraona olvidada, conoceremos algunas
de las piezas conservadas en el Museo Arqueológico de
Cataluña, recorreremos las salas del nuevo Museo Egipcio
de Turín, visitaremos la exposición: Animales sagrados del
Antiguo Egipto, en el Museo Egipcio de Barcelona, donde
conoceremos los diferentes usos que los antiguos egipcios
daban a los animales, y finalizaremos viajando a la Deir
el-Shelwit, donde Bartomeu Egea nos mostrará sus rinco-
nes menos conocidos.
Todo ello, junto con nuestros contenidos habituales y un
artículo especial de Verónica Reyes Barrios: Serapis. El
dios sincrético, una deidad greco-egipcia a la que Ptolo-
meo I declaró patrón de Alejandría y dios oficial de Egipto y
Grecia con el propósito de vincular culturalmente a los dos
pueblos.
Imagen de portada: Cabeza de Amhosis. 1150-1525 a.C. (Imagen: Metropolitan Museum, New
York).
Dirección
Moisés González Sucías
moibcn@hotmail.com
Edición
Moisés González Sucías (Barcelona).
Diseño gráfico y maquetación
David Claros Lozano
Jordi Romera Sevillano
Documentación
Sara López Caiz
Colaboradores
Sandra Pajares Sotillo
Bartomeu Egea Resino
María Isabel Cubas Contreras
Laura Huertas López
Marian Romero Gil
Heródoto de Halicarnaso
Gerardo P. Taber
Aroa Velasco
Hipólito Pecci Tenrero
Julio López Saco
Antía Martínez Abal
Alberto Fernández Boo
Verónica Reyes Barrios
Alonso de Mendoza
ISSN: 2444-6254
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Todos los derechos reservados. Esta publi-
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sobre los mismos.
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Editorial
Egiptología 2.0 | 3
Sumario
6. Entrevistas - Marcela Zapata Meza: ‘‘Cuando
sea mayor, voy a descubrir una tumba.’’
12. Testimonios del pasado - La Piedra de Rosetta.
20. Historia - La Génesis de Kemet.
29. Estado - Los orígenes del poder político del
faraón ¿Qué lugar ocupan las mujeres?.
36. Mitología - Los referentes geográficos en la
mitología egipcia.
41. Arquitectura - El templo de Seti I y el Osireion
de Abydos.
48. Vida cotidiana - La música en el Antiguo Egip-
to.
54. Mujer en el antiguo Egipto - Las reinas de la
tierra negra.
58. Política - El papel de las reinas de la XVIIª y
XVIIIª dinastías.
61. Historia Militar - Restaurar Ma’at a galope. La
ocupación de los Hyksos y la apropiación del carro
de guerra (I).
69. Faraones - Egipto durante el periodo ptolemai-
co (I).
75. Personajes - Hatshepsut. La faraona olvidada.
87. Colecciones - El Museo Arqueológico de Cata-
luña (sede de Barcelona).
90. Museos - El Museo Egipcio de Turín.
103. Exposiciones - Animales sagrados del Anti-
guo Egipto.
110. Hoy viajamos a... - Deir el-Shelwit.
113. Especiales - Serapis: el dios sincrético.
125. Novedades editoriales - La Dama del Nilo / La
arqueología de la conciencia.
127. Noticias - Noticias destacadas del trimestre.
Mujer en el AE - Las reinas de la tierra negra.
Estado - Los orígenes del poder político del
faraón.
Entrevistas - Marcela Zapata.
Historia Militar - Restaurar Ma’at a
galope.
Mitología - Los referentes geográficos en la
mitología egipcia.
Arquitectura - El templo de Seti I y el
Osireion de Abydos.
Vida cotidiana - La música en el Antiguo
Egipto.
Política - El papel de las reinas de la XVIIª y
XVIIIª dinastías.
Faraones - Egipto durante el
período ptolemaico.
4 | Egiptología 2.0
Enportada
Mango del cuchillo de Gebel el-Arak
(Imagen: Wikimedia Commons).
Cuando, durante la segunda mitad del siglo
XVI a.C., Amhosis acaudilló sus fuerzas río
abajo, hacia el Delta, con el objetivo de ex-
pulsar a los extranjeros que allí se encontra-
ban asentados, en lo que se ha dado por de-
nominar la “Guerra de Liberación”, ponía fin
a más dos siglos y medio, aproximadamente,
de presencia hicsa en el Bajo Egipto, y con
ello concluía, y ponía el colofón, a la obra
tan anhelada por los príncipes tebanos, que,
desde el maltrecho Sequenenra Taa, padre
del fundador de la XVIII dinastía, o Kamo-
se, su hermano, habían soñado con volver a
unir todo el Valle, el Alto y Bajo Egipto, bajo
la égida de un solo monarca, cuya cabeza
coronaría de nuevo la Doble Corona, como
sinónimo de su poder sobre Las Dos Tierras.
A partir de ese momento, y durante unos cin-
co siglos aproximadamente, “El Don del Nilo”
iba a alcanzar el clímax como cultura, su éx-
tasis como civilización y como gran potencia
en la zona, para, luego, languidecer poco a
poco, hasta convertirse (hecho conocido por
todos gracias a “Marco Antonio y Cleopatra”
de Shakespeare o a la inolvidable actuación
de Elizabeth Taylor, entre otras obras) en
una más de las provincias romanas.
Esos quinientos años marcaron los estu-
dios de la historia egipcia, pues han sido,
y son, el período más conocido de su dila-
tada existencia, etapa idolatrada, admirada
y fascinante, tanto para los investigadores
profesionales, como para los aficionados,
de tal forma que personajes como Akenatón,
Nefertiti, Hatshepsut, Nefertari, etc. han lle-
nado, y llenan páginas y páginas de libros,
revistas, documentales, películas, etc.
Sin embargo, para alcanzar este esplendor,
esta magnificencia, y al igual que todo ser
vivo, obtener y lograr esta madurez, para,
posteriormente, sumirse en un invierno que
conduciría a un final inevitable, de la misma
forma, es necesario un origen y un princi-
pio...
Egiptología 2.0 | 5
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6 | Egiptología 2.0
Entrevistas
Marian Romero Gil
Marcela Zapata Meza: ‘‘Cuando
sea mayor, voy a descubrir
una tumba.’’
Originaria de la Ciudad de México, reali-
zó sus estudios básicos en el Instituto Mi-
guel Ángel durante los años 1978-1989.
Desde los ocho años supo con certeza
que “de grande descubriría grandes co-
sas’’.
Licenciada en arqueología en la especia-
lidad de arqueología bíblica y egiptología,
Doctora en filosofía en la especialidad de
filosofía y fenomenología en las religio-
nes y pluralismo religioso, Catedrática
de la Universidad Anáhuac México Sur y
diplomada en escritura y lectura de jero-
glíficos.
Es además, directora del Centro de In-
vestigación en Culturas de la Antigüedad
y del Proyecto Arqueológico Magdala.
Es autora de diversas publicaciones y
artículos especializados, colabora habi-
tualmente en diversas publicaciones e
imparte conferencias.Marcela Zapata Meza (Imagen: Universidad Anáhuac Sur).
Bienvenida a nuestra revista Marcela.
Al contrario, muchas gracias a vosotros por haber cruzado el charco e invitarme para charlar.
Nuestra pregunta emblema es ¿Cómo despertó tu interés por la egiptología?
De pequeña era muy inquieta y siempre he padecido de insomnio. Por las noches cuando llegaba la hora de
dormir, yo las pasaba dando guerra, y mi madre intentando buscar una solución, decidió darme un libro con la
intención de que me aburriera y de esa forma me durmiese. Yo creo que nunca pensó en el efecto que un libro
podía causar en una niña de ocho años.
Era un libro sin ilustraciones, únicamente texto, que se titulaba: “El faraón olvidado”, y que hablaba del descubri-
miento de la tumba de Tutankhamón. Solía leerlo todas las noches, y al terminarlo, le dije a mi madre: “Cuando
sea mayor, voy a descubrir una tumba”, y mi madre me contestó: ‘‘si ándale pues, seguro’’.
Al terminar el libro, como seguía con insomnio, mi madre decidió darme otro, y en lugar de ser sobre Egipto, me
dio uno sobre Israel que que se titulaba: “Y la biblia tenía razón”. Era un libro que trataba sobre los hallazgos
Egiptología 2.0 | 7
relacionados con la Biblia y la arqueología, y cuando
lo terminé de leer, le dije a mi madre: “cuando yo
sea grande, voy a trabajar en Israel”, mi madre debió
pensar que estaba loca, que no sabía lo que que-
ría, pero a partir de entonces comencé a ver vídeos
sobre Egipto, a hablar continuamente sobre Egipto,
cuando llegaba mi cumpleaños y me preguntaban
que quería, yo les respondía “algo sobre Egipto”.
Recuerdo que durante toda mi etapa escolar, mis
compañeras no tenían claro que es lo que querían
ser, y yo siempre decía que quería ser arqueóloga
y hacer descubrimientos como el que hizo Howard
Carter con la tumba de Tutankhamón, o los descubri-
mientos que se han hecho a nivel bíblico.
Cuando terminé la escolarización básica ya sabía
que quería ser arqueóloga, y al decírselo a mis pa-
dres, se dieron cuenta que lo que decía de pequeña
no era una broma. Mi padre me dijo que me iba a
morir de hambre, que esa carrera era para hombres,
y que tenía que estudiar algo que me diese dinero.
Le dije que era lo que quería, pero mi padre insistía
en que no. Entonces me fui a una escuela de foto-
grafía de guerra que había en México y le dije a mi
padre que no iba a ser arqueóloga, que quería ser
fotógrafa de guerra. Mi padre puso el grito en el cielo
y me dijo: ‘‘vete a ser arqueóloga’’ y así conseguí su
permiso.
En México se estudian cinco años de arqueología y
obviamente mi país tiene una riqueza cultural e his-
tórica impresionante. Estudiando esta carrera hizo
que amara mi país mucho más, aunque mi finalidad
era poder trabajar en Egipto.
En México no hay posibilidades de estudiar egipto-
logía, todo es Mesoamérica. Mientras estaba estu-
diando a través de la fundación Sofía, de España,
vinieron a dar una serie de cursos en los cuales me
matriculé y pude complementar esa parte de la en
México tenemos carencia, y todo lo que es Medio
Oriente, lo estudié en una delegación de la Universi-
dad de Tel-Aviv, pudiendo hacer las dos especialida-
des que yo quería.
¿Cuándo estabas estudiando arqueología, pen-
saste que podrías llegar a trabajar de verdad en
una excavación en Egipto?
Lo soñaba aunque lo veía muy difícil, incluso mis
compañeros me decían que trabajara en México,
que además era mi historia, pero yo seguía con mi
sueño. Una de mis profesoras, una de las mejores
arqueólogas que existe en México, Linda Manzani-
lla, que estudió su doctorado en París y con la cual
trabajé varios años, me animaba y me decía que en
cuanto supiera de algún trabajo para ir a Egipto, me
lo diría.
Cuando terminé la carrera, lo hice con mención ho-
norífica y empecé a trabajar en Teotihuacán con la
Dra. Manzanilla, juntas trabajamos varios años ana-
lizando las puntas de obsidiana de Teotihuacán, pero
yo seguía con un pié en México y otro en Egipto.
¿Cuándo fue la primera vez que viajaste a Egip-
to?
Fue con mi hermana, en un viaje que nos unió mu-
chísimo. Llevábamos un guía que debía estar can-
sado de mi, porque en el Museo de El Cairo, en la
parte del tesoro de Tutankhamón, miraba las piezas,
las volvía a mirar, y cuando llegué a la máscara, la
miraba de un lado, de otro, del derecho, del revés,
por delante, por detrás, y él me decía: pero vamos
ya¡, y yo le contestaba, déjame, la estoy mirando...
La mayor decepción me la llevé cuando llegamos al
Valle de los Reyes y toda emocionada pensaba vi-
sitar la tumba de mi faraón favorito, Tutankhamón,
pero aquel día la tumba estaba cerrada al público
por labores de mantenimiento. Entonces yo lloraba,
la gente debía mirarme y pensar “¡pero la loca esta!”
y yo lloraba y lloraba, había ahorrado toda mi vida y
resultó que no podía entrar en la tumba de Tutankha-
món. Incluso le decía a mi guía que les explicara que
era arqueóloga para que me dejaran entrar, y el solo
me decía, no te van a dejar entrar, hazte a la idea.
Pasado ese mal trago, en 2008, la Dra. Manzanilla,
me comentó que había un proyecto mexicano en el
que estaban reconstruyendo, excavando y restau-
rando una tumba en Egipto, me comentó si me inte-
resaba, y yo le dije que si. Entonces me puso en con-
tacto con el grupo que estaba trabajando en la TT39
y la arqueóloga que me entrevistó me dijo que no
Marcela Zapata Meza
(Imagen: Universidad Anáhuac Sur).
8 | Egiptología 2.0
contaban con ningún patrocinio y que si quería traba-
jar allí, tendría que pagarme el billete y la estancia.
Finalmente logré trabajar tres meses en Egipto.
¿A quién pertenecía esa tumba?
Pertenecía al segundo sacerdote de Amón Pui-em-
Ra, de la faraona Hatshepsut, y de Tutmosis III. Es
una tumba que está situada en el Valle de los Nobles
y es la única que está siendo trabajada por un grupo
de mexicanos.
¿El objetivo principal era restaurarla?
Si, ya que habían construido casas sobre la tumbas.
Por medio del Ministerio de Antigüedades se proce-
dió a comprarles las viviendas y reubicarlos en otra
zona donde se habían construido unos edificios más
modernos, para así poder hacer un estudio comple-
to.
Esta tumba ya había sido saqueada por los que vi-
vían allí. El objetivo era darle una reconstrucción ar-
quitectónica y restaurarla. Tenía también un patio,
que es la parte que me tocó excavar.
¿Estaba en muy mal estado cuando llegasteis?
Si, sí que estaba en muy mal estado, yo no llegué
al principio pero vi fotografías. Cuando llegué ya
Marcela Zapata Meza
(Imagen: Universidad Anáhuac Sur).
habían realizado tres campañas y tenían muy avan-
zada la parte arquitectónica, únicamente faltaba la
parte arqueológica. Me asignaron el patio y fue muy
interesante porque localicé fragmentos de momia
que no tenían manera de identificarse, se encontra-
ron además muchos ushebtis que después fueron
analizados pero no pertenecían al sacerdote Pui-em-
Ra, por ello se sabe que el patio fue reutilizado como
enterramiento en épocas posteriores.
Trabajé solo en una campaña porque cuando iba a
volver nuevamente, se me presentó la oportunidad
de dirigir un proyecto de arqueología bíblica en Is-
rael. Presenté el proyecto, me dieron la licencia, y
tuve que valorar que me interesaba más, así que
desde 2010 soy la directora del ‘‘Proyecto Magdala’’
en Israel, donde también es la primera vez que tra-
baja un equipo de mexicanos.
Puedo deciros que soy una arqueóloga feliz, nunca
he descubierto una tumba, cuando llegué ya estaba
descubierta, pero me estoy reencontrando con un
pueblo del siglo I en Galilea. Después de todo este
tiempo entendí que la arqueología no es el descubri-
miento de una gran tumba o un tesoro, sigo soñando
con encontrar algo maravilloso.
Para mi el descubrimiento más bonito es un pequeño
fragmento de cerámica, una moneda o una semilla,
que me ayude a entender que posibilidades de in-
tercambio tenían con otras culturas, y he entendido
que la arqueología es comprender al hombre en su
proceso, en su desarrollo, en que pensaban, en que
creían, que comían, en fin, entender su vida cotidia-
na.
Marcela tu eres diplomada en lectura y escritura
jeroglífica, ¿Qué sentiste la primera vez que es-
tuviste delante de un jeroglífico y lo pudiste leer?
Bueno, lloré. Cuando entré en la tumba de Pui-em-
Ra, vi en una de las paredes inscripciones de parte
de una maldición y parte de una bendición, y cuando
comencé a leer “malditos aquellos que…” directa-
mente en la pared de la tumba, no de una fotografía
o de un libro, sino directamente de donde hace mu-
chos años alguien lo había escrito, lloré.
Los arquitectos me preguntaban porque lloraba, y yo
les explicaba que era un sueño que tenía desde pe-
queña y que por fin se cumplía.
Y está aquel año 2008, donde el primer fin de sema-
na que tuve libre, pude visitar la tumba de Tutankha-
món, estuve todo el día allí, no había quien me saca-
ra (ríe divertida).
¿En que se parecen las pirámides egipcias, a las
Egiptología 2.0 | 9
pirámides de tu país?
Pues realmente en nada y en mucho. En nada por-
que de momento no se ha descubierto aún que Teo-
tihuacán haya sido construida como morada para la
vida eterna. Se han encontrado ofrendas para los
dioses, pero ningún enterramiento de ningún gober-
nador.
En la zona Maya encontramos la tumba de Pakal,
que si tiene la intención de haber sido construida
como tumba pero las de Teotihuacán no, ahí tene-
mos la diferencia. Se parecen en la forma de cons-
truir, monumentos altos, como deseando acercarse
a sus dioses y dedicarles algo majestuoso.
De manera particular, la base de la pirámide del sol
de Teotihuacán, tiene la misma dimensión que la
base de la pirámide de Keops, sin embargo esta últi-
ma es mucho más alta y termina en forma piramidal,
la de Teotihuacán termina truncada, y en el centro
había un altar para sacrificios y esa es una gran dife-
rencia, las pirámides egipcias no servían para hacer
sacrificios a los dioses y las mexicanas, sí.
Antes nos has hablado del rey Pakal, ¿estaba
momificado como los antiguos egipcios?
No, tenía una momificación muy simple, más bien
por un proceso natural, por las condiciones del sue-
lo, en México no hubo una tradición ni un sistema de
momificación en ninguna de las épocas, ni en ningu-
na de las civilizaciones.
¿Estaba en un sarcófago?
Pues sí, estaba en una especie de sarcófago realiza-
do en basalto, y no una piedra caliza o granito como
pudieran hacerlo los egipcios, ni tampoco tenía dos,
tres o cuatro sarcófagos, ni estaba cubierto de oro.
En Mesoamérica no se conocían los metales, única-
mente el oro, pero en una época mucho más tardía,
en el Postclásico y en un trabajo más parecido a lo
que es el ‘‘oro de Colombia’’, laminas muy delgadas
de un oro muy fácil de trabajar.
¿Tenía algún tipo de textos funerarios que le ayu-
daran en su viaje al más allá?
No, únicamente el calendario Maya, y su nombre
que pudo identificarse después de mucho tiempo, de
hecho, todavía hay muchas estelas y altares de la
zona Maya con glifos que no han sido descifrados.
Todavía falta mucho estudio y conocimiento en Mé-
xico sobre los Mayas.
Cuéntanos, ¿Cómo está el nivel de la egiptología
en tu país? Marcela Zapata Meza
(Imagen: Universidad Anáhuac Sur).
Fatal, la única manera de estudiar egiptología es
viajar fuera de México o esperar que venga alguna
institución internacional para darnos cursos especia-
lizados. Aquí no hay forma de estudiar sobre Egipto,
Babilonia, Mesopotamia o Grecia, de hecho, cuando
yo estaba estudiando, siempre quise crear un centro
donde pudiéramos estudiar egiptología, o arqueolo-
gía bíblica, sin descuidar obviamente el México pre-
hispánico.
Ahora estoy trabajando en un centro de investiga-
ción de culturas de la antigüedad, que es el primero
que se creará en México, totalmente independiente
del INAH que es el equivalente al ministerio de anti-
güedades en Egipto, donde se podrá estudiar egipto-
logía, arqueología bíblica y especializarte en Medite-
rráneo antiguo. Ya tengo un equipo de profesionales
que han trabajado en Israel, Mesopotamia, Roma,
Grecia, y este año se inicia una licenciatura en his-
toria antigua donde podemos ofrecer cursos espe-
cializados en medio Oriente, Mediterráneo antiguo y
Egipto, con especialidades en historia, arqueología y
restauración.
Marcela los yacimientos arqueológicos de tu
país ¿están respetados, o están dados al vanda-
lismo?
Están respetados, la gran mayoría están vigilados
por el INAH y por la secretaría de cultura que es una
nueva institución creada para dar mayor protección
a todas las zonas arqueológicas. El problema que
10 | Egiptología 2.0
Sobre el autor
Marian Romero Gil, Directora, productora y presen-
tadora del programa de radio: ‘’Las enseñanzas de
Maat’’, donde podrás encontrar todo tipo de temas re-
lacionados con el antiguo Egipto. Todo ello de la mano
de Marian Romero Gil y su equipo de colaboradores.
El programa se emite todos los domingos a las 20:00
horas, en:
http://portalzona.com/maat.html
Media
http://xn--lasenseanzasdemaat-t0b.es
https://www.facebook.com/LasEnsenanzasDeMaat/
timeline
https://twitter.com/marian_egipto?lang=es
http://www.ivoox.com/podcast-ensenanzas-maat_sq_
f146256_1.html
Sobre Anáhuac México
Anáhuac México, es una comunidad universitaria que
contribuye e impulsa el proceso de formación integral
de las personas que por su excelente e innovadora
preparación profesional y cultural de nivel internacio-
nal, por su profunda formación humana y moral inspi-
rada en los valores perennes del humanismo cristia-
no, y por su genuina conciencia social sean líderes de
acción positiva que promuevan el desarrollo del ser
humano y de la sociedad.
“Anáhuac” significa literalmente: “cerca del agua”. Re-
gión de los lagos centrales que dio asiento a la capi-
tal azteca: Tenochtitlán, el centro más poblado y de
mayor desarrollo cultural de América Central, donde
ahora se alza la Ciudad de México y en ella, nuestra
Universidad.
http://www.anahuac.mx/mexico
tenemos es que el gobierno de México otorga muy poco presupuesto al INAH y tienen que decidir si lo utilizan
en la conservación o en la investigación, y desgraciadamente se invierte en los sitios más turísticos, entonces
hay muchos zonas que no llaman la atención al turista ya que no se les ha dado la atención adecuada y por ello
se están perdiendo.
La idea de esta secretaria, es fomentar la investigación y la conservación de nuestro patrimonio histórico, para
que no quede en un monopolio del gobierno como hasta ahora. Algo que puede reportar muchos beneficios
a México ya que permitirá que universidades como la mía, que no es del gobierno, puedan tener un proyecto.
Esta secretaria permitirá abrir el patrimonio para que pueda ser estudiado por aquellas instituciones que tengan
posibilidades económicas.
¿Hay alguna página web para que nuestros lectores puedan ver el proyecto en el que estás trabajando?
Si claro, es www.uas.mx y también pueden buscar información en Twitter: @anahuaccica
Marcela, muchas gracias por habernos atendido y te deseamos muchos éxitos tanto en tus excavacio-
nes como en ese proyecto universitario en México.
Al contrario, les agradezco que hayan tenido el detalle de llamar a México.
Egiptología 2.0 | 11
Testimonios del pasado
Alonso de Mendoza
La Piedra de Rosetta
Granodiorita. Dimensiones: 112,3 cm x 75,7 cm x 28,4 cm. Peso: 760 kg. Descubrimiento: julio de 1799, Fort
Julien (Rashid, Rosetta), por Pierre-François Bouchard. Datación: 196 a.C. (Período Ptolemaico). Localización
actual: British Museum (Londres); Sala 4 (escultura egipcia); EA34.
Parte frontal de la Piedra de Rosetta (Imagen: British Museum).
La piedra de Rosetta es un fragmento de estela egip-
cia, inscrita con un decreto publicado en Menfis en el
año 196 a.C. en nombre del faraón Ptolomeo V. El
decreto aparece en tres tipos de escrituras: el texto
superior en jeroglíficos, la parte intermedia en escri-
tura demótica y la inferior en griego antiguo. Gracias
a que presenta esencialmente el mismo contenido
en las tres inscripciones, con diferencias menores
entre ellas, esta piedra facilitó la clave para el enten-
dimiento moderno de la escritura jeroglífica.
Originalmente estaba dispuesta dentro de un tem-
plo, la estela fue probablemente trasladada durante
la época paleocristiana o la Edad Media y finalmente
usada como material de construcción en un fuerte
cerca de la localidad de Rashid (Rosetta). Allí fue
hallada en 1799 por el soldado Pierre-François Bou-
chard durante la campaña francesa en Egipto. Las
tropas británicas derrotaron a las francesas en Egip-
to en 1801 y la piedra original acabó en posesión
inglesa bajo la Capitulación de Alejandría. Transpor-
tada a Londres, lleva expuesta al público desde 1802
en el British Museum.
Debido a que fue el primer texto plurilingüe antiguo
descubierto en tiempos modernos, la Piedra de Ro-
setta despertó el interés público por su potencial
para descifrar la hasta entonces ininteligible escritu-
ra jeroglífica, y en consecuencia sus copias litográ-
ficas y de yeso comenzaron a circular entre los mu-
12 | Egiptología 2.0
seos y los eruditos europeos. La primera traducción completa del texto en griego apareció en 1803, pero no fue
hasta 1822 cuando Jean-François Champollion anunció en París el descifrado de los textos jeroglíficos, mucho
antes de que los lingüistas fueran capaces de leer con seguridad otras inscripciones y textos del antiguo Egipto.
Los principales avances de la decodificación fueron el reconocimiento de que la estela ofrece tres versiones del
mismo texto, que el texto demótico usa caracteres fonéticos para escribir nombres extranjeros, que el texto je-
roglífico también lo hace así y tiene similitudes generales con el demótico y que, además de ser usados para los
nombres extranjeros, los caracteres fonéticos también fueron usados para escribir palabras nativas egipcias.
La Piedra de Rosetta tiene 112,3 cm de altura, 75,7 cm de ancho y 28,4 cm de espesor, mientras que su peso
se estima aproximadamente en 760 kg. La superficie frontal está pulida y las inscripciones ligeramente incisas
en ella, los laterales están suavizados y la parte posterior está toscamente trabajada, sin duda porque no estaba
a la vista en su ubicación original.
En algún momento después de su llegada a Londres las inscripciones de la estela fueron rellenadas con tiza
blanca para hacerlas más legibles, mientras que el resto de la superficie fue cubierta por una capa de cera de
carnaúba destinada a protegerla de los dedos de los visitantes, lo que le dio un color negro a la piedra, que
llevó a su identificación errónea como basalto negro. Estas adiciones fueron retiradas en una limpieza que se
le practicó en 1999 y que reveló el gris oscuro original, el brillo de su estructura cristalina y las vetas rosas que
recorren su esquina superior izquierda.
Laterales izquierdo y derecho, con inscripciones en inglés y parte posterior
(Imágenes: British Museum y Wikimedia Commons).
La piedra de Rosetta es un fragmento de una estela más grande, aunque posteriormente no se encontraron
otras partes en el lugar en que fue hallada. Debido a que le faltan fragmentos, ninguno de sus textos está
completo. El más dañado es el superior, escrito en jeroglífico, del que solo son visibles catorce líneas, todas
interrumpidas en su lado derecho y doce de ellas incompletas en el lateral izquierdo. El siguiente registro escrito
en demótico, tiene treinta y dos líneas, catorce de las cuales están ligeramente dañadas en el lado derecho. El
texto inferior en griego cuenta con cincuenta y cuatro líneas, veintisiete de ellas completas y el resto gradual-
mente dañadas por la rotura diagonal de la esquina inferior derecha de la estela.
La extensión completa del texto jeroglífico y el tamaño total de la estela original, puede ser estimada sobre la
base de la comparación con otras estelas que han perdurado, incluidas otras copias del mismo decreto. El an-
terior decreto de Canopo, creado en el 238 a.C. durante el reinado de Ptolomeo III, tiene 219 cm de alto y 82 de
Egiptología 2.0 | 13
ancho, y contiene treinta y seis líneas de texto jero-
glífico, setenta y tres de demótico y setenta y cuatro
de griego con textos de similar longitud. Con esta
comparación se puede estimar que se han perdido
catorce o quince líneas del texto jeroglífico de la Pie-
dra de Rosetta, unos 30 cm. Además de las inscrip-
ciones, seguramente presentaba una escena que
representaba al faraón presentándose a los dioses,
coronada por un disco alado como en la estela de
Canopus. Estos paralelismos, y un signo jeroglífico
para ‘‘estela’’ en la misma piedra sugieren que ori-
ginalmente tenía un remate superior redondeado y
que su altura alcanzaba los 149 cm.
El decreto de Menfis.
La estela fue elaborada tras la coronación de Ptolo-
meo V y se le inscribió un decreto que establecía el
culto divino al nuevo gobernante, dictado por un con-
greso de sacerdotes reunidos en Menfis. La fecha
que se da del mismo, ‘‘4 Xandicus’’ del calendario
macedonio y ‘‘18 Meshir’’ del egipcio, se correspon-
de con el 27 de marzo de 196 a.C., noveno año del
reinado de Ptolomeo V. Esto se confirma al producir-
se el nombramiento de cuatro sacerdotes que oficia-
ron en el mismo año.
Sin embargo, se da una segunda fecha en el texto
griego y en el jeroglífico, correspondiente con el 27
de noviembre del 197 a.C., aniversario oficial de la
coronación de Ptolomeo V. La inscripción en demóti-
co está en contradicción con este dato, pues incluye
una lista de días de marzo para el decreto y el ani-
versario, y aunque no se sabe el porqué de estas
discrepancias, está claro que el decreto se publicó
en 196 a.C. y tenía la intención de restablecer el do-
Posible reconstrucción de la Piedra de Rosetta
(Imagen: British Museum).
minio de los faraones ptolemaicos sobre Egipto.
El decreto data de un período turbulento en la historia de Egipto. Ptolomeo V Epífanes (faraón entre el 204 y el
181 a.C.), se convirtió en gobernante a la edad de cinco años tras la muerte repentina de sus padres, ambos
asesinados, de acuerdo a fuentes coetáneas, en una conspiración que involucró a la amante de Ptolomeo IV,
Agatoclea. Los conspiradores gobernaron Egipto como guardianes de Ptolomeo V hasta que, dos años des-
pués, estalló una revolución liderada por el general Tlepólemo, y Agatoclea y su familia fueron linchados por
una turba en Alejandría. Tlepólemo fue sustituido como tutor en el 201 a.C. por Aristómenes de Alyzia, que era
primer ministro en la época del decreto de Menfis.
Los poderes extranjeros agravaron los problemas internos del reino de Ptolomeo. Antíoco III el Grande y Filipo
V de Macedonia hicieron un pacto para dividir las posesiones ultramarinas de Egipto, pues Filipo se había apo-
derado de varias ciudades e islas de Tracia y Caria, mientras que la batalla de Panio (198 a.C.) había causado
la transferencia de Celesiria, con Judea incluida, de los Ptolomeos a los Seléucidas. Mientras tanto, en el sur de
Egipto existía una revuelta enquistada que había comenzado en el reinado de Ptolomeo IV y que estuvo lidera-
da por Horunnefer y luego por su sucesor Anjunnefer. Tanto la guerra como la revuelta interna seguían activas
cuando el joven Ptolomeo V fue oficialmente coronado en Menfis a la edad de 12 años (siete años después del
inicio de su reinado tutelado) y cuando se publicó el decreto de Menfis.
La estela de Rosetta presenta ciertas similitudes con otras estelas de donación que representan al faraón go-
bernante concediendo una exención de impuestos a los sacerdotes residentes. Los faraones habían elaborado
este tipo de estelas durante dos mil años, pues las más antiguas datan del Imperio Antiguo. Aunque en las
14 | Egiptología 2.0
primeras etapas estos decretos eran emitidos por el propio faraón, el decreto de Menfis fue publicado por los
sacerdotes, garantes de la cultura tradicional egipcia. El decreto deja constancia que Ptolomeo V regaló plata
y grano a los templos, y que en su octavo año de reinado, durante una inundación especialmente alta del Nilo,
ordenó embalsar las aguas sobrantes para beneficio de los agricultores. A cambio de estas acciones los sacer-
dotes elevaron plegarias en el cumpleaños del faraón, el día de coronación sería celebrado anualmente y todos
los sacerdotes de Egipto le servirían junto a los otros dioses. El decreto concluye con la instrucción de que una
copia fuera colocada en cada templo, inscrita con el ‘‘lenguaje de los dioses’’ (jeroglífico), el ‘‘lenguaje de los
documentos’’ (demótico) y el ‘‘lenguaje de los griegos’’ usado por el gobierno Ptolemaico.
Asegurar el favor de la casta sacerdotal era esencial para los faraones ptolemaicos a fin de conservar un con-
trol efectivo sobre el pueblo. Los Sumos Sacerdotes de Menfis, ciudad en que fue coronado el faraón, eran
particularmente poderosos por ser la máxima autoridad religiosa de la época y tener influencia en todo el reino.
Dado que el decreto fue publicado en Menfis, la antigua capital de Egipto, en lugar de en Alejandría, centro
de gobierno de los ptolomeos, es evidente que el joven faraón quería ganarse su apoyo activo. Por lo tanto,
aunque el gobierno de Egipto había sido de habla griega desde las conquistas de Alejandro Magno, el decreto
de Menfis, al igual que los dos anteriores decretos, incluyó textos en egipcio para mostrar su relevancia para el
pueblo general por medio de la escritura de los sacerdotes egipcios.
No existe una traducción definitiva del decreto a ninguna lengua moderna debido a las pequeñas diferencias
entre los tres textos originales y a que se continúa desarrollando el conocimiento de las escrituras antiguas. A
continuación se ofrece una transcripción de los textos del decreto, traducida de la completa versión inglesa ofre-
cida por Edwyn R. Bevan en The House of Ptolemy (1927), basada en el texto griego y con comentarios sobre
las variaciones entre este y los dos textos egipcios. La versión de Bevan, resumida, comienza así:
En el reinado del joven -quien ha recibido la realeza de su padre- señor de las coronas, glorioso, que ha con-
solidado Egipto y es piadoso hacia los dioses, superior a sus enemigos, quien ha restablecido la vida civilizada
de los hombres, señor de las Fiestas de los Treinta Años, como Hefesto el Grande; un faraón, como el Sol, el
gran faraón de las regiones alta y baja, descendiente de los Dioses Filopatores, a quien Hefesto ha aprobado,
a quien el sol le ha dado la victoria, imagen viviente de Zeus, hijo del Sol, Ptolomeo eterno amado por Ptah; en
el noveno año, cuando Aëtus, hijo de Aëtus, era sacerdote de Alejandro…;
Los sumos sacerdotes y los profetas y los que entran en el sagrario para vestir a los dioses, y los portadores
de plumas y los escribas sagrados, y todos los demás sacerdotes... estando reunidos en el templo de Menfis
en este día, declararon:
Desde que reina el faraón Ptolomeo, el eterno, el amado de Ptah, el dios Epífanes Eucaristos, el hijo del rey
Ptolomeo y la reina Arsínoe, dioses Filopatores, han sido muy beneficiados tanto los templos como los que vi-
ven en ellos, además de todos los que de él dependen, siendo un dios nacido de dios y diosa (como Horus, hijo
de Isis y Osiris, quien vengó a su padre), y siendo benevolentemente dispuesto hacia los dioses, ha dedicado
a los ingresos de los templos dinero y grano, y ha invertido mucho dinero para la prosperidad de Egipto, y ha
consolidado los templos, ha sido generoso con todos sus medios, y de los ingresos y los impuestos que recibe
de Egipto una parte ha sido condonada completamente y otra reducida a fin de que el pueblo y todo lo demás
sea próspero durante su reinado… ;
Ha parecido bien a los sacerdotes de todos los templos en la tierra aumentar considerablemente los honores
existentes al faraón Ptolomeo, el eterno, el amado de Ptah… y se celebrará una fiesta por el faraón Ptolomeo,
el eterno, el amado de Ptah, el Dios Epífanes Eucaristos, anualmente en todos los templos de la tierra desde
el primero de Tot durante cinco días en los que se deben lucir guirnaldas, realizar sacrificios y los otros hono-
res habituales; y los sacerdotes deberán ser llamados sacerdotes del Dios Epífanes Eucaristos además de los
nombres de los otros dioses a quienes sirven, y su clero se inscribirá a todos los documentos formales y los
particulares también podrán celebrar la fiesta y erigir el mencionado altar, y tenerlo en sus casas, realizando los
honores de costumbre en las fiestas, tanto mensual como anualmente, con el fin de que pueda ser conocida
por todos los hombres de Egipto la magnificencia y el honor del Dios Epífanes Eucaristos el faraón, de acuerdo
con la ley.
Casi con toda seguridad la estela no fue elaborada en la localidad de Rashid (Rosetta) donde fue hallada, y
probablemente proceda de un templo situado en el interior del territorio egipcio, seguramente la ciudad real
de Sais. El templo del que procedía debió ser cerrado en torno al 392 d.C. cuando el emperador del Imperio
Egiptología 2.0 | 15Piedra de Rosetta (Imagen: Shifiku).
16 | Egiptología 2.0
Romano de Oriente, Teodosio I, ordenó la clausura de todos los templos de culto no cristiano. En algún mo-
mento la estela se partió y su fragmento más grande es lo que hoy se conoce como Piedra de Rosetta. Los
antiguos templos egipcios fueron utilizados más tarde como canteras para nuevas construcciones, y la estela
fue probablemente reutilizada como tal. Más tarde fue incorporada a los cimientos de una fortaleza construida
por el sultán mameluco Qaitbey (1416/18-1496) para defender el brazo bolbitino del Nilo en Rashid, donde
permaneció otros tres siglos.
Desde el descubrimiento de la piedra de Rosetta se han hallado otras dos inscripciones del decreto de Menfis:
la estela Nubayrah y una inscripción encontrada en el Templo de Filé. A diferencia de la de Rosetta, sus jeroglí-
ficos estaban relativamente intactos, y aunque las inscripciones de la estela de Rashid habían sido descifradas
mucho antes del descubrimiento de las otras copias del decreto, egiptólogos posteriores como Ernest Wallis
Budge las usaron para complementar los jeroglíficos de las partes perdidas de la Piedra de Rosetta.
Fotografía de la piedra Rosetta en blanco y negro y alto
contraste, para permitir su lectura
(Imagen: Wikimedia Commons).
Hallazgo.
Durante la campaña en Egipto de Napoleón Bonapar-
te en 1798 el ejército expedicionario iba acompañado
por la Commission des Sciences et des Arts, un cuerpo
compuesto por 167 expertos técnicos. El 15 de julio de
1799, mientras los soldados franceses bajo mando del
coronel d’Hautpoul trabajaban en el refuerzo de las de-
fensas del fuerte Julien, situado a unos 3 km al noreste
de la ciudad portuaria egipcia de Rashid (Rosetta), el
teniente Pierre-François Bouchard avistó en un lugar
donde los soldados habían excavado una placa con ins-
cripciones en una de sus caras. Él y d’Hautpoul vieron
de inmediato que podía ser importante e informaron al
general Jacques-François Menou, que se encontraba en
Rosetta.
El hallazgo fue anunciado a la recién creada asociación
científica de Napoleón en El Cairo, el Institut d’Égypte,
a través de un informe redactado por el miembro de la
comisión Michel Ange Lancret, quien apuntaba que con-
tenía tres inscripciones, la primera en jeroglíficos y la
tercera en griego, y sugería acertadamente que todas
las inscripciones podían ser versiones de un mismo tex-
to. El informe de Lancret, fechado el 19 de julio de 1799,
fue leído en una reunión del Instituto el 25 de julio. Mien-
tras tanto Bouchard transportó la piedra a El Cairo para
que fuera examinada por expertos. El propio Napoleón
inspeccionó la que ya había empezado a llamarse La
Pierre de Rosette (la Piedra de Rosetta) poco antes de su regreso a Francia en agosto de 1799.
El descubrimiento fue anunciado en septiembre en el Courrier de l’Égypte, el periódico oficial de la expedición
francesa, donde un reportero anónimo expresaba la esperanza de que la piedra fuera algún día la clave para
descifrar los jeroglíficos egipcios. En 1800 tres de los expertos técnicos de la comisión idearon algunas formas
de hacer copias de los textos de la piedra y uno de ellos, el impresor y lingüista Jean-Joseph Marcel, es reco-
nocido como el primero en percatarse que el texto central, que se pensaba siríaco, estaba de hecho escrito en
demótico egipcio, raramente usado para inscripciones y por tanto muy poco visto por los eruditos de la época.
Fue el artista e inventor Nicolas-Jacques Conté quien encontró la manera de usar la piedra como un bloque de
impresión, y Antoine Galland empleó un sistema ligeramente distinto para reproducir las inscripciones. Las im-
presiones resultantes fueron llevadas a París por el general Charles Dugua, por lo que los estudiosos europeos
podrían ya ver las inscripciones e intentar leerlas.
Tras la marcha de Napoleón, las tropas francesas rechazaron los ataques británicos y otomanos durante 18 me-
ses, hasta que en marzo de 1801 los ingleses desembarcaron en la bahía deAbukir. El general Jacques-François
Menou, uno de los primeros en ver la Piedra de Rosetta, era entonces comandante de la expedición francesa.
Egiptología 2.0 | 17
Sus tropas, incluida la comisión, se dirigieron al norte hacia la costa mediterránea para encontrarse con el ene-
migo, transportando la piedra junto con otras antigüedades. Derrotado en la batalla, Menou y los restos de su
ejército, portando la piedra, se retiraron a Alejandría, donde fueron rodeados, sitiados y obligados a rendirse el
30 de agosto.
Tras la rendición surgió una disputa sobre el destino de los descubrimientos arqueológicos y científicos france-
ses en Egipto, entre ellos un grupo de artefactos, especímenes biológicos, notas, planos y dibujos reunidos por
los miembros de la comisión. Menou rehusó entregarlos, alegando que pertenecían al Instituto, pero el general
británico John Hely-Hutchinson se negó a liberar la ciudad hasta que Menou se los entregara. Los académicos
Edward Daniel Clarke y William Richard Hamilton, recién llegados de Inglaterra, accedieron a examinar las co-
lecciones y dijeron haber visto muchos objetos que los galos no habían revelado, y Clarke no dudó en afirmar
en una carta a su casa que ‘‘encontramos en su posesión mucho más de lo que hubiéramos imaginado’’.
Cuando Hutchinson reclamó que todos los materiales eran propiedad de la corona británica, un académico fran-
cés, Étienne Geoffroy Saint-Hilaire, dijo a Clarke y Hamilton que preferían quemar todos sus descubrimientos
a entregarlos. Clarke y Hamilton hicieron saber la posición de los franceses y Hutchinson finalmente accedió
a que elementos como los especímenes naturales permanecieran en la propiedad privada de los académicos
franceses. Menou reclamó rápidamente la Piedra de Rosetta como su propiedad privada, pues si ello hubiera
sido aceptado la estela habría ido a Francia, pero el general Hutchinson también era consciente de su valor y no
accedió a la petición de Menou. Finalmente se alcanzó un acuerdo y la transferencia de objetos fue incluida en
la Capitulación de Alejandría, firmada por los representantes de las fuerzas británicas, francesas y otomanas.
No está claro cómo se transfirió exactamente la piedra de manos francesas a británicas, pues los relatos di-
fieren. El coronel Tomkyns Hilgrove Turner, que la trasladó a Inglaterra, dijo más tarde que él personalmente
la confiscó de manos de Menou y la cargó en un armón. En un relato mucho más detallado, Edward Daniel
Clarke afirma que un ‘‘funcionario y miembro del Instituto’’ francés había llevado secretamente a su alumno
John Cripps y a Hamilton a la calle tras la residencia de Menou y les había enseñado la piedra, oculta bajo unas
alfombras protectoras en el equipaje del general francés. De acuerdo con Clarke, su informante temía que la
estela fuera robada si los soldados franceses la veían. Hutchinson fue informado y la piedra fue arrebatada,
posiblemente por Turner y su armón.
Turner llevó la piedra a Inglaterra a bordo de la fragata francesa capturada HMS Egyptienne, y llegó a Ports-
mouth en febrero de 1802. Sus órdenes eran presentarla junto a otras antigüedades al rey Jorge III, quien,
representado por el Secretario de Guerra Lord Hobart, ordenó que debía ser colocada en el Museo Británico.
De acuerdo al relato de Turner, él instó, y Hobart accedió, a que la estela fuera presentada a los académicos de
la Sociedad de Anticuarios de Londres, de la que Turner era miembro. Fue vista y debatida allí en una reunión
el 11 de marzo de 1802.
Durante 1802 la Sociedad creó cuatro modelos en yeso de las inscripciones, que fueron entregados a las uni-
versidades de Oxford, Cambridge, Edimburgo y el Trinity College de Dublín. Poco después se hicieron copias
impresas de las inscripciones, que circularon entre los eruditos europeos, y a finales de 1802 la piedra fue
transferida al Museo Británico, donde permanece hoy. Se le hicieron nuevas inscripciones en inglés, pintadas
en blanco en los laterales de la losa, indicando que fue ’’capturada por el ejército británico’’ y ‘‘presentada por
el rey Jorge III’’.
La piedra ha sido exhibida de forma casi continua en el Museo Británico desde junio de 1802. Formaba parte
de una colección de antiguos objetos egipcios capturados a la expedición francesa que incluían el sarcófago
de Nectanebo II o la estatua de un sumo sacerdote de Amón. Pronto se descubrió que los objetos pétreos eran
demasiado pesados para los suelos de la Casa Montagu, edificio original del Museo Británico, y fueron trasla-
dados a una nueva zona construida dentro de la mansión. La Piedra de Rosetta fue trasladada a la galería de
esculturas en 1834, poco después de que la Casa Montagu fuera demolida y remplazada por el edificio que
actualmente alberga el Museo Británico.
La Piedra de Rosetta fue exhibida inicialmente con un ligero ángulo de inclinación sobre la horizontal y descan-
saba en un soporte de metal hecho ex profeso y que requirió de una leve talla de sus laterales para asegurar la
estabilidad. En un principio no tenía cubierta protectora, y a pesar de los esfuerzos por evitar que la tocaran los
visitantes, en 1874 se hizo necesario colocarle una estructura de protección. Desde 2004 la piedra se expone
en una vitrina especial en el centro de la Galería de Escultura Egipcia. Una réplica de la Piedra de Rosetta con
18 | Egiptología 2.0
el aspecto que presentaba
a los visitantes a inicios del
siglo XIX, sin cristal y libre
para ser tocada, se exhibe
en la Biblioteca del Rey del
Museo Británico.
Hacia el final de la Primera
Guerra Mundial, en 1917,
los responsables del mu-
seo estaban preocupados
por los intensos bombar-
deos de Londres y se tras-
ladó la piedra por su segu-
ridad junto a otros objetos
de valor.
La estela permaneció los
siguientes dos años en una
estación del Ferrocarril del
Servicio Postal de Londres
en Mount Pleasant, a quin-
ce metros por debajo del
nivel del suelo. Además
de en tiempo de guerra, la
Ubicación actual de la Piedra de Rosetta
(Imagen: British Museum).
Piedra de Rosetta ha abandonado el museo una sola vez, durante un mes, en octubre de 1972 para ser ex-
hibida junto a la famosa carta de Champollion en el Museo del Louvre de París, en el 150º aniversario de la
publicación de la carta que se considera el inicio del descifrado de los jeroglíficos egipcios. Incluso cuando la
piedra estaba siendo restaurada en 1999 los trabajos se llevaron a cabo en la galería para que siguiera estando
a la vista del público.
El trabajo actual en la piedra se centra en el conocimiento completo de las inscripciones y su contexto mediante
la comparación de cada una de las tres versiones entre ellas. En 1824 el erudito clasicista Antoine-Jean Letron-
ne se comprometió a realizar una nueva traducción literal del texto griego para el uso de Champollion, y este a
cambio prometió un análisis de todos los puntos en que parecían diferir las tres versiones. Tras la muerte repen-
tina de Champollion en 1832 no se pudo encontrar su proyecto de análisis, y el trabajo de Letronne se estancó.
A la muerte en 1838 de François Salvolini, antiguo alumno y asistente de Champollion, este y otros proyectos
perdidos se encontraron entre sus papeles, demostrando además que la publicación de Salvolini sobre la pie-
dra en 1837 era plagio. Letronne fue capaz al fin de completar su comentario sobre el texto griego y su nueva
traducción al francés, que apareció en 1841. Durante la década de 1850 dos egiptólogos alemanes, Heinrich
Karl Brugsch y Max Uhlemann, realizaron traducciones latinas revisadas basadas en los textos demótico y je-
roglífico.
La cuestión sobre cuál es el texto original del que los otros dos son traducciones sigue siendo controvertida.
En 1841 Letronne intentó demostrar que la original era la versión griega, el idioma del gobierno egipcio bajo
la dominación ptolemaica. Entre los autores recientes, John Ray ha afirmado que ‘‘los jeroglíficos eran las ins-
cripciones más importantes sobre piedra: estaban ahí para que los leyeran los dioses y el más erudito de sus
sacerdotes’’.
Philippe Derchain y Heinz Josef Thissen han argumentado que las tres versiones fueron creadas simultánea-
mente, mientras que Stephen Quirke ve en el decreto ‘‘una intrincada fusión de tres tradiciones textuales vita-
les’’. Richard Parkinson señala que la versión jeroglífica, alejada del formalismo arcaico, cae de vez en cuando
en un lenguaje cercano al registro demótico que los sacerdotes usaban más a menudo en la vida diaria.
El hecho de que las tres versiones no puedan ser comparadas palabra por palabra ayuda a entender por qué
su desciframiento ha sido más difícil de lo inicialmente esperado, especialmente para aquellos estudiosos que
estaban esperando una clave bilingüe exacta para los jeroglíficos egipcios.
Egiptología 2.0 | 19
La Génesis de Kemet
Cuando, durante la segunda mitad del siglo XVI a.C., Amhosis
acaudilló sus fuerzas río abajo, hacia el Delta, con el objetivo de
expulsar a los extranjeros que allí se encontraban asentados, en
lo que se ha dado por denominar la “Guerra de Liberación”, ponía
fin a más dos siglos y medio, aproximadamente, de presencia
hicsa en el Bajo Egipto, y con ello concluía, y ponía el colofón,
a la obra tan anhelada por los príncipes tebanos, que, desde el
maltrecho Sequenenra Taa, padre del fundador de la XVIII dinas-
tía, o Kamose, su hermano, habían soñado con volver a unir todo
el Valle, el Alto y Bajo Egipto, bajo la égida de un solo monarca,
cuya cabeza coronaría de nuevo la Doble Corona, como sinónimo
de su poder sobre Las Dos Tierras.
A partir de ese momento, y durante unos cinco siglos aproximada-
mente, “El Don del Nilo” iba a alcanzar el clímax como cultura, su
éxtasis como civilización y como gran potencia en la zona, para,
luego, languidecer poco a poco, hasta convertirse (hecho cono-
cido por todos gracias a “Marco Antonio y Cleopatra” de Shakes-
peare o a la inolvidable actuación de Elizabeth Taylor, entre otras
obras) en una más de las provincias romanas.
Esos quinientos años marcaron los estudios de la historia egip-
cia, pues han sido, y son, el período más conocido de su dilatada
existencia, etapa idolatrada, admirada y fascinante, tanto para
los investigadores profesionales, como para los aficionados, de
tal forma que personajes como Akenatón, Nefertiti, Hatshepsut,
Cabeza de Amhosis. 1150-1525 a.C.
(Imagen: Metropolitan Museum, New York).
Nefertari, etc. han llenado, y llenan páginas y páginas de libros, revistas, documentales, películas, etc.
Sin embargo, para alcanzar este esplendor, esta magnificencia, y al igual que todo ser vivo, obtener y lograr
esta madurez, para, posteriormente, sumirse en un invierno que conduciría a un final inevitable, de la misma
forma, es necesario un origen, un principio que asiente gradualmente, lentamente, las bases de esta futura
suntuosidad, de la fastuosidad del arte egipcio, y, aunque no tan deslumbrante en lozanía, no por ello menos
interesante, y no por ello hay que dejarlo de lado, ya que estos comienzos supondrían el germen de lo que más
tarde sería el grandioso Egipto.
Un aproximación a los momentos iniciales.
Nos encontramos en los últimos momentos de agonía del Paleolítico Superior. El territorio septentrional del
continente africano lleva sufriendo, durante varios miles de años, la acometida de una fase de fuerte sequía, la
cual, provoca que, durante este período, las grandes estepas se encuentren deshabitadas, pues los pequeños
grupos humanos cazadores-recolectores se han visto obligados a arremolinarse en torno a diferentes puntos
o lugares concretos, algunos de ellos adyacentes al Nilo, cuya fisonomía debía de ser bastante diferente a la
actual.
Pero, con el fin del Pleistoceno, hacia el 12/10000 a.C. y paralelo, a su vez, al término del Paleolítico, la clima-
tología sufría una serie de cambios y variaciones que llevaron a la desaparición de las glaciaciones que habían
padecido durante milenios, o millones de años, los territorios boreales de Europa y Norteamérica fundamental-
mente. Las planicies desérticas y desoladas del Norte de África también se veían sujetas a estos fenómenos
climatológicos, pues los factores medioambientales que iban a ejercerse y desplegarse sobre ellas trajeron
Historia
Hipólito Pecci Tenrero
20 | Egiptología 2.0
consigo un mayor porcentaje de humedad, cuyo
poder de impregnación y penetración transformaría
progresivamente el paisaje.
Es así, como durante el VIII mileno a.C. en el Próxi-
mo Oriente se asiste a un hecho hasta ese momento
inimaginable, el ser humano ha desarrollado las téc-
nicas y la capacidad suficientes para hacerse con el
control de diferentes especies animales y vegetales,
las cuales, milenios antes, no había tenido más re-
medio que cazar y recolectar.
Con ello las poblaciones comienzan un proceso de
sedentarización que transformará totalmente las for-
mas de vida conocidas hasta el momento, y es en
Jericó, asentamiento situado en el Valle del Jordán,
donde este hecho se evidencia nítidamente, puesto
que es aquí donde se lleva a cabo por primera vez
un cultivo totalmente manipulado.
De esta forma, ya no se trataba de una simple re-
colección intensiva, esta vez, la mano del hombre
fue la responsable de la domesticación y labores de
siembra de diferentes especies vegetales.
De esta suerte, se presentaba una situación nueva,
pues durante los milenios siguientes, los grupos de-
jaron paulatinamente de vagar en pos de las mana-
das de animales, asentándose cerca de las zonas
fértiles aledañas a los ríos, lo que implicaba el surgi-
miento de poblaciones permanentes, y con ello, un
cambio drástico en la sociedad.
Indudablemente, el dominio de las técnicas agrícolas
y la estabulación del ganado permitieron reducir la
mano de obra concentrada en la búsqueda de ali-
mento, acontecimiento que dio alas a una diversifi-
cación y especialización del trabajo, amén de una
intensificación de los contactos comerciales con los
excedentes alimentarios y los productos artesanales.
Durante el transcurso del V/IV milenio a.C., mientras
que en diferentes regiones de Europa se estaba dan-
do el fenómeno megalítico, basado en la erección
de monumentos arquitectónicos de uso funerario o
ritual con rocas de grandes dimensiones, en el Próxi-
mo Oriente, en Mesopotamia ya se vislumbran las
primeras ciudades erigidas por los miembros de la
cultura sumeria, Uruk, Ur o Nínive.
Estos acontecimientos propiciaron el surgimiento de
diversos avances trascendentales en el devenir his-
tórico de las sociedades, pues marcarían una fron-
tera entre un pasado, conocido únicamente por las
fuentes orales, y un presente, y futuro, en el que los
acontecimientos podrían plasmarse por escrito.
Efectivamente, hacia el año 3250 a.C., aproximada-
mente unos trescientos años después de cimentarse
la ciudad como centro absoluto de poder, se aplicaba
por primera vez a unas tablillas de arcilla una serie
de signos, conocidos como escritura cuneiforme, con
los que poder gestionar y llevar el control del comer-
cio y la administración de la riqueza de los templos.
De esta forma se daba un paso gigantesco en la
organización y dirección de los asentamientos, una
mayor intervención de la autoridad, gobernantes que
extendían su poder a todos los recovecos, a todos
los rincones de sus dominios.
A este gran adelanto se irían añadiendo otros mu-
chos de gran calado en la sociedad, como sería la
aparición de la rueda unos trescientos años antes,
o el uso del cobre, que hacia finales de este periodo
ya se encontraba bastante arraigado, puesto que su
trabajo se llevaba realizando desde unos dos o tres
milenios antes, si bien, dependiendo de las zonas
geográficas.
El Valle del Nilo no sería ajeno a estos cambios, y de
esta manera, a lo largo del río, conocido en momen-
tos posteriores como “Iteru”, florecerían de forma pa-
ralela diferentes culturas, hasta que hacia el 3100
a.C., una de estas poblaciones, procedente del Sur,
logró imponerse sobre el resto, unificando el Alto y
el Bajo Egipto en la persona de Menes, fundador de
la primera capital del reino, Menfis “El Muro Blanco”.
Cabeza de piedra caliza de un rey.
Según Petrie podría ser Menes
(Imagen: Petrie Museum).
“...Y decían que el primer hombre que reinó en Egip-
to fue Mina; en su tiempo todo Egipto, excepto el
nomo de Tebas, era un pantano, y no emergía de
Egiptología 2.0 | 21
las aguas ninguna parte del país que ahora se halla más abajo del lago Meris, al cual se llega desde el mar
navegando siete días río arriba. Y lo que decían de su país me pareció exacto. Pues evidente, para un hombre
juicioso, sin haber sido informado previamente, con sólo verlo, que el Egipto al que los griegos llegan por mar
es para los egipcios tierra adquirida y un don del río, y también la zona más arriba de este lago hasta tres días
de navegación, de la que los sacerdotes ya no me dijeron nada parecido, pero que es de igual formación... ”
Hacia el 8000 a.C., el monzón tropical, que usualmente soplaba hacia el Sur, súbitamente cambió de dirección,
encaminándose al septentrión y liberando a su paso, en una serie de diluvios, tal cantidad de lluvia que en las
tierras desérticas se formaron grandes estanques, a cuyo alrededor surgió un oasis de vegetación con caza,
pesca y pastos suficientes para mantener diferentes comunidades.
Uno de estos asentamientos fue localizado a un centenar de kilómetros aproximadamente, al oeste del Valle,
durante la primera mitad de los años setenta del siglo XX por Fred Wendorf, Antropólogo de la Universidad
Metodista del Sur (Dallas, Texas), recibiendo el nombre de Playa Nabta, y constituyendo, quizás, el germen de
las poblaciones asentadas a lo largo del Nilo, puesto que, debido a las variaciones climáticas, hacia el V mileno
a.C. el monzón sufrió una nueva modificación, retornando a su trayectoria habitual, es decir, hacia el Medio-
día, lo que llevó a un cese de las lluvias en el Norte, y por ende, a una preponderancia del desierto, haciendo
desaparecer todos los depósitos de agua, y, por tanto, obligando a sus moradores a comenzar un largo éxodo.
Gradualmente, sus pasos les empujaban a los parajes próximos al Gran Río, donde se abría un abanico de
posibilidades, pues ante ellos emergía un vergel en el cual la vida, y por tanto la caza, fluía por doquier, además
de constituir un terreno idóneo para la práctica de la agricultura.
Playa Nabta poseía una particularidad que hace de este asentamiento un lugar único en fechas tan tempranas.
Unos dos mil años antes de que se erigiera Stonehenge, en este paraje se levantó un conjunto megalítico com-
puesto por losas obtenidas en una cantera distante un par de kilómetros, que forman un pequeño crómlech con
funciones astronómicas, tal como explica, el codirector de la excavación, Romauld Schild, de la Academia Po-
laca de Ciencias (Varsovia, Polonia), por lo que el círculo tendría como misión predecir la llegada de las lluvias,
es decir, un calendario constituido por un anillo de un diámetro máximo de cinco metros, y dos alineaciones de
piedras verticales, una de ellas señalando al Norte, y la otra a la posición que ocuparía el sol el día 21 de junio,
comienzo del verano, y de las lluvias, en esta zona.
Situación de la Playa Nabta (Imagen: Wikimedia Commons).
Playa Nabta
Asentamiento humano
IX - VI m.a.C.
22 | Egiptología 2.0
Además de este monumento, se han localizado va-
rias losas que podrían estar identificando la posición
de enterramientos, quizás pertenecientes a ciertos
personajes importantes, lo que supondría la existen-
cia de algún tipo de estructuración social en la que se
evidenciaría un sistema jerarquizado, posiblemente
una jefatura, que denota una organización suficiente
para la aparición de grupos más o menos complejos.
Sea como fuere, con estas bases, hacia mediados
del VI m.a.C. o principios del milenio siguiente, cuan-
do los habitantes de Playa Nabta ya se habían asen-
tado en el Valle del Nilo, el territorio se iría poblando
paulatinamente, extendiéndose durante el transcur-
so del Neolítico, tanto en el Norte como en el Sur,
una serie de culturas que constituirían los primeros
indicios, los comienzos de la civilización egipcia.
De esta forma, se puede hacer mención, en el Sur,
a las culturas Tasiense, Badariense y Amratiense,
ésta última también conocida como Nagada I, susti-
tuida por la cultura Gerzeense proveniente del Norte,
mientras que en el Bajo Egipto se desarrollarían las
culturas Merindense, El-Omari o Fayum A, Gerzeen-
se, actualmente llamada Nagada II, y Maadiense,
todas ellas importantes en el devenir histórico, pues
cada una dejó su impronta en el futuro reino unifica-
do de Egipto, si bien, con diferencias sustanciales,
ya que, según las evidencias, los asentamientos su-
reños se encontrarían más entrelazados entre sí que
los grupos del Norte, poseyendo una serie de rasgos
mucho más uniformes.
Muchos investigadores defienden el surgimiento, du-
rante el V m.a.C., de dos poderosos reinos, el Bajo
Egipto, la Tierra del Papiro, situado en el Delta, con
capital en Buto, y el Alto Egipto, la Tierra del Loto,
cuya capital sería Hieracómpolis, la “Ciudad del Hal-
cón” (Nekhen), uno de los asentamientos más im-
portantes en las orillas del río, en donde se alzaba
un gran templo, el primer edificio religioso conocido
en Egipto, dedicado a Horus, cuyas huellas, en for-
ma de agujeros con una profundidad en torno a los
dos metros aproximadamente, fueron descubiertas
en 1985.
Siguiendo con estas conjeturas, hacia el 3600 a.C.
se produciría la unificación de ambos, cuando el Nor-
te se hizo con el poder en el Alto Egipto, pasando a
controlar todo el territorio. Sin embargo, este dominio
sería efímero, puesto que muy pronto se produciría
la división en los dos reinos tradicionales.
No obstante, el destino sería caprichoso, ya que a la
altura del 3100 a.C. se produjo la situación inversa,
esto es, el Sur conquistaría el Bajo Egipto, produ-
ciéndose la “Reunificación”, esta vez de forma de-
finitiva, lo que significaría el comienzo del período
dinástico.
Aunque la realidad es todavía difícil de conocer, lo
más probable es que en las regiones meridionales
se localizara un territorio controlado por un “jefe tri-
bal”, una autoridad más o menos centralizada, la
cual, posiblemente se extendiera por todo el valle
hacia las tierras septentrionales, donde se ubicarían
pequeñas poblaciones y establecimientos, quizás in-
dependientes, que fueron cayendo poco a poco para
integrar como provincias, denominadas en el periodo
histórico nomos o sepaut, un único país.
Proceso de unificación
(Imagen: Hipólito Pecci Tenrero).
Este líder guerrero, procedente del Sur y capaz de
unificar todo el territorio, tradicionalmente se ha aso-
ciado a Narmer o Menes, el fundador de Menfis, “El
Muro Blanco” o quizás este honor recayera en la per-
sona de Aha, el monarca instaurador de la I Dinastía
con la que daba comienzo el Período Tinita, denomi-
nado así al ser los primeros monarcas oriundos de
la ciudad de Tinis (I y II Dinastía, 3100/2650 a.C.).
Las fuentes.
Las referencias a enfrentamientos, y combates se
atestiguan en diversos elementos que poseen al-
gún tipo de decoración, caso, entre otros, de obje-
tos votivos y obras artísticas encuadradas durante
el periodo Predinástico, entre el 3600 a.C. y el 3100
a.C., dando cuenta de los episodios bélicos que se
estaban desarrollando y que se inscribían dentro de
los movimientos poblacionales y maniobras encami-
nadas a la conquista total del territorio.
De esta forma, los temas de corte bélico se visionan
en algún tipo de utensilios, que, a priori, no tienen
hueco dentro del mundo de la guerra, como podrían
ser las piezas conocidas como “Paletas”.
Las Paletas son uno de los documentos más anti-
guos que recogen los primeros momentos de la in-
cipiente historia de Egipto, pues se datan en torno
al 3600/3200 a. C. en las áreas de asentamiento del
Gerzeense (Nagada II), Cultura extendida hasta la
región denominada más tarde Wawat o Baja Nubia
(Norte del actual Sudán), territorio localizado entre la
Primera y Segunda Catarata.
Egiptología 2.0 | 23
En un principio, estos objetos, elaborados en ma-
teriales líticos o marfil, entre otros, y decorados mi-
nuciosamente con temas tanto mitológicos como
reales, tenían como función servir de soporte para
afeites, pigmentos, cremas, etc., con los que embe-
llecer el cuerpo, por lo que no era del todo raro ha-
llarlos formando parte de los ajuares funerarios.
La paleta más famosa, conocida como “Paleta de
Narmer”, se encuentra actualmente en el Museo de
El Cairo. De esquisto verde, con 45 cm. de anchura,
64 cm. de longitud, y un grosor de seis centímetros
y medio, sería descubierta por Quibell en 1897 en
el santuario de El-Kab (Hieracómpolis), templo de-
dicado a la diosa buitre Nekhbet, protectora de los
reyes del Sur, por lo que se piensa que constituía
un presente de este monarca tras su triunfo sobre el
Norte a finales del IV m.a.C., siendo despojada de
su rol habitual, de cualquier significación mundana,
para elevarse a un plano divino, adquiriendo las ca-
racterísticas de un objeto votivo.
Proceso de unificación
(Imagen: Universidad de Cantabria).
Paleta de Narmer. Museo Egipcio de El Cairo (Imagen: Wikimedia Commons).
La ofrenda se presenta ornamentada por ambas caras y con multitud de alusiones a los enfrentamientos refe-
rentes al proceso de Unificación, en donde el rey adquiere un protagonismo absoluto, exteriorizándose en uno
de sus lados ciñendo la Corona Roja del Bajo Egipto mientras que en el otro porta la Corona Blanca del Alto
Egipto en actitud de golpear a un enemigo con una maza piriforme, movimiento reproducido en multitud de
relieves, sobre todo durante el Imperio Nuevo, como símbolo del poder del faraón.
En su parte superior aparecen dos cabezas de vaca que simbolizan, bien a la diosa Hatubat o bien a la diosa
Hathor, y entre ellas se sitúa la Fachada del Palacio, en cuyo interior se encuentra el nombre Horus del rey, el
pez Nar y un cincel, cuyo significado es “Querido de Nar”.
24 | Egiptología 2.0
Detrás del rey aparece un portasandalias, y en la
parte superior derecha un halcón, que posado sobre
seis papiros, coge con una de sus garras una cuerda
en cuyo extremo se encuentra un prisionero sujeto
por la nariz, lo que ha sido interpretado como el triun-
fo del soberano del Sur sobre el Delta.
En la otra cara se halla el soberano marchando so-
bre Buto, ciñendo la corona roja del Bajo Egipto y un
vestido ritual, continúa acompañado de su portasan-
dalias, pero en este registro también aparecen otra
serie de figuras que se han interpretado como su pri-
mer ministro y cuatro portaestandartes, que poste-
riormente serían conocidos como los Seguidores de
Horus o los Dioses que siguen a Horus.
Diversos especialistas, como Fernando Olaguer-Fe-
liú, ven en el personaje arrodillado la manifestación
del pueblo sometido, mientras que la idea que mana
de los acompañantes que marchan al lado del mo-
narca es la del servicio y sumisión total hacia él.
Otros ejemplos de paletas, bastante elocuentes, en
los que se recogen escenas de enfrentamientos re-
lativos tanto a los episodios que finalizarían con la
aparición de un único país, como a combates exter-
nos, lo constituirían las conocidas como “Paleta del
Campo de Batalla” o “de los Buitres”, de 28 cm. de
longitud y 20 cm. de anchura, que muestra una victo-
ria sobre pueblos extranjeros, tal vez libios, según se
desprende de los rasgos negroides que exhiben, la
“Paleta de Tehenu” de 21 cm., de longitud por 18,5
cm. de anchura, que revela la conquista de varias
ciudades, también libias, la “Paleta del Toro” donde
se ensalza el triunfo del rey, personificado en un toro,
sobre sus enemigos o la “Paleta de los Cazadores”
conocida también como “la Caza del León”, docu-
mento de 30,5 cm. de extensión y 14 cm. de anchu-
ra que describe a un grupo de guerreros, dieciséis
en total, exhibiendo su armamento, compuesto por
mazas, lanzas, bastones arrojadizos (boomerang) y
sobre todo arcos, aunque curiosamente ningún gue-
rrero porta algún tipo de espada, junto a numerosos
animales, liebres, cánidos y leones, que parecen ha-
ber llevado la peor parte, pues aparecen absoluta-
mente asaeteados.
Junto a las paletas, otras fuentes de aproximación
al conocimiento del nacimiento del reino egipcio se
encuentran localizadas en diferentes objetos orna-
mentales así como en pinturas murales, una de las
más conocidas, datada en el período Nagada II, ha-
cia el 3500/3300 a.C., se localiza en la Tumba 100
de Hieracómpolis.
En casi cinco metros de longitud se representa, a tra-
vés de trazos muy simples en algunos casos, una te-
mática que comenzaba a ser habitual, en donde las
imágenes del Señor de los Animales controlando a
dos leones y el líder blandiendo una maza sobre sus
enemigos no iban a faltar como representación del
incipiente poder que estaba adquiriendo la realeza,
tal como se ha visto en la Paleta de Narmer y, de la
misma forma, se observa en el fragmento de Gebel
el Arak (3150 a.C. aproximadamente), depositado
actualmente en el Museo del Louvre y constituido
por un mango de cuchillo de 9,5 cm. de altura y 4, 2
cm. de anchura trabajado en un colmillo de hipopó-
tamo, cuyas cachas además de estar labradas con
escenas de combate, recogen motivos presentes en
la tumba, dos hileras de barcos, y la figura del Se-
ñor de los Animales, aunque en este caso incorpora
vestimenta proveniente del Próximo Oriente, lo que
evidenciaría ciertas influencias de esta región sobre
la cultura egipcia.
Tumba 100 de Hieracómpolis
(Imagen: Wikimedia Commons).
Una de las armas más común en manos de los con-
tingentes egipcios fue la maza, cuya cometido, bá-
sicamente, no era otro que destrozar la cabeza del
adversario.
Constaba fundamentalmente de un mango, usual-
mente de madera, y una cabeza de diferentes for-
mas, redondeada, troncocónica, piriforme, discoidal,
etc., elaborada en piedra o arcilla.
Según el Experto en armamento Andy Cropper, el
proceso de elaboración del agujero se realizaría ca-
lentando la roca y dejando caer gotas de agua en su
centro, produciendo una pequeña concavidad, sobre
la que, acto seguido, se realizaba la misma opera-
ción continuamente, hasta que la abertura permitía
el paso del asta.
Curiosamente, la más conocida no tiene ninguna fun-
ción bélica, se trata de la Cabeza de Maza del Rey
Escorpión descubierta en Hieracómpolis. Este objeto
ceremonial, elaborado en caliza, se halla actualmen-
te en el Ashmolean Museum (Oxford, Inglaterra).
En él se representa la apertura de un canal de irri-
gación por parte del rey del Alto Egipto en presencia
de diferentes funcionarios, mostrándose varios datos
que apuntan a uno de los episodios de las luchas de
unificación, como sería el caso de la vegetación ca-
Egiptología 2.0 | 25
racterística del Norte o el monarca portando la corona del Alto Egipto, como símbolo de su poder sobre las
tierras septentrionales.
Cuchillo de Gebel el Arak. Cuchillo completo, anverso y reverso del mango (Imágenes: Wikimedia Commons).
Maza del Rey Escorpión. Vista completa y detalle (Imágenes: Wikimedia Commons).
26 | Egiptología 2.0
El sustento de Kemet.
Las comunidades que se asentaron en esta franja
de terreno tuvieron al gran Río como su primordial
protector, centro de gravedad y columna vertebral de
toda su forma de vida.
No obstante, la supervivencia era frágil, y siempre
se encontraba suspendida en una balanza dispuesta
a inclinarse ante los caprichos del propio Nilo, tan
importante, que en honor y devoción, el fértil limo
depositado por las inundaciones estacionales daría
su nombre al país, “Kemet, La Tierra Negra”, como
contraposición a la inmensidad perpetua de desierto
que le rodeaba, “Deshret, La Tierra Roja”.
Es por ello, que al frente de todo este engranaje de-
bía posicionarse un actor lo suficientemente fuerte
y capacitado para articular toda esta maquinaria de
forma minuciosa, milimétrica, y éste no era otro que
el Rey, el dios encarnado, el señor universal que
aportaba a Egipto la verdad, la sabiduría y la justicia,
la Ma’at, siendo el destinatario de las energías del
demiurgo, así como el defensor del país contra las
fuerzas maléficas, y por ende, el único competen-
te para mantener el equilibrio del mundo, la única
fuerza idónea de mantener unidos el Alto y el Bajo
Egipto.
El problema surge a la hora de ubicar en este papel
al primero de todos, el “Unificador”, para lo que se
han dado diferentes discusiones con el fin de cono-
cer al caudillo que habría podido ostentar este honor.
Algunos especialistas, como H. Frankfort, Emery o
Gredseloff han identificado a Narmer con Menes, el
monarca que habría fundado Menfis, defendiendo
el hecho de que Aha pudiera tratarse de su hijo, y
ambos tendrían “Men” como el título de Las Dos Se-
ñoras.
En este sentido, se apoyaron en el sello de Abidos,
en donde aparece el nombre de Menes asociado a
la figura de Narmer, y en la tableta de Nagada, en la
cual se encuentra junto al Horus Aha.
Otros autores, como H. Müller, se basan en table-
tas de madera y marfil encontradas en Abidos, lugar
donde se enterraron los soberanos de la I Dinastía,
que contenían el nombre de Menes junto al del Horus
Aha para conjeturar que se trataba de la misma per-
sonas, si bien, hay quién defiende que estos objetos
se datarían en época del rey Djer, tercer soberano de
la I Dinastía, por lo que éste y Aha habrían tenido el
mismo título Nesut Biti.
Neville dice que el nombre de “Men” que aparece en
la tableta de marfil no hablaría de Menes, sino que
haría alusión al nombre de un pabellón real, es decir,
el lugar donde se desarrollaban las ceremonias de la
fiesta Sed, describiendo al doble trono de la fiesta.
Basándose también en los títulos, Driotón y Vandier
opinan que no es descabellado pensar que bien
pudo existir una sucesión Narmer-Menes-Aha-Djer,
mientras que Hall especula con la idea de que Me-
nes fuera una figura compuesta y legendaria del pri-
mer y tercer monarca.
Otros autores defienden la hipótesis de que se tra-
taría de una misma persona que tras haberse im-
puesto sobre el Norte, tomó el título de Horus Aha
(El Combatiente), aunque esta teoría tiene algunos
inconvenientes, pues Aha tuvo que enfrentarse en
diversas ocasiones con nubios, libios y pueblos del
Norte, lo que hace suponer que Egipto no se habría
unificado totalmente.
Sea como fuere, la idea más extendida defiende que
la figura unificadora del país no fue otro que Menes,
pudiéndose identificar con Narmer.
Pero el problema de la unificación es otra de las
cuestiones en las que no se ponen de acuerdo los
estudiosos, y así, basándose en la pieza más repre-
sentativa, la Paleta de Narmer, se ha intentado obte-
ner una narración lo más convincente posible.
En la paleta, el soberano aparece tanto con la coro-
na del Sur como con la del Norte, pero en ningún mo-
mento se exhibe con la Doble Corona, por lo que se
puede interpretar que las representaciones que en
ella asoman serían la culminación de este proceso,
aunque también hay quién hable de una Reunifica-
ción de las Dos Tierras.
En este aspecto Kees y Sethe creen que existió una
primera unificación hacia el 3600 a.C. aproximada-
mente, cuando un reino del Norte, con capital en
Buto, invadió el Sur, con capital en Neekhen, unifi-
cando el territorio, no obstante, esta anexión no tar-
daría en desaparecer, volviendo el Sur a convertirse
en independiente, posiblemente hacia el final del
Gerzeense, y es donde algunos investigadores si-
tuarían los reinados de Escorpión y Narmer.
En un momento posterior daría comienzo un nuevo
proceso de expansión o “Reconquista” por parte del
Alto Egipto, que concluiría con el inicio del Período
Dinástico, aunque la unificación no sería total, pues
no desaparece la identidad de cada uno de los es-
tados, lo que hace que en momentos de crisis del
poder central se vuelvan a separar en los antiguos
territorios predinásticos.
Durante los primeros soberanos todavía se atesti-
Egiptología 2.0 | 27
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VALBELLE, D. (1988). Histoire de l’Etat pharaonique.
Thémis Histoire. Paris.
Sobre el autor
Doctor en Prehistoria y Arqueología por la Universidad
Nacional de Educación a Distancia (UNED). Magís-
ter en Museografía y Exposiciones por la Universidad
Complutense de Madrid (UCM). Diplomado en Estu-
dios Avanzados (D.E.A.) por la Universidad Complu-
tense de Madrid (UCM). Miembro del Laboratorio de
Estudios Paleolíticos de la Universidad Nacional de
Educación a Distancia (UNED), y de la Red de Exper-
tos del Proyecto Campus de Excelencia Internacional
en Patrimonio, concedido a las universidades andalu-
zas coordinadas por la Universidad de Jaén.
Entre los años 1998 y 2008 ha participado en diferen-
tes campañas arqueológicas: Yacimiento de la Cova
D’en Pardo (Planes, Alicante), La Peña de Estebanve-
la (Ayllón, Segovia), excavación y estudio de la Cue-
va de Ambrosio (Vélez-Blanco, Almería), trabajos ar-
queológicos en Perales del Río (Getafe), Proyecto de
Investigación, estudio y documentación en la Cueva
de la Fuente del Trucho (Asque-Colungo, Huesca) y
dirección arqueológica para la realización de trabajos
de prospección y excavación arqueológica en el Cerro
de San Isidro (Domingo García, Segovia). Entre los
años 2008 y 2011 Arqueólogo de la Unidad de Pro-
moción y Desarrollo V y VI de la Diputación de Toledo.
Es también autor de diferentes artículos relacionados
con el antiguo Egipto.
www.reflejosdelpasado.blogspot.com
guan enfrentamientos, lo que lleva a diversos espe-
cialistas a conjeturar que el verdadero unificador del
país recaería en la persona de alguno de los monar-
cas de la Primera Dinastía.
Por otra parte, una serie de opiniones defienden la
no existencia de un reino o entidad en el norte, loca-
lizándose pequeños territorios que equivaldrían, en
épocas posteriores, a los nomos o sepaut, cada uno
de ellos con su propio gobernante, y que, paulati-
namente, habrían sido conquistados por un Estado
unificado del Sur.
Aún existiría otra tesis, pero ésta estaría embebida
de un carácter económico, ya que defiende un argu-
mento por el que se plantea que la causa de estas
conquistas se debería fundamentalmente al control
de la inundación del Nilo y a la obtención de meta-
les, lo que haría que existiese un enfrentamiento en
el Sur, que poco a poco se iría extendiendo hacia el
Norte.
Sea como fuere, todos estos testimonios constituyen
el eco del tránsito de diferentes culturas, pueblos
que tras recorrer un largo camino decidieron hacer
del Valle del Nilo su hogar, crear una nuevo mundo,
vastísimo en el tiempo, que sería, posteriormente,
el reflejo de una historia enterrada durante mucho
tiempo, que, paulatinamente, iría saliendo a la luz
para dar a conocer un país, un territorio, que en al-
gún momento llegó a ser antiguo para sus propios
habitantes.
Rey Djet. I dinastía (Imagen: Wikimedia Commons).
28 | Egiptología 2.0
Estado
Antía Martínez Abal / Alberto Fernández Boo
Los orígenes del poder
político del faraón
¿Qué lugar ocupan
las mujeres?
En el antiguo Egipto la realeza se consideraba
la base de la civilización. El rey, figura que ejem-
plificaba el orden, transmitía seguridad, paz y jus-
ticia. El mantenimiento del orden universal recaía
así en esta figura real. Los festivales celebrados
por esta civilización eran un ejemplo de reafirma-
ción del mantenimiento del orden, pues su idea del
universo era el de un ente sin cambios desde el
momento de la creación.
La idea de la vida eterna es la base de su religión,
negando así la realidad de la muerte. De esta ma-
nera entendían que el cuerpo deja de funcionar,
pero la vida seguía, paradójicamente, sin separar-
se de él, pues la personalidad de los seres huma-
nos necesita de las dos cosas. Se logrará la vida
eterna si ambos permanecen unidos. De esta idea
nace la momificación y la escultura egipcia como
herramienta para mantener el cuerpo, lo material.
En esta construcción cultural al rey le fue adjudi-
cado el papel de dios encarnado, consiguiendo así
unir a la sociedad con la naturaleza.
El arte muestra el proceso de cambio en el con-
cepto de la realeza egipcia. En un principio, en el
llamado período predinástico, no aparecen pin-
tados ni reyes ni jefes. Sin embargo, llegada la
unificación de Egipto y el inicio del período de la
existencia de los faraones, el rey aparece como
representante de la comunidad. Además, es re-Amenhotep III, 1370 a.C. (Imagen: Vicenzo Vacca).
presentado en una escala/tamaño que nos transmite su posición dominante en la escena.
Además, la comunidad ya no se transmite como un conjunto de figuras, olvidándose intencionadamente, cen-
trando todo acto en el faraón, que se lleva así todos los méritos. Todo ocurre gracias a él, ya que es invencible,
inatacable e intocable. La victoria en guerra se convierte así en una manera de eliminar el caos y volver al orden
preestablecido.
El faraón es quien dirige personalmente los actos del ritual cotidiano de todos los dioses del país. Los elemen-
tos estéticos usados hacen que el faraón esté en una posición similar a la de los/as dioses/as que lo rodean,
Egiptología 2.0 | 29
formando parte del mundo de los dioses.
En definitiva, desde la perspectiva de género, en el antiguo Egipto el poder se concentra en una sola persona,
el faraón, un hombre. Mientras que las mujeres que lo acompañan, la esposa real y las esposas secundarias
son solo objetos usados para que el faraón disfrute.
La fundación de la realeza.
El poder del faraón tiene una base histórica y una base teológica, que vamos a explicar para poder entender por
qué el faraón es tratado como un Dios, lo que fundamenta legitima su poder regio.
Históricamente, podemos hablar del surgimiento de la realeza egipcia como institución con poder con el recono-
cimiento del primer rey de la I Dinastía, Narmer -también conocido como Menes-, que reina hacia el 3150 ANE
aproximadamente. La tradición cuenta que sus antepasados eran espíritus semidivinos que heredaron el poder
del Creador, Re. La monarquía tuvo un desarrollo paralelo al del universo, puesto que Re, el Creador, asume
desde el principio el papel de rey de todo lo creado.
Narmer, según las tradiciones, fue el unificador de Egipto. La aparición de la I Dinastía viene de la mano de
varios adelantos tecnológicos como la escritura, la utilización del metal, y de las nuevas formas de expresión
del arte monumental.
Paleta de Narmer. Anverso y reverso, 3050 a.C. (Imagen: Wikimedia Commons).
Con la unificación política, Egipto se constituye en
un Estado territorial, el primero en la historia de la
humanidad, más integrador y cooperativo. Este Es-
tado “no nace de pequeñas formas de organización
en el orden político y social, sino que se impone con
violencia frente al orden policéntrico de las ciuda-
des-estado. El Estado territorial del Egipto unificado
produce un orden al destruir otro orden” (ASSMAN,
J.; 2005: 53). Es una forma violenta de cambio, de
representación, que discrepa con la ideología solida-
ria y cooperativa que caracterizará posteriormente
la mentalidad egipcia, un cambio de la violencia al
Derecho.
Narmer establece como organización de la realeza
la forma de una monarquía Dual masculina, pues
el faraón, hombre, es rey del Alto y Bajo Egipto. En
el Neolítico encontramos los orígenes de la unidad
egipcia, ya que observamos una homogeneidad cul-
tural y física de los/as habitantes del Valle del Nilo.
Esto quiere decir que “parece que la civilización fa-
raónica surgió en este sustrato camítico del Norte de
África” (FRANKFORT, H.; 1983: 40), puesto que tie-
nen una cultura espiritual común.
Algunos de los rasgos de esta herencia común que
se mantuvieron en el Egipto faraónico fueron el po-
30 | Egiptología 2.0
der divino manifestado a través de ciertos animales
y la idea de que el mundo visible surge de un océano
primigenio. También se consideraba que el Creador,
un hombre, era un dios solar.
En definitiva, antes de la unificación en Egipto ha-
bía un gran número de pequeñas comunidades en
las que podían surgir nuevos caudillos. Cuando un
líder guerrero amplía su poder más allá de su propio
pueblo, puede acabar creando una pequeña nación.
Tenemos claro que la unificación no fue un proce-
so corto, sino que se extendió a lo largo de varias
generaciones hasta que Narmer, primer rey, le puso
término.
La persistencia de las conquistas de Narmer tiene
un doble significado. Era necesario llevarlas hasta el
final, ya que el rey de todo el territorio se coloca a la
cabeza de los otros jefes. Una vez terminada la con-
quista territorial, la unificación fue vista como una re-
velación de un orden predestinado bajo un monarca,
que debía ser varón, como única forma admisible.
Narmer. Detalle de la Paleta de Narmer
(Imagen: Wikimedia Commons).
El poder del monarca quedaba legitimado según la
mentalidad egipcia de las dualidades gracias a la
división del reino en el Alto y en el Bajo Egipto, lo-
grando una estabilidad inalterable. Esta base dual de
pensamiento pertenece a su teoría de la creación del
universo, es decir, tiene un origen cultural. Cuando
el faraón se autoproclama “Señor de las Dos Tie-
rras” está aludiendo a que es el eje que mantendrá
el equilibrio en la tierra de Egipto. La característica
principal de este tipo de representación es que las
partes de las que está compuesta son opuestas. Po-
demos encontrar este tipo de visión en China con el
yin y el yang, que todo el mundo conocemos.
Otro ejemplo de este dualismo se ve reflejado en la
enemistad entre Horus, dios del Bajo Egipto, y Seth,
dios del Alto Egipto, conocidos como “los dos Se-
ñores”, símbolos mágicos de todo conflicto. Seth
es siempre vencido por Horus, pero no llega a ser
destruido. Finalmente, se produce la reconciliación,
pues Seth establece el principio estático del cosmos,
que simboliza que el faraón aplastó a la oposición
y reconcilió a las fuerzas en conflicto. Esta imagen
representa el orden inmutable de las cosas, de un
universo masculino en el que nada debe cambiar.
Como podemos observar, persiste esa dualidad ca-
racterística de la cultura egipcia, que en este caso
funciona como un contrapeso entre las dos regiones.
Todos estos aspectos de la dualidad son represen-
tados en los ritos y festivales, que combinan referen-
cias al Alto y Bajo Egipto.
La Teología Menfita.
La Teología Menfita es un texto que se remonta a los
inicios de la monarquía egipcia. Es la base religiosa
de la legitimidad real, pues en ella se lleva a cabo
una teoría de la realeza. Expone la doctrina religiosa
para la nueva capital, Menfis, y una serie de teorías
nuevas así como otras arraigadas en las tradiciones
egipcias. El texto es una cosmología, describe el or-
den de la creación y hace de la tierra de Egipto, orga-
nizada por Narmer, una parte de este orden.
El texto está dividido en seis partes, de las que nom-
braremos las cuatro que consideramos las más im-
portantes:
1- En la primera se dice que la tierra debe su existen-
cia a Ptah, el Creador de Todo, incluso de los dioses.
2 - La segunda sección nos habla del cese del con-
flicto entre Horus y Seth gracias a la mediación de
Geb, padre de Osiris.
3 - La sección quinta expone la cualidad creadora de
Ptah a través de la palabra.
4 - La sección sexta es una legitimación de la nueva
capital, Menfis, pues será el granero de Egipto, gra-
cias a su fertilidad, debida a la presencia del cuerpo
enterrado de Osiris. Por último, el texto describe que
Osiris, una vez enterrado, subió al trono como rey
del inframundo.
El rasgo más importante de la Teología Menfita, ade-
Egiptología 2.0 | 31
más de la idea espiritual de la creación, es la forma en que se entremezclan la realidad y la mitología. Un ejem-
plo de ello es la ya mencionada disputa Horus-Seth, en la que el gobierno del Faraón marca el final del desen-
cuentro, como eje estabilizador.
Sin embargo, a través del Misterio de la Sucesión, cada faraón que muere se convierte en Osiris y su sucesor/
heredero es Horus. Por tanto, la monarquía es concebida como una realidad tanto en el mundo de los dioses,
como en el de los humanos.
En definitiva, la teoría egipcia con respecto a la realeza consiste en que el rey es un Dios. Además, la realeza
implica a dos generaciones, a Osiris, padre, y Horus, hijo heredero. El gobernante vivo es el intermediario entre
las personas y la naturaleza. Tras su muerte, sigue teniendo eficacia para su comunidad, ya que el rey enterra-
do fertilizaba la tierra en la que descansaba.
El análisis de la Teología Menfita nos muestra su fuerte carácter androcéntrico. Podemos explicar esto mediante
la observación del ensalzamiento de las figuras masculinas durante la historia de la creación, mientras que las
femeninas quedan relegadas al papel reproductor como Isis, madre de Horus.
La divinidad del Faraón.
La divinidad del rey está muy relacionada con la teoría de la realeza expuesta en la Teología Menfita, que
acabamos de explicar, que permanece sin cambios durante todo el Egipto faraónico. Se alude al faraón como
Horus, dios que se encarna en el rey egipcio.
El monarca, en gran cantidad de textos, es conocido como “el dios” o “el buen dios”, lo que indica que la civi-
lización egipcia compartía con la japonesa, inglesa y romana la creencia de que su gobernante tenía poderes
sobrenaturales. De esta manera, la sangre real es distinta al del resto de los humanos, por eso se distingue un
monarca hereditario de un usurpador.
Horus. Relieve del templo de Horus, Edfu
(Imagen: Cocosarron).
¿Por qué Horus estaba encarnado en el faraón? Esto
tiene una explicación política. La Casa de Narmer pro-
cedía de una región en la que se adoraba al dios-hal-
cón. Horus fue reconocido como un dios supremo por
encima de una docena de dioses del Alto Egipto. Es el
dios por excelencia en todo el Egipto predinástico como
un dios local.
En este punto podríamos preguntarnos cuál es el papel
de la madre humana del faraón, pero la teología de la
realeza nos muestra que carecen de importancia, pues
es tremendamente patriarcal. Digamos que era nece-
saria para dotar de herederos varones a su esposo. El
faraón será, generalmente, el hijo mayor.
Por otro lado, se produjo un cambio en la paternidad
teológica. Normalmente, se consideraba que Horus su-
cedería a Osiris. Sin embargo, durante el Reino Nuevo
algunos gobernantes comenzaron a considerar como
padre teológico al dios Amón-Re. Esto puede ser como
consecuencia de un acceso al trono de hombres que
no cumplían todos los requisitos para regentarlo o por
usurpación.
Para entender la naturaleza divina del faraón repasare-
mos sus títulos:
1 - “Horus”, el título más antiguo, que vincula directa-
mente al faraón con su naturaleza divina.
2 - “Nebty”, o las dos diosas, Nebjet del Alto Egipto y
32 | Egiptología 2.0
Wadjet del Bajo Egipto, que expresa que el faraón
está a la cabeza de una monarquía dual.
3 - “Horus de Oro”.
4 - “Rey del Alto y Rey del Bajo Egipto”.
5 - “Hijo de Re”, que destaca que el Faraón es un
descendiente lejano del Creador.
La autoridad del Faraón.
El rey es considerado una divinidad porque posee
un poder absoluto sobre todo el territorio de Egipto
y sobre sus pobladores/as. De hecho, la propiedad
privada egipcia es el resultado de las donaciones
reales. Otra competencia real es la justicia, encarna-
da en el dios, que no actúa arbitrariamente, ya que
tiene la obligación de mantener la maat, la verdad,
un orden justo. La maat está personificada como una
diosa hija del rey-sol, Re.
Debemos destacar que en Egipto no hay instrumen-
tos legales para reemplazar al faraón. Lo que más
llama la atención es que la población parecía creer
realmente su carácter sobrenatural, ya que no se
conoce en la historia de Egipto ninguna sublevación
popular. Ciertamente el rey era la única fuente de
autoridad, ya que todas las acciones oficiales, secu-
lares y religiosas, se basaban en el poder delegado
del faraón.
En definitiva, el faraón era el Estado, cuyas funciones
eran “la posesión, el dominio, el fomento, la discipli-
na y la defensa; asimismo, las de alimentar, educar,
proteger y engrandecer a la población” (FRANK-
FORT, H.; WILSON, J.A.; E JACOBSEN, T.; 1988:
109). Por tanto, el rey era “el gobernante enviado
por los dioses, era el pastor del pueblo egipcio que
conducía a su grey a los pastos abundantes […].”
(FRANKFORT, H.; WILSON, J.A.; E JACOBSEN, T.;
1988: 109).
Los gobernantes solían colocar a los parientes rea-
les, los miembros de su familia, en los puestos altos
de la administración como medida de seguridad. Por
otro lado, el rey permitía que los cargos fuesen here-
ditarios, pasaban de padres a hijos.
En lo que se refiere a la organización social, en Egip-
to no había castas ni clases sociales. Todos los/as
habitantes eran plebeyos/as, excepto la familia real.
Los parientes reales estarían capacitados a ejercer
las competencias que el rey les delegaba.
Por otro lado, era muy difícil acceder a la persona del
Faraón, porque delegan su poder administrativo en
los visires, que actuaban como centro de adminis-
tración del país. Éstos mantenían al rey apartado de
los pormenores del gobierno. Sin embargo, las de-
cisiones más importantes eran sometidas a la apro-
bación del rey a través de una audiencia que el visir
celebraba de mañana con el Faraón para dar cuenta
del estado de la nación. El visir, como poder ejecu-
tivo, tenía la obligación de escuchar las peticiones
de cualquiera que quisiera presentárselas. Como se
puede observar, las esposas reales se mantienen
aparte de las cuestiones políticas, solo un contado
número de ellas tuvieron importancia en esta faceta
de gobierno, como Nefertiti o Tiy, entre otras.
En definitiva, como ya comentamos con anterioridad
el poder del rey sobre sus súbditos no termina con la
muerte, ya que los/as egipcios/as mantenían que la
potencia del Faraón podía dejarse sentir en sus súb-
ditas/os a través del Ka, proceso que explicaremos
a continuación. En las primeras dinastías, algunas
de las personas enterradas con él fueron asesinadas
para que lo acompañaran al más allá. La jerarquía de
funcionarios y sirvientes que estuvieron al cargo del
soberano en vida seguirán a su señor y, guiados por
él, a la vida futura. Este rito termina en la IV Dinas-
tía, cuando desaparecen las señales de matanzas
en el entierro del Faraón. En ocasiones se adoraba
durante varios siglos a los antiguos Faraones o a sus
estatuas, colocadas en los templos.
El Ka, la fuerza vital del Faraón.
La población egipcia entendía que la personalidad
humana estaba compuesta por el Ka, el espíritu, y
el Ba, el alma. El Ka del Faraón nace con él como si
fuera su hermano, lo acompaña de por vida. Es su
gemelo, y su protector ante la muerte, siempre man-
teniendo su carácter de fuerza vital. Otras funciones
del Ka pueden ser el anunciamiento del rey ante los
dioses en el cielo. Él mismo es un dios, como los
genius romanos, que eran espíritus protectores que
cada humano obtenía desde su nacimiento y que los
acompañaban como si de su propio espíritu se trata-
se. El Ka del rey es un poder personificado.
Para finalizar con este apartado, hay un último as-
pecto del Ka que debemos considerar. El rey depen-
de de forma especial de su padre, ya que la institu-
ción monárquica, como hemos dicho antes, implica a
dos generaciones. Esto está relacionado con la idea
de la sucesión entre Osiris y Horus, pero el Faraón
tiene la misma relación con otro dios a quien los títu-
los oficiales proclaman su padre, Re.
En suma, es imprescindible entender el Ka para
comprender la institución de la monarquía, puesto
que la relación entre Faraón, dioses/as y el pueblo
se define por medio de la función de mediación del
rey a través de su Ka y de su implicación como hom-
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Egiptología 2.0 nº7 (abril 2017)

  • 1. Egiptología 2.0 | 1 Nº7– Abril de 2017 / Revista online gratuita. www.egiptologia20.es LA GÉNESIS DE KEMET El templo de Seti I y el Osireion de Abydos Animales sagrados del Antiguo Egipto La música en el Antiguo Egipto Las reinas de la tierra negra Los orígenes del poder político del faraón
  • 2. 2 | Egiptología 2.0 Os presentamos la séptima entrega de la Revista Egiptolo- gía 2.0, correspondiente al mes de abril de 2017. Abrimos este número, con un artículo de Hipólito Pecci Ten- rero: ‘‘La Génesis de Kemet’’. El texto aborda una serie de testimonios que constituyen el eco del tránsito de diferen- tes culturas, pueblos que tras recorrer un largo camino de- cidieron hacer del Valle del Nilo su hogar, crear una nuevo mundo, vastísimo en el tiempo, que sería, posteriormente, el reflejo de una historia enterrada durante mucho tiempo, que, paulatinamente, iría saliendo a la luz para dar a cono- cer un país, un territorio, que en algún momento llegó a ser antiguo para sus propios habitantes. Sin embargo, para alcanzar este esplendor, esta magnifi- cencia, y al igual que todo ser vivo, obtener y lograr esta madurez, para, posteriormente, sumirse en un invierno que conduciría a un final inevitable, de la misma forma, es ne- cesario un origen, un principio que asiente gradualmente, lentamente, las bases de esta futura suntuosidad, de la fas- tuosidad del arte egipcio, y, aunque no tan deslumbrante en lozanía, no por ello menos interesante, y no por ello hay que dejarlo de lado, ya que estos comienzos supondrían el germen de lo que más tarde sería el grandioso Egipto. En nuestra sección de entrevistas, hablaremos de arqueo- logía, con Marcela Zapata Meza. Licenciada en arqueolo- gía, Doctora en filosofía en la especialidad de filosofía y fenomenología en las religiones y pluralismo religioso, Ca- tedrática de la Universidad Anáhuac (México) y diplomada en escritura y lectura jeroglífica. Antía Martínez Abal y Alberto Fernández Boo, nos habla- rán de los orígenes del poder político del faraón y el lugar que ocupaban las mujeres, conoceremos los referentes geográficos en la mitología egipcia, Sandra Pajares nos mostrará los rincones menos conocidos del templo de Seti I y el Osireion de Abydos, nos deleitaremos con la músi- ca del Antiguo Egipto, María Isabel Cubas nos hablará de las reinas de la tierra Negra, conoceremos el papel de las reinas de la XVIIª y XVIIIª dinastías, Gerardo P. Taber nos hablará de la ocupación de los Hycksos y la apropiación del carro de guerra, recorreremos Egipto durante el periodo ptolemaico, de la mano de Lucía Inés Merino, hablaremos de Hatshepsut, La faraona olvidada, conoceremos algunas de las piezas conservadas en el Museo Arqueológico de Cataluña, recorreremos las salas del nuevo Museo Egipcio de Turín, visitaremos la exposición: Animales sagrados del Antiguo Egipto, en el Museo Egipcio de Barcelona, donde conoceremos los diferentes usos que los antiguos egipcios daban a los animales, y finalizaremos viajando a la Deir el-Shelwit, donde Bartomeu Egea nos mostrará sus rinco- nes menos conocidos. Todo ello, junto con nuestros contenidos habituales y un artículo especial de Verónica Reyes Barrios: Serapis. El dios sincrético, una deidad greco-egipcia a la que Ptolo- meo I declaró patrón de Alejandría y dios oficial de Egipto y Grecia con el propósito de vincular culturalmente a los dos pueblos. Imagen de portada: Cabeza de Amhosis. 1150-1525 a.C. (Imagen: Metropolitan Museum, New York). Dirección Moisés González Sucías moibcn@hotmail.com Edición Moisés González Sucías (Barcelona). Diseño gráfico y maquetación David Claros Lozano Jordi Romera Sevillano Documentación Sara López Caiz Colaboradores Sandra Pajares Sotillo Bartomeu Egea Resino María Isabel Cubas Contreras Laura Huertas López Marian Romero Gil Heródoto de Halicarnaso Gerardo P. Taber Aroa Velasco Hipólito Pecci Tenrero Julio López Saco Antía Martínez Abal Alberto Fernández Boo Verónica Reyes Barrios Alonso de Mendoza ISSN: 2444-6254 www.egiptologia20.es https://www.facebook.com/egiptologia20 https://twitter.com/egiptologia20 Egiptología 2.0 es una marca registrada. Todos los derechos reservados. Esta publi- cación no puede ser reproducida ni total ni parcialmente ni registrada o tramitada en nin- guna forma ni por ningún medio sin permiso previo por escrito de la editorial. Egiptología 2.0 no se hace responsable de los juicios, crí- ticas y opiniones expresadas en los artículos publicados. Egiptología 2.0 ha hecho lo posible por locali- zar los derechos de autor de todas las imáge- nes. Cualquier posible omisión no es intencio- nada y se agradecerá culaquier información sobre los mismos. Contacto: egiptologia2.0@hotmail.com Editorial
  • 3. Egiptología 2.0 | 3 Sumario 6. Entrevistas - Marcela Zapata Meza: ‘‘Cuando sea mayor, voy a descubrir una tumba.’’ 12. Testimonios del pasado - La Piedra de Rosetta. 20. Historia - La Génesis de Kemet. 29. Estado - Los orígenes del poder político del faraón ¿Qué lugar ocupan las mujeres?. 36. Mitología - Los referentes geográficos en la mitología egipcia. 41. Arquitectura - El templo de Seti I y el Osireion de Abydos. 48. Vida cotidiana - La música en el Antiguo Egip- to. 54. Mujer en el antiguo Egipto - Las reinas de la tierra negra. 58. Política - El papel de las reinas de la XVIIª y XVIIIª dinastías. 61. Historia Militar - Restaurar Ma’at a galope. La ocupación de los Hyksos y la apropiación del carro de guerra (I). 69. Faraones - Egipto durante el periodo ptolemai- co (I). 75. Personajes - Hatshepsut. La faraona olvidada. 87. Colecciones - El Museo Arqueológico de Cata- luña (sede de Barcelona). 90. Museos - El Museo Egipcio de Turín. 103. Exposiciones - Animales sagrados del Anti- guo Egipto. 110. Hoy viajamos a... - Deir el-Shelwit. 113. Especiales - Serapis: el dios sincrético. 125. Novedades editoriales - La Dama del Nilo / La arqueología de la conciencia. 127. Noticias - Noticias destacadas del trimestre. Mujer en el AE - Las reinas de la tierra negra. Estado - Los orígenes del poder político del faraón. Entrevistas - Marcela Zapata. Historia Militar - Restaurar Ma’at a galope. Mitología - Los referentes geográficos en la mitología egipcia. Arquitectura - El templo de Seti I y el Osireion de Abydos. Vida cotidiana - La música en el Antiguo Egipto. Política - El papel de las reinas de la XVIIª y XVIIIª dinastías. Faraones - Egipto durante el período ptolemaico.
  • 4. 4 | Egiptología 2.0 Enportada Mango del cuchillo de Gebel el-Arak (Imagen: Wikimedia Commons). Cuando, durante la segunda mitad del siglo XVI a.C., Amhosis acaudilló sus fuerzas río abajo, hacia el Delta, con el objetivo de ex- pulsar a los extranjeros que allí se encontra- ban asentados, en lo que se ha dado por de- nominar la “Guerra de Liberación”, ponía fin a más dos siglos y medio, aproximadamente, de presencia hicsa en el Bajo Egipto, y con ello concluía, y ponía el colofón, a la obra tan anhelada por los príncipes tebanos, que, desde el maltrecho Sequenenra Taa, padre del fundador de la XVIII dinastía, o Kamo- se, su hermano, habían soñado con volver a unir todo el Valle, el Alto y Bajo Egipto, bajo la égida de un solo monarca, cuya cabeza coronaría de nuevo la Doble Corona, como sinónimo de su poder sobre Las Dos Tierras. A partir de ese momento, y durante unos cin- co siglos aproximadamente, “El Don del Nilo” iba a alcanzar el clímax como cultura, su éx- tasis como civilización y como gran potencia en la zona, para, luego, languidecer poco a poco, hasta convertirse (hecho conocido por todos gracias a “Marco Antonio y Cleopatra” de Shakespeare o a la inolvidable actuación de Elizabeth Taylor, entre otras obras) en una más de las provincias romanas. Esos quinientos años marcaron los estu- dios de la historia egipcia, pues han sido, y son, el período más conocido de su dila- tada existencia, etapa idolatrada, admirada y fascinante, tanto para los investigadores profesionales, como para los aficionados, de tal forma que personajes como Akenatón, Nefertiti, Hatshepsut, Nefertari, etc. han lle- nado, y llenan páginas y páginas de libros, revistas, documentales, películas, etc. Sin embargo, para alcanzar este esplendor, esta magnificencia, y al igual que todo ser vivo, obtener y lograr esta madurez, para, posteriormente, sumirse en un invierno que conduciría a un final inevitable, de la misma forma, es necesario un origen y un princi- pio...
  • 5. Egiptología 2.0 | 5 www.egiptologia20.es egiptologia20 Egiptología 2.0 siempre contigo¡ @egiptologia20#Egiptología20
  • 6. 6 | Egiptología 2.0 Entrevistas Marian Romero Gil Marcela Zapata Meza: ‘‘Cuando sea mayor, voy a descubrir una tumba.’’ Originaria de la Ciudad de México, reali- zó sus estudios básicos en el Instituto Mi- guel Ángel durante los años 1978-1989. Desde los ocho años supo con certeza que “de grande descubriría grandes co- sas’’. Licenciada en arqueología en la especia- lidad de arqueología bíblica y egiptología, Doctora en filosofía en la especialidad de filosofía y fenomenología en las religio- nes y pluralismo religioso, Catedrática de la Universidad Anáhuac México Sur y diplomada en escritura y lectura de jero- glíficos. Es además, directora del Centro de In- vestigación en Culturas de la Antigüedad y del Proyecto Arqueológico Magdala. Es autora de diversas publicaciones y artículos especializados, colabora habi- tualmente en diversas publicaciones e imparte conferencias.Marcela Zapata Meza (Imagen: Universidad Anáhuac Sur). Bienvenida a nuestra revista Marcela. Al contrario, muchas gracias a vosotros por haber cruzado el charco e invitarme para charlar. Nuestra pregunta emblema es ¿Cómo despertó tu interés por la egiptología? De pequeña era muy inquieta y siempre he padecido de insomnio. Por las noches cuando llegaba la hora de dormir, yo las pasaba dando guerra, y mi madre intentando buscar una solución, decidió darme un libro con la intención de que me aburriera y de esa forma me durmiese. Yo creo que nunca pensó en el efecto que un libro podía causar en una niña de ocho años. Era un libro sin ilustraciones, únicamente texto, que se titulaba: “El faraón olvidado”, y que hablaba del descubri- miento de la tumba de Tutankhamón. Solía leerlo todas las noches, y al terminarlo, le dije a mi madre: “Cuando sea mayor, voy a descubrir una tumba”, y mi madre me contestó: ‘‘si ándale pues, seguro’’. Al terminar el libro, como seguía con insomnio, mi madre decidió darme otro, y en lugar de ser sobre Egipto, me dio uno sobre Israel que que se titulaba: “Y la biblia tenía razón”. Era un libro que trataba sobre los hallazgos
  • 7. Egiptología 2.0 | 7 relacionados con la Biblia y la arqueología, y cuando lo terminé de leer, le dije a mi madre: “cuando yo sea grande, voy a trabajar en Israel”, mi madre debió pensar que estaba loca, que no sabía lo que que- ría, pero a partir de entonces comencé a ver vídeos sobre Egipto, a hablar continuamente sobre Egipto, cuando llegaba mi cumpleaños y me preguntaban que quería, yo les respondía “algo sobre Egipto”. Recuerdo que durante toda mi etapa escolar, mis compañeras no tenían claro que es lo que querían ser, y yo siempre decía que quería ser arqueóloga y hacer descubrimientos como el que hizo Howard Carter con la tumba de Tutankhamón, o los descubri- mientos que se han hecho a nivel bíblico. Cuando terminé la escolarización básica ya sabía que quería ser arqueóloga, y al decírselo a mis pa- dres, se dieron cuenta que lo que decía de pequeña no era una broma. Mi padre me dijo que me iba a morir de hambre, que esa carrera era para hombres, y que tenía que estudiar algo que me diese dinero. Le dije que era lo que quería, pero mi padre insistía en que no. Entonces me fui a una escuela de foto- grafía de guerra que había en México y le dije a mi padre que no iba a ser arqueóloga, que quería ser fotógrafa de guerra. Mi padre puso el grito en el cielo y me dijo: ‘‘vete a ser arqueóloga’’ y así conseguí su permiso. En México se estudian cinco años de arqueología y obviamente mi país tiene una riqueza cultural e his- tórica impresionante. Estudiando esta carrera hizo que amara mi país mucho más, aunque mi finalidad era poder trabajar en Egipto. En México no hay posibilidades de estudiar egipto- logía, todo es Mesoamérica. Mientras estaba estu- diando a través de la fundación Sofía, de España, vinieron a dar una serie de cursos en los cuales me matriculé y pude complementar esa parte de la en México tenemos carencia, y todo lo que es Medio Oriente, lo estudié en una delegación de la Universi- dad de Tel-Aviv, pudiendo hacer las dos especialida- des que yo quería. ¿Cuándo estabas estudiando arqueología, pen- saste que podrías llegar a trabajar de verdad en una excavación en Egipto? Lo soñaba aunque lo veía muy difícil, incluso mis compañeros me decían que trabajara en México, que además era mi historia, pero yo seguía con mi sueño. Una de mis profesoras, una de las mejores arqueólogas que existe en México, Linda Manzani- lla, que estudió su doctorado en París y con la cual trabajé varios años, me animaba y me decía que en cuanto supiera de algún trabajo para ir a Egipto, me lo diría. Cuando terminé la carrera, lo hice con mención ho- norífica y empecé a trabajar en Teotihuacán con la Dra. Manzanilla, juntas trabajamos varios años ana- lizando las puntas de obsidiana de Teotihuacán, pero yo seguía con un pié en México y otro en Egipto. ¿Cuándo fue la primera vez que viajaste a Egip- to? Fue con mi hermana, en un viaje que nos unió mu- chísimo. Llevábamos un guía que debía estar can- sado de mi, porque en el Museo de El Cairo, en la parte del tesoro de Tutankhamón, miraba las piezas, las volvía a mirar, y cuando llegué a la máscara, la miraba de un lado, de otro, del derecho, del revés, por delante, por detrás, y él me decía: pero vamos ya¡, y yo le contestaba, déjame, la estoy mirando... La mayor decepción me la llevé cuando llegamos al Valle de los Reyes y toda emocionada pensaba vi- sitar la tumba de mi faraón favorito, Tutankhamón, pero aquel día la tumba estaba cerrada al público por labores de mantenimiento. Entonces yo lloraba, la gente debía mirarme y pensar “¡pero la loca esta!” y yo lloraba y lloraba, había ahorrado toda mi vida y resultó que no podía entrar en la tumba de Tutankha- món. Incluso le decía a mi guía que les explicara que era arqueóloga para que me dejaran entrar, y el solo me decía, no te van a dejar entrar, hazte a la idea. Pasado ese mal trago, en 2008, la Dra. Manzanilla, me comentó que había un proyecto mexicano en el que estaban reconstruyendo, excavando y restau- rando una tumba en Egipto, me comentó si me inte- resaba, y yo le dije que si. Entonces me puso en con- tacto con el grupo que estaba trabajando en la TT39 y la arqueóloga que me entrevistó me dijo que no Marcela Zapata Meza (Imagen: Universidad Anáhuac Sur).
  • 8. 8 | Egiptología 2.0 contaban con ningún patrocinio y que si quería traba- jar allí, tendría que pagarme el billete y la estancia. Finalmente logré trabajar tres meses en Egipto. ¿A quién pertenecía esa tumba? Pertenecía al segundo sacerdote de Amón Pui-em- Ra, de la faraona Hatshepsut, y de Tutmosis III. Es una tumba que está situada en el Valle de los Nobles y es la única que está siendo trabajada por un grupo de mexicanos. ¿El objetivo principal era restaurarla? Si, ya que habían construido casas sobre la tumbas. Por medio del Ministerio de Antigüedades se proce- dió a comprarles las viviendas y reubicarlos en otra zona donde se habían construido unos edificios más modernos, para así poder hacer un estudio comple- to. Esta tumba ya había sido saqueada por los que vi- vían allí. El objetivo era darle una reconstrucción ar- quitectónica y restaurarla. Tenía también un patio, que es la parte que me tocó excavar. ¿Estaba en muy mal estado cuando llegasteis? Si, sí que estaba en muy mal estado, yo no llegué al principio pero vi fotografías. Cuando llegué ya Marcela Zapata Meza (Imagen: Universidad Anáhuac Sur). habían realizado tres campañas y tenían muy avan- zada la parte arquitectónica, únicamente faltaba la parte arqueológica. Me asignaron el patio y fue muy interesante porque localicé fragmentos de momia que no tenían manera de identificarse, se encontra- ron además muchos ushebtis que después fueron analizados pero no pertenecían al sacerdote Pui-em- Ra, por ello se sabe que el patio fue reutilizado como enterramiento en épocas posteriores. Trabajé solo en una campaña porque cuando iba a volver nuevamente, se me presentó la oportunidad de dirigir un proyecto de arqueología bíblica en Is- rael. Presenté el proyecto, me dieron la licencia, y tuve que valorar que me interesaba más, así que desde 2010 soy la directora del ‘‘Proyecto Magdala’’ en Israel, donde también es la primera vez que tra- baja un equipo de mexicanos. Puedo deciros que soy una arqueóloga feliz, nunca he descubierto una tumba, cuando llegué ya estaba descubierta, pero me estoy reencontrando con un pueblo del siglo I en Galilea. Después de todo este tiempo entendí que la arqueología no es el descubri- miento de una gran tumba o un tesoro, sigo soñando con encontrar algo maravilloso. Para mi el descubrimiento más bonito es un pequeño fragmento de cerámica, una moneda o una semilla, que me ayude a entender que posibilidades de in- tercambio tenían con otras culturas, y he entendido que la arqueología es comprender al hombre en su proceso, en su desarrollo, en que pensaban, en que creían, que comían, en fin, entender su vida cotidia- na. Marcela tu eres diplomada en lectura y escritura jeroglífica, ¿Qué sentiste la primera vez que es- tuviste delante de un jeroglífico y lo pudiste leer? Bueno, lloré. Cuando entré en la tumba de Pui-em- Ra, vi en una de las paredes inscripciones de parte de una maldición y parte de una bendición, y cuando comencé a leer “malditos aquellos que…” directa- mente en la pared de la tumba, no de una fotografía o de un libro, sino directamente de donde hace mu- chos años alguien lo había escrito, lloré. Los arquitectos me preguntaban porque lloraba, y yo les explicaba que era un sueño que tenía desde pe- queña y que por fin se cumplía. Y está aquel año 2008, donde el primer fin de sema- na que tuve libre, pude visitar la tumba de Tutankha- món, estuve todo el día allí, no había quien me saca- ra (ríe divertida). ¿En que se parecen las pirámides egipcias, a las
  • 9. Egiptología 2.0 | 9 pirámides de tu país? Pues realmente en nada y en mucho. En nada por- que de momento no se ha descubierto aún que Teo- tihuacán haya sido construida como morada para la vida eterna. Se han encontrado ofrendas para los dioses, pero ningún enterramiento de ningún gober- nador. En la zona Maya encontramos la tumba de Pakal, que si tiene la intención de haber sido construida como tumba pero las de Teotihuacán no, ahí tene- mos la diferencia. Se parecen en la forma de cons- truir, monumentos altos, como deseando acercarse a sus dioses y dedicarles algo majestuoso. De manera particular, la base de la pirámide del sol de Teotihuacán, tiene la misma dimensión que la base de la pirámide de Keops, sin embargo esta últi- ma es mucho más alta y termina en forma piramidal, la de Teotihuacán termina truncada, y en el centro había un altar para sacrificios y esa es una gran dife- rencia, las pirámides egipcias no servían para hacer sacrificios a los dioses y las mexicanas, sí. Antes nos has hablado del rey Pakal, ¿estaba momificado como los antiguos egipcios? No, tenía una momificación muy simple, más bien por un proceso natural, por las condiciones del sue- lo, en México no hubo una tradición ni un sistema de momificación en ninguna de las épocas, ni en ningu- na de las civilizaciones. ¿Estaba en un sarcófago? Pues sí, estaba en una especie de sarcófago realiza- do en basalto, y no una piedra caliza o granito como pudieran hacerlo los egipcios, ni tampoco tenía dos, tres o cuatro sarcófagos, ni estaba cubierto de oro. En Mesoamérica no se conocían los metales, única- mente el oro, pero en una época mucho más tardía, en el Postclásico y en un trabajo más parecido a lo que es el ‘‘oro de Colombia’’, laminas muy delgadas de un oro muy fácil de trabajar. ¿Tenía algún tipo de textos funerarios que le ayu- daran en su viaje al más allá? No, únicamente el calendario Maya, y su nombre que pudo identificarse después de mucho tiempo, de hecho, todavía hay muchas estelas y altares de la zona Maya con glifos que no han sido descifrados. Todavía falta mucho estudio y conocimiento en Mé- xico sobre los Mayas. Cuéntanos, ¿Cómo está el nivel de la egiptología en tu país? Marcela Zapata Meza (Imagen: Universidad Anáhuac Sur). Fatal, la única manera de estudiar egiptología es viajar fuera de México o esperar que venga alguna institución internacional para darnos cursos especia- lizados. Aquí no hay forma de estudiar sobre Egipto, Babilonia, Mesopotamia o Grecia, de hecho, cuando yo estaba estudiando, siempre quise crear un centro donde pudiéramos estudiar egiptología, o arqueolo- gía bíblica, sin descuidar obviamente el México pre- hispánico. Ahora estoy trabajando en un centro de investiga- ción de culturas de la antigüedad, que es el primero que se creará en México, totalmente independiente del INAH que es el equivalente al ministerio de anti- güedades en Egipto, donde se podrá estudiar egipto- logía, arqueología bíblica y especializarte en Medite- rráneo antiguo. Ya tengo un equipo de profesionales que han trabajado en Israel, Mesopotamia, Roma, Grecia, y este año se inicia una licenciatura en his- toria antigua donde podemos ofrecer cursos espe- cializados en medio Oriente, Mediterráneo antiguo y Egipto, con especialidades en historia, arqueología y restauración. Marcela los yacimientos arqueológicos de tu país ¿están respetados, o están dados al vanda- lismo? Están respetados, la gran mayoría están vigilados por el INAH y por la secretaría de cultura que es una nueva institución creada para dar mayor protección a todas las zonas arqueológicas. El problema que
  • 10. 10 | Egiptología 2.0 Sobre el autor Marian Romero Gil, Directora, productora y presen- tadora del programa de radio: ‘’Las enseñanzas de Maat’’, donde podrás encontrar todo tipo de temas re- lacionados con el antiguo Egipto. Todo ello de la mano de Marian Romero Gil y su equipo de colaboradores. El programa se emite todos los domingos a las 20:00 horas, en: http://portalzona.com/maat.html Media http://xn--lasenseanzasdemaat-t0b.es https://www.facebook.com/LasEnsenanzasDeMaat/ timeline https://twitter.com/marian_egipto?lang=es http://www.ivoox.com/podcast-ensenanzas-maat_sq_ f146256_1.html Sobre Anáhuac México Anáhuac México, es una comunidad universitaria que contribuye e impulsa el proceso de formación integral de las personas que por su excelente e innovadora preparación profesional y cultural de nivel internacio- nal, por su profunda formación humana y moral inspi- rada en los valores perennes del humanismo cristia- no, y por su genuina conciencia social sean líderes de acción positiva que promuevan el desarrollo del ser humano y de la sociedad. “Anáhuac” significa literalmente: “cerca del agua”. Re- gión de los lagos centrales que dio asiento a la capi- tal azteca: Tenochtitlán, el centro más poblado y de mayor desarrollo cultural de América Central, donde ahora se alza la Ciudad de México y en ella, nuestra Universidad. http://www.anahuac.mx/mexico tenemos es que el gobierno de México otorga muy poco presupuesto al INAH y tienen que decidir si lo utilizan en la conservación o en la investigación, y desgraciadamente se invierte en los sitios más turísticos, entonces hay muchos zonas que no llaman la atención al turista ya que no se les ha dado la atención adecuada y por ello se están perdiendo. La idea de esta secretaria, es fomentar la investigación y la conservación de nuestro patrimonio histórico, para que no quede en un monopolio del gobierno como hasta ahora. Algo que puede reportar muchos beneficios a México ya que permitirá que universidades como la mía, que no es del gobierno, puedan tener un proyecto. Esta secretaria permitirá abrir el patrimonio para que pueda ser estudiado por aquellas instituciones que tengan posibilidades económicas. ¿Hay alguna página web para que nuestros lectores puedan ver el proyecto en el que estás trabajando? Si claro, es www.uas.mx y también pueden buscar información en Twitter: @anahuaccica Marcela, muchas gracias por habernos atendido y te deseamos muchos éxitos tanto en tus excavacio- nes como en ese proyecto universitario en México. Al contrario, les agradezco que hayan tenido el detalle de llamar a México.
  • 11. Egiptología 2.0 | 11 Testimonios del pasado Alonso de Mendoza La Piedra de Rosetta Granodiorita. Dimensiones: 112,3 cm x 75,7 cm x 28,4 cm. Peso: 760 kg. Descubrimiento: julio de 1799, Fort Julien (Rashid, Rosetta), por Pierre-François Bouchard. Datación: 196 a.C. (Período Ptolemaico). Localización actual: British Museum (Londres); Sala 4 (escultura egipcia); EA34. Parte frontal de la Piedra de Rosetta (Imagen: British Museum). La piedra de Rosetta es un fragmento de estela egip- cia, inscrita con un decreto publicado en Menfis en el año 196 a.C. en nombre del faraón Ptolomeo V. El decreto aparece en tres tipos de escrituras: el texto superior en jeroglíficos, la parte intermedia en escri- tura demótica y la inferior en griego antiguo. Gracias a que presenta esencialmente el mismo contenido en las tres inscripciones, con diferencias menores entre ellas, esta piedra facilitó la clave para el enten- dimiento moderno de la escritura jeroglífica. Originalmente estaba dispuesta dentro de un tem- plo, la estela fue probablemente trasladada durante la época paleocristiana o la Edad Media y finalmente usada como material de construcción en un fuerte cerca de la localidad de Rashid (Rosetta). Allí fue hallada en 1799 por el soldado Pierre-François Bou- chard durante la campaña francesa en Egipto. Las tropas británicas derrotaron a las francesas en Egip- to en 1801 y la piedra original acabó en posesión inglesa bajo la Capitulación de Alejandría. Transpor- tada a Londres, lleva expuesta al público desde 1802 en el British Museum. Debido a que fue el primer texto plurilingüe antiguo descubierto en tiempos modernos, la Piedra de Ro- setta despertó el interés público por su potencial para descifrar la hasta entonces ininteligible escritu- ra jeroglífica, y en consecuencia sus copias litográ- ficas y de yeso comenzaron a circular entre los mu-
  • 12. 12 | Egiptología 2.0 seos y los eruditos europeos. La primera traducción completa del texto en griego apareció en 1803, pero no fue hasta 1822 cuando Jean-François Champollion anunció en París el descifrado de los textos jeroglíficos, mucho antes de que los lingüistas fueran capaces de leer con seguridad otras inscripciones y textos del antiguo Egipto. Los principales avances de la decodificación fueron el reconocimiento de que la estela ofrece tres versiones del mismo texto, que el texto demótico usa caracteres fonéticos para escribir nombres extranjeros, que el texto je- roglífico también lo hace así y tiene similitudes generales con el demótico y que, además de ser usados para los nombres extranjeros, los caracteres fonéticos también fueron usados para escribir palabras nativas egipcias. La Piedra de Rosetta tiene 112,3 cm de altura, 75,7 cm de ancho y 28,4 cm de espesor, mientras que su peso se estima aproximadamente en 760 kg. La superficie frontal está pulida y las inscripciones ligeramente incisas en ella, los laterales están suavizados y la parte posterior está toscamente trabajada, sin duda porque no estaba a la vista en su ubicación original. En algún momento después de su llegada a Londres las inscripciones de la estela fueron rellenadas con tiza blanca para hacerlas más legibles, mientras que el resto de la superficie fue cubierta por una capa de cera de carnaúba destinada a protegerla de los dedos de los visitantes, lo que le dio un color negro a la piedra, que llevó a su identificación errónea como basalto negro. Estas adiciones fueron retiradas en una limpieza que se le practicó en 1999 y que reveló el gris oscuro original, el brillo de su estructura cristalina y las vetas rosas que recorren su esquina superior izquierda. Laterales izquierdo y derecho, con inscripciones en inglés y parte posterior (Imágenes: British Museum y Wikimedia Commons). La piedra de Rosetta es un fragmento de una estela más grande, aunque posteriormente no se encontraron otras partes en el lugar en que fue hallada. Debido a que le faltan fragmentos, ninguno de sus textos está completo. El más dañado es el superior, escrito en jeroglífico, del que solo son visibles catorce líneas, todas interrumpidas en su lado derecho y doce de ellas incompletas en el lateral izquierdo. El siguiente registro escrito en demótico, tiene treinta y dos líneas, catorce de las cuales están ligeramente dañadas en el lado derecho. El texto inferior en griego cuenta con cincuenta y cuatro líneas, veintisiete de ellas completas y el resto gradual- mente dañadas por la rotura diagonal de la esquina inferior derecha de la estela. La extensión completa del texto jeroglífico y el tamaño total de la estela original, puede ser estimada sobre la base de la comparación con otras estelas que han perdurado, incluidas otras copias del mismo decreto. El an- terior decreto de Canopo, creado en el 238 a.C. durante el reinado de Ptolomeo III, tiene 219 cm de alto y 82 de
  • 13. Egiptología 2.0 | 13 ancho, y contiene treinta y seis líneas de texto jero- glífico, setenta y tres de demótico y setenta y cuatro de griego con textos de similar longitud. Con esta comparación se puede estimar que se han perdido catorce o quince líneas del texto jeroglífico de la Pie- dra de Rosetta, unos 30 cm. Además de las inscrip- ciones, seguramente presentaba una escena que representaba al faraón presentándose a los dioses, coronada por un disco alado como en la estela de Canopus. Estos paralelismos, y un signo jeroglífico para ‘‘estela’’ en la misma piedra sugieren que ori- ginalmente tenía un remate superior redondeado y que su altura alcanzaba los 149 cm. El decreto de Menfis. La estela fue elaborada tras la coronación de Ptolo- meo V y se le inscribió un decreto que establecía el culto divino al nuevo gobernante, dictado por un con- greso de sacerdotes reunidos en Menfis. La fecha que se da del mismo, ‘‘4 Xandicus’’ del calendario macedonio y ‘‘18 Meshir’’ del egipcio, se correspon- de con el 27 de marzo de 196 a.C., noveno año del reinado de Ptolomeo V. Esto se confirma al producir- se el nombramiento de cuatro sacerdotes que oficia- ron en el mismo año. Sin embargo, se da una segunda fecha en el texto griego y en el jeroglífico, correspondiente con el 27 de noviembre del 197 a.C., aniversario oficial de la coronación de Ptolomeo V. La inscripción en demóti- co está en contradicción con este dato, pues incluye una lista de días de marzo para el decreto y el ani- versario, y aunque no se sabe el porqué de estas discrepancias, está claro que el decreto se publicó en 196 a.C. y tenía la intención de restablecer el do- Posible reconstrucción de la Piedra de Rosetta (Imagen: British Museum). minio de los faraones ptolemaicos sobre Egipto. El decreto data de un período turbulento en la historia de Egipto. Ptolomeo V Epífanes (faraón entre el 204 y el 181 a.C.), se convirtió en gobernante a la edad de cinco años tras la muerte repentina de sus padres, ambos asesinados, de acuerdo a fuentes coetáneas, en una conspiración que involucró a la amante de Ptolomeo IV, Agatoclea. Los conspiradores gobernaron Egipto como guardianes de Ptolomeo V hasta que, dos años des- pués, estalló una revolución liderada por el general Tlepólemo, y Agatoclea y su familia fueron linchados por una turba en Alejandría. Tlepólemo fue sustituido como tutor en el 201 a.C. por Aristómenes de Alyzia, que era primer ministro en la época del decreto de Menfis. Los poderes extranjeros agravaron los problemas internos del reino de Ptolomeo. Antíoco III el Grande y Filipo V de Macedonia hicieron un pacto para dividir las posesiones ultramarinas de Egipto, pues Filipo se había apo- derado de varias ciudades e islas de Tracia y Caria, mientras que la batalla de Panio (198 a.C.) había causado la transferencia de Celesiria, con Judea incluida, de los Ptolomeos a los Seléucidas. Mientras tanto, en el sur de Egipto existía una revuelta enquistada que había comenzado en el reinado de Ptolomeo IV y que estuvo lidera- da por Horunnefer y luego por su sucesor Anjunnefer. Tanto la guerra como la revuelta interna seguían activas cuando el joven Ptolomeo V fue oficialmente coronado en Menfis a la edad de 12 años (siete años después del inicio de su reinado tutelado) y cuando se publicó el decreto de Menfis. La estela de Rosetta presenta ciertas similitudes con otras estelas de donación que representan al faraón go- bernante concediendo una exención de impuestos a los sacerdotes residentes. Los faraones habían elaborado este tipo de estelas durante dos mil años, pues las más antiguas datan del Imperio Antiguo. Aunque en las
  • 14. 14 | Egiptología 2.0 primeras etapas estos decretos eran emitidos por el propio faraón, el decreto de Menfis fue publicado por los sacerdotes, garantes de la cultura tradicional egipcia. El decreto deja constancia que Ptolomeo V regaló plata y grano a los templos, y que en su octavo año de reinado, durante una inundación especialmente alta del Nilo, ordenó embalsar las aguas sobrantes para beneficio de los agricultores. A cambio de estas acciones los sacer- dotes elevaron plegarias en el cumpleaños del faraón, el día de coronación sería celebrado anualmente y todos los sacerdotes de Egipto le servirían junto a los otros dioses. El decreto concluye con la instrucción de que una copia fuera colocada en cada templo, inscrita con el ‘‘lenguaje de los dioses’’ (jeroglífico), el ‘‘lenguaje de los documentos’’ (demótico) y el ‘‘lenguaje de los griegos’’ usado por el gobierno Ptolemaico. Asegurar el favor de la casta sacerdotal era esencial para los faraones ptolemaicos a fin de conservar un con- trol efectivo sobre el pueblo. Los Sumos Sacerdotes de Menfis, ciudad en que fue coronado el faraón, eran particularmente poderosos por ser la máxima autoridad religiosa de la época y tener influencia en todo el reino. Dado que el decreto fue publicado en Menfis, la antigua capital de Egipto, en lugar de en Alejandría, centro de gobierno de los ptolomeos, es evidente que el joven faraón quería ganarse su apoyo activo. Por lo tanto, aunque el gobierno de Egipto había sido de habla griega desde las conquistas de Alejandro Magno, el decreto de Menfis, al igual que los dos anteriores decretos, incluyó textos en egipcio para mostrar su relevancia para el pueblo general por medio de la escritura de los sacerdotes egipcios. No existe una traducción definitiva del decreto a ninguna lengua moderna debido a las pequeñas diferencias entre los tres textos originales y a que se continúa desarrollando el conocimiento de las escrituras antiguas. A continuación se ofrece una transcripción de los textos del decreto, traducida de la completa versión inglesa ofre- cida por Edwyn R. Bevan en The House of Ptolemy (1927), basada en el texto griego y con comentarios sobre las variaciones entre este y los dos textos egipcios. La versión de Bevan, resumida, comienza así: En el reinado del joven -quien ha recibido la realeza de su padre- señor de las coronas, glorioso, que ha con- solidado Egipto y es piadoso hacia los dioses, superior a sus enemigos, quien ha restablecido la vida civilizada de los hombres, señor de las Fiestas de los Treinta Años, como Hefesto el Grande; un faraón, como el Sol, el gran faraón de las regiones alta y baja, descendiente de los Dioses Filopatores, a quien Hefesto ha aprobado, a quien el sol le ha dado la victoria, imagen viviente de Zeus, hijo del Sol, Ptolomeo eterno amado por Ptah; en el noveno año, cuando Aëtus, hijo de Aëtus, era sacerdote de Alejandro…; Los sumos sacerdotes y los profetas y los que entran en el sagrario para vestir a los dioses, y los portadores de plumas y los escribas sagrados, y todos los demás sacerdotes... estando reunidos en el templo de Menfis en este día, declararon: Desde que reina el faraón Ptolomeo, el eterno, el amado de Ptah, el dios Epífanes Eucaristos, el hijo del rey Ptolomeo y la reina Arsínoe, dioses Filopatores, han sido muy beneficiados tanto los templos como los que vi- ven en ellos, además de todos los que de él dependen, siendo un dios nacido de dios y diosa (como Horus, hijo de Isis y Osiris, quien vengó a su padre), y siendo benevolentemente dispuesto hacia los dioses, ha dedicado a los ingresos de los templos dinero y grano, y ha invertido mucho dinero para la prosperidad de Egipto, y ha consolidado los templos, ha sido generoso con todos sus medios, y de los ingresos y los impuestos que recibe de Egipto una parte ha sido condonada completamente y otra reducida a fin de que el pueblo y todo lo demás sea próspero durante su reinado… ; Ha parecido bien a los sacerdotes de todos los templos en la tierra aumentar considerablemente los honores existentes al faraón Ptolomeo, el eterno, el amado de Ptah… y se celebrará una fiesta por el faraón Ptolomeo, el eterno, el amado de Ptah, el Dios Epífanes Eucaristos, anualmente en todos los templos de la tierra desde el primero de Tot durante cinco días en los que se deben lucir guirnaldas, realizar sacrificios y los otros hono- res habituales; y los sacerdotes deberán ser llamados sacerdotes del Dios Epífanes Eucaristos además de los nombres de los otros dioses a quienes sirven, y su clero se inscribirá a todos los documentos formales y los particulares también podrán celebrar la fiesta y erigir el mencionado altar, y tenerlo en sus casas, realizando los honores de costumbre en las fiestas, tanto mensual como anualmente, con el fin de que pueda ser conocida por todos los hombres de Egipto la magnificencia y el honor del Dios Epífanes Eucaristos el faraón, de acuerdo con la ley. Casi con toda seguridad la estela no fue elaborada en la localidad de Rashid (Rosetta) donde fue hallada, y probablemente proceda de un templo situado en el interior del territorio egipcio, seguramente la ciudad real de Sais. El templo del que procedía debió ser cerrado en torno al 392 d.C. cuando el emperador del Imperio
  • 15. Egiptología 2.0 | 15Piedra de Rosetta (Imagen: Shifiku).
  • 16. 16 | Egiptología 2.0 Romano de Oriente, Teodosio I, ordenó la clausura de todos los templos de culto no cristiano. En algún mo- mento la estela se partió y su fragmento más grande es lo que hoy se conoce como Piedra de Rosetta. Los antiguos templos egipcios fueron utilizados más tarde como canteras para nuevas construcciones, y la estela fue probablemente reutilizada como tal. Más tarde fue incorporada a los cimientos de una fortaleza construida por el sultán mameluco Qaitbey (1416/18-1496) para defender el brazo bolbitino del Nilo en Rashid, donde permaneció otros tres siglos. Desde el descubrimiento de la piedra de Rosetta se han hallado otras dos inscripciones del decreto de Menfis: la estela Nubayrah y una inscripción encontrada en el Templo de Filé. A diferencia de la de Rosetta, sus jeroglí- ficos estaban relativamente intactos, y aunque las inscripciones de la estela de Rashid habían sido descifradas mucho antes del descubrimiento de las otras copias del decreto, egiptólogos posteriores como Ernest Wallis Budge las usaron para complementar los jeroglíficos de las partes perdidas de la Piedra de Rosetta. Fotografía de la piedra Rosetta en blanco y negro y alto contraste, para permitir su lectura (Imagen: Wikimedia Commons). Hallazgo. Durante la campaña en Egipto de Napoleón Bonapar- te en 1798 el ejército expedicionario iba acompañado por la Commission des Sciences et des Arts, un cuerpo compuesto por 167 expertos técnicos. El 15 de julio de 1799, mientras los soldados franceses bajo mando del coronel d’Hautpoul trabajaban en el refuerzo de las de- fensas del fuerte Julien, situado a unos 3 km al noreste de la ciudad portuaria egipcia de Rashid (Rosetta), el teniente Pierre-François Bouchard avistó en un lugar donde los soldados habían excavado una placa con ins- cripciones en una de sus caras. Él y d’Hautpoul vieron de inmediato que podía ser importante e informaron al general Jacques-François Menou, que se encontraba en Rosetta. El hallazgo fue anunciado a la recién creada asociación científica de Napoleón en El Cairo, el Institut d’Égypte, a través de un informe redactado por el miembro de la comisión Michel Ange Lancret, quien apuntaba que con- tenía tres inscripciones, la primera en jeroglíficos y la tercera en griego, y sugería acertadamente que todas las inscripciones podían ser versiones de un mismo tex- to. El informe de Lancret, fechado el 19 de julio de 1799, fue leído en una reunión del Instituto el 25 de julio. Mien- tras tanto Bouchard transportó la piedra a El Cairo para que fuera examinada por expertos. El propio Napoleón inspeccionó la que ya había empezado a llamarse La Pierre de Rosette (la Piedra de Rosetta) poco antes de su regreso a Francia en agosto de 1799. El descubrimiento fue anunciado en septiembre en el Courrier de l’Égypte, el periódico oficial de la expedición francesa, donde un reportero anónimo expresaba la esperanza de que la piedra fuera algún día la clave para descifrar los jeroglíficos egipcios. En 1800 tres de los expertos técnicos de la comisión idearon algunas formas de hacer copias de los textos de la piedra y uno de ellos, el impresor y lingüista Jean-Joseph Marcel, es reco- nocido como el primero en percatarse que el texto central, que se pensaba siríaco, estaba de hecho escrito en demótico egipcio, raramente usado para inscripciones y por tanto muy poco visto por los eruditos de la época. Fue el artista e inventor Nicolas-Jacques Conté quien encontró la manera de usar la piedra como un bloque de impresión, y Antoine Galland empleó un sistema ligeramente distinto para reproducir las inscripciones. Las im- presiones resultantes fueron llevadas a París por el general Charles Dugua, por lo que los estudiosos europeos podrían ya ver las inscripciones e intentar leerlas. Tras la marcha de Napoleón, las tropas francesas rechazaron los ataques británicos y otomanos durante 18 me- ses, hasta que en marzo de 1801 los ingleses desembarcaron en la bahía deAbukir. El general Jacques-François Menou, uno de los primeros en ver la Piedra de Rosetta, era entonces comandante de la expedición francesa.
  • 17. Egiptología 2.0 | 17 Sus tropas, incluida la comisión, se dirigieron al norte hacia la costa mediterránea para encontrarse con el ene- migo, transportando la piedra junto con otras antigüedades. Derrotado en la batalla, Menou y los restos de su ejército, portando la piedra, se retiraron a Alejandría, donde fueron rodeados, sitiados y obligados a rendirse el 30 de agosto. Tras la rendición surgió una disputa sobre el destino de los descubrimientos arqueológicos y científicos france- ses en Egipto, entre ellos un grupo de artefactos, especímenes biológicos, notas, planos y dibujos reunidos por los miembros de la comisión. Menou rehusó entregarlos, alegando que pertenecían al Instituto, pero el general británico John Hely-Hutchinson se negó a liberar la ciudad hasta que Menou se los entregara. Los académicos Edward Daniel Clarke y William Richard Hamilton, recién llegados de Inglaterra, accedieron a examinar las co- lecciones y dijeron haber visto muchos objetos que los galos no habían revelado, y Clarke no dudó en afirmar en una carta a su casa que ‘‘encontramos en su posesión mucho más de lo que hubiéramos imaginado’’. Cuando Hutchinson reclamó que todos los materiales eran propiedad de la corona británica, un académico fran- cés, Étienne Geoffroy Saint-Hilaire, dijo a Clarke y Hamilton que preferían quemar todos sus descubrimientos a entregarlos. Clarke y Hamilton hicieron saber la posición de los franceses y Hutchinson finalmente accedió a que elementos como los especímenes naturales permanecieran en la propiedad privada de los académicos franceses. Menou reclamó rápidamente la Piedra de Rosetta como su propiedad privada, pues si ello hubiera sido aceptado la estela habría ido a Francia, pero el general Hutchinson también era consciente de su valor y no accedió a la petición de Menou. Finalmente se alcanzó un acuerdo y la transferencia de objetos fue incluida en la Capitulación de Alejandría, firmada por los representantes de las fuerzas británicas, francesas y otomanas. No está claro cómo se transfirió exactamente la piedra de manos francesas a británicas, pues los relatos di- fieren. El coronel Tomkyns Hilgrove Turner, que la trasladó a Inglaterra, dijo más tarde que él personalmente la confiscó de manos de Menou y la cargó en un armón. En un relato mucho más detallado, Edward Daniel Clarke afirma que un ‘‘funcionario y miembro del Instituto’’ francés había llevado secretamente a su alumno John Cripps y a Hamilton a la calle tras la residencia de Menou y les había enseñado la piedra, oculta bajo unas alfombras protectoras en el equipaje del general francés. De acuerdo con Clarke, su informante temía que la estela fuera robada si los soldados franceses la veían. Hutchinson fue informado y la piedra fue arrebatada, posiblemente por Turner y su armón. Turner llevó la piedra a Inglaterra a bordo de la fragata francesa capturada HMS Egyptienne, y llegó a Ports- mouth en febrero de 1802. Sus órdenes eran presentarla junto a otras antigüedades al rey Jorge III, quien, representado por el Secretario de Guerra Lord Hobart, ordenó que debía ser colocada en el Museo Británico. De acuerdo al relato de Turner, él instó, y Hobart accedió, a que la estela fuera presentada a los académicos de la Sociedad de Anticuarios de Londres, de la que Turner era miembro. Fue vista y debatida allí en una reunión el 11 de marzo de 1802. Durante 1802 la Sociedad creó cuatro modelos en yeso de las inscripciones, que fueron entregados a las uni- versidades de Oxford, Cambridge, Edimburgo y el Trinity College de Dublín. Poco después se hicieron copias impresas de las inscripciones, que circularon entre los eruditos europeos, y a finales de 1802 la piedra fue transferida al Museo Británico, donde permanece hoy. Se le hicieron nuevas inscripciones en inglés, pintadas en blanco en los laterales de la losa, indicando que fue ’’capturada por el ejército británico’’ y ‘‘presentada por el rey Jorge III’’. La piedra ha sido exhibida de forma casi continua en el Museo Británico desde junio de 1802. Formaba parte de una colección de antiguos objetos egipcios capturados a la expedición francesa que incluían el sarcófago de Nectanebo II o la estatua de un sumo sacerdote de Amón. Pronto se descubrió que los objetos pétreos eran demasiado pesados para los suelos de la Casa Montagu, edificio original del Museo Británico, y fueron trasla- dados a una nueva zona construida dentro de la mansión. La Piedra de Rosetta fue trasladada a la galería de esculturas en 1834, poco después de que la Casa Montagu fuera demolida y remplazada por el edificio que actualmente alberga el Museo Británico. La Piedra de Rosetta fue exhibida inicialmente con un ligero ángulo de inclinación sobre la horizontal y descan- saba en un soporte de metal hecho ex profeso y que requirió de una leve talla de sus laterales para asegurar la estabilidad. En un principio no tenía cubierta protectora, y a pesar de los esfuerzos por evitar que la tocaran los visitantes, en 1874 se hizo necesario colocarle una estructura de protección. Desde 2004 la piedra se expone en una vitrina especial en el centro de la Galería de Escultura Egipcia. Una réplica de la Piedra de Rosetta con
  • 18. 18 | Egiptología 2.0 el aspecto que presentaba a los visitantes a inicios del siglo XIX, sin cristal y libre para ser tocada, se exhibe en la Biblioteca del Rey del Museo Británico. Hacia el final de la Primera Guerra Mundial, en 1917, los responsables del mu- seo estaban preocupados por los intensos bombar- deos de Londres y se tras- ladó la piedra por su segu- ridad junto a otros objetos de valor. La estela permaneció los siguientes dos años en una estación del Ferrocarril del Servicio Postal de Londres en Mount Pleasant, a quin- ce metros por debajo del nivel del suelo. Además de en tiempo de guerra, la Ubicación actual de la Piedra de Rosetta (Imagen: British Museum). Piedra de Rosetta ha abandonado el museo una sola vez, durante un mes, en octubre de 1972 para ser ex- hibida junto a la famosa carta de Champollion en el Museo del Louvre de París, en el 150º aniversario de la publicación de la carta que se considera el inicio del descifrado de los jeroglíficos egipcios. Incluso cuando la piedra estaba siendo restaurada en 1999 los trabajos se llevaron a cabo en la galería para que siguiera estando a la vista del público. El trabajo actual en la piedra se centra en el conocimiento completo de las inscripciones y su contexto mediante la comparación de cada una de las tres versiones entre ellas. En 1824 el erudito clasicista Antoine-Jean Letron- ne se comprometió a realizar una nueva traducción literal del texto griego para el uso de Champollion, y este a cambio prometió un análisis de todos los puntos en que parecían diferir las tres versiones. Tras la muerte repen- tina de Champollion en 1832 no se pudo encontrar su proyecto de análisis, y el trabajo de Letronne se estancó. A la muerte en 1838 de François Salvolini, antiguo alumno y asistente de Champollion, este y otros proyectos perdidos se encontraron entre sus papeles, demostrando además que la publicación de Salvolini sobre la pie- dra en 1837 era plagio. Letronne fue capaz al fin de completar su comentario sobre el texto griego y su nueva traducción al francés, que apareció en 1841. Durante la década de 1850 dos egiptólogos alemanes, Heinrich Karl Brugsch y Max Uhlemann, realizaron traducciones latinas revisadas basadas en los textos demótico y je- roglífico. La cuestión sobre cuál es el texto original del que los otros dos son traducciones sigue siendo controvertida. En 1841 Letronne intentó demostrar que la original era la versión griega, el idioma del gobierno egipcio bajo la dominación ptolemaica. Entre los autores recientes, John Ray ha afirmado que ‘‘los jeroglíficos eran las ins- cripciones más importantes sobre piedra: estaban ahí para que los leyeran los dioses y el más erudito de sus sacerdotes’’. Philippe Derchain y Heinz Josef Thissen han argumentado que las tres versiones fueron creadas simultánea- mente, mientras que Stephen Quirke ve en el decreto ‘‘una intrincada fusión de tres tradiciones textuales vita- les’’. Richard Parkinson señala que la versión jeroglífica, alejada del formalismo arcaico, cae de vez en cuando en un lenguaje cercano al registro demótico que los sacerdotes usaban más a menudo en la vida diaria. El hecho de que las tres versiones no puedan ser comparadas palabra por palabra ayuda a entender por qué su desciframiento ha sido más difícil de lo inicialmente esperado, especialmente para aquellos estudiosos que estaban esperando una clave bilingüe exacta para los jeroglíficos egipcios.
  • 19. Egiptología 2.0 | 19 La Génesis de Kemet Cuando, durante la segunda mitad del siglo XVI a.C., Amhosis acaudilló sus fuerzas río abajo, hacia el Delta, con el objetivo de expulsar a los extranjeros que allí se encontraban asentados, en lo que se ha dado por denominar la “Guerra de Liberación”, ponía fin a más dos siglos y medio, aproximadamente, de presencia hicsa en el Bajo Egipto, y con ello concluía, y ponía el colofón, a la obra tan anhelada por los príncipes tebanos, que, desde el maltrecho Sequenenra Taa, padre del fundador de la XVIII dinas- tía, o Kamose, su hermano, habían soñado con volver a unir todo el Valle, el Alto y Bajo Egipto, bajo la égida de un solo monarca, cuya cabeza coronaría de nuevo la Doble Corona, como sinónimo de su poder sobre Las Dos Tierras. A partir de ese momento, y durante unos cinco siglos aproximada- mente, “El Don del Nilo” iba a alcanzar el clímax como cultura, su éxtasis como civilización y como gran potencia en la zona, para, luego, languidecer poco a poco, hasta convertirse (hecho cono- cido por todos gracias a “Marco Antonio y Cleopatra” de Shakes- peare o a la inolvidable actuación de Elizabeth Taylor, entre otras obras) en una más de las provincias romanas. Esos quinientos años marcaron los estudios de la historia egip- cia, pues han sido, y son, el período más conocido de su dilatada existencia, etapa idolatrada, admirada y fascinante, tanto para los investigadores profesionales, como para los aficionados, de tal forma que personajes como Akenatón, Nefertiti, Hatshepsut, Cabeza de Amhosis. 1150-1525 a.C. (Imagen: Metropolitan Museum, New York). Nefertari, etc. han llenado, y llenan páginas y páginas de libros, revistas, documentales, películas, etc. Sin embargo, para alcanzar este esplendor, esta magnificencia, y al igual que todo ser vivo, obtener y lograr esta madurez, para, posteriormente, sumirse en un invierno que conduciría a un final inevitable, de la misma forma, es necesario un origen, un principio que asiente gradualmente, lentamente, las bases de esta futura suntuosidad, de la fastuosidad del arte egipcio, y, aunque no tan deslumbrante en lozanía, no por ello menos interesante, y no por ello hay que dejarlo de lado, ya que estos comienzos supondrían el germen de lo que más tarde sería el grandioso Egipto. Un aproximación a los momentos iniciales. Nos encontramos en los últimos momentos de agonía del Paleolítico Superior. El territorio septentrional del continente africano lleva sufriendo, durante varios miles de años, la acometida de una fase de fuerte sequía, la cual, provoca que, durante este período, las grandes estepas se encuentren deshabitadas, pues los pequeños grupos humanos cazadores-recolectores se han visto obligados a arremolinarse en torno a diferentes puntos o lugares concretos, algunos de ellos adyacentes al Nilo, cuya fisonomía debía de ser bastante diferente a la actual. Pero, con el fin del Pleistoceno, hacia el 12/10000 a.C. y paralelo, a su vez, al término del Paleolítico, la clima- tología sufría una serie de cambios y variaciones que llevaron a la desaparición de las glaciaciones que habían padecido durante milenios, o millones de años, los territorios boreales de Europa y Norteamérica fundamental- mente. Las planicies desérticas y desoladas del Norte de África también se veían sujetas a estos fenómenos climatológicos, pues los factores medioambientales que iban a ejercerse y desplegarse sobre ellas trajeron Historia Hipólito Pecci Tenrero
  • 20. 20 | Egiptología 2.0 consigo un mayor porcentaje de humedad, cuyo poder de impregnación y penetración transformaría progresivamente el paisaje. Es así, como durante el VIII mileno a.C. en el Próxi- mo Oriente se asiste a un hecho hasta ese momento inimaginable, el ser humano ha desarrollado las téc- nicas y la capacidad suficientes para hacerse con el control de diferentes especies animales y vegetales, las cuales, milenios antes, no había tenido más re- medio que cazar y recolectar. Con ello las poblaciones comienzan un proceso de sedentarización que transformará totalmente las for- mas de vida conocidas hasta el momento, y es en Jericó, asentamiento situado en el Valle del Jordán, donde este hecho se evidencia nítidamente, puesto que es aquí donde se lleva a cabo por primera vez un cultivo totalmente manipulado. De esta forma, ya no se trataba de una simple re- colección intensiva, esta vez, la mano del hombre fue la responsable de la domesticación y labores de siembra de diferentes especies vegetales. De esta suerte, se presentaba una situación nueva, pues durante los milenios siguientes, los grupos de- jaron paulatinamente de vagar en pos de las mana- das de animales, asentándose cerca de las zonas fértiles aledañas a los ríos, lo que implicaba el surgi- miento de poblaciones permanentes, y con ello, un cambio drástico en la sociedad. Indudablemente, el dominio de las técnicas agrícolas y la estabulación del ganado permitieron reducir la mano de obra concentrada en la búsqueda de ali- mento, acontecimiento que dio alas a una diversifi- cación y especialización del trabajo, amén de una intensificación de los contactos comerciales con los excedentes alimentarios y los productos artesanales. Durante el transcurso del V/IV milenio a.C., mientras que en diferentes regiones de Europa se estaba dan- do el fenómeno megalítico, basado en la erección de monumentos arquitectónicos de uso funerario o ritual con rocas de grandes dimensiones, en el Próxi- mo Oriente, en Mesopotamia ya se vislumbran las primeras ciudades erigidas por los miembros de la cultura sumeria, Uruk, Ur o Nínive. Estos acontecimientos propiciaron el surgimiento de diversos avances trascendentales en el devenir his- tórico de las sociedades, pues marcarían una fron- tera entre un pasado, conocido únicamente por las fuentes orales, y un presente, y futuro, en el que los acontecimientos podrían plasmarse por escrito. Efectivamente, hacia el año 3250 a.C., aproximada- mente unos trescientos años después de cimentarse la ciudad como centro absoluto de poder, se aplicaba por primera vez a unas tablillas de arcilla una serie de signos, conocidos como escritura cuneiforme, con los que poder gestionar y llevar el control del comer- cio y la administración de la riqueza de los templos. De esta forma se daba un paso gigantesco en la organización y dirección de los asentamientos, una mayor intervención de la autoridad, gobernantes que extendían su poder a todos los recovecos, a todos los rincones de sus dominios. A este gran adelanto se irían añadiendo otros mu- chos de gran calado en la sociedad, como sería la aparición de la rueda unos trescientos años antes, o el uso del cobre, que hacia finales de este periodo ya se encontraba bastante arraigado, puesto que su trabajo se llevaba realizando desde unos dos o tres milenios antes, si bien, dependiendo de las zonas geográficas. El Valle del Nilo no sería ajeno a estos cambios, y de esta manera, a lo largo del río, conocido en momen- tos posteriores como “Iteru”, florecerían de forma pa- ralela diferentes culturas, hasta que hacia el 3100 a.C., una de estas poblaciones, procedente del Sur, logró imponerse sobre el resto, unificando el Alto y el Bajo Egipto en la persona de Menes, fundador de la primera capital del reino, Menfis “El Muro Blanco”. Cabeza de piedra caliza de un rey. Según Petrie podría ser Menes (Imagen: Petrie Museum). “...Y decían que el primer hombre que reinó en Egip- to fue Mina; en su tiempo todo Egipto, excepto el nomo de Tebas, era un pantano, y no emergía de
  • 21. Egiptología 2.0 | 21 las aguas ninguna parte del país que ahora se halla más abajo del lago Meris, al cual se llega desde el mar navegando siete días río arriba. Y lo que decían de su país me pareció exacto. Pues evidente, para un hombre juicioso, sin haber sido informado previamente, con sólo verlo, que el Egipto al que los griegos llegan por mar es para los egipcios tierra adquirida y un don del río, y también la zona más arriba de este lago hasta tres días de navegación, de la que los sacerdotes ya no me dijeron nada parecido, pero que es de igual formación... ” Hacia el 8000 a.C., el monzón tropical, que usualmente soplaba hacia el Sur, súbitamente cambió de dirección, encaminándose al septentrión y liberando a su paso, en una serie de diluvios, tal cantidad de lluvia que en las tierras desérticas se formaron grandes estanques, a cuyo alrededor surgió un oasis de vegetación con caza, pesca y pastos suficientes para mantener diferentes comunidades. Uno de estos asentamientos fue localizado a un centenar de kilómetros aproximadamente, al oeste del Valle, durante la primera mitad de los años setenta del siglo XX por Fred Wendorf, Antropólogo de la Universidad Metodista del Sur (Dallas, Texas), recibiendo el nombre de Playa Nabta, y constituyendo, quizás, el germen de las poblaciones asentadas a lo largo del Nilo, puesto que, debido a las variaciones climáticas, hacia el V mileno a.C. el monzón sufrió una nueva modificación, retornando a su trayectoria habitual, es decir, hacia el Medio- día, lo que llevó a un cese de las lluvias en el Norte, y por ende, a una preponderancia del desierto, haciendo desaparecer todos los depósitos de agua, y, por tanto, obligando a sus moradores a comenzar un largo éxodo. Gradualmente, sus pasos les empujaban a los parajes próximos al Gran Río, donde se abría un abanico de posibilidades, pues ante ellos emergía un vergel en el cual la vida, y por tanto la caza, fluía por doquier, además de constituir un terreno idóneo para la práctica de la agricultura. Playa Nabta poseía una particularidad que hace de este asentamiento un lugar único en fechas tan tempranas. Unos dos mil años antes de que se erigiera Stonehenge, en este paraje se levantó un conjunto megalítico com- puesto por losas obtenidas en una cantera distante un par de kilómetros, que forman un pequeño crómlech con funciones astronómicas, tal como explica, el codirector de la excavación, Romauld Schild, de la Academia Po- laca de Ciencias (Varsovia, Polonia), por lo que el círculo tendría como misión predecir la llegada de las lluvias, es decir, un calendario constituido por un anillo de un diámetro máximo de cinco metros, y dos alineaciones de piedras verticales, una de ellas señalando al Norte, y la otra a la posición que ocuparía el sol el día 21 de junio, comienzo del verano, y de las lluvias, en esta zona. Situación de la Playa Nabta (Imagen: Wikimedia Commons). Playa Nabta Asentamiento humano IX - VI m.a.C.
  • 22. 22 | Egiptología 2.0 Además de este monumento, se han localizado va- rias losas que podrían estar identificando la posición de enterramientos, quizás pertenecientes a ciertos personajes importantes, lo que supondría la existen- cia de algún tipo de estructuración social en la que se evidenciaría un sistema jerarquizado, posiblemente una jefatura, que denota una organización suficiente para la aparición de grupos más o menos complejos. Sea como fuere, con estas bases, hacia mediados del VI m.a.C. o principios del milenio siguiente, cuan- do los habitantes de Playa Nabta ya se habían asen- tado en el Valle del Nilo, el territorio se iría poblando paulatinamente, extendiéndose durante el transcur- so del Neolítico, tanto en el Norte como en el Sur, una serie de culturas que constituirían los primeros indicios, los comienzos de la civilización egipcia. De esta forma, se puede hacer mención, en el Sur, a las culturas Tasiense, Badariense y Amratiense, ésta última también conocida como Nagada I, susti- tuida por la cultura Gerzeense proveniente del Norte, mientras que en el Bajo Egipto se desarrollarían las culturas Merindense, El-Omari o Fayum A, Gerzeen- se, actualmente llamada Nagada II, y Maadiense, todas ellas importantes en el devenir histórico, pues cada una dejó su impronta en el futuro reino unifica- do de Egipto, si bien, con diferencias sustanciales, ya que, según las evidencias, los asentamientos su- reños se encontrarían más entrelazados entre sí que los grupos del Norte, poseyendo una serie de rasgos mucho más uniformes. Muchos investigadores defienden el surgimiento, du- rante el V m.a.C., de dos poderosos reinos, el Bajo Egipto, la Tierra del Papiro, situado en el Delta, con capital en Buto, y el Alto Egipto, la Tierra del Loto, cuya capital sería Hieracómpolis, la “Ciudad del Hal- cón” (Nekhen), uno de los asentamientos más im- portantes en las orillas del río, en donde se alzaba un gran templo, el primer edificio religioso conocido en Egipto, dedicado a Horus, cuyas huellas, en for- ma de agujeros con una profundidad en torno a los dos metros aproximadamente, fueron descubiertas en 1985. Siguiendo con estas conjeturas, hacia el 3600 a.C. se produciría la unificación de ambos, cuando el Nor- te se hizo con el poder en el Alto Egipto, pasando a controlar todo el territorio. Sin embargo, este dominio sería efímero, puesto que muy pronto se produciría la división en los dos reinos tradicionales. No obstante, el destino sería caprichoso, ya que a la altura del 3100 a.C. se produjo la situación inversa, esto es, el Sur conquistaría el Bajo Egipto, produ- ciéndose la “Reunificación”, esta vez de forma de- finitiva, lo que significaría el comienzo del período dinástico. Aunque la realidad es todavía difícil de conocer, lo más probable es que en las regiones meridionales se localizara un territorio controlado por un “jefe tri- bal”, una autoridad más o menos centralizada, la cual, posiblemente se extendiera por todo el valle hacia las tierras septentrionales, donde se ubicarían pequeñas poblaciones y establecimientos, quizás in- dependientes, que fueron cayendo poco a poco para integrar como provincias, denominadas en el periodo histórico nomos o sepaut, un único país. Proceso de unificación (Imagen: Hipólito Pecci Tenrero). Este líder guerrero, procedente del Sur y capaz de unificar todo el territorio, tradicionalmente se ha aso- ciado a Narmer o Menes, el fundador de Menfis, “El Muro Blanco” o quizás este honor recayera en la per- sona de Aha, el monarca instaurador de la I Dinastía con la que daba comienzo el Período Tinita, denomi- nado así al ser los primeros monarcas oriundos de la ciudad de Tinis (I y II Dinastía, 3100/2650 a.C.). Las fuentes. Las referencias a enfrentamientos, y combates se atestiguan en diversos elementos que poseen al- gún tipo de decoración, caso, entre otros, de obje- tos votivos y obras artísticas encuadradas durante el periodo Predinástico, entre el 3600 a.C. y el 3100 a.C., dando cuenta de los episodios bélicos que se estaban desarrollando y que se inscribían dentro de los movimientos poblacionales y maniobras encami- nadas a la conquista total del territorio. De esta forma, los temas de corte bélico se visionan en algún tipo de utensilios, que, a priori, no tienen hueco dentro del mundo de la guerra, como podrían ser las piezas conocidas como “Paletas”. Las Paletas son uno de los documentos más anti- guos que recogen los primeros momentos de la in- cipiente historia de Egipto, pues se datan en torno al 3600/3200 a. C. en las áreas de asentamiento del Gerzeense (Nagada II), Cultura extendida hasta la región denominada más tarde Wawat o Baja Nubia (Norte del actual Sudán), territorio localizado entre la Primera y Segunda Catarata.
  • 23. Egiptología 2.0 | 23 En un principio, estos objetos, elaborados en ma- teriales líticos o marfil, entre otros, y decorados mi- nuciosamente con temas tanto mitológicos como reales, tenían como función servir de soporte para afeites, pigmentos, cremas, etc., con los que embe- llecer el cuerpo, por lo que no era del todo raro ha- llarlos formando parte de los ajuares funerarios. La paleta más famosa, conocida como “Paleta de Narmer”, se encuentra actualmente en el Museo de El Cairo. De esquisto verde, con 45 cm. de anchura, 64 cm. de longitud, y un grosor de seis centímetros y medio, sería descubierta por Quibell en 1897 en el santuario de El-Kab (Hieracómpolis), templo de- dicado a la diosa buitre Nekhbet, protectora de los reyes del Sur, por lo que se piensa que constituía un presente de este monarca tras su triunfo sobre el Norte a finales del IV m.a.C., siendo despojada de su rol habitual, de cualquier significación mundana, para elevarse a un plano divino, adquiriendo las ca- racterísticas de un objeto votivo. Proceso de unificación (Imagen: Universidad de Cantabria). Paleta de Narmer. Museo Egipcio de El Cairo (Imagen: Wikimedia Commons). La ofrenda se presenta ornamentada por ambas caras y con multitud de alusiones a los enfrentamientos refe- rentes al proceso de Unificación, en donde el rey adquiere un protagonismo absoluto, exteriorizándose en uno de sus lados ciñendo la Corona Roja del Bajo Egipto mientras que en el otro porta la Corona Blanca del Alto Egipto en actitud de golpear a un enemigo con una maza piriforme, movimiento reproducido en multitud de relieves, sobre todo durante el Imperio Nuevo, como símbolo del poder del faraón. En su parte superior aparecen dos cabezas de vaca que simbolizan, bien a la diosa Hatubat o bien a la diosa Hathor, y entre ellas se sitúa la Fachada del Palacio, en cuyo interior se encuentra el nombre Horus del rey, el pez Nar y un cincel, cuyo significado es “Querido de Nar”.
  • 24. 24 | Egiptología 2.0 Detrás del rey aparece un portasandalias, y en la parte superior derecha un halcón, que posado sobre seis papiros, coge con una de sus garras una cuerda en cuyo extremo se encuentra un prisionero sujeto por la nariz, lo que ha sido interpretado como el triun- fo del soberano del Sur sobre el Delta. En la otra cara se halla el soberano marchando so- bre Buto, ciñendo la corona roja del Bajo Egipto y un vestido ritual, continúa acompañado de su portasan- dalias, pero en este registro también aparecen otra serie de figuras que se han interpretado como su pri- mer ministro y cuatro portaestandartes, que poste- riormente serían conocidos como los Seguidores de Horus o los Dioses que siguen a Horus. Diversos especialistas, como Fernando Olaguer-Fe- liú, ven en el personaje arrodillado la manifestación del pueblo sometido, mientras que la idea que mana de los acompañantes que marchan al lado del mo- narca es la del servicio y sumisión total hacia él. Otros ejemplos de paletas, bastante elocuentes, en los que se recogen escenas de enfrentamientos re- lativos tanto a los episodios que finalizarían con la aparición de un único país, como a combates exter- nos, lo constituirían las conocidas como “Paleta del Campo de Batalla” o “de los Buitres”, de 28 cm. de longitud y 20 cm. de anchura, que muestra una victo- ria sobre pueblos extranjeros, tal vez libios, según se desprende de los rasgos negroides que exhiben, la “Paleta de Tehenu” de 21 cm., de longitud por 18,5 cm. de anchura, que revela la conquista de varias ciudades, también libias, la “Paleta del Toro” donde se ensalza el triunfo del rey, personificado en un toro, sobre sus enemigos o la “Paleta de los Cazadores” conocida también como “la Caza del León”, docu- mento de 30,5 cm. de extensión y 14 cm. de anchu- ra que describe a un grupo de guerreros, dieciséis en total, exhibiendo su armamento, compuesto por mazas, lanzas, bastones arrojadizos (boomerang) y sobre todo arcos, aunque curiosamente ningún gue- rrero porta algún tipo de espada, junto a numerosos animales, liebres, cánidos y leones, que parecen ha- ber llevado la peor parte, pues aparecen absoluta- mente asaeteados. Junto a las paletas, otras fuentes de aproximación al conocimiento del nacimiento del reino egipcio se encuentran localizadas en diferentes objetos orna- mentales así como en pinturas murales, una de las más conocidas, datada en el período Nagada II, ha- cia el 3500/3300 a.C., se localiza en la Tumba 100 de Hieracómpolis. En casi cinco metros de longitud se representa, a tra- vés de trazos muy simples en algunos casos, una te- mática que comenzaba a ser habitual, en donde las imágenes del Señor de los Animales controlando a dos leones y el líder blandiendo una maza sobre sus enemigos no iban a faltar como representación del incipiente poder que estaba adquiriendo la realeza, tal como se ha visto en la Paleta de Narmer y, de la misma forma, se observa en el fragmento de Gebel el Arak (3150 a.C. aproximadamente), depositado actualmente en el Museo del Louvre y constituido por un mango de cuchillo de 9,5 cm. de altura y 4, 2 cm. de anchura trabajado en un colmillo de hipopó- tamo, cuyas cachas además de estar labradas con escenas de combate, recogen motivos presentes en la tumba, dos hileras de barcos, y la figura del Se- ñor de los Animales, aunque en este caso incorpora vestimenta proveniente del Próximo Oriente, lo que evidenciaría ciertas influencias de esta región sobre la cultura egipcia. Tumba 100 de Hieracómpolis (Imagen: Wikimedia Commons). Una de las armas más común en manos de los con- tingentes egipcios fue la maza, cuya cometido, bá- sicamente, no era otro que destrozar la cabeza del adversario. Constaba fundamentalmente de un mango, usual- mente de madera, y una cabeza de diferentes for- mas, redondeada, troncocónica, piriforme, discoidal, etc., elaborada en piedra o arcilla. Según el Experto en armamento Andy Cropper, el proceso de elaboración del agujero se realizaría ca- lentando la roca y dejando caer gotas de agua en su centro, produciendo una pequeña concavidad, sobre la que, acto seguido, se realizaba la misma opera- ción continuamente, hasta que la abertura permitía el paso del asta. Curiosamente, la más conocida no tiene ninguna fun- ción bélica, se trata de la Cabeza de Maza del Rey Escorpión descubierta en Hieracómpolis. Este objeto ceremonial, elaborado en caliza, se halla actualmen- te en el Ashmolean Museum (Oxford, Inglaterra). En él se representa la apertura de un canal de irri- gación por parte del rey del Alto Egipto en presencia de diferentes funcionarios, mostrándose varios datos que apuntan a uno de los episodios de las luchas de unificación, como sería el caso de la vegetación ca-
  • 25. Egiptología 2.0 | 25 racterística del Norte o el monarca portando la corona del Alto Egipto, como símbolo de su poder sobre las tierras septentrionales. Cuchillo de Gebel el Arak. Cuchillo completo, anverso y reverso del mango (Imágenes: Wikimedia Commons). Maza del Rey Escorpión. Vista completa y detalle (Imágenes: Wikimedia Commons).
  • 26. 26 | Egiptología 2.0 El sustento de Kemet. Las comunidades que se asentaron en esta franja de terreno tuvieron al gran Río como su primordial protector, centro de gravedad y columna vertebral de toda su forma de vida. No obstante, la supervivencia era frágil, y siempre se encontraba suspendida en una balanza dispuesta a inclinarse ante los caprichos del propio Nilo, tan importante, que en honor y devoción, el fértil limo depositado por las inundaciones estacionales daría su nombre al país, “Kemet, La Tierra Negra”, como contraposición a la inmensidad perpetua de desierto que le rodeaba, “Deshret, La Tierra Roja”. Es por ello, que al frente de todo este engranaje de- bía posicionarse un actor lo suficientemente fuerte y capacitado para articular toda esta maquinaria de forma minuciosa, milimétrica, y éste no era otro que el Rey, el dios encarnado, el señor universal que aportaba a Egipto la verdad, la sabiduría y la justicia, la Ma’at, siendo el destinatario de las energías del demiurgo, así como el defensor del país contra las fuerzas maléficas, y por ende, el único competen- te para mantener el equilibrio del mundo, la única fuerza idónea de mantener unidos el Alto y el Bajo Egipto. El problema surge a la hora de ubicar en este papel al primero de todos, el “Unificador”, para lo que se han dado diferentes discusiones con el fin de cono- cer al caudillo que habría podido ostentar este honor. Algunos especialistas, como H. Frankfort, Emery o Gredseloff han identificado a Narmer con Menes, el monarca que habría fundado Menfis, defendiendo el hecho de que Aha pudiera tratarse de su hijo, y ambos tendrían “Men” como el título de Las Dos Se- ñoras. En este sentido, se apoyaron en el sello de Abidos, en donde aparece el nombre de Menes asociado a la figura de Narmer, y en la tableta de Nagada, en la cual se encuentra junto al Horus Aha. Otros autores, como H. Müller, se basan en table- tas de madera y marfil encontradas en Abidos, lugar donde se enterraron los soberanos de la I Dinastía, que contenían el nombre de Menes junto al del Horus Aha para conjeturar que se trataba de la misma per- sonas, si bien, hay quién defiende que estos objetos se datarían en época del rey Djer, tercer soberano de la I Dinastía, por lo que éste y Aha habrían tenido el mismo título Nesut Biti. Neville dice que el nombre de “Men” que aparece en la tableta de marfil no hablaría de Menes, sino que haría alusión al nombre de un pabellón real, es decir, el lugar donde se desarrollaban las ceremonias de la fiesta Sed, describiendo al doble trono de la fiesta. Basándose también en los títulos, Driotón y Vandier opinan que no es descabellado pensar que bien pudo existir una sucesión Narmer-Menes-Aha-Djer, mientras que Hall especula con la idea de que Me- nes fuera una figura compuesta y legendaria del pri- mer y tercer monarca. Otros autores defienden la hipótesis de que se tra- taría de una misma persona que tras haberse im- puesto sobre el Norte, tomó el título de Horus Aha (El Combatiente), aunque esta teoría tiene algunos inconvenientes, pues Aha tuvo que enfrentarse en diversas ocasiones con nubios, libios y pueblos del Norte, lo que hace suponer que Egipto no se habría unificado totalmente. Sea como fuere, la idea más extendida defiende que la figura unificadora del país no fue otro que Menes, pudiéndose identificar con Narmer. Pero el problema de la unificación es otra de las cuestiones en las que no se ponen de acuerdo los estudiosos, y así, basándose en la pieza más repre- sentativa, la Paleta de Narmer, se ha intentado obte- ner una narración lo más convincente posible. En la paleta, el soberano aparece tanto con la coro- na del Sur como con la del Norte, pero en ningún mo- mento se exhibe con la Doble Corona, por lo que se puede interpretar que las representaciones que en ella asoman serían la culminación de este proceso, aunque también hay quién hable de una Reunifica- ción de las Dos Tierras. En este aspecto Kees y Sethe creen que existió una primera unificación hacia el 3600 a.C. aproximada- mente, cuando un reino del Norte, con capital en Buto, invadió el Sur, con capital en Neekhen, unifi- cando el territorio, no obstante, esta anexión no tar- daría en desaparecer, volviendo el Sur a convertirse en independiente, posiblemente hacia el final del Gerzeense, y es donde algunos investigadores si- tuarían los reinados de Escorpión y Narmer. En un momento posterior daría comienzo un nuevo proceso de expansión o “Reconquista” por parte del Alto Egipto, que concluiría con el inicio del Período Dinástico, aunque la unificación no sería total, pues no desaparece la identidad de cada uno de los es- tados, lo que hace que en momentos de crisis del poder central se vuelvan a separar en los antiguos territorios predinásticos. Durante los primeros soberanos todavía se atesti-
  • 27. Egiptología 2.0 | 27 Bibliografía ALFRED, C. (1985). Les Egyptiens. L’Empire des pahraons. Armand Colin. Paris. BONHEME, M. A Y FORGEAU, A. (1988). Pharaon. Les secrets du pouvoir. Armand colin. Paris. DODSON, A. (1995). Monarchs of the Nile. American University in Cairo Prees. 238 páginas. KEMP, B. J. (1992). El antiguo egipto. Anatomía de una civilización. Barcelona. LARA PEINADO, F. (1991). El Egipto faraónico. La Historia en sus textos. Istmo. 344 páginas. PADRÓ, J. (2006). Historia del Egipto faraónico. 432 páginas. PARDO MATA, P. (2004). Egipto. De la prehistoria a los faraones. Sílex Ediciones. 300 páginas. PECCI, H. (2004). El ejército en Egipto: aspectos fun- damentales. Revista de arqueología 25 (280). Pági- nas. 14-25. VALBELLE, D. (1988). Histoire de l’Etat pharaonique. Thémis Histoire. Paris. Sobre el autor Doctor en Prehistoria y Arqueología por la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED). Magís- ter en Museografía y Exposiciones por la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Diplomado en Estu- dios Avanzados (D.E.A.) por la Universidad Complu- tense de Madrid (UCM). Miembro del Laboratorio de Estudios Paleolíticos de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), y de la Red de Exper- tos del Proyecto Campus de Excelencia Internacional en Patrimonio, concedido a las universidades andalu- zas coordinadas por la Universidad de Jaén. Entre los años 1998 y 2008 ha participado en diferen- tes campañas arqueológicas: Yacimiento de la Cova D’en Pardo (Planes, Alicante), La Peña de Estebanve- la (Ayllón, Segovia), excavación y estudio de la Cue- va de Ambrosio (Vélez-Blanco, Almería), trabajos ar- queológicos en Perales del Río (Getafe), Proyecto de Investigación, estudio y documentación en la Cueva de la Fuente del Trucho (Asque-Colungo, Huesca) y dirección arqueológica para la realización de trabajos de prospección y excavación arqueológica en el Cerro de San Isidro (Domingo García, Segovia). Entre los años 2008 y 2011 Arqueólogo de la Unidad de Pro- moción y Desarrollo V y VI de la Diputación de Toledo. Es también autor de diferentes artículos relacionados con el antiguo Egipto. www.reflejosdelpasado.blogspot.com guan enfrentamientos, lo que lleva a diversos espe- cialistas a conjeturar que el verdadero unificador del país recaería en la persona de alguno de los monar- cas de la Primera Dinastía. Por otra parte, una serie de opiniones defienden la no existencia de un reino o entidad en el norte, loca- lizándose pequeños territorios que equivaldrían, en épocas posteriores, a los nomos o sepaut, cada uno de ellos con su propio gobernante, y que, paulati- namente, habrían sido conquistados por un Estado unificado del Sur. Aún existiría otra tesis, pero ésta estaría embebida de un carácter económico, ya que defiende un argu- mento por el que se plantea que la causa de estas conquistas se debería fundamentalmente al control de la inundación del Nilo y a la obtención de meta- les, lo que haría que existiese un enfrentamiento en el Sur, que poco a poco se iría extendiendo hacia el Norte. Sea como fuere, todos estos testimonios constituyen el eco del tránsito de diferentes culturas, pueblos que tras recorrer un largo camino decidieron hacer del Valle del Nilo su hogar, crear una nuevo mundo, vastísimo en el tiempo, que sería, posteriormente, el reflejo de una historia enterrada durante mucho tiempo, que, paulatinamente, iría saliendo a la luz para dar a conocer un país, un territorio, que en al- gún momento llegó a ser antiguo para sus propios habitantes. Rey Djet. I dinastía (Imagen: Wikimedia Commons).
  • 28. 28 | Egiptología 2.0 Estado Antía Martínez Abal / Alberto Fernández Boo Los orígenes del poder político del faraón ¿Qué lugar ocupan las mujeres? En el antiguo Egipto la realeza se consideraba la base de la civilización. El rey, figura que ejem- plificaba el orden, transmitía seguridad, paz y jus- ticia. El mantenimiento del orden universal recaía así en esta figura real. Los festivales celebrados por esta civilización eran un ejemplo de reafirma- ción del mantenimiento del orden, pues su idea del universo era el de un ente sin cambios desde el momento de la creación. La idea de la vida eterna es la base de su religión, negando así la realidad de la muerte. De esta ma- nera entendían que el cuerpo deja de funcionar, pero la vida seguía, paradójicamente, sin separar- se de él, pues la personalidad de los seres huma- nos necesita de las dos cosas. Se logrará la vida eterna si ambos permanecen unidos. De esta idea nace la momificación y la escultura egipcia como herramienta para mantener el cuerpo, lo material. En esta construcción cultural al rey le fue adjudi- cado el papel de dios encarnado, consiguiendo así unir a la sociedad con la naturaleza. El arte muestra el proceso de cambio en el con- cepto de la realeza egipcia. En un principio, en el llamado período predinástico, no aparecen pin- tados ni reyes ni jefes. Sin embargo, llegada la unificación de Egipto y el inicio del período de la existencia de los faraones, el rey aparece como representante de la comunidad. Además, es re-Amenhotep III, 1370 a.C. (Imagen: Vicenzo Vacca). presentado en una escala/tamaño que nos transmite su posición dominante en la escena. Además, la comunidad ya no se transmite como un conjunto de figuras, olvidándose intencionadamente, cen- trando todo acto en el faraón, que se lleva así todos los méritos. Todo ocurre gracias a él, ya que es invencible, inatacable e intocable. La victoria en guerra se convierte así en una manera de eliminar el caos y volver al orden preestablecido. El faraón es quien dirige personalmente los actos del ritual cotidiano de todos los dioses del país. Los elemen- tos estéticos usados hacen que el faraón esté en una posición similar a la de los/as dioses/as que lo rodean,
  • 29. Egiptología 2.0 | 29 formando parte del mundo de los dioses. En definitiva, desde la perspectiva de género, en el antiguo Egipto el poder se concentra en una sola persona, el faraón, un hombre. Mientras que las mujeres que lo acompañan, la esposa real y las esposas secundarias son solo objetos usados para que el faraón disfrute. La fundación de la realeza. El poder del faraón tiene una base histórica y una base teológica, que vamos a explicar para poder entender por qué el faraón es tratado como un Dios, lo que fundamenta legitima su poder regio. Históricamente, podemos hablar del surgimiento de la realeza egipcia como institución con poder con el recono- cimiento del primer rey de la I Dinastía, Narmer -también conocido como Menes-, que reina hacia el 3150 ANE aproximadamente. La tradición cuenta que sus antepasados eran espíritus semidivinos que heredaron el poder del Creador, Re. La monarquía tuvo un desarrollo paralelo al del universo, puesto que Re, el Creador, asume desde el principio el papel de rey de todo lo creado. Narmer, según las tradiciones, fue el unificador de Egipto. La aparición de la I Dinastía viene de la mano de varios adelantos tecnológicos como la escritura, la utilización del metal, y de las nuevas formas de expresión del arte monumental. Paleta de Narmer. Anverso y reverso, 3050 a.C. (Imagen: Wikimedia Commons). Con la unificación política, Egipto se constituye en un Estado territorial, el primero en la historia de la humanidad, más integrador y cooperativo. Este Es- tado “no nace de pequeñas formas de organización en el orden político y social, sino que se impone con violencia frente al orden policéntrico de las ciuda- des-estado. El Estado territorial del Egipto unificado produce un orden al destruir otro orden” (ASSMAN, J.; 2005: 53). Es una forma violenta de cambio, de representación, que discrepa con la ideología solida- ria y cooperativa que caracterizará posteriormente la mentalidad egipcia, un cambio de la violencia al Derecho. Narmer establece como organización de la realeza la forma de una monarquía Dual masculina, pues el faraón, hombre, es rey del Alto y Bajo Egipto. En el Neolítico encontramos los orígenes de la unidad egipcia, ya que observamos una homogeneidad cul- tural y física de los/as habitantes del Valle del Nilo. Esto quiere decir que “parece que la civilización fa- raónica surgió en este sustrato camítico del Norte de África” (FRANKFORT, H.; 1983: 40), puesto que tie- nen una cultura espiritual común. Algunos de los rasgos de esta herencia común que se mantuvieron en el Egipto faraónico fueron el po-
  • 30. 30 | Egiptología 2.0 der divino manifestado a través de ciertos animales y la idea de que el mundo visible surge de un océano primigenio. También se consideraba que el Creador, un hombre, era un dios solar. En definitiva, antes de la unificación en Egipto ha- bía un gran número de pequeñas comunidades en las que podían surgir nuevos caudillos. Cuando un líder guerrero amplía su poder más allá de su propio pueblo, puede acabar creando una pequeña nación. Tenemos claro que la unificación no fue un proce- so corto, sino que se extendió a lo largo de varias generaciones hasta que Narmer, primer rey, le puso término. La persistencia de las conquistas de Narmer tiene un doble significado. Era necesario llevarlas hasta el final, ya que el rey de todo el territorio se coloca a la cabeza de los otros jefes. Una vez terminada la con- quista territorial, la unificación fue vista como una re- velación de un orden predestinado bajo un monarca, que debía ser varón, como única forma admisible. Narmer. Detalle de la Paleta de Narmer (Imagen: Wikimedia Commons). El poder del monarca quedaba legitimado según la mentalidad egipcia de las dualidades gracias a la división del reino en el Alto y en el Bajo Egipto, lo- grando una estabilidad inalterable. Esta base dual de pensamiento pertenece a su teoría de la creación del universo, es decir, tiene un origen cultural. Cuando el faraón se autoproclama “Señor de las Dos Tie- rras” está aludiendo a que es el eje que mantendrá el equilibrio en la tierra de Egipto. La característica principal de este tipo de representación es que las partes de las que está compuesta son opuestas. Po- demos encontrar este tipo de visión en China con el yin y el yang, que todo el mundo conocemos. Otro ejemplo de este dualismo se ve reflejado en la enemistad entre Horus, dios del Bajo Egipto, y Seth, dios del Alto Egipto, conocidos como “los dos Se- ñores”, símbolos mágicos de todo conflicto. Seth es siempre vencido por Horus, pero no llega a ser destruido. Finalmente, se produce la reconciliación, pues Seth establece el principio estático del cosmos, que simboliza que el faraón aplastó a la oposición y reconcilió a las fuerzas en conflicto. Esta imagen representa el orden inmutable de las cosas, de un universo masculino en el que nada debe cambiar. Como podemos observar, persiste esa dualidad ca- racterística de la cultura egipcia, que en este caso funciona como un contrapeso entre las dos regiones. Todos estos aspectos de la dualidad son represen- tados en los ritos y festivales, que combinan referen- cias al Alto y Bajo Egipto. La Teología Menfita. La Teología Menfita es un texto que se remonta a los inicios de la monarquía egipcia. Es la base religiosa de la legitimidad real, pues en ella se lleva a cabo una teoría de la realeza. Expone la doctrina religiosa para la nueva capital, Menfis, y una serie de teorías nuevas así como otras arraigadas en las tradiciones egipcias. El texto es una cosmología, describe el or- den de la creación y hace de la tierra de Egipto, orga- nizada por Narmer, una parte de este orden. El texto está dividido en seis partes, de las que nom- braremos las cuatro que consideramos las más im- portantes: 1- En la primera se dice que la tierra debe su existen- cia a Ptah, el Creador de Todo, incluso de los dioses. 2 - La segunda sección nos habla del cese del con- flicto entre Horus y Seth gracias a la mediación de Geb, padre de Osiris. 3 - La sección quinta expone la cualidad creadora de Ptah a través de la palabra. 4 - La sección sexta es una legitimación de la nueva capital, Menfis, pues será el granero de Egipto, gra- cias a su fertilidad, debida a la presencia del cuerpo enterrado de Osiris. Por último, el texto describe que Osiris, una vez enterrado, subió al trono como rey del inframundo. El rasgo más importante de la Teología Menfita, ade-
  • 31. Egiptología 2.0 | 31 más de la idea espiritual de la creación, es la forma en que se entremezclan la realidad y la mitología. Un ejem- plo de ello es la ya mencionada disputa Horus-Seth, en la que el gobierno del Faraón marca el final del desen- cuentro, como eje estabilizador. Sin embargo, a través del Misterio de la Sucesión, cada faraón que muere se convierte en Osiris y su sucesor/ heredero es Horus. Por tanto, la monarquía es concebida como una realidad tanto en el mundo de los dioses, como en el de los humanos. En definitiva, la teoría egipcia con respecto a la realeza consiste en que el rey es un Dios. Además, la realeza implica a dos generaciones, a Osiris, padre, y Horus, hijo heredero. El gobernante vivo es el intermediario entre las personas y la naturaleza. Tras su muerte, sigue teniendo eficacia para su comunidad, ya que el rey enterra- do fertilizaba la tierra en la que descansaba. El análisis de la Teología Menfita nos muestra su fuerte carácter androcéntrico. Podemos explicar esto mediante la observación del ensalzamiento de las figuras masculinas durante la historia de la creación, mientras que las femeninas quedan relegadas al papel reproductor como Isis, madre de Horus. La divinidad del Faraón. La divinidad del rey está muy relacionada con la teoría de la realeza expuesta en la Teología Menfita, que acabamos de explicar, que permanece sin cambios durante todo el Egipto faraónico. Se alude al faraón como Horus, dios que se encarna en el rey egipcio. El monarca, en gran cantidad de textos, es conocido como “el dios” o “el buen dios”, lo que indica que la civi- lización egipcia compartía con la japonesa, inglesa y romana la creencia de que su gobernante tenía poderes sobrenaturales. De esta manera, la sangre real es distinta al del resto de los humanos, por eso se distingue un monarca hereditario de un usurpador. Horus. Relieve del templo de Horus, Edfu (Imagen: Cocosarron). ¿Por qué Horus estaba encarnado en el faraón? Esto tiene una explicación política. La Casa de Narmer pro- cedía de una región en la que se adoraba al dios-hal- cón. Horus fue reconocido como un dios supremo por encima de una docena de dioses del Alto Egipto. Es el dios por excelencia en todo el Egipto predinástico como un dios local. En este punto podríamos preguntarnos cuál es el papel de la madre humana del faraón, pero la teología de la realeza nos muestra que carecen de importancia, pues es tremendamente patriarcal. Digamos que era nece- saria para dotar de herederos varones a su esposo. El faraón será, generalmente, el hijo mayor. Por otro lado, se produjo un cambio en la paternidad teológica. Normalmente, se consideraba que Horus su- cedería a Osiris. Sin embargo, durante el Reino Nuevo algunos gobernantes comenzaron a considerar como padre teológico al dios Amón-Re. Esto puede ser como consecuencia de un acceso al trono de hombres que no cumplían todos los requisitos para regentarlo o por usurpación. Para entender la naturaleza divina del faraón repasare- mos sus títulos: 1 - “Horus”, el título más antiguo, que vincula directa- mente al faraón con su naturaleza divina. 2 - “Nebty”, o las dos diosas, Nebjet del Alto Egipto y
  • 32. 32 | Egiptología 2.0 Wadjet del Bajo Egipto, que expresa que el faraón está a la cabeza de una monarquía dual. 3 - “Horus de Oro”. 4 - “Rey del Alto y Rey del Bajo Egipto”. 5 - “Hijo de Re”, que destaca que el Faraón es un descendiente lejano del Creador. La autoridad del Faraón. El rey es considerado una divinidad porque posee un poder absoluto sobre todo el territorio de Egipto y sobre sus pobladores/as. De hecho, la propiedad privada egipcia es el resultado de las donaciones reales. Otra competencia real es la justicia, encarna- da en el dios, que no actúa arbitrariamente, ya que tiene la obligación de mantener la maat, la verdad, un orden justo. La maat está personificada como una diosa hija del rey-sol, Re. Debemos destacar que en Egipto no hay instrumen- tos legales para reemplazar al faraón. Lo que más llama la atención es que la población parecía creer realmente su carácter sobrenatural, ya que no se conoce en la historia de Egipto ninguna sublevación popular. Ciertamente el rey era la única fuente de autoridad, ya que todas las acciones oficiales, secu- lares y religiosas, se basaban en el poder delegado del faraón. En definitiva, el faraón era el Estado, cuyas funciones eran “la posesión, el dominio, el fomento, la discipli- na y la defensa; asimismo, las de alimentar, educar, proteger y engrandecer a la población” (FRANK- FORT, H.; WILSON, J.A.; E JACOBSEN, T.; 1988: 109). Por tanto, el rey era “el gobernante enviado por los dioses, era el pastor del pueblo egipcio que conducía a su grey a los pastos abundantes […].” (FRANKFORT, H.; WILSON, J.A.; E JACOBSEN, T.; 1988: 109). Los gobernantes solían colocar a los parientes rea- les, los miembros de su familia, en los puestos altos de la administración como medida de seguridad. Por otro lado, el rey permitía que los cargos fuesen here- ditarios, pasaban de padres a hijos. En lo que se refiere a la organización social, en Egip- to no había castas ni clases sociales. Todos los/as habitantes eran plebeyos/as, excepto la familia real. Los parientes reales estarían capacitados a ejercer las competencias que el rey les delegaba. Por otro lado, era muy difícil acceder a la persona del Faraón, porque delegan su poder administrativo en los visires, que actuaban como centro de adminis- tración del país. Éstos mantenían al rey apartado de los pormenores del gobierno. Sin embargo, las de- cisiones más importantes eran sometidas a la apro- bación del rey a través de una audiencia que el visir celebraba de mañana con el Faraón para dar cuenta del estado de la nación. El visir, como poder ejecu- tivo, tenía la obligación de escuchar las peticiones de cualquiera que quisiera presentárselas. Como se puede observar, las esposas reales se mantienen aparte de las cuestiones políticas, solo un contado número de ellas tuvieron importancia en esta faceta de gobierno, como Nefertiti o Tiy, entre otras. En definitiva, como ya comentamos con anterioridad el poder del rey sobre sus súbditos no termina con la muerte, ya que los/as egipcios/as mantenían que la potencia del Faraón podía dejarse sentir en sus súb- ditas/os a través del Ka, proceso que explicaremos a continuación. En las primeras dinastías, algunas de las personas enterradas con él fueron asesinadas para que lo acompañaran al más allá. La jerarquía de funcionarios y sirvientes que estuvieron al cargo del soberano en vida seguirán a su señor y, guiados por él, a la vida futura. Este rito termina en la IV Dinas- tía, cuando desaparecen las señales de matanzas en el entierro del Faraón. En ocasiones se adoraba durante varios siglos a los antiguos Faraones o a sus estatuas, colocadas en los templos. El Ka, la fuerza vital del Faraón. La población egipcia entendía que la personalidad humana estaba compuesta por el Ka, el espíritu, y el Ba, el alma. El Ka del Faraón nace con él como si fuera su hermano, lo acompaña de por vida. Es su gemelo, y su protector ante la muerte, siempre man- teniendo su carácter de fuerza vital. Otras funciones del Ka pueden ser el anunciamiento del rey ante los dioses en el cielo. Él mismo es un dios, como los genius romanos, que eran espíritus protectores que cada humano obtenía desde su nacimiento y que los acompañaban como si de su propio espíritu se trata- se. El Ka del rey es un poder personificado. Para finalizar con este apartado, hay un último as- pecto del Ka que debemos considerar. El rey depen- de de forma especial de su padre, ya que la institu- ción monárquica, como hemos dicho antes, implica a dos generaciones. Esto está relacionado con la idea de la sucesión entre Osiris y Horus, pero el Faraón tiene la misma relación con otro dios a quien los títu- los oficiales proclaman su padre, Re. En suma, es imprescindible entender el Ka para comprender la institución de la monarquía, puesto que la relación entre Faraón, dioses/as y el pueblo se define por medio de la función de mediación del rey a través de su Ka y de su implicación como hom-